El vínculo matrimonial: Lo que dice la Escritura acerca del divorcio y el recasamiento

Table of Contents

1. Prefacio
2. El vínculo matrimonial
3. Divorcio y recasamiento

Prefacio

Es importante reconocer que estar ‘casado’ significa una posición tomada en un tiempo definido, y de un modo que es reconocido como tal por ‘las autoridades que hay’ (Romanos 13:1). Cuando un hombre y una mujer se unen llegan a ser “una sola carne” (1 Corintios 6:16), pero esto, en sí mismo, no es un matrimonio en el sentido Escritural (Juan 4:18). El matrimonio es una cosa legal, teniendo algún reconocimiento público del acontecimiento, como en Juan 2:1. La relación matrimonial es la consumación del matrimonio. Si un hombre y una mujer tienen una relación aparte del matrimonio ello es fornicación (Génesis 34:1-31; 1 Corintios 6:15-18). Aun la mujer de Caín fue su mujer cuando él tuvo una relación con ella (Génesis 4:17).
Si una persona casada comete adulterio, él o ella llegan a ser “una sola carne” con otra persona (1 Corintios 6:16), pero esto, en sí mismo, no rompe el matrimonio. Se trata de un pecado muy serio ante los ojos de Dios, que requiere la acción de la asamblea (Génesis 39:9; Proverbios 6:32,33; 1 Corintios 5:11-13). Es también un pecado serio contra el cónyuge de uno debido a que rompe el lazo entre el hombre y la mujer. Derriba asimismo el gobierno solemne de Dios (2 Samuel 12:10), pero el matrimonio permanece legalmente a menos que sea roto ante las ‘autoridades que hay’. El asunto que deseamos considerar en este artículo es, por tanto, ¿Permite la Escritura que el vínculo matrimonial se rompa ante ‘las autoridades que hay’, y sobre qué terreno? ¿Permite Dios, si el matrimonio se ha roto en un modo Escritural, el recasamiento? El considerar con oración las Escrituras siguientes nos mostrará Su pensamiento en estos asuntos, pero cada caso debe sostenerse por sí mismo, y debe ser considerado delante del Señor, que es el Único que puede dar la sabiduría necesaria. Esto es lo que se quiere dar a entender mediante la expresión ‘discernimiento sacerdotal’ (Levítico 13:5,6), porque “Jehová es Dios de conocimientos, y por Él son pesadas las acciones” (1 Samuel 2:3 – VM).
Hay, quizás, un punto más que debería ser mencionado aquí. Se trata de la cuestión acerca de si la persona (él/ella) era salva en el momento de su divorcio o recasamiento. Si se da el caso que él o ella profesaban salvación en aquel tiempo, ellos son considerados como supeditados a la responsabilidad de la “casa de Dios” (1 Pedro 4:17).
Uno no abriga el deseo de publicar alguna nueva enseñanza referente a este tema, pero ya que nos sentimos urgidos por la triste descomposición del matrimonio por todas partes, he procurado reunir lo que ha sido enseñado por hombres de Dios en el pasado, los cuales se estremecían ante la Palabra de Dios. Uno lo recomendaría a las conciencias de los santos de Dios, deseando que pudiésemos estar “perfectamente unidos en un mismo pensar y en un mismo sentir” (1 Corintios 1:10 – VM).
[Nota del Traductor:] Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles (““) y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (““), se indican otras versiones, tales como: LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas—1166 PERROY, Suiza).

El vínculo matrimonial

Uno titubea ante el hecho de introducir el pensamiento de divorcio y recasamiento al hablar del vínculo matrimonial, ya que es mucho más deseable hablar del plan de Dios para un matrimonio feliz. Más que esto, es muy alentador saber que hay muchos de tales matrimonios, y la palabra misma ‘divorcio’ les es desagradable y repulsiva. De hecho, leemos en la Palabra de Dios que “Jehová ... . ha dicho que Él aborrece el repudio” (Malaquías 2:16). Podemos decir, al comienzo mismo de este artículo, que la Palabra de Dios nunca habla de que uno sea ‘libre’ para divorciarse, o ‘libre’ para volverse a casar. Dios lo ‘permitió’ bajo ciertas circunstancias, pero ello nunca debería ser considerado a la ligera.
