La ofrenda de paz

Leviticus 3:1‑5; Leviticus 3:16‑17; Leviticus 7:11‑18; Leviticus 7:31‑34
Levítico 3:1-5,16-17; 7:11-18,31-341And if his oblation be a sacrifice of peace offering, if he offer it of the herd; whether it be a male or female, he shall offer it without blemish before the Lord. 2And he shall lay his hand upon the head of his offering, and kill it at the door of the tabernacle of the congregation: and Aaron's sons the priests shall sprinkle the blood upon the altar round about. 3And he shall offer of the sacrifice of the peace offering an offering made by fire unto the Lord; the fat that covereth the inwards, and all the fat that is upon the inwards, 4And the two kidneys, and the fat that is on them, which is by the flanks, and the caul above the liver, with the kidneys, it shall he take away. 5And Aaron's sons shall burn it on the altar upon the burnt sacrifice, which is upon the wood that is on the fire: it is an offering made by fire, of a sweet savor unto the Lord. (Leviticus 3:1‑5)
16And the priest shall burn them upon the altar: it is the food of the offering made by fire for a sweet savor: all the fat is the Lord's. 17It shall be a perpetual statute for your generations throughout all your dwellings, that ye eat neither fat nor blood. (Leviticus 3:16‑17)
11And this is the law of the sacrifice of peace offerings, which he shall offer unto the Lord. 12If he offer it for a thanksgiving, then he shall offer with the sacrifice of thanksgiving unleavened cakes mingled with oil, and unleavened wafers anointed with oil, and cakes mingled with oil, of fine flour, fried. 13Besides the cakes, he shall offer for his offering leavened bread with the sacrifice of thanksgiving of his peace offerings. 14And of it he shall offer one out of the whole oblation for an heave offering unto the Lord, and it shall be the priest's that sprinkleth the blood of the peace offerings. 15And the flesh of the sacrifice of his peace offerings for thanksgiving shall be eaten the same day that it is offered; he shall not leave any of it until the morning. 16But if the sacrifice of his offering be a vow, or a voluntary offering, it shall be eaten the same day that he offereth his sacrifice: and on the morrow also the remainder of it shall be eaten: 17But the remainder of the flesh of the sacrifice on the third day shall be burnt with fire. 18And if any of the flesh of the sacrifice of his peace offerings be eaten at all on the third day, it shall not be accepted, neither shall it be imputed unto him that offereth it: it shall be an abomination, and the soul that eateth of it shall bear his iniquity. (Leviticus 7:11‑18)
31And the priest shall burn the fat upon the altar: but the breast shall be Aaron's and his sons'. 32And the right shoulder shall ye give unto the priest for an heave offering of the sacrifices of your peace offerings. 33He among the sons of Aaron, that offereth the blood of the peace offerings, and the fat, shall have the right shoulder for his part. 34For the wave breast and the heave shoulder have I taken of the children of Israel from off the sacrifices of their peace offerings, and have given them unto Aaron the priest and unto his sons by a statute for ever from among the children of Israel. (Leviticus 7:31‑34)
El término “sacrificio de paz” transmite un pensamiento erróneo acerca de la ofrenda de la cual se habla en las Escrituras que hemos leído recién. Muchas personas dan por cierto de antemano que esta ofrenda tipifica a Cristo haciendo nuestra paz con Dios. Pero ese no es un pensamiento correcto. La ofrenda de paz es más bien un sacrificio de acción de gracias o alabanza. “Sacrificio de prosperidad”, como es traducido en Francés, expresa mejor el pensamiento. La ofrenda de paz tipifica nuestra comunión, como santos de Dios, en el terreno del valor de la obra y la sangre preciosas de Cristo delante de Dios —nuestra comunión con Dios mismo, nuestra comunión con el Señor Jesús, y nuestra comunión de unos con otros como sacerdotes de Dios—. Eso es lo que es presentado en la ofrenda de paz. Se trata realmente de una ofrenda o sacrificio de comunión, y la acción de gracias y la alabanza fluyen de manera natural de la comunión. Por consiguiente, nosotros tenemos esa expresión, “Si se ofreciere en acción de gracias” (Levítico 7:1212If he offer it for a thanksgiving, then he shall offer with the sacrifice of thanksgiving unleavened cakes mingled with oil, and unleavened wafers anointed with oil, and cakes mingled with oil, of fine flour, fried. (Leviticus 7:12)). Alabanza y acción de gracias fluyen necesariamente de la comunión. El terreno de todo ello es el valor de la obra de Cristo. Ese es, sin duda, el por qué nosotros encontramos en Levítico 3 que la ofrenda de paz está fundamentada, por así decirlo, sobre el holocausto.
¡Qué hermoso es eso! El holocausto, ustedes son conscientes, tipifica a Cristo ofreciéndose Él mismo a Dios en la muerte como olor grato, y en el lugar mismo donde Él por nosotros fue hecho pecado trayendo la gloria más plena a Dios. Allí ciertamente nosotros encontramos el fundamento para todos nuestros gozos, toda nuestra comunión, toda nuestra adoración, y toda nuestra alabanza. El fundamento de todo está en el holocausto.
