Sinopsis de los Cuatro Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas, Juan

Table of Contents

1. Introducción Al Nuevo Testamento
2. Introducción Al Evangelio De Mateo
3. Mateo Capítulo 1
4. Mateo Capítulo 2
5. Mateo Capítulo 3
6. Mateo Capítulo 4
7. Mateo Capítulos 5-7
8. Mateo Capítulo 8
9. Mateo Capítulo 9
10. Mateo Capítulo 10
11. Mateo Capitulo 11
12. Mateo Capítulo 12
13. Mateo Capítulo 13
14. Mateo Capitulo 14
15. Mateo Capítulo 15
16. Mateo Capítulo 16
17. Mateo Capítulo 17
18. Mateo Capítulo 16
19. Mateo Capítulo 19
20. Mateo Capítulo 20
21. Mateo Capítulo 21
22. Mateo Capítulo 22
23. Mateo Capítulo 23
24. Mateo Capítulo 24
25. Mateo Capítulo 25
26. Mateo Capítulo 26
27. Mateo Capítulo 27
28. Mateo Capítulo 28
29. Introducción Al Evangelio De Marcos
30. Marcos Capítulo 1
31. Marcos Capítulo 2
32. Marcos Capítulo 3
33. Marcos Capítulo 4
34. Marcos Capítulo 5
35. Marcos Capítulo 6
36. Marcos Capítulo 7
37. Marcos Capítulo 8
38. Marcos Capítulo 9
39. Marcos Capítulo 10
40. Marcos Capítulo 11
41. Marcos Capítulo 12
42. Marcos Capítulo 13
43. Marcos Capítulo 14
44. Marcos Capítulo 15
45. Marcos Capítulo 16
46. Introducción Al Evangelio De Lucas
47. Lucas Capítulo 1
48. Lucas Capítulo 2
49. Lucas Capítulo 3
50. Lucas Capítulo 4
51. Lucas Capítulo 5
52. Lucas Capítulo 6
53. Lucas Capítulo 7
54. Lucas Capítulo 8
55. Lucas Capítulo 9
56. Lucas Capítulo 10:1-37
57. Lucas Capítulos 10:38 - 11:13
58. Lucas Capítulo 11:14-54
59. Lucas Capítulo 12
60. Lucas Capítulo 13
61. Lucas Capítulo 14
62. Lucas Capítulo 15
63. Lucas Lucas Capítulo 16
64. Lucas Capítulo 17
65. Lucas Capítulo 18
66. Lucas Capítulos 19-20
67. Lucas Capítulo 21
68. Lucas Capítulo 22
69. Lucas Capítulo 23
70. Lucas Capítulo 24
71. Introducción Al Evangelio De Juan
72. Juan Capítulo 1
73. Juan Capítulo 2
74. Juan Capítulo 3
75. Juan Capítulo 4
76. Juan Capítulo 5
77. Juan Capítulo 6
78. Juan Capítulo 7
79. Juan Capítulo 8
80. Juan Capítulo 9
81. Juan Capítulo 10
82. Juan Capítulo 11
83. Juan Capítulo 12
84. Juan Capítulo 13
85. Juan Capítulo 14
86. Juan Capítulo 15
87. Juan Capítulo 16
88. Juan Capítulo 17
89. Juan Capítulo 18
90. Juan Capítulo 19
91. Juan Capítulo 20
92. Juan Capítulo 21

Introducción Al Nuevo Testamento

La Concentración Y Expansión De La Luz Divina Y La Inmensa Importancia De Las Verdades En El Nuevo Testamento
Al proseguir estos estudios de la Escritura, es con una cierta clase de temor que yo me acerco al Nuevo Testamento, no obstante lo grande que pueda ser la bendición que acompañe al hecho de hacerlo. La concentración y, a la vez, la expansión de la luz divina en esta preciosa dádiva de Dios, la inmensa riqueza de las verdades contenidas en él; la variedad infinita de los aspectos y aplicaciones verdaderas de un mismo pasaje, y de sus relaciones con todo el círculo de verdades divinas; la inmensa importancia de estas verdades, sean éstas consideradas en sí mismas o con referencia a la gloria de Dios o con relación a la necesidad del hombre; la manera en que ellas revelan a Dios y satisfacen esa necesidad—todas estas consideraciones, las cuales yo no puedo más que expresar imperfectamente, llevarían a cualquier persona consciente de su humildad a retirarse de la pretensión de entregar una idea verdadera y adecuada (incluso en principio) del propósito del Espíritu Santo en los libros del Nuevo Testamento. Y conforme más verdad es revelada, más luz verdadera resplandece, más debe ser sentida la incapacidad de uno mismo para hablar de ello, y uno debe tener más temor de oscurecer aquello que es perfecto. Cuanto más pura es la verdad con la que tenemos que ver (y aquí es la verdad misma), más difícil es el empeño de exponerla ante los demás sin dañar, en algunos aspectos, su pureza; y, también, este daño es más fatal. Al meditar en tal o cual pasaje, nosotros podemos comunicar, para el provecho de los demás, la medida de luz que se nos ha otorgado. Pero al intentar dar una idea del libro como un todo, toda la perfección de la verdad misma, y la universalidad del propósito de Dios en la revelación que Él ha hecho de él, todas estas cosas se presentan a la mente; y uno mismo tiembla ante el pensamiento de emprender la tarea de dar una idea verdadera y general, si no es de una forma completa, lo cual ninguna persona realmente cristiana pretendería hacer.
En El Antiguo Testamento Dios Ha Hablado, Pero En El Nuevo Testamento Dios Se Manifiesta
El Antiguo Testamento quizás puede parecer más difícil que el Nuevo para algunas personas; y esto puede ser así con respecto a la interpretación de ciertos pasajes aislados; pero, aunque los escritores inspirados de esa parte de la Escritura revelan la mente de Dios tal como Él se la comunicó a ellos (y podemos admirar la sabiduría que se descubre allí), no obstante Dios mismo estaba escondido detrás del velo. Nosotros podemos errar o pasar por alto el significado de una expresión, y sufrimos pérdida, pues fue Dios quien habló; pero en el Nuevo Testamento es Dios mismo—humilde, apacible, humano, en la tierra, en los Evangelios; enseñando con luz divina en las comunicaciones subsiguientes del Espíritu Santo; sin embargo, es siempre Dios—quien se manifiesta. Pero si la luz es más resplandeciente, tanto para nuestra guía personal como para el conocimiento de Él, llega a ser una cosa aún más seria malinterpretar estas comunicaciones vivientes, o disfrazar con nuestros propios pensamientos aquello que es la verdad. Pues debemos recordar que Cristo es la verdad. Él es la Palabra. Es Dios quien habla en la Persona del Hijo, quien, siendo verdaderamente hombre, manifiesta también al Padre.
El Nuevo Testamento Cumpliendo Y Eclipsando El Antiguo Testamento E Introduciendo Lo Que Es Eterno Y Celestial
Incluso en cuanto a la interpretación misma, a la verdad misma, la luz, la vida eterna, estando en aquello que se nos revela en el Nuevo Testamento, esto se puede contemplar en tantos aspectos, que la dificultad práctica es mucho mayor. Pues esta verdad puede ser contemplada en su valor intrínseco y esencial: Nosotros podemos verla como la manifestación de la naturaleza eterna de Dios, o en su manifestación con respecto a la gloria del Hijo; podemos examinar sus conexiones y sus contrastes con las comunicaciones parciales del Antiguo Testamento, las cuales el Nuevo Testamento cumple y eclipsa mediante su propio resplandor, con la economía del gobierno terrenal de Dios, la cual es puesta aparte a fin de introducir aquello que es eterno y celestial. Puede ser contemplada en sus relaciones con el hombre, pues la vida era la luz de los hombres, habiéndose complacido Dios en manifestarse y glorificarse Él mismo en el hombre, en darse a conocer al hombre, y en constituirle como el medio de revelarse Él a Sus demás criaturas inteligentes. En cada pasaje habría algo que decir con respecto a cada uno de estos aspectos; porque la verdad es una, pues es de Dios, pero resplandece sobre todas las cosas, y muestra el verdadero carácter de ellos.
Los Conductos Del Agua Pura Y Viva
No obstante, hay dos cosas que me estimulan; en primer lugar, el hecho de que nosotros tenemos que ver con un Dios de bondad perfecta, quien nos ha dado estas admirables revelaciones para que nos beneficiemos por medio de ellas; y que, en segundo lugar, aunque el manantial de la verdad es infinito y perfecto, aunque estas revelaciones fluyen desde la plenitud de la verdad en Dios, y la comunicación de ellas a nosotros es perfecta, según la perfección de Aquel que hizo esto, no obstante, esto es llevado a cabo por medio de diversos instrumentos, de capacidad limitada en sí mismos, de los cuales Dios hace uso al comunicarnos esta o aquella porción de la verdad. Esta agua pura y viva no ha sido corrompida de ningún modo, pero en cada comunicación ha sido limitada por el propósito de Dios, en el instrumento usado por Él para dispensarla, aunque está aún en conexión con el todo, conforme a la sabiduría perfecta de Aquel que ha comunicado toda la verdad. El conducto no es infinito. El agua que fluye a través de él es infinita, pero no infinita en su comunicación. Ellos en parte profetizaron, y nosotros en parte conocemos. El aspecto y la aplicación de la verdad tiene incluso un carácter especial, conforme al instrumento a través del cual es comunicada. El agua viva está allí en su pureza perfecta. Tal como existe en su manantial, así brota: La forma de la fuente a través de la cual fluye ante los hombres es conforme a Su sabiduría, conforme a quien a la ha formado para que sea Su instrumento para ese propósito. El Espíritu Santo actúa en el hombre, en el instrumento preparado para eso. Dios ha creado, formado, adecuado y adaptado el instrumento, moral e intelectualmente, para tal o cual servicio con respecto a la verdad. Él actúa en el instrumento conforme al objetivo para el cual Él lo ha preparado. Cristo era y es la verdad. Otros lo han comunicado, cada uno conforme a lo que se le dio, y en conexión con aquellos elementos con que Dios había llevado a su mente y a su corazón a estar al unísono, y con ese objetivo para el cual el Espíritu Santo lo había preparado de este modo.
Por lo tanto, dejando atrás mis temores, me dispongo confiadamente al cumplimiento de este servicio, con mi corazón reposando en la bondad perfecta de Dios quien se deleita en bendecirnos. ¡Qué el cabal sentido de mi responsabilidad pueda evitar que me arriesgue en algo que no es conforme a Dios; y que el Señor pueda, en Su gracia, dignarse dirigirme y proporcionarme aquello que será una bendición para el lector!
El Carácter Del Nuevo Testamento: La Presencia De Dios Mismo Como Un Hombre Entre Los Hombres
El Nuevo Testamento tiene, evidentemente, un carácter muy diferente del Antiguo. Aquello que ya he hecho notar constituye la esencia de esta diferencia. El Nuevo Testamento trata de la revelación de Dios mismo, y nos muestra al hombre introducido en justicia a la gloria en la presencia de Dios. Anteriormente Dios había hecho promesas, y Él había ejecutado juicios. Él había gobernado un pueblo en la tierra, y había actuado hacia las demás naciones, teniendo en consideración este pueblo como el centro de Sus consejos en cuanto a la tierra. Él les había dado Su ley, y les había concedido, por medio de los profetas, una luz creciente, la cual anunciaba, como estando cada vez más cercana, Su venida, quien les haría saber todas las cosas de Dios. Pero la presencia de Dios mismo, un Hombre entre los hombres, cambió la posición de todas las cosas. O bien el hombre tendría que recibir, como una corona de bendición y de gloria, a Aquel cuya presencia iba a desterrar todo mal, y desarrollar y perfeccionar todo elemento del bien, proporcionando a la vez un objeto que debería ser el centro de todos los afectos, hechos perfectamente felices por el disfrute de este objeto; o bien, rechazándole a Él, nuestra pobre naturaleza tendría que manifestarse como siendo enemistad contra Dios, y debería demostrar la necesidad de un orden completamente nuevo de cosas, en el cual la felicidad del hombre y la gloria de Dios debían estar basadas sobre una nueva creación.
Dios Rechazado Por El Hombre, El Medio De Cumplimiento De Los Propósitos Eternos De Dios Para Un Nuevo Orden De Cosas
Nosotros conocemos lo que sucedió. Él, quien era la imagen del Dios invisible tuvo que decir, después del ejercicio de una paciencia perfecta, “Padre justo, el mundo no te ha conocido.” (Juan 17:25). ¡Es lamentable! aún más que eso: Él tuvo que decir, “han visto, y me han aborrecido a mí y también a mi Padre.” (Juan 15:24—RVR77).
No obstante, esta condición del hombre no ha impedido de ninguna manera que Dios cumpla Sus consejos; al contrario, este estado se convirtió en el medio mediante el cual Él lo hizo. Él no rechazaría al hombre hasta que el hombre le hubiese rechazado a Él (como en el Huerto del Edén el hombre, consciente de pecado, siendo incapaz de soportar la presencia de Dios, se alejó de Él antes de que Dios le hubiese expulsado del huerto). Pero ahora que el hombre por su parte ha rechazado completamente a Dios venido en misericordia en medio de su miseria, Dios estaba libre—si uno puede aventurarse a hablar así, y la expresión es moralmente correcta—para llevar a cabo Sus propósitos eternos. Pero no es juicio lo que se lleva a efecto, como fue en el caso en Edén, cuando el hombre ya se había alejado de Dios. Es gracia soberana que, cuando el hombre está evidentemente perdido y él mismo ha declarado ser enemigo de Dios, lleva adelante su obra para magnificar Su gloria, ante todo el universo, ¡en la salvación de pobres pecadores que Le habían rechazado!
Pero, a fin de que la sabiduría perfecta de Dios fuese manifestada, incluso en los detalles, esta obra de gracia soberana, en la cual Dios se reveló, debía ser vista como teniendo su debida conexión con todos Sus tratos previos revelados en el Antiguo Testamento, y también como dejando su lugar pleno a Su gobierno del mundo.
Los Cuatro Asuntos Principales Del Nuevo Testamento
Todo esto es la causa de que (aparte de la única gran idea que reina a través de todo el Nuevo Testamento) hay cuatro asuntos en este libro maravilloso que se descubren al ojo de la fe.
Primero, el gran asunto, el hecho dominante, es que la luz perfecta es manifestada: Dios se revela. Pero esta luz es revelada en amor, el otro nombre esencial de Dios.
Cristo, quien es la manifestación de esta luz y amor, y quien, si hubiese sido recibido, habría sido el cumplimiento de todas las promesas, es presentado entonces al hombre, y especialmente a Israel (contemplado en la responsabilidad de ellos), con toda prueba, personal, moral, y de poder—pruebas que los dejó sin excusa.
Segundo, siendo rechazado (un rechazo por medio del cual se consumó la salvación), el nuevo orden de cosas—la nueva creación, el hombre glorificado, la asamblea participando con Cristo en la gloria celestial—es puesto ante nosotros.
Tercero, la conexión entre el viejo orden de cosas en la tierra y el nuevo, con respecto a la ley, las promesas, los profetas, o las instituciones divinas en la tierra, es mostrada; ya sea exhibiendo el nuevo como el cumplimiento y la puesta aparte de aquello había envejecido, o al enunciar el contraste entre los dos, y la sabiduría perfecta de Dios, la cual es demostrada en cada detalle de Sus caminos.
Cuarto, finalmente, el gobierno del mundo, por parte de Dios, es exhibido proféticamente; y la renovación de las relaciones de Dios con Israel, ya sea en juicio o en bendición, es brevemente pero claramente declarada, en la ocasión de la ruptura de esas relaciones por el rechazo del Mesías.
Se podría agregar que todo lo necesario para el hombre, como peregrino en la tierra hasta que Dios cumpla en poder los propósitos de Su gracia, es suministrado abundantemente. Habiendo salido, al llamamiento de Dios, de aquello que es rechazado y condenado, y no aún en posesión de la porción que Dios ha preparado para él, el hombre que ha obedecido este llamamiento necesita algo que le dirija, y que le revele el origen de la fortaleza que él necesita al caminar hacia el objeto de su vocación, y el medio por el cual él puede apropiarse de esta fortaleza. Dios, al llamarle a seguir un Maestro a quien el mundo ha rechazado, no dejó de proporcionarle toda la luz y todas las instrucciones necesarias para guiarle y estimularle en su camino, así como de indicarle las fuentes de fortaleza y como obtener la provisión de ella.
Todo lector de la Biblia entenderá que estos asuntos no son tratados metódicamente y separadamente en el Nuevo Testamento. Si fuese así, habría una dificultad mucho mayor para que ellos fuesen entendidos. Es en vida y en poder, sean de Cristo o del Espíritu Santo en los escritores inspirados, que ellos se descubren a nuestros corazones.
Sus Divisiones Y Sus Asuntos
Los Evangelios, en general, nos presentan a Cristo como luz y gracia—con todo, aunque no doctrinalmente, como Dios mismo, primeramente es presentado a los hombres en este mundo, también como Aquel en quien las promesas hechas a Israel serían cumplidas; y luego abiertamente como una Persona divina en quien los propósitos del Padre serían consumados, siendo contemplados los judíos como réprobos en su posición de entonces. El Apocalipsis—la introducción del gobierno de Dios sobre este mundo, en conexión con la responsabilidad bajo la cual sus relaciones con un Dios revelado lo ha colocado. Los escritos de Pablo—la aceptación del hombre y la posición del hombre ante Dios por la redención, la nueva creación, y la asamblea conforme a los consejos de Dios, el misterio de Dios. Varios asuntos conectados con estos son, no obstante, hallados en todas partes en las Epístolas, y cada desarrollo separado de uno de estos asuntos arroja luz sobre todo el resto. Los escritos de Juan, podemos añadir, tratan particularmente de la manifestación de Dios, y de la vida divina en Cristo, y luego en el hombre vivificado, correspondiéndose como deben, la una a la otra; los escritos de Pedro, nos hablan de la peregrinación cristiana, fundamentada en la resurrección de Cristo, y del gobierno moral del mundo.
La Verdad Resplandeciendo En La Manifestación Viva De Dios Y En La Aplicación Viviente a Los Hombres
Pero, repito, sea en la Persona de Cristo o en las comunicaciones del Espíritu Santo (siendo la vida de Cristo, de un modo u otro, la luz de los hombres), la verdad resplandece en la manifestación viva de Dios, y en su aplicación viviente a los hombres; y también, conforme a la sabiduría de Dios, está conectada con el desarrollo progresivo inherente a la verdad cuando es comunicada al hombre, y adaptada a las necesidades especiales y a las capacidades espirituales de los hombres a los cuales fue dirigida.
Sin duda las revelaciones del Nuevo Testamento son para los santos en todas las edades; pero ellas fueron dirigidas, hablando históricamente, a hombres vivientes, y adaptadas a su condición. Pero esta circunstancia no debilita de ningún modo la verdad comunicada: Es de Dios, como el Apóstol lo expresa, “no somos como muchos, que comercian con la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristo.” (2 Corintios 2:17—LBLA). Y de nuevo, “ni adulterando la palabra de Dios, sino que, mediante la manifestación de la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo hombre en la presencia de Dios.” (2 Corintios 4:2—LBLA). Él no añade nada a este vino puro; no lo adultera. Aquello que recibió fluye de él tan puro como lo recibió.
La Palabra De Dios: Su Efecto Y Autoridad
Pero la Palabra de Dios dirigida a los hombres tiene incluso mayor realidad que cualquier mera verdad abstracta; es más directamente de Dios. Nosotros no tenemos ideas de hombres con respecto a Dios, ni los razonamientos de las mentes de los hombres incluso con la verdad como su asunto; ni siquiera la verdad, tal como está en Dios, es sometida abstractamente a la capacidad de los hombres para que ellos la juzguen. Es Dios mismo quien se dirige al hombre, es Él quien le habla, quien comunica Sus pensamientos como siendo Suyos. Pues si el hombre ha de juzgarlos, ellos no son las palabras de Dios proclamadas como tales. “Recibisteis la palabra de Dios”, dice el Apóstol, “no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios.” (1 Tesalonicenses 2:13).
El efecto producido en el hombre, el cual le hace reconocer la verdad y la autoridad de la Palabra, ha sido confundido a menudo con un juicio formado por el hombre acerca de la Palabra como acerca de algo sometido a él. La Palabra nunca puede presentarse así a sí misma. Ello sería negar su propia naturaleza; sería decir: No es mi Dios quien habla. ¿Puede Dios decir que Él no es Dios? Si no puede, Él no podría hablar y decir que Su Palabra no tiene autoridad en sí misma.
La Palabra está adaptada a la naturaleza del hombre: La vida es la luz de los hombres. Hay muchas cosas que producen un efecto de acuerdo a la naturaleza de la cosa a la cual ellas son aplicadas, sin que sean juzgadas por esa cosa. Es el caso en toda acción química. Se me suministra una medicina; yo experimento su efecto. Tiene este efecto de acuerdo a mi naturaleza. De este modo yo me convenzo de este efecto y del poder de la medicina. No es un asunto de que yo forme un juicio acerca de la medicina tal como ha sido sometida a mi capacidad. Se trata de lo mismo, a través de la gracia, con la revelación de Cristo, excepto que la voluntad impía del hombre también se opone y la rechaza, de modo que se convierte en olor de muerte para muerte. La Palabra de Dios nunca es juzgada cuando produce su efecto; ella juzga “los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12). El hombre está sujeto a ella; no la juzga.
Las Circunstancias Históricas Dadas Son De Gran Ayuda Para Comprender Lo Que Se Dice
Cuando el hombre, a través de la gracia, ha recibido la Palabra de verdad, la cual se dirige a él como tal, él está en condiciones de comprender todas sus implicancias por medio de la ayuda del Espíritu Santo; y, en este caso, las circunstancias de las personas, a quienes iba dirigida históricamente, llegan a ser un medio para comprender la intención de la mente de Dios en esa parte de la Palabra que está bajo consideración. Estas circunstancias, como hemos visto, no afectan de ningún modo la pureza divina de la Palabra; pero, puesto que Dios habla a los hombres de acuerdo con la condición de ellos, esta condición, presentada a nosotros en la Palabra misma, es una ayuda muy grande para comprender aquello que se dice. Esta condición es entendida solamente por medio de la Palabra, y mediante la ayuda del Espíritu Santo. Algunas veces se trata del efecto de la impiedad del corazón humano; algunas veces depende en parte de las dispensaciones de Dios.
La Luz De La Palabra Dentro Del Alcance De Los Hombres Y Aplicable a La Condición De Ellos
Independientemente de como es esto, la gracia se dirige a los hombres de acuerdo a su condición, conforme a la fidelidad de Dios a Sus promesas, y en conexión con Sus caminos, los cuales Él ya les ha enseñado. No se trata de que (habiendo venido la luz verdadera) esta luz sea oscurecida o disminuida para acomodarla a las tinieblas. Si se hiciera esto, ya no sería más lo que es, ni sería capaz de levantar al hombre liberándole de la condición en la que se encuentra; pero es comunicada de tal modo que esté dentro del alcance de los hombres y aplicable a la condición de ellos. Esto era lo que ellos necesitaban; era esto lo que era digno de Dios. Él solo pudo hacerlo. Y esto es igualmente verdad por cuanto es aplicable a los asuntos de los que el Señor habla, y a aquellos de los que el Espíritu Santo habla a través de los apóstoles. Él puede dirigirse a judíos, convertidos pero ligados aún al sistema judío, a fin de sacar a la luz las intenciones de Dios (siempre fiel a Sus promesas) con respecto a Su pueblo; así como Él también, cuando es llevado a lo alto, comunica por Su Espíritu todas las consecuencias de la unión de la iglesia con Él mismo en los lugares celestiales, fuera de todos los tratos de Dios en la tierra. Y a aquellas almas que se estaban alimentando de elementos terrenales, contrarios a esta elevación celestial, y que no se asían de ella, de lo que los liberaría de esta tendencia mundana y carnal—a los tales Él podría mostrar las pruebas del mal en el cual estaban cayendo; y esto Él lo podría hacer con medios que los traería a estar al unísono con las verdades eternas de Dios, de un modo que, aunque elemental, juzgaría esta disposición carnal que se halla en todo tiempo en aquellos que no se elevan a la altura de los propósitos de Dios. O el Espíritu podría revelar la verdad más sencillamente en la elevación apropiada a ella. Él podría detenerse en las características esenciales de la naturaleza de Dios, a fin de juzgar todo lo que pretendiera, bajo las formas más plausibles, ser una luz cristiana, pero que pecase contra esa naturaleza en las cosas más simples; y vincular de este modo las almas más simples y más inmaduras con las cualidades más exaltadas de Dios, en la esencia de Su naturaleza.
Comprensión De La Verdad Divina Y De La Verdad Práctica Realizada En El Alma
La comprensión (derivada de las mismas Escrituras, en las que se hallan estas cosas) de la posición de aquellos a quienes ellas se dirigen es de gran utilidad, bajo la guía del Espíritu Santo, a fin de entender la verdad divina contenida en ellas; verdad que es absoluta, pero, por la gracia de Dios, verdad aplicada, verdad práctica, realizada en el alma por el poder de Dios obrando en ella, y guardándola por medio de esta verdad de la tendencia carnal del corazón a caer en esos males que daban la ocasión a las Escrituras para hablar de ellos; la verdad que desciende a nosotros, en cualquier condición que nos encontremos, no por medio de alterar su carácter para acomodarse a nosotros, no por medio de tomar una forma conforme a nuestra condición, sino que desciende a nosotros a fin de elevarnos hasta la fuente desde la cual ella descendió, y de la cual nunca se separa (ya que la verdad comunicada a nosotros es siempre la verdad en Dios y en Cristo, con el objeto de elevarnos moralmente a toda la altura de la naturaleza divina); “cosa que es verdadera en él y en vosotros; porque las tinieblas se van pasando, y la luz verdadera ya resplandece.” (1 Juan 2:8—Versión Moderna). Es el efecto de la intervención de Cristo, a quien estamos unidos por el Espíritu Santo, y quien es uno con Dios el Padre.
Cristo, El Centro De Los Consejos De Dios
Esta verdad de que las comunicaciones de Dios están adaptadas a la posición de aquellos quienes las han recibido históricamente, nos lleva a la comprensión de todos los consejos de Dios; pues, en estos consejos, Él se revela en Su autoridad, Su sabiduría y Su soberanía, así como Él se da a conocer en Su naturaleza por la revelación de Sí mismo en Cristo. Cristo es el centro de estos consejos, pero toda familia en los cielos y en la tierra están dispuestas bajo el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Ángeles, principados, potestades, judíos, gentiles, todo lo que se nombra será colocado bajo Su autoridad (la iglesia estando unida a Él en Su gloria). Ahora bien, los consejos de Dios con respecto a nosotros están revelados en Su Palabra; y, aunque Dios no nos habla a fin de satisfacer nuestra curiosidad, muchos asuntos, fuera de la salvación estrictamente hablando, los cuales están conectados con esta supremacía de Cristo, están conectados también con aquello que Dios nos presenta para nuestra enseñanza, como el progreso de ésta en Su modo de obrar aquí abajo.
El Nuevo Testamento Mostrando La Armonía En Los Modos De Dios
De esta manera, aunque Sus intenciones con respecto a los judíos puedan estar, naturalmente, mucho más desarrolladas en el Antiguo Testamento, aún así la conexión de la historia de ellos con los asuntos del Nuevo Testamento, la transición histórica de la economía antigua a la nueva, la reconciliación de las promesas hechas a los judíos con la universalidad de la economía evangélica: todos estos asuntos deben tener necesariamente un lugar en el Nuevo Testamento, si los modos de Dios han de ser conocidos por nosotros. Yo digo, los modos de Dios, pues no tenemos que pensar solamente en los judíos; es Dios quien actúa y quien se da a conocer en Su modo de obrar. De esta forma, aunque la luz plena se muestra en el Nuevo Testamento, nosotros encontramos estas cosas dirigidas a los judíos, y a los discípulos quienes habían formado parte de ese pueblo, lo cual revela el modo de obrar de Dios hacia ellos. Y sin estas revelaciones, y si ellas no se refiriesen a la posición de ese pueblo, no habría armonía en los modos de Dios; al menos esta estaría oculta para nosotros y no existiría moralmente. Esto se refiere a la doctrina, a la historia (es decir, a la presentación del Mesías), a la profecía, la cual muestra la fidelidad de Dios, y al juicio sobre ese pueblo.
Dios Es Conocido, Disfrutado Y Glorificado
A fin de que nosotros podamos conocer a Dios—el Dios que ha condescendido a intervenir en los asuntos de este mundo—una simple luz no es suficiente. Él debe ser conocido, no solamente como Él es en Su naturaleza, aunque eso es algo esencial y principal, sino cómo Él se ha revelado en la totalidad de Sus modos; en esos detalles en los cuales nuestros corazones pequeños, estrechos, pueden conocer Su amor fiel, paciente, condescendiente; en esos modos de obrar que desarrollan la idea abstracta de Su sabiduría, de modo de hacerla accesible a nuestra inteligencia limitada, la cual puede descubrir en ella cosas que han sido realizadas entre los hombres—aunque completamente sobre y más allá de toda la previsión de ellos, pero que han sido anunciadas por Dios, de modo que nosotros sabemos que son de Él. Sobre todo, Dios se ha complacido en relacionarse de un modo especial con el hombre en todas estas cosas; ¡maravilloso privilegio de Su débil criatura! La filosofía—insensible, intolerante, e incluso esencialmente insensata en sus argumentos—sostendría que el mundo es demasiado pequeño para Dios como para que Él emplee su tiempo en un ser impotente como es el ser humano, en aquello que es apenas un mero punto en un universo inmenso. ¡Despreciable disparate! Como si la extensión material del teatro del universo fuese la medida de las manifestaciones morales obradas en él, y de la guerra de principios que llegan allí a su punto culminante. Aquello que sucede en este mundo es el espectáculo que descubre ante todas las inteligencias del universo los modos y el carácter y la voluntad de Dios. Nos toca a nosotros recibir por esa razón, por medio de la gracia, comprensión y poder, para que podamos gozar esto, y que Dios pueda ser glorificado en nosotros—y no sólo por nosotros, lo que será verdad de todas las cosas, sino en nosotros. Este es nuestro privilegio, por medio de la gracia que es en Cristo, y por nuestra unión con Él quien es sabiduría de Dios y poder de Dios. Mientras más seamos como niños, obedientes y humildes, más comprenderemos esta gloriosa posición. En el futuro conoceremos como somos conocidos. Entre tanto, mientras más Cristo sea objetivamente nuestra porción y nuestra ocupación, más nos pareceremos subjetivamente a Él. ¡Gracias sean dadas a Dios! Él ha escondido estas cosas de los sabios y entendidos, y las ha revelado a los niños. “Mas en verdad”, dice el Apóstol, “hablamos sabiduría entre los perfectos; bien que no la sabiduría de este siglo, ni de los jefes de este siglo, los cuales van llegando a su fin: mas hablamos la sabiduría de Dios en misterio; es decir, la sabiduría que ha estado encubierta, la cual predestinó Dios, antes de los siglos, para gloria nuestra.” (1 Corintios 2:6-7—Versión Moderna).
El Orden De Las Verdades Reveladas En El Nuevo Testamento
Presentemos ahora una idea general de los contenidos del Nuevo Testamento, o más bien del orden en que las verdades contenidas en él son reveladas.
No necesitamos apartarnos del orden en que estos libros están colocados usualmente, sin atribuirle, no obstante, ninguna importancia a esto.
El primer asunto que se presenta es la historia y la Persona del Señor Jesús, contenido en los cuatro Evangelio.
La segunda es el establecimiento de la asamblea y la propagación del evangelio en el mundo después de Su ascensión. La historia de esto es presentada en los Hechos de los Apóstoles.
Después, el desarrollo de la doctrina verdadera de Cristo, el cuidado otorgado por los apóstoles a las asambleas y a las almas individuales, con las instrucciones necesarias para un caminar que glorificaría al Señor mientras se espera Su regreso, la refutación de los errores por los cuales el enemigo buscó corromper la fe, y las instrucciones necesarias para preservar a los fieles de las seducciones de los instrumentos de su malignidad. Todos estos asuntos, especialmente el primero, incluyen la gloria personal del Señor. Nos referimos evidentemente a los contenidos de las Epístolas.
En último lugar, encontramos las profecías que anuncian el mal que empañaría y corrompería el testimonio rendido de Cristo en el mundo, y el cual, cuando estuviese plenamente desarrollado, conduciría al juicio. Estas profecías revelan también el progreso de los juicios de Dios, que finalizarán con la destrucción de aquellos enemigos que se atreverán a rebelarse abiertamente contra el Cordero, el Rey de Reyes y Señor de Señores; y, asimismo, la gloria y bendición que sucederán a esos juicios. Este último asunto vincula las enseñanzas cristianas con las revelaciones de los caminos de Dios en cuanto al gobierno del mundo. Esto es ampliamente desarrollado en el Apocalipsis; pero en diversas epístolas su conexión con la decadencia de la iglesia es mostrada.
Los Cuatro Evangelios Presentando Los Varios Caracteres De Cristo En Un Modo Vívido
Comenzaremos, naturalmente, con los Evangelios, los cuales nos entregan la historia de la vida del Señor y lo presentan a Él a nuestro corazón, ya sea por Sus acciones o por Sus discursos, en los varios caracteres que Le hacen precioso en todos los aspectos para las almas de los redimidos, conforme a la medida de la inteligencia otorgada a ellos, y conforme a su necesidad—caracteres que, aunque él es visto aquí en humillación, juntos forman la plenitud de Su gloria personal, hasta donde seamos capaces de comprenderlo aquí abajo en estos nuestros vasos terrenales.
Es evidente que, conforme a los consejos de Dios, y de acuerdo a las revelaciones de Su Palabra, el Señor debe unir en Sí mismo más de un carácter en la tierra para la consumación de Su gloria y para el mantenimiento y manifestación de la gloria de Su Padre. Pero, para que esto pudiese suceder, Él también debe ser algo, para que pudiera ser visto a la luz de Su verdadera naturaleza, caminando aquí abajo. Él indispensablemente tenía que cumplir el servicio que Le era necesario rendir a Dios, como siendo Él mismo el siervo verdadero; y esto, sirviendo a Dios por la Palabra, en medio de Su pueblo, conforme al Salmo 40 (por ejemplo, los versículos 8-10), Isaías 49:4-5, y muchos otros pasajes.
Una multitud de testimonios habían anunciado que el Hijo de David se sentaría, por parte de Dios, en el trono de Su Padre; y la consumación de los consejos de Dios con respecto a Su pueblo terrenal está ligada en el Antiguo Testamento con Aquel que vendría de este modo y quien en la tierra estaría en la relación de Hijo de Dios para con Dios el Señor.
El Cristo, el Mesías, o, la que no es sino la misma palabra traducida, el Ungido, vendría y se presentaría a Israel, conforme a la revelación y a los consejos de Dios. Y esta simiente prometida iba a ser Emanuel, Dios con el pueblo.
Pero este carácter de Mesías, aunque la expectativa de los judíos escasamente iba más allá—y ellos incluso esperaban eso a su propia manera, meramente como la exaltación de su propia nación, no teniendo ningún sentido de sus pecados o de las consecuencias de sus pecados—este carácter de Mesías no era todo lo que la palabra profética, la cual declaraba los consejos de Dios, había anunciado con respecto a Aquel a quien incluso el mundo estaba esperando.
Él iba a ser el Hijo del Hombre—un título que el Señor Jesús ama llamarse a Sí mismo—un título de gran importancia para nosotros. Me parece que el Hijo del Hombre es, de acuerdo a la Palabra, el Heredero de todo aquello que los consejos de Dios destinaron para al hombre como su porción en la gloria, todo aquello que Dios otorgaría al hombre conforme a esos consejos (Daniel 7:13-14; Salmos 8:5-6; 80:17; Proverbios 8:30-31). Pero para ser el Heredero de todo aquello que Dios destinó para el hombre, Él tenía que ser un hombre. El Hijo del Hombre era verdaderamente de la raza del hombre—¡verdad preciosa y consoladora! nacido de mujer, real y verdaderamente un hombre, y, participando de carne y sangre, hecho semejante a Sus hermanos.
En este carácter Él iba a sufrir y a ser rechazado, para que pudiese heredar todas las cosas en un estado totalmente nuevo, resucitado y glorificado. Él iba a morir y a resucitar, la herencia estando contaminada, y el hombre estando en rebelión—siendo Sus coherederos tan culpables como el resto.
Pero Él iba entonces a ser el Siervo, el gran profeta, aunque Hijo de David e Hijo del Hombre, y por lo tanto verdaderamente un hombre en la tierra, nacido bajo la ley, nacido de mujer, del linaje de David, heredero de los derechos de la familia de David, heredero de los destinos del hombre conforme al propósito y los consejos de Dios. Pero para ser esto Él tenía que glorificar a Dios de acuerdo a la posición en que estaba el hombre como caído en su responsabilidad, asumir esa responsabilidad de modo de glorificar a Dios allí pero, mientras estuviera aquí, dando el testimonio de un profeta, el testigo fiel.
Pero, ¿quién iba a ser todo esto? ¿Era solamente una gloria oficial que el Antiguo Testamento había dicho que un hombre iba a heredar? La condición de los hombres, manifestada bajo la ley, y sin la ley, demostró la imposibilidad de hacerlos partícipes de la bendición de Dios tal como eran. Y, de hecho, el hombre necesitaba, sobre todo, ser reconciliado con Dios, aparte de toda dispensación y gobierno especial de un pueblo terrenal. El hombre había pecado, y la redención era necesaria, para la gloria de Dios y la salvación del hombre. ¿Quién la consumaría? El hombre la necesitaba. Un ángel tenía que mantener y ocupar su propio lugar y no podía hacer nada más; él no podía ser un salvador. Y, ¿quién entre los hombres podía ser el heredero de todas las cosas y tener todas las obras de Dios puestas bajo su dominio, conforme a la Palabra? Era el Hijo de Dios quien las heredaría; era el Creador de ellas quien las poseería. Él entonces, quien iba a ser el Siervo, el Hijo de David, el Hijo del Hombre, el Redentor, era el Hijo de Dios, Dios el Creador.
Los Evangelios, en general, descubren estos caracteres de Cristo, no de una forma dogmática (solamente el de Juan tiene, hasta un cierto grado, esa forma), sino relatando de un modo tal la historia del Señor como para presentarle en estos diferentes caracteres, de una forma mucho más vívida que si solamente nos hubiesen sido presentados en forma de doctrina. El Señor habla de acuerdo a tal o cual carácter; Él actúa en uno o en el otro; así que le vemos a Él mismo llevando a cabo aquello que pertenecía a las diferentes posiciones que nosotros sabemos son de Él conforme a la Escritura.
Cristo Revelado Como Una Persona a Quien Conocemos; La Plenitud De La Gracia De Dios
De este modo, no solamente el carácter es mucho mejor conocido en sus detalles morales, de acuerdo a su verdadera importancia escrituraria, así como el significado y el propósito de Dios revelado en ello, sino que Cristo mismo llega a ser en estos caracteres, más personalmente, el objeto de la fe y de los afectos del corazón. Se trata de una Persona que conocemos, y no meramente de una doctrina. Por este precioso medio que Dios se ha dignado utilizar, las verdades con respecto a Jesús están mucho más conectadas con lo que sucedió antes, con la historia del Antiguo Testamento. El cambio en los tratos de Dios está unido a la gloria de la Persona de Cristo, en conexión con lo cual esta transición desde las relaciones de Dios con Israel y el mundo al orden celestial y cristiano tuvo lugar. Este sistema celestial, aunque posee un carácter más enteramente distinto del judaísmo, lo que hubiese sido el caso si el Señor no hubiese venido, no es una doctrina que anula, contradiciendo, aquel que lo precedió. Cuando Cristo vino, Él se presentó a los judíos, por un lado, como sujeto a la ley, y por el otro, como la Simiente en la cual las promesas se iban a cumplir. Él fue rechazado; así que este pueblo, no solamente había quebrantado la ley, algo que ellos habían hecho desde el Sinaí, sino que perdieron todo derecho a las promesas, y las promesas sin condición siempre destacaron la plenitud (ver Romanos 10). Dios pudo entonces introducir la plenitud de Su gracia. Al mismo tiempo los tipos, las figuras, tuvieron su cumplimiento; la maldición de la ley se ejecutó; las profecías relacionadas con la humillación de Cristo se cumplieron; y las relaciones de todas las almas con Dios—siempre necesariamente unidas a Su Persona, una vez que Él hubiese aparecido—fueron relacionadas con la posición tomada por el Redentor en el cielo. Por eso la puerta fue abierta a los Gentiles, y el propósito de Dios con respecto a la asamblea, el cuerpo del Cristo ascendido, fue plenamente revelado. Hijo de David conforme a la carne y declarado ser Hijo de Dios con poder por la resurrección de entre los muertos, Él “se puso al servicio de los de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia.” (Romanos 15:8-9—RVR77). Él fue el primogénito de entre los muertos, la cabeza de Su cuerpo la asamblea, para que en todo pudiera tener la preeminencia.
El Nuevo Orden De Cosas Ligado a La Persona De Cristo Glorificado, Poniendo Su Sello En Todo Lo Que Lo Precedió
La gloria del nuevo orden de cosas fue de tal manera más excelente, de tal modo más exaltado sobre todo el orden terrenal que lo había precedido, que fue ligado a la Persona del Señor, y a Él como hombre glorificado en la presencia de Dios Su Padre. Y al mismo tiempo, aquello que sucedió pone su sello sobre todo aquello que lo había precedido, como habiendo tenido su verdadero lugar y habiendo sido ordenado por Dios; porque el Señor se presentó en la tierra en conexión con el sistema que existía antes de que Él viniese.
Cristo Como Es Presentado En Los Tres Primeros Evangelios Y En Juan
Los tres primeros Evangelios nos brindan la presentación de Cristo al hombre responsable, y especialmente a Israel. Juan nos presenta el carácter divino y eterno del Señor, siendo contemplado Israel desde el capítulo 1 como habiéndole rechazado, y ellos mismos endurecidos y rechazados, y el mundo igualmente insensible a la presencia de su Creador; por esto la gracia eficaz y soberana, el hecho de nacer de nuevo, y la cruz como el fundamento de las cosas celestiales, salen plenamente a la luz en este Evangelio.
Mateo