Bajo la ley debido a “la dureza de sus corazones”, es decir, debido a que la ley fue dirigida a Israel como una nación, muchos de los cuales carecían de fe viva (Hebreos 4:2), Dios permitió el divorcio por muchas razones, (véase Deuteronomio 24:1,2). Ahora bien, en el cristianismo cada creyente posee una vida nueva, y entonces el estándar es mucho más alto, como veremos de varias Escrituras que van a ser consideradas en este escrito. Uno quisiera hablar primeramente del verdadero significado del matrimonio, ya que cuando tenemos esto ante nosotros, entonces consideramos el matrimonio como establecido por Dios, y no según las variadas opiniones de los hombres.
El matrimonio fue instituido por Dios antes que el pecado entrara en el mundo, y este es el por qué, cuando los Fariseos preguntaron al Señor acerca del divorcio y el recasamiento en Mateo 19, Él los llevó de regreso al plan original de Dios cuando Él formó a Eva para Adán. Este es un principio en los modos de obrar de Dios, y es que Él establece un modelo ante nosotros —Su pensamiento— y aunque Él pueda hacer concesiones para la debilidad del hombre (aunque no pasándola por alto), Él juzgará según Su estándar original. ¿Y por qué fue este plan original en cuanto al matrimonio tan importante? Porque fue un retrato de un plan muchísimo más anterior en el corazón de Dios, ya que aprendemos que fue el eterno propósito de Dios (Efesios 3:11) que Cristo tuviese una esposa, y el matrimonio es figura de esto (Efesios 5:22-23). Se usa también como una figura de la relación de Jehová con Israel, Su pueblo terrenal (Isaías 54:5).
Cuando vemos esto en la Escritura, ello pone una luz nueva sobre el tema del matrimonio como Efesios 5 nos muestra, y hace que el tema del divorcio sea más humillante. ¿Va a cambiar Jehová todas Sus promesas a Israel? ¿No se regocijará Él con ellos en un día venidero, pese a toda la infidelidad de ellos, como un esposo se regocija con su esposa? ¿No se presentará Cristo a Sí mismo a Su esposa, en un día venidero, sin “mancha ni arruga ni cosa semejante” (Efesios 5:27) pese a toda su infidelidad? Pensamientos como estos nos humillan, pero ciertamente otorgan un carácter sobre el matrimonio que no veríamos o consideraríamos si lo considerásemos meramente desde el punto de vista del hombre.
Para tener un matrimonio feliz necesitamos pensar en el amor que Cristo tiene por Su iglesia. ¿Qué clase de iglesia ama Él? Ciertamente a menudo no hemos logrado responder a Su amor, pero Su amor ha permanecido siempre el mismo. ¿Qué ha hecho Él por Su iglesia? Él se entregó a Sí mismo por ella. Ningún sacrificio fue demasiado grande para ganarnos para Él mismo, y para tenernos como Sus compañeros eternos en la gloria. Indudablemente si recordáramos este amor y este sacrificio propio, muchas dificultades en el matrimonio serían vencidas, y el amor del uno por el otro se profundizaría en lugar de debilitarse. Nosotros tenemos la tendencia a buscar el amor en lugar de mostrarlo, a esperar que nuestro cónyuge haga sacrificios, en lugar de hacer sacrificios nosotros mismos.
Entonces también, hay perdón, el perdón que Cristo nos ha mostrado en tiempos de fracaso. El mismo que llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, vive ahora por nosotros como nuestro Gran Sumo Sacerdote para ayudarnos en nuestras debilidades, y como nuestro Abogado para restaurarnos cuando hemos fallado. ¿Estamos dispuestos a perdonarnos el uno al otro más que a considerar el rompimiento de un matrimonio? Tenemos un modelo tan perfecto para la relación matrimonial en la Palabra de Dios y, sobre todo, todo el poder por el Espíritu Santo para realizar, en nuestras vidas, todas las cosas que son agradables a nuestro Señor y Salvador. Si cualquier persona que lee estas líneas está pasando a través de un problema matrimonial, le imploro que considere estas cosas delante del Señor, y si parece difícil, recuerde que la Escritura dice, “Él da mayor gracia” (Santiago 4:6).
Ya que de Sus riquezas infinitas en Jesús,
Él da, y da, y nuevamente da.