Nosotros podríamos, aprovechando la ocasión, considerar una ilustración. Véase 2 Crónicas 7:1-3: “Y cuando Salomón hubo acabado de orar, el fuego descendió del cielo, y consumió el holocausto y los sacrificios” (2 Crónicas 7:1,1Now when Solomon had made an end of praying, the fire came down from heaven, and consumed the burnt offering and the sacrifices; and the glory of the Lord filled the house. (2 Chronicles 7:1) VM).
El holocausto fue ofrecido allí, y Dios indicó Su aceptación de él enviando fuego desde el cielo. Ese fue un retrato de Cristo ofreciéndose a Sí mismo como el holocausto verdadero, y Dios ha mostrado Su aceptación de Él y Su deleite en Él colocando a Cristo a Su diestra en gloria.
Entonces, cuando nosotros vemos ese sacrificio maravilloso del Señor Jesús, y conocemos el lugar en que Dios Le ha colocado en gloria, nosotros adoramos como los que son aceptados en todo el valor infinito de ese único sacrificio. Por lo tanto, el terreno en el cual nosotros somos adoradores es el sacrificio de Cristo como olor grato para Dios.
Hay otro pensamiento relacionado con la ofrenda de paz que debiéramos observar, y es que si bien esta ofrenda tipifica comunión y acción de gracias y adoración, estas cosas no son individuales, sino colectivas. Es muy bienaventurado ver que ellas están relacionadas con la mesa del Señor, y con nuestro lugar allí como adoradores. Estas cosas son sacadas a relucir muy clara y distintivamente en la ofrenda de paz.
Dicha ofrenda tipifica comunión, porque todas las personas involucradas participaban de la misma ofrenda. Dios tenía Su porción, el sacerdote tenía la suya, Aarón y sus hijos tenían las de ellos, y el resto del animal era comido por aquel que lo trajo, y los que estaban con él. Nos referiremos a los versículos que hablan de esto, para que ello pueda estar impreso en la mente: “Vianda es de ofrenda que se quema en olor grato a Jehová; toda la grosura es de Jehová” (Levítico 3:1616And the priest shall burn them upon the altar: it is the food of the offering made by fire for a sweet savor: all the fat is the Lord's. (Leviticus 3:16)). Especialmente “la grosura que cubre los intestinos” (Levítico 3:33And he shall offer of the sacrifice of the peace offering an offering made by fire unto the Lord; the fat that covereth the inwards, and all the fat that is upon the inwards, (Leviticus 3:3)); Pero toda la grosura era ofrecida a Dios sobre el altar. Era la parte de Dios del sacrificio; o, como está hermosamente expresado, “vianda (alimento) es de ofrenda que se quema en olor grato a Jehová”. ¿Alimento de quién? Alimento de Dios. Aquello de lo cual Él se podía alimentar, esa era la porción de Dios.
Levítico 7:3131And the priest shall burn the fat upon the altar: but the breast shall be Aaron's and his sons'. (Leviticus 7:31) nos presenta la relación. Nosotros vimos en Levítico 3 que toda la grosura era de Jehová, y encontramos aquí que “la grosura la hará arder el sacerdote en el altar, mas el pecho será de Aarón y de sus hijos” (Levítico 7:3131And the priest shall burn the fat upon the altar: but the breast shall be Aaron's and his sons'. (Leviticus 7:31)). Aarón y sus hijos tipifican siempre a los creyentes —a todos los creyentes en Cristo— no considerados como un cuerpo, sino considerados como sacerdotes individuales para Dios. Aarón, cuando está solo, es un tipo de Cristo. Léase Levítico 7:32-33: “Y daréis al sacerdote para ser elevada en ofrenda, la espaldilla derecha de vuestros sacrificios de paz. El que de los hijos de Aarón ofreciere la sangre de los sacrificios de paz, y la grosura, recibirá la espaldilla derecha como porción suya”.
Relacionando estos versículos nosotros descubrimos muy claramente, en primer lugar, que la grosura era de Dios, y era quemada sobre el altar en olor grato; en segundo lugar, que el pecho pertenecía a Aarón y sus hijos; y en tercer lugar, que la espaldilla derecha pertenecía al sacerdote oferente —un tipo del Señor Jesús—. Tal como dije anteriormente, el resto del animal era comido por aquel que lo trajo, y por sus amigos. Por lo tanto Dios, el sacerdote oferente, y Aarón y sus hijos, y la persona que trajo el animal en sacrificio, todos se alimentaban de la misma cosa —del mismo animal—. Ello llega a ser, por consiguiente, un tipo muy sencillo de la comunión con Dios, y con el Señor Jesucristo —el Sacerdote oferente— y de unos con otros como creyentes. Podríamos añadir, con toda la Iglesia; dado que cuando nosotros pensamos en nuestras alegrías, nuestras bendiciones, nuestra comunión, nuestra alabanza, nuestra adoración —si ellas son realmente en el poder del Espíritu Santo— todos los santos están necesariamente incluidos, porque ellos tienen una salvación común, una porción común, y alegrías comunes.
