Está claro que una nueva división de los estatutos y juicios de este libro comienza con los versículos posteriores que acabamos de leer de Deuteronomio 16. Lo que pertenecía a la vida religiosa de Israel se cerró con las tres fiestas que llenan la parte anterior del capítulo.
Ahora nos referimos a los instrumentos y medios que Jehová estableció con el propósito de llevar a cabo la vida del pueblo en asuntos judiciales. Los jueces y oficiales debían abundar. Debían ser hechos en todas sus puertas, y con cuidado vigilante hay una guardia contra el respeto de las personas y cualquier cosa calculada para apartar la sentencia de justicia. La tierra que Jehová su Dios dio debe tener justicia; La bondad amorosa y la misericordia entre el hombre y el hombre, y todos los afectos agradables entre las personas no deben interferir en tales cuestiones. Junto con todo esto, de repente encontramos lo que el espíritu del hombre no puede entender: la introducción de una nueva alusión a los asuntos religiosos. “No plantarás arboleda cerca del altar de Jehová tu Dios, el cual te harás. Ni te pondrás imagen alguna; que Jehová tu Dios odia. No sacrificarás a Jehová tu Dios ningún buey, u oveja, en la que haya mancha, o cualquier maldad favorecida, porque eso es abominación para Jehová tu Dios”.