Judas: La apostasía de la cristiandad y el camino para los fieles en medio de esas condiciones

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1. La epístola de Judas

La epístola de Judas

Introducción
El cometido de Judas es exponer la apostasía en la profesión cristiana (versículos 4-13) y declarar su fin bajo el juicio de Dios (versículos 14-16), también el alentar a los santos a proseguir en el camino de la fe con los recursos que Dios ha dado para tales tiempos de dejadez (versículos 17-25). Por tanto, tiene un doble propósito: primero, exponer el carácter de los hombres y la maldad que traerían a la profesión cristiana, y segundo, proporcionar dirección y aliento a los santos que están en medio de la creciente multitud de apóstatas. Ya que Dios no querría que estemos ocupados con la maldad, esta es una epístola corta y concisa.
Hay muchas similitudes entre 2 Pedro y Judas, pero estas no son redundantes. Ambas hacen referencia a la labor de los hombres malvados que han entrado entre los cristianos. Ambas describen las condiciones terribles de la cristiandad en los últimos días, y ambas dan guía al creyente que vive en esos tiempos difíciles. Y, ambas citan ejemplos de fracaso del Antiguo Testamento: de ángeles que pecaron, de Sodoma y Gomorra, de Balaam, etc. El hermano J. N. Darby señaló que la mayor diferencia es que 2 Pedro habla del pecado, mientras que Judas habla de la apostasía. También que 2 Pedro tiene relación con la inserción de doctrinas erróneas, mientras que Judas está más relacionado con el abandono de la sana doctrina (Synopsis of the Books of the Bible, edición Loizeaux, vol. 5, página 547).
¿Qué es la apostasía?
Hay dos maneras de alejarse de Dios; ambas son malas, pero una es definitivamente peor. Son el retroceso y la apostasía.
Un verdadero creyente puede retroceder (volver atrás en su andar con el Señor) si no es cuidadoso de mantener comunión con Él. Pedro, por ejemplo: Tropezó en el camino de la fe por medio del pecado y acabó negando al Señor, pero luego fue restaurado por medio del trabajo del Señor como Abogado.
La apostasía es diferente: es una renuncia voluntaria de la fe cristiana que uno profesó tener una vez. Es algo que únicamente un creyente meramente profesante, quien nunca ha vuelto a nacer, haría. Un verdadero creyente puede andar fuera de la comunión con Dios y a una distancia del Señor, pero no abandonará la fe. La apostasía no es una cuestión de negar al Señor bajo la presión de la persecución; es un abandono decisivo de la fe.
La apostasía es una cuestión muy solemne, pues una vez que una persona apostata, ya no hay esperanza de que la tal retorne en arrepentimiento. La Escritura dice que es “imposible” que “sean otra vez renovados para arrepentimiento” (Hebreos 6:4-6). Por lo tanto, todo los tales están condenados, aunque estén vivos en este mundo. Judas Iscariote es un ejemplo: él fue un discípulo del Señor, pero nunca fue nacido de Dios (Juan 6:70). Pedro volvió al Señor, pero Judas nunca lo hizo. Los siguientes pasajes hacen referencia a apóstatas: Mateo 7:21-23; 12:43-45; 13:5-7,20-22; Marcos 3:28-30; Juan 15:2,6; Hechos 1:25; Romanos 11:22; 1 Corintios 9:27; 10:12; Hebreos 2:1-4; 3:7-15; 6:4-6; 10:26-31; 12:12-29; 2 Pedro 2:1,20-21; Judas 4-16; Apocalipsis 8:8-12.
Muchos cristianos no conocen la diferencia entre el retroceso y la apostasía, y al confundirlos han sido llevados a conclusiones erróneas, una de las cuales es que los creyentes pueden perder la salvación eterna de sus almas, lo que no es cierto. Por lo tanto, es importante entender la diferencia.
Judas muestra que las semillas de apostasía fueron sembradas muy temprano en la historia de la Iglesia (versículo 4). Esto culminará en el abandono de la cristiandad por parte de la multitud dentro la profesión cristiana, y con la misma siguiendo al hombre de pecado en la adoración de la imagen de la Bestia (2 Tesalonicenses 2:3-4; Apocalipsis 13:11-18). No hay un momento de la historia del testimonio cristiano en el que las palabras de Judas hayan sido más aplicables que en este mismo día en que vivimos.
La salutación
Versículos 1-2.— Judas se presenta a sí mismo como “Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo”. Ni él, ni su hermano formaron parte del grupo de apóstoles que siguieron al Señor en los primeros días de Su ministerio en la tierra. Ellos eran hermanastros del Señor (Mateo 13:55), pero no eran creyentes en aquellos días (Marcos 3:21; Juan 7:5). Jacobo (Santiago) fue convertido alrededor del tiempo en que el Señor resucitó de entre los muertos (1 Corintios 15:7) y Judas probablemente también fue convertido cerca de aquel entonces. Hacia el momento en que el Señor hubo acabado Sus apariciones de resurrección, todos Sus hermanos eran creyentes y se encontraban entre los santos en el aposento alto en Jerusalén esperando la llegada del Espíritu Santo (Hechos 1:14).
“Jacobo”, a quien Judas hace referencia, no es Jacobo, el hijo de Zebedeo (Mateo 4:21); este fue asesinado por Herodes casi al comienzo de la historia de la Iglesia (Hechos 12:1-2). Ni tampoco es el hijo de Alfeo (Mateo 10:3), que también es llamado Jacobo el menor (Marcos 15:40). Este Jacobo llego a ser un líder en la asamblea de Jerusalén (Hechos 12:17, 15:13, 21:18; Gálatas 1:19). “Judas” no es aquel Judas que supuestamente fue enviado por el Señor con Judas Iscariote (Lucas 6:16). Ni Judas, ni Jacobo fueron apóstoles. (Véase W. Kelly, Lectures on the Epistle of Jude [Discursos sobre la epístola de Judas], páginas 10-11). Nos podríamos preguntar por qué Judas no se habría presentado a sí mismo como el hermano del Señor. Él se abstuvo de hacer eso porque estaba actuando conforme al principio cristiano: “De aquí adelante á nadie conocemos según la carne: y aun si á Cristo conocimos según la carne, empero ahora ya no le conocemos” (2 Corintios 5:16). Es más, presentarse a sí mismo como el hermano del Señor podría dar la impresión de ser orgulloso y querer honrarse a sí mismo.
Aquellos a quien Judas escribe son los “llamados”: los que han sido llamados por el evangelio y hechos salvos. Son un remanente de creyentes verdaderos en medio de la multitud de gente meramente profesante. Él los ve de dos maneras: “amados en Dios Padre” (LBLA) y “conservados en Jesucristo”. (La palabra “santificados” de la versión Reina Valera, debería realmente ser “amados”). Saber esto es una verdad reconfortante sobre la que descansar en tiempos de abandono. Los verdaderos santos de Dios son los objetos especiales de Su amor, y a pesar del movimiento de apostasía que va ganando impulso en la cristiandad, todos ellos serán preservados hasta el fin. Tenemos seguridad eterna y, por tanto, somos conservados por Aquel que nos ha llamado y salvado. Judas acaba su epístola con este mismo pensamiento dichoso en el versículo 24. Esto no significa que los creyentes verdaderos no se pueden ver afectados por la apostasía. Aunque un verdadero creyente no apostatará de la fe, puede ser influenciado por la corriente de la apostasía y comenzar a abandonar ciertos principios y prácticas que una vez sostuvo. El único remedio para esto es mantenerse cerca del Señor (Deuteronomio 33:12).
