Orígenes y métodos de los Hermanos Libres: Principios divinos negados en la cuestión de Bethesda

Table of Contents

1. Introducción
2. PUNTO PRIMERO: La causa de la separación
3. PUNTO SEGUNDO: ¿Cuál postura se debe tomar?
4. PUNTO TERCERO: Las consecuencias de practicar estos principios

Introducción

Se ha dicho a menudo que, a pesar de que las así llamadas asambleas de “Bethesda” habían juzgado y rechazado los principios antibíblicos acatados y puestos en práctica por la asamblea de Bethesda en Bristol, Inglaterra, cuyos principios motivaron la separación de dicha asamblea en 1848, los hermanos que fueron guardados sobre el terreno de la verdad, menospreciando todo principio de justicia, no han querido jamás reconocer que ya no existían motivos según Dios para no tener comunión con tales asambleas. Como que tal asunto es muy grave y solemne, merece un minucioso y exhaustivo examen, hecho con todo temor ante el Señor. Con el fin de dar la máxima claridad posible a lo que vamos a exponer, procuraremos con la ayuda divina explicar los tres puntos siguientes que a nuestro entender resumen todo el caso.
1. ¿En qué consisten los principios erróneos causantes de la separación de la asamblea de Bethesda? y ¿es verdad que han sido alguna vez condenados y rechazados por los Hermanos Libres?
2. Entonces pues, si tenemos pruebas evidentes de que estos nocivos principios jamás han sido juzgados, y que el terreno sobre el cual Bethesda y sus adeptos se encuentran en el día de hoy es el mismo tomado en 1848, ¿cuál debe ser la actitud o postura a tomar respecto a ellos, para los que desean obedecer la Palabra de Dios?
3. ¿Cuáles han sido los resultados morales que las asambleas de Bethesda —Hermanos Libres— han cosechado por haber adoptado los principios de neutralidad tocante a la iniquidad de error y a la independencia eclesiástica aceptadas y proclamadas profusamente por tal compañía?

PUNTO PRIMERO: La causa de la separación

VAMOS A CONSIDERAR PREVIA Y BREVEMENTE LOS HECHOS QUE FUERON LOS CAUSANTES DE LA DOLOROSA SEPARACIÓN DE 1848, PROCURANDO CONSIDERARLOS EN RELACIÓN CON LOS ACONTECIMIENTOS QUE PRODUJERON LAS CONSECUENCIAS HASTA EL DIA DE HOY, CON EL FIN DE HALLAR LA RESPUESTA A NUESTRA PRIMERA PREGUNTA.
En el año 1847 se descubrió que el Sr. B.W. Newton de Plymouth, Inglaterra, difundía una doctrina la cual enseñaba que “el Señor Jesús, a causa de su relación con Adán, se hallaba bajo las circunstancias (o bajo el riesgo) de la sentencia de muerte pronunciada contra todo el linaje humano” así como a “la maldición y a la condenación” y añadía que, “como consecuencia de la relación de Cristo con Adán, sus propias relaciones como Hombre de Dios eran tales que, durante los treinta primeros años de su vida, la mano de Dios estaba extendida sobre El, para reprenderle en Su ira y castigarle en Su enojo” (Notas sobre el Salmo 6 por B.W. Newton). Se hacía una clara distinción de todo esto y de los sufrimientos expiatorios de Cristo en la cruz, afirmando el Sr. Newton que en el salmo que él aplicaba a Cristo “el Señor no se encontraba allí en la total y absoluta posición del sacrificio por el pecado”. Veamos además a continuación en cuales términos tan ultrajantes y blasfemos osaba hablar de Aquél que si bien es verdad que vino a ser Hombre de dolores sobre esta tierra, con todo ello siempre fue el Hijo del Dios eterno, “Dios manifestado en carne”. Esto escribió el Sr. Newton: “Cristo tuvo la experiencia de un hombre inconverso, mas elegido. Cristo, en tanto que era descendiente de Adán, y nacido judío, estaba expuesto a la ira y la indignación de Dios. Estaba más lejos de Dios que lo estaba Israel cuando éste hizo el becerro de oro. Él escuchó muy atentamente el evangelio de Juan Bautista y pasó así de la ley al evangelio —Él mismo—. Estando expuesto a la indignación y al enojo de Dios, como hombre nacido de Adán y como judío supo escapar por la oración, por la piedad, de los muchos sufrimientos que hubiese tenido que soportar, etc. ... y tanto sufrió en su vida que su rostro era repugnante huyendo las gentes de Él”.
