Número 156: Mateo 7, La venida del Señor, Hechos 27, La moralidad, Israel y la Iglesia, Padres cristianos, y más …

Table of Contents

1. Un himno nuevo: HMAD número 491
2. Mateo 7:15-29
3. La venida del Señor
4. Hechos 27:35-44
5. La sangre: El rio de la vida
6. Normas de moralidad
7. Contrastes entre Israel y la Iglesia: Parte 5
8. Padres cristianos
9. Notas misceláneas: Número 156

Un himno nuevo: HMAD número 491

Este himno nuevo, CANTAD LA VIRTUD INCOMPARABLE, viene del original, COME LET US SING THE MATCHLESS WORTH, escrito por Samuel Medley (1789). Se halla solamente en el “Himnario Mensajes del Amor de Dios” (Núm 491). Es de metro irregular. Se imprime aquí la única melodía, ARIEL, compuesta por Mozart y arreglada por Lowell Mason, 1836:
1. ¡Oh santos!, cantad la virtud incomparable
Y hoy proclamad con gran fervor:
¡Cuán digno es el Salvador!
“Al Señor de gloria” ensalzad,
Su alabanza excelsa despertad:
Canto que ha de resonar,
Y al orbe ha de avivar.
2. ¡Cuán rica Su sangre preciosa en cruz vertida,
Que “en precio del rescate” Él dio!
Y así al reo perdonó.
La “justicia de Dios”: ¡manto real!,
Cual ropaje viste a cada cual
De los suyos ¡“salvación”!
Que en Cristo “aceptos” son.
3. ¡Cuan rico el carácter que Cristo ha desplegado,
Que en “forma de Dios” Él bajó,
Y, cual “siervo… se humilló”.
Coronado está en majestad;
Hoy Su excelsa gloria publicad;
Por Su gracia y tierno amor,
Rendidle todo honor.
4. ¡Cuán pronto el día de gloria habrá llegado!,
Y estando allí en nuestro hogar,
Le hemos siempre de admirar.
A Jesús, amigo y Salvador,
Cantaremos dulce y grato loor:
Canto que ha de resonar,
Y al orbe ha de avivar.
Los pensamientos expresados en las estrofas del himno se hallan en las siguientes Escrituras y en muchas otras: Apocalipsis 1:18; Mateo 28:6; Efesios 1:20-22; Colosenses 1:18; Lucas 15:2; 1 Samuel 2:9; Santiago 4:6; Filipenses 3:1; Hebreos 7:25.

Mateo 7:15-29

J.H. Smith
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces” (versículo 15). “El hombre mira lo que está delante de sus ojos, mas Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7). El Señor Jesús dijo: “de dentro son lobos rapaces”. Él es Dios y ve lo interior del hombre; nosotros, no. Entonces nos da a saber de qué manera podemos discernir los “lobos”: “por sus frutos los conoceréis” (versículo 16).
“¿Cógense uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol maleado lleva malos frutos. No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos. Todo árbol que no lleva buen fruto, córtase y échase en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (versículos 16-20).
Esta enseñanza del Señor Jesús es muy instructiva. El “buen árbol” corresponde a la persona nacida de Dios, al creyente en el Señor Jesucristo. Tiene una nueva naturaleza que es santa como Dios es santo. Esta nueva naturaleza produce buen fruto; no puede llevar malos frutos, como también está escrito en 1 Juan 3:9: “Cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado, porque Su simiente está en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”. Así que Dios quiere que Sus hijos “por la fe en Cristo Jesús” (Gálatas 3:26) se identifiquen con la nueva naturaleza y no con la vieja que está todavía en el creyente, pero el creyente no está en ella, sino “está en Cristo nueva criatura” (2 Corintios 5:17). Pero no es así con el inconverso: es un “árbol maleado”. Sólo lleva “malos frutos”. Aun cuando el inconverso haga lo que los hombres llaman “buenas obras”, sin embargo no es con el motivo de glorificar a Dios, sino de ensalzarse a sí mismo, lo cual es pecado. El hombre pecador no puede llevar buen fruto para Dios.
“No todo el que Me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de Mi Padre que está en los cielos. Muchos Me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre lanzamos demonios, y en Tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de Mí, obradores de maldad” (versículos 21-23).
Este pasaje nos enseña que una profesión sólo de labios, “Señor, Señor”, no vale nada; al contrario, agrava la responsabilidad de la persona que lo dice. Nos enseña también que hechos milagrosos de poder no son de por sí ninguna garantía de que la persona que las hizo fuera un siervo fiel del Señor. Obras portentosas siempre impresionan a las gentes, pero de por sí no llevan a los pecadores al arrepentimiento para con Dios y a la fe en nuestro Señor Jesucristo. Leamos, por ejemplo, Juan 2: “Estando (Jesús) en Jerusalem en la Pascua, en el día de la fiesta, muchos creyeron en Su nombre, viendo las señales que hacía. Mas el mismo Jesús no se confiaba a Sí mismo de ellos, porque Él conocía a todos, y no tenía necesidad que alguien le diese testimonio del hombre; porque Él sabía lo que había en el hombre” (versículos 23-25).
“Cualquiera, pues, que Me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la peña; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y combatieron aquella casa; y no cayó; porque estaba fundada sobre la peña” (versículos 24-25).
“Y cualquiera que Me oye estas palabras, y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, e hicieron ímpetu en aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (versículos 26-27).
Jesús, antes de empezar Su predicación del Reino, era “carpintero” de oficio (Marcos 6:3). No cabe duda de que Él había edificado varias casas en la peña, pero ¡jamás una sobre la arena!
“Y fue que, como Jesús acabó estas palabras, las gentes se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (versículos 28-29). De veras Él tenía autoridad como el Hijo de Dios, y la manifestó cuando declaró que Sus palabras debiesen ser puestas por obra.