Versículo 2.— Judas añade “Misericordia, y paz, y amor os sean multiplicados”. Este es el suministro de Dios en Su gracia para ayudarnos a continuar en el camino cristiano. Así, se ha hecho una abundante provisión para los santos en estos últimos tiempos.
La necesidad de contender por la fe
Versículo 3.— Judas tenía en el corazón escribir sobre el tema de la salvación, que es la posesión que tienen todos los cristianos en común, pero el Espíritu Santo le restringió para exhortar a los santos a que contiendan por la verdad que estaba siendo socavada por hombres malvados. Dice: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros de la común salud, me ha sido necesario escribiros amonestándoos que contendáis eficazmente por la fe que ha sido una vez dada á los santos”. “La fe” a la que Judas se refiere aquí es la revelación cristiana de la verdad. En la mayoría de los casos en la Escritura, cuando se usa la palabra “fe” sin el artículo determinante “la” precediéndola, se refiere a la energía interna del alma que tiene confianza en Dios (Mateo 17:20, etc.). Pero cuando se usa “fe” con el artículo, como es el caso de nuestro texto, a menudo hace referencia al precioso depósito de la verdad de Dios que nos ha sido encomendada: el cuerpo del conocimiento cristiano.
La exhortación de Judas, simple pero relevante, es que necesitamos manteneros firmes en la verdad, sin hacer concesiones. Al igual que Sama defendiendo el campo de lentejas frente a los filisteos (2 Samuel 23:11-12), no debemos ceder ni una jota de la verdad al enemigo. No hemos de renunciar a ella, ni venderla (Proverbios 23:23), sino guardarla, como Pablo exhortó a Timoteo: “Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Timoteo 1:14).
Tenemos que “contender eficazmente” por la fe, primero conociendo la verdad, y luego andando en ella. No podemos defender la verdad si no conocemos la verdad. Algunos tienen gran devoción de corazón a Cristo, y esto es encomiable, pero tristemente, carecen de inteligencia en la verdad. En consecuencia, al desear ser fieles, a veces se aferran ignorantemente al error, y lo defienden decididamente, creyendo que están actuando para la gloria del Señor. Esta clase de desacertada energía sólo contribuye a la confusión en el testimonio cristiano. (Compárese con Juan 16:2). Dediquemos, por consiguiente, la debida diligencia a aprender la verdad (1 Timoteo 4:6; 2 Timoteo 2:15) y a buscar la gracia de Dios para andar en ella (3 Juan 3).
Contender eficazmente por la fe no se logra discutiendo en favor de la verdad. Hay tal cuestión como hacer una cosa correcta de una manera incorrecta. Estar acertado en algún punto de la verdad no hace que pelear y discutir sea aceptable. Pablo advirtió a Timoteo de esto, afirmando que no “contiendan en palabras, lo cual para nada aprovecha” (2 Timoteo 2:14). Como ya ha sido aludido, debemos guardar el buen depósito de la verdad “por el Espíritu Santo” (2 Timoteo 1:14). Es decir, debemos actuar en el Espíritu, no en la carne, al sostener la verdad. Una cosa es contender y otra muy distinta es ser contencioso. “El siervo del Señor no debe ser litigioso, sino manso para con todos” (2 Timoteo 2:24). Por tanto, no basta con sostener la verdad; nuestro comportamiento debe complementar la verdad que profesamos (Filipenses 1:27).
Judas dice que la fe fue entregada “una vez” a los santos. Esto significa que la verdad ha sido dada una vez para siempre; la entrega de la misma ha concluido. Por lo tanto, no hay más verdad para ser revelada o añadida. Los falsos maestros dirán que hay más verdad por revelar, y que lo que ellos tienen es eso; pero esa noción errónea sólo abre la puerta para que entren doctrinas falsas. Basándonos en lo que Judas dice aquí, si alguien viniera a nosotros con algo nuevo, deberíamos saber inmediatamente que su nueva idea no puede ser la verdad, porque toda la verdad ha sido dada.
Nótese: la verdad fue “dada”, no descubierta buscando en las Escrituras del Antiguo Testamento. Esto se debe a que la revelación cristiana de la verdad no se encuentra en el Antiguo Testamento. Fue revelada a los apóstoles y profetas por el Espíritu Santo (1 Corintios 2:10; Efesios 3:5) y comunicada por ellos a los santos en el poder del Espíritu (1 Corintios 2:10-13).
Además, el cuerpo del conocimiento cristiano fue entregado “á los santos”. No fue entregado a los apóstoles, sino más bien, a través de los apóstoles a los santos. De manera que los apóstoles no eran más que los canales; los santos son los terminales de la verdad. El término “santos” se refiere a toda la compañía cristiana; incluye tanto a los hermanos como a las hermanas. Esto demuestra que todos custodiamos la verdad. Es responsabilidad de cada santo conocer la verdad y andar en ella, y también contender por ella. Algunos tienen la idea de que contender por la fe es un trabajo que pertenece a los que son maestros, pero en realidad es un privilegio y una responsabilidad de todos los santos. Una hermana podría decir: “Todo eso lo dejo a mi esposo y a los hermanos de la reunión”. Pero esa idea no tiene el apoyo de las Escrituras, pues como Judas muestra aquí en su uso de la palabra “santos”, las hermanas también deben ocuparse de mantener la verdad. Lo que resulta elogiable de los de Berea es que había entre ellos muchas mujeres honorables que escudriñaban las Escrituras; no era algo que hicieran sólo los hombres (Hechos 17:11-12). De hecho, dejar la defensa de la fe en manos de unas pocas personas “cualificadas”, o maestros con dones, ha contribuido a la pérdida de la verdad, como se evidencia en la historia de la Iglesia. El catolicismo romano ha llevado esa idea al extremo; enseña que las Escrituras deben dejarse en manos del clero y guardarse en monasterios. De este modo, en efecto, ¡han quitado las Escrituras (la verdad) de las manos de los santos!
Un mal de doble filo
Versículo 4.— Judas continúa explicando por qué contender por la fe es tan importante: muchos engañadores se habían metido en la profesión cristiana y estaban corrompiendo a la gente con sus malas doctrinas y prácticas. Dice: “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los cuales desde antes habían estado ordenados para esta condenación, hombres impíos, convirtiendo la gracia de nuestro Dios en disolución, y negando á Dios que solo es el que tiene dominio, y á nuestro Señor Jesucristo”. Estos hombres impíos tenían un conocimiento conceptual de la verdad, pero sus caminos no estaban en conformidad con ella. Se habían colado “encubiertamente” entre los santos haciendo una profesión externa de fe, pero eran unos embaucadores. Simón el mago fue el primer falso profesante que se coló, pero fue desenmascarado por Pedro y Juan y rechazado (Hechos 8). Estos de los que habla Judas se colaron sin ser detectados, y han permanecido entre los santos, haciendo su obra maligna.
