Apocalipsis: Cosas que deben suceder presto
Stanley Bruce Anstey
Table of Contents
Introducción
El libro de Apocalipsis tiene que ver con “las cosas que deben suceder presto”, lo cual es profecía: la revelación de eventos futuros (versículo 1). En realidad, la profecía bíblica es historia escrita antes de tiempo. Ya que todas las obras de Dios son conocidas por Él desde la eternidad (Hechos 15:18), es fácil para Él darnos a conocer el futuro antes de que suceda. Sin embargo, Dios no nos ha revelado cosas futuras para fascinar nuestras mentes curiosas, sino para que tengan un efecto y orientación prácticos en nuestras vidas.
Apocalipsis es un libro de juicio y bendición. Empieza con el juicio de aquellos que componen la casa de Dios hoy: la Iglesia profesante (1 Pedro 4:17). Entonces, después de que la verdadera Iglesia sea llevada al cielo en el Arrebatamiento, nos da detalles relacionados con el juicio de los que son dejados en la tierra pertenecientes a la cristiandad, Israel, y las naciones gentiles. Termina con bendición en el cielo y en la tierra, y todas las cosas en ellos siendo puestas en orden de acuerdo con la mente de Dios, y con Cristo en la posición que le corresponde sobre todo ello (Ezequiel 21:27).
Principales divisiones en el libro
El libro tiene tres divisiones principales como es indicado por las palabras del Señor en el capítulo 1:19. Son:
• “Las cosas que has visto”, capítulo 1.
• “Las [cosas] que son”, capítulos 2–3.
• “Las [cosas] que han de ser después de éstas”, capítulos 4–22.
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Publicado por:
CHRISTIAN TRUTH PUBLISHING
9-B Appledale Road
Hamer Bay (Mactier) ON P0C 1H0
CANADÁ
ISBN 978-0-9937484-8-1
Primera edición en español – marzo de 2022
VERSIÓN 1.0
Nótese: Todas las Escrituras citadas en este libro han sido tomadas de la versión Reina-Valera Antigua (RVA), a menos de que se indique lo contrario. Aunque la mayoría de los lectores probablemente estén más familiarizados con la versión Reina-Valera de 1960 (RVR1960), ésta tiene derechos de autor, por lo que se ha utilizado la RVA. En los lugares donde la RVA no provee el sentido correcto, se han traducido pasajes de las traducciones de King James, J. N. Darby, o W. Kelly para ayudar a transmitir los pensamientos de la obra original en inglés.
Capítulo 1: Las cosas que has visto
El prefacio
Capítulo 1:1-3.— El apóstol Juan empieza afirmando que este libro es “la revelación de Jesucristo”. Es el título divinamente inspirado. Es de notar que, al dar esta profecía a Juan, el Señor la “declaró [significó]” (versículo 1, traducción J. N. Darby). Esto significa que el medio en que fue comunicada es simbólico. Tratar de interpretar el libro literalmente nos despoja irremediablemente de su significado y aplicación. Aunque el libro es escrito de forma simbólica, los símbolos en sí mismos representan cosas literales, y en este sentido creemos en una interpretación literal de la Escritura. Juan nos dice que hay una bendición especial para el que simplemente “lee”, “oye”, y “guarda” (pero no necesariamente entiende) las palabras de este libro.
El saludo
Capítulo 1:4-6.— El libro de Apocalipsis fue escrito “a las siete iglesias que están en Asia” (versículo 4). Estos discursos a las siete iglesias pueden ser leídos por su valor práctico y se puede recoger mucho de ellos de esta forma. Pero su interpretación principal presenta la historia profética de la Iglesia en la tierra —desde Pentecostés hasta la venida del Señor (el Arrebatamiento)—. El hecho de que haya sido dado a la Iglesia en su conjunto significa que el Señor dio este libro de profecía a la Iglesia para su provecho. Algunos piensan que la profecía no es para la Iglesia, pero estos versos claramente desechan esta falsa idea. El Señor quiere que los cristianos estén enterados sobre los eventos futuros que darán lugar a Su eventual reinado en Su reino milenario.
El efecto apropiado de leer este libro de profecía nos llevará a la adoración, alabanza y acción de gracias al Señor Jesucristo. Esto es ilustrado por la doxología de alabanza por Juan (versículo 6b). Mientras estamos en la tierra, y conocemos en parte, nuestra alabanza de Él es limitada. Esto se ilustra en el hecho de que la alabanza mencionada aquí está compuesta por tan solo dos notas: “gloria é imperio”. Pero en el cielo vemos que la alabanza del Cordero será completa como se muestra en las siete notas de alabanza del capítulo 5.
El doble propósito del libro
Capítulo 1:7-8.— El libro tiene dos propósitos:
• El primero es mostrar que toda la humanidad es responsable por la manera en que ha vivido en este mundo, y será juzgada conforme a ello cuando Cristo intervenga en Su Aparición para poner en orden este mundo.
• El segundo es para mostrar cómo Dios obrará para alcanzar Su objetivo final de exaltar y glorificar al Señor Jesucristo en la misma escena en que Él fue deshonrado y rechazado por el hombre.
La venida del Señor
Se hace el anuncio: “He aquí que viene”. Esta es la primera mención de la venida del Señor en el libro. La Escritura indica que Su venida será en dos fases diferentes, las cuales el que estudia la profecía debe tomar en cuenta, si desea entender el esquema de los eventos proféticos en la Biblia. La principal diferencia es:
• La primera fase de Su venida tiene que ver con el Señor llevando a Sus santos al cielo en un estado glorificado. Esto incluirá levantar a los santos del Nuevo y el Antiguo Testamento de entre los muertos en un estado glorificado, y transformar a los santos vivos a un estado glorificado, y entonces llevarlos a todos juntos al cielo (Mateo 25:6; Juan 14:2-3; 1 Corintios 15:23,51-56; Filipenses 3:20-21; 1 Tesalonicenses 4:15-18; 2 Tesalonicenses 2:1; 3:5; Tito 2:13a; Hebreos 9:28; 10:37; 11:40; Apocalipsis 3:10-11; 22:20). A esto se le ha llamado el Arrebatamiento, por el hecho de que seremos “arrebatados” (1 Tesalonicenses 4:17).
• La segunda fase tiene que ver con el Señor trayendo a los santos glorificados desde el cielo con Él cuando aparezca para juzgar al mundo en justicia y para establecer Su reino milenario (Mateo 24:27,30,36-41; 25:31; 26:64; 1 Tesalonicenses 3:13; 4:14; 2 Tesalonicenses 1:7-10; 2:8-9; Judas 14-15; Apocalipsis 11:15; 14:14-16; 16:15; 19:10-21). Esta es llamada la “manifestación”, “revelación” o “aparición” de Jesucristo (2 Tesalonicenses 1:7; 1 Pedro 1:13; 4:13; 2 Tesalonicenses 2:8: la “aparición” de Su venida” traducción J. N. Darby; Mateo 24:30; Colosenses 3:4; Tito 2:13; 2 Timoteo 4:1,8; 1 Juan 3:2).
Los santos del Antiguo Testamento sabían algo sobre la MANIFESTACIÓN (la Aparición: Isaías 30:27-28; Judas 14-15; Zacarías 14:5), pero no tenían conocimiento sobre el ARREBATAMIENTO y la glorificación de los santos. Esto último es algo que no fue revelado hasta los tiempos del Nuevo Testamento (1 Corintios 15:51-56; Filipenses 3:20-21; 1 Tesalonicenses 4:15-18). Aunque el Señor viene del cielo en ambas ocasiones, estas dos fases son inmensamente diferentes. Algunas de estas diferencias son:
• El Arrebatamiento ocurrirá cuando el Señor venga por Sus santos (Juan 14:2-3); la Aparición de Cristo sucederá cuando venga con Sus santos que fueron llevados al cielo en el Arrebatamiento (1 Tesalonicenses 3:13; 4:14; Judas 14; Zacarías 14:5).
• El Arrebatamiento ocurre antes del período de los siete años de Tribulación (Apocalipsis 3:10), y la Aparición de Cristo se produce “luego después de la aflicción [Tribulación]” (Mateo 24:29-30).
• El Arrebatamiento puede ocurrir en cualquier momento (Mateo 25:13), pero la Aparición de Cristo no ocurrirá hasta siete años después del Arrebatamiento (Colosenses 3:4).
• En el Arrebatamiento, el Señor vendrá secretamente, en “un abrir de ojo” (1 Corintios 15:52); en Su Aparición, Él vendrá públicamente y todo ojo Le verá (Apocalipsis 1:7).
• En el Arrebatamiento, Él vendrá para liberar a la Iglesia (1 Tesalonicenses 1:10); en Su Aparición, Él vendrá para liberar a Israel (Salmo 6:1-4). La Iglesia será librada de entrar en la Tribulación (Apocalipsis 3:10), mientras que los judíos la atravesarán, pero serán liberados de ella al final, trayendo el Señor fin a la Tribulación.
• En el Arrebatamiento, Él vendrá en el aire por Su Iglesia porque ella es Su pueblo celestial (1 Tesalonicenses 4:15-18); en Su Aparición, Él volverá a la tierra (al Monte de los Olivos) para Israel porque es Su pueblo terrenal (Zacarías 14:4-5).
• En el Arrebatamiento, Él sacará a los creyentes de este mundo y dejará a los malos atrás (Juan 14:2-3); en Su Aparición, los malos serán tomados del reino de los cielos para juicio, y los creyentes (aquellos que se hayan convertido a través del evangelio del reino que será predicado durante la Tribulación) serán dejados para disfrutar de la bendición en la tierra (Mateo 13:41-43; 25:41).
• En el Arrebatamiento, Él vendrá a librar a Sus santos (la Iglesia) “de la ira que ha de venir” (1 Tesalonicenses 1:10); en Su Aparición, Él vendrá para ejecutar la “ira” (Apocalipsis 19:15).
• En el Arrebatamiento, el Señor vendrá como “el Esposo” (Mateo 25:10), pero en la Aparición, Él vendrá como “el Hijo del Hombre” (Mateo 24:30,37,39,44, etcétera).
• En el Arrebatamiento, Él vendrá como “la Estrella Resplandeciente ... de la Mañana” que aparece poco antes del amanecer (Apocalipsis 22:16); en Su Aparición, Él vendrá como el “Sol de Justicia”, que es el amanecer (Malaquías 4:2).
• En el Arrebatamiento, Él vendrá sin ninguna señal, porque el cristiano anda por fe y no por vista (2 Corintios 5:7); en la Aparición, Su venida estará rodeada de señales, porque los judíos buscan señal (Lucas 21:11,25-27; 1 Corintios 1:22).
La Teología Reformada ve al Arrebatamiento y a la Manifestación (Aparición) como si fueran un solo evento, y esto no ha traído más que confusión en cuanto a Israel y la Iglesia. Es imposible que estos dos eventos sucedieran al mismo tiempo porque hay varias cosas que la Escritura indica que ocurrirán entre ellos que lo hacen inviable. Por ejemplo, cuando el Señor venga y nos llame a salir de la tierra, nos llevará a “la casa de Mi Padre” y nos hará entrar formalmente en esa escena celestial (Juan 14:2-3). Poco después, tendrá lugar la revisión de nuestras vidas ante el “tribunal”, tiempo en el que los santos recibirán recompensas por su fidelidad (2 Corintios 5:10). Después de esto, habrá un tiempo de adoración “alrededor del trono” en el cielo (Apocalipsis 4–5). Entonces, después de esto, vendrán “las bodas del Cordero” y “la cena” que la sigue (Apocalipsis 19:6-10). Es sólo cuando hayan ocurrido estas cosas, que el Señor vendrá del cielo con nosotros en Su Aparición (Apocalipsis 19:11-21). Si se juntan el Arrebatamiento y la Aparición en un solo evento, no hay lugar para que estas cosas sucedan.
El territorio, la tierra, y el mundo
Se distinguen tres grandes sectores de la raza humana en el versículo 7 en conexión con la venida del Señor. Estas tres esferas en la tierra tienen diferentes responsabilidades de acuerdo con el grado de luz que han recibido de parte de Dios. Son:
• “Todo ojo le verá”: Las naciones cristianizadas (versículo 7a).
• “Los que le traspasaron”: La nación de Israel (los judíos particularmente) (versículo 7b).
• “Todos los linajes de la tierra”: Las naciones que están fuera de la tierra profética (versículo 7c).
La profecía está expuesta en las Escrituras con relación a estas tres esferas. Estas se distinguen como: “tierra” [o territorio de Israel], “la tierra”, y “el mundo” (Isaías 18:2-3; 24:3-6; 26:9-10). Estos son círculos concéntricos, cada uno siendo mayor que el que lo precede. “La tierra [territorio]”, es la esfera más pequeña y se refiere al territorio de Israel, no la pequeña parte que posee en la actualidad, sino la que fue prometida a Abraham. “La tierra” es una esfera más grande; incluye la herencia prometida a Israel, pero también añade aquellas naciones que el Imperio romano conquistó en Europa Occidental. Estudiantes de la profecía la llaman la “tierra profética”. Proféticamente, hace referencia a las naciones occidentales. Puesto que los que habitan las Américas hoy en día provienen en gran parte de las naciones de Europa Occidental, la mayoría de los que estudian la profecía les incluyen en la tierra profética (Daniel 2:43: “ ... mezclaránse con simiente humana”). “El mundo” es una esfera aún mayor; incluye el territorio y la tierra profética, pero también suma las partes restantes del planeta —es decir, las naciones que quedan fuera de la tierra profética.
Dios sabe que no seríamos capaces de comprender los detalles de la profecía si Él nos diese todo a la vez lo que tiene que ver con cada una de estas esferas. Por lo tanto, en las Escrituras proféticas, Dios sabiamente trata con estas esferas una a la vez. Él nos da detalles que empiezan en algún momento durante el período de la Tribulación y nos lleva hasta la Aparición de Cristo, la cual introduce el Milenio. Luego, regresa y vuelve a cubrir el mismo tema desde otra perspectiva, nuevamente llevándonos a la Aparición de Cristo y al Milenio. Es importante notar esto; toda la profecía es dada de esta manera en la Biblia. Se repite una y otra vez a lo largo de las Escrituras proféticas. Es de esta misma manera que se presentan los eventos en los libros proféticos del Antiguo Testamento incluyendo los Salmos, y el discurso profético del Señor en Mateo 24–25; y no es diferente en el libro de Apocalipsis. Es la manera establecida por Dios para enseñarnos la profecía. Se verá en los capítulos 6–16 que el Espíritu de Dios transporta al lector desde el período de Tribulación hasta la Aparición de Cristo tres veces, cada una en relación con una de estas tres esferas.
Versículo 8.— Como ya fue mencionado, el segundo propósito del libro es mostrar cómo Dios conducirá todo hacia Su objetivo principal de exaltar públicamente al Señor Jesucristo en este mundo. Cristo es “el Alpha y la Omega” (el principio y el fin) de toda profecía (versículo 8). Es la fuente y el objetivo de todos los caminos de Dios en la creación, la gracia, y el juicio. Siendo el personaje central de la profecía, Dios Lo revelará ante todos en Su Aparición.
En la Aparición de Cristo dos cosas tendrán comienzo. Una es “el día del Señor” (1 Tesalonicenses 5:2; 2:2; Isaías 2:10-22; Joel 1:15; Sofonías 2:2-3; Malaquías 4:5), que es cuando Su autoridad de Señorío será establecida en la tierra a través del juicio. Se extenderá por 1000 años, lo que durará el Milenio (2 Pedro 3:8-10). La otra es “el día de Cristo” (2 Tesalonicenses 1:10; 1 Corintios 1:8; 3:13; 5:5; 2 Corintios 1:14; Filipenses 1:6,10; 2:16), que es el día de Su manifestación en gloria a través de la Iglesia durante el mismo tiempo: el Milenio. Estos dos días presentan dos lados del reinado público de Cristo en este mundo en aquel día venidero.
El libro de Apocalipsis es, por lo tanto, un libro de juicio, pero también es un libro de bendición. (Hay siete bendiciones mencionadas: capítulos 1:3, 14:13, 16:15, 19:9, 20:6, 22:7, 22:14).
La condición necesaria del alma para comprender las profecías del libro
Capítulo 1:9-11.— Juan menciona estar “en el Espíritu en el día del Señor” cuando recibió esta revelación por parte del Señor. Esto apunta a la necesidad de estar en una buena condición del alma para recibir estos temas proféticos. El libro fue escrito por un hombre “en el Espíritu” y únicamente será entendido por hombres y mujeres que están en el Espíritu.
Juan “volvió” y vio a Cristo como el “Hijo del Hombre”. El Hijo del Hombre es el título que se usa en la Escritura en relación con las acciones de Cristo en juicio (Daniel 7:13; Mateo 24:27,36-41; 25:31; 26:64). Juan tuvo que volverse para ver a Cristo en este carácter judicial, porque no es la manera común en la que el Espíritu Le presentaría ante los santos. Bajo condiciones normales, el Espíritu de Dios presenta Cristo ante nosotros como el Hijo de Dios que nos ama y que se dio a Sí mismo por nosotros (Gálatas 2:20). El juicio es la “extraña obra” del Señor en la que el hombre Le ha obligado a actuar (Isaías 28:21). Uno tiene que tornarse de su ocupación habitual con Cristo para verle en Su carácter judicial.
La visión de Jesucristo como Juez
Capítulo 1:12-20.— En este libro de muchas visiones, es apropiado que la primera visión sea de Cristo en Su carácter judicial. Es significativo que Él actúe como juez con respecto a las siete iglesias antes de que juzgue al mundo; es necesario que “el juicio comience de la casa de Dios”, con aquellos que son los más responsables (1 Pedro 4:17).
Cristo es visto con Su ropa de juicio y “ceñido por los pechos con una cinta de oro”. Esto hace referencia al hecho de que Sus afectos son restringidos ya que actúa en calidad judicial. Se mencionan siete rasgos del Juez:
• “Su cabeza y Sus cabellos eran blancos como la lana blanca”: Representa madurez absoluta en comprensión de juicio (Daniel 7:9).
• “Sus ojos como llama de fuego”: El carácter penetrante de Su discernimiento. Nada se escapa de Su vista.
• “Sus pies semejantes al latón fino”: Su firmeza en rectitud de juicio. Él no corromperá la santidad.
• “Su voz como ruido de muchas aguas”: Sus muchas facetas al dirigirse gubernamentalmente a las personas.
• “Tenía en Su diestra siete estrellas”: Su autoridad recae en personas responsables de la Iglesia.
• “Su boca” tenía en ella “una espada aguda de dos filos”: Su habilidad para ejecutar juicio frente a todo mal.
• “Su rostro era como el sol”: Él es la autoridad suprema en el universo. Por lo tanto, no puede haber apelación alguna a ninguna persona superior a Él.
El Juez habla
Versículos 17-20.— Viendo al Señor en calidad de un juez majestuoso, Juan cae “á Sus pies”. Es desde esta postura que él aprende acerca de la condición de la Iglesia —su fracaso en el testimonio público—, como se puede ver en los capítulos 2–3. Esta es la posición apropiada para que aprendamos sobre la condición de la Iglesia: postrados ante el Señor. El testimonio cristiano está en ruinas, y todos hemos contribuido a su estado lamentable, y no podemos señalar con el dedo a nadie en la historia o en la actualidad sin señalarnos a nosotros mismos. Por lo tanto, hemos de ver el fracaso de la Iglesia en cuanto a su testimonio en un espíritu de juicio propio.
Para disipar el miedo e inquietud de Juan, el Señor puso Su “diestra” sobre Juan y le habló, diciendo: “No temas”. Es consuelo divino y fortaleza para la tarea que Juan estaba a punto de recibir; es decir, el “escribir” el mensaje profético a las siete iglesias (compárese Mateo 17:6-7).
El Señor dijo: “Yo soy ... el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de siglos, Amén. Y tengo las llaves del infierno [Hades] y de la muerte”. En esto, el Señor mostró a Juan que Él tenía el derecho de actuar como Juez de toda la tierra (Génesis 18:25). El Señor ha entrado en la muerte y al Hades y ha conquistado a ambos. Él ahora tiene “las llaves” de estas dos condiciones. La “muerte” es lo que reclama el cuerpo; el “Hades” (traducción J. N. Darby) es lo que reclama el alma y el espíritu. Habiendo pagado el precio por el pecado al ir a la muerte, Él tiene el derecho y el poder de ejercer juicio contra los pecadores, y por tanto consignar a quien Él quiera a la muerte y al Hades. Él también tiene el poder de levantarles de la muerte y consignarles a una eternidad de perdición, como se ve al final del libro.
Se le dice a Juan que “escriba” en cuanto a los temas proféticos que él va a contemplar en tres grandes secciones (versículo 19).
• “Las cosas que has visto”: capítulo 1.
• “Las que son”: capítulos 2–3.
• “Las que han de ser después de éstas”: capítulos 4–22.
Esto demuestra que estas profecías fueron dadas a Juan en una forma ordenada y él las ha escrito por el Espíritu de una manera ordenada. Algunas personas ven el libro de Apocalipsis como una enredadera de información, que solo un estudiante profundo de profecías podría desenredar y explicar. Sin embargo, el libro solo parece confuso; en realidad está escrito de forma muy ordenada. Si entendemos la manera en que el Espíritu de Dios presenta la profecía a lo largo de la Escritura y también reconocemos que hay paréntesis en ciertas partes de este libro, la confusión se desvanece. Uno también necesita un entendimiento básico del significado de los símbolos usados en la profecía. Ya que el libro de Apocalipsis ha sido colocado al final de nuestras Biblias, el Espíritu de Dios supone que estamos familiarizados con estos símbolos, habiendo visto como se utilizan en otras partes de la Escritura. El objetivo de este bosquejo de Apocalipsis en el que estamos a punto de embarcarnos es proveer al lector de un entendimiento básico de estas cosas.
Versículo 20.— El Señor le explica a Juan el significado oculto de “las siete estrellas” que tenía en Su diestra y de “los siete candeleros de oro”. Las “estrellas” son los “ángeles” de las siete iglesias. Esto hace referencia a la doble responsabilidad que los líderes tienen en las asambleas. Como “estrellas” deben usar los principios de la Palabra de Dios para proveer a los santos luz en asuntos concernientes a la asamblea local. Esto significa que deben estar bien fundados en la verdad (Tito 1:9). Como “ángeles” deben ser mensajeros de Dios, tomando el liderazgo en la asamblea y verificando que tales principios sean llevados a cabo en el temor de Dios (Eclesiastés 5:6; Malaquías 2:7, nota al pie de página de la traducción de J. N. Darby). Es significativo que Dios hace al ángel de cada iglesia responsable de la condición en que la iglesia se encontraba en esa localidad (capítulos 2–3). Él es visto andando en medio de las siete iglesias, evaluando su condición y aconsejando a aquellos que están en la posición de responsabilidad sobre lo que pueden hacer para ayudar a la condición particular en la que aquella iglesia local se encontraba (capítulo 2:1).
“Los siete candeleros de oro” son las siete iglesias. Representan en figura el hecho de que la asamblea local es un testigo responsable en la comunidad en la que se sitúa.
Capítulos 2-3: Las cosas que son
Estos dos capítulos contienen los mensajes del Señor a las siete iglesias en Asia. Estas iglesias, vistas consecutivamente, nos presentan la historia profética del testimonio cristiano, plasmando los varios escenarios por los que pasaría la Iglesia. Estas iglesias específicas en Asia fueron seleccionadas con el fin de presentar figuras de las condiciones morales y espirituales que se desarrollarían de forma sucesiva en la profesión cristiana, desde los días de los apóstoles hasta la venida del Señor (el Arrebatamiento). El hecho de que el testimonio que la Iglesia ha dado para Cristo sea simbolizado mediante “candeleros” indica que el tiempo de este testimonio es durante la ausencia del Señor de este mundo, cuando es de noche espiritualmente hablando (Apocalipsis 1:20; Juan 9:4-5).
El Señor anda “en medio” de los siete candeleros. No aparece ahí como objeto de adoración (Juan 20:19-22; Apocalipsis 5:6-14), ni para autorizar acciones de la asamblea hechas en Su nombre (Mateo 18:20), sino como Juez evaluando la condición del testimonio público de la Iglesia.
ÉFESO: la Iglesia sin amor
Capítulo 2:1-7.— La asamblea en Éfeso representa, históricamente, a la Iglesia desde los días justo después de los apóstoles hasta el año 167 d. C.
Esta iglesia era exteriormente irreprochable en su testimonio ante el mundo, pero interiormente estaba en una condición de decaimiento. Había firmeza en la doctrina y un celo piadoso por la santidad como era demostrado por su ejecución de disciplina sobre toda falsedad, pero la motivación interna de afecto por Cristo estaba tristemente rota. Los tesalonicenses eran destacados por la “obra de ... fe”, el “trabajo de amor”, y la “tolerancia [paciencia] de la esperanza” (1 Tesalonicenses 1:3). Esto básicamente marcó la condición de la Iglesia en general en aquellos días primitivos. Pero ahora, relativamente pocos años después, solo quedaban “obras”, “trabajo” y “paciencia”. La “fe”, el “amor” y la “esperanza” que una vez habían sido la fuerza motora en sus actividades se había disipado.
