Cómo Dios Nos Hace Dispuestos Para Hacer Su Buena Voluntad: La Obra Del Señor de Conquistar Y Destetar a Su Pueblo

Table of Contents

1. Cómo Dios Nos Hace Dispuestos Para Hacer Su Buena Voluntad
2. Ampliando Los Afectos De Nuestros Corazones (Cortejo)
3. Rompiendo Nuestras Voluntades (Destete)
4. En Resumen

Cómo Dios Nos Hace Dispuestos Para Hacer Su Buena Voluntad

Burbank, CA – 23 de Diciembre de 2007
Pasemos a Filipenses 2:13 para un verso introductorio, el cual creo explicará lo que tengo en mi corazón. “Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por Su buena voluntad”. En esta tarde les quiero hablar acerca de la obra de Dios en nuestras almas, la que nos prepara para hacer Su santa voluntad. No es mi intención hablar de los detalles de la voluntad de Dios—esto lo he hecho en otras ocasiones—sino más bien, de cómo Dios produce la disponibilidad en Su pueblo.
Para todos aquí debería ser obvio que Dios quiere que hagamos Su voluntad. El problema es que tenemos la carne en nosotros, la cual quiere hacer lo suyo propio. Estas dos cosas se oponen entre sí, lo que conlleva a un conflicto de intereses. Pienso que esta lucha existe más o menos en la vida de cada joven Cristiano. Creo que sabes a lo que me refiero; en la vida tenemos nuestras ambiciones, nuestros intereses y objetivos, y no queremos que nada ni nadie altere esos planes. Esto puede resultar en un estancamiento entre la voluntad de Dios y la nuestra, lo que detendrá el progreso espiritual en nuestras vidas. Hasta que no le entreguemos la comandancia de nuestras vidas al Señor, tendremos esa constante lucha interior. Mi intención esta tarde es mostrar cómo Dios vence este obstáculo y nos equipa para hacer Su buena voluntad.
Notarás que hay dos cosas en este versículo en Filipenses 2. Dice que Dios obra en nosotros primero el “querer” y luego el “hacer” Su buena voluntad. En otras palabras, Él produce en nosotros el deseo de hacer Su voluntad, y luego también nos da la fuerza para llevarla a cabo. Una cosa es tener la voluntad, pero otra cosa es tener el poder. El verso dice: “Dios es el que en vosotros obra ...”. Si fuera por nosotros, no tendríamos ningún interés en hacer lo que es agradable al Señor; e incluso si tuviéramos el interés, no tendríamos el poder para hacerlo. Afortunadamente este versículo nos dice que Dios suple estos dos elementos. Cualquier cosa que hagamos para “Su buena voluntad”, Él es quien obra, y el que debe recibir toda la gloria y alabanza.
Ahora, ¿por qué quiere Dios que hagamos Su buena voluntad? Creo que la simple respuesta es que Él quiere que seamos felices. Él es un Dios bendito (feliz) y quiere que conozcamos algo de esa felicidad para que nuestro gozo sea cumplido. Él nos ha hecho de tal forma—dándonos una vida nueva con nuevos deseos—que realmente lo único que nos hará felices es hacer Su buena voluntad. Él nos ama tanto que no solo se alegra con liberarnos del infierno; Él también quiere que seamos felices en la relación en la que nos ha traído. El Salmo 16:11 dice: “Hartura de alegrías hay con tu rostro”. Y el Salmo 36:8 nos dice que hay un torrente de delicias del que el Señor mismo disfruta, y Él quiere que lo disfrutemos junto con él. “Embriagarse han de la grosura de tu casa; Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias”.
Afortunadamente, el Señor tiene maneras de combatir esta lucha interna de nuestra voluntad. Él no quiere que desperdiciemos nuestras vidas haciendo nuestros propios deseos, porque eso nunca nos satisface. Así que por nuestro propio bien y felicidad, Él se responsabiliza de hacernos aptos, ¡por lo cual estaremos eternamente agradecidos!
La Doble Obra de Cortejo y Destete del Señor
El producir disposición es un proceso que involucra dos componentes. El primero es cortejo y el segundo es destete. El cortejo se refiere a cómo el Señor atrae los afectos de Su pueblo hacia Sí mismo. Esta es Su alegría principal; Él se goza en hacerlo.
Pasemos a Salmo 119:32 para ver esto. “Por el camino de Tus mandamientos correré, cuando ensanchares mi corazón”. Aquí tenemos la obra del Señor ensanchando los afectos de Su pueblo, y como resultado los conlleva a estar dispuestos a correr en el camino de Sus mandamientos. Él lo hace transmitiendo de varias formas Su grandioso amor sobre nosotros, hasta que nuestros fríos corazones se calientan para con Él. Uno de los resultados es la obediencia. Nos da urgencia de hacer Su voluntad. Otro versículo en conexión me llega a la mente, “Llévame en pos de Ti, correremos” (Cantares 1:4).
El amor divino tiene un poder de atracción irresistible. Este generará una respuesta en sus destinatarios. En 2 Corintios 5:14 nos dice: “El amor de Cristo nos constriñe”. Luego continúa diciendo, “Que los que viven, ya no vivan para sí, mas para Aquel que murió y resucitó por ellos”. ¡Esto muestra que el amor de Cristo tiene tal poder que giraría el curso de la vida de una persona a 180 grados! Esto puede transformar radicalmente la vida de una persona. Se negará a vivir para SI MISMA y vivirá para el SEÑOR. Si quieres prueba de ello, solo te diría que mires alrededor de este salón en esta tarde. Tú estás sentado entre cientos de personas cuyos corazones han sido tocados por Su amor y cuyas vidas han sido radicalmente transformadas. Joven querido, ¡hay poder en el amor de Cristo para cambiar tu vida! Nuestro gran problema es que conocemos muy poco sobre el amor de Cristo. No lo disfrutamos como deberíamos, y como resultado, no hay la respuesta correspondiente que debería de haber en nuestras vidas.
Ahora, la segunda forma en la que el Señor produce disposición en Su pueblo es por medio del destete. Pasemos a Salmo 119:67 para ver esto. “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; Mas ahora guardo Tu palabra”. El destete se refiere a la obra del Señor de romper la tendencia de nuestra voluntad, porque es un estorbo para nuestro crecimiento en las cosas de Dios.
El propósito del destete es frustrar la voluntad de la carne. El Señor lo hace al permitirnos pasar por varias experiencias de prueba, y a veces dolorosas, en la vida. A través del proceso del destete, se nos enseña el vacío del mundo y la vanidad de seguir nuestro propio camino. Por medio de la gracia divina, se nos permite ver que no tiene sentido continuar de otra manera que no sea haciendo la voluntad de Dios.
