El Adventismo del Séptimo Día

Table of Contents

1. Introducción
2. ¿Los cristianos en días apostólicos observaban el séptimo día?
3. La diferencia entre Mateo 24 y Lucas 21
4. El primer día de la semana
5. Los cristianos no están bajo la ley
6. Adoptar el sistema legal es abandonar el terreno del evangelio
7. Conclusión

Introducción

Es porque veo un sutil y engañoso ataque sobre la verdad de Dios que trataré de ayudar a mis hermanos en Cristo en el esfuerzo de descubrir el mal conectado con estas doctrinas. Los mismos fundamentos del cristianismo son atacados por doctrinas que una vez establecidas ponen a un lado la verdad de la propia persona y obra de nuestro bendito Salvador y tratan de destruir la fe del pueblo de Dios. Esta es mi única apología para decir algo acerca de estas doctrinas. Lo hago por causa de la misma verdad y por mis hermanos y compañeros en el cuerpo de Cristo, cuyo bienestar y bendición espiritual están en peligro por este ataque del enemigo.
No podemos cerrar nuestros ojos al hecho que estamos cara a cara con este mal. El Adventismo del Séptimo Día no es algo que está a la distancia. Éste está en medio nuestro. Éste ha invadido al pueblo de Dios en esta ciudad. La ciudad está siendo llenada por sus misioneros. Sus demandas se están haciendo en muchos hogares. Y la palabra de Dios es apelada para apoyar sus doctrinas.
Ciertamente, entonces, no es una materia de indiferencia al rebaño de Cristo si estas nuevas doctrinas se presentan como la voz del Buen Pastor, o como la voz del extraño. Examínenos entonces algunas características de este nuevo sistema de enseñanza para que podamos ser capaces de discernir, si es posible, su origen, si éste es de Dios o si es del enemigo.

¿Los cristianos en días apostólicos observaban el séptimo día?