Un hermano que fue libertado de esta doctrina blasfematoria escribió que si ésta fue la verdad, hubiera “hecho a Cristo incapaz de ser nuestro Fiador, nuestro Salvador. ¿Qué hubiera sido del glorioso evangelio de la salvación de Dios? ¿y de nosotros individualmente, y en qué habría quedado la Iglesia? Habríamos perdido a Cristo!” El descubrimiento de las malas doctrinas del Sr. Newton produjo gran revuelo cundiendo la alarma entre los creyentes andando con él. Muchos de sus adeptos rompieron la comunión con él, y algunos más se retractaron de tales doctrinas. No obstante en el entretanto hubo un grave acontecimiento y fue que muchos de los simpatizantes y amigos de B.W. Newton en comunión con él en el partimiento del pan en Plymouth, fueron recibidos a la Mesa del Señor por la asamblea de Bethesda en Bristol, a pesar de las muchas advertencias que muchos hermanos serios y piadosos de esta asamblea, como de otros lugares, habían formulado al respecto, sobre el peligro de provocar una ruptura de comunión con aquellos que no podían participar de tal acto, ni cerrar sus ojos al hecho consumado. Uno de estos hermanos circuló una carta dirigida a los hermanos responsables de Bethesda, en la cual exponía los motivos de su retirada de ellos en Bethesda. Fue entonces cuando diez de los principales entre ellos redactaron un escrito y lo firmaron, en el cual defendían su manera de proceder, presentando nueve razones por la cuales rechazaban examinar los errores, con los cuales estaban identificados los amigos y simpatizantes del Sr. Newton, y quienes habían sido recibidos en Bethesda. Tal documento ha sido llamado desde entonces como la “CARTA DE LOS DIEZ”.
Con respecto al Sr. Newton, quien durante años ha enseñado doctrinas que en su fondo han sido reconocidas como heréticas, esta carta declara que si los miembros de su congregación piden la comunión de los hermanos, no hay razón válida para rechazarlos a menos que sea probado que ellos han descubierto la herejía y la han recibido, herejía que a la vez caracteriza a su maestro y propagador con el cual se unen y la asamblea de la cual forman parte y con la cual persisten en quedarse en su comunión. Así que éstos, de acuerdo al citado documento, si son tan ignorantes como para ligarse al hombre al cual admiran y siguen sin comprender nada de lo que el tal les enseña, o bien si son lo suficiente disimulados y astutos para disfrazar sus sentimientos y engañar a aquellos por los cuales son examinados, DEBEN SER RECIBIDOS A LA MESA DEL SEÑOR. ¿No es esta una flagrante falta y negación a los principios divinos de reunión? Así que, según el antedicho documento LA PERSISTENCIA EN REUNIRSE CON EL MAESTRO RECONOCIDO COMO HERÉTICO, Y ESTAR EN COMUNIÓN CON EL Y CON SU CONGREGACIÓN NO ES UN OBSTÁCULO PARA SU RECEPCIÓN EN BETHESDA. Tal es el principio establecido, y que se muestra tan claro como la luz del sol, en esta carta de los diez. ¿Hasta qué punto se ha hecho responsable la asamblea de Bethesda en este principio y del documento que lo mantiene? Que el mismo lector creyente juzgue. En la reunión convocada para tratar este asunto el 3 de julio de 1848, el Sr. G. Muller dijo: “La primera cosa que la asamblea debe hacer es aprobar a los firmantes de la carta, pues de no ser así, no habría mucha posibilidad de trabajar entre el rebaño en medio de tantos errores peligrosos como existían, mas no convenía exponerlos”.
La mayoría de los hermanos allí presentes aceptaron tal sugerencia, y poniéndose en pie, votaron la aprobación de la carta de los diez, asumiendo así la responsabilidad solemne de una decisión la cual vinculaba el Nombre del Señor a doctrinas malas trastornando la fe de los santos.
Una de las razones alegadas por la carta de los diez para rehusar el examen del error en cuestión fue el texto del versículo siguiente: “El que comienza la discordia [o querella] es como quien suelta las aguas” (Proverbios 17:14). No obstante sabemos que somos exhortados por la Palabra de Dios para mantener principios tan preciosos como la unidad del cuerpo, y todos los demás, como escribió Judas: “Me ha sido necesario escribiros amonestándoos que contendáis eficazmente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (versículo 3). Si para conseguir la paz, nos mantenemos al margen de este solemne y santo combate por la fe, Dios conduce de una tal manera las circunstancias que la paz que deseamos queda fuera de nuestro alcance, y la lucha de la cual hemos querido huir nos alcanza en el mismo camino por el cual hemos procurado evitarla.
Desde el momento que la carta de los diez fue adoptada, Bethesda se convirtió en el punto clave de la división y de los debates entre los hermanos andando hasta entonces en paz bajo la mirada del Señor. Los que por amor a Cristo, lo habían sacrificado todo combatiendo contra la herejía de Newton no podían identificarse con la posición de neutralidad y los principios distorsionados que Bethesda había adoptado. El resultado de este conflicto ha sido bien conocido. Los hermanos que no podían adherirse a los principios de independencia y de compromiso ante el daño y el error, afirmados en la carta de los diez y adoptados por Bethesda, se separaron de la comunión de esta asamblea y de todas aquellas que tomaron posición a su lado.
Continuando con la primera cuestión y pregunta que si ¿es verdad que han sido alguna vez condenados y rechazados los principios antibíblicos adoptados en 1848 y proclamados en la carta de los diez, por las asambleas llamadas de Bethesda?