Introducción Al Evangelio De Mateo

El Carácter Y El Ámbito Distintivos Del Evangelio De Mateo
Consideremos ahora el Evangelio según Mateo. Este Evangelio nos presenta a Cristo bajo el carácter de Hijo de David y de Abraham, es decir, en relación con las promesas hechas a Israel, pero le presenta además como Emanuel, Jehová el Salvador, porque tal era el Cristo. Es Él quien, si hubiese sido recibido, habría cumplido las promesas—y lo hará en un futuro—a favor de este amado pueblo. Este Evangelio es, de hecho, la historia de Su rechazo por el pueblo y, consecuentemente, la de la condenación del pueblo mismo, hasta donde alcanzaba su responsabilidad—puesto que los designios de Dios no pueden fallar—y la sustitución por aquello que Dios iba a introducir de acuerdo a Su propósito.
En proporción a cómo se desarrolla el carácter del Rey y del reino, y cómo suscita la atención de los guías del pueblo, ellos se le oponen, y se privan a ellos mismos, así como al pueblo que los sigue, de todas las bendiciones relacionadas con la presencia del Mesías. El Señor les declara las consecuencias de ello, y muestra a Sus discípulos la posición del reino que se establecerá en la tierra después de Su rechazo, y también las glorias que resultarían para Él y para Su pueblo junto a Él. Y en Su persona, y en lo que se refiere a Su obra, la fundación de la asamblea es también revelada—la iglesia como erigida por Él mismo. En una palabra, como resultado de Su rechazo por Israel, primero se revela el reino tal como existe ahora (cap. 13), luego la iglesia (cap. 16), y luego el reino en la gloria (cap. 17).
Finalmente, después de Su resurrección, una nueva comisión dirigida a todas las naciones es dada a los apóstoles enviados por Jesús como resucitado.

Mateo Capítulo 1

La Genealogía Legal Del Señor Desde David Y Abraham; Su Objetivo
Siendo el objetivo del Espíritu de Dios, en este Evangelio, presentar a Jehová cumpliendo las promesas hechas a Israel, y las profecías que se refieren al Mesías (y nadie puede dejar de sentirse impactado por el número de referencias a su cumplimiento), Él comienza con la genealogía del Señor, empezando desde David y Abraham, los dos linajes de los que brotó la genealogía mesiánica, y a los cuales habían sido hechas las promesas. La genealogía se divide en tres períodos conforme a tres grandes divisiones de la historia del pueblo: desde Abraham hasta el establecimiento de la realeza en la persona de David, desde el establecimiento de la realeza hasta la cautividad, y desde la cautividad hasta Jesús.
Podemos observar que el Espíritu Santo menciona, en esta genealogía, los graves pecados cometidos por las personas cuyos nombres se dan, magnificando la soberana gracia de Dios que pudo dar un Salvador en relación con pecados tales como los de Judá, con una pobre moabita introducida en Su pueblo, y con crímenes como los de David.
Es la genealogía legal la que se da aquí, es decir, la genealogía de José, de quien Cristo era el heredero legítimo según la ley judía. El evangelista ha omitido tres reyes del linaje de Acab, para tener catorce generaciones en cada período. También se omite a Joacaz y a Joacim. No se afecta en absoluto el objetivo de la genealogía por esta circunstancia. El propósito era darla a conocer da tal forma que los judíos la reconocieran, y todos los reyes eran bien conocidos por todos.
El Nacimiento De Jesús: La Importancia Infinita Y Eterna De Sus Hechos
Mateo relata brevemente los hechos concernientes al nacimiento de Jesús, hechos que son de infinita y eterna importancia no solo para los judíos, para quienes eran de interés inmediato, sino también para nosotros, hechos en los cuales Dios se ha dignado unir Su propia gloria con nuestros intereses, con el hombre.
María se hallaba desposada con José. Su descendencia era, en consecuencia, la de José legalmente, en lo que se refiere a los títulos de herencia; pero el hijo que llevaba en su interior era de origen divino, concebido por el poder del Espíritu Santo. Él ángel de Jehová es enviado como instrumento de la providencia, para satisfacer la tierna conciencia y el corazón recto de José, comunicándole que lo que María había concebido era del Espíritu Santo.
Podemos señalar aquí que el ángel se dirige a José en esta ocasión como a “hijo de David.” El Espíritu Santo dirige así nuestra atención a la relación de José (considerado padre de Jesús) con David, siendo María llamada su esposa. El ángel da, al mismo tiempo, el nombre de Jesús (es decir, Jehová el Salvador) al niño que había de nacer. Aplica este nombre a la liberación de Israel de la condición en la que el pecado les había sumido. Todas estas circunstancias sucedieron para cumplir lo que Jehová había dicho por boca de Su profeta: “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.”
Los Títulos Del Señor Delineando El Perfil Que Él Solo Podía Llenar
Aquí está, entonces, lo que el Espíritu de Dios nos presenta en estos pocos versículos: a Jesús, el Hijo de David, concebido por el poder del Espíritu Santo; Jehová, el Salvador, que libera a Israel de sus pecados; Dios con ellos, el que cumplió aquellas maravillosas profecías que, con más o menos claridad, dibujaban el perfil que solamente el Señor Jesús podía llenar.
José, hombre justo, sencillo de corazón y obediente, discierne sin dificultad la revelación del Señor y la obedece.
Estos títulos marcan el carácter de este evangelio, es decir, la manera en que Cristo es presentado en él. ¡Y cuán maravillosa es la revelación de Aquel por quien la palabra y las promesas de Jehová habían de cumplirse! ¡Qué fundamento de verdad para la comprensión de lo que esta gloriosa y misteriosa Persona era, de quien el Antiguo Testamento había dicho suficiente para despertar los deseos y confundir las mentes del pueblo al que Él fue dado!
Nacido de mujer, nacido bajo la ley, heredero de todos los títulos de David según la carne, también Hijo de Dios, Jehová el Salvador, Dios con Su pueblo, ¿quién podría comprender o sondear el misterio de Su naturaleza, en quien todas estas cosas se combinaban? Su vida, según veremos, expone la obediencia del hombre perfecto, las perfecciones y el poder de Dios.
Los Títulos Característicos Asociados Con La Gloria De Cristo En Israel
Los títulos que acabamos de nombrar, y que leemos en los versículos 20-23 de este primer capítulo, están relacionados con Su gloria en medio de Israel, es decir, el heredero de David, Jesús el Salvador de Su pueblo, y Emanuel. El hecho de haber nacido del Espíritu Santo, cumplió el Salmo 2:7 en cuanto a Él como hombre nacido en la tierra. El nombre de Jesús y Su concepción por el poder del Espíritu Santo, estaban, sin duda, más allá de esta relación, pero están ligados también de un modo especial con Su posición en Israel.

Mateo Capítulo 2

Reconocido Formalmente Por Los Gentiles Como Rey De Los Judíos
Nacido así, caracterizado así por el ángel y cumpliendo las profecías que anunciaban la presencia de Emanuel, Él es formalmente reconocido como Rey de los judíos por los Gentiles, que son conducidos por la voluntad de Dios actuando en los corazones de sus magos. Es decir, que hallamos al Señor, a Emanuel, el Hijo de David, Jehová el Salvador, el Hijo de Dios, nacido Rey de los judíos, reconocido por los principales de los Gentiles. Este es el testimonio de Dios en el evangelio de Mateo, y el carácter en que Jesús es ahí presentado. Después, en la presencia de Jesús así revelado, vemos a los líderes de los judíos en relación con un rey extranjero, conociendo aunque fuese a modo de sistema, las revelaciones de Dios en Su palabra, pero totalmente indiferentes a Aquel que era su objeto; y a ese rey, enemigo acérrimo del Señor, del verdadero Rey y Mesías, procurando darle muerte.
La Providencia De Dios Sobre El Niño Nacido a Israel
La providencia de Dios cuida del niño nacido a Israel, empleando medios que ponen plenamente en evidencia la responsabilidad de la nación, y que llevan a cabo, al mismo tiempo, todas las intenciones de Dios con respecto a este único remanente verdadero de Israel, esta única fuente verdadera de esperanza para el pueblo. Porque, fuera de Él, todo se vendría abajo y todo sufriría las consecuencias de estar en relación con el pueblo.
El Renuevo Verdadero Recomenzando La Historia De Israel Desde Egipto
Descendido a Egipto para evitar el cruel designio de Herodes de quitarle la vida, llega a ser el verdadero Renuevo; Él recomienza (es decir, moralmente), la historia de Israel en Su propia Persona, así como (en un sentido más amplio), la historia del hombre como el segundo Adán en relación con Dios; solo que para que esto suceda, Su muerte debe acontecer—por todos, sin duda, para bendición. Pero Él era Hijo de Dios y Mesías, por consecuencia, Hijo de David. Pero para tomar su propio lugar como Hijo del Hombre, Él debe morir (véase Juan 12). No es solamente la profecía de Oseas, “De Egipto llamé a mi Hijo”, la cual se aplica así a este verdadero comienzo de Israel en gracia (como el amado de Dios) y según Sus consejos (habiendo el pueblo fracasado enteramente, de modo que sin esto, Dios debiera haberlos cortado). Hemos visto, en Isaías, a Israel el siervo dando lugar a Cristo el Siervo, quien reúne al remanente fiel (los hijos que Dios le ha dado mientras esconde su rostro de la casa de Jacob) que llega a ser el núcleo de la nueva nación de Israel según Dios. El capítulo 49 de ese profeta muestra la transición de Israel a Cristo de manera notable. Además, esta es la base de toda la historia de Israel, contemplado como habiendo fracasado bajo la ley, y siendo restablecido en gracia. Cristo es moralmente el nuevo linaje del que ellos brotan (compárese Isaías 49:3,5).
Hijo De Dios En Nazaret De Galilea Entre Los Despreciados Del Pueblo
Habiendo muerto Herodes, Dios lo da a conocer a José en un sueño, mandándole que regrese con el niño y su madre “a tierra de Israel”. Debemos resaltar que la tierra es mencionada aquí por el nombre que recuerda los privilegios otorgados por Dios. No es a Judea ni a Galilea, es “a tierra de Israel.” Pero, ¿puede el Hijo de David, al entrar en ella, aproximarse al trono de sus padres? No: debe tomar el lugar de un extranjero entre los despreciados de Su pueblo. Dirigido por Dios mediante un sueño, José Le lleva a Galilea, cuyos habitantes eran objeto de soberano desprecio por parte de los judíos, al no estar en relación habitual con Jerusalén y Judea, la tierra de David, de los reyes reconocidos por Dios, y del templo, y donde incluso el dialecto de la lengua común a ambos delataba su separación práctica de aquella parte de la nación que, por el favor de Dios, había retornado a Judea desde Babilonia.
Incluso en Galilea, José se establece en un lugar del cual el nombre mismo era un oprobio para quien habitara allí, y una mancha sobre su reputación.
Tal fue la posición del Hijo de Dios cuando vino a este mundo, y tal la relación del Hijo de David con Su pueblo cuando, por gracia y según los consejos de Dios, estuvo entre ellos. Por una parte, Emanuel, Jehová su Salvador; por otra, el Hijo de David; pero, al tomar Su lugar entre Su pueblo, se asociaba con los más pobres y más despreciados del rebaño, Él se refugiaba en Galilea de la iniquidad de un falso rey, quien, mediante la ayuda de los Gentiles de la cuarta monarquía (Roma), reinaba sobre Judea, y con quien los sacerdotes y gobernantes del pueblo se hallaban relacionados; estos últimos, infieles a Dios e insatisfechos con los hombres, detestando orgullosamente un yugo que sus pecados habían traído sobre ellos, y que no se atrevían a sacudirse de encima, si bien no eran suficientemente sensibles a sus pecados como para someterse a él como al justo castigo de Dios. Así es como el Mesías nos es presentado por este evangelista, o más bien por el Espíritu Santo, en relación con Israel.

Mateo Capítulo 3

El Ministerio Triple De Juan El Bautista
Comenzamos ahora en este capítulo Su verdadera historia. Juan el Bautista viene para preparar el camino de Jehová delante de Él, según la profecía hecha a Isaías; anunciando que el reino de los cielos está cerca y llamando al pueblo a arrepentirse. El ministerio de Juan a Israel es caracterizado en este evangelio por medio de estas tres cosas. En primer lugar, Jehová el Señor mismo iba a venir. El Espíritu Santo omite las palabras “a nuestro Dios” (ver Isaías 40:3) al final del versículo 3, porque Jesús viene como hombre en humillación, aunque reconocido, al mismo tiempo, como Jehová, e Israel no podía ser reconocido así como teniendo título para decir “nuestro”. En segundo lugar, el reino de los cielos; estaba cerca esta nueva dispensación que sustituiría aquella que, propiamente hablando, pertenecía al Sinaí, donde el Señor había hablado en la tierra. En esta nueva dispensación ‘los cielos deberían reinar’. Ellos deberían ser la fuente de, y caracterizar, la autoridad de Dios en Su Cristo. En tercer lugar, el pueblo, en lugar de ser bendecido en su actual condición, era llamado al arrepentimiento en vista del acercamiento de este reino. Juan, por lo tanto, toma su lugar en el desierto, apartándose de los judíos, con los que no podía asociarse porque él vino en camino de justicia (Mateo 21:32). Su comida es la que encuentra en el desierto (incluso sus vestiduras proféticas son un testimonio de la posición que pasó a ocupar de parte de Dios), él mismo siendo lleno del Espíritu Santo.
De este modo fue él un profeta, pues vino de Dios, y así se presentaba a sí mismo cuando se dirigía al pueblo de Dios para que se arrepintieran, y anunciaba las bendiciones de Dios conforme a las promesas de Jehová el Dios de ellos; pero él era más que un profeta, pues declaraba como una cosa inmediata, la introducción de una dispensación nueva, largamente esperada, y el advenimiento del Señor en Persona. Al mismo tiempo, aunque vino a Israel, no reconoció al pueblo, porque iban a ser juzgados; la era de la trilladura de Jehová (Isaías 21:10—Versión Moderna), debía ser purificada y los árboles que no llevaban fruto debían ser cortados. Sólo sería un remanente el que Jehová situaría en la nueva posición en el reino que él anunciaba, sin ser aún revelado el modo en que iba a ser establecido. Juan anunciaba el juicio del pueblo.
Dios El Señor En Medio De Su Pueblo Israel
¡Qué hecho de inconmensurable grandeza era la presencia del Señor Dios en medio de Su pueblo, en la Persona de Aquel que, aunque indudablemente iba a ser el cumplimiento de todas las promesas, era necesariamente el Juez de todo el mal que existía entre Su pueblo, aunque fuese rechazado!
Y mientras más nosotros demos a estos pasajes su verdadera aplicación, es decir, mientras más los apliquemos a Israel, tanto más aprenderemos su verdadera fuerza.
La Necesidad Eterna De Arrepentimiento; Las Consecuencias De Rechazar El Llamamiento De Dios a Arrepentirse
Sin duda el arrepentimiento es una necesidad eterna para cada alma que viene a Dios. Pero ¡qué luz se arroja en esta verdad cuando interviene el Señor mismo, que llama a Su pueblo a este arrepentimiento y pone aparte—ante su rechazo—el sistema completo de sus relaciones con Él, y establece una nueva dispensación—un reino que sólo pertenece a aquellos que le escuchan—y causando, finalmente, que Su juicio prorrumpa sobre Su pueblo y sobre la ciudad que Él tanto había apreciado¡! “¡Oh si hubieras conocido, tú, siquiera en este tu día, las cosas que hacen a tu paz! ¡mas ahora están encubiertas de tus ojos!” (Lucas 19:42—Versión Moderna).
Juicio Inminente; Un Nuevo Estado Distinguido Por El Bautismo
Esta verdad da lugar a la exhibición de otra más importante y elevada, anunciada aquí con relación a los derechos soberanos de Dios más que con sus consecuencias, pero que ya contenía en sí misma todas aquellas consecuencias. Gentes de todas partes, y como aprendemos en otra parte, los impíos y los despreciados, salieron para ser bautizados confesando sus pecados. Pero aquellos que, a sus propios ojos, ostentaban el lugar principal entre el pueblo, eran a los ojos del profeta, quien amaba al pueblo conforme a Dios, los objetos del juicio que él anunciaba. La ira era inminente. ¿Quién había advertido a estos hombres escarnecedores que huyeran de ella? Que se humillen como el resto, que tomen su verdadero lugar y que demuestren su cambio de corazón. El jactarse de los privilegios de su nación, o de sus padres, no les daba ninguna ventaja ante Dios. Él exigía lo que Su naturaleza misma, lo que Su verdad misma, demandaban. Además, Él era soberano; Él era capaz de levantar hijos a Abraham aun de las piedras. Esto es lo que ha hecho Su gracia soberana, por medio de Cristo, en lo que respecta a los Gentiles. Se necesitaba una realidad. El hacha estaba puesta a la raíz de los árboles, y los que no daban buen fruto debían ser cortados. Este es el gran principio moral que el juicio iba a poner en vigor. El golpe no se había dado todavía, pero el hacha estaba ya a la raíz de los árboles. Juan había venido para llevar a los que recibieran su testimonio a una nueva posición, o, a lo menos, a un nuevo estado de cosas para el que estaban siendo preparados. Según se arrepintieran o no, él los distinguiría del resto mediante el bautismo. Pero Aquel que venía después de Juan, Aquel cuyo calzado Juan no era digno—limpiaría completamente Su era (Mateo 3:12—Versión Moderna), separaría aquellos que eran verdadera y moralmente suyos, de entre Su pueblo Israel (esta era Su era), y ejecutaría el juicio sobre los demás. Por su parte, Juan abrió la puerta al arrepentimiento de antemano; después vendría el juicio.
El Bautismo Doble Atribuido a Jesús Por Juan
El juicio no era la única obra que pertenecía a Jesús. No obstante, dos cosas son atribuidas a Él en el testimonio de Juan: Él bautiza con fuego—este es el juicio anunciado en el versículo 12, que consume todo lo que es malo. Pero Él bautiza también con el Espíritu Santo—ese Espíritu que, dado al hombre y actuando en él con divina energía, y vivificado, redimido, limpiado en la sangre de Cristo, lo saca fuera de la influencia de todo lo que obra en la carne y lo sitúa en relación y en comunión con todo lo que es revelado por Dios, con la gloria a la cual Él trae a Sus criaturas en la vida que Él comunica, destruyendo moralmente en nosotros el poder de todo lo que es contrario al goce de estos privilegios.
El Único Buen Fruto Reconocido Por Juan
Observen aquí que el único buen fruto reconocido por Juan, como vía de escape, es la confesión sincera del pecado hecha por medio de la gracia. Sólo aquellos que la hacen escapan del hacha. No había realmente árboles buenos, salvo aquellos que confesaban ser malos.
Pero ¡qué solemne momento fue este para el pueblo amado de Dios! ¡Qué acontecimiento era la presencia de Jehová en medio de la nación con la que Él mantenía una relación!
El Mesías Presentado Como Jehová El Juez
Observen que Juan el Bautista no presenta aquí al Mesías como el Salvador venido en gracia, sino como la Cabeza del reino, como Jehová, quien ejecutaría juicio si el pueblo no se arrepintiera. Más adelante veremos la posición que Él tomó en gracia.
El Bautismo De Jesús: La Presentación Que Hace El Señor De Sí Mismo Con Su Pueblo En Gracia
En el versículo 13, Jesús mismo, que hasta ahora ha sido presentado como el Mesías, e incluso como Jehová, viene a Juan para ser bautizado con el bautismo de arrepentimiento. Debemos recordar que venir a este bautismo era el único buen fruto que un judío, en su condición de entonces, podía producir. El hecho mismo demostraba ser el fruto de una obra de Dios—de la obra eficaz del Espíritu Santo. El que se arrepiente confiesa que anteriormente ha caminado lejos de Dios; así que es un nuevo movimiento, el fruto de la palabra y de la obra de Dios en él, la señal de una vida nueva, de la vida del Espíritu en su alma. Por el hecho mismo de la misión de Juan, no existía otro fruto, ni ninguna otra prueba admisible de vida de Dios, en un judío. No debemos inferir de ello que no hubiese nadie en quien el Espíritu no actuaba ya de forma vital; pero, en esta condición del pueblo, y según el llamamiento de Dios por medio de Su siervo, el retorno del corazón a Dios era la prueba de esta vida. Estos eran el verdadero remanente del pueblo, aquellos que Dios reconocía como tales; y de esta forma ellos fueron separados de la masa restante, quienes estaban madurando para el juicio. Estos eran los verdaderos santos—los excelentes de la tierra; aunque la humillación propia del arrepentimiento pudiera ser su único lugar verdadero. Era allí donde tenían que comenzar. Cuando Dios introduce misericordia y justicia, ellos se benefician de la primera con gratitud, confesando que es su único recurso, e inclinan su corazón delante de la última, como la justa consecuencia de la condición del pueblo de Dios, pero aplicándosela a ellos mismos.
Ahora Jesús se presenta a Sí mismo en medio de aquellos que hacen esto. No obstante ser el verdadero Señor Jehová, el Juez justo de Su pueblo, Aquel que debía limpiar Su era, Él, sin embargo, toma Su lugar entre el remanente fiel que se humilla ante este juicio. Él toma el lugar del más bajo de Su pueblo ante Dios; como en el Salmo 16, Él llama a Jehová Su Señor, diciéndole: “Mi bondad no te aprovecha a ti.” (Salmo 16:2—Versión Moderna); y dice a los santos y a los excelentes de la tierra: “en quienes tengo toda mi complacencia.” (Salmo 16:3—Versión Moderna). Perfecto testimonio de gracia—el Salvador identificándose, conforme a Su gracia, con el primer movimiento del Espíritu en los corazones de Su propio pueblo, humillándose no solamente al condescender Él en gracia hacia ellos, sino ocupando Su lugar, como uno de ellos, en la verdadera posición de ellos ante Dios; no meramente para consolar sus corazones mediante tal bondad, sino para mostrarse compasivo ante sus dolores y dificultades, con el fin de ser el modelo, la fuente, y la expresión perfecta de cada sentimiento adecuado a su posición.
La Asociación Del Señor Con Los Pobres Del Rebaño Para Conducirlos Al Disfrute De La Bendición
Él no se podía asociar con el Israel impío e impenitente, pero con el primer efecto vivo de la Palabra y del Espíritu de Dios en los pobres del rebaño, Él podía y lo hizo en gracia. Él lo hace así ahora. Con el primer paso correcto, uno realmente de Dios, Cristo es hallado.
Pero había aún más. Él viene para traer a quienes Le recibían a una relación con Dios, según el favor que se hallaba en una perfección como la Suya, y en el amor que, al asumir la causa de Su pueblo, satisfacía el corazón del Señor, y, habiendo glorificado perfectamente a Dios en todo lo que Él es, hizo posible que Él mismo se satisficiera con la bondad. Sabemos, en efecto, que para hacer esto, el Salvador tuvo que poner Su vida, pues la condición del judío, así como la de todo hombre, requería este sacrificio antes de que el uno o el otro pudieran tener relación alguna con el Dios de la verdad. Pero incluso para ello, el amor de Jesús no falló. No obstante, Él está aquí conduciéndolos al goce de la bendición expresada en Su Persona, que debía quedar firmemente fundamentada en este sacrificio—bendición que ellos debían alcanzar por el camino del arrepentimiento, en el cual entraban mediante el bautismo de Juan; el cual Jesús recibió con ellos, para que pudiesen continuar juntos hacia la posesión de todas las cosas buenas que Dios había preparado para los que le amaban.
La Oposición De Juan; El Verdadero Carácter De La Acción Del Señor
Sintiendo Juan la dignidad y la excelencia de la Persona de Aquel que vino a él, se opone a la intención del Señor. Mediante esto, el Espíritu Santo quiere exponer el verdadero carácter de la acción de Jesús. En cuanto a Él, fue la justicia lo que Le llevó allí, y no el pecado—justicia que Él cumplió en amor. Él, así como Juan el Bautista, cumplió lo que pertenecía al lugar que Dios le había asignado. Al mismo tiempo, con qué condescendencia Él se une con Juan: “conviene que cumplamos”. Él es el Siervo humilde y obediente. Fue así como se comportó siempre en la tierra. Además, en cuanto a Su posición, la gracia llevó allí a Jesús, donde el pecado nos llevó a nosotros, los que entramos por la puerta que el Señor había abierto para Sus ovejas. Confesando el pecado tal como este es, acudiendo ante Dios (y moralmente, esto es lo opuesto al pecado) en la confesión, nos hallamos en compañía de Jesús. En realidad, es el fruto de Su Espíritu en nosotros. Este fue el caso con los pobres pecadores que salieron a Juan. Así fue como Jesús tomó Su lugar en justicia y en obediencia entre los hombres, y más exactamente entre los judíos arrepentidos. Es en esta posición de un Hombre—justo, obediente, y cumpliendo en la tierra, en humildad perfecta, la obra para la cual Él se había ofrecido en gracia, según el Salmo 40, entregándose al cumplimiento de toda la voluntad de Dios en completa renunciación—que Dios Su Padre le reconoció plenamente, y le selló, declarando en la tierra que Él es Su Hijo amado.
Los Cielos Se Abrieron; El Hijo Amado; El Descenso Del Espíritu Santo
Ser bautizado es la prueba más notable del lugar que Él había tomado con Su pueblo—los cielos le fueron abiertos y Él ve al Espíritu Santo descendiendo como paloma, viniendo sobre él; y ¡he aquí! una voz del cielo diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.”
Pero estas circunstancias exigen atención.
Los cielos nunca fueron abiertos a la tierra, ni al hombre en la tierra, antes de que el Hijo amado estuviera allí. Indudablemente Dios, en Su paciencia y en forma de providencia, había bendecido a todas las criaturas; Él había bendecido también a Su propio pueblo, según las normas de Su gobierno en la tierra. Además de esto, estaban los escogidos, a quienes Él había guardado en fidelidad. Con todo, hasta ahora los cielos no se habían abierto. Un testimonio había sido enviado por Dios con relación a Su gobierno de la tierra; pero no había ningún objeto en la tierra sobre el cual el ojo de Dios pudiera reposar con complacencia, hasta que Jesús, sin pecado y obediente, Su Hijo amado, estuvo allí. Pero lo que es tan precioso para nosotros es que, tan pronto como Él, en gracia, toma públicamente Su lugar de humillación con Israel—es decir, con el remanente fiel, presentándose así Él mismo ante Dios, cumpliendo Su voluntad—los cielos se abren sobre un objeto digno de la atención de ellos. Indudablemente Él fue siempre digno de su adoración, antes incluso de que el mundo fuese. Pero ahora, Él acaba de tomar este lugar en los tratos de Dios como un Hombre, y los cielos se abrieron a Jesús, el objeto del completo afecto de Dios en la tierra. El Espíritu Santo desciende visiblemente sobre Él. Y Él, un hombre en la tierra, un hombre ocupando Su lugar con los mansos del pueblo que se arrepentían, es reconocido como el Hijo de Dios. Él no solamente es ungido por Dios, sino que, como hombre, es consciente del descenso del Espíritu Santo sobre Él—el sello del Padre puesto sobre Él. Evidentemente aquí no es Su naturaleza divina, en el carácter del Hijo eterno del Padre. Incluso el sello no estaría en conformidad con aquel carácter; y en cuanto a Su Persona, y a Su conocimiento de ello, se manifiesta a los doce años de edad en el evangelio de Lucas. Pero mientras Él es tal, Él es también un hombre, el Hijo de Dios en la tierra, y es sellado como un hombre. Como hombre, Él posee el conocimiento de la presencia inmediata del Espíritu Santo con Él. Esta presencia está en relación con el carácter de humildad, mansedumbre y obediencia, en los que el Señor apareció aquí abajo. Es “como paloma” que el Espíritu Santo desciende sobre Él; igual como fue en forma de lenguas de fuego, que Él descendió sobre las cabezas de los discípulos, para testimonio de ellos en poder en este mundo, según la gracia que se dirigía a todos y a cada uno en su propia lengua.
La Gloria De La Persona Del Señor Guardada Solícitamente
Jesús crea así, en Su propia posición como Hombre, el lugar en el cual Él nos introduce por medio de la redención (Juan 20:17). Pero la gloria de Su persona siempre es guardada solícitamente. No hay objeto presentado a Jesús, como a Saulo por ejemplo, y, en un caso aún más análogo, a Esteban, quien, siendo lleno del Espíritu, ve también los cielos abiertos, y pone los ojos en ellos, y ve a Jesús, al Hijo del Hombre, y es transformado a Su imagen. Jesús ha venido; Él es en Sí mismo el objeto sobre el cual se abren los cielos; Él no es objeto de transformación, como Esteban, o como nosotros en el Espíritu; los cielos miran abajo hacia Él, el objeto perfecto de deleite. Es Su relación con Su Padre, ya existente, la que es sellada. Tampoco el Espíritu Santo crea Su carácter (excepto en cuanto a que, con respecto a Su naturaleza humana, Él fue concebido en el vientre de la virgen María por el poder del Espíritu Santo); Él se había relacionado con los pobres, en la perfección de ese carácter, antes de que Él fuera sellado, y entonces Él actúa según la energía y el poder de aquello que recibió sin medida en Su vida humana aquí abajo (comparar Hechos 10:38; Mateo 12:28; Juan 3:34).
Cuatro Ocasiones Memorables En Las Que Los Cielos Se Abren; Cristo El Objeto De Cada Una
En la Palabra encontramos cuatro ocasiones memorables en las que los cielos fueron abiertos. Cristo es el objeto de cada una de estas revelaciones; cada una tiene su carácter especial. Aquí el Espíritu Santo desciende sobre Él, y es reconocido como el Hijo de Dios (comparar Juan 1:33-34). Al final del mismo capítulo de Juan, Él mismo declara ser el Hijo del Hombre. Allí son los ángeles de Dios que ascienden y descienden sobre Él. Él es, como Hijo del Hombre, el objeto del ministerio de ellos. Al final de Hechos 7 se abre una escena totalmente nueva. Los judíos rechazan el último testimonio que Dios les envía. Esteban, por medio de quien este testimonio es rendido, es llenado con el Espíritu Santo y los cielos le son abiertos. El sistema terrenal fue definitivamente cerrado por el rechazo del testimonio del Espíritu Santo a la gloria del Cristo ascendido. Pero esto no es meramente un testimonio. El cristiano (N. del T.: se refiere a Esteban) es llenado con el Espíritu, los cielos se abren a él, la gloria de Dios le es manifestada, y el Hijo del Hombre aparece ante él puesto en pie, a la diestra de Dios. (N. del T.: “Empero él, estando lleno del Espíritu Santo, miraba fijamente en el cielo, y vio la gloria de Dios, y a Jesús, puesto en pie, a la diestra de Dios.”, Hechos 7:55—Versión Moderna. Ver también: “La Biblia de las Américas” y “Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español, Francisco Lacueva, Editorial Clie). Esto es algo diferente de los cielos abiertos sobre Jesús, el objeto del deleite de Dios en la tierra. Es el cielo abierto al cristiano mismo, estando su objeto allí cuando es rechazado en la tierra. Él ve allí, por el Espíritu Santo, la gloria celestial de Dios, y a Jesús, el Hijo del Hombre, el objeto especial del testimonio que él rinde, en la gloria de Dios. Para nosotros, la diferencia es tan notable como interesante, y expone, de la manera más llamativa, la verdadera posición del cristiano estando en la tierra, y el cambio que ha producido el rechazo de Jesús por parte de Su pueblo terrenal. Solamente la Iglesia, la unión de los creyentes en un cuerpo con el Señor en el cielo, no era aún revelada. Posteriormente (Apocalipsis 19) el cielo se abre, y el Señor mismo sale, el Rey de reyes y Señor de señores. Vemos así:
(1) A Jesús, el Hijo de Dios en la tierra, el objeto del deleite celestial, sellado con el Espíritu Santo.
(2) A Jesús, el Hijo del Hombre, el objeto del ministerio del cielo, siendo los ángeles sus siervos.
(3) A Jesús, en lo alto a la diestra de Dios, y el creyente, lleno del Espíritu, y sufriendo aquí a causa de Su nombre, contemplando la gloria en las alturas, y al Hijo del Hombre en la gloria.
(4) A Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores, saliendo a juzgar y a hacer guerra contra los varones burladores que disputan Su autoridad y oprimen a la tierra.
El Hombre Obediente En La Tierra, El Hijo De Dios, Sellado Con El Espíritu Santo
Volviendo sobre el tema: El Padre mismo reconoce a Jesús, el hombre obediente en la tierra, quien entra por la puerta como el verdadero Pastor, como Su Hijo amado en quien está todo Su deleite. Los cielos le son abiertos a Él; ve al Espíritu Santo descendiendo para sellarle, la fortaleza y el apoyo infalibles de la perfección de Su vida humana; y Él tiene el testimonio propio del Padre de la relación entre ellos. No se presenta ningún objeto en el cual Su fe debía apoyarse, ni a Él, ni a nosotros. Es su propia relación con el cielo y con Su Padre la que es sellada. Su alma goza de ello mediante el descenso del Espíritu Santo y la voz de Su Padre.
Los Cielos Abiertos Para Los Creyentes Por La Redención
Pero este pasaje en Mateo requiere alguna atención adicional. El bendito Señor, o, mejor dicho, lo que ocurrió en cuanto a Él, da el lugar o el modelo en el cual Él sitúa a los creyentes, sean ellos judíos o Gentiles: sólo que, desde luego, sólo somos llevados allí por la redención. “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17), es Su bendita palabra después de Su resurrección. Pero para nosotros el cielo está abierto; somos sellados con el Espíritu Santo; y el Padre nos reconoce como hijos. Sólo la divina dignidad de la Persona de Cristo es guardada siempre solícitamente aquí en humillación, así como en la transfiguración en gloria. Moisés y Elías están en la misma gloria, pero desaparecen cuando la prisa de Pedro, con permiso para ser expresada, los pondría al mismo nivel que Cristo. Cuanto más cerca estamos de una Persona divina, tanto más adoramos y reconocemos lo que Él es.
La Trinidad Revelada Plenamente Por Primera Vez
Pero, se encuentra aquí otro hecho muy notable. Cuando Cristo toma Su lugar entre los hombres en humildad, la Trinidad es plenamente revelada por primera vez. Indudablemente el Hijo y el Espíritu son mencionados en el Antiguo Testamento. Pero allí, la unidad de la Deidad es el gran punto revelado. El Hijo es reconocido aquí como hombre, el Espíritu Santo desciende sobre Él, y el Padre le reconoce como Su Hijo. ¡Qué maravillosa relación con el hombre! ¡Qué lugar para que el hombre esté! A través de la relación de Cristo con Él, la Deidad es revelada en su propia plenitud. Al ser Él un hombre, esto hace tanto más patente su manifestación. Pero Él era realmente un hombre, pero el Hombre en quien los consejos de Dios acerca del hombre se iban a cumplir.
En Conflicto Con El Enemigo
De ahí que, ya que Él realizó y exhibió el lugar en el cual el hombre es puesto con Dios en Su propia Persona, y en los consejos de gracia en cuanto a nosotros, a nuestra relación con Dios, así pues, ya que estamos en conflicto con el enemigo, Él entra en ese lado de nuestra posición también. Tenemos nuestra relación con Dios y nuestro Padre, y ahora tenemos que ver con Satanás también. Él vence por nosotros, y nos muestra cómo vencer. Observen también, que la relación con Dios es lo que primero queda plenamente establecido y expuesto, y entonces, como en ese lugar, comienza el conflicto con Satanás, y así es con nosotros. Pero la primera interrogante fue, ¿Se mantendría el segundo Adán donde el primer Adán había fracasado? sólo que, en el desierto de este mundo y el poder de Satanás—en lugar de las bendiciones de Dios—pues allí habíamos llegado.
La Historia Del Pueblo Concluida En Juicio; Una Cosa Nueva Anunciada—El Reino De Los Cielos
Otro punto debe de ser comentado aquí, para presentar plenamente el lugar que el Señor toma. “La ley y los profetas eran hasta Juan.” (Lucas 16:16) Luego es anunciado lo nuevo, el reino de los cielos. Pero el juicio finaliza con el pueblo de Dios. El hacha está puesta a la raíz de los árboles, el aventador está en la mano de Aquel que viene, el trigo es recogido en el granero de Dios, y la paja quemada. Es decir, existe un final de la historia del pueblo de Dios en el juicio. Entramos aquí en el terreno del estado de perdición, esperando el juicio; pero la historia del hombre, como responsable, quedaba cerrada. De ahí que se diga: “Pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.” (hebreos 9:26). Esto le ha sucedido externamente y literalmente a Israel; pero es moralmente verdadero para nosotros: sólo que nosotros somos recogidos para el cielo, resultando ser el remanente de entonces, y estaremos en el cielo. Pero siendo Cristo rechazado, la historia de la responsabilidad ha terminado, y nosotros entramos en gracia como perdidos. Consecuente con el anuncio de ello como inminente, Cristo viene, e identificándose con el remanente que escapa sobre la base del arrepentimiento, crea este nuevo lugar para el hombre en la tierra: sólo que no podíamos estar en dicho lugar hasta que la redención no hubiese sido cumplida. Con todo, Él reveló el nombre del Padre a aquellos que Él le había dado fuera de este lugar.