Se ha dicho que la principal diferencia practica entre los adventistas y los cristianos en general es que ellos guardan el séptimo día de la semana, es decir el sábado, mientras los otros guardan el primero de la semana. Pido a mis hermanos no ser engañados por tales declaraciones, porque simplemente esto no es verdad. Su posición en cuanto al sábado envuelve toda la cuestión de las relaciones cristianas con la ley, para no decir nada de muchas otras cosas que ellos enseñan y que subvierten completamente el cristianismo. Se ha preguntado ¿cuál es el principio de las relaciones del creyente con Dios en esta dispensación? ¿Es la ley? ¿O la gracia? Romanos 6:14 debe ser suficiente para responder estas preguntas: “porque el pecado no tendrá más dominio de vosotros: porque no estáis más bajo la ley, sino bajo la gracia”. Pero observemos esto más detalladamente. Me refiero a esto ahora solo para mostrar que esta no es una cuestión solamente de guardar el día séptimo o el primero de la semana.
Concuerdo con ellos que la ley no ha sido cambiada y que no hay autoridad en las Escrituras para decir que el sábado ha sido cambiado por el primero de la semana. Creo además que en cada instancia donde el sábado es mencionado en el Nuevo Testamento este se refiere al día séptimo y nunca al primero.
Pero ellos se han tomado de estos hechos para probar que los cristianos en días apostólicos observaban el día séptimo. Esta conclusión la niego completamente. No hay una sola instancia dada de una asamblea cristiana reuniéndose el día séptimo para adorar o partir el pan; tampoco hay una sola indicación de que esto haya sido observado como una institución cristiana. Todos sus razonamientos para probar que el séptimo día fue celebrado están basados sobre las más atrevidas asunciones. Citaré de uno de sus tratados titulado, “El Sábado en el Nuevo Testamento”.
“¿Fue el sábado el día regular en el cual Pablo predicaba? ¿Fue ésta su costumbre? Que Hechos 17:2 Responda, ‘Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos’”.
Hechos 18:1-11 Contiene importante testimonio sobre este tema. Pablo en Corinto moraba con Aquila y Priscila y trabajaba con ellos haciendo tiendas. “Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos” (versículo 4). ¿Hasta cuándo permaneció en Corinto? “Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios” (versículo 11). Aquí tenemos un ejemplo apostólico por 78 consecutivos días sábados. Y se verá por los versículos 5-8, que el apóstol ocupó la sinagoga una parte de estos sábados, hasta que los judíos se opusieron y blasfemaron, y entonces él fue a la casa de Justo, donde predicó a los gentiles el resto de los días sábados.
Ahora, mi lector, si usted desea ver un ejemplo de usar la palabra de Dios engañosamente, solo necesita leer atentamente la citación que he presentado. Estos pasajes en Hechos se usan para probar que “el sábado era el día regular de la predicación de Pablo”; y para mostrar que en un lugar él predicó 78 sábados consecutivos. Quizás puedo ser perdonado si digo que ellos no prueban lo uno ni lo otro. Aprendemos de Hechos 17:2 que la costumbre de Pablo era entrar en las sinagogas, el lugar de reunión judío, para razonar con ellos de las Escrituras. Esto sucedía el día sábado, el séptimo día, porque ese era el día en que