En este versículo, el Salmista reconoce que hacer su propia voluntad no produce ningún bien sino solo lleva a “descarriarse”. Cuanto antes aprendamos esto, mejor. Nuestra propia voluntad es la mayor fuente de nuestra infelicidad. Creo que podríamos decir que somos nuestro propio peor enemigo. Fue por el resultado de ser “humillado”, a través de la corrección del Señor, que David fue destetado de su propia voluntad y aprendió a guardar la Palabra de Dios. Fue solo entonces cuando él recibió la bendición práctica de la Palabra. Él se interesó en las cosas del Señor, así como lo reconoce en el siguiente versículo (versículo 68): “Bueno eres Tú, y bienhechor: Enséñame tus estatutos”.
El destete es necesario en nuestras vidas. Cuando Su sabiduría ve la necesidad de ello, Su amor lo proporcionará, y nos corresponde a nosotros aprovecharlo. Alguien bien dijo: “¡Es mejor ser atraído por las alegrías del cielo, que ser incitado por los problemas y las penas de la tierra!” Esto es muy cierto, pero ambos son necesarios en nuestra educación espiritual.

Ampliando Los Afectos De Nuestros Corazones (Cortejo)

Ahora me gustaría ver algunos de los métodos que el Señor utiliza para atraer los afectos de nuestros corazones. Es parecido al “rastro del hombre en la moza” (Proverbios 30:19). De hecho, el Espíritu de Dios usa ese concepto en las Escrituras para ilustrar Sus movimientos en amor hacia nosotros. Siendo ese el caso, quiero ver varios ejemplos de amor de la vida real en la Palabra de Dios e identificar cómo el Señor atrae los afectos de Su pueblo hacia sí mismo.
Esta obra de cortejar los afectos de Su pueblo es algo en lo que Él se deleita enormemente. Él no cede esta labor a un ángel, ni a ninguna otra criatura para que lo haga por Él. Para el Señor es tan precioso que Él personalmente se compromete a llevarlo a cabo. ¿Quién ha oído hablar de un hombre que le dice a su amigo: “¡Ve y conquista a esa chica por mí!” No funciona de esa manera.
Ahora quiero hablar de cuatro componentes diferentes que el Señor desarrolla para tocar, atraer, y ampliar las afecciones de nuestros corazones.
1) Él Habla a Nuestros Corazones a Través De Su Palabra
La primera relación de amor a la que me gustaría recurrir es a la de Booz y Rut. Diríjase a Rut 2:8-13: “Entonces Booz dijo á Ruth: Oye, hija mía, no vayas á espigar á otro campo, ni pases de aquí: y aquí estarás con mis mozas. Mira bien el campo que segaren, y síguelas: porque yo he mandado á los mozos que no te toquen. Y si tuvieres sed, ve á los vasos, y bebe del agua que sacaren los mozos. Ella entonces bajando su rostro inclinóse á tierra, y díjole: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que tú me reconozcas, siendo yo extranjera? Y respondiendo Booz, díjole: Por cierto se me ha declarado todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando á tu padre y á tu madre y la tierra donde naciste, has venido á pueblo que no conociste antes. Jehová galardone tu obra, y tu remuneración sea llena por Jehová Dios de Israel, que has venido para cubrirte debajo de sus alas. Y ella dijo: Señor mío, halle yo gracia delante de tus ojos; porque me has consolado, y porque has hablado al corazón de tu sierva, no siendo yo como una de tus criadas”.
Booz es una figura de Cristo y Rut es una figura del pueblo del Señor—primeramente, Israel, pero también nosotros. La forma en que Booz trata a Rut es figurativa de la manera en que el Señor nos atrae. Él percibió a Rut en su campo, puso su amor sobre ella y tomó la iniciativa para ayudarla (Deuteronomio 10:18-19). Él se acercó a ella y le habló al corazón. ¡El resultado fue que cayó sobre su rostro! Sus dulces palabras atrajeron las cuerdas de su corazón. Ella dice en el versículo 13: “Has hablado al corazón de tu sierva”. ¿Saben, amigos?, esto es exactamente lo que el Señor quiere hacer con nosotros. Él quiere tomar Su Palabra y dirigirla directamente a nuestros corazones. Él tiene muchas cosas maravillosas para decirnos y si nosotros lo escuchamos, atraerá las cuerdas de nuestro corazón. Este es el primer paso que el Señor utiliza para conquistarnos—Él habla a nuestros corazones mediante Su Palabra.
La palabra de Booz a Ruth tuvo un profundo impacto en ella, y de la misma forma, cuando el Señor nos habla a nuestros corazones, también tendrá ese profundo efecto—esto es, si nuestra alma está en un estado correcto. Los dos que iban en el camino a Emaús podrían testificar de esto. Cuando el Señor abrió las Escrituras y habló con ellos, ellos dijeron: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino?” (Lucas 24:32). Nuestros corazones también arderán si dedicamos tiempo a Su Palabra en comunión con Él.
Rut preguntó: “¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que tú me reconozcas, siendo yo extranjera?” El que Booz se haya interesado en ella la conmovió tanto que le costaba creer que un hombre como él se tomara el tiempo para hablar con ella. La respuesta de Rut ilustra el efecto apropiado de la gracia trabajando en nuestros corazones. Muchos de nosotros hemos hecho la misma pregunta y pensado, ¿por qué querrá el Señor tener alguna relación con nosotros? Es por pura gracia soberana que Él nos acoge; realmente lo es. La Biblia dice: “No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová, y os ha escogido; porque vosotros erais los más pocos de todos los pueblos: sino porque Jehová os amó” (Deuteronomio 7:7-8).
Como digo, realmente ella se postró al suelo. Ahora hermanas, con esto no estoy diciendo que, si algún hermano se les acerca y les habla, que se postren ante él. Él se preguntaría qué está pasando, y diría: “¡Ahora de qué se trata todo esto!” Creo que el punto aquí es que ella mostró respeto a Booz.
Entonces, ¿qué debemos aprender de esto? Bueno, es bastante simple; si nos tomamos el tiempo para estar con el Señor y dejar que Él nos hable a través de Su Palabra, sucederán cosas maravillosas en nuestros corazones. Tendrá un efecto profundo en nosotros. Esto significa que necesitamos abrir nuestras Biblias de manera regular. Mientras más tiempo pasemos en la Palabra, más se verán afectados nuestros corazones. Es un hecho.
Queridos amigos, el Señor quiere atraer los afectos de sus corazones en este día. Mientras más Le permitamos que nos hable a través de Su Palabra y conversemos con Él en oración, más atraídos serán nuestros corazones hacia Él. Y cuando el afecto de nuestro corazón se ensanche por Él, tendremos prisa por hacer Su voluntad. “Por el camino de tus mandamientos correré”. Es tan simple como eso.
