2 Tesalonicenses: Los peligros de la mala escatología (eventos futuros)
Stanley Bruce Anstey
Table of Contents
Introducción
El propósito de la epístola
En la primera epístola, Pablo corrigió el pensamiento erróneo que había surgido entre los tesalonicenses con respecto a los santos que habían muerto (o dormido) (1 Tesalonicenses 4:14-18). En esta segunda epístola, Pablo corrige el error que había con respecto a los santos que aún vivían (2 Tesalonicenses 2:1-8).
Dios sabía que a lo largo de los años los cristianos se confundirían con estas cosas e incluyó esta epístola en el canon de las Escrituras para corregir tales ideas falsas. Parece que esta epístola es necesaria hoy más que nunca, ya que muchos cristianos tienen la idea de que la Iglesia pasará por el período de la Tribulación de siete años que vendrá a este mundo (Daniel 9:27; 12:1; Apocalipsis 3:10). La mayoría de estas ideas equivocadas provienen de no distinguir las dos fases de la venida del Señor —el Arrebatamiento y la Revelación (o Aparición) de Cristo— las cuales Pablo distingue cuidadosamente en sus dos epístolas a los tesalonicenses. (Véanse el comentario por Bruce Anstey sobre 1 Tesalonicenses, BTP# 30049 en la biblioteca digital).
Un resumen sencillo de esta segunda epístola es:
• Capítulo 1.— Consuelo para los santos que pasaban por persecuciones y tribulaciones como resultado de ser identificados con el nombre de Cristo.
• Capítulo 2.— Corrección a los santos en cuanto a la falsa enseñanza escatológica que habían recibido acerca del orden de los eventos relacionados con la Aparición de Cristo.
• Capítulo 3.— Consejos sobre cómo tratar los problemas prácticos que resultan de la mala enseñanza escatológica mencionado en el capítulo 2.
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Publicado por:
CHRISTIAN TRUTH PUBLISHING
9-B Appledale Road
Hamer Bay (Mactier) ON P0C 1H0
CANADÁ
ISBN 1-894403-00-16
Primera Edición en inglés – octubre de 2016
Primera Edición en español – abril de 2021
Nota: La mayoría de las Escrituras citadas en este libro han sido tomadas de la versión Reina-Valera Antigua. Aunque la mayoría de los lectores probablemente están más familiarizados con la versión de 1960, esta tiene derechos de autor, por lo que hemos utilizado la versión Antigua. En los lugares donde la Antigua versión no provee el sentido correcto, se han traducido pasajes de las traducciones de King James, J. N. Darby, o W. Kelly para ayudar a transmitir los pensamientos de la obra original en inglés. Estas versiones, en especial la de J. N. Darby, son fieles traducciones de los idiomas originales.
Capítulo 1: Consuelo para los santos que estaban siendo perseguidos
Versículos 1-2.— Como en la primera epístola, Pablo incluye a Silvano y a Timoteo en su saludo inicial a “la iglesia [asamblea] de los Tesalonicenses”. Y, como en la primera epístola, la “gracia” y “paz” son enviadas de “Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. Así, la Paternidad de Dios y el Señorío de Cristo se enfatizan de nuevo. Esto es porque Pablo entendió que conocer a Dios como nuestro Padre y a Jesucristo como nuestro Señor es esencial para el crecimiento y la madurez cristiana. El Señorío de Cristo es particularmente enfatizado en esta segunda epístola. El título “Señor” se usa más de 20 veces en tres cortos capítulos.
Versículo 3.— Pablo vio un progreso espiritual entre los santos de Tesalónica y agradeció a Dios por ello. Su “fe” crecía enormemente, y el “amor” de unos a otros estaba floreciendo. Sin embargo, como fue el caso de sus comentarios en la primera epístola (capítulo 3:6), aquí él no menciona la esperanza. La esperanza es el tercer elemento en el trío de virtudes que van de la mano en la normalidad de la vida cristiana. Brillando por su ausencia aquí, es evidente que aquella “esperanza bienaventurada” (Tito 2:13) había sido alterada en sus mentes, y probablemente es por eso por lo que Pablo no los elogiara por ser constantes como una vez lo habían sido (1 Tesalonicenses 1:3). Vemos en el capítulo 2 que la mala enseñanza sobre “el día del Señor” se había infiltrado y les había trastornado la esperanza. Una de las razones principales por las que se escribió esta segunda epístola fue para aclarar este malentendido.
Versículo 4.— Pablo elogia a los creyentes de Tesalónica por continuar en el camino de la fe a pesar de las “persecuciones y tribulaciones” que estaban enfrentando. Esto demostró la realidad de su fe, y Pablo se regocijó al verla. Estas cosas les habían angustiado porque alguien les dijo (de forma incorrecta) que sus pruebas eran señales de que la Iglesia estaba pasando por los juicios asociados con el Día del Señor. Estas persecuciones, sin embargo, no eran los juicios de la Gran Tribulación, sino que eran sufrimientos relacionados con el cristianismo normal. Los cristianos están pasando por un mundo que odia a Cristo, y aquellos que se identifican con Su nombre naturalmente sufrirán persecución por ello (Juan 15:18-20, 16:33).
Versículos 5-6.— Pablo les asegura que su sufrimiento a manos de hombres impíos que habían rechazado el evangelio era una “demostración del justo juicio de Dios” que viene sobre este mundo. Su sufrimiento era una prueba de que todos esos incrédulos serían juzgados. Es algo justo; un Dios que no juzga el mal no es un Dios justo. Por lo tanto, Dios se justifica en su ejecución del juicio. En aquel día, Él equilibrará la balanza de la justicia. Para los santos de Tesalónica que sufrían persecución por parte de los hombres incrédulos de este mundo significaba que “se cambiarán los papeles”; el juicio será aplicado a aquellos que han rechazado la gracia de Dios y han infligido sufrimiento a los santos.
Pablo les dice que su sufrimiento por Cristo también mostró que habían sido “tenidos por dignos del reino de Dios”, ya que sufrir por Su causa es un privilegio dado a los santos (Filipenses 1:29). Por esto, añade “por el cual asimismo padecéis”. Es como si les dijera: “Su firmeza en la persecución muestra que verdaderamente forman parte de aquellos que compartirán la gloria del reino de Cristo”. Es, por lo tanto, “justo para con Dios pagar con Tribulación” como forma de juicio a los rechazadores del evangelio.