Mateo Capítulo 4

Llevado Por El Espíritu Para Ser Tentado Por El Diablo
Habiendo tomado así en gracia Su posición como hombre en la tierra, Él comienza en este capítulo Su carrera terrenal, siendo llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. El hombre justo y santo, el Hijo de Dios, gozando de los privilegios apropiados para Uno como Él, debe experimentar la prueba de aquellas maquinaciones por las cuales el primer Adán cayó. Es Su condición espiritual la que es probada. No se trata ahora de un hombre inocente en el goce de todas las bendiciones naturales de Dios y que es puesto a prueba en medio de esas bendiciones que deberían haberle hecho recordar a Dios. Cristo, cerca de Dios como Su amado Hijo, pero en medio de la prueba, poseyendo el conocimiento del bien y del mal, y, en cuanto a las circunstancias externas, habiendo descendido en medio del estado caído del hombre, Su fidelidad a esta posición deberá ser plenamente probada con respecto a Su perfecta obediencia. Para mantener esta posición, Él no debe aceptar ninguna otra voluntad que no sea la de Su Padre, y cumplirla o soportarla, cualesquiera sean las consecuencias para Él. Deberá cumplirla en medio de todas las dificultades, de las privaciones, del aislamiento, del desierto, donde se halla el poder de Satanás, que podría tentarle a seguir un camino más fácil que aquel que sería solamente para la gloria de Su Padre. Debe renunciar a todos los derechos que pertenecían a Su propia Persona, excepto que Él los reciba de Dios y sometiéndose a Él con una confianza perfecta.
El enemigo hizo todo lo posible para inducirle a hacer uso de Sus privilegios, “Si eres Hijo de Dios”, para Su propio alivio, aparte del mandato de Dios, y para evitar los sufrimientos que podían acompañar la realización de Su voluntad. Pero esto era para llevarle a hacer Su propia voluntad, no la voluntad de Dios.
Con El Enemigo En El Desierto
Jesús, disfrutando en Su propia Persona y en Su propia relación con Dios el pleno favor de Dios como Hijo de Dios, la luz de Su rostro, va al desierto por cuarenta días para entrar en conflicto con el enemigo. Él no se apartó del hombre, de toda relación con el hombre y las cosas del hombre (como Moisés y Elías) para poder estar con Dios. Estando ya plenamente con Dios, Él es separado de los hombres por el poder del Espíritu Santo, para estar a solas en Su conflicto con el enemigo. En el caso de Moisés, fue sacar al hombre de su condición natural para estar con Dios. En el caso de Jesús, esto es así para estar con el enemigo: estar con Dios era Su posición natural.
Obediencia Simple Y Absoluta, Viviendo Por Las Palabras De Dios
El enemigo Le tienta, en primer lugar, proponiéndole satisfacer Su necesidad corporal, y, en lugar de esperar en Dios, usar según Su propia voluntad y en Su propio nombre, el poder que Le había sido conferido. Pero si Israel había sido alimentado en el desierto con el maná de Dios, el Hijo de Dios, no obstante Su gran poder, actuaría conforme a aquello que Israel debió haber aprendido a través de aquel medio, a saber, que “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” El Hombre, el judío obediente, el Hijo de Dios, esperaba en esta palabra, y no haría nada sin ella. Él no vino para hacer Su voluntad, sino la voluntad de Aquel que le envió. Este es el principio que caracteriza al Espíritu de Cristo en los Salmos. Ninguna liberación es aceptada si no es con la intervención de Dios a su propio buen tiempo. Esto es perfecta paciencia, a fin de ser perfecto y completo en toda la voluntad de Dios. No podía haber codicia de pecado en Cristo; pero estar hambriento no era pecado, sino una necesidad humana, y ¿qué hay de malo en comer cuando se está hambriento? No era la voluntad de Dios que se hiciese, y esa voluntad era por medio de la palabra que Él había venido a hacer. La sugerencia de Satanás fue: “Si Hijo eres de Dios, manda ... ” (Mateo 4:3—Versión Moderna); pero Él había tomado el lugar de un siervo, y este lugar no era un lugar de mando; él procuró hacerle salir del lugar de servicio y obediencia perfectos, fuera del lugar de un siervo.
La Palabra Escrita Y El Carácter De La Obediencia De Cristo
Y observen aquí el lugar que tiene la Palabra escrita, y el carácter de la obediencia de Cristo. Este carácter no es simplemente que la voluntad de Dios es una regla; es el único motivo para actuar. Con frecuencia tenemos una voluntad detenida por la Palabra. No así Cristo. La voluntad de Su Padre era Su motivo; Él no actuó meramente según ella, sino porque ella era, la voluntad de Dios. Nos deleitamos ver a un niño que correría a hacer aquello que le agrada, detenerse y hacer alegremente la voluntad de sus padres cuando es llamado a hacerla. Pero Cristo nunca obedeció de esta manera, nunca buscó Su propia voluntad, sino que fue detenido por la de Su Padre. Y nosotros somos santificados por la obediencia a Cristo. Noten, más específicamente, que la Palabra escrita es aquello por medio de lo cual Él vive y por medio de lo cual Él vence. Todos dependían aquí de la victoria de Cristo, así como todos lo hicieron de la caída de Adán. Pero para Cristo, un texto, usado correctamente desde luego, es suficiente. No busca otro: eso es obediencia. Esto le basta a Satanás; él no tiene respuesta. Sus asechanzas son así derrotadas.
El primer principio de la conquista es la simple y absoluta obediencia, viviendo de las palabras que salen de la boca de Dios. Lo que sigue es perfecta confianza en el camino de obediencia.
Confianza Perfecta En El Camino De Obediencia
En segundo lugar, entonces, el enemigo lo pone en un pináculo del templo, para inducirle a aplicarse a Sí mismo las promesas hechas al Mesías, sin permanecer en los caminos de Dios. Indudablemente el hombre fiel puede contar con la ayuda de Dios mientras anda en Sus caminos. El enemigo haría que el Hijo del Hombre tentara a Dios (en lugar de confiar en Él mientras anda en Sus caminos) para ver si se podía confiar en Él. Esto habría sido una falta de confianza en Dios, no obediencia; u orgullo, presumiendo en sus privilegios en lugar de contar con Dios en obediencia. Tomando Su lugar con Israel en la condición en que se hallaban cuando carecían de rey en la tierra, y, citando las instrucciones dadas a ellos en ese libro para guiarlos en el piadoso camino que allí se enseñaba, Él usa para Su guía esa parte de la Palabra que contiene el requerimiento divino sobre este asunto: “No tentarás al Señor tu Dios”; un pasaje citado a menudo como si prohibiera el exceso de confianza en Dios; mientras que significa no desconfiar, y probar si Él es fiel. Ellos tentaron a Dios, diciendo, ¿está realmente Dios entre nosotros? Y esto es lo que Satanás hubiera querido que hiciera el Señor.
La Herencia Terrenal Ofrecida Al Hijo Del Hombre Por Satanás En Abierta Hostilidad Hacia Dios
En tercer lugar, el enemigo, fracasando en engañar ese corazón obediente, incluso escondiéndose en el uso de la Palabra de Dios, se muestra en su verdadero carácter, tentando al Señor a evitar los sufrimientos que le aguardaban, mostrándole la herencia del Hijo del Hombre en la tierra, aquello que iba a ser Suyo cuando lo hubiera alcanzado a través de todos aquellos caminos, laboriosos pero necesarios para la gloria del Padre, que el Padre había trazado para Él. Todo iba a ser ahora Suyo, si reconocía a Satanás adorándole como el dios de este siglo. Esto es, de hecho, lo que los reyes de la tierra habían hecho por solamente una parte de estas cosas; ¡cuan a menudo han sido hechas por causa de triviales vanidades! pero Él iba a tener la totalidad. Pero si Jesús iba a heredar la gloria terrenal (así como toda otra gloria), el objeto de Su corazón era Dios mismo, Su Padre, para glorificarle. Cualquiera que fuese el valor de la dádiva, Su corazón la apreciaba como la dádiva proveniente del Dador. Además, Él estaba en la posición de hombre probado y de un fiel israelita; y cualquiera que fuese la prueba de la paciencia a la cual el pecado del pueblo le había llevado, prueba tan grande como nunca había habido, Él no serviría a nadie más que a Su Dios exclusivamente.
La Actitud Del Creyente Hacia Satanás
Pero si el diablo lleva la tentación y el pecado a sus extremos, y demuestra ser el adversario (Satanás), el creyente tiene el derecho de echarle fuera. Si viene como tentador, el creyente debería responderle mediante la fidelidad de la Palabra, la cual es la guía perfecta del hombre, conforme a la voluntad de Dios. No necesita entenderlo todo. La palabra es la palabra de Aquel que entiende todo, y siguiendo eso, caminamos según una sabiduría que conoce todo, y en un camino formado por esa sabiduría, y que, por consiguiente, implica una confianza absoluta en Dios. Las primeras dos tentaciones eran las asechanzas del enemigo; la tercera, abierta hostilidad hacia Dios. Si él viene como el adversario declarado de Dios, el creyente tiene el derecho de negarse a tener nada que ver con él: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros.” (Santiago 4:7). Él sabe que ha encontrado a Cristo, no la carne. ¡Que los creyentes puedan resistir si Satanás los tienta por medio del mundo, recordando que es de esta forma como Satanás domina al hombre caído!
La Salvaguarda Del Creyente
La salvaguarda del creyente, moralmente (esto es, en cuanto al estado de su corazón), es un ojo sencillo. Si yo busco solamente la gloria de Dios, aquello que no presenta otro motivo que mi propio engrandecimiento, o mi propia satisfacción, ya sea en el cuerpo o en la mente, no tendrá ningún dominio sobre mí; y se manifestará a la luz de la Palabra, que guía al ojo sencillo, como contrario a la mente de Dios. Esta no es la soberbia que rechaza la tentación por el motivo de ser bueno; es la obediencia, que da humildemente a Dios Su lugar, y, por consiguiente, también a Su Palabra. “Por la palabra de tus labios Yo me he guardado de las sendas de los violentos.” (Salmo 17:4), de aquel que hacía su propia voluntad y la consideraba su guía. Si el corazón busca a Dios exclusivamente, la trampa más sutil queda al descubierto, porque el enemigo nunca nos tienta a buscar a Dios exclusivamente. Pero esto supone un corazón puro, y que no haya intereses propios. Esto fue exhibido en Jesús.
Nuestra salvaguarda contra la tentación es la Palabra, usada por el discernimiento de un corazón perfectamente puro, que vive en la presencia de Dios, y descubre los pensamientos de Dios en Su Palabra, y, por consiguiente, que conoce su aplicación a las circunstancias presentadas. Es la Palabra la que nos guarda el alma de las asechanzas del enemigo.
Por consiguiente, observen también que es en este espíritu de sencilla y humilde obediencia donde radica el poder; pues donde este existe, Satanás no puede hacer nada. Dios está allí, y, conforme a ello, el enemigo es conquistado.
Las Tres Tentaciones Y Los Tres Caracteres Del Señor
Me parece que estas tres tentaciones son dirigidas al Señor en los tres caracteres de Hombre, de Mesías, y de Hijo del Hombre.
Él no tenía deseos pecaminosos como el hombre caído, pero estaba hambriento. El tentador le persuadiría a satisfacer esta necesidad sin Dios.
Las promesas en los Salmos le pertenecían a Él como siendo hechas al Mesías.
Y todos los reinos del mundo eran Suyos como el Hijo del Hombre.
Él siempre respondía como un fiel israelita, personalmente responsable ante Dios, haciendo uso del libro de Deuteronomio, que trata sobre este asunto (a saber, la obediencia de Israel, en relación con la posesión de la tierra, y los privilegios que pertenecían al pueblo en relación con esta obediencia; y esto, aparte de la organización que los constituía un cuerpo colectivo ante Dios).
Satanás le deja, y los ángeles vienen para ejercer su ministerio para con el Mesías, el Hijo del Hombre victorioso a través de la obediencia. Sobre lo que Satanás le habría hecho hacer para probar a Dios, Él pasó por ello plenamente. Los ángeles son espíritus ministradores para nosotros también.
Satanás Enfrentado Y Atado Para El Hombre
Pero cuán profundamente interesante es ver al bendito Salvador, al Hijo de Dios descendido desde el cielo, y tomar—el Verbo hecho carne—Su lugar en la tierra entre los pobres piadosos, y, habiendo tomado ese lugar, reconocido por el Padre como Su Hijo, habiéndose abierto los cielos y abiertos a Él como Hombre, y ver el Espíritu Santo descendiendo y viniendo sobre Él como hombre aunque sin medida, y formando así el modelo de nuestro lugar, aunque aún no estábamos en este lugar; y la Trinidad entera, como he dicho, es primero plenamente revelada cuando Él es asociado así con el hombre; y entonces, siendo nosotros esclavos de Satanás, verle yendo, en este carácter y relación, a encontrarse con Satanás por nosotros, atar al hombre fuerte, y dar también al hombre, a través de Él, este lugar: sólo que, para nosotros, era necesaria la redención para traernos donde Él está.
El Ministerio Del Señor Fuera De Jerusalén, Cumpliendo La Profecía
Siendo Juan arrojado en prisión, el Señor se dirige a Galilea. Este movimiento, el cual determinó la escena de Su ministerio fuera de Jerusalén y Judea, tenía gran importancia con respecto a los judíos. El pueblo (hasta este momento centrado en Jerusalén, envanecido en la posesión de las promesas, de los sacrificios, y del templo, y en ser la tribu real), perdió la presencia del Mesías, el Hijo de David. Él fue, para la manifestación de Su persona, para el testimonio de la intervención de Dios en Israel, a los pobres y despreciados del rebaño; porque el remanente y los pobres del rebaño se hallan ya, en Mateo 3 y Mateo 4, distinguidos claramente de los principales del pueblo. De esta manera, Él se convirtió en el verdadero linaje, en vez de ser un renuevo de lo que había sido plantado en otra parte; aunque este efecto no fue totalmente manifestado aún. El momento corresponde a Juan 4.
Podemos comentar aquí que, en el Evangelio de Juan, los judíos son siempre distinguidos de la multitud, llamada ‘el pueblo’ en los Evangelios. El lenguaje, o más bien la pronunciación, era totalmente diferente. Ellos no hablaban Caldeo en Galilea.
Al mismo tiempo, esta manifestación del Hijo de David en Galilea fue el cumplimiento de una profecía en Isaías. La fuerza de aquella profecía es esta: aunque el cautiverio Romano era mucho más terrible que la invasión de los Asirios, cuando estos subieron contra Israel, no obstante, había esta circunstancia que lo alteraba todo, a saber, la presencia del Mesías, la Luz verdadera, en la tierra.
La Historia Del Señor Pasada Por Alto Aquí Hasta La Muerte De Juan El Bautista
Observamos que el Espíritu de Dios omite aquí toda la historia de Jesús hasta el comienzo de Su ministerio después de la muerte de Juan el Bautista. Le da a Jesús Su posición apropiada en medio de Israel—Emanuel, el Hijo de Dios, el Amado de Dios, reconocido como Su Hijo, el Fiel en Israel, aunque expuesto a todas las tentaciones de Satanás; y luego, inmediatamente después, Su posición profética anunciada por medio de Isaías y el reino proclamado como cercano.
Luego, entonces, Él reúne a Su alrededor a aquellos que definitivamente iban a seguirle en Su ministerio y en Sus tentaciones; y, a Su llamado, iban a vincular su porción y su herencia con la Suya, abandonando todo lo demás.
El hombre fuerte estaba atado, a fin de que Jesús pudiera despojar sus bienes, y proclamar el reino con pruebas de ese poder que era capaz de establecerlo.
La Proclamación Del Reino En Poder; Su Carácter, Su Naturaleza Y Sus Súbditos
Dos cosas son, entonces, presentadas en la narrativa del Evangelio. Primero, el poder que acompaña la proclamación del reino. En dos o tres versículos, sin otro detalle, el hecho es anunciado. Se asiste a la proclamación del reino con actos de poder que atraen la atención de todo el país, a todo lo largo del antiguo territorio de Israel. Jesús aparece ante ellos investido de este poder. Segundo, en los capítulos 5 al 7, el carácter del reino es anunciado en el sermón del Monte, así como el de las personas que deberían tener parte en él (siendo revelado, además, el nombre del Padre). Es decir, el Señor había anunciado el reino venidero, y con el poder presente de la bondad, habiendo vencido al adversario; y luego muestra cuales eran los verdaderos caracteres según los cuales este reino sería establecido, y quiénes podría entrar, y de qué manera. En este sermón no se habla de la redención, sino del carácter y la naturaleza del reino, y de quiénes podían entrar. Esto muestra claramente la posición moral que este sermón sostiene en la enseñanza del Señor.
La Posición Del Señor En Israel; Los Principios De Su Reino
Es evidente que, en toda esta parte del Evangelio, el tema de la enseñanza del Espíritu es la posición del Señor, y no los detalles de Su vida. Los detalles vienen después, a fin de exhibir plenamente lo que Él era en medio de Israel, Sus relaciones con ese pueblo, y Su camino en el poder del Espíritu que condujo a la ruptura entre el Hijo de David y el pueblo que debió haberle recibido. Estando la atención de todo el país puesta en Su hechos poderosos, el Señor establece ante Sus discípulos—pero a oídos del pueblo—los principios de Su reino.

Mateo Capítulos 5-7

Las Divisiones Y Los Contenidos Del Sermón Del Monte
Este discurso puede dividirse en las siguientes partes:
El carácter y la porción de aquellos que debían estar en el reino (versículos 1-12).
La posición de ellos en el mundo (versículos 13-16).
La conexión entre los principios del reino y la ley (versículos 17-48).
El espíritu en el cual los discípulos deberían hacer buenas obras (Mateo 6:1-18).
La separación del espíritu del mundo y de sus preocupaciones (versículos 19-34).
El espíritu de sus relaciones con los demás (Mateo 7:1-6).
La confianza en Dios, la cual debía caracterizarlos (versículos 7-12).
La energía que debía caracterizarlos, a fin de que pudieran entrar en el reino; no obstante, no meramente entrar, ya que muchos intentarían hacerlo, sino conforme a aquellos principios que lo hacían difícil para el hombre, según Dios—la puerta estrecha; y después, el medio por el cual discernirían a aquellos que procurarían engañarlos, así como la vigilancia necesaria para no ser engañados (versículos 13-23).
Obediencia real y práctica a Sus dichos, la verdadera sabiduría de aquellos que oyen Sus palabras (versículos 24-29).
La Revelación Del Nombre Del Padre
Hay otro principio que caracteriza a este discurso, y es la presentación del nombre del Padre. Jesús pone a Sus discípulos en relación con Su Padre, como Padre de ellos. Les revela el nombre del Padre, para que ellos puedan estar en relación con Él, y para que puedan actuar en conformidad a lo que Él es.
El Rechazo Del Rey; La Posición Y La Conducta Consiguientes De Sus Seguidores
Este discurso da los principios del reino, pero supone el rechazo del Rey, y la posición en la cual esto llevaría a aquellos que eran Suyos; quienes, por consiguiente, deben buscar una recompensa celestial. Tenían que ser un olor divino donde Dios era conocido y actuaba, e iban a ser un espectáculo al mundo. Además, éste era el objetivo de Dios. Su confesión tenía que ser tan abierta como para que el mundo atribuyera las obras de ellos al Padre. Por una parte, ellos tenían que actuar según un juicio del mal que alcanzara al corazón y a los motivos, pero también, por otra parte, debían actuar conforme al carácter del Padre en gracia—para ser aprobados por el Padre que ve en lo secreto, donde el ojo del hombre no podía penetrar. Tenían que poseer plena confianza en Él para todas sus necesidades. Su voluntad era la norma según la cual había entrada en el reino.
El Discurso Pronunciado En Israel Antes De Que El Reino Sea Establecido
Podríamos observar que este discurso está relacionado con la proclamación del reino como estando cercano, y que todos estos principios de conducta son dados como características del reino, y como condiciones para la entrada en él. De ello se deduce, sin duda, que estos principios son apropiados para aquellos que han entrado. Pero el discurso es pronunciado en medio de Israel, antes que el reino sea establecido, y como estado previo para entrar en él, y para presentar los principios fundamentales del reino en relación con ese pueblo, y en contraste moral con las ideas que ellos se habían formado respecto a él.
Las Bienaventuranzas: El Carácter Y La Porción De Aquellos En El Reino
Al examinar las bienaventuranzas, hallaremos que esta porción entrega, en general, el carácter de Cristo mismo. Estas bienaventuranzas dan por sentadas dos cosas: la posesión futura de la tierra de Israel por los mansos, y la persecución del remanente fiel, verdaderamente justo en sus caminos, y quienes afirmaban los títulos del verdadero Rey (estando el cielo puesto ante ellos como su esperanza para sostener sus corazones).
La Posición De Los Discípulos En El Mundo
Esta será la posición del remanente en los últimos días antes de la introducción del reino, siendo este último algo excepcional. Así era, moralmente, en los días de los discípulos del Señor, en referencia a Israel, cuando la parte terrenal era demorada. En referencia al cielo, los discípulos son contemplados como testigos en Israel; pero—mientras que ellos eran lo único que preservaba la tierra—eran un testimonio al mundo. Así que los discípulos son vistos en relación con Israel, pero, al mismo tiempo, como testigos de parte de Dios al mundo (teniendo el reino en vista, pero aún no establecido). La relación con los últimos días es evidente; sin embargo su testimonio tenía entonces, moralmente, este carácter. Solamente que el establecimiento del reino terrenal había sido demorado, y la iglesia, la cual es celestial, es introducida. Mateo 5:25 alude evidentemente a la posición de Israel en los tiempos de Cristo. Y, de hecho, ellos permanecen cautivos, en prisión, hasta que hayan recibido su pleno castigo, y entonces saldrán nuevamente.
El Hombre Obediente, El Señor Del Cielo
El Señor habla y actúa siempre como el Hombre obediente, movido y guiado por el Espíritu Santo; pero vemos de la manera más extraordinaria, en este Evangelio, quién es el que actúa así. Y es esto lo que confiere su verdadero carácter moral al reino de los cielos. Juan el Bautista podía anunciarlo como un cambio de dispensación, pero su ministerio era terrenal. Cristo podía igualmente anunciar este mismo cambio (y el cambio era de suma importancia); pero en Él había más que esto. Él era del cielo, el Señor que vino del cielo. Al hablar del reino de los cielos, Él hablaba desde la profunda y divina abundancia de Su corazón. Ningún hombre había estado en el cielo, excepto Él, que había descendido de allí, el Hijo del Hombre que estaba en el cielo. Por lo tanto, cuando hablaba del cielo, Él hablaba de lo que conocía, y testificaba de lo que había visto. Esto era así de dos maneras, como se expone en el Evangelio de Mateo. Ya no era un gobierno terrenal según la ley; Jehová, el Salvador, Emanuel, estaba presente. ¿Podía ser Él de otro modo que no fuera celestial en Su carácter, en el tono, en los sentidos, de Su vida entera?
El Carácter De Cristo Identificado Con El Cielo
Además, cuando Él empezó Su ministerio público y fue sellado por el Espíritu Santo, los cielos Le fueron abiertos. Fue identificado con el cielo como un hombre sellado con el Espíritu Santo en la tierra. Él fue así, la expresión permanente del espíritu, de la realidad, del cielo. Todavía no existía el ejercicio del poder judicial, el cual sostendría este carácter ante todo lo que se le opusiera. Fue su manifestación en paciencia, no obstante, la oposición de todos los que le rodeaban y de la incapacidad de Sus discípulos para comprenderle. Así, en el sermón del Monte hallamos la descripción de aquello que era apropiado para el reino de los cielos, e incluso el aseguramiento del galardón en los cielos para aquellos que deberían sufrir en la tierra por causa de Su nombre. Esta descripción, como hemos visto, es esencialmente el carácter de Cristo mismo. Es de esta forma que un espíritu celestial se expresa en la tierra. Si el Señor enseñó estas cosas, es porque Él los amaba, porque Él era de ellos y se deleitaba en ellos. Siendo el Dios del cielo, siendo lleno, como hombre, del Espíritu sin medida, Su corazón estaba perfectamente en armonía con un cielo que Él conocía perfectamente. En consecuencia, de ahí que Él determine el carácter que Sus discípulos tenían que asumir con estas palabras: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” Toda su conducta debía ser en referencia al Padre de ellos en los cielos. Cuanto más comprendemos la gloria divina de Jesús, más comprendemos la manera en que Él era hombre relacionado con el cielo, mejor aprenderemos lo que el reino de los cielos era para Él, en cuanto a lo que era apropiado a él. Cuando sea establecido con poder en un futuro, el mundo será gobernado conforme a aquellos principios, aunque no sean estos, propiamente hablando, suyos propios.
El remanente en los últimos días, no lo dudo, encontrando que todo alrededor es contrario a la fidelidad, y viendo fracasar toda la esperanza judía ante sus ojos, estarán obligados a levantar el rostro en alto, y adquirirán más y más este carácter, el cual, si no celestial, es al menos muy conformado a Cristo.
La Multitud, Y El Poder, Y El Carácter Del Señor
Hay dos cosas relacionadas con la presencia de la multitud en el versículo 1. En primer lugar, el tiempo necesario para que el Señor les diese una idea verdadera del carácter de Su reino, puesto que Él ya había atraído a la multitud tras de Él. Al hacerse sentir Su poder, era importante que Su carácter fuese dado a conocer. Por otro lado, esta multitud que estaba siguiendo a Jesús era un lazo para Sus discípulos; y Él les hace entender qué completo contraste había entre el efecto que la multitud podía tener sobre ellos, y el espíritu correcto que debía gobernarlos. Así, lleno Él mismo de lo verdaderamente bueno, presenta inmediatamente lo que llenaba Su propio corazón. Este era el verdadero carácter del remanente que, en lo principal, se asemejaba a Cristo en esto. A menudo es así en los Salmos.
La Sal De La Tierra Y La Luz Del Mundo
La sal de la tierra es una cosa diferente de la luz del mundo. La tierra, según me parece, expresa aquello que ya profesaba haber recibido luz de Dios—aquello que estaba en relación con Él en virtud de la luz—habiendo asumido una forma determinada ante Él. Los discípulos de Cristo eran el principio conservante en la tierra. Ellos eran la luz del mundo, que no poseía esa luz. Esta era su posición, reflejaran esa luz o no. Era el propósito de Dios que ellos fueran la luz del mundo. Una luz no se enciende para ser escondida.
La Oposición De Los Hombres Al Establecimiento Del Reino
Todo esto da por sentado el caso de la posibilidad del establecimiento del reino, pero también da por sentada la oposición de la mayoría de los hombres a su establecimiento. No se trata de la redención del pecador, sino de la comprensión del carácter apropiado a un lugar en el reino de Dios; aquel que el pecador debería buscar en tanto está en el camino con su adversario, a fin de no ser entregado al juez—lo cual, de hecho, ha sucedido a los judíos.
Relación Con El Padre; Oración En Dependencia
Al mismo tiempo, los discípulos son traídos individualmente a la relación con el Padre—el segundo gran principio del discurso, la consecuencia de que el Hijo está allí—y una cosa aún más excelente que su posición de testimonio para el reino, es puesta ante ellos. Ellos tenían que actuar en gracia, así como su Padre actuaba, y su oración debía ser para un orden de cosas en que todo correspondiera moralmente al carácter y a la voluntad de su Padre. “Santificado sea tu nombre, venga tu reino” significa que todo debiera responder al carácter del Padre, que todo debiera ser el efecto de Su poder; “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”, es obediencia perfecta. La sujeción universal a Dios en el cielo y en la tierra será, hasta cierto punto, cumplida por la intervención de Cristo en el milenio, y de manera absoluta cuando Dios será todo en todos. Mientras tanto, la oración expresa dependencia diaria, la necesidad de perdón, la necesidad de ser guardados del poder del enemigo, el deseo de no ser zarandeados por él, como una administración de Dios, igual que lo fueron Job o Pedro, y de ser preservados del mal.
La Aplicación Especial De “La Oración Del Señor”
Esta oración también se adapta a la posición del remanente; pasa por alto la dispensación del Espíritu, e incluso aquello que es apropiado al milenio como un reino terrenal, para expresar los deseos correctos, y hablar de la condición y de los peligros del remanente hasta que el reino del Padre haya de venir. Muchos de estos principios son siempre verdaderos, ya que nosotros estamos en el reino, y deberíamos manifestar en el espíritu sus características; pero la aplicación especial y literal es aquella que he dado. Ellos son traídos a la relación con el Padre, en la comprensión de Su carácter, el cual tenía que ser exhibido en ellos en virtud de esta relación, haciendo que desearan el establecimiento de Su reino, para vencer las dificultades de un mundo opuesto, guardarse a sí mismos de los lazos del enemigo y hacer la voluntad del Padre. Era Jesús quien podía impartirles esto. De esta manera, Él pasa de la ley, reconocida como proveniente de Dios, a su cumplimiento, cuando será como absorbida en la voluntad de Aquel que la dio, o cumplida en sus propósitos por Aquel solo que podía hacerlo así en cualquier sentido.

