Capítulo 1

Narrator: Jose Gentwo
Daniel 1  •  38 min. read  •  grade level: 14
Listen from:
Preparación Para La Profecía
Dos Partes De La Profecía
Del Antiguo Testamento
Debe ser evidente, para cualquier lector atento, que este primer capítulo es puramente un prefacio al libro. Nos introduce en la escena a la cual las profecías, de las que Daniel fue o el intérprete o el receptor, son la gran representación final, el tema que el Espíritu de Dios está a punto de transmitirnos. Podemos, por lo tanto, sacar ventaja de esto, inquirir en la naturaleza peculiar del libro en el cual estamos a punto de entrar.
La parte estrictamente profética de Daniel comienza con el capítulo segundo. Luego siguen ciertos incidentes históricos, que, tal como yo lo concibo, tienen una conexión muy íntima con la profecía — si no directamente, en la forma de tipos — que muestran los principios morales o los asuntos de los poderes del mundo, de los que el libro se ocupa.
Para entender Daniel es necesario tener en mente que la profecía en el Antiguo Testamento se divide en dos grandes partes. Hubo profecías que se referían al pueblo de Dios, Israel, cuando ellos aún estaban bajo Su gobierno, a menudo infieles, pero, con todo, sometidos a Su disciplina y reconocidos por Él hasta cierto punto. Isaías, Jeremías, Ezequiel, y de hecho, muchos de los profetas menores, tales como Oseas, Amos y Miqueas, tienen este primer carácter. Israel todavía era reconocido como el pueblo de Dios, si no su totalidad, a lo menos esa parte del pueblo con quienes Dios tenía aún ciertos tratos en la tierra: me refiero, por supuesto, a las tribus de Judá y Benjamín, las cuales adhirieron a la casa de David. Después de poco tiempo ellos cayeron también, y el heredero de David llegó a ser el líder en la rebelión idólatra contra el Señor. Luego se produjo un cambio de suprema importancia. El trono del Señor, que estaba establecido en Jerusalén, dejó de estar completamente en la tierra. Dios ya no reconoció a Israel, ni siquiera a Judá, como Su pueblo. Y yo llamo vuestra atención particularmente a esto, debido a que hay, a menudo, pensamientos vagos en cuanto a qué significa la expresión “el pueblo de Dios” en la Escritura. Como cristianos nosotros consideramos como pueblo de Dios a aquellos que realmente le pertenecen a Él — Sus hijos por medio de la fe en Cristo. Ahora bien, existe un peligro de trasladar el mismo pensamiento al lenguaje del Antiguo Testamento. Pero se hallará, si examinamos la Escritura con cuidado, que cuando en los oráculos antiguos se habla de “pueblo de Dios,” esta expresión se refiere solamente a los judíos o Israel. Tampoco se trata meramente de un cierto conjunto de los escogidos de entre ellos, sino a la nación entera, o de esa parte que aún se aferra en una medida, aunque muy infielmente, al rey de Dios, y no obstante lo que ellos puedan ser, reconocidos como el pueblo de Dios. Luego llegó un tiempo cuando Dios no reconoció a Su pueblo. Esto fue predicho por Oseas. Se cumplió cuando Dios entregó al último rey de Judá al conquistador Caldeo. Dios habría sacrificado Su propia santidad, su propia verdad, y su propia majestad, si Él hubiese tolerado por más tiempo a los judíos o a su rey idólatra.
El Escenario Mundial De La Profecía
Ahora bien, es una cosa notable en la historia del mundo, que aunque había ciertos poderes de creciente importancia y ambición en el Oriente (Este), a ninguno se le había permitido avanzar antes a una superioridad positiva con respecto a todos los rivales. En el Occidente (Oeste) había solamente hordas de errantes, o, si algunos estaban establecidos, ellos eran bárbaros incivilizados. En el Oriente (Este) y en el Sur los poderes habían surgido rápidamente; uno de ellos, Egipto, es particularmente bien conocido en relación con Israel. Otro también, Assur (Asiria), es bastante antiguo en su origen: nosotros leemos, de hecho, acerca de su nombre, y de ciertas aspiraciones y esfuerzos en pos del poder, antes que nosotros podamos leer algo acerca de Egipto. Estos eran los grandes rivales del mundo temprano, y ellos tenían su propia civilización. Estas civilizaciones podían tener un carácter rudo, pero nadie que crea a las Escrituras, no, más aún, nadie que vea las reliquias de Egipto y Asiria, puede negar que fuera una grandeza barbárica. Bueno, estos poderes lucharon constantemente por el dominio. Pero, de cualquier manera que Dios pudiera haber utilizado a los Egipcios y a los Asirios, o a otros menos considerables, como una vara de disciplina para el bien de Israel, con todo, a ninguna nación en la tierra se le permitió tener la supremacía hasta que fue perfectamente claro que el pueblo de Dios demostró que era indigno de ser Sus testigos y de ser la escena de Su gobierno en la tierra. Entonces, en primer lugar, Efraín (las diez tribus), habiéndose hundido en irremediable idolatría, fue barrido. Durante mucho tiempo había existido monarca tras monarca solamente siguiendo o excediendo uno al otro en el mal; y a través de todo ese tiempo había sido una escena de rebelión e idolatría. Dios había sido obligado así a desarraigar a un pueblo semejante que sólo lo deshonró a Él, de la tierra donde ellos habían sido plantados. Todavía eran reconocidas las dos tribus que adhirieron a la casa de David. Pero nubes se cernían sobre ellas, y trampas de la clase más fatal fueron colocadas por el enemigo. En esta crisis, la profecía alumbra en toda su plenitud. Pues la profecía siempre, yo pienso, presupone fracaso. Ella nunca entra durante un estado normal. Pero cuando la ruina es inminente o ha comenzado, entonces la lámpara de la profecía alumbra en lugar oscuro.
