¡Rostro divino ensangrentado,
Cuerpo llagado — por nuestro bien!
Señor, sufriste cuántos dolores
De pecadores — que así Te ven.
¡Manos preciosas, tan lastimadas,
Por mí clavadas — en una cruz! …
En este valle mis pasos guía,
Sé mi alegría, — mi norte y luz.
¡Bello costado!, en cuya herida
Puede hallar vida la humanidad,
Fuente amorosa de un Dios clemente,
¡Voz elocuente! — de caridad.
Tus pies heridos ¡Jesús paciente!
Yo delincuente — los taladré;
Por Ti salvado, ya bendecido
Y agradecido, — Te adoraré.
¡Crucificado en el madero,
Manso Cordero, — muerto por mí!
¡Oh! guarda mi alma, que en Ti reposa,
Siempre dichosa — cerca de Ti.