Mateo Capítulo 8

El Comienzo Del Testimonio Del Señor En Medio De Israel
Luego, en el capítulo 8, el Señor comienza Su paciente vida de testimonio en medio de Israel, la cual concluyó con Su rechazo por el pueblo al que Dios había guardado tanto tiempo para Él, y para su propia bendición.
Él había proclamado el reino, exhibió Su poder por toda la tierra, y manifestó Su carácter, así como el espíritu de aquellos que iban a entrar al reino.
El Carácter De Los Milagros Del Señor
Pero Sus milagros, así como todo el Evangelio, están siempre caracterizados por Su posición entre los judíos y los tratos de Dios con ellos, hasta que Él fue rechazado. Jehová, y sin embargo el Hombre obediente a la ley, anunciando por anticipado la entrada de los Gentiles en el reino (su establecimiento en misterio en el mundo), y prediciendo la edificación de la Iglesia o asamblea sobre el reconocimiento de que Él es el Hijo del Dios viviente, y el reino en gloria. Y, mientras detectaba, como efecto de Su presencia, la perversidad del pueblo, con todo, llevaba en Su corazón, con perfecta paciencia, la carga de Israel. Es Jehová presente en bondad, exteriormente como uno de ellos: ¡maravillosa verdad!
La Curación Del Leproso: Dios Manifestado En Gracia Y Bondad
Antes de todo, hallamos la curación de un leproso. Jehová solo, en Su soberana bondad, podía curar al leproso; aquí Jesús lo hace. “Si quieres”, dice el leproso, “puedes”. “Quiero”, contesta el Señor. Pero al mismo tiempo, mientras expone en Su propia Persona aquello que repele toda posibilidad de contaminación—aquello que está por encima del pecado—Él muestra la más perfecta condescendencia hacia el contaminado. Él toca al leproso, diciendo, “Quiero; sé limpio.” Vemos la gracia, el poder, la santidad de Jehová que no se puede contaminar, descendiendo en la Persona de Jesús hasta la proximidad más cercana al pecador, tocándole, por así decirlo. Fue, de hecho, “Jehová, tu sanador.” (Éxodo 15:26). Al mismo tiempo, Él se oculta, y ordena al hombre que había sido sanado, que vaya al sacerdote según las ordenanzas de la ley para presentar la ofrenda. Él no sale del lugar del judío en sujeción a la ley; pero Jehová estaba allí en bondad.
Gracia Soberana a Un Gentil
Pero en el siguiente caso, vemos a un Gentil, que por la fe goza del efecto pleno de ese poder que su fe asignaba a Jesús, dándole al Señor la ocasión para exponer la solemne verdad de que muchos de esos pobres Gentiles vendrían y se sentarían en el reino de los cielos con los padres que eran honrados por la nación judía como los primeros padres de los herederos de la promesa, mientras que los hijos del reino estarían en las tinieblas de afuera. De hecho, la fe de este centurión reconoció un poder divino en Jesús, el cual, por la gloria de Aquel que lo poseía, abriría la puerta a los Gentiles (no olvidaría a Israel, sino que), injertaría en el olivo de la promesa las ramas del olivo silvestre, en el lugar de aquellas que debían ser cortadas. La manera en la cual esto debería ocurrir en la asamblea, no era el tema ahora.
La Suegra De Pedro Sanada: Intervención Presente En Bondad Y Poder Temporales
No obstante, Él no abandona aún a Israel. Entra en la casa de Pedro, y sana a la madre de su esposa. Hace lo mismo con todos los enfermos que se apiñan en torno a la casa, al atardecer, cuando el día de reposo había terminado. Todos son sanados, los demonios son echados fuera, de modo que la profecía de Isaías se estaba cumpliendo: “El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.” (Mateo 8:17). Jesús puso Su corazón bajo el peso de todas las dolencias que oprimían a Israel, a fin de aliviarlos y curarlos. Aún es Emanuel, quien está consciente de su miseria y se aflige por todas sus aflicciones, pero quien ha venido con el poder que demuestra que Él es capaz de liberarlos.
Rechazo Consciente
Estos tres casos muestran este carácter de Su ministerio de manera clara y extraordinaria. Él se oculta; pues, hasta el momento en que Él mostraría juicio a los Gentiles, Él no alza Su voz en las calles. Es la paloma, la cual reposa sobre Él. Estas manifestaciones de poder atraen a los hombres hacia Él; pero esto no le engaña: Él nunca se aparta en espíritu del lugar que ha tomado. Él es despreciado y rechazado por los hombres; no tiene dónde recostar Su cabeza. La tierra tenía más lugar para las zorras y las aves que para Él, a quien hemos visto aparecer momentos antes como el Señor, reconocido al menos por causa de las necesidades que Él nunca rehusó aliviar. Por lo tanto, si algún hombre quería seguirlo, debía abandonar todo para ser el compañero del Señor, que no hubiera descendido a la tierra si no hubiese estado todo en entredicho; ni lo habría hecho sin un derecho absoluto, aunque fue, al mismo tiempo, con un amor que solamente podía estar ocupado por su misión, y por la necesidad que trajo al Señor allí.
La Tempestad Permitida Para La Prueba De La Fe Y Para Manifestar La Dignidad De Cristo
El Señor en la tierra, o lo era todo o no era nada. Esto, es verdad, tenía que sentirse moralmente en sus resultados, en la gracia que, actuando por fe, unía al creyente a Él con un vínculo inefable. Sin esto, el corazón no habría sido sometido a prueba moralmente. Pero esto no lo hacía menos verdadero. Por consiguiente, las pruebas de esto estaban presentes: los vientos y las olas, ante los cuales para el ojo humano Él parecía estar expuesto, obedecieron Su voz de inmediato—una asombrosa reprobación a la incredulidad que le despertó de Su sueño, la cual había creído posible que las olas le iban a tragar, y con Él los consejos y el poder de Aquel que había creado los vientos y las olas. Es evidente que esta tempestad fue permitida para probar la fe de ellos y para manifestar la dignidad de Su Persona. Si el enemigo fue el instrumento que la produjo, él sólo tuvo éxito en hacer que el Señor exhibiese Su gloria. Tal es, en efecto, siempre el caso respecto a Cristo, y para nosotros, donde la fe está.
Ahora bien, la realidad de este poder, y la manera de su operación, son demostrados forzosamente por lo que sigue.
El Poder Divino Echa Fuera El Poder De Satanás; La Presencia Divina Insoportable Para El Mundo
El Señor desembarca en la tierra de los gadarenos. Allí el poder del enemigo se manifiesta en todos sus horrores. Si el hombre, a quien el Señor había venido en gracia, no Le conocía, los demonios conocían a su Juez en la Persona del Hijo de Dios. El hombre estaba poseído por ellos. El temor que tenían al tormento en el juicio del último día, es aplicado en la mente del hombre ante la presencia inmediata del Señor: “¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” Los espíritus malignos actúan en los hombres mediante el temor a su poder; ellos no tienen poder a menos que se les tema. Pero sólo la fe puede sacar este temor del hombre. No me refiero a las pasiones con que estos actúan, ni a las asechanzas del enemigo; yo hablo del poder del enemigo. “Resistid al diablo, y huirá de vosotros.” (Santiago 4:7). Aquí los demonios deseaban manifestar la realidad de su poder. El Señor lo permite, para dejar claro que en este mundo no es simplemente cuestión de si el hombre es bueno o malo, sino, también, de aquello que es más fuerte que el hombre. Los demonios entran en los cerdos, que perecen en las aguas. Lamentable realidad que demuestra claramente que no era un asunto de una mera enfermedad o de pasiones pecaminosas, ¡sino de malos espíritus! Sin embargo, gracias sean dadas a Dios, era también un asunto de Uno que, aunque Hombre en la tierra, era más poderoso que ellos. Los demonios son obligados a reconocer este poder, y apelan a él. No existe el mínimo gesto de resistencia. En la tentación en el desierto, Satanás había sido vencido. Jesús libera completamente al hombre que había sido oprimido con su poder maligno. El poder de los demonios no era nada ante Él. Podía haber liberado al mundo de todo el poder del enemigo, si eso hubiera estado solamente en cuestión, y de todos los males de la humanidad. El hombre fuerte fue atado, y el Señor saqueó sus bienes. Pero la presencia de Dios, de Jehová, turba al mundo incluso más que de lo que el poder del enemigo degrada y domina la mente y el cuerpo. El control del enemigo sobre el corazón—demasiado pacífico, y, ¡lamentablemente! muy poco percibido—es más poderoso que la fuerza del corazón. Esto sucumbe ante la palabra de Jesús; pero la voluntad del hombre acepta el mundo como es, gobernado por la influencia de Satanás. Toda la ciudad, que había sido testigo de la liberación del poseído y del poder de Jesús presente entre ellos, le ruegan que se vaya. ¡La triste historia del mundo! El Señor descendió con poder para liberar al mundo—al hombre—de todo el poder del enemigo; pero ellos no se dejarían liberar. Su distancia de Dios era moral, y no simplemente una servidumbre al poder del enemigo. Ellos se sometieron a su yugo, se habían acostumbrado a él, y no iban a aceptar la presencia de Dios.
Yo no dudo que lo que sucedió a los cerdos es una figura de lo que sucedió a los judíos impíos y profanos, los cuales rechazaron al Señor Jesús. Nada puede ser más asombroso que la manera en que una Persona divina, Emanuel, si bien un hombre en gracia, es manifestada en este capítulo.

Mateo Capítulo 9

Jehová Presente En Israel Con Prueba De Su Derecho a Perdonar Pecadores En Gracia
En el capítulo 9, mientras que actúa en el carácter y según el poder de Jehová (como leemos en el Salmo 103), “Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias”; lo que se presenta es la gracia real en sí misma hacia y para ellos, en la cual Él vino. Presenta el carácter de Su ministerio, así como el capítulo previo presenta la dignidad de Su Persona y el significado de lo que Él era. Se presenta a Sí mismo a Israel como su verdadero Redentor y Libertador; y, para demostrar que Su título (al cual ya se oponía la incredulidad) era esta bendición para Israel y para perdonar todas sus iniquidades que levantaron una barrera entre ellos y su Dios, Él cumple la segunda parte del versículo y sana la dolencia. ¡Hermoso y precioso testimonio de bondad hacia Israel, y al mismo tiempo, la demostración de Su gloria que estuvo en medio de Su pueblo! En el mismo espíritu, así como Él había perdonado y sanado, llama al publicano y entra en su casa, pues Él no había venido a llamar a justos, sino a pecadores.
El Progreso De La Oposición; El Rechazo De La Obra Y De La Persona Del Señor
Pero entramos ahora en otra porción de la enseñanza de este Evangelio: la del progreso de la oposición de los no creyentes, de los sabios y, en particular, de los religiosos; y la del rechazo de la obra y la Persona del Señor.
La idea, el retrato de lo que sucedió, nos ha sido presentada ya en el caso del endemoniado gadareno—el poder de Dios presente para la completa liberación de Su pueblo, del mundo, si Le recibían—poder que los demonios confesaron ser aquel que en un futuro los juzgaría y los echaría fuera, el cual se mostraba en bendición para toda la gente del lugar, pero que fue rechazado porque no deseaban que tal poder habitara entre ellos. No aceptarían la presencia de Dios.
El Rechazo De La Intervención De Dios En La Tierra
La narración de los detalles y el carácter de este rechazo comienza ahora. Observen que Mateo 8:1-27 presenta la manifestación del poder del Señor—siendo este poder verdaderamente el de Jehová en la tierra. A partir del versículo 28 son presentadas, la recepción que este poder tuvo en el mundo, y la influencia que gobernaba al mundo, ya sea como poder, o moralmente en los corazones de los hombres.
Llegamos aquí al progreso histórico del rechazo de esta intervención de Dios en la tierra.
La multitud glorifica a Dios, que había dado tal potestad a un hombre. Jesús acepta este lugar. Él era hombre: la multitud vio que Él era un hombre, y reconoció el poder de Dios, pero no supo cómo combinar las dos ideas en Su Persona.
Dios Manifestado En Gracia a Pecadores
La gracia que desprecia las pretensiones de justicia del hombre, es ahora presentada.
Mateo, el publicano, es llamado; pues Dios mira el corazón, y la gracia llama a los vasos escogidos.
El Señor manifiesta los pensamientos de Dios sobre este asunto, y Su propia misión. Él vino a llamar a pecadores; Él iba a tener misericordia. Era Dios en gracia, y no el hombre con su supuesta justicia basada en sus méritos.
Nuevos Principios Y Nuevo Poder
Él indica dos motivos que hacen imposible reconciliar Su curso con las demandas de los Fariseos. ¿Cómo podían ayunar los discípulos cuando el Esposo estaba allí? Cuando el Mesías se hubiese marchado, ellos bien podrían hacerlo así. Además, es imposible introducir los nuevos principios y el nuevo poder de Su misión en las viejas formas Farisaicas.
Vida Dada a Los Muertos, Prueba De Que Jehová Está Allí En Gracia
De esta forma, tenemos la gracia a los pecadores, pero (siendo la gracia rechazada) ahora viene, inmediatamente, una prueba mayor de que el Mesías-Jehová estaba allí, y allí en gracia. Al recibir la súplica de que resucitase a una niña de su lecho de muerte, Él obedece la petición. Mientras Él va, una pobre mujer, la cual había empleado sin éxito todos los medios de curación, es sanada al instante tocando con fe el borde de Sus vestiduras.
Cristo El Poder Para El Israel Muerto Y Para La Fe Individual; La Maldad De Los Fariseos
Esta historia nos proporciona las dos grandes divisiones de la gracia que fue manifestada en Jesús. Cristo vino para despertar al Israel muerto; Él hará lo mismo en el futuro en el sentido pleno de la palabra. Mientras tanto, cualquiera que se asía de Él con fe, en medio de la multitud que le acompañaba, era sanado, por muy desesperado que fuera el caso. Esto, que sucedió en Israel cuando Jesús estaba allí, es cierto, en principio, acerca de nosotros también. La gracia en Jesús es un poder que levanta de los muertos, y que sana. Así Él abrió los ojos de aquellos en Israel que le reconocieron como Hijo de David, y que creyeron que Su poder podía suplir sus necesidades. Él echó fuera demonios también, y devolvió el habla al mudo. Pero habiendo realizado estos hechos de poder en Israel, de modo que el pueblo, en cuanto al hecho, los reconociera con admiración, los Fariseos, la parte más religiosa de la nación, atribuyen este poder al príncipe de los demonios. Tal es el efecto de la presencia del Señor en los líderes del pueblo, celosos de Su gloria manifestada así entre ellos, sobre quienes ellos ejercían su influencia. Pero esto, en modo alguno interrumpe a Jesús en Su carrera de beneficencia. Él todavía puede dar testimonio entre el pueblo. A pesar de los Fariseos, Su paciente bondad todavía encuentra lugar. Él continúa predicando y sanando. Tiene compasión del pueblo, quienes eran como ovejas que no tienen pastor, abandonados, moralmente, a su propia guía. Él ve que la mies es mucha, mas los obreros pocos. Es decir, Él ve todavía cada puerta abierta para dirigirse al pueblo y pasa por alto la maldad de los Fariseos.
La Paciencia Y La Bondad De La Gracia
Resumamos lo que encontramos en el capítulo, la gracia desarrollada en Israel. En primer lugar, la gracia sanando y perdonando, como en el Salmo 103. Luego, la gracia que viene a llamar a los pecadores, no a los justos; el esposo estaba allí, y no podía la gracia en poder ser puesta en vasos judíos ni Farisaicos; era nueva incluso en cuanto a Juan el Bautista. Realmente Él viene a dar vida a los muertos, no a sanar, sino que quienquiera que entonces Le tocara con fe—porque existían los tales—eran sanados en el camino. Él abre los ojos para que vean, como Hijo de David, y abre la boca muda de aquel a quien el demonio poseía. Todo es rechazado con blasfemia por los Fariseos y su justicia propia. Pero la gracia ve la multitud aún como careciendo de pastor; y mientras el portero mantiene la puerta abierta, Él no cesa de buscar y ministrar a las ovejas.

Mateo Capítulo 10

Los Doce Discípulos Enviados a Las Ovejas Perdidas De Israel; El Mensaje Y La Autoridad De Ellos
Mientras Dios le da acceso al pueblo, Él continua su labor de amor. Sin embargo, Él estaba consciente de la iniquidad que gobernaba al pueblo, aunque no busca Su propia gloria. Habiendo exhortado a Sus discípulos a orar para que los obreros pudiesen ser enviados a la mies, Él comienza (Mateo 10) a actuar en conformidad a ese deseo. Llama a Sus doce discípulos, les da poder para echar fuera demonios y sanar a los enfermos, y los envía a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vemos, en esta misión, hasta qué punto los modos de Dios para con Israel forman el tema de este evangelio. Tenían que anunciar a ese pueblo, y a ellos exclusivamente, la cercanía del reino, ejerciendo, al mismo tiempo, el poder que habían recibido: un sorprendente testimonio a Aquel que había venido, y que no sólo podía obrar milagros Él mismo, sino que confería el poder a otros para que obrasen del mismo modo. Les dio autoridad sobre los malos espíritus para este propósito. Es esto lo que caracteriza al reino—el hombre sanado de todas las enfermedades, y el demonio echado fuera. Conforme a esto, en Hebreos 6, los milagros son llamados “los poderes del siglo venidero”.
Dependencia Para La Necesidad De Ellos; Aceptación Y Rechazo Como Los Mensajeros Del Rey
Con respecto a su necesidad, ellos tenían también que depender enteramente de Aquel que los enviaba. Emanuel estaba allí. Si los milagros eran una prueba al mundo del poder de su Maestro, el hecho de que ellos no carecían de nada debería ser lo mismo para sus corazones. La ordenanza fue revocada durante ese período de su ministerio que seguiría a la partida de Jesús de este mundo (Lucas 22:35-37). Aquello que Él aquí ordena a Sus discípulos pertenece a Su presencia como Mesías, como Jehová mismo, en la tierra. Por lo tanto, la recepción de Sus mensajeros, o su rechazo, decidía el destino de aquellos a quienes eran enviados. Al rechazarlos, rechazaban al Señor Emanuel, Dios con Su pueblo. Pero, de hecho, Él los envió como ovejas en medio de lobos. Ellos necesitarían la prudencia de serpientes, y tenían que exhibir la sencillez de las palomas (rara unión de virtudes, hallada solamente en aquellos que, por el Espíritu del Señor, son “sabios para el bien, e ingenuos para el mal.”—Romanos 16:19).
Si ellos no se guardaban de los hombres (triste testimonio en cuanto a estos), no harían otra cosa que sufrir; pero cuando fuesen azotados y llevados ante los concilios y gobernantes y reyes, todo esto llegaría a ser un testimonio en ellos—un medio divino de presentar el evangelio del reino a reyes y príncipes, sin alterar su carácter o acomodándolo al mundo, o mezclando al pueblo del Señor con sus costumbres y falsa grandeza. Además, circunstancias como estas hacían su testimonio mucho más destacado que la asociación con los grandes de la tierra hubiera podido hacer.
Ayuda Y Estímulo
Y, para llevar a cabo esto, debían recibir tal poder y dirección del Espíritu de su Padre, como para hacer que las palabras que ellos hablaban no fueran las suyas, sino las de Aquel que los inspiraba. Nuevamente aquí, la relación de ellos con su Padre, la cual caracteriza tan claramente al sermón del Monte, se constituye en la base de su capacidad para el servicio que tenían que realizar. Debemos recordar que este testimonio iba dirigido solamente a Israel, sólo que, estando Israel bajo el yugo de los Gentiles desde el tiempo de Nabucodonosor, el testimonio alcanzaría a sus gobernantes.
El Rechazo Del Mensaje Previsto; La Reanudación Del Testimonio En Israel
Pero este testimonio excitaría una oposición que rompería todos los lazos familiares, y despertaría un odio que no perdonaría la vida de aquellos que hubieran sido los más amados. Aquel que, a pesar de todo, resistiese hasta el final, sería salvo. No obstante, el caso era apremiante. Ellos no debían resistirse, pero si la oposición tomaba la forma de persecución, tenían que huir y predicar el evangelio en otro lugar, pues el Hijo del Hombre habría de venir antes de que ellos hubieran acabado de recorrer todas las ciudades de Israel. Ellos tenían que anunciar el reino. Jehová, Emanuel estaba allí, en medio de Su pueblo, y los principales del pueblo habían llamado al padre de familia Beelzebú. Esto no había detenido Su testimonio, sino que caracterizó fuertemente las circunstancias en que este testimonio tenía que ser dado. Él los envió, previniéndoles sobre este estado de cosas, para que mantuvieran este testimonio final entre Su pueblo amado tanto como fuera posible. Esto ocurrió en ese momento, y es posible, si las circunstancias lo permiten, continuarlo hasta que el Hijo del Hombre venga a ejecutar juicio. Cuando esto ocurra, el padre de familia se habrá levantado para cerrar la puerta. (Lucas 13:25). El “hoy” del Salmo 95 habrá terminado. Siendo el objeto de este testimonio Israel en posesión de sus ciudades, es forzosamente interrumpido cuando ya no se encuentran en su tierra. El testimonio del futuro reino, dado en Israel por los apóstoles después de la muerte del Señor, es un cumplimiento de esta misión, en cuanto a que este testimonio era rendido en la tierra de Israel; ya que el reino podía ser anunciado para ser establecido mientras Emanuel estaba en la tierra; o este podría ser anunciado por el regreso de Cristo desde el cielo como lo anuncia Pedro en Hechos 3. Y esto podría ocurrir si Israel estuviera en la tierra, incluso hasta el regreso de Cristo. Así, el testimonio puede reanudarse en Israel, siempre que ellos estén otra vez en su tierra, y el poder espiritual indispensable sea enviado por Dios.
La Posición De Los Testigos De Dios En La Tierra; Cristo, La Piedra De Toque
Mientras tanto, los discípulos tenían que compartir la propia posición de Cristo. “Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?” Pero no debían temer. Era la porción necesaria de aquellos que estaban del lado de Dios en medio del pueblo. Pero no había nada oculto que no hubiera de ser revelado. Ellos mismos no tenían que restringirse en nada, sino que tenían que anunciar desde las azoteas, todo lo que se les había enseñado; pues todo había de ser traído a la luz: su fidelidad a Dios en este sentido, así como otras cosas. Esto, mientras enfrentaban las conspiraciones secretas de sus enemigos, tenía que caracterizar por sí solo las formas de actuar de los discípulos. Dios, el cual es luz, y ve en la oscuridad igual que en la claridad, iba a sacar todo a la luz, pero ellos debían hacer esto moralmente ahora. Así que, no debían temer nada mientras realizaran esta obra, a menos que fuera a Dios mismo, el juez justo en el día postrero. Además, los cabellos de su cabeza estaban contados. Ellos eran preciosos para su Padre, quien observaba con especial atención incluso la muerte de un pajarillo. Esto no podía suceder sin Aquel que era el Padre de ellos.
Finalmente, debían estar plenamente persuadidos por la convicción de que el Señor no había venido para traer paz a la tierra; no, habría división, incluso en el seno de las familias. Pero Cristo tenía que ser más precioso que el padre o la madre, e incluso más precioso que la propia vida de un hombre. Aquel que quería salvar su vida a expensas de su testimonio de Cristo, la perdería; y aquel que quería perder su vida por causa de Cristo, la ganaría. Aquel que recibiera este testimonio, en la persona de los discípulos, recibía a Cristo, y, en Cristo, a Aquel que le envió. Dios, por lo tanto, siendo reconocido así en las personas de Sus testigos en la tierra, otorgaría a cualquiera que recibiera a estos últimos, una recompensa según el testimonio rendido. Reconociendo así el testimonio del Señor rechazado, aunque fuese por un vaso de agua fría, aquel que lo daba no perdería su recompensa. En un mundo contrario, aquel que cree el testimonio de Dios, y recibe (a pesar del mundo) al hombre que da este testimonio, confiesa realmente a Dios, así como a Su siervo. Esto es todo lo que podemos hacer. El rechazo de Cristo hizo de Él una prueba, una piedra de toque.
El Juicio De La Nación Decidido
Desde esa hora encontramos el juicio definitivo de la nación, en realidad, no aún como abiertamente declarado (esto está en el capítulo 12), ni por el cese del ministerio de Cristo, lo cual resultó, no obstante la oposición de la nación, en la reunión del remanente, y en el aún más importante efecto de la manifestación de Emanuel; sino que esto se da a conocer en el carácter de Sus discursos, en las declaraciones positivas que describen la condición del pueblo, y en la conducta del Señor en medio de las circunstancias que dieron lugar a la expresión de las relaciones en las cuales Él estuvo para con ellos.

Mateo Capitulo 11

La Pregunta De Juan El Bautista; El Verdadero Testimonio Del Señor En Cuanto a Él Mismo
En el capítulo 11, habiendo enviado a Sus discípulos a predicar, Él continúa el ejercicio de Su propio ministerio. Las noticias de las obras de Cristo llegan a Juan en la prisión. Él, en cuyo corazón, no obstante su don profético, quedaban todavía pensamientos y esperanzas judías, envía a sus discípulos a preguntar a Jesús si Él es Aquel que había de venir, o si ellos aún deberían esperar a otro. Dios permitió que se hiciera esta pregunta para poner todas las cosas en su lugar. Cristo, siendo el Verbo de Dios, debería ser Su propio testigo. Debería dar testimonio de Sí mismo así como de Juan, y no recibir testimonio de este último; y esto es lo que Él hizo en presencia de los discípulos de Juan. Él sanaba todas las enfermedades de los hombres, y predicaba el evangelio a los pobres, y los mensajeros de Juan tenían que presentar ante él, el verdadero testimonio de lo que Jesús era. Juan tenía que recibirlo. Era por medio de estas cosas que los hombres eran probados. Bendito era aquel que no se ofendía por la humilde apariencia exterior del Rey de Israel. Dios manifestado en carne no vino a buscar la pompa de la realeza, aunque Él se la merecía, sino la liberación de hombres sufrientes. Su obra revelaba un carácter mucho más profundamente divino, que tenía un manantial de acción mucho más glorioso que aquel que dependía de la posesión del trono de David—más que una liberación que hubiera puesto a Juan en libertad, y hubiese acabado con la tiranía que le había encarcelado.
Emprender este ministerio, descender a la escena de este ejercicio para llevar los dolores y las cargas de Su pueblo, podría ser una ocasión de tropiezo para un corazón carnal que estuviese buscando la apariencia de un reino glorioso que satisfaría el orgullo de Israel. Pero ¿no era esto más verdaderamente divino, más necesario para la condición del pueblo, según Dios la veía? Por consiguiente, el corazón de cada uno sería probado así, para mostrar si el tal pertenecía a aquel remanente arrepentido, el cual discernía los caminos de Dios, o bien a la multitud orgullosa, la cual procuraba solamente su propia gloria, que no poseía ni una conciencia ejercitada ante Dios, ni un sentido de su necesidad y miseria.
El Testimonio Del Señor Acerca De Juan Y Su Testimonio Acerca Del Reino Venidero
Habiendo puesto a Juan bajo la responsabilidad de recibir este testimonio, el cual sometía a todo Israel a prueba, y habiendo diferenciado al remanente de la nación en general, el Señor da, entonces, testimonio de Juan, dirigiéndose a la multitud y recordándoles cómo habían seguido las predicaciones de Juan. Él les muestra el punto exacto al cual había llegado Israel en los caminos de Dios. La introducción, en testimonio, del reino, marcaba la diferencia entre aquello que lo precedía y lo que le seguía. Entre todos los nacidos de mujer, no ha habido nadie mayor que Juan, nadie que hubiera estado más cerca de Jehová, enviado ante Su faz, nadie que le hubiera rendido un testimonio más exacto y completo a Él, que hubiese estado tan separado de todo mal por el poder del Espíritu de Dios—una separación apropiada para el cumplimiento de tal misión entre el pueblo de Dios. Con todo, él no había estado en el reino: este aún no se había establecido; y estar en la presencia de Cristo en Su reino, gozando del resultado del establecimiento de Su gloria, era algo más grande que todo el testimonio de la venida del reino.
El Reino Anunciado Y Predicado, Pero No Establecido Aún
No obstante, a partir de la época de Juan el Bautista hubo un gran cambio. A partir de ese momento, el reino fue anunciado. No estaba establecido, pero fue predicado. Esto era algo muy distinto a las profecías que hablaban del reino en un período aún distante, mientras recordaban al pueblo la ley como fue dada por Moisés. El Bautista fue delante del Rey, anunciando la cercanía del reino, y ordenando a los judíos que se arrepintieran, para que pudieran entrar en él. Así, la ley y los profetas hablaron de parte de Dios hasta Juan. La ley era la norma; los profetas, manteniendo la norma, fortalecían las esperanzas y la fe del remanente. Ahora, la energía del Espíritu obligaba a los hombres a forzar su camino a través de cada dificultad y de toda la oposición de los líderes de la nación y de un pueblo ciego, para que ellos pudieran, a toda costa, lograr un reino de un Rey rechazado por la ciega incredulidad de aquellos que deberían haberle recibido. Se necesitaba—viendo que el Rey había venido en humillación, y que había sido rechazado—se necesitaba esta violencia para entrar en el reino. La puerta estrecha era la única entrada.
Juan Como El Elías Que Había De Venir
Si la fe pudiera penetrar realmente en la mente de Dios acerca de esto, Juan era el Elías que había de venir. El que tenía oídos para oír, que oyera. Era, de hecho, sólo para estos.
Si el reino hubiese aparecido en la gloria y en el poder de su Cabeza, la violencia no hubiera sido necesaria; esto habría sido reconocido como el efecto cierto de aquel poder; pero era la voluntad de Dios que ellos fueran probados moralmente. Era así también como ellos deberían haber recibido a Elías en espíritu.
El Carácter De “Esta Generación” Manifestado Por Su Rechazo De Jesús
El resultado es dado en las palabras del Señor que están a continuación, es decir, el verdadero carácter de esta generación, y los caminos de Dios en relación con la Persona de Jesús, manifestados por Su mismo rechazo. Como generación, las amenazas de justicia y los atractivos de la gracia estaban igualmente perdidas sobre ellos. Los hijos de la sabiduría, aquellos cuyas conciencias eran enseñadas por Dios, reconocían la verdad del testimonio de Juan, como que era contra ellos, y la gracia, tan necesaria para los culpables, de los modos de Jesús.
La Justa Reconvención Del Señor a La Insensatez De Ellos Dada En Advertencia
Juan, separado de la iniquidad de la nación, poseía, a ojos de ellos, un demonio. Ellos acusaron a Jesús, bondadoso hasta con los más desventurados, de complacerse con los malos caminos. Sin embargo, la evidencia era suficientemente poderosa como para haber sometido el corazón de una ciudad como Tiro o como Sodoma; y la justa reconvención del Señor advierte a la nación perversa e incrédula, de un juicio más terrible que aquel que aguardaba al orgullo de Tiro o a la corrupción de Sodoma.
Pero esto era una prueba para los más favorecidos de la humanidad. Se podría haber dicho: ¿por qué no se enviaba este mensaje a Tiro, donde estaban prontos para oír? ¿Por qué no a Sodoma, para que la ciudad pudiese haber escapado del fuego que la consumió? Ello es debido a que el hombre debe ser probado de todas las maneras; para que los perfectos consejos de Dios puedan desarrollarse. Si Tiro o Sodoma habían abusado de las ventajas que un Dios creador y providente había acumulado sobre ellos, los judíos tenían que manifestar lo que había en el corazón del hombre, cuando poseían todas las promesas y eran los depositarios de todos los oráculos de Dios.
Ellos se jactaron del don, y se alejaron del Dador. Su cegado corazón no reconocía a su Dios, e incluso le rechazaba.
El Desprecio Del Pueblo Sentido Por El Señor Pero Aceptado Como La Voluntad De Su Padre
El Señor sintió el menosprecio de Su pueblo, al cual amaba; pero, como el hombre obediente en la tierra, Él se sometió a la voluntad de Su Padre, quien, actuando con soberanía, el Señor del cielo y la tierra, manifestó, en el ejercicio de esta soberanía, sabiduría divina, y la perfección de Su carácter. Jesús acepta la voluntad de Su Padre en sus consecuencias, y, así sujeto, ve su perfección.
La Revelación De Dios Al Humilde; La Gloria De Los Consejos De Dios
Era conveniente que Dios revelara a los humildes todos los dones de Su gracia en Jesús, este Emanuel en la tierra; y que Él los protegería del orgullo que procuraba escudriñarlos y juzgarlos. Pero esto abre la puerta a la gloria de los consejos de Dios en ello.
La verdad era, que Su Persona era demasiado gloriosa para ser sondeada o comprendida por el hombre, aunque Sus palabras y Sus obras dejaban a la nación sin excusa, por su negativa a venir a Él para que pudiesen conocer al Padre.
Jesús, sujeto a la voluntad de Su Padre, aunque completamente sensible a todo lo que ocasionaba dolor a Su corazón en sus resultados, ve toda la extensión de la gloria que seguiría a Su rechazo.
La Revelación Del Hijo a La Fe Y La Revelación Del Padre Por El Hijo
Todas las cosas Le fueron entregadas por Su padre. Es el Hijo quien es revelado a nuestra fe, siendo quitado el velo que cubría Su gloria, ahora que es rechazado como Mesías. Nadie Le conoce sino el Padre. ¿Quién de entre los orgullosos podía sondear lo que Él era? Aquel que desde toda eternidad era uno con el Padre, se hizo hombre, sobrepasó, en el profundo misterio de Su ser, todo conocimiento excepto el del Padre mismo. La imposibilidad de conocer a Aquel que se había despojado a Sí mismo para hacerse Hombre mantenía la certeza, la realidad, de Su divinidad, la cual esta renunciación propia podría haber ocultado de los ojos de la incredulidad. La incomprensibilidad de un ser en una forma finita revelaba el infinito que se hallaba dentro. Su divinidad estaba garantizada a la fe, contra el efecto de Su humanidad sobre la mente del hombre. Pero si nadie conocía al Hijo, excepto el Padre solo, el Hijo, quien es verdaderamente Dios, era capaz de revelar al Padre. A Dios nadie jamás le ha visto. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, le ha dado a conocer. Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. ¡Miserable ignorancia que en su orgullo rechaza al Hijo! Fue así, conforme al beneplácito del Hijo, que esta revelación fue hecha. ¡Notable atributo de la perfección divina! Él vino para este propósito; Él lo hizo conforme a Su propia sabiduría. Tal era la verdad de las relaciones del hombre con Él, aunque Él se sometió a la humillación dolorosa de ser rechazado por Su propio pueblo, como la prueba final de su estado, del estado del hombre.
La Puerta Abierta a Los Gentiles
Observen también aquí, que este principio, esta verdad, con respecto a Cristo, abre la puerta a los Gentiles, a todos los que iban a ser llamados. Él revela al Padre a los que Él quiere. Él siempre busca la gloria del Padre. Él solo puede revelarle—Aquel a quien el Padre, el Señor del cielo y la tierra, ha entregado todas las cosas. Los Gentiles están incluidos en los derechos conferidos por este título, incluso cada familia en el cielo y en la tierra. Cristo ejerce estos derechos en gracia, llamando a los que Él quiere al conocimiento del Padre.
Aquellos Que Rechazaron Al Revelador Dejados En Ignorancia Total
Así encontramos aquí a la generación incrédula y perversa; un remanente de la nación que justificaba la sabiduría de Dios como la manifestaron Juan y Jesús en juicio y en gracia; la sentencia del juicio sobre los incrédulos; el rechazo de Jesús en el carácter bajo el cual Él se había presentado a la nación; y Su sumisión perfecta, como hombre, a la voluntad de Su Padre en este rechazo, dando ocasión para la manifestación a Su alma de la gloria apropiada a Él como Hijo de Dios—una gloria que ningún hombre podía conocer, de la misma forma que Él solo podía revelar la de Su Padre. Así que el mundo que le rechazó estaba en total ignorancia, excepto por el puro afecto de Aquel que se deleita en revelar al Padre.
La Misión De Los Discípulos Dirigida a Israel Continua Hasta La Venida Del Señor En Juicio
Deberíamos destacar también aquí, que la misión de los discípulos al Israel que rechazó a Cristo continúa (siempre que Israel se halle en la tierra) hasta que Él venga como Hijo del Hombre, que es Su título judicial y de gloria como Heredero de todas las cosas (o sea, hasta el juicio por el cual Él toma posesión de la tierra de Canaán, en un poder que no deja sitio a Sus enemigos). Este, Su título de juicio y gloria como Heredero de todas las cosas, es mencionado en Juan 5, Daniel 7, y en los Salmos 8 y 80.
Gracia Soberana; El Lugar De Descanso Perfecto Para El Corazón
Observen también que, en Mateo 11, la perversidad de la nación que había rechazado el testimonio de Juan y el del Hijo del Hombre venido en gracia y asociándose así Él mismo en gracia con los judíos, abre la puerta al testimonio de la gloria del Hijo de Dios, y a la revelación del Padre por Él en gracia soberana—una gracia que podía hacerle conocido tan eficazmente a un pobre Gentil como a un judío. Ya no era más un asunto de responsabilidad al recibir, sino de gracia soberana impartida sobre quien quería. Jesús conocía al hombre, al mundo, a la generación que había gozado de las mayores ventajas de todas las que estaban en el mundo. No había lugar para que el pie reposase en el lodo cenagoso de aquello que se había alejado de Dios. En medio de un mundo de maldad, Jesús permaneció como el solo revelador del Padre, la fuente de todo bien. ¿A quiénes llama Él? ¿Qué otorga Él a los que vienen? Como única fuente de bendición y revelación del Padre, Él llama a todos aquellos que están cansados y cargados. Quizás no conocían la fuente de toda la miseria, a saber, la separación de Dios: el pecado. Él sabía, y sólo Él podía sanarlos. Si era el sentido de pecado lo que pesaba sobre ellos, tanto mejor. En todos los sentidos, el mundo no podía ya satisfacer sus corazones; eran desdichados, y por tanto, objetos del corazón de Jesús. Además, Él los haría descansar; Él no explica aquí por qué medios lo haría; Él simplemente anuncia el hecho. El amor del Padre, el cual en gracia, en la Persona del Hijo, vino a buscar a los desventurados, otorgaría el descanso (no simplemente alivio o comprensión, sino descanso), a todo el que viniera a Jesús. Era la perfecta revelación del nombre del Padre al corazón de aquellos que lo necesitaban; y esto por medio del Hijo; paz, paz con Dios. Sólo tenían que acudir a Cristo, pues Él lo llevaba todo y proporcionaba descanso. Pero existe un segundo elemento en la palabra descanso. Hay más que paz mediante el conocimiento del Padre en Jesús. Y más de lo que es necesario, pues incluso cuando el alma está perfectamente en paz con Dios, este mundo presenta muchas causas de turbación al corazón. En estos casos, bien se trata de ser sumiso o de mostrar el yo. Cristo, en la conciencia de Su rechazo, en el profundo dolor producido por la incredulidad de las ciudades en que había realizado tantos milagros, acababa de manifestar la sumisión más completa a Su Padre, y había hallado en ello perfecto descanso para Su alma. A ello invita a todos los que le escuchaban, a todos los que sentían la necesidad de descanso para sus propias almas. “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí”, es decir, el yugo de la completa sumisión a la voluntad de Su Padre, aprendiendo de Él cómo enfrentar los problemas de la vida; pues Él era “manso y humilde de corazón”, satisfecho con estar en el lugar más bajo por voluntad de Su Dios. De hecho, nada puede derribar a ninguno que se halle allí. Es el lugar de perfecto descanso para el corazón.