Pasaremos ahora a un pasaje en 1 Corintios, a fin de obtener un entendimiento más claro del tema (1 Corintios 10:15-2015I speak as to wise men; judge ye what I say. 16The cup of blessing which we bless, is it not the communion of the blood of Christ? The bread which we break, is it not the communion of the body of Christ? 17For we being many are one bread, and one body: for we are all partakers of that one bread. 18Behold Israel after the flesh: are not they which eat of the sacrifices partakers of the altar? 19What say I then? that the idol is any thing, or that which is offered in sacrifice to idols is any thing? 20But I say, that the things which the Gentiles sacrifice, they sacrifice to devils, and not to God: and I would not that ye should have fellowship with devils. (1 Corinthians 10:15‑20)): “Como a sabios os lo digo; juzgad de lo que digo. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Porque habiendo un solo pan, nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo; porque todos participamos de aquel pan, que es uno solo. Mirad a Israel, al que lo es según la carne. ¿Acaso los que comen de los sacrificios, no tienen comunión con el altar? ¿Qué digo pues? ¿que lo que se ofrece en sacrificio a los ídolos es algo? ¿o que el ídolo mismo es algo? Al contrario, digo que las cosas que los gentiles ofrecen en sacrificio, a los demonios las sacrifican, que no a Dios: y no quiero que tengáis comunión con los demonios” (1 Corintios 10:15-20,15I speak as to wise men; judge ye what I say. 16The cup of blessing which we bless, is it not the communion of the blood of Christ? The bread which we break, is it not the communion of the body of Christ? 17For we being many are one bread, and one body: for we are all partakers of that one bread. 18Behold Israel after the flesh: are not they which eat of the sacrifices partakers of the altar? 19What say I then? that the idol is any thing, or that which is offered in sacrifice to idols is any thing? 20But I say, that the things which the Gentiles sacrifice, they sacrifice to devils, and not to God: and I would not that ye should have fellowship with devils. (1 Corinthians 10:15‑20) VM).
En el versículo 18 nosotros leemos, “Mirad a Israel, al que lo es según la carne. ¿Acaso los que comen de los sacrificios, no tienen comunión con el altar?”. Yo pienso que muchos del pueblo del Señor leen este versículo sin pensar a qué se refiere. Este versículo se refiere, sin duda, a la ofrenda de paz; así que entonces, a menos que la ofrenda sea entendida, nosotros no podemos entender 1 Corintios 10:1818Behold Israel after the flesh: are not they which eat of the sacrifices partakers of the altar? (1 Corinthians 10:18). Tampoco podemos entender acerca de qué está hablando el Apóstol en los otros versículos. Por eso que yo los leo en relación con esta ofrenda en Levítico. Nosotros leemos, “los hijos de Aarón harán arder esto en el altar, sobre el holocausto que estará sobre la leña encendida; es ofrenda de olor grato para Jehová” (Levítico 3:5,5And Aaron's sons shall burn it on the altar upon the burnt sacrifice, which is upon the wood that is on the fire: it is an offering made by fire, of a sweet savor unto the Lord. (Leviticus 3:5) RVR1977).
Nosotros hemos visto que el holocausto habla de esa obra maravillosa en la cual Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios sin mancha. En el lugar mismo en que Él por nosotros fue hecho pecado, Él quitó nuestros pecados, así que todos ellos han desaparecido para siempre delante de Dios; y nosotros, como creyentes, podemos añadir, «Y nosotros mismos, como hijos de Adán, hemos desaparecido también». ¿Qué queda? Nada más que un olor grato de lo que ese sacrificio fue para Dios, y que en eso nosotros mismos nos encontramos aceptados; en otras palabras, no se trata de nuestros pensamientos, de nuestra apreciación de la obra de Cristo, o de cómo la valoramos, sino que la verdad bienaventurada es que si usted es el creyente en el Señor Jesucristo más débil, el más desfallecido —uno que ha quitado sólo una vez la mirada de sí mismo para mirar a Cristo como Salvador— es cierto acerca de usted en este momento que usted es aceptado delante de Dios según Su estimación de todo el valor infinito de la obra del Señor Jesús en la cruz. Poco podemos, usted y yo, involucrarnos o entenderlo, y no obstante esa es la verdad bienaventurada. ¿Varía alguna vez la aceptabilidad de Cristo? ¿Cambia alguna vez el olor grato? Nunca. Tampoco Su aceptación cambia jamás, querido creyente en Cristo. El olor grato, el aroma fragante, es ahora tan nuevo delante de Dios como lo fue cuando Cristo mismo se ofreció; y en aquel olor grato usted y yo nos encontramos delante de Dios. Este es el terreno de nuestra paz.