Encontramos que esto es verdad desde el principio. Tomen la revelación en Génesis 3 — que la Simiente de la mujer había de herir la cabeza de la serpiente. ¿Cuándo se presentó esto? No cuando Adán caminaba inmaculadamente, sino después que él y su mujer cayeron. Entonces Dios aparece, y Su Palabra no sólo juzgó a la serpiente, sino que tomó la forma de promesa que iba a realizarse en la verdadera Simiente — ciertamente una bendita revelación del futuro, sobre la cual reposaba la esperanza de los que creían. Fue la condenación de su estado real. No permitió que los fieles que siguieron se hundieran en la desesperación, sino que presentó un objeto por encima de la ruina de parte de Dios, con el cual sus corazones llegaron a estar ligados. Nuevamente, Enoc es la persona en el mundo antediluviano de quien se dice, por sobre las otras, que “profetizó,” aunque nosotros no obtenemos el registro de ello hasta uno de los últimos libros del Nuevo Testamento. “Y también de éstos profetizó Enoc, el séptimo contando desde Adam, diciendo: ¡He aquí que viene el Señor, con las huestes innumerables de sus santos ángeles, para ejecutar juicio sobre todos, y para convencer a todos los impíos de todas las obras impías que han obrado impíamente, y de todas las palabras injuriosas que han hablado contra él los impíos pecadores!” (Judas 14-15 - VM). Ahora que el mal, hallado en el origen en Adán, prorrumpió casi en toda corrupción y violencia universal, tenemos una profecía bien definida de juicio que estaba por venir sobre el mundo. Se trató de la interferencia de Dios en testimonio antes de que Él actuase en poder. Entonces se ve a Noé, quien, aún más que Enoc, estuvo públicamente conectado con este mal estado. Yo creo que la profecía de Enoc tuvo una notable aplicación al diluvio, aunque mira más allá, por supuesto, a la gran catástrofe en el día postrero. Cuando se da una profecía hay a menudo un cumplimiento parcial en aquel momento o poco después. Pero nosotros nunca debemos mirar atrás a la prueba pasada como si la cosa completa se hubiera agotado. Eso sería hacer que la Escritura fuese de “interpretación privada.” Y este es el sentido verdadero de 2 Pedro 1:20: “ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal” (LBLA) (o, “ninguna profecía de la Escritura procede de interpretación privada” - VM). Tenemos que tomarla en el vasto alcance de los planes de Dios, y del desenvolvimiento de Sus propósitos, que sólo encuentran su consumación al final. Toda la profecía mira a ese punto. Sólo entonces nosotros tenemos el grandioso cumplimiento.
De nuevo, tomemos a los patriarcas, quienes son llamados expresamente profetas. “No consintió que nadie los agraviase, Y por causa de ellos castigó a los reyes. No toquéis, dijo, a mis ungidos, Ni hagáis mal a mis profetas” (Salmo 105:14-15). Su reivindicación a este título puede ser explicada sobre el mismo principio. Ellos fueron, en ese entonces, los intérpretes de los pensamientos de Dios; “convocados,” debido a que había venido a este mundo un nuevo y espantoso mal, del cual nunca leemos antes de los días de Abraham — la idolatría. La adoración de ídolos, hasta donde la Escritura nos lo revela, es mencionada solamente después del diluvio. Esto se estaba esparciendo por todas partes, y estaba llegando a ser extrema incluso en los descendientes de Sem; y, por lo tanto, Dios convocó a un testigo separado, en palabra y hecho, de tan flagrante iniquidad. La profecía, o un profeta, siempre presupone la presencia de un mal nuevo y en aumento, debido a lo cual Dios se complace en revelar Sus pensamientos con respecto al futuro, y hacer que esto sea algo de valor práctico presente a aquellos que están, en ese momento, en la tierra.
En el caso de Moisés ello fue manifiesto; pues, aunque él fue el gran legislador, el becerro de oro fue instalado casi inmediatamente después, y así, la ruina de Israel, como pueblo bajo la ley, fue completa. Y de este modo, lo que le quedó por hacer fue, como el gran profeta de Israel (“Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara” Deuteronomio 34:10), revelar la corrupción cierta y en aumento del pueblo, cualesquiera que podrían ser los recursos de la gracia de Dios al final; del mismo modo que él, en una época temprana, había predicho el inevitable juicio de Dios sobre Egipto. Descendiendo en la historia de Israel, nosotros tenemos a uno que comienza la línea de profetas, llamados enfáticamente así; pues él es mencionado de esta manera. “Y asimismo todos los profetas que han hablado desde Samuel y sus sucesores en adelante” etc. (Hechos 3:24 - LBLA). Su llamamiento fue en un período muy crítico en la historia de Israel; en un tiempo cuando los hijos de Israel habían caído en un estado tan espantosamente bajo, que ellos estaban dispuestos incluso a utilizar el arca de Dios como un fetiche para preservarlos del poder de sus enemigos. Fue entonces que Dios avergonzó a Su pueblo. Su arca fue tomada, e Icabod (heb. ‘la gloria ha partido,’ o, ‘sin gloria’) fue el único nombre que el sentimiento piadoso pudo imponer (1 Samuel 4:2121And she named the child I-chabod, saying, The glory is departed from Israel: because the ark of God was taken, and because of her father in law and her husband. (1 Samuel 4:21)). La gloria se había ido. Casi en ese mismo tiempo nosotros oímos de Samuel el profeta. Si esto fue una muestra de alguna crisis nueva, a lo menos mostró igualmente que Dios, en vindicación de Su propio nombre, introduce la luz de la profecía como un consuelo para los corazones de quienes están a favor de Él.
