El versículo 11, por el cual empieza nuestra lectura en este día, se enlaza por así decir, al versículo 1, donde el apóstol exhorta a los Corintios a no haber recibido la gracia de Dios en vano. El resultado práctico de la recepción de la gracia se resume en una sola palabra: La santidad. En efecto, la santidad práctica comprende toda la vida cristiana, como testimonio en este mundo. En la Pascua, los israelitas estaban al abrigo del juicio de Dios por la sangre del cordero. Otro tipo de la muerte de Cristo nos es ofrecido por el Mar Rojo, en donde el pueblo no está solamente puesto al abrigo del juicio, sino que ha sido conducido a Dios. Pero desde que ofrecieron la Pascua, los israelitas no tenían más que una cosa a realizar: La Fiesta, que era la de los panes sin levadura, tipo de una vida de santidad práctica, partiendo de un sacrificio y continuando sin interrupción durante siete días. El número siete es el número de la plenitud, imagen del curso completo de nuestra vida terrena.
Es importante para nosotros comprender en qué consiste, en este pasaje, la exhortación del apóstol a la santidad. La santidad práctica tiene tres caracteres: El primero es la santidad cuanto a nuestras asociaciones con el mundo; el segundo, la santidad cuanto a nuestras asociaciones religiosas; el tercero, la santidad individual.
1.- “A tu animal no harás ayuntar para mistura”. Es la asociación con el mundo, de la cual habla nuestro pasaje en los versículos 14 y 15.
2.- “Tu haza no sembrarás con mistura”. Es el tipo de asociación religiosa del cual nos habla el versículo 16. No podemos emplear simientes diversas en el campo de Dios; es preciso que sembremos una sola clase de simiente.
3.- “No te pondrás vestidos con mezcla de diversas cosas”. Es el tipo de santidad individual que nos habla el capítulo 7:1.
Como hemos dicho, hallamos estos tres puntos en nuestro capítulo. Pero el apóstol dice antes de abordarlos: “Nuestro corazón está ensanchado”. Había visto los frutos del Espíritu producidos en ellos a continuación de su primera epístola y en lugar de tener sus sentimientos comprimidos en el corazón, tenía ahora libertad en relación con ellos. Y añade: “Ensanchaos también vosotros”. ¿En qué habían de ensancharse? Se precisaba en lo sucesivo que su marcha fuera una marcha santa.
En primer lugar (versículo 14), no debían juntarse en yugo con los infieles. Es una alusión a lo que hemos leído en Levítico. “Porque, ¿qué compañía tiene la justicia con la injusticia?” No hay ni un solo rasgo de unión entre el mundo y los hijos de Dios. Son dos especies diferentes; ahora bien, aunque lo digan algunos sabios, no ha habido jamás transformación de especies. ¡Cuán oportuna es esta palabra para el tiempo presente! Cuando el testimonio de Dios empezó a ser conocido entre nosotros, ¿no había una separación más completa con el mundo que en el tiempo presente? ¿En qué medida somos fieles a este testimonio? ¿Es que, hacer negocios con el mundo, emplear a éste para negocios propios, no es acaso lo que caracteriza a muchos entre nosotros sobre todo entre los jóvenes? Si hubiese más fidelidad no dudo que esta palabra del apóstol produciría los mismos frutos que producía en otro tiempo. Hemos de bajar la cabeza con humillación, pensando que en las nuevas generaciones esto se realiza bien poco. “¿Qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial?” Es un contraste todo a lo largo de esta descripción, una oposición absoluta entre el elemento cristiano y el elemento del mundo. Del lado cristiano es la luz. No se trata solamente que la luz ha brillado sobre nosotros, sino que nos es dicho: “Vosotros sois la luz en el Señor”. Si el Señor es “la luz del mundo”, Sus discípulos, en Su ausencia, son también la “luz del mundo” (Efesios 5:88For ye were sometimes darkness, but now are ye light in the Lord: walk as children of light: (Ephesians 5:8); Juan 9:55As long as I am in the world, I am the light of the world. (John 9:5); Mateo 5:1414Ye are the light of the world. A city that is set on an hill cannot be hid. (Matthew 5:14)). ¿Qué es lo que las tinieblas han hecho de la luz? Si en una habitación completamente oscura encendéis una simple cerilla, disiparéis las tinieblas en una cierta medida; pero desde el punto de vista moral, cuando la luz del mundo vino aquí, las tinieblas no la comprendieron y de ninguna manera han sido impregnadas por ella. Esto hace resaltar el estado incurable del hombre, y este estado permanece actualmente el mismo, en presencia de los que son la luz del mundo durante la ausencia del Señor. “¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el justo con el injusto?” (versículo 15). ¡Cómo alcanza a la conciencia! Cristo de un lado, el diablo de otro. ¿Puede haber acuerdo entre los dos entre el Enemigo de Cristo y los que representan a Cristo en este mundo? Existe la fe de un lado, y la incredulidad del otro; no hay ningún punto de contacto posible entre estos dos polos opuestos.
