La Televisión: ¿Debe tener lugar en el hogar del cristiano?

Table of Contents

1. La Televisión: ¿Debe Tener Lugar En El Hogar Del Cristiano?

La Televisión: ¿Debe Tener Lugar En El Hogar Del Cristiano?

Sentimos la obligación de examinar el asunto de televisión en el hogar, y sobre todo, como afecta al cristiano. Con el rápido crecimiento de este último gigante del mundo del entretenimiento, y con el aumento de la propaganda para que los cristianos abran sus hogares a esta obra maestra de la invención humana, creemos que debemos enfrentarnos al asunto cara a cara.
En cuanto a eso, sería apropiado referirnos a una pregunta que hizo una vez el profeta Isaías frente al rey Ezequías: “¿Qué vieron en tu casa?” (2º Reyes 20:15). Este medio moderno de comunicación traerá al hogar una variedad de escenas o imágenes como alimento cotidiano para sus habitantes y huéspedes. ¿Será para la gloria de Dios? ¿Aumentará nuestra ocupación con las cosas celestiales? ¿Será un medio para ayudarnos a crecer en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo? ¿O será una cosa más para distraernos del Único que es digno de nuestra ocupación principal?
Quizás la mayor amenaza en cuanto a la televisión tiene que ver con la niñez y la juventud. En los lugares donde la televisión ya se ha instalado, la juventud ha llegado a entregarse completamente a esa forma de diversión. Tiene una atracción especial para los niños y los jóvenes, y su mente todavía impresionable es influenciada muy fácilmente por ella; ¿y qué es lo que ven con tan evidente placer? — necedad, locura, crimen, y corrupción moral, entre otras cosas. Las mismas cosas que han corrompido a la juventud del mundo en los cines, y que han fomentado gran parte de la delincuencia juvenil y el desorden, ahora se están difundiendo hora tras hora, día tras día, en muchos hogares. Esta influencie acelerará y está acelerando, la venida de las condiciones de degradación moral en el mundo semejantes a las de los días de Noé y de Lot, como prenunció nuestro Señor (Lucas 17:26-30).
En los así llamados “programas para niños,” se demuestra casi toda manera concebible de matar. La representación constante de tales crímenes delante de la juventud del país resultará o en un medroso estado insalubre, o una fría indiferencia insensible — una disminución del valor de la vida humana, y un descuido de toda virtud. ¿Se atrevería decir alguien que Satanás no sea responsable de todo esto?
Padres cristianos, guárdense de la televisión por amor a sus queridos hijos. No desearían recibir a su preciosa heredad del Señor y llevarla a las discotecas, los teatros, arenas, calles y pozos de iniquidad de este mundo. ¿Traerán Uds. tales vistas a su misma sala? Tal vez se dirá que mientras los hijos maduran, de todas maneras van a encontrar esas cosas, y que no se puede siempre protegerlos de ellas. Eso tiene cierta cantidad de verdad, pero ¿no tienen Uds. una responsabilidad definida ante El quien se los dio? Su infancia o juventud es la única parte de su vida en que Uds. puedan ayudar a formarlos, e instruirlos en los caminos del Señor. ¿Se perderán esos días tan breves cuando, en vez de la verdad, llegan a conocer la ficción y las fábulas, el crimen y el horror? Protegen Uds. sus valiosos cuerpos de venenos químicos; ¿harán menos por sus mentes tan impresionables? El Señor dirá en aquel día: “Da cuenta de tu mayordomía” (Lucas 16:2).
Deténgase entonces, querido cristiano, y considere en serio antes de hacerles disponibles tales cosas en su hogar. Su faena de criar a los hijos en el “Perfecto camino de Jehová” hoy en día es más difícil que nunca. Gracia y sabiduría especiales desde arriba se necesitarán. Las instrucciones de Dios son, “Criadlos en disciplina y amonestación del Señor,” pero ¿cómo se va a efectuar eso si se permite el televisor en el hogar? ¿Cómo pueden los padres enseñarles a los hijos los caminos del Señor mientras están aprendiendo de la televisión toda clase de crimen, corrupción moral, y los principios bajos del mundo?
Supongamos un caso en un hogar donde se haya permitido el televisor: los hijos están absorbiendo toda la emocionante y aterrorizante acción de un programa, cuando el padre dice, “Apaguen la televisión, pues vamos a leer la Palabra de Dios.” Ahora, decimos, ¿estarán capaces aquellos hijos de sentarse tranquilamente y escuchar con calma la lectura de la Palabra de Dios? Decir que sí manifestaría una falta completa de entendimiento de la naturaleza humana. Han tenido que apagar el aparato, pero estén seguros de que la corriente de los pensamientos no estará apagada en sus mentes.