2) Él Nos Da Nuevos Destellos De Sus Sufrimientos
La segunda relación amorosa que me gustaría ver es la de Salomón y su novia sulamita. Volvamos a Cantares 5:2-8: “Yo dormía, pero mi corazón velaba: La voz de mi amado que llamaba: Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía; Porque mi cabeza está llena de rocío, Mis cabellos de las gotas de la noche. Heme desnudado mi ropa; ¿cómo la tengo de vestir? He lavado mis pies; ¿cómo los tengo de ensuciar? Mi amado metió su mano por el agujero, Y mis entrañas se conmovieron dentro de mí. Yo me levanté para abrir á mi amado, Y mis manos gotearon mirra, Y mis dedos mirra que corría Sobre las aldabas del candado. Abrí yo á mi amado; Mas mi amado se había ido, había ya pasado: Y tras su hablar salió mi alma: Busquélo, y no lo hallé; Llamélo, y no me respondió. Halláronme los guardas que rondan la ciudad: Hiriéronme, llagáronme, quitáronme mi manto de encima los guardas de los muros. Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalem, si hallareis á mi amado, Que le hagáis saber cómo de amor estoy enferma”.
Aquí tenemos una situación en donde la novia se ha acomodado en su habitación. Su novio viene a visitarla deseando tener un poco de comunión, pero ella está con sueño y apática; y no quiere molestarse en levantarse y abrir la puerta para dejarlo entrar. Cuando él persiste, ella hace una serie de excusas débiles de por qué no está interesada en verlo en ese momento. Qué triste imagen es ésta; ¡ella dejó a su amado fuera de su vida!
Sabes, creo que, así como este novio, el Señor viene a nosotros todos los días de nuestras vidas buscando tener un poco de tiempo de comunión con nosotros. Él desea nuestra compañía y Se deleita en esa comunión; y quiere tener tiempo con nosotros. Pero si somos honestos, ha habido ocasiones donde Le hemos dado la misma respuesta que esta novia. Todo lo que puedo decir es que, si no empleamos el tiempo para estar con Él, hay algo serio que está obstruyendo nuestra relación. ¿Tú que pensarías de una relación matrimonial, donde la esposa elude la presencia de su esposo? Dirías que hay algo gravemente erróneo allí. Si hemos sido negligentes con el Señor y estamos contentos de seguir a cierta distancia de Él, Él lo siente. Y es difícil creer que un Cristiano sincero quiera herir o entristecer a su Señor y Salvador. Probablemente no lo hacemos intencionalmente, pero hay momentos cuando Lo dejamos fuera de nuestras vidas, y eso Le duele. Eso fue lo que caracterizó a la Asamblea en Laodicea; ellos dejaron al Señor fuera de sus vidas; Él se encontró fuera tocando. Estoy seguro de que Él lo sintió.
La novia sabía que no estaba en un estado apropiado para ver al novio. Ya ella se había quitado la “ropa” y no se sentía presentable. Es triste cuando por nuestras propias acciones, entramos en un estado en el que instintivamente sentimos la incompatibilidad con la presencia del Señor. ¡Cuán fácil sucede esto, cuando no somos cuidadosos! Podemos rápidamente inducirnos en un estado de apatía apagado y soñoliento, el cual nos puede arrastrar sin darnos cuenta.
Bueno, vemos que el novio no deja que su novia continúe en ese estado lamentable, por lo que tomó los medios para sacarla de su condición apática. Del mismo modo, el Señor es celoso de nuestros afectos y no nos dejará por siempre continuar en un estado lamentable. Primero él la llama: “Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía”. Pero fue inútil; sus palabras no la entusiasmaron. En cambio, todo lo que obtuvo fue un montón de excusas por parte de ella. Y eso es justo lo que nosotros hacemos cuando no estamos en un estado de alma correcto—inventamos excusas por no tomar el tiempo como deberíamos para estar con el Señor. Es fácil decir: “Tengo que ir a la escuela; tengo que ir a trabajar; no tengo tiempo ahora; quizás más tarde”. Yo estoy seguro de que Él se entristece cuando decimos esas cosas. El buscar al Señor solo cuando nos es conveniente, es evidencia de una condición lamentable.
El Señor quiere hablar a nuestros corazones a través de Su Palabra, como vimos con Booz y Rut, pero cuando nuestra condición es tal que no respondemos a Su Palabra, Él tomará otros medios para estimular nuestros afectos. Vemos esto ilustrado por lo que hizo el novio en el versículo 4. “Mi amado metió su mano por el agujero, Y mis entrañas se conmovieron dentro de mí”. Esta es la segunda cosa que el Señor hace para conquistar nuestros corazones: Nos deja ver nuevamente Sus sufrimientos. Él lo hace mostrándonos sus manos traspasadas. Es ahí donde veremos la prueba de Su amor por nosotros. Esto fue exactamente lo que Él hizo, después de que se levantó de entre los muertos y apareció en el aposento alto donde estaban reunidos los discípulos. “Mostróles las manos y el costado” (Juan 20:20). La intención fue conmover los afectos de sus corazones, y ciertamente debería conmover los nuestros también.
La cruz es la más grande evidencia del amor de Cristo. La Biblia dice: “así como Cristo amó á la iglesia, y se entregó á Sí mismo por ella” (Efesios 5:25). ¡Él lo hizo porque nos amaba! Y no hay momento como el partimiento del pan para hacer que nuestros pensamientos vuelvan a revivir esa escena en la que Él murió por nosotros. ¡Qué demostración de Su amor! No hay nada que despierte más el afecto de nuestros corazones, como el considerar Su amor por nosotros en la cruz. El remedio para un estado de alma adormecido es un nuevo contemplar de los sufrimientos de Cristo.
Bueno, eso la dispuso a levantarse y abrir la puerta a su amado. Cuando lo hizo, sus manos se untaron de la “mirra” que él había dejado allí, y eso despertó aún más, su deseo por él (versículo 5). La mirra en las Escrituras es figurativa de los sufrimientos de Cristo. (Esta es una resina que extraen de un árbol, el cual cortan hasta que brote la preciosa sustancia aromática). Pero cuando la novia “se levantó” y le abrió la puerta, él ya “se había ido” (versículo 6). Ahora eso puede parecer un poco extraño para nosotros. ¿Por qué se retiró, si él había dicho que quería entrar y estar con ella? La respuesta es que ella necesitaba sentir la consecuencia del desprecio a su amor. Ella quería tener comunión con él, pero a su manera, y eso no estaba bien. Además, ella no hace ningún acto de confesión por su error. Mas bien pensó que la relación podía ser reanudada a lo normal, como si nada hubiera pasado. Pero no fue así.
La lección aquí para nosotros es que, si vamos a disfrutar el amor del Señor y tener comunión con Él, debemos juzgarnos a nosotros mismos. No puede haber verdadera restauración en la comunión sin antes reconocer y hacernos responsables de lo que hicimos para romperla.
Lo que los “guardas” le hicieron fue incorrecto (versículo 7), pero Dios permitió que esto sucediera para llevarla a sus sentidos y a que se humille de su error. Las caídas tomadas correctamente pueden mantenernos humildes y hacernos más cuidadosos en el futuro. Después de esto, ella encontró a su amado, y nunca más se volvió a permitir salir de su presencia. Ella se benefició de la experiencia. En ello vemos una maravillosa restauración de amor.
