2 Crónicas 1-9
El segundo libro de Crónicas continúa desde el primer libro sin transición; originalmente formaban un solo relato en los manuscritos hebreos. Anteriormente hemos comentado lo mismo en el segundo libro de los Reyes acerca de estas divisiones artificiales que no son parte de la Palabra inspirada. De hecho, el relato de las Crónicas es continuo hasta el final del reinado de Salomón (2 Crón. 10), y si estamos buscando una división moral en nuestro tema, no se introducirá adecuadamente hasta 2 Crón. 11.
Recordemos una verdad, ya mencionada muchas veces en Primera de Crónicas: en Crónicas Dios nos da, en forma de tipos, una visión general de sus consejos sobre la realeza de Cristo, consejos prefigurados en la historia de David y Salomón. Salomón mismo simboliza el futuro reino de sabiduría y paz que será inaugurado por la venida del Señor. Es por eso que, como hemos notado en 1 Crónicas en la historia de David, el reinado de Salomón no presenta ningún fracaso en Crónicas e incluso con el mayor cuidado, uno no puede descubrir allí la menor alusión a las faltas del rey.
En el libro anterior hemos visto cómo Salomón fue elevado al trono de su padre antes de ser establecido en su propio trono. Estos dos hechos nos hablan muy claramente del presente reino celestial de Cristo y de su reino terrenal que aún está por venir. El relato que tenemos ante nosotros nos presentará este último, y aquí no encontraremos, como en Reyes, un soberano responsable y falible, sino más bien la figura más perfecta posible de un gobierno de sabiduría y de paz administrado por el rey según los consejos de Dios.