Número 159: 1 Corintios, Israel y la Iglesia, Una advertencia, Matrimonio, Mateo 9 y más …

Table of Contents

1. La propiciación
2. La resurrección del Señor Jesús atestiguada por los lienzos dejados
3. 1 Corintios 1:1-3, con una introducción a 1 Corintios
4. Contrastes entre Israel y la Iglesia: Parte 7
5. "No puedo creer"
6. "¡Viene el Esposo!": Una palabra de advertencia
7. La institución del matrimonio (Parte 23): El ambiente del hogar
8. Mateo 9:1-17
9. El canto de las aves testifica de Dios
10. Notas misceláneas: Número 159

La propiciación

La propiciación significa el sacrificio que cumple con los reclamos de la naturaleza santa de Dios, con respecto a los pecados.
“Cristo Jesús; al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en Su sangre” (Romanos 3:24-25). En este pasaje se presenta a Cristo como Aquel que ha hecho la propiciación perfecta con Su propia sangre. Por la fe obtenemos el beneficio.
“Al cual Dios ha propuesto” habla del magnífico hecho de que era el corazón de Dios el que en pura gracia proveyó el sacrificio, el de Su propio Hijo amado.
Cristo “es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2). Este pasaje nos dice que la obra de la propiciación es para todo el mundo, a fin de que cualquiera de la raza de Adam pudiera venir a Cristo y ser salvo.
Dios no fue revelado como el “Dios Salvador” para todo el mundo hasta que vino Cristo e hizo la propiciación por el pecado. ¡Glorifiquémosle por su misericordia y cantemos a Su Nombre! (Romanos 15:9-10).

La resurrección del Señor Jesús atestiguada por los lienzos dejados

J.H. Smith
José de Arimatea y Nicodemo “tomaron ... el cuerpo de Jesús y lo fajaron con bandas y aromas, según es costumbre sepultar entre los judíos ... . María Magdalena ... dijo: Han tomado al Señor del monumento y no sabemos dónde le han puesto ... . Pedro y el otro discípulo ... fueron al monumento. Ambos corrían, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al monumento, e inclinándose, vio las bandas; pero no entró. Llegó Simón después de él, y entró en el monumento y vio las fajas allí colocadas, y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con las fajas, sino envuelto aparte. Entonces entró también el otro discípulo que vino primero al monumento, y vio y creyó; porque aún no se habían dado cuenta de la Escritura, según la cual era preciso que Él resucitase de entre los muertos” (Juan 19:38-20:9, versión Nácar-Colunga).
Juan (el otro discípulo) “vio y creyó”. ¿Qué vio? “Las fajas (los lienzos) allí colocadas, y el sudario ... aparte”. Se encontraban exactamente dónde estuvo el cuerpo de Jesús, envuelto en ellas, pero Él —¡gran Vencedor de “la muerte, por cuanto era imposible ser detenido de ella”!— salió de ellos, sin tener que desenvolverse de las bandas pasadas varias veces alrededor de su cuerpo y con cien libras de “mirra y de áloes” puestas entre ellas, como igualmente salió del sepulcro sin tener que quitar la piedra de la entrada. Juan, viendo las fajas allí colocadas (no tiradas en el suelo) y el sudario aparte donde la cabeza de Jesús reposó, se dio cuenta que el Señor había resucitado: creyó por la evidencia. Más tarde creyó la Escritura del Antiguo Testamento que profetizó de la resurrección de Cristo (léase Salmo 16:10 y compárese Hechos 2:27,31; 13:35). Los lienzos mismos dieron testimonio veraz, fuerte e incontrovertible, de la resurrección de Jesús.