Había llegado la decadencia, no porque ellos ya no estaban sirviendo al Señor, sino porque sus afectos hacia Él se habían deteriorado. El Señor les dice, “has dejado tu primer amor” (versículo 4). La raíz de todo fracaso en la Iglesia puede rastrearse hasta la deserción en el corazón. Algo había enfriado el amor que una vez hubo en sus corazones, y el Señor lo sintió. La palabra traducida como “primer” puede traducirse en el lenguaje original como “principal”, como está en Lucas 15:22. Por lo tanto, “primer amor” no se refiere a lo que es primero en el tiempo, sino a lo que es primero en calidad. Es nuestro principal (o mejor) amor lo que el Señor quiere. T. B. Baines dijo, “¿De qué le vale al Novio amoroso que la novia tenga un comportamiento intachable, si sus afectos se han ido enfriando? ¿Podrá sólo la conducta apropiada o el cumplimiento del deber satisfacer al corazón sediento de amor?” (The Revelation of Jesus Christ, página 26).
Signos de este decaimiento del primer amor fueron evidentes entre los santos en los días de los apóstoles (2 Timoteo 4:10; 3 Juan 9), pero no pasó mucho tiempo para que la Iglesia en general fuese marcada por este decaimiento. (Compárese Jeremías 2:2).
El mensaje para el vencedor en cada una de las iglesias muestra que hay una manera de recuperarse de la condición que prevalecía en cada iglesia, pero todo es a nivel individual. El Señor dice, “El que tiene oído, oiga ... ”. Él no dice, “Los que tengan oído, oigan ... ”. El punto que se quiere extraer de esto es que no somos obligados a conformarnos con el estado general que distingue a la masa de la cristiandad; podemos subir por encima de ello y andar de una manera que sea aprobada por el Señor.
ESMIRNA: la Iglesia perseguida
Capítulo 2:8-11.— La asamblea en Esmirna representa a la Iglesia históricamente desde el 167 d. C. al 313 d. C. La palabra “Esmirna” significa “sufrimiento”. Las palabras del Señor para esta iglesia describen apropiadamente el período de sufrimiento por el que pasó la Iglesia en los siglos II y III.
Satanás salió contra la Iglesia como un león rugiente y desató una persecución terrible sobre los santos. Durante este período muchos miles de cristianos murieron como mártires. El Señor Se les presenta como un Juez simpatizante, habiendo Él mismo conocido lo que era morir como mártir (versículo 8).
La persecución a la que fue sometida la Iglesia en esta época fue doble:
• En primer lugar, de parte de un elemento religioso dentro del testimonio cristiano (versículo 9). Se había desarrollado un partido definido en la Iglesia llamado “sinagoga de Satanás” que buscaba añadir al cristianismo las formalidades, ceremonias y principios del judaísmo. Era el intento de Satanás hacer que la Iglesia judaizara, y así despojarla de su vocación y carácter celestiales.
• En segundo lugar, del mundo pagano romano de afuera (versículo 10). El diablo incitó a las autoridades romanas a que iniciaran un exterminio de cristianos en el imperio. Hubo diez períodos específicos de intensa persecución en este tiempo que concuerdan con el comentario del Señor de que tendrían tribulación por “diez días”.
Las apariciones recurrentes de “Satanás” y “el diablo” en estos dos capítulos indican que él estaba muy activo en sus intentos de destrozar y corromper el testimonio cristiano (capítulos 2:9,10,13 (2 veces),24; 3:9). Durante esta gran persecución en Esmirna, Satanás trabajó para arrebatar las Escrituras de la Iglesia. Las autoridades romanas impusieron leyes para confiscar todas las copias de la Palabra de Dios. Este fue un paso gigante hacia la pérdida de la verdad por parte de la Iglesia.
El vencedor tiene prometida “la corona de la vida”. Esta es una corona especial dada a todo aquel que es “fiel hasta la muerte”. A veces es llamada “la corona del mártir”.
PÉRGAMO: la Iglesia mundana
Capítulo 2:12-17.— La asamblea en Pérgamo representa a la Iglesia históricamente desde el año 313 d. C. hasta alrededor del año 580 d. C.
La palabra “Pérgamo” significa “matrimonio” o “casado dos veces”. Marca el período de la historia en que la Iglesia dejó principios de separación y se casó con el mundo. El arma de violencia usada por el enemigo en Esmirna solo probó la realidad de la fe cristiana. Los cristianos no abandonaron sus principios para sacrificar a dioses paganos. Por lo tanto, Satanás cambió su táctica y trató de infiltrarse en las filas cristianas para corromperlas y desacreditar su testimonio. Él falló en su ataque a Esmirna, pero triunfó en gran medida en Pérgamo.
Satanás tenía su instrumento para llevar a cabo su plan. Utilizó al emperador Constantino. Su madre (Helena) aparentemente era creyente, y mediante su influencia, antes de él ser emperador, sentía algo de simpatía por los cristianos cuando eran perseguidos. Poco después de llegar al trono, concedió la libertad de culto a los cristianos según sus conciencias. El cristianismo se convirtió en una de las muchas religiones del imperio. Con el paso del tiempo, Constantino aprendió más sobre el cristianismo. Se dio cuenta de que los cristianos eran mejores súbditos que los paganos. Se podía confiar en ellos para defender al rey y al reino, o al menos, para no interferir con él. Eran personas pacíficas que incluso oraban por el rey, mientras que los paganos estaban continuamente involucrados en levantamientos y requerían un mantenimiento constante.
Al conocer el beneficio positivo de tener cristianos como súbditos, Constantino pensó que consolidaría su poder si todos eran cristianos. Por lo tanto, en el año 324 d. C. promulgó edictos contra el paganismo y trató de imponer el cristianismo en todo el imperio. En muchos lugares fue impuesto sobre las personas a punta de espada. Para ellos era o el bautismo cristiano o la muerte, así que optaron por el bautismo. (Es interesante notar que nadie estaba lo suficientemente convencido de su paganismo como para morir por él, como fue el caso con los cristianos en los tiempos de la persecución). El resultado fue que decenas de miles de paganos se convirtieron en cristianos nominales.
Sin embargo, aunque los paganos abandonaron su paganismo formalmente, el paganismo no los abandonó de forma práctica, y mucho de ello fue llevado al cristianismo en aquella época. Como los magníficos templos paganos y los vestidos de sus sacerdotes ya no se utilizaban, el emperador los ofreció a los cristianos, junto con oro y patrocinio. Y la Iglesia mordió el anzuelo con entusiasmo. Los cristianos dejaron de reunirse en sus casas y se trasladaron a los grandes templos que habían dejado libres los paganos. Para acomodar la afluencia de paganos que se aferraban a sus antiguas supersticiones, el cristianismo profesante adoptó muchas de estas cosas dándoles nombres cristianizados. Las antiguas fiestas paganas y las festividades que existían mucho antes de la iglesia fueron llevadas a la profesión cristiana en ese momento. De ahí surgieron la Navidad, la Semana Santa, etc.
El cristianismo recibió una apariencia totalmente nueva, pero también se impregnó del veneno mortal de la mordedura de la serpiente. En un período de tiempo relativamente corto, la Iglesia “se casó” con el mundo. Antes, el mundo y la Iglesia caminaban separados; ahora iban de la mano. La Iglesia en esta época se caracterizó por:
Tolerar la práctica injusta en el maltrato de los creyentes fieles (versículo 13). Los creyentes fieles, como “Antipas”, que protestaron por la terrible corrupción, fueron perseguidos y asesinados. El Señor responsabilizó al “ángel” de la iglesia porque esto tuvo lugar “entre” ellos.
Tolerar dos doctrinas malignas. Una es “la doctrina de Balaam”, que es enseñar a los santos a tener relaciones ilícitas con el mundo pagano de la idolatría, en particular, la introducción de fiestas y rituales paganos en la iglesia bajo nombres cristianizados (versículo 14). La otra es “la doctrina de los Nicolaítas”, que es el comienzo del sistema del clero. “Nico” significa gobernar, y “laíta” es la misma palabra que laico, que es el pueblo (versículo 15). Ninguna de las dos doctrinas tocaba directamente la Persona y obra de Cristo, por lo que se podría decir que el ángel de esta iglesia (los líderes responsables) no negó la fe (versículo 13). Aunque no se acusó al ángel de sostener estas doctrinas, fue culpable de tolerarlas. No las denunció como lo hizo el ángel de Éfeso.
A través de la mundanalidad, la Iglesia en este período se volvió descuidada en cuanto a mantener la verdad, y esto llevó a que se perdiera. A medida que la Iglesia entraba en la edad oscura, la verdad que una vez fue entregada por los apóstoles a los santos (Judas 3) fue reemplazada por enseñanza judaizante, las ideas clericales y las supersticiones paganas.
TIATIRA: la Iglesia pagana
Capítulo 2:18-29.— La asamblea en Tiatira representa un poderoso sistema en la Iglesia que comenzó alrededor del año 580 d. C. conocido como el catolicismo. Marca la época en que este sistema eclesiástico gobernaba la Iglesia y el mundo. La palabra “Tiatira” significa “sacrificio continuo” y apunta a la misa católica que se puso en práctica en esa época.
La incorporación de paganos no convertidos en el período de Pérgamo, con el tiempo, resultó en que la Iglesia profesante se volviera mayormente de carácter pagano. Sin embargo, en medio de toda esta corrupción hubo algunas cosas buenas que se dijeron de la iglesia en Tiatira. Eran serviciales para con los necesitados, y el Señor los elogió por su benevolencia (versículo 19). Pero lo principal que marca este período en la historia de la Iglesia es que el perverso sistema del catolicismo ganó control sobre la Iglesia en general. De ahí que prevaleciera una condición peor que la que había existido en Pérgamo.
“Jezabel” representa ese sistema perverso. Ella se llamó a sí misma “profetisa” y asumió un papel en la Iglesia que Dios nunca le había dado. Ella comenzó a “enseñar, y engañar” a sus súbditos con sus doctrinas y prácticas malignas. Nótese la progresión: ¡las doctrinas malignas que fueron sostenidas por algunos en Pérgamo son ahora enseñadas públicamente en Tiatira! (versículos 14, 20). La mujer, a través de sus malas enseñanzas, hizo que la gran multitud de cristianos profesantes volteara la vista de Cristo hacia María; de Cristo como Cabeza de la Iglesia, al Papa; del único sacrificio de Cristo al sacrificio continuo de la misa. La misa es un insulto al “un solo sacrificio” de Cristo, y una negación de esa obra consumada (Juan 19:30; Hebreos 10:12-14).
El sistema católico comenzó a legislar sus dogmas y a imponerlos a la profesión cristiana. A riesgo de perder la vida, la gran mayoría del pueblo se vio obligada a pecar participando de sus corrupciones.
Algunas doctrinas y prácticas malignas destacables introducidas por la iglesia católica
• La misa.
• La autoridad pontificia (la sucesión de los papas).
• Regeneración bautismal.
• La justificación por las obras.
• El culto a las imágenes.
• El celibato.
• Veneración a María.
• El confesionario.
• El purgatorio.
• La transubstanciación.
• Las indulgencias.
• La penitencia.
Cuatro clases de personas en Tiatira
Aquí se hace referencia a cuatro grupos distintos de personas. El primero es el “ángel” de esta asamblea, que representa los líderes responsables que estaban casados con Jezabel. (El versículo 20 debería traducirse como “tu esposa Jezabel”, nota al pie de página en la traducción J. N. Darby). Así como la Jezabel de antaño controlaba a su esposo Acab y al reino en Israel, la Iglesia de Roma entró en el terreno político y controló y dominó a las naciones de Europa. En Pérgamo, el mundo entró en la Iglesia, pero en Tiatira, las cosas cayeron a un punto más bajo, ¡y la Iglesia se encontró gobernando el mundo! Como Jezabel en los tiempos antiguos mató a los profetas del Señor (1 Reyes 18:4), el perverso sistema católico romano colmó la tierra con la sangre de aquellos que rehusaron aceptar a sus doctrinas y prácticas malignas (Apocalipsis 17:6).
El segundo grupo de personas son los “hijos” de Jezabel (versículo 23). Estos son simplemente creyentes profesantes que aceptan, integran y promueven sus doctrinas, y por lo tanto están marcados por su carácter y formas de corrupción.
El tercer y cuarto grupo representan un remanente de verdaderos creyentes en medio de la masa del pueblo. El primero de ellos es “Mis siervos”. Estos eran verdaderos creyentes que, por ignorancia y miedo, siguieron la maldad de Jezabel sin protestar, y fueron “engañados” por sus corrupciones (versículo 20). Abdías es una figura de éstos. Él “era en grande manera temeroso de Jehová”, pero sirvió a Acab y a Jezabel (1 Reyes 18:1-4). Luego están “los demás [el remanente]”. Estos fueron creyentes que tuvieron el valor y la convicción de apartarse de las corrupciones de Jezabel, y sufrieron persecución por ello (versículo 24). Elías y los siete mil en Israel que rehusaron doblar la rodilla ante Baal son una figura de estos fieles (1 Reyes 19:18).
Un remanente distinguido entre la multitud
Cuando la corrupción generalizada impregnó por completo el testimonio cristiano a través de la maldad del catolicismo, las condiciones llegaron a un punto de no retorno. Algo similar sucedió en la historia de Israel (2 Crónicas 36:16: “no hubo remedio”). Por lo tanto, no hay un llamado al arrepentimiento para esta iglesia como lo hubo con las iglesias anteriores. La única referencia al arrepentimiento es que ellos tuvieron la oportunidad de arrepentirse, pero ese tiempo se les había pasado (versículo 21). Consecuentemente, desde este punto en adelante, un marcado cambio toma lugar en los caminos del Señor para con la Iglesia; Él ya no llama a una restauración del testimonio público de la Iglesia en general. En vez de esto, separa un remanente de verdaderos creyentes, diciendo: “Pero yo digo á vosotros, á los demás [el remanente] ... ” (versículo 24, traducción J. N. Darby) y obra con ellos para fortalecerlos y animarlos, y deja que la multitud pública siga su camino hacia el juicio.
Este cambio en los tratos de Dios para con la Iglesia está indicado por el hecho de que el llamado a “oir lo que el Espíritu dice á las iglesias [asambleas]” viene después de la promesa hecha al vencedor, y no antes, como era el patrón en las iglesias antes de Tiatira. En las primeras tres iglesias, la recompensa al vencedor era puesta delante de toda la Iglesia porque el Señor todavía estaba tratando con ella en general. Todos los que escucharan y obedecieran recibirían la recompensa del vencedor. Pero ahora eso se ha dejado de lado. Comentando sobre este cambio, J. N. Darby ha dicho que “El cuerpo en su conjunto es puesta de lado”. Walter Scott añadió: “La multitud pública de la profesión cristiana es tratada como incapaz de oír y arrepentirse”. En las últimas cuatro iglesias, el llamado a “oír lo que el Espíritu dice á las iglesias” es dado a un remanente (no a toda la Iglesia), porque sólo ellos oirán y vencerán. W. Kelly dijo: “El Señor desde entonces da la promesa [al vencedor] primero, y esto es porque es vano esperar que la Iglesia en su conjunto la reciba... solamente un remanente vence, y la promesa es para ellos; en cuanto a los otros, todo ha terminado”. Este cambio notable en los discursos del Señor a las siete iglesias indica que Él ya no espera que la masa de la profesión cristiana escuche y regrese al punto del que partió. Todo pensamiento de restaurar el testimonio público de la Iglesia en general es abandonado porque ha llegado a un punto en el que “no hubo remedio”.
Versículos 25-29.— El remanente de creyentes fieles en los años oscuros eran los nestorianos, los paulicianos, los valdenses y los albigenses, y otros pre-reformistas fieles. A ellos se les dice: “retén firme” (traducción J. N. Darby) la poca enseñanza que tenían, y el Señor les recompensaría. Por primera vez en estos discursos oímos hablar de la venida del Señor, sin distinguir el Arrebatamiento de la Aparición. Se presenta como una esperanza, ya que la esperanza de recuperar el testimonio público de la Iglesia es imposible. En cada una de las cuatro últimas iglesias hay una alusión a la venida del Señor. Esto indica que cada una de las condiciones eclesiásticas que esas iglesias representan continuará en la tierra hasta que Él venga.
SARDIS: la Iglesia sin vida
Capítulo 3:1-6.— La asamblea en Sardis representa el protestantismo, que comenzó en el año 1529 d. C. La palabra “Sardis” significa “los que escapan”, y representa lo que sucedió en ese momento. Así como Jehú de antaño fue usado para romper el dominio que Jezabel tenía sobre el reino en Israel (2 Reyes 9–10), Dios levantó a los reformadores a quienes usó para romper el poder del romanismo, y esto permitió que muchos de los santos escaparan de sus garras. Esto fue el resultado de Dios dar más conocimiento a Sus fieles, y en obediencia ellos actuaron conforme a ello. Las dos cosas principales en las que insistieron los reformadores fueron:
• La supremacía de la Biblia sobre todo dogma eclesiástico.
• La salvación es sólo por fe.
Es significativo que el Señor dijera a esta asamblea: “No he hallado tus obras perfectas [completas]”. Lamentablemente, la energía espiritual que caracterizó a los reformadores no continuó. Lo que comenzó en el poder del Espíritu se convirtió en una ortodoxia fría, formal y muerta. Esto vino como resultado de hombres sin vida uniéndose a este movimiento para alejarse de la iglesia católica romana. Los reyes de Europa estaban cansados de que Roma los controlase y ofrecieron gustosamente su apoyo al movimiento protestante, debido a su natural animosidad contra el romanismo. Los reformadores aceptaron la protección que los gobiernos nacionales les brindaron frente a la persecución de la iglesia de Roma, y establecieron las grandes iglesias nacionales del protestantismo que aún existen en la actualidad.
La asamblea en Sardis representa la condición en la cristiandad después de que el impulso de la Reforma había pasado. Es una descripción de aquello en lo que los reformadores cayeron: el protestantismo. Mientras que la Reforma fue una obra poderosa de Dios, energizada por el Espíritu, el protestantismo fue una obra de los hombres, energizada por la carne. Tristemente, los reformadores salieron del romanismo, pero el romanismo no salió del todo de ellos. De ahí que las iglesias protestantes tengan muchas ideas y prácticas católicas. En los años oscuros la iglesia católica dominaba los gobiernos del mundo; pero en el protestantismo, vemos a la Iglesia y al Estado gobernando conjuntamente. Esto no está en absoluto de acuerdo con la mente de Dios. Como resultado, la recuperación de la verdad que Dios estaba llevando a cabo se detuvo.
Las “pocas personas” en Sardis que no habían “ensuciado sus vestiduras” serían grupos como los puritanos que vivían con gran devoción al Señor.
FILADELFIA: la Iglesia fiel
Capítulo 3:7-13.— La asamblea en Filadelfia representa un movimiento de Dios en la cristiandad que comenzó en 1827 d. C. Esencialmente, fue un avivamiento de lo que comenzó con la Reforma, pero que se había desvanecido. “Filadelfia” significa “amor fraternal” y representa el estado feliz de un testimonio remanente de creyentes, que fueron ejercitados para volver a los primeros principios en cuanto al orden y la práctica de la asamblea.
En cada una de las iglesias anteriores, el Señor se describió a Sí mismo según una de las características en las que Juan le había visto en el capítulo uno. Pero al dirigirse a esta iglesia se presenta de una manera totalmente nueva. Esto indica un nuevo punto de partida en los caminos del Señor. Hasta ahora, el remanente de creyentes ejercitados caminaba como individuos, pero en este momento, el Señor trajo a la realidad un testimonio remanente en un sentido colectivo. Esto condujo a una recuperación de la enseñanza que se había perdido durante siglos, particularmente la doctrina de Pablo (2 Timoteo 3:10).
La triple presentación del Señor de Sí mismo
Versículo 7.— El Señor se presentó a Sí mismo a esta iglesia de una manera triple. Tres grandes cosas sucedieron en ese momento como resultado de que los creyentes Le percibiesen según estas características.
En primer lugar, el Señor se refirió a Sí mismo como “el Santo, el Verdadero”. En aquel tiempo, los santos ejercitados vieron al Señor en el carácter de ser “Santo” y “Verdadero”, y entendieron que, para tener comunión con Él, se requería de ellos santidad y verdad. Esto les condujo a través de varios ejercicios con relación a la separación del mundo. El resultado fue que rompieron todos los lazos no escriturales que tenían, particularmente los lazos eclesiásticos mundanos (2 Timoteo 2:19-22).
En segundo lugar, el Señor se presentó a Sí mismo como teniendo “la llave de David”. Esto es una referencia a las profecías del Antiguo Testamento concernientes al Mesías de Israel. Son profecías relacionadas con las promesas hechas a David respecto a que Cristo vendría de su casa (linaje) para reinar en Su reino (Isaías 22:22). En aquella época, el Señor produjo un despertar general e interés por la profecía en la profesión cristiana. Al escudriñar los temas proféticos, descubrieron que la Iglesia no tiene parte en las futuras bendiciones terrenales de Israel, sino que tiene sus propias bendiciones distintivas y celestiales. Por tanto, les fue dado ver la verdadera naturaleza y vocación de la Iglesia, con sus disposiciones prácticas para la adoración y el ministerio mientras está en la tierra. Esto llevó a muchos a volver al patrón sencillo en la Palabra de Dios en cuanto al orden de la asamblea.
En tercer lugar, el Señor se presentó a Sí mismo a esta iglesia como “el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre”. En aquel momento, el Señor abrió la puerta a la tesorería de la enseñanza de Dios, y produjo una recuperación completa de la enseñanza que una vez fue dada a los santos (Judas 3). Esto incluía la enseñanza acerca de la venida del Señor (el Arrebatamiento), por la cual son elogiados, por mantenerla en sus afectos (versículo 10). Era un movimiento soberano de Dios que ningún hombre o demonio pudo detener. Comprender esto dio a los santos la confianza para reunirse para la adoración y el ministerio guiados por el Espíritu.
Es significativo que esta iglesia no sea llamada a arrepentirse, como fue el caso de las iglesias anteriores (excepto Esmirna), porque ellos ya estaban en un estado de arrepentimiento. Estaban profundamente afligidos por la condición caída del testimonio de la Iglesia, y confesaron su parte en su fracaso (compárese Daniel 9; Esdras 9, y Nehemías 9). En consecuencia, no había nada que el Señor tuviera que juzgar porque se habían juzgado a sí mismos.
Tres cualidades que el Señor apreciaba en los de Filadelfia
Versículo 8.— Hay tres cualidades que el Señor señala particularmente en Su evaluación de esta iglesia.
1) “Tienes un poco de potencia”.— Poder espiritual es algo que surge de la comunión —de permanecer en Cristo (Juan 15:4-5)— Tenían el mismo poder que tenía la Iglesia primitiva (Hechos 4:33), pero era “poco”. Por lo tanto, este avivamiento no era un movimiento a gran escala; era un testimonio de remanente en cuanto a la enseñanza concerniente a la asamblea. No tenía ningún gran estatus mundial, como lo tenía la iglesia católica y las iglesias nacionales del protestantismo.
2) “Has guardado Mi palabra”.— Los relacionados con este movimiento eran estudiosos de las Escrituras. No eran sólo oidores, sino que eran hacedores de la Palabra (Lucas 8:21; 11:28; Santiago 1:22). Apreciaron Su Palabra y la ponían en práctica y, por lo tanto, fueron elogiados por guardar Su Palabra.
3) “No has negado Mi nombre”.— Un nombre en las Escrituras a menudo implica carácter. Por lo tanto, en la vida práctica, el carácter mismo de Cristo distinguía a estas personas. Todo lo que tendía a negar el carácter de Cristo era rechazado de manera práctica. También renunciaron a todos los nombres y títulos denominacionales y se complacieron en reunirse simplemente en Su nombre (Mateo 18:20).
Versículo 9.— Había un reproche relacionado al hecho de identificarse con este movimiento. Andar conforme a lo que habían captado de la Palabra de Dios los puso en una posición de gran reproche de parte de aquellos que no estaban dispuestos a andar en esas cosas (versículo 9). Este avivamiento de la enseñanza provocó un avivamiento de la oposición satánica. El ataque maligno del enemigo en Esmirna volvió a elevar su espantosa cabeza. Los llamados “la sinagoga de Satanás” son cristianos profesantes que se rigen por principios judaicos en el cristianismo eclesiástico organizado. Son éstos los que se oponían a este movimiento divino, y el mismo Satanás estaba detrás de ello.
Versículo 10.— Los de Filadelfia fueron elogiados por guardar la Palabra de Su “paciencia”, que es un aspecto de la enseñanza que tiene que ver con la esperanza de la venida del Señor (versículo 10). Guardarla (no sólo conocerla) les hizo vivir como extranjeros celestiales separados del mundo. Por lo tanto, como peregrinos no se involucraron con la política del mundo, o cualquier otro aspecto del mundo. El Señor prometió guardarles “de la hora de la tentación” (el período de la Tribulación) que venía sobre el mundo. Nótese: El Señor dice, “te guardaré de”, no “te guardaré en” la hora de la tentación. Esto muestra que la Iglesia no pasará por la Tribulación, como lo harán los judíos (compárese Jeremías 14:8).
Versículo 11.— El Señor promete venir “presto”. Esto se refiere a lo inminente de Su venida, lo cual estaba particularmente ante esta iglesia. Aunque el Señor no encuentra nada que juzgar en Filadelfia, sí les advierte sobre la posibilidad de soltar aquello que se les había dado, y así perder su “corona”. Él dice: “Retén firmemente lo que tienes” (traducción J. N. Darby). Se les aconseja no sólo a “retener” la enseñanza, sino a mantenerla “firmemente”. Esto indica la necesidad de tenacidad. Nótese: el enemigo se vale de hombres perversos para hacer su obra de robar a los santos su corona (Colosenses 2:4,8,16,18). Por eso, la palabra del Señor es: “Que ninguno tome tu corona”. El peligro siempre presente del filadelfiense es renunciar a las enseñanzas recuperadas, y volver a ser arrastrado a la confusión de la cristiandad de la que se ha separado. La historia nos dice que esto es exactamente lo que ha sucedido con muchos que estaban conectados con este movimiento. Renunciaron a partes de la enseñanza que fue recuperada en aquellos días y fueron llevados en divisiones entre los hermanos o dispersados en las iglesias evangélicas. Hoy en día, la energía espiritual relacionada con este movimiento, que una vez fue considerable, ahora se ha reducido a una pizca.