Descendiendo aún más en la historia de este pueblo, hallamos que la luz profética prorrumpe plenamente en el tiempo del profeta Isaías. La razón es evidente. Israel no se había dedicado meramente a la idolatría, sino que el rey, hijo de David, había tomado realmente el modelo del altar pagano en Damasco, ¡y tuvo que tener otro para él en la ciudad santa! (2 Reyes 16). Había un pecado atroz y era un gran insulto a Dios. Isaías es separado para el cargo profético con inusual solemnidad. Él se da cuenta de la mala condición de los judíos. Él ve la gloria del Señor, la cual hace que confiese de inmediato su propia impureza y la del pueblo. “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:5). Pero uno de los serafines toca sus labios con una ascua encendida, asegurándole que su iniquidad había sido quitada, y su pecado perdonado. (“Y voló, a donde yo estaba, uno de los serafines, y traía en su mano una ascua encendida, que con las tenazas había tomado de sobre el altar; y con ella me tocó la boca, diciendo: ¡He aquí, ésta ha tocado a tus labios! ¡ya ha sido quitada tu iniquidad, y está perdonado tu pecado!” Isaías 6:6-7 - VM). Y él es enviado con un mensaje de tinieblas judiciales sobre el pueblo que deben durar hasta que las ciudades queden desoladas, y la tierra venga a ser una desolación completa. (“Anda, y di a este pueblo: Oyendo oiréis, mas no entenderéis, y viendo veréis, mas no percibiréis. Embota el corazón de este pueblo, y haz que sean pesados sus oídos, y cierra sus ojos; para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, y con su corazón no entienda, ni se convierta, ni sea sanado. Entonces yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? y respondió: Hasta que las ciudades queden desoladas, por falta de habitantes; y las casas, por no haber hombre en ellas; y la tierra venga a ser una desolación completa” (Isaías 6: 9-11 - VM). De este modo nosotros tenemos profecía tanto más brillante debido a que el mal era manifiesto y profundo. La consecuencia de la advertencia profética, donde fue recibida, fue un genuino espíritu de arrepentimiento y de intercesión. Y Dios, posteriormente, levantó Él mismo a un testigo real, para que el mal fuese suspendido por un tiempo.
Y todo esto mientras ustedes tienen la profecía saliendo a la luz con más y más nitidez, dirigiendo los corazones de los santos a Aquel que la virgen había de concebir y dar a luz — el Hijo de David, Emanuel. (Isaías 7:14), quien iba a ser el único y seguro fundamento puesto en Sion para el pueblo. Yo no necesito tratar de dar ahora ni siquiera un bosquejo de las características distintivas de los profetas que siguieron. Pero hasta aquí, yo confío, el gran principio es claro, a saber, que la profecía, como un todo, entra cuando hay ruina entre el pueblo de Dios. En la medida que la ruina se profundiza, la profecía añade nueva luz en la bondad de Dios.
Además de este carácter universal de la profecía, lo hemos visto, en primer lugar, mientras Dios está aún disciplinando al pueblo y reconociéndolos como Suyos. Pero hay otra forma de la que Daniel es el gran ejemplo en el Antiguo Testamento. Esta es, cuando Dios, no pudiendo dirigirse más a Su pueblo como tal, hace que un individuo sea el objeto de Sus comunicaciones.
Pues este es el rasgo manifiesto de Daniel. Ya no es más un discurso directo al pueblo, razonando, suplicando, advirtiendo, abriendo esperanzas resplandecientes, como en Isaías, etc. Tampoco se trata, como en el caso de Jeremías, de “un profeta a las naciones,” con conmovedores llamamientos a Israel y Judá, o por lo menos a un remanente allí. En Daniel todo cambia. No hay mensaje a Israel en absoluto; y la primera y muy completa profecía contenida en el libro, no fue dada en primer lugar al propio profeta, sino que fue más bien un sueño del rey pagano, Nabucodonosor, aunque Daniel fue el único que lo pudo recordar, o proporcionar la interpretación. Las otras visiones fueron vistas solamente por Daniel, y todas las interpretaciones fueron dadas a él. ¿Cuál es la gran lección que podemos obtener de esto? Dios estaba actuando sobre el trascendental hecho de que Su pueblo había perdido su lugar — por lo menos por el momento. Ellos habían perdido su situación distintiva como nación — Dios ya no los reconocería más. La presencia de personas escogidas entre ellos no detuvo, en el más mínimo grado, la sentencia divina. No se trataba de que hubiera ‘diez justos’ en medio de ellos. Eso se dijo de una corrupta ciudad Cananea, como Sodoma, como siendo una razón por la que había de ser perdonada. Pero, ¿habla Dios alguna vez así acerca de Su pueblo? Él puede compararlos con Sodoma por la iniquidad de ellos, pero no puede haber un obstáculo semejante para el juicio en el caso de ellos. Por el contrario, se dice expresamente en Ezequiel 14, que “si estuviesen en medio de ella [la tierra de Israel] estos tres varones, Noé, Daniel y Job, ellos por su justicia librarían únicamente sus propias vidas” (Ezequiel 14:14); y de nuevo, “ni a sus hijos ni a sus hijas librarían” (Ezequiel 14:16). Es decir, en Su propia tierra, y en medio de Su pueblo culpable, sin importar quien estuviera allí, ni cuál fuera su justicia, sólo los justos se librarían, y los “cuatro juicios terribles” de Dios debían ser enviados. (Ezequiel 14:21). Y así, en esta crisis misma de la cautividad, hubo hombres justos, tales como los propios profetas, y otros, de espíritus afines en su medida. Entonces, cualquiera sea Su buena voluntad para perdonar al mundo, Dios no se abstiene de juzgar el mal de Su propio pueblo, a causa de que un puñado de hombres justos esté en medio de ellos. “ESCUCHAD esta palabra que Jehová ha hablado contra vosotros, oh hijos de Israel, (contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto,) diciendo: A vosotros solos he conocido de entre todas las parentelas de la tierra; por tanto os castigaré por todas vuestras iniquidades” (Amos 1:1-21The words of Amos, who was among the herdmen of Tekoa, which he saw concerning Israel in the days of Uzziah king of Judah, and in the days of Jeroboam the son of Joash king of Israel, two years before the earthquake. 2And he said, The Lord will roar from Zion, and utter his voice from Jerusalem; and the habitations of the shepherds shall mourn, and the top of Carmel shall wither. (Amos 1:1‑2) - VM). De otro modo, nunca podría haber habido un juicio nacional de Israel, en absoluto; pues siempre hubo una línea de fieles en medio de ellos. El principio entero es falso. En un libro que encontré últimamente, tal era el motivo por el cual Inglaterra debía salir comparativamente indemne de los terribles juicios que están por caer sobre las naciones de la tierra. ¡Hay tantos hombres buenos! — ¡tantos cambios para bien en lo elevado y en lo bajo — tantas instituciones de beneficencia y cristianas — las Escrituras no sólo han sido impresas en abundancia, sino que se han hecho circular, leer, y exponer, por todas partes! Pero estos son justamente los terrenos que, para mi forma de pensar, hacen que el juicio divino sea inevitable. Pues la Escritura expresa de forma bastante clara, que, si ha de existir alguna diferencia en la medida, aquellos que conocen Su voluntad y no la hacen recibirán “muchos azotes” (Lucas 12:47). Apenas se puede concebir una ilusión más espantosa que la que se imagina que la posesión de una mayor cantidad de conocimiento y privilegios espirituales ha de ser una protección eficaz cuando la tierra sea juzgada.