La versión Reina-Valera dice que fueron “ordenados para esta condenación”, pero el texto debería decir, “marcados de antemano para esta sentencia”. Dios no predestina a las personas para el juicio; nadie está predestinado para el Infierno. Lo que Judas está diciendo aquí es que Dios sabía de antemano quiénes eran estas personas e hizo que los apóstoles y profetas advirtieran a los santos que se levantarían, y que nos dijeran que su fin sería el juicio. Por lo tanto, siendo prevenidos de su presencia, no debemos sorprendernos de verlos trabajando en la cristiandad. Sus semillas de impiedad tienen un doble carácter:
•  El abuso de la gracia.
•  La negación de los derechos de Cristo, su Maestro.
“Convirtiendo la gracia de nuestro Dios en disolución” es tergiversar la verdad de la libertad cristiana en licencia para la carne (Gálatas 5:13). Estos hombres pervierten la verdad de la libertad del pecado (Romanos 6:18) ¡en libertad para pecar! H. Smith dijo: “El gran principio por el cual Dios está salvando a los hombres del pecado, y enseñándoles a vivir sobriamente, se convierte en la ocasión por estos hombres impíos para gratificar la carne y complacer su lujuria, al mismo tiempo manteniendo una profesión lustrosa y moviéndose en el círculo cristiano” (The Epistle of Jude [La epístola de Judas], página 5).
“Negando á Dios que solo es el que tiene dominio, y á nuestro Señor Jesucristo”, no es necesariamente negar Su nombre externamente, sino negarse a someterse a Su autoridad sobre ellos mismos en la práctica, ¡mientras que al mismo tiempo declaran que lo hacen! Él es su “Maestro” en virtud de Su compra en la cruz (Mateo 13:44; Hebreos 2:9; 2 Pedro 2:1), pero no es su Señor y Salvador. Ellos niegan el derecho de Él a gobernarlos, rebajándole en su doctrina al nivel de ellos mismos. De esta manera, su doctrina despoja al Señor de Su deidad, de Su humanidad sin pecado, y de Sus atributos divinos, haciéndolo como cualquier otro hombre (Salmo 50:21). El resultado de sus nociones erróneas en la práctica es no someterse a Su autoridad.
Seis ejemplos del Antiguo Testamento que describen el mal que iba a caracterizar la apostasía en la cristiandad
Versículos 5-16.— Estos hombres impíos que se han infiltrado en la profesión cristiana son identificados en esta serie de versículos con varios pronombres de tercera persona: “estos”, “ellos”, “los”, “su”, “los que” y “las cuales”. Se contraponen a los verdaderos creyentes a los que Judas se dirigirá en los versículos 17-25. Para designar a estos santos, utiliza los pronombres de primera y segunda persona: “vosotros”, “vuestro” y “nuestro”. Constituyen un remanente de verdaderos creyentes en medio de la multitud de impíos que sólo profesan serlo.
En este pasaje, Judas describe el estado caído del testimonio cristiano utilizando seis ejemplos del Antiguo Testamento. De ahí que comience con: “Os quiero pues amonestar, ya que alguna vez habéis sabido esto” (versículo 5). Esto demuestra que daba por sentado que estaban familiarizados con las Escrituras del Antiguo Testamento.
1) LOS HIJOS DE ISRAEL: Incredulidad (versículo 5). Toda apostasía comienza con la incredulidad; no tener fe personal en el Señor Jesucristo. Como un ejemplo de esto, Judas apunta a los incrédulos entre los hijos de Israel. Dice: “El Señor habiendo salvado al pueblo de Egipto, después destruyó á los que no creían”. (Véase Números 14:28-35; Deuteronomio 2:14; y 1 Corintios 10:5-10). Los hijos de Israel habían sido “salvados” físicamente por el Señor en una liberación externa del ejército del faraón en el Mar Rojo (Éxodo 14:30-31); pero tener esa salvación temporal no significaba que hubieran sido nacidos de Dios. Muchos no lo eran, y manifestaron su incredulidad cuando fueron probados en el desierto, y consecuentemente, fueron “destruidos” por Dios. Estas personas habían sido bautizadas en Moisés en el mar (1 Corintios 10:1-2) y estaban en una relación de pacto con el Señor (Hebreos 9:19-21), por lo que se encontraban en una posición privilegiada. Pero estas eran cosas externas; necesitaban una obra interna de fe en sus almas para secundar esas muestras externas de favor; pero esto era precisamente lo que les faltaba.
Esto es lo que más caracteriza a la cristiandad. Siendo cristianizados (o bautizados), y/o habiendo hecho algún tipo de profesión de fe, la multitud de cristianos profesantes se encuentra en una posición de cercanía externa a Dios. Sin embargo, carecen de la fe personal en el Señor Jesucristo, la cual salva el alma (Hechos 16:31; 20:21; Efesios 2:8). Como los hijos de Israel que cayeron bajo el juicio de Dios en el desierto, estos encontrarán su fin bajo el juicio de Dios.
2) LOS ÁNGELES CAÍDOS: Rebelión (versículo 6). La incredulidad conduce a la rebelión; Judas se refiere a ello seguidamente. Para ilustrar esto, señala a los ángeles que pecaron en el tiempo del diluvio. Dice: “Y á los ángeles que no guardaron su dignidad, mas dejaron su habitación, los ha reservado debajo de oscuridad en prisiones eternas hasta el juicio del gran día”. Los maestros de la Biblia generalmente creen que cuando Satanás fue expulsado del cielo (Ezequiel 28) hubo otras criaturas angélicas que cayeron con él, porque después leemos de “el diablo y ... sus ángeles” (Mateo 25:41). Este versículo de Judas no se refiere a ese acontecimiento, sino a lo que sucedió en la época del diluvio. Algunos de esos ángeles caídos manifestaron su descontento con su condición de ángeles y cohabitaron con las hijas de los hombres en un intento de crear una especie de súper-raza de hombres y ángeles (Génesis 6:1-4). El “estado original” (traducción J. N. Darby) en que Dios los creó era sin sexo; no procreaban (Lucas 20:35-36). Pero siendo rebeldes y descontentos con su estado como tales, “dejaron su habitación” en los cielos y descendieron entre los hombres para llevar a cabo su malvado plan. Pero en el diluvio, Dios aniquiló a esos gigantes y hombres poderosos que habían salido de esas uniones impías, y tomó a esos ángeles malvados y los puso “debajo de oscuridad en prisiones eternas”. Pedro llama a este lugar especial de confinamiento en el abismo “infierno con cadenas de oscuridad” (2 Pedro 2:4).