3) Él Nos Cubre Con Regalos
Ahora veamos una tercera relación amorosa y la forma en que el Señor ensancha los afectos de nuestros corazones. Diríjase a Génesis 24:50-53: “Entonces Labán y Bethuel respondieron y dijeron: De Jehová ha salido esto; no podemos hablarte malo ni bueno. He ahí Rebeca delante de ti; tómala y vete, y sea mujer del hijo de tu señor, como lo ha dicho Jehová. Y fué, que como el criado de Abraham oyó sus palabras, inclinóse á tierra á Jehová. Y sacó el criado vasos de plata y vasos de oro y vestidos, y dió á Rebeca”. Lo que hizo el siervo ilustra otra forma en la que el Señor conquista nuestros corazones—¡Él nos cubre con regalos!
Ya conoces la historia. El siervo es una figura del Espíritu de Dios. Él fue enviado por Abraham, quien es una figura de Dios Padre, para encontrar una novia para Isaac, que es una figura de Cristo. Esta es una ejemplificación de lo que Dios ha estado haciendo durante los últimos 2000 años—llamando por medio del evangelio a una novia apartada de este mundo para su Hijo. Al encontrarla, el siervo le dio muchos regalos especiales. Y esos regalos son características de las vastas bendiciones espirituales que nos han sido dadas en Cristo. Él le entregó “vasos de plata y vasos de oro”. Como saben, la “plata” en las Escrituras es figurativo de la redención, y el “oro” habla de la justicia divina. Estas cosas, que son nuestras en Él, son muestras de “las riquezas inescrutables de Cristo” (Efesios 3:8). Él también le otorgó “vestidos”, el cual habla de la aptitud moral que Dios obra en nosotros mediante el Espíritu para hacernos aptos compañeros para Su Hijo (Romanos 8:29; 2 Corintios 3:18).
Permítanme advertir a cualquier hermano que esté buscando una esposa, que tenga cuidado en dar regalos caros. Así podrías despertar el corazón de alguien. No lo hagas a menos que tenga el compromiso de respaldarlo.
Es difícil decir si en ese momento Rebeca entendió que ella había sido escogida para ser la esposa del hombre más favorecido sobre la tierra. Pero esa era exactamente su porción. ¡Qué inmenso privilegio fue esto! Isaac fue el hombre en quien se centraron los consejos de Dios con respecto a la bendición de todas las familias de la tierra que tenían fe. Dios le dijo a Abram: “Serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3; Gálatas 3:8). Poco después le declaró: “En Isaac te será llamada descendencia” (Génesis 21:12; Romanos 9:7). Isaac, por lo tanto, es una figura apta de Cristo.
Al nosotros ser traídos a una relación con el Señor Jesucristo, nos han sido dados muchos regalos maravillosos y preciosos. ¡Hemos sido cubiertos con la bendición más alta que Dios podría dar de todas! Dice en Efesios 1:3, “Bendito el Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo, el cual nos bendijo con toda bendición espiritual en lugares celestiales en Cristo”. Como la novia de Cristo, hemos sido supremamente bendecidos más que todos los que fueron bendecidos por Dios en otras épocas. ¡Él nos ha dado toda una gama de bendiciones celestiales que son como cumbres de bendiciones en las que Dios mismo no podía ir más alto!
Ahora amigos, el Señor no tenía que hacer esto por nosotros, pero Él nos ama y quiere que seamos sumamente bendecidos en nuestra comunión con Él. Su amor no se detendría ante nada menos que la cima para aquellos que serían Su novia. Estas bendiciones Cristianas que son nuestras nunca fueron dadas a los santos del Antiguo Testamento. Abraham, Isaac y Jacob no son tan bendecidos como nosotros. Hemos sido posicionados en el lugar más alto posible de relación y privilegio que Su amor podría proporcionar. Ningún otro grupo de las criaturas de Dios—hombres o ángeles—ha sido tan bendecido como los cristianos. Una ilustración de esto se ve en Abraham dando regalos a todos sus hijos, pero a Isaac le dio “todo cuanto tenía”. Y todo lo que era de Isaac fue compartido con Rebeca, su novia (Génesis 25:5-6).
Puede que no nos demos cuenta, pero nuestro lugar delante de Dios es tan alto que ningún ángel se atrevería a poner su pie. Hay un viejo himno que la gente solía cantar: “Me gustaría ser un ángel, y con los ángeles estar”. Pero esto está saturado de ignorancia. Ni siquiera el arcángel Miguel tiene el lugar que tenemos nosotros. Una vez, la hermana doña Munck estaba ayudando a una señora, y la mujer agradecida dijo: “Oh, eres un ángel”. Doña Munck contestó: “No lo soy; yo soy superior a un ángel. ¡Ellos solo son mis sirvientes!” Esto es muy cierto. Nosotros pertenecemos a una nueva creación de hombres que es superior a los ángeles (Hebreos 2:6-13). ¡Ante Dios estamos posicionados en el propio lugar del Hijo! El mismo lugar donde el Señor Jesús está delante de Dios, es nuestro lugar. Y todo lo que Él tiene lo comparte con nosotros. No puedes obtener nada más alto que eso. Esto no se dice de los santos de otras épocas—solo a la compañía Cristiana. Si pudiéramos ser más bendecidos, ¡no creo que pudiéramos soportarlo!
Ahora hermanos, ¿por qué ha hecho el Señor esto por nosotros? Él nos pudo haber librado del infierno y nosotros haber estado eternamente agradecidos por ello—como dice el himno:
Con temor, fue nuestro anhelo
Dentro de su puerta entrar,
Recibir misericordia,
Un rincón sólo ocupar.
(Himnario Mensajes del Amor de Dios #781)
Esto hubiera sido más que suficiente para nosotros. Pero mucho antes, Él ordenó que hubiera mucho más. Él tiene guardado para nosotros la corona, el trono y la mansión. Tal es Su amor. Vuelvo y te pregunto: “¿Por qué ha hecho el Señor todo esto por nosotros?” En simple respuesta, Él lo hizo para ganar nuestros corazones. Cuando la magnitud de nuestras bendiciones y el amor que lo proporcionó todo se apoderen de nuestras almas, nos dejará prendados, rendidos a Sus pies. Nunca hubiéramos soñado con ser bendecidos en lugares tan sublimes. Si se nos hubiera dado la opción de escoger cómo ser bendecidos, nunca hubiéramos pedido algo tan grande como ello.
Esa es realmente la fuerza de Efesios 3:20-21. Después de repasar estas cosas maravillosas, el Apóstol Pablo resonó en una doxología de alabanza, diciendo: “Y á Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos ó entendemos, por la potencia que obra en nosotros, a Él sea gloria en la iglesia por Cristo Jesús, por todas edades del siglo de los siglos. Amén”. Esto a menudo se ha tomado fuera de contexto, y se piensa que significa que el Señor responderá a nuestras oraciones de una manera que es mucho mejor de lo que hubiéramos pedido. Tú lo puedes aplicar de esa forma, pero eso no es realmente a lo que Pablo se refiere. Él estaba alabando a Dios por Su sabiduría en planificar tan inmenso alcance de gloria y bendición que está muy por encima de cualquier cosa que hubiéramos pedido o pensado.