La venida del Señor

No debe pensarse que la venida del Señor será acompañada de alguna señal natural extraordinaria como, por ejemplo, un temporal aterrador, porque no hay nada en la Escritura que confirme tal idea. Sin embargo, la venida del Señor sobrevendrá súbitamente como relámpago, y el Espíritu de Dios la describe así: “En un momento, en un abrir de ojo” (1 Corintios 15:52). Un juicio terrible tendrá lugar después de aquel acontecimiento repentino, y tal será la situación que “en aquellos días buscarán los hombres la muerte, y no la hallarán, y desearán morir, y la muerte huirá de ellos” (Apocalipsis 9:6). ¿Quisieras, pues, ponerte a salvo de tal juicio abrumador? Ven al Salvador ahora, porque, “después que el Padre de familia se levantare y cerrare la puerta”, no se abrirá ni siquiera para que entre una sola alma; y de nada servirá el gritar: “Señor, Señor, ábrenos”. Entonces el Señor llamará a los incrédulos por su nombre verdadero: “Obreros de iniquidad”, y a tales el Señor dirá: “Apartaos de Mí” (léase Lucas 13:24-30). Procura, pues, entrar mientras la puerta está abierta. La Escritura dice: “porfiad a entrar”.
La expresión “puertas entreabiertas”, refiriéndose al cielo, aunque muy en boga, es una perversión necia y nociva de la verdad. Cuando Dios abre la puerta, ésta permanece tan ampliamente abierta como Su propio corazón desea, y como tú también en tu profunda necesidad pudieras desearla. Cuando venga el momento que la puerta sea cerrada, lo estará tanto como Su poderosa mano y la obstinada incredulidad del hombre podrán cerrarla.
Dios es perfecto y preciso en Su obrar. No transige ni en Su atender a la necesidad de un pecador que se arrepiente, ni en Su juicio para con la incredulidad que rechaza Su gracia. (G. C.)

