En 2 Corintios 8-9 se reanuda el tema de contribuir por los santos, aunque mucho más plenamente que en 1 Corintios 16, y con una fresca fuente de gozo comunicada a su espíritu. ¡Qué evidencia se da de los ejercicios de su corazón en esto también! Parece que había hablado con confianza acerca de los santos corintios. Después hubo mucho que herir y debilitar esa confianza; pero ahora vuelve al asunto, y cuenta con certeza que el Dios que había obrado en el asunto doloroso, no solo del hombre culpable, sino en todo lo que lo hacía, que su gracia también le daría motivo de alegría al despertar sus corazones en grandeza de amor por aquellos que estaban deprimidos en otros lugares. Se había jactado de la liberalidad de los corintios, que había encendido el celo en otros. Por un lado, haría que se verificara su esperanza de ellos, por el otro, deseaba que ninguno fuera cargado, sino que ciertamente fructificaría hacia Dios tanto en los dadores como en los receptores. ¡Qué rico y enriquecedor en Su gracia! ¡Bendito sea Dios por su don indescriptible!