Mateo Capítulo 12

El Rechazo De La Nación Mostrado Claramente; Una Nueva Posición En Gracia Soberana
Finalmente, el rechazo de la nación, como consecuencia de su desprecio por el Señor, es claramente manifestado, así como el cese de todas Sus relaciones con ellos como nación, a fin de presentar de parte de Dios un sistema totalmente diferente, es decir, el reino de una forma particular. De esta manera, este último capítulo es el momento crucial de toda la historia. Cristo es un testigo divino de Sí mismo, y Juan el Bautista tiene que recibirle así, al igual que otros lo harían. Él ya no estaba en la condición de Mesías, de la que testificaba, sino como Hijo de Dios, pero da Su pleno testimonio de Juan. Pero la nación había rechazado a Dios, quien se manifestó lo mismo en gracia que en amonestaciones: sólo quedaba un remanente. La sabiduría era justificada por sus hijos. Luego viene Su sumisión a Su rechazo, cruel como era, según la voluntad del Padre; pero ello le conduce a penetrar en la conciencia de Su gloria personal, el verdadero terreno de ese rechazo. Todas las cosas fueron entregadas a Él por Su Padre. Nadie podía conocerle a Él, ni tampoco al Padre, a menos que Él le revelase. El mundo entero, probado por medio de Su perfección, fue hallado sumido en la impiedad (aunque con un remanente preservado), pero el hombre estaba universalmente alejado de Dios. Él miró desde los cielos, como leemos, pero todos se habían apartado del camino, y no había nadie justo, no, ni siquiera uno. Así Jesús, cuando caminaba sobre el mar, permanecía solo en un mundo juzgado, juzgado por rechazarle a Él, pero ahora en la gracia soberana del Padre, permanecía como el Hijo que lo revelaba a Él, e invita a conocer la revelación de esta gracia en Sí mismo. Esta es precisamente ahora la nueva posición. Él había probado al hombre. Todo aquello que Él era, impedía que el pueblo Le recibiese como tal. Ahora, el que estuviera cansado, debe venir a Él, quien permanecía allí solo, y Él le daría descanso. Ellos deben aprender de Él, quien se había sometido plenamente, y tendrían descanso frente al mundo y frente a todo lo demás. Lo mismo sucede con nosotros: allí donde nos sometemos totalmente, entramos a la posesión consciente de nuestros privilegios como siendo inmerecidos, sobre un terreno celestial y más elevado.
El Hijo Del Hombre Como Señor Del Día De Reposo
La primera circunstancia que hizo que se cuestionara Su Persona, y Su derecho a cerrar la dispensación, fue la recolección de espigas por parte de los discípulos y el hecho de que las restregaran con las manos (Lucas 6:1) para satisfacer su hambre. Por este motivo los Fariseos los reprendieron, pues lo hicieron en día de reposo. Jesús expone ante ellos que el rey, rechazado por la malicia de Saúl, había participado de aquello que era dado solamente a los sacerdotes. El Hijo de David, en un caso similar, bien podía gozar de un privilegio similar. Además, Dios estaba actuando en gracia. El sacerdote también profanaba el día de reposo en el servicio del templo; y Uno mayor que el templo estaba allí. Por otra parte, si ellos hubieran conocido realmente los pensamientos de Dios, y hubiesen estado imbuidos del Espíritu que Su Palabra manifestaba que era aceptable para Él—“misericordia quiero, y no sacrificios”—no habrían condenado a los inocentes. Además de esto, el Hijo del Hombre era Señor incluso del día de reposo. Aquí Él ya no utiliza más el título de Mesías, sino el de Hijo del Hombre—un nombre que testificaba de un orden nuevo de cosas, y de un poder más amplio. Ahora bien, lo que Él dijo tenía gran significado; pues el día de reposo era la señal del pacto entre Jehová y la nación (Ezequiel 20:12-20); y el Hijo del Hombre estaba manifestando Su poder sobre esta señal. Si eso era tocado, todo había terminado en cuanto al pacto.
El Odio Persistente De Los Fariseos; La Posición Del Señor
La misma pregunta se suscita en la sinagoga; y el Señor persiste en actuar en gracia y hacer el bien, mostrándoles que ellos harían lo mismo por una de sus ovejas. Esto no hace más que excitar su odio, tanto más cuanto mayor era la prueba de Su poder benefactor. Eran hijos del homicida. Jesús se aparta de ellos y grandes multitudes le siguen. Los sana, y les encarga rigurosamente que no le descubran. En todo esto, sin embargo, Sus acciones no eran sino el cumplimiento de una profecía que indicaba claramente la posición del Señor en este momento. Llegaría la hora cuando Él haría triunfar la justicia. Entretanto, Él conservaba la posición de completa humildad, en la cual la gracia y la verdad podían recomendarse solas a los que las apreciaban y necesitaban. Pero en el ejercicio de esta gracia, y en Su testimonio de la verdad, Él no haría nada para distorsionar este carácter, o para atraer de tal manera la atención de los hombres, que esto impidiese Su verdadera obra, o que incluso pudiese levantar la sospecha de que Él buscase Su propio honor. No obstante, el Espíritu de Jehová estaba sobre Él como Su Amado, en quien se deleitaba Su alma; y Él proclamará justicia a los Gentiles, y ellos pondrán su confianza en Su nombre. La aplicación de esta profecía a Jesús en aquel momento es muy evidente. Vemos cuán cauteloso estaba Él con los judíos, privándolos de la satisfacción de sus actitudes carnales con respecto a Él, y satisfecho de quedarse en segundo plano, si Dios el Padre era glorificado; y glorificándole Él mismo en la tierra haciendo el bien. Pronto Él iba a manifestarse a los Gentiles; ya fuera por la ejecución del juicio de Dios, o presentándose a Sí mismo a ellos como Aquel en quien debían confiar.
Es evidente que este pasaje es colocado aquí por el Espíritu Santo, a fin de dar la representación exacta de Su posición, antes de exponer las nuevas escenas que Su rechazo prepara para nosotros.
La Ceguera De Los Religiosos; El Poder De Beelzebú; Sellando La Condición De Ellos
Él, entonces, echa fuera un demonio de un hombre que era ciego y mudo—una condición triste, que describe con acierto la condición del pueblo con respecto a Dios. La multitud, llena de admiración, exclama: “¿Será este aquel Hijo de David?” Pero los religiosos, oyéndolo, celosos del Señor, y hostiles al testimonio de Dios, declaran que Jesús había realizado este milagro por el poder de Beelzebú, determinando así su propia condición y colocándose bajo el definitivo juicio de Dios. Jesús demuestra lo absurdo de lo que habían dicho. Satanás no destruiría su propio reino. Los propios hijos de los religiosos, que pretendían hacer lo mismo, juzgarían su iniquidad. Pero si no fue el poder de Satanás (y los Fariseos admitieron que los demonios fueron echados fuera), fue el dedo de Dios, y el reino de Dios estaba entre ellos.
Aquel que había entrado en la casa del hombre fuerte para saquear sus bienes, tenía que atarlo primero.
El Pecado Imperdonable; Decidiendo Su Propia Suerte
La verdad es que la presencia de Jesús sometía todo a prueba; del lado de Dios, todo estaba centrado en Él. Es el propio Emanuel quien se hallaba allí. El que no estaba con Él, estaba contra Él. Quien no recogía con Él, desparramaba. Todo dependía ahora de Él solo. Soportaría toda la incredulidad acerca de Su Persona. La gracia no podía remover eso. Él podía perdonar todo pecado, pero hablar en contra y blasfemar al Espíritu Santo (es decir, reconocer el ejercicio de un poder, el cual es de Dios, y atribuirlo a Satanás) no podía ser perdonado; porque los Fariseos admitieron que el demonio fue echado fuera, y fue sólo con malicia, y con asombrado odio deliberado hacia Dios, que ellos lo atribuyeron a Satanás. ¿Qué perdón podía hallarse para esto? No había ninguno, ni en la época de la ley, ni en la del Mesías. El destino de aquellos que actuaban de ese modo estaba decidido. Esto es lo que el Señor les haría entender. El fruto demostraba la naturaleza del árbol. Este era esencialmente malo. Ellos eran una generación de víboras. Juan les había dicho lo mismo. Sus palabras los condenaban. Los escribas y Fariseos pedían una señal acerca de ello. Esto no era más que maldad. Ellos ya habían tenido suficientes señales. Se trataba sólo de excitar la incredulidad del resto.
La Petición De Los Fariseos Es Concedida; La Señal Del Juicio Es Dada; La Condenación De Ellos Por Los Gentiles
Esta petición proporciona la ocasión al Señor para pronunciar el juicio de esta generación.
Esta generación mala solamente tendría la señal de Jonás. Así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así el Hijo del Hombre estaría tres días y tres noches en el corazón de la tierra. Pero entonces, ¡he aquí! Cristo ya era rechazado.
Los hombres de Nínive, por su conducta, condenarían a esta generación en el día del juicio, porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás. Y uno mayor que Jonás se hallaba allí. La reina del sur asimismo testificaba en contra de la maldad de esta perversa generación. Su corazón, atraído por el informe de la sabiduría de Salomón, la había conducido a él desde los fines de la tierra, y uno mayor que Salomón se hallaba allí. Los pobres Gentiles ignorantes comprendieron la sabiduría de Dios en Su Palabra, ya fuera mediante el profeta o el rey, mejor que Su amado pueblo, aun cuando el Gran Rey y Profeta estaba entre ellos.
El Juicio De Israel Pronunciado
Este fue entonces Su juicio: el espíritu inmundo (de idolatría) que había salido del pueblo, no hallando descanso lejos de Israel (¡lamentablemente! su verdadera casa, mientras que ellos deberían haber sido la casa de Dios), retornaría con siete espíritus peores que el primero. Hallaría la casa desocupada, barrida y adornada, y el posterior estado de esta sería peor que el primero. ¡Qué juicio tan solemne del pueblo fue este—que aquellos entre quienes había caminado Jehová se convirtieran en la habitación de un espíritu inmundo, de una sobreabundancia de espíritus inmundos; no meramente de siete, el número completo, sino que junto con estos (que incitaría a todos ellos a la locura contra Dios y contra aquellos que le honraban, conduciéndoles a su propia destrucción), ese otro espíritu inmundo también, que los haría retroceder a la idolatría de la que habían salido! El juicio de Israel fue pronunciado.
Vínculos Naturales Rotos Públicamente; Nuevos Vínculos Son Reconocidos
En conclusión, Jesús rompe públicamente los vínculos naturales que existían entre Él y el pueblo según la carne, reconociendo solamente a aquellos que estaban formados por la Palabra de Dios y se manifestaban haciendo la voluntad de Su Padre que está en los cielos. Él reconocería como Sus parientes solamente a esas personas, formadas según el modelo del sermón del Monte.

Mateo Capítulo 13

Una Nueva Posición, Una Nueva Obra Como El Sembrador Para Producir Fruto
Sus acciones y Sus palabras, después de esto, testifican de la nueva obra que Él estaba haciendo realmente en la tierra. Él sale (capítulo 13) de la casa, se sienta junto al lago. Toma una nueva posición externa para anunciar a la multitud aquello que era Su verdadera obra. Un sembrador salió a sembrar.
El Señor ya no buscaba fruto en Su viña. Había sido indispensable, conforme a las relaciones de Dios con Israel, que Él buscara este fruto; pero Su verdadero servicio, como Él bien sabía, era traer aquello que podía producir fruto, y no buscar fruto alguno en los hombres.
Es importante comentar aquí, que el Señor habla del efecto visible y exterior de Su obra como Sembrador. La única ocasión en que expresa aquí Su juicio acerca de la causa interior, es cuando dice: “No tenía raíz”; e incluso aquí es preciso. Aquí no se habla de las doctrinas respecto a la operación divina necesaria para la producción de fruto. Es el Sembrador quien es exhibido, y el resultado de Su siembra, no aquello que hace que la semilla germine en la tierra. En cada caso, excepto el primero, se produce un determinado efecto.
El Señor, entonces, es presentado aquí comenzando una obra, la cual es independiente de toda relación anterior entre Dios y los hombres, llevando con Él la semilla de la Palabra, que Él siembra en el corazón mediante Su ministerio. Donde esta permanece, donde es comprendida, donde no es ahogada ni secada, produce fruto para Su gloria y para la felicidad y provecho del hombre que la tiene.
La Distinción Hecha Entre El Remanente Y La Nación; La Razón Por La Cual El Señor Usa Parábolas
En el versículo 11, el Señor muestra la razón por la cual Él habla enigmáticamente a la multitud. Una distinción entre el remanente y la nación es hecha definitivamente ahora: esta última estaba bajo el juicio de ceguera anunciado por el profeta Isaías. Bienaventurados eran los ojos de los discípulos que veían al Emanuel, al Mesías, el objeto de las esperanzas y de los deseos de tantos profetas y hombres justos. Todo ello indica el juicio, y un remanente llamado y preservado.
El Carácter De Las Clases De Personas a Quienes La Palabra Llega
Yo haría ahora unos pocos comentarios sobre el carácter de las personas de las que el Señor habla en las parábolas.
Cuando la Palabra es sembrada en el corazón que no la comprende, cuando no produce ninguna relación de inteligencia, de sentimiento, o de conciencia, entre el corazón y Dios, el enemigo se la lleva: no permanece en el corazón. Aquel que la escuchó, no es menos culpable: lo que fue sembrado en su corazón se adaptaba a cada necesidad, a la naturaleza y a la condición del hombre.
El recibimiento inmediato de la Palabra con gozo, en el siguiente caso, tiende más bien a probar que el corazón no la retendrá; porque es apenas probable, en tal caso, que la conciencia sea alcanzada. Una conciencia tocada por la Palabra hace que un hombre sea serio; se ve en la presencia de Dios, lo cual es siempre algo serio, por mucho que atraigan Su gracia y la esperanza inspirada por Su bondad. Si la conciencia no ha sido alcanzada, no hay raíz. La Palabra fue recibida por el gozo que impartía: cuando trae tribulación, es abandonada. Cuando la conciencia ha sido ejercitada, el evangelio trae alegría de inmediato; pero cuando no, despierta la conciencia donde de veras se está produciendo una obra. En el primer caso es la respuesta a las necesidades que ya estaban allí, y las satisface. En el segundo, ella crea estas necesidades.
La historia de cada día es, ¡lamentablemente!, la triste y mejor explicación de la tercera clase de personas. No existe siquiera mala voluntad, sino esterilidad.
La Palabra Comprendida; El Verdadero Conocimiento De Dios Es Vida Eterna
Que la Palabra fuera comprendida, se afirma solamente de aquellos que dan fruto. La comprensión verdadera de la Palabra trae a un alma a relacionarse con Dios, porque la Palabra revela a Dios—expresa lo que Él es. Si yo la comprendo, yo Le conozco; y el conocimiento verdadero de Dios (es decir, del Padre y de Su Hijo Jesucristo) es la vida eterna. Ahora bien, cualquiera que sea el grado de luz, es siempre Dios así revelado el que es dado a conocer por la Palabra que Jesús siembra. Así, siendo engendrados por Dios, produciremos, en diversas medidas, los frutos de la vida de Dios en este mundo. Porque el tema aquí es el efecto, en este mundo, de la recepción de la verdad traída por Jesús (no es el cielo, ni aquello que Dios hace en el corazón para hacer que la semilla de fruto.)
La Parábola Del Sembrador Como El Gran Principio Del Servicio De Cristo
Esta parábola no habla, a modo de analogía, del reino, aunque la Palabra sembrada fuese la Palabra del reino, sino del gran principio elemental del servicio de Cristo en la universalidad de su aplicación, y de la forma que fue llevado a cabo en Su propia Persona y servicio mientras estaba en la tierra, y después de Su partida, aunque pudieran presentarse entonces aspectos más plenos de la gracia.
Similitudes Del Reino Caracterizado Por La Ausencia Del Rey; Sus Dos Divisiones
En las seis parábolas siguientes, hallamos similitudes del reino. Debemos recordar que se trata del reino establecido durante el rechazo del Rey, y que, por consiguiente, tiene un carácter peculiar. O sea, se caracteriza por la ausencia del Rey, añadiéndole a esto, en la explicación de la primera parábola, el efecto de Su retorno.
Las primeras tres de estas seis parábolas, presentan el reino en su forma exterior en el mundo. Son dirigidas a la multitud. Las últimas tres presentan el reino según la estimación del Espíritu Santo, según la realidad de su carácter visto por Dios—la mente y los consejos de Dios en ello. Estas últimas son dirigidas, por consiguiente, sólo a los discípulos. El establecimiento público del reino en la justicia y el poder de Dios, es anunciado también a estos últimos, en la explicación de la parábola de la cizaña.
La Forma Exterior Del Reino
Consideremos primero el exterior del reino anunciado públicamente a la multitud—la forma externa que el reino asumiría.
Debemos recordar que el Rey, es decir, el Señor Jesús, fue rechazado en la tierra; que los judíos, al rechazarlo, se condenaron ellos mismos; que, siendo la Palabra de Dios utilizada para cumplir la obra de Aquel a quien el Padre había enviado, el Señor dio a conocer así que Él estableció el reino, no por Su poder ejercido en justicia y en juicio, sino testificando a los corazones de los hombres; y que el reino asumía ahora un carácter relacionado con la responsabilidad del hombre y con el resultado de la Palabra de luz siendo sembrada en la tierra, dirigida a los corazones de los hombres, y dejada como un sistema de verdad, a la fidelidad y al cuidado de los hombres (Dios, sin embargo, manteniendo Su derecho soberano para la preservación de Sus hijos y manteniendo la verdad misma). Esta última parte no es el tema de estas parábolas. La he introducido aquí porque de otro modo se habría supuesto que todo dependía absolutamente del hombre. Si así hubiera sido, ¡lamentablemente! todo se habría perdido.
La Parábola De La Cizaña: El Reino Aquí En Le Tierra En Manos De Los Hombres
La parábola de la cizaña es la primera. Nos proporciona una idea general del efecto de esas siembras en cuanto al reino, o más bien, el resultado de haber encomendado el reino, por el momento, a manos de los hombres.
El resultado fue que el reino aquí abajo ya no presentaba el aspecto de la propia obra del Señor como un todo. Él no siembra cizaña. Aunque por el descuido y la debilidad de los hombres, el enemigo encontró el medio de sembrar esta cizaña. Obsérvese que esto no se aplica a los paganos ni a los judíos, sino al mal hecho por Satanás entre los cristianos a través de malas doctrinas, malos maestros y sus seguidores. El Señor Jesús sembró. Mientras dormían los hombres, Satanás también sembró. Había judaizantes, filósofos, herejes que estaban de acuerdo tanto con lo antiguo por una parte, y por otra, se oponían a la verdad del Antiguo Testamento.
No obstante, Cristo sólo había sembrado buena semilla. Entonces, ¿debe la cizaña ser arrancada? Está claro que la condición del reino durante la ausencia de Cristo depende de la respuesta a esta pregunta; y también arroja luz sobre esa condición. Pero había aún menos poder para introducir un remedio, que el que hubiese debido prevenir el mal. Todo debería permanecer sin remedio hasta la intervención del Rey en el tiempo de la siega. El reino de los cielos en la tierra, tal como es en manos de los hombres, debe quedar como un sistema mezclado. Herejes y falsos hermanos, estarán allí, así como el fruto de la Palabra de Dios, testificando, en este último trato de Dios con él, de la incapacidad del hombre para mantener en su estado original, aquello que es bueno y puro. Así ha sido siempre.
Ejecución De Juicio Sobre Lo Que No Es De Dios
“Al tiempo de la siega” (una frase que designa un determinado espacio de tiempo durante el cual sucederán los eventos relacionados con la cosecha) el Señor tratará primero, en Su providencia, con la cizaña. Digo ‘en Su providencia’, porque Él utiliza a los ángeles. La cizaña será atada en manojos para ser quemada.
Debemos observar que el tema aquí son las cosas exteriores en el mundo—acciones que arrancan de raíz la corrupción—corrupción que ha crecido en medio del cristianismo.
Los siervos no son capaces de hacer esto. El entremezclarse (provocado por su debilidad y descuido) es tal, que al recoger la cizaña también arrancarían el trigo. No solamente el discernimiento, sino el poder práctico de separación, estaría faltando aquí para que ellos pudieran cumplir su propósito. Una vez que la cizaña esta allí, los siervos no deben hacer nada con ella en cuanto a su presencia en este mundo, en la Cristiandad. Su servicio es para con lo bueno. La obra de purificar la cristiandad de la cizaña no era de su incumbencia. Es una obra de juicio sobre aquello que no es de Dios, perteneciéndole a Aquel que puede ejecutarla según la perfección de un conocimiento que todo lo abarca, y de un poder del cual nada escapa; el cual, si dos hombres están en una cama, sabe cómo tomar al uno y dejar al otro. La ejecución del juicio en este mundo sobre los impíos, no pertenece a los siervos de Cristo. Él lo llevará a cabo por medio de los ángeles de Su poder, a quienes Él confía la ejecución de esta tarea.
Recogiendo El Trigo
Tras atar toda la cizaña, Él recoge el trigo en Su granero. No se habla de atar el trigo en manojos; Él lo toma todo para Sí. Tal es el fin de aquello concerniente al aspecto externo del reino aquí abajo. Esto no es todo lo que la parábola nos puede enseñar, pero concluye el tema del que habla esta parte del capítulo. Durante la ausencia de Jesús, el resultado de Su siembra será estropeado, como un todo aquí abajo, por la obra del enemigo. Al final, Él atará toda la obra del enemigo en manojos; es decir, los preparará en este mundo para el juicio. Entonces Él se llevará a la Iglesia. Es evidente que esto termina la escena bajo la cual continúa durante Su ausencia. El juicio no se ejecuta aún. Antes de hablar de ello, el Señor entrega otros ejemplos de las formas que el reino asumirá durante Su ausencia.
El Grano De Mostaza: La Forma De Un Gran Poder
Aquello que había sido sembrado como un grano de mostaza, llega a ser un árbol grande; un símbolo que representa un gran poder en la tierra. Los asirios, Faraón, Nabucodonosor, son presentados ante nosotros en la Palabra como árboles grandes. Tal sería la forma del reino, la cual empezó siendo pequeña por la Palabra que sembró el Señor, y más tarde Sus discípulos. Aquello que esta semilla produjo, asumiría gradualmente la forma de un gran poder que se haría prominente en la tierra, de tal forma que otros se cobijaran bajo él como aves debajo de las ramas de un árbol. Este ha sido, en efecto, el caso.
La Levadura: Corrupción En La Doctrina
A continuación, encontramos que esto no sería solamente un gran árbol en la tierra, sino que el reino se caracterizaría como un sistema de doctrina, que se divulgaría por sí solo—una profesión, que incluiría todo lo que alcanzara, dentro de su esfera de influencia. La totalidad de las tres medidas sería leudada. No es necesario que me detenga aquí en el hecho de que la palabra “levadura” es empleada siempre en su sentido negativo por los escritores sagrados. Pero el Espíritu Santo hace que comprendamos que no se trata del poder regenerativo de la palabra en el corazón de un individuo, trayéndola de vuelta a Dios; tampoco es simplemente un poder que actúa por la fuerza externa, tal como Faraón, Nabucodonosor y los otros grandes árboles de la Escritura. Pero es un sistema de doctrina que debería caracterizar a la masa, penetrándola por todas partes. No es la fe propiamente dicha, ni es la vida. Es una religión, es la Cristiandad. Una profesión de doctrina, en corazones que no llevarán ni a Dios, ni la verdad, se relaciona siempre con la propia corrupción de la doctrina misma.
Esta parábola de la levadura concluye Sus enseñanzas a la multitud. Todo era dirigido ahora a ellos en parábolas, porque no Le recibieron a Él, Rey de ellos, y Él habló de cosas que daban por sentado Su rechazo, y de un aspecto del reino desconocido para las revelaciones del Antiguo Testamento, las cuales tienen a la vista ya sea el reino en poder, o a un pequeño remanente recibiendo, en medio de sufrimientos, la palabra del Profeta-Rey que había sido rechazado.
Con Sus Discípulos, En La Casa, En Apartada Intimidad
Después de esta parábola, Jesús ya no permanece más junto al mar con la multitud—un lugar adecuado a la posición en la cual Él estuvo entre el pueblo después del testimonio dado al final del capítulo 12, y donde Él había acudido al dejar el hogar. Él vuelve a entrar ahora en la casa con Sus discípulos; y allí, en apartada intimidad con ellos, les revela el verdadero carácter—el objetivo—del reino de los cielos, el resultado de lo que se hizo en él, y los medios que deberían emplearse para purificar todo en la tierra cuando la historia exterior del reino durante Su ausencia hubiera terminado. Es decir, hallamos aquí lo que caracteriza al reino para el hombre espiritual, lo que este comprende como los pensamientos reales de Dios con respecto al reino, y el juicio que eliminaría de él todo lo que fuese contrario a Dios—el ejercicio del poder que debería hacerlo lucir exteriormente en conformidad con el corazón de Dios.
La Explicación De La Parábola De La Cizaña a Sus Discípulos
Hemos visto la historia exterior del reino terminando con esto, el trigo escondido en el granero, y la cizaña apartada en manojos en la tierra, lista para ser quemada. La explicación de esta parábola reanuda la historia del reino en ese período; sólo que hace que comprendamos y distingamos las diferentes partes de la mezcla, asignando a cada parte el nombre de su verdadero autor. El campo es el mundo; allí la Palabra fue sembrada para el establecimiento, de esta forma, del reino. La buena semilla eran los hijos del reino; ellos realmente pertenecían a éste según Dios; son sus herederos. Los judíos ya no lo eran, ya no era más el privilegio del nacimiento natural. Los hijos del reino eran engendrados por la Palabra. Pero entre estos, a fin de estropear la obra del Señor, el enemigo introdujo a toda clase de personas, el fruto de las doctrinas que había sembrado entre aquellos que habían sido engendrados por la verdad. Esta es la obra de Satanás en el lugar donde la doctrina de Cristo ha sido plantada. La siega es el fin del siglo. Los segadores son los ángeles. Se comentará aquí que el Señor no explica históricamente aquello que ocurrió, sino los términos usados para introducir la cuestión cuando llegue la siega. El cumplimiento de aquello que es histórico en la parábola se da por supuesto; y Él continúa para ofrecer el gran resultado fuera de aquello que era el reino durante Su ausencia en los cielos. El trigo (esto es, la iglesia) está en el granero, y la cizaña sobre el suelo en manojos. Pero Él toma todo aquello que está incluido en estos manojos, todo lo que en su forma de mal ofende a Dios en el reino, y lo lanza al horno de fuego, donde es el “lloro y el crujir de dientes.” Tras este juicio, los justos resplandecerán como Él mismo, el verdadero Sol de aquel día de gloria—del siglo venidero, en el reino del Padre de ellos. Cristo habrá recibido el reino de manos del Padre, cuyos hijos eran; y ellos resplandecerán en este reino con Él conforme a este carácter.
Así, hallamos para la multitud, los resultados de la siega divina en la tierra, y las maquinaciones del enemigo—el reino presentado bajo esta forma; después, las alianzas de los impíos que tienen lugar entre ellos aparte de su orden natural, creciendo en el campo; y el arrebatamiento de la Iglesia. Para Sus propios discípulos, el Señor explica todo lo que era necesario para hacerles comprender el lenguaje de la parábola. Encontramos, entonces, el juicio ejecutado por el Hijo del Hombre sobre los impíos, los cuales son lanzados al fuego; y la manifestación de los justos en gloria (estos últimos acontecimientos ocurren después de que el Señor ha resucitado y puesto fin a la forma exterior del reino de los cielos en la tierra, siendo los impíos recogidos en grupos y los santos tomados al cielo).
El Tesoro Escondido En El Campo
Y ahora, habiendo explicado la historia pública y sus resultados en juicio y en gloria para la plena enseñanza de Sus discípulos, el Señor les comunica los pensamientos de Dios con respecto a lo que transcurría en la tierra, mientras que los eventos exteriores y terrenales del reino iban desarrollándose—aquello que el hombre espiritual debería discernir en ellos. Para él, para uno que comprendía el propósito de Dios, el reino de los cielos era semejante a un tesoro escondido en un campo. Un hombre encuentra el tesoro, y compra el campo para poder poseerlo. El campo no era su objeto, sino el tesoro que había en él, Su pueblo. Así Cristo ha comprado el mundo. Lo posee de justicia. Su objeto es el tesoro escondido en él, Su propio pueblo, toda la gloria de la redención relacionada con él; en una palabra, la Iglesia contemplada,—no en su belleza moral y, en cierto sentido, belleza divina, sino como el objeto especial de los deseos y del sacrificio del Señor—aquello que Su corazón había hallado en este mundo conforme a los consejos y el pensamiento de Dios.
En esta parábola, es la poderosa atracción de esta ‘cosa nueva’ la que induce a aquel que la ha encontrado a comprar todo el lugar, para poder obtener la posesión de ella.
Los judíos no eran nada nuevo; el mundo no tenía atractivo; pero este nuevo tesoro indujo a Aquel que lo había descubierto a vender todo lo que tenía para ganarlo. De hecho, Cristo abandonó todo. No sólo se despojó a Sí mismo para redimirnos, sino que renunció a todo lo que le pertenecía a Él como hombre, como el Mesías en la tierra, a las promesas, a Sus derechos reales, a Su vida, para tomar posesión del mundo que contenía en él este tesoro, el pueblo al cual Él amaba.
La Perla De Gran Precio
En la parábola de la perla de gran precio, tenemos de nuevo la misma idea, pero es modificada por otras. Un hombre estaba buscando buenas perlas. Él sabía lo que hacía. Tenía gusto, discernimiento, conocimiento de aquello que buscaba. Fue la conocida belleza del objeto lo que le indujo a esta búsqueda. Sabe que cuando ha encontrado uno correspondiente a sus ideas, merece la pena venderlo todo para poder adquirirlo. Es valioso a los ojos de uno que puede estimar su valor. Así Cristo ha hallado en la Iglesia, por sí misma, una belleza, y (a causa de esta belleza) un valor que le indujo a despojarse de todo con tal de obtenerla. Es igual de cierto con respecto al reino. Considerando el estado del hombre, incluso el de los judíos, la gloria de Dios demandaba que se renunciase a todo a fin de tener esta cosa nueva; pues en el hombre no había nada que Él pudiera tomar para Sí mismo. No sólo se conformó Él con renunciar a todo para poseer esta cosa nueva, sino que aquello que Su corazón buscaba, lo que no podía hallar en otro lugar, lo halla en aquello que Dios le ha dado en el reino. Él no compró otras perlas. Hasta que hallase esa perla, Él no tenía ningún incentivo para vender todo lo que tenía. Tan pronto como la ve, Él se decide: renuncia a todo por ella. Su valor es lo que le decide, pues Él sabe cómo juzgar y Él busca con discernimiento.
No digo que los hijos del reino no son impulsados por el mismo principio. Cuando hemos aprendido lo que es ser un hijo del reino, renunciamos a todo lo disfrutamos, para poder ser parte de la perla de gran precio. Pero no compramos aquello que no es el tesoro a fin de obtenerla; y estamos muy lejos de buscar buenas perlas antes de haber hallado la de gran precio. En toda su extensión, estas parábolas se aplican solamente a Cristo. La intención en ellas es presentar aquello que estaba entonces haciendo—en contraste con todo lo que había acontecido antes—con las relaciones de Dios con los judíos.
La Red Echada En El Mar; El Pez Bueno
Queda todavía una de las siete parábolas—la de la red echada en el mar. En esta parábola no hay ningún cambio en las personas empleadas en la tarea, es decir, en la parábola misma. Las mismas personas que lanzan la red son las que la sacan a la orilla, y hacen la separación recogiendo el pez bueno en cestas, sin reparar en el malo. Asegurar el pez bueno es la obra de aquellos que sacan la red a la orilla. Esto sólo es efectuado después de desembarcar. La clasificación es su trabajo, no hay duda; pero sólo se ocupan del pez bueno. Ellos lo conocen. Esta es su tarea, el objetivo de su pesca. Otros, en efecto, vienen y son encontrados en la red junto con los buenos; pero estos no son buenos. No se necesita otro juicio. Los pescadores conocen los buenos; pero estos no son buenos. Ellos los dejan. Esto forma una parte de la historia del reino de los cielos. El juicio de los impíos no se encuentra aquí. Los malos son dejados en la orilla cuando los pescadores recogen los buenos en cestas. El destino final tanto del bueno como del malo no es presentado aquí. Esto no ocurre en la orilla con respecto a los buenos; ni en cuanto a los malos por el solo hecho de ser dejados allí. Es subsiguiente a la acción de la parábola; y, con respecto al malo, no ocurre simplemente por su separación del bueno con el que había estado mezclado, sino por su destrucción. Ni en esta parábola, ni en la del trigo y la cizaña, la ejecución del juicio forma parte de la parábola misma. Allí, la cizaña es atada y dejada en el campo; aquí, el pez malo es echado fuera de la red llena.
La red del evangelio ha sido echada así en el mar de las naciones, y ha incluido en ella a toda clase. Después de esta recolección general, que ha llenado la red, los agentes del Señor, teniendo que ver con los buenos, los recogen juntos separándolos de los malos. Observen aquí que esta es una analogía del reino. Es el carácter que asume el reino cuando el evangelio ha reunido una masa que incluye los buenos y los malos. Al final, cuando la red ha sido sacada de tal forma que todas las clases quedan encerradas en ella, los buenos son puestos aparte porque son preciosos, y los otros son dejados. Los buenos son recogidos en diversas cestas. Los santos son recogidos, no por los ángeles, sino por aquellos que han laborado en el nombre del Señor. Esta distinción no es hecha por medio del juicio, sino por medio de los siervos, que se ocupan de los buenos.
La Ejecución Pública Del Juicio
La ejecución del juicio es otro asunto. Los obreros no tienen nada que ver con ello. Al final del siglo, los ángeles saldrán y apartarán a los malos de entre los justos, no a los justos de entre el resto como hicieron los pescadores, y los echarán en el horno de fuego donde será el lloro y el crujir de dientes. Nada se dice aquí de que se ocupen de los justos. Recogerlos en cestas no era la tarea de los ángeles, sino la de los pescadores. En ambas parábolas los ángeles se ocupan de los impíos. El resultado público ha sido dado, ya sea durante el período del reino de los cielos, o más tarde, en la parábola de la cizaña. Aquí no se repite. La tarea a ser realizada con respecto a los justos cuando la red está llena, es añadida aquí. El destino de los malos es reiterado para diferenciar la tarea hecha con respecto a ellos, de la llevada a cabo por medio los pescadores, quienes recogen los buenos en diversas cestas. Con todo, esto es presentado bajo otro aspecto; y los justos son dejados donde estaban. En la parábola de la cizaña, el juicio de los impíos es declarado al igual que en esta. Son echados al lloro y al crujir de dientes, pero allí es revelado el estado general del reino, y tenemos a los justos resplandeciendo como el sol—la parte más alta del reino. Aquí está solamente lo que el inteligente comprende, lo que la mente espiritual ve. Los justos son colocados en cestas. Hay una separación que hace el poder espiritual, antes del juicio, la cual no existía en el estado público del reino, sino sólo lo que la providencia hizo públicamente en el campo, y la buena semilla es recibida arriba. Aquí, la separación se hace tratando con los buenos. Este era el punto principal para la inteligencia espiritual. La manifestación pública no es el punto; de hecho, solamente juicio será ejecutado sobre los impíos; entonces los justos serán dejados allí.
La Explicación De La Parábola De Los Peces
En la explicación de la segunda parábola, se trata del juicio absoluto en el caso de la cizaña, que destruye y consume lo que queda en el campo, ya recogida y separada providencialmente del trigo. Los ángeles son enviados al final, no para separar la cizaña del trigo (lo cual ya fue hecho) sino para echar la cizaña en el fuego, limpiando así el reino. En la explicación de la parábola de los peces (versículo 49), tiene lugar la clasificación misma. Habrá justos en la tierra, y los malos serán separados de entre ellos. La enseñanza práctica de esta parábola es la separación de los buenos de los malos, y la recolección en grupos numerosos de los primeros; esto es hecho más de una vez, siendo también recogidos en un conjunto muchos otros de los mismos en otro lugar. Los siervos del Señor son los instrumentos empleados en lo que acontece en la parábola misma.
Cosas Nuevas Y Cosas Viejas
Estas parábolas contienen cosas nuevas y viejas. La doctrina del reino, por ejemplo, era una doctrina bien conocida. Que el reino tomara las formas descritas por el Señor, y que abarcara a todo el mundo sin excepción, debiendo el pueblo de Dios su existencia no a Abraham sino a la Palabra, todo esto era completamente nuevo. Todo era de Dios. El escriba tenía conocimiento del reino, pero era completamente ignorante del carácter que este asumiría, como reino de los cielos plantado en este mundo por medio de la palabra, de la cual todo depende aquí.
La Obra Reanudada Entre Los Judíos; Cristo Rechazado Como Profeta Así Como Rey
El Señor reanuda Su obra entre los judíos. Para ellos, Él era solamente “el hijo del carpintero.” Ellos conocían a Su familia según la carne. El reino de los cielos no tenía valor a sus ojos. La revelación de este reino fue efectuada en otro lugar, y el conocimiento de las cosas divinas fue comunicado allí. Los judíos no vieron nada detrás de aquellas cosas que el corazón natural podía percibir. La bendición del Señor fue detenida por su incredulidad. Él fue rechazado por Israel como profeta y como Rey.

