El capítulo que acabamos de meditar nos ha mostrado la preparación de un servidor para la obra a la cual Dios le destina: ahora en estos versículos nos son señalados los caracteres de aquellos que deben ir a la lucha con él. Gedeón ha logrado obtener un ejército de treinta y dos mil hombres de las tribus de Manasés, Aser, Zabulón y Neftalí: apenas el número suficiente para resistir a la multitud de estos saqueadores que han devastado el país durante siete años. Ahora debe llevar su tropa junto a la fuente de Harod, esto es fuente del temor. ¿No hubiera habido otro lugar mejor? Pero he aquí que Jehová le dice: “La gente que tienes contigo es demasiado numerosa para que entregue a Madián en mano de ellos” (versículo 2).
Cuando en tiempo de Josué, días de prosperidad material como moral, se trataba de combatir, todo Israel subía a la batalla: la unidad del pueblo era un hecho real, la única excepción a esta regla tuvo por resultado la derrota de los que, olvidando esta unidad, se lanzaron al combate (Josué 7:1-41But the children of Israel committed a trespass in the accursed thing: for Achan, the son of Carmi, the son of Zabdi, the son of Zerah, of the tribe of Judah, took of the accursed thing: and the anger of the Lord was kindled against the children of Israel. 2And Joshua sent men from Jericho to Ai, which is beside Beth-aven, on the east side of Beth-el, and spake unto them, saying, Go up and view the country. And the men went up and viewed Ai. 3And they returned to Joshua, and said unto him, Let not all the people go up; but let about two or three thousand men go up and smite Ai; and make not all the people to labor thither; for they are but few. 4So there went up thither of the people about three thousand men: and they fled before the men of Ai. (Joshua 7:1‑4)). En tiempo de decadencia cuando la unidad del pueblo no es ya un hecho real, Dios dice a Gedeón: “El pueblo que está contigo es mucho” —existe un peligro: el orgullo— “porque no se alabe Israel contra Mí diciendo: mi mano me ha salvado” (versículo 2). En el período de la ruina Dios debe combatir un factor importante de la misma, el que acabamos de nombrar: el orgullo —como lo son también el temor y la incredulidad— que proporcionaría a Su pueblo carnal cualquier parte en la obra.
La cristiandad actual se vanagloria del número de sus adherentes, cree ver en ellos un factor decisivo en la obra que realiza: si Dios produce algún bien, ella se lo atribuye: y como Laodicea, se glorifica: “Yo soy rico, estoy enriquecido, no tengo necesidad de ninguna cosa” (Apocalipsis 3:1717Because thou sayest, I am rich, and increased with goods, and have need of nothing; and knowest not that thou art wretched, and miserable, and poor, and blind, and naked: (Revelation 3:17)). Israel, y Gedeón también, debe aprender que no es su propio poder que los salvará del enemigo sino la pura gracia de Dios: por su desobediencia se ha puesto bajo esclavitud, pues por sus propias fuerzas no puede recobrar su libertad. El ejército de Gedeón, fuerte de treinta y dos mil hombres, debe pasar por el cedazo. Moisés lo había ya ordenado a Israel: “¿Quién es hombre medroso y tierno de corazón? Vaya y vuélvase a su casa, y no apoque el corazón de sus hermanos, como su corazón” (Deuteronomio 20:88And the officers shall speak further unto the people, and they shall say, What man is there that is fearful and fainthearted? let him go and return unto his house, lest his brethren's heart faint as well as his heart. (Deuteronomy 20:8)). Los temerosos y medrosos son aquellos que tienen algo que perder: una casa, una mujer, una viña. El que no tiene nada que perder puede ir a la lucha sin temor, con un corazón entero, sin pensar en lo que queda atrás.
Revestido del Espíritu de Jehová, Gedeón había hecho tocar la trompeta, ¿no podía pensar que Dios le había dado buenos guerreros? Contaba también con los refuerzos que iban a venir de otras tribus. Pero no conoce el corazón de los que han obedecido al toque de trompeta: es menester que se haga la prueba. Gedeón obedece a la Palabra de Dios y da la orden: “Quienquiera que sea miedoso y tembloroso, vuélvase”. Miles tras miles se alejan, su ejército queda amputado de veintidós mil hombres. Dios quiere luchadores con corazón íntegro, que no peligren ejercer una influencia deletérea sobre sus compañeros: “Ninguno que milita se embaraza con los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado”; “Aquellas cosas que me eran ganancia, las he tenido por pérdida por amor de Cristo” (2 Timoteo 2:44No man that warreth entangleth himself with the affairs of this life; that he may please him who hath chosen him to be a soldier. (2 Timothy 2:4); Filipenses 3:77But what things were gain to me, those I counted loss for Christ. (Philippians 3:7)). Estos veintidós mil se hallarán en el lugar donde se repartirá el botín, gozando los frutos de la victoria: pero eran incapaces de luchar.
