Esta sección de nuestro libro constituye un apéndice importante para completar el cuadro moral de la decadencia del pueblo de Dios; los acontecimientos relatados toman lugar entre los capítulos segundo y tercero de los Jueces; es decir en los últimos tiempos de los ancianos que siguieron a Josué. Era de suma importancia demostrar que si de un lado la decadencia había sido gradual, por el otro la ruina fue inmediata como irremediable, desde el momento en que Dios había confiado en manos de Su pueblo el deber de guardar las bendiciones primeras.
Las indicaciones que determinan la fecha del relato que presentan los capítulos 17 a 21 de la sección que abordamos, se hallan en tres pasajes. El primero, capítulo 18:1, indica que en aquel tiempo la tribu de los danitas “buscaba para sí posesión”; comparando este pasaje con Josué 19:47,47And the coast of the children of Dan went out too little for them: therefore the children of Dan went up to fight against Leshem, and took it, and smote it with the edge of the sword, and possessed it, and dwelt therein, and called Leshem, Dan, after the name of Dan their father. (Joshua 19:47) vemos que el relato empieza en la época cuando las doce tribus conquistaban cada una su posesión. El segundo pasaje (Jueces 18:1212And they went up, and pitched in Kirjath-jearim, in Judah: wherefore they called that place Mahaneh-dan unto this day: behold, it is behind Kirjath-jearim. (Judges 18:12)) se refiere a los seiscientos hombres de la familia de los danitas que “asentaron campo en Quiriat-jearim, en Judá, de donde aquel lugar fue llamado: campamento de Dan”; este lugar era muy conocido cuando el principio de la historia de Samsón y llevaba ya este nombre (Jueces 13:2525And the Spirit of the Lord began to move him at times in the camp of Dan between Zorah and Eshtaol. (Judges 13:25)). En el tercer texto, Jueces 20:28,28And Phinehas, the son of Eleazar, the son of Aaron, stood before it in those days,) saying, Shall I yet again go out to battle against the children of Benjamin my brother, or shall I cease? And the Lord said, Go up; for to morrow I will deliver them into thine hand. (Judges 20:28) se indica que “en aquellos días, Finees, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, ministraba delante de Dios”. Por estas indicaciones, el Espíritu de Dios nos muestra que los acontecimientos que forman este relato tuvieron lugar poco tiempo después de la muerte del sacerdote Eleazar mencionada en Josué 24:3333And Eleazar the son of Aaron died; and they buried him in a hill that pertained to Phinehas his son, which was given him in mount Ephraim. (Joshua 24:33). También podemos concluir por estos mismos datos que la historia de Samsón en el capítulo 16, tenía lugar cuando la juventud del profeta Samuel.
¿Por qué relatar al fin del libro de los Jueces lo que ha ocurrido en su principio? Importaba, estimado lector, como lo veremos a continuación, demostrar que Dios no concluye con la ruina del hombre sino con su restauración. Quería que un pueblo, Su pueblo, pudiera permanecer en Su presencia, una vez terminado el curso de los castigos infligidos, y “morar con ellos” (Apocalipsis 21:33And I heard a great voice out of heaven saying, Behold, the tabernacle of God is with men, and he will dwell with them, and they shall be his people, and God himself shall be with them, and be their God. (Revelation 21:3)). Además era necesario saber que la ruina del sacerdocio levítico estaba unida a la decadencia general del pueblo y que contribuyó a la misma. Todos estos grandes rasgos de la verdad, y muchos otros más, se hallan concentrados en los acontecimientos descritos en la sección que abordamos.
Con estos datos establecidos, pasemos al cuadro que nos ofrecen los capítulos 17 y 18 de nuestro libro. Israel estaba todavía en posesión de las bendiciones primeras, pero hundiéndose ya en la corrupción religiosa; además estos capítulos tienen un vínculo común, una frase que los caracteriza, repetida cuatro veces: “En estos días no había rey en Israel: cada uno hacía como mejor le parecía” (capítulo 17:6; 18:1; 19:1; 21:25). Pues en esos “días malos”, el estado moral del pueblo está descrito por dos hechos: el primero es que no había rey en Israel, es decir que el tiempo no había venido aun cuando el pueblo, desechando a Jehová, dijera: “Establece sobre nosotros un rey que nos juzgue como es usanza de todas las naciones” (1 Samuel 8:55And said unto him, Behold, thou art old, and thy sons walk not in thy ways: now make us a king to judge us like all the nations. (1 Samuel 8:5)). Hasta aquí, Israel había tenido a Jehová por rey; pero en esta altura de su historia, le había dado ya las espaldas: “No había rey en Israel”. El pueblo había abandonado el gobierno divino, a Jehová su rey; faltaba todavía manifestar sin reserva su deseo de ser gobernado como el mundo; hecho que aconteció en el tiempo de Samuel. Esta situación caracteriza igualmente la cristiandad; ella ha abandonado el gobierno directo del Señor, se ha establecido una autoridad humana como la tienen las naciones, y con la pretensión de ser “infalible”.
En segundo lugar, lo que caracterizaba este tiempo era el reinado de la libertad de conciencia: “Cada uno hacía lo que mejor le parecía”; cada uno pretendía tener por regla las luces de su libre albedrío, mientras que la verdadera luz, la Palabra de Dios, estaba puesta a un lado; no se hablaba de ella. ¿Es de extrañar si el relato que nos dan estos capítulos no ofrece ni un lugar donde el corazón pueda reposar en el seno de la ruina que se describe? Pero, así sabremos mejor, que nuestro único refugio en ese espantoso desbordamiento del mal, es sólo Dios.
¡Cuánto difieren estos tiempos de aquellos de Josué, cuando la voluntad de Dios era la única guía, la única autoridad en Israel; hacían “como Jehová había mandado a Moisés” para todo lo que emprendieran. Ahora bien, la conciencia del ser humano, pese a su valor inmenso, en realidad no es una guía para él sino un juez (Romanos 2:1515Which show the work of the law written in their hearts, their conscience also bearing witness, and their thoughts the mean while accusing or else excusing one another;) (Romans 2:15)); la diferencia es muy grande. A ese juez a quien no se escucha, el hombre pretende honrarle tomándole por guía. Pero esta conciencia, adormecida a veces, tan a menudo endurecida, y hasta cauterizada en ciertas cosas (1 Timoteo 4:22Speaking lies in hypocrisy; having their conscience seared with a hot iron; (1 Timothy 4:2)), ¿cómo puede conducir al hombre? ¿No tenía una conciencia Caín? ¿No le impidió matar a su hermano Abel? Veamos donde la libertad de conciencia ha llevado a Israel en estos tiempos; la idolatría había echado profundas raíces al lado de algunas formas religiosas que todavía conservaban el nombre de Jehová. Se dejaban conducir según el movimiento de su libre albedrío con tal de haber creído hacer bien; y en realidad se precipitaban en las más espantosas iniquidades. “Creer hacer bien” era la consigna entonces, como lo es hoy que sanciona hasta la apostasía de la cristiandad, como la sancionó la de Israel.