Mateo Capitulo 14

La Muerte De Juan El Bautista
Nuestro evangelio reanuda el curso histórico de estas revelaciones, pero de manera tal que exhibe el espíritu por medio del cual el pueblo era animado. Herodes (amando su poder terrenal y su propia gloria más que la sumisión al testimonio de Dios, y atado más por una falsa idea humana que por su conciencia, aunque en muchas cosas parecía que había reconocido el poder de la verdad) había decapitado al precursor del Mesías, Juan el Bautista; a quien ya había encarcelado para quitar de delante de su esposa al fiel reprobador del pecado en el cual ella vivía.
Jesús Como Jehová, El Proveedor Para Todas Las Necesidades De Su Pueblo
Jesús es sensible a la importancia de esto que se le informa. Cumpliendo en servicio humilde (no obstante, personalmente exaltado por sobre él), juntamente con Juan, el testimonio de Dios en la congregación, se sintió unido de corazón y en Su obra a él; ya que la fidelidad en medio de todo el mal une los corazones muy estrechamente, y Jesús había condescendido para tomar un lugar en el cual la fidelidad estaba involucrada (véase el Salmo 40:9-10). Por lo tanto, al oír de la muerte de Juan, Él se retira a un lugar desierto. Pero al tiempo que se apartaba de la multitud que así comenzó a actuar abiertamente en el rechazo del testimonio de Dios, Él no cesa de ser el proveedor de todas sus necesidades y de testificar de este modo que Aquel que podía suministrar divinamente para todas sus necesidades se hallaba entre ellos. Porque la multitud, que sintió estas necesidades y que, pese a no tener fe, admiraba el poder de Jesús, le siguió al lugar desierto; y Jesús, movido a compasión, sana a todos sus enfermos. Al anochecer, Sus discípulos le rogaron que despidiera a la multitud para que ellos se procurasen comida. Él rehúsa y rinde un notable testimonio a la presencia, en Su propia Persona, de Aquel que tenía que saciar de pan a los pobres de Su pueblo (Salmo 132). Jehová, el Señor, quien estableció el trono de David, estaba allí en la Persona de Aquel que debería heredar ese trono. No dudo que las doce cestas de los pedazos de pan se refieren al número que, en la Escritura, designa siempre la perfección del poder administrativo en el hombre.
Los Discípulos Como Ministros De La Bendición Y El Poder Del Reino
Obsérvese también aquí que el Señor espera hallar a Sus doce discípulos capaces de ser los instrumentos de Sus actos de bendición y poder, administrando según Su propio poder las bendiciones del reino. “Dadles vosotros de comer”, les dijo. Esto se aplica a la bendición del reino del Señor, y a los discípulos de Jesús, los doce, al ser sus ministros; pero es igualmente un principio de suma importancia con respecto al efecto de la fe en cada intervención de Dios en gracia. La fe debería ser capaz de usar el poder que actúa en dicha intervención, para producir obras que son apropiadas a ese poder, conforme al orden de la dispensación y a la inteligencia que este tiene respecto a la fe. Hallaremos este principio otra vez, en otra parte, más plenamente desarrollado.
Los discípulos deseaban despedir a la multitud sin saber cómo utilizar el poder de Cristo. Deberían haber sido capaces de obtener provecho de dicho poder en nombre de Israel, conforme a la gloria de Aquel que estaba entre ellos.
Los Discípulos En Medio Del Mar; Jesús En La Tempestad Y En La Calma
Si el Señor demostraba ahora con perfecta paciencia, mediante Sus acciones, que Aquel que podía bendecir así a Israel se hallaba en medio de Su pueblo, Él no deja de dar testimonio de Su separación de ese pueblo a consecuencia de su incredulidad. Él hace que Sus discípulos entren en una barca para cruzar solos el mar; y despidiendo a la multitud Él mismo, sube a un monte a orar aparte, mientras la barca que llevaba a los discípulos era azotada por las olas del mar con un viento contrario: una viva imagen de aquello que ha sucedido. Dios ha enviado verdaderamente a Su pueblo a cruzar solos el tormentoso mar del mundo, encontrándose con una oposición contra la cual es difícil contender. Entretanto, Jesús ora solo en lo alto. Él ha despedido al pueblo judío, quienes le habían rodeado durante el período de Su presencia aquí abajo. La partida de los discípulos, aparte de su carácter general, presenta peculiarmente ante nosotros al remanente judío. Pedro individualmente, al salir de la barca, va, figuradamente, más allá de la posición de este remanente. Él representa esa fe que, renunciando a la comodidad terrenal de la barca, sale a encontrar a Jesús, el cual se había revelado a ella, y camina sobre el mar—una audaz decisión, pero basada en la palabra de Jesús: “Ven.” Con todo, observen aquí que este andar no tiene otro fundamento que, “Señor, si eres tú ... ”, es decir, Jesús mismo. No hay ningún apoyo, ninguna posibilidad de andar, si se pierde a Cristo de vista. Todo depende de Él. Hay un medio conocido en la barca; no hay nada sino fe, la cual mira a Jesús para andar sobre el agua. El hombre, como simple hombre, se hunde por el hecho mismo de encontrarse allí. Nada puede sostenerse por sí mismo salvo esa fe que obtiene de Jesús la fortaleza que hay en Él, y que, por consiguiente, le imita a Él. Pero es dulce imitarle a Él; y entonces uno está más cerca de Él, más semejante a Él. Esta es la verdadera posición de la Iglesia en contraste con el remanente en su carácter corriente. Jesús camina sobre el agua igual que sobre terreno sólido. Aquel que creó los elementos tal como son, podía disponer de sus cualidades a Su gusto. Él permite que se levanten las tempestades para probar nuestra fe. Él anda sobre la ola tempestuosa igual que sobre la calmada. Además, la tempestad no hace ninguna diferencia. Aquel que se hunde en las aguas lo hace tanto en las aguas calmas como en las tempestuosas, y el que puede andar sobre ellas, lo hará en la tempestad así como en la calma—es decir, a menos que se miren las circunstancias, falle la fe y el Señor sea olvidado. Ya que a menudo las circunstancias nos hacen olvidarle a Él, donde la fe debería capacitarnos para vencer las circunstancias por medio de nuestro andar por medio de la fe en Él, quien está por sobre todas ellas. Sin embargo, ¡bendito sea Dios! Aquel que camina con Su propio poder sobre el agua está allí para sostener la fe y los vacilantes pasos del pobre discípulo; y, en todo caso, esa fe había traído a Pedro tan cerca de Jesús que Su mano extendida podía sostenerle. La falta de Pedro fue que miró las olas, a la tempestad (la cual, después de todo, no tuvo nada que ver en ello) en vez de mirar a Jesús, quien permanecía inmutable y andaba sobre aquellas mismas olas. Con todo, el clamor de su angustia puso en acción el poder de Jesús, como su fe debería haberlo hecho; sólo que ahora era para vergüenza suya, en vez de ser en el goce de la comunión y andando como el Señor.
En La Barca Y Con El Remanente, En Genesaret Y, En El Futuro, En El Mundo
Habiendo entrado Jesús en la barca, el viento cesó. Incluso será así cuando Jesús vuelva al remanente de Su pueblo en este mundo. También entonces será Él adorado como el Hijo de Dios por todos los que estén en la barca, con el remanente de Israel. En Genesaret, Jesús ejerce de nuevo el poder que en el futuro expulsará de la tierra todo el mal que Satanás ha introducido. Porque cuando Él vuelva, el mundo le reconocerá. Es un fino retrato del resultado del rechazo de Cristo sucediendo en medio de la nación judía, y que este evangelio nos ha dado ya a conocer.

Mateo Capítulo 15

El Rechazo De Dios Al Sistema Judío
Este capítulo muestra al hombre y a Dios, el contraste moral entre la doctrina de Cristo y la de los judíos; y así, el sistema judío es rechazado moralmente por Dios. Cuando hablo del sistema, hablo de su completa condición moral, sistematizada por la hipocresía que intentaba ocultar la iniquidad, aumentándola a los ojos de Dios, ante quien ellos se presentaban a sí mismos. Utilizaban Su nombre más que las leyes de la conciencia natural, bajo el pretexto de la piedad, sólo para hundirse más profundamente. Es de esta manera que un sistema religioso llega a ser el gran instrumento del poder del enemigo, y más aún cuando aquello que lleva todavía el nombre, fue instituido por Dios. Pero entonces el hombre es juzgado, ya que el judaísmo era el hombre con la ley de Dios y el cultivo de Dios.
La Exposición Y El Juicio Del Señor De La Hipocresía De Los Líderes, Egoísmo Y Maldad
El juicio que pronuncia el Señor sobre este sistema de hipocresía, mientras manifestaba el consecuente rechazo de Israel, da origen a enseñanza que va mucho más lejos; y la cual, escudriñando el corazón del hombre y juzgando al hombre de acuerdo a lo que proviene de él, demuestra que el corazón es una fuente de toda iniquidad; y, de este modo, hace evidente que toda verdadera moralidad tiene su base en la convicción y la confesión del pecado. Porque sin esto, el corazón es siempre falso y se halaga a sí mismo en vano. Jesús va así a la raíz de todo, y sale de las relaciones especiales y temporales de la nación judía para entrar en la verdadera moralidad que pertenece a todas las edades. Los discípulos no observaban las tradiciones de los ancianos; de estas el Señor no se ocupaba. Él se sirve de la acusación, para poner sobre la conciencia de sus acusadores, que el juicio ocasionado por el rechazo del Hijo de Dios fue aprobado también sobre el terreno de aquellas relaciones que existían ya entre Dios e Israel. Ellos invalidaban el mandamiento de Dios por medio de sus tradiciones; y ello, en un grado muy importante, y un punto sobre el cual dependían incluso todas las bendiciones terrenales para los hijos de Israel. Por medio de sus propias ordenanzas, Jesús expone también la hipocresía consumada, el egoísmo y maldad de aquellos que pretendían guiar al pueblo y formar sus corazones para la moralidad y la adoración de Jehová. Isaías ya había pronunciado su juicio.
El Hombre Mostrado Tal Como Es Ante Dios
Después, Él muestra a la multitud que esta cuestión era acerca de lo que el hombre era, de lo que procedía de su corazón, de su interior; y señala las tristes corrientes que fluyen de ese manantial corrompido. Pero era la simple verdad con respecto al corazón del hombre, como Dios lo conocía, lo que escandalizaba a los hombres del mundo, justos ante sus propios ojos, lo cual era incomprensible incluso para los discípulos. Nada es más sencillo que la verdad cuando esta es conocida; nada es más difícil y más oscuro cuando se tiene que formar un juicio respecto a esta verdad por medio del corazón del hombre, el cual no posee la verdad; porque este juzga según sus propios pensamientos, y la verdad no está en él. En una palabra, Israel, y más especialmente el Israel religioso, es puesto en contraste con la verdadera moralidad: el hombre es colocado bajo su apropiada responsabilidad, y en sus verdaderos aspectos ante Dios.
Formas Externas O Pureza Interna
Jesús escudriña el corazón; pero, actuando en gracia, Él actúa según el corazón de Dios, y lo manifiesta saliendo, tanto para lo uno como para lo otro, de los términos convencionales de la relación de Dios con Israel. Una Persona divina, Dios, puede andar en el pacto que Él ha dado, pero no puede estar limitada por él. Y la infidelidad de Su pueblo hacia este pacto es la ocasión de la revelación de Él, saliendo más allá de ese lugar. Y noten, aquí, el efecto de la religión tradicional de cegar el juicio moral. ¿Qué era más claro y más llano que lo que salía de la boca y del corazón contaminaba al hombre, y no lo que él comía? Pero los discípulos, a través de la vil influencia de la enseñanza Farisaica que ponía las formas exteriores en el lugar de la pureza interior, no lo comprendían.
La Petición De La Mujer Cananea; La Dureza Aparente Del Señor
Cristo deja ahora las fronteras de Israel y Sus razonamientos con los sabios de Jerusalén, para visitar aquellos lugares que estaban más alejados de los privilegios judíos. Él va a la costa de Tiro y Sidón, las ciudades que Él mismo había utilizado como ejemplos de los que estaban más lejanos del arrepentimiento; vean el capítulo 11, donde Él las clasifica con Sodoma y Gomorra, como estando ellos más endurecidos que ellas. Una mujer sale de estas regiones. Ella era una mujer de la raza maldita, según los principios que distinguían a Israel. Era una cananea. Ella viene a implorar la intercesión de Jesús a causa de su hija, quien estaba poseída por un demonio.
Al pedir este favor, ella se dirige a Jesús por el título cuya fe le hacía saber que tenía relación con los judíos: “Hijo de David.” Esto da ocasión a un rápido progreso de la posición del Señor, y, al mismo tiempo, de las condiciones bajo las cuales el hombre podía esperar compartir el efecto de Su bondad, sí, para la revelación de Dios mismo.
Como el Hijo de David, Él no tiene nada que ver con una mujer cananea. No le devuelve respuesta. Los discípulos deseaban deshacerse de ella concediéndole su petición, para dar por finalizada su importunidad. El Señor les contesta que Él no fue enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Esta era, de hecho, la verdad. Cualesquiera hayan sido los consejos de Dios manifestados con ocasión de Su rechazo (véase Isaías 49), Él era el ministro de la circuncisión para la verdad de Dios, a fin de cumplir Sus promesas hechas a los padres.
Tomando Su Verdadero Lugar, La Mujer Cananea Experimenta La Bondad Soberana Y Divina De Dios Para Con Los Gentiles
La mujer, en un lenguaje más simple y directo, con la expresión más natural de sus sentimientos, ruega por la misericordiosa intercesión de Aquel en cuyo poder ella confiaba. El Señor le responde que no está bien quitarles el pan a los hijos y echarlo a los perrillos. Vemos aquí Su verdadera posición, venido a Israel; las promesas eran para los hijos del reino. El Hijo de David era el ministro de estas promesas. ¿Podía Él, como tal, borrar la distinción del pueblo de Dios?
Pero esa fe que saca fuerza de la necesidad, y que no encuentra recurso sino en el Señor mismo, acepta la humillación de su posición y juzga que con Él hay pan para el hambre de aquellos que no tienen derecho a él. Se persevera, también, porque hay una sentida necesidad, y fe en el poder de Aquel que ha venido en gracia.
¿Qué había hecho el Señor con Su aparente dureza? Había traído a la pobre mujer a la expresión, al sentido, de su verdadero lugar ante Dios, es decir, a la verdad en cuanto a ella misma. Pero entonces, ¿era verdadero decir que Dios era menos bondadoso de lo que ella creía, menos rico en misericordia hacia el necesitado cuya sola esperanza y confianza reposaba en esa misericordia? Esto hubiera sido negar el carácter y la naturaleza de Dios, de los cuales Él era la expresión, la verdad y el testigo en la tierra; hubiera sido negarse Él mismo, así como el objetivo de Su misión. Él no podía decir: ‘Dios no tiene ni una migaja para ellos’. Él responde, con plenitud de corazón: “Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres.” Dios sale de los estrechos límites de Su pacto con los judíos, para actuar en Su soberana bondad conforme a Su naturaleza. Él sale para ser Dios en bondad, y no meramente Jehová en Israel.
El Sentido De Necesidad Y La Fuente De Bendición
Pero esta bondad es ejercida hacia una persona que es llevada, en presencia de esta bondad, a saber que ella no tiene ningún derecho a ella. Hasta aquí, la aparente aspereza del Señor la había estado guiando. Ella recibió todo de gracia, mientras que en sí misma ella no merecía nada. Es así, y solamente así, que cada alma obtiene la bendición. No se trata simplemente del sentido de la necesidad—la mujer lo tenía desde el principio—sino de aquello que la trajo allí. No basta simplemente con reconocer que el Señor Jesús puede suplir esa necesidad—la mujer vino con este conocimiento; debemos estar en presencia de la única fuente de bendición y ser llevados a sentir que, aunque estemos allí, no tenemos ningún derecho a beneficiarnos de ella. Y esta es una posición terrible. Cuando se llega a esto, todo es gracia. Dios puede entonces actuar conforme a Su propia bondad, y Él responde a cada deseo que el corazón puede formular para su felicidad.
El Corazón Del Hombre Y El Corazón De Dios;
De este modo, vemos a Cristo como un ministro de la circuncisión para la verdad de Dios, para cumplir las promesas hechas a los padres, y para que los Gentiles pudieran también glorificar a Dios por Su misericordia, como está escrito. Al mismo tiempo, esta última verdad pone de manifiesto la verdadera condición del hombre, y la plena y perfecta gracia de Dios. Él actúa sobre esta gracia, mientras permanece fiel a Sus promesas; y la sabiduría de Dios se manifiesta de un modo que despierta nuestra admiración.
Vemos hasta qué punto la introducción de la historia de la mujer sirofenicia en este lugar, desarrolla e ilustra esta parte de nuestro Evangelio. El principio del capítulo muestra la condición moral de los judíos, la falsedad de la religiosidad sacerdotal y Farisaica; saca a la luz el estado real del hombre como tal, de qué cosa era fuente su corazón, y luego revela el corazón de Dios manifestado en Jesús. Sus tratos con esta mujer manifiestan la fidelidad de Dios a Sus promesas; y la bendición que se concede finalmente exhibe la gracia plena de Dios en relación con la declaración de la verdadera condición del hombre, aceptada por la conciencia—la gracia elevándose por encima de la maldición que se cernía sobre el objeto de esta gracia—elevándose por sobre todo para hacerse ella misma un camino para la necesidad que la fe presentaba ante ella.
En Galilea; Renovadas Evidencias De Las Misericordias Y Piedades De Jehová
El Señor parte ahora de allí y va a Galilea, a donde Él estaba en relación con el remanente despreciado de los judíos. No era Sión, ni el templo, ni Jerusalén, sino los pobres del rebaño, donde el pueblo estaba asentado en tinieblas (Isaías 8-9). Allí Sus compasiones siguen a este pobre remanente, y son nuevamente ejercidas a favor de ellos. Él renueva las evidencias, no solamente de Sus tiernas misericordias, sino de Su presencia que satisfacía a los pobres de Su pueblo con pan. Aquí, sin embargo, no es en el poder administrador con el cual Él podía investir a Sus discípulos, sino de acuerdo a Su propia perfección y actuando por Sí mismo. Él provee para el remanente de Su pueblo. Por consiguiente, es la plenitud de siete canastas de lo que sobró de los pedazos lo que es recogido. Se marcha también sin que nada más suceda allí.
Hemos visto la eterna moralidad, y la verdad en sus partes intrínsecas, sustituida por la hipocresía de las formas, el uso del hombre de la religión legalista y la demostración de que el corazón del hombre es una fuente de mal y nada más; el corazón de Dios plenamente revelado, que se eleva sobre toda dispensación para mostrar plena gracia en Cristo. De esta forma las dispensaciones son puestas a un lado, aunque son del todo reconocidas, y, al hacerse esto, el hombre y Dios son mostrados plenamente. Es un capítulo maravilloso en cuanto a lo que es eterno en verdad acerca de Dios, y en cuanto a lo que la revelación de Dios muestra que es el hombre. Y esto, observen, brinda la ocasión para la revelación de la asamblea en el próximo capítulo, la cual no es una dispensación, sino que está fundada en lo que Cristo es, el Hijo del Dios viviente. En el capítulo 12, Cristo fue dispensacionalmente rechazado, y el reino de los cielos fue sustituido en el capítulo 13. Aquí el hombre es puesto a un lado, así como lo que él había hecho de la ley, y Dios actúa en Su propia gracia sobre todas las dispensaciones. Luego vienen la asamblea y el reino en gloria.

Mateo Capítulo 16

La Respuesta Del Señor a La Incredulidad En El Corazón Y En La Voluntad
El capítulo 16 va más allá de la revelación de la simple gracia de Dios. Jesús revela lo que estaba a punto de ser formado en los consejos de esa gracia, donde Él era reconocido, mostrando el rechazo de los orgullosos entre Su pueblo, mostrando que los aborrece así como ellos Le aborrecen (Zacarías 11). Cerrando sus ojos (por la perversidad de la voluntad) a las maravillosas y benéficas señales de Su poder, que Él dispensó constantemente sobre los pobres que le buscaban, los Fariseos y los Saduceos—sorprendidos por estas manifestaciones y, no obstante, descreídos de corazón y de voluntad—demandan una señal del cielo. Él los reprende por su incredulidad, mostrándoles que ellos sabían discernir las señales del clima; sin embargo, las señales de los tiempos eran mucho más sorprendentes. Eran la generación adúltera y mala, y Él los deja: significativas expresiones de lo que estaba sucediendo ahora en Israel.
Los Discípulos Olvidadizos Son Advertidos Y Su Memoria Estimulada En Gracia Paciente
Él previene a Sus olvidadizos discípulos contra las maquinaciones de estos sutiles adversarios de la verdad, y de Aquel a quien Dios había enviado a revelarla. Israel es abandonado, como nación, en las personas de sus líderes. Al mismo tiempo, Él, en paciente gracia, recuerda a Sus discípulos lo que Sus palabras querían decirles.
La Revelación Del Padre De La Persona De Cristo a Pedro
Después, Él hace a Sus discípulos la pregunta acerca de lo que los hombres dicen en general de Él. Todo era un asunto de opinión, no de fe; es decir, la incertidumbre propia de la indiferencia moral, de la ausencia de esa necesidad consciente del alma que sólo puede descansar en la verdad, en el Salvador que uno ha hallado. Él les pregunta, entonces, qué pensaban ellos mismos de Él. Pedro, a quien el Padre se había dignado revelársele, declara su fe diciendo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” Aquí no hay ninguna incertidumbre, ni una mera opinión, sino el efecto poderoso de la revelación, hecha por el Padre mismo, de la Persona de Cristo, al discípulo que Él había elegido para este privilegio.
Tres Clases De Personas Mostradas
La condición del pueblo se manifiesta aquí de una manera notable, no como en el capítulo precedente, con respecto a la ley, sino con respecto a Cristo, quien había sido presentado a ellos. Vemos esto en contraste con la revelación de Su gloria hecha a aquellos que le seguían. Tenemos así tres clases de personas: en primer lugar, los altivos e incrédulos Fariseos; en segundo lugar, las personas que reconocían y estaban conscientes de que había un poder y una autoridad divinos en Cristo, pero que quedaban indiferentes; y por último, la revelación de Dios y la fe dada divinamente.
La Gracia Contrastada Con La Desobediencia a La Ley Y La Perversión De La Ley
En el decimoquinto capítulo, la gracia de una que no tenía más esperanza que en ella es puesta en contraste con la desobediencia y la perversión hipócrita de la ley, mediante la cual los escribas y Fariseos buscaban cubrir su desobediencia con la apariencia de piedad.
La Revelación De La Persona De Cristo Como El Fundamento De La Asamblea Y De La Administración Del Reino
El decimosexto capítulo, juzgando la incredulidad de los Fariseos con respecto a la Persona de Cristo, y poniendo aparte a estos hombres perversos, introduce la revelación de Su Persona como el fundamento de la asamblea, que iba a tomar el lugar de los judíos como los testigos de Dios en la tierra; y anuncia los consejos de Dios referentes a su establecimiento. Nos muestra, junto a ello, la administración del reino, tal como estaba siendo establecido ahora en la tierra.
Cristo El Mesías, El Hijo De Dios
Consideremos, en primer lugar, la revelación de Su Persona.
Pedro confiesa que Él es el Cristo, el cumplimiento de las promesas hechas por Dios, y de las profecías que anunciaban su realización. Él era Aquel que iba a venir, el Mesías que Dios había prometido.
Además, Él era el Hijo de Dios. El segundo Salmo había declarado que, a pesar de las intrigas de los líderes del pueblo y de la presuntuosa animosidad de los reyes de la tierra, el Rey de Dios sería ungido sobre el monte de Sión. Él era el Hijo, engendrado por Dios. Los reyes y los jueces de la tierra son llamados a someterse a Él, para no ser heridos con la vara de Su poder cuando tome a las naciones por herencia Suya. Así, el verdadero creyente esperaba al Hijo de Dios nacido a su debido tiempo en esta tierra. Pedro confesó que Jesús es el Hijo de Dios. También lo hizo Natanael: “Tú eres el Hijo de Dios; tú eres el rey de Israel.” (Juan 1:49). Y, aún después, Marta hizo lo mismo.
El Hijo Del Dios Viviente; La Roca Fundamental Del Inmutable Poder De Vida
Sin embargo, Pedro, especialmente enseñado por el Padre, añade a esta confesión una sencilla palabra, pero llena de poder: “Tú eres ... el Hijo del Dios viviente.” No sólo Aquel que cumple las promesas y responde a las profecías; es del Dios viviente que Él es el Hijo, de Aquel en quien está la vida y en quien hay poder vivificador.
Él hereda ese poder de vida en Dios, que nada puede vencer ni destruir. ¿Quién puede vencer el poder de Aquel—de este Hijo—que vino de “el que vive”? Satanás tiene el poder de la muerte; es él quien sujeta al hombre bajo el dominio de esta terrible consecuencia del pecado; y ello, por el justo juicio de Dios, el cual constituye su poder. La expresión “las puertas del Hades”, del mundo invisible, se refiere a este reino de Satanás. Es, entonces, sobre este poder, el cual deja la plaza fuerte del enemigo sin fuerza, que la asamblea es edificada. La vida de Dios no será destruida. El Hijo del Dios viviente no será vencido. Aquello, pues, que Dios fundamenta sobre esta roca de inmutable poder de vida en Su Hijo, no será destruido por el reino de la muerte. Si el hombre ha sido vencido y ha caído bajo el poder de este reino, Dios, el Dios viviente, no será vencido por este. Es sobre esto que Cristo edifica Su asamblea. Es la obra de Cristo basada en Él como Hijo del Dios viviente, no del primer Adán ni basada en él—es Su obra cumplida según el poder que esta verdad revela. La Persona de Jesús, el Hijo del Dios viviente, es su fortaleza. Es la resurrección lo que lo ha demostrado. En ella, Él es declarado Hijo de Dios con poder. Por consiguiente, no es durante Su vida, sino cuando resucitó de entre los muertos que Él comienza esta obra. La vida estaba en Él; pero no es sino hasta después que el Padre hubiera destruido las puertas del Hades—no, hasta que Él mismo lo haya hecho en Su divino poder y resucitase—que Él comienza a edificar por medio del Espíritu Santo, habiendo ascendido a lo alto, aquello que el poder de la muerte o del que lo poseía—ya vencido—nunca puede destruir. Es Su Persona la que es aquí contemplada, y es sobre Su persona que todo está fundamentado. La resurrección es la prueba de que Él es el Hijo del Dios viviente, y de que las puertas del Hades no pueden hacer nada contra Él; su poder está destruido por ella. De este modo, vemos cómo la asamblea (aunque formada en la tierra) es mucho más que una dispensación, el reino no lo es.
La obra de la cruz era necesaria; pero no se trata aquí de aquello que el justo juicio de Dios demandaba, ni de la justificación de un individuo, sino de aquello que anulaba el poder del enemigo. Era la Persona de Aquel que a Pedro se le concedió reconocer, quien vivía conforme al poder de la vida de Dios. Era una revelación peculiar y directa desde el cielo, dada por el Padre. Sin duda Cristo había dado pruebas suficientes de quién era Él; pero estas no habían demostrado nada al corazón del hombre. La revelación del Padre era la manera de conocer quien era Él, y esto iba más allá de las esperanzas de un Mesías.
El Nombre Dado a Pedro
Aquí, entonces, el Padre había revelado directamente la verdad de la propia Persona de Cristo, una revelación que iba más allá de todos los asuntos acerca de las relaciones con los judíos. Sobre este fundamento, Cristo edificaría Su asamblea. Pedro, ya nombrado así por el Señor, recibe una confirmación de ese título en esta ocasión. El Padre había revelado a Simón, el hijo de Jonás, el misterio de la Persona de Jesús; y en segundo lugar, Jesús anuncia también, por medio del nombre que le da, la estabilidad, la firmeza, la constancia y la fortaleza práctica de Su siervo favorecido por gracia. El derecho de conceder un nombre pertenece a un superior que puede asignar, al que lo lleva, su lugar y su autoridad, en la familia o en la situación en que se encuentra. El derecho, allí donde es real, supone discernimiento e inteligencia en aquello que está sucediendo. Adán da nombre a los animales. Nabucodonosor da nuevos nombres a los judíos cautivos; el rey de Egipto la da un nuevo nombre a Eliaquim, a quien había colocado en el trono. Jesús, por lo tanto, toma este lugar cuando Él dice, ‘El Padre te ha revelado esto; y yo también te doy un lugar y un nombre relacionados con esta gracia. Es sobre aquello que el Padre te ha revelado que Yo voy a edificar Mi asamblea, contra la cual (fundamentada en la vida que viene de Dios) las puertas del reino de la muerte nunca prevalecerán; y Yo, el que edifico, y edifico sobre esta base inamovible—te doy el lugar de una piedra (Pedro) en relación con este templo viviente. Mediante el don de Dios, tú perteneces ya por naturaleza al edificio—una piedra viva, poseyendo el conocimiento de la verdad que es el fundamento, y que hace de cada piedra una parte del edificio.’ Pedro fue una piedra tal de forma preeminente por medio de esta confesión; y lo fue anticipadamente por la elección de Dios. Esta revelación fue hecha soberanamente por el Padre. El Señor le asigna, al mismo tiempo, su lugar, poseyendo el derecho de administración y autoridad en el reino que Él iba a establecer.
Hasta aquí con respecto a la asamblea, mencionada ahora por primera vez, y con respecto a los judíos habiendo sido rechazados a causa de su incredulidad, y al hombre hecho pecador convicto.
El Reino De Dios En La Tierra Gobernado Desde El Cielo; Sus Llaves
Otro asunto se presenta relacionado con esto de la asamblea que el Señor iba a edificar, a saber, el reino que iba a ser establecido. Tenía que tener la forma del reino de los cielos; así era en los consejos de Dios; pero iba a ser establecido ahora de manera peculiar, habiendo sido rechazado el Rey en la tierra.
Pero, habiendo sido rechazado como Él fue, las llaves del reino estaban en manos del Señor; Su autoridad le pertenecía a Él. Él conferiría estas llaves a Pedro, el cual, cuando Él se hubiese marchado, debería abrir sus puertas al judío primeramente, y después a los Gentiles. Debería también ejercer la autoridad del Señor dentro del reino, de modo que todo lo que atara en la tierra en el nombre de Cristo (el verdadero Rey, aunque ascendido al cielo) sería atado en el cielo; y si él desataba algo en la tierra, su acción debía ser ratificada en el cielo. En una palabra, él tenía el poder de mando en el reino de Dios en la tierra, teniendo ahora este reino el carácter de reino de los cielos, porque su Rey estaba en el cielo, y el cielo había de sellar sus actos con su autoridad. Pero es el cielo autorizando sus actos terrenales, no el atarlos o desatarlos para el cielo. La asamblea relacionada con el carácter de Hijo del Dios viviente y edificada por Cristo, aunque formada en la tierra, pertenece al cielo; el reino, aunque gobernado desde el cielo, pertenece a la tierra—tiene su lugar y administración allí.
Los Propósitos Futuros De Dios En La Asamblea Y El Reino Relacionados Con Pedro
Entonces, estas cuatro cosas son declaradas por el Señor en este pasaje: primeramente, la revelación hecha por el Padre a Simón; en segundo lugar, el nombre dado a este Simón por Jesús, quien iba a edificar la Iglesia sobre el fundamento revelado en aquello que el Padre le había dado a conocer a Simón; tercero, la asamblea edificada por Cristo mismo, todavía incompleta, sobre el fundamento de la Persona de Jesús reconocido como Hijo del Dios viviente. En cuarto lugar, las llaves del reino que debían ser dadas a Pedro, es decir, la autoridad en el reino como administrándolo de parte de Cristo, ordenando en él aquello que era Su voluntad, y que debía ser ratificado en el cielo. Todo esto está relacionado con Simón personalmente, en virtud de la elección del Padre (quien, en Su sabiduría, le había escogido para que recibiera esta revelación) y de la autoridad de Cristo (quien había conferido sobre él, el nombre que le distinguía de manera personal en el gozo de este privilegio).
La Muerte Del Señor Anunciada; La Transición Desde El Sistema Mesiánico Al Establecimiento De La Asamblea
En cuanto al Señor, habiéndonos hecho conocer de esta forma los propósitos de Dios con respecto al futuro—propósitos que serían cumplidos en la asamblea y en el reino—ya no había lugar para Su presentación a los judíos como el Mesías. No es que Él abandonaba el testimonio, lleno de gracia y de paciencia hacia el pueblo, el cual Él había dado en todo Su ministerio. No; ese, en realidad, continuaba, pero los discípulos tenían que comprender que ya no era tarea de ellos anunciar al pueblo que Él era el Cristo. A partir de este momento, también, Él comenzó a enseñar a Sus discípulos que debía sufrir, ser muerto y resucitar.
Pedro Haciendo La Obra Del Adversario; El Único Camino Es La Cruz
Pero, a pesar de lo bendecido y honrado que fue Pedro por la revelación que el Padre le había hecho, su corazón se aferraba todavía de manera carnal a la gloria humana de su Maestro (en realidad, a la suya propia) y estaba lejos aún de elevarse a la altura de los pensamientos de Dios. ¡Es lamentable, pero él no es el único ejemplo de esto! Estar convencido de las verdades más exaltadas, e incluso gozar verdaderamente de ellas como verdades, es algo muy distinto que tener el corazón formado según los sentimientos, y del andar aquí abajo, los cuales están de acuerdo con esas verdades. No se trata de que haga falta sinceridad en el disfrute de la verdad. Lo que hace falta es tener la carne y el yo mortificados—estar muertos al mundo. Nosotros podemos gozar sinceramente de la verdad enseñada por Dios, y, aún así, no poseer la carne mortificada o el corazón en un estado que esté de acuerdo a esa verdad, en lo que involucra las cosas de aquí abajo. Pedro (honrado así últimamente por la revelación de la gloria de Jesús, y hecho depositario, de un modo muy especial, de la administración del reino dado al Hijo, y teniendo un lugar distinguido en aquello que debía seguir al rechazo del Señor por los judíos) está haciendo ahora la obra del adversario con respecto a la perfecta sujeción de Jesús al sufrimiento e ignominia que debían introducir esta gloria y caracterizar al reino. ¡Es lamentable!, el caso estaba claro; él ponía la mira en las cosas de los hombres y no en las de Dios. Pero el Señor, en fidelidad, rechaza a Pedro en este asunto, y enseña a Sus discípulos que el único camino, el señalado y necesario camino, es la cruz; si alguien quería seguirle, ese es el camino que Él tomó. Además, ¿qué aprovecharía al hombre si salvase su vida y lo perdiese todo—ganar el mundo y perder su alma? Porque esta era la cuestión, y no la gloria exterior del reino.
Incredulidad Entre Los Judíos Y En Los Corazones De Los Discípulos
Habiendo examinado este capítulo, como la expresión de la transición del sistema Mesiánico al establecimiento de la asamblea fundamentada en la revelación de la Persona de Cristo, deseo también dirigir la atención a los caracteres de la incredulidad que son desarrollados aquí, tanto entre los judíos como en los corazones de los discípulos. Será provechoso observar las formas de esta incredulidad.
En primer lugar, ella toma la forma más vulgar de pedir una señal del cielo. Los Fariseos y los Saduceos se unen para mostrar su insensibilidad a todo lo que el Señor había hecho. Requieren una prueba para sus sentidos naturales, es decir, para su incredulidad. Ellos no creerán a Dios, ni prestando atención a Sus palabras ni contemplando Sus obras. Dios tenía que satisfacer su obstinación, lo cual no sería fe ni la obra de Dios. Tenían entendimiento para las cosas humanas que estaban manifestadas en forma bastante menos clara, pero ningún entendimiento para las cosas de Dios. Un Salvador perdido para ellos, como judíos en la tierra, sería la única señal que se les concedería. Ellos tendrían que someterse, lo quisieran o no, al juicio de la incredulidad que ellos exhibían. El reino les sería quitado, el Señor los deja. La señal de Jonás está relacionada con el tema de todo el capítulo.
A continuación, vemos esta misma falta de atención hacia el poder manifestado en las obras de Jesús; pero no se trata ya de la oposición de la voluntad descreída; la ocupación del corazón en las cosas del presente, aleja a los tales de la influencia de las señales que se habían dado. Esto es debilidad, no mala voluntad. No obstante, ellos son culpables, pero Jesús los llama “hombres de poca fe”, en vez de “hipócritas” y “generación mala y adúltera.”
Vemos, entonces, a la incredulidad manifestándose bajo la forma de opinión indolente, la cual prueba que el corazón y la conciencia no están interesados en un asunto que debería gobernarlos—un asunto que, si el corazón enfrentara realmente su verdadera importancia, este no descansaría hasta llegar a la certeza con respecto a este asunto. Aquí el alma no siente la necesidad; consecuentemente, no hay discernimiento. Cuando el alma siente esta necesidad, sólo hay una cosa que puede satisfacerla; no puede haber descanso hasta que se encuentra. La revelación de Dios que creó esta necesidad, no deja al alma en paz hasta que tiene la seguridad de poseer aquello que la despertó. Aquellos que no son sensibles a esta necesidad podrán descansar en probabilidades, cada cual conforme a su carácter natural, su educación, sus circunstancias. Hay bastante como para despertar la curiosidad—la mente está ocupada en ella, y juzga. La fe tiene necesidades, y, en principio, inteligencia en cuanto al objeto que satisface esas necesidades; el alma es ejercitada hasta que encuentra lo que necesita. El hecho es que Dios está ahí.
La Fe Viva De Pedro Como Una Piedra Viva En El Templo
Este es el caso de Pedro. El Padre le revela al Hijo a él. Aunque débil, se halló en él fe viva, y vemos la condición de su alma cuando dice: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” ¡Dichoso el hombre a quien Dios revela verdades tales como estas, en quien Él despierta estas necesidades! Podrá haber conflicto, mucho que aprender, mucho que mortificar, pero el consejo de Dios está allí, y la vida relacionada con este. Hemos visto su efecto en el caso de Pedro. Cada cristiano tiene su lugar en el templo del cual Pedro era una piedra tan eminente. ¿Quiere decir esto que el corazón sea, prácticamente, digno de la revelación que se le hace? No; después de todo, puede estar la carne no mortificada aún en aquel punto donde la revelación toca nuestra posición terrenal.
La Revelación Dada a Pedro Implicando El Rechazo De Cristo En La Tierra; La Cruz Como La Entrada Al Reino
De hecho, la revelación hecha a Pedro implicaba el rechazo de Cristo en la tierra—conducía necesariamente a Su humillación y muerte. Ese era el punto. Para sustituir la revelación del Hijo de Dios, la asamblea y el reino celestial, por la manifestación del Mesías en la tierra, ¿qué podía significar, excepto que Jesús iba a ser entregado a los Gentiles para ser crucificado, y después de esto que resucitase? Pero moralmente, Pedro no había llegado a esto. Al contrario, su corazón carnal se beneficiaba de la revelación hecha a él, y de aquello que Jesús le había dicho, para exaltarse a sí mismo. Él vio, por lo tanto, la gloria personal sin percibir las consecuencias prácticas morales. Él comienza a reprender al Señor, e intenta disuadirle del camino de la obediencia y la sujeción. El Señor, siempre fiel, le trata como un adversario. ¡Es lamentable! ¡Cuán a menudo hemos gozado de una verdad, y gozado sinceramente, y no obstante hemos fracasado en las consecuencias prácticas a las que nos conducía en la tierra! Un Salvador celestial glorificado, el cual edifica la asamblea, implica el llevar la cruz en la tierra. La carne no comprende esto. Elevará a su Mesías al cielo, si ustedes lo desean; pero tomar su porción de la humillación, lo cual sigue forzosamente, no es su idea de un Mesías glorificado. La carne debe ser mortificada para tomar este lugar. Debemos poseer la fortaleza de Cristo por medio del Espíritu Santo. Un cristiano que no esté muerto al mundo, no es sino una piedra de tropiezo para todo aquel que busca seguir a Cristo.
Estas son las formas de incredulidad que preceden a una verdadera confesión de Cristo, y las cuales se hallan, ¡lamentablemente! en aquellos que sinceramente le han confesado y le conocen (no mortificando la carne de tal manera que el alma pueda caminar a la altura de lo que aprendió de Dios y su entendimiento espiritual siendo oscurecido al pensar en las consecuencias que la carne rechaza).
El Título Glorioso De “Hijo Del Hombre” Reemplazando El De Mesías
Pero si la cruz era la entrada al reino, la revelación de la gloria no se tardaría. Siendo el Mesías rechazado por los judíos, un título más glorioso y de trascendencia mucho más profunda es manifestado: el Hijo del Hombre vendrá en la gloria del Padre (pues Él era el Hijo de Dios) y recompensará a cada hombre conforme a sus obras. Había allí incluso algunos que no gustarían la muerte (pues ellos estaban hablando de esto) hasta que hubieran visto la manifestación de la gloria del reino que pertenecía al Hijo del Hombre.
Podemos observar aquí el título de “Hijo de Dios” establecido como el fundamento; y el de Mesías, dejado por lo que respecta al testimonio dado en ese tiempo, y sustituido por el de “Hijo del Hombre”, el cual Él toma al mismo tiempo que el de Hijo de Dios, y que poseía una gloria que le pertenecía a Él por Su derecho propio. Vendría en la gloria de Su Padre como Hijo de Dios, y en Su propio reino como Hijo del Hombre.
Cristo Como El Hijo Del Hombre En Los Salmos
Es interesante recordar aquí la enseñanza dada a nosotros al comienzo del libro de los Salmos. El hombre justo, distinguido de la congregación de los malos, ha sido presentado en el primer salmo. Luego, en el segundo, tenemos la rebelión de los reyes de la tierra y de los gobernantes en contra del Señor y de Su Ungido (es decir, de Su Cristo). Ahora bien, sobre este se declara el decreto de Jehová. Adonai, el Señor, se burlará de ellos desde el cielo. Además, el Rey de Jehová será establecido sobre el Monte Sión. Este es el decreto: “Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy.” A los reyes de la tierra y a los jueces se les ordena honrar al Hijo (N. del T.:o “Besad al Hijo”, como reza el versículo 12 del Salmo 2 en la Versión Moderna).
Ahora, en los salmos siguientes, toda esta gloria es oscurecida. La angustia del remanente, en el que Cristo tiene una parte, es relatada. Luego, en el Salmo 8, se le menciona como el Hijo del Hombre, Heredero de todos los derechos conferidos soberanamente sobre el hombre por los consejos de Dios. El nombre de Jehová llega a ser grande en toda la tierra (“admirable”—Versión Modera). Estos salmos no van más allá de la parte terrenal de estas verdades, excepto donde está escrito: “El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos” (Salmo 2:4); mientras que en Mateo 16, la relación del Hijo de Dios con esto, Su venida con Sus ángeles (para no decir nada de la asamblea) son puestas ante nosotros. Es decir, vemos que el Hijo del Hombre vendrá en la gloria del cielo. No que su morada allí sea la verdad declarada; sino que Él es investido con la gloria más alta del cielo cuando Él viene a establecer Su reino en la tierra. Él viene en Su reino. Este es establecido en la tierra; pero viene para tomarlo con la gloria del cielo. Esto es expuesto en el capítulo siguiente, conforme a la promesa aquí en el versículo 28.
Una Muestra De La Gloria Venidera Dada Para Confirmar La Fe De Los Discípulos
En cada Evangelio que habla de ella, la transfiguración sigue inmediatamente a la promesa de no gustar la muerte antes de ver el reino del Hijo del Hombre. Y no solamente esto, sino que Pedro (en su segunda Epístola, 1:16) hablando de la escena declara que fue una manifestación del poder y de la venida de nuestro Señor Jesucristo. Dice que la palabra profética les fue confirmada al ver ellos Su majestad, de modo que ellos sabían de qué hablaban al serles dado a conocer el poder y la venida de Cristo, tras haber contemplado Su majestad. De hecho, es precisamente en este sentido que el Señor habla de ello aquí, como ya hemos visto. Era una muestra de la gloria en la cual Él vendría después, dada para confirmar la fe de Sus discípulos en la perspectiva de Su muerte, la cual Él les había anunciado recién.