Versículos 12-13.— Como con todas las otras iglesias, el Señor también dio una palabra para el vencedor. Podríamos preguntarnos por qué habría tal palabra dada a esta iglesia si no había nada fuera de orden que requiriera ser vencido. Sin embargo, ser un verdadero vencedor en Filadelfia no es sólo haber tomado parte en ese camino de guardar Su Palabra y no negar Su nombre, sino haber continuado en él hasta el final de la vida, o hasta que el Señor venga: el Arrebatamiento.
LAODICEA: la Iglesia tibia
Capítulo 3:14-22.— La asamblea en Laodicea representa una condición en el testimonio cristiano que surgió de la enseñanza que se recuperó en Filadelfia. Históricamente comenzó en la segunda mitad del siglo XIX y continuará hasta la venida del Señor, el Arrebatamiento. “Laodicea” significa “los derechos del pueblo”, y denota las ideas democráticas modernas que han influido en la Iglesia en estos últimos días. En la cristiandad evangélica de hoy, las iglesias locales eligen a sus ancianos y nombran a sus llamados pastores, y así, en esencia, controlan de alguna manera a sus líderes.
Lo que se describe en Laodicea corresponde al testimonio de la Iglesia en sus días finales. Es el sostenimiento de la enseñanza cristiana (recuperada en los tiempos de Filadelfia) o partes de ella, pero sólo de manera nominal o intelectual, sin que ella tenga ninguna relación moral con la vida de uno. Por ejemplo, la mayoría de los grupos cristianos evangélicos en los últimos 100 años han sostenido y enseñado la verdad de la venida del Señor por Sus santos en cualquier momento (el Arrebatamiento), pero para muchos, esto ha tenido poco o ningún efecto práctico en sus vidas personales. En lugar de hacer que la Iglesia tenga un carácter más parecido a un peregrino, se ha vuelto más mundana que nunca.
Este estado de ser “tibio” es tan detestable para el Señor que Él declara que está a punto de “vomitarlo” de Su boca. Esto sucederá en Su venida, el Arrebatamiento. En lugar de dejar que el Señor evalúe el estado de la asamblea, como lo hace con las asambleas anteriores, los laodicenses Le sacan fuera de la puerta y asumen Su lugar —¡evaluando su propia condición como correcta y buena!—. Esto es bastante increíble; ellos son la única iglesia de las siete que se elogia a sí misma. ¡Y están en la peor condición de todas las iglesias! Hablan de sí mismas como si tuvieran grandes riquezas (espirituales), pero en realidad no tienen ninguna sustancia espiritual real. “Laodicea” es descriptiva de un sector del testimonio cristiano que se caracteriza por una grandeza autosuficiente que se imagina dotada de grandes riquezas espirituales (enseñanza) y poderes milagrosos. Su verdadera condición es “cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo”.
El contraste entre Filadelfia y Laodicea
• Filadelfia está caracterizada por una puerta abierta (versículo 8), pero Laodicea está caracterizada por una puerta cerrada (versículo 20).
• El Señor no tiene ninguna censura para los de Filadelfia, pero no tiene nada que elogiar en Laodicea. (¡Incluso en Tiatira el Señor encontró algo que elogiar!).
• Los filadelfienses no tienen nada que decir de sí mismos, mientras que los laodicenses tienen mucho que decir de sí mismos.
• A los filadelfienses se les dice que serán “arrebatados” en la venida del Señor, mientras que a los laodicenses se les dice que serán “vomitados” en Su venida.
• Los filadelfienses fueron caracterizados por ser pequeños, pero los laodicenses son caracterizados por ser grandes (a su propio parecer).
• Los filadelfienses fueron llamados a “retener firmemente” (traducción J. N. Darby) la enseñanza que tenían, pero los laodicenses no son llamados a retener nada, porque realmente no tenían nada que valiera la pena retener.
La triple gracia del Señor disponible para satisfacer su lamentable condición
El Señor nunca señala el fracaso sin dar un remedio. En este caso, es triple. Dice:
1. “Que de Mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico” (versículo 18a). Esto satisfaría su condición desamparada de ser “cuitado”, “miserable” y “pobre”. Se imaginaban que eran ricos (en el sentido de tener mucha enseñanza y grandes poderes espirituales), pero en realidad necesitaban “oro”. El oro en las Escrituras representa la justicia divina. Esto significa que no tenían una base justa sobre la que pudieran estar ante Dios. ¡Muestra que la muchedumbre profesante en la cristiandad en los últimos días ni siquiera será salva! “Que de Mí compres ... ” indica la necesidad de tener una transacción personal con el Señor con fe.
2. “Seas vestido de vestiduras blancas” (versículo 18b). Esto satisfaría su condición de “desnudez”. Esta iglesia no llevaba los rasgos morales de Cristo. Por lo tanto, necesitaban una vida de rectitud moral y práctica, representada por la ropa blanca.
3. “Unge tus ojos con colirio, para que veas” (versículo 18c). Esto satisfaría su condición de ser espiritualmente “ciego”. Se estaban engañando a sí mismos. Se veían a sí mismos como algo que no eran, y necesitaban desesperadamente que se les abriesen los ojos para ver su verdadera condición; pero más importante aún, para ver al Señor. El Señor promete que, si vuelven a Él, Él les dará el discernimiento espiritual que les falta.
Dice: “Á todos los que amo ... ” (versículo 19). Esto se refiere a los verdaderos creyentes en medio de la masa profesante. En los primeros días de la Iglesia, esta había dejado su “primer amor”, pero ahora en los últimos días encontramos que el Señor no había dejado Su amor por ella. A lo largo de los años en los que ella se alejaba de Cristo y de la verdad, ¡encontramos que Él no había cambiado! “Cristo amó á la iglesia, y se entregó á Sí mismo por ella” (Efesios 5:25).
Tristemente, al examinar las grandes pretensiones de los laodicenses, vemos que el Señor —en lo que respecta a Sus derechos— ha sido dejado fuera (versículo 20). Así, Laodicea es descrita como una iglesia sin Cristo, habiendo puesto al Señor de la gloria fuera de su puerta. ¡Esencialmente, ellos (en la práctica) excomulgaron a la Cabeza de la Iglesia! Está caracterizada por una gran indiferencia a los reclamos de Cristo. Tal es la lamentable condición que caracteriza a la cristiandad moderna en estos últimos días. Hamilton Smith dijo: “Como en la antigüedad, la nación de Israel decidió su perdición al rechazar a su Mesías, y su casa les fue dejada desolada; así hoy, la cristiandad está decidiendo su perdición al rechazar a Cristo, y muy pronto será vomitada de Su boca”. Esta es la solemne figura con la que se cierra el capítulo 3, y con él, la historia de la Iglesia en la tierra.
La recuperación sólo se producirá de forma individual. No podemos esperar ver una recuperación total de la Iglesia. Por eso, el Señor dice: “Si alguno oyere Mi voz ... ” (2 Timoteo 2:19-21). La única esperanza es que unos pocos individuos se recuperen de esta condición despreciable.
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El hecho de que el Señor mencione Su venida en Sus discursos a las últimas cuatro iglesias indica que estas condiciones eclesiásticas continuarán en la tierra de alguna manera observable hasta que Él venga. Viendo la vasta profesión cristiana de hoy, podemos ver lo que representa “Tiatira”: el catolicismo. Luego, podemos ver lo que representa “Sardis”: las iglesias protestantes y los muchos cuerpos disidentes que han salido de ellas. Y luego también, está lo que representa “Filadelfia”: un pequeño y aparentemente insignificante testimonio en forma de remanente en el que se practican los primeros principios del orden de la asamblea. Y, por último, podemos ver a “Laodicea”: un gran sector en el testimonio cristiano que se caracteriza por una grandeza autosuficiente que se imagina dotada de grandes riquezas espirituales y poderes milagrosos.
Las dos últimas iglesias no son sólo posiciones eclesiásticas, sino también condiciones morales en las que se encuentran los creyentes. Por ejemplo, puede ser posible estar en una posición filadelfiense eclesiásticamente, pero estar en una condición laodicense en la práctica.
Resumen de las siete iglesias
• Éfeso: El decaimiento del primer amor.
• Esmirna: El sufrimiento.
• Pérgamo: La mundanalidad y el clericalismo.
• Tiatira: El catolicismo controlando a la Iglesia.
• Sardis: La condición de muerte del protestantismo.
• Filadelfia: La fidelidad a la Palabra y al nombre de Cristo.
• Laodicea: La indiferencia a los reclamos de Cristo.
Capítulos 4-22: Las cosas que han de ser después de estas
Esta tercera sección del libro de Apocalipsis trata de los acontecimientos que ocurrirán “después de estas”. Bien podemos preguntar: “¿Después de qué?”. La respuesta es: “Después de que la historia de la Iglesia en la tierra esté concluida”. Esto se confirma por el hecho de que la expresión frecuentemente repetida en los capítulos 2 y 3, “lo que el Espíritu dice á las iglesias”, ya no se menciona en el libro a partir de este punto en adelante. Esto se debe a que se considera que la Iglesia ha terminado su historia en la tierra y ha sido llamada al cielo.
El Arrebatamiento no se menciona directamente en la parte profética del libro
En los capítulos 4–5 se da por sentado que el Arrebatamiento (la venida del Señor por Sus santos; Juan 14:2-3; 1 Tesalonicenses 4:15-18) ha ocurrido, ya que en estos capítulos se ve a los santos en el cielo. Estrictamente hablando, el Arrebatamiento no se menciona directamente en la parte profética del libro, porque el objetivo de la profecía no es revelar enseñanza concerniente a la Iglesia, sino exponer los juicios que preparan el camino para el establecimiento del reino de Cristo. Al tratar con la Iglesia en los siete mensajes, el Señor habla del Arrebatamiento (capítulos 2:25; 3:11), y tal vez pueda verse de forma indirecta al ser Juan llamado al cielo en el capítulo 4:1. Y de nuevo, en el capítulo 22, después que se han dado las profecías del libro, el Señor habla de Su venida de manera generalizada, tres veces, pero no la distingue de Su Aparición. (Esto se hace para que sea aplicable tanto a los creyentes como a los incrédulos). Por otro lado, la Aparición de Cristo (la venida del Señor con Sus santos; 1 Tesalonicenses 3:13; 4:14; 2 Tesalonicenses 1:7-10; 2:8; Tito 2:13; 1 Juan 2:28; 3:2; Judas 14-15) se menciona muchas veces en el libro (capítulos 1:7; 3:3; 10:1; 11:15; 14:14-16; 16:15-21; 18:21-24; 19:11-21).
En los capítulos 4 a 22, pasamos a las cosas que son estrictamente proféticas. Estos capítulos tienen que ver con los legítimos derechos de Cristo sobre la “herencia”, que es toda cosa creada en el cielo y en la tierra (capítulos 4–5). Estos capítulos también contienen muchos juicios que caerán sobre la tierra (capítulos 6–19), y el eventual reinado del Señor sobre todas las obras de Sus manos (capítulos 20–22).
Capítulos 4-5: Un paréntesis: Preparaciones celestiales previas a la caída del juicio en la tierra
Derechos de Cristo sobre la herencia
Los capítulos 4 y 5 son introductorios a los juicios proféticos que siguen en el libro y, en cierto modo, podrían verse como un paréntesis en el desarrollo de los acontecimientos en la tierra. Los capítulos 2 y 3 nos han dado la historia de la Iglesia en la tierra durante los últimos 2000 años. Inmediatamente después de que la Iglesia sea llamada al cielo, los acontecimientos del capítulo 6 tendrán lugar en la tierra: son una continuación del capítulo 3.
Estos capítulos intercalados (4–5) describen una escena en el cielo que precede a los juicios que caerán sobre la tierra. El tema que se nos presenta en estos capítulos es el mérito que tiene Cristo de poseer la herencia y de reinar sobre ella. La “herencia” se refiere a toda cosa creada en el cielo y en la tierra (Efesios 1:11,14,18). Estos capítulos muestran que Él tiene un doble mérito:
• En el capítulo 4: Él es merecedor por Sus derechos creacionales: “Tú creaste ... ” (versículo 11).
• En el capítulo 5: Él es merecedor por Sus derechos de redención: “Has redimido [comprado] ... ” (versículo 9).
Ezequiel 21:27 nos dice que Dios tiene Uno “cuyo es el derecho”: el Señor Jesucristo. Él vendrá en el momento señalado por Dios para reclamar la herencia y reinar sobre ella en justicia.
• El capítulo 4 se ocupa del “trono” y de Aquel (el Creador) que se sienta en él.
• El capítulo 5 se ocupa del “libro” y de Aquel (el Redentor) que es digno de abrirlo.
La transferencia del gobierno de la tierra de los ángeles a los hombres redimidos
Las Escrituras indican que el gobierno del “mundo venidero” (el Milenio) estará en las manos de los hombres —hombres redimidos (Hebreos 2:5-6)—. Actualmente, la tierra está bajo la jurisdicción de los ángeles, que actúan administrativamente por Dios en la ejecución de Sus tratos gubernamentales con los hombres. Después de que la presente Dispensación de la Gracia haya llegado a su fin y que la Iglesia haya sido llamada al cielo, habrá un momento en el que los ángeles serán reunidos y retirados de su cargo actual (Hebreos 12:22-23: “millares de ángeles, la congregación universal”, traducción J. N. Darby), y ese cargo será transferido a las manos de hombres glorificados en el cielo.
Esto se ve aquí en Apocalipsis 4–5. Los “cuatro seres vivientes” (traducción J. N. Darby) representan (figurativamente) los atributos del poder providencial invisible en la ejecución del juicio en la tierra. No son criaturas reales, sino emblemas de la destreza de Dios para gobernar la tierra providencialmente. Se les describe como “un león” (que significa poder), “un becerro” (que significa firmeza), “la cara como de hombre” (que significa inteligencia) y “un águila volando” (que significa rapidez de ejecución). Estos seres vivientes son vistos en el capítulo 4 como fusionados con (no distinguidos de) los ángeles. Ellos son vistos como una sola compañía que actúa para Dios en Su gobierno de la tierra. Así, la administración actual de la tierra se ejerce a través de los ángeles. Pero luego en el capítulo 5, cuando el Cordero toma el libro, los “cuatro seres vivientes” son vistos como separados y distintos de los ángeles, y en cambio fusionados con los ancianos (hombres redimidos y glorificados) como una sola compañía. Se les ve actuando junto con los ancianos en la función sacerdotal de alabanza (“arpas”), en la oración (“copas ... llenas de perfumes”), en el cantar de los redimidos (Apocalipsis 5:8-10) y en el reconocimiento de que Cristo (el Cordero) es el Gobernante supremo del mundo venidero (Apocalipsis 5:14). Esto demuestra que no pueden ser criaturas angélicas reales que Dios ha creado, porque ninguno de ellos conoce ni canta el cántico de la redención. Este cambio indica que la administración de la tierra será entonces transferida a las manos de los hombres redimidos y glorificados (Lucas 19:16-19; Romanos 8:17; 2 Timoteo 2:12; Hebreos 2:5; Apocalipsis 21:9–22:5). En el capítulo 6 se ve a los seres vivientes llevando a cabo eventos en la tierra providencialmente, de acuerdo con el Cordero y Su apertura de los sellos.
W. Kelly dijo: “Las criaturas vivientes en sí mismas representan los atributos del poder providencial en la ejecución del juicio; pero la comparación de los capítulos [4 y 5] señala una mudanza en su administración de los ángeles, que son ahora los agentes, a los redimidos, que han de serlo. Por lo tanto, en el capítulo 4 los ángeles se fusionan, por así decirlo, con las criaturas vivientes; en el capítulo 5 se diferencian en vista de los coherederos de Cristo, a quienes Dios someterá el mundo habitado venidero, y no a los ángeles (Hebreos 2:5)” (Revelation Expounded, página 87).
Los derechos de Cristo debido a la creación
Capítulo 4:1-11.— El pecado ha arruinado la creación, pero el juicio limpiará los efectos del pecado y la restablecerá a un estado en el que pueda ser utilizada para su propósito original, que es el escenario para el despliegue de la gloria de Cristo, el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre.
Versículos 2-5.— “El trono” nos presenta una figura de la sede de gobierno y autoridad de Dios en el universo. El hecho de que haya un trono de Dios nos dice que Dios está en control entre bastidores con Su mano soberana. Como Creador, el Señor tiene derechos sobre Su creación. Sin embargo, antes de que pueda ser usada para el despliegue de Su gloria en el reino, necesita ser limpiada y liberada del pecado, de Satanás y del sistema del mundo. El mismo poder de Dios que creó el mundo entero será utilizado para recuperarlo para Dios. Cristo mismo intervendrá sobre el curso de este mundo (en Su Aparición) para tomar los reinos de este mundo, y se convertirán en “los reinos de nuestro Señor, y de Su Cristo” (Apocalipsis 11:15).
No se describe al que está sentado en el trono, pero se utilizan piedras preciosas para exponer Su gloria en gobierno. A. Roach dijo que el “jaspe” y el “sardio [cornalina]” muestran la gloria revelada y no revelada del Señor. Además, hay “un arco [iris] ... alrededor del trono”. Esto representa el pacto de bendición de Dios con la tierra después del juicio (Génesis 9). Sabemos que un arco iris aparece después de una tormenta. Por lo tanto, esta es una promesa de que Dios traerá bendición a la tierra después de que la tormenta de Su juicio la haya barrido. Dice que el arco iris tiene un solo color: “esmeralda”. El verde es el color de la frescura, e indica que la promesa de Dios está fresca en Su mente y que ahora está a punto de cumplirla. Los “veinticuatro ancianos” representan a los creyentes de los tiempos del Antiguo y del Nuevo Testamento en su estado glorificado. Están “vestidos de ropas blancas”, lo que indica que han sido purificados por la obra de Cristo en la cruz. Tienen su lugar en el cielo en “tronos” alrededor del “trono” central. Los “relámpagos y truenos [estruendos] y voces [retumbos de trueno]” que salen del trono indican que el juicio será el modo de purificación de la tierra (Isaías 26:9). Las “siete lámparas” nos presentan el pensamiento de que Dios, por el poder del Espíritu, está a punto de detectar todo mal y tratar con él con justicia.
Versículos 6-8.— El “mar de vidrio” es una alusión a la fuente del templo, que se utilizaba para la purificación (1 Reyes 7:23-26). Aquí no es de agua, sino de vidrio, lo que sugiere una escena de pureza permanente para todos los que forman parte de esta escena celestial.
Como se ha mencionado, “los cuatro seres vivientes” simbolizan la ejecución del gobierno de Dios en la tierra, asociado a Su trono. Al estar fusionados con los ángeles en este cuarto capítulo, parecen incorporar los atributos tanto de los querubines como de los serafines. Los querubines se ocupan del gobierno público de Dios en la tierra (Génesis 3:24; Éxodo 25:17-20; Ezequiel 10:1-22) y los serafines se ocupan del mantenimiento de la santidad de Dios (Isaías 6:1-7).
Versículos 9-11.— La gran pregunta es esta: ¿Quién es digno de ejecutar el juicio y preparar la tierra para el reino venidero? La respuesta es: Aquel que la ha creado. Esto provoca la alabanza de cada criatura en el universo a Aquel que es el Creador. Todo el cielo prorrumpe en alabanzas al Señor Jesucristo por sus derechos de Creador.
Los derechos de Cristo por la redención
Capítulo 5:1-14.— Al igual que el capítulo 4, el capítulo 5 es una escena en el cielo. Tiene que ver con “el libro” y con Él que es digno de abrir sus “sellos”. El libro (un pergamino) no es la Biblia sino los títulos de propiedad de la herencia. Expone el propósito y el consejo de Dios con respecto a la bendición de todo el mundo bajo el reino de Cristo. Despliega cómo Él lo llevará a cabo, que será a través de Sus “juicios” (Isaías 26:9).
Si la herencia ha de ser reivindicada para Dios, la gran pregunta es ¿quién puede hacerlo? ¿Quién puede erradicar el vasto sistema de maldad, que ha llegado a través del pecado y la rebelión del hombre, de una manera que satisfaga las demandas del trono? Y, ¿quién es capaz de instaurar el vasto sistema de bendición que la benevolencia de Dios se ha propuesto para todos en el cielo y en la tierra? El universo entero es desafiado con estas grandes preguntas por la proclamación de “un fuerte ángel”, y no se encuentra a nadie entre todas las criaturas de Dios que sea digno o capaz.
Durante miles de años los hombres se han empeñado en suprimir los males del mundo e introducir una condición de paz y bienestar en la tierra, pero ninguno ha sido capaz de hacerlo. Literalmente, lo han probado todo tratando de lograr esto. Los hombres han puesto en práctica todas las formas de gobierno: monárquico, dictatorial, republicano, demócrata, socialista, etc., pero ninguna ha tenido éxito. Tampoco la religión o la fuerza militar han podido reformar las naciones del mundo. Los hombres han intentado legislar leyes a través de los tribunales de justicia y han proliferado la tierra con reformatorios y prisiones, pero ninguna de estas cosas ha funcionado tampoco. En un momento u otro, todas las clases sociales han tratado de corregir el curso de este mundo de una manera u otra: reyes, nobles, comandantes militares, la gente común de la sociedad uniéndose en una causa u otra, pero tampoco estos han tenido éxito. Entre todos ellos no se ha encontrado a nadie con la capacidad o la dignidad para traer la paz y la bendición a este mundo. Todos han fracasado porque sólo han considerado los derechos del hombre y han ignorado los derechos de Dios y los requerimientos de Su trono.
Versículos 5-6.— Nuestros ojos se dirigen entonces a ver estos requerimientos perfectamente satisfechos en Cristo. Se le describe de dos maneras: primero, como “el León”, y segundo, como el “Cordero”. Como “León” se le reconoce que es capaz, pues el león es conocido por su fuerza (Proverbios 30:30). Como “Cordero” se muestra digno porque, aunque es despreciado por los hombres, ha vencido al pecado mediante la muerte. Se le presenta como poseedor de tres atributos divinos:
• Sus “siete cuernos” simbolizan Su plenitud de poder: Su omnipotencia.
• Sus “siete ojos” simbolizan Su completo escrutinio de todas las cosas: Su omnisciencia.
• Tener los “siete Espíritus de Dios enviados en toda la tierra” se refiere a Su omnipresencia.
Versículos 7-8.— Hay dos claras acciones que siguen: la toma del libro y la apertura de sus sellos (capítulo 6:1, etc.). Tomar el libro significa el derecho de Cristo a la herencia como el Cordero, y la apertura de sus sellos significa el poder de Cristo en el juicio para recobrar la herencia como el León. El hecho de que tome el libro significa que el tiempo de “la paciencia de Jesucristo” ha quedado atrás (capítulo 1:9), y que ha llegado el tiempo de Su autoridad y poder como Señor. Cuando Él toma el libro, inmediatamente los ancianos en el cielo, actuando como sacerdotes, se postran ante Él con “arpas” y “copas de oro” (versículo 8).
• Las “arpas” representan las alabanzas de los santos.
• Las “copas” representan las oraciones de los santos.
Esto indica que esta compañía celestial de hombres redimidos (los 24 ancianos) entiende que Cristo está a punto de responder a las oraciones de los santos que durante miles de años le han pedido que venga a arreglar el mundo para la gloria de Dios (Lucas 18:7). Pero más específicamente, los santos que oran, por los cuales la compañía celestial de ancianos está tan profundamente interesada, son aquellos que sufrirán en la tierra por su fe durante el tiempo en que se efectúen los juicios apocalípticos de este libro. Estos santos son creyentes del evangelio del reino que se predicará en ese día. Son aquellos que Dios ha redimido de la nación de Israel y de las naciones gentiles (capítulo 7). Los ancianos en el cielo son vistos como sacerdotes y observadores celestiales en relación con estos santos que sufren abajo.
Sin embargo, antes de que Cristo abra los sellos y ordene que los juicios caigan sobre la tierra, todo el cielo estalla en alabanzas hacia Aquel que es capaz y digno (versículos 9-14).
Tres esferas de alabadores en tres círculos concéntricos
En la segunda mitad del capítulo 5 hay tres esferas distintas de alabadores:
1) Versículos 9-10.— El círculo más interno abarca toda la compañía redimida en el cielo: “los veinticuatro ancianos”. Ellos cantan su alabanza al Cordero (Cristo) directamente mientras exaltan Sus caminos en gracia de redimir a los hombres en la tierra. El tema de su canto es la poderosa obra de Cristo en la redención. Nótese: las palabras “nos” y “reinaremos” en los versículos 9-10 en la traducción Reina Valera deberían haber sido traducidas como “los” y “reinarán” como en la traducción de J. N. Darby. Esto significa que los ancianos no se están refiriendo a ellos mismos, sino a aquellos en la tierra con los que Dios está trabajando en gracia.
W. Scott dijo: “El pronombre ‘los’, en lugar de ‘nos’, como en la versión Autorizada, marca una importante distinción en la interpretación de este importante pasaje. Los ancianos no cantan acerca de su propia redención, sino de la de un pueblo en la tierra. Su servicio sacerdotal era en relación con otros, por lo que aquí, su canto es de los redimidos en la tierra. Cantan y celebran la bendición de otros, no la suya propia. ¡Qué altruismo! ¡Qué desprendimiento! Qué intenso es el interés por la obra de gracia de Dios en la tierra durante el interesante intervalo entre la Transformación (1 Tesalonicenses 4:17) y el Advenimiento del Señor en poder (Apocalipsis 19:11-14). Los redimidos en el cielo se deleitan en declarar la bendición de los redimidos en la tierra” (The Book of Revelation, páginas 140-141).
