Luego siga las diversas leyes de las ofrendas (Levítico 6).
Como antes, la ofrenda quemada es la primera. Aquí es un hecho interesante saber que el fuego que ardía en el altar nunca debía apagarse. Nada puede ser más expreso que este mandato repetido. Toda la noche debe arder y nunca apagarse. Es de noche en lo que respecta al mundo, no para aquellos que son hijos del día, en un cierto sentido moral en cualquier caso. Pero el fuego nunca se apaga, y cuando Dios despierta a su pueblo y a las naciones, ¡cuán precioso es descubrir que la ofrenda ha sido ofrecida una vez por razón de la cual aquellos que se someten a su justicia serán aceptables a Dios! Todo fue quemado para Dios, nada comido por el hombre.
Luego viene la ley de la oblación u ofrenda de comida, en la que encontramos particularmente especificado que Aarón y sus hijos deben comer de ella. “Con pan sin levadura se comerá en el lugar santo”.
Aquellos que participan de Cristo y son sacerdotes para Dios disfrutan por fe de Su dedicación en vida a Dios, y es mejor que se cuiden de lo que mal se asocia con él. Con pan sin levadura, que establece la separación absoluta del mal de la naturaleza, debía ser comido, como también en el lugar santo.
¿No es lo más despectivo a la gracia que nos acerca a jugar con Cristo así conocido? No conozco nada más odiosamente contaminante que la forma en que los hombres que no tienen fe en Cristo, ni sentido de su pecado o necesidad, ni cuidado por la gloria de Dios, afectan de manera elogiosa para tomar la vida de Cristo y pronunciarse sobre Su excelencia aquí o allá. ¿No es esto comer la oblación en el mundo y con pan leudado?
Además tenemos la ofrenda de Aarón y sus hijos en el día de su unción, un caso peculiar de la oblación.