1 Corintios 1:1-3, con una introducción a 1 Corintios

J.H. Smith
La epístola a los corintios presenta asuntos muy distintos de los que hemos considerado en la epístola dirigida a los romanos. Hallamos en las cartas a Corinto especiales temas morales, también el orden interior de una asamblea cristiana, con respecto al cual el Espíritu de Dios despliega Su sabiduría de una manera directa. No hay ninguna mención de ancianos o de otros funcionarios de la asamblea. Por medio de las labores del apóstol Pablo una numerosa iglesia local (pues Dios tenía mucho pueblo en esa ciudad) había sido formada en medio de una población corrompida, donde las riquezas y el lujo fueron unidos a un desorden moral, convirtiendo la ciudad en un proverbio. Como en otros lugares, había falsos maestros (generalmente, judíos) que procuraban socavar la influencia del apóstol. El espíritu filosófico también ejercía su actividad, funesta aun cuando Corinto no era, como Atenas, su sede principal. El ascendiente moral y la autoridad del apóstol fueron comprometidas juntamente, siendo muy grave tal estado de cosas ... .
Los temas considerados en esta epístola se dividen fácilmente en su orden consecutivo. En primer lugar, antes de censurar a los cristianos en Corinto, el apóstol reconoce toda la gracia que Dios ya había impartido y aún impartiría a ellos (capítulo 1:1-9). Desde el versículo 10 al capítulo 4:21, trata del asunto de las divisiones, escuelas de doctrina y sabiduría humana, en contraste con la revelación y la sabiduría divinas. El capítulo 5 tiene que ver con la corrupción de la moral sexual, y de la disciplina, sea por la autoridad (del Señor Jesucristo) o por la responsabilidad de la asamblea. El capítulo 6 trata de asuntos temporales, de litigios; y otra vez vuelve al asunto de la fornicación, el cual era de suma importancia para los cristianos de esa ciudad. En el capítulo 7, se considera el matrimonio. ¿Deben de casarse los cristianos? ¿Cuál era la obligación de los ya casados; y qué del caso de un marido convertido o de una esposa convertida, cuyo cónyuge no fuese convertido? El capítulo 8 trata del asunto de comer o abstenerse de cosas ofrecidas a los ídolos. El capítulo 9 tiene que ver con el apostolado de Pablo. El capítulo 10 trata del estado en general de los corintios, el peligro de ser seducidos, sea por la fornicación, o por la idolatría y fiestas paganas; y de los principios referente a la mesa del Señor. El capítulo 11 trata de cuestiones relacionadas a la conducta en asuntos religiosos individualmente, o (versículo 17) en la asamblea y de la cena del Señor. Después, el capítulo 12 trata del ejercicio de los dones espirituales, su verdadero valor, y el propósito de su uso, aumentando el valor comparativo del amor (capítulo 13). En el capítulo 14, se regula el ejercicio de los dones en la asamblea ... . El capítulo 15 habla de la resurrección, la cual fue negada por algunos, y especialmente la de los santos. El capítulo 16 trata de la colecta para los pobres en Judea, con algunos saludos, y de los principios de sujeción a los que Dios ha levantado para servicio, aun cuando no había ancianos. Es de gran valor tener estas instrucciones directamente del Señor e independientemente de cualquier organización humana, a fin de que la conciencia individual y la del cuerpo entero de cristianos sean ejercitadas.
(Lo anterior fue sacado del Sinopsis de los libros de la Biblia, sobre 1 Corintios, por J.N. Darby).
1 Corintios 1:1-3
“Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y Sóstenes el hermano, a la iglesia de Dios que está en Corinto, santificados en Cristo Jesús, llamados santos, y a todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en cualquier lugar, Señor de ellos y nuestro: Gracia y paz de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo” (versículos 1-3).
Pablo era un apóstol por llamamiento directo del Señor. Asociaba consigo a “Sóstenes” (un hermano responsable de la asamblea de Corinto, convertido después de lo sucedido según Hechos 18:12-17). Considerando la gravedad de la carta dirigida a los corintios, la sabiduría divina guio a Pablo al escribirla a identificarse con un creyente de esa asamblea.
Él reconoció a la iglesia en Corinto como la asamblea de Dios, a pesar de todo el mal que había brotado entre sus componentes. Reconoció a ellos como santificados en Cristo Jesús, apartados así para Dios, a pesar de que su conducta no era santa en aquel entonces; y como él era un apóstol por llamamiento divino, les reconoció como santos también por llamamiento divino. Él miraba al pueblo de Dios desde “la cumbre de las peñas” (Números 23:9).
No sólo a la asamblea de Corinto dirigió su epístola, sino también “a todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en cualquier lugar”, dándonos a entender que la instrucción espiritual dada a los cristianos en Corinto fue dada para todas las iglesias cristianas en todo el mundo y en todo tiempo. Es dirigida, lector cristiano, a su iglesia local. Por lo tanto debe ser de sumo interés reclamar atención reverencial, y que sean puestas por obra sus instrucciones.
En la salutación: “Gracia y paz de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo” (versículo 3), se nos muestra la actitud benigna y bienhechora de Dios nuestro Padre y del Señor nuestro, Jesucristo, hacia los Suyos. Nosotros, los creyentes, con tantas faltas y preocupaciones, precisamos siempre de la gracia infinita y de la paz inefable que provienen del corazón de Dios.
(seguirá, Dios mediante)

