Lucas 4:1-13: Resistiendo la tentación

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Cada día somos tentados por alguna circunstancia. Por ejemplo, puede ser que estemos muy cansados o hambrientos y que un niño por descuido deje caer su refresco al piso que recién hemos limpiado; entonces, podemos responder de una manera muy común: con ira y palabras duras.
La situación para nuestro ancestro, Adán, fue más fácil que para “Jesús... (quien) fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre” (Lucas 4:1-2); ya que Adán se encontraba en el huerto del cual leemos: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Y aunque tuvo una gran ventaja frente a Cristo dudó del amor de Dios y cometió el primer pecado. En verdad debe ser muy difícil pasar tanto tiempo sin comer, pero las Escrituras nos enseñan que Jesús hizo todo en el poder del Espíritu, por lo que en vez de dudar de la palabra de Dios cual Adán, la utilizó para defenderse de los ataques del diablo... ¡Nosotros podemos hacer lo mismo para resistir la tentación!
“Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Juan 2:16). Este versículo nos explica los tres patrones comunes de tentación que el diablo utiliza. El primero: los deseos de la carne son las tentaciones que nos acechan porque tenemos cuerpos con debilidades. El Señor pasó cuarenta días sin comer y tuvo hambre. Muchos no tendríamos la fortaleza para rechazar un poco de pan en tal condición; sin embargo, Jesucristo como hombre jamás hizo algo que esté en contra de la voluntad del Padre; así que utilizó la palabra de Dios para contestar la tentación de Satanás y dijo: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre” (Lucas 4:4). El pan material es importante, aunque podemos disfrutarlo sin hacer la voluntad de Dios: recuerda que la obediencia es el camino del gozo.
Luego el diablo pasó a atacar el alma de Cristo: “Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad (autoridad), y la gloria de ellos (todos los reinos de la tierra); porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy” (Lucas 4:6). Imagínate poseer cada reino terrenal y su gloria: suena grandioso, ¿no es cierto? Si la gloria que recibimos de nuestros compañeros de trabajo o de escuela es muy difícil resistirla, cuánto más la adulación de la multitud y tener autoridad sobre todos. Pero Jesús contestó al diablo, no como Dios, sino cual nosotros los hombres podemos responder, al decir: “Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás” (Lucas 4:8). Cuando el diablo nos ofrece alabanza, por medio de otros, podemos contestar con la Palabra de Dios dirigiendo el honor y la gloria al Único que lo merece. Si Dios ocupa el primer lugar en nuestros corazones, entonces tendremos la fuerza para resistir cualquier ataque contra nuestras almas.
Por fin, el diablo atacó a Cristo en Su espíritu cuando “le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden” (Lucas 4:9-10). En nuestras vidas es fácil llegar a un punto cuando somos tentados por el deseo de ser muy religiosos ante los ojos de los demás. Y la verdad es que tenemos una gran confianza en nosotros mismos y no en Dios. El Señor nos mostró la forma de resistir esta tentación con Su Palabra. Y aunque Satanás también utilizó la Palabra de Dios, lo hizo fuera del contexto y en una manera inapropiada, por lo que Jesús le contestó: “Dicho está: No tentarás (pondrás a prueba) al Señor tu Dios” (Lucas 4:12). En cada forma de tentación y frente a cada ataque del diablo, Jesucristo contestó con la Palabra divina. ¡Que por Su gracia hagamos lo mismo y no pequemos!