En todo el mundo hay gente que pide a gritos que atendamos sus noticias: algunas están llenas de robos, asesinatos, guerras, destrucción del medio ambiente y explotación de niños por gente codiciosa; otras captan nuestra atención prometiendo un futuro lleno de logros gracias al ser humano, tal como la liberación de la pobreza, la curación de todas las enfermedades y tecnologías nuevas que van a servirnos para mejorar en nuestra vida diaria. Pero Dios ha preparado para nosotros una buena noticia y es: “el evangelio de Dios” (Romanos 1:1). Esta noticia es buenísima y ha sido revelada, pues es imposible adivinarla sin que Dios la comunique directamente: la encontramos en el libro de Romanos. ¿Estás dispuesto a escucharla?
El tema no es una filosofía nueva y emocionante, ni algo novedoso que capte nuestra curiosidad; sino como Dios lo indica en Romanos 1:3: “acerca de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo”. En realidad nos revela mucho sobre los planes, el carácter, las acciones y los deseos de una persona divina; sin embargo, es imposible entender el evangelio sin conocer a Aquel que es el eje principal del mismo: el Hijo de Dios. Acudir con el deseo de tener una experiencia nueva y conmovedora o intelectual e interesante; pero sin el deseo de arrodillarnos ante la gloriosa persona de nuestro Señor Jesucristo indica que tenemos mucho que aprender acerca del evangelio de Dios.
Dios nos da un resumen de su poderoso mensaje en Romanos 1:16-17: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Lo primero que podemos notar es que el evangelio de Dios no son simplemente palabras, sino poder de Dios para salvación. Cualquier religión trata de mejorar el comportamiento de la humanidad mediante una serie de reglas o procesos y pide un cambio que se intenta realizar con el esfuerzo humano; pero debemos reconocer que lastimosamente todo intento por reformar el carácter humano ha fracasado. Ahora bien, Dios no pide nada; sino que viene con poder para efectuar un cambio completo en nuestro ser.
También en estos versículos vale resaltar que la salvación es para todo aquel que cree; en cambio la mera religión está dirigida a un determinado grupo, ya sea por su raza, poder, intelectualidad o porque tienen cierto auto-control. Dios ama y ofrece Su salvación a todos, pues no viene para exigir una reforma; sino para dar Su salvación gratuitamente a quien cree en Jesucristo y obrar el cambio.
El evangelio de Dios no es algo que intente convencer al hombre por medio de la lógica y el razonamiento sino que en él Dios revela Su propia justicia, pues Él es justo en todo cuanto ha hecho para salvarle. Así que no pasa por alto el pecado, ni minimiza sus efectos y naturaleza; por el contrario, lo condena totalmente a tal punto que envió a Su propio Hijo para realizar la expiación y de esta manera es justo al ofrecer Su justicia gratuitamente bajo el principio de la fe. Mediante la ley no recibimos bendición, sino condenación; pues tratar de sujetarnos a ella sería como decirle que se equivocó al enviar a Su Hijo para que muera por nosotros, ya que podemos obedecerle sin la necesidad de un sacrificio tan grande. Por ello Su justicia es tan solo por fe, como se ha revelado bajo el principio de la fe.