Romanos 2:1-29

Romans 2:1‑29
C. Stanley
La conciencia deja al hombre sin ninguna excusa. Hay en el hombre un sentimiento de responsabilidad, y por la caída, un conocimiento del bien y del mal. El hecho de que un hombre juzgue a otro es una prueba de esto: “Porque en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque lo mismo haces, tú que juzgas”. ¡Cuán cierto es esto, ya sea del judío, gentil o del cristiano profesante! Y el hombre no puede engañar a Dios. “Mas sabemos que el juicio de Dios es según verdad contra los que hacen tales cosas. ¿Y piensas esto, oh hombre, que juzgas a los que hacen tales cosas, y haces las mismas, que tú escaparás del juicio de Dios?” ¡Qué pregunta tan solemne! Podremos juzgar y castigar a otros por actos impíos en este mundo, pero si nosotros mismos tenemos que ser traídos al juicio con todos nuestros pecados —y el juicio está seguro en venir, y será de acuerdo con la verdad— ¿cómo hemos de escapar nosotros? El castigo del mal entre todas las naciones prueba que admitimos que el mal debe ser castigado. El justo gobierno de Dios demanda, entonces, que después de la muerte habrá el juicio. Atiéndase bien a esta pregunta. Lector, ¿crees tú que escaparás el juicio de Dios?
“¿O menosprecias las riquezas de Su benignidad, y paciencia, y longanimidad, ignorando que Su benignidad te guía a arrepentimiento?” ¿Cuántos están haciendo esto? En verdad, la manera en que es predicado el arrepentimiento tiende a conducir al hombre a despreciar y a ignorar enteramente la gracia admirable de Dios. Muchos predican el arrepentimiento como obras para la salvación, como precediendo a la fe en las riquezas de la bondad de Dios. Ahora, es como sabemos y creemos la bondad de Dios en enviar a su Amado Hijo a morir por nuestros pecados, que esto nos conduce a (produce en nosotros) arrepentimiento; en verdad, podemos comprender solamente las profundidades de nuestro pecado y culpa, como conocemos las profundidades a las cuales Él tuvo que descender para salvarnos. Así es que de esta manera la bondad de Dios nos conduce a un cambio completo de mente; el juicio cabal de nosotros mismos, en aborrecimiento profundo a nuestros pecados, y la confesión completa de ellos a Dios; y, al mismo tiempo, un cambio entero de mente acerca de Dios. De manera que la diferencia entre la verdad y el error es ésta: no es nuestro arrepentimiento lo que nos conduce o lo que causa la bondad de Dios hacia nosotros, pero es la bondad de Dios lo que nos causa y nos conduce al arrepentimiento a nosotros. Oh, ten cuidado de que no desprecies de esa manera la gracia de Dios, y “por tu dureza, y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de manifestación del justo juicio de Dios”. Notad, debe ser la bondad de Dios ahora, y el arrepentimiento aquí, o el justo juicio de Dios en ese día venidero de la ira después.
Algunos han tenido dificultad en entender el capítulo 2:6-29; otros han pervertido estas declaraciones como si enseñasen la salvación por las obras. Esto estaría en contradicción directa de la enseñanza entera de la epístola. Entonces, ¿qué es lo que aprendemos aquí?
Primero, la justicia de Dios, en Su recompensa al judío bajo la ley, o al gentil que no está bajo la ley. Esto se declara cabal y claramente. Luego, en segundo lugar, la pregunta: ¿Hay algunos judíos o gentiles que respondan a estos requisitos de Dios y puedan ser así recompensados?
Empezamos, entonces, con la certeza de que en el día de la ira y revelación del juicio de Dios, que Él “pagará a cada uno conforme a sus obras: a los que perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, la vida eterna”. También, de la misma manera, en ese día: “Tribulación y angustia sobre toda persona humana que obra lo malo ... ”. Esta, entonces, es la base del justo juicio sobre la cual Dios va a obrar: “En el día que juzgará Dios lo encubierto de los hombres, conforme a mi evangelio, por Jesucristo”. Los policías van por las calles y arrestan a los hombres y los llevan para ser juzgados por crímenes públicos, pero ¿no es igualmente cierto que la Muerte va por las calles como policía de Dios, para llevar a los hombres, quienes, después de la muerte, serán juzgados por cada cosa secreta que hayan hecho? ¿Puedes tú estar de pie en aquel juicio escudriñador? Dios juzgará con justicia. “Tribulación y angustia sobre toda persona humana que obra lo malo”. ¡Y todo será descubierto —cada cosa oculta!
Es bueno meditar sobre esto. De ese justo juicio no habrá ENTONCES ningún escape. El hombre, cuando fue dejado a sí mismo, se sumergió a hacer lo malo continuamente; como hemos visto, el mundo entero gentil se sumergió en el pecado más craso. ¿Entonces qué del judío, el hombre religioso? Sí, el hombre religioso, ¿no es él superior en todos sentidos? Descansa en la ley, se jacta de tener a Dios —el único Dios verdadero—. Conoce la voluntad de Dios, es instruido y es un instructor, un guía, con confianza en sí mismo, de los ciegos. Ahora, si conoce la voluntad de Dios y la hace, y tiene la ley y la guarda, ¿no le dará esto confianza en el día del justo juicio? Pero si no es un hacedor del bien, si es un infractor de la ley, ¿qué mejor es él que el gentil que no tiene la ley? No, se encontrará que es aún peor. ¿Cómo, entonces, puede el judío bajo la ley presentarse delante de Dios en el juicio?
Y, lector, si ésta es tu posición —un hombre religioso bajo la ley, deseando guardarla muy sinceramente, y sin embargo quebrantándola; sabiendo la voluntad de Dios, y no haciéndola— ¿cómo puedes tú encontrar a Dios en el justo juicio; y, no importa que tan religioso parezcas delante de los hombres, tener cada secreto extraído en el juicio? ¿Te dan confianza todos tus esfuerzos al mirar hacia el día del cierto juicio?
(para continuarse, mediante la voluntad de Dios)