Hechos 27:35-44

J.H. Smith
(continuación del número anterior)
“Y habiendo dicho esto, tomando el pan, hizo gracias a Dios en presencia de todos, y partiendo, comenzó a comer” (versículo 35).
Hemos leído en los versículos anteriores (versículos 34-35) que había abundancia de pan en la nave en la cual Pablo fue llevado cautivo hacia Roma, pero que nadie lo había aprovechado durante una quincena. Entonces Pablo les exhortó a que comiesen del pan para su salud. Sacando de todo ello una enseñanza espiritual, conviene que comamos del rico manjar de la Palabra de Dios, la que, por nosotros, está lista a la mano en la Biblia, la comida imprescindible que nutre el alma.
De este versículo entresacamos otra enseñanza espiritual: el acto de Pablo, partiendo el pan después de haber dado gracias, señala el hecho de que hubo un movimiento poderoso del Espíritu de Dios al principio del Siglo XIX, y por todas partes del mundo —después de tantos siglos de falta de cumplimiento de la palabra del Señor: “Haced esto en memoria de Mí”— cuando los creyentes en el Señor Jesucristo comenzaron a partir el pan sencillamente como miembros del “cuerpo de Cristo”, congregados solamente en su Nombre (véase Mateo 18:20).
“Entonces todos teniendo ya mejor ánimo, comieron ellos también. Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis” (versículos 36-37).
Todos los que estaban en el barco participaban con el apóstol Pablo. El partimiento del pan no es el acto de un solo individuo, sino el de la Iglesia. Para que los cristianos sepan que el partimiento del pan, instituido por el Señor Jesús antes de que la Iglesia existiera, es un privilegio conferido en ella, Él dio a Pablo una revelación especial:
“Yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es Mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de Mí. Asimismo tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre: haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de Mí. Porque todas las veces que comiereis este pan o bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga” (1 Corintios 11:23-26). Este pasaje refuta terminantemente la enseñanza falsa de que la cena del Señor no es para Su Iglesia.
“Y satisfechos de comida, aliviaban la nave, echando el grano a la mar” (versículo 38). Este versículo nos presenta el cuadro de lo que está sucediendo hoy en día en la profesión cristiana. El movimiento modernista pregona: “Estamos hartos del Evangelio de Redención con la sangre de Cristo; no lo queremos. No precisamos de un Libro inspirado de Dios. Vamos a arrojar todo eso en la mar del olvido. Somos ricos, y estamos enriquecidos, y no tenemos necesidad de ninguna cosa” (compárese Apocalipsis 3:17).
“Y como se hizo de día, no conocían la tierra: mas veían un golfo que tenía orilla, al cual acordaron echar, si pudiesen, la nave”. (versículo 39)
Los marineros no consultaban con Pablo, el cual tenía la mente de Dios, sino obraron voluntariosamente. “No conocían la tierra”: es decir, no tenían discernimiento. El cristiano que no consulta su Biblia va a perder su discernimiento espiritual. “Mas veían un golfo que tenía orilla”. El cristiano espiritual no mira cual meta algo visible: “por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7). “Al cual acordaron echar, si pudiesen, la nave”. “Si” expresa incertidumbre. Pero no hay nada incierto acerca del destino del creyente en el Señor Jesús: “Nuestra vivienda es en los cielos; de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20).
¿Era necesario arriesgarse al naufragio en el golfo que tenía orilla? No. Con cuatro anclas echadas, podían capear la tempestad hasta que cesara; tenían suficiente comida y habían satisfecho su hambre. ¿Para qué, entonces, seguir voluntariosamente con su propósito? Realmente, era un proceder necio de una acción independiente.
¿Y para dónde están los líderes prominentes del cristianismo moderno dirigiendo la nave del testimonio cristiano? “Cortando pues las anclas”, las doctrinas fundamentales de la fe, “las dejaron en la mar”, las han rechazado; “largando también las ataduras de los gobernalles”, el control por medio del timón, la guía del Espíritu Santo dejada de lado; “y alzada la vela mayor al viento”, un movimiento ecuménico, una apariencia de grande actividad religiosa; “íbanse a la orilla”, orillándose al naufragio (véase versículo 40).
“Mas dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, estaba sin moverse, y la popa se abría con la fuerza de la mar” (versículo 41). “Las dos aguas”, convergiendo en el lugar donde la nave encalló, y atacándola con todas sus fuerzas, nos hacen pensar en los dos medios que el diablo está aprovechando para deshacer el testimonio cristiano: uno es el racionalismo, o sea el modernismo; y el otro es el ritualismo religioso que sustituye “obras” por la obra redentora y cabal de Cristo, el Hijo de Dios.
“Entonces el acuerdo de los soldados era que matasen los presos, porque ninguno se fugase nadando” (versículo 42). Tras el acuerdo de ellos estaba el propósito maligno del diablo: la destrucción de un testigo fiel del Señor, Pablo.
“Mas el centurión, queriendo salvar a Pablo, estorbó este acuerdo, y mandó que los que pudiesen nadar, se echasen los primeros, y saliesen a tierra, y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra” (versículos 43-44). El Señor puso en el corazón del centurión romano el querer salvar a Pablo y él lo guardó de muerte. Aunque el diablo ha querido estorbar la lectura de las Epístolas de Pablo, con la verdadera doctrina de la Iglesia —su constitución, su práctica y su finalidad— Dios, en Su soberanía supremo, las ha conservado íntegras para la instrucción de los creyentes en Cristo Jesús.
“Todos se salvaron”. Aunque la nave se deshizo, nadie de a bordo pereció. Aunque el cristianismo naufrague como testigo para el Señor, no obstante Él no va a dejar perder el alma ni siquiera de una de Sus ovejas por las cuales puso Su vida. “Yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre” (Juan 10:28). Escogidos “en Él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de El en amor” (Efesios 1:4).
(seguirá, Dios mediante)