Uno de los más enérgicos defensores de Bethesda afirmó en el año 1857 que, el Sr. Craik, uno de los firmantes de la célebre carta, la había públicamente retirado en el transcurso de una reunión muy concurrida. Para asegurarse sobre este extremo, un hermano escribió al Sr. Craik preguntándole si ello era cierto. Aquí presentamos un extracto de su respuesta, fechada el día 5 de septiembre de 1857:
“Cuando hace un tiempo fuimos instados con insistencia a retirar la carta, rechazamos tal propuesta de una manera absoluta, puesto que lo que nunca ha sido establecido tampoco puede ser revocado, al menos que yo lo sepa, alguno de entre vosotros. Y es más; estoy cierto que de volverse a producir en este mismo instante las mismas circunstancias que se produjeron en aquel entonces, la mayoría de nosotros llegaríamos a la misma conclusión y juicio expresado en dicho documento... Por lo que sería inexacto decir en cuanto a la expresión significa que la carta ha sido retirada, y al mismo tiempo sería una inducción al error tal aseveración”.
Así que, por el testimonio sin equívoco de uno de los conductores de Bethesda, emitido nueve años más tarde de la separación, sabemos que los principios relajados y antibíblicos adoptados por esta asamblea nunca han sido juzgados ni condenados, y menos desechados, habiendo caracterizado siempre el terreno o posición asumida por los que se unieron bajo su misma bandera. Y desde entonces, ¿no ha habido entre nuestros hermanos de Bethesda un reta: no a la obediencia a la Palabra, y un abandono de los principios erróneos que nos separan de ellos? Consideremos bien los hechos.
En el año 1872, el Sr. G. Muller, destacado conductor de la asamblea de Bethesda, y principal autor de la carta de los diez, escribió lo que sigue: “Nosotros recibimos a todos los que aman al Señor Jesús y que están fundados sobre la fe, aunque los tales no sean capaces de dejar ciertas personas o ciertos puntos de vista, tal como sería nuestro deseo... Repito que durante estos 15 años hemos recibido almas viniendo de entre personas que ENSEÑAN HEREJÍAS CONDENABLES, pero que habiéndolas examinado, y según las hemos hallado o no fundadas en las verdades esenciales, las hemos recibido o rechazado”.
De este modo veinticuatro años después de la proclamación de los errores de Bethesda, su principal autor declara muy solemnemente que la conducta independiente y distorsionada que fue adoptada por esta asamblea continúa siendo la misma a través de los años y que ninguno de los principios emitidos en la carta de los diez han sido retirados.
En el año 1883, el Sr. J. Wright, otro conductor respetado entre los Hermanos Libres, escribió lo siguiente sobre el mismo asunto: “En respuesta a vuestro requerimiento, el terreno sobre el cual nosotros recibimos a la Mesa del Señor es el de la fe personal del creyente y de la fidelidad en su marcha. Nunca rechazaríamos a una persona estando fundada en su fe, y consecuentemente en su vida, simplemente por estar en comunión con una asamblea de cristianos que tolerasen las enseñanzas del Sr. Newton”.
Por último citaremos un pasaje de una obra publicada por un hermano entre los de Bethesda y titulado: “Principios de los cristianos llamados Hermanos Libres”, cuyo libro se editó con la recomendación de los hermanos conductores muy conocidos y respetados entre tal grupo, tales como los Sres. Vine y Galivell; por lo tanto estamos fundados para considerar esta obra como una exposición exacta y válida de sus principios. Al hablar sobre el origen de la citada compañía en la página 93, dice: “No compete a la actual generación reavivar las cenizas de este voraz y desastroso incendio. Bástenos recordar que ciertos escritos del Sr. Newton fueron considerados como errores en lo tocante al asunto de la naturaleza de nuestro Señor Jesucristo, y que la cuestión se suscitó para determinar si era necesario excluir a quienes tenían tales enseñanzas erróneas, o si los que pertenecían a la asamblea donde tales errores eran tolerados, debían ser rechazados, aunque los tales no compartiesen tales doctrinas.
“Un grupo a cuya cabeza se hallaba el Sr. J.N. Darby, adoptó este último punto de vista. En cambio otros, y en particular la asamblea de Bethesda al frente de la cual estaban y enseñaban los Sres. Muller y Craik, no recibieron a los que eran conocidos como teniendo malas doctrinas, pero no excluyeron a los que venían de la reunión del Sr. Newton.
“El grupo exclusivo rehusó desde entonces en adelante tener comunión con los miembros de la asamblea de Bethesda, o con cualquiera que compartiera sus puntos de vista. Estos últimos (Bethesda) fueron llamados desde entonces ‘Hermanos Libres’”.
En todo ello tenemos la prueba que los principios holgados y de independencia adoptados por Bethesda en 1848, son los que han regido y siguen rigiendo desde entonces a los Hermanos Libres, y aún más dilatados en los últimos tiempos. Jamás han sido por ellos rechazados, siendo por el contrario expuestos con toda libertad por ellos como siendo los principios que caracterizan su conducta y condición eclesiástica.
