Congregados al Nombre Del Señor

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Esta expresión es basada en Mateo 18:20 y 1 Corintios 5:4. Se refiere a la obra del Espíritu de congregar a los cristianos en la tierra en torno al Señor Jesucristo, en el terreno de la verdad del un cuerpo. La presencia del Señor en medio de ellos sanciona ese terreno, en el cual ellos están congregados, como siendo el lugar designado por Él donde los cristianos se deben reunir para el culto y el ministerio. Su presencia también autoriza sus acciones administrativas de atar y desatar, las cuales ellos pueden tomar en materia de disciplina, etcétera. Sin embargo, la presencia del Señor en medio de los así congregados no sanciona su estado, pues a veces este puede ser bajo.
Muchos cristianos piensan que Mateo 18:20 está simplemente afirmando el hecho de que cuandoquiera y dondequiera que se reúnan los cristianos por cualquier razón o propósito, social o religioso, que ellos van a tener la presencia del Señor con ellos. Si bien es cierto que el Señor está “con” los cristianos donde quiera que estén y para cualquier propósito que se reúnan (Mateo 28:20; Hebreos 13:5), esto no es lo que el Señor estaba enseñando en Mateo 18:20 cuando dijo que Él estaría “en medio”. Eso es confundir el Señor estar “con” los creyentes y estar “en medio” de los creyentes congregados a Su nombre. Estas son dos cosas diferentes.
Los tres puntos siguientes nos ayudarán a entender lo que significa estar reunidos al nombre del Señor:
En primer lugar, el PROPÓSITO de Dios en reunir a los cristianos al nombre del Señor es para que haya una demostración viva de la unidad del cuerpo de Cristo en la tierra (Romanos 12:4-5; 1 Corintios 10:17, 12:12; Efesios 1:22-23, 5:30). Él desea que exista una expresión visible de la unidad del cuerpo como resultado de los creyentes andar juntos eclesiásticamente—esto es, en la doctrina y práctica de la Iglesia (Efesios 4:1-4). Para ello, Dios llama a todos los cristianos a una “comunión” universal (mundial) en la cual deben andar prácticamente en uniformidad y unidad escritural (1 Corintios 1:9). Los que son así reunidos manifestarán esto de varias maneras:
•  En el funcionamiento y el orden de asamblea (1 Corintios 1:2, 4:17, 7:17, 11:16, 14:33-34, 16:1).
•  En el acto del partir del pan (1 Corintios 10:17)
•  En los asuntos de la comunión entre las asambleas, cartas de recomendación, etcétera (Hechos 18:24-28; Romanos 16:1; 2 Corintios 3:1-3).
•  En asuntos de disciplina de asamblea (1 Corintios 5:12-13; 2 Corintios 2:6-11).
•  En la formación de congregaciones en nuevas áreas (1 Tesalonicenses 2:14; Hechos 8:4-24).
La unidad práctica del cuerpo de Cristo es aludida en Mateo 18:20 en la palabra “congregados.” (La unidad práctica entre cristianos también es mencionada en Juan 10:16, 11:51-52, 17:11, 17:21, pero en el contexto de la unidad de la familia de Dios). El Señor no reveló la verdad del un sólo cuerpo en Su ministerio terrenal porque los discípulos aún no tenían el Espíritu y no habrían podido apropiarse de esa verdad (Juan 14:25-26, 16:12). Pero Él indicó que habría un nuevo tipo de unidad que surgiría cuando la Iglesia fuese formada. Así, el Señor hizo ver la simiente de esa verdad en Su ministerio, pero la dejó para ser enseñada por los apóstoles cuando recibiesen el Espíritu.
Es triste decir que la Iglesia en gran parte no ha entendido el propósito de Dios en congregar. Ya sea por buenas intenciones o por voluntad propia, ella se ha dividido en su funcionamiento práctico, y ahora está fragmentada en más de mil sectas y comunidades independientes (denominacionales y no-denominacionales). Así, la Iglesia hoy testifica al mundo su estado dividido—tanto en la doctrina como en la práctica. No es preciso decir que eso no es lo que el Señor quiere.
En segundo lugar, para realizar este objetivo en el testimonio cristiano, Dios tiene un lugar designado donde congrega a los cristianos para expresar la verdad del cuerpo. No es un lugar literal, geográfico en la tierra, como en el judaísmo (Jerusalén), sino un terreno espiritual de principios bíblicos sobre los cuales Él quiere que los cristianos se reúnan para manifestar esta unidad. Esto es indicado por las palabras “donde” y “allí” en Mateo 18:20.