La sangre: El rio de la vida

Fred John Meldau
(continuación del Número 144)
El maravilloso glóbulo rojo de la sangre
En tiempos pasados se creía que el glóbulo rojo sanguíneo era una “célula muerta” porque, cuando sale de la “fábrica de la sangre”, la médula ósea roja, y entra en el torrente circulatorio, pierde su núcleo enseguida. No obstante ¡se mantiene viva sin núcleo! Esto es un milagro del diseño divino, pues el quitar su núcleo de una célula es casi igual a sacar su corazón de un hombre.
La función principal de los glóbulos rojos es la de llevar hemoglobina (la cual en su vez lleva el oxígeno a las células); y porque estas células pueden contener mucho más sin un núcleo que ocupa espacio, Dios las hizo de esta forma excepcional. Luego, este glóbulo rojo es diseñado para capacidad máxima.
“Los glóbulos rojos ... constituyen un mecanismo excelente de la ingeniería biológica. Son circulares y bicóncavas con una sección delgada en el centro. Así se facilita la entrada rápida de oxígeno y otros nutrimentos a todas partes de la célula. Si las células rojas sanguíneas fueran esféricas en vez de bicóncavas, se precisaría de nueve veces el número de ellas para distribuir el oxígeno en el cuerpo con la misma rapidez” (THE RED BLOOD CELL, Scientific American).
Que cada persona cuerda considere este milagro doble y concluya que cada glóbulo rojo del cuerpo humano dice virtualmente esto: “El Arquitecto Supremo me diseñó de tal manera que puedo mantenerme viva sin un núcleo, y me dio una configuración tan eficiente que puedo hacer nueve veces el trabajo que haría si fuera una célula convencional”.
Este, mis amigos, es ¡EL DEDO DE DIOS! (compárese Éxodo 8:19). La evolución ni en diez mil millones de años obrando, podría producir una célula sin núcleo que se mantuviese viva.
Cuanto más profundamente miramos la creación divina, más maravillosa parece. Un milagro está relacionado con otro. Si el glóbulo rojo es un milagro de construcción, así es la hemoglobina. Ya hemos llamado la atención al hecho de que la hemoglobina es una de las más complejas moléculas de proteína.
“La fabricación de la hemoglobina es una gran hazaña química. Cuando se produce una nueva célula roja es producida con su hemoglobina. Esta sustancia es una de las más complejas conocidas de la química. También es una de las más grandes moléculas conocidas ... . ¡La destreza química de la médula ósea roja que produce la hemoglobina es trascendental!” (ibid).
¿Quién dio a la médula ósea tan asombrosa habilidad?
La hemoglobina (dentro del glóbulo rojo) lleva el oxígeno a cada célula del cuerpo y de cada célula del cuerpo lleva dióxido de carbón. Esta operación milagrosa se lleva a cabo por medio de métodos muy intrincados. El oxígeno es llevado por los glóbulos rojos por medio de la hemoglobina. Su proteína que contiene fierro fácilmente hace combinación con el oxígeno, y luego lo transfiere a los tejidos hambrientos del cuerpo.
“Depende de la presión del oxígeno en cualquier lugar si la molécula de hemoglobina recoge o desprende el oxígeno. En donde hay una concentración alta de oxígeno, como en los pulmones, la hemoglobina recoge oxígeno; pero al llegar a los tejidos necesitados donde la concentración de oxígeno está baja, lo libera ... . En un proceso similar, la hemoglobina lleva el dióxido de carbono de los tejidos donde ha depositado el oxígeno” (“BLOOD”. Douglas M. Surgenor, Scientific American Magazine).
Este es un hecho maravilloso que sólo se explica afirmando que Dios lo creó así.
Sin exagerar, existen en verdad muchos tomos enteros escritos sobre la constitución y la función de la sangre. Consideremos otros dos milagros sanguíneos:
1. La maravilla de la producción y la presencia en la sangre de “anticuerpos”. Es de sumo interés la descripción de cómo la sangre elabora anticuerpos para combatir enfermedades. Los anticuerpos son:
“ ... esas sustancias en la sangre que son agentes de defensa formados para combatir infección causada por un organismo extraño ... . Un anticuerpo en la sangre es una proteína soluble modificada, con propiedades que le permiten adherirse al tipo de molécula o microorganismo contra el cual fue desarrollado. Por ejemplo, después de un ataque de la fiebre amarilla, se desarrollan anticuerpos contra dicha fiebre. Estos anticuerpos cubrirán inmediatamente cualesquier virus nuevos de la fiebre amarilla que entren en el cuerpo, e impedirán eficazmente otro ataque de la enfermedad” (“HOW ANTIBODIES ARE MADE”, por Sir Macfarlane Burnet, en la Scientific American Magazine).
Estos hechos son bien conocidos por la profesión científica y médica, pero no puede explicarlos.
2. Cómo la sangre mantiene su propia composición e integridad. En estos aspectos la sangre colabora con el hígado.
“Para esto la naturaleza ha desarrollado mecanismos de lo más ingeniosos y esmerados. La sangre impide su propia salida del cuerpo por medio de una serie de reacciones en cadena, hasta el día de hoy apenas comprendidas, que envuelven calcio, las plaquetas y un número de proteínas del plasma, todo en cantidades minúsculas. El proceso conduce a la formación de trombina, la cual a su vez convierte la proteína fibrinógeno en la sustancia coágulo llamada fibrina. La composición interna y la viscosidad de la sangre son controladas principalmente por la ósmosis que regula su contenido de agua. Este no es un proceso sencillo, pues partes de la red circulatoria, notablemente los vasos capilares, son permeables al agua. El control del balance acuático entre la sangre y los tejidos contiguos está mantenido en grado mayor por las concentraciones de las moléculas grandes de proteína en ambos lados de las paredes capilares” (“BLOOD”, por Douglas M. Surgenor, en la Scientific American Magazine).
Así, cuando se produce un corte o una herida en el cuerpo, en vez de perderse su vital sangre incontenible, LA SANGRE MISMA INMEDIATAMENTE TOMA MEDIDAS PARA IMPEDIR LA SALIDA POR MEDIO DEL COAGULO. Verdaderamente la sangre es un fluido maravilloso —EL RIO DE LA VIDA—. El Diseñador Divino la hizo así.
(“Traducido de WHY WE BELIEVE IN CREATION, NOT IN EVOLUTION [POR QUÉ CREEMOS EN LA CREACIÓN, NO EN LA EVOLUCIÓN], por Fred John Meldau, e impreso con permiso por escrito, páginas 223-225).