Los dos lados de la Aparición de Cristo
Versículos 7-10.— Estos versículos indican que hay dos lados de la Aparición de Cristo, que son:
• La ejecución de Su juicio sobre los impíos (versículos 7-9).
• La manifestación de Su gloria en los santos ante el mundo (versículo 10).
El primer lado de su Aparición da inicio al “día del Señor” (1 Tesalonicenses 5:2; 2 Pedro 3:10), el cual tiene que ver con la autoridad de su Señorío establecido en la tierra a través de juicio (Apocalipsis 10:1-2). El segundo lado de su Aparición da inicio al “día de Cristo” (1 Corintios 1:8; 3:13; 5:5; 2 Corintios 1:14; Filipenses 1:6,10; 2:16), cuando Él será visto en la gloria de Su reino.
La ejecución del juicio
Versículo 7.— Pablo dice: “Y á vosotros, que sois atribulados, dar reposo con nosotros”. Debían esperar hasta que se “manifestara el Señor Jesús” (la Aparición), cuando Él intervendrá para poner este mundo en orden. En ese momento, “[juzgará] al mundo con justicia, por aquel varón al cual determinó” (Hechos 17:31). Mientras tanto, los cristianos no han sido llamados a corregir los males e injusticias del mundo, involucrándose en sus asuntos. Simplemente estamos de paso por el mundo como “extranjeros y peregrinos” en nuestro camino al cielo (1 Pedro 2:11), y por lo tanto debemos dejar que “el tiesto [pleitee] con los tiestos de la tierra” (Isaías 45:9, traducción J. N. Darby). Nuestra responsabilidad en este mundo es dar testimonio de Cristo por medio de la predicación del evangelio con el fin de que algunos, por la gracia de Dios, puedan ser salvos. El mundo se pondrá en orden cuando haya “juicios en la tierra” por parte de Dios, que comenzarán con la Aparición de Cristo (Isaías 26:9); no se pondrá en orden por la influencia de los cristianos piadosos y su predicación del evangelio.
Pablo continúa elaborando acerca del juicio que será ejecutado en la Aparición de Cristo. “Se manifestará el Señor Jesús del cielo con los ángeles de su potencia, en llama de fuego, para dar el pago á los que no conocieron á Dios” (versículos 7-8). Traerá a Sus ángeles consigo para realizar dos obras distintas: una es ejecutar el juicio sobre los pecadores en el reino de los cielos, arrojándolos directamente al infierno (el lago de fuego) sin pasar por la muerte (Mateo 13:38-42; 24:37-41), y la otra es para la bendición de las diez tribus de Israel, reuniéndolas de vuelta a su patria (Mateo 24:31).
Pablo habla de dos clases generales de incrédulos que serán juzgados:
• “Los que no conocieron a Dios”.— Son gentiles que han vivido en la ignorancia de Dios el Salvador, sin haber escuchado nunca el evangelio de Su gracia (1 Tesalonicenses 4:5), pero que han rechazado la revelación que les ha dado de Sí mismo a través de la creación (Salmo 19:1-6; Romanos 1:20).
• Los que “no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo”.— Son personas que son conscientes de ello, que han oído el evangelio y conocen el camino de la salvación, pero lo han rechazado (1 Pedro 4:17; 2 Pedro 2:20-21).
Estos pecadores “serán castigados de eterna perdición por la presencia del Señor” a través de los juicios que comienzan con la Aparición de Cristo. Pablo no entra en detalles aquí sobre cómo y cuándo estas dos clases de pecadores serán tratados, algo que sería revelado por un estudio cuidadoso de la profecía. Basta decir que la Aparición de Cristo da inicio al “[juicio] de los vivos” (Hechos 10:42; 2 Timoteo 4:1; 1 Pedro 4:5). Este es un término general que cubre tres juicios distintos de personas vivas:
• El Juicio de la Siega (Mateo 13:37-43; Apocalipsis 14:14-16; Isaías 24:1-23).
• El Juicio del Lagar (Vendimia) (Apocalipsis 14:17-20; Isaías 63:1-6; Joel 3:9-17).
• El Juicio de Sesiones (Mateo 25:31-46).
Algunos piensan que el juicio de la “eterna perdición” (2 Tesalonicenses 1:9; Filipenses 3:19; Mateo 7:13; 2 Pedro 2:1,12; 3:16, etc.) significa que los incrédulos serán consumidos por el fuego del juicio de Dios y dejarán de existir. Esta falsa doctrina se llama Aniquilacionismo. La Palabra de Dios indica que la destrucción eterna no tiene que ver con la pérdida de la existencia de una persona, sino con la pérdida eterna del bienestar de una persona bajo el juicio de Dios.
Job 14:22 y Job 30:24 indican que los incrédulos siguen existiendo después de morir. Estos versículos dicen que se “entristecen” y “claman” incluso después de haber sido destruidos en la muerte.
Apocalipsis 19:20 nos dice que la Bestia y el falso profeta fueron arrojados vivos al lago de fuego. Luego, en el capítulo 20, se nos dice que después de que el diablo conduzca una breve rebelión contra el Señor al final del Milenio, será tomado y arrojado al lago de fuego; y dice: “donde está la bestia y el falso profeta” (Apocalipsis 20:10). ¡La Bestia y el falso profeta siguen allí sufriendo en el lago de fuego después del reino milenario de Cristo! No dejaron de existir.
Apocalipsis 14:10-11 dice que los adoradores de la Bestia serán “atormentados con fuego y azufre delante de los santos ángeles, y delante del Cordero: Y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás ... y no tienen reposo día ni noche”. Y otra vez, Apocalipsis 20:10 dice que aquellos que estén en una eternidad perdida “serán atormentados día y noche para siempre jamás”. El tormento es una condición que requiere de una persona existente para soportarlo. No se puede atormentar lo que ya no existe.
En Marcos 9:48, el Señor dijo: “El gusano de ellos no muere”. Esto también indica que los tormentos de la conciencia culpable de los perdidos no cesarán bajo el castigo eterno.