Mateo Capítulo 17

La Transfiguración
Jesús los conduce a un monte alto, y allí es transfigurado ante ellos: “Resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.” Moisés y Elías aparecieron también hablando con Él. Dejo el tema del discurso de ellos, el cual es profundamente interesante, hasta que lleguemos al Evangelio de Lucas, quien añade algunas circunstancias más, las cuales, en algunos respectos, dan otro aspecto a esta escena.
Aquí el Señor aparece en gloria, y Moisés y Elías con Él: uno es el legislador de los judíos; el otro (casi distinguidos por igual), el profeta que intentó hacer volver a las diez tribus apostatas a la adoración de Jehová, y quien, desesperanzado a causa del pueblo, regresó a Horeb, desde donde la ley fue dada, y después fue tomado al cielo sin pasar por la muerte.
El Error De Pedro; El Objeto De La Complacencia Del Padre Ha De Ser El Nuestro
Estas dos personas, ilustres de forma preeminente en los tratos de Dios con Israel, uno como el fundador y el otro como restaurador del pueblo en relación con la ley, aparecen en compañía de Jesús. Pedro (impresionado por esta aparición, gozándose de ver a su Maestro asociado con estos pilares del sistema judío, con tales eminentes siervos de Dios, ignorante de la gloria del Hijo del Hombre y olvidando la revelación de la gloria de Su Persona como el Hijo de Dios) desea construir tres enramadas, y colocar a los tres al mismo nivel como oráculos. Pero la gloria de Dios se manifiesta; es decir, la señal conocida en Israel como la morada (Shekina) de esa gloria; y la voz del Padre es escuchada. La gracia puede colocar a Moisés y Elías en la misma gloria que la del Hijo de Dios, y asociarlos con Él; pero si la locura del hombre, en su ignorancia, los quiere situar juntos como teniendo la misma autoridad sobre el corazón del creyente, el Padre debe vindicar de inmediato los derechos de Su Hijo. No pasa un momento antes de que la voz del Padre proclame la gloria de la Persona de Su Hijo, Su relación con Él, que Él es el objeto de todo Su afecto, y en quien tiene toda Su complacencia. Es a Él a quien los discípulos tienen que oír. Moisés y Elías han desaparecido. Cristo está allí solo, como el Único que ha de ser glorificado, el Único que enseñaría a aquellos que escuchen la voz del Padre. El Padre mismo le distingue y le presenta a la atención de los discípulos, no porque fuese digno del amor de ellos, sino como el objeto de Su propia complacencia. En Jesús, Él mismo estaba muy complacido. Así, los afectos del Padre se nos presentan como los que gobiernan los nuestros—colocando ante nosotros un objeto común. ¡Qué posición para unas pobres criaturas como nosotros! ¡Qué gracia!
Jesús El Único Dispensador Del Conocimiento Y La Mente De Dios
Al mismo tiempo, la ley y toda idea de su restauración bajo el antiguo pacto, habían pasado; y Jesús, glorificado como Hijo del Hombre, e Hijo del Dios viviente, permanece el único dispensador del conocimiento y la mente de Dios. Los discípulos se postran sobre sus rostros, sienten temor, al oír la voz de Dios. Jesús, para quien esta gloria y esta voz eran familiares, les anima, como siempre hizo cuando estaba en la tierra, diciendo: “no temáis.” Estando con Aquel que era el objeto del amor del Padre, ¿por qué debían temer? Su mejor Amigo era la manifestación de Dios en la tierra, la gloria le pertenecía a Él. Moisés y Elías habían desaparecido, y la gloria también, la cual los discípulos no podían aún soportar. Jesús—que había sido manifestado así a ellos en la gloria dada a Él, y en los derechos de Su gloriosa persona, en Sus relaciones con el Padre—permanece el mismo para con ellos como siempre le habían conocido. Pero esta gloria no tenía que ser el tema de su testimonio hasta que Él, el Hijo del Hombre, hubiese resucitado de entre los muertos—el sufriente Hijo del Hombre. La gran prueba sería dada entonces, de que Él era el Hijo de Dios con poder. El testimonio de ello debía ser rendido, y Él ascendería personalmente a esa gloria que acababa de resplandecer ante sus ojos.
La Venida Y El Rechazo De Elías Y Del Hijo Del Hombre
Pero surge una dificultad en las mentes de los discípulos, provocada por la doctrina de los escribas con respecto a Elías. Ellos habían dicho que Elías debía venir antes de la manifestación del Mesías; y, de hecho, la profecía de Malaquías autorizaba esta expectativa. ¿Por qué entonces, preguntan ellos, dicen los escribas que Elías debía venir primero (es decir, antes de la manifestación del Mesías); considerando que nosotros hemos visto ahora que Tú eres Él, sin haber venido Elías? Jesús confirma las palabras de la profecía, añadiendo que Elías debía restaurar todas las cosas: “Mas”, continúa el Señor, “os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.” Entonces ellos comprendieron que Él hablaba de Juan el Bautista, quien vino en el espíritu y poder de Elías, como había declarado el Espíritu Santo por medio de Zacarías su padre.
Digamos unas cuantas palabras sobre este pasaje. Primeramente, cuando el Señor dice, “A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas”, Él no hace más que confirmar aquello que los escribas habían dicho, según la profecía de Zacarías, como si Él hubiese dicho, ‘Ellos tienen razón’. Él declara entonces el efecto de la venida de Elías: “restaurará todas las cosas.” Pero el Hijo del Hombre tenía que venir todavía. Jesús había dicho a Sus discípulos, “No acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre.” (Mateo 10:23). No obstante, Él había venido e incluso en ese momento estaba hablando con ellos. Pero esta venida del Hijo del Hombre de la que hablaba, es Su venida en gloria, cuando Él será manifestado como el Hijo del Hombre en juicio conforme a Daniel 7. Fue así que todo lo que se había dicho a los judíos tenía que cumplirse; y en el Evangelio de Mateo, Él les habla en relación con esta expectativa. Sin embargo, era necesario que Jesús fuera presentado a la nación y sufriera. Era necesario que la nación fuese sometida a prueba por la presentación del Mesías de acuerdo a la promesa. Esto fue hecho, y como Dios había también predicho por los profetas, fue “despreciado entre los hombres” (Isaías 53:3). De esta manera Juan fue también delante de Él, según Isaías 40, como la voz en el desierto, incluso en el espíritu y poder de Elías; él fue rechazado como el Hijo del Hombre también lo sería.
El Rechazo Del Hijo Del Hombre; La Nación Puesta a Un Lado Temporalmente Y La Restauración De Todas Las Cosas
El Señor, entonces, por medio de estas palabras, declara a Sus discípulos, en relación con la escena que recién habían dejado, y con toda esta parte de nuestro Evangelio, que el Hijo del Hombre, tal como era presentado ahora a los judíos, iba a ser rechazado. Este mismo Hijo del Hombre iba a ser manifestado en gloria, como la habían visto por un momento en el Monte. Elías, en realidad, tenía que venir, como los escribas habían dicho; pero que Juan el Bautista había cumplido ya con aquel cargo en poder para la presentación del Hijo del Hombre; la cual (siendo abandonados los judíos, como convenía, a su propia responsabilidad) terminaría sólo en Su rechazo, y en la nación puesta a un lado hasta los días en los cuales Dios comenzaría de nuevo a relacionarse con Su pueblo, todavía querido para Él, cualquiera que fuese su condición. Él restauraría, entonces, todas las cosas (una obra gloriosa que Él cumpliría trayendo de nuevo a Su Primogénito al mundo). La expresión “restaurará todas las cosas”, se refiere aquí a los judíos, y es empleada moralmente. En Hechos 3, se refiere al efecto de la propia presencia del Hijo del Hombre.
El Último Paso En La Prueba De Los Judíos; Gracia Pura
La presencia temporal del Hijo del Hombre fue el momento en que fue cumplida una obra de la que la gloria eterna dependía, y en la cual Dios ha sido plenamente glorificado, por sobre y más allá de toda dispensación, y en la cual Dios, y también el hombre, ha sido revelado, una obra en la que incluso la gloria exterior del Hijo del Hombre no es sino el fruto, en cuanto ello depende de Su obra, y no de Su divina Persona; una obra en la que, en un sentido moral, Él fue perfectamente glorificado al glorificar de manera perfecta a Dios. Con todo, con respecto a las promesas hechas a los judíos, este no fue sino el último paso en la prueba a la que ellos estaban sujetos por la gracia. Dios bien sabía que rechazarían a Su Hijo; pero no los consideraría definitivamente culpables hasta que no lo hubieran hecho realmente. Así, en Su divina sabiduría (mientras que después cumpliría Sus promesas inmutables) Él les presenta a Jesús—Su Hijo, el Mesías de ellos. Les proporciona todas las pruebas necesarias. Les envía a Juan el Bautista en el espíritu y poder de Elías, como precursor Suyo. El Hijo de David nace en Belén con todas las señales que deberían haberles convencido; pero ellos estaban cegados por su orgullo y justicia propia, y rechazaron todo. No obstante, todo esto resultó en Jesús, en gracia, adaptándose Él mismo, en cuanto a Su posición, a la mísera condición de Su pueblo. Así también Él, como el Antitipo de David rechazado en su tiempo, compartía la aflicción de Su pueblo. Si los Gentiles los oprimían, el Rey debía asociarse con la angustia de ellos, al tiempo que daba toda prueba de lo que Él era y los buscaba en amor. Al ser Él rechazado, todo se transforma en gracia pura. Ellos ya no tienen derecho a nada conforme a las promesas, y se ven reducidos a recibir todo desde esa gracia, así como un pobre Gentil lo haría. Dios no fallará en la gracia. De esta manera, Él les hace ver su propia posición de pecadores, y cumplirá, no obstante, Sus promesas. Este es el tema de Romanos 11.
Juan El Bautista Y Elías
Ahora bien, el Hijo del Hombre que regresará, será este mismo Jesús que se marchó. Los cielos le recibirán hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas (Hechos 3:21), de las cuales los profetas han hablado. Pero aquel que tenía que ser Su precursor en esta presencia temporal aquí no podía ser el mismo Elías. Por consiguiente, Juan estaba conformado a la manifestación de entonces del Hijo del Hombre, salvo la diferencia que manaba necesariamente de la Persona del Hijo del Hombre, que no podía ser sino una, mientras que este no podía ser el caso con Juan el Bautista y Elías. Pero del mismo modo que Jesús manifestó todo el poder del Mesías y todos Sus derechos sobre todo lo que pertenecía a ese Mesías, sin asumir todavía la gloria externa ya que aún no había llegado Su tiempo (Juan 7), así Juan cumplió moralmente y en poder la misión de Elías para preparar el camino del Señor delante de Él (según el verdadero carácter de Su venida, como se cumplió entonces) y respondió literalmente a Isaías 40, e incluso a Malaquías 3, los únicos pasajes aplicados a él. Esta es la razón por la que Juan dijo que él no era Elías y por la que el Señor dijo, “Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.” (Mateo 11:14). Por lo tanto, Juan tampoco se aplicó nunca Malaquías 4:5-6 a sí mismo; pero él se anuncia a sí mismo como cumpliendo Isaías 40:3-5, y ello en cada uno de los Evangelios, independientemente de su carácter particular.
La Incredulidad Del Creyente; La Necesidad Sentida Y Su Remedio
Pero prosigamos con nuestro capítulo. Si el Señor asciende a la gloria, Él desciende ahora a este mundo en Espíritu y compasión, y se encuentra con el gentío y el poder de Satanás, con los cuales nosotros tenemos que ver. Mientras el Señor estaba en el Monte, un pobre padre había traído a los discípulos a su hijo que era lunático y estaba poseído por un demonio. Aquí se desarrolla otro carácter de la incredulidad del hombre, aquella incluso del creyente—inhabilidad para hacer uso del poder que está, por así decirlo, a su disposición en el Señor. Cristo, Hijo de Dios, Mesías, Hijo del Hombre, había vencido al enemigo, había atado al hombre fuerte y tenía el derecho a echarlo fuera. Como hombre, el Obediente a pesar de las tentaciones de Satanás, Él le había vencido en el desierto, y como hombre tenía el derecho de despojarle de su dominio sobre un hombre en cuanto a este mundo; y esto es lo que hizo. Al echar fuera demonios y sanar a los enfermos, Él liberaba al hombre del poder del enemigo. “Dios”, dijo Pedro, “ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo.” (Hechos 10:38). Ahora bien, este poder debería haber sido utilizado por los discípulos, quienes tenían que haber conocido de que modo valerse de él ellos mismos, por la fe, de aquello que Jesús había manifestado así en la tierra; pero no fueron capaces de hacerlo. Sin embargo, ¿de qué aprovechaba traer este poder aquí abajo si los discípulos no tenían fe para utilizarlo? El poder estaba allí; el hombre podía beneficiarse por medio de él para la completa liberación de toda la opresión del enemigo; pero él no tenía fe para hacerlo—incluso ni los creyentes la tenían. La presencia de Cristo en la tierra no era de utilidad, cuando incluso Sus propios discípulos no sabían cómo sacar provecho de este poder. Había más fe en el hombre que trajo a su hijo que en ellos, pues la necesitad sentida le trajo a su remedio. Por tanto, todos quedan bajo la sentencia del Señor: “¡Oh generación incrédula y perversa!” Él debe dejarlos; y aquello que la gloria había revelado arriba, la incredulidad lo comprendería abajo.
Fe Individual Satisfecha Con Bendición
Observen que no se trata aquí del mal en el mundo el que pone término a una particular intervención de Dios; al contrario, da ocasión para la intervención en gracia. Cristo vino a causa del control de Satanás sobre los hombres. Él se marcha porque aquellos que le habían recibido eran incapaces de utilizar el poder que Él trajo consigo, y que Él otorga para su liberación; no pueden valerse de él mediante las ventajas mismas que entonces gozaban. Faltaba la fe. No obstante, observen también esta verdad importante y conmovedora que, mientras tal dispensación de Dios continua, Jesús no falla para satisfacer la fe individual con bendición, incluso cuando Sus discípulos no pueden glorificarle por medio del ejercicio de la fe. La misma sentencia que juzga la incredulidad de los discípulos, llama al angustiado padre al goce de la bendición. Después de todo, para ser capaces nosotros mismos de hacer buen uso de Su poder, debemos estar en comunión con Él por la energía práctica de la fe.
Él bendice, entonces, al pobre padre según su necesidad; y, lleno de paciencia, reanuda el curso de la enseñanza que estaba dando a Sus discípulos sobre el asunto de Su rechazo y Su resurrección como Hijo del Hombre. Amando al Señor, e incapaces de hacer pasar sus pensamientos por encima de las circunstancias del momento, están turbados; y no obstante, esto era redención, salvación, la gloria de Cristo.
La Enseñanza Del Maestro; Asociación Con Él
No obstante, antes de ir más allá y de enseñarles aquello que debía ser la porción de los discípulos de un Maestro así rechazado, y la de la posición que tenían que ocupar, Él les presenta Su gloria divina y la asociación de ellos con Aquel que la tenía, del modo más conmovedor, si podían al menos comprenderlo; y al mismo tiempo, con perfecta condescendencia y ternura hacia ellos, se sitúa Él mismo con ellos, o mejor dicho, Él los coloca en el mismo lugar con Él mismo, como Hijo del gran Rey del templo y de toda la tierra.
Las Dos Dracmas: Condescendencia Divina
Los que cobraban las dos dracmas para el servicio del templo vienen y le preguntan a Pedro si su Maestro no lo pagaba. Siempre pronto a adelantarse a todo, olvidando la gloria que había visto y la revelación hecha a él por el Padre, Pedro, descendiendo al nivel común de sus propios pensamientos, ansioso de que su Maestro fuera considerado un buen judío y sin consultarle a Él, contesta a la pregunta afirmativamente. El Señor se anticipa a Pedro al entrar en la casa, y le muestra Su divino conocimiento de lo que ya había sucedido a distancia de Él. Al mismo tiempo, Él habla de Pedro y de Sí mismo como hijos los dos del Rey del templo (Hijo de Dios aún manteniendo con paciente bondad Su humilde lugar como judío) y, por lo tanto, libres ambos del impuesto. Pero ellos no debían ofender. Él, entonces, ordena a la creación (porque Él puede hacer todas las cosas, ya que Él conoce todas las cosas) y hace que un pez traiga precisamente la suma requerida, y uniendo de nuevo el nombre de Pedro con el Suyo. Él dijo, “para que no les demos motivo de escándalo” (Mateo 17:27—Versión Moderna), “dáselo por mí y por ti.” ¡Maravillosa y divina condescendencia! Él que es quien escudriña los corazones, y que dispone a voluntad de toda la creación, el Hijo del soberano Señor del templo, pone a sus pobres discípulos en la misma relación con Su Padre celestial, con el Dios que era adorado en ese templo. Se somete a las demandas que habrían sido debidamente hechas a los extranjeros, pero Él coloca a Sus discípulos en Sus propios privilegios como Hijo. Vemos muy claramente la relación entre esta conmovedora expresión de gracia divina y el tema de estos capítulos. Ella demuestra todo el significado del cambio que estaba teniendo lugar.
Las Epístolas De Pedro En Relación Con Los Capítulos 16-17
Es interesante observar que la primera epístola de Pedro se basa en Mateo 16, y la segunda en el capítulo 17, que hemos estado considerando recién. En el capítulo 16, Pedro, enseñado por el Padre, confiesa que el Señor es el Hijo del Dios viviente; y el Señor dijo que sobre esa roca edificaría Su iglesia, y que aquel que tenía el poder de la muerte no prevalecería contra ella. Así también Pedro, en su primera epístola, declara que ellos habían nacido de nuevo para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Ahora bien, es por medio de esta resurrección que el poder de la vida del Dios viviente fue manifestado. Después, él llama a Cristo la piedra viva, a quien acercándonos, como piedras vivas, somos edificados como un templo santo para el Señor.
En su segunda epístola, él recuerda, de manera especial, la gloria de la transfiguración, como una prueba de la venida y del reino del Hijo del Hombre. Por consiguiente, él habla en esa epístola del juicio del Señor.

Mateo Capítulo 16

Los Caminos De Dios En El Nuevo Orden De Cosas; El Carácter Del Verdadero Testimonio a Ser Rendido
En el capítulo 18, los grandes principios apropiados al nuevo orden de cosas son dados a conocer a los discípulos. Examinemos un poco estas dulces y preciosas enseñanzas del Señor.
Ellas pueden ser contempladas de dos maneras. Ellas revelan los caminos de Dios con respecto a aquello que debía tomar el lugar del Señor en la tierra, como un testimonio de la gracia y de la verdad. Además de esto, describen el carácter que es, en sí mismo, el verdadero testimonio que debe ser rendido.
Este capítulo da por supuesto que Cristo ha sido ya rechazado y está ausente, y que la gloria del capítulo 17 no ha llegado aún. Pasa por sobre el capítulo 17 para enlazarse con el capítulo 16 (excepto en cuanto a que los últimos versículos del capítulo 17 entregan un testimonio práctico de Su abdicación a Sus verdaderos derechos hasta que Dios los vindique). El Señor habla de los dos asuntos contenidos en el capítulo 16: el reino y la iglesia.
“Como Niños”—El Espíritu Que Conviene a Los Seguidores De Un Señor Rechazado
Aquello que sería apropiado al reino era la mansedumbre de un niño, la cual es incapaz de afirmar sus propios derechos ante un mundo que la ignora—el espíritu de dependencia y humildad. Ellos debían ser como niños. En ausencia de Su Señor rechazado, este era el espíritu que convenía a Sus seguidores. Aquel que recibía a un niño en el nombre de Jesús, le recibía a Él. Por otro lado, el que ponía una piedra de tropiezo en el camino de uno de estos pequeños que creían en Jesús, sería visitado con el más terrible juicio. ¡Es lamentable! el mundo hace esto, pero, ¡ay del mundo por este motivo! En cuanto a los discípulos, si aquello que ellos más valoraban se convertía en lazo, debían sacarlo y cortarlo, ejerciendo un cuidado extremo, en gracia, para no ser lazos a un pequeño que cree en Cristo, y ejerciendo una severidad implacable en cuanto a ellos mismos, con respecto a cualquier cosa que pudiese ser un lazo para ellos mismos. La pérdida de lo más precioso aquí no era nada, comparado con su eterna condición en otro mundo; porque esa era la cuestión ahora, y el pecado no podía tener un lugar en la casa de Dios. El cuidado hacia los demás, incluso hacia los más débiles, la severidad con el yo, era la norma para que en el reino no existiera ningún lazo ni ningún mal. En cuanto a la ofensa, gracia plena al perdonar. No tenían que menospreciar a estos pequeños; porque si eran incapaces de abrirse camino en este mundo, ellos eran los objetos del favor especial del Padre, como aquellos que, en las cortes terrenales, tenían el privilegio peculiar de ver el rostro del rey. No es que no hubiera pecado en ellos, sino que el Padre no menospreciaba a aquellos que estaban lejos de Él. El Hijo del Hombre había venido para salvar a los perdidos. Y no era la voluntad del Padre que ninguno de estos pequeños se perdiera. Él hablaba, no lo dudo, de niños como aquellos que Él tomaba en Sus brazos; pero Él inculca a Sus discípulos el espíritu de humildad y dependencia por una parte, y por la otra el espíritu del Padre que ellos tenían que imitar, a fin de ser verdaderamente los hijos del reino; y a no andar en el espíritu del hombre que busca mantener su lugar y propia importancia, sino a humillarse y someterse al desprecio; y al mismo tiempo (y esto es la verdadera gloria) imitar al Padre, el cual considera a los humildes y los admite en Su presencia. El Hijo del Hombre había venido a favor de los que no tenían valor. Este es el espíritu de la gracia del que se habla al final del capítulo 5. Es el espíritu del reino.
La Asamblea Ha De Ocupar El Lugar De Cristo En La Tierra; Cristo En Medio
Pero, más especialmente, la asamblea tenía que ocupar el lugar de Cristo en la tierra. Con respecto a las ofensas contra uno mismo, este mismo espíritu de mansedumbre es el que convenía a Su discípulo; él tenía que ganar a su hermano. Si este último le escuchaba, el asunto debía quedar enterrado en el corazón del ofendido; si no, dos o tres más, entonces, debían ser llevados ante el ofensor por la persona ofendida para alcanzar su conciencia, o para hacer de testigos; pero si de nada servían estos medios designados, debía darse a conocer a la asamblea; y si esto no producía sumisión, aquel que había hecho el mal tenía que ser considerado por el otro como un extraño, igual que un pagano y un publicano lo eran para Israel. La disciplina pública de la asamblea no es tratada aquí, sino el espíritu en el cual los cristianos tenían que caminar. Si el ofensor agachaba la cabeza cuando se le hablaba, debía perdonársele incluso setenta veces siete al día. Pero aunque no se hable de la disciplina de Cristo, vemos que la asamblea tomaba el lugar de Israel en la tierra. A ella se le aplicaban, de ahí en adelante, lo interno y lo externo. El cielo ratificaría aquello que la asamblea atase en la tierra, y el Padre concedería la oración de dos o tres que convinieran en hacer juntos su petición; ya que Cristo estaría en medio de dondequiera que dos o tres se reunieran en, o hacia Su nombre. Así, para las decisiones, para las oraciones, ellos eran como Cristo en la tierra, porque Cristo mismo estaba allí con ellos. ¡Solemne verdad! inmenso favor otorgado a dos o tres cuando están congregados verdaderamente en Su nombre; pero que llega a ser un asunto profundamente triste cuando esta unidad es fingida, mientras la realidad no está allí.
El Espíritu Del Reino—Gracia Y Humildad
Otro elemento del carácter apropiado al reino, que había sido manifestado en Dios y en Cristo, es la gracia perdonadora. En esto también los hijos del reino tienen que ser imitadores de Dios, y perdonar siempre. Esto se refiere solamente a los males causados a uno, y no a la disciplina pública. Debemos perdonar hasta el final, o mejor dicho, no tiene que haber un final; así como Dios nos ha perdonado todas las cosas. Al mismo tiempo, creo que aquí se describen las dispensaciones de Dios a los judíos. Ellos no sólo habían quebrantado la ley, sino que habían dado muerte al Hijo de Dios. Cristo intercedió por ellos, diciendo, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” En respuesta a esta oración, un perdón provisional fue predicado por el Espíritu Santo, por boca de Pedro. Pero esta gracia también fue rechazada. Cuando se trataba de mostrar gracia a los Gentiles, quienes sin duda, les debían a los judíos los cien denarios, no escucharían acerca de ello, y ellos son entregados al castigo, hasta que el Señor pudiera decir, ‘Han recibido doble paga por todos sus pecados.’
En una palabra, el espíritu del reino no es poder exterior, sino humildad; pero en esta condición hay cercanía al Padre, y entonces es fácil ser manso y humilde en este mundo. Uno que ha gustado el favor de Dios no buscará grandeza en la tierra; él está imbuido del espíritu de gracia, aprecia a los humildes, perdona a aquellos que le han hecho mal, está cerca de Dios y se asemeja a Él en sus modos. El mismo espíritu de gracia reina, ya sea en la asamblea o en sus miembros. Este solo representa a Cristo en la tierra; y con él se relacionan aquellas normas que se fundamentan sobre la aceptación de un pueblo que pertenece a Dios. Dos o tres realmente reunidos en el nombre de Jesús actúan con Su autoridad, y gozan de Sus privilegios con el Padre, pues Jesús mismo está allí en medio de ellos.

Mateo Capítulo 19

Principios Que Gobiernan La Naturaleza Humana; El Verdadero Carácter Del Vínculo Matrimonial
Este capítulo continúa con el asunto del espíritu apropiado para el reino de los cielos, y profundiza en los principios que gobiernan la naturaleza humana, y en aquello que se introducía ahora divinamente. Una pregunta hecha por los Fariseos—pues el Señor se ha acercado a Judea—da lugar a la exposición de Su doctrina sobre el matrimonio; y, prescindiendo de la ley, dada a raíz de la dureza de sus corazones, Él regresa a lo instituido por Dios, según lo cual un hombre y una mujer tenían que unirse y ser uno a los ojos de Dios. Él establece, o mejor dicho, restablece, el verdadero carácter del indisoluble vínculo del matrimonio. Lo llamo indisoluble, porque la excepción del caso de infidelidad, no lo es; la persona culpable ya había roto el vínculo. Ya no eran hombre y mujer una sola carne. Al mismo tiempo, si Dios daba poder espiritual para ello, era mejor aún permanecer soltero.
Enseñanza Con Respecto a Los Niños
Entonces Él renueva Su enseñanza con respecto a los niños, al tiempo que testifica de Su afecto hacia ellos: aquí me parece que es más bien en relación con la ausencia de todo lo que ata al mundo, a sus distracciones y codicias, y reconociendo lo que es amable, confiable y externamente sin mancha por naturaleza; mientras que, en el capítulo 18, era el carácter intrínseco del reino. Después de esto, Él muestra (con referencia a la introducción del reino en Su Persona) la naturaleza de la completa consagración y sacrificio de todas las cosas, a fin de poder seguirle, si verdaderamente ellos sólo buscaban agradar a Dios. El espíritu del mundo se oponía en todos los sentidos—pasiones carnales, y riqueza. No hay duda de que la ley de Moisés refrenaba estas pasiones; pero las aceptaba como realidad, y, en algunos sentidos, las soportaba. Según la gloria del mundo, un niño no era de valor. ¿Qué poder podía haber ahí? Esto es de valor a los ojos del Señor.
Los Motivos Del Corazón Puestos a Prueba; Riquezas Terrenales
La ley prometía vida al hombre que la guardaba. El Señor la hace sencilla y práctica en sus demandas, o más bien, recapacita sobre ellas en su verdadera sencillez. Las riquezas no estaban prohibidas por la ley; es decir, aunque la obligación moral entre el hombre y sus semejantes era mantenida por la ley, aquello que ataba el corazón al mundo no era juzgado por ella. Lo estaba, más bien, la prosperidad, conforme al gobierno de Dios, relacionada con la obediencia a ella. Porque ello implicaba a este mundo, y al hombre viviendo en él, y probado él allí. Cristo reconoce esto; pero los motivos del corazón son probados. La ley era espiritual, y, el Hijo de Dios estaba allí; hallamos de nuevo lo que hallamos antes—el hombre probado y descubierto, y Dios revelado. Todo es intrínseco y eterno en su naturaleza, pues Dios es ya revelado. Cristo juzga todo aquello que tiene un mal efecto sobre el corazón y que actúa por su egoísmo, y lo separa así de Dios. “Vende lo que tienes”, dice Él, “y sígueme.” ¡Es lamentable! el joven no supo renunciar a sus posesiones, a su comodidad, a él mismo. “Difícilmente”, dice el Señor, “entrará un rico en el reino de los cielos.” Esto era manifiesto: era el reino de Dios, de los cielos; el yo y el mundo no tenían lugar en él. Los discípulos, quienes no comprendían que no había ningún bien en el hombre, estaban sorprendidos al ver que alguien tan favorecido y tan dispuesto debiera estar todavía lejos de la salvación. ¿Quién, entonces, podría tener éxito? Entonces, toda la verdad sale a la luz. Es imposible para los hombres. Ellos no pueden vencer los deseos de la carne. Moralmente, y en cuanto a su voluntad y a sus afectos, estos deseos son el hombre. Uno no puede hacer blanco a un negro, o quitarle las manchas al leopardo: aquello que ellos exhiben está en su naturaleza. Pero para Dios, ¡bendito sea Su nombre! todas las cosas son posibles.
Renunciación Por Causa De Cristo; Su Recompensa
Estas enseñanzas acerca de las riquezas dan origen a la pregunta de Pedro: ¿Cuál será la porción de aquellos que han renunciado a todo? Esto nos lleva a retroceder a la gloria del capítulo 17. Habría una regeneración; el estado de cosas debía ser totalmente renovado bajo el dominio del Hijo del Hombre. En aquel entonces ellos se sentarían sobre doce tronos, juzgando a las doce tribus de Israel. Ellos tendrían el primer lugar en la administración del reino terrenal. Cada uno, no obstante, tendría su propio lugar; pues por cualquier cosa que uno renunciara por amor de Jesús, recibiría cien veces más y la vida eterna. No obstante, estas cosas no serían decididas por las apariencias aquí; ni por el lugar que los hombres ocuparan en el antiguo sistema y ante los hombres: algunos que eran los primeros serían los últimos, y los últimos primeros. De hecho, había que temer que el corazón carnal tomase este estímulo, dado en forma de recompensa por toda su labor y todos sus sacrificios, en un espíritu mercenario, e intentase hacer a Dios su deudor; y, por lo tanto, en la parábola por medio de la cual el Señor continúa Su discurso (capítulo 20), Él establece el principio de gracia y de la soberanía de Dios en aquello que Él da, y hacia aquellos a quienes Él llama, de manera muy distinguible, y hace que Sus dones, dados a quienes Él introduce en Su viña, dependan de Su gracia y de Su llamamiento.