Normas de moralidad

Por todas partes las normas públicas de moralidad van descendiendo a pasos acelerados. La corrupción va creciendo enormemente; pero a pesar de todo no es necesario que los amados hijos de Dios estén inquietos, porque la Biblia ha predicho que tales condiciones sucederían.
Un siervo del Señor dijo (hace tiempo) que el hombre inconverso se rige por sus concupiscencias y por la opinión popular. La desaprobación pública de ciertos actos o costumbres tiende a reprimir a la gente; pero cuando el desenfrenamiento y la inmoralidad sean aceptados, entonces la opinión popular se ha corrompido y la conducta se envilecerá.
Hechos indecentes que —hace no muchos años— hubieran sido condenados y sus autores excluidos de la sociedad, hoy en día son practicados y tolerados sin ningún sonrojo.
¿Está Dios indiferente a todo esto? ¡No! ¡No! ¡No! Él ha dicho que juzgará a los autores de tales pecados. El Antiguo Testamento relata Su actuación en juicio con las gentes en el tiempo del diluvio universal que ahogó al mundo, con los habitantes malvados de Sodoma y Gomorra, de las naciones en Canaán, y de Israel cuando seguían en las costumbres de los paganos que previamente habían corrompido la tierra. Y es comúnmente conocido que el Imperio Romano se había corrompido al súmmum antes de que cayese. “Dios no puede ser burlado” (Gálatas 6:7).
Además, Dios nos ha dado a saber que las condiciones morales que prevalecían antes del diluvio y antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, serán las mismas cuando el Hijo del Hombre venga en juicio. (Léase Lucas 17:26-30).
Ahora bien, ¿Cuál es la actitud del cristiano con respecto a todo esto? ¿Ha de aceptar la cada día más depravada moralidad? ¿Ha de seguir esa dirección? ¡De seguro que no! Él está llamado a “la santidad”, a “la pureza” y a “la virtud”. “Sed santos, porque Yo soy santo”. (1 Pedro 1:16).
Los cristianos que se hallan en contacto cercano con el mundo están en peligro. Las influencias perniciosas están obrando en las escuelas públicas, en los colegios, en las universidades, en las fábricas y en las oficinas —en una palabra, por dondequiera—. ¡Oh que andemos con Dios y que nos guardemos de cualquier relajamiento de la conducta que conviene a los santos de Dios, pues las normas divinas no cambian!
Cuando las Epístolas cristianas fueron escritas, fueron dirigidas a los cristianos que vivían en los días del depravado Imperio Romano. ¿Se acomodaron sus enseñanzas a las corrupciones abismales de aquel entonces? ¡Ni en el grado más mínimo! En todas las Epístolas el testimonio divino es el mismo: Que presentéis vuestros cuerpos santos para Dios. (Compárese Romanos 12:1).
“El templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Corintios 3:17).
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?” (1 Corintios 6:19).
“No contristéis al Espíritu Santo de Dios” (Efesios 4:30).
“Nos salvó y llamó con vocación santa” (2 Timoteo 1:9).
“Como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda conversación” (1 Pedro 1:15).
Que leamos las Sagradas Escrituras. Que nuestro pensamiento sea formado por ellas; entonces nuestras normas de conducta no caerán al suelo con las de los inconversos, para deshonra de nuestro bendito y santo Redentor.