Además, varias escrituras nos dicen que el fuego del juicio de Dios “nunca se apaga” (Mateo 3:12; Marcos 9:43,45; Lucas 3:17). ¿Qué necesidad habría de que continuara para siempre si los que son arrojados a él son aniquilados inmediatamente? Algunos dicen que la muerte misma es el juicio. Pero la Escritura dice: “Está establecido á los hombres que mueran una vez, y después (de la muerte) el juicio” (Hebreos 9:27).
Incluso en el lenguaje ordinario, “perdición” (o “destrucción”, traducción King James en inglés) no significa que algo deje de existir. Por ejemplo, si tomamos un hacha y cortamos en pedazos una hermosa mesa de madera, podríamos ser acusados de haber destruido la mesa. Sin embargo, aun habría tanto material tirado en el suelo como lo había cuando existía como una hermosa mesa. “Destruida” simplemente significa que la mesa ya no puede ser usada para el propósito para el que fue hecha, pero el material con el que fue construida todavía existe. Lo mismo ocurre con la destrucción de los seres humanos. El hombre fue hecho para la gloria de Dios (Isaías 43:21; Apocalipsis 4:11); si entra en la destrucción eterna, ya no puede ser restaurado a través de la salvación para el propósito para el que fue creado.
La manifestación de la gloria de Cristo con los santos
Versículo 10.— Como ya mencionamos, el segundo lado de la Aparición de Cristo tiene que ver con la manifestación de Su gloria con los santos. El Señor no solo traerá a Sus poderosos ángeles cuando venga (versículo 7), sino que también traerá a “Sus santos” (Zacarías 14:5; 1 Tesalonicenses 3:13; 4:14; Judas 14; Apocalipsis 19:14). En ese momento, Él será “glorificado en Sus santos, y á hacerse admirable en aquel día en todos los que creyeron”. Los santos, en ese día de manifestación, brillarán a Su semejanza, y los hombres y los ángeles los mirarán con asombro y alabarán la gloria de la gracia de Dios (Efesios 1:6,12). Esta manifestación, por supuesto, incluirá a los santos de Tesalónica. Pablo, por lo tanto, agrega en un paréntesis: “Por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros” (versículo 10). Así, Dios usará a los santos para dar gloria a Cristo (Juan 17:22-23).
Es triste decir que en estos días de debilidad y fracaso entre los cristianos, a menudo es al revés. El mundo nos mira y encuentra justificación (o así ellos piensan) para no creer en el evangelio. Al igual que los judíos que causaron que el nombre de Dios fuera blasfemado entre los gentiles por su mal comportamiento (Romanos 2:24), la Iglesia ha causado que muchos en este mundo se alejen de recibir a Cristo. Pero en el día venidero del que Pablo está hablando aquí, será todo lo contrario; muchos acudirán al Señor cuando vean lo que Su gracia ha obrado en la Iglesia (Efesios 1:6,12), y con Israel (Salmo 47:9; Isaías 60:1-22; Zacarías 2:10-11; 8:22-23).
La oración de Pablo por los santos de Tesalónica
Versículos 11-12.— Pablo les declara a los tesalonicenses acerca de sus oraciones por ellos. Su preocupación principal aquí era que, como iban a ser usados para glorificar a Cristo en un día venidero, debían esforzarse para glorificarlo mientras aún estaban aquí en la tierra. Podemos ver en esta oración que Pablo entendía que, en el pueblo de Dios, todo crecimiento que resulta en un testimonio para Cristo es realmente producido por Su gracia trabajando en sus corazones. Por lo tanto, él ora para que Dios se complazca en tenerlos por “dignos de su vocación” de sufrimiento por Cristo, y que “hinche de bondad todo buen intento” por una “obra de fe con potencia” en ellos. Y, como resultado, sabrían cómo comportarse bajo la persecución para que “el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado”. Aquí se reconoce que esto solo puede ser realizado por “la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo”. Toda la alabanza, por lo tanto, debe dirigirse a Aquel que ha llamado a los cristianos a este testimonio.
Capítulo 2: Corrección en cuanto a la falsa enseñanza escatológica
Pablo ahora se dedica a corregir el malentendido que había surgido entre los tesalonicenses con respecto al “día del Señor”. Alguien les había dicho que la persecución que sufrían era parte de los juicios del Día del Señor por los que los cristianos debían pasar antes de que el Señor viniera. Muchos cristianos hoy en día tienen ideas similares, y, por lo tanto, harían bien en prestar atención a la instrucción de Pablo en este capítulo.
Versículos 1-2.— Para hacer frente a este error, Pablo dice: “Empero os rogamos, hermanos, cuanto á la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestro recogimiento á él, que no os mováis fácilmente de vuestro sentimiento, ni os conturbéis ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como nuestra, como que el día del Señor esté cerca”. Se puede preguntar: “¿A qué aspecto de la venida del Señor se refiere Pablo aquí —al Arrebatamiento o a la Aparición—?” Ya que esto hace referencia a los santos siendo llevados al Señor, es inequívocamente el Arrebatamiento. Por lo tanto, Pablo les rogó que no prestaran atención al pensamiento incorrecto que circulaba entre ellos acerca de lo que les había enseñado en la primera epístola sobre el Arrebatamiento, porque éste tiene lugar antes del día del Señor (1 Tesalonicenses 5:1-3). Entonces, ¿cómo podrían estar en la tierra cuando los juicios sucedan? Ya que esto no podía suceder, no había necesidad de que fueran perturbados por esta falsa doctrina.
Podríamos preguntarnos por qué Pablo habla aquí del Arrebatamiento, cuando el tema en discusión de los capítulos 1-2 es la Aparición de Cristo. Es cierto que Pablo ha estado hablando de que los santos necesitan esperar la Aparición de Cristo, cuando Dios intervendrá para arreglar este mundo. Sin embargo, el saber que el juicio será ejecutado sobre los impíos en la Aparición de Cristo difícilmente sirve de consuelo a los santos. Pablo, por lo tanto, trae el Arrebatamiento como un medio de consolar sus corazones y mentes atribuladas. Si pudieran comprender el hecho de que serían arrebatados para estar con el Señor en el cielo y, por tanto, liberados de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:10), sus temores se desvanecerían.
