Exhortación a los nuevos convertidos: Hechos 11:23

J.N. Darby
Morad con el Señor de todo vuestro corazón. Depended de Él. Después que hemos creído nos es dado a algunos tener un largo período de gozo, al principio de nuestra vida cristiana; pero Dios que conoce nuestros corazones sabe que estamos en peligro de depender más pronto de nuestro gozo que de Cristo. Él debe ser nuestro Objeto, no el gozo. Es verdad que después de vuestra conversión el pecado no domina más sobre vosotros, pero la carne está en vosotros y lo estará hasta el fin. Ella está siempre a la brecha y experimentaréis que, si no estáis alerta, si la vida divina no está cultivada en vuestros corazones, si no tenéis puesta vuestra mirada en Cristo, y no os alimentáis de Él, el pecado empezará de nuevo a germinar y echar raíces. En este caso, hay que destruirlas en cuanto aparezcan; la vieja naturaleza nunca puede producir buenos frutos; es la nueva la que lleva buen fruto para Dios. Pero, aunque la carne esté en vosotros, no os ocupéis en ella; ocupaos sólo en Cristo. ¡Que Cristo sea vuestra vida!
A medida que vayáis creciendo en Su conocimiento, también crecerá en vosotros un gozo más precioso que aquel de vuestra conversión. Yo he conocido a Cristo desde hace unos treinta o cuarenta años y puedo decir que tengo diez mil veces más gozo ahora que al principio. Es un gozo más profundo y más apacible. Es espectacular ver cómo el agua se precipita en cascadas con su imponente ruido; pero aquella que transcurre por la llanura es más profunda, llena de calma y útil para fertilizar la tierra.
Morad todos con el Señor de todo vuestro corazón. Un corazón descuidado es un azote para el cristiano. Cuando nos ocupamos en cosas fuera de Cristo, perdemos la fuente de toda energía. Cuando el corazón está lleno de Cristo, no hay cabida, ni deseo, para las vanidades del mundo. Si Cristo habita en vuestros corazones por la fe, alguien no os preguntaréis, como tan a menudo se suele oír: ¿Qué mal hay en hacer esto o aquello?, sino que os preguntaréis más bien: Lo que estoy haciendo, ¿lo hago para Cristo, y puede Él aprobármelo? No dejéis que el mundo intervenga en vuestras vidas, ni que cautive vuestros pensamientos. Me dirijo en especial a vosotros, los jóvenes recién convertidos. Los que ya somos en, tenemos más experiencia de lo que el mundo es y de lo poco que vale. Por delante os presenta todos sus atractivos y se esfuerza por atraeros a sí. Las sonrisas del mundo son engañosas, sin embargo os sonríe. Hace muchas promesas que no puede cumplir; sin embargo las hace. El hecho es que vuestros corazones son demasiado grandes para el mundo; éste no puede llenarlos. En cambio son demasiado pequeños para Cristo; pero no obstante, Aquel que ha henchido el cielo, los llenará hasta hacerlos rebosar.
Morad con el Señor de todo vuestro corazón. Él conoce cuán errante es nuestro corazón, y cuán pronto reemplazaría a Cristo por cualquier otra cosa. Estando cerca de Dios, aprenderéis a conoceros mejor a vosotros mismos, bajo la influencia de Su gracia; de otra manera lo tendréis que aprender amargamente con el diablo, si os dejáis vencer por sus tentaciones.
Pero Dios es fiel, y si os habéis alejado de Él, si otras cosas han intervenido, formando una zona insensible alrededor de vuestro corazón, si al fin deseáis volver, Dios os dice: ¿cuál es el obstáculo? Es necesario que os ejercitéis en ello para ser librados del todo. Acordaos que Cristo os ha comprado a precio de Su propia sangre a fin de que os alleguéis a Él y no al mundo.
No dejéis que el diablo se interponga entre vosotros y la gracia de Dios. Si por causa de negligencia de vuestra parte os habéis alejado de Dios, venid de nuevo a Él, y confiad en Su amor. No dudéis de Su gozo en recibiros de nuevo. Aborreced al pecado que os ha arrastrado, pero no injuriéis el amor de Dios por una falta de confianza en Su amor. ¡Ojalá pudieseis perder toda confianza en vosotros mismos! Pero no dudéis ni de Su obra, ni de Su amor. Él os ha amado, Él os amará hasta el fin. Hablad a menudo, hablad mucho, con Jesús. No os sintáis satisfechos, a menos que seáis capaces de andar con Él y conversar con Él como lo haríais con vuestro mejor amigo. No os conforméis a unas relaciones superficiales con Aquel que os amó y que os ha lavado de vuestros pecados con Su sangre.