Pablo podía encontrar a los judíos reunidos para leer las Escrituras. El capítulo 18 nos muestra que él hizo esto en Corinto hasta que los judíos se opusieron y blasfemaron, y entonces él los dejó. Sobre el que él haya predicado a los gentiles ese día o enseñado a los cristianos después de haber dejado la sinagoga, el pasaje no dice absolutamente nada. Decir que Pablo predicó el resto de los sábados en la casa de Justo es una aseveración no autorizada. El hecho es que no hay pensamiento acerca de que cristianos hayan guardado el sábado, en ninguno de estos pasajes. Pablo iba a las sinagogas en vista de alcanzar a los judíos con el evangelio; e iba habitualmente a aquel lugar los días sábados porque ellos regularmente se reunían ese día. Esta es toda la materia. Esto es justamente lo que se encontrará en cada caso en los Hechos donde se habla de predicación en día sábado; y de este modo todo su razonamiento desde el ejemplo apostólico es completamente falso.
Otro pasaje sobre el cual ellos ponen mucho énfasis es Lucas 23:56. “Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento”. De este pasaje el escritor ya mencionado comenta: “las Marías retornaron y prepararon especies. El sábado llegó al atardecer, cuando el sol se ponía. Ellas descansaron. ¿Cómo? ‘Conforme al mandamiento’. El sábado y el mandamiento de guardarlo siguió después de la muerte de Cristo; y Lucas, escribiendo, como se supone, 28 años después de la crucifixión, registra la observancia del sábado, conforme al mandamiento, por cristianos después de la muerte de Cristo como un hecho importante para la iglesia cristiana”.
Es difícil ver que esto pueda tener algo que hacer con la dispensación cristiana. Se nos dice que esto tuvo lugar después de la muerte de Cristo. Y así fue; pero fue también antes de Su resurrección, y antes de que comenzara la dispensación cristiana. Es verdad que Lucas registró esto después de 28 años, pero ¿prueba esto que el sábado fue una institución cristiana? Ciertamente que no; sino que simplemente muestra el carácter piadoso de estas mujeres que podían alejarse del objeto más querido que podía ocupar sus corazones en vista a obedecer un mandamiento de Dios. Se nos dice que ellas eran cristianas. Pero el cristianismo aun no era inaugurado. Todo todavía estaba conectado con la nación judía y bajo la ley, que regulaba la economía judía. Ellas eran mujeres piadosas de los judíos, que habían venido a ser discípulos del Señor, pero que aún no habían sido introducidas en la posición de los cristianos. Para esto era necesario esperar la resurrección de Cristo y Su ascensión a la diestra del Padre y la venida del Espíritu Santo. El cristianismo está fundamentado sobre la muerte y resurrección de Cristo; pero está también conectado con un Cristo exaltado y glorificado, no con un Cristo sobre la tierra. Y éste toma su carácter no de la ley que formaba la constitución de la nación judía, sino de la presencia del Espíritu Santo enviado desde el cielo para reunir a todos los creyentes con Cristo como Cabeza de la iglesia que es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo (Hechos 2; 1 Corintios 12:12-13; Efesios 1:22-23). Nadie que conozca lo que es el cristianismo pensaría citar Lucas 23:56 como un ejemplo del cristiano celebrando y guardando el sábado.

