Número 26
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Carta del editor - Número 26 - Diciembre de 2009
D.E. Rule
A mis amados hermanos y hermanas en Cristo:
Saludos en el nombre precioso del Señor Jesucristo. Cuán maravilloso va a ser cuando todos los miembros de Su cuerpo estemos juntos en Su presencia en el cielo, sin la carne, las dificultades y divisiones, o debido a la distancia que muchas veces nos separan. Puede ser que hoy mismo escuchemos Su voz que nos llama para recibirle en las nubes.
Pero mientras estamos aquí, nuestro deseo es que este número de Tu Juventud sea de provecho. Pedimos lo mismo de siempre, es decir, que leas esta revista con tu Biblia abierta. Recordemos que la Palabra de Dios es lo que nos juzga, así que cuando se lee algo escrito por cualquiera de nosotros, o escuchamos lo que cualquier persona habla, tenemos que juzgar lo que se dice con la misma Biblia.
Hemos reducido el número de páginas en esta edición de la revista, porque Correos de Ecuador ha triplicado el costo de envió y la mayoría de revistas son franqueadas desde aquí. Al momento, estamos buscando alternativas. Realmente, sería muy bueno poder entregar cada ejemplar personalmente, pero esto no nos es posible.
Cuán bueno es saber que aunque estamos separados por la distancia, formamos parte del mismo rebaño del Buen Pastor, pues somos Sus ovejas. Que Él nos ayude a caminar como es digno de Su llamamiento a quienes hemos sido redimidos con Su preciosa sangre.
Su hermano por gracia,
Isaías 9:6: Admirable, Consejero
D.E. Rule
“ ... un NOMBRE que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:9).
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6).
La primera parte de este versículo se refiere principalmente a la primera venida del Señor Jesucristo cuando nació en este mundo.
“Porque un niño nos es nacido” es un maravilloso recordatorio de la humanidad del Señor Jesucristo. Qué importante es que el Hijo de Dios vino a este mundo, nació de una mujer, vivió aquí unos 33 años como hombre perfecto y ahora está en la gloria como hombre. ¡Nunca dejó ni dejará de ser Dios! Como niño también fue maravilloso, cual leemos en Lucas 1:80: “Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu”. Después en Lucas 2:40 menciona: “Y el niño se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre Él”; luego en Lucas 2:43,46-47, leemos sobre un incidente en el que “Se quedó el niño Jesús en Jerusalén y le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus repuestas”. En Lucas 2:52 hallamos que “Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”. No hay otro niño en la historia cuya niñez haya sido como la del Señor Jesucristo.
“Hijo nos es dado” nos habla de cómo el Hijo Eterno de Dios fue dado a nosotros (Juan 1:14; 3:16). Siempre desde la eternidad pasada el Señor Jesucristo ha sido el Hijo de Dios; pues como leemos en Hebreos 1:5: “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy ... ”.
Aunque podemos aprender de todo este versículo en cualquier momento, la siguiente parte del mismo se refiere al Señor Jesucristo cuando vuelva a este mundo para reinar durante el milenio.
“El principado sobre Su hombro” habla de cómo el Señor Jesucristo va a reinar como Rey de Reyes y Señor de Señores cuando vuelva con la iglesia para reinar sobre este mundo. El mundo le rechazó cuando vino la primera vez; pero nosotros también debemos reconocerlo por quien es, aunque como su novia tenemos un lugar mucho más cercano a Él.
“Admirable” es un título, no un adjetivo. Habla de Su palabra y Su obra. Muchos de los que oyeron a Jesús cuando estuvo aquí quedaron admirados. Nosotros también debemos quedar admirados.
Fue “Consejero” para quienes le conocieron en su primera venida. Y cuando el Señor Jesucristo vuelva otra vez para gobernar, va a ser de nuevo el Consejero perfecto para cada necesidad. Sin embargo, Él puede aconsejarnos perfectamente en este tiempo, cuando estamos dispuestos a escuchar Sus consejos, que los hallamos principalmente en Su Palabra, la Biblia.
“Dios Fuerte” se refiere a Él como el Gobernante Supremo y Omnipotente. Cuando el Señor Jesucristo gobierne el mundo, entonces habrá por primera vez un gobernante perfecto y que tiene el poder para ejecutar Sus planes perfectos.
