Arrepentimiento y restauración de Israel
		
			
  En este capítulo asistimos al feliz desenlace de todos los caminos de Dios hacia Su pueblo. El torrente de reproches ya se ha secado, la voz de los juicios se ha callado; la llamada al arrepentimiento por fin encuentra eco en el corazón de Israel. En el día cuando el profeta los exhortaba al arrepentimiento y a la conversión y les anunciaba las bendiciones que serían el resultado de ello (6:1-3), no le habían hecho caso. Ahora que el apuro ha llegado a su colmo (véase 5:15), su oído por fin se había abierto para escuchar la voz de Jehová: “¡Vuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios, porque has caído por tu iniquidad! ¡Tomad con Vosotros palabras, y volveos a Jehová! decidle: ¡Quita toda nuestra iniquidad, y acéptanos bondadosamente; así te tributaremos los sacrificios de nuestros labios!” (versículos 1-2).
		
			
  Israel vuelve; trae palabras de las cuales tan a menudo encontramos expresión en los Salmos (Salmo 103:2; 130:3; 51:1-17; 69:30,2Bless the Lord, O my soul, and forget not all his benefits: (Psalm 103:2)
3If thou, Lord, shouldest mark iniquities, O Lord, who shall stand? (Psalm 130:3)
1<<To the chief Musician, A Psalm of David, when Nathan the prophet came unto him, after he had gone in to Bath-sheba.>> Have mercy upon me, O God, according to thy lovingkindness: according unto the multitude of thy tender mercies blot out my transgressions. 2Wash me throughly from mine iniquity, and cleanse me from my sin. 3For I acknowledge my transgressions: and my sin is ever before me. 4Against thee, thee only, have I sinned, and done this evil in thy sight: that thou mightest be justified when thou speakest, and be clear when thou judgest. 5Behold, I was shapen in iniquity; and in sin did my mother conceive me. 6Behold, thou desirest truth in the inward parts: and in the hidden part thou shalt make me to know wisdom. 7Purge me with hyssop, and I shall be clean: wash me, and I shall be whiter than snow. 8Make me to hear joy and gladness; that the bones which thou hast broken may rejoice. 9Hide thy face from my sins, and blot out all mine iniquities. 10Create in me a clean heart, O God; and renew a right spirit within me. 11Cast me not away from thy presence; and take not thy holy spirit from me. 12Restore unto me the joy of thy salvation; and uphold me with thy free spirit. 13Then will I teach transgressors thy ways; and sinners shall be converted unto thee. 14Deliver me from bloodguiltiness, O God, thou God of my salvation: and my tongue shall sing aloud of thy righteousness. 15O Lord, open thou my lips; and my mouth shall show forth thy praise. 16For thou desirest not sacrifice; else would I give it: thou delightest not in burnt offering. 17The sacrifices of God are a broken spirit: a broken and a contrite heart, O God, thou wilt not despise. (Psalm 51:1‑17)
30I will praise the name of God with a song, and will magnify him with thanksgiving. (Psalm 69:30) etc.), y que ahora salen de bocas sin fraude. El perdón completo, el perdón de toda iniquidad, he allí lo que pide el corazón convencido de pecado y atraído por la gracia. Dios puede “aceptar lo que es bueno”, lo que es según Él y según Sus pensamientos, el arrepentimiento de un pueblo que viene a Él confesando sus pecados. De ese modo el Señor se asociaba con “los excelentes de la tierra” que venían al bautismo de arrepentimiento. Mas al recibirles así, Dios aceptaba lo que era bueno, un estado en el cual el pecado no entraba ya para nada, fruto de la obra expiatoria de Cristo, cumplida en la cruz, y que Dios acepta como justificándonos plenamente. Si es así, se puede entonar la alabanza. Ya no se trata para Israel, de la sangre de toros y machos cabríos, que no puede quitar su pecado, ni hacerlo acepto para Dios, sino “sacrificios (o toros) de sus labios”. El fruto de labios que bendicen Su nombre, el sacrificio de alabanzas, es la única ofrenda que presentarle en adelante, pues que el sacrificio expiatorio ha sido ofrecido una vez, y ha satisfecho para siempre las exigencias de la santidad divina.
		 
			
  “Asiria no nos ha de salvar; ya no montaremos en caballos”. Israel ya no busca la protección de un mundo enemigo, y no confía en la energía de la naturaleza para escapar al mal o hacerle frente. “No diremos más a las hechuras de nuestras mismas manos: dioses nuestros sois: porque en ti halla misericordia el huérfano” (versículo 3). ¿Cómo los becerros de Bet-El habían de ser todavía los ídolos del corazón? Desprovisto de todo apoyo, de todo socorro humano, este pueblo afligido, sin ningún lazo que le ataba a Dios, este huérfano, este Lo-ammí y este Lo-ruhama, lo ha encontrado a Él, y los tesoros de Su corazón para seres desprovistos de todo, un Padre en vez de un juez, la misericordia en vez del juicio. Este último habiendo ya pasado, el amor sólo subsiste.
		