En nuestros pensamientos limitados, nosotros nunca hubiéramos soñado con ser bendecidos junto al mismo Hijo de Dios, el Creador del universo, y compartir Su lugar de bendición, privilegio y gloria, ¡como coherederos! Te digo que nunca hubiéramos pensado en tal cosa. Quizás hubiéramos pedido una larga vida, ser ricos, o algo por el estilo. Nuestros pensamientos no habrían sobrepasado a las cosas terrenales. El Señor lo sabía, así que Él tomó la tarea y lo diseñó todo para nosotros. Y ahora que el Apóstol considera la inmensa expansión de gloria que rodea al Hijo de Dios y el amor que lo planeó todo, no puede evitar resonar en alabanza.
Amigos, es realmente triste que la Iglesia conozca tan poco de sus bendiciones. Si lo supiéramos, no desearíamos las cosas del mundo. Las cosas mundanas pierden su encanto cuando el Señor Jesús captura nuestros afectos y la fe se apodera de lo que verdaderamente es nuestro en Él. Es una pena; realmente lo es. Hemos sido bendecidos supremamente, pero la mayoría de los Cristianos no parecen conocer mucho al respecto. Estoy seguro de que si hoy condujéramos una encuesta entre los creyentes sobre cuáles son sus bendiciones Cristianas, creo que recibiríamos respuestas bastante extrañas.
Quizás algunos dirían que han sido bendecidos por tener una esposa encantadora e hijos saludables y un buen trabajo. Pero esas cosas son misericordias para las criaturas; no son nuestras bendiciones Cristianas. Otros podrían decir que es nacer de nuevo, conocer al Señor y tener nuestros pecados perdonados. Ahora, por supuesto que estas son bendiciones, pero estas no son las bendiciones peculiares del Cristiano. Estas son bendiciones del Nuevo Pacto que son comunes a toda la familia de Dios (Jeremías 31:31-34; Hebreos 8:10-13). Esas bendiciones del Nuevo Pacto son nuestras, y estamos agradecidos por ellas. Pero nuestras bendiciones Cristianas en Cristo son mucho más superiores que esas. Si tuviera que recurrir a un pasaje que muestra nuestras bendiciones especiales Cristianas, te señalaría a Efesios 1. Este los resume bajo tres encabezados:
•  Filiación en relación con Dios nuestro Padre (versículos 3-7).
•  Membresía en el cuerpo místico de Cristo—llamado “el Cristo” (versículos 8-10).
•  Herederos en relación con la herencia (versículos 11-14).
Entonces, tenemos las bendiciones del Nuevo Pacto; eso es una cosa, pero también nos han sido dadas nuestras bendiciones Cristianas únicas, que son inmensamente más altas. El hermano Lunden solía decir que las bendiciones relacionadas con el Nuevo Pacto son nuestras bendiciones más pequeñas. (Él no las estaba minimizando, sino que señalaba que tenemos algo mucho más sublime). Y luego, fluyendo de nuestras bendiciones Cristianas, se nos han otorgado privilegios especiales basados en esas bendiciones, las cuales los santos de otras épocas tampoco tenían.
Y si eso no te deja asombrado, el Señor nos ha dado “todas las cosas que pertenecen á la vida y á la piedad” (2 Pedro 1:3), las cuales son otra variedad de cosas que Él nos ha dado para nuestro camino a la gloria. Creo que esto está ejemplificado en los “camellos” que el criado le dio a Rebeca para el viaje. Él le dio joyas, pero también le dio camellos para montar. Él pensó en todo, asimismo como nuestro Dios. Amigos, cuando pausamos y pensamos en estas cosas, se nos estremece el corazón. ¿No te mueve a querer conocer mejor al Señor? Bueno, esa fue la reacción inmediata que hubo en Rebeca. Ella empezó a preguntar al criado de Abraham sobre el hombre con quien se iba a casar. Ella dijo: “¿Quién es este varón que viene por el campo hacia nosotros?” (Génesis 24:65)
Una hermana mayor, que está aquí hoy, me dijo hace más de veinte años atrás, “Cuando fui salva, supe que el Señor me amaba. Pero ahora que entiendo cuán grandemente me ha bendecido, debo decir que ¡jamás imaginé que Él me amara tanto!” Hablando yo de estas cosas con un inconverso, me dijo: “Si realmente crees eso, ustedes deben de ser la gente más feliz de la tierra”. Pero hermanos, lo que me incomoda profundamente es que hay Cristianos para quienes estas cosas tienen muy poco significado. Probablemente a ellos les parezca ciencia ficción. Tenemos tanto para disfrutar, pero muchos nunca se han tomado el tiempo de aprender cuán grandemente bendecidos son ellos en Cristo. Te preguntarás, ¿qué anda mal?
Me recuerdo de una historia que leí una vez de un Americano Nativo quien había servido valientemente en la Guerra Civil. Después de la guerra, se le presentó una medalla de honor. Una de las cosas prometidas era que por el resto de su vida tendría acceso ilimitado de comidas gratis en cualquier programa de asistencia gubernamental del país. ¡Años después lo encontraron muriendo de hambre! Y cuando abrieron su camisa para auxiliarle, descubrieron que él había convertido la medalla en un collar, que llevaba al cuello. Nunca se percató de que decía tener un boleto de comida gratis de por vida. El allí moría de hambre, por no saber lo que era suyo. Amigos, hay muchos Cristianos quienes están en la misma situación. Son bendecidos más allá de lo imaginable, pero no lo saben, y, por lo tanto, no lo están disfrutando. ¡Qué pena! Se encuentran dando vueltas buscando algo para satisfacer sus almas en la basura de este mundo. No pueden estar contentos. Lo que tienen que hacer es “Gustad, y ved que es bueno Jehová” (Salmo 34:8).
Las cosas que el siervo le dio a Rebeca la hicieron dispuesta. Ellos le preguntaron: “¿Irás tú con este varón?” Y ella dijo: “Iré” (Génesis 24:58). ¿Cómo podríamos pensar que ella iba a responder de otra manera? Su corazón fue atraído por esas oberturas de amor. Creo que cuanto más comprendamos y disfrutemos cuán ricamente hemos sido bendecidos en Cristo, más se extenderán los afectos de nuestros corazones y estaremos dispuestos para hacer Su buena voluntad. Estos dones maravillosos que el Señor nos ha otorgado están intencionados a tocar nuestros corazones y atraer nuestros afectos hacia Él.