Contrastes entre Israel y la Iglesia: Parte 5

J.H. Smith
(continuación del número anterior)
Las oraciones
En ciertos aspectos las oraciones del cristiano y las del israelita elevan a Dios los mismos deseos, anhelos y súplicas. Como ejemplos de estas clases de la oración citamos las siguientes: “Guárdame, oh Dios, porque en Ti he confiado” (Salmo 16:1).
“Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de Ti” (Salmo 19:14).
“Oye, oh Dios, mi clamor; a mi oración atiende. Desde el cabo de la tierra clamaré a Ti, cuando mi corazón desmayare: a la peña más alta que yo me conduzcas” (Salmo 61:1-2).
Pero las oraciones del cristiano y del israelita que son características de sus respectivos llamamientos son muy diferentes, porque sus llamamientos son tan distintos, como ya hemos observado en el primer artículo de esta serie.
La herencia de los israelitas era terrenal. Tenían enemigos que querían quitarles sus tierras. Pedían al Señor que les diera la victoria en la batalla con ellos. La siguiente es una oración típica de los israelitas:
“He aquí los hijos de Ammón y de Moab, y los del monte de Seir, a la tierra de los cuales no quisiste que pasase Israel cuando venían de la tierra de Egipto, sino que se apartasen de ellos, y no los destruyesen; he aquí ellos nos dan el pago, viniendo a echarnos de Tu heredad, que Tú nos diste a poseer. ¡Oh Dios nuestro! ¿no los juzgarás Tú? porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros: no sabemos lo que hemos de hacer, mas a Ti volvemos nuestros ojos” (2 Crónicas 20:10-12).
Esa oración era colectiva, la de todos los israelitas. La siguiente es la de una sola persona, pidiendo la intervención del Señor contra sus enemigos:
“Sea su mesa delante de ellos por lazo, y lo que es para bien por tropiezo. Sean oscurecidos sus ojos para ver, y haz siempre titubear sus lomos. Derrama sobre ellos Tu ira, y el furor de Tu enojo los alcance” (Salmo 69:22-24).
Pero en contraste marcado, la Iglesia de Dios, y el creyente individualmente, no piden la maldición de sus enemigos, sino todo lo contrario: piden —como su Señor y Salvador pidió— perdón para todos ellos. Oró Jesús crucificado: “Padre, perdónalos; porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Asimismo Esteban, cuando los judíos airados le apedreaban, oró: “Señor, no les imputes este pecado” (Hechos 7:60), como Jesús había enseñado a los Suyos: “orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44).
A propósito, el apóstol Pablo, al escribir su última epístola, 2 Timoteo, no pronunció una imprecación contra “Alejandro el calderero”. La traducción correcta de su escrito es así: “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pagará [y no, ‘el Señor le pague’] conforme a sus hechos” (2 Timoteo 4:14). Según el espíritu de la “gracia de Dios”, hubiera sido imposible que el anciano siervo del Señor, que dijo: “nos maldicen, y bendecimos” (1 Corintios 4:12), escribiera una maldición.
Hay aun otra clase de oración cristiana, la que está relacionada con el llamamiento celestial. Era demás que un israelita orase que Dios le diese a conocer Su llamamiento, pues ya estaba en su herencia terrenal en Canaán; pero el cristiano no tiene una herencia visible en este mundo, sino una herencia invisible al ojo mortal e incomprensible a la mente del hombre natural. Cuando aquél recién es nacido de Dios, es un niño en cuanto a las cosas espirituales. Pero va creciendo poco a poco en el conocimiento de ellas. Por eso precisa de las oraciones apostólicas, por ejemplo:
“No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones; que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación para Su conocimiento; alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál sea la esperanza de Su vocación, y cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos ... ” (Efesios 1:16-18, pero léase el pasaje hasta el fin, versículo 23).
“Doblo mis rodillas al Padre de nuestro Señor Jesucristo, del cual es nombrada toda la parentela en los cielos y en la tierra, que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser corroborados con potencia en el hombre interior por Su Espíritu. Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones; para que, arraigados y fundados en amor, podáis bien comprender con todos los santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:14-19).
(seguirá, Dios mediante)

Padres cristianos

Si Dios no hubiera dado en Su Palabra escrita una promesa que los padres creyentes pueden apropiarse para la salvación de sus hijos, ¡cuán terrible sería engendrar hijos en este mundo puesto en maldad, sin tener la seguridad de que serían salvos!
Pero Dios ha dado Su promesa fiel, y la fe del padre de la familia puede apropiársela con gratitud y seguridad; no negando, por otro lado, que cada uno en la casa tiene que ejercer “arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21), para beneficiarse de ella.
Cuando Dios iba a destruir todo ser viviente con la tierra por medio del diluvio, dijo a Noé: “Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de Mí en esta generación” (Génesis 7:1). (Previamente dice que “Noé halló gracia en los ojos de Jehová”; Génesis 6:8). Plugo a Dios incluir la casa de Noé con él.
“E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó Jehová ... . Y vino Noé, y sus hijos, y su mujer, y las mujeres de sus hijos con él al arca, por las aguas del diluvio” (Génesis 7:5,7). Pero Noé no llevó a sus hijos dentro del arca en sus brazos: cada uno tuvo que entrar de por sí. Asimismo cada hijo de padres cristianos tiene que arrepentirse de sus pecados y entrar por fe en el arca de la salvación, que es Cristo.
Cuando Israel fue protegido al abrigo de la sangre del cordero pascual, Jehová dijo: “ ... tómese cada uno un cordero por las familias de los padres, un cordero por familia” (Éxodo 12:3).
El carcelero de Filipos, convencido de su pecado atroz, se postró a los pies ele Pablo y Silas, temblando, y preguntándoles: “Señores, ¿qué es menester que yo haga para ser salvo? Y ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, Y TU CASA” (Hechos 16:29-31). Le fue dicha una palabra salvadora no sólo para él, sino también para la salvación de cada uno de su casa. Así él creyó; Dios honró su fe, y todos los de su casa fueron también salvos (compárese versículo 34).
Raramente son todos de una edad responsable ante Dios salvados tan pronto después de la conversión del padre de la familia, pero “fiel es Dios”, y aunque Él pruebe la fe de algunos padres por muchos años, aun hasta no recibir la respuesta a sus plegarias en esta vida, no obstante la fe descansa en la palabra de Dios y cuenta con Él para cumplir Sus promesas.
Pero donde la fe está en ejercicio, Dios también espera la obediencia; así en Su Palabra de verdad, la Biblia, ha dado amplias instrucciones a los padres creyentes en cuanto a la crianza de sus hijos para Él.
Los siguientes pasajes son muy instructivos y saludables:
“El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, madruga a castigarlo” (Proverbios 13:24). “Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se excite tu alma para destruirlo” (Proverbios 19:18). “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la hará alejar de él” (Proverbios 22:15). “No rehúses la corrección del muchacho; porque si lo hirieres con vara, no morirá. Tú lo herirás con vara, y librarás su alma del infierno” (Proverbios 23:13-14). “La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre. Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará deleite a tu alma” (Proverbios 29:15,17). “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos; sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4). “Padres, no irritéis a vuestros hijos, porque no se hagan de poco ánimo” (Colosenses 3:21).
Los castigos señalados en los Proverbios serán templados por una actitud cristiana de parte de los padres. No conviene que el padre se llene de ira al castigar a su hijo. Este debe sentir que su padre le ama —no le odia— cuando lo castiga. Una vez rotos los vínculos de amor entre padre e hijo, difícilmente se restauran.
Si los padres se allegan a su Dios y Padre, conscientes de su dependencia de Él, de cierto Él dará la gracia y la sabiduría necesarias para poner por obra estas instrucciones, para gloria de Dios y para la bendición de sus casas.