“Padre Eterno” se refiere a Él como el Padre o la fuente de la eternidad. Pues Él da vida eterna a todos los que creen de corazón en Él. Y Él habita la eternidad, como dice Isaías 57:15: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo”. No se refiere a la misma posición que Dios el Padre tiene como Padre de su familia; sino que se describe al Señor Jesucristo como la fuente eterna de vida eterna y todo cuanto ello implica.
“Príncipe de Paz” habla de Él, quien por fin traerá paz a este mundo. Pues las Naciones Unidas, los acuerdos de paz firmados entre países, las guerras para terminar con las guerras, ni ningún otro esfuerzo humano ha traído ni puede traer paz. Lo único que traerá paz es cuando el Príncipe de Paz esté gobernando este mundo.
Cuando reflexionamos en el Señor Jesucristo, debe producir que le adoraremos por quién Él es y que le alabemos por cuanto Él ha hecho.
Conocer al Señor: Un poema
N. Vega
¡Oh Señor, cuán precioso es conocer Tus nombres;
pero conocerte a Ti mismo es mucho mejor!
Y aunque eres tan glorioso y majestuoso;
nos has hecho tan cercanos por Tu amor.
Ahora, pues, descansamos en Tu fidelidad,
cada día al caminar por Tu gracia y favor.
1 Juan 1: La comunión
R. Thonney
“Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Corintos 1:9).
Qué privilegio tan inmenso es poder andar en comunión con nuestro bendito Señor Jesucristo. Fue el privilegio que tuvo Adán cuando en el principio fue puesto en el huerto del Edén. Allí, Dios se paseaba en el huerto al aire del día y buscaba a Adán para tener comunión con él. Es una lástima que el pecado puso fin a esta comunión tan dulce. El pecado siempre rompe la comunión. La sangre de un sacrificio era la manera en que el pecado fuese cubierto para que se restaure de nuevo la comunión. Y hoy en día, mediante la sangre de nuestro Señor Jesucristo que nos limpia de todo pecado, podemos de nuevo andar en comunión con nuestro Dios; pero ya no como Creador y criatura, sino como Padre e hijo. En la parábola del hijo pródigo hallamos que Dios no se interesa tanto en tener jornaleros que le sirvan, sino que desea hijos que puedan sentarse a Su mesa para compartir Sus pensamientos y gozar de la comunión con Él.
La salvación es algo que nunca se puede perder, como se expone de manera tan clara en Juan 10:27-29 sobre la seguridad de un verdadero creyente en nuestro Señor Jesús. Pero en cambio la comunión es muy frágil, pues una mentira puede romperla, así que es imposible que podamos tener comunión si damos cabida a la mentira o a cualquier otro pecado.
En 1 Juan 1 tenemos lo que tiene que ver con la comunión que podemos gozar como miembros de la familia de Dios. Hay principios muy importantes para aprender respecto a este tema que pueden ayudarnos en nuestras vidas. Es muy importante que notemos que en primer lugar está la comunión con el Padre y con Su Hijo Jesucristo como menciona el versículo 3 y luego entonces en el versículo 7 se habla de comunión unos con otros. En ocasiones, nosotros ponemos este orden al revés. Sin embargo, la verdad es que la comunión entre nosotros solo se goza si primero, en forma individual, estamos mutuamente en comunión con el Padre y con Su Hijo.
Esta epístola empieza con: “Lo que era desde el principio”, pues es más fácil entender las cosas cuando comenzamos desde el principio. Aquí tenemos el principio de la manifestación de la vida eterna en este mundo, cuando nuestro Señor Jesucristo nació en nuestro planeta y los hombres pudieron observar por primera vez al que en Sí Mismo es aquella Vida Eterna. Juan 17:3 nos recuerda: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. Oyeron, vieron, contemplaron y hasta palparon. Tan cerca estuvo Dios en la Persona de nuestro Señor Jesús en Su deseo de gozar comunión con nosotros. Y no fueron fábulas que contaron los apóstoles que estuvieron entonces, sino hechos históricos, ya que la verdadera fe cristiana se basa en lo que realmente ocurrió; pues de forma explícita en 2 Pedro 1:16 se señala que no son “fábulas artificiosas”. Qué gozo produce en nosotros al leer los cuatro evangelios así como la historia sagrada poder oír, ver, contemplar y hasta palpar la realidad de nuestro Señor Jesús.