W. Kelly también dijo: “En este versículo se produce un cambio muy importante, bien conocido por toda persona medianamente familiarizada con las Escrituras originales. Las personas que han estudiado los manuscritos más antiguos y otros testigos de este libro, todos están de acuerdo en que debe ser, ‘y los has hecho para nuestro Dios reyes (o un reino) y sacerdotes’ ... . No hablan de ellos mismos. De hecho, estoy dispuesto a ir más lejos, y me veo obligado a afirmar mi firme impresión de que en el noveno verso la palabra ‘nos’ fue puesta por copistas que suponían que los ancianos estaban celebrando su propia bendición. Pero los ancianos están tan perfectamente en paz con respecto a sí mismos que pueden ocuparse con otros ... Están hablando de los santos cuyas oraciones estaban ofreciendo. Al igual que estaban ocupados con sus oraciones, aquí estaban alabando al Señor por Su bondad hacia los santos que aún están en la tierra” (Lectures on the Revelation, páginas 118-120).
Versículo 10.— Aquellos a quienes Cristo redime son hechos “un reino, y sacerdotes” (nota al pie de página de la traducción J. N. Darby), y reinarán con Cristo cuando Él establezca Su reino públicamente. Algunos maestros de la Biblia han interpretado la frase “y reinarán sobre la tierra” para referirse a que ellos irán al cielo y reinarán con los ancianos en el ámbito celestial del reino de Cristo (Daniel 7:18,22,27) en lo que el Señor llamó “el reino de su Padre” (Mateo 13:43). Si esto es así, los ancianos no se están refiriendo a todos los redimidos en la tierra, sino a una clase específica de santos que serán martirizados y luego resucitados para participar en el lado celestial del reino (Apocalipsis 14:13; 20:4).
2) Versículos 11-12.— El siguiente círculo contiene a los “ángeles” elegidos. Se unen al himno de alabanza, pero no se menciona que canten su alabanza. Tampoco mencionan la sangre del Cordero, al no haber conocido la redención personalmente. Ni es su alabanza al Cordero, como lo fue la de los ancianos, sino acerca del Cordero. Estas cosas denotan una menor comprensión (en cuanto a experiencia) de los caminos de Dios en gracia y gobierno.
3) Versículos 13-14.— El tercer círculo es aún más amplio y abarca “toda criatura que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y que está en el mar”, los cuales están en una posición más baja de creación. Se les ve uniéndose a la alabanza del Cordero, pero al igual que los ángeles, no cantan. Las notas de alabanza atribuidas en su adoración (cuatro) son menos que las de los ángeles (siete) y denotan una comprensión aún menor de los caminos de Dios. Esto sería en expectativa de su liberación de la servidumbre de corrupción cuando aparezca Cristo (Romanos 8:20-22).
Un vistazo del orden de los capítulos en el libro
Los capítulos que siguen (6–22) retoman el desarrollo de los acontecimientos en la tierra. Desde el punto de vista de los santos en el cielo en los capítulos 4–5, los eventos en los capítulos 2–3 se habrán cumplido en la historia y los eventos en los capítulos 6–22 están por cumplirse en el futuro.
Como se mencionó, si Dios va a usar este mundo como escenario para mostrar la gloria de Cristo en “el mundo venidero” (Hebreos 2:5), como Él ha determinado hacer, este primero tiene que ser limpiado de la maldad y de las personas malvadas mediante juicio (Isaías 26:9). Todo el mal —hombres y cosas— debe ser subyugado para dar paso al reino de Cristo en justicia (Isaías 32:1 y Zacarías 14:9). Antes de que Cristo intervenga personalmente en el juicio en Su Aparición, varios juicios providenciales e indirectos caerán desde “el trono” de Dios (capítulo 4:5) y desde “el altar” de Dios (capítulo 8:5) y desde “el templo” de Dios (capítulos 11:19; 15:5-8).
Como se ha mencionado anteriormente, Dios hace responsables a las distintas partes de la tierra por el grado de luz que les ha sido dado. En los próximos capítulos, el Señor se ocupa de cada una de estas esferas por separado y juzga a los que están en ellas correspondientemente. Las naciones cristianizadas han tenido la mayor exposición a la verdad a través del evangelio, y son las más responsables. Por lo tanto, el Señor comienza Sus juicios con ellas y luego los extiende a las otras partes de la tierra que han tenido menos luz.
En el libro, el Espíritu de Dios nos lleva tres veces a través de los acontecimientos de la última semana profética de la profecía de Daniel que está por venir (Daniel 9:24-27), y desde tres perspectivas diferentes, cada una de las cuales termina con los acontecimientos que rodean la Aparición de Cristo. Estas son:
• Capítulos 6–11:18.— El juicio de las llamadas naciones cristianizadas de occidente, que culminará con la Aparición de Cristo.
• Capítulos 12–14.— El juicio de Israel, que culminará con la Aparición de Cristo.
• Capítulos 15–16.— El juicio de las naciones fuera de la tierra profética, que culminará con la Aparición de Cristo.
A continuación, tras un largo paréntesis en los capítulos 17:1–19:10, en el que se aborda en detalle el tema de Babilonia (religiosa y política), se retoma el tema de la Aparición de Cristo en el capítulo 19:11-21, que es donde han quedado las secciones anteriores. A continuación, capítulo 20:1-15 presenta el Milenio (que se establecerá después de la Aparición de Cristo), seguido por el Estado Eterno en el capítulo 21:1-8. Los capítulos 21:9–22:5 componen un apéndice que nos da más detalles en cuanto a la Iglesia siendo utilizada para glorificar a Cristo en el Milenio. Luego, en el capítulo 22:6-21, el Señor da Sus exhortaciones finales y una promesa triple de Su venida.
Cinco Paréntesis en el Libro
Hay cinco paréntesis que deben ser tenidos en consideración:
• Capítulos 4–5.— El doble derecho de Cristo a poseer y reinar sobre la herencia, que es todo lo creado.
• Capítulo 7.— Israelitas y gentiles creyentes preservados durante la semana 70 de Daniel (Daniel 9:27).
• Capítulos 10:1–11:14.— El misterio de Dios y los dos testigos.
• Capítulo 16:15.— Cristo aparece como Ladrón en juicio.
• Capítulos 17:1–19:10.— La Babilonia religiosa y política juzgada.
A partir de este breve resumen de los capítulos, podemos ver que el libro del Apocalipsis es realmente una tesis muy ordenada sobre los acontecimientos proféticos. El hecho de que el Espíritu de Dios lleve al lector tres veces a través de la semana profética de siete años de Daniel 9:27, desde tres perspectivas diferentes, está muy en consonancia con Su forma de presentar la profecía en otras partes de la Biblia. Ya sea en los Salmos o en los Profetas, al presentar los temas proféticos ante nosotros, el Espíritu repasa ese terreno una y otra vez; terminando cada vez con la Aparición de Cristo y la introducción a Su reino (el Milenio). Por lo tanto, no es una sorpresa para el que estudia la profecía ver este mismo orden en el libro del Apocalipsis.
Capítulos 6-11:18: Juicio de las naciones cristianizadas en Occidente
Los juicios de los sellos (el principio de dolores)
Capítulo 6:1–8:5.— La parte de la tierra a la que se envuelven los juicios de los “sellos” y de las “trompetas” es Europa Occidental, y quizás las Américas y otras naciones occidentales que han aceptado externamente el cristianismo. “El Cordero” (Cristo) procede a abrir los sellos, lo que implica la ejecución de ciertos eventos y juicios en esa parte de la tierra. Estos juicios prepararán el camino para que Él tome la herencia (todo cosa creada: Efesios 1:11,14,18) y rija sobre ella con la Iglesia en Su reino.
La expresión de los cuatro seres vivientes no es: “ven y ve”, como lo traduce la Reina-Valera (versículos 1,3,5,7), sino simplemente “ven”, denotando el poder providencial de Cristo para traer estas cosas a la realidad. Por lo tanto, “ven”, en este sentido, se refiere a Su mandato de hacer que estos eventos sucedan. Los cuatro jinetes representan entidades humanas que serán impulsadas por la providencia de Dios. El Señor llamó a la primera mitad de la profética semana de años de Daniel, en la que se encuentran los primeros seis juicios de los sellos, “el principio de dolores” (Mateo 24:8).
Capítulo 6:1-2.— La apertura del primer sello. Lo que se describe por medio del jinete sobre “un caballo blanco” es lo primero que ocurrirá en la tierra después del Arrebatamiento. El jinete no es Cristo (capítulo 19:11), ni es el Anticristo (1 Juan 2:18). Se refiere a la Iglesia de Roma haciendo uso de su poder, influencia y dinero para unir a diez naciones de Europa Occidental en una federación llamada “la bestia”. Este es el resurgimiento del Imperio romano indicado en Daniel 2:41-43 y 7:7-8. Apocalipsis 17:1-6 también apunta a esto. Indica que la Iglesia Católica Romana (bajo la figura de la ramera) tendrá el control de esta federación de naciones, de recién formación, en los primeros 3 años y medio de la semana profética de Daniel 9:27. Esto se ve en la ramera cabalgando (dominando y controlando) a la bestia.
El caballo en el capítulo 6:2 es “blanco”, lo que representa la pretensión de rectitud y pureza de propósito de la Roma papal. El jinete tiene un “arco” sin flechas, indicando que la conquista de Roma sobre las naciones de Europa Occidental y la unión de estas en una superpotencia será algo sin derramamiento de sangre. Se llevará a cabo por medio de congresos y tratados en lugar de por medio de la guerra. El gobierno de la iglesia católica sobre el imperio recientemente revivido será la séptima forma de gobierno del imperio en su historia. Es mencionado en el capítulo 17 como la séptima cabeza de la bestia “que dure breve tiempo” —es decir, los primeros tres años y medio de la semana 70 de Daniel (capítulo 17:9-11).
Inmediatamente después del surgimiento de este nuevo imperio en Occidente, el “príncipe” romano al mando de sus operaciones políticas bajo la iglesia católica hará un “pacto” con los judíos para su “protección” (traducción J. N. Darby) ante la amenaza de las naciones islámicas hostiles que rodean a Israel (Daniel 9:27a). La profecía no nos da más información sobre quién es este hombre. Él es simplemente un portavoz político de la iglesia de Roma que ocupará el cargo de “príncipe” al comienzo de la última semana de años. Él es a quien se hace referencia en la primera parte de Daniel 9:27.
Este hombre no puede ser el “cuerno pequeño” (Daniel 7:8,20-21) —la “bestia” a nivel de individuo (Apocalipsis 13:4-7; 19:20, etc.)— porque tal hombre asciende al poder y se apodera del cargo del príncipe romano a mitad de la semana. Sabemos esto porque Apocalipsis 13:5 y Daniel 7:25 nos dicen que su mandato será por “cuarenta y dos meses” o “tiempo, y tiempos, y el medio de un tiempo”. (Estos períodos de tiempo en la profecía se miden desde la mitad de la semana hasta el final de la semana: Daniel 12:11). Por lo tanto, el reinado del “cuerno pequeño”, o la bestia (el individuo), tendrá lugar durante la última mitad de la semana: el tiempo de la Gran Tribulación. Se apoderará del cargo del príncipe romano a mediados de la semana, y procederá a infringir los términos del pacto que se habrá hecho con los judíos (él es a quien se hace referencia en la segunda parte de Daniel 9:27). Por lo tanto, como ha señalado L. Laurenson, hay un establecimiento del pacto y hay una ruptura del pacto; son dos cosas diferentes hechas por dos hombres diferentes (Messiah the Prince, página 160). (En el libro de Daniel, las posiciones de los que gobiernan entre los reyes gentiles son cargos que no se refieren a un individuo en particular. Por ejemplo, en relación con el Imperio griego en el capítulo 11, hay nueve o diez hombres diferentes mencionados en el papel del Rey del Norte, que se suceden unos a otros en ese cargo. De la misma manera sucede con el Rey del Sur. Lo mismo ocurre en Daniel 9:27 en conexión con el Imperio romano. El “príncipe” en la primera parte del versículo no es la misma persona como el de la segunda parte del versículo).
El establecimiento de este pacto es significativo en la profecía. Marca la reanudación del ciclo de semanas (de años) de Daniel 9:24-27, con la semana 70 (la última semana) a punto de cumplirse. Como resultado de este pacto realizado con Israel, los judíos que actualmente están dispersos por todo el mundo se sentirán seguros para regresar a su tierra natal y lo harán en masa durante la primera parte de la semana (Isaías 18:1-4; Salmo 73:10). Este pacto permitirá a los judíos practicar el judaísmo (“el sacrificio y la ofrenda”, Daniel 9:27) según la Ley de Moisés, sin ser perturbados. Matar sacrificios y presentárselos a Jehová es algo que no han hecho desde hace más de 2000 años (Oseas 3:4).
Capítulo 6:3-4.— La apertura del segundo sello. La paz civil será arrebatada a las naciones de Europa Occidental (Mateo 24:6-7a). El caballo es “bermejo”, indicando el derramamiento de sangre.
Capítulo 6:5-6.— La apertura del tercer sello. La agricultura fracasará, lo que causará una hambruna generalizada (Mateo 24:7b). El caballo es “negro”, lo que indica un tiempo de lamentación y luto. El “vino” y el “aceite” hacen referencia a los ricos de la sociedad, particularmente a los judíos que habrán regresado en masa a su tierra natal. Estos no se verán afectados inicialmente (Proverbios 21:17).
Capítulo 6:7-8.— La apertura del cuarto sello. La pestilencia (enfermedad) se extenderá por Europa Occidental (“la cuarta parte de la tierra”) y muchos morirán (Mateo 24:7c). El caballo es “amarillo”, indicando enfermedad y muerte.
Capítulo 6:9-11.— La apertura del quinto sello. Las autoridades de Roma comenzarán a martirizar a los testigos judíos que predicarán el evangelio del reino (Mateo 24:9). Este evangelio anuncia que viene un Rey que derribará todo poder gubernamental y establecerá Su propio reino en el que reinará soberanamente (Salmo 96). Esto será considerado como subversivo al régimen católico (la ramera; capítulo 17) que estará en control del imperio (la bestia) en ese momento, y desatará su ira contra estos testigos a quienes verá como revolucionarios. Por lo tanto, serán apresados por las autoridades y ejecutados, es decir martirizados (Apocalipsis 17:6). Las almas de estos testigos permanecerán en estado de separación hasta el final de la semana profética, y entonces serán resucitadas (Apocalipsis 14:13).
Capítulo 6:12-17.— La apertura del sexto sello. Al acercarse la mitad de la semana, Satanás será arrojado a la tierra (capítulo 12:7-9, 12:13), e inmediatamente causará una convulsión en el gobierno de las naciones confederadas de Occidente bajo el liderazgo del sistema católico. De esta manera, habrá una gran agitación política. Esto se presenta simbólicamente bajo la figura de “un gran terremoto”. Como resultado, las sedes de gobierno en Occidente serán empujadas temporalmente a un estado de confusión y anarquía. No se menciona aquí, pero Satanás vigorizará entonces a un hombre (la bestia a nivel de individuo) que se levantará de la confusión y tomará el control del liderazgo del imperio (Apocalipsis 13:1-10). Tomará el cargo del príncipe romano y motivará a los diez reyes (naciones) de la federación para que derroquen al régimen católico, la ramera (Apocalipsis 17:16-17).
Los corazones de los hombres desfallecerán de temor en vista de lo que está por venir (Lucas 21:25-26). El hecho de que hablen de “la ira del Cordero” muestra que son personas ilustradas que están familiarizadas con el evangelio y ciertas enseñanzas bíblicas, pero tristemente, han descuidado recibir a Cristo como su Salvador cuando tuvieron la oportunidad de hacerlo. Creen erróneamente que Él está a punto de venir a juzgar al mundo, pero eso acontecerá más tarde.
Capítulo 7: Un paréntesis entre el sexto y el séptimo sello
Dos compañías de personas preservadas en la tierra
Se abre un paréntesis para explicar que Dios está en completo control de todos los eventos venideros, y que muchos serán preservados en los juicios y entrarán en el reino milenario de Cristo para disfrutar de sus bendiciones terrenales. El Señor no sólo ordenará que los juicios providenciales caigan sobre la tierra (capítulo 6), sino que también ordenará la preservación providencial de dos bendecidas compañías de personas que pasarán por ese terrible período (capítulo 7).
Versículos 1-8.— La primera es una compañía elegida de israelitas (bajo la figura ilustrativa de 144.000) que creerá en el evangelio del reino. Son un remanente de “todas las tribus” de Israel. Su preservación está representada por los “cuatro ángeles” que restringen “los cuatro vientos de la tierra” (la obra universal de los poderes demoníacos para aplastar y destruir). Un “sello” es puesto sobre ellos indicando que han sido marcados para la bendición. Las tribus de Dan y Efraín se omiten quizá por su complicidad con la idolatría (Deuteronomio 29:18-21; Jueces 18:1-31; 1 Reyes 12:25-30; Oseas 4:17). Esto no significa que no se salvará nadie de esas tribus, pues la Escritura indica en otra parte que algunos de cada tribu de Israel serán introducidos en la bendición (Ezequiel 48).
Versículo 9.— El segundo es una compañía elegida de gentiles de todas las naciones de la tierra que también creerán en el evangelio del reino.
Versículos 10-17.— Ambas compañías sobrevivirán a este terrible tiempo y entrarán en el Milenio. Se unirán alegremente a la alabanza del Cordero que ya ha sido comenzada en el cielo por los ángeles y los ancianos. Le alabarán “día y noche” en el “templo” terrenal que se construirá en el Milenio (Isaías 56:6-7; Ezequiel 40–44; Salmo 134:1). El Cordero “tenderá Su pabellón sobre ellos” en los cielos (versículo 15). Esta compañía de israelitas y gentiles redimidos no son cristianos alabando a Dios en el cielo, sino personas celebrando su liberación de sus opresores en la tierra. Es una escena terrenal de alabanza en un templo terrenal. T. B. Baines dijo: “Si es en la tierra donde lavan sus ropas y las emblanquecen, ¿por qué no ha de ser en la tierra donde las visten? Si son conquistadores en la tierra, ¿por qué no han de llevar sus palmas en la tierra? Las multitudes en el cielo se dice que están ‘alrededor’ del trono, pero de éstos se dice que están ‘delante’ de él. Durante el reinado de Cristo, Dios tendrá Su trono terrenal, y la gloria de Cristo se manifestará en la tierra” (The Revelation of Jesus Christ, página 103).
Los versículos 11-14 describen a la compañía celestial viendo a la compañía terrenal que ha salido de la Gran Tribulación. Los versos 15-17 hablan de la porción de la compañía terrenal en el reino.
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Los juicios de las trompetas (la Gran Tribulación)
Capítulos 8:1–11:18.— El desarrollo de los acontecimientos del capítulo 6 se reanuda con la apertura del “séptimo sello” (capítulo 8:1). Esto resulta en los siete juicios de trompeta que caen sobre las naciones occidentales sobre las cuales ha brillado la luz del cristianismo, pero la han rechazado. Estos juicios serán directamente ejecutados de la mano del Señor mismo (el Ángel-sacerdote) y son más directos y severos que los juicios de los sellos. Estos juicios cubren la segunda mitad de la semana profética de Daniel 9:27 (tres años y medio), que es el tiempo de “grande Tribulación” (Mateo 24:21; Apocalipsis 7:14).
En relación con los juicios de las trompetas de los capítulos 8–9, es significativo que el Espíritu de Dios utilice la expresión “la tercera parte” catorce veces (en la traducción de J. N. Darby). Es una expresión técnica en la profecía que hace referencia a una determinada zona del mundo: la tierra profética occidental. Se trata esencialmente del territorio en Europa que el antiguo Imperio romano una vez poseyó.
Los primeros cuatro juicios de trompetas consisten en llevar la apostasía de las naciones occidentales a su culminación, y dejando así esas tierras listas para el juicio, mientras que el quinto juicio de trompetas está relacionado con la apostasía de los judíos en la tierra de Israel. El resultado será una apostasía total de esas partes de la tierra que alguna vez estuvieron iluminadas.
Capítulo 8:7.— La primera trompeta. La prosperidad (“árboles” y “hierba verde”) en las naciones occidentales se secará. Esto marca el colapso de la economía en Occidente.
Capítulo 8:8.— La segunda trompeta. Juan ve “un grande monte ardiendo con fuego” disolverse en “la mar”, es decir, una enorme erupción volcánica. Ya que los montes en las Escrituras son figuras de las grandes naciones de este mundo (las colinas hablan de naciones menores), lo que Juan vio se trata de una gran y poderosa nación de Occidente desintegrándose y disipándose entre las demás naciones (Apocalipsis 17:15). Es un juicio de Dios, del que el “fuego” es una figura. El resultado es que muchos en Occidente abandonarán formalmente su profesión de Dios y apostatarán (el mar se torna en “sangre”).
Muchos maestros de la Biblia piensan que este “monte” podría ser los Estados Unidos de América. Si esto es cierto, explicaría por qué esa gran potencia militar no se menciona teniendo parte en las guerras venideras de Armagedón —¡ya no existirá como una potencia mundial cuando esas guerras ocurran!—. W. Kelly dijo: “Los Estados Unidos de América se verán en un terreno pantanoso político; y como hasta ahora han sido un mero omnium gatherum o un conglomerado del resto del mundo, especialmente de Europa, que comprende sin duda una gran cantidad de habilidades, industria y creatividad, pero también no poco de la escoria y los desechos de todas las naciones; por lo que creo que se dividirán en facciones de elementos primitivos y alborotadores; y, después de exponerse jactancia vacía, acabarán estallando como una burbuja. ... Entonces, en cuanto a Estados Unidos de América, concibo que la joven gran potencia que ha crecido con tanta rapidez se hundirá aún más rápido, probablemente por la disputa interna, pero con seguridad de alguna manera antes de que llegue aquel día. Se dividirá en diferentes fragmentos. Su principal objetivo es mantener la unidad política. Esta es su gran ambición, y aunque pueda parecer que se mantiene y progresa, como todo lo que es ambicioso es propenso a prosperar durante un tiempo, todo se vendrá abajo antes de que haya pasado mucho tiempo. Porque es un hecho notable que no hay lugar en la profecía para una vasta potencia influyente, como lo serían naturalmente los Estados Unidos de América, si conservaran tanto tiempo su cohesión. ¿Es concebible que existiera tal potencia en aquel tiempo sin que se la mencionase? ¿Se puede explicar su omisión de otra manera que por su disolución?” (Lectures on the Minor Prophets, páginas 109-110).
Capítulo 8:10-11.— La tercera trompeta. Una persona importante en una posición de gran influencia en Occidente (“una grande estrella”) renunciará formalmente a su conocimiento profesado de Dios, y esto llevará más a la apostasía.
Capítulo 8:12.— La cuarta trompeta. Muchos otros líderes influyentes en Occidente a quienes los hombres acuden en busca de guía y consejo (“el sol”, “la luna” y “las estrellas”) también caerán en la apostasía. Estos podrían ser respetados políticos, analistas financieros, etc.
Capítulo 9:1-12.— La quinta trompeta. El Anticristo, el falso Mesías de los judíos (“una estrella”), se presentará en la plenitud de su carácter satánico. Se le concederá el poder de abrir el “abismo” —la prisión de los demonios (Lucas 8:30-31)— y de dejar suelta su influencia enceguecedora (“humo”) sobre la tierra. La figura de las “langostas” con “colas” de “escorpiones” y con “aguijones” de escorpiones (versículo 10) se usa para describir la destrucción espiritual de la apostasía que estos sujetos demoníacos causarán en las almas. Su cometido será hacer que la muchedumbre no sellada de los judíos en la tierra de Israel crea la “mentira” del Anticristo (versículo 4). T. B. Baines señala que, ya que el acto de sellar en el capítulo 7 está vinculado a la nación de Israel, y no a los gentiles, deducimos que este juicio de trompeta tiene que ver con la muchedumbre reprobada de los judíos en la tierra de Israel (The Revelation of Jesus Christ, página 120). Como juicio retributivo, Dios permitirá que sean cegados por la mentira (Isaías 8:21-22) porque se negaron a creer el evangelio de Su gracia cuando fue predicado por la Iglesia. Su poder cegador también engañará a la muchedumbre de las naciones occidentales que alguna vez fueron cristianizadas, y las llevará a la apostasía (2 Tesalonicenses 2:9-10).
Capítulo 9:13-21.— La sexta trompeta. La federación de diez naciones de Occidente (la bestia), que tendrá el control de la tierra de Israel como siendo parte de su imperio, tendrá su frontera oriental (la cual simboliza “el gran río Éufrates”) caer ante un vasto ejército de soldados atacantes. Estos serán los ejércitos de otra confederación de diez naciones islámicas al norte y al este de Israel. Serán dirigidos por “el rey del norte”, el asirio (Salmo 83:1-8; Daniel 11:40-41). Véase Apocalipsis 16:12. En cuestión de pocos días, estos ejércitos pasarán rápidamente y con devastación por la tierra de Israel y destruirán a la multitud de judíos que habrán recibido al Anticristo y adoran la imagen de la Bestia. ¡Esto será aproximadamente diez millones de judíos! Hay alrededor de 15 millones de judíos en todo el mundo, 6 millones de los cuales están en la tierra de Israel ahora. Los nueve millones restantes regresarán a su patria en la primera parte de la semana 70 de Daniel (Isaías 18:1-4), con lo que el total en la tierra será de 15 millones. Como indica este juicio de trompeta, el Rey del Norte y su confederación árabe diezmarán la tierra de Israel, cortando dos tercios del pueblo (Zacarías 13:8). Estos feroces guerreros se describen como impulsados por poder satánico: “Su poder está en su boca y en sus colas: porque sus colas eran semejantes á serpientes” (versículo 19).
