Romanos 3:24: El Redentor

Romans 3:24
Hace cien años, una larga fila de esclavos caminaba lentamente hacia la costa de Angola; ellos estaban atados uno a otro con una soga alrededor de sus cinturas. Su destino era ser vendidos al dueño de una plantación de cacao, donde tendrían que realizar un arduo trabajo bajo el sol africano. Al contemplar esta triste escena, un cristiano se conmovió y decidió rescatar a dos hermanos de aproximadamente doce años. Así que se acercó al secuestrador de aquellos jóvenes y pagó un alto precio por su rescate. Entonces, el secuestrador fue a la línea de esclavos y cortó la soga para liberarlos y luego prosiguió su camino. Pero ¿quién planificó tal redención y la llevó a cabo a pesar del alto costo que él mismo tuvo que pagar?
Ahora bien, la verdad mi amigo es que nosotros también éramos esclavos antes de conocer a Jesucristo, quien dijo: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:3434Jesus answered them, Verily, verily, I say unto you, Whosoever committeth sin is the servant of sin. (John 8:34)). El pecado nos tenía atados a tal punto que pudo arruinar por completo nuestras vidas y nos hizo inútiles para Dios. Es posible que aquellos esclavos de esta historia ni siquiera hayan visto al cristiano y que nosotros tampoco busquemos a Dios. Pero Él vio nuestra triste condición, Su corazón de amor fue conmovido y vino a buscarnos: “El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:1010For the Son of man is come to seek and to save that which was lost. (Luke 19:10)). El cristiano vio a los dos esclavos que estaban pasando; pero Cristo vino a este mundo con el propósito específico de hallarnos cuando estábamos perdidos en nuestros delitos y pecados y rescatarnos de tan desagradable condición.
Aquel creyente, de sus propios bienes, pagó un gran precio al secuestrador para rescatarlos: bastante tela, polvo explosivo, etcétera. Sin embargo, al comparar esto con el precio que tuvo que pagar nuestro Redentor para salvarnos, hay una enorme diferencia, pues en Tito 2:1414Who gave himself for us, that he might redeem us from all iniquity, and purify unto himself a peculiar people, zealous of good works. (Titus 2:14) leemos: “Quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. ¿Hay acaso un mayor precio que la vida de alguien?... Cristo mostró tanto interés personal en sacarnos del fango de nuestro pecado que se dio a sí mismo por nosotros en la cruz del Calvario. No fue un incidente inesperado movido por las circunstancias; sino Su plan perfecto que había concebido antes de hacerse hombre y entregar Su cuerpo a la muerte. Otros versículos también nos dan un sentido del valioso precio de nuestra redención; por ejemplo 1 Pedro 1:18-1918Forasmuch as ye know that ye were not redeemed with corruptible things, as silver and gold, from your vain conversation received by tradition from your fathers; 19But with the precious blood of Christ, as of a lamb without blemish and without spot: (1 Peter 1:18‑19) dice: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”. Tan solo la sangre de un sacrificio perfecto podía pagar por cuánto debíamos al Dios Santo y Justo.
¿Cuál es el efecto en nuestros corazones al contemplar el inmenso precio que Cristo pagó para redimirnos? En realidad, parte de la respuesta la hallamos en el versículo de Tito antes mencionado; pues llegamos a ser Su propio pueblo, con el gran deseo de hacer buenas obras. Me imagino que los dos jóvenes esclavos ni siquiera consideraron la posibilidad de que aquel cristiano les compre para librarles; es más, no podían hacer buenas obras para agradarle mientras estaban atados en aquella larga fila de esclavos; pero estoy seguro de que después de haber recibido su libertad le agradecieron con sus acciones. También Cristo, nuestro Gran Redentor, obra en nuestro ser para producir el deseo de realizar buenas obras y además no cesa de cuidarnos y hacernos crecer en Sus caminos.
El creyente en esta historia planificó y efectuó la redención de los esclavos; mas Cristo planificó y llevó a cabo nuestra redención del pecado y de Satanás. En las Escrituras ni siquiera hay la menor idea acerca de “perder la redención”. Pues ello involucraría que una vez ya redimidos nuestro Dios de amor luego nos rechace, lo cual es imposible. ¿Por qué algunos piensan de este modo sobre un Dios tan lleno de amor? Quizá porque se pone demasiado énfasis en el hombre redimido y no en el Redentor.