¿Será esto lo que nos pasará a nosotros al llegar a la gloria junto con aquellos que dieron su vida para el Señor? Cobremos fuerza: Marcos, el compañero de Pablo y Bernabé quien había abandonado la obra en Perge, volvió a la lucha en Roma. Un Pablo en Corinto precisó fortalecerse en el Señor: en la cárcel de Jerusalem tuvo que renovar sus fuerzas, como también para la última batalla (2 Timoteo 4:1717Notwithstanding the Lord stood with me, and strengthened me; that by me the preaching might be fully known, and that all the Gentiles might hear: and I was delivered out of the mouth of the lion. (2 Timothy 4:17)). Los testigos de Dios deben todavía ostentar un tercer carácter: Dios los pone a nueva prueba para que por su actitud exterior, manifiesten que ningún obstáculo les pueda impedir la persecución del enemigo y conseguir la victoria. Dios habla nuevamente a Gedeón: “Aun es mucho el pueblo: llévalo a las aguas, y allí Yo te los probaré: y del que Yo te dijere: vaya este contigo, vaya contigo” (versículo 4).
Exteriormente Gedeón no parece perder confianza, hace descender el pueblo al agua, y todos se encorvan sobre sus rodillas para beber abundantemente del refrigerio que está a su disposición. Centenas tras centenas, miles tras miles están descartados para la lucha: en total nueve mil setecientos hombres. ¿Qué debe pensar Gedeón? Pero Dios había dicho: “Yo te los probaré”. Los trescientos que quedan, no teniendo otro fin que el de obtener la victoria, gustan el agua al pasar llevándola a su boca en el hueco de su mano, “como lame el perro”. No encuentran en esa “fuente del temor” sino un estímulo para ir a la lucha. “Del arroyo beberá en el camino; por lo cual levantará cabeza” (Salmo 110:77He shall drink of the brook in the way: therefore shall he lift up the head. (Psalm 110:7)): pues cuando el Señor bebía así después del monte de la transfiguración por ejemplo, el refrigerio gustado no le hizo sino poner Su rostro resueltamente vuelto hacia Jerusalem: mientras que un Pedro habría querido quedar arriba. El dulce acogimiento en la casa de Marta y María, unos días antes de Su sacrificio le hizo que marchara siempre hacia la cruz a dar Su vida para los que amaba.
Nada logra anular mejor la acción del cristiano en su testimonio como cuando quiere gozar de los bienes terrenales que se le ofrece en el camino: nuestro cristianismo actual dobla sus rodillas —no para orar— sino para tomar más cómodamente de las cosas de este mundo: y ve en los bienes terrenales el objeto y fin de su piedad. “El tiempo es corto”, escribe el apóstol, “los que se huelgan sean como los que no se huelgan, los que compran como los que no poseen”; “¿Es tiempo de tomar plata y de tomar vestido, olivares, viñas, ovejas, bueyes?” preguntó Eliseo a su siervo infiel (1 Corintios 7:2929But this I say, brethren, the time is short: it remaineth, that both they that have wives be as though they had none; (1 Corinthians 7:29); 2 Reyes 5:2626And he said unto him, Went not mine heart with thee, when the man turned again from his chariot to meet thee? Is it a time to receive money, and to receive garments, and oliveyards, and vineyards, and sheep, and oxen, and menservants, and maidservants? (2 Kings 5:26)).