No necesito decir que a menos que una persona tenga paz con Dios, a menos que todo asunto acerca del pecado esté resuelto, no puede haber comunión alguna, ninguna adoración en espíritu y en verdad. El terreno de todo ello es el valor de la obra del Señor Jesús —toda Su eficacia ante los ojos de Dios—. Quizás la razón del por qué muchos cristianos parecen no tener mucho corazón o inclinación a involucrarse en la Palabra de Dios, y buscar las cosas preciosas contenidas en ella —parecen no estar muy interesados en lo que concierne a los intereses del Señor, y lo que el Señor es en Su propia persona— es, en nueve de diez casos, porque ellas no tienen paz con Dios realmente; el gran asunto de sus pecados no ha sido resuelto jamás. Por consiguiente, cuando estas personas vienen a la presencia de Dios, o piensan acerca de las cosas de la eternidad, la pregunta está surgiendo siempre en sus mentes, «¿Soy yo aceptado realmente después de todo? ¿Soy yo un hijo de Dios real y verdaderamente? ¿O me he estado engañando a mí mismo todo este tiempo?». Un alma semejante no es libre para ocuparse de los pensamientos de Dios acerca de Cristo, no está en libertad de ocuparse del propio bendito Señor. Un alma semejante tiene que pensar necesariamente acerca de ella misma, de su aceptación; y por eso que su primera gran pregunta es, «¿Soy yo apto para estar en la serena luz de la presencia de Dios, en esa gloria donde ni un solo rastro de pecado puede ser encontrado? ¿Puedo yo estar de pie allí? ¿Puedo sentirme cómodo allí?». Si nosotros, cualquiera de nosotros, nos consideramos a nosotros mismos, todos debemos confesar que no podemos estar de pie ni por un momento; pero si quitamos la mirada de nosotros mismos, y vemos a Cristo ofreciéndose a Sí mismo a Dios, nosotros oímos las palabras bienaventuradas, “y será aceptado para expiación suya” (Levítico 1:44And he shall put his hand upon the head of the burnt offering; and it shall be accepted for him to make atonement for him. (Leviticus 1:4)). Nos enteramos de que el asunto de nuestros pecados fue resuelto en la cruz y ellos fueron borrados allí, y que nada queda ahora sino el olor grato del sacrificio, y que nosotros estamos delante de Dios según el valor infinito que Él adjudica a la obra de Cristo. ¡Qué paz eso da!
“Y el sacerdote hará arder esto sobre el altar; vianda es de ofrenda que se quema en olor grato a Jehová; toda la grosura es de Jehová” (Levítico 3:1616And the priest shall burn them upon the altar: it is the food of the offering made by fire for a sweet savor: all the fat is the Lord's. (Leviticus 3:16)).
La grosura, especialmente la que cubría los intestinos, como se dice en Levítico 3:3,3And he shall offer of the sacrifice of the peace offering an offering made by fire unto the Lord; the fat that covereth the inwards, and all the fat that is upon the inwards, (Leviticus 3:3) era de Jehová. La grosura significa la energía de la voluntad interior. Cuando la voluntad está en oposición a Dios, dispuesta contra Él, la Escritura llama a eso ‘pecado’. El hecho mismo de que nosotros tenemos una voluntad propia independiente es pecado. Eso es lo que se quiere decir en 1 Juan 3:4,4Whosoever committeth sin transgresseth also the law: for sin is the transgression of the law. (1 John 3:4) versículo que no está traducido correctamente en nuestra versión de la Biblia en Español (RVR60). Me alegro, sin embargo, ver que está traducido correctamente en la ‘Biblia de Jerusalén’: “Todo el que comete pecado comete también la iniquidad, pues el pecado es la iniquidad ... ”.
La lectura correcta es “El pecado es iniquidad”. Es iniquidad disponer nuestra voluntad propia en oposición a Dios. Esa es la razón por la cual yo digo que si cualquiera de nosotros tuviese una voluntad independiente de la voluntad de Dios, eso, en sí mismo, es pecado. Por eso que Dios reclama toda la grosura para Él mismo, porque si la voluntad no pertenece a Dios, ello es pecado; no es la voluntad de Dios. El Señor Jesús pudo decir, “he descendido del cielo, no para hacer Mi voluntad, sino la voluntad del que Me envió” (Juan 6:3838For I came down from heaven, not to do mine own will, but the will of him that sent me. (John 6:38)). “¡He aquí que vengo”, Él dijo, “oh Dios, para hacer Tu voluntad!”. Él vino a cumplir la voluntad de Dios a toda costa para Él mismo, aunque Le llevase hasta la muerte, y muerte de cruz. Él no retrocedió incluso en el huerto de Getsemaní, donde Él oró, “Padre Mío, si es posible, pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú” (Mateo 26:3939And he went a little further, and fell on his face, and prayed, saying, O my Father, if it be possible, let this cup pass from me: nevertheless not as I will, but as thou wilt. (Matthew 26:39)). Toda la grosura fue de Jehová; todo subió a Dios como olor grato. La energía de esa voluntad del Señor Jesús estuvo perfectamente de acuerdo con la voluntad de Dios. Esa es una expresión hermosa en Levítico 3:16: “vianda es de ofrenda que se quema en olor grato”. ¡Cuánto está involucrado en estas pocas palabras! —la vianda, el alimento de Dios—. ¿Dónde fue hecha la ofrenda? En la cruz. ¿Cómo fue ella hecha arder? La prueba del juicio de Dios fue allí, y mientras más Cristo era probado, más fue sacada a relucir la perfección de Aquel bendito que vino a hacer solamente la voluntad de Dios. Dios encontró Su vianda, Su alimento, en Jesús; Él pudo alimentarse de Él, Él pudo deleitarse en Él; y nosotros podemos decir, «Nunca fue Él más el objeto del deleite o complacencia de Su Padre que cuando Él fue hasta la muerte por nuestros pecados, cuando fue abandonado por Dios en la cruz»; porque la Escritura jamás dice, como algunas personas dicen, que el Padre abandonó a Cristo. Él dijo, “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué Me has desamparado?” (Mateo 27:4646And about the ninth hour Jesus cried with a loud voice, saying, Eli, Eli, lama sabachthani? that is to say, My God, my God, why hast thou forsaken me? (Matthew 27:46)). Yo supongo que la única vez que Él usó esa expresión antes de Su resurrección fue cuando Él estuvo en la cruz, cuando Él tomó el lugar del pecador delante de un Dios santo; pero, personalmente, Él nunca fue más un olor grato que en aquel momento.