Capítulos 10:1-11:14: Un paréntesis entre la sexta y la séptima trompeta
Ya que los juicios que han caído hasta ahora nos han llevado al momento en que Cristo aparecerá personalmente desde el cielo en juicio (como se indica en el sonido de la séptima trompeta; Apocalipsis 11:15-18), ahora se nos dan en un paréntesis más detalles sobre este monumental evento. Este paréntesis consiste en dos temas relativos a la intervención de Cristo: en primer lugar, Su venida para poner fin al curso del mal en este mundo (capítulo 10), y, en segundo lugar, Su venida para vindicar al fiel remanente judío que será martirizado por su testimonio contra la adoración de la Bestia y su imagen (capítulo 11).
El misterio de Dios finalizado
Capítulo 10:1-11.— La declaración de que “el misterio de Dios” está “consumado” tiene que ver con la pregunta del por qué Dios ha permitido que el mal continúe en la tierra sin control. Este misterio está ahora a punto de ser resuelto por Cristo (el “Ángel fuerte”) interviniendo públicamente sobre el curso de maldad en constante crecimiento de este mundo y poniéndole fin llevándose a los perversos a juicio. A la vez, reclamará Su herencia según las profecías del “librito”. El contenido del librito es la suma de las profecías del Antiguo Testamento que prometen que el Mesías de Israel vendrá y reinará en un reino universal (Isaías 32:1; Salmos 45:1-5; 72:1-8; Zacarías 14:9, etc.). Estas Escrituras que se relacionan con la venida del Mesías son llamadas “los oráculos de Dios” (Romanos 3:2, traducción J. N. Darby). El hecho de poner Su pie sobre “el mar” y “la tierra” es una representación de Cristo afirmando Sus derechos sobre Su herencia, que es toda cosa creada (Salmos 24:1; 95:5). Esto es una respuesta al Salmo 2:8-9.
En el momento en que Cristo intervenga públicamente en el juicio, “el misterio de iniquidad” —que es la obra de la “iniquidad” entre los hombres en oposición a la voluntad de Dios en todas las cosas divinas y seculares— llegará a su fin. Es algo que ha estado ocurriendo desde los días de los apóstoles y ha continuado creciendo y alcanzará su culminación en la apostasía del “hombre de pecado”: el Anticristo (2 Tesalonicenses 2:6-8). Dios ha impedido al progreso del mal hoy en día por medio de dos impedidores que ha dispuesto en la tierra para restringir su progreso. El apóstol Pablo los define así:
• “Lo que impide” (2 Tesalonicenses 2:6).
• “El que ahora impide” (2 Tesalonicenses 2:7).
“Lo que impide” se refiere al principio de ley y orden en el gobierno humano que Dios puso en manos del hombre para que lo ejerciera después del diluvio (Génesis 9:5-6; Eclesiastés 5:8; Romanos 13:1-7). J. N. Darby dijo: “‘Lo que impide’, por lo tanto, es el poder de Dios actuando en el gobierno aquí abajo según lo autorizado por Él. El más grave abuso de poder sigue teniendo este último carácter. Cristo pudo decir a Pilato: ‘Ninguna potestad tendrías contra Mí, si no te fuese dado de arriba’. Por muy malo que fuese, su poder es reconocido como procedente de Dios” (Synopsis of the Books of the Bible, sobre 2 Tesalonicenses 2). También dijo: “‘Lo que impide’ en el griego se refiere a una cosa. ¿Qué es? Dios no nos ha dicho lo que es, y esto, sin duda, es porque lo que impedía entonces no es lo que impide ahora. En aquel entonces era, en un sentido, el Imperio romano, como pensaban los antiguos, que veían en el poder del Imperio romano un obstáculo para la revelación del hombre de pecado, y por ello oraban por la prosperidad de ese imperio. En la actualidad, el obstáculo es la existencia de los gobiernos establecidos por Dios en el mundo” (Collected Writings, volumen 27, páginas 302-303).
El segundo Impedidor es “El que ahora impide” (2 Tesalonicenses 2:7). Esto se refiere a una Persona divina: el Espíritu Santo que reside en la tierra en la Iglesia, que actúa para impedir el mal en varias esferas. El apóstol Pablo dijo que el Espíritu impedirá “hasta que sea quitado de en medio [se haya ido]” (traducción J. N. Darby). Por lo tanto, habrá un tiempo en el que el Espíritu Santo ya no residirá en la tierra. Actualmente, el Espíritu mora en la Iglesia, pero cuando la Iglesia sea llamada a salir de la tierra en el Arrebatamiento, el Espíritu también habrá “ido” de la tierra en ese momento, porque Él mora en la Iglesia “para siempre” (Juan 14:16). Esto no significa que el Espíritu dejará de trabajar en la tierra. Él continuará trabajando aquí, pero será desde el cielo como lo hizo en los tiempos del Antiguo Testamento.
Después del Arrebatamiento, el mal crecerá a un ritmo acelerado, porque los gobiernos de Occidente apostatarán y el Espíritu de Dios ya no residirá en la tierra para impedir el mal. Sin embargo, la obra del mal será parada abruptamente en la Aparición de Cristo, que es el punto que tenemos ante nosotros en Apocalipsis 10. Por lo tanto, la razón por la que Dios ha permitido, y seguirá permitiendo, que el mal crezca en la tierra, es que la tierra debe estar “madura” para el juicio antes de que Él intervenga y la juzgue (Génesis 15:16; Apocalipsis 14:15).
Se mantendrá un testimonio adecuado en Jerusalén
Capítulo 11:1-14.— La segunda parte de este paréntesis indica que la Aparición de Cristo será también el momento de la liberación de los judíos y la bendición de su nación. Mientras lo esperan, Dios los utilizará como testimonio durante la Gran Tribulación bajo la figura de “dos testigos”.
Versículos 1-2.— “Y se me dijo” indica que el que habla a Juan es el mismo Ángel mencionado en el capítulo 10:1, ya que el tema está conectado con la palabra “Y”. Es el Señor mismo. Esto queda claro en el versículo 3: “Daré á Mis dos testigos ... ”. Solamente puede ser el Señor quien está hablando. A Juan se le da una “vara” y se le dice que “mida” tres cosas: “el templo de Dios”, “el altar” y “los que adoran en él”. Siempre en las Escrituras, cuando Dios mide algo, es una señal de que está a punto de hacerse cargo de ello con la intención de bendecirlo (Jeremías 31:39; Zacarías 2:1-5; Ezequiel 40–43). Medir también implica que Él conoce y se preocupa por lo que mide.
• “El templo de Dios”: representa Su morada.
• “El altar”: representa el acercamiento a Dios por medio de un sacrificio.
• “Los que adoran en él”: representa al remanente judío.
Juntando estas tres cosas aprendemos que, durante el tiempo de la gran apostasía, que resultará de los engaños del Anticristo, Dios tendrá una compañía de judíos (el remanente) que permanecerá fiel y se acercará a Su presencia en adoración y oración.
El “patio” en el templo es donde la multitud del pueblo permanecía fuera del santuario (Lucas 1:10, 1:22); representa la multitud de judíos en ese día venidero. Esto no es medido porque estos judíos serán infieles y apóstatas. Habrán recibido al Anticristo y creído su mentira, y así adorarán a la imagen de la Bestia. Ellos definitivamente no serán preservados para bendición, sino que más bien, serán entregados “a las naciones” (la confederación occidental bajo la Bestia; traducción J. N. Darby) que tendrá el control de “la ciudad santa” de Jerusalén y de la tierra de Israel durante la segunda mitad de la semana profética venidera. Así, “hollarán” a la multitud apóstata de los judíos y permanecerá como cautiva y sirviente en el imperio de la Bestia durante ese tiempo. Cumplirán sus órdenes intensificando la persecución de sus hermanos, el remanente judío fiel.
Versículo 3.— Independientemente de cuán turbias se pongan las cosas en la Gran Tribulación, cuando la mentira del Anticristo engañe al mundo occidental y a los judíos apóstatas en la tierra de Israel, Dios mantendrá un testimonio adecuado para Sí mismo, representado en los “dos testigos”. (“Dos” es el número suficiente de testigos en las Escrituras: Juan 8:17; Deuteronomio 19:15). Estos testigos no son dos personas literales, como muchos han pensado. Más bien, simbolizan una pequeña pero adecuada porción del remanente judío que permanecerá en la ciudad de Jerusalén (donde reinará el Anticristo) para dar testimonio de Dios ante la gran apostasía. Esta porción del remanente judío será milagrosamente potenciada por Dios para este testimonio especial. (El resto del remanente huirá a las montañas por seguridad: Mateo 24:16).
F. B. Hole dijo: “La pregunta surge naturalmente: ¿debemos entender estos versículos como la predicción del surgimiento de dos hombres reales, o es más bien que Dios levanta y mantiene, durante el tiempo que Él crea conveniente, un testimonio suficiente y poderoso que tiene las características tanto de Elías como de Moisés? Nos inclinamos por este último punto de vista, y ello especialmente por el carácter simbólico de todo el libro. Creemos entonces que no indican un testimonio grande y abundante (esto sería indicado por tres y no por dos), sino un testimonio suficiente, divinamente y, de hecho, milagrosamente, preservado y sostenido en esta época” (The Revelation, página 247).
W. Scott dijo: “Sobre la cuestión del número de testigos se han propuesto innumerables conjeturas, tales como los dos Testamentos, la Ley y el Evangelio, Hus y Jerónimo, los Valdenses y los Albigenses, etc. Otros, con un punto de vista más racional, y con una aparente aprobación de la Escritura, suponen que Moisés y Elías son los dos testigos, y citan Malaquías 4:5 como prueba de su argumento. ‘Acordaos de la ley de Moisés mi siervo’ (versículo 4) no implicaría una presencia personal del gran legislador en las escenas de los últimos días; mientras que el versículo 5 sí parece una declaración muy expresa de que el distinguido profeta ha de reaparecer de nuevo en Palestina: ‘He aquí, yo os envío á Elías el profeta, antes que venga el día de Jehová grande y terrible’. Un testimonio completo y suficiente es el concepto intencionado en el número de los testigos. A nuestro parecer, en la solemne crisis que tenemos por delante se requiere un número mayor que el de exclusivamente dos personas, y que el versículo 8 también supone una compañía de testigos asesinados” (The Book of Revelation, página 230).
La pregunta fue enviada al editor de la revista Help and Food [Ayuda y Alimento]: “Pregunta: ¿Sería tan amable de explicar el significado de los ‘dos testigos’ de Apocalipsis 11:3? Respuesta: Creemos que son el remanente judío fiel durante la segunda mitad de la última semana de Daniel: el tiempo de la Gran Tribulación. El número dos no es necesariamente literal, sino que denota un testimonio suficiente, tal como lo requería la Ley.... Como Moisés y Elías, cuyo testimonio estuvo bajo circunstancias similares, y es análogo al de ellos, tienen con ello poder contra sus enemigos, aunque estando el Rey todavía ausente, llevan oprobio y sufrimiento” (Help and Food, volumen 19, página 252).
Versículos 4-6.— Estas “dos olivas [olivos]” y “dos candeleros” profetizarán durante “mil doscientos y sesenta días” (1260 días) con espíritu de luto (“sacos”). Esto es 18 días menos que “cuarenta y dos meses” (1278 días), que es el final de la semana profética cuando el Señor aparecerá. Esto muestra que Dios, en misericordia, acortará los días de su sufrimiento debido a que la intensidad de la persecución contra Sus elegidos será de tan gran magnitud (Mateo 24:22). Por lo tanto, la Gran Tribulación causada por la Bestia y el Anticristo durará 1260 días. No se menciona aquí, pero esta gran persecución será detenida por las incursiones del Rey del Norte y su confederación árabe (Daniel 11:40-42; Salmo 83). Entrarán en la tierra desde el norte y masacrarán a los judíos apóstatas, los perseguidores del remanente. Podrían ser hasta diez millones de judíos apóstatas matados en pocos días (Zacarías 13:8), tras lo cual (18 días después) acontecerá la Aparición de Cristo.
Versículos 7-14.— Cuando termine el “testimonio” de los dos testigos, serán asesinados y luego arrebatados al cielo en la última fase de la primera resurrección (capítulo 14:13). “El remanente [los demás]” mencionado en el versículo 13 (versión King James) no es el remanente de los judíos temerosos de Dios, sino es el resto de la gente de la ciudad que no murió por el terremoto. Se trata de judíos culpables, sin arrepentimiento, apóstatas, que desean que Dios se aleje de ellos. Dan “gloria al Dios del cielo”, no en el sentido de adorar de corazón, sino como obligados a reconocer que ha sido Su mano la que ha provocado que esto ocurra.
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Reanudación de los juicios de trompetas
Capítulo 11:15-18.— La séptima trompeta. Cristo aparece por fin desde el cielo en juicio (1 Tesalonicenses 3:13; 4:14; 5:2; 2 Tesalonicenses 1:7-10; 2:8; Judas 14-15, etc.). “Los reinos del mundo han venido á ser los reinos de nuestro Señor, y de Su Cristo: y reinará para siempre jamás”. Así, un gobierno mundial, que los hombres han soñado tener pero que nunca han podido lograr, será finalmente establecido en la tierra bajo el Señor Jesucristo. Este reino durará mil años: hasta el fin del tiempo (Apocalipsis 20:4).
En el quinto juicio de trompeta, hemos visto una invasión de fuerzas demoníacas trabajando para engañar a los judíos en la tierra de Israel; y en el sexto juicio de trompeta, hemos visto una invasión de soldados islámicos frenéticos invadiendo y destruyendo la multitud apóstata de judíos en su tierra. Ahora, en este juicio de la séptima trompeta, tenemos una invasión de los ejércitos del cielo (los santos glorificados) dirigidos por el Señor cuando aparezca y juzgue a este mundo en justicia (Apocalipsis 19:14; Hechos 17:31). Las naciones tanto de Oriente como de Occidente responderán a esta intervención celestial en una guerra total, el Armagedón (Apocalipsis 16:12-16), en cuyo momento el Señor aplastará a todas ellas y establecerá Su reino milenario, que continuará hasta el juicio del Gran Trono Blanco al fin de los tiempos.
(El hilo de los acontecimientos desde la Aparición de Cristo en adelante se reanuda en el capítulo 19:11).
Capítulos 12-14: Juicios relacionados con Israel
Esta sección del libro comienza en realidad en el capítulo 11:19. En estos capítulos, el Espíritu de Dios hace que volvamos a recorrer el mismo período de tiempo cubierto en los capítulos 6–11, pero desde una perspectiva diferente. En realidad, esta profecía tiene su comienzo mucho antes de la semana 70 de Daniel, llevando al lector a través de un bosquejo profético continuo desde el nacimiento de Cristo hasta que Él aparece y pisa el lagar del juicio (capítulo 14:14-20).
Después de presentarnos cosas desde el punto de vista de las naciones cristianizadas de Occidente en los capítulos previos, el Espíritu de Dios nos da ahora detalles desde la perspectiva de los tratos de Dios con Israel. Esto puede verse en el hecho de que los símbolos y el lenguaje utilizados en estos capítulos son distintivamente judaico. Esto es evidente por la mención del “arca de Su testamento”, que es el signo de la fidelidad de Dios con Su pueblo terrenal, Israel. La mención de “señal” (versículos 1 y 3) también indica que hay un orden judaico ante nosotros (Mateo 16:1; 1 Corintios 1:22). La identificación de los “días” y los “tiempos” también indica esto (versículos 6,14; Gálatas 4:10). Con la presentación de estas cosas, vemos que los pensamientos y los caminos de Dios se dirigen a Israel, y por lo tanto habrá un resurgimiento de Su trato con ellos a nivel nacional.
La apertura del “templo” en el cielo y los juicios que proceden de él indican que lo que está a punto de revelarse en esta profecía es una perspectiva diferente en los tratos de Dios con la tierra. En los capítulos 6–11, hemos visto que los juicios proceden del “trono” de Dios (capítulo 4:5), pero ahora en los capítulos 12–14, los juicios proceden del “templo” de Dios. Esto indica que el tema de estos capítulos ha cambiado y una nueva profecía ha comenzado.
Esta sección del libro comienza llevándonos de vuelta al nacimiento de Cristo, porque muchos de los tratos de Dios con esa nación en el futuro se centran en su rechazo a Él en el pasado. Por lo tanto, Dios reanudará Su trato con Israel donde lo dejó hace dos mil años (Miqueas 5:3).
El remanente de judíos creyentes bajo la persecución de Satanás
Capítulo 12:1-17.— El capítulo comienza con Israel (“una mujer”) en el lugar en el que las promesas de Dios y las Escrituras proféticas del Antiguo Testamento la sitúan según el propósito de Dios (Génesis 37:9-11; Deuteronomio 28:13). Estar “vestida del sol” y tener “la luna debajo de sus pies” significa que Dios tiene la intención de que Israel tenga un lugar de autoridad suprema entre las naciones de la tierra. Las “doce estrellas” con las que está coronada se refieren a la dignidad que tendrán las doce tribus de Israel en el día del reinado de su Mesías en la tierra. La mujer que está “de parto” hace referencia a la lucha en la que se encontraba la nación en el tiempo de la primera venida de Cristo, cuando sufría bajo el dominio romano.
Versículos 3-5.— Satanás (“un grande dragón bermejo”) es visto como controlando el Imperio romano. Esto está indicado por el hecho de que el dragón tiene “siete diademas” en sus “siete cabezas”. Las siete cabezas se refieren a las siete formas de gobierno por las que el Imperio romano ha pasado, o pasará, en orden consecutivo a través del tiempo. Ha tenido reyes, dictadores, tribunos militares, cónsules, decenviros, un gobierno imperial (que estaba gobernando en el momento en que fue escrito el libro de Apocalipsis), y también tendrá una forma de gobierno bajo la ramera (la iglesia católica) que aún está por venir (Apocalipsis 17:3). (Esta séptima forma de gobierno se tornará en una “octava”, que será un gobierno satánico bajo la Bestia a nivel de individuo, cuando la “herida de su llaga”, la de la séptima cabeza, haya sido “curada”: Apocalipsis 13:3; 17:10-11). Las “coronas” en las siete cabezas del dragón representan la autoridad gobernante de Satanás. Los líderes en el gobierno del imperio (“las estrellas”) son vistos como siendo manipulados por el dragón (arrastrados por su “cola”) y utilizados en el plan del dragón para destruir a Cristo (“el Hijo varón”) cuando nació en este mundo (Mateo 2). El rey Herodes sería una de esas estrellas que el dragón controlaba. Entonces la profecía pasa por encima de treinta y tres años y medio, desde el nacimiento de Cristo hasta Su ascensión al cielo, afirmando que “su Hijo fué arrebatado para Dios y á Su trono” (versículo 5).
Versículos 6-17.— La profecía vuelve a mirar unos 2000 años hacia adelante, hasta la mitad de la semana 70 de Daniel. Esto se indica por la huida de la mujer al “desierto”, donde es protegida providencialmente durante “mil doscientos y sesenta días” (1260 días). Todos estos períodos de tiempo en la profecía se miden desde la mitad de la semana profética —cuando la abominación de la desolación se establece— hasta el final de la semana (Daniel 12:11). En la mitad de la semana, Dios limpiará los cielos (Job 15:15) arrojando a Satanás y sus ángeles del cielo a la tierra (versículos 8-9). La Gran Tribulación (la última mitad de la semana) comenzará entonces con Satanás organizando un intento de destruir a “la mujer” y “el remanente de su simiente” (traducción J. N. Darby): los judíos fieles que se negarán a adorar a la bestia.
Un doble ataque al remanente de creyentes judíos
• Un ataque espiritual.— Un “río” de apostasía será utilizado por Satanás en su carácter de “serpiente” en un intento de engañar al remanente elegido de judíos para que crean la mentira del Anticristo (versículos 15-16; Mateo 24:22-26; 2 Tesalonicenses 2:11).
• Un ataque físico.— Una “guerra” de persecución será desatada por Satanás en su carácter de “dragón” en un intento de matar al remanente elegido de judíos (versículo 17; Salmos 10:1-11; 12:1; Isaías 57:1-2).
La “tierra ayudó á la mujer” (versículo 16). Esto significa que el cuidado providencial de Dios obrará para preservar una porción del remanente judío, y ellos sobrevivirán a la Gran Tribulación y entrarán en el Milenio.
La trinidad del mal en la crisis venidera
• El “grande dragón bermejo”: Satanás (capítulo 12).
• La “bestia” del mar: el líder político de las naciones de Occidente (capítulo 13:1-8).
• La “bestia” de la tierra: el Anticristo (capítulo 13:11-18).
Los dos agentes principales de Satanás
Capítulo 13:1-18.— Al estar limitado a la tierra, Satanás necesitará instrumentos humanos para lograr su fin de destruir a la mujer y a su simiente (el remanente judío). El capítulo 13 muestra que tendrá dos hombres a los que personalmente dotará de energía para este propósito.
Los capítulos 12–14 indican que una serie de acontecimientos significativos ocurrirán a mediados (o justo después de la mitad) de la semana profética. El primero es Satanás siendo arrojado a la tierra (Apocalipsis 12:7-9). El segundo es una persecución total lanzada contra el remanente judío (Apocalipsis 12:13-17).
La primera bestia
Versículos 1-10.— La tercera cosa que ocurrirá hacia la mitad de la semana profética es que el gobierno en Occidente (la recién formada federación de diez naciones llamada “una bestia”; capítulo 17:3) tomará una forma nueva y diferente a través de un hombre maligno que tendrá el poder satánico tras de sí. Este hombre ascenderá al poder en el imperio a través de una convulsión política (el “gran terremoto”: capítulo 6:12) que Satanás causará en el gobierno que existirá bajo “la ramera”, la iglesia católica (Apocalipsis 17:1-6). Este líder político es conocido por el mismo nombre que el imperio: la “bestia” (versículos 4-8; 19:20; 20:10). También se le conoce como “el cuerno pequeño” (Daniel 7:8), “el rey de Babilonia” (Isaías 14:4); “el príncipe” (Daniel 9:26, y el segundo personaje mencionado en 9:27: el que hará cesar el sacrificio).
Como ya hemos mencionado, la “bestia” que sube del mar, con “siete cabezas y diez cuernos”, es la federación europea de diez naciones de Occidente: el Imperio romano revivido (Daniel 2:40-45; Apocalipsis 17:3,9-11). “Subir del mar” no hace referencia al renacimiento del imperio, lo cual ocurrirá justo antes de que comience la semana profética por obra de la iglesia católica romana (Apocalipsis 6:1-2). Esta subida del mar hace referencia a su surgimiento satánico a partir del caos político que existirá entre los gobiernos en Occidente en Europa a mediados de la semana. Como mencionamos anteriormente, este caos será el resultado del arrojamiento de Satanás en tierra y su provocación de problemas en el gobierno a través de este hombre maligno, el anticristo. La convulsión en el gobierno de Occidente es descrita como “un gran terremoto” (capítulo 6:12). El “mar” representa el estado de inestabilidad que existirá entre las naciones de Occidente en ese momento. Las “diademas” que estaban en las cabezas del dragón en el capítulo 12:3 se ven ahora en los diez cuernos de la bestia. Esto representa el otorgamiento del poder de Satanás al imperio a través del hombre maligno que ocupará el puesto del “príncipe” romano.
A continuación, se nos dice cómo sucederá esto. Una de las cabezas de la bestia (la séptima) será “herida” y luego “curada” milagrosamente (versículo 3). Esto hace referencia a la pérdida del control gubernamental que la iglesia católica tendrá sobre el imperio y al surgimiento de un nuevo gobierno bajo la Bestia (el individuo) que la reemplazará. Este cambio se menciona en el capítulo 17:10-11 que dice que la séptima cabeza (o séptima forma de gobierno) bajo la iglesia católica (la ramera) continuará sólo por “breve tiempo” (los primeros tres años y medio de la semana profética), y luego será derrocada a la mitad de la semana (capítulo 17:16-17). La curación de la cabeza dará lugar a la “octava” forma de gobierno bajo la Bestia (el individuo), el cuerno pequeño de Daniel 7:8. Será una forma satánica de gobierno que continuará su “obrar” durante “cuarenta y dos meses” (los últimos tres años y medio de la semana), hasta la Aparición de Cristo, cuando será juzgada. Hasta entonces, “toda la tierra” se maravillará del monstruo en que se habrán convertido las naciones occidentales confederadas en aquellos días. Ninguna nación o potencia se atreverá a desafiar a esta superpotencia militar.
Habiendo tomado el control del imperio, la Bestia (el individuo) aceptará la adoración de sus súbditos y blasfemará a Dios (versículos 4-6). A la vez, se dedicará a perseguir a aquellos (“los santos”) que se nieguen a adorarle (versículos 7-10).
La segunda bestia
Versículos 11-18.— La cuarta cosa que ocurrirá hacia la mitad de la semana es la revelación del “anticristo” (1 Juan 2:18). También se le llama el “hombre de pecado” (2 Tesalonicenses 2:3-4) y el “rey” (Isaías 8:21; 30:33; 57:9; Daniel 11:36), y el “falso profeta” (Apocalipsis 16:13; 19:20; 20:10). Este hombre se elevará a la prominencia cuando la primera bestia llegue al poder y, por lo tanto, su mandato es también durante la segunda mitad de la semana profética.