			
  Todo este pasaje bien es la obra de gracia en el corazón, la historia de toda alma de hombre, de todo pecador que vuelve a Dios por medio del arrepentimiento, sea en el día actual, en los tiempos de antaño o en una época por venir.
		
			
  Sin tardar (versículos 4-7), Dios muestra lo que será para ellos cuando hayan tomado consigo palabras para volver a Él: “Yo sanaré sus apostasías; los amaré de pura gracia: porque mi ira se ha apartado ya de ellos. Yo seré como el rocío a Israel; echará flores como el lirio, y ahondará sus raíces como cedro del Líbano” (versículos 4-5). Dios quitará todas las consecuencias de su abandono de Él y reemplazará su miseria por las bendiciones de una vida nueva. Podrá “amarlos libremente”. Este amor siempre había existido en Su corazón, pues que es la esencia misma de Dios, pero se había dificultado en sus manifestaciones por su infidelidad, su dureza de corazón, y los juicios terribles que se había visto obligado a infligirles. Dios será para Israel como un refrigerio celestial cuya fuente será la persona bendita de Cristo. Su pueblo florecerá como el lirio, emblema de gracia, de belleza, aderezo glorioso de la tierra. “Ahondará sus raíces como cedro del Líbano”.
		
			
  Fíjese en el papel del Líbano en toda esta escena. Es símbolo de la estabilidad del reino de Cristo. Como los cedros majestuosos que cubren esta montaña, así Israel extenderá sus raíces para nunca jamás ser abatido; así es que sus retoños se extenderán y su posteridad ocupará la tierra. Pero su perfume será también, como el Líbano, perfectamente agradable al Rey, su Bien Amado (Cantares 4:10-1110How fair is thy love, my sister, my spouse! how much better is thy love than wine! and the smell of thine ointments than all spices! 11Thy lips, O my spouse, drop as the honeycomb: honey and milk are under thy tongue; and the smell of thy garments is like the smell of Lebanon. (Song of Solomon 4:10‑11)). Por fin su fama será como el vino del Líbano, fuente de gozo para el mundo entero, de gozo establecido en un reino consolidado para siempre jamás (versículos 5-7). Todavía en esta escena nueva, “su hermosura también será como la del olivo”. Nuevamente injerto en su propio tronco, Israel parecerá en la belleza primera de su realeza y de su sacerdocio (Zacarías 4:33And two olive trees by it, one upon the right side of the bowl, and the other upon the left side thereof. (Zechariah 4:3); Apocalipsis 11:44These are the two olive trees, and the two candlesticks standing before the God of the earth. (Revelation 11:4)); símbolo de paz para la tierra renovada como antiguamente la hoja traída por la paloma de Noé, después del diluvio (Génesis 8:1111And the dove came in to him in the evening; and, lo, in her mouth was an olive leaf plucked off: so Noah knew that the waters were abated from off the earth. (Genesis 8:11)). Por tanto “Volverán del cautiverio los que se sentaban bajo su sombra” (versículo 7), para buscar en Su presencia una protección ofrecida a todos. “Serán revivificados como el trigo, y florecerán como la vid”. Habrá abundancia de fruta (véase 2:22), y un nuevo florecimiento de la vid del Mesías desprendiendo el perfume de la renovación.
		 
			
  Tales serán las bendiciones milenarias que traerá el arrepentimiento de Israel.
		
			
  El versículo 8 nos hace asistir a un delicioso cambio de pensamientos entre Jehová y Efraim, género de conversación a menudo presentado en ciertos Salmos, que he llamado en otra parte, los Salmos de comunión, y que muestran un acuerdo perfecto entre los interlocutores.
		
			
  “Efraim dirá: ¿Qué tengo yo ya que ver con los ídolos?”. Israel ha encontrado el Cristo, su Salvador y su Rey; los falsos dioses ya no desempeñan ningún papel en su corazón, ni en su vida. Siempre es así cuando el alma ha encontrado un objeto que se ha posesionado de ella y al cual se atribuye más valor que a las miserables vanidades de este mundo.
		
			
  “Yo le he respondido”, dice el Señor, “y le observaré”. Él será el Dios con quien Efraim tendrá que ver, su verdadero Dios. Responderá, dice, a todas sus demandas: lo iluminaré con la mirada de Mi faz, según su deseo: “¡Alza tú sobre nosotros la luz de tu rostro, oh Jehová!” (Salmo 4:66There be many that say, Who will show us any good? Lord, lift thou up the light of thy countenance upon us. (Psalm 4:6)).
		 