El sacrificio de Cristo nos ha situado en la gloria de Dios sin una falta, y esa gloria puede escudriñarnos completamente y no hallar ni una sola mancha o arruga. ¿Por qué? Porque nosotros estamos allí en todo el valor de la obra de Cristo; y si Dios fuese a encontrar una mancha sobre uno que está delante de Él en el terreno del valor de la obra de Cristo, Él tendría que decir que la obra no fue perfecta. Él tendría que decir, «El valor del sacrificio no es suficiente; ha limpiado algunos pecados, pero no todos». ¿Podría Dios decir eso alguna vez? Mientras más estamos en la luz de la gloria, más ello hace evidente cuán limpios estamos, porque hemos sido lavados en la sangre preciosa de Cristo. “Vianda es de ofrenda que se quema en olor grato a Jehová; toda la grosura es de Jehová” (Levítico 3:1616And the priest shall burn them upon the altar: it is the food of the offering made by fire for a sweet savor: all the fat is the Lord's. (Leviticus 3:16)). Todo Le pertenecía. ¿Acaso no es un pensamiento muy bienaventurado para nosotros pensar que aquello en lo que Dios encuentra Su principal deleite —ese sacrificio maravilloso— es la obra misma que nos ha situado sin mancha en la presencia de Su gloria?
Consulten ahora Levítico 7: “Y la grosura la hará arder el sacerdote en el altar, mas el pecho será de Aarón y de sus hijos” (Levítico 7:3131And the priest shall burn the fat upon the altar: but the breast shall be Aaron's and his sons'. (Leviticus 7:31)).
Tal como hemos visto, esta era la vianda (alimento) de la ofrenda quemada en olor grato. Nosotros relacionaremos esto con la mesa del Señor. Es allí donde nuestra adoración debiese fluir. Nuestra comunión debiese ser manifiesta cuando nos reunimos allí alrededor del bendito Señor mismo, con los memoriales de Su muerte delante de nosotros —Su cuerpo entregado y Su sangre derramada mostrando que la redención ha sido realizada—. Ciertamente si hay cualquier lugar donde nosotros podemos adorar, debiese ser allí. Leemos en 1 Corintios 10, “El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” (1 Corintios 10:1616The cup of blessing which we bless, is it not the communion of the blood of Christ? The bread which we break, is it not the communion of the body of Christ? (1 Corinthians 10:16)). Pues bien, yo pienso que muchísimos del pueblo del Señor leen ese versículo sin pensar realmente qué significa. Yo he oído a un hermano pedir al Señor en oración que el pan que partimos pudiese ser la comunión del cuerpo de Cristo para nuestras almas. El Apóstol no dice, «Que el pan que partimos pueda ser la comunión del cuerpo de Cristo»; él dice, “El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?”. “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo?”. Y él se refiere después a las ofrendas bajo la ley de Levítico 7. Él dice, “Mirad a Israel según la carne; los que comen de los sacrificios, ¿no son partícipes del altar [o, no están en comunión con el altar]?” (1 Corintios 10:1818Behold Israel after the flesh: are not they which eat of the sacrifices partakers of the altar? (1 Corinthians 10:18)). Las palabras “comunión de” y “partícipes de” son dos traducciones diferentes de una expresión en el original. La palabra es usada también en conexión con los sacrificios paganos; eso es de lo que el Apóstol está hablando aquí —“no quiero que vosotros os hagáis partícipes [tengáis comunión] con los demonios” (1 Corintios 10:2020But I say, that the things which the Gentiles sacrifice, they sacrifice to devils, and not to God: and I would not that ye should have fellowship with devils. (1 Corinthians 10:20)).
Pero cuán bienaventurado es saber que se trata de la comunión del cuerpo de Cristo. ¿Qué significa eso? ¿Tiene usted alguna vez el pensamiento cuando parte el pan en la cena del Señor? Yo creo que ello significa esto: que usted, mediante ese acto, profesa delante de todos los ángeles y principados, espíritus ministradores y potestades, que usted está identificado delante de Dios con todo el valor de la obra del Señor Jesús cuando Él se ofreció a Sí mismo a Dios como olor grato; que usted está identificado con el valor del sacrificio sobre el altar; que usted está en comunión con el Dios al cual dicho sacrificio fue ofrecido, y con el Señor Jesús el cual se ofreció a Sí mismo. La misma cosa es aplicable a la copa. El que bebe de la copa dice, mediante ese acto, «Yo estoy identificado para toda la eternidad con el valor ante los ojos de Dios de la sangre preciosa de Cristo, la cual fue derramada por mí». Por lo tanto, aunque el pan permanece siendo pan, y el vino permanece siendo vino, no es como comer un pedazo de pan o beber vino en casa.
