Mateo 18 retoma el doble pensamiento del reino y la Iglesia, mostrando el requisito para entrar en el reino, y mostrando o invocando la gracia divina de la manera más hermosa, y eso en la práctica. El patrón es el Hijo del hombre salvando a los perdidos. No se trata de introducir leyes para gobernar el reino o guiar a la Iglesia. La gracia incomparable del Salvador debe formar y formar a los santos de ahora en adelante. Al final del capítulo se expone parabólicamente el perdón ilimitado que conviene al reino; aquí, no puedo dejar de pensar, mirando hacia adelante en estricta plenitud hacia el futuro, pero con una aplicación distinta a la necesidad moral de los discípulos de entonces y siempre. En el reino, tanto menos parca es la retribución de aquellos que desprecian o abusan de la gracia. Todo gira en torno a lo que era adecuado para tal Dios, el dador de Su propio Hijo. No necesitamos detenernos en ello.