Así que siguiendo esto naturalmente, en Josué 17 tenemos mucho para Manasés, el hijo primogénito de José, y una vez más el caso de las hijas de Zelofehad entre el resto. Sin embargo, los hijos de Manasés no podían expulsar a los habitantes de sus ciudades, pero los cananeos querían morar en esa tierra (Josué 17:12). Si Manasés hubiera mirado a Dios, la obstinación de los cananeos habría resultado ser una ligera defensa. “Y aconteció que, cuando los israelitas se fortalecieron, pusieron a los cananeos a tributar; pero no los expulsó por completo”. Se adaptaban a su propia conveniencia, sin preocuparse por la palabra del Señor. Los infieles tienden a quejarse, como los hijos de José le hicieron a Josué, como aprendemos en el versículo 14: “¿Por qué me has dado un lote y una porción para heredar, viendo que soy un gran pueblo, porque Jehová me ha bendecido hasta ahora?” Josué les respondió en su propio terreno. Si es un gran pueblo, ¿por qué no subir a la madera y cortar para sí mismos? Al reunirse diciendo que la colina no era suficiente, y que todos los cananeos de los valles tenían carros de hierro, Josué repite su palabra a Efraín y Manasés: “Tú eres un gran pueblo, y tienes gran poder; no tendrás una sola suerte, sino que el monte será tuyo “No se desvía ni añade a su decisión anterior; Menos aún se burlaría de su cabildeante pusilanimidad o de su lentitud.