			
  Bajo esa mirada, Efraim dirá: “le seré como el verde ciprés”. El ciprés, cuyo follaje no se marchita, crece en el Líbano con el cedro, y hace, con éste, el adorno del templo de Jehová (1 Reyes 5:8,10; 6:158And Hiram sent to Solomon, saying, I have considered the things which thou sentest to me for: and I will do all thy desire concerning timber of cedar, and concerning timber of fir. (1 Kings 5:8)
10So Hiram gave Solomon cedar trees and fir trees according to all his desire. (1 Kings 5:10)
15And he built the walls of the house within with boards of cedar, both the floor of the house, and the walls of the cieling: and he covered them on the inside with wood, and covered the floor of the house with planks of fir. (1 Kings 6:15); 2 Crónicas 2:88Send me also cedar trees, fir trees, and algum trees, out of Lebanon: for I know that thy servants can skill to cut timber in Lebanon; and, behold, my servants shall be with thy servants, (2 Chronicles 2:8)). Estabilidad, testimonio sin interrumpir, santidad, aderezo incorruptible del santuario, proximidad de Jehová; ¡cuántos pensamientos benditos evocan este solo nombre!
		 
			
  Y el Mesías contesta: “Procedente de mí es hallado tu fruto”. ¡Suave, indecible palabra final! ¡Cuánto conviene a Su propio corazón y al de Israel restaurado! Cristo quiere tener la última palabra, se regocija al ver en Su pueblo el fruto de Su gracia. “Verá el fruto del trabajo de su alma, y quedará satisfecho” (Isaías 53:1111He shall see of the travail of his soul, and shall be satisfied: by his knowledge shall my righteous servant justify many; for he shall bear their iniquities. (Isaiah 53:11)). Toda esta bendición no tiene otro origen. ¡Nada viene del hombre, todo proviene de Dios! ¡Ah! cómo el corazón de Sus bienamados podrá responder en una adoración muda: “¡Todas mis fuentes están en ti!” (Salmo 87:77As well the singers as the players on instruments shall be there: all my springs are in thee. (Psalm 87:7)).
		 
			
  El versículo 9 cierra y resume la profecía de Oseas. “¿Quién es el sabio que entenderá estas cosas, el prudente que las conocerá? porque rectos son los caminos de Jehová, y los justos andarán en ellos; mas los transgresores, en ellos caerán”. ¿No es ésta la conclusión del libro? Hace falta, para entenderlo, una sabiduría y una inteligencia dadas desde arriba, pero que Dios no niega a los Suyos, mientras que los sabios de este mundo tachan precisamente a este profeta de incomprensible y de insensato. Sin embargo el resumen de ello es lo más sencillo, lo más elemental como puede ser posible. Son los caminos de Dios. Son derechos, son el camino del justo y su salvaguarda. Son la pérdida y la ruina de los transgresores, de los que rehúsan someterse a la voluntad de Dios.
		
			
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  Tal es este libro maravilloso. En su fogosidad, ataca inopinadamente a las almas para producir efecto en ellas y convencerlas. Si se desborda en torbellino de aguas para manifestar el mal, es para alcanzar las conciencias, un amplio soplo de amor pasa a través de estas estrofas indignadas. La revelación de la persona, de la obra de Cristo fluye en ello, cual río apacible y subterráneo, que tiende hacia la misma meta que las aguas tumultuosas de la superficie. Es en ese río donde Dios hace remojar las raíces de las bendiciones futuras, mas el desprecio de esta agua viva hace que la sentencia del Juez sea irremisible.
		
			
  Es imposible, como lo hemos dicho al empezar, estudiar Oseas sin parafrasearlo, tanto los pensamientos aparecen allí ser distantes y como extraños los unos de los otros; pero el Espíritu Santo nos levanta el velo que cubre los enlaces, y los descubrimientos que hacemos bajo su dirección aumentan todavía más el interés de esos admirables capítulos. Sin duda no tienen, para expresarnos así, la corriente vasta y majestuosa que caracteriza a Isaías más que a cualquier otro profeta, aunque tanto el uno como el otro tienen a la vista al Asirio; el tema, como lo hemos visto, es aquí más restringido. Las naciones que Oseas pone en relieve son únicamente Egipto y Asiria; el pueblo mucho más a menudo tiene el carácter de Efraim que el de Judá. Es que la hora de la retribución ha sonado para las diez tribus, y más de un siglo esperará todavía el toque de agonía que anuncie el fin de la casa de David. Después de las violencias del temporal, entremezclado aquí y allí con algunos rayos de sol, el ojo termina por descansar sobre la escena apacible en la cual el pueblo restaurado por gracia habrá encontrado la comunión con su Dios, bajo el cetro del Mesías.