Al hacer esto gozamos de lo que Juan habla en el versículo 3: “comunión con nosotros (los apóstoles); y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con Su Hijo Jesucristo”. Ellos nos han anunciado lo que habían “visto y oído”. Y por esto es tan importante prestar mucha atención al registro divino. Pues la comunión apostólica no es algo que nosotros podemos gozar sin estar de acuerdo con lo que las Escrituras nos relatan, ya que esa comunión es a la vez “con el Padre, y con Su Hijo Jesucristo”. Cuán tremendo privilegio es poder andar en comunión con el Padre, el Dios del universo, y con Su Hijo que vino a este mundo para redimirnos.
El versículo 4 nos dice que solo así nuestro gozo puede ser cumplido. El hombre se esfuerza tanto para tener gozo en la vida, sin darse cuenta de que no se lo consigue por tener cosas materiales, ni una buena educación, ni ninguna otra cosa, sino tan solo por andar en comunión con Dios nuestro Padre y con Su Hijo Jesucristo. Si no hay gozo cumplido en tu vida ahora, es porque no tienes comunión.
Si vamos a gozar de la comunión con el Padre y con Su Hijo, entonces tenemos que entender que “Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en Él”. La luz lo manifiesta todo. No se puede tratar de esconder alguna cosa, por más pequeña que sea en la vida y a la vez gozar de la comunión con Él. Pues desde el primer capítulo de la Biblia nos declara que “separó Dios la luz de las tinieblas”, ya que la luz y las tinieblas se excluyen mutuamente. Vivimos en un mundo donde hay muchas tinieblas y el enemigo de nuestras almas no quiere que gocemos de comunión y por eso procura mezclar las dos cosas. Pero es imposible si se quiere gozar de la comunión con Dios. Por esto en el verso 6 se pone una prueba: “si decimos que tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad”. Es fácil decir estoy bien; pero la realidad a veces suele ser otra; así que es mucho mejor reconocerlo, porque si no estamos robándonos a nosotros mismos el gozo de la comunión.
El verso 7 nos enseña que “andamos en luz”. Es la posición de todo creyente verdadero. No se puede esconder nada en la luz. Al andar en la luz el uno y el otro entonces hay comunión. Luego termina el versículo con esta verdad tan preciosa: “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. Lo que rompe la comunión es el pecado. Dios ha provisto, a costo de Sí Mismo, lo que quita el pecado de delante de Su presencia para que pueda haber comunión de nuevo; primeramente con Dios y luego por consiguiente, los unos con los otros.
Los últimos tres versículos tratan sobre cómo restablecer la comunión. Los versículos 8 y 10 nos hablan del pecado; así en el versículo 8 se refiere al pecado como la raíz que hay en nosotros, mientras que en el versículo 10 es el hecho que cometemos. Es vital reconocer lo uno y lo otro. En ocasiones, sucede que reconocemos lo malo que hemos hecho; pero culpamos a otro de habernos provocado para hacerlo, lo cual es no reconocer la raíz que hay en nosotros. Si hemos pecado es porque nos hemos permitido actuar en la carne: la raíz del pecado que está en nosotros. Una verdadera restauración tiene lugar cuando se reconoce no solo el mal que hemos hecho, sino también la raíz que ha provocado el pecado.
Luego el versículo 9 habla de la confesión. ¡No se nos dice que pidamos perdón! Pues según el capítulo 2 verso 12 dice que judicialmente nuestros pecados ya han sido perdonados, por lo que ya no necesitamos pedirlo. Pero cuando confesamos nuestros pecados, entonces reconocemos el mal que hemos hecho y Le decimos a Dios sin tratar de maquillarlos o justificarnos. Esto es lo que Él desea para poder perdonarnos gubernamentalmente, pues Dios gobierna en Su casa, y entonces además nos limpia de toda maldad. Los inconvenientes que resultan cuando permitimos el pecado en nuestras vidas son fuertes. Tantas personas piensan equivocadamente que tienen que arreglar sus problemas y luego volverse al Señor; pero no es así. Nosotros tenemos que confesarlos y luego Él nos perdona y limpia. Si se ha roto la comunión, entonces amados hermanos cuán pronto sea posible confesemos a nuestro bendito Padre para volver a esa dulce comunión.
“He aquí, Tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría” (Salmo 51:6).