Esta bestia tiene “dos cuernos” que denotan el doble carácter del Anticristo como el falso “profeta” y el “rey” voluntarioso de los judíos. Es una imitación de Cristo, el verdadero Profeta (Deuteronomio 18:15-19; Mateo 21:11; Lucas 7:16; Juan 6:14) y el verdadero Rey (Mateo 2:1-6; Apocalipsis 19:16). También se dice que es “semejante á ... un cordero” porque es un impostor de Cristo, el verdadero “Cordero de Dios” (Juan 1:29,35). Será un judío apóstata (Daniel 11:37) que se levantará “de la tierra” (la escena ordenada de la vida judía en Israel), y será recibido por la muchedumbre de judíos como su falso mesías (Juan 5:43).
Satanás utilizará a este hombre para guiar a la muchedumbre no sellada de judíos en la tierra de Israel (Apocalipsis 9:4) y a la muchedumbre de cristianos apóstatas que profesan en las naciones occidentales (2 Tesalonicenses 2:3) para que adoren una “imagen” de la primera Bestia que él erigirá (Apocalipsis 13:14-15). Su misión será llevar la gran “apostasía” en Occidente (2 Tesalonicenses 2:3) —que ha comenzado en la actualidad mientras la Iglesia está en la tierra (1 Timoteo 4:1: “apostatarán”)— a su culminación. Engañará a las masas para que crean su “mentira” (2 Tesalonicenses 2:9-12; Apocalipsis 9:1-11) y para que reciban la marca de la Bestia y adoren la imagen, una nueva forma de idolatría. Trabajará en conjunto con la primera Bestia para organizar y desatar una feroz persecución contra el remanente judío y cualquier gentil creyente en Occidente que no adore la imagen de la Bestia (versículo 15; Salmo 10:8-10). Como resultado, muchos santos serán martirizados en la Gran Tribulación (Apocalipsis 13:7,15; 14:2-3a; 15:2-3; Salmo 12:1; Isaías 57:1-2).
Un remanente de judíos preservado
Capítulo 14:1-5.— La quinta cosa que se pondrá de manifiesto en este momento crucial es que dos grupos de personas se distinguirán en el imperio de la Bestia (las naciones occidentales, incluyendo la tierra de Israel):
• Los seguidores de la Bestia con su marca en la frente: la multitud apóstata (capítulo 13:16-18).
• Los seguidores del Cordero con su marca en la frente: el remanente (capítulo 14:1).
A pesar de los esfuerzos de Satanás (capítulo 12) y sus dos hombres malignos (capítulo 13), Dios asegurará un remanente de judíos creyentes durante ese tiempo, como se muestra en el capítulo 14:1-5. Los que reciban la marca de la Bestia sellarán su condena, pero el remanente de judíos temerosos de Dios y los que crean entre los gentiles la rechazarán.
Este pasaje muestra que no todo el remanente creyente será preservado a través de la Gran Tribulación para entrar en el reino milenario de Cristo en la tierra. Muchos de ellos serán martirizados. Ellos serán resucitados más adelante y tendrán una mejor porción en el cielo cuando Cristo reine en un día venidero. Por lo tanto, entre los seguidores del “Cordero” hay dos partes: una porción preservada (versículos 1, 3b-5) y una porción martirizada (versículos 2-3a).
Durante la Gran Tribulación, Cristo se identificará en espíritu “con” el remanente de judíos que sufre en la tierra bajo la figura representativa de los 144.000 (versículos 1,4-5). Esto no es lo mismo que los 144.000 del capítulo 7, que son un remanente de todo Israel; aquí se trata de los judíos solamente. El Señor sentirá profundamente sus sufrimientos cuando pasen por esa hora de prueba (Isaías 43:2; 63:9). Muchos de los Salmos enfatizan esto. Esta parte preservada será guardada por la providencia divina (Salmo 91) y finalmente reinará con Cristo en la tierra cuando establezca Su reino milenario (versículos 4-5). La porción martirizada es vista en el cielo en el estado separado o intermedio (capítulo 6:9-11) alabando a Dios con los 24 ancianos, hasta que sean resucitados al final de la Gran Tribulación (versículos 2-3a). Entonces reinarán con Cristo en los cielos en un estado glorificado sobre la tierra milenaria (capítulo 20:4-6). La parte preservada del remanente en la tierra entenderá y se identificará con el cántico de alabanza de la porción martirizada en el cielo porque ambos habrán pasado por la misma terrible persecución de la Bestia y el Anticristo (versículo 3).
La proclamación del evangelio eterno
Capítulo 14:6-7.— La sexta cosa que estará en vigor en ese momento es la proclamación del “evangelio eterno”. Mientras que el Anticristo hará una proclamación al mundo para que adoren la imagen de la Bestia (capítulo 13:12-15), también habrá una proclamación hecha por Dios (a través del evangelio eterno) para que teman al Creador y le den gloria. Este evangelio no es el evangelio de la gracia y la gloria de Dios que es predicado hoy en día por los cristianos (Hechos 20:24; 1 Timoteo 1:11). No anuncia la buena nueva de la redención por medio de la sangre de Cristo; ningún ángel jamás ha sido llamado para llevar ese mensaje. El evangelio eterno sí es llevado por un “ángel” y está relacionado con el mensaje que la propia creación anuncia, lo cual es una revelación limitada de Dios y de la responsabilidad del hombre hacia Él. Todos los que tengan una fe sencilla en el Creador y le den gloria serán considerados justos y “aceptados con Él” (Hechos 10:35, traducción King James). Este evangelio se ha difundido desde el principio de los tiempos, pero como las cosas estarán sumamente turbias (espiritualmente) durante la Gran Tribulación en Occidente, y la Palabra de Dios será escasa y difícil de encontrar (Amós 8:11-12), Dios utilizará este otro testimonio de Sí mismo de una manera más poderosa que nunca.
La Babilonia religiosa cae
Capítulo 14:8.— La séptima cosa que ocurre a la mitad de la semana es la caída de “Babilonia”. Esta es la primera mención de Babilonia en el libro del Apocalipsis. Se utiliza como figura en la profecía para describir las potencias occidentales (la federación de diez naciones, el Imperio romano revivido) que se formarán después del Arrebatamiento, pero antes de que comience la semana 70 de Daniel (capítulo 6:1-2). Como se mencionó anteriormente, en su forma inicial en los primeros tres años y medio de la semana profética, el imperio tendrá a la iglesia católica al mando. Se le denomina la “mujer” (la ramera) montada sobre “una bestia bermeja” (capítulo 17:1-6).
El anuncio aquí en Apocalipsis 14:8 es: “Ha caído Babilonia”. Esto se refiere a que el gobierno del imperio bajo la iglesia católica será derrocado y dejado de lado. Así, utilizando el lenguaje simbólico del libro de Apocalipsis, la ramera será arrojada de la bestia y quemada con fuego por las naciones que ella ha controlado en Occidente (capítulo 17:16-17). Esto ocurrirá a mediados de la semana profética para dar paso a una nueva administración bajo el hombre diabólico al que ya se nos ha presentado en el capítulo 13:1-8, el que es la “Bestia” (el individuo).
La caída de Babilonia se refiere a que su aspecto religioso bajo la mujer (el catolicismo) se extingue, pero el imperio en sí seguirá existiendo como poder civil, político y militar. La caída de Babilonia, por lo tanto, no significa el fin de Babilonia. Cuando la mujer sea quitada, el imperio tomará una forma nueva y diferente (satánica) bajo su nuevo líder, la Bestia (el individuo). Por lo tanto, la caída de Babilonia a mediados de la semana (capítulo 14:8; 17:16-17) debe distinguirse de la destrucción de Babilonia, que sucederá al final de la semana cuando el Señor aparezca para juzgar a la Bestia (el individuo) y a sus ejércitos, y para poner fin a aquel imperio maligno (capítulo 16:15-21; 19:11-21; Isaías 13:1-22; 14:3-23). Es importante distinguir esto.
Además, cuando se habla de Babilonia utilizando la figura de la “mujer” (la ramera), se está refiriendo al aspecto religioso corrupto del imperio bajo el catolicismo. Pero cuando se habla de Babilonia como una “ciudad”, se refiere a su aspecto civil, político y militar. (Lo que puede ser confuso aquí es que, en la traducción Reina-Valera, Apocalipsis 14:8 dice “aquella grande ciudad”. Sin embargo, esta frase no debería estar en el texto. El versículo se refiere al lado religioso bajo la mujer, no al lado civil y político). Se dirá más sobre Babilonia en el paréntesis de los capítulos 17–19:6, explicando su ascenso al poder y su destrucción final.
La condena de los adoradores de la bestia
Capítulo 14:9-12.— Tras la caída de Babilonia habrá una adoración generalizada de la Bestia y su imagen en todo el imperio occidental en la última mitad de la semana profética. Esto será fomentado, o más bien impuesto, por el Anticristo (capítulo 13:15). Pero no será sin advertencia, lo cual se indica en el anuncio de estos versículos. Este anuncio probablemente se hará a través de la voz del remanente judío que clamará contra esta maldad. El anuncio anticipa el espantoso final de aquellos que recibirán la marca de la bestia y adorarán su imagen. Los “santos” (los que no recibirán la marca) son aconsejados a aguantar con “paciencia [resistencia]” hasta el final, porque la hora de la venida del Señor (Su Aparición) y la liberación de ellos no está lejos (versículo 12; Mateo 24:13; Lucas 21:25-28).
El término de la primera resurrección
Capítulo 14:13.— Conforme se acerca el final de la semana profética, y Cristo está a punto de aparecer, ocurrirá la tercera y última fase de “la primera resurrección” (Apocalipsis 20:5). Esta resurrección también se llama “la resurrección de vida” y “la resurrección de los justos” (Juan 5:28; Lucas 14:14; Hechos 24:15). Es una resurrección de personas justas. Los santos que serán martirizados durante la semana profética serán resucitados para unirse a la compañía celestial como parte de los 24 ancianos. “De aquí adelante”, indica el fin de su condición en el estado separado y la introducción a una nueva condición “bienaventurada” de ser glorificados. Estos son los últimos invitados que serán traídos para asistir a las bodas del Cordero en el cielo (Levítico 23:22; Mateo 13:30). Estos estarán entre los amigos del Esposo en el cielo (Juan 3:29). Estarán con Cristo cuando reine sobre la tierra en el Milenio (capítulo 20:4-6).
Tres fases de la primera resurrección
• Cristo, como las “primicias”, ya ha resucitado de entre los muertos (1 Corintios 15:23a).
• Los santos del Antiguo y del Nuevo Testamento tendrán parte en esta resurrección en el momento del Arrebatamiento (1 Corintios 15:23b; Hebreos 11:40; 1 Tesalonicenses 4:15-18;).
• Los santos martirizados durante la Tribulación serán resucitados justo antes de la Aparición de Cristo (capítulo 6:9-11; 14:2-3; 15:2-4).
El juicio de la Siega
Capítulo 14:14-16.— Cristo vendrá finalmente (la Aparición) en cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento que lo describen como el “Hijo del Hombre” que viene del cielo para juzgar a las naciones (Daniel 7:13; Juan 5:27; Apocalipsis 1:13-16). Ejecutará un juicio discriminatorio similar al de un agricultor que separa el trigo de la paja en tiempo de cosecha. De ahí que se le llame juicio de la “Siega”. En ese momento, el Señor enviará a Sus ángeles que recorrerán la tierra profética (las naciones occidentales y la tierra de Israel) y sacarán a los inicuos de la tierra y los arrojarán vivos al lago de fuego (Mateo 13:38-43; Isaías 24:1,6). Esto es lo que significan las palabras del Señor: “Uno será tomado, y el otro será dejado” (Mateo 24:36-41). Con ello se inicia el juicio de “los vivos” (2 Timoteo 4:1; 1 Pedro 4:5). Habrán relativamente pocos que restan en la tierra occidental después de la ejecución de este juicio (Isaías 24:6).
Al mismo tiempo, el Señor destruirá los ejércitos de Occidente y sus dos líderes (la bestia y el anticristo: Apocalipsis 19:20-21) con “el resplandor de Su venida” (2 Tesalonicenses 2:8). Además, en cuestión de pocos días después de la aparición del Señor, el Rey del Norte, que habrá conducido sus ejércitos a través de la tierra de Israel y hasta Egipto, saldrá de esa tierra y “se levantará” contra el Señor, pero el Señor destruirá también a esos ejércitos (Daniel 8:25; 11:42-45; Isaías 30:27-33). (Esto no se menciona aquí en Apocalipsis 14 porque el tema es el juicio de Israel; sin embargo, son cosas que acompañan la Aparición de Cristo). Como resultado del juicio de la Siega, la tierra profética será limpiada de todos los que causan “escándalos” y “hacen iniquidad” en preparación para el reinado de Cristo (Mateo 13:41).
(La Aparición de Cristo se describe con mayor detalle cuando se retoma el hilo de los acontecimientos en el capítulo 19:11).
El juicio de la Vendimia
Capítulo 14:17-20.— Después del juicio de la Siega, el Señor efectuará una restauración de la nación de Israel y comenzará Su reinado en justicia sobre la tierra (Salmo 72:1-3; Isaías 32:1; 61:11). Esto tampoco se menciona en Apocalipsis 14, pero hay una gran cantidad de pasajes del Antiguo Testamento que indican que ocurrirá después de la aparición de Cristo (Isaías 13:9–14:3; Isaías 30:27–32:20; Miqueas 5:1-7; Malaquías 4:1-2, etc.). En aquel tiempo, otro grupo de ángeles será enviado por todo el mundo para reunir a los “escogidos” de las diez tribus de Israel de regreso en su tierra (Mateo 24:31). Estos se juntarán con sus hermanos, el remanente de las dos tribus (los judíos), en su patria (Isaías 49:8-23). Un gran número de israelitas que no tienen vida divina ni fe vendrán junto con los escogidos de las diez tribus, y serán separados en las fronteras de la tierra por el Señor. Los “rebeldes” no serán permitidos entrar en la tierra y serán dejados allí en “el término [la frontera]” (traducción J. N. Darby) (Ezequiel 11:9-11; 20:33-38; Amós 9:9-10).
Mientras tanto, otra vasta confederación de ejércitos se reunirá y atacará a la recién restaurada nación de Israel. Estas son las hordas rusas con sus confederados bajo Gog (Ezequiel 38–39; Joel 3:1-2). Sin embargo, así como el juicio de la Siega no menciona a los ejércitos occidentales, estos ejércitos bajo Gog tampoco son mencionados. Llegarán desde el este (la tierra de Edom, donde se congregarán; Isaías 34:1-2) con un gran séquito. En ese momento, el Señor saldrá de Jerusalén para defender a Israel (es decir, un remanente de las doce tribus) y destruirá a los ejércitos atacantes. Al pisar “el grande lagar de la ira de Dios”, el Señor saldrá de Jerusalén y recorrerá todo el camino hasta la tierra de Edom (Isaías 26:21; 34:3-10; 63:1-6; Abdías 15-16). ¡Esto será como 320 kilómetros (1600 “estadios”) de pura carnicería humana! La muchedumbre de israelitas apóstatas que quede en las fronteras de la tierra será destruida con estos ejércitos. Así, “la viña de la tierra” (una figura que se usa a menudo para describir a Israel) será echada “en el gran lagar” (versículo 19).
El juicio de la Vendimia (Lagar) ocurre un poco después del final de la semana 70 de Daniel: 1335 días desde la mitad de la semana (Daniel 12:11-12). Harán cerca de dos meses que Cristo habrá regresado a la tierra cuando ejecute este juicio. No será un juicio discriminatorio, como lo fue el juicio de la Siega. Por tanto, los involucrados en este juicio serán destruidos sin miramientos. Este juicio del Lagar será un paso más en el juicio de “los vivos”.
Capítulos 15-16: Juicios de las naciones fuera de la tierra profética
Estos dos capítulos vuelven a pasar por la semana profética de Daniel por tercera vez, presentándonosla desde la perspectiva del juicio de Dios sobre las naciones circundantes. Los juicios de esta sección se centran particularmente en la última mitad de la semana, llevándonos hasta la intervención de Cristo en su Aparición.
Los juicios de las copas
El capítulo 15 es una introducción a estos juicios. Es una escena de fieles gentiles mártires en el cielo alabando al Señor. Estos juicios son derramados en respuesta al clamor de estos mártires que han sufrido y muerto bajo el régimen de la Bestia. Ellos han “alcanzado la victoria de [sobre] la bestia” en el sentido de que no cedieron a la presión de adorar su imagen, ni recibieron su marca, sino que permanecieron fieles hasta la muerte. Ahora están ante Dios en el estado incorpóreo, pero en una condición fija de pureza y dicha celestial.
Es significativo que estos mártires gentiles canten de Cristo como “Rey de las naciones”, y que mencionen que “todas las naciones” vienen a adorar ante Él (versículos 3-4, traducción J. N. Darby). Esto concuerda con el enfoque de estos juicios de las copas, cuyos efectos alcanzarán a las naciones gentiles de la periferia. Se derraman sobre la “tierra” profética (capítulo 16:1), pero su efecto se extiende a las naciones exteriores a la tierra profética.
Un doble cántico de los mártires
• “El cántico de Moisés” corresponde al juicio de los enemigos de los mártires fieles (Éxodo 15:1-19).
• “El cántico del Cordero” corresponde a la redención de las almas de los mártires (capítulo 5:9).
Hay una marcada correlación entre los juicios de las trompetas y los juicios de las copas. La primera trompeta y la primera copa tienen que ver con la “tierra”. La segunda trompeta y la segunda copa tienen que ver con el “mar”. La tercera trompeta y la tercera copa tienen que ver con los “ríos”. La cuarta trompeta y la cuarta copa tienen que ver con el “sol”. La quinta trompeta y la quinta copa tienen que ver con la influencia de las “tinieblas” (traducción King James). La sexta trompeta y la sexta copa tienen que ver con el “río Éufrates” y un ejército invasor que pasa sobre él. La séptima trompeta y la séptima copa tienen que ver con la intervención personal de Cristo, Su Aparición en juicio. Es significativo que los juicios de las trompetas caigan sobre “la tercera parte” de la tierra, el mar, los ríos, etc. —una zona restringida del mundo (la tierra profética occidental)— mientras que los juicios de las copas no tienen tal expresión. Esto indica que los juicios de las copas son mucho más extensos en su alcance.
Hay quienes han pensado que estos juicios de las copas ocurrirán después de los juicios de las trompetas, unos pocos días justo antes de la Aparición de Cristo. Pero esto trastorna el esquema del libro y crea problemas de interpretación. Por ejemplo, entonces la sequía del Éufrates ocurre dos veces, y la tierra de Israel será atacada y devastada por ejércitos del noreste dos veces: la sexta trompeta y la sexta copa. Además, el Señor saldrá del cielo en juicio (Su Aparición) dos veces: la séptima trompeta y la séptima copa. A. C. Brown y otros han mostrado que tiene mucho más sentido ver los juicios de las trompetas y los juicios de las copas como ocurriendo al mismo tiempo, pero desde una perspectiva diferente. (Esto está indicado en el gráfico situado al principio del capítulo 6).
Capítulo 16:1-2.— La primera copa. Los seguidores individuales de la Bestia en su imperio (“la tierra”) y también los seguidores que puedan estar en las naciones circundantes, serán azotados con una “plaga mala y dañosa” por la cual son afligidos con remordimiento de conciencia que les acarrea una miseria constante.
Capítulo 16:3.— La segunda copa. Los que están en las naciones circundantes (“el mar”) que han rechazado el evangelio del reino (Mateo 24:14) apostatarán de la luz que hayan recibido.
Capítulo 16:4-7.— La tercera copa. Las fuentes naturales de alegría y bienestar de la vida (“los ríos”) serán quitadas a los de las naciones circundantes.
Capítulo 16:8-9.— La cuarta copa. Una gran autoridad gobernante en las naciones circundantes (“el sol”) apostatará, causando una opresión temible sobre los hombres.
Capítulo 16:10-11.— La quinta copa. Las “tinieblas” morales y espirituales se extenderán rápidamente sobre los súbditos de la Bestia, lo que les producirá un profundo sentimiento del abandono de Dios. Esto también será experimentado por muchos en las naciones circundantes.
Capítulo 16:12-14.— La sexta copa. La frontera oriental del imperio de la Bestia (simbolizada por el “gran río Éufrates”) colapsará (se secará) y dará entrada a un vasto ejército de soldados que atacarán desde el oriente. Esta será una confederación de naciones islámicas situadas inmediatamente al norte y al este de Israel encabezada por “el rey del norte” (Salmo 83:1-8; Daniel 11:40-42). Es el mismo grupo mencionado en el capítulo 9:13-21. Pasarán victoriosamente con una rápida devastación por la tierra de Israel y se dirigirán a Egipto. Destruirán la multitud de judíos que habrán recibido al Anticristo. El diablo (“el dragón”) y sus dos agentes humanos (la “bestia” y el “falso profeta”) estarán detrás de la unión de estas confederaciones para la batalla.
Estos “reyes del Oriente” no son China e India, etc. W. Scott ha señalado que, si China está en vista aquí, diría “los reyes Orientales”. Si esas naciones del Lejano Oriente están involucradas en estas batallas del fin de los tiempos, aparecerían después con Gog, que es Rusia (Ezequiel 38:6; “pueblos muchos contigo”). Además, el Rey del Norte no es Gog. El Rey del Norte es del “norte”; Gog es “del extremo norte” (Ezequiel 38:1-6, traducción J. N. Darby).
Capítulo 16:15: Un paréntesis entre la sexta y la séptima copa
Dado que las profecías hasta ahora en esta sección nos han llevado al momento en que el juicio se derramará sobre los ejércitos congregados en la tierra de Israel, se abre otro paréntesis para explicar quién ejecutará el juicio, y cuándo. Será el mismo Señor Jesucristo quien juzgará a estos ejércitos en Su Aparición. Su voz personal se oye ahora: “He aquí, Yo vengo como ladrón” (versículo 15).
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Reanudación de los juicios de las copas
Capítulo 16:16-21.— La séptima copa. El primer acto de juicio de Cristo en Su Aparición será sobre las potencias occidentales bajo la Bestia (el individuo) cuando su enorme armada llegue a la tierra de Israel desde el oeste (Números 24:24). Este juicio se describe bajo la figura de “la ciudad grande” de “Babilonia” siendo derrocada y destruida. El derrocamiento de Babilonia en la historia, por Ciro el Persa, es una imagen de este juicio. Ciro es una figura de Cristo, y Babilonia es una figura de los poderes occidentales bajo la Bestia (el individuo) (Isaías 44:28). Lo primero que hizo Ciro después de derrotar a los babilonios fue conceder la liberación a los judíos que estaban cautivos en Babilonia (Isaías 45:1-4). Esto es exactamente lo que el Señor hará cuando aparezca. Él juzgará a las potencias occidentales y liberará al fiel remanente judío del apuro en el que se encontrarán.
(La Aparición de Cristo en juicio se describe con más detalle cuando se retoma el hilo de los acontecimientos en el capítulo 19:11).
Capítulos 17-19:10: Un paréntesis: El juicio de Babilonia
Este es el último paréntesis en el libro. Se da para complementar las referencias anteriores a “Babilonia” en el capítulo 14:8 y el capítulo 16:19. Se ha hablado acerca de esta gran potencia mundial y de su juicio, pero ahora se presenta una exposición completa de su carácter y sus caminos. Estos detalles adicionales nos ayudan a identificar quién es este gran poder corrupto que desempeñará un papel tan prominente en la profecía del fin de los tiempos. El paréntesis presenta una comparación de las dos mujeres prominentes en el libro: la falsa iglesia (“la grande ramera”, capítulo 17:1-19:5), y la verdadera iglesia (“la esposa del Cordero”, capítulo 19:6-10).
La grande ramera
Capítulo 17:1-6.— El capítulo comienza con una descripción de una “grande ramera” que monta “una bestia bermeja” con “siete cabezas y diez cuernos”. Esta corrupta mujer es la Roma papal con todas las llamadas denominaciones cristianas bajo su amparo, que es el estado final de la cristiandad después de que la verdadera Iglesia haya sido llamada al cielo en el Arrebatamiento. Es la falsa iglesia de Satanás. La “ramera” es indudablemente la iglesia católica romana. Esto se hace obvio por:
• La evidencia geográfica.— Ella es identificada con la ciudad de siete colinas de Roma: “siete cabezas” (versículo 9). Ninguna otra ciudad notable en el mundo ha sido descrita así.
• La evidencia histórica.— Ella ha sido la grande perseguidora de los cristianos a través de su historia. Ningún otro sistema religioso en la cristiandad ha sido culpable de martirizar a los santos como lo ha hecho Roma (versículo 6).
• La evidencia política.— Ella ha controlado los gobiernos de Europa históricamente. Ningún otro sistema religioso en la cristiandad ha querido controlar los gobiernos del mundo como lo ha hecho Roma (versículos 1,15,18).
• La evidencia eclesiástica.— La prostitución es una figura usada en las Escrituras para aquellos que abandonan a Dios por la idolatría. Ningún otro sistema religioso en la cristiandad ha tenido tanta idolatría como el catolicismo (versículo 2).
• La evidencia mundana.— Ningún otro sistema religioso en la cristiandad se ha revestido de tanta pompa y gloria mundana como la iglesia católica romana (versículo 4).
• La evidencia comercial.— Ningún otro sistema religioso en la cristiandad ha tenido tales conexiones comerciales y ha amasado tanta fortuna (capítulo 18:9-19).