Algunos se han planteado si el versículo 6 habla de una segunda caída de los ángeles. Se preguntó a J. N. Darby sobre esto de la siguiente manera: “¿Hubo dos caídas de seres angelicales en dos momentos diferentes?”. A lo que respondió: “Su pregunta asume dos caídas de ángeles de las que la Escritura no habla, aunque es muy posible” (Letters of J. N. Darby [Cartas de J. N. Darby], vol. 2, página 447). Así pues, teniendo cuidado de no ir más allá de lo que es revelado en las Escrituras, generalmente se considera que este pasaje hace referencia a una rebelión entre algunos de los ángeles caídos. Dios los apartó de la tierra y los confinó en el abismo porque eran sumamente diabólicamente corruptos. Serán arrojados al lago de fuego (Infierno) en el gran día del juicio (Mateo 25:41; Apocalipsis 20:10). El resto de los ángeles caídos que están bajo Satanás todavía están sueltos y practicando el mal hoy en día. Serán llevados y confinados al abismo al comienzo del Milenio (Apocalipsis 20:1-3). Después del Milenio, en el gran día del juicio, el diablo y sus ángeles serán arrojados al lago de fuego.
Judas menciona esta rebelión entre los ángeles caídos para mostrarnos el espíritu de las personas impías que se encontrarán en el testimonio cristiano en sus últimos días. Estarán descontentos con el orden natural de Dios en la creación y se rebelarán contra él. Este espíritu se manifiesta en una variedad de formas hoy en día, que van desde: las mujeres que enseñan públicamente en la casa de Dios (1 Timoteo 2:12), su abandono de los velos, que significan los roles adecuados de hombres y mujeres (1 Corintios 11:2-16), la sumisión de las esposas a sus maridos en el hogar (Efesios 5:22-23), etc. Tal es el espíritu que impregna la cristiandad hoy en día.
3) SODOMA Y GOMORRA: Inmoralidad (versículos 7-10). El descontento y la rebelión contra el orden natural de Dios en la creación terminará finalmente en inmoralidad. Sodoma y Gomorra son citadas para ilustrar este mal (Génesis 19). Judas dice: “Como Sodoma y Gomorra, y las ciudades comarcanas, las cuales de la misma manera que ellos habían fornicado, y habían seguido la carne extraña, fueron puestas por ejemplo: sufriendo el juicio del fuego eterno”. Judas hace referencia a la homosexualidad de los tales como “seguir carne extraña”. La llama “extraña” porque ese tipo de unión profana es completamente ajena al orden moral de Dios en la creación. Su punto es que la cristiandad se caracterizará por tener personas que se habrán entregado a este tipo de pecado, pero al mismo tiempo, ¡profesarán ser cristianos! Es increíblemente incongruente asociar tal pecado con el santo nombre de Cristo. Esto no significa que todas las personas estarán involucradas en la inmoralidad, pero será tan frecuente en las filas cristianas durante los últimos días que la gente lo condonará, e incluso lo defenderá. Hoy en día, muchos ministros de la Iglesia, aunque no estén personalmente involucrados en la inmoralidad, la permiten en sus iglesias, e incluso excusan a aquellos que están involucrados en ella ¡incluso en el pecado de la homosexualidad!
Versículos 8-10.— Estos “soñadores amancillan la carne” con sus prácticas inmorales. Este pecado es descrito por el apóstol Pablo en Romanos 1. La diferencia entre los dos pasajes es que Pablo está hablando de los paganos fuera de la comunidad cristiana, mientras que Judas está hablando de los que profesan ser cristianos. ¡Estas personas dicen ser cristianos!
Ellos también “menosprecian la autoridad”. Siendo rebeldes contra Dios, naturalmente se rebelan contra las instituciones de gobierno establecidas por Dios (Romanos 13:1). Manifiestan esto en que “vituperan las potestades superiores”. Judas nos dice que esto es algo que el arcángel Miguel no se atrevería a hacer: ¡incluso si se tratara de nuestro enemigo, el diablo! Esto demuestra que el diablo, aunque ahora caído, fue una vez de una alta dignidad entre los ángeles, y hasta que sea finalmente juzgado por Dios, su dignidad debe ser respetada. Incluso una dignidad angélica tan elevada como la del arcángel Miguel la respetaba. Por eso no se encargó de reprender al diablo, sino que dejó que lo hiciera el Señor, diciendo: “El Señor te reprenda” (versículo 9). Aunque caído, Satanás sigue teniendo un poder inmenso. Debemos respetar su poder, pero no tenemos por qué temerle. De hecho, se nos dice: “resistid al diablo, y de vosotros huirá” (Santiago 4:7). Pero en ningún momento debemos lanzar “juicio de maldición” contra él.
El “meollo” de la disputa en aquella ocasión fue el lugar de sepultura de Moisés. El propósito de Satanás era probablemente erigir allí un santuario en memoria de Moisés, y así atrapar al pueblo de Israel en la idolatría. (Compárese 2 Reyes 18:4). Por lo tanto, Dios llevó a cabo un entierro secreto de su cuerpo en “el valle de Moab” (Deuteronomio 34:5-6). (Nótese: “arcángel” está en singular; sólo hay una criatura de este tipo. Del mismo modo, “diablo” en las Escrituras siempre está en singular. La versión King James, sin embargo, ocasionalmente dice “diablos”, pero debería traducirse “demonios”. Hay un diablo, pero muchos demonios).
Judas añade: “Y las cosas que naturalmente conocen, se corrompen en ellas, como bestias brutas” (versículo 10). “Naturalmente” hace referencia a los instintos animales. Esto muestra que estas personas moralmente corruptas debieron haber conocido mejor al observar el reino animal (Job 12:7), pues los animales no se degradan de tal manera. Pero ellos desatienden el testimonio de la naturaleza y se corrompen. En resumen, su maldad es de doble filo:
•  En cosas espirituales traen “juicios de maldición” en contra de la verdad (versículo 9).
•  En cosas naturales “se corrompen” con prácticas inmorales (versículo 10).
4) CAÍN: Religión de obras, sin sangre (versículo 11a). Se menciona a Caín para indicar otra característica de la cristiandad apóstata: la religión sin sangre. Judas dice: “¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín”. El camino de Caín es acercarse a Dios sobre la base de buenas obras, en vez de sobre la base de un sacrificio (Génesis 4:3). Buscó la aceptación de Dios en lo que había logrado mediante el trabajo de sus manos, y sobre esa base, su ofrenda fue rechazada. Esto ilustra aquello en lo que ha degenerado gran parte de la cristiandad, en cuanto al concepto básico de cómo una persona es considerada justa ante Dios. Muchas denominaciones cristianas cuestionan, e incluso rechazan, la expiación vicaria de Cristo. Su obra consumada en la cruz como única vía de salvación por la fe (Juan 19:30) se sustituye por la práctica de buenas obras para ser acepto ante Dios. La muerte de Cristo queda reducida a ser un modelo de humildad, nada más. Como resultado, la gente es urgida a amar a su prójimo y hacer buenas obras para la aceptación divina. Tal es un evangelio sin sangre y es realmente “otro evangelio” que no es de Dios (2 Corintios 11:4). Es el camino de Caín.
5) BALAAM: La comercialización del cristianismo (versículo 11b). Judas dice que estas personas impías “se lanzaron en el error de Balaam”, que es buscar honor y gloria en la esfera de las cosas divinas (Números 22–24). El apóstol Pedro habla del “camino de Balaam”, que era el amor de Balaam por “el premio de la maldad” (2 Pedro 2:15). Por lo tanto, no sólo era un hombre egoísta, sino también un hombre codicioso que estaba dispuesto a prostituir su don profético para ganar riquezas, aunque hizo todo lo posible para que pareciera lo contrario (Números 22:18). Estos hombres también enseñarían “la doctrina de Balaam”, que consiste en fomentar la mundanalidad entre el pueblo de Dios (Apocalipsis 2:14).