Solamente trescientos lamieron el agua como el perro. Entre los diez mil de Gedeón, eran los abnegados y humildes también: demuestran una similitud con la mujer Sirofenisa del Evangelio: “Los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de su señor”; o con David o un Mefiboset, quienes tomaron el mismo lugar (1 Samuel 24:1515The Lord therefore be judge, and judge between me and thee, and see, and plead my cause, and deliver me out of thine hand. (1 Samuel 24:15); 2 Samuel 9:88And he bowed himself, and said, What is thy servant, that thou shouldest look upon such a dead dog as I am? (2 Samuel 9:8)). Dios quiere testigos valerosos, enteros, abnegados y humildes: estos reciben las bocinas, símbolo del testimonio. Jehová no espera que Gedeón se adelante a expresar su inquietud al verse casi abandonado, le asegura: “Con estos trescientos hombres que lamieron las aguas os salvaré de la mano de Madián” (versículo 7): para Dios este número es más que suficiente, ni aún lo necesitaría. Gedeón debe evidenciar que tiene fe en la Palabra de Dios: “Despide todo el resto del pueblo y retuvo aquellos trescientos hombres” (versículo 8).
¿Qué debe pensar Gedeón quedándose solo con su puñadito de guerreros? Quizás abrigara el pensamiento de que mientras despedía toda su gente, el grueso del ejército enemigo hubiese abandonado el terreno también. Pero no, una mirada hacia el valle le comprobó que todos estaban allí: “Tenía el campo de Madián abajo en el valle” (versículo 8). Y la orden de marcha es dada; “Y aconteció que aquella noche Jehová le dijo: levántate y desciende contra ese campamento”; Gedeón precisa fe en la promesa que sigue: “Porque Yo lo he entregado en tus manos” (versículo 9): “no andamos por vista”, dijo otro valiente guerrero.
Sin embargo Dios que conoce a Su siervo, quiere que haga todavía una experiencia personal que fortalecerá su fe para cumplir la orden. Gedeón el capitán no debía sentirse más valiente que los veintidós mil temerosos que habían abandonado el ejército: Jehová lo sabe, pues le habla cual un padre comprensivo a su hijo: “Si tienes temor de descender, baja tú con tu criado al campamento y oirás lo que hablan: entonces tus manos se esforzarán” (versículo 10). ¿Qué responde Gedeón? ¿Soy valiente, no tengo temor, aunque todos tengan miedo, “Mas no yo”? (Marcos 14:2929But Peter said unto him, Although all shall be offended, yet will not I. (Mark 14:29)). No tal: humildemente obedece, reconoce que es un miedoso: sin embargo en este momento Dios lo pone en presencia de sus enemigos, numerosos, mucho más numerosos de lo que tal vez se lo había imaginado: “Eran como langostas en muchedumbre, y sus camellos eran innumerables, como la arena que está a la ribera del mar” (versículo 12).
Pero allí Dios le hace oír las palabras que le comunican la energía necesaria. Al acercarse, oye a dos madianitas que conversaban en una tienda: “He aquí yo soñé un sueño”, dice uno al otro: “Veía un pan de cebada que rodaba hasta el campo de Madián y llegaba a las tiendas y las hería, de manera que caían y las volcaban de arriba abajo” (versículo 13). ¿Qué podría significar tal sueño? habría de preguntarse Gedeón. El compañero madianita enseguida ha encontrado la interpretación: “No es otra cosa sino la espada de Gedeón en cuya mano Dios ha entregado a Madián”. ¡Gedeón, este varón esforzado es comparado a un pan de cebada, y esto es la espada de Gedeón! ¡Bella espada para herir una multitud que no tiene número! En efecto, pero la espada de Gedeón es la de Jehová: y es en esto que reside todo su poder. ¡Cuántos son los que aprendieron esta bendita lección! “Yo seré en tu boca”, dice Jehová a Moisés quien temía presentarse ante Faraón; “No sois vosotros los que habláis sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros” (Mateo 10:2020For it is not ye that speak, but the Spirit of your Father which speaketh in you. (Matthew 10:20)).
En la oscuridad de la noche, sobrecogido en lo más hondo de su alma, al oír el sueño y su interpretación, Gedeón se prosterna (versículo 15). Días antes, después de haber hallado la paz con Dios, había construido un altar para adorar: luego había reedificado el altar de Jehová para dar testimonio ante el mundo de Ofra; aquí no construye ningún altar, pero sí, su ser entero se prosterna y adora. Vuelto al campamento de Israel, lleno de seguridad, sin titubeo ni temor, exclama: “Levantaos, que Jehová ha entregado en vuestra mano el campamento de Madián” (versículo 15); no dice: en mi mano, sino que da el honor de la victoria del que no se siente digno, a los que estima ser más valientes que él.