Arras del Espíritu

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Arras es un pago inicial hecho por algo que una persona procura poseer en el futuro. Era usado frecuentemente en relación con bienes raíces. En la Biblia, es usado para indicar la presencia del Espíritu en el creyente como garantía de su porción en Cristo en el día de glorificación venidero, y también lo que le permite disfrutar de su porción en Cristo antes de que llegue al cielo (2 Corintios 1:22, 5:5; Efesios 1:14).
H. P. Barker ilustró “las arras” del Espíritu de la siguiente manera: “Es como si fuese así. Yo estoy yendo en un viaje marítimo al extranjero, y prometo llevar a mi hijo, un niño de doce años, conmigo. Para su deleite a bordo del navío le compro un telescopio—no es un simple juguete, sino un instrumento útil. Para él, el presente es una garantía de mi parte de que pretendo llevarlo en el viaje, pero es más que eso. Cuando el viaje está casi llegando a su fin, suena por todo el navío la voz de que hay tierra a la vista. No consigo ver nada, pero mi chico con ojo en su telescopio dice que él puede ver claramente las montañas. Luego yo comienzo a distinguir los contornos de las colinas, pero mi chico exclama, ‘puedo ver los árboles y algunas casas’. Estas cosas un poco más tarde pueden ser discernidas al ojo desnudo, pero el muchacho grita: ‘Padre, puedo ver a la gente en el muelle’. El telescopio le da una visión más clara de la tierra a la que va y le permite observar detalles de ella antes del desembarque. Eso es lo que el Espíritu Santo hace para nosotros como las arras. Él nos da una visión espiritual más precisa. Nos coloca en el terreno del presente disfrute de las grandes cosas que constituyen nuestra herencia eterna; Él nos capacita, por así decirlo, a respirar la atmósfera del cielo y a conocer lo que allí existe antes de que lleguemos allá” (Holy Spirit Here Today, p. 73).
G. Cutting tenía una buena ilustración que enfatiza el trabajo del Espíritu en el creyente como las arras, concediendo al creyente el disfrutar ahora lo que recibirá en el día venidero. Él imaginó un granjero comprando algunas ovejas en un mercado y confiándoselas a un capataz para llevarlas con seguridad a la casa: “Colóquelas en un cercado al lado de granero, Juan. Corte unos cuantos montones de ese trébol dulce del campo que está detrás de la casa y póngalos en el contorno para que las ovejas se alimenten esta noche. Mañana, vamos a colocarlas en ese mismo campo.” Esto describe exactamente nuestra situación. Somos ovejas compradas y confiadas a los cuidados del Espíritu Santo, que nos conducirá a cielo. En el futuro glorioso que esperamos, vamos a ser soltados en ese campo celestial de trébol, por así decirlo. Mientras tanto, el Espíritu como las Arras de nuestra herencia nos da hoy a probar del “dulce trébol” de las cosas por venir para que las disfrutemos en el presente.