Contrastes entre Israel y la Iglesia: Parte 7

(continuación del número anterior)
Los libros divinamente inspirados
Al principio de la historia humana no era necesario transmitir información por escrito, ya que la duración de las vidas de los patriarcas era medida en siglos, no en años. Por ejemplo, Sem, hijo de Noé, e Isaac, hijo de Abraham, fueron contemporáneos durante cincuenta años, de modo que Isaac hubiera podido saber de los labios de un testigo ocular lo que sucedió cuando Dios mandó el diluvio universal que ahogó el mundo de los malvados. Y Sem fue contemporáneo con Mathusalem y Lamech durante un siglo, y éstos con Adam durante 240 años y 50 años, respectivamente. Adam vivió 930 años, y Sem, 600 años. Así que es fácil entender cómo el conocimiento de Dios fue transmitido oralmente, pero con fidelidad.
Con el desarrollo de la civilización en el Cercano Oriente después del diluvio, el arte de escribir se desarrolló también de varios modos.
Llegó el tiempo cuando el Señor quiso comunicar su mente por escritos y mandó a Moisés escribir (véase Éxodo 34:27-28) los cinco libros llamados “la ley de Moisés” (Lucas 24:44): Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
El libro de Job, una historia escrita, probablemente, por “Eliú, hijo de Barachél, Bucita, de la familia de Ram” (Job 32:2), también es de los tiempos antiguos, tal vez anterior a los libros de Moisés. “Buz” (padre de los bucitas) fue sobrino de Abraham (véase Génesis 22:21).
Después, los demás libros históricos del Antiguo Testamento, y los escritos de los profetas, fueron todos escritos por “los santos hombres de Dios ... siendo inspirados del Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21), a medida que el Señor quiso comunicar Su mente. Estos se comprenden en dos grupos, denominados por el Señor Jesús, “los profetas, y ... los salmos” (Lucas 24:44). Los “profetas” son los libros desde Isaías hasta Malaquías: 16 tomos. Los “salmos” incluyen todos los libros poéticos e históricos, incluyendo el de Job: 18 tomos. Malaquías, que cierra el Antiguo Testamento, fue escrito unos cuatro siglos a.C.
Los libros inspirados del Antiguo Testamento son 39. Los libros apócrifos (la palabra significa: “de dudosa autenticidad”) que aparecen en algunas ediciones de la Biblia no son inspirados de Dios. Hay cuatro razones por las que no son del canon de las Sagradas Escrituras:
1.- Los libros no tienen este sello de autenticidad: “Así ha dicho Jehová”, afirmación que está escrita cientos de veces en los libros canónicos.
2.- Los sacerdotes israelitas, que guardaban las Sagradas Escrituras con un celo y un cuidado ardientes, no los reconocieron como canónicos.
3.- El Señor Jesucristo y Sus apóstoles, que citaron mucho del Antiguo Testamento, no entresacaron un solo texto de los libros apócrifos.
4.- Jerónimo, el traductor de la Vulgata (del 4o siglo d. C.), la Biblia católica, excluyó lo apócrifo del canon. En su prefacio al libro de Tobías, dijo que no se hallaba en las Escrituras hebraicas. Atanasio, Origen, Eusebio, padres cristianos de los primeros siglos, no reconocieron los libros apócrifos como canónicos. Toda autoridad, judaica y cristiana, los rechazó hasta el Concilio de Trento (1545 d. C.).
El Antiguo Testamento empezó con la creación, la obra maestra de Dios, pero terminó con una maldición (“no sea que Yo venga, y con destrucción hiera la tierra”: Malaquías 4:6), el resultado del fracaso del hombre.
El Nuevo Testamento empieza con el advenimiento al mundo de su Creador, hecho carne en la Persona de Jesucristo, y termina con una bendición (“la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén”: Apocalipsis 22:21). El contraste marcado entre el contenido de los libros del Antiguo Testamento dados especialmente a los israelitas, y el contenido de los libros del Nuevo Testamento dados especialmente a los cristianos, se expresa en un solo versículo: “la ley por Moisés fue dada; mas la gracia y la verdad por Jesucristo fue hecha” (Juan 1:17).
Los libros del Nuevo Testamento se dividen en cuatro clases: los 4 evangelios, los Hechos, las 21 epístolas y el Apocalipsis, en total 27 libros. Fueron escritos exactamente como fueron escritos los del Antiguo Testamento: “los santos hombres de Dios” (apóstoles y otros) escribieron, “siendo inspirados del Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). “Los que os escribo ... son mandamientos del Señor” (1 Corintios 14:37).
Fueron escritos todos en el intervalo corto entre el día de Pentecostés, el de la formación de la Iglesia, y el fin del primero siglo d. C., a medida que el Señor Jesús, la Cabeza de la Iglesia, vio la necesidad espiritual de Su pueblo redimido, y quiso cumplir la Palabra de Dios, por escritos, no faltando ninguna enseñanza o instrucción: “las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salud por la fe que es en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra” (2 Timoteo 3:15-17).
(seguirá, Dios mediante)

"No puedo creer"

Examinemos esta dificultad.
¿Por qué no puede Ud. creer? ¿No puede creer que Ud. es pecador? Dios lo atestigua en Su Palabra; y si Ud. quiere ver confirmada, la verdad de Su testimonio, por cierto la experiencia de un solo día le será suficiente. Ud. no duda de que sea un pecador.
¿Es que no puede Ud. creer el testimonio de Dios en cuanto a Su Hijo? ¿Qué es este testimonio?
Es que “ ... fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25), que “padeció una vez” (1 Pedro 3:18) y que “al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” (2 Corintios 5:21). ¿Cree Ud. eso? Ud. dirá: “Por supuesto lo creo”. Ahora vea Ud. lo que ello implica: Ud. cree por una parte que Ud. es pecador, y por otra parte que Cristo ha muerto por los pecados, y con todo Ud. dice que no puede creer.
Permítame entonces que yo le haga otra pregunta: ¿Cree Ud. que Dios está satisfecho y ha aceptado lo que Cristo hizo en Su muerte por los pecadores? Antes de que Ud. trate de responder a esta pregunta, acuérdese Ud. de dos hechos: que la resurrección de Cristo y Su glorificación a la diestra de la majestad en el cielo son la prueba de que Dios está satisfecho, que ha aceptado perfectamente la expiación realizada en la cruz y que la proclamación del Evangelio es también una prueba de ello porque el Evangelio es la consecuencia de la obra terminada de Cristo y de Su aceptación por Dios.
El mensaje es proclamado sobre el fundamento de la cruz. “Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20). Por consiguiente ¿cree Ud. que Dios está satisfecho? Ud. no puede dudar de ello. ¿Qué queda por hacer? Que también Ud. quede satisfecho. Eso y nada más.
El “no puedo creer” significa muchas veces “no quiero creer”, “me niego a inclinarme ante el juicio de Dios sobre mí como pecador”. Si Ud. reconoce su estado de pecador, entonces aceptará la oferta de la salvación como nuevas de gran gozo.
Suponga Ud. que a una familia que no tiene que comer, y que se le ofrecen provisiones gratuitas a la puerta de su casa; ¿qué pensaría Ud. si se respondiese a los que llevan los alimentos: “No podemos creer que esto sea para nosotros”? Recuerde Ud. que Dios está hablando. ¿Dudará Ud. de que Dios sea digno de ser creído? Irá su incredulidad tan lejos? Si un amigo suyo le da una noticia y si Ud. le dice que no puede creerle, él considerará tal declaración como una ofensa. Tanto más Ud. no debe vacilar en creer la veracidad de Dios.