Si ello no es como yo digo, ¿qué es? Solamente una forma vacía, una mera profesión, una realidad no existente; y si usted lee Levítico 7:1515And the flesh of the sacrifice of his peace offerings for thanksgiving shall be eaten the same day that it is offered; he shall not leave any of it until the morning. (Leviticus 7:15) usted verá que cualquier adoración aparte del sacrificio de Cristo es solamente una abominación para Dios.
“Y la carne del sacrificio de paz en acción de gracias se comerá en el día que fuere ofrecida; no dejarán de ella nada para otro día”. Si él lo dejaba, ¿qué sucedía? Lea Levítico 7:18: “Si se come parte de la carne del sacrificio de paz al tercer día, el que lo ofrezca no será aceptado, ni le será tenido en cuenta. Eso será considerado inmundo, y la persona que coma de ella cargará con su culpa” (Levítico 7:18,18And if any of the flesh of the sacrifice of his peace offerings be eaten at all on the third day, it shall not be accepted, neither shall it be imputed unto him that offereth it: it shall be an abomination, and the soul that eateth of it shall bear his iniquity. (Leviticus 7:18) RVA).
Si alguna adoración o alabanza a Dios no está relacionada con el valor de la obra de Su Hijo, ello es sencillamente una abominación ante Sus ojos. En otras palabras, las personas que nunca han sido lavadas en la sangre preciosa de Cristo no son aceptadas como adoradores delante de Dios. No existe nada acerca de lo que Dios es tan celoso como la manera en que Él es adorado, y eso es generalmente la última cosa en la que un cristiano piensa. «Con tal que seamos salvos, y lleguemos al cielo», ellos dicen, «tiene muy poca importancia el hecho de cómo adoramos a Dios; es una cosa del todo secundaria». Pero cuando Nadab y Abiú ofrecieron fuego extraño, delante de Jehová, ellos murieron debido a que no se acercaron de la manera en que Dios había ordenado. ¿Y qué dijo Moisés?
Para una persona no convertida, pretender adorar a Dios es, al igual que Caín, ignorar el pecado y el hecho de que dicha persona es una criatura caída. Cuando nosotros estamos reunidos alrededor de la mesa del Señor, el pan que partimos es la comunión del cuerpo de Cristo. Nosotros estamos allí reunidos al nombre del Señor. Identificados como creyentes verdaderos en todo el valor de ese sacrificio único, cuyo olor grato está delante de Dios en toda su frescura, aceptados sin mancha delante de Él en la luz de Su presencia. Nosotros sabemos que somos aptos para estar allí “con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz” (Colosenses 1:1212Giving thanks unto the Father, which hath made us meet to be partakers of the inheritance of the saints in light: (Colossians 1:12)). Dios encuentra deleite en ese sacrificio maravilloso; nosotros, en nuestra pobre y débil medida, encontramos deleite en él también. Y vemos el amor que dio el Hijo, y vemos la eficacia maravillosa de ese sacrificio, y qué olor grato fue para Dios; y entonces encontramos que la cosa misma en la que Dios encuentra deleite nos ha situado, sin una mancha, en Su propia presencia santa. Esto, ciertamente, extraerá alabanza y adoración del corazón —no una oración para pedir al Señor que pueda haber adoración— eso es confesar que no hay allí adoración alguna. Cuando nosotros nos ocupamos de Cristo y Su hermosura, la acción de gracias y la alabanza deben fluir; no podemos evitarlo.
¿Acaso no piensan ustedes —y lo presento a aquellos que han tenido una experiencia por más tiempo que yo— que es un error suponer que nosotros vamos a la mesa del Señor a adorar porque nos ocupamos de la adoración en lugar de ocuparnos del Señor? ¿Para qué vamos? Los discípulos se reunieron para partir el pan. Ellos no vinieron para tener una reunión de adoración, o para tener un servicio religioso; ellos vinieron a partir el pan, a recordar al Señor en la muerte. “Haced esto”, dice el Señor, “en memoria de Mí” (Lucas 22:1919And he took bread, and gave thanks, and brake it, and gave unto them, saying, This is my body which is given for you: this do in remembrance of me. (Luke 22:19)). Si Le recordamos, nosotros pensamos en esa obra; pensamos en la vianda de Dios de la ofrenda, de Su deleite en ella; pensamos en todos sus resultados infinitos, y la gloria que está por venir; y no podemos evitar regocijarnos, como consecuencia de nuestra bendición. De modo que acción de gracias y alabanza deben fluir. Esa es la parte de Dios; nuestra parte es mencionada en Levítico 7:31: “Y la grosura la hará arder el sacerdote en el altar, mas el pecho será de Aarón y de sus hijos”.