4) Él Nos Hace Grandiosas Y Preciosas Promesas
Ahora pasemos a 2 Pedro 1:3-4, “Como todas las cosas que pertenecen á la vida y á la piedad nos sean dadas de su divina potencia, por el conocimiento de aquel que nos ha llamado por su gloria y virtud: por las cuales nos son dadas preciosas y grandísimas promesas”. Ya hemos mencionado las cosas que pertenecen a “la vida y á la piedad” siendo estas la provisión del Señor para nuestro camino hacia la gloria, pero hay algo más aquí que me gustaría enfocar: las “preciosas y grandísimas promesas”. Esta es otra cosa que el Señor nos ha dado para conquistar nuestros corazones—Él nos ha dado muchas grandes y preciosas promesas.
A diferencia de muchos hombres en este mundo, el Señor no hace promesas que no cumpla. Las chicas han sido advertidas de los hombres que hacen promesas circunstanciales. Una promesa incumplida significa un corazón destrozado. Pero el Señor no es así. Nosotros no nos tenemos que preocuparnos de que Él rompa alguna de Sus promesas. Todo lo que Él dice es firme “Porque todas las promesas de Dios son en Él Sí, y en Él Amén” (2 Corintios 1:20).
Me gustaría llamar su atención a la traducción más precisa de 2 Pedro 1:4 por J. N. Darby, que dice: “Él nos ha dado las más grandes y preciosas promesas”. Recuerde, Pedro estaba hablando a los judíos convertidos. A la nación de Israel se le había dado algunas promesas grandes del Señor a través de sus ancestros, pero Pedro hace contraste con las promesas que tenían ahora después de convertirse en Cristianos. ¡Ellos tenían las “más grandes” promesas de todas! Israel había recibido grandes promesas, ¡pero los Cristianos tienen las mayores promesas! Alguien comentó que existen 30,000 promesas en la Biblia, y las más grandes de ellas son dadas a los Cristianos.
¿Cuáles son algunas de estas grandes promesas? Bueno, esto podría tomar el resto de la tarde, pero escogeré algunas.
•  Existe Su promesa de perpetuidad de relación. Él dice: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5). Cuántas mujeres han escuchado a un hombre decir: “No te dejaré”, para entonces verlo dejarla más adelante. Eso no sucederá con el Señor.
•  Existe su promesa de seguridad. Su Palabra dice: “A aquel, pues, que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros delante de su gloria irreprensibles, con grande alegría” (Judas 1:24). Él nos protegerá y nos guardará seguros cerca de Él (Deuteronomio 33:12).
•  Existe la promesa de una dulce comunión con Él todos los días de nuestras vidas. Él dijo: “El que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:21). En algunas relaciones matrimoniales no existe mucha comunicación. Pero eso no es lo que el Señor quiere en nuestra relación con Él.
•  Existe Su promesa de tener una vida feliz y plena. Él dijo: “Cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:25). Si nosotros dedicamos nuestras vidas a Su causa en la tierra, vamos a encontrar el verdadero significado de una vida plena.
•  Existe la promesa de tener tesoro en el cielo. Él dijo: “Ve, vende todo lo que tienes, y da á los pobres, y tendrás tesoro en el cielo” (Marcos 10:21).
•  Existe Su promesa de contestar a las peticiones en oración. Él dijo: “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Juan 14:13-14).
•  Existe Su promesa de sabiduría para las muchas decisiones que enfrentamos en la vida. Él dijo: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela á Dios, el cual da á todos abundantemente, y no zahiere; y le será dada” (Santiago 1:5).
•  Existe Su promesa de estar en medio de los que están reunidos a Su nombre. Él dijo: “Donde están dos ó tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos” (Mateo 18:20).
•  Existe Su promesa de recompensas venideras en el reino. Él dijo: “Bienaventurado aquel siervo, al cual, cuando su señor viniere, le hallare haciendo así. De cierto os digo, que sobre todos sus bienes le pondrá” (Mateo 24:46-47).
•  Existe Su promesa de volver de nuevo para llevarnos a la casa de Su Padre arriba. Él dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay: de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, á preparar lugar para vosotros. Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré á mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:2-3).
•  Existe la promesa de ser hecho moral y físicamente como Él. Él “transformará el cuerpo de nuestra bajeza, para ser semejante al cuerpo de su gloria” (Filipenses 3:21; 1 Juan 3:2).
•  Existe Su promesa de que reinaremos con Él en Su reino. Su Palabra dice: “Si sufrimos, también reinaremos con Él” (2 Timoteo 2:12; Lucas 22:29).
No tenemos tiempo para mirarlo ahora, pero creo que la historia de David y Abigail ilustra esto (1 Samuel 25). Ellos son otra figura de Cristo y la Iglesia. Él le hizo una promesa maravillosa, la cual inclinó su corazón en profundo agradecimiento. Le pidió que fuera su esposa y que compartiera el trono en Israel con él. Pero en ese momento todo era una promesa porque él aún no lo tenía. En ella produjo la disposición correcta—la inclinó a ir y ser su esposa. De hecho, ella tenía prisa. Dice: “Y levantándose luego Abigail con cinco mozas que la seguían, montóse en un asno, y siguió los mensajeros de David, y fué su mujer” (1 Samuel 25:42).
Las muchas promesas que el Señor nos ha hecho están diseñadas para despertar el afecto de nuestros corazones. Creo que si consideramos lo que el Señor ha prometido, causará un afecto profundo en nosotros y nos apresurará—así como Abigail—“el hacer, por su buena voluntad”.
La Parte del Señor en Esto
Sabes, de este tema hay otro ámbito que hemos estado viendo—y ese es el lado del Señor. ¿Sabías que cuando Él recibe una respuesta de nuestros corazones, Su corazón es cautivado? Dice en Cantares 4:9: “Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía; Has preso mi corazón con uno de tus ojos”. ¡La novia se volteó y lo miró y él casi se quedó magnetizado! ¡O, como el Señor aprecia nuestro amor! Solo piensa en Su corazón esta tarde. Él se estremece cuando ve el más mínimo movimiento de nuestros corazones hacia Él.
Déjame preguntarte: “¿Quieres hacer feliz al Señor? ¿Quieres traerle placer? Entonces, dale tu corazón. Él dice: “Dame, hijo mío, tu corazón” (Proverbios 23:26). Piénsalo; ¡Tú puedes deleitar el corazón del Creador del universo dándole tu amor! Nosotros podemos darle nuestro amor, no solo agradeciéndole y alabándole, sino también haciendo las cosas que Le agradan. Él dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). Y cuando lo hacemos, ocurre algo extraño e inexplicable—somos hechos sumamente felices. Este realmente es el secreto de una vida Cristiana feliz y fructífera. Si pudiéramos dejar de buscar nuestros propios placeres a través de todas las cosas en las que gastamos nuestro dinero y tiempo, y en vez tratáramos de agradar al Señor, nosotros encontraríamos la verdadera felicidad. Quienes han descubierto este secreto, han encontrado el verdadero significado de la vida. Ellos son las personas más felices en esta tierra. “Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová” (Salmo 144:15). Él es el eterno amante de tu alma. Dale tu amor. No te arrepentirás de haberlo hecho.