"¡Viene el Esposo!": Una palabra de advertencia

J.N. Darby
Amados hermanos y hermanas en Cristo:
El día de la apostasía se acerca a grandes pasos, y próximo está también el día en que el Señor arrebatará a los Suyos. El tiempo presente tiene pues un carácter solemne y por este motivo me siento impulsado a dirigirles esta palabra de advertencia. Por doquier, hombres piadosos consideran las señales de los tiempos y ven aproximarse el momento que pondrá fin a las presentes actividades de la gracia, de modo que hemos llegado a una época en la cual es necesario hablar clara y decididamente. ¿Dónde estamos nosotros en nuestra cristiandad? ¿De qué nos ocupamos? Por gracia hemos sido apartados de la idolatría y de la maldad que distinguen ahora al cristianismo y que amenazan al mundo con una ruina más terrible que aquella de Sodoma y Gomorra. Habiendo sido abiertos nuestros ojos, la cuestión es saber si sentimos suficientemente tanto la responsabilidad como la bendición de la posición que ocupamos.
Creedme, nunca hubo en la historia del mundo una época similar a ésta, y Satanás no se ocupa de otros tal como se ocupa de nosotros los creyentes; de ahí que debemos temer tanto más la sutileza de sus operaciones. Su objeto es el desviar nuestra mirada de Cristo, dejándonos suponer que nuestra posición es segura y que no tenemos nada que temer; él busca destruirnos si es posible, por medio de la misma verdad. La posición que ocupamos no está segura sino cuando Cristo es nuestro todo en cada cosa; de otro modo somos arrastrados de Satanás. Ponemos alguna cosa entre nuestra alma y Cristo, y para nosotros Filadelfia se torna en Laodicea; entonces nuestra posición no está más segura que la del resto de la cristiandad; nuestra fuerza se ha ido.
Algunos sois jóvenes, convertidos hace poco, conducidos en los senderos derechos del Señor, y no conocen la profundidad de Satanás, mas quedáis advertidos solemnemente de vuestro peligro, y si os alcanza el mal, no podréis alegar vuestra ignorancia.
Os lo digo de nuevo: Satanás tiene especialmente puestos los ojos sobre vosotros para que améis al mundo antes que a vuestra alma y a Cristo. Si supieseis cuán poco le basta para satisfacer sus designios, os asustaríais. No comienza con lo que es grosero o vergonzoso; mas si se halla el mal en nosotros, él lo desarrollará. Él busca arruinaros no con asuntos de gran trascendencia, sino por medio de bagatelas que parecen inofensivas, de las cuales aparentemente nadie se ofenda o escandalice, pero que constituyen el veneno mortal destinado a destruir vuestro testimonio y a alejaros de Cristo. Preguntaos cuales son estos síntomas alarmantes y donde se descubren, haciéndoos esta pregunta, y comprenderéis el carácter del veneno que está operando.
Hermanos y hermanas, ¿estáis vosotros contaminados del espíritu del mundo? Vuestro vestir, vuestras costumbres, vuestras conversaciones, la ausencia de espiritualidad y tantas cosas que se manifiestan en las reuniones indican tal contagio. Esta carga muerta, esta sujeción, esta falta de poder son sentidas en las reuniones sencillamente como si nuestro corazón fuese expuesto a la vista de todos y nuestros pensamientos públicamente conocidos.
Se comienza a ver entre nosotros una forma de piedad sin potencia. Mezclándoos con el mundo, caeréis a su nivel. Si os gozáis con el mundo, el lugar privilegiado que ocupáis, en vez de poneros a resguardo, os expondrá ciertamente a una condenación más grande. Es necesario que sea o Cristo o el mundo; no puede ser Cristo y el mundo. La gracia de Dios os ha separado del mundo cuando estabais en la ignorancia, pero Dios no permitirá que halléis Su gracia retornando al mundo después de haber sido separados de éste.
No olvidéis que ocupáis el lugar de personas cuyos ojos han sido abiertos. Si de un lado hay una bendición incontable, del otro está la posición más terrible que un ser humano pueda ocupar. Es como si os encontraseis en la sala de bodas sin el vestido adecuado. Y como si dijeseis: “Señor, Señor”, sin cumplir lo que Él ordena; o como si vuestro razonamiento fuese: “Yo, Señor, voy”, y no fuisteis. Amados, aunque yo hablo así, estoy persuadido de que hay cosas mejores para vosotros, y tengo confianza en el Señor que vosotros Lo bendeciréis por estas palabras.
Nada puede compararse a la gloriosa posición que habéis sido llamados a ocupar en estos últimos días. Los santos han velado por cerca de dos mil años, durante días y noches de fatigas, y vosotros no tenéis nada más que esperar que la trompeta suene victoriosamente para entrar en posesión de la gloriosa heredad. Ellos han trabajado y vosotros habéis entrado en sus trabajos, y sin embargo, en verdad, vosotros bajáis vuestra dignidad al nivel de los pobres vasos de barro que la vara del gran Vencedor reducirá pronto en pedazos.
Despertaos de vuestro letargo, arrojad fuera vuestros ídolos y vuestros falsos dioses, lavaos las ropas y subid a Bethel, donde encontraréis a Dios y donde Lo conoceréis mejor que nunca, aun mejor que en vuestros mejores días. Deshaceos de vuestro último hilo de telilla mundana; estad en guardia en vuestras conversaciones a fin de que ellas se refieran a Cristo y a Sus intereses. Vuestras oraciones se unan a las de aquellos que frecuentan las reuniones de oración: ellas son más necesarias que nunca. Aprovechad de cada ocasión para recibir la enseñanza de la Palabra que solo puede guardaros del camino del destructor. Vuestra vida entera manifieste el aprovechamiento del ministerio, de la Palabra en las reuniones, como también en secreto con el Señor. Si deseáis una ocupación que sea gloriosamente recompensada de nuestro amado Amo, pedidle el hacer vuestro trabajo para Él. Nunca os pesará en este mundo, mucho menos en el venidero, lo que por Él habéis hecho.
Toleradme amados. Soy celoso por vuestro cuidado de un celo de Dios. Vosotros pertenecéis a Cristo, y Cristo es vuestro: No despedacéis esta santa unión. La prometida no fue infiel al Esposo. ¿Por qué fuisteis desposados? ¿Y qué tendréis? Las algarrobas y los frutos amargos, mientras dejasteis huir la medida de bendición que poseíais. Todas las distinciones espirituales conquistadas con energía aquí abajo no servirán más que para revelar vuestra belleza y el volveros más agradables a los ojos de Aquel al cual fuisteis desposados.
¿Le negaréis esta felicidad? ¿Le privaréis del fruto del trabajo de Su alma, Él que fue colgado en el Calvario entre dos malhechores, y fue dado en espectáculo a los hombres y a los ángeles? ¿Por quién ha manifestado Él una tal devoción, sino por vosotros que Lo olvidáis?
Él habría podido adueñarse del mundo entero sin ir a la cruz, dejándoos fuera, mas no lo hizo. Y ahora que habéis sido enriquecidos por Sus sufrimientos y por Su sangre, ¿os asociasteis al mundo, dejando aparte al Señor? ¡No puede ser posible! Tomemos aliento. Habiendo ya ofrecido las oraciones, confesando la falta de piedad y de devoción, recibamos esta palabra como respuesta del Señor, de Él que es fiel, y quiere estimularnos cuando nuestro estado languidece.
Él vendrá pronto, y ciertamente no quisiera que vosotros fueseis cubiertos de vergüenza en Su venida.