Hebreos 13:13 nos dice que este lugar de reunión es “fuera del real.” El “real” es una palabra que el Espíritu de Dios utiliza para denotar al judaísmo y todos los principios y prácticas relacionados con él. Así, esta comunión a la que los cristianos son llamados es libre de ese orden judaico de cosas. Los cristianos en general (por centenares de años) han olvidado este punto y han llevado muchas cosas ligadas al culto judaico a los lugares de culto. Ellos han ignorado la clara enseñanza de la Escritura que dice que el tabernáculo es una figura del verdadero santuario al cual ahora tenemos acceso por el Espíritu (Hebreos 9:8-9, 9:23-24, 10:19-22). En vez de eso, ellos lo han utilizado como un patrón para sus organizaciones, y han incorporado muchas cosas de adoración del Antiguo Testamento en un sentido literal. Estas son cosas como: el uso de templos literales (catedrales), una casta de hombres ordenados para oficiar en nombre del resto de la congregación, una orquesta, un coro, el uso de túnicas, la práctica del diezmo, la observancia de la ley, etc. En el mundo cristiano de hoy hay una proliferación de denominaciones cristianas que están repletas de cosas tomadas del orden judaico. Cualquier persona que esté buscando el lugar escogido por el Señor (y que desee estar realmente congregada a Su nombre) tendría que desviar su vista de todos esos lugares de la cristiandad, porque ellos tienen los atuendos del judaísmo en sus servicios de adoración; y la comunión a la que el Espíritu está conduciendo a los cristianos está fuera de todo eso. (Ver Campamento).
El objetivo de Dios es tener a los cristianos juntos en un sólo terreno de reunión, en un único centro divinamente reconocido (Cristo en medio), aunque puedan vivir en muchos lugares diferentes en la tierra. Esto unifica a los cristianos de forma práctica y manifiesta un testimonio singular ante el mundo de que son “un cuerpo.” De hecho, esta es la primera responsabilidad colectiva que los cristianos tienen de andar de una manera digna de la vocación con que fueron llamados (Efesios 4:1-4). Por lo tanto, la presencia del Señor en medio (en este sentido colectivo de asamblea) sólo podría estar donde Dios reúne a los cristianos al nombre del Señor. Si el Señor reconociese, con Su presencia en el medio de ellos, todos los grupos de creyentes que se reúnen para la adoración y el ministerio en sus diferentes lugares, entonces Él estaría sancionando las numerosas divisiones en el testimonio de la Iglesia. ¡Sería sancionar la propia cosa que Él condena! Por lo tanto, el Señor no podría estar (en este sentido) en todo lugar donde los cristianos se reúnen. W. Potter dijo, “Supongamos que el Señor concediese Su presencia a las diferentes denominaciones, ¿qué es lo que Él estaría haciendo? Él estaría sancionando aquello que es contrario a Él. Él no puede hacer eso” (Gathering Up the Fragments, p. 87). También dijo, “¿Significa entonces que el Señor no está en medio de otros en el mismo sentido? Decididamente, Él no lo está” (Gathering Up The Fragments, p. 90).
Esto puede parecer restricto y exclusivo, pero realmente no nos debería sorprender, porque la propia naturaleza del cristianismo es exclusiva. Existe sólo una manera de ser salvos (Hechos 4:12) y sólo un camino al Padre (Juan 14:6), etcétera, y existe sólo una manera en la que Dios quiere que los cristianos se reúnan para la adoración y ministerio. Toda revelación cristiana de la verdad es exclusiva, y no podemos pedir disculpas por la verdad. Ella es lo que es.
En tercer lugar, a pesar de que los cristianos están esparcidos por todo el mundo, Dios tiene el poder para reunirlos de esta manera. Lo hace por medio de la obra del Congregador Divino, el Espíritu Santo. El Espíritu de Dios conduce a los creyentes ejercitados al lugar de Su elección. ¿A Quién más podría el Señor confiar el congregar de Su pueblo a Su nombre, sino al Espíritu de Dios? Los hombres, quizás bien intencionados, han tratado de reunir al pueblo del Señor, pero desconociendo la verdad de reunión, han formado comunidades cristianas de su propia invención. Habiendo establecido estas diversas comunidades cristianas, ellos incentivan a los creyentes a “ir a la iglesia de su elección,” como si fuese una cuestión de su preferencia personal. El resultado es que los cristianos han ido a formar parte de comunidades cristianas creadas por los hombres (sectas) independientes la una de la otra, en vez de estar unidos en una comunión universal. Esto no puede ser la obra del Espíritu Santo, porque Él nunca conduce a lo que es contrario a la Palabra de Dios.
