En Éxodo 31 tenemos todo esto cerrado con dos hechos: el Espíritu de Dios capacitando al hombre para hacer un tabernáculo de acuerdo con el patrón, y el día de reposo conectado con el orden del tabernáculo. Ha sido comentado por otro, y es perfectamente cierto, que en este libro, cuando nos encontramos con cualquier trato de Dios, de cualquier tipo que sea, siempre se introduce el día de reposo.
Por ejemplo, en la primera mitad del Éxodo, donde tenemos los tratos de Dios en gracia, el día de reposo es traído, marcado por el pan que Dios proveyó para su pueblo, el maná, la figura de Cristo descendido del cielo para ser el alimento de los hambrientos en la tierra: luego siguió el sábado de inmediato.
Luego, cuando la ley fue dada, en el centro mismo de sus requisitos se encuentra el día de reposo.
Una vez más, en estas diversas figuras o instituciones de cosas buenas por venir, el sábado reaparece. Por lo tanto, es evidente que, no importa cuál sea el tema, el sábado siempre tiene un lugar asignado. Por lo tanto, Dios hace mucho de la señal. La razón es que Él impresionaría a Su pueblo que todos Sus tratos, por variados que sean, tienen la intención de mantener ante sus mentes ese descanso al que Él estaba trabajando constantemente, y en el que Él quiere traer a los Suyos a su debido tiempo.
Por lo tanto, cualquiera que sea la obra introducida mientras tanto, ya sea de gracia, como la obra eficaz de Dios, o si de la ley como prueba de la ineficiencia del hombre, Él siempre ofrece Su descanso, al que también dirigiría los ojos de todos los que lo aman.