La institución del matrimonio (Parte 23): El ambiente del hogar

Paul Wilson
(continuación del Número 157)
Esto se refiere a la influencia prevaleciente en un hogar como su ambiente. Cuando entramos en un hogar, al instante sentimos si hay el calor de la cordialidad y amistad, o sólo un formalismo frío. De la misma manera el disfrute de la cristiandad práctica se sentirá de parte de todos los que entren en nuestros hogares.
Dios intervino en el reino de la naturaleza, y los egipcios tenían densas tinieblas en sus hogares, mientras los hijos de Israel tenían “luz en sus habitaciones” (Éxodo 10:21-23). En un sentido moral y espiritual ocurre hoy lo mismo. Los cristianos que andan con el Señor tienen la luz de Dios; y donde Él tiene la bienvenida, allí aquellos que entren verán la luz.
Dondequiera que los israelitas obedecían a la Palabra de Dios, había una influencia constante de la Palabra de Dios en sus hogares. Se les instruyó: “Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes; y has de atarlas por señal en tu mano, y estarán por frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus portadas” (Deuteronomio 6:6-9).
Si alguien hubiera entrado en un hogar donde todo esto fuera puesto por obra, habría dicho: “Bienaventurado el pueblo que tiene esto: bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová” (Salmo 144:15). Los moradores en dicha casa hubieran estado viviendo y respirando la atmósfera de temor de Dios y de honor a Dios; y los hijos criados en tal ambiente hubieran sido bendecidos en verdad.
Nuestros hogares a menudo revelan una tentativa de mezclar las cosas de Dios con las cosas del mundo. ¿Hablamos juntos de las cosas del Señor como aquellos que han encontrado “muchos despojos”? Los tales son como personas que repentinamente heredan grandes riquezas, y por lo común hablarían de ellas al levantarse, al andar por el camino, al sentarse en la casa, y al acostarse. El salmista dijo: “Gózome yo en Tu palabra, como el que halla muchos despojos” (Salmo 119:162).
¡Cuán prestamente una bocanada de las diversiones del mundo hace que se esfume un ambiente piadoso! ¿Podemos conversar gozosamente juntos de las cosas del Señor y a la vez escuchar, por medio de la radio, las cosas mundanas? Si nos hemos gozado de las cosas de Dios, los primeros sonidos del mundo de “Caín” tendrán el mismo efecto en nosotros igual al que tendría una ráfaga helada del norte sobre una planta tropical.
La última obra maestra del diablo, con la cual él procura destruir el último vestigio de un ambiente piadoso en el hogar del cristiano, es el televisor. Las paredes y puertas de nuestros hogares deben excluir al mundo de fuera para que podamos disfrutar tranquilamente de nuestro tesoro espiritual; pero Satanás ha descubierto un canal para poder penetrar las más sólidas paredes y más gruesas puertas, sí, aun las que tienen cerrojos, y entrar dentro al mundo por medio del televisor. Querido lector cristiano, rogamos que no permita que este instrumento invada su hogar. Pablo exhortó a Timoteo: “consérvate en limpieza” (1 Timoteo 5:22). Permítanos parafrasear eso y decir: “conserva su hogar puro”. ¡El televisor lo contaminará sin duda alguna!
Otra cosa: mantengamos el ambiente del hogar de tal forma que nuestros hijos hallen en él el lugar en donde son siempre bienvenidos y deseados. Por fuera está el mundo —con todas sus atracciones— pidiendo sus corazones, sus manos y sus pies, pero el amor de padres cristianos y el calor de un hogar cristiano contrapesarán grandemente las perniciosas influencias mundanas. Los hogares deben ser tan atractivos para ellos que no desearán buscar otros sitios. Deben ser para ellos el lugar adonde pueden acudir con todos sus problemas y todos sus goces, para encontrar un oído atento. Los padres que están demasiado ocupados para disfrutar de la compañía de sus hijos se privan a sí mismos de un gran privilegio, y pueden inconscientemente impulsar a los hijos a ir fuera del hogar en búsqueda de aquello que debieran encontrar en el hogar: amor y comprensión.
En estos días de apresuramiento y de lucha, los padres están propensos a poner a sus hijos en segundo lugar. La faena de ganar la vida, o de tener la casa en condiciones perfectas, tal vez supere el interés amoroso y atento para con los hijos ... . El hogar debe ser su hogar, al cual pertenecen y en donde debe gustarles estar. No hay nada que compense a la pérdida de la confianza filial en los padres, o el no sentirse “en casa” en el hogar. La seguridad de ser amado y cuidado, redundará en un afecto recíproco, cuyo valor es incalculable.
En su desarrollo los niños precisan de intereses y ocupaciones que sean sanos e instructivos: poseen energías que deben ser canalizadas en caminos rectos. Cuando estos intereses son centralizados en el hogar y compartidos con la familia, fraguarán un eslabón que anulará el poder del atractivo del mundo.
El tratar negativamente de sus problemas juveniles no sirve. No les ayuda ni les alienta decirles: “No hagas ni esto ni aquello”, sin hacer una explicación que les instruya en lo que agrada al Señor, o sin mostrarles algo en que puedan ocuparse. Quisiéramos hacer hincapié en la necesidad de crear un ambiente hogareño de calor, interés, y amor por una parte, y del temor de Dios por la otra. Pero para llevar a cabo todo esto los padres tendrán que depender mucho del Señor. “Él da mayor gracia” (Santiago 4:6).
(seguirá, Dios mediante)

