Romanos 5:6-11

Romans 5:6‑11
C. Stanley
(continuado del número anterior)
“Porque Cristo, CUANDO éramos flacos, a Su tiempo murió por los impíos”. ¿Se han inclinado nuestros corazones a este hecho? No solamente éramos culpables, sino que no teníamos fuerza, éramos flacos para mejor decirlo. Cuando estábamos en ese mismo estado, un amor infinito nos fue desplegado, “a Su tiempo Cristo murió por los impíos”. No había ningunos otros medios posibles para que Dios justificara al impío sino por medio de que Su Hijo muriese por los impíos. Sí, es en esto mismo que el amor de Dios brilla hacia nosotros. “Mas Dios encarece Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. ¿Estaba esto sobre el principio de que mientras más amemos a Dios, más nos amará Él? ¿Puede haber una manifestación más grande de Su amor que “Cristo murió por nosotros”? ¡Imposible! Pero esto era cuando éramos aún pecadores.
Oh, hagamos una pausa y meditemos sobre el amor de Dios hacia nosotros. Sí, no en nuestro amor a Dios primero. No que nosotros amásemos a Dios, sino que Él nos amó así. Mientras más tome esto posesión de nuestra alma, más le amaremos a Él.
Dice Ud., Todo esto podrá ser cierto en cuanto al pasado; pero ¿no podremos fracasar en el futuro, y entonces no cesará Dios de amarnos? Habiendo conocido el amor de Dios ¿no seremos dejados al fin a la ira eterna? Vamos a escuchar la respuesta del Espíritu Santo a esta solemne pregunta. Si Dios ha encarecido así Su amor hacia nosotros que cuando éramos pecadores, Cristo murió por nosotros, “mucho más, ahora justificados en Su sangre, seremos salvos de la ira”. Notemos, siendo justificados en Su sangre, es siempre inmutablemente lo mismo; no es habiendo sido justificados una vez por Su sangre, necesitamos serlo de nuevo, pero, siendo justificados, esto vale para siempre. Su sangre es siempre lo mismo delante de Dios, habiendo hecho expiación por todos nuestros pecados. Por lo tanto siempre somos justificados por Su sangre. No hay cambio. Entonces, no solamente lo somos, sino “por Él SEREMOS salvos de la ira”. ¡Oh, gracia preciosa e infinita!
Y hay algo más todavía: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con DIOS por la muerte de Su HIJO, MUCHO MAS, estando reconciliados seremos salvos por Su vida”. ¡Oh, qué cuidado tiene nuestro Padre de convencernos de Su amor eterno e inmutable! Pensemos nada más: la obra entera expiatoria de reconciliarnos a Dios fue hecha por la muerte de Su Hijo. Dios fue glorificado; nuestros pecados, todos nuestros pecados, fueron trasladados a Cristo, y llevados por Él, ¡cuando éramos enemigos! Y ahora somos justificados de todas las cosas, redimidos para Dios, hechos hijos Suyos. El que nos reconcilió por Su muerte vive para servir, para lavar nuestros pies, para salvar hasta lo último por medio de Su sacerdocio y abogacía, en caso de que nosotros fracasásemos. “MUCHO MÁS, estando reconciliados, seremos salvos por Su vida”. Ahora, esta certidumbre en cuanto al futuro quita todo obstáculo para que el corazón se pueda regocijar cabalmente en Dios. No solamente tenemos esta certidumbre de ser salvos hasta el fin por Su vida, “mas aun nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por el cual hemos ahora recibido la reconciliación”.
Esto termina la cuestión entera en cuanto a nuestros pecados. Dios es absolutamente justo en la manera en que Él los ha quitado por la muerte de Su Hijo. Han sido puestos en el Substituto expiatorio, en amor infinito hacia nosotros, cuando éramos enemigos, sin fuerza. El que una vez los llevó en Su propio cuerpo ha sido levantado de los muertos para nuestra justificación. Somos justificados, y tenemos paz con Dios. El amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado. El amor de Dios y la justicia de Dios se revelan y se despliegan al reconciliarnos a Sí mismo por la muerte de Su Hijo. Nuestro rescate práctico y futuro y salvación de la ira son absolutamente ciertos. Hemos recibido en nuestras almas el efecto cabal de todo esto en cuanto a nuestros pecados. Y, ¡oh, privilegio admirable! ¡en cuanto a todos nuestros pecados, tenemos ahora un gozo completo en Dios! La salvación es enteramente de Dios, y le conocemos, de tal manera que podamos tener gozo en Dios, de acuerdo con todo lo que Él es. No necesitamos decir que esto no podría ser por medio de la ley. Si la ley aun pudiese haber justificado de los pecados pasados —lo cual era imposible— ¿quién podría estar en pie en su propia responsabilidad en cuanto al futuro, y tener gozo en Dios? No, es todo por medio de nuestro Señor Jesucristo, desde el principio hasta el fin. Tengamos cuidado de no dejar pasar esta gracia perfecta, de permitir ni siquiera una poca de confianza en la carne. Es Cristo en el futuro como Cristo en el pasado.
Este versículo 11, entonces, cierra el asunto de los pecados. La cuestión del pecado vendrá ante nosotros dentro de poco, si el Señor lo quiere. Quiera el Espíritu Santo profundizar en todas nuestras almas un sentimiento de la gracia infinita de nuestro Dios, para que continuamente nos gocemos en Él.
(para continuarse, Dios mediante)