El Señor trajo a la memoria los casos de Tiro y Sidón (Mateo 11), pero fue sólo para demostrar la culpa mucho mayor de las ciudades donde muchas de Sus poderosas obras fueron hechas. “!Ay de ti, Corazín! !Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras.” Pero había otra ciudad aún más favorecida (llamada en otra parte Su ciudad, Mateo 9:1), porque fue allí donde, por lo general, Él moraba; y, por tanto, su caso era tanto más grave en la culpa. “Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti” (Mateo 11:23-24). En otras palabras, la medida del privilegio es siempre la medida de responsabilidad.
Nosotros hemos visto, entonces, el hecho sorprendente de que el gobierno que Dios había establecido en Israel (acompañado por la seña visible de Su presencia, es decir, la Shekinah de gloria), ya no iba a subsistir más. Dios mismo los despojó del nombre de ellos como Su pueblo. De ahora en adelante ellos eran “Lo-ammi,” no Mi pueblo (Oseas 1:9). Esa era ahora su calamidad, por lo que a Él respecta, cualesquiera que pudieran ser los designios finales de Su gracia: porque Sus “dones y llamamientos” son “irrevocables” (o, “no están sujetos a cambio de ánimo” Romanos 11:29 - VM).
Junto con este triste cambio, y dependiente de ello, la profecía de Daniel comienza. Y con respecto a esto, hay una fuerte analogía entre este libro y la gran profecía del Nuevo Testamento. Sin duda, en esta última, se enviaron mensajes especiales a las siete iglesias por medio de Juan. Pero el libro del Apocalipsis, como un todo, fue dirigido y confiado a él, por mucho que se haya previsto que las cosas habían de ser testificadas a las iglesias. Cristo envió y dio a conocer la revelación, por medio de Su ángel, a Su siervo Juan (Apocalipsis 1:1), quien está en el mismo tipo de relación con la Cristiandad que Daniel tenía con Israel. En ambos casos el fracaso era tan completo que Dios ya no podía dirigir más la profecía a Su pueblo. De este modo, hay una sentencia moral muy seria de Dios sobre la condición de la Cristiandad. Era una ruina con respecto al testimonio práctico para Dios — Éfeso amenazada con la remoción de su candelero, si no se arrepentía, y Laodicea con la certeza de ser vomitada de la boca del Señor. No es que Dios no continuara salvando almas: Él siempre lo hizo y lo hace. Pero ello no tiene nada que ver con el testimonio que son responsables de rendir los que pertenecen a Su pueblo. Más de doscientos años después que Judá llegó a ser “Lo-ammi,” Malaquías pudo decir acerca de los que temían a Jehová hablando cada uno a su compañero: “Y ellos serán míos — dice el SEÑOR de los ejércitos — el día en que yo prepare mi tesoro especial, y los perdonaré como un hombre perdona al hijo que le sirve” (Malaquías 3:17 - LBLA). Todo esto podía ser verdad; sin embargo, la solemne sentencia de Dios — “no sois mi pueblo” (Oseas 1:9) — permaneció sobre ellos. Las circunstancias no podían afectar Su juicio de la nación, como tampoco Su gracia a las almas fieles dentro de ella. Y lo que fue verdadero entonces, permanece igualmente verdadero ahora. La salvación y la bendición de almas continúan. Pero ante Dios, aquello que lleva el nombre de Cristo en el mundo está tan lejos de satisfacer los pensamientos de Dios acerca de nosotros, como el pueblo de Israel lo estaba de cumplir Sus designios en ellos.
El Carácter Del Libro
Por consiguiente, hallamos que el carácter del libro está perfectamente acorde con el tiempo y las circunstancias en que Daniel fue llamado a ser un profeta. Fue cuando los últimos vestigios del pueblo de Dios estaban siendo llevados. En Jeremías 25:1, la fecha del reinado de Nabucodonosor es considerada desde el primer ataque. Y yo solamente comentaría que existe una pequeña diferencia con lo que se dice en Daniel 2. En Babilonia, donde este último escribió, la consideración fue naturalmente desde el tiempo cuando Nabucodonosor heredó el trono después de la muerte de su padre; mientras que, en Jerusalén, donde Jeremías profetiza, fue de igual manera tan natural desde el tiempo en que Nabucodonosor, durante la vida de su padre, ejerció el poder del reino, para ruina de Jerusalén y los judíos. La verdad es que el caso no es infrecuente, tanto en la historia sagrada como en la profana. Cualesquiera que puedan ser las dificultades en la Palabra de Dios, ellas surgen, realmente, de la falta de luz. Generalmente, no se comprende el objetivo de la porción particular donde ellas ocurren. Pero hablando de fechas, es bueno tener en cuenta otra pequeña cosa que el primer versículo de nuestro capítulo nos da la ocasión de considerar, comparado con Jeremías 25:1; algunas veces los años son considerados desde su principio, algunas veces desde su final, es decir, ya sea inclusivamente o exclusivamente. Es así en el bien conocido ejemplo de los días entre la muerte y la resurrección de nuestro Señor, y de los siete u ocho días antes de la transfiguración. De esta manera, en Daniel se dijo “En el año tercero del reinado de Joacim” (Daniel 1:11In the third year of the reign of Jehoiakim king of Judah came Nebuchadnezzar king of Babylon unto Jerusalem, and besieged it. (Daniel 1:1)); pero en Jeremías leemos, “en el año cuarto de Joacim” (Jeremías 25:1). Uno hace referencia al año completo, el otro al año en curso.