Según su propio reconocimiento es a causa de tal incidente que se debe su origen. Su posición “libre” da entrada para ser recibidas personas, no importa si éstas están en comunión con cualquier o todas las malas doctrinas que pueden existir, mientras estas puedan probar que no comparten tales falsas doctrinas. Las citas que hemos dado y que podrían ser aumentadas prueban profusamente que este principio al cual los Hermanos Libres deben su origen y nombre ha sido mantenido siempre a través de su historia y lo sigue manteniendo en el día actual, puesto que es afirmado y admitido sin una palabra de desaprobación por sus conductores.

PUNTO SEGUNDO: ¿Cuál postura se debe tomar?

CITAMOS TODO SU ENUNCIADO PARA RECORDARLO: “ENTONCES PUES, SI TENEMOS PRUEBAS EVIDENTES DE QUE ESTOS NOCIVOS PRINCIPIOS JAMÁS HAN SIDO JUZGADOS, Y QUE EL TERRENO SOBRE EL CUAL SE ENCUENTRAN BETHESDA Y SUS ADEPTOS EN EL DIA DE HOY ES EL MISMO TOMADO EN 1848, ¿CUAL DEBE SER LA ACTITUD O POSTURA A TOMAR RESPECTO CON ELLOS, PARA LOS QUE DESEAN OBEDECER LA PALABRA DE DIOS?
Dejando de lado muchos detalles dudosos del libro al cual nos hemos referido y que presenta las doctrinas y la conducta de los Hermanos Libres, estudiaremos únicamente los principios esenciales que caracterizan el sistema de los tales, y cuál debe ser nuestro comportamiento con respecto a ellos según la Palabra de Dios nos enseña.
La declaración fundamental adoptada en 1848 por Bethesda y confirmada por cuantos autores hemos citado es que, LA COMUNIÓN EXPRESADA POR EL PARTIMIENTO DEL PAN CON LOS QUE TIENEN UNA MALA DOCTRINA NO CONTAMINA MIENTRAS QUE LA TAL PERSONA NO COMPARTA LA MALA DOCTRINA.
Que una decisión tomada en el Nombre del Señor para juzgar el mal, como la tomada por los hermanos de Plymouth, para separarse de Newton y sus adeptos NO LIGA A LAS OTRAS ASAMBLEAS. Es por esto que Bethesda se sintió con derecho de recibir a estos últimos a la Mesa del Señor como lo hiciera en 1848, a pesar del juicio que había sido ejercido y pesaba sobre éstos. Las asambleas, en vez de ser una expresión local de la unidad universal del cuerpo, ACTÚAN POR SUPUESTO EN UNA COMPLETA INDEPENDENCIA LAS UNAS RESPECTO DE LAS OTRAS. Estos son los dos principios esenciales de la carta de los diez adoptados por la asamblea de Bethesda, habiendo sido y siendo la expresión de la postura en la que se ha situado desde 1848 sin que jamás la haya abandonado desde aquél entonces.
Para tratar el apartado a), limitémonos, por el momento a examinar lo expuesto en él, a saber: que la comunión con los que tienen una mala doctrina no ensucia a condición de que el individuo no comparta esta mala doctrina. Destaquemos que este principio conduce prácticamente a los Hermanos Libres a recibir al partimiento del pan a personas que, sabiéndolo y queriéndolo, están en comunión con falsas doctrinas con tal que personalmente no tengan ellas tales doctrinas. La razón de ser como una comunidad de cristianos separados de los otros es la afirmación y la defensa de este principio. Es lo que expone el autor del libro del cual hemos hecho mención. Conviene que tengamos tocante a este principio, una convicción bien decidida y fundada sobre la Palabra de Dios. Examinémoslo pues con toda seriedad en su luz. La comunión con un maestro que enseña herejías contamina y sitúa a la persona que practica tal comunión bajo la misma responsabilidad que el falso enseñador. ¿Lo enseña así la Palabra de Dios? Ved la respuesta: “Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina [la verdad en cuanto a la Persona del Hijo de Dios], no lo recibáis, ni le digáis ‘bienvenido’, porque el que lo saluda comunica con sus malas obras” (2 Juan 10, 11). Este pasaje contempla a dos clases de personas: la una teniendo malas doctrinas respecto a la persona de Cristo, y la otra saludando a la primera y recibiéndola en su casa. No vemos que el pasaje nos diga que la segunda persona comparte las 'Isas doctrinas de la primera, sino que se identifica con ellas por un acto de comunión. Dios celara que por este hecho la persona COMUNICA CON SUS MALAS OBRAS, y por eso es ensuciada o contaminada, no porque haya recibido la mala doctrina, sino porque de su voluntad y agrado se ha asociado al herético que trae la mala doctrina. Ante esta solemne y clara declaración de la Palabra inspirada por Dios, cuán grave es la afirmación del Sr. G. Muller que establece que los Hermanos Libres reciben para el partimiento del pan a los que vienen de entre personas “que enseñan herejías reprobables”, mientras que los primeros se hallen fundados en las verdades esenciales. Esto nos demuestra de nuevo que se den cuenta de ello o no, los Hermanos Libres reciben al partimiento del pan a personas que Dios considera como participantes en las malas obras de los instrumentos que Satanás se sirve para corromper el templo de Dios (1 Corintios 3:17).