Aunque los que proponían la mala doctrina parecían poder verificar lo que enseñaban, los tesalonicenses debían descartarla completamente porque Pablo les había enseñado lo contrario. En el versículo 2, Pablo menciona tres métodos principales que los falsos maestros usaban para convencer a los santos de su falsa doctrina:
• “Por espíritu”.— Los falsos maestros profesaron haber recibido la enseñanza a través de una revelación espiritual de Dios. Puede que la hayan recibido a través de un espíritu (1 Timoteo 4:1; 1 Juan 4:1), pero no fue del Espíritu Santo, y, por lo tanto, Pablo usa la “e” minúscula en la palabra “espíritu” para identificar esta fuente falsa.
• “Por palabra”.— Profesaron haberla obtenido del ministerio oral de otros hermanos que también la enseñaban, y que, por lo tanto, era algo que se enseñaba comúnmente entre los santos.
• “Por carta como nuestra”.— Al parecer, también habían llegado a falsificar una carta, que decían que Pablo había escrito exponiendo estas ideas erróneas.
Como consejo práctico de precaución, debemos darnos cuenta de que lo que les sucedió a los tesalonicenses también podría sucedernos a nosotros. Es decir, absorber la mala enseñanza desprevenidos. Nos muestra que los cristianos deben tener cuidado de no recibir información de fuentes no confiables, especialmente en estos días de ruina en el testimonio cristiano donde hay muchas enseñanzas erróneas (1 Timoteo 4:1). Hay una extensa cantidad de ministerio cristiano presentado hoy en día a través de varios medios: radio, televisión, videos, literatura, internet, etc. Maestros dotados en la Cristiandad están compitiendo por nuestra atención a través de estos medios, pero tristemente, muchos de ellos no tienen un entendimiento claro de la verdad, y, por lo tanto, no son confiables —aunque afirmen que han recibido su enseñanza del Señor—. Algo en lo que muchos cristianos son engañados es en pensar que, puesto que es un hombre muy capaz, está, por lo tanto, bien fundado en la verdad. Sin embargo, el don y el conocimiento de la verdad son dos cosas distintas. Pablo dijo a los tesalonicenses, “No os engañe nadie en ninguna manera”. No debían dejarse engañar por nadie, sin importar cuán talentoso y persuasivo fuera. Esta es una exhortación necesaria para nosotros hoy en día.
La Iglesia no pasará por la Tribulación
Estos falsos maestros afirmaban que “el día del Señor estaba cerca” (versículo 2). Los tesalonicenses no temían que el Señor hubiera venido, sino de que fueran a pasar por ciertos juicios del Señor antes de que viniera. Aparentemente, alguien les había enseñado que había ciertas cosas que tenían que suceder antes del Arrebatamiento. La verdad es que, aunque las Escrituras indican que hay ciertos eventos que sucederán antes de la Aparición de Cristo, no hay señales o eventos que deban ocurrir antes del Arrebatamiento. El escritor del himno lo dijo muy ciertamente:
“No hay que buscar ninguna señal; la Estrella está en el cielo”.
(Himnario Little Flock no 168, que corresponde al himno 534 en el Himnario de los Mensajes del Amor de Dios)
La idea de que la Iglesia debe pasar por un tiempo de juicio en la tierra antes de que el Señor venga (el Arrebatamiento) prevalece en la Cristiandad hoy en día. Muchos enseñan que “el día del Señor” es el tiempo que sigue inmediatamente después del Arrebatamiento —es decir, el período de la Tribulación—. Sin embargo, 1 Tesalonicenses 5:2 y 2 Pedro 3:10 establecen claramente que el día del Señor comienza cuando Él venga “como Ladrón en la noche”, lo cual es en Su Aparición. Esta confusión ha resultado por no distinguir las dos fases de la venida del Señor —el Arrebatamiento y la Aparición—. Por ejemplo, si una persona pensara que “la venida del Hijo del Hombre” es el Arrebatamiento (como muchos piensan), naturalmente concluiría, a partir de Mateo 24:29-30 y Marcos 13:24-26, que el Arrebatamiento ocurre “después de la Tribulación”. Como resultado, muchos creen que la Iglesia pasará por ese terrible momento. Sin embargo, la venida del Hijo del Hombre se refiere siempre a la Aparición de Cristo (Mateo 4:27,30,37,39,44, etc.).
Al mencionar Pablo “la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestro recogimiento á Él” (el Arrebatamiento), antes de hablar del “día del Señor”, es claro que entendía que la Iglesia sería arrebatada al cielo antes de aquel día de juicio.
Hay ocho pasajes principales en las Escrituras que hablan directamente del período de la Tribulación (Mateo 24:3-29; Marcos 13:4-24; Apocalipsis 3:10; 7:14-17; Deuteronomio 4:30-31; Jeremías 14:8; 30:4-7; Daniel 12:1). Pensaríamos que, si la Iglesia va a pasar por la Tribulación, al menos uno de estos pasajes hablaría de ello, ¡pero no hay ni una sola referencia acerca de la Iglesia pasando por ese tiempo tan terrible! Este hecho por sí solo debería ser suficiente para convencer a cualquier mente dispuesta de que la Iglesia no estará en, ni pasará por el período de la Tribulación.
Al tener un simple esquema del libro de Apocalipsis, aprendemos que la Iglesia no estará en la tierra cuando los juicios de la Tribulación ocurran. Hay tres divisiones en el libro de Apocalipsis, mostrados en el capítulo 1:19:
• “Las cosas que has visto”, refiriéndose a lo que el apóstol Juan vio en el capítulo 1.
• “Las que son”, refiriéndose a los capítulos 2 y 3, que contienen los discursos del Señor a las siete iglesias, que son una historia moral de la Iglesia profesante en la tierra desde poco después del tiempo de los apóstoles, hasta los últimos días.
• “Las que han de ser después de éstas”, refiriéndose a los capítulos 4 a 22, donde se describen las aflicciones de la Tribulación. Esta tercera división es llamada “las cosas que han de ser después de éstas” (Apocalipsis 4:1) porque trata de las cosas que ocurrirán después de que la Iglesia haya terminado su historia en la tierra.
Es instructivo ver que después de los capítulos 2 y 3, se abre una puerta en el cielo y a Juan se le dice, “sube acá” (Apocalipsis 4:1). Este es un pequeño cuadro de la Iglesia siendo llamada al cielo en la venida del Señor (el Arrebatamiento), después de haber terminado su curso en la tierra. Luego, desde el capítulo 4 hasta el final del libro, donde se describen los juicios de la Tribulación, la Iglesia no es vista en la tierra de nuevo. Esto muestra que la Iglesia no pasará por la Tribulación.