Aarón y sus hijos tipifican a todos los creyentes. El pecho era la porción de ellos. ¿De qué nos habla el pecho? El lugar del afecto, y el amor inefable del Señor Jesús a nosotros es nuestra porción para siempre. Nosotros debemos recordar siempre que el bendito Señor Jesús ama a todo Su pueblo. Nosotros decimos individualmente, Él “me amó y se entregó a Sí mismo por mí” (Gálatas 2:2020I am crucified with Christ: nevertheless I live; yet not I, but Christ liveth in me: and the life which I now live in the flesh I live by the faith of the Son of God, who loved me, and gave himself for me. (Galatians 2:20)); pero colectivamente decimos, Él “amó a la iglesia, y se entregó a Sí mismo por ella” (Efesios 5:2525Husbands, love your wives, even as Christ also loved the church, and gave himself for it; (Ephesians 5:25)). Fue amor lo que Le llevó a descender del cielo, desde esa gloria que Él tenía con Su Padre antes que el mundo existiera (Juan 17:55And now, O Father, glorify thou me with thine own self with the glory which I had with thee before the world was. (John 17:5)). Aun en aquel entonces Sus delicias eran con los hijos de los hombres (Proverbios 8:3131Rejoicing in the habitable part of his earth; and my delights were with the sons of men. (Proverbs 8:31)). El amor Le trajo al pesebre, y Le condujo a través de este mundo hasta que Él llegó a la cruz, y llegó allí para entregarse a Sí mismo por nosotros. Y está bien mencionar que las palabras del Señor en la última cena, en cuanto al pan y el vino, fueron más expresivas de lo que Su obra fue para nosotros, que el aspecto relacionado con el holocausto de ella, lo que era para Dios. “Esto es Mi cuerpo”, Él dijo, “que por vosotros es dado; haced esto en memoria de Mí” (Lucas 22:1919And he took bread, and gave thanks, and brake it, and gave unto them, saying, This is my body which is given for you: this do in remembrance of me. (Luke 22:19)). Porque en la cena del Señor no es ciertamente tanto la doctrina lo que nos ocupa; se trata del ejercicio del corazón y los afectos cuando recordamos a Aquel que se entregó a Sí mismo por nosotros. Nosotros pensamos en todo el amor del Señor Jesús entregándose a Sí mismo de este modo, y lo recordaremos para siempre. Nosotros lo conoceremos en toda su plenitud cuando Le veremos tal como Él es (1 Juan 3:22Beloved, now are we the sons of God, and it doth not yet appear what we shall be: but we know that, when he shall appear, we shall be like him; for we shall see him as he is. (1 John 3:2)), cuando Le contemplaremos en toda Su gloria y hermosura, cuando Le contemplaremos allí, la plenitud de la Deidad habitando en Él corporalmente (Colosenses 2:99For in him dwelleth all the fulness of the Godhead bodily. (Colossians 2:9)), y la gloria de Dios resplandeciendo de Su faz. Nosotros nos inclinaremos delante de Él en adoración, y podremos decir individualmente, Él “me amó y se entregó a Sí mismo por mí” (Gálatas 2:2020I am crucified with Christ: nevertheless I live; yet not I, but Christ liveth in me: and the life which I now live in the flesh I live by the faith of the Son of God, who loved me, and gave himself for me. (Galatians 2:20)). “El pecho será de Aarón y de sus hijos” (Levítico 7:3131And the priest shall burn the fat upon the altar: but the breast shall be Aaron's and his sons'. (Leviticus 7:31)). ¡Ah! Nosotros nunca lo olvidaremos; por el contrario, el recuerdo de ello se intensificará cuando estemos en la gloria —¡esa bendita, bienaventurada realidad!— Él nos amó, Él se entregó a Sí mismo por nosotros. Aun ahora nosotros decimos, “Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con Su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, Su Padre; a Él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén” (Apocalipsis 1:5-65And from Jesus Christ, who is the faithful witness, and the first begotten of the dead, and the prince of the kings of the earth. Unto him that loved us, and washed us from our sins in his own blood, 6And hath made us kings and priests unto God and his Father; to him be glory and dominion for ever and ever. Amen. (Revelation 1:5‑6)). Lo decimos ahora; cuánto más cuando estaremos en la gloria, ¡y semejantes a Él! (1 Juan 3:22Beloved, now are we the sons of God, and it doth not yet appear what we shall be: but we know that, when he shall appear, we shall be like him; for we shall see him as he is. (1 John 3:2)).
Hemos visto, por tanto, que Dios tiene Su parte, y que nosotros tenemos nuestra parte, en el sacrificio de Cristo. Pero hay Otro que tendrá Su parte también, y ese es Aquel que ocasionó toda esta bendición —el propio Señor Jesús—. Nosotros encontramos el tipo de esto en Levítico 7:33: “El que de los hijos de Aarón ofreciere la sangre de los sacrificios de paz, y la grosura, recibirá la espaldilla derecha como porción suya”.