Traer el televisor, a su hogar es como plantar la mala hierba más nociva y venenosa entre sus flores más exquisitas con la esperanza de que la mala hierba no crezca. Algunos de nuestros lectores tal vez contesten que sus hijos verán esas cosas en otros lugares. Quizás ese peligro pueda ser eliminado, o a lo menos significantemente reducido, si ellos fueran instruidos correctamente en lo que complace al Señor. En todo caso podrían aprender que Uds. no aprueban de la televisión, y que no la permitirán en su hogar. Si su vecino guarda víboras en su casa, eso no quiere decir que Ud. tiene que hacerlo también. Sería necedad guardar reptiles venenosos para que sus hijos aprendan a domarlos.
Si los hechos desordenados y los dichos sucios de los sodomitas afligían el alma justa de Lot de día en día, ¿cómo influían para sus hijos? El efecto desmoralizante sobre ellos fue grande —algunos perecieron en Sodoma, y los otros llegaron a ser una vergüenza y una desgracia. Es la historia que se repite tan a menudo en que los padres permiten algo que les aflige mientras que ven descarriarse a sus hijos.
El contraste de esta influencia destructiva fue hallado en el valle de Mamre. Allí, Abraham, el “amigo de Dios,” vivía en separación de Sodoma y allí gozaba de la comunión con Dios. ¿No habría sido corrompido él si las palabras y los hechos de los pecadores de Sodoma hubieran sido televisados en su carpa? ¿Habría estado así, en una condición decente para recibir al Señor como su huésped? ¿No habría sufrido su familia también?
Lot llegó a estar en Sodoma por grados; la declinación siempre es gradual. Primero la codiciaba con sus ojos, entonces puso su carpa cerca, y luego entró en ella — no más en una carpa sino ahora en una casa — y finalmente llegó a ser un juez municipal, y todo eso para su tristeza y ruina. Así la televisión, con sus escenas que implican la inmoralidad (o aún peor la enseñan), con toda la conversación corruptiva, ¿no entorpecerá los sentidos del cristiano, hasta que, por fin, resulte encallecida y dura su sensibilidad espiritual? Preguntémonos si queremos ser como Abraham o como Lot. Si queremos ser como el primero, entonces no traigamos a nuestros hogares una conexión directa con Sodoma.
No faltarán los que contenderán que lo que hemos escrito sólo trata de un lado del asunto, y que hay también cosas buenas que aprender en la televisión. Recientemente tuvimos la ocasión de examinar un libro que trataba de evaluar lo bueno y lo malo de la televisión; fue escrito por Edward John Carnell, Profesor Asociado de Teología Sistemática, del Seminario Teológico, Pasadena, California, E.U.A. Halló bastante de lo malo en la televisión, pero las cosas aparentemente buenas que halló fueron los mismos elementos del mundo que está bajo el maligno. ¿Cómo pueden los cristianos olvidarse de las características de este mundo? Conciertos, orquestas, ficción religiosa y las tales cosas están en el lado limpio del camino ancho. Ese camino es bastante ancho para acomodar todo — tiene su lado limpio y su lado inmundo. (Y aquí podemos agregar que creemos que la ficción religiosa sea una de las peores formas de ficción, porque invariablemente tuerce la Palabra y da, en efecto, una mentira. Es especialmente engañosa.)
Presumimos que Sodoma tuviera sus “cosas buenas” también — tal vez hubiera cosas que Lot apuntara con cierto orgullo cívico, pero todo estaba bajo la sentencia de juicio, y sólo engañaba a la gente. De igual manera, el mundo de Caín (Génesis 4) tenía algunas cosas buenas. Ese asesino vistió su ciudad con comercio e industria, artes y ciencias; pero ¿podían los hijos de su hermano asesinado (si hubiera tales) gustar algo de Caín y de su mundo? Este mundo mató al Hijo de Dios—tu Salvador y el mío, hermano cristiano. ¿Vamos nosotros a cambiar los muebles de nuestro hogar para hacer sitio para que el mundo entre? No nos olvidemos de que está manchado con la sangre preciosa de nuestro Redentor, y que Satanás es su dios y príncipe, y que por esas mismas cosas está engañando a los hombres y llevándolos hasta la destrucción. Los “deseos de la mente” y los “deseos de los ojos” — las mejores cosas del mundo — se colocan en la Palabra de Dios con las cosas más vergonzosas de los “deseos de [la] carne” (Ef. 2:3; 1ª Juan 2:15-16).
El Señor enseñó a sus discípulos a orar, “No nos metas en tentación,” y les dijo a los discípulos en el huerto, “Velad y orad, para que no entréis en tentación.” El cristiano que puede meter tal tentación en su hogar debe ser atrevido, orgulloso o tristemente indiferente considerándose a sí mismo, a sus hijos o a sus huéspedes. No es nada más que introducir la tentación, y deliberadamente coquetear con sus consecuencias.
Hay gente que cree que puede controlar la televisión en el hogar. “El que piensa estar firme, mire que no caiga.” No creemos que pueda ser controlada, pero supongan que Uds. pudieran controlar un veneno mortal, ¿querrían tomar el riesgo de dejarlo en la casa, tal vez en el estante junto con los alimentos? Además, la posesión de un televisor puede ser una trampa para otros a los cuales Uds. son un ejemplo. Decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano (Romanos 14:13).
