En el capítulo 14 vienen las escenas profundamente interesantes e instructivas de nuestro Señor con los discípulos, no prediciendo ahora, sino dando fe de la última promesa de Su amor. Los principales sacerdotes y escribas conspiran en corrupción y violencia para Su muerte; en la casa de Simón en Betania, una mujer unge Su cuerpo para el entierro, que discierne muchos corazones entre los discípulos, y saca el del Maestro, quien luego se ve, no aceptando una ofrenda de afecto, sino dando la gran y permanente muestra de Su amor: la Cena del Señor. El estado del corazón de Judas aparece en ambos casos: concibiendo su plan en presencia del primero, y saliendo a cumplirlo desde la presencia del último. De ahí sale nuestro Señor; no para sufrir aún la ira de Dios, sino para entrar en ella en espíritu delante de Dios. Hemos visto a lo largo del Evangelio que tal era Su hábito, al que simplemente llamo la atención ahora de pasada. Así como la cruz era de toda la obra y el sufrimiento más profundos, así ciertamente el Señor no entró en el Calvario sin un Getsemaní previo. En su debido tiempo viene el juicio ante el sumo sacerdote y Pilato.