Este mismo principio expuesto anteriormente lo hallamos en 1 Corintios 5:5. La asamblea en Corinto fue exhortada en este pasaje en que “un poco de levadura leuda toda la masa”. Tal aseveración hecha a los corintios ¿significaba que todos se habían convertido en adúlteros al mantener comunión con un hombre reconocido como tal? Evidentemente que no. Lo que sucedía que por tener comunión con tal persona en la Mesa del Señor, se habían ensuciado todos por igual, como lo hemos visto por el pasaje anterior, al respecto del falso doctor, colocando a la persona que mantiene comunión con él en la misma posición de éste delante de Dios. No era necesario que los corintios cometieran el pecado de incesto para quedar manchados por dicho pecado, ni que nosotros recibamos una falsa doctrina para hacernos responsables de ella delante de Dios. En ambos casos es el ACEPTAR CONSCIENTES COMUNIÓN CON EL MAL LO QUE ENSUCIA. Una vez que los corintios actuaron correctamente en el caso de disciplinar al culpable bajo la amonestación del Apóstol Pablo, éste les pudo decir: “En todo os habéis mostrado limpios en el negocio” (2 Corintios 7:11). Entre tanto que los corintios no se habían purificado del mal por la exclusión del “malo” entre ellos, y esto acompañado por el arrepentimiento de la asamblea por su consentimiento anterior, eran todos culpables ante los ojos de Dios por el mal no juzgado en el seno de la asamblea.
Aunque con las anteriores citas de las Escrituras consideramos que es bastante para probar que toda asociación con un mal conocido, sea doctrinal o moral, ensucia, ante este asunto tan serio que estamos tratando, deseamos una más amplia confirmación de este principio santo, y para ello citamos una escritura del Antiguo Testamento a continuación: “Así dice Jehová de los ejércitos: preguntad a los sacerdotes sobre la ley, diciendo: si llevare alguno las carnes sagradas en la falda de su ropa, y con el vuelo de ella tocare el pan, o la vianda, o el vino o el aceite, u otra cualquier comida ¿será santificado? Y respondieron los sacerdotes, y dijeron: No. Y dijo Hageo: Si un inmundo a causa de cuerpo muerto tocare alguna cosa de éstas, ¿será inmunda? Y respondieron los sacerdotes, y dijeron: inmunda será” (Hageo 2:11-13). Dos cosas son las que tenemos aquí: En primer lugar, ¿santificará una cosa santa otra cosa que no lo sea por el contacto con ella? La respuesta de los sacerdotes instruidos por Dios es: No. Y en segundo lugar, ¿contaminará cualquier cosa inmunda a otra limpia por su contacto con ella? Aquí los sacerdotes respondieron: Sí. Esta segunda cuestión es la que nos concierne y la que afecta directamente a nuestro asunto. Según la ley, cualquiera siendo impuro por causa de un cuerpo muerto, todo cuanto tocaba era contaminado y hecho impuro, de modo que hacía impura a cualquiera persona que tocase, sin ser necesario que ésta última entrase en contacto directo con el cuerpo muerto. EL SIMPLE CONTACTO CON EL HOMBRE INMUNDO ERA MÁS QUE SUFICIENTE. Compárese Números 19:13-16.
Así pues, si queremos ser sinceros en vista a estas escrituras citadas, ¿podremos admitir que un conductor conocido por su mala doctrina, cuyas enseñanzas deshonran a la bendita Persona de nuestro Señor Jesucristo, no contaminará a cualquiera persona por estar en comunión con él, bien que no comparta sus falsas enseñanzas? ¡En manera ninguna! Tal persona queda contaminada por su asociación con el falso maestro.
Pasemos a considerar el apartado b), por un examen breve sobre este segundo gran principio que caracteriza el sistema de los Hermanos Libres: LA INDEPENDENCIA DE LAS ASAMBLEAS ENTRE SI. Tal principio puesto por obra en 1848 para la recepción a la Mesa del Señor de personas de las cuales los hermanos fieles tuvieron que separarse, jamás ha sido juzgado y aun menos desechado, pues habiendo sido formalmente establecido por la declaración escrita por los conductores de Bethesda que tal asamblea adoptó, ha sido continuamente reiterado desde entonces, y continúa la misma práctica el día de hoy entre sus asambleas. En esta materia tales asambleas obran cada una por sí mismas con independencia total de las demás. Los principales conductores entre los Libres que defienden esta independencia afirman que no hay otro camino que este, o la alternativa posible sería una confederación total de las asambleas gobernadas por una autoridad central. Tal sistema fue propuesto en una gran conferencia celebrada por dichos Hermanos Libres en 1876, pero a tenor de sus propios escritos más recientes, parece ser que la idea no prosperó, al menos en toda la extensión de la totalidad de sus asambleas.