La diferencia entre Mateo 24 y Lucas 21

Llamo la atención a otro pasaje que puede presentar una dificultad real a algunos. Este es Mateo 24:20: “Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo”.
Ahora, si este pasaje es aplicado a la huida de los cristianos cuando Jerusalén fue destruida por los ejércitos de Tito, esto probaría que el día séptimo era “el sábado cristiano”, o que el primer día debiese ser llamado el sábado. Pero el error está en aplicar esto a ese evento.
Muchos han confundido lo que el Señor dice en Mateo 24 con lo que Él dice en Lucas 21. Pero un detallado examen de los dos pasajes mostrará que mientras hay mucho que es común hay también sorprendentes diferencias de la más grande importancia entre ellos. Ambos capítulos hablan de la huida de Jerusalén, y también una señal para la huida es presentada en cada uno; pero las dos huidas son diferentes, como lo son también las dos señales.
En Lucas es la huida de los cristianos cuando Jerusalén fue destruida en el año 70; en Mateo es la huida de un remanente piadoso de judíos para escapar de la gran tribulación justo antes de la aparición del Hijo del Hombre en gloria después que el período de la iglesia haya terminado. Lucas nos presenta la destrucción de Jerusalén y su desolación hasta que los tiempos de los gentiles se hayan cumplido. En Mateo 24 no hay mención de la destrucción de Jerusalén. La destrucción del templo es predicha en el versículo 2, y eso es todo. En el capítulo 23:38, el Señor deja Su casa (el templo) desolada, y en el próximo versículo les dice: “no Me veréis más, hasta que digáis, bendito el que viene en el nombre del Señor”; después en el capítulo 24, Él dice a Sus discípulos que el templo sería completamente destruido. Después los discípulos vienen a Él privadamente, y le dicen “¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá de Tu venida y del fin del siglo?” El Señor ya había mencionado la destrucción del templo y no se refirió a eso otra vez, sino que pasa a hablar del estado de cosas que existirá justo antes de Su “venida en las nubes del cielo con gran poder y gloria” (versículo 30). Él menciona las señales que marcarán el fin de la edad. Falsos Cristos y falsos profetas se levantarán, y habrá guerras, hambres, pestilencias y terremotos, la matanza de los fieles, el crecimiento de la iniquidad, y el enfriamiento del amor de muchos.
Debe notarse aquí que el Señor pasa por alto todo el período de la historia de la iglesia desde Pentecostés hasta el arrebatamiento, cuando los santos serán tomados en los aires para estar con el Señor, y solo habla de las cosas conectadas con Jerusalén y Su venida en gloria para establecer el reino milenario. La iglesia es introducida, en una forma de paréntesis, entre la semana sesenta y nueve y la semana setenta de la profecía de Daniel durante el período de la desolación de Jerusalén. Durante este período Dios está llamando un pueblo celestial para Su Hijo, de entre judíos y gentiles, formándolos en un cuerpo por medio del bautismo del Espíritu Santo, un cuerpo del cual Cristo es la Cabeza. Esto de ninguna forma es mencionado en Mateo 24.
Ahora se verá que de Daniel 9:27 esa semana (o siete años) de las setenta semanas determinadas sobre el pueblo de Daniel queda para ser cumplida después de la desolación de Jerusalén. Esto tendrá lugar después de que la iglesia, el cuerpo de Cristo, sea quitado de esta escena, de acuerdo con 1 Tesalonicenses 4:17. Cuando la iglesia se haya ido (o posiblemente antes) los judíos retornarán a su propia tierra. Su cuerpo político será reavivado, y entonces la semana setenta seguirá su curso en vista a cumplir la profecía y poner fin a la edad judía. Durante este breve período de tiempo de historia judía, las cosas mencionadas en Mateo 24 tendrán su cumplimiento. Los judíos estarán en la tierra y también el anticristo. Ellos entrarán en un mal pacto con un príncipe que ha de venir, quien restablecerá la antigua adoración judía, pero quien romperá su pacto a la mitad de la semana, y hará que cese el sacrificio y la oblación. Un ídolo será levantado en el lugar santo y el pueblo será obligado a adorar a éste en lugar de a Dios. Este ídolo será “la abominación desoladora”, mencionada por el profeta Daniel. (Compare 2 Tesalonicenses 2:3-4; Apocalipsis 13:14-15).
Ahora, mientras la multitud de los judíos volverán a la tierra en incredulidad y aceptarán al anticristo, habrá un remanente en quien Dios obrará para bendición. Estos rechazarán al anticristo y darán testimonio contra la maldad de la multitud apostata y proclamarán la venida del Rey de Israel para reinar. Esto es lo que se llama “el evangelio del reino”, en Mateo 24:14. Esta es una forma del testimonio de Juan el Bautista proclamando nuevamente el reino como estando cerca, y que alcanzará a todo el mundo “para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”; es decir, el fin de la edad judía, que debe ser seguida por el glorioso reino del Mesías.
Cuando la “abominación” sea levantada en el lugar santo Dios traerá un desolador contra Jerusalén con su multitud de adoradores apostatas. Esto introducirá “la gran tribulación”, tal como “no la ha habido desde el comienzo del mundo, ni la habrá después” (compare Jeremías 30:5,7; Daniel 12:1).
Cuando se ve que todo está conectado con un breve período de la historia judía después de la traslación de la iglesia, se verá fácilmente que la mención del sábado en Mateo 24 tiene una aplicación judía y no una cristiana.
La señal en Lucas es “Jerusalén rodeada con ejércitos”. Los cristianos, cuando vieran esto, debían huir para escapar a “estos días de venganza” que vendrían sobre Jerusalén en el año 70.
La señal en Mateo es, “la abominación desoladora, de la cual habló el profeta Daniel, estando en el lugar santo”. Esta es la señal para que el remanente judío piadoso huya de la gran tribulación que vendrá sobre los judíos apostatas a fin de la edad. Y el Señor les dice que oren para que su huida no sea en invierno ni en día sábado. Este es un tierno cuidado por aquellos cuyos pensamientos y sentimientos serán formados conforme a la ley.
Es claro, entonces, que dondequiera que es mencionado el sábado en el Nuevo Testamento éste es el séptimo día y está siempre conectado con lo que fue claramente judío. Y es justo y claro que ni una sola vez éste es impuesto sobre los cristianos como siendo el día de descanso.