Examinando, entonces, el carácter moral de la profecía de Daniel, la clave para los modos de obrar de Dios en el tiempo cuando fue dada radica en esto, que Dios ya no ejercía un gobierno directo, inmediato, en la tierra. Él había reconocido a David y su simiente como los reyes que Él había establecido en el trono de Jehová en Jerusalén (1 Crónicas 29:23). Otros reyes no fueron reconocidos así por Dios. Ellos eran, enfáticamente, Sus ungidos, ante quienes incluso el sumo sacerdote tuvo que andar.
Y aquí estaba lo que Dios tenía la intención de exponer por medio de ellos: una prefiguración de lo que Él va a hacer, por medio de Cristo, y en el Cristo, el verdadero Hijo de David. La misma cosa se encuentra a través de toda la Escritura. Primero, una posición es encomendada a la responsabilidad del hombre, y el fracaso es inmediato; luego, es asumida por Cristo, quien la establece sobre un nuevo fundamento que no puede ser removido. De este modo, Dios hace al hombre, y lo coloca sin pecado en el paraíso, con dominio sobre la creación inferior. El hombre cae inmediatamente. Pero Dios nunca abandona Su propósito de tener un hombre en el paraíso. ¿Dónde lo hallaremos ahora? En el primer Adán ello fracasó totalmente. Él fue echado del Edén: los de su raza se convirtieron en parias desde ese día hasta hoy; y todos los esfuerzos y el progreso material que el hombre hace en este mundo son solamente unas cuantas medidas curativas para esconder el hecho de que Dios le ha expulsado del paraíso. Pero el postrer Adán es la gloriosa respuesta de Dios a ese primer encargo que fue confiado al cuidado del hombre — el Segundo Hombre exaltado en el paraíso de Dios. Otra vez, Noé, por decirlo así, comienza el mundo de nuevo después del diluvio, y se encomienda por primera vez en sus manos el poder de la vida y de la muerte. La espada de la magistratura fue introducida. “El que derramare la sangre del hombre, por el hombre será derramada su sangre; porque a la imagen de Dios hizo Jehová al hombre” (Génesis 9:6 - VM). Esta fue la raíz del gobierno civil y, debido a eso, el hombre es hecho responsable de refrenar o castigar la mano violenta. Esto nunca es revocado. El cristianismo, en cualquier parte que se reciba, introduce otros y celestiales principios. Pero el mundo sigue estando obligado por este estatuto irreversible de Dios para su guía. Noé, no obstante, fracasó en su encargo tan completamente como Adán había fracasado en el huerto. Él no se gobernó a sí mismo, ni a su familia, para la gloria de Dios. Él se intoxica, y su hijo más joven le insulta: y el asunto es, que, en lugar de la bendición universal de un gobierno justo, una maldición cae sobre una porción de sus descendientes. De este modo, a su debido tiempo, el principio de un rey, responsable de gobernar sobre el pueblo de Dios, fue intentado en la casa de David. ¿Y qué se encuentra? Aun antes de que David muriese, hubo un pecado tan espantoso que la espada nunca se iba a apartar de esa misma familia que debería haber asegurado bendición a Israel. ¿Dios abandonó, por lo tanto, Sus designios? De ninguna manera. El Señor Jesús asume el mando, el gobierno, y el trono del Hijo de David. Y así con todos los demás principios que fracasaron en manos del hombre; todos serán ilustrados y establecidos para siempre en la persona y gloria del Señor Jesús.
Nosotros vimos que Jerusalén deja de ser el trono de Jehová. Y Jeremías nos muestra la ciudad santa contada como una entre las otras naciones; y así como fue muy privilegiada, de igual modo fue la primera en beber la copa de la furia de Dios. Babilonia debe beberla también, pero Israel primero. Es en el mismo capítulo (Jeremías 25) que ustedes tienen la clara predicción de la cautividad de setenta años, durante la cual Judá iba a ser llevada a Babilonia; y luego vendría, al final, el juicio del poder que los llevó cautivos. Pero mientras Jeremías predice la creciente supremacía de Babilonia, y su juicio final, y eso, también, no sólo como un tema de historia, sino como el tipo del colapso del mundo en el día del Señor, nosotros no tenemos allí los detalles que acontecen. Igualmente Ezequiel, entre los cautivos en Quebar, en la primera mitad de su profecía, nos llama a poner atención en el tiempo de la gran lucha por el lugar principal entre los poderes del mundo. Faraón Necao, rey de Egipto, deseaba tenerlo; pero, al igual que los Asirios antes que él, es destruido y Babilonia queda como la ambiciosa demandante del dominio universal. Existían estos tres poderes: Asiria, Egipto, y Babilonia; la última comparativamente joven como gran reino, aunque fundada, probablemente, sobre las más antiguas asociaciones de todas, a saber, Babel — “Y fue el comienzo de su reino Babel [del reino de Nimrod]” (Génesis 10:10). Ellos eran como animales feroces, contenidos por una correa invisible hasta que el experimento fuera intentado completamente, si la hija de Sion andaría humilde y obedientemente con el Señor, o si ella se volvería y arrepentiría de su reincidencia en el pecado a Su llamamiento. Pero ella no hizo ninguna de las dos cosas. Esto dejó espacio para lo que nunca se había visto antes — el surgimiento del imperio universal.