Mas LA SOLUCIÓN DE TAL PROBLEMA ESTÁ EN LA APLICACIÓN DE LA VERDAD EN CUANTO A LA ASAMBLEA, cuya verdad no se halla fundada sobre un sistema de asambleas independientes, como tampoco sobre el de una confederación de asambleas con una autoridad humana centralizada. Cuanto a este último, es el que rige a muchas grandes denominaciones religiosas del cristianismo, pero éste es un principio de sectarismo y mundanalidad. De otro lado el sistema de independencia de las asambleas conduce a contaminarse con el mal, dejando el camino despejado a la voluntad propia del hombre, y dejando de lado todo ejercicio de conciencia ante Dios.
Así que es oportuno ahora preguntarse ¿cuál es pues, la verdad de la asamblea y sus funciones sobre la tierra según la Palabra de Dios? En la Epístola a los Corintios tenemos mucha instrucción y enseñanzas divinas sobre el orden de una asamblea local. Y todas estas enseñanzas se centran en una gran realidad y es que HAY UN SOLO CUERPO de Cristo aquí abajo, cuya expresión local se halla allí donde los santos están reunidos al sólo Nombre del Señor. El cuerpo es formado por un sólo Espíritu y abarca a todos los creyentes en la manera que está escrito: “Porque de la manera que el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, empero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo, así también Cristo. Porque por un Espíritu somos todos bautizados en un cuerpo, ora judíos o griegos, ora siervos o libres; y todos hemos bebido de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:12-13). Después de haber demostrado que el cuerpo incluye a todos los santos y cuáles son los resultados prácticos, poniendo por obra esta verdad, el Apóstol dice: “Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros en parte” (versículo 27), lo cual significa que la asamblea de los corintios ubicada en su ciudad es la expresión local del UN CUERPO que abarca a todos los creyentes esparcidos sobre la tierra. Si la asamblea local obra según la luz de las Escrituras, la tal representa la unidad del cuerpo de Cristo. Es verdad por cierto que una asamblea local es responsable directamente ante Cristo quien es la Cabeza del cuerpo; pero sea en recibiendo un miembro del cuerpo o que ejercite sobre él la disciplina en lo que a ella se relaciona, hecho en el Nombre del Señor Jesús, la asamblea no obra independientemente de las demás asambleas, sino en comunión total con todas las demás asambleas reunidas al Nombre del Señor Jesús. Las actuaciones de una tal asamblea tienen un alcance que abarca a todas las demás asambleas en su conjunto, y en manifestación de la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, tales actuaciones son aceptadas por todos cuantos reconocen la autoridad del Señor estando reunidos a Su Nombre. Así, cuando los creyentes de una localidad se reúnen para partir el pan, lo cual es su privilegio, no actúan como siendo miembros de una congregación local independiente, sino como miembros del UN CUERPO de Cristo (1 Corintios 10:16-17). En esta epístola Pablo exhortó a la asamblea a que ejerciera la disciplina para excluir al “malo” entre ellos; pero en ese hecho solemne, como en todo otro los santos de Corinto estaban vinculados con “todos los que invocan el Nombre de nuestro Señor Jesucristo en cualquier lugar” (1 Corintios 1:2). Cuando Pablo escribió acerca de “DENTRO” y “FUERA” (1 Corintios 5:12, 13), no quería decir solamente dentro o fuera de la asamblea en Corinto, sino se refería a la asamblea universal. Por lo que el “malo” al ser excluido de Corinto, lo fue de todas las asambleas universalmente. Además, a pesar del estado dividido y de ruina de la Iglesia en los tiempos actuales, el Señor ha trazado un camino de separación del mal para los que desean agradarle, y ha dado a los “DOS O TRES” reunidos en Su Nombre la facultad para recibir, excluir, restaurar, según sea la necesidad y dentro de la esfera de su propia responsabilidad. (Véase Mateo 18:18).
Considerados, pues, a la luz de la Palabra, los puntos que teníamos ante nosotros, podemos constatar por consiguiente que los dos grandes principios los cuales son la base de reunión de los Hermanos Libres, son gravemente erróneos y con tendencia a trastornar todo el testimonio colectivo de la Asamblea de Dios aquí en la tierra, cuyos principios son:
1.- La asociación con el mal por medio de mantener comunión con los que lo poseen no contamina a los que forman parte de tal compañía, si tales individuos no comparten el mal.
2.- Las asambleas locales son completamente independientes las unas de las otras, dejando por consiguiente de ser la expresión de la unidad del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
Como resultado de tales procedimientos, los Hermanos Libres no tienen en vista más allá de su asamblea local cuando se trata de excluir a uno de entre ellos. Y queda limitado al testimonio personal propio de la persona que pide ocupar un lugar a la Mesa del Señor, el acto de admisión a la misma. De lo que resulta que, el primer principio mantenido por el citado grupo de hermanos abre la puerta PARA QUE ENTRE TODA CLASE DE MAL, y por el segundo de sus principios SE HACE IMPOSIBLE LA EXCLUSIÓN DEL MAL UNA VEZ ESTE HA ENTRADO.