El primer día de la semana

Ahora nos queda examinar lo que nos enseña la luz del Nuevo Testamento acerca de la observación del primer día de la semana.
Pienso que ningún cristiano simple tendrá dificultad en ver que este día es marcado en una forma muy especial. Solo que debe verse que éste no es caracterizado en una forma legal como lo fue el sábado. La observancia del día tiene el carácter de privilegio más bien que de mandamiento legal, una característica general del cristianismo.
Veamos cómo es marcado este día en el Nuevo Testamento.
1. Este es el día en el cual el Señor Jesús se levantó de entre los muertos como Cabeza y comienzo de la nueva creación. El séptimo día celebra el descanso de Dios en Su obra en la primera creación. Pero el pecado ha sido introducido y estropeado todo, y el descanso de Dios ha sido interrumpido. El pecado introdujo sufrimiento y aflicción en el mundo, y el infinito amor no podía descansar en medio del sufrimiento. Jesús dijo a los judíos (que trataban de matarlo porque había sanado a un hombre en día sábado), “Mi Padre hasta ahora trabaja, y Yo trabajo” (Juan 5:17). El Padre y el Hijo trabajaban para aliviar el sufrimiento donde el pecado había sido introducido. Estas eran obras de misericordia, sin duda, pero no habrían sido necesarias si el pecado no hubiese sido introducido y arruinado todo.
Ahora llegamos a la muerte y resurrección de Cristo, ¿y qué vemos? En la cruz el primer hombre es puesto a un lado. La antigua creación es condenada. El fin de toda carne viene ante Dios, y Él la condena judicialmente en el sacrificio de Su Hijo; y Cristo resucitado de entre los muertos viene a ser “el principio de la creación de Dios” (Colosenses 1:18; Apocalipsis 3:14). La primera creación fue arruinada a causa del pecado, y Dios le puso fin judicialmente en la cruz, para comenzar una nueva en Cristo, el Segundo Hombre y el último Adán. Cristo, “el Primogénito de los muertos” es “el principio de la creación de Dios”. Pero es Cristo quien murió en expiación sobre la cruz, y quien, a través de Su muerte, cumplió eterna redención. Esto fue necesario en vista a que los hombres pudiesen ser redimidos e introducidos en una nueva creación. Cristo, aunque absolutamente perfecto como hombre, quedaba solo hasta que la redención fuese cumplida. “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo: pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). Cristo fue ese grano de trigo. Él debía morir, o quedar solo. La redención debía ser cumplida a través de Su muerte expiatoria sobre la cruz, o nadie podía ser identificado con Él en la nueva creación. El grano de trigo lleva su fruto en resurrección. De modo que es un Cristo resucitado quien viene a ser Cabeza de una nueva creación. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
Todo esto muestra que la resurrección de Cristo es el comienzo de una nueva era. En la cruz “las cosas viejas pasaron”. La vieja creación con que el sábado estaba conectado terminó judicialmente allí. Una nueva era amaneció en la resurrección de Cristo, el Primogénito de los muertos. En Su resurrección una nueva creación brotó a la existencia por medio del poder de Dios. El primer día de la semana celebra el término de esta maravillosa obra de Dios; y es de este modo marcado como un día que nunca debe ser olvidado.
En acuerdo con esto, también encontramos en Juan 20 que Cristo se presentó a los discípulos ese mismo día, comunicándoles la “paz” que Él había hecho a través de la sangre de Su cruz (versículo 19) y sopló sobre ellos “vida más abundante”, vida en el Espíritu, Su propia triunfante vida de resurrección (versículo 22). Y después, ocho días después, es decir, el primer día de la semana, Él nuevamente apareció en medio de los discípulos. Me refiero a esta escritura justo ahora para mostrar en que sorprendente manera el primer día de la semana es marcado con la introducción de la nueva creación.
2. El primer día de la semana es marcado muy sorprendentemente por el descenso del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Levítico 23:16-17 muestra claramente que esta fiesta comenzaba “a la mañana después del sábado”; es decir, el primer día de la semana. Este evento era introductorio del pleno carácter y poder del cristianismo. La presencia del Espíritu Santo con y en los santos es la gran característica de esta dispensación. Al morar en el creyente éste es ungido y sellado. Él es también “las arras de nuestra herencia”, “el Espíritu de verdad”, “el Espíritu de vida”, “el Espíritu de adopción”, y el eslabón divino de unión entre todos los creyentes, uniéndolos en un cuerpo, del cual Cristo es la Cabeza. Su presencia con y en los santos les da su carácter como cristianos, y Él es su único poder para testimonio. Los discípulos no podían hacer nada hasta que Él viniese; ellos debían esperar en Jerusalén hasta que fuesen investidos de poder de lo alto. Todo esto muestra la inmensa importancia ligada a Su presencia sobre la tierra. Pero Su vida tuvo lugar un día primero de la semana; y de esta manera el primer día da testimonio de la inauguración del cristianismo en su plenitud y poder, cuando los creyentes fueron bautizados en un cuerpo por un Espíritu.