Hemos oído algunas palabras que implicaban que la televisión es como todas las otras invenciones — la radio, el automóvil, etc. — y que aunque al principio los cristianos tardaron en aceptarlas, por fin fueron aceptadas de todos. Ese razonamiento no tiene fundamento. El mundo tiene muchas invenciones que no debe usar el cristiano; por ejemplo, el teatro y el cine ya son prominentes, y, muchos de los que profesan ser cristianos los aceptan, pero ¿son apropiados para un hijo de Dios? El mero pasar del tiempo no cambia lo que no conviene, aunque más cristianos se rinden a su tentación, y se olvidan de qué clase de gente tienen que ser.
¡Qué Dios prohiba en Su gracia que la televisión sea aceptada en general entre los hijos de Dios!
“Espantaos, cielos, sobre esto, y horrorizaos; desolaos en gran manera, dijo Jehová. Porque dos males ha hecho mi pueblo: dejáronme a Mí, fuente de agua viva, por cavar para sí cisternas, cisternas rotas que no detienen aguas” (Jeremías 2:12-13).
Sólo queda un punto más a considerar: el uso de la televisión para la extensión y propaganda religiosa. Algunos contienden que será un instrumento poderoso para la propagación del evangelio, pero a eso objetamos. ¿Autorizará el Espíritu de Dios la televisión como “acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1ª Cor. 2:13)?
¿No será el HOMBRE, (sus hazañas, su arte, su testimonio, etc.) lo que estará predominante ante los espectadores? ¿No enaltecerá más bien al hombre, que honrar a Dios? Es cierto que puede llegar a mucha gente, pero acordémonos de que no es la cantidad de gente que oye, ni la destreza de la presentación, sino la Palabra de Dios en el poder del Espíritu de Dios lo que sólo trae los resultados espirituales genuinos.
Además, los que utilicen la televisión para propósitos religiosos tendrían que tener una presentación más atractiva para competir con los otros programas. ¿Jamás usó el Señor Jesús atracciones naturales en Su predicación? ¡NUNCA, NO, JAMAS!
Vemos que el apóstol Pablo rehusó las medidas carnales, no queriendo mezclarlas con la amonestación de huir de la ira venidera. Siempre quería esconderse a sí mismo y poner a Cristo ante la vista. Y en su segunda epístola a Timoteo leemos en capítulo 2, versículo 5, “el que lidia, no es coronado si no lidiare legítimamente.” Eso se escribió para nosotros también.
Añadiremos, sin embargo, un poco sobre la soberanía de Dios. El puede, si quiere, utilizar algo que uno oye para su salvación, aunque esté mezclado con cosas que no Le complacen; pero eso en ninguna manera anula los principios establecidos. El es soberano y puede hacer lo que quiere, pero nosotros somos Sus siervos que debemos seguir los principios divinos.
Que Dios nos dé las balanzas del santuario con que podamos rectamente evaluar las cosas que nos enfrenten en los postreros días. No todo edifica, no todo conviene. Necesitamos el ojo ungido para discernir las cosas excelentes, y huir de lo demás.
¿No es la televisión la gran obra maestra de engaño que utiliza Satanás? ¿No combina su equipo — “la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida” — por las cuales engaña a los hombres?
Los hijos de Israel tenían “luz en sus habitaciones” mientras los egipcios no tenían sino densas tinieblas. Usted, querido cristiano, es hijo de luz y su hogar debe de caracterizarse por la presencia de la luz de Dios. Si Ud. introduce la televisión, juntamente con ella introducirá las “obras infructuosas de las tinieblas.” Cuidado con el cebo del diablo. Resuelva, con la ayuda del Señor, no permitir lo que Ud. sabe que no debe entrar en su hogar sino que lo sea para “la gloria de Dios.”
Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios” (1ª Corintios 10:31).
A continuación algunos versículos muy aplicables a nuestro tema:
“¿Qué tienes en casa?” (2ª Reyes 4:2). “Malvadas abominaciones . . . en la pared” (Ezequiel 8:9-10). “No meterás abominación en tu casa, porque no seas anatema como ello; del todo lo aborrecerás y lo abominarás; porque es anatema” (Deut. 7:26). “Amados . . . limpiémonos de toda inmundicia” (2ª Corintios 7:1). “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, os abstengáis de los deseos carnales” (1ª Pedro 2:11). “Apartaos de toda especie de mal” (1ªTesalonicenses 5:22). “Mirad lo que oís” (Marcos 4:24). “No toquéis lo inmundo” (2ª Cor. 6:17). “No es del Padre, mas es del mundo” (1ª Juan 2:16). “Porque no sois del mundo” (Juan 15:19). “¿Qué comunión [tiene] la luz con las tinieblas?” (2ª Cor. 6:14). “Sé ejemplo de los fieles” (1ª Tim. 4:12).
El Salmo 119:37 propiamente se llama el versículo sobre la televisión para el cristiano. “Aparta mis ojos, que no vean la vanidad.”