Notas misceláneas: Número 156

Una conciencia sensible
Procuremos siempre tener una conciencia sensible. Recordemos esto: cualquier cosa que nos incapacita para atender nuestros deberes cristianos, que enfría el fervor de la devoción al Señor, que apaga el deseo de leer las Escrituras o dedicarnos a la oración, o que no podemos hacer de buena conciencia en la presencia del Salvador rechazado, no debe tener ningún atractivo para nosotros. Debemos de prescindir de los placeres, pasatiempos y recreos por los cuales, al participar de ellos, no podemos dar gracias a Dios. Huyamos de todo ello.
“Manteniendo la fe y buena conciencia, la cual echando de sí algunos, hicieron naufragio en la fe” (1 Timoteo 1:19).
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PUNTO: La religión puede pulir el exterior, pero sólo Cristo puede limpiar el interior.
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El nuevo nacimiento
Ser “nacido de nuevo” realmente quiere decir ser “nacido de Dios” (1 Juan 5:1). Participamos de la vida y de la naturaleza de Aquel que nos hizo nacer por Su palabra.
No es una nueva entronización de la naturaleza espiritual del hombre; tampoco es la naturaleza vieja mejorada o regida por una nueva vida.
Juan 1:12 declara que llegamos a ser los hijos de Dios cuando creemos en Su nombre.
Con Dios por su objeto, la nueva vida se manifiesta. Anda en la luz, es decir, tiene el conocimiento de Dios ya revelado en el Hijo (1 Juan 1:7).
Su fruto es la obediencia y la justicia (1 Juan 2:3-5; 2:29); además los afectos divinos tienen a Dios por su objeto, y el amor para con todos los hijos de Dios como su carácter (1 Juan 3:14).
Cuando la nueva vida se manifiesta, el mundo no nos conoce, por cuanto los hijos de Dios viven con deseos enteramente nuevos —objetos nuevos— placeres nuevos. “Nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo” (1 Juan 3:1-3; Romanos 5:11).
¡Ojalá que esta vida nueva sea desplegada en todos Sus hijos para gloria de Dios!
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EXTRACTO: La perfección de la obra redentora de Cristo capacita a cada creyente para regocijarse en la certidumbre absoluta de una entrada libre en la misma gloria de la cual fue excluido sin esperanza, por haber sido antes pecador.
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EXTRACTO: Si tenemos a Cristo, tenemos todo; sin Cristo no tenemos nada. Podemos ser felices con sólo Cristo: sin dinero, sin parientes, sin amigos. Cristo, sin nada más, es la riqueza; todas las cosas, menos Cristo, es la pobreza de veras.
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Aflicciones medidas al cristiano
Ningún médico jamás midió la medicina para su paciente con la mitad de precisión y de cuidado que Dios ejerce cuando mide para nosotros cada prueba; ni siquiera un grano demás coloca Él en la balanza.
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¿De qué estamos alimentándonos?
Seamos como la abeja, cuya naturaleza la impulsa a buscar miel y traerla a su hogar. No seamos como el insecto que se alimenta de cosas dañinas. ¿Qué hemos hallado hoy en el huerto del Señor? ¿Algo provechoso? ¿O nos hemos alimentado de la dieta variada y seductora que el mundo nos ofrece?
“Si habéis pues resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Colosenses 3:1).
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EXTRACTO: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” (Eclesiastés 9:10). No estemos toda la vida en la espera de ver lo que el Señor quiere que hagamos para servirle. Si empezamos con las pequeñas cosas que ya vemos claramente ante nuestros ojos, Él verá que estamos dispuestos a servirle y pronto nos mostrará otras cosas que hacer.
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UNA PREGUNTA: ¿De qué manera puede el cristiano dar lo santo a los perros, y echar sus perlas delante de los puercos? (véase Mateo 7:6).
UNA RESPUESTA: Por discutir las preciosas cosas de Dios con los inconversos, o argüir con ellos. Es preciso que el cristiano dé un testimonio en este mundo, pero debe ser en espíritu de mansedumbre y con oración que su palabra sea en sazón. Véase 2 Timoteo 2:23-26.