El sacerdote oferente es un tipo del Señor Jesús, el cual se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios. Él debe tener Su parte, sin duda, en todos estos bienaventurados comunión, gozo, y adoración, porque es por medio de Él que todo ha ocurrido, tal como estuvimos cantando —«Todo nuestro gozo en la tierra, en el cielo, nosotros lo debemos a Tu sangre».1
El Señor Jesús —es hermoso y bienaventurado pensar en ello— encuentra Su gozo y Su delicia, aun ahora, al ver el fruto de la aflicción de Su alma. Cuán poco pensamos, cuando estamos reunidos alrededor de la mesa del Señor, en el gozo del Señor por tenernos reunidos alrededor de Él; y cuando nosotros estaremos en la eternidad, cuando seremos semejantes a Él, y cuando Él verá plenamente el fruto de la aflicción de Su alma, y quede satisfecho, ¡qué gozo Él tendrá entonces! Si nosotros hemos hecho alguna obra que nos ha costado una gran cantidad de dolores y problemas, quedamos satisfechos al ver el resultado de nuestro trabajo. ¿Acaso ustedes no piensan que el Señor Jesús tiene gozo al ver el resultado de Su obra? ¿No somos nosotros el resultado de Su obra? ¡Qué gozo debe Él tener al vernos reunidos a Su alrededor para recordarle! Y cuando estamos congregados así, y, de hecho, en todo momento, nosotros debiésemos vernos y ver a nuestros prójimos creyentes tal como Él nos ve; es decir, en todo el valor de Su obra, y aceptación en Él mismo delante de Dios.
Yo no puedo dejar este tema sin referirme a un pasaje ilustrativo en el Evangelio de Mateo, capítulo 26, versículo 29. Este pasaje está relacionado también con la cena del Señor. El Señor dijo, “No beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de Mi Padre”.
Nosotros leemos también acerca del reino del Padre en Mateo 13 “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (Mateo 13:4343Then shall the righteous shine forth as the sun in the kingdom of their Father. Who hath ears to hear, let him hear. (Matthew 13:43)). Se trata del aspecto celestial del reino. Habrá el aspecto terrenal de este reino; pero el aspecto celestial de él será la magnífica gloria, tal como Pedro la denomina (2 Pedro 1:1717For he received from God the Father honor and glory, when there came such a voice to him from the excellent glory, This is my beloved Son, in whom I am well pleased. (2 Peter 1:17)). El vino es un tipo del gozo. ¿Qué quiere el Señor decir cuando dice que Él lo beberá nuevo en el reino de Su Padre? Él quiere decir que no se trata del gozo de la tierra; se trata del nuevo gozo que pertenece a aquel lugar de bendición al cual Él nos ha llevado. Hay dos pequeñas palabras en este versículo que yo pienso que son muy bienaventuradas —“con vosotros”—. Lo beba nuevo con vosotros “en el reino de Mi Padre”. Él compartirá el gozo con nosotros en aquel día de gloria. Y el Padre tendrá Su gozo cuando Él nos vea bendecidos como Sus hijos amados, santos y sin mancha delante de Él en amor, conforme a Su propio corazón, y según Su propio consejo antes incluso de que el pecado entrase (Efesios 1:3-43Blessed be the God and Father of our Lord Jesus Christ, who hath blessed us with all spiritual blessings in heavenly places in Christ: 4According as he hath chosen us in him before the foundation of the world, that we should be holy and without blame before him in love: (Ephesians 1:3‑4)). El Señor podrá decir entonces, en el lenguaje del “Cantar de los cantares de Salomón”, “Mi vino y mi leche he bebido. Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados” (Cantares 5:11I am come into my garden, my sister, my spouse: I have gathered my myrrh with my spice; I have eaten my honeycomb with my honey; I have drunk my wine with my milk: eat, O friends; drink, yea, drink abundantly, O beloved. (Song of Solomon 5:1)). En aquel día no tendremos necesidad de tener nuestros lomos ceñidos; no tendremos necesidad de estar velando; no habrá peligro alguno de ser contaminado; sino que compartiremos en esos gozos eternos que el Señor nos suministrará con Sus propias manos. Él hará que nos sentemos a la mesa, y saldrá y vendrá a servirnos.
Pero, hermanos amados, nosotros no estamos obligados a esperar hasta que lleguemos al cielo para disfrutar esas cosas. Podemos comenzar aquí; y la mesa del Señor, ciertamente, está relacionada íntimamente con todas estas cosas. Cuando estamos reunidos alrededor de Él, nosotros pensamos en el cuerpo de Cristo entregado por nosotros, en el amor que nos habla, en el derramamiento de la sangre de lo cual la copa nos recuerda. “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” (1 Corintios 10:1616The cup of blessing which we bless, is it not the communion of the blood of Christ? The bread which we break, is it not the communion of the body of Christ? (1 Corinthians 10:16)).
Que el Señor pueda concedernos que, cuando nos reunimos alrededor de Él, participemos en todo ello en el poder pleno, sin estorbo, del Espíritu Santo. No necesitamos pensar acerca de la adoración. Estamos seguros de adorar si nuestros corazones están llenos con Cristo, y con el recuerdo de lo que Él ha hecho mediante esa ofrenda única, cuando Él se ofreció a Sí mismo sin mancha en olor grato a Dios.
 
1. [N. del T.]: Traducción libre del inglés al español de parte de la quinta estrofa del himno “Praise ye the Lord, again, again”, compuesto por Mary Bowley (Mrs. Peters) (1813-1856).