Satanás parecía tener el triunfo asegurado pues un soldado romano metió su lanza en el costado del Señor Jesucristo y salió agua y sangre. Era evidente que Jesús había muerto y según la apariencia a los ojos del ser humano Satanás al fin había logrado matar al Hijo de Dios. Decimos “según la apariencia” porque Dios muchas veces esconde las cosas de la vista del ser humano. En aquellas tres horas de tinieblas Cristo padeció “una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne...” (1 Pedro 3:1818For Christ also hath once suffered for sins, the just for the unjust, that he might bring us to God, being put to death in the flesh, but quickened by the Spirit: (1 Peter 3:18)) Es importante recordar que “el aguijón de la muerte es el pecado” (1 Corintios 15:5656The sting of death is sin; and the strength of sin is the law. (1 Corinthians 15:56)). Todos los seres humanos de una u otra manera le temen a la muerte, la cual es consecuencia del pecado y su fin, ya que entró en el mundo por medio de la desobediencia de Adán y aun ahora sigue reinando como el Rey de los Terrores. El centurión había informado a Pilato que Cristo en verdad estaba muerto. Además, José de Arimatea bajó de la cruz el cuerpo del Señor, lo envolvió en una sábana nueva, lo puso en un sepulcro cavado en una peña, luego cerraron la puerta de la cueva con una piedra grande y se fueron entristecidos, quizá pensaron: ¿Quién podría resucitar de los muertos?
Cristo dijo que iba a resucitar al tercer día, pero parece que María Magdalena no entendió el mensaje y vino trayendo especias aromáticas para ungir el cuerpo del Cristo muerto. Ella tuvo el gran deseo de ver al menos el cuerpo de su Señor, de la persona que tanto hizo por ella; pero Cristo le concedió el privilegio de ser la primera persona en verle resucitado: “apareció primeramente a María Magdalena” (Marcos 16:99Now when Jesus was risen early the first day of the week, he appeared first to Mary Magdalene, out of whom he had cast seven devils. (Mark 16:9)).
El Señor Jesucristo dijo claramente: “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:2525Jesus said unto her, I am the resurrection, and the life: he that believeth in me, though he were dead, yet shall he live: (John 11:25)). Él es vida en Sí mismo y aunque murió en la carne no fue posible que la tumba pudiera retenerle, pues la vida triunfó sobre la muerte y Dios Le levantó en victoria. Aunque la muerte del Señor pareció ser una completa derrota, para Dios no fue así; sino que allí Satanás fue totalmente vencido pues Dios le quitó el arma más poderosa que tenía: la muerte y después mostró que Él tiene poder sobre ella. Vemos que Dios quedó tan satisfecho con la obra de su Hijo en la cruz que Le resucitó de entre los muertos, como dice Romanos 6:4: “Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre”. La obra de Cristo en la cruz satisfizo a Dios y por eso Le resucitó para mostrar Su inmensa complacencia.
Es como si tuviéramos una deuda tan enorme que no podemos pagarla y alguien viene, nos dice que tiene para pagarla y que quiere cancelarla; entonces va a quien le debemos y entra en su casa, entre tanto nosotros nos quedamos fuera. Es posible que haya pagado la deuda, pero no lo sabremos hasta que nuestro amigo y el acreedor salgan a la puerta; finalmente salen y el acreedor en señal de completa satisfacción da un abrazo a nuestro amigo, quien tiene el recibo de pago en su mano. Entonces nosotros podemos regocijarnos porque no quedó ni un centavo por pagar. En las cosas espirituales es algo así, pues Dios ha dicho que la obra redentora de Cristo fue de su completo agrado y que no hay nada que podamos añadir o hacer. Nuestra deuda en cuanto al pecado está pagada, pues Cristo salió de la tumba: ¡Él resucitó! ¡Qué gozo para nosotros! Ahora, no solo podemos creerlo, sino también regocijarnos. ¡A Dios sea la Gloria!