Hay una cosa que debe ser consideraba, por muy impopular que ella pueda parecer en nuestro día, y es la que trata del lugar del hombre y el de la mujer en la creación de Dios y en el matrimonio. Dios ha colocado al hombre como cabeza de la mujer e insta a la mujer a sujetarse, tal como Cristo es la Cabeza de la iglesia y el lugar de la iglesia es el de la sujeción a Cristo (Efesios 5:22-24). No es que el hombre ha asumido el lugar de primacía, ya que él ha sido puesto en ese lugar por Dios. Él puede fracasar y ha fracasado en la realización de su lugar, no manteniéndolo con sabiduría y amor, pero ese es su lugar. Una mujer sabia tratará de ayudar a su marido a ocupar su lugar, y no tratará de ocupar ella misma el lugar del marido. Una mujer puede fracasar en ocupar su lugar como una ayuda idónea para su marido, pero un marido sabio tratará de ganar el respeto de su mujer de modo que sea más fácil para ella sujetarse. Todas estas cosas son como el aceite en la ‘maquinaria’ para hacer que las cosas funcionen bien. ¡Algunas veces tenemos que añadir aceite también! ¡Ello tiende a reducir la fricción, y la fricción aumentará si no se añade el aceite! El aceite, sin duda, es el amor, hecho operativo por el Espíritu Santo.
Después de hablar del secreto de un matrimonio feliz, debemos hablar ahora de lo que Dios ha ordenado en conexión con el divorcio y el recasamiento. Si la persona o las personas en un caso semejante eran incrédulos en el momento, ellas no eran responsables como creyentes ya que la Escritura dice “a quien se ha encomendado mucho, más será demandado de él” (Lucas 12:48 – VM). Sabemos que un incrédulo no posee una vida nueva y el Espíritu Santo no mora en él (o ella), así que vemos que mientras Dios no rebaja el estándar de Su santidad —NUNCA—, Él sí hace provisión como hizo en Corinto, para lo que habían hecho los de allí, antes de ser “lavados” (1 Corintios 6:9-11). Algunos tenían un triste y terrible expediente antes de ser salvos, y luego de recibir a Cristo como su Salvador, no sólo eran limpiados de todo pecado en la sangre preciosa de Cristo (1 Juan 1:7), sino que tenían el “lavamiento de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo” (Tito 3:4-7 – VM). Ellos comenzaban de nuevo como nuevas criaturas en Cristo (2 Corintios 5:17), y aunque pudiesen tener que segar muchas penas por sembrar para la carne (Gálatas 6:7,8), eran recibidos en la asamblea en Corinto en una posición nueva de responsabilidad, porque el juicio comienza por la casa de Dios (1 Pedro 4:17).
Los que han hecho una profesión de fe en Cristo quedan supeditados al gobierno de la casa de Dios, y leemos en el Salmo 93:5, “Tus testimonios son firmes, muy firmes: ¡a Tu Casa, oh Jehová, conviene la santidad para siempre!” (Salmo 93:5 – VM). Entonces también, la siega es más seria, ya que “a quien se ha encomendado mucho, más será demandado de él” (Lucas 12:48 – VM). Dios dijo a Israel, “Sólo a vosotros he escogido de todas las familias de la tierra; por eso os castigaré por todas vuestras iniquidades” (Amos 3:2 – LBLA). Cuando consideramos los estándares de Dios en cuanto al divorcio y recasamiento, debemos tener en mente que si una persona entra en estas posiciones (divorcio y recasamiento) como un creyente profesante, es mucho más responsable que un incrédulo. Uno siente que esto es un punto serio e importante a tener en mente con respecto a la medida de culpa. La Escritura dice, “el siervo que conoció la voluntad de su señor, y no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, será castigado con muchos azotes: mas el que no supo, e hizo cosas dignas de azotes, será castigado con pocos azotes” (Lucas 12:47,48 – VM). La asamblea tendrá que considerar estas cosas si uno pide ser recibido a la mesa del Señor.
En los comentarios que siguen a continuación, se hace mención de las varias Escrituras del Nuevo Testamento que hablan del divorcio y el recasamiento, haciendo unos pocos comentarios sencillos en cuanto a lo que uno cree que enseña la Palabra de Dios, y de qué manera se aplica a la asamblea. Es importante tener en mente que, si un matrimonio es llamado “adulterio” según la verdad de Dios, entonces el tiempo no lo cambia; subsiste como tal hasta que la muerte rompa el vínculo anterior. ¡Qué importante es considerar esto antes de entrar en la relación prohibida! ¡Qué serio es delante de Dios! ¡Qué pérdida del privilegio cristiano conlleva!

Divorcio y recasamiento

Indudablemente, las siguientes Escrituras se aplicarían al hombre o a la mujer, “él” o “ella”. Esto es confirmado por Marcos 10:2-12.
Mateo 5:31,32
Bajo la ley le era permitido a un hombre dar a su mujer una “carta de divorcio” si él lo deseaba, y ‘repudiarla’ de este modo.