Rompiendo Nuestras Voluntades (Destete)

Hemos visto algunas de las formas en que el Señor atrae nuestros corazones. Ahora quiero hablar un poco de la manera en que Él utiliza el destete. Pasemos a Hebreos 12: “Por tanto nosotros también, teniendo en derredor nuestro una tan grande nube de testigos, dejando todo el peso del pecado que nos rodea, corramos con paciencia la carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en al autor y consumador de la fe, en Jesús; el cual, habiéndole sido propuesto gozo, sufrió la cruz, menospreciando la vergüenza, y sentóse á la diestra del trono de Dios. Reducid pues á vuestro pensamiento á aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, porque no os fatiguéis en vuestros ánimos desmayando. Que aun no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado: Y estáis ya olvidados de la exhortación que como con hijos habla con vosotros, diciendo: Hijo mío, no menosprecies el castigo del Señor, Ni desmayes cuando eres de él reprendido. Porque el Señor al que ama castiga, Y azota á cualquiera que recibe por hijo. Si sufrís el castigo, Dios se os presenta como á hijos; porque ¿qué hijo es aquel á quien el padre no castiga? Mas si estáis fuera del castigo, del cual todos han sido hechos participantes, luego sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos por castigadores á los padres de nuestra carne, y los reverenciábamos, ¿por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, á la verdad, por pocos días nos castigaban como á ellos les parecía, mas éste para lo que nos es provechoso, para que recibamos su santificación. Es verdad que ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; mas después da fruto apacible de justicia á los que en él son ejercitados” (Hebreos 12:1-11).
Como vemos en este capítulo, el Señor usa las disciplinas de la vida para amonestarnos y destetarnos de hacer nuestra propia voluntad, lo cual es un obstáculo para obtener Su bendición práctica en nuestras vidas. Como se mencionó anteriormente, el propósito del destete es frustrar la voluntad de la carne. Es un proceso a través del cual aprendemos a renunciar el hacer nuestra propia voluntad y en vez, aprender a hacer Su voluntad. Poco a poco, a través de la disciplina del Señor, se nos enseña el vacío del mundo y la inutilidad de tratar de complacernos a nosotros mismos. Por medio de la gracia divina, somos llevados a entender que no tiene sentido continuar de otra manera que no sea haciendo la voluntad de Dios.
El instrumento principal que el Señor utiliza para destetarnos es la aflicción, como se mencionó en el Salmo 119:67. Hay algo en la aflicción que nos hace despertarnos y prestar atención. El Señor no se place en usar la aflicción cuando busca destetarnos, pero Su amor lo obliga a hacerlo. En el libro de Lamentaciones dice: “Antes si afligiere, también se compadecerá según la multitud de sus misericordias. Porque no aflige ni congoja de su corazón á los hijos de los hombres” (Lamentaciones 3:32-33). Su corazón no se deleita en eso, pero Él sabe que es necesario para nuestra salud espiritual; por lo tanto, Su amor lo lleva a hacerlo.
El Señor sabe cómo hacernos dispuestos a través de las disciplinas de la vida; podemos estar seguros de eso. Recuerdo haber escuchado la historia de una niña que no quería comerse sus verduras a la hora de la cena. Después de una serie de estímulos y exhortaciones de sus padres, su padre la miró fijamente a los ojos y le dijo: “¿Quieres comerte las verduras o quieres que saque la chancla?” Ella sabía lo que implicaba sacar la chancla, así que se sentó en su silla y dijo: “Creo que me comeré las verduras”. Sabes, aun el pensamiento de tener la mano correctora del Señor sobre nosotros debería ser suficiente para hacernos reaccionar y evitar hacer algo que sabemos desagradaría al Señor. Debemos pasar el tiempo de nuestra estancia en la tierra en “temor” (1 Pedro 1:17). Ese es el temor de hacer cualquier cosa que desagrade a nuestro Padre.
La razón principal por la cual el Señor tiene que destetarnos con disciplina es que nuestras voluntades son muy fuertes. Él sabe cómo romper nuestra voluntad y ablandar nuestros corazones. Él usa ambas cosas, Su cortejo y el destete. Creo que ambos procesos continúan concurrentemente. ¡Y lo hace, todo porque Él quiere nuestra atención! Esa fue una de las últimas cosas que Christie Coleman me dijo antes de que el Señor la llevara consigo. Ella dijo: “El Señor quiere nuestra atención”. Podría agregar que Él no se detendrá hasta que consiga nuestra atención. Él pagó un precio demasiado alto como para dejarnos seguir nuestro propio camino y desperdiciar nuestras vidas en las cosas pasajeras que no tienen valor eterno—cosas que ni siquiera nos hacen felices.
Al igual que el cortejo, el destete es una labor que el Señor no encarga a nadie. Es tan importante para Él, que lo hace todo por Sí mismo.
Pesos Y El Pecado
Se observará que el capítulo no comienza con las formas del Señor en disciplinar a Su pueblo. El capítulo comienza exhortándonos a “correr ... la carrera” de la fe, manteniendo nuestros ojos en el objetivo que tenemos por delante—Cristo en gloria (Hebreos 12:1-4). Se nos dice “dejando todo el peso del pecado que nos rodea” que impida nuestra búsqueda de ese objeto singular. Conociendo que estamos apegados a nuestros pesos y pecados, el escritor menciona una motivación más, que es “el castigo del Señor” (versículos 5-11). Esta no es una amenaza; es solo que el Señor conoce y comprende nuestra debilidad o falta de dominio propio para dejar a un lado estas cosas. Esto es mencionado esencialmente para ayudarnos a hacer la voluntad de Dios.
Estas dos cosas, pesos y pecados, obstruyen nuestra carrera. Para estos creyentes Hebreos, los pesos eran la religión terrenal. Los rasgos del Judaísmo y la incredulidad asociada con ello, les impedía correr la carrera de la fe hacia Cristo en gloria. Los estaba llevando de regreso al redil del Judaísmo. Para nosotros, los pesos pueden ser otras cosas terrenales. Un peso, en principio, es cualquier cosa que distraiga el corazón de Cristo en gloria y arrastre la mente a esta tierra. Un peso es algo que no necesariamente es moralmente incorrecto, pero distrae el corazón y nos ocupa con cosas terrenales. Puede ser algo diferente para cada uno de nosotros. Para uno puede ser un deporte, para otro la música, y para otro un pasatiempo, etc. Pueden ser 100 cosas diferentes. Estas cosas no son moralmente ilícitas, pero si se meten en nuestros corazones y ocupan una cantidad excesiva de nuestro tiempo y atención, es una cierta indicación de que es un peso.