Juan es llamado a ver “la condenación” de la gran ramera, no su gloria, pues no tiene gloria verdadera. Su destrucción, que ocurrirá a mediados de la semana 70 de Daniel, marca el fin de la práctica pública del cristianismo en la tierra. La influencia de la corrupta mujer sobre las multitudes de Occidente se ve en que está sentada sobre “muchas aguas” (versículos 1, 15). Su culpabilidad de prostituir la verdad y de involucrar a la gente en sus doctrinas y prácticas malignas se figura con su “fornicación” (versículo 2). Aunque ella profesa grandes posesiones espirituales, está espiritualmente destituida. Esto está indicado mediante el lugar de sequía en el que habita: “el desierto”. Se sienta sobre la “bestia”, lo que indica que tendrá el control de las naciones confederadas de Occidente. Su gloria mundana se ve en sus ropas “de púrpura y de escarlata” con “oro y piedras preciosas y perlas” (versículo 4). Se le identifica como “Misterio, Babilonia”, señalando la profundidad de su idolatría. Ella es “la madre de rameras” (traducción King James). Esto significa que tiene muchas hijas que llevan su carácter. Como “madre”, ha dado a luz a las otras denominaciones de la cristiandad, porque todas han salido de su corrupción clerical y, por lo tanto, llevan las marcas de su carácter en diversos grados. Todas ellas serán reunidas bajo sus alas en la primera mitad de la semana profética y constituirán la falsa iglesia (versículo 5).
La bestia con siete cabezas y diez cuernos
Capítulo 17:7-14.— Como se mencionó, la “bestia” con “siete cabezas y diez cuernos” es el Imperio romano revivido, como se indica en Daniel 2:40-45; 7:7-8,19-27. Los “diez cuernos” son los “diez reyes” (reinos o naciones) de los que estará compuesto el imperio (versículos 7,9-14). Son las naciones confederadas de Occidente.
En primer lugar, en cuanto a su historia (versículo 8), se mencionan cuatro fases por las que pasará el Imperio romano, lo que muestra claramente que, aunque actualmente esté fallecido, será revivido en los últimos tiempos y existirá cuando aparezca el Señor:
• “Era”: existía como en los días de Juan.
• “No es”: se extinguió en el año 476 d. C.
• “Y está para subir del abismo”: cuando sea revivido en un día venidero.
• “E ir a perdición”: será juzgado por Cristo en su Aparición al final de la semana.
Versículos 9-11.— Las “siete cabezas” tienen una doble aplicación. No sólo hacen referencia geográficamente a Roma, la ciudad de siete colinas, sino que también se refieren a siete formas de gobierno (“montes”) por las que el imperio pasaría a través del tiempo. En su historia ha tenido reyes, dictadores, tribunos militares, cónsules y decenviros (un consejo de magistrados) encabezando al imperio. Estas “cinco” formas de gobierno están “caídas” y han desaparecido de la escena. El “uno” que “es” se refiere a la sexta forma de gobierno que controlaba el imperio en la época en que Juan escribió el Apocalipsis. Era un gobierno imperial (gobierno a través de una sucesión de emperadores). El “otro” que viene en el futuro es el séptimo. Este será el gobierno del imperio bajo la ramera, la iglesia católica, que este capítulo describe. El ángel le dice a Juan que sólo continuará por “un breve tiempo”, es decir, la primera mitad de la semana profética, porque esa “cabeza” (forma de gobierno) será herida de muerte (Apocalipsis 13:3; 14:8). Entonces surgirá de su desaparición una “octava” forma de gobierno (un gobierno satánico) bajo la Bestia (el individuo) (Apocalipsis 13:4-8; Daniel 7:8,20-21, “el cuerno pequeño”). Así, la “herida mortal” que recibirá la séptima cabeza será curada en la forma de la octava. Este hombre (el cuerno pequeño) tomará el oficio del príncipe romano e inmediatamente romperá los términos del pacto que el imperio habrá hecho con los judíos (el segundo personaje de Daniel 9:27, el que hace cesar el sacrificio y la ofrenda). Esta forma final del imperio irá “á perdición” porque estará en el poder cuando Cristo aparezca y lo juzgue.
La caída de Babilonia
Capítulo 17:15-18.— El instrumento usado en la destrucción de la ramera son los “diez reyes”, la federación de diez naciones sobre las que ella gobernará en los primeros tres años y medio de la semana profética. Estas naciones estarán hartas del catolicismo y “aborrecerán a la ramera”. Y, con la ayuda de la Bestia (el individuo) que asumirá el liderazgo del imperio, la “harán desolada”. Esta es la “caída” de Babilonia. Sabemos que esto ocurrirá a mitad de la semana profética porque el nuevo líder diabólico (la “bestia” o “cuerno pequeño”) que asciende al poder, se mantiene en el cargo del “príncipe” romano (el segundo personaje de Daniel 9:27, el que hace cesar el sacrificio y la ofrenda) durante “cuarenta y dos meses”, que es la última mitad de la semana (capítulo 13:5; Daniel 7:25).
Capítulo 18:1-8.— En este capítulo sigue una descripción de la falsa iglesia bajo el catolicismo (la ramera) en su estado caído, como habiendo sido desolada por los diez cuernos. La proclamación “Caída es, caída es la grande Babilonia” hace referencia a esto. Como se mencionó en el capítulo 14:8, hace referencia a la disolución del aspecto religioso del imperio. Sin embargo, Babilonia como imperio (política y militarmente) no habrá desaparecido. Seguirá bajo una forma satánica de gobierno a cargo de la Bestia (el individuo) y se encontrará con su destrucción total y definitiva al final de la semana profética cuando aparezca Cristo. Esto se describe al final de este capítulo 18 bajo la figura de “una grande piedra de molino” siendo arrojada “en la mar”, y “Babilonia, aquella grande ciudad” siendo “derribada” (capítulo 18:21-24).
Lo que una vez fue la “morada de Dios en Espíritu” (Efesios 2:22) es ahora visto como “habitación de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo” (capítulo 18:2). Su maldad está totalmente expuesta al haber prostituido la verdad profesada (lo que en realidad es error) e intoxicado a las naciones con sus doctrinas y prácticas. Está descrito como “fornicación” espiritual, que es idolatría (versículo 3). Dios siempre llama a sus hijos a salir de lo que es corrupto y maligno. Los santos de épocas pasadas escucharon este llamado y se separaron de las abominaciones romanas, y miles de ellos sellaron su testimonio con su sangre como mártires. Algunos de los que creerán en el evangelio del reino se mezclarán en ese sistema corrupto, pero responderán al llamado: “salid de ella” (versículo 4). Sufrirán persecución y martirio a causa de sus convicciones (capítulo 6:9-11; 17:6; 20:4a). Sus corruptos “pecados” de comercialización y prostitución de las cosas cristianas, y de exaltación de sí misma en vez de exaltar a Cristo, a quien profesa como Señor, han “llegado hasta el cielo” y han exigido el justo juicio de Dios sobre ella (versículos 5-8).
Capítulo 18:9-20.— Entonces se da a conocer su mundanalidad y comercialización. Se describe un lamento universal de las diversas clases de empresarios comerciales del mundo que han estado envueltos con ese sistema inicuo y se han beneficiado de él financieramente. Los comerciantes se lamentan principalmente porque su esperanza de ganancia habrá desaparecido. Aparentemente, ella ha sido un factor de control en el mercado mundial. Se mencionan no menos de veintiocho cosas con las que trafica. Es significativo que la primera es “oro” (dinero) y la última es “las almas de los hombres”.
“Dios ha vengado vuestra causa en ella” (versículo 20), significa que los santos de corazón recto, mucho antes de esto, han juzgado ese sistema inicuo en sus corazones y se han separado de él. Ahora Dios vindica su juicio mediante esta gran caída.
La destrucción de Babilonia
Capítulo 18:21-24.— Otro golpe de juicio es dado a “Babilonia, aquella grande ciudad”. No se trata de la caída de Babilonia, que acabamos de señalar, sino de la destrucción de Babilonia. Como se mencionó, su caída ocurre en la mitad de la semana profética, pero su destrucción será al final de la semana profética. Como resultado, este gran poder no se encuentra “nunca jamás”. El ángel arrojando “una grande piedra de molino” en “el mar” indica la finalidad de este juicio. Esto hace referencia al fin definitivo de Babilonia como gran potencia política y militar —en su forma final bajo la Bestia (el individuo)— que será juzgada por Cristo en Su Aparición (capítulo 16:15-21). La imagen utilizada aquí es similar a la de Isaías 24:1-12, que también hace referencia al juicio del Señor sobre Babilonia en Su Aparición.
Por lo tanto, los detalles de este paréntesis nos han llevado una vez más a la Aparición de Cristo.
Dos celebraciones en el cielo
Justo antes de que el cielo se abra y Cristo salga con poder y juicio en Su Aparición (capítulo 19:11-21), habrá dos celebraciones en el cielo.
Capítulo 19:1-6.— La primera celebración es la incontenida alegría en el cielo por el juicio de “la grande ramera”. “Aleluya” se menciona cuatro veces en este sentido. La primera es a causa de los atributos de Dios mismo que han exigido este juicio (versículo 1). La segunda es por sus santos juicios ejecutados sobre el mal (versículos 2 y 3). La tercera es en relación con la adoración expresada a Dios mismo (versículos 4-5). La cuarta es el gozo del cielo en anticipación de que la gloria del reino de Cristo será asegurada y los deseos de Su corazón serán cumplidos (versículo 6).
Capítulo 19:7-10.— La segunda celebración tiene que ver con el gozo desbordante en el cielo expresado en anticipación de la exhibición pública de Cristo y la Iglesia. Aquí hay dos cosas:
“Las bodas del Cordero” (versículo 7). Este es el momento en que Cristo presentará la Iglesia “para sí” como algo “glorioso”, “que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante” (Efesios 5:27). Es un asunto privado e íntimo que será para Su alegría. Nótese: No es llamado las bodas “de la novia”, sino “del Cordero”, porque todo el propósito del evento es para que “démosle gloria” a Él, no a la Iglesia, que es la novia (Efesios 5:23-32). Las vestiduras nupciales de la Iglesia, que son “de lino fino, limpio y brillante”, le son entregadas. Esto hace referencia a los resultados del tribunal de Cristo, cuando “los actos justos de los santos” les sean recompensadas (traducción J. N. Darby). Esto está en contraste con la ramera que tomó vestimentas de gloria que no le pertenecían y se atavió ostentosamente con ellas (capítulo 18:7).
La “cena del Cordero” (versículo 9). Si las “bodas” son para la satisfacción y el disfrute del Cordero y Su esposa, la “cena” es para el disfrute de los invitados. Estos son los santos del Antiguo Testamento y los santos martirizados de la Tribulación que serán resucitados antes de la Aparición de Cristo. Estos podrían ser calificados como los amigos del Esposo (Juan 3:29).
Versículo 10.— Juan desvió su atención del Señor Jesucristo por un momento y se postró y adoró a uno de sus consiervos y fue reprendido por ello. En la corrección que Juan recibió hay un principio importante que se aplica a todas las Escrituras proféticas, de hecho, a toda la Palabra de Dios. “El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”. Esto significa que el objetivo subyacente de cada profecía es el testimonio del Señor Jesús y lo que pertenece a Su gloria. Puede que cada versículo no hable de Cristo directamente, pero “el espíritu” de cada pasaje se refiere a lo que finalmente le glorificará. Reconocer el honor y la gloria que Cristo merece abre el entendimiento de las Escrituras proféticas.
Capítulos 19:11-21:8: La consumación de los siglos, el Milenio y el Estado Eterno
Las profecías hasta ahora en el libro nos han llevado hasta la Aparición de Cristo. Las cosas se han desarrollado desde tres perspectivas diferentes, cada una de ellas terminando en el punto de Su venida en juicio (capítulo 11:15-18; 14:14-20; 16:15-21). Esta sección final del libro retoma el hilo de las cosas desde ese momento y nos lleva desde la Aparición de Cristo, pasando por el Milenio, hasta el Estado Eterno.
Ocho grandes visiones
Hay ocho grandes visiones en esta sección indicadas por la palabra “Vi...” (capítulos 19:11,17,19; 20:1,4,11,12; 21:1). Estas visiones son consecutivas, extendiéndose desde la Aparición de Cristo hasta el Estado Eterno.
LA PRIMERA VISIÓN: Cristo el Conquistador victorioso
Capítulo 19:11-16.— El hilo de los acontecimientos proféticos se reanuda ahora con un relato detallado de la Aparición de Cristo. El cielo está “abierto” porque ha llegado el momento de la Aparición de Cristo. Esto es bastante diferente del capítulo 4:1, en el que se abrió una puerta en el cielo para que Juan entrase; aquí se abre para que Cristo y los ejércitos del cielo salgan. El Señor Jesús dijo que nadie sabe la hora exacta en que esto sucederá (Mateo 24:36). La soberanía de la tierra es realmente la gran cosa en juego, y se decidirá de una vez por todas en este momento. El resultado es que los reinos de este mundo vendrán a ser el reino de nuestro Señor y de Su Cristo (Apocalipsis 11:15). Este es el carácter davídico (guerrero) del juicio del Señor.
Él monta un “caballo blanco”. Esto no es literal, sino una figura de Su poder victorioso (versículo 11a). En los antiguos países orientales, cuando un rey llegaba a un lugar montado en un asno, significaba que venía en son de paz (Zacarías 9:9), pero cuando venía en un caballo, era en guerra. (Este Jinete no debe confundirse con el jinete sobre un “caballo blanco” en el capítulo 6:1-2, que es la Roma papal que profesa pureza de motivos al reunir a las naciones de Europa occidental en una federación).
• Es llamado “Fiel y Verdadero” porque juzga con justicia y según la verdad (versículo 11b).
• Sus ojos son “como llama de fuego”, lo que significa que tiene una omnisciencia divina que descubre todo el mal oculto y lo trata según la justicia (versículo 12a).
• Lleva “muchas diademas” refiriéndose al dominio universal que le pertenece (versículo 12b).
• Tener un “nombre escrito que ninguno entendía” representa la gloria intrínseca de Su persona que ningún humano puede conocer (versículo 12c; Mateo 11:27).
• Está vestido con “una ropa teñida en sangre”, lo que significa que viene en venganza (versículo 13a). La sangre aquí no es la Suya que fue derramada por los pecadores, sino la de Sus enemigos (compárese con Isaías 34:6; 63:1-4).
• Su nombre es “el Verbo de Dios” porque es el perfecto expositor de la mente de Dios expresada en el juicio (versículo 13b; Juan 1:1).
• Los “ejércitos” del cielo que le siguen son los santos celestiales glorificados de los tiempos del Antiguo y del Nuevo Testamento que asistirán a Su venida (versículo 14; 1 Tesalonicenses 3:13; 4:14; Judas 14; Zacarías 14:5; Apocalipsis 17:14). No tienen armas porque no las necesitan; la batalla es del Señor.
• De Su boca sale “una espada aguda” (versículo 15). Así, Su Palabra será el instrumento de la destrucción de Sus enemigos (Hebreos 4:12; Isaías 30:31). Hay dos propósitos de Su venida en juicio: primero, “herir con ella las gentes ... con vara de hierro” a los que se reúnen en el Armagedón, que es el juicio de la Siega. En segundo lugar, “pisar el lagar del vino del furor, y de la ira del Dios Todopoderoso”, que es el juicio de la Vendimia (Isaías 63:1-6; Apocalipsis 14:18-20). (Este último juicio no se menciona aquí porque el Espíritu de Dios se centra en la Aparición de Cristo, y la Vendimia no ocurre entonces, sino un poco más tarde).
• Su nombre (o título) es “Rey de reyes y Señor de señores” (versículo 16). Esto indica Su derecho soberano a gobernar sobre todos los reinos.
LA SEGUNDA VISIÓN: El llamado a aves rapaces para la cena de Dios
Capítulo 19:17-18.— Tan seguro es el juicio de los ejércitos que se reúnen para oponerse a la intervención de Cristo, que un ángel convoca a “todas las aves que volaban por medio del cielo” para que se alimenten de los guerreros caídos. Esta es la segunda “cena” en este capítulo. “La cena del Cordero” es una escena de alegría y bendición en el cielo; “la cena del gran Dios” es una escena de juicio en la tierra. Esta cena es de los muertos que han caído en la batalla (versículos 17-18).
LA TERCERA VISIÓN: El juicio en Armagedón
Capítulo 19:19-21.— El juicio que el Señor ejecutará en este momento es el primero de una serie de juicios. Cuando Él aparezca, primero tratará con los poderes occidentales en Armagedón. Estos son los ejércitos confederados bajo la Bestia (Babilonia política) que vendrán a la tierra de Israel desde el oeste con su enorme armada (Números 24:24). Al mismo tiempo, el Señor enviará a Sus ángeles que recorrerán la tierra profética y sacarán a todos los que han rechazado el evangelio y los arrojarán al infierno (Mateo 13:38-43; 24:40-41). Este es el juicio de la Siega.
Versículos 20-21.— Aquí no se cuenta sobre las batallas de Armagedón, sólo sobre el resultado. La Bestia (el líder de la confederación occidental) es llevada con el Anticristo y arrojada viva al lago de fuego. Aquí, el Anticristo ya no es llamado “otra bestia” o “el rey”, sino “el falso profeta”, porque en este punto, habrá sido reducido a ese papel, habiendo perdido su lugar de gobierno en la tierra de Israel como rey. Antes de esto, habrá huido de su puesto en la tierra cuando el Rey del Norte y su confederación árabe atacaron (Zacarías 11:17; Isaías 22:19; Jeremías 39:4; Juan 10:13).
LA CUARTA VISIÓN: Satanás atado por 1000 años (el Milenio)
Capítulo 20:1-3.— Es el propósito de Dios mostrar la gloria de Cristo a través de la Iglesia en el mismo lugar donde fue rechazado y expulsado, y así, vindicarle ante los ojos de todos (Mateo 17:1-2; Juan 17:23; 2 Tesalonicenses 1:10). Él hará esto en el Milenio, cuando Cristo reine por 1000 años. Sin embargo, todo el escenario debe ser limpiado antes de que la escena pueda ser establecida para el despliegue de la gloria de Su reino. Como hemos visto en los capítulos anteriores, esta limpieza será a través del juicio. Habiendo juzgado a Sus enemigos, el Señor hará “cesar las guerras” (Salmo 46:6-9; Isaías 2:4).
Para que haya paz y bendición en la tierra, Satanás, que es el gran instigador de la violencia y la corrupción, debe ser eliminado. Uno de los actos finales de preparación del escenario para el despliegue de la gloria de Cristo será arrojarle a él y a sus ángeles al “abismo”. Allí permanecerán “muchos días”: la duración del Milenio (Isaías 24:21-22). La tierra quedará libre de su influencia durante 1000 años. Esto es algo que el mundo jamás ha conocido.
La esfera de los movimientos de Satanás será progresivamente restringida, hasta que al final será arrojado al lago de fuego (el infierno). Una vez él tuvo el privilegio de estar en “el huerto de Dios” (la morada de Dios), pero cuando pecó, fue expulsado (Ezequiel 28:11-19). Al ser expulsado, ha tenido acceso a los cielos y a la tierra, los cuales ha buscado corromper (Job 1:6-7; 15:15). En la época del diluvio, algunos de sus emisarios fueron confinados en el abismo a causa de su particular maldad al intentar cohabitar con las hijas de los hombres (Génesis 6:2; 2 Pedro 2:5; Judas 6). Luego, a mediados de la septuagésima semana de Daniel 9, será arrojado de los cielos “en tierra” (Apocalipsis 12:7-9; Lucas 10:18). Cuando Cristo aparezca al final de la semana profética, Satanás y sus ángeles serán arrojados al “abismo” durante 1000 años. Entonces, después de su última revuelta (habiendo sido liberado del abismo después de 1000 años), será arrojado al “lago de fuego”, su morada eterna de juicio eterno (Apocalipsis 20:10; Mateo 25:41).
LA QUINTA VISIÓN: Los santos celestiales reinan con Cristo por 1000 años (el Milenio)
Capítulo 20:4-10.— Después de que todos los poderes hostiles sean derrocados, Cristo reinará sobre todas las obras de Sus manos con los santos celestiales (Apocalipsis 20:4-6). La Escritura nos dice que Dios “ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel Varón al cual determinó” (Hechos 17:31). Este “día” no es un solo día de 24 horas, sino todo el período de 1000 años: el Milenio. Es “el día del Señor” (2 Pedro 3:8-10; 1 Tesalonicenses 5:2; 2 Tesalonicenses 2:2; Isaías 2:10-22; Joel 1:15; Sofonías 2:2; Malaquías 4:5). Los juicios de la Siega y la Vendimia anteriores a este son los juicios guerreros davídicos del Señor, pero éste es Su reinado salomónico en paz (1 Reyes 5:4; Salmos 72:7-8; 147:14; Isaías 60:18).
Se da un resumen de aquellos que tendrán el privilegio de tener parte en el reino de justicia de Cristo. Hay tres clases de santos celestiales que se sentarán en “tronos” en la administración del reino. Estos tronos están en los cielos, no en la tierra (Daniel 7:18,22,27: “los santos del Altísimo”). Así, los santos ayudarán en el juicio del mundo venidero (1 Corintios 6:2).
• Los que “se sentaron sobre ellos” son los santos glorificados de los tiempos del Nuevo y del Antiguo Testamento (versículo 4a).
• “Las almas de los que habían sido muertos por la palabra de Dios” (versículo 4b) son los mártires de la primera mitad de la semana profética que serán resucitados y glorificados (Apocalipsis 6:9-11).
• Los que “no habían adorado la bestia, ni á su imagen” (versículo 4c) son los mártires de la última mitad de la semana profética que también serán resucitados y glorificados (Apocalipsis 14:2-3; 15:2-4).
Capítulo 20:7-10.— Al final del Milenio, Satanás será “suelto de su prisión”. Inmediatamente hará un último y desesperado intento de recuperar el señorío sobre el mundo. Saldrá a “engañar” a los perdidos, y le seguirán en un intento feroz de derrocar a los santos en “la ciudad amada”. Este es el último asedio a Jerusalén. Aquellos que le siguen son llamados “Gog” y “Magog”, pero no son las mismas personas que en Ezequiel 38–39. Los que siguen a Satanás en este momento son llamados así porque tienen el mismo carácter impío de incredulidad. Dios usará este evento para llevar a Satanás y a todos los que le siguen a su final. “Fuego” (un símbolo de juicio) descenderá de Dios y los devorará. En ese momento, Satanás y sus ángeles serán arrojados al lago de fuego, su morada eterna de juicio (Mateo 25:41).
LA SEXTA VISIÓN: El gran trono blanco
Capítulo 20:11.— La sexta visión es de “un gran trono blanco” y de Él “que estaba sentado sobre él”. Por lo tanto, el Milenio comienza y acaba con un juicio de sesiones (versículos 4,12-15). ¿Quién es el que ocupa este trono? No es Dios el Padre, sino Dios el Hijo, porque todo juicio ha sido entregado a Su mano (Juan 5:22).
LA SÉPTIMA VISIÓN: El juicio de los impíos muertos
Capítulo 20:12-13.— Esta escena final del juicio es la de los impíos muertos. El último acto registrado en el tiempo es el juicio de los que siguieron a Satanás en su revuelta final; el primer acto registrado en la eternidad es la resurrección y el juicio de los impíos muertos. Entre estos dos eventos, “la tierra y el cielo” huirán “de delante” de Aquel que se sienta en el trono. Todo sucede en un momento. En este punto, los elementos de toda la creación se fundirán (2 Pedro 3:7-12). Esto no incluirá la morada de Dios (“el tercer cielo”) porque los fuegos de la purificación no pueden tocarla.
Este capítulo 20 del Apocalipsis confirma que no habrá una resurrección universal de todos los muertos a la vez. La Escritura indica que hay dos resurrecciones: una “resurrección de vida” y una “resurrección de condenación” (Juan 5:28-29; Hechos 24:15). Este capítulo llama a la resurrección de vida “la primera resurrección” (versículo 5). Sólo involucra a los justos. El hecho de que diga: “Mas los otros muertos no tornaron á vivir hasta que sean cumplidos mil años”, indica que hay otra resurrección después de la primera, y en ella participan los impíos. Por lo tanto, podría llamarse “la segunda resurrección”.
Los impíos muertos desde el principio de los tiempos serán resucitados para recibir su sentencia eterna de juicio (Job 14:12). Estarán suspendidos en el espacio ante su Creador y serán condenados a una eternidad perdida en “el lago de fuego”. Contrariamente a la enseñanza popular, todavía no hay nadie en el infierno (el lago de fuego). Aquellos que han muerto en sus pecados están actualmente “encarcelados” en el Hades (1 Pedro 3:19), que es un estado temporal de confinamiento para los espíritus desencarnados perdidos. Las primeras personas arrojadas al Infierno (el lago de fuego) son la Bestia y el Anticristo (Apocalipsis 19:20-21), luego todos los que han rechazado el evangelio de la gracia de Dios en las naciones occidentales serán puestos allí por los ángeles en el juicio de la Siega (Mateo 13:39-41). Los impíos muertos son los últimos en ser consignados allí. Ya que estas personas serán resucitadas de entre los muertos para presentarse ante el gran trono blanco, ellas serán arrojadas vivas al lago de fuego y sufrirán en una separación interminable de Dios.
Todos los que no se encuentran inscritos en “el libro de la vida” son juzgados según sus obras, tal como se registran en “los libros”. El hecho de que haya libros indica que Dios mantiene registros de la vida de los hombres. Cada pensamiento, palabra y obra están registrados allí. Lucas 12:47-48 indica que habrá varios grados de castigo para los perdidos en el infierno. Será un juicio justo, y serán castigados “según sus obras”. Nadie sufrirá por algo que no haya hecho.