Mateo 9:1-17

J.H. Smith
(continuación del número anterior)
“Entonces entrando [Jesús] en el barco, pasó a la otra parte, y vino a Su ciudad. Y he aquí le trajeron un paralítico, echado en una cama; y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Confía, hijo: tus pecados te son perdonados. Y he aquí, algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema. Y viendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados; o decir: Levántate, y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados, (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. Entonces él se levantó y se fue a su casa. Y las gentes, viéndolo, se maravillaron, y glorificaron a Dios, que había dado tal potestad a los hombres” (versículos 1-8).
Los ciudadanos del “país de los Gergesenos” (Mateo 8:28-34) le rogaron a Jesús “que saliese de sus términos”, porque Él permitió que los demonios entrasen en su hato de dos mil puercos que “se precipitó de un despeñadero en la mar, y murieron en las aguas”. ¡Comer carne de puerco no era lícito para los israelitas!
Jesús, entonces, rechazado por aquella gente, volvió en barco a la ciudad de “Capernaum”, (porque había sido rechazado en Nazaret; compárese Mateo 4:13). Unos amigos de un paralítico, obrando con fe, le trajeron a Jesús, el Mesías. Él le dijo: “tus pecados te son perdonados”, declarando a todos los presentes que Él era Dios, pues sólo Dios puede perdonar pecados. Pero los escribas, dentro de sí, decían: “Este blasfema”. Jesús conoció (siendo el Dios que todo lo ve, como en una pantalla) sus pensamientos, y les censuró por ello, diciendo: “¿qué es más fácil, decir; Los pecados te son perdonados; o decir: Levántate, y anda?”. Luego, para hacer saber a los escribas incrédulos que Él, el Hijo de Dios, encarnado en la tierra cual “el Hijo del hombre”, tenía potestad de perdonar pecados, dijo al paralitico: “Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa”. Enseguida el hombre, recibiendo fuerzas, se levantó, llevó la cama en la que antes yacía, y se fue a su casa para dar testimonio a sus familiares y vecinos.
Así sucede con el hombre pecador: El evangelio, que “es potencia de Dios para salud a todo aquel que cree” (Romanos 1:16), lo levanta del cenagal de pecado; le da poder para vencer sus vicios y le da palabra para testificar a otros de su gran Salvador, el Señor Jesucristo.
“Y pasando Jesús de allí, vio a un hombre que estaba sentado al banco de los públicos tributos, el cual se llamaba Mateo; y dícele: Sígueme. Y se levantó, y le siguió” (versículo 9).
¡Qué poder de atracción había en la persona de Cristo y en Su palabra! Mateo había oído de él. Tal vez le había visto cuando hizo milagros. Posiblemente se había dicho: “Quisiera conocerle, pero soy publicano llamado ‘hombre pecador’, y Él no querría conocerme a mí”. ¡Cuán sorprendido fue cuando Jesús le mandó sin palabra previa: “Sígueme”! Le obedeció: “se levantó y le siguió”.
“Y aconteció que estando Él sentado a la mesa en casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y Sus discípulos. Y viendo esto los fariseos, dijeron a Sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores? Y oyéndolo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Andad pues, y aprended qué cosa es: Misericordia quiero, y no sacrificio: porque no he venido a llamar justos, sino pecadores a arrepentimiento” (versículos 10-13).
Mateo —ya discípulo del Señor Jesús— no publicando sus propias buenas obras, escribió que Jesús estaba sentado “a la mesa en casa”, pero modestamente dejó de decir que era su propia casa (compárese Lucas 5:27-32). Habiendo sido publicano, invitó a todos sus compañeros de oficio al “gran banquete” que hizo en honor de Jesús. Los fariseos, siempre opuestos al Señor, se quejaron de Él, porque comía con los publicanos. Él les replicó que el médico atiende a los enfermos y que Él no había venido a llamar justos (los fariseos pretendían serlo), sino pecadores a arrepentimiento.
“Entonces los discípulos de Juan [el Bautista] vienen a Él, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y Tus discípulos no ayunan? Y Jesús les dijo: ¿Pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? mas vendrán días cuando el esposo será quitado de ellos, y entonces ayunarán” (versículos 14-15).
“La ley por Moisés fue dada; mas la gracia y la verdad por Jesucristo fue hecha” (Juan 1:17). Lo que Jesús trajo era algo completamente nuevo: “la gracia y la verdad” conjuntamente como una sola cosa (por eso, el verbo singular, “hecha”). Por lo tanto, Él no se adaptaba a las costumbres o prácticas de la gente religiosa, sino predicaba el reino de Dios. Contestando a los discípulos de Juan el Bautista, Él habló de sí mismo como un esposo, y de los que estaban con Él como Sus compañeros de bodas. Cuando Él fuere crucificado y quitado de ellos, recién entonces ayunarían.
“Y nadie echa remiendo de paño recio en vestido viejo, porque el tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en cueros viejos: de otra manera los cueros se rompen, y el vino se derrama, y se pierden los cueros; mas echan el vino nuevo en cueros nuevos, y lo uno y los otros se conserva juntamente” (versículos 16-17).
Por medio de estas dos ilustraciones sencillas, el Señor enseñaba que las cosas nuevas que Él trajo consigo del cielo no tenían cabida en los antiguos moldes judaicos, ni se adaptaban a ellas. No se podía remendar el “vestido viejo” del judaísmo con la cristiandad; los cueros viejos del mismo no tenían fuerza para contener el vino de salvación y gozo que Jesús brindaba a “los publicanos y pecadores”.
(seguirá, Dios mediante)