Juntando estas tres cosas, tenemos una imagen compuesta del lado de la cristiandad que busca la gloria, impulsada por el dinero. Hombres codiciosos han tratado de convertir el cristianismo en un negocio rentable, y lo han logrado de muchas maneras. No ven nada malo en servir en el púlpito a cambio de un salario, tomar dinero de los perdidos, etc. Muchos predicadores se han hecho increíblemente ricos. El Apóstol Pablo condenó esto, declarando: “No somos como muchos, mercaderes falsos de la palabra de Dios” (2 Corintios 2:17). W. T. P. Wolston señaló que, si el dinero y el entretenimiento se eliminaran de los sistemas eclesiásticos de la cristiandad, muchos de ellos se derrumbarían. Dijo que, si se eliminara el entretenimiento, perderían sus grandes audiencias, y si se eliminara el dinero, perderían a muchos de los hombres y mujeres en el púlpito.
6) CORÉ: Error eclesiástico (versículo 11c). Judas trae un ejemplo más del Antiguo Testamento para ilustrar otra cosa que caracteriza a la cristiandad: el error eclesiástico. Este es el error en cosas que pertenecen a la doctrina y práctica de la Iglesia. Judas expone esto mencionando “la contradicción de Coré”. Coré y su séquito de hombres (Números 16) querían una posición por encima del pueblo que sólo pertenecía a Moisés y Aarón, quienes son un doble tipo de Cristo, el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra confesión (Hebreos 3:1). No estando contentos con el lugar que Dios les había dado como levitas, querían un oficio de su propia creación, y su levantamiento contra el orden de Dios en esa administración mosaica fue recibido con Su desagrado y juicio.
Los hombres en la cristiandad se han alzado de manera similar y han introducido el oficio de clérigo. Esta es una posición en la Iglesia que es puramente una invención humana, porque la Palabra de Dios no habla de ello. Da al titular de ese cargo (sea hombre o mujer) un lugar distinguido entre Dios y Su pueblo. Sin embargo, Dios nunca tuvo la intención de que hubiera tal clase de personas presidiendo sobre una congregación en el cristianismo. De hecho, tal cosa es condenada en Su Palabra (1 Pedro 5:3). Estos hombres son presuntuosos en esto, a menudo llamando al rebaño de Dios su rebaño. Inflados con un sentido de importancia, han pasado por alto el orden de Dios en la adoración y el ministerio cristiano como se enseña en las epístolas y han introducido su propio orden hecho por el hombre. Como resultado, el sistema de clero/laicado se puede encontrar en varios grados en la mayoría, si no todas, las denominaciones en la cristiandad. Una diferencia entre Coré y sus hombres y sus homólogos en la cristiandad es que los hombres de Coré no consiguieron llegar al punto de ocupar un cargo, mientras que los clérigos en la cristiandad han estado funcionando en su lugar creado por el hombre durante más de mil años.
El carácter del ministerio de los ministros apóstatas
Versículos 12-13.— No estamos diciendo que cada hombre o mujer que forma parte del clero es apóstata, porque muchos son verdaderos creyentes. Sin embargo, otros muchos no tienen vida. Judas señala cinco similitudes en la naturaleza para describir el carácter de estos falsos ministros y su ministerio:
En primer lugar, dice: “Estos son escollos ocultos en vuestros ágapes, cuando banquetean con vosotros sin temor, apacentándose a sí mismos” (LBLA). Un “escollo oculto” o bajío es una roca hundida justo debajo de la superficie del agua que, si un velero chocara con ella, podría provocar un naufragio. Las rocas que están cartografiadas no son difíciles de esquivar, pero los bajíos ocultos pueden ser desastrosos para los navegantes. Esta primera metáfora muestra que estos falsos llamados ministros —aunque ordenados por algún cuerpo religioso y con una licenciatura en teología— han hecho que muchos “naufraguen” espiritualmente (1 Timoteo 1:19-20). El hecho de que Judas diga que “banquetean juntamente, apacentándose á sí mismos sin temor”, muestra que se han ganado la confianza de la multitud y son bienvenidos en muchos círculos.
En segundo lugar, son como nubes sin agua, llevadas de los vientos”. Es decir, prometen lluvias de bendición, pero no tienen nada para refrescar el alma. Son llevados por “los vientos”, lo que significa que su ministerio ha sido contaminado por las falsas doctrinas que soplan en la cristiandad (Efesios 4:14).
En tercer lugar, son como árboles de otoño sin fruto, dos veces muertos y desarraigados” (LBLA). Normalmente, el otoño es la época en que se encuentran frutos en los árboles, pero estos no tienen ninguno. Judas explica por qué no dan fruto; están “dos veces muertos”. Esto se refiere a estar muertos en delitos y pecados (Efesios 2:1,5) y también a estar muertos por apostasía (Apocalipsis 8:9-11). Todos esos árboles serán “desarraigados” y arrojados al fuego del juicio de Dios (Mateo 15:13).
En cuarto lugar, son fieras ondas de la mar”. Esto habla de su insubordinación. Estando en una condición de alma sin ley, rehúsan ser controlados por la autoridad de la Palabra de Dios. Su enseñanza es realmente el “arrojar como espuma su propia vergüenza” (LBLA). Es abiertamente blasfema, e implica la excusa del pecado, en lugar de la enseñanza de la justicia. No es que sientan su propia vergüenza, sin embargo, esas cosas son una vergüenza para ellos (Filipenses 3:19).
En quinto lugar, son estrellas erráticas, a las cuales es reservada eternalmente la oscuridad de las tinieblas”. Desde hace miles de años, los marineros se han fijado en las estrellas para navegar. Nos hablan de los líderes del pueblo de Dios que son responsables de proveer luz espiritual y dirección a los santos (Apocalipsis 1:20). Judas llama a estos falsos ministros estrellas “erráticas”, porque una estrella que abandona su lugar sólo engañará a los que la miran en busca de dirección. Tales son falsos guías. Su falsa luz pronto se apagará en “la oscuridad de las tinieblas”.
El fin de la cristiandad bajo el juicio de Dios
Versículos 14-16.— Judas entonces trae la profecía de Enoc para mostrar que el Señor no permitirá que esta corrupción asociada con Su nombre (como testimonio) continúe indefinidamente. Cristo intervendrá en juicio de la manera más decisiva. Así, el testimonio cristiano no verá restauración, sino que su fin será el juicio. Dice: “De los cuales también profetizó Enoc, séptimo desde Adam, diciendo: He aquí, el Señor es venido con Sus santos millares, a hacer juicio contra todos, y á convencer á todos los impíos de entre ellos tocante á todas sus obras de impiedad que han hecho impíamente, y á todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra Él. Estos son murmuradores, querellosos, andando según sus deseos; y su boca habla cosas soberbias, teniendo en admiración las personas por causa del provecho”. Si sólo tuviéramos el Antiguo Testamento, nunca habríamos sabido de esta profecía, la más antigua de todas, pues allí no se menciona (Génesis 5:21-23). Todo lo que habríamos sabido de Enoc es que fue un hombre que caminó con Dios y que esto agradó a Dios, y que fue llevado al cielo sin ver la muerte (Hebreos 11:5). Pero por esta epístola sabemos que también fue profeta. Judas lo identifica como “la séptima (generación) desde Adán” para distinguirlo del impío Enoc de la familia de Caín (Génesis 4:17-18).