Ante todo esto, ¿cuál debe ser la actitud de los que desean ser fieles al Señor, al discernir estos principios tan desordenados que atentan contra el testimonio de la asamblea y la gloria del Señor? En la Palabra de Dios, la Palabra de verdad, se nos muestra de una manera muy clara y precisa tal actitud: “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son Suyos; y: apártese de iniquidad todo aquel que invoca el Nombre de Cristo. Mas en una casa grande, no solamente hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro: y asimismo unos para honra, y otros para deshonra. Así que, si alguno se limpiare de estas cosas, será vaso para honra, santificado, y útil para los usos del Señor, y aparejado para toda buena obra... y sigue la justicia, la fe, la caridad, la paz, con los que invocan al Señor de puro corazón” (2 Timoteo 2:19-22). “Si sacares lo precioso de lo vil, serás como Mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos” (Jeremías 15:19).

PUNTO TERCERO: Las consecuencias de practicar estos principios

VEAMOS CUALES HAN SIDO LAS FUNESTAS CONSECUENCIAS POR LA ADMISIÓN Y PUESTA EN PRACTICA DE LOS PRINCIPIOS ERRÓNEOS QUE HEMOS CONSIDERADO.
No olvidamos el amor y celo por las almas de parte de nuestros hermanos de Bethesda, y si consideramos ser necesario señalar los tristes resultados causados por el abandono de las dos verdades fundamentales de reunión y del testimonio de la asamblea de Dios aquí abajo, cosa que los caracteriza, es únicamente con el objeto de ayudar a las almas sinceras que son ejercitadas a causa de esta dolorosa condición.
Aportamos a continuación el testimonio de un siervo de Dios, ya con el Señor, quien trabajó por muchos años en la obra con los Hermanos Libres, el Sr. H.C. Crawley. Tales notas adquieren una importancia vital en el caso que nos ocupa por el hecho de que el citado hermano fue un vehemente partidario por muchos años de los principios de Bethesda, habiendo escrito un libro titulado: “Defensa de la Unidad”, defendiendo en el mismo con mucha elocuencia el principio de independencia de las asambleas, ya que según él, era el único camino posible, cuando tal principio es bien entendido. Tiempo más tarde comprendió, que tal principio es malo y antibíblico, por lo que lo abandonó totalmente. Así que citamos de él, lo que sigue: “Por haber andado muchos años con los Hermanos Libres, conozco bien su modo de proceder. Por esta causa yo no podía mantener limpia mi conciencia permaneciendo por más tiempo con los que he dejado, cosa que hubiera hecho antes, pero temía dar este paso por dos motivos. Uno era que no sabía adónde ir, y el otro era que entonces aún creía en la independencia de las asambleas. Finalmente me vi obligado a separarme de ellos, no solamente por el relajamiento excesivo entre ello, y por su sistemático clericalismo, sino también por el hecho de que ellos reciban al partimiento del pan a personas que se sabe que tienen y que defienden doctrinas de error. En mi misma asamblea donde pertenecí por muchos años, estuve luchando contra toda suerte de depravaciones, y contra el invariable clericalismo que es por ellos mantenido. Su abandono de los sanos principios ha llegado hasta recibir al partimiento del pan y para el libre ministerio, a un hombre, a sabiendas de que éste había sido excluido de muchas asambleas porque negaba la eternidad del castigo al pecado. A pesar de conocer esto, fue recibido, con menosprecio de las advertencias y objeciones de ciertos hermanos. Se ridiculizaron nuestras protestas, y más tarde llamaron a los hermanos de una alejada asamblea muy influyentes entre los Hermanos Libres, quienes me pidieron que me fuera de mi localidad, para evitar una división; otro hermano me dijo que cuanto menos se hablara de la conducta de los hermanos en este aspecto, sería mejor. Ambos me rogaron que no divulgara este asunto, y cuando un hermano en medio de una numerosa conferencia hizo una pregunta referente a este caso, fue bruscamente interrumpido de una manera deliberada, quedando silenciado este tema. La asamblea que recibió a este hombre estando bajo disciplina, sin tener en cuenta sus herejías, es reconocida como una asamblea en estado normal; se le muestra y extiende una plena comunión fraternal, como así a los otros hermanos que son responsables de tal pecado, a despecho de que hay un pequeño número de asambleas que no quieren tener ninguna comunión con tal asamblea ni con los miembros que la componen. Otros hermanos me han hablado de las luchas que tienen que sostener para mantenerse alejados de la herejía de la no eternidad del castigo al pecado. Es como si tuvieran una falta total de conciencia. En 1891, catorce hermanos muy conocidos e importantes firmaron y publicaron un documento en el cual establecían entre otras cosas, que no se permitía estar en comunión con asambleas en las cuales se tolerase la doctrina de la aniquilación u otros errores fundamentales. Por otra parte, dos de los hermanos firmantes del documento forman parte de la asamblea que RECIBIÓ PARA EL PARTIMIENTO DEL PAN AL QUE FUE EXCLUIDO POR CAUSA DE LA MISMA MALA DOCTRINA que ya he mencionado. Uno de ellos es el que me rogó que me fuese de mi localidad para evitar una división. Desde entonces, esta carta ha sido publicada por Bethesda, firmada por once de sus ancianos. Ellos siempre mantienen que no se permita la comunión con una asamblea que tolere el mal o cualquier error, por lo cual yo he citado un caso que no fue llevado a cabo o consumado en secreto, sino por todos conocido y por todos admitido. No solamente no han querido actuar en contra de ello, sino que han mostrado comunión fraternal con los hermanos y asambleas que mantuvieron el mal, y nos han dicho tanto a mí, como a los que no han querido identificarse con el mal, que ahogásemos el asunto (que es lo mismo que encubrirlo)”.