El canto de las aves testifica de Dios

Fred John Meldau
Son los reyezuelos, como cantores, de primera categoría: “llena de trinos y carrerillas, el volumen de un ave tan pequeña es asombroso”.
Autores y naturalistas famosos han escrito mucho sobre el canto maravilloso del ruiseñor. Plinio, de la antigua Roma, escribió: “Los ruiseñores vierten un chorro de canción ... . ¡Qué conocimiento pleno de la música de una sola ave! Su sonido es modulado, siendo ora extendido en una nota larga con una exhalación continua, ora variada al controlar la misma, ora en staccato, ora combinada al prolongarla, o bajada repentinamente, y a veces sólo un susurro, ya sea fuerte, bajo, atiplado, con trinos, con largas notas ... soprano, mezzo soprano, barítono; en una palabra tiene en esa pequeña garganta todos los dispositivos que la ciencia humana ha incorporado en el mecanismo complicado de la flauta”.
El sinsonte, sin duda, es “la más dotada de todas las aves cantoras”. Le gusta bromear y puede imitar los cantos de las otras aves y toda suerte de sonidos de animales, como puede remedar el chirrido de una carretilla vieja o el ladrido de un perro. Los sinsontes son admirables cantores “poseyendo maravillosa técnica”, y algunos observadores dicen que “superan aun al ruiseñor y al tordo en sus arranques emocionados”. Hubo “un sinsonte que imitó 32 especies distintas de aves cantoras durante diez minutos de canto ininterrumpido”, según consta en documentos pertinentes.
Se dice que el tordo ermitaño emite una de las más etéreas canciones, una serie gradual de cadencias ascendentes tan semejantes al sonido de una campana, tan espiritual en tono y en ejecutoria, que parecen superar la habilidad de un ave.
¿Quién creó la pequeña garganta del ruiseñor, del tordo y del reyezuelo, haciéndolos mucho más versátiles que cualquier flauta inventada por el hombre, y les dio una habilidad tan fenomenal para poder producir tan bellas melodías? ¿Quién formó la garganta del sinsonte de tal modo que puede reproducir, fielmente, cien sonidos que apenas pueden ser distinguidos de los originales? ... De cierto, toda ave es un testigo vivo de Dios su Creador. La supuesta operación de la “evolución” jamás podría crear la garganta de un ruiseñor o la de un sinsonte, o infundir diez mil milagros de canción en otras especies de aves.
(Traducido e impreso con permiso, de WHY WE BELIEVE IN CREAT1ON, NOT IN EVOLUTION [POR QUÉ CREEMOS EN LA CREACIÓN, NO EN LA EVOLUCIÓN], por Fred John Meldau, páginas 180-183).