Enoc emitió esta profecía hace unos 4500 años. El punto central de la misma es la venida del Señor: Su Aparición. Muchos otros profetas también han hablado de este acontecimiento (Isaías 30:27-28; Zacarías 14:5; Mateo 16:27; 24:27-30; 1 Tesalonicenses 3:13; 4:14; 5:2; 2 Tesalonicenses 1:7-9; 2:8; 2 Timoteo 4:1; Apocalipsis 1:7; 19:11-21). Lo que es tan solemne en conexión con la venida de Cristo para juzgar a la multitud de apóstatas en la cristiandad es que, puesto que la profesión cristiana ha sido privilegiada al tener la más grande verdad entregada a ella (la verdad del Misterio), ¡aquellos que apostaten de ella tendrán el mayor juicio! (Lucas 12:46-48).
El Señor enseñó que aquellos falsos profesantes que estén vivos en la tierra cuando Él aparezca, ¡serán tomados por los ángeles y arrojados vivos al lago de fuego! (Mateo 13:37-42, 22:13, 24:37-41). Ellos no serán muertos, y, por lo tanto, no vendrán ante el gran trono blanco, que es un juicio de los impíos muertos (Apocalipsis 20:11-15). Estos se encontrarán cara a cara con el Juez Mismo cuando Él aparezca, y no necesitarán más examen o prueba de su impiedad. Su ojo que todo lo ve ha visto todas sus “obras” impías y Sus oídos han escuchado sus “discursos” perversos. Por lo tanto, no sólo la verdadera Iglesia en la tierra será arrebatada de la tierra en el Arrebatamiento sin ver la muerte, pero la falsa Iglesia (los vivos en Su Aparición) también será arrebatada de la tierra sin ver la muerte física. Pero cuán grande será la diferencia: ¡la del Cielo y la del Infierno!
Judas usa la palabra “convencer [condenar]” aquí en conexión con el juicio de estas personas impías. J. N. Darby dijo que es una palabra (elenko) difícil de traducir (Juan 3:20, pie de página). Tiene el pensamiento de reprender mostrando o exponiendo la falta de una persona. W. E. Vine sugiere que tiene que ver con avergonzar a la persona condenada. Tal será el caso en este juicio. Estos apóstatas (los líderes religiosos en particular) han hablado cosas duras e injuriosas acerca de Cristo en cuanto a Su Persona y Su obra en sus enseñanzas teológicas, pero en aquel día, serán avergonzados públicamente y juzgados de la manera más humillante: serán tomados por los ángeles como sabandijas y arrojados vivos al infierno.
Versículo 16.— Estos hombres (particularmente los líderes) son expuestos como siendo impulsados por motivaciones carnales y egoístas. Ellos hablan “cosas soberbias” de adulación para acariciar el ego de las personas de riqueza y de alto estatus en la sociedad con el fin de obtener de ellos algún “provecho” personal para sí mismos. Tal es el camino del hombre del mundo, pero todo se detendrá repentinamente cuando el Señor intervenga en juicio.
La cristiandad juzgada en tres fases
De hecho, el juicio de la cristiandad se ejecutará en tres etapas:
En primer lugar, en el Arrebatamiento, el Señor “vomitará” de Su boca a la multitud meramente profesante de los supuestos cristianos dejándolos atrás en la tierra, y así se desvinculará formalmente de ellos (Apocalipsis 3:16).
En segundo lugar, a mediados de la semana 70 de Daniel, que será unos 3 años y medio después, al comienzo de la Gran Tribulación (Daniel 9:27; 12:11; Mateo 24:15-22), la Bestia, el líder de la confederación occidental de naciones destruirá a la gran Ramera (la Cristiandad bajo el control del Catolicismo), y así, pondrá fin a sus prácticas idólatras. Esto se hará para dar paso a la adoración de la Bestia y su imagen por todos en Occidente (Apocalipsis 17:16-17). La multitud meramente profesante abandonará su profesión cristiana hueca y adorará a la Bestia, que el hombre de pecado (el Anticristo) promoverá (2 Tesalonicenses 2:3-4).
En tercer lugar, después de la Gran Tribulación, el Señor aparecerá desde el cielo para juzgar a los apóstatas que habrán abandonado la profesión del cristianismo, tomándolos y arrojándolos al lago de fuego (Apocalipsis 3:3). Esta última fase es la que profetizó Enoc.
Consejo para el remanente de creyentes verdaderos
Versículos 17-25.— Al ser informados de todo este mal en el testimonio cristiano, podríamos preguntarnos qué debemos hacer. Judas anticipa que esta pregunta estará en nuestras mentes, y así, en esta última serie de versículos, nos da su consejo piadoso. Nos muestra que la respuesta no es rendirnos en la desesperación, ni tampoco recluirnos para tratar de protegernos de las malas influencias de la apostasía. Nótese también que Judas no nos dice que debemos tratar de enderezar a la cristiandad desordenada. El Señor no ha puesto esa “carga” sobre Su pueblo (Mateo 13:27-30; Apocalipsis 2:24). Más bien, nos muestra que debemos seguir adelante en la gracia que Dios nos proporciona, con los recursos que Él nos ha dado, y esperar a que el Señor venga y nos lleve a casa, a la casa del Padre en lo alto.
En esta última sección de la epístola, Judas se dirige a los verdaderos creyentes en medio de la multitud profesante sin vida, diciendo: “Mas vosotros, oh amados...”. Los identifica con los pronombres de primera y segunda persona: “vosotros”, “vuestro” y “nuestro”. Sus palabras de gracia y consuelo son un verdadero estímulo para nosotros. Son:
TENED MEMORIA DE LAS PALABRAS DE LOS APÓSTOLES (versículos 17-19).— En primer lugar, Judas quiere que recordemos lo que los apóstoles han dicho acerca de la ruina del testimonio cristiano. Dice: “Mas vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes han sido dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; como os decían: Que en el postrer tiempo habría burladores, que andarían según sus malvados deseos”. Dios ha previsto la ruina y ha dispuesto que los apóstoles adviertan a los santos de la llegada de esta (Hechos 20:29-31; 1 Timoteo 4:1; 2 Timoteo 3:1-9; 4:3-4; 2 Pedro 2:1-2; 1 Juan 2:18-19, etc.). Por lo tanto, no debería sorprendernos. Estamos informados de antemano, para que, aunque nos aflijamos por ello, no nos invada la desesperación. El Señor sabe que no podríamos llevar a cabo con convicción las siguientes exhortaciones que nos da Judas si estuviéramos en una condición mental angustiosa. El alma debe estar primero en reposo y sin perturbaciones, y esto es lo que ha hecho el Señor al comunicárnoslo de antemano. Hay algo tranquilizador en saber que Él lo sabe todo.