Cuando las falsas doctrinas son elaboradas, a menudo no tienen sentido. Este mismo punto referente a la Iglesia y la Tribulación es un ejemplo. Si todos los santos son llevados por el Señor al cielo después de la Tribulación (como muchos enseñan), entonces, ¿quién quedará para poblar la tierra en el Milenio? Con los impíos enviados al castigo eterno, ¡la tierra quedaría despoblada! (Los santos que son arrebatados para encontrarse con el Señor en el aire no vuelven a vivir en la tierra; ellos reinarán sobre ella con Cristo en “los lugares altos” —Daniel 7:18,22,27; 2 Corintios 5:1).
Tres cosas que ocurrirán antes del Día del Señor
Versículos 3-12.— Habiendo identificado las fuentes de las falsas nociones sobre “el día del Señor”, Pablo procede a corregir los malentendidos de los tesalonicenses. Muestra que ese día no puede estar “presente” (traducción J. N. Darby) porque ciertas cosas deben ocurrir antes de que ese día llegue, y esas cosas claramente aún no habían ocurrido. Menciona tres cosas en particular, pero no en su orden cronológico:
En primer lugar, debe venir “la apostasía” de la Cristiandad. Esto se refiere a que la falsa iglesia (los profesantes sin fe que serán dejados en la tierra en el momento del Arrebatamiento) abandonará la fe cristiana y adorará a la Bestia y su imagen “la abominación del asolamiento” (Apocalipsis 13:11-18; Mateo 24:15). Esto ocurrirá a mediados de la semana setenta de Daniel (Daniel 9:27; 12:11). La apostasía ya ha comenzado en la profesión cristiana (“apostatar de la fe”, 1 Timoteo 4:1), pero en aquel día venidero, la apostasía alcanzará su culminación con el culto general a la Bestia.
En segundo lugar, “el hombre de pecado”, “el hijo de perdición” (el “anticristo”, 1 Juan 2:18) debe ser revelado. La mayoría de los cristianos piensan que este hombre es la “bestia” Romana que gobernará sobre el Imperio Romano restaurado (Apocalipsis 13:1-8) —también conocido como “el cuerno pequeño” (Daniel 7:8,20-21,24-25) y el “príncipe” (Daniel 9:26-27)—. Sin embargo, se trata de dos hombres diferentes: la Bestia Romana es un hombre gentil, mientras que el Anticristo es un judío (Daniel 11:37). El Anticristo es la segunda “bestia” en Apocalipsis 13:11-21 que se levantará en la tierra de Israel y será recibida por ellos como su mesías (Juan 5:43). Se dice que esta bestia tiene “dos cuernos”, los cuales se refieren a sus dos oficios: como el “rey” de los judíos (Isaías 8:21; 30:33; 57:9; Daniel 11:36) y como el líder espiritual de los judíos, el “falso profeta” (Apocalipsis 16:13; 19:20; 20:10). El Anticristo será un representante directo de Satanás en la tierra, y será usado por Satanás para llevar la apostasía a un punto crítico con la adoración de la Bestia. De hecho, él impondrá la adoración de la Bestia y su imagen (Apocalipsis 13:15).
Versículo 4.— Pablo nos dice luego que este hombre se dejará llevar por su propia importancia y no se conformará con ser el rey y profeta de los judíos. Buscará la adoración de sus súbditos, “haciéndose parecer Dios”. Se sentará en el “templo” de Jerusalén como objeto de culto. Esto muestra que habrá un templo literal en uso en ese momento; la imagen de la Bestia Romana será colocada allí (Mateo 24:15), y este hombre impío también se sentará allí. (Este templo eventualmente será destruido por los ejércitos del Rey del Norte —Salmo 74:3-7).
Versículo 5.— Pablo luego les pide a los tesalonicenses que se “acuerden” de que les había enseñado estas cosas cuando estaba allí con ellos. Dado que solo estuvo allí tres días de reposo, definitivamente todavía eran “niños” en Cristo en ese momento; sin embargo, no consideró la profecía como un tema muy profundo para ellos. Algunos tienen la idea de que los temas proféticos no deben ser estudiados por los nuevos conversos, pero está claro que Pablo no pensaba así.
Versículos 6-7.— Una tercera cosa que Pablo menciona que ocurrirá antes del “día del Señor” es la eliminación de la restricción contra la “iniquidad” —particularmente en el reino de la Bestia—. Esta restricción se ejerce en la tierra hoy en día a través de dos impedimentos:
• “Lo que impide” (versículo 6).
• “El que ahora impide” (versículo 7).
“Lo que impide” se refiere a la ley y el orden en el gobierno humano que Dios puso en las manos del hombre después del diluvio para restringir el mal (Génesis 9:5-6; Eclesiastés 5:8; Romanos 13:1-7). J. N. Darby dijo, “‘Lo que impide’, por lo tanto, es el poder de Dios actuando en el gobierno aquí abajo como Él lo autoriza. El más grave abuso de poder todavía tiene este carácter. Cristo pudo decir a Pilato: ‘Ninguna potestad tendrías contra Mí, si no te fuese dado de arriba’. Por muy malvado que sea, su poder es tomado como si viniera de Dios” (Synopsis of the Books of the Bible, en 2 Tesalonicenses 2). El hermano Darby también dijo, “‘Lo que impide’ en el griego se refiere a alguna cosa. ¿Qué es? Dios no nos ha dicho qué es, y esto, sin duda, es porque aquella cosa que impedía la iniquidad en ese entonces no es la misma que la impide ahora. En aquel entonces era, en un sentido, el Imperio Romano, como pensaban los padres de la Iglesia primitiva, quienes vieron en el poder del Imperio Romano un obstáculo para la revelación del hombre de pecado, y por lo tanto oraban por la prosperidad de ese imperio. En la actualidad, lo que impide la iniquidad es la existencia de los gobiernos establecidos por Dios en el mundo” (Collected Writings, volumen 27, págs. 302-303).