Juan 10:7-21: Jesús el Buen Pastor
W. Carrion
Habiendo meditado sobre la alegoría del redil; ahora nos disponemos a continuar nuestra meditación dando una ojeada en una de las páginas más hermosas, agradables e interesantes, narrada por el apóstol Juan en el Evangelio, la misma que a través de los tiempos ha fortalecido la fe cristiana; aquella que nos presenta al Señor Jesucristo como el buen pastor y a nosotros sus redimidos, como ovejas de su rebaño:
La alegoría llama nuestra atención a la vida de un humilde pastor oriental, junto a su rebaño de ovejas, con lo que podremos entender mejor la vida diaria en el antiguo Israel, entorno en el cual vivió nuestro Buen Pastor, el Señor Jesucristo.
Yeshúa (Jesús) nos compartió esta alegoría rica en significado, para ayudarnos a conocer su misión, identidad, carácter, rectitud moral, su tierna compasión y para que comprendamos su comunión con el Padre, la cual debe ser igual entre Jesucristo el buen pastor y todos nosotros que somos sus ovejas.
Los cristianos primitivos, entre ellos los que fueron perseguidos por la inquisición romana, aquellos que los conocemos como “los mártires de las catacumbas”, preferían recordar al Señor Jesucristo como un pastor con sus ovejas, en vez de recordarlo crucificado en la cruz; este maravilloso testimonio se lo ha encontrado en las paredes de las catacumbas, en donde muy comúnmente se han localizado evidencias pictóricas que son representaciones de Jesucristo como el buen pastor, llevando a sus tiernas ovejitas entre sus brazos y a las ovejas enfermas en sus hombros.
La palabra pastor (poimen) aparece más de cien veces en la Biblia, y proviene de la raíz que etimológicamente significa: “dar pasto” o “apacentar” y “cuidar”. Lo cual denota que la obligación del pastor es satisfacer las necesidades de sus ovejas, tales como alimentación, provisión de agua, cuidado, seguridad, guía o dirección en su vida cotidiana.
Escudriñando el registro bíblico encontramos que muchos de los antiguos patriarcas fueron pastores, entre ellos: Abel, Abraham, Isaac, Jacob, los hijos de Jacob, Moisés, David, Amós. (Génesis 4:2; 12:16; 26:14; Éxodo 3:1; 1 Samuel 17:34; Amós 1:1).
Haciendo referencia al vocablo rebaño diremos de igual manera que, las palabras sinónimas, nos ayudarán, a comprender su significado, entre otras tenemos: manada, hato, bando, grupo o conjunto de ovejas; esto es, la palabra rebaño se refiere a la agrupación de ovejas.
Las ovejas por naturaleza no son agresivas, más bien son indefensas, es la razón por la cual necesitan que el pastor les dé constante cuidado y protección del peligro, del mal tiempo, que busque a la descarriada y cure a las enfermas; sin la preciosa protección del pastor las ovejitas pueden desfallecer o perecer.
“Yo soy el buen pastor, el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11).
En estas palabras el Señor Jesús, nos da a entender que sus ovejas somos el motivo primordial de su existencia, somos su tesoro, y como tal, nos da su amor, nos tiene compasión, nos cuida día y noche, con dedicación y esmero; y si una oveja se llegaré a extraviar, la busca con sacrificio, truene, llueva o relampaguee, sin importar la hora que sea: “De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos” (Génesis 31:40). Y la busca hasta encontrarla, no importándole el cansancio propio, cuando localiza a su ovejita de regreso al redil la pone sobre sus hombros; y luego exterioriza su gozo en medio de los que le rodean: “Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone gozoso sobre sus hombros, y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15:1-7).
Jesús dice que él es nuestro buen pastor, aquel que nos cuida, protege, busca, congrega, guía, apacienta, e inclusive en la máxima expresión de su amor gratuito, y generosa bondad, dio su vida por nosotros, para rescatarnos a quienes estábamos en pecado o bajo el yugo de la ley. Jesús no se quedó esperando a que nosotros fuéramos a su encuentro, sino que Él mismo libre y voluntariamente se puso en camino para buscarnos; por eso se hizo amigo de los pecadores, comía con ellos y les anunciaba el maravilloso Evangelio de la salvación, muestra de su infinito amor y misericordia. El jamás nos ha tratado como merecen nuestras culpas, siempre su misericordia ha superado nuestras faltas. Esto agradaba a la gente humilde y sencilla, que le escuchaba con gozo y alegría, y provocaba oposición y rechazo en los hombres hipócritas, vanagloriosos y complicados, que fungían de falsos pastores del rebaño de Israel.