3. Nuevamente, el primer día es distinguido por ser el día en el cual los discípulos se congregaban para partir el pan (Hechos 20:7), y esto es clara prueba de ello: “y el primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba”. Podría decirse que ellos se habían reunido para escuchar predicar a Pablo. Pero el pasaje no dice esto. Sino que dice, “reunidos los discípulos para partir el pan”. El modo de expresión y el contexto de igual modo muestran que esta era su costumbre habitual. El versículo 6 muestra que Pablo estuvo con los discípulos en Troas siete días. Él había llegado un lunes, y permaneció allí hasta la mañana del próximo lunes, y pareciera que se quedó allí siete días en vista a estar con ellos en el día del Señor y partir el pan. Su congregarse ese día tenía ese objeto; pero estando congregados, Pablo aprovechó la oportunidad para predicarles.
Se dice, sin embargo, que al comienzo los discípulos partían el pan “todos los días” (Hechos 2:46). Esto es verdad; pero era solo al comienzo cuando todo el tiempo de los santos era aparentemente usado para estas cosas, en el tiempo de Pentecostés. Fácilmente puede verse que esto no podía continuar como una costumbre permanente; de manera que después vemos en Hechos 20 que “el primer día de la semana” fue el día puesto aparte para esta costumbre.
4. En 1 Corintios 16:1-2, el primer día de la semana nuevamente es marcado por una orden del apóstol a las asambleas de Galacia, y en Corinto, concerniente a las ofrendas para los santos. “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas”. Me detengo sobre esto solo para destacar el significado del primer día de la semana como siendo un día apartado en el cual debían hacerse estas ofrendas, como el Señor les había prosperado.
5. En Apocalipsis 1:10, el primer día de la semana es llamado “el día del Señor”. Esto, sabemos, es negado por los Adventistas del Séptimo día, quienes demandan que este era el séptimo día, o el sábado. Pero si el sábado hubiese sido pensado por ello, ¿quién puede dudar que la declaración hubiese sido “yo estaba en espíritu en el sábado”?; y ¿no hay razón para que hubiese sido de otra manera aquí, si ese día hubiese sido el que estaba en mente? Pero aquí se trata del día maravillosamente marcado por el triunfo del Señor sobre todo el poder de Satanás, el pecado y la muerte, y ahora llamado, “el día del Señor”—un día que pertenece peculiarmente a Él. La palabra traducida “Señor” es un adjetivo, y solo se usa en otro lugar en el Nuevo Testamento, 1 Corintios 11:20, “la Cena del Señor”. Esta era una cena distinguida de todas las otras como perteneciendo al Señor; y hemos visto que ésta era observada en el primer día de la semana. De modo que aquí en Apocalipsis 1:10, tenemos un día distinguido en la misma manera como perteneciendo al Señor. Y todo en el Nuevo Testamento muestra y prueba que la cena y el día, no solo son caracterizados de igual manera, sino también asociados juntos. La “cena del Señor” era habitualmente celebrada en el “día del Señor”, aunque también podía celebrarse en otro día. La cena y el día son marcados como perteneciendo especialmente a y conectados con la autoridad del Señor Jesús, cuyas demandas son establecidas en Su triunfante resurrección.
Concluimos entonces, que en las Escrituras el sábado es siempre el día séptimo de la semana, mientras el “día del Señor” es el primero, y marcado por la resurrección de Cristo, por el descenso del Espíritu Santo, y por los santos reuniéndose ese día para partir el pan en memoria del Señor Jesús. Y es un feliz privilegio para los cristianos en ese día descansar de sus empleos seculares y estar libres para recordar al una vez crucificado, pero ahora resucitado y exaltado, Señor y Salvador, y servirle en las cosas espirituales.
Aquí añado mi convicción que en las Escrituras el “sábado” y el “día del Señor” nunca son confundidos. Ellos deben ser siempre mantenidos como siendo distintos; y si los cristianos hubiesen mantenido esta distinción, llamando al primer día de la semana el “día del Señor” y no el “sábado” habrían evitado mucha confusión en los pensamientos de la gran multitud de los cristianos.