Después del diluvio, y del juicio del Señor en Babel, la gran dispersión de naciones tuvo lugar — familias, parentelas, idiomas, y tierras, todas separadas. Israel fue el centro de este sistema de naciones independientes. Así está escrito en Deuteronomio 32:8 (VM): “repartiendo el Altísimo herencia a las naciones, cuando hizo separarse a los hijos de Adam, iba fijando los límites de los pueblos conforme al número de los hijos de Israel.” Todo se arregló con referencia a Israel, “porque la porción de Jehová es Su pueblo; Jacob la heredad que le tocó” (Deuteronomio 32:9). Ellos fueron el centro divino para la tierra, y Dios, no obstante, cumplirá Su propósito. Aunque este propósito se vio completamente frustrado por medio de la maldad del pueblo, Israel aún habrá de ser Su centro de naciones en este mundo, porque la boca de Jehová lo ha hablado. Esto, también, fue intentado en las manos del hombre, y fracasó; entonces es entregado en las manos de Cristo, quien lo establecerá a su debido tiempo. El orgullo de Israel lo hizo depender, en un principio, en la obediencia de ellos a Dios. En el Sinaí ellos tomaron a su cargo la responsabilidad de la ley (Éxodo 19:8; 24:3). Cada vez que un pecador intenta colocarse sobre ese terreno con Dios, él está perdido. El único terreno seguro y humilde es, no lo que Israel sería para Dios, sino lo que Dios sería en fidelidad y amor y compasión hacia Israel. Y así es siempre con cada alma. Aceptando Israel esa condición, la ley se convirtió en su azote, y Dios se vio obligado a juzgarlos. La muerte fue, por consiguiente, inevitable, a pesar de la maravillosa paciencia de Dios. El pueblo fracasa, los sacerdotes fracasan, y los reyes, finalmente, se convirtieron en los líderes en todo mal. Dios se vio obligado a abandonar a Su pueblo. Desde ese momento todo lo que contenía a las naciones de la tierra fue quitado, y las grandes dinastías rivales lucharon por el dominio. Dios ya no tenía un pueblo que Él reconociera como el teatro de Su gobierno. Si solamente el corazón de ellos se hubiera vuelto a Él, como la aguja del compás se vuelve al polo, pese a temblar de un lado a otro, habría habido longanimidad (como, de hecho, la hubo hasta lo sumo), y la intervención del poder divino los habría establecido en bendición para siempre. Pero cuando no sólo el pueblo, sino el rey ungido por Jehová, borraron Su mismísimo nombre, de la tierra; cuando Su gloria fue dada a otro en Su propio templo, todo había terminado por el presente, y “Lo-ammi” fue la sentencia de Dios (Oseas 1:9). Ellos se habían convertido ahora en lo más amargo en su idolatría, apostatando del Dios vivo, y, si se hubieran mantenido, habrían sido los activos paladines de las abominaciones paganas. Mediante el juicio de Dios, por lo tanto, el pueblo y el rey pasaron, finalmente, a la cautividad.
El Comienzo De Los Tiempos De Los Gentiles
En esta crisis Daniel aparece en la corte del monarca Babilónico, conforme a la palabra segura de Isaías al Rey Ezequías (Isaías 39). “Los tiempos de los gentiles” (pues así reza la notable frase en Lucas 21) habían comenzado, y de esos tiempos Daniel fue el profeta. Estos tiempos no van a continuar siempre; tienen un límite asignado por Dios, que es cuando cesará la presente interrupción de Su gobierno directo del mundo, e Israel será reconocido nuevamente como el pueblo de Dios. Durante este intervalo, tal como vimos, habiéndose perdido el llamamiento distintivo de ellos, Dios permite, en Su providencia, que un nuevo sistema de gobierno, el sistema de unidad imperial, surja en los grandes poderes Gentiles sucesivos. Ya no se trata de naciones independientes, cada una teniendo su propio gobernante, sino de Dios mismo autorizando, en Su providencia, la rendición de todas las naciones de la tierra a la autoridad absorbente de un único individuo. Esto es lo que caracteriza “los tiempos de los gentiles.” Una cosa semejante no tuvo precedente anteriormente, aunque podían haber existido reinos fuertes invadiendo reinos más débiles. Incluso el historiador incrédulo está obligado a reconocer, tal como toda la historia lo hace, los cuatro grandes imperios del mundo antiguo. Israel estaba ahora fusionada en la masa de naciones. Por eso se introduce esa expresión, el “Dios del cielo” (Daniel 2:18-19, 37, 4418That they would desire mercies of the God of heaven concerning this secret; that Daniel and his fellows should not perish with the rest of the wise men of Babylon. 19Then was the secret revealed unto Daniel in a night vision. Then Daniel blessed the God of heaven. (Daniel 2:18‑19)
37Thou, O king, art a king of kings: for the God of heaven hath given thee a kingdom, power, and strength, and glory. (Daniel 2:37)
44And in the days of these kings shall the God of heaven set up a kingdom, which shall never be destroyed: and the kingdom shall not be left to other people, but it shall break in pieces and consume all these kingdoms, and it shall stand for ever. (Daniel 2:44)
). Dios se había retirado, por decirlo así, del control inmediato del país, carácter en el cual, por lo menos en tipo, Él había gobernado Israel. Esto había desaparecido totalmente ahora, y Dios, actuando soberanamente, y a distancia, por decirlo así, de la escena — el “Dios del cielo” — dio ciertos poderes definidos a los Gentiles para que se sucedan unos a otros en un imperio mundial.
Rasgos Morales Del Capítulo 1
Antes de que estas observaciones preliminares finalicen, yo añado una pequeña palabra acerca de los rasgos morales de este capítulo; pues si son sacados a la luz en forma destacada en Daniel, ellos no fueron escritos sólo para su propio bien, sino para el nuestro, si deseamos la misma bendición.
