G. V. Wigram
Veo en la cruz el poder que suple todo para mí. Si me vuelvo a la cruz diciendo: “¡Cuán enteramente diferente soy yo a ese Cristo que murió allí!”, la respuesta es: Porque Ud. es así es la causa de que él muriera allí. ¿No fue la muerte de Cristo la expresión perfecta de la santidad de Dios? Todos los atributos perfectos de Dios brillan por la cruz de Cristo. Si Satán había puesto al hombre en una posición en la cual era imposible para que Dios le bendijese, y todo estaba destruido en conexión con el primer Adam, fue solamente para que todo cayese en las manos del postrer Adam. Todo fue efectuado en la cruz.
¡Ah! esa cruz es un lugar bajo, una cosa que extrae todo el orgullo del hombre. ¿Nunca ha sabido lo que es ser traído a la puerta de la muerte por el conflicto? Yo he sabido lo que es —pasando semana tras semana sin cerrar los ojos—, sencillamente porque quería yo hacer algo, y Cristo ya lo había hecho todo. Recibí la paz en esa cruz, diciéndome Dios: “Mi Hijo llevó todos tus pecados en Su cuerpo en el madero”. ¡Qué pensamiento! que el Salvador Ungido, hace mil novecientos años, sufriese todo por mí, y que era únicamente mi obstinada voluntad propia, deseando hacer algo, lo que me impedía obtener la paz en Él. No fue el sufrimiento que el mundo le dio, ni los clavos, la lanza —sino algo mucho más profundo—; la ira de Dios Él tuvo que sufrir, clavado en esa cruz, cuando exclamó: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué Me has desamparado?”. No se puede encontrar la cruz misma sobre la tierra ahora, pero el registro de ella está en el cielo. Dios la recuerda constantemente, por la presencia del Cordero que fue inmolado, a Su diestra.
Iremos al cielo con los rostros radiantes de gloria, capaces de ver hacia arriba, por causa de la cruz. ¡Quiera Dios que nunca encontremos nada en este mundo digno de pensar y de gloriarnos, ninguna cosa en que nuestras almas puedan descansar, excepto esa cruz!
El punto de vista más terrible en que se puede ver la religión del mundo, es, en lo que se conecta a sí misma con la cruz. ¿Se podrían tomar los sistemas eclesiásticos y poner la cruz allí y decir que toda la concupiscencia del ojo y de la carne y del mundo que están en ellos armonizan con la cruz?