“Dios ¡Cuán grande es tu amor!,
Tu gran amor por mí,
admirable amor
que durará sin fin;
es divino y santo,
amplio cual es el mar,
alto más que los cielos es
tu amor por mí”.
Tal es el Pastor que tenemos,
“He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).
La irresponsabilidad de un pastor inútil, se evidencia en el rebaño con muchas ovejas débiles, enfermas, perniquebradas, descarriadas y perdidas cual ovejas que no tienen pastor.
Además de ser víctimas del maltrato del pastor inútil, las ovejas están expuestas a las inclemencias del tiempo; y, al ataque de los animales peligrosos, tales como el lobo, el oso, el león, el chacal o la hiena, que son algunos de los nombrados en la Biblia: 1 Samuel 17:34-35; Amós 3:12; Miqueas 5:8; Juan 10:12; y de las aves de rapiña: Ezequiel 34:15-16. Y, además las ovejas están expuestas a que les trasquilen su lana a tiempo y fuera de tiempo, por los pastores que no viven para sus ovejas, sino, más bien viven de sus ovejas.
Mi hermano Benjamín, me comentó que cierto día estando conduciendo el taxi en el cual trabaja, recogió a dos pasajeros, los cuales por su diálogo entendió que eran “pastores”. El uno aconsejaba al otro: “hay que buscar las ovejas lanuditas, (haciendo referencia a personas con suficiente dinero), las otras son gente que no nos interesan porque lo único que hacen es venir a la iglesia a calentar la banca y no te dejan nada”.
Nuestro Buen Pastor ama y cuida a sus propias ovejas en forma personal no por los beneficios que pueda adquirir de ellas, sino por su infinito amor, y les ayuda de la siguiente forma:
“Yo, apacentaré mis ovejas y, Yo les daré aprisco, dice Jehová el Señor. Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada, vendaré la perniquebrada; y, fortaleceré la débil ... Yo salvaré a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña” (Ezequiel 34:15-16,22).
El Buen Pastor jamás segrega a la oveja enferma, o a la perniquebrada; más bien las cura, venda sus heridas, y las rehabilita, les trata con incomparable amor, ellas son a las que cuida y protege con mayor esmero; “Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas” (Salmo 147:3). Los falsos pastores, las limitan y las segregan, si es que no las eliminan de una vez.
“Como buen pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas” (Isaías 40:11).
Como ovejas del Buen Pastor, bien podemos decir junto con el Salmista: “Jehová es mi pastor; nada me faltara. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará” (Salmo 23:1-2).
¿Comprendes cuanto Dios nos ama, nos apacienta, protege y cuida?
Al desechar el Rey Saúl, la palabra del Señor, Jehová le desecho y resolvió que ya no seguiría siendo Rey sobre Israel. Entonces Jehová encomendó al profeta Samuel, para ungir nuevo Rey a uno de los hijos de Isaí; al ver Samuel a Eliab, el primer hijo, dijo: “De cierto delante de Jehová está su ungido. Y Jehová respondió a Samuel: no mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:6-7). “E hizo pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a éstos. Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos todos tus hijos? Y él respondió: Queda aun el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí. Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es” (1 Samuel 16:10-12).
Cuando el profeta Samuel buscaba entre los hijos de Isaí, al que Jehová había escogido para ungirlo como Rey de Israel; Isaí, ni siquiera tomó en cuenta a su hijo David, menospreciándolo posiblemente, porque era un simple pastorcillo, el cual pasaba mucho tiempo en el campo entre las majadas de las ovejas, cuidando el rebaño; pero Jehová conocía muy bien a David, podía ver que él amaba con integridad de corazón a las ovejas, habiendo llegado a encariñarse con ellas hasta exponer su propia vida ante los peligros de los animales depredadores; aun estando en la casa del Rey Saúl, iba muy continuamente a estar con sus ovejas en el campo.
“ ... Tú apacentaras a mi pueblo Israel, y tú serás príncipe sobre Israel ... Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel” (2 Samuel 5:2; 7:8).
David conocía muy bien el oficio de pastor y sabía que las ovejas y corderitos dependían de él para su bienestar, y estaba dispuesto a defenderlas del león, o del oso a riesgo de su propia vida.
“Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba” (1 Samuel 17:34-35).
Recordemos que también arriesgó su vida al pelear con el gigante Goliat (1 Samuel 17).
David, el pastor de ovejas llegó a ser Rey de Israel, porque por experiencia sabía defender a quienes dependían de él.
Cuando llegó a ser Rey, dice la palabra de Dios que “los apacentó conforme a la integridad de su corazón. Los pastoreó con la pericia de sus manos” (Salmo 78:72).
El Señor Jesús, el amado pastor de nuestras almas, reveló su admirable carácter: “Al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36).
Los ojos misericordiosos del Buen Pastor, vieron las necesidades del hombre que a causa del pecado estaba sentenciado a condenación eterna. Miró al hombre pecador, como ovejas abatidas, angustiadas, agobiadas, cansadas, desamparadas, dispersas, extraviadas, y perdidas eternamente.
El Señor nos dice: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15).
¿Estamos haciendo nosotros lo mismo?
El Buen Pastor al considerar a la multitud dijo a sus discípulos: “La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies. Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos” (Lucas 10:2-3; Mateo 9:37).
Si nos consideramos ovejas del Buen Pastor, hemos escuchado su voz y estamos yendo en busca de las ovejas perdidas del Buen Pastor, recordemos la parábola de la oveja perdida:
Él está dispuesto a dejar las noventa y nueve ovejas, para ir en busca de la oveja perdida: ¿Tenemos el mismo interés? Jesucristo dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil, aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor” (Juan 10:16).
Notemos que dice: “habrá un rebaño y un pastor”, ya no menciona el redil en sentido literal.
Para que esclavizarnos al judaísmo, o al denominacionalismo religioso imperante, si tenemos al Buen Pastor que dio su vida por las ovejas. Tan necios seremos, para congregarnos en otros nombres, si tenemos al Buen Pastor que nos invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
El cuidado que Jesucristo, el buen pastor, tiene por sus ovejas es un ejemplo maravilloso del amor divino hacia el hombre pecador.
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).
El señor Jesucristo, oró por sus ovejas: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió ... Más no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos ... Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:9-12,20,24).
El Salmo 23, de David, considerado como el Salmo del pastor, se ha constituido en una joya de la literatura clásica universal, muchas personas lo han memorizado, y les ha sido de mucho aliento repetirlo en circunstancias difíciles de su vida.
En este salmo que es instructivo, podemos encontrar en él algunas cualidades de Dios, tales como: buen pastor, proveedor, compañero, sustentador, guía, protector, reconciliador.
Nadie va al Padre, sino por Jesús. Él es la Puerta Abierta por donde las ovejas deben salir del redil hacia Jesucristo, el único camino al Padre, el Buen Pastor de las ovejas (Juan 14:6).
Todo creyente puede afirmar: “Jesucristo es mi Maestro”, y aprender algo de sus enseñanzas; o puede expresar: “Jesucristo es mi Salvador”, porque ha creído en él, y por cuanto ha sido redimido por la sangre del Cordero, debe tener la seguridad de su salvación; pero, es mucho más comprometedor enunciar “Jesucristo es mi buen pastor”, porque para así decirlo es menester someter nuestras vidas a la guía del Señor Jesucristo y además alimentarnos de Su palabra y saciar nuestra sed en el agua de vida, que salta para vida eterna. ¡Qué maravillo es reconocer al Señor Jesucristo como nuestro buen pastor!
¿Eres tú una oveja perdida? ... El Buen Pastor te está buscando.
El matrimonio
D.E. Rule, W. Carrion, N. Vega
En ocasiones, quienes profesan ser creyentes en el Señor Jesucristo dicen que si Adán y Eva fueron esposos sin casarse; entonces, por qué es necesario que una pareja se case hoy en día. ¿Tienen razón? Si leemos la Biblia es claro que no. Empezando con Adán y Eva, la Biblia dice que una pareja es una sola carne. Ella literalmente fue formada de él en una forma que nadie más ha sido hecho por Dios. Dudo que alguien vaya a decir que debemos vestirnos públicamente como ellos antes de su caída en pecado. Ellos empezaron en el jardín en inocencia; pero ya no estamos en inocencia, sino que tenemos una conciencia. Además, en aquel entonces en el mundo no había otro hombre u otra mujer. Pero en la actualidad hay más de tres mil millones de varones y una cantidad mayor de mujeres. En ese entonces, no había gobiernos; pero ahora hay gobiernos, cuya autoridad es permitida por Dios, pese a que muchas veces no gobiernan en el temor del Señor. Considera que no había otro ser humano que pueda casarse o que pueda registrar el matrimonio o que sirva como testigo, pero actualmente sí los hay. La Biblia dice que es necesario discernir los tiempos y bien vale considerar esto, pues no estamos en el mismo tiempo o dispensación que Adán y Eva vivieron. Ellos empezaron en inocencia, pero luego de comer del fruto de árbol del conocimiento del bien y del mal, recibieron una conciencia.