El apóstol pasa ahora a la segunda cuestión, que menciona en tipo en Levítico 19: “¿Y qué concierto el templo de Dios con los ídolos? porque vosotros sois el templo del Dios viviente” (versículo 16). Cosa nunca oída, ¿no es cierto?, que nosotros cristianos, la Asamblea de Dios, ¡seamos el templo del Dios viviente! En Levítico 26, Dios dice: “Si guardáis mis mandamientos ... yo pondré mi tabernáculo entre vosotros ... y andaré entre vosotros y seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo” (Levítico 26:3-113If ye walk in my statutes, and keep my commandments, and do them; 4Then I will give you rain in due season, and the land shall yield her increase, and the trees of the field shall yield their fruit. 5And your threshing shall reach unto the vintage, and the vintage shall reach unto the sowing time: and ye shall eat your bread to the full, and dwell in your land safely. 6And I will give peace in the land, and ye shall lie down, and none shall make you afraid: and I will rid evil beasts out of the land, neither shall the sword go through your land. 7And ye shall chase your enemies, and they shall fall before you by the sword. 8And five of you shall chase an hundred, and an hundred of you shall put ten thousand to flight: and your enemies shall fall before you by the sword. 9For I will have respect unto you, and make you fruitful, and multiply you, and establish my covenant with you. 10And ye shall eat old store, and bring forth the old because of the new. 11And I will set my tabernacle among you: and my soul shall not abhor you. (Leviticus 26:3‑11)); es decir que hace depender de la conducta de ellos, el hecho de que será el lugar donde Dios habite. Para nosotros es todo lo contrario. Somos este templo en virtud del don del Espíritu Santo y es por el hecho de serlo que somos llamados a ser santos, prácticamente separados para Dios en este mundo. No nos asociemos en manera alguna con la religión del mundo que nos rodea. Este principio no ha cambiado después que la idolatría ha desaparecido del mundo cristiano, habiendo revestido el alejamiento de Dios de forma menos grosera; pues asociarse, sería perder el verdadero carácter del pueblo de Dios: “Por lo cual salid de en medio de ellos y no toquéis lo inmundo y yo os recibiré” (versículo 17). Es una cita de Isaías 52. Allí se trata para el pueblo de Dios que va a ser introducido en la tierra prometida, de dejar toda asociación con Babilonia, madre de la idolatría, a fin de tener parte en las bendiciones de la tierra de Israel. Para nosotros la separación tiene lugar actualmente con “la grande Babilonia”, la cristiandad apóstata, para entrar en nuestra Canaán celeste. La separación está en la base del testimonio cristiano, pero no es suficiente decir: “la separación”, pues ésta puede revestir un carácter pésimo. La santidad consiste en la separación para Dios, y no en otra cosa. He aquí lo que nos separa de la religión del mundo; nuestra santidad es para Dios. A esto queda ligada una grande bendición. Dice: “Y seré a vosotros Padre y vosotros me seréis a mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (versículo 18). Esto no significa que si no salimos de en medio de ellos, no seremos hijos de Dios, pero el gozo de las relaciones de familia con el Padre, como para Israel las con Jehová y el Todopoderoso, provienen del grado de separación para Dios. Si paralelamente a la familia de Coat somos empleados a llevar los utensilios del santuario, ¿podemos asociar el mundo con nosotros para realizar este privilegio? ¿Había estado permitido a un extranjero llevar el arca, el propiciatorio, el incensario, el candelero, el altar de oro o aun el altar de bronce? Nadie podía tocar estas cosas si no formaba parte de la tribu de Levi, a la cual estaban atribuidas estas funciones santas en Israel.
Habiendo dicho estas cosas, el apóstol llega a la santidad individual, al vestido de mezclas diversas de Levítico 19. Es una cosa muy seria a considerar: “Así que, amados, pues tenemos tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios” (2 Corintios 7:11Having therefore these promises, dearly beloved, let us cleanse ourselves from all filthiness of the flesh and spirit, perfecting holiness in the fear of God. (2 Corinthians 7:1)). Pienso que estas dos palabras “inmundicia de carne y espíritu”, indican de un lado la santidad cuanto a la conducta individual, tal como se muestra exteriormente en nuestra marcha, y del otro la santidad cuanto al estado de nuestros corazones. Uno puede estar separado de la inmundicia cuanto a su testimonio exterior de manera a ser en apariencia irreprochable, pero si alguien pudiera ver el interior de nuestros corazones, ¿cuántas cosas contrarias a la pureza no descubriría? Hemos de poner de acuerdo estos dos aspectos de nuestra santificación personal, a tener equilibrados estos platillos de la balanza. Como individuos, nuestra marcha exterior, nuestros actos, nuestras palabras, deben corresponder a lo que hay en nuestros corazones, a fin de que podamos repetir con nuestro Salvador amado: “Mi pensamiento no va más lejos de mi palabra” (Salmo 17:33Thou hast proved mine heart; thou hast visited me in the night; thou hast tried me, and shalt find nothing; I am purposed that my mouth shall not transgress. (Psalm 17:3); traducción de J. N. Darby).
Si los tres caracteres de santidad práctica que hemos enumerado son hallados en los hijos de Dios, es la prueba de que han estado atentos a las exhortaciones de la Palabra. Andar contrariamente a estos principios, es haber recibido la gracia de Dios en vano.
Que Dios nos conceda a todos el tener en nuestras vidas cristianas mucha más realidad de la que tenemos. Que nos conceda cuanto a nosotros un espíritu de humildad y de arrepentimiento para que vengamos a ser testigos más fieles de Aquel cuya gracia ha hecho todo por nosotros y nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha introducido en el reino del Hijo de Su amor.