Los cristianos no están bajo la ley

Como ya se ha dicho, sin embargo, mucho más está envuelto en esta cuestión del sábado que la mera materia de guardar el primer o el séptimo día. Toda la cuestión de las relaciones cristianas con la ley es levantada. El propósito del enemigo es llevar a los cristianos bajo la ley como hombres en la carne, y de este modo privarlos de la santa libertad en que la gracia los ha introducido. De hecho, el propósito es destruir todo el edificio del cristianismo y sustituirlo por la forma sin vida del judaísmo que solo puede sumergir al alma en la oscuridad, y privarle de toda certeza divina en cuanto a vida o salvación.
Ahora, el Nuevo Testamento enseña, en forma más clara e inequívoca, que los cristianos no están bajo la ley. “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Esta declaración es absoluta. Y aquí no se trata de una cuestión de justificación sino de poder contra el obrar del pecado (la naturaleza pecaminosa). Bajo la ley el pecado tenía dominio. La ley era “el poder del pecado”. Y éste entró “para que la ofensa pudiese abundar”. “El pecado por el mandamiento” vino a ser “extremadamente pecaminoso”. La ley es santa, justa y buena, y prohíbe el pecado, pero no da poder contra éste, y al prohibirlo lo provoca. Y de este modo el apóstol dice, “el mandamiento que fue ordenado para vida, encontré que era para muerte”.
Bajo la gracia todo ha cambiado. La ley demandaba justicia de uno que ya era un pecador, y no daba poder para esto. Pero la gracia da. Da justicia a un pecador que no tiene ninguna; y también da vida y poder para un santo vivir. Bajo la gracia el creyente tiene a Cristo como justicia, vida, y objeto para llenar el corazón, y el Espíritu Santo como poder para vivir la vida de Cristo; por tanto el pecado no tiene dominio sobre él. Volver a la ley es abandonar la redención y perder toda la bendición y poder que la gracia da. Y esto es justo donde el Adventismo del Séptimo día pone a sus víctimas. Los pone bajo la ley que solo puede maldecirlos y condenarlos porque ellos no la guardan aunque vanamente esperan “ser encontrados dignos de la vida eterna”; solo que ellos nunca pueden saber si son salvos o no hasta el día del juicio. Todo es oscura incertidumbre; y el bendito evangelio de la gracia de Dios es privado de su gloria y de esa dulce paz que da a todos los que la reciben con simplicidad de corazón.
Como hemos visto, Romanos 6:14 nos asegura que no estamos “bajo la ley, sino bajo la gracia”. Romanos 7 nos dirá como alcanzar esta nueva posición y relaciones. El primer verso nos dice que “la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive”. Los dos versos siguientes nos presentan una ilustración. La muerte disuelve las relaciones que existen entre marido y esposa, y liberta a la esposa de la ley de su marido. En el versículo 4 el apóstol aplica esto para mostrar como el creyente es libertado de la ley. “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios”. Esto pone la materia en la forma más clara. El creyente debe contarse a sí mismo como habiendo muerto con Cristo, y de este modo él es libertado de la ley; pero esto es para ser conectado con un nuevo marido, Cristo resucitado de entre los muertos. Uno que de este modo es libertado pertenece a Cristo, está en Cristo, tiene el Espíritu Santo, anda no conforme a la carne sino conforme al Espíritu, y cumple así los requerimientos de la ley aunque no estando bajo ésta (Romanos 8:4).
Los gálatas habían sido “fascinados” por maestros judaizantes, y estaban abandonando el principio de la gracia para ser perfeccionados en la carne bajo la ley; y el apóstol los reprende en la forma más aguda. Esto era prácticamente abandonar el cristianismo. Al final del capítulo 2, él declara la verdad en conexión con él mismo: “yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo”. Pablo había muerto bajo la ley a través de la muerte de Cristo, y ahora vivía, pero era Cristo quien vivía en él. Él vivía, no como bajo la ley, sino por la fe que tenía a Cristo como su objeto diario, de manera que la vida de Cristo era reproducida en él de una manera practica en el poder del Espíritu. Los gálatas, también, habían recibido el Espíritu, no “por las obras de la ley”, sino “por el oír con fe”. Ellos habían “comenzando en el Espíritu” y ahora en su locura se estaban volviendo a la ley para ser perfectos en la carne; y al hacerlo se estaban poniendo a sí mismos bajo maldición: “porque todos dependen de las obras de la ley están bajo maldición” (Gálatas 3:10).
Cualquiera que lea cuidadosamente Efesios 2:15; Colosenses 2:14; y 2 Corintios 3, verá fácilmente que todo el sistema legal es puesto a un lado como el principio de relaciones entre Dios y Su pueblo en esta dispensación. La ley que fue “grabado con letras en piedras”, y “el ministerio de condenación” (2 Corintios 3:7,9). “La ministración del Espíritu” son puestas en directo contraste con esto. La última es una ministración de “vida” y “justicia”, en lugar de “muerte” y “condenación”. Y el versículo 11 muestra que la ministración anterior es puesta a un lado mientras la otra permanece. Esto está en pleno acuerdo con lo que hemos visto en Romanos y Gálatas.
Podemos decir con el apóstol, “sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes”, etc. (1 Timoteo 1:5-11); pero también sabemos por las mismas Escrituras que aquellos que “queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan, ni lo que afirman”.