El capítulo comienza con la escena de la postración completa de los judíos ante su conquistador. Ellos estaban ahora sitiados y arrollados en su último reducto. “En el año tercero del reinado de Joaquim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió. Y el Señor entregó en su mano a Joaquim rey de Judá, y parte de los vasos de la Casa de Dios; y él los llevó a la tierra de Sinar, a la casa de su dios; y puso los vasos en la casa de los tesoros de su dios” (Daniel 1:1-21In the third year of the reign of Jehoiakim king of Judah came Nebuchadnezzar king of Babylon unto Jerusalem, and besieged it. 2And the Lord gave Jehoiakim king of Judah into his hand, with part of the vessels of the house of God: which he carried into the land of Shinar to the house of his god; and he brought the vessels into the treasure house of his god. (Daniel 1:1‑2) - VM). Luego tenemos el cumplimiento de la notable profecía de Isaías, a la que ya hemos aludido. Ezequías había estado enfermo, cercano a la muerte. Ante su urgente deseo de vivir, Dios había añadido quince años a sus días, y esto le fue sellado mediante una llamativa señal; la sombra del sol que había descendido se volvió diez grados atrás (Isaías 38). Pero habría sido preferible aprender bien la lección de muerte y resurrección, antes que tener la vida prolongada, caer en una trampa, y oír acerca de los dolores que todavía le esperaban a su casa y, con ello, el eclipse de las esperanzas de Israel. Yo no puedo decir si una señal tan notable fue lo que atrajo principalmente la atención de una nación que era la más celebrada en el mundo antiguo por su tradición astronómica. Pero lo cierto es que, en ese tiempo, el rey de Babilonia envió cartas y un presente a Ezequías, y esto, no meramente debido a que él se había recuperado de su enfermedad, sino para inquirir acerca del prodigio que había acontecido en el país (2 Crónicas 32:31). En lugar de vivir silenciosamente todos sus años, Ezequías muestra sus tesoros a los embajadores de Merodac-baladán. “No hubo cosa en su casa y en todos sus dominios, que Ezequías no les mostrase” (Isaías 39:2). “Entonces dijo Isaías a Ezequías: Oye palabra de Jehová de los ejércitos: He aquí vienen días en que será llevado a Babilonia todo lo que hay en tu casa, y lo que tus padres han atesorado hasta hoy; ninguna cosa quedará, dice Jehová. De tus hijos que saldrán de ti, y que habrás engendrado, tomarán, y serán eunucos en el palacio del rey de Babilonia” (Isaías 39:5-7).
Aquí vemos esto cumplido. “Y mandó el rey a Aspenaz, príncipe de los eunucos, que trajese de entre los hijos de Israel (es decir, del linaje real y de los príncipes), algunos muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, sino que fuesen de hermosa presencia, e inteligentes en toda sabiduría, y conocedores de las ciencias, y entendidos en conocimientos útiles, y que tuviesen la suficiencia para estar en el palacio del rey; a los cuales enseñase las letras y la lengua de los Caldeos” (Daniel 1:3-43And the king spake unto Ashpenaz the master of his eunuchs, that he should bring certain of the children of Israel, and of the king's seed, and of the princes; 4Children in whom was no blemish, but well favored, and skilful in all wisdom, and cunning in knowledge, and understanding science, and such as had ability in them to stand in the king's palace, and whom they might teach the learning and the tongue of the Chaldeans. (Daniel 1:3‑4) - VM). En consecuencia, “el rey les señaló su ración diaria de los manjares delicados del rey, y del vino que él mismo bebía; y mandó que los mantuviese así por tres años; para que al fin de ellos se presentasen delante del rey” (Daniel 1:55And the king appointed them a daily provision of the king's meat, and of the wine which he drank: so nourishing them three years, that at the end thereof they might stand before the king. (Daniel 1:5) - VM). Junto con esto, los nombres de Daniel y de sus tres compañeros son cambiados. Parecería que el deseo fue el de borrar la memoria del Dios verdadero, dándoles nombres derivados de los ídolos de Babilonia. “A los cuales puso nombres el príncipe de los eunucos: a Daniel le llamó Beltsasar, a Ananías, Sadrac, a Misael, Mesac, y a Azarías, Abed-nego” (Daniel 1:77Unto whom the prince of the eunuchs gave names: for he gave unto Daniel the name of Belteshazzar; and to Hananiah, of Shadrach; and to Mishael, of Meshach; and to Azariah, of Abed-nego. (Daniel 1:7) - VM); nombre que, con toda probabilidad, derivaban de Bel y los otros dioses falsos adorados en ese entonces en Caldea.