“En cuanto a los principios que atañen a la Iglesia, no entienden nada de ello. Tomaron la palabra “Asamblea” de la versión del Nuevo Testamento de J.N. Darby, pero dándole invariablemente el sentido de un cuerpo local de Hermanos Libres. No saben ver otra cosa en ello, y todos sin excepción rechazan toda responsabilidad en cuanto a representar o expresar que todos ellos forman un solo cuerpo, siendo para la mayoría de ellos un lenguaje desconocido. Son puramente y simplemente asambleas locales independientes. No se admite sin resentimiento que una asamblea se preocupe de los asuntos de otra asamblea, de tal manera que la disciplina como la entienden los Hermanos Exclusivos es de todo hecho desconocida para ellos. Según su manera de ver, cuando se ejerce disciplina entre sus asambleas, la tal queda limitada al ámbito de la asamblea local. Si Ud. preguntase a un hermano instruido lo que harían los Hermanos Libres en el caso que un hombre hubiese sido excluido por la asamblea de A, si sería recibido por la asamblea de B, o de C, de seguro le respondería: “Oh no, de ninguna manera”, o bien, “Si se levantase una duda a este respecto, nos informaríamos para saber si había sido excluido justamente o no”. Pero ni la primera respuesta, como tampoco la segunda, expresarían la práctica actual en el referido caso. Solo sería una opinión personal del preguntado. Los treinta años que he andado con los Hermanos Libres me han enseñado que no tienen ningún procedimiento establecido para estos casos; cada asamblea obra como mejor le parece”.
“Las asambleas de los Hermanos Libres están unidas en lo que concierne al beneficio y disfrute de la comunión, cosa que es muy favorecida, y mientras tienen la libertad de la enseñanza y puntos de doctrina en común, pero se encuentran separadas por el hecho de que cada una quiere ser independiente, cosa que se opone a la intervención de otra cualquier asamblea cuanto a la disciplina o la falta de ésta en su seno. Por ejemplo, la exclusión de una persona de una asamblea por razones de mala doctrina o cualquier mal, no garantiza en absoluto que esa persona no sea recibida por cualquiera de las otras asambleas entre su sistema”.
“Las asambleas de tales hermanos forman una federación incoherente y relajada y muy mal definida, de cristianos que solo se distinguen de los otros sistemas del cristianismo por su práctica general, pero no absoluta, del ministerio abierto para todos sus miembros, en contraste con el ministerio de un solo hombre entre la mayoría de los demás grupos religiosos. La experiencia que yo he tenido del sistema de los Hermanos Libres me ha mostrado que el tal es malo y dispuesto para recibir todas las doctrinas falsas que contienen el cristianismo. Tal sistema se ha manifestado incapaz de purificarse de los errores que surgen en su seno, y lo que es más grave, procuran acallar las voces de aquellos que se levantan contra tales males. Entre ellos hay muchos hermanos que aprecio. Muchos de ellos deploran tal estado, pero es el sistema mismo que no está de acuerdo con la Palabra de Dios. Se ignoran grandes preceptos de la Palabra de Dios, como: ‘La santidad conviene a Tu casa, Oh Jehová, por los siglos y para siempre’ (Salmo 93:5), como los principios expuestos en 2 Timoteo 2, 2 de Juan, etc.”.
Por ser el texto que hemos transcrito de un testigo imparcial y bien informado, nos muestra o presenta un cuadro solemne de las consecuencias derivadas por la adopción de los principios erróneos a los cuales hace mención, y que en gran medida deshonran al Señor y destruyen el testimonio de la asamblea sobre la tierra. Es cierto que hay entre el citado grupo hermanos que desconocen totalmente lo concerniente al origen de este movimiento, los principios que lo inspiraron y distinguen, y mucho menos acerca del alcance de dichos principios. Además, como la adopción de los principios de “la independencia de las asambleas” ha suscitado una gran variedad de opiniones entre ellos, es posible que haya ciertas asambleas que hayan abandonado parte de los errores distintivos del sistema, quedándose unidos al mismo. No obstante son responsables ante Dios por lo que los caracteriza al estar identificados con el grupo.
Pues el aceptar estar en comunión con ellos, sobre el terreno de la independencia y del relajamiento que ellos mismos han escogido, es la negación y el abandono de las verdades sin las cuales un grupo de cristianos no puede mantener el carácter de una asamblea de Dios.
Que Dios nos guarde de una tal infidelidad a Cristo, y quiera Él mismo iluminar a nuestros hermanos, libertándoles de estos lazos con un sistema que menoscaba LA GLORIA DE CRISTO Y EL TESTIMONIO DE LA ASAMBLEA.