Si el Espíritu Santo llevase a los cristianos a juntarse para el culto y el ministerio en sus muchas comunidades independientes, ¡entonces Él sería el Autor de las divisiones en la cristiandad! ¡Él, entonces, podría ser responsabilizado por el estado dividido del testimonio cristiano! Ciertamente ningún cristiano sobrio acusaría al Espíritu de Dios de crear el triste y dividido estado del testimonio de la Iglesia. H. Smith dijo: “¿Está el Espíritu Santo reuniendo todas las comunidades divididas e independientes que procuran apropiarse de esta promesa [en Mateo 18:20]? Tal suposición implica necesariamente colocar sobre el Espíritu Santo la responsabilidad de las divisiones e independencias deplorables y deshonrosas a Cristo. ¿Es esta multiplicidad de centros que se ve en la iglesia el resultado de la obra del ‘Espíritu de Verdad’ que vino para glorificar a Cristo? ¡Lejos esté ese pensamiento!” (Gathered Together, p. 3).
Aunque el Espíritu Santo no sea directamente mencionado en Mateo 18:20, está claro que él es el Congregador Divino. Esto es visto en las palabras, “están ... congregados.” El Señor no dijo, “donde dos o tres se congregan” o “se reúnen,” como algunas traducciones modernas lo presentan. “Están ... congregados” está escrito en voz pasiva, y esto apunta al hecho de que ha habido un poder de reunión fuera de las propias personas, que ha estado envuelto en congregarles en ese terreno. Esto demuestra que el terreno divino de reunión no es una asociación voluntaria de creyentes. H. Smith dijo, “Para utilizar una ilustración simple, veo una cesta de frutas sobre la mesa. ¿Cómo es que han llegado allí? Fueron colectadas. Ellas no llegaron allí por sus propios esfuerzos. En el griego, la palabra traducida como ‘congregados’ es ‘sunago,’ que literalmente significa ‘conducidos juntos,’ y podría ser traducida como, ‘ser guiados juntos’—todo lo cual sugiere un Congregador” (Gathered Together, p. 2). La Concordancia de Strong’s afirma que la palabra “sunago” (#4863) significa “conducidos juntos” o “colectados”. El Diccionario Expositivo de Vine del Nuevo Testamento afirma que “sunago” significa “reunir o juntar” (p. 482).
Lucas 22:7-10 considera el tema de la reunión y la obra del Espíritu Santo como el Congregador divino desde una perspectiva diferente. Como Mateo 18:20, el pasaje en Lucas también tiene el “dónde” y el “allí” (versículos 9 y 12), pero Lucas considera el lado de la responsabilidad del hombre, mientras que Mateo lo ve desde el lado de la soberanía de Dios. Lucas muestra que los cristianos necesitan ser ejercitados acerca de estar en el lugar que el Señor escogió.
En Lucas 22, el Espíritu de Dios es visto en la figura de “un hombre” con “un cántaro de agua,” conduciendo a los creyentes ejercitados al lugar que el Señor escogió. Muchas veces, en las Escrituras, el Espíritu de Dios es visto como un hombre sin nombre que trabaja tras los bastidores. Esto es porque no es el objeto del Espíritu de Dios llamar la atención sobre Sí mismo. En el cristianismo, Él trabaja detrás de los bastidores guiando a los creyentes ejercitados hacia la verdad (Juan 16:13-14), y es también la razón por la cual Él no es directamente mencionado en Mateo 18:20. El “agua,” que el hombre llevaba, significa la Palabra de Dios (Efesios 5:26). Esto indica, entonces, que el Espíritu de Dios usa los principios de la Palabra de Dios para conducir a los creyentes al lugar que el Señor escogió.
Lucas 22, por lo tanto, se concentra en lo que es requerido de nosotros para que seamos guiados por el Espíritu al lugar. Necesitamos tener un sincero deseo de saber dónde está el lugar de Su elección. Esto es ilustrado cuando Pedro y Juan preguntan al Señor, “¿Dónde quieres que aparejemos?” (versículo 9). También requiere tener la energía de fe para actuar y así procurar ser guiados por el Espíritu al lugar (Génesis 24:27). Esto es ilustrado en las palabras, “Fueron pues...” (versículo 13). También existe el ejercicio de subir las escaleras de separación hacia el “cenáculo” (versículo 12). Esto indica la necesidad de separarse de toda conexión con el mundo—tanto secular como religioso (2 Timoteo 2:19-22). Finalmente, habiendo sido dirigidos al lugar de Su elección, precisa el ejercicio de hacer los preparativos (versículo 12). Esto se refiere a estar en un estado espiritual correcto de alma adecuado a Su presencia. Preparamos nuestras almas por medio del juicio propio (1 Corintios 11:28).