Deuteronomio 7

Deuteronomy 7
 
Deuteronomio 7 se puede resumir en muy pocas palabras. Tenemos la consagración del pueblo a Dios. Esta es la gran médula del capítulo tal como me parece. Es el pueblo repudiando los caminos de los paganos y consagrados a Dios. Y esto caracteriza el libro de Deuteronomio. No es en absoluto un pueblo o una clase mantenida a distancia por los sacerdotes intervinientes. Por supuesto, es un hecho que los sacerdotes están allí; pero una de las características peculiares de este libro es que, aunque existía el sacerdotalismo, los sacerdotes están deliberadamente inundados de levitas, ya que todo el pueblo está reunido alrededor de Jehová. Por lo tanto, no es un libro que defina el uso canónico estricto en estos asuntos. El objeto es bastante diferente. El otro tenía su lugar cuando Dios estaba dando el libro de Levítico. Allí asignó esto como la porción del sumo sacerdote y sus hijos, la de los levitas, esta otra vez del pueblo. Pero en Deuteronomio el punto es centralizarlos en torno a Jehová mismo. La consecuencia es que, aunque todas tienen su lugar, estas distinciones pueden parecer aquí pequeñas. Si se trata de acceder a Dios en Su santuario, los sacerdotes son definitivamente sacados, y el libro apropiado para esto es Levítico; pero hay una verdad más grande que esta: que Dios tiene un pueblo a quien pone en un lugar de consagración a sí mismo. Tal es el punto aquí en el séptimo capítulo. Descubriremos cuán minuciosamente esto se aplica a lo largo del libro a la perplejidad del pobre racionalismo orgulloso, pero en sí mismo una verdad simple pero muy importante. Tan difícil es la incredulidad que algunos toman el terreno de hacer que Deuteronomio pertenezca a una edad más avanzada cuando la distinción de sacerdotes de levitas aún no se había introducido. Aún más toman la hipótesis opuesta y sostienen que su legislación es de carácter posterior a la del libro anterior. La verdad es que la diferencia se debe al desarrollo moral de Israel de acuerdo con la sabiduría de Jehová en la víspera de introducir a su pueblo en la tierra, y los hábitos más establecidos y sociales que Él quería que cultivaran allí. Pero el tono, la mente y el corazón de Moisés no son más característicamente evidentes que en estas sus últimas palabras al pueblo de Jehová a quien amaba.