Adoptar el sistema legal es abandonar el terreno del evangelio

Notaremos un punto sobre el cual ellos ponen gran énfasis, y que, a causa de su plausibilidad, puede presentar algunas dificultades para algunos.
Ellos dicen que todos los mandamientos están unidos; y que no tenemos derecho a dejar fuera el cuarto mandamiento y dejar vigente los otros nueve; que tampoco tenemos ningún derecho para cambiar el cuarto sustituyendo el primer día por el séptimo.
Todo esto es admitido libremente: nadie, ciertamente, tiene derecho a entrometerse con esta parte de la palabra de Dios como con ninguna otra.
Pero entonces ellos también razonan de este modo: “¿No debemos guardar la ley? Si. Entonces debemos guardar el cuarto mandamiento. ¿Debemos violar la ley? No. Entonces no debemos violar el cuarto mandamiento. Y la conclusión es, que debemos guardar el séptimo día”.
Ahora, la locura de esto es que se niega la verdad de la cruz por poner al hombre como vivo en la carne bajo la ley. Este niega el evangelio que declara que el creyente está muerto a la ley. Es simplemente sin sentido hablar acerca de uno que está muerto guardándola o rompiéndola. Si estoy muerto a la ley, ésta no tiene nada que decirme, tampoco yo a ella. No estoy bajo ella, habiendo muerto a ésta en la muerte de Cristo quien llevó la maldición de la ley por mí y de este modo satisfecho todas sus demandas. De este modo todo razonamiento acerca de guardar o quebrantar la ley es simplemente locura, y muestra ignorancia del evangelio y de la extensión de la redención cumplida a través de la muerte y resurrección de Cristo.
Pero si estas personas se ponen a sí mismas bajo la ley como vivas en la carne ellos están bajo maldición. Ellos están obligados a guardar toda la ley o morir. Ellos deben guardar la ley o ser maldecidos por ella. No hay posición intermedia. “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas” (Gálatas 3:10). “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición ... . Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 3:13; 4:4-6). Esta es realmente libertad de la ley; y en lugar de esclavitud legal es la santa libertad del Espíritu en las relaciones de hijos con el Padre. “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:1-4).
Aquí tenemos entonces las terribles consecuencias de adoptar este sistema legal. Esto significa abandonar todo el terreno del evangelio. También significa el abandono de la gracia, el único principio sobre el cual un pobre pecador puede permanecer ante Dios.
Hermano, ¿está usted dispuesto a abandonar la gracia? ¿está usted preparado para volverse a “otro evangelio”, que es solo un sistema de esclavitud y de oscura incertidumbre para todos los que están en éste? Si no, le ruego que se guarde de este sistema que quiere llevarlo a esclavitud y privarlo de la santa libertad y poder que da la gracia, como también de toda actual certeza de salvación y posesión de la vida eterna, que le dejará en oscuridad e incertidumbre hasta que su destino sea determinado en el día de juicio. Que podamos aferrarnos, más bien al bendito evangelio de la gracia de Dios que trae presente perdón, salvación, vida, y paz a todos los que creen en éste, y que nos establece en la luz de la presencia de Dios sin una sola nube y sin velo, siendo hechos más blancos que la nieve a través de la sangre de Cristo, el Hijo de Dios, que nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7); y podamos andar en la luz de esa Presencia en el poder del Espíritu con el cual hemos sido ungidos y sellados, y por quien el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones en la conciencia de una relación presente y eterna con Aquel que es Luz y Amor.

Conclusión

Me he detenido extensamente sobre esta cuestión del sábado y la ley, porque para los Adventistas este es un punto cardinal. Ellos creen que su testimonio es ese expresado por el tercer ángel de Apocalipsis 14. Todos aquellos que reciben su testimonio son sellados con “el sello del Dios viviente” (Apocalipsis 7), y están contados entre los 144.000 sellados de las doce tribus de Israel. Y aquellos que rechazan su testimonio están destinados al juicio anunciado por el ángel en el Apocalipsis 14:9-11. El guardar el día séptimo es, según ellos, el sello y la marca de los fieles. El resto está destinado a ser adoradores de la bestia.
Lector, ¿no ve usted que este es “otro evangelio”? ¿Un evangelio que no tiene a Cristo, ni Salvador en él? ¿un sistema que debe dejar al alma estéril y fría como un iceberg, como también destituido de todo verdadero conocimiento de Dios?
Aparte de esto ellos niegan la inmortalidad del alma. Para ellos el alma no es capaz de alguna distinta o consciente existencia aparte del cuerpo.
También sostienen que la muerte es “cesación de la existencia”: cuando un hombre muere también su alma muere. En otras palabras, el alma no es nada más que la vida animal, deja de existir, y no queda nada sino el cuerpo que va al polvo y el sepulcro. Por tanto para ellos no existe un estado intermedio, y además sostienen la aniquilación del malo después de la resurrección.
La seria atención del lector es llamada a los siguientes puntos:
1. Ellos niegan que la Persona del Hijo de Dios existió desde la eternidad: o, en otras palabras, ellos dicen que Él tuvo un comienzo, y que no es eterno.
2. Ellos también sostienen que la divinidad y humanidad de nuestro Señor se han extinguido cuando Él murió en la cruz, y que por tres días el Hijo de Dios dejó de existir.
3. Ellos también declaran que Cristo, al hacerse Hombre, tomó una naturaleza pecaminosa, y de este modo atacan la verdad de Su humanidad, como también Su divinidad.
4. Conforme a su teoría de la expiación, Cristo no entró en el lugar santísimo sino solo en el año 1844, y entonces purificó el santuario y desde entonces ha estado completando la obra de expiación.