Los jóvenes a menudo preguntan: “¿Qué tiene de malo esta cosa o esa actividad?” Pero están perdiendo de vista la cuestión. Las Escrituras nos dicen que todas las cosas nos son lícitas, mas no todas convenien (1 Corintios 6:12-13). Debemos de despojarnos de todo peso, no porque los pesos sean contrarios a las reglas de la carrera, sino porque son un obstáculo para correr. Imagina que fuiste a ver una carrera a pie que se celebraba en algún lugar, y observas la raya de partida y ves a uno de los competidores ¡llevando un par de botas de goma y una mochila! Así que te acercas a él y le dices que esas cosas le serán un obstáculo si es que quiere mantener el ritmo con los otros competidores en la carrera. Y él dice: “¿Qué hay de malo con las botas de goma y una mochila? ¡No estoy rompiendo las reglas!” Es cierto que él no está rompiendo las reglas, pero no podrá correr bien la carrera. A él lo dejarían atrás en poco tiempo. Esa es la misma razón por la que necesitamos dejar a un lado “todo peso” en nuestra carrera espiritual que lleva al cielo.
¡La forma más rápida de averiguar si algo es un peso en tu vida es empezando a correr! Si no crees que ciertas cosas en tu vida son pesos, es posible que realmente no estés en la carrera. Si te sientas en una silla con un peso sujeto a tu cuerpo, no sentirás los efectos negativos de la gravedad. Es por eso por lo que quizás algunas personas no pueden ver por qué ciertas cosas en sus vidas son un obstáculo.
Ahora, si estás luchando con algo que tienes o estás haciendo, y te preguntas si es un peso, puedes verificarlo con las siguientes tres marcas que nos dio el hermano Hayhoe hace años:
Los Tres Signos De Que Algo Es Un Peso
•  Estás inquieto al respecto; no pareces tener paz al respecto.
•  Te vez discutiendo sobre el asunto.
•  Buscas personas—preferiblemente hermanos ancianos—para que te aconsejen a que continúes en ello.
Luego también existe el “pecado” que tiene que ser dejado a un lado. Esto es aún más serio. Esto no es de lo que algunas personas hablan como su pecado dominante, sino más bien, la raíz de rebeldía que es hacer nuestra propia voluntad. (El artículo “el” en “dejando todo ... el pecado” no está en el texto original, lo que implica que no está hablando de ningún pecado específico que lo perturbe). No hay nada que nos impida correr la carrera de la fe tanto como lo hace la raíz de rebeldía en nuestras vidas, y eso es esencialmente lo que es el pecado. Lamentablemente, estamos acostumbrados a hacer lo que queremos, y no nos gusta que nadie nos imponga su voluntad. La voluntad del Señor es algo que quizás no estamos acostumbrados a tener en nuestras vidas. Y si ese es el caso, el Señor puede traer Su corrección como forma de ayudarnos a dejar a un lado las cosas terrenales y la rebeldía que tan fácilmente nos acosa.
Hablando sobre los métodos utilizados por el Señor en la disciplina, el escritor enfatiza el hecho de que es el amor que lo mueve hacer todo lo que Él hace. Dice: “Porque el Señor al que ama castiga, Y azota á cualquiera que recibe por hijo” (Hebreos 12:6). ¡Debemos recordar que la mano que sostiene la vara de la corrección lleva la marca de un clavo! El saber que la disciplina proviene de un corazón de amor nos ayudará a recibirlo de parte de Él. Si el Señor sube la temperatura en nuestras vidas, es solo porque lo ve necesario. Él ve en nosotros algo de “escoria” que necesita ser expulsado (Proverbios 25:4; Malaquías 3:3).
Tres Formas De Reaccionar a La Disciplina Del Señor
Debemos tomar todo lo que viene a nuestras vidas como una lección de parte del Señor. El hermano Darby solía buscar al Señor cuando algo tan pequeño como un resfriado común lo tocaba. Esto es bueno; esto muestra sensibilidad a la voz del Señor. El escritor de Hebreos 12 Continúa hablando de las diversas formas en que podemos reaccionar al castigo del Señor.
Primero, dice que no lo debemos “menospreciar” (Hebreos 12:5). Esta es una actitud que podemos adquirir. El despreciar la disciplina del Señor es menospreciar las cosas que Él permite que pasen en nuestras vidas. Una persona puede ser arrogante y eludir las cosas sin reconocer que vienen de la mano del Señor. Si este es el caso, ciertamente perderemos la bendición que Él proyecta para nosotros. Una persona que asume esta actitud relacionará a todo lo que viene a su vida como pura coincidencia. Por ejemplo, si Dios les permite tener un accidente automovilístico, dirán: “Bueno, ¿quién aquí no ha tenido un accidente?” Si se trata de un brazo roto, dirán: “Es solo un hueso roto; todo el mundo se rompe un hueso en algún momento de su vida”. En vez de reflexionar en sus corazones en cuanto al por qué Dios ha permitido tal cosa, lo ignoran.
En segundo lugar, dice que no debemos “desmayar” (Hebreos 12:5). Esta es otra actitud que podemos adoptar en cuanto a estas cosas. El desmayarse es desanimarse. La tendencia aquí es quejarse de las cosas que el Señor ha permitido para hablarnos en nuestras vidas. Si esto no se juzga, resultará en un corazón desfallecido y en el abandono de la carrera. Si adoptamos esa actitud en alguna disciplina que el Señor ha permitido en nuestra vida, también perderemos la bendición práctica que hay en ella para nosotros.
El escritor continúa hablando de una tercera actitud que podemos elegir en una prueba—y diría que es la única actitud apropiada—que es estar “ejercitados” en ella (Hebreos 12:11). Cuando somos ejercitados sobre las cosas que Dios permite en nuestras vidas y buscamos Su rostro al respecto, Él nos dará el “fruto apacible de justicia”.
Hay tres aves que ilustran estas tres actitudes. Cuando llueve, el pato deja que todo le corra por su espalda. Este no le presta atención a la lluvia. Es como la persona que desprecia la disciplina. Luego está la gallina. Esta ave es conocida por su disgusto a la lluvia. Cuando llueve, se rasca los pies, se alborota y se queja. Este ilustra a la persona que desmaya bajo las adversidades que el Señor permite en su vida. Luego está el petirrojo. Esta ave recibe la lluvia y obtiene la ganancia de ella. La lluvia trae los gusanos a la superficie, lo que significa que, si él sale a la lluvia, se beneficiará de ella. Éste es como la persona que se ejercita sobre las disciplinas que el Señor trae en su vida y obtiene algún provecho moral y espiritual.

En Resumen

Entonces, en resumen, hay estas dos maneras en que el Señor opera para hacernos aptos para “el hacer, por su buena voluntad”—Su cortejo y Su destete. David dijo: “Tu pueblo serálo de buena voluntad en el día de tu poder, En la hermosura de la santidad” (Salmo 110:3). Quizás ambos métodos se ven en ese solo versículo. En el día venidero, el pueblo de Israel estará dispuesto cuando el Señor actúe en poder y en la hermosura de la santidad para liberarlos de sus enemigos y trasladarlos a Su reino. Para nosotros, creo que si simplemente miramos hacia atrás y consideramos Su “poder” para librarnos de nuestros pecados (Romanos 5:9 – traducción J. N. Darby), y también la “hermosura” de Su santa Persona, así estaremos igualmente dispuestos. Ojalá, Dios nos dé la gracia para hacerlo.