Capítulo 20:14-15.— “La muerte y el Hades” (traducción J. N. Darby) se personifican como poderes y son arrojados al lago de fuego en una derrota perpetua. Ambos han llegado a existir porque el hombre pecó, pero ahora no habrá más necesidad de ellos. “El lago de fuego” es el depósito eterno de los perdidos y el lugar donde sufrirán. Un “lago” denota un lugar de confinamiento; el agua fluye hacia él desde varios arroyos y ríos y es confinada allí. El “fuego” es un símbolo de juicio a lo largo de la Escritura. Por lo tanto, los perdidos están en un lugar de confinamiento eterno bajo el juicio de Dios. Dios nunca quiso que ninguna persona terminase en ese horrible lugar de juicio; fue preparado para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41). Pero los hombres malvados que rechazan los actos del amor y la gracia de Dios hacia ellos también terminarán allí.
Algunos creen que la “destrucción eterna” (2 Tesalonicenses 1:9, traducción King James; Filipenses 3:19; Mateo 7:13; 2 Pedro 2:1,12; 3:16, etc.) significa que las personas son consumidas por el fuego del juicio de Dios y dejan de existir después. Esta falsa doctrina se llama Aniquilacionismo. La Palabra de Dios, sin embargo, indica que la “destrucción eterna” no tiene que ver con la pérdida del ser, sino con la pérdida del bienestar.
El hecho de que este juicio de las personas impías se llame “la segunda muerte” muestra que no dejaron de existir cuando experimentaron la primera muerte (muerte física). Si no quedara nada de ellos después de morir físicamente, entonces no podrían experimentar este juicio de la segunda muerte.
Está claro por Job 30:24 que los perdidos seguirán existiendo después de morir. Dice que “clamarán” incluso después de haber sido destruidos.
El Señor Jesús dijo: “El que es incrédulo al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él” (Juan 3:36, traducción King James). “Permanecer” se refiere a algo perpetuo. Si la ira de Dios permanece sobre el incrédulo, el incrédulo debe de existir para que permaneciese sobre él. ¿Cómo podría permanecer sobre la nada?
Apocalipsis 14:11 dice: “Y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás”. El tormento es una condición que requiere que una persona existiera para experimentarlo. Es imposible atormentar a algo que no existe. Asimismo, el Señor dijo: “Donde el gusano de ellos no muere” (Marcos 9:48). Esto indica que los tormentos de remordimiento de conciencia jamás cesarán en los perdidos quienes están bajo el juicio eterno. Además, varias Escrituras nos dice que el fuego del juicio de Dios “nunca se apagará” (Mateo 3:12; Marcos 9:43,45; Lucas 3:17). ¿Qué necesidad habría para que continuase si aquellos que son lanzados allí están aniquilados de inmediato?
Apocalipsis 19:20 nos dice que la Bestia y el falso profeta fueron arrojados vivos al lago de fuego. Luego, en el siguiente capítulo se nos dice que el diablo es puesto en el abismo por la duración del Milenio y luego es liberado. Y después de una breve rebelión leemos: “Y el diablo que los engañaba, fué lanzado en el lago de fuego y azufre, donde está la bestia y el falso profeta” (Apocalipsis 20:10). Obsérvese: ¡La Bestia y el falso profeta todavía están allí en el lago de fuego después del reino de mil años de Cristo! No dejaron de existir.
Algunos nos dicen que la muerte misma es el juicio. Pero la Escritura dice: “Está establecido á los hombres que mueran una vez, y después (de la muerte) el juicio” (Hebreos 9:27). Si el juicio viene “después” de la muerte, ¿cómo podría ser la muerte el juicio? Incluso en nuestro lenguaje ordinario, “destrucción” no significa el cese de la existencia. Por ejemplo, si tomáramos un hacha y destruyéramos una bonita mesa de madera, habría tanto material tirado en un montón inútil en el suelo como cuando era una bonita y útil mesa. Una vez que se ha destruido, ya no es útil para el propósito para el que se hizo. Lo mismo sucede con la destrucción de los seres humanos. El hombre fue hecho para la gloria de Dios (Isaías 43:21; Apocalipsis 4:11). Si va a la “destrucción eterna”, ya no puede ser adecuado por medio de la salvación para el propósito para el que fue creado.
LA OCTAVA VISIÓN: El Estado Eterno
Capítulo 21:1-8.— La última visión es del Estado Eterno, que es el pináculo de los santos deseos de Dios en el sentido más completo. Esto nos lleva a la fructificación del propósito de Dios con respecto a la gloria de Cristo y la bendición del hombre. En la Escritura se nos da relativamente poco sobre el Estado Eterno. Aunque se alude a él varias veces en el Nuevo Testamento, sólo hay tres pasajes que lo describen (Apocalipsis 21:1-8; 1 Corintios 15:24-28; 2 Pedro 3:10-13).
Es significativo que este pasaje sea marcado por el número ocho que representa un nuevo comienzo.
• Es la octava visión.
• Hay ocho cosas de las cuales se dice que ya no existen: el primer cielo, la primera tierra, el mar, las lágrimas, la muerte, la tristeza, el llanto y el dolor (versículos 1-4).
• Ocho clases de pecadores se encuentran bajo el juicio eterno: los temerosos, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los fornicarios, los hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos (versículo 8).
Dios comenzará a “reconciliar todas las cosas” consigo mismo en el Milenio, pero esta obra no estará completa hasta que se alcance el Estado Eterno (Colosenses 1:20). El pecado y la muerte seguirán existiendo en el Milenio (1 Corintios 15:25-26), pero en el Estado Eterno todo rastro del pecado y de Satanás y de la muerte habrá desaparecido (Juan 1:29). Durante el Milenio, la justicia “reinará” (Salmo 96:10; Isaías 32:1; 61:11), pero en el Estado Eterno, la justicia “mora” (2 Pedro 3:13). En contraste con esto, los que defienden la justicia hoy en día “sufren” (1 Pedro 3:14).
La justicia reinará en el Milenio a través de Cristo gobernando con “vara de hierro” (Salmo 2:9; Apocalipsis 2:27; 12:5; 19:15). Pero en el Estado Eterno, no habrá necesidad de reinar porque no habrá nada que subyugar, pues todo será de Dios, y Él será “todas las cosas en todos” (1 Corintios 15:28). En el Milenio, Cristo y los santos celestiales “reinarán”. Esto continuará “hasta los siglos de los siglos” (el Estado Eterno), pero no en los siglos de los siglos (Apocalipsis 22:5, traducción J. N. Darby). No se menciona a un Rey gobernando en Su reino aquí en este pasaje, porque habrá sido entregado al Padre (1 Corintios 15:24). Por lo tanto, el Milenio será para la vindicación del carácter santo de Dios, pero el Estado Eterno es para la satisfacción de Su corazón.
El punto clave con respecto al Estado Eterno es que todo será “nuevo” (versículo 1). El cielo y la tierra permanecerán como lugares distintos durante toda la eternidad, pero estarán en una condición completamente nueva. El “cielo” que se menciona aquí no es la morada de Dios, que no necesita ser hecha nueva, sino el cielo atmosférico y estelar.
El hecho de que “el mar ya no es” indica que no habrá más separación en las circunstancias, tal como las conocemos. Un “mar” es un elemento separador en la naturaleza y se utiliza para indicar separación en circunstancias, edad, tiempo y nacionalidad, etc. Las distinciones de tiempo, las fronteras geográficas, las limitaciones y diferencias humanas desaparecerán entonces. No habrá nada que separe a los hombres de una feliz comunión entre ellos y con Dios.
La Nueva Jerusalén aparece como la morada eterna de la Iglesia. Está “dispuesta como una esposa [novia] ataviada para su marido” (versículo 2, traducción J. N. Darby). La Iglesia es vista en los últimos capítulos de este libro en su carácter de “novia” y en su carácter de “esposa” (traducción J .N. Darby). Como novia, ella es totalmente para el disfrute y la satisfacción del corazón de Cristo. Como esposa, asistirá al Señor en la administración del mundo venidero: el Milenio (versículo 9). Es interesante notar que su carácter de esposa no continúa en el Estado Eterno, porque ese aspecto cesará. Sin embargo, el aspecto de novia continuará para siempre.
Se menciona a la nueva Jerusalén, “que descendía del cielo, de Dios”, pero no hay indicación de que toque la tierra y los convierta en un solo lugar. Los dos seguirán siendo lugares distintos de destino humano, pero en la más estrecha armonía.
Se hace la declaración: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos” (versículo 3). Este es el gran deseo de Dios: morar en comunión con “los hijos de los hombres” (Proverbios 8:31). Entonces se cumplirá perfectamente.
El versículo 4 indica una condición de felicidad fija. “Lágrimas”, “muerte”, “llanto”, “clamor” y “dolor” son cinco cosas que son el resultado del pecado. Todas ellas desaparecerán para siempre porque todas las cosas serán hechas nuevas (versículo 5). Se anunciará victoriosamente: “Hecho es”. Esto marca el cumplimiento del propósito de Dios.
Los versículos 6-7 indican que los hombres redimidos seguirán teniendo sed. Nuestra sed en el día de Dios será de tener más de Cristo y de Su amor. Él es el “Agua de vida”, el único que puede satisfacer esa sed. Aunque estemos en el Estado Eterno, seguiremos siendo criaturas dependientes; nunca seremos autosuficientes. Dios cumplirá perfectamente todos nuestros deseos y nos satisfará eternamente con Aquel del cual cantamos: “llenar podrás mi mente y corazón” (Himnario Mensajes del Amor de Dios, no 626).
El versículo 8 indica que no sólo habrá un estado fijo de felicidad y bendición para los justos, sino que también habrá un estado fijo de condenación para los perdidos. Se mencionan ocho clases de pecadores que estarán bajo juicio eterno en el lago de fuego.
Capítulos 21:9-22:5: La Iglesia en la administración del mundo venidero
Esta sección es un apéndice en el libro del Apocalipsis. Nos hace retroceder en el tiempo hasta el Milenio y nos proporciona más detalles sobre la administración del mundo venidero bajo Cristo y la Iglesia. Este es el tiempo en el que la Iglesia entrará legítimamente en el gobierno. Muchos cristianos piensan que deben involucrarse en la política y el gobierno en el mundo hoy en día, pero este no es el momento para ello.
Hay enormes diferencias entre la falsa iglesia (“la ramera”) y la verdadera (“la esposa, mujer del Cordero”):
• La Ramera es vista en el “desierto” porque está destituida espiritualmente (Apocalipsis 17:3).
• La Esposa es vista desde un “alto monte” porque ha sido exaltada por Dios (Apocalipsis 21:10).
• Se hace referencia a la Ramera como una “ciudad” que tiene todo lo del hombre en ella (Apocalipsis 17:9).
• Se hace referencia a la Esposa como una “ciudad” que tiene todo lo de Cristo en ella (Apocalipsis 21:10).
• Se habla de la Ramera como “grande” (7 veces) pero no santa (Apocalipsis 17:1, etc.).
• Se habla de la Esposa como “santa” pero no grande (Apocalipsis 21:10).
• La Ramera se glorifica a sí misma (Apocalipsis 18:7).
• La Esposa es glorificada por Dios (Apocalipsis 21:11).
Al repasar los capítulos en el libro de Apocalipsis, podemos trazar la historia de la Iglesia y su destino final. Primero se la ve en la tierra como un reino de “sacerdotes” (capítulo 1). Después, es vista en una posición de testimonio como “siete candeleros de oro”, y lamentablemente fallando en su responsabilidad (capítulos 2–3). Luego, es vista como parte de los “veinticuatro ancianos” alrededor del trono en el cielo, como inteligentes observadores de la sabiduría de Dios en Su trato con los hombres (capítulos 4–5). Luego, es vista como “la esposa del Cordero” en las bodas del Cordero en el cielo (capítulo 19:7-10). Después de esto, es vista como parte de “los ejércitos” que siguen a Cristo desde el cielo en sus juicios guerreros (capítulo 19:14). Luego, es vista como la “novia” eterna de Cristo que le proporciona alegría y satisfacción eternas (capítulo 21:2, traducción J. N. Darby). Por último, en este apéndice, es vista como una “ciudad” celestial en la sede de administración sobre el mundo venidero (capítulo 21:9–22:5). ¡Qué historia de gracia divina!
La ciudad celestial
Capítulo 21:9-10.— Se muestra “la esposa, mujer del Cordero” a Juan, pero cuando la mira, ve una “ciudad”, no una mujer. Este cambio en las figuras es necesario porque una mujer en la Escritura no se ejercita en asuntos administrativos. Esto es coherente con el tenor general de la Escritura. Por lo tanto, la figura se cambia a una “ciudad” y se utiliza en lo sucesivo en el capítulo.
Si el número ocho distingue al Estado Eterno, el número doce distingue esta escena milenaria en el mundo venidero. El número doce representa la perfección administrativa.
• Doce puertas (capítulo 21:12).
• Doce ángeles (capítulo 21:12).
• Doce tribus de Israel en las puertas (capítulo 21:12).
• Doce cimientos (capítulo 21:14).
• Doce apóstoles (capítulo 21:14).
• Doce mil estadios (capítulo 21:16).
• Doce veces doce codos (capítulo 21:17).
• Doce piedras preciosas (capítulo 21:19-20).
• Doce perlas (capítulo 21:21).
• Doce tipos de frutos (capítulo 22:2).
• Doce meses del año (capítulo 22:2).
La “ciudad” no es una descripción del cielo (como a menudo se piensa), sino de la Iglesia reinando con Cristo sobre la tierra en el Milenio. No es una ciudad literal que flota en el cielo. El Apocalipsis es un libro de símbolos y éstos se utilizan para describir a la Iglesia en su administración del mundo venidero. Una ciudad representa un sistema organizado de vida bajo un gobierno ordenado. En este caso es de naturaleza santa, de carácter celestial y de origen divino.
Su administración universal de la tierra
Capítulo 21:11.— La “ciudad” celestial es el utensilio de exhibición a través del cual Dios hará fluir Su gloria y la gloria de Cristo. El “oro” es el material prominente en estos versículos. Representa la justicia divina que será la regla del reino (Salmo 96:10; Isaías 32:1; 61:11). La “ciudad” se adornará con “la gloria de Dios” (traducción J. N. Darby) y se utilizará para transmitir esa gloria (“su luz”) ante el mundo (Efesios 2:7). Su gloria es como una “piedra de jaspe” (un diamante), “resplandeciente como el cristal” porque en aquel día, al ser glorificada, no habrá impurezas en la Iglesia que impidan la emanación de la gloria de Cristo. La carne habrá desaparecido de cada uno de la ciudad.
Capítulo 21:12-13.— La ciudad tiene “un muro”, lo que representa la separación y reclusión, y, por lo tanto, la exclusión de todo lo que no es de Cristo. Esto evidencia que en el Milenio todavía habrá enemigos y la presencia del mal (1 Corintios 15:25-26). ¡Pero ningún mal o depredador penetrará en esa ciudad! La ciudad también tiene “doce puertas”. Representan la responsabilidad administrativa (Deuteronomio 25:7; Josué 20:4; Rut 4:1-2) y la recepción de todo lo que es de Cristo. En las puertas hay “doce ángeles”. Representan toda la innumerable compañía de seres angélicos. No forman parte de la ciudad, sino que esperan fuera de ella para llevar a cabo cualquier servicio que la Iglesia considere necesario en el gobierno de la tierra.
Capítulo 21:14-20.— La ciudad tiene “doce fundamentos” adornados con “toda piedra preciosa”. Esto representa las diversas glorias de Cristo que brillan en y a través de los santos. Las piedras preciosas no tienen luz inherente, y tampoco los santos tienen gloria en sí mismos; su belleza será el resultado de la gloria de Cristo reflejada en ellos. (Compárese Salmo 90:17). Como las piedras tienen varios colores y matices, así los santos en su estado glorificado conservarán su individualidad. La ciudad en su conjunto es “oro puro” (versículo 18), pero también es como “vidrio limpio”, lo que significa que la ciudad será un despliegue de justicia ante el mundo.
Capítulo 21:21.— También tendrá “doce perlas” montadas en sus puertas. Una perla es un objeto de gran valor (Mateo 13:45-46). Por lo tanto, la Iglesia se exhibirá ante el mundo como un objeto de valor para el corazón de Cristo (Juan 13:1; 15:9; Apocalipsis 3:9). La ciudad tiene una “calle” (traducción J. N. Darby) de oro puro que la atraviesa. En la vida corriente, una calle es el medio por el que los hombres se relacionan entre sí en los negocios y la diversión. Esto representa la comunión entre los santos. El hecho de que sea de “oro puro” indica que la comunión e intercambio en la ciudad se basará en lo que es divino, y no en lo que es natural y mundano.
Capítulo 21:22-27.— Se mencionan al menos siete cosas que no estarán en la ciudad. No habrá “templo”. Es decir, nada que oculte la presencia de Dios y el acceso a Él. Tampoco habrá “sol” (luz creada), ni “luna” (luz prestada), ni “lumbrera” (luz artificial). Esto indica que no habrá necesidad de cosas terrenales y naturales para guiar las decisiones administrativas tomadas por la ciudad en cuanto a su gobierno de la tierra. Tampoco habrá “noche” allí porque la luz del conocimiento de Dios saturará todo (versículo 25). La luz llenará la ciudad. Esto será en un sentido literal, así como en un sentido espiritual. Las naciones de la tierra “andarán en la lumbre” de la ciudad (versículo 24). Esto significa que la tierra estará ordenada y regulada por los principios prácticos de la justicia divina que serán sostenidos y aplicados por la ciudad. Este conocimiento (“lumbre”) relacionado con la justicia práctica se difundirá a través de Israel en la tierra (Isaías 2:2-3; 61:6, etc.). Por tanto, las naciones serán instruidas en cuanto a cómo vivir bajo un reino de justicia. En aquel día la Iglesia será “la luz del mundo” de forma perfecta (Mateo 5:14). (Hoy la Iglesia es un testimonio para el mundo con mucha imperfección). Las puertas de la ciudad estarán abiertas de continuo (“nunca serán cerradas”) para recibir el reconocimiento y el respeto que le son debidos. No habrá “ninguna cosa sucia” en la ciudad (versículo 27). Y, por último, no habrá allí ninguna “maldición” (capítulo 22:3).
En resumen, la ciudad no necesitará nada de la naturaleza o del mundo para mantenerla. Las naciones le llevarán su “gloria y honor” (versículo 26). Esto no significa que la Iglesia vaya a recibir alabanzas de las naciones de la tierra, sino que las naciones traerán su homenaje a Aquel que está en medio.
Tres cosas que caracterizan la “vida” en la ciudad
1. El “libro de la vida” (capítulo 21:27). Esto representa la seguridad de su relación con Cristo.
2. El “río limpio de agua de vida” (capítulo 22:1). Esto representa el flujo interminable de bendición que les pertenecerá.
3. El “árbol de la vida” (capítulo 22:2). Esto representa la plenitud de satisfacción por el deleite de la comunión con Cristo.
Capítulo 22:1-5.— Las “hojas” del árbol serán para “la sanidad de las naciones”. Bajo la administración de Cristo y la Iglesia (Efesios 1:10), por primera vez en la historia, las naciones habitarán juntas en paz. La animosidad que ha existido durante miles de años entre las naciones será tratada mediante la ejecución de la justicia, y no habrá más guerras (Salmo 46:9).
El Antiguo Testamento termina con la advertencia de una maldición (Malaquías 4:6), ¡pero el Nuevo Testamento termina con la promesa de que no habrá más “maldición”! La “servidumbre de corrupción”, que ha impregnado la tierra desde la caída del hombre, será quitada (Romanos 8:20-22). En pocas palabras, al final Dios vencerá el mal con el bien. Los “siervos” del Cordero (los santos) le prestarán el servicio de alabanza. Verán “Su cara”. Los santos verán la cara del Señor literalmente (1 Juan 3:2), pero aquí la “cara” del Señor se usa figurativamente para indicar intimidad. “Su nombre estará en sus frentes”. Esto significa que todos los santos llevarán Su carácter a la perfección moral. Y reinarán con Cristo durante todo el Milenio: “hasta los siglos de los siglos” (traducción J. N. Darby), que es el Estado Eterno (versículo 5; Daniel 7:18,22,27). Esto significa que el reinado de Cristo y la Iglesia sobre la tierra no continuará en el Estado Eterno, porque no habrá necesidad de gobierno en aquel día eterno.
Capítulo 22:6-21: Exhortaciones finales
Capítulo 22:6.— En estos últimos versículos, no sólo tenemos las exhortaciones finales del libro del Apocalipsis, sino también una conclusión adecuada para toda la Palabra de Dios.
Tres anuncios de la venida del Señor
Previamente, los ángeles y los ancianos se han dirigido a Juan para hablarle de los acontecimientos futuros, pero ahora pasan a un segundo plano y es el propio Señor quien habla. Este es un final apropiado para lo que se ha desarrollado en el libro. Él anuncia Su venida (“He aquí, vengo presto”) tres veces, de tres maneras diferentes (versículos 7,12,20). Cada exposición de Su venida tiene una aplicación tanto para el creyente como para el incrédulo.
Capítulo 22:7-11.— El primer anuncio de la venida del Señor tiene la intención de evitar que nos acomodemos en este mundo mientras esperamos que Él venga. Si “guardamos” en mente los juicios que están a punto de caer sobre el mundo, esto tendrá el efecto práctico en nuestras vidas de librarnos de la mundanalidad. Como resultado, el curso de nuestras vidas cambiará, sabiendo que el juicio viene sobre todo lo que vemos. Si entendemos esto correctamente, nuestras fuerzas no se desperdiciarán en acumular lo que está “guardado para el fuego”, sino que se utilizarán para promover la causa de Cristo en este mundo (2 Pedro 3:7).
Asombrado por lo que vio, Juan intentó adorar a los pies del ángel, pero fue reprendido por ello (versículos 8 y 9). Los ángeles no eran más que instrumentos en la instrucción de Juan en cuanto a los temas proféticos de este libro; no se les debía considerar más de lo que eran. A diferencia de las profecías del Antiguo Testamento, que estaban selladas hasta el tiempo del fin (Daniel 12:4), estas cosas no están selladas porque el regreso del Señor y los juicios consiguientes están a punto de caer sobre este mundo. Por lo tanto, el Señor dice: “No selles las palabras de la profecía de este libro; porque el tiempo está cerca” (versículo 10). Entonces todo quedará en un estado fijo. Todos serán bendecidos por Dios o estarán bajo el juicio de Dios (versículo 11).
Capítulo 22:12-15.— El segundo anuncio de la venida del Señor está relacionado con el hecho de que trae consigo Su recompensa (versículo 12). Esto es una alusión al tribunal de Cristo, que es un término amplio que implica el juicio tanto de los creyentes como de los incrédulos, pero en momentos diferentes. Los perdidos serán juzgados en la Aparición de Cristo y al final de Su reino (2 Timoteo 4:1); los creyentes recibirán sus recompensas en el tribunal, justo después de ser llevados al cielo en el Arrebatamiento, y las tendrán en exhibición en ese día milenario. Este es otro incentivo para vivir para Cristo. Nuevamente, el resultado será una condición permanente, aquellos que “laven sus ropas” (traducción J. N. Darby) en la sangre del Cordero serán bendecidos, y aquellos que no lo hagan serán condenados para siempre. (Nota del traductor: La Reina-Valera Antigua dice “guardan Sus mandamientos”, pero debería decir “lavan sus ropas” como en la versión de 1960).
Capítulo 22:16-21.— El tercer y último anuncio de la venida del Señor está calculado para suscitar sentimientos nupciales en nuestros corazones y despertar una preocupación por los perdidos para que se salven. El Señor Se presenta de dos maneras:
• De una manera que refleja las profecías del Antiguo Testamento: “la raíz y el linaje de David” (versículo 16).
• De una forma que está claramente característica del Nuevo Testamento: “La Estrella resplandeciente y de la mañana” (versículo 16).
Esto conmueve los afectos de la novia para pedirle al Señor que venga: “Ven” (versículo 17). “El Espíritu y la Esposa” dicen esto conjuntamente, indicando que el Espíritu de Dios ha producido este santo deseo en los santos, y se les ve como coincidiendo con la mente del Espíritu. Se hace un segundo llamamiento al resto del cielo para que se una a pedirle al Señor que venga (“ven”), y que haga que estas cosas sucedan. Estar en comunión con la mente del Espíritu no es sólo tener un deseo intenso de que el Señor venga, sino también tener un gran interés en la salvación de los perdidos. Por lo tanto, el Espíritu y la novia hacen una tercera llamada a que “vengan” los que todavía desconocen la gracia de Dios, para que tomen “el agua de la vida” y sean salvados.
Luego se hace una advertencia a cualquiera que quiera manipular “las palabras de la profecía”. Todos los que la lean deben estar en guardia de no dejar que la mente impía del hombre se entrometa en la revelación divina (versículos 18-19).
Las últimas palabras del Señor
Capítulo 22:20-21.— El Señor habla por última vez. “Ciertamente, vengo en breve”. Esto vuelve a incitar a la novia a decir con aún mayor intensidad: “Ven: Señor Jesús”. Vemos en esto la postura adecuada en la espera de la venida del Señor. La novia no pide que se produzcan los acontecimientos de esta profecía, sino que pide que venga su Señor. Mientras tanto, el Señor promete darnos la “gracia” necesaria para continuar en el camino de la fe hasta que llegue ese momento.