El Señor Jesús dijo, en este pasaje de la Escritura, que, si un hombre repudia ahora a su mujer por alguna otra razón que no sea por fornicación, él “hace que ella adultere”. Es decir, él es responsable moralmente delante de Dios si, después que la ‘repudia’ (excepto a causa de fornicación) ella comete adulterio. En el griego original, en el cual el Nuevo Testamento fue escrito, la palabra traducida ‘repudiar’ es la misma palabra griega usada para ‘divorcio’. Esto es muy solemne, y nos muestra que no es una cuestión acerca de cómo un hombre ‘repudia’ a su mujer (ya que ‘repudiar’ y ‘divorcio’ son la misma palabra griega), ya que, si la ‘repudia’ por cualquier otra razón que no sea fornicación, él es la causa si ella cae después en pecado. En ese caso ella es responsable por cometer adulterio, pero el Señor Jesús dijo que él también es culpable por ‘causarlo’. Esto hace que comprendamos la seriedad de una separación legal permanente que, si se obtiene como una forma moderada de ‘repudio’, podría hacerlo a uno responsable moralmente delante de Dios por el pecado de adulterio (véase también 1 Corintios 7:5).
El Señor Jesús dijo asimismo que, si alguno se casare con la mujer culpable, él comete adulterio en un matrimonio tal.
Mateo 19:3-12
A un hombre no se le permite repudiar a su mujer por alguna otra razón que no sea fornicación. Si la repudia por alguna otra razón que no sea fornicación, y luego se vuelve a casar, se convierte en culpable de adulterio en un matrimonio tal.
Si alguno se casare con la persona que ha sido repudiada por fornicación, se convierte en culpable de adulterio en un matrimonio tal.
A la parte inocente, (es decir, no la que rompió el lazo mediante fornicación), no se le prohíbe recasarse. El Señor no recomienda un matrimonio tal, pero dijo, cuando fue preguntado por los discípulos acerca de esta situación, “El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba” (Lucas 19:12). Yo creo que el Señor estaba enseñando que un creyente bien puede titubear acerca de la sabiduría de un matrimonio semejante, pero no fue prohibido.
Marcos 10:2-12; Lucas 16:18
En Marcos 10 notamos que el Señor habla indistintamente del marido o de la mujer repudiando a su cónyuge, mostrando que Sus instrucciones referentes al divorcio son aplicables ya sea al hombre o a la mujer. Ninguna de estas Escrituras menciona la única excepción (fornicación) porque creo que es importante comprender que el Señor aborrece el repudio (Malaquías 2:14-16), aunque las otras dos Escrituras a las que nos referíamos previamente en Mateo muestran que Él permitió esta excepción por causa de fornicación. La razón para esta omisión es, sin duda, que Él nos enseñaría a no considerar jamás el lazo matrimonial a la ligera, porque es una figura de Cristo y la iglesia. Como cristianos poseemos una vida nueva, de modo que el cónyuge ofendido puede perdonar más bien que divorciarse. Esto es, indudablemente, ese “camino aún más excelente” (1 Corintios 12:31).
Romanos 7:2,3
Estos versículos se refieren más bien al adulterio mientras el lazo matrimonial aún existe. El tema de la fidelidad en el matrimonio es introducido aquí como una figura de una verdad espiritual. La intención de Dios era que el lazo matrimonial se rompiera sólo por la muerte (o a la venida del Señor) y la cuestión del divorcio no es considerada aquí. Sin embargo, los versículos en Mateo 19 nos muestran que la fornicación sí rompía el vínculo y, por consiguiente, se permitía el divorcio cuando el vínculo había sido roto por la fornicación. El divorcio era entonces el procedimiento legal porque “las [autoridades] que hay, por Dios han sido establecidas” (Romanos 13:1), y delante de Dios, la fornicación ya había roto el vínculo. El divorcio en tal caso no se requería, pero se permitía. La gracia de Dios capacitará a uno para perdonar al (o a la) cónyuge culpable más que repudiar o divorciarse. “Sed benignos unos con otros” (Efesios 4:32).