“El que ahora impide” se refiere al Espíritu Santo que reside en la Iglesia en la tierra, actuando para restringir el mal en varias esferas. El apóstol Pablo dice que el Espíritu se ocupará de este trabajo “hasta que sea quitado de en medio”. Por lo tanto, vendrá el día en el que el Espíritu Santo ya no residirá en la tierra. Dado que el Espíritu morará en la Iglesia “para siempre” (Juan 14:16), cuando la Iglesia sea llamada por el Señor a salir de la tierra en el Arrebatamiento, el Espíritu también se irá de la tierra en ese momento. E. Dennett dijo: “Lo que Pablo enseña en 2 Tesalonicenses 2 es que, en el tiempo actual, lo que impide la manifestación de este monstruo de iniquidad es la presencia del Espíritu Santo en la tierra en la Iglesia” (Christ as the Morning Star and the Sun of Righteousness, pág. 46). El hecho de que el Espíritu sea “quitado” de la tierra no significa que el Espíritu deje de actuar en la tierra. Seguirá trabajando aquí, pero será desde el cielo, como lo hizo en los tiempos del Antiguo Testamento.
Pablo dijo que “ya está obrando el misterio de iniquidad”. Es llamado “misterio” porque tiene que ver con el obrar secreto del espíritu de desobediencia en el mundo que se opone a la voluntad de Dios en todas las cosas, tanto divinas como seculares, a través de la influencia del diablo. Como un secreto revelado, ahora sabemos que la obra de iniquidad tendrá un fin por medio de los juicios del Señor que serán ejecutados en su Aparición (versículo 8). La restricción de iniquidad por parte de los gobiernos de las naciones Occidentales se ha ido disminuyendo desde los días de los apóstoles. Por eso dijo que “ya está obrando”. Como resultado, la iniquidad está aumentando, y continuará haciéndolo hasta el día venidero cuando la ley y el orden se rompan completamente cuando el Anticristo “á su tiempo se manifieste”. De la misma manera, el Espíritu Santo, el cual es la segunda restricción a la iniquidad, no está impidiendo el mal como lo hacía antes, porque está cada vez más contristado con aquellos en la casa de Dios donde Él habita (2 Timoteo 3:13). Pero cuando el Espíritu Santo sea “quitado de en medio” en el Arrebatamiento, el mal incrementará a un ritmo acelerado.
En realidad, hay una cuarta cosa que ocurrirá justo antes del “día del Señor” que Pablo no menciona. Es el ataque de los asirios, el Rey del Norte (Daniel 11:40-43). Cuando sus ejércitos entren y devasten la tierra de Israel, será una señal de que el Día del Señor está “cerca”, es decir, a punto de suceder (Joel 1:15; 2:1). El Señor aparecerá del cielo en juicio unos 18 días después del ataque. Esto se calcula desde el cierre de los 1260 días (Apocalipsis 11:3; 12:6), que es el período de la Gran Tribulación, hasta 1278 días, que es el final de los últimos 3 años y medio de la semana setenta de Daniel, cuando el Señor aparezca del cielo (Daniel 9:27).
Dado que ninguna de estas cosas ha sucedido, está claro que la Iglesia en aquel día no pudo haber estado pasando por los juicios relacionados con “el día del Señor”.
Versículos 8-9.— Pablo se apresura a decirnos que “aquel inicuo” (el Anticristo) se revelará en esos días después de que el Espíritu de Dios sea removido, pero su estancia será corta. Solo permanecerá durante la última mitad de la semana profética (3 años y medio), tiempo en el que el Señor lo “matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida”. Será arrojado vivo al lago de fuego (el infierno) junto con la Bestia Romana (Apocalipsis 19:20; Isaías 30:33).
El versículo 9 nos dice que la energía de Satanás impulsará a este hombre impío en su trabajo de engañar a las masas en Occidente con sus “señales y milagros mentirosos”. Él será la personificación del mal satánico.
Versículos 10-12.— Una clase especial de pecadores serán engañados por él: aquellos que “no recibieron el amor de la verdad para ser salvos”. Pablo ya los había identificado como los que “no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (capítulo 1:8). Estas personas conocen el evangelio de la gracia de Dios, pero no tienen ningún interés en él. El haber sido tan iluminados con la verdad los hace muy responsables, ya que Dios hace responsables a los hombres de acuerdo con el grado de luz que se les ha dado (Lucas 12:47-48). A estas personas “mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, tornarse atrás del santo mandamiento que les fué dado” (2 Pedro 2:21).
Como retribución divina por rechazar “el amor de la verdad” del evangelio, estas personas que “no creyeron” serán entregados “para que crean a la mentira” del Anticristo. Esto es rechazar la fe cristiana y adorar a la Bestia y su imagen, lo cual es apostasía. Dios les había enviado el evangelio a estas personas, pero no lo aceptaron. Así que, en retribución, les “enviará Dios operación de error [poder engañoso]” a través de las obras del Anticristo, y ellos creerán su “mentira”. Apocalipsis 9:1-11 habla de las obras malvadas del Anticristo en la tierra de Israel, engañando a la muchedumbre de judíos no sellados y causando que abandonen el judaísmo para adorar a la Bestia. Aquí en este pasaje, su obra malvada está relacionada con el engaño a la muchedumbre apóstata de la Cristiandad.
Su acción de gracias
Versículos 13-14.— Pablo da las gracias a Dios porque los santos de Tesalónica no eran esa clase de rechazadores del evangelio, y por ello, no serían arrastrados por los engaños del Anticristo ni por los juicios del Día del Señor. Pablo les dice, “Mas nosotros debemos dar siempre gracias á Dios por vosotros, hermanos amados del Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salud, por la santificación del Espíritu y fe de la verdad: A lo cual os llamó por nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. Al dar gracias a Dios por esto, es claro que Pablo deseaba que ellos vieran su salvación desde el lado de la soberanía de Dios. Él los había “escogido” antes de la fundación del mundo para “salud [salvación]”. Por lo tanto, en lo que a Dios concierne, su salvación era segura y completa ¡incluso desde antes de que fundara el mundo! Pablo dice que esto se había realizado a través de una obra especial del Espíritu Santo llamada la “santificación del Espíritu”. Este es el trabajo inicial del Espíritu Santo en una persona al impartirle vida divina, por lo cual es apartado del resto de la humanidad por ser uno de los hijos de Dios (1 Pedro 1:2; Efesios 2:5; Colosenses 2:13). El resultado de esta acción soberana del Espíritu Santo en la persona se verá en su “fe de la verdad” del evangelio, por la cual es salva. (La “santificación del Espíritu” no se refiere a la obra progresiva del Espíritu en la vida de los creyentes, por la que perfeccionan la santidad de su andar).