Por eso nos dice que habrá “burladores” que se mofarán de la verdad, y por eso debemos estar preparados (2 Pedro 3:3-4). J. N. Darby comentó sobre este tipo de descarada oposición a la verdad, afirmando: “La ignorancia suele ser confiada porque es ignorante” (Synopsis of the Books of the Bible, edición de Loizeaux, vol. 1, página 11). Así pues, podemos esperar oposición, pero no debemos desmayar por ella. Pueden burlarse de la verdad, y atacarla, y tratar de socavarla, pero eso no cambia la verdad.
Versículo 19.— Judas dice que estos burladores son los autores de muchas de las sectas y divisiones que se han desarrollado en la cristiandad. Dice: “Estos son los que hacen divisiones, sensuales, no teniendo el Espíritu”. W. Kelly remarcó: “Se separan de la comunión y forman alguna cosa nueva que no tiene la sanción de la Palabra de Dios. Eso es lo que, en las Escrituras, se llama una herejía” (Lectures on the Epistle of Jude [Disertaciones sobre la epístola de Judas], página 142). Compárese 2 Pedro 2:1. “No tener el Espíritu” deja claro que nunca han sido salvos (Gálatas 3:2; Efesios 1:13).
EDIFICÁNDOOS SOBRE LA SANTÍSIMA FE (versículo 20a).— A continuación, Judas habla de la necesidad de ser edificados sobre el sólido fundamento de la verdad. Dice: “Mas vosotros, oh amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe”. La “santísima fe” es la revelación cristiana de la verdad. Ha sido entregada a los santos por los apóstoles (versículo 3) y se puede encontrar en las 21 epístolas del Nuevo Testamento. Sin embargo, una cosa es que la verdad nos sea entregada y otra que seamos edificados sobre ella. Podemos preguntarnos: “¿Cómo nos edificamos sobre la santísima fe?”. El Apóstol Pablo responde a esto, afirmando: “La palabra de Su gracia (las Escrituras): la cual es poderosa para sobreedificar, y daros heredad con todos los santificados”. Por lo tanto, es a través de tener un conocimiento profundo de la Palabra de Dios (en particular las epístolas). Por lo tanto, pongamos la debida diligencia en esto (1 Timoteo 4:6,16; 2 Timoteo 2:15); nos impedirá ser “llevados por doquiera de todo viento de doctrina” que venga (Efesios 4:14). Qué contraste con lo que hemos visto en la primera parte de la epístola. Mientras los falsos maestros derriban los fundamentos de la fe en los corazones de los que los escuchan, los verdaderos creyentes deben edificarse en la santísima fe.
Nótese: Judas no dice: “Edificad la fe”. Eso implicaría que el depósito de la verdad no es algo completo, y por lo tanto hay complementos que añadir; pero esa es una noción falsa. El apóstol Pablo dijo que, con la revelación del Misterio, el depósito de la verdad estaba “cumplido” (Colosenses 1:25-27). Hubo epístolas escritas por otros después de que Pablo dijera eso, pero no añaden nada a la verdad del Misterio.
ORANDO POR EL ESPÍRITU SANTO (versículo 20b).— Junto con el estudio de la Palabra de Dios, debe haber oración inteligente. De ahí que Judas añada: “orando por el Espíritu Santo”. Estas dos cosas van juntas “como guante en mano” (Lucas 10:39–11:13, etc.). Necesitamos un equilibrio de ambas. Esto es importante porque estudiar la Palabra de Dios sin oración puede llevar al legalismo, y la oración sin el estudio de la Palabra puede llevar al fanatismo. Orar “por” el Espíritu es orar según la mente del Espíritu. Esto viene de tener un conocimiento de la verdad y tener comunión personal con el Señor.
Nótese: Judas dice, orando por el Espíritu, no orando para que el Espíritu venga. No habrá otro Pentecostés y otro bautismo del Espíritu Santo. Por lo tanto, no debemos buscar una recuperación del testimonio público de la Iglesia. El Espíritu de Dios ha venido, y puesto que ahora reside en la Iglesia en la tierra, debemos andar en el Espíritu (Gálatas 5:16) y orar en el Espíritu (Efesios 6:18).
CONSERVAOS EN EL AMOR DE DIOS (versículo 21a).— Judas pasa a otra cosa que debemos hacer en vista de la apostasía: debemos encontrarnos viviendo en el disfrute del amor de Dios. No dice: “Conservaos amando a Dios”. Ni dice: “Provocad el amor de Dios para con vosotros”. Sino más bien: “Conservaos en el amor de Dios”. No habla de nuestro amor a Dios, sino de Su amor hacia nosotros. Es como el sol que brilla en la calle; un lado del camino puede estar a la sombra y el otro al sol. ¿Por qué lado caminamos? Dios ama a todos Sus hijos por igual, pero no todos disfrutan de Su amor en el mismo grado. Nos mantenemos en el disfrute del sol de Su amor juzgándonos a nosotros mismos y manteniendo nuestra comunión con Él.
ESPERANDO LA MISERICORDIA DE NUESTRO SEÑOR JESÚS (versículo 21b).— A continuación, Judas hace referencia a nuestra perspectiva, que debe ser hacia arriba, hacia la venida del Señor (el Arrebatamiento). Dice: “Esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”. La tendencia en estos últimos días es ocuparse con las corrupciones en la cristiandad y en el mundo, pero ese no debe ser nuestro enfoque. Recordemos que aquellos que están ocupados con el fracaso ¡se convierten en un fracaso! El arca de Noé tenía una ventana “arriba”, por la cual él y su familia podían mirar. Esto habla de tener una vista hacia el cielo. La ventana no estaba en el lateral del arca. Si hubiera estado allí, podrían haberse ocupado con la escena de la muerte a su alrededor, y eso habría sido desalentador.
Este es el único lugar en la Escritura donde se habla de la venida del Señor como una “misericordia”. Querer ser sacados de este mundo corrupto no es la mejor razón para desear que venga el Señor, ¡pero qué misericordia será! La “vida eterna” es vista aquí como estando al final de nuestro camino cuando somos glorificados y en nuestra propia esfera donde la comunión con el Padre y el Hijo será nuestro deleite sin distracción.
ESTAD COMPROMETIDOS EN EL SERVICIO (versículos 22-23).— Por último, debemos estar comprometidos en el servicio activo para el Señor, alcanzando a aquellos que son confundidos y enredados en los errores de la cristiandad. Judas dice: “Y a unos convence al contender. A otros salva, sacándolos del fuego. Y de otros compadécete con temor, aborreciendo incluso el vestido manchado con la carne” (traducción W. Kelly). El hermano Kelly remarcó: “Nuestra versión —la llamada Autorizada [King James]— analiza sólo dos casos. ‘Y recibid á los unos en piedad, discerniendo’: esa es una clase; ‘Mas haced salvos á los otros por temor, arrebatándolos del fuego; aborreciendo aun la ropa que es contaminada de la carne’: esa es la segunda clase. Ahora, yo creo que hay tres clases, no sólo dos” (Lectures on the Epistle of Jude, página 152).
