Su sangre abrió la entrada (#342)

 
Jesús murió; su sangre abrió la entrada
Del velo dentro, — celestial lugar —
En donde el alma, ya purificada,
Se acerca al Santo Dios en libertad.
Por Cristo entrando, nada allí tememos;
Su gloria no nos puede anonadar;
En luz estamos y permanecemos
Tranquilos, firmes, y sin desmayar.
Contigo ahí, Señor, nos encontramos
Con quien nos trajo para nuestro Dios,
En cuya gracia paternal estamos,
Gozosos de elevarle nuestra voz.
Por Ti, ¡oh Jesús! el Hijo bien amado,
Por sólo Ti tenemos recepción;
Por Ti llegamos, cual tus redimidos,
Con voz de canto y de adoración.
De corazón, ¡oh Dios!, Te agradecemos
Que Te dignaste al hombre aproximar
A tu regazo; así amados somos
Cual hijos recibidos en tu hogar;
Cual sacerdotes somos consagrados,
Sí, y aptos para darte adoración;
La ofrenda espiritual de adoradores
Rendímoste, ¡oh Padre, Dios de amor!