Notas misceláneas: Número 159

El Señor del cual somos
“Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, o que vivamos, o que muramos, del Señor somos” (Romanos 14:8).
Cuando Tomás K. y sus hermanos salían de la casa para divertirse, su madre siempre les amonestaba: “¡Cuidado muchachos!, acordaos a quienes pertenecéis”. Todos ellos conocían el significado de esas palabras: era preciso que la honra de la familia fuese mantenida. No convenía que su conducta avergonzara a su padre y a su madre.
Nosotros somos de Cristo, el Señor. Acordémonos de Quién somos.
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Un drogadicto librado
“El Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz creyendo, para que abundéis en esperanza por la virtud del Espíritu Santo” (Romanos 15:13).
“Ud. predicó ese sermón sobre Romanos 15:13. Mientras yo estaba sentado allí, Ud. no tenía ninguna idea de que yo era un drogadicto, atado por una cadena que no podía romper y más desesperado cada día. Repentinamente Ud. dijo, ‘Jesucristo puede infundir esperanza en un corazón sin esperanza’. Abrí mi corazón a Cristo. Le recibí por fe como mi Salvador. Cuando salí, arrojé mis drogas y demás cosas en el desagüe. Supe que era un hombre nuevo en Cristo”.
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Extracto: No le gusta al cristiano que anda desordenadamente que otro cristiano haga contacto con él; se siente redargüido. Cuando el corazón no está bien con Dios, Su luz nos hace sentir incómodos.
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La ofrenda cristiana
“Ofrezcamos por medio de Él a Dios siempre sacrificio de alabanza, es a saber, fruto de labios que confiesen a su nombre. Y de hacer bien y de la comunicación no os olvidéis: porque de tales sacrificios se agrada Dios” (Hebreos 13:15-16).
“Cuanto a la colecta para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros aparte en su casa, guardando lo que por la bondad de Dios pudiere; para que cuando yo llegare, no se hagan entonces colectas” (1 Corintios 16:1-2).
Dos cosas se distinguen en la ofrenda de los santos de Dios: su habilidad y su aprecio de las bendiciones de Dios derramadas sobre ellos. Los macedonios apreciaron tanto la bondad de Dios hacia ellos que está escrito de ellos: “en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su bondad. Pues de su grado han dado conforme a sus fuerzas ... y aun sobre sus fuerzas” (2 Corintios 8:2-3). La mujer que quebró el alabastro de ungüento y lo derramó sobre la cabeza de Jesús estaba tan embelesada con lo digno de Su persona que ni un instante una vez pensó en el costo del ungüento.
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UNA PREGUNTA: ¿Por qué fue necesario que la lanza fuese clavada en el costado de Cristo, visto que estuvo ya muerto? ¿No fue su muerte la paga completa a Dios por el pecado? ¿Por qué se dice que es la sangre [no la muerte] la que hace la expiación por una persona?
UNA RESPUESTA: La lanza clavada en el costado (el corazón) de Cristo demostró a todos que Su muerte fue cierta, y además dio salida a la sangre de la expiación y el agua de la purificación sobre las cuales descansamos, y por las cuales somos limpiados. La muerte de Cristo produjo plena expiación por el pecado, pero sangre fuera del cuerpo, aparte de él, es un comprobante de muerte; (en el cuerpo, es la vida de él); por lo tanto la sangre es la voz usada uniformemente en las Escrituras para expresar el valor expiatorio de la muerte de Cristo; no porque la sangre vertida sea cosa distinta de la muerte, sino porque es una evidencia de ella. “Consumando la expiación” con la sangre es una expresión más apropiada que por medio de la muerte, porque significa la vida santa y perfecta entregada a muerte. La sangre, que era la vida, vertida ya en muerte, es la que es tan preciosa ante Dios.
Se notará que cuando la Escritura menciona la muerte de Cristo, se relaciona más en conexión con resurrección, significando la verdad del rescate del pecado (léase Romanos 6), más bien que la expiación de los pecados (léase Romanos 3).
(entresacado de THE YOUNG CHRISTIAN [EL JOVEN CRISTIANO], 1932, tomo 22, página 82).
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A Él conviene crecer
Juan Bautista dijo: “A Él conviene crecer, mas a mí menguar” (Juan 3:30). Acerca del Espíritu Santo, Jesús dijo: “Él me glorificará: porque tomará de lo Mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14).
Hazte el propósito de exponer los atractivos de Cristo y de llevar a los santos conscientemente a la presencia del Señor. Ocúpate en glorificar a Cristo —el revelarlo, por decirlo así— y luego ponte a un lado para que sea contemplada Su gloria.
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La hermosura de las aves da testimonio de Dios
De todas las cosas hermosas en el mundo, ¿cuál puede exceder la belleza de las aves? ¿Quién puede superar al pavo real en su grandiosa presentación? Un autor escribe que “las plumas del pavo real despliegan un motivo repetido y resplandeciente, producido por el efecto unido de la combinación de colores diferentes y de tonos distintos, marcados a intervalos fijos que son minuciosamente fraccionales, sobre cada ramificación de cada pluma; y cada punto en cada ramita requiere un desarrollo distinto para producir el armonioso resultado total del plumaje glorioso del pavo real”. La probabilidad es nula para que tal simetría, tal diseño estructural minuciosamente preciso, y exhibiendo tanta hermosura, sea el resultado de una fuerza ciega que no puede ver colores, ni tomar en cuenta medidas precisas, ni apreciar el cuadro magnífico. Tal belleza, tal simetría, tal diseño acabado de detalles múltiples y perfectos, no puede ser resultado del azar: fue imprescindible que tal resultado fuese concebido, planeado, y el plan llevado a cabo por una Persona inteligentísima y poderosa. ¡Solo Dios!
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Núm. 159. — Para marzo y abril de 1976. — 1 de marzo de 1976. — Palabras de Edificación, Exhortación y Consolación. — Publicación bimestral. — Oficinas editoriales y de impresión, Tipográfica Indígena, Domingo Diez 503-M, Cuernavaca, Mor., México. — Director, A. Farson A. — Reg. artículo 2a clase, 28 de enero de 1963. Consta de 32 Páginas. — Tiro 3200.