Después del diluvio, Dios instituyó gobiernos (ve Génesis 9). ¿Y qué dice la Biblia acerca de nuestras responsabilidades a los gobiernos, y qué autoridad tienen ellos? En Romanos 13:1 leemos: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos”. Las autoridades establecen en un país lo que consta en un matrimonio legal. No son los hermanos, ni las congregaciones, ni los individuos quienes deciden lo que constituye un matrimonio. Tenemos el privilegio y la responsabilidad de orar por quienes están en puestos de autoridad y someternos a las leyes que no van en contra de la Palabra de Dios; pues en tal caso: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29). Así que solo cuando las leyes van en contra de lo que enseña la Biblia, entonces tenemos que obedecer a lo que Dios nos dice en Su Palabra y sufrir las consecuencias.
Por lo general, las leyes de un país son claras respecto al matrimonio entre un hombre y una mujer. Pues cuando un varón y una mujer tienen relaciones sexuales antes de casarse es fornicación. Hay aquellos que dicen que no es necesario cumplir la ley; mientras que otros pregonan que después de un tiempo se convierte en matrimonio por la ley de “unión de hecho”. Sin embargo, quienes caen en estas trampas son culpables de fornicación, la cual tiene efectos en sus vidas hasta que el Señor venga. Recordemos que cosechamos lo que sembramos.
Cabe señalar que la “unión de hecho”, legalmente tan solamente constituye una sociedad de bienes, sin que esto por ningún concepto signifique o equivalga al matrimonio; lo cual se estableció para proteger a uno de los convivientes de la irresponsabilidad del otro. Pero lamentablemente esta relación empieza cuando se ha consumado el pecado de fornicación.
Muchos hablan del matrimonio civil y el matrimonio eclesiástico, y preguntan cuál de los dos es válido. La respuesta es: el que cumpla con las leyes donde se vive. Si la ley dice que el matrimonio válido es el que se lleva a cabo en el registro civil, no hay inconveniente en seguido a este evento tener un tiempo o ceremonia ante los hermanos, familiares y otros. Lo que no es correcto es pensar que el uno reemplaza el otro.
Cuán bueno es tener una conciencia limpia ante Dios y ante los hombres, para tener un testimonio que glorifica a Dios, y una relación donde se ha mantenido la pureza antes de casarse y ser esposos. Es algo que traerá consecuencias durante el resto de su vida mientras esté aquí en la tierra. Así que no conviene que permitamos cosas en nuestras vidas que nos dejarán huellas permanentes. Y cuánto mejor es obedecer y gozar de todo lo que nuestro Padre tiene para nuestro bien.
Amados hermanos, creo que es importante recordar que quienes hemos creído en Jesucristo como nuestro Salvador lo consideremos también como nuestro Señor; pues la vida cristiana no consiste en adaptarnos al mundo sino en vivir conforme a lo que le agrada a nuestro Señor, pues ahora Él es el dueño de nuestras vidas ya que nos compró con Su preciosa sangre.
Consideremos lo que dice 2 Corintos 3:2: “Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres”. La última parte del versículo menciona que somos conocidos y leídos por todos los hombres. ¡Inclusive los analfabetos pueden leer lo que dice nuestra vida no por lo que decimos, sino por la manera en que nos conducimos!
En Hebreos 13:18 leemos: “Orad por nosotros; pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo”. Vale orar por los demás y por nosotros mismos y por la situación que individualmente cada uno estamos viviendo; sin embargo, es necesario que a la luz de lo que mira la gran nube de testigos a nuestro alrededor y nuestros amados hermanos procuremos tener una “buena conciencia” y que estemos “deseando conducirnos bien en todo”.