Y notemos ahora lo que el Espíritu Santo registra, mostrando en forma peculiar el corazón de Daniel para con Dios, para que en sus modos morales de obrar él pudiera ser un vaso para honra, y útil al Dueño. ¡Cuán notablemente es el poder de Dios superior a todas las circunstancias! Daniel y sus compañeros no dicen nada acerca del cambio de nombres, no obstante lo doloroso que debe haber sido. Ellos eran esclavos, propiedad de otro, quien tenía la autoridad para llamarlos como le placiera. “Daniel empero resolvió en su corazón que no se contaminaría con los manjares delicados del rey, ni con el vino que bebía” (Daniel 1:88But Daniel purposed in his heart that he would not defile himself with the portion of the king's meat, nor with the wine which he drank: therefore he requested of the prince of the eunuchs that he might not defile himself. (Daniel 1:8)). De forma natural, ellos habrían recibido esa comida con gratitud; la fe obra, y la comida es rechazada. Estaba relacionada con los dioses falsos del país, siendo parte de la comida diaria de un rey idólatra. Aun en su propio país, y separados de ídolos, Dios insistió acerca de la separación entre las cosas limpias y las inmundas, y mucho de lo que era apreciado entre los Gentiles era una abominación para un judío. La ley era rigurosa en cuanto a estas contaminaciones, y Daniel, como judío, estaba bajo sus obligaciones. El cristianismo entra y libra la conciencia de ansiedad en cuanto a tales cosas. “De todo lo que se vende en la carnicería,” dice Pablo, “comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia” (1 Corintios 10:25). E igualmente en un banquete. Sin embargo, si se sabía que cierto alimento había sido ofrecido a ídolos, el cristiano no debía comer, tanto por causa de quienes lo dijeron, como por motivos de conciencia (1 Corintios 10:28). Pero para el judío, se requería una separación sin reservas. Daniel se muestra, de inmediato, decidido por el Dios verdadero. Para él no se trató de hacer en Babilonia lo que se hacía allí, sino de la voluntad de Dios ordenada a Israel. “Pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse” (Daniel 1:88But Daniel purposed in his heart that he would not defile himself with the portion of the king's meat, nor with the wine which he drank: therefore he requested of the prince of the eunuchs that he might not defile himself. (Daniel 1:8)). Mientras tanto, Dios había obrado en Su providencia para que Daniel encontrase favor especial. Pero ello no aminoró la prueba de la fe. Y cuando intervenían dificultades y peligros, con todo, él tiene confianza en Dios. Todos nosotros somos propensos a hallar buenas razones para las cosas malas; pero el ojo de Daniel era sencillo, y todo su cuerpo estaba lleno de luz (“La lumbrera del cuerpo es el ojo; si, pues, tu ojo fuere sencillo, todo tu cuerpo estará lleno de luz.” Mateo 6:22 - VM) — y este es el único medio para entender la mente de Dios. Él no consideró lo que le complacía a él mismo; no temió arriesgarse al peligro; él consideró el asunto en relación con Dios. Él sólo pide que ellos puedan ser probados por diez días; “dándonos legumbres para comer y agua para beber; luego sean examinadas en tu presencia nuestras caras” etc. (Daniel 1:12-1312Prove thy servants, I beseech thee, ten days; and let them give us pulse to eat, and water to drink. 13Then let our countenances be looked upon before thee, and the countenance of the children that eat of the portion of the king's meat: and as thou seest, deal with thy servants. (Daniel 1:12‑13) - VM). Lo que un corazón fiel sintió que era la comida apropiada no fue un “manjar delicado” (Daniel 10:33I ate no pleasant bread, neither came flesh nor wine in my mouth, neither did I anoint myself at all, till three whole weeks were fulfilled. (Daniel 10:3)), sino aquello que hablaba de humillarse ellos mismos delante de Dios; una comida tal que el más bajo en esa orgullosa y lujosa ciudad habría quizás desdeñado. ¿Cuál es el resultado de esta prueba? Los semblantes de Daniel y sus compañeros resultan “mejores, y estaban más nutridos de carnes que los de todos los muchachos que comían de los manjares delicados del rey” (Daniel 1:1515And at the end of ten days their countenances appeared fairer and fatter in flesh than all the children which did eat the portion of the king's meat. (Daniel 1:15) - VM). De este modo ellos evitaron más problemas con respecto a eso.
Pero esto no es todo. Hubo la bendición positiva de Dios, dándoles “conocimiento e inteligencia en todas las letras y la sabiduría de los Caldeos” (Daniel 1:1717As for these four children, God gave them knowledge and skill in all learning and wisdom: and Daniel had understanding in all visions and dreams. (Daniel 1:17) - VM). Y de Daniel se dice, que a él se le dio a entender “toda visión y sueños.” Ellos fueron preparados por Dios, cada uno para lo que tenía que cumplir después. Dios fue el maestro de ellos, y la prueba de su fe fue una parte necesaria, esencial, de su entrenamiento en Su escuela. Entonces, cuando estuvieron en presencia del rey, no se halló a ninguno como ellos. Cuando el rey les consultó, en todo asunto de sabiduría e inteligencia él los halló, “diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino” (Daniel 1:2020And in all matters of wisdom and understanding, that the king inquired of them, he found them ten times better than all the magicians and astrologers that were in all his realm. (Daniel 1:20)).
Si nosotros, también, hemos de entender las Escrituras, yo creo que debemos transitar por la senda de separación del mundo. Nada destruye más la inteligencia espiritual que meramente flotar con la corriente de las opiniones y de los modos de actuar de los hombres. La Palabra profética es lo que nos muestra el fin de todos los proyectos y ambiciones del hombre. “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17). Indudablemente, “la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Habacuc 2:14). Pero primero, todos los planes de los hombres vendrán a ser nada, aunque “los pueblos se fatiguen sólo para el fuego, y las naciones se cansen en balde” (Habacuc 2:13 - VM). Él mismo lo hará. Si hay una verdad Escrituraria que se destaca de forma más prominente que otra, o más bien, que es la base de toda verdad, es el total fracaso del hombre en todo lo que pertenece a Dios, antes de que Su gracia interfiere y triunfa. Y esto es verdad, desde entonces, no sólo de hombres no convertidos, sino de Su pueblo de antaño, y de Su Iglesia. Tampoco hay una mayor ventaja para el enemigo, salvo destruir los fundamentos, que mezclar a los santos de Dios con el mundo, y el consiguiente oscurecimiento de toda inteligencia espiritual en quienes debería ser su luz. Dios nos querría tener en comunión práctica con Él: en Su luz vemos la luz. Si nosotros vemos el fin de todos los complots de Satanás para frustrar la obra de Dios, ello nos separa de lo que conduce a eso, y nos une con todo lo que es estimado para Él. Entonces “la senda de los justos es como la luz de la aurora, que se va aumentando en resplandor hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18 - VM). Caminando así, nosotros entenderemos la Palabra de Dios. No se trata de capacidad intelectual y aprendizaje. Yo estoy seguro que la erudición humana en las cosas de Dios sólo es mucho más basura, dondequiera que es obtenida para hacer a alguien algo más que un siervo. A menos que los cristianos puedan mantener su saber bajo sus pies, ellos son incapaces de sacar provecho plenamente de la Palabra de Dios. De otra manera, ya sea que el hombre sepa mucho o poco, él se convierte en esclavo de ese saber, y ello usurpa el lugar del Espíritu de Dios.
La fe es el único medio y poder de entendimiento espiritual, y la fe nos pone y nos mantiene en sujeción al Señor, y en separación de este siglo malo. Daniel se separó de lo que, para un judío, deshonraba a Dios, y Dios le bendijo con sabiduría y entendimiento.