Las palabras de Judas aquí muestran que extender la mano en ayuda de la gente requiere discernimiento, pues no todos los casos son iguales. En tiempos de desviación, debemos distinguir entre los líderes y los liderados. Algunos son maestros voluntariosos y cabezas duras; otros son meros seguidores que han tropezado con los maestros erróneos (Romanos 16:17-18). Nótese también que hay un orden moral en este pasaje. Sólo después de que Judas haya hablado de ser edificados sobre la santísima fe, de orar en el Espíritu Santo, de disfrutar del amor de Dios por medio de la comunión y de tener ante nuestras almas la inminencia de la venida del Señor, nos anima a tender la mano para ayudar a los demás. Nuestra eficacia en el servicio al Señor se verá obstaculizada en gran medida si estas otras cosas no están en su lugar en nuestras vidas.
La primera clase de personas son los líderes atrincherados en sus malas doctrinas. No debemos tratar de salvarlos, porque son apóstatas que no pueden ser llevados al arrepentimiento y recuperados (Hebreos 6:4-6). Más bien, debemos “convencerlos” con la verdad. (Esta es la misma palabra utilizada en el versículo 15, que tiene que ver con una persona condenada que es puesta en vergüenza para que su culpabilidad sea evidente para todos). El hermano Kelly señaló que la palabra “discerniendo” en el versículo 22, debería traducirse “al contender. Está claro que estos hombres no quieren la verdad; quieren disputarla. La palabra usada en el versículo 9, en conexión con el diablo disputando con el arcángel Miguel, es también la misma palabra usada aquí. Por lo tanto, ¡estos disputadores de la verdad están haciendo el trabajo de su maestro!
La segunda clase de personas puede salvarse “sacándolos del fuego”. Estos no son engañadores, sino aquellos engañados por los engañadores. Han sido atrapados inadvertidamente en las malas doctrinas y necesitan ser liberados de esas falsas nociones. Siendo edificados sobre la santísima fe e instruidos en la verdad, como lo ordena Judas, deberíamos ser bien capaces de guiar a estas personas fuera de esas doctrinas erróneas, si sus voluntades no están obrando. Nótese: es “sacándolos”, no “empujándolos” fuera de la confusión espiritual y del desorden en que se encuentran. Empujar implica meterse en la zanja con ellos, pero al hacer eso podríamos enredarnos en el mal nosotros mismos. No, nosotros debemos permanecer separados de la corrupción, permaneciendo en terreno sólido, y sacarlos. La salvación de la que Judas habla aquí no es la salvación eterna del alma; eso es algo que sólo el Señor puede hacer a través de la fe en Su obra en la cruz. Se trata de una salvación práctica de los errores doctrinales de la cristiandad (1 Timoteo 4:16).
La tercera clase son aquellos de quienes Judas dice: “Y de otros compadécete”. Son personas que se han corrompido tanto moral y espiritualmente que, al tenderles la mano, tenemos que estar extremadamente cautos para no contaminarnos con las circunstancias en que las encontramos. De ahí que Judas añada: “Aborreciendo incluso el vestido manchado con la carne”. Un “vestido” es algo que rodea a una persona cuando lo lleva puesto, y a menudo se usa en sentido figurado en las Escrituras para indicar las circunstancias en las que uno vive (Levítico 13:47-59; Marcos 10:50, etc.). Debemos aborrecer su vestimenta porque sus circunstancias son contaminantes. Por lo tanto, debemos amar a la persona, pero odiar sus pecados, y este odio debe ser mantenido en todo momento. Siendo conscientes de las situaciones contaminantes en las que se encuentran estas personas, debemos trabajar con “temor” de ser contaminados por tal contacto, y, por lo tanto, debemos proceder con cautela. No se trata de ser tolerantes con el mal en el que se encuentran, sino de ser conscientes de él y permanecer moralmente separados de él mientras tratamos de liberarlos.
Una doxología de alabanza
Versículos 24-25.— Para terminar, Judas encomienda a los santos al Señor, que es capaz de evitar que tropecemos en las trampas del camino, y concluye con un breve estallido de alabanza. Dice: “A Aquel, pues, que es poderoso para guardaros sin caída [tropiezo], y presentaros delante de Su gloria irreprensibles, con grande alegría, al Dios solo sabio, nuestro Salvador, sea gloria y magnificencia, imperio y potencia, ahora y en todos los siglos. Amén”. Teniendo a “Aquel que es poderoso” para guardarnos del “tropiezo”, no hay razón por la que no podamos vivir nuestras vidas cristianas sin fallar, ¡incluso en estos tiempos espiritualmente peligrosos! (2 Timoteo 3:1). No importa cuán oscuro y difícil sea el día, la gracia del Señor está a la altura (Santiago 4:6). Si acudimos a Él en busca de ayuda, Él, por medio de Su obra sumo sacerdotal nos salvará de todo peligro en el camino (Hebreos 7:25). Aunque vivamos en días de fracaso general, Él puede presentarnos “delante de Su gloria irreprensibles, con grande alegría”. Esta es una palabra muy alentadora desde luego.
Puesto que Él puede guardarnos, si tropezamos en el camino y fracasamos, sólo podemos culparnos a nosotros mismos. La traducción Reina Valera dice: “guardaros sin caída”, pero debería traducirse “tropiezo”. “Caer” es un término que generalmente se usa para denotar apostasía (Lucas 8:13; 2 Tesalonicenses 2:3; Hebreos 6:6; Apocalipsis 8:10). Un creyente puede tropezar (Romanos 14:21; 2 Corintios 11:29; 2 Pedro 1:10; 1 Juan 2:10) o caer de su firmeza (2 Pedro 3:17), pero él no se puede “caer” en el sentido de apostatar.
¡Qué contraste entre los corruptores apóstatas y los verdaderos santos de Dios! Los apóstatas encontrarán su fin en el juicio, mientras que los verdaderos creyentes tendrán su fin al ser presentados ante la presencia de Su gloria con inmenso gozo. No es de extrañar que Judas termine con una doxología de alabanza a Aquel que es digno.
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Publicado por:
CHRISTIAN TRUTH PUBLISHING
9-B Appledale Road
Hamer Bay (Mactier), ON P0C 1H0
CANADÁ
Primera edición en inglés: mayo de 2019
Primera edición en español: agosto de 2024
VERSIÓN 1.0
Nota: La mayoría de las Escrituras citadas en este libro han sido tomadas de la versión Reina-Valera Antigua. Aunque la mayoría de los lectores probablemente están más familiarizados con la versión de 1960, ésta tiene derechos de autor, por lo que hemos utilizado la Antigua versión. En las instancias donde la Antigua versión no provee el sentido correcto, se ha usado La Biblia de las Américas (LBLA) o se han traducido pasajes de las traducciones de King James, J. N. Darby, o W. Kelly para ayudar a transmitir los pensamientos de la obra original en inglés. Estas versiones, en especial la de J. N. Darby, son fieles traducciones de los idiomas originales.
Escrituras tomadas de La Biblia de las Américas® (LBLA®), Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usadas con permiso. www.LBLA.com