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Extracto: El mejor método para vencer las herejías es por establecer la verdad. Si el enemigo se propone llenar el recipiente con cizaña, se quedará estorbado si el recipiente anteriormente está lleno de trigo.
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Extracto: Como hombre, Cristo ha llevado nuestra naturaleza humana al cielo para representarnos; y nos ha dejado aquí en la tierra, con Su naturaleza divina, para representade a Él.
“La copia de la escritura” fue manifestada “a todos los pueblos” (Ester 8:13).
Johann Gutenberg fue el inventor del arte de la impresión con tipo movible. Cuando se enfrentó al proceso judicial y a la muerte por causa de su invento, él oró así: “Trata conmigo y con todos los hombres conforme a Tu santa voluntad, pero haz que la palabra impresa que trae luz a los hombres, la palabra impresa que liberta a los hombres, y la palabra impresa por la cual Tu Palabra será divulgada, siga adelante para siempre jamás”.
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Las zorras pequeñas
“Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; pues que nuestras viñas están en cierne” (Cantares 2:15).
Satanás con toda su astucia siempre procura estorbar la dulzura de comunión y de adoración, no con grandes tentaciones, sino con “las zorras pequeñas que echan a perder las viñas”: alguna preocupación con los negocios; alguna indulgencia que ocupa el tiempo disponible para la lectura de la Biblia y para la oración; alguna ansiedad abrigada y exagerada más bien que el echar la solicitud en el Señor; o aun la más pequeña bagatela que distraiga la mente. ¡Cuidado, pues, de “las zorras pequeñas”!
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UNA PREGUNTA: ¿Cómo puede un creyente en Cristo deshacerse de dudas y temores?
UNA RESPUESTA: Un creyente en Cristo, para deshacerse de sus dudas y temores, tiene que estar dispuesto a dejar sus propios pensamientos, y a creer lo que Dios dice en la Biblia, a pesar de sus propios sentimientos. Él sabe que es un pecador y que Cristo murió por los pecadores: entonces que se lo apropie para sí mismo, crea de corazón que “él” es el pecador por cuyos pecados murió Cristo. Que “él” lea Isaías 53:5 así: “Él herido fue por mis rebeliones, molido por mis pecados; el castigo de mi paz sobre Él; y por Su llaga fui yo curado”; y recuerde también que Jesús exclamó: “Consumado es” (Juan 19:30).
Dios levantó a Cristo de entre los muertos para expresar Su entera satisfacción con la obra redentora consumada por Cristo. Esa es la constancia que Dios da al creyente para asegurarle que Él no tiene nada en su contra.
“Jesús Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación. Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 4:24-5:1).
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EXTRACTO: Que Satanás aparezca como un león rugiente es algo temible; como una serpiente es peor; pero como un ángel de luz es lo más peligroso de todo (léase 1 Pedro 5:8; Apocalipsis 20:2; 2 Corintios 11:14).
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Siervos felices
Siervos felices del Maestro son aquellos que —cuando Él venga— estarán ocupados quietamente en el trabajo con el cual fueron encargados.
Él ha de encontrar a algunos siervos altercando e hiriendo a sus consiervos; y a otros negligentes en sus servicios, comiendo y bebiendo con los borrachos.
¡Oh querido joven cristiano! ¿eres un siervo feliz del Señor Jesucristo, haciendo lo que sabes que es servicio aceptable a Él? “Bienaventurado aquel siervo, al cual, cuando el Señor viniere, hallare haciendo así” (Lucas 12:43).
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Núm. 156. — Para septiembre y octubre de 1975. — 1 de septiembre de 1975. — Palabras de Edificación, Exhortación y Consolación. — Publicación bimestral. — Oficinas editoriales y de impresión, Tipográfica Indígena, Domingo Diez 503-M, Cuernavaca, Mor., México. — Director, A. Farson A. — Reg. artículo 2a clase, 28 de enero de 1963. — Consta de 32 Páginas. — Tiro 3200.