1 Corintios 7:15
En este pasaje se aborda el tema de la deserción (o abandono), y es claro que se le dice al cristiano o cristiana que no deje a su cónyuge. Si él o ella se marchaban, debía quedarse sin casar (1 Corintios 7:11). Si, no obstante, el cónyuge no creyente se marchase, leemos, “en tales casos el hermano o la hermana no están obligados” (1 Corintios 7:15 – LBLA). La expresión no estar “obligados” se refiere al versículo 39 de 1 Corintios 7, donde leemos que, “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive”. Si, no obstante, el marido o la mujer son abandonados deliberadamente y el cónyuge no creyente se divorcia, él o ella (los abandonados) ya no están “obligados” (o, ligados) en la relación matrimonial. Obviamente, cada caso debe ser examinado delante del Señor en cuanto a si se ha hecho todo intento para efectuar una reconciliación, y que el cónyuge no fue ahuyentado por un rudo trato cruel, pero si él o la no creyente abandonó deliberadamente a su cónyuge y obtuvo el divorcio, el Cristiano o la Cristiana ya no está “obligada” en la relación matrimonial, ni tampoco hay aquí algún mandamiento, (como lo hay en el caso descrito en el versículo 11) prohibiendo el recasamiento en un caso semejante.
1 Corintios 6:9-11
Si el divorcio (y quizás el recasamiento) tuvo lugar antes de ser salvo, se debe dejar claro a él o ella (o ambos) que como cristianos deberían comprender el orden de Dios en cuanto al divorcio y el recasamiento. El pasado no podía ser olvidado enteramente, ya que segamos lo que sembramos (Gálatas 6:7). No obstante vemos que, en la asamblea en Corinto, había muchos pecados de sus días de incrédulos y no salvos que requerirían la disciplina si eran salvos en el momento, ya que el juicio comienza por la casa de Dios (1 Pedro 4:17). Ellos fueron recibidos como eran, cuando fueron salvos, como nuevas criaturas en Cristo, habiendo tenido lugar el “lavamiento de la regeneración”. Ellos debían procurar ahora “ocuparse en buenas obras” (Tito 3:3-8), y estaban bajo la disciplina de la asamblea de Dios (1 Corintios 5:12).
Romanos 6:17
Es importante ver que nuestra obediencia ha de ser “de corazón” (Efesios 6:6). Dios desea obediencia por amor a Él. Un caso podría ser técnicamente claro según la Escritura, pero puede haber circunstancias tales como una actitud que aleja al cónyuge, o incluso violencia, o insinuaciones impropias a una tercera persona que podrían desestabilizar un hogar, de tal manera que un cristiano podría ser la causa de que el no creyente se marche, o incluso obtenga un divorcio. Se requiere el discernimiento sacerdotal en cada caso, al igual que el sacerdote en Israel discerniendo si la lepra realmente estaba activa cuando las apariencias eran inciertas (Levítico 13:4-8), de modo que la santidad de la casa de Dios sea mantenida en cada detalle. “Tus testimonios son firmes, muy firmes: ¡a tu Casa, oh Jehová, conviene la santidad para siempre!” (Salmo 93:5 – VM).
No es que seamos superiores al mal en nosotros mismos sino debido a que Aquel que está en medio es ‘Santo y Verdadero’ (Apocalipsis 3:7). En cada instancia donde tales casos deban ser abordados en la asamblea, debemos tomar nuestros lugares como parte del fracaso y comer el sacrificio expiatorio en el lugar santo (Levítico 6:26, 10:17). No debemos olvidar jamás que el Señor aborrece el repudio (Malaquías 2:14-16) y que el divorcio entró debido a la dureza de nuestros corazones. El amor en el matrimonio debería vencer, y vencerá muchas dificultades.
Que el Señor pueda guardarnos en estos días postreros, en la senda de obediencia, sabiendo que “un poco de levadura leuda toda la masa” (1 Corintios 5:6), y que todo mal no juzgado contamina a la asamblea que permite que este quede sin juzgar. El enemigo procuraría destruir el hogar cristiano y la asamblea de Dios, y necesitamos que la Palabra de Dios nos dirija, que el amor de Cristo nos constriña, y que el poder de Dios nos guarde.
G. H. Hayhoe
¡Oh guárdanos siempre‿en Tu‿amor,
Cordero fiel de Dios!,
Junto‿a Tu seno‿herido‿ayer,
Y‿escuchando‿en paz Tu voz.
Tan sólo‿así podremos seguridad tener
Del enemigo fuerte, su red y mal hacer,
Y la concupiscencia‿en nos—
“La carne‿enferma”‿está—
Tu gracia sólo‿es la que‿äún
Socorrer, limpiar podrá.
Traducido del inglés por: B.R.C.O., noviembre de 2011
Título original en inglés: The Marriage Bond: What Scripture Says About Divorce and Remarriage