Pero esto no es todo, ya que Pablo continúa hablando de la esperanza del evangelio en el que habían creído, que es “alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. Esto tiene que ver con el aspecto final de nuestra salvación, el cual aún no tenemos, pero es tan seguro como la salvación de nuestras almas. Se refiere a que seremos glorificados como Cristo es glorificado. Esto sucederá cuando Él venga en el Arrebatamiento (Romanos 5:9; 13:11; Filipenses 3:20-21; Hebreos 9:28; 1 Pedro 1:5).
Vemos en esto que Dios había “comenzado la buena obra” en los Tesalonicenses, y la “perfeccionará” en ese día venidero con su glorificación (Filipenses 1:6). Por lo tanto, la posibilidad de que alguna vez ellos caigan bajo los juicios del “día del Señor” nunca está en cuestión cuando vemos las cosas desde el lado de Dios. Viendo todo desde la perspectiva de Dios era la forma segura de consolar a los tesalonicenses y darles paz acerca de los juicios venideros.
Su exhortación
Versículo 15.— En vista de lo que ya mencionamos, Pablo dio una doble exhortación a los tesalonicenses:
• Para “estar firmes”.
• Para “retener”.
“Estar firmes” parece estar más conectado con la verdad doctrinal que se les había enseñado tocante a los fundamentos del Cristianismo. Debían tener cuidado de no renunciar a ningún punto de ella (Proverbios 23:23). El peligro que está siempre presente ante el cristiano es el abandonar la verdad que Dios le ha dado. Los de Filadelfia fueron exhortados a “retener lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3:11). De manera similar, Timoteo fue exhortado, “Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Timoteo 1:14). Sin embargo, es triste decir que el abandono de la verdad es exactamente lo que ha sucedido en la historia de la Iglesia. Por lo tanto, estamos especialmente agradecidos por la recuperación de la verdad en el siglo XIX.
“Retener” tiene que ver más con permanecer en las “instrucciones [direcciones]” prácticas relacionadas con su andar y sus caminos. Estas instrucciones les habían llegado a través del ministerio oral (“por palabra”) y a través de una carta escrita por el apóstol (“por carta nuestra” —una referencia a la primera epístola—). Como no hay apóstoles en la tierra hoy en día que nos enseñen estas cosas presencialmente, tenemos que obtenerlas únicamente a través de las epístolas de Pablo que nos han sido preservadas por la misericordia de Dios.
Los tesalonicenses en general iban bien; solo necesitaban continuar en estas cosas, y no volver atrás. La palabra “retirarse” no estaba en el vocabulario del apóstol. Para él, dar la vuelta no era una opción, y quería inculcar esa mentalidad en los tesalonicenses.
Su oración
Versículos 16-17.— Pablo luego reitera el contenido de sus oraciones por ellos. Esencialmente era esto: ya que Dios les había dado amor, consuelo, esperanza y gracia al iniciarlos en el camino cristiano, Pablo oró para que obtuvieran fuerzas de parte de Dios para continuar en ese camino y convertirse en cristianos firmes. Esto implicaría no solo conocer la verdad y ser capaces de enseñarla a los demás en “palabra”, sino también demostrarla en sus vidas en “obra”. La Reina Valera dice “palabra y obra”, pero debería traducirse como “obra y palabra”. Esto demuestra que la gente debe ver la evidencia de la verdad en nuestras vidas antes de que hablemos de ella con nuestras bocas. Podemos condenarnos a nosotros mismos ante los ojos de los demás si ven inconsistencias entre lo que enseñamos, y como vivimos.
Capítulo 3: Consejo acerca de los que caminan desordenadamente
En el capítulo 2, Pablo corrigió el error escatológico (es decir, sobre eventos futuros) que había surgido entre los tesalonicenses. Ahora en el capítulo 3, corrige los problemas prácticos que surgieron de esa enseñanza defectuosa. El hecho de que una cosa llevara a la otra enfatiza el viejo dicho, “La mala doctrina lleva a la mala práctica”. Tomemos precaución: lo que sostenemos y creemos doctrinalmente, sí importa.
En este capítulo, vemos que Satanás (“el maligno”, versículo 3, nota al pie de página en la traducción J. N. Darby) estaba trabajando de diferentes maneras para frustrar la obra de Dios. Esto no nos sorprende, ya que él siempre trata de ser un “adversario” contra la obra del Señor (Zacarías 3:1). En los versículos 1-2, lo vemos tratando de impedir que el evangelio sea predicado. En los versículos 3-5, lo vemos trabajando para impedir que los creyentes se establezcan en la fe y sigan las cosas que Pablo les había enseñado. En los versículos 6-16, lo vemos causando que algunos caminen desordenadamente, y esto trae una mancha de deshonra contra el testimonio cristiano. En el capítulo 2, Pablo habló del “misterio de iniquidad” culminando en el hombre de pecado, lo cual es algo futuro. En el capítulo 3, habla de ello en su funcionamiento actual mientras la Iglesia está todavía en la tierra —“ya está obrando” (capítulo 2:7).
Versículos 1-5.— Con las fuerzas del mal puestas en contra del testimonio cristiano, Pablo pide las oraciones de los tesalonicenses en relación con el trabajo en que él y sus colaboradores se encontraban inmersos en la predicación del evangelio. Vemos de esto que no es vergonzoso para los hermanos mayores y más experimentados el solicitar las oraciones de los hermanos más jóvenes. Algunos tienen la idea equivocada de que el Señor responderá a la oración de un cristiano maduro más fácilmente que la de un recién convertido, suponiendo que los que llevan más tiempo siendo cristianos tienen más valor para Dios. La verdad es que Dios responde las oraciones de acuerdo con la disposición de Su propio corazón, y si los nuevos cristianos oran de acuerdo con la voluntad de Dios, su oración será respondida (1 Juan 5:14). El santo más maduro debe estar agradecido por las oraciones del creyente más joven y humilde. La petición de Pablo fue triple:
• “Que la Palabra del Señor corra”. Es decir, que el mensaje del evangelio no tuviera obstáculo para ser compartido.