En una relación de unión libre en la que se sobreentiende que “si las cosas van bien siguen juntos y si no se separaran”, vale considerar las siguientes preguntas: ¿Crees que esto da seguridad a la pareja y a los hijos? ¿Consideras que esto es un compromiso para toda la vida? ¿Se entiende que hay lealtad y pureza para el conviviente? Pues bien vale recordar que el matrimonio es figura de Cristo y de la Iglesia, así que considera seriamente lo que estás proyectando a los demás: “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven” (Romanos 14:8-9).
Consideremos también 1 Pedro 3:15-16: “ ... Santificad a Dios el Señor en vuestros corazones ... Teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal”. El deseo del Señor es que nuestro corazón sea cautivado por Él y que en respuesta a ello tengamos una buena conducta; además si Él desea que padezcamos debe ser por hacer el bien, no el mal.
Finalmente, vale recordar la advertencia de Pablo sobre la buena conciencia y el impacto que ella tiene en la fe como lo leemos en 1 Timoteo 1:19: “manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos”. Así que procura mantener una buena conciencia y no permitas que tu vida se convierta en un naufragio. Si estás viviendo en una situación que no es conforme a lo que desea el Señor, creo que es el momento oportuno para desear conducirte bien en todo y poner manos a la obra.
La mies es mucha: Emiratos Árabes Unidos
D.E. Rule
“Jesús ... dijo a Sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a Su mies” (Mateo 9:35,37-38)
Dubái forma parte de los Emiratos Árabes Unidos, un grupo de siete emiratos (como mini países unidos) en el Medio Oriente al lado del Golfo Pérsico. La capital del grupo es Abu Dabi, un lugar que tiene mucho petróleo. Dubái se ha esforzado en tratar de convertirse en el centro financiero y tecnológico del Medio Oriente. Además de las construcciones que existen en el suelo, están construyendo islas en el Golfo en forma de palmeras. Pero con la recesión económica, anunciaron que van a tener que demorarse en el pago de 60 mil millones de dólares que deben por préstamos.
Los árabes son quienes controlan Dubái y los otros Emiratos, aunque no sean la mayoría de la población debido al número de inmigrantes que vienen sobre todo de la India, Pakistán, las Islas Filipinas y otros países. Pero casi las dos terceras partes de la población son musulmanes. Es decir que los descendientes de Ismael, uno de los hijos de Abraham, son muchos. Sin embargo, Dios escogió a Jacob, de quien descienden los judíos.
Como sabemos, el Medio Oriente en su mayoría está compuesto por musulmanes, muchos de los cuales son descendientes de Ismael, el hijo de Abraham y Agar, y por tanto medio hermano de Isaac, el cual es padre de Jacob y de quien provienen los doce hijos de Israel. El Corán enseña que en fin los musulmanes deben matar a todos los judíos. Todos los esfuerzos para tratar de tener paz entre los dos pueblos han fracasado. El único que puede traer paz al Medio Oriente es el Señor Jesucristo cuando venga al final de la gran tribulación para poner en orden las cosas. Él vendrá con nosotros quienes somos salvos y gobernará perfectamente sobre la tierra durante los mil años del milenio.
En Dubái y el resto de los Emiratos Árabes Unidos, hay un poco más de libertad que en Arabia Saudita, para que los creyentes en el Señor Jesucristo puedan reunirse calladamente. La dificultad para poder compartir el evangelio con los árabes musulmanes es muy grande; y, es aun más difícil con las mujeres que con los hombres. Entre los árabes hay creyentes que han tenido que pagar con su vida por testificar del Señor Jesucristo.
Dentro del país, entre los muchos que han venido de otros países están musulmanes, hindúes, y algunos creyentes. Y de algunos que han venido de ciertos grupos de Irán y Pakistán, no se conoce que haya creyentes.
Aunque Dubái ha prosperado mucho últimamente, lo que necesita es prosperar espiritualmente. Durante el tiempo del Ramadán, muchos de los hombres salen a las mezquitas, las plazas y las calles fuera de las mezquitas para orar, a tempranas horas en la madrugada como las 2 am. Qué diferente sería si esas oraciones estuviesen dirigidas a Dios el Padre y al Señor Jesucristo en vez de a Alá, un dios falso y no vivo. Podemos orar para que en medio de todas estas dificultades “la palabra de Dios corra y sea glorificada”.