• Que la Palabra del Señor sea “glorificada”. Es decir, que obrara victoriosamente en las almas para su bendición, y Dios obtuviera la gloria por ello.
• Que los mensajeros que llevan la Palabra fueran “librados” de las tramas de “hombres importunos y malos”, los cuales no tenían “fe”. (En la historia de Hechos 17, vemos que los tesalonicenses conocían bien acerca de los peligros de este servicio, habiendo experimentado ellos la persecución de primera mano).
Versículos 3-4.— A pesar de la oposición, Pablo confiaba en el hecho de que “fiel es el Señor”, y que “confirmaría” a los santos de Tesalónica y los mantendría alejados de los designios del “maligno”. Pablo creía que las cosas que les había enseñado darían fruto en su desempeño.
Versículo 5.— Pablo deseaba que el Señor dirigiera sus corazones “en el amor de Dios, y en la paciencia de Cristo”. Esta es la posición correcta del cristiano mientras espera la venida del Señor (el Arrebatamiento). Deberíamos ser encontrados disfrutando del amor de Dios mientras esperamos al Señor. Es cierto que debemos esperar a que Cristo venga (Lucas 12:36), pero el pensamiento que Pablo está transmitiendo aquí es que debemos tener el mismo carácter paciente que tiene Cristo mismo mientras está sentado en lo alto a la diestra de Dios. Debemos esperar con la misma clase de paciencia que Él tiene. Llegará el momento en que el Padre le dará al Señor Jesús la instrucción para que venga a buscarnos, y se levantará de inmediato y con voz de “aclamación” nos llevará a la casa del Padre (Juan 14:2-3; 1 Tesalonicenses 4:15-17).
Este comentario de Pablo es muy necesario para nosotros porque podemos volvernos impacientes mientras esperamos que el Señor venga. Podemos cansarnos del camino e irritarnos bajo el estrés de la vida cristiana. Podemos llegar a ser como el siervo infiel que dijo “Mi señor tarda en venir”, y “comenzar a herir” a nuestros “consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos” (Mateo 24:48-49). Así es como entramos en conflicto con nuestros hermanos y se rompen nuestros principios de separación con el mundo.
Versículo 6.— Las ideas erróneas sobre la venida del Señor y sobre el día del Señor ya habían dado fruto entre los tesalonicenses. Había causado que algunos caminaran “fuera de orden”. Esto muestra que “las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33). Como creían que aquel día había llegado, pensaron que no tenía sentido seguir trabajando en sus empleos cotidianos, y por eso dejaron de trabajar. Habiendo hecho esto, esperaban que los otros les apoyaran. Esto les dejaba mucho tiempo libre, y en su ocio se convertían en “curiosos [entrometidos]” entre los santos.
Ciertamente esta no era “la instrucción” que habían recibido de Pablo. En la primera epístola, él les había enseñado: “que procuréis tener quietud, y hacer vuestros negocios, y obréis de vuestras manos”. También explicó que, si no demostraban ser personas conscientes y trabajadoras, darían un mal testimonio “para con los extraños” (1 Tesalonicenses 4:11-12). Por lo tanto, esta situación que se había desarrollado entre los santos de Tesalónica debía ser corregida.
Pablo continúa diciéndoles cómo hacerlo. Todos los entrometidos debían sentir el desagrado del Señor para que se juzgaran a sí mismos y corrigieran sus actos. Esto no debía hacerse poniéndolos fuera de comunión, como en el caso del hombre inmoral de 1 Corintios 5. Los tesalonicenses no debían negar a estos holgazanes la participación en la Cena del Señor, sino que debían abstenerse de la comunión práctica con ellos. J. N. Darby dijo que debían ser tratados “con frialdad”, y así hacerles comprender que estaban fuera de sintonía con sus hermanos y con la enseñanza del apóstol.
Versículos 7-10.— Pablo luego señala el ejemplo que él y sus compañeros de trabajo les dieron cuando estuvieron en Tesalónica, y los alienta a “imitar” ese ejemplo. No comieron “el pan de ninguno de balde; antes, obraron con trabajo y fatiga de noche y de día” para no ser una carga a los tesalonicenses. Añade, “No porque no tuviésemos potestad [derecho]”, sino para ser un ejemplo a seguir para los tesalonicenses. Su lema era: “si alguno no quisiere trabajar, tampoco coma”.
Versículos 11-12.— Ahora, ante tan clara enseñanza, Pablo dice: “Porque oímos que andan algunos entre vosotros fuera de orden, no trabajando en nada, sino ocupados en curiosear [entrometidos en los asuntos ajenos]”. Él entonces da una palabra personal a todos los que andaban de esa manera: “Y á los tales requerimos y rogamos por nuestro Señor Jesucristo, que, trabajando con reposo, coman su pan”.
Versículos 14-15.— Después de haberse dirigido a los entrometidos, se dirige a la asamblea en cuanto a su conducta hacia ellos. Dice: “si alguno no obedeciere á nuestra palabra por carta, notad al tal, y no os juntéis con él, para que se avergüence. Mas no lo tengáis como á enemigo, sino amonestadle como á hermano”. Esto debía llevarse a cabo de forma individual; no era una acción colectiva de la asamblea.
El saludo final
Versículo 16.— Pablo termina la epístola haciéndoles saber a los tesalonicenses que su deseo era que la “paz” reinara entre ellos. Al decir esto, podemos ver que Pablo temía que la acción disciplinaria que ordenó a los tesalonicenses para con los entrometidos podría conducir a una fractura en la comunión. Deseaba que el Señor estuviera “con” ellos mientras resolvían este problema entre ellos.
Versículos 17-18.— Pablo menciona su firma en la epístola, diciendo que era su costumbre en “toda carta” que escribía. Su forma normal de redactar una carta era comunicar el mensaje a alguien que la escribía, y luego la firmaba, demostrando así su autenticidad. Él menciona esto porque aparentemente había una carta de Pablo circulando entre ellos, que había sido falsificada con su nombre en ella (capítulo 2:2). Esa no tenía su firma real, y, por lo tanto, probaba que no era auténtica.
“La gracia de nuestro Señor Jesucristo” fue impuesta sobre todos ellos.