Mateo Capítulo 20

Obreros En La Viña Del Dios; El Llamamiento De Dios Y Su Gracia
Podemos observar que, cuando el Señor responde a Pedro, esto fue la consecuencia de haber dejado todo por Cristo a Su llamado. El motivo era Cristo mismo; por lo tanto Él dice: “Vosotros que me habéis seguido.” (Mateo 19:28). Él habla también de aquellos que lo habían hecho por amor a Su nombre. Este era el motivo. La recompensa es un estímulo, cuando, por causa de Él, estamos ya en el camino. Este es siempre el caso cuando se habla de recompensa en el Nuevo Testamento. Aquel que fue llamado a la hora undécima, dependía de esta llamada para su entrada en la obra; y si, en su bondad, el patrón escogía darle tanto como a los demás, ellos deberían haberse alegrado por ello. Los primeros se adhirieron a la justicia; ellos recibieron aquello que se acordó; los últimos gozaron de la gracia de su señor. Y hay que observar que ellos aceptan el principio de la gracia, de la confianza en ella. ‘¡Yo daré lo que sea correcto!’ El gran punto en la parábola es ese: confianza en la gracia del señor de la viña, y la gracia como el terreno de la acción de ellos. Pero ¿quién lo comprendía? Un Pablo podía entrar en la obra tarde, habiéndole llamado Dios, y ser un testimonio más fuerte de la gracia que los obreros que habían trabajado desde el amanecer del día del evangelio.
Participación En Los Sufrimientos Del Señor
El Señor prosigue, más tarde, el asunto con Sus discípulos. Sube a Jerusalén, donde el Mesías debió haber sido recibido y coronado, para ser rechazado y ser muerto, pero para resucitar más tarde; y cuando los hijos de Zebedeo vienen y le piden los dos primeros lugares en el reino, Él responde que, de hecho, podía conducirlos al sufrimiento; pero en cuanto a los primeros lugares en Su reino, no podía otorgárselos, excepto (conforme a los consejos del Padre) a aquellos para quienes el Padre los había preparado. ¡Maravillosa abnegación! Es por el Padre, por nosotros, que Él obra. Él no dispone de nada. Puede otorgar a aquellos que le sigan una parte en Sus sufrimientos; todo lo demás será dado según los consejos del Padre. ¡Pero qué verdadera gloria para Cristo y qué perfección en Él, y qué privilegio para nosotros tener sólo este motivo, y participar en los sufrimientos del Señor! ¡Y qué purificación de nuestros corazones carnales se nos propone aquí, al hacernos actuar solamente para un Cristo sufriente, compartiendo Su cruz, y encomendándonos a Dios para la recompensa!
El Espíritu De Cristo Un Espíritu De Servicio
Entonces, el Señor aprovecha la ocasión para explicar los sentimientos que convienen a Sus seguidores, cuya perfección habían visto en Él mismo. En el mundo, se buscaba una autoridad; pero el espíritu de Cristo era un espíritu de servicio, que llevaba a la elección del lugar más bajo, y a la completa entrega hacia los demás. Principios preciosos y perfectos, la plena perfección resplandeciente de lo que se manifestó en Cristo. La renunciación a todo, a fin de depender confiadamente en la gracia de Aquel a quien servimos, la consiguiente prontitud a ocupar el lugar más bajo, y ser así el siervo de todos—este debía ser el espíritu de aquellos que tienen parte en el reino establecido ahora por el Señor rechazado. Esto es lo que conviene a Sus seguidores.
La Última Presentación De Cristo a Israel Como El Hijo De David; El Comienzo De Las Escenas Finales De Su Vida
Con el final del versículo 28, termina esta porción del Evangelio, y comienzan las escenas finales de la vida del bendito Salvador. En el versículo 29, comienza Su última presentación a Israel como Hijo de David, el Señor, el verdadero Rey de Israel, el Mesías. Comienza Su carrera en este aspecto en Jericó, el lugar donde Josué entró en la tierra—el sitio sobre el cual la maldición había permanecido tanto tiempo. Él abre los ojos ciegos de Su pueblo que cree en Él y le recibe como el Mesías, porque tal era Él en verdad, aunque rechazado. Ellos le saludan como Hijo de David, y Él responde a su fe abriéndoles sus ojos. Ellos le siguen—una figura del verdadero remanente de Su pueblo, que le esperará.

Mateo Capítulo 21

La Entrada Del Señor En Jerusalén Como Rey Y Señor
Seguidamente (capítulo 21), disponiendo de todo lo que concernía a Su pueblo deseoso, Él hace Su entrada en Jerusalén como Rey y Señor, según el testimonio de Zacarías. Pero aunque entra como Rey—el último testimonio a la ciudad amada, la cual (para ruina de ellos) iba a rechazarle—Él llega como un Rey manso y humilde. El poder de Dios influencia el corazón de la multitud, y ellos le saludan como Rey, como Hijo de David, haciendo uso del lenguaje proporcionado en el Salmo 118, que celebra el día de reposo milenario introducido por el Mesías, para ser reconocido entonces por el pueblo. La multitud tiende sus mantos para preparar el camino para su manso, aunque glorioso Rey; ellos cortan ramas de los árboles para darle testimonio; y Él es conducido en triunfo a Jerusalén mientras el pueblo aclama: “¡Hosanna (excepto ahora) al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” Felices de ellos si sus corazones habían sido cambiados para retener este testimonio en el Espíritu. Pero Dios dispuso soberanamente sus corazones para que dieran este testimonio. Él no podía permitir que Su Hijo fuera rechazado sin haberlo recibido.
El Rey Examina Todo Como El Juez Verdadero
Ahora el Rey va a hacer un examen de todo, manteniendo todavía Su posición de humildad y de testimonio. Al parecer, las diferentes clases acuden para juzgarle, o para dejarle perplejo; pero, de hecho, se presentan todos ellos ante Él para recibir de Sus manos, uno después del otro, el juicio de Dios respecto a ellos. Es una sorprendente escena que se abre ante nosotros—el verdadero Juez, el Rey eterno, presentándose por última vez a Su pueblo rebelde con el testimonio más pleno de Sus derechos y de Su poder, y ellos, acudiendo para atormentarle y condenarle, llevados por su misma malicia, a pasar ante Él, uno después del otro, exponiendo su verdadera condición, para recibir de Sus labios el juicio que les corresponde, sin que Él olvide por un momento (excepto cuando purificaba el templo, antes que comenzara esta escena) la posición del Testigo fiel y Verdadero en toda mansedumbre en la tierra.
El Señor Como Mesías Y Jehová
La diferencia entre las dos partes de esta historia es discernible. La primera presenta al Señor en Su carácter de Mesías y Jehová. Como Señor, Él ordena que le sea traída el asna. Entra en la ciudad, según la profecía, como Rey. Él purifica el templo con autoridad. En respuesta a las objeciones de los sacerdotes Él cita el Salmo 8, que habla de la manera en que Jehová le glorificó y cómo perfeccionó las alabanzas debidas a Él de boca de los niños. En el templo Él sana también a Israel. Luego los deja, no posando ya en la ciudad, la cual Él ya no podía reconocer, sino que posa fuera con el remanente. El día siguiente, en una figura sorprendente, Él exhibe la maldición que estaba a punto de caer sobre la nación. Israel era la higuera de Jehová; pero inutilizaba la tierra. Estaba cubierta con hojas, pero no había fruto. La higuera, condenada por el Señor, está seca en el presente. Es una figura de esta desdichada nación, del hombre en la carne contando con todas las ventajas, el cual no llevaba fruto para el Labrador.
Sin Fruto Para Dios
Israel poseía, de hecho, todas las formas exteriores de la religión, y eran celosos de la ley y de las ordenanzas, pero no daban fruto para Dios. En lo que respecta a su posición responsable de producir fruto, es decir, bajo el antiguo pacto, nunca lo van a hacer. Su rechazo de Jesús puso fin a toda esperanza. Dios actuará en gracia bajo el nuevo pacto; pero este no es el tema aquí. La higuera es Israel tal como era, el hombre cultivado por Dios, pero en vano. Todo había terminado. Aquello que Él dijo a los discípulos acerca de quitar una montaña, siendo un gran principio general, se refiere también, no lo dudo, a lo que debería acontecer en Israel mediante el ministerio de ellos. Vistos corporativamente en la tierra como una nación, Israel iba a desaparecer, y a perderse entre los Gentiles. Los discípulos eran aquellos que Dios había aceptado de acuerdo a su fe.
Detalles Del Juicio Sobre Las Varias Clases De Personas De La Nación
Vemos al Señor entrando en Jerusalén como un rey—Jehová, el Rey de Israel—y el juicio pronunciado sobre la nación. Después siguen los detalles del juicio sobre las distintas clases de que se componía. En primer lugar, están los principales sacerdotes y los ancianos, quienes deberían haber guiado al pueblo; estos se acercan al Señor y cuestionan Su autoridad. Dirigiéndose así a Él, ellos toman el lugar de cabezas de la nación, y asumen el papel de jueces, capaces de pronunciarse sobre la validez de cualesquiera reclamaciones que podían ser hechas; si no era así, ¿por qué tenían que preocuparse por Jesús?
El Señor, en Su infinita sabiduría, les hace una pregunta que somete a prueba su capacidad, y que por la confesión que le dieron demostraron ser incapaces. ¿Cómo juzgarle entonces? Era inútil decirles en qué se fundamentaba Su autoridad. Era demasiado tarde ahora para explicárselo. Le hubieran apedreado si Él hubiera argüido sobre el verdadero origen de ella. Él replica, ‘Decidan acerca de la misión de Juan el Bautista.’ Si ellos no podían hacer esto, ¿porqué investigar acerca de la Suya? No podían. Si reconocían que Juan había sido enviado por Dios, habría sido reconocer a Cristo. Al negarlo, ellos habrían perdido su influencia sobre el pueblo. En cuanto a la conciencia, no había nada que hacer con ellos. Confesaron su incapacidad. Jesús, entonces, rechaza la competencia de ellos como líderes y guardianes de la fe del pueblo. Se habían juzgado a ellos mismos; y el Señor procede a testificarles su conducta y los tratos del Señor con ellos, claramente ante sus ojos, desde el versículo 28 al capítulo 22:14.
Perversidad Y Rebelión; Auto-Condenación
En primer lugar, mientras profesaban hacer la voluntad de Dios, ellos no la hacían; mientras que los declaradamente impíos se habían arrepentido y habían hecho Su voluntad. Ellos, viendo esto, se endurecieron aún más. Reitero, no sólo su conciencia natural permanecía intacta, ya fuera por el testimonio de Juan o a la vista del arrepentimiento en los demás, sino que aunque Dios había empleado todos los medios para hacerlos producir frutos dignos de Su cultivo, Él no halló nada en ellos sino perversidad y rebelión. Los profetas habían sido rechazados, y Su Hijo también lo sería. Deseaban tener Su herencia para ellos solos. No podían sino reconocer que, en tal caso, la consecuencia tenía que ser necesariamente la destrucción de aquellos hombres malos, y la entrega de la viña a otros. Jesús aplica esta parábola a ellos mismos, citando el Salmo 118, el cual anuncia que la piedra rechazada por los edificadores llegaría a ser la piedra principal del ángulo; y además, que cualquiera que cayese sobre esta piedra—como la nación lo estaba haciendo en esos momentos—sería quebrantado. Los principales sacerdotes y los Fariseos entendieron que Él hablaba de ellos, pero no se atrevieron a poner sus manos sobre Él porque la multitud le consideraba un profeta. Esta es la historia de Israel, como bajo responsabilidad, hasta los postreros días. Jehová estaba buscando fruto en Su viña.

Mateo Capítulo 22

La Fiesta De Bodas; La Gracia Despreciada Por Israel; Su Juicio; La Introducción De Los Gentiles
En el capítulo 22, la conducta de ellos con respecto a la invitación de la gracia es presentada a su vez. La parábola es, por lo tanto, una semejanza del reino de los cielos. El propósito de Dios es honrar a Su Hijo celebrando Su boda. Antes de todo los judíos, quienes ya estaban invitados, son convidados a la fiesta de bodas. Pero estos no quisieron venir. Esto fue llevado a cabo durante la vida de Cristo. Después, estando todas las cosas preparadas, de nuevo Él envía a Sus mensajeros para inducirlos a venir. Esta es la misión de los apóstoles a la nación, cuando la obra de la redención haya sido consumada. Y ellos, o bien desprecian el mensaje, o matan a los mensajeros. El resultado es la destrucción de aquellos hombres malos y su ciudad. Esta es la destrucción que cayó sobre Jerusalén. Rechazando ellos la invitación, los desvalidos, los Gentiles, aquellos que estaban fuera, son llevados adentro a la fiesta, y la boda se llenó de convidados. Otra cosa se presenta ahora. Es cierto que hemos visto el juicio de Jerusalén en esta parábola, pero, como es una semejanza del reino, tenemos el juicio de aquello que está también dentro del reino. Debe haber disposición para la ocasión. Para una fiesta de bodas debe haber un traje de boda. Si Cristo tiene que ser glorificado, todo debe ser conforme a Su gloria. Podrá haber una entrada exterior en el reino, una profesión de cristianismo; pero aquel que no esté vestido con aquello que pertenece a la fiesta, será echado fuera. Debemos vestirnos de Cristo mismo. Por otro lado, todo está preparado—no se requiere nada. No les correspondía a los convidados traer nada; el Rey suministró todo. Pero debemos imbuirnos del espíritu de aquello que se hace. Si existe alguna idea de lo que es idóneo para una fiesta de bodas, lo más apropiado sería sentir la necesidad de aparecer vestido de boda: si no, el honor del Hijo del Rey ha sido olvidado. El corazón era extraño a ello; el hombre mismo se convertirá en un extraño por medio del juicio del Rey cuando Él tome conocimiento de los convidados que han entrado.
Así también la gracia ha sido mostrada a Israel, y ellos son juzgados por rehusar la invitación del gran Rey a la boda de Su Hijo. Y luego, es juzgado también el abuso de esta gracia por aquellos que parecen aceptarla. Es manifestada la introducción de los Gentiles.
Aquí concluye la historia del juicio de Israel en general, y del carácter que el reino asumiría.
Los Fariseos Y Los Herodianos Reciben Respuesta
Después de esto (capítulo 22:15 y siguientes), vienen las diferentes clases de judíos, cada una a su vez. En primer lugar, los Fariseos y los Herodianos (es decir, aquellos que favorecían la autoridad de los Romanos, y aquellos que se oponían a ella) buscan enredar a Jesús en Sus dichos. El bendito Señor les responde con esa sabiduría perfecta que siempre exhibió en todo lo que Él dijo y en todo lo que Él hizo. Por parte de ellos, era pura maldad manifestando una total falta de conciencia. Era su propio pecado que les había traído bajo el yugo Romano—una posición verdaderamente contraria a aquella que debería haber pertenecido al pueblo de Dios en la tierra. Aparentemente, por consiguiente, Cristo debiera o bien convertirse en un objeto de sospecha para las autoridades, o renunciar a Su derecho de ser el Mesías, y consecuentemente el Libertador. ¿Quién había suscitado este dilema? Fue el fruto de sus propios pecados. El Señor les muestra que ellos mismos habían aceptado el yugo. El dinero llevaba la marca de ello: que lo den, pues, a aquellos a quienes pertenece, y que den también—lo cual no estaban haciendo—a Dios lo que es de Dios. Él los deja bajo el yugo, el cual estaban obligados a confesar que habían aceptado. Él les recuerda los derechos de Dios, los cuales habían olvidado. Por otra parte, de una fortaleza tal ha sido el estado de Israel conforme al establecimiento del poder en Nabucodonosor, como “una vid de mucho ramaje, de poca altura.” (Ezequiel 17:6).
La Incredulidad De Los Saduceos
Los Saduceos vienen seguidamente ante Él, preguntándole acerca de la resurrección, pensando probar su absurdidad. Así, en cuanto la condición de la nación fue exhibida en Su discurso con los Fariseos, la incredulidad de los Saduceos es manifestada aquí. Ellos sólo pensaban en las cosas de este mundo, buscando negar la existencia de otro. Pero cualquiera que fuese el estado de degradación y sometimiento en que el pueblo había caído, el Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob, no cambiaba. Las promesas hechas a los padres permanecían seguras, y los padres estaban viviendo para gozar de estas promesas en el futuro. Era la Palabra y el poder de Dios lo que se cuestionaba. El Señor los mantiene con poder y evidencia. Se hizo callar a los Saduceos.
La Esencia De La Ley Perfecta
Los intérpretes de la ley, sorprendidos por Su respuesta, hacen una pregunta, que da ocasión al Señor para extraer de toda la ley, aquello que, a los ojos de Dios, es su esencia, presentando así su perfección, y aquello que—cualquiera sea la manera como pueda alcanzarse—constituye la felicidad de aquellos que caminan en ello. Sólo la gracia se eleva más alto.
Aquí finaliza el interrogatorio de ellos. Todo es juzgado, todo es traído a la luz con respecto a la posición del pueblo, y las sectas de Israel; y el Señor ha expuesto ante ellos los perfectos pensamientos de Dios acerca de ellos, tanto en el tema de su condición, de Sus promesas, o de la sustancia de la ley.
La Pregunta Del Señor; Su Única Respuesta; La Verdadera Posición De Cristo
Era ahora el turno del Señor para proponer Su pregunta, a fin de presentar Su propia posición. Él pide a los Fariseos que reconcilien el título de Hijo de David con aquel de Señor, que David mismo le dio, y ello en relación con la ascensión de este mismo Cristo a la diestra de Dios hasta que hubiera puesto a sus enemigos por estrado de Sus pies, y Él hubiese establecido Su trono en Sión. Ahora bien, esta era la posición completa de Cristo en ese momento. Ellos fueron incapaces de contestarle, y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. De hecho, comprender ese Salmo (Salmo 110), hubiera sido comprender todos los caminos de Dios con respecto a Su Hijo en el momento que ellos iban a rechazarle. Esto concluyó, inevitablemente, estos discursos, mostrando la verdadera posición de Cristo, quien, aunque Hijo de David, debía ascender a lo alto para recibir el reino, y, mientras lo esperaba, debía sentarse a la diestra de Dios conforme a los derechos de Su gloriosa Persona—el Señor de David, así como el Hijo de David.
La Condición, Los Privilegios Y La Responsabilidad De Todas Las Clases De Judíos
Hay otro punto de interés a ser observado aquí. En estas entrevistas y estos discursos con las diferentes clases de los judíos, el Señor presenta todos los aspectos de la condición de los judíos respecto a sus relaciones con Dios, y, después, la posición que Él mismo tomó. Primeramente, Él muestra la posición nacional de ellos hacia Dios, bajo responsabilidad ante Él, según la conciencia natural y los privilegios que les pertenecían. El resultado iba a ser que ellos serían cortados, y la introducción de otros en la viña del Señor. De esto se trata el capítulo 21:28-46. Luego Él expone la condición de ellos respecto a la gracia del reino, y la introducción de pecadores Gentiles. Aquí también el resultado es que son cortados y la destrucción de la ciudad. Más tarde, los Herodianos y los Fariseos, los amigos de los Romanos y sus enemigos, los supuestos amigos de Dios, dan evidencia de la verdadera posición de los judíos con respecto al poder imperial de los Gentiles y con respecto a Dios. En Su entrevista con los Saduceos, Él muestra la certeza de las promesas hechas a los padres, y la relación en que Dios permanecía con ellos respecto a la vida y la resurrección. Después de esto, Él pone el verdadero significado de la ley ante los escribas; y luego, la posición que Él tomó, siendo Él mismo el Hijo de David, según el Salmo 110, el cual estaba ligado a Su rechazo por los líderes de la nación que estuvieron alrededor de Él.

Mateo Capítulo 23

La Posición De Los Discípulos Como Parte De La Nación
El capítulo 23 muestra claramente hasta qué punto son contemplados los discípulos en relación con la nación, ya que ellos eran judíos, aunque el Señor juzga a los líderes, quienes engañaban al pueblo y deshonraban a Dios con su hipocresía. Él habla a la multitud y a Sus discípulos, diciendo: “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos.” Siendo, de esta manera, expositores de la ley, tenían que ser obedecidos de acuerdo a todo lo que ellos decían conforme a esa ley, aunque su propia conducta no fuera sino hipocresía. Lo que es importante aquí es la posición de los discípulos; esta es, de hecho, la misma que la de Jesús. Ellos están en relación con todo lo que es de Dios en la nación, es decir, con la nación como pueblo reconocido por Dios—por consiguiente, con la ley que poseía autoridad de Dios. Al mismo tiempo, el Señor juzga, y los discípulos también tenían que juzgar, en la práctica, el andar de la nación, tal como los representaban públicamente sus líderes. Mientras ellos aún forman parte de la nación, debían evitar cuidadosamente el andar de los escribas y los Fariseos. Después de reprocharles su hipocresía a estos pastores de la nación, el Señor señala la manera con que ellos mismos condenaban las acciones de sus padres—que edificaban los sepulcros de los profetas a quienes habían matado. Ellos eran, en ese momento, los hijos de aquellos que los mataron, y Dios iba a someterlos a prueba enviándoles también profetas, sabios y escribas, y ellos llenarían la medida de su iniquidad dando muerte a todos ellos y persiguiéndolos—condenados así por sus propias bocas—a fin de que toda la sangre justa que se había derramado, desde la de Abel hasta la del profeta Zacarías, viniese sobre esta generación. ¡Horrible carga de culpa acumulada desde el principio de la enemistad que el hombre pecador, situado bajo responsabilidad, ha mostrado siempre al testimonio de Dios; y que crecía a diario porque la conciencia se endurecía más cada vez que resistía este testimonio! Por medio del sufrimiento de sus testigos, la verdad era tanto más manifiesta. Era una roca, puesta en evidencia, a ser evitada en el camino del pueblo. Pero ellos persistieron en su mal andar, y cada paso que daban, cada acto similar, era la prueba de una terquedad aún creciente. La paciencia de Dios, mientras actuaba en gracia en el testimonio, no había dejado de prestar atención a los caminos de ellos, y bajo esta paciencia se había acumulado todo. Todo sería amontonado sobre la cabeza de esta generación réproba.
Observen aquí el carácter dado a los apóstoles y a los profetas cristianos. Ellos son escribas, sabios, profetas, enviados a los judíos—a la siempre rebelde nación. Esto presenta muy claramente el aspecto bajo el cual este capítulo los considera. Incluso los apóstoles son “sabios”, “escribas”, enviados a los judíos como tales.
Pero la nación—Jerusalén, la ciudad amada por Dios—es culpable, y es juzgada. Cristo, como hemos visto, desde la curación del ciego cerca de Jericó, se presenta como Jehová el Rey de Israel. ¡Cuán a menudo Él habría juntado a los hijos de Jerusalén, y ellos no quisieron! Y ahora su casa quedaría desolada hasta que (al ser convertidos sus corazones) utilizaran el lenguaje del Salmo 118, y, deseándolo, saludaran en Su llegada al que venía en nombre de Jehová, buscando la liberación de manos de Él y rogándole por ella—en una palabra, hasta que exclamaran Hosanna al que venía. No verían más a Jesús hasta que, humillados de corazón, llamaran bendito a Aquel que estaban esperando, y a quien ahora rechazaban—resumiendo, hasta que estuvieran preparados de corazón. La paz debía seguir a Su venida, y el deseo la precederla.
La Posición De Los Judíos Ante Dios
Los últimos tres versículos exhiben claramente la posición de los judíos, o de Jerusalén, como el centro del sistema ante Dios. Desde tiempo atrás, y muchas veces, Jesús, Jehová el Salvador, habría juntado a los hijos de Jerusalén como una gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, pero ellos no quisieron. Su casa permanecería abandonada y desierta, pero no para siempre. Después de haber dado muerte a los profetas, y apedreado a los mensajeros enviados a ellos, habían crucificado a su Mesías, y rechazaron y mataron a aquellos que Él envió para anunciarles la gracia, incluso después de Su rechazo. Por consiguiente, no le iban a ver más hasta que se hubieran arrepentido y el deseo de verle se produjera en sus corazones, de tal modo que estuvieran preparados para bendecirle, y confesaran su prontitud para hacerlo. El Mesías, quien estaba a punto de dejarlos, no sería visto más por ellos hasta que el arrepentimiento hubiese vuelto sus corazones hacia Aquel que ahora estaban rechazando. Entonces, ellos le verían. El Mesías, viniendo en el nombre de Jehová, será manifestado a Su pueblo Israel. Es Jehová su Salvador quien va a aparecer, y el Israel que le había rechazado le vería como tal. El pueblo volvería así al goce de su relación con Dios.
Tal es el retrato moral y profético de Israel. Los discípulos, como judíos, eran vistos como parte de la nación, aunque como un remanente espiritualmente apartado de ella, y dando testimonio en ella.

Mateo Capítulo 24

El Discurso Del Monte De Los Olivos: Profecía Y Enseñanza
Hemos visto ya que el rechazo del testimonio en gracia acerca del reino, es la causa del juicio que cae sobre Jerusalén y sus habitantes. Ahora, en el capítulo 24, tenemos la posición de este testimonio en medio del pueblo; la condición de los Gentiles, y la relación en la cual permanecían ante el testimonio dado por los discípulos; después de esto, la condición de Jerusalén, a consecuencia de su rechazo del Mesías y del menosprecio del testimonio; y, luego, el trastorno universal al final de aquellos días: un estado de cosas que deberá cesar por la aparición del Hijo del Hombre, y por la reunión de los elegidos de Israel desde los cuatro vientos.
Debemos examinar este notable pasaje, presentado ya como profecía y enseñanza a los discípulos para su guía en el camino que deben seguir en medio de los acontecimientos futuros.
Jesús se marcha del templo, y esto para siempre—un acto solemne, el cual, podemos decir, ejecutaba el juicio que Él acababa de pronunciar. La casa estaba ahora desierta. Los corazones de los discípulos estaban todavía ligados a ella por su anterior atractivo. Ellos dirigen la atención del Señor hacia los magníficos edificios que lo componían. Jesús les anuncia su completa destrucción. Sentados aparte con Él en el monte de los Olivos, los discípulos preguntan cuándo tenían que suceder estas cosas, y cuál sería la señal de Su venida y la del fin del siglo. Ellos clasifican la destrucción del templo, el regreso de Cristo, y el fin del siglo, como un solo acontecimiento. Debemos observar que el fin del siglo es aquí el fin del período durante el cual Israel estaba sujeto a la ley bajo el antiguo pacto: un período que tenía que cesar, dando lugar al Mesías y al nuevo pacto. Observen también que el asunto es aquí el gobierno de la tierra por parte de Dios, y los juicios que deben tener lugar a la venida de Cristo, la cual pondría fin al presente siglo. Los discípulos confundían aquello que el Señor había dicho acerca de la destrucción del templo, con este período. El Señor trata el asunto desde Su propio punto de vista (es decir, con respecto al testimonio que los discípulos tenían que rendir en relación con los judíos durante Su ausencia y hasta el fin del siglo). Él no añade nada acerca de la destrucción de Jerusalén, la cual ya había anunciado. El tiempo de Su venida estaba oculto a propósito. Además, la destrucción de Jerusalén por Tito puso fin, de hecho, a la posición que las enseñanzas de Cristo tenían en perspectiva. No existía ya ningún testimonio reconocible entre los judíos. Cuando esta posición sea retomada, la aplicabilidad del pasaje también comenzará de nuevo. Después de la destrucción de Jerusalén hasta esa época, sólo la Iglesia es tenida en consideración.
La División Del Discurso
El discurso del Señor se divide en tres partes:
1. La condición general de los discípulos y del mundo durante el tiempo del testimonio, hasta el final del versículo 14.
2. El período marcado por el hecho de que la abominación desoladora se halla en el lugar santo (versículo 15).
3. La venida del Señor y la reunión de los escogidos en Israel (versículo 29).
El Testimonio Entre El Pueblo Y Entre Los Gentiles Hasta El Fin Del Siglo
El tiempo del testimonio de los discípulos está caracterizado por falsos Cristos y falsos profetas entre los judíos; por la persecución de aquellos que dan testimonio, quienes son delatados a los Gentiles. Pero hay aún algo más definido con respecto a esos días. Habría falsos Cristos en Israel. Habría guerras, hambres, pestilencias, terremotos. Ellos no debían turbarse, porque aún no sería el fin. Estas cosas iban a ser sólo un principio de dolores. Eran, principalmente, cosas exteriores. Había otros acontecimientos que los llevarían a mayores pruebas, y los probarían más completamente—cosas más desde adentro. Los discípulos serían entregados, se les daría muerte y serían “aborrecidos de todas las naciones.” (Mateo 24:9—Versión Moderna). La consecuencia, entre quienes hacían profesión, iba a ser que muchos tropezarían; se traicionarían unos a otros. Surgirían falsos profetas que engañarían a muchos, y debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriaría—un triste cuadro. Pero estas cosas darían oportunidad para el ejercicio de una fe que hubiera sido probada. El que perseverare hasta el fin, sería salvo. Esto concierne a la esfera del testimonio en particular. Aquello que dice el Señor, no está absolutamente limitado al testimonio en Canaán; sino que ya que es desde allí que el testimonio se expande, todo está relacionado con esa tierra como el centro de los caminos de Dios. Pero, añadido a esto, el Evangelio del reino sería predicado en todo el mundo para testimonio a todas las naciones, y entonces vendría el fin. Ahora bien, aunque el cielo será la fuente de la autoridad cuando sea establecido el reino, Canaán y Jerusalén serán sus centros terrenales. De modo que la idea del reino, extendiéndose por todo el mundo, vuelve nuestros pensamientos hacia la tierra de Israel. Es de “este evangelio del reino” del que se habla aquí. No es la proclamación de la unión de la Iglesia con Cristo, ni de la redención en su plenitud, predicada y enseñada por los apóstoles después de la ascensión, sino el reino que iba que ser establecido en la tierra, como Juan el Bautista y como el Señor mismo habían anunciado. El establecimiento de la autoridad universal del Cristo ascendido, debería ser predicado en todo el mundo para probar la obediencia de ellos, y para proporcionar el objeto de la fe a aquellos que tenían oídos para oír.
Esta es la historia general de aquello que tendría lugar hasta el fin del siglo, sin entrar en el asunto de la proclamación que fundó la asamblea propiamente dicha. La destrucción inminente de Jerusalén, y la negativa de los judíos a recibir el Evangelio, hicieron que Dios levantara un testimonio especial por medio de Pablo, sin anular la verdad del reino venidero. Lo que sigue después, demuestra que tal avance del testimonio del reino tendrá lugar al final, y que ese testimonio alcanzará a todas las naciones antes de la venida del juicio que pondrá término a este siglo.
La Gran Tribulación; “El Tiempo Del Fin”
Pero habrá un momento cuando, dentro de una cierta esfera (es decir, en Jerusalén y en sus cercanías), comenzaría un tiempo especial de sufrimiento en cuanto al testimonio en Israel. Al hablar de la abominación desoladora, el Señor nos remite a Daniel para que podamos entender de qué habla Él. Ahora bien, Daniel (cap. 12, donde se habla de esta tribulación) nos trae definitivamente a los postreros días—el momento cuando Miguel se levantará por el pueblo de Daniel, es decir, los judíos, los cuales están bajo la dominación de los Gentiles—los tiempos en los cuales sobrevendrá un tiempo de angustias, tal como no ha acontecido nunca, ni lo habrá, y en el cual el remanente será liberado. En la última parte del capítulo anterior de ese profeta, este tiempo es llamado “el tiempo del fin” (N. del T.: Daniel 11:40—Versión Moderna; la versión Reina-Valera 1960 traduce “al cabo del tiempo”), y la destrucción del rey del norte es declarada proféticamente. Ahora bien, el profeta anuncia que 1.335 días antes de la plena bendición (¡Bienaventurado el que tiene parte en ella!) el continuo sacrificio será quitado y será establecida la abominación desoladora; que desde ese momento habrá 1.290 días (es decir, un mes más que los 1.260 días mencionados en Apocalipsis capítulo 12, durante los cuales la mujer que huye de la serpiente es sustentada en el desierto; y también más que los tres años y medio de Daniel 7). Al final, como vemos aquí, viene el juicio y el reino es dado a los santos.
La Época Y El Pueblo a Quienes Se Aplica La Profecía
Así se demuestra que este pasaje se refiere a los postreros días y a la posición de los judíos en aquel tiempo. Los acontecimientos del tiempo pasado desde que el Señor hablara de ello, confirman este pensamiento. Ni en 1.260 días, ni en 1.260 años, después de los días de Tito, ni en 30 días o años más tarde, ocurrió jamás ningún acontecimiento que pudiera ser el cumplimiento de estos días indicados en Daniel. Los períodos pasaron hace muchos años. Israel no ha sido liberado, ni Daniel ha recibido su heredad al fin de aquellos días (Daniel 12:13). Es igualmente claro que se trata de Jerusalén en este pasaje, y sus cercanías; pues a los que están en Judea se les ordena huir a los montes. Los discípulos que estarán allí en ese momento, tendrán que orar para que su huída no sea en día de reposo—un testimonio adicional de que los sujetos de esta profecía son los judíos; pero también un testimonio del tierno cuidado que tiene el Señor para con los que son Suyos, pensando incluso en medio de estos acontecimientos sin precedentes, de que el momento de su huida no fuera en invierno.
El Remanente Judío Está En Consideración, No La Asamblea
Además de esto, otras circunstancias demuestran, si son necesarias más pruebas, que se trata del remanente judío, y no de la asamblea. Sabemos que todos los creyentes serán arrebatados para encontrarse con el Señor en el aire. Más tarde, ellos volverán con Él. Pero aquí habrá falsos Cristos en la tierra, y el pueblo dirá, “está en el desierto”, “está en los aposentos”. Pero los santos que serán arrebatados y que volverán con el Señor, no tienen nada que ver con falsos Cristos en la tierra, ya que ellos irán al cielo para estar allí con Él, antes de que Él regrese a la tierra; aunque es fácil entender que los judíos, quienes están esperando la liberación terrenal, estén sujetos a tales tentaciones, y que sean engañados por ellas a menos que Dios mismo los guarde.
La Venida Del Hijo Del Hombre
Esta parte, entonces, de la profecía, se aplica a los postreros días, los últimos tres años y medio antes del juicio que será derramado repentinamente a la venida del Hijo del Hombre. El Señor regresará de repente como el resplandor de un rayo, como águila a recoger su presa, al lugar donde se halla el objeto de Su juicio. Inmediatamente después de la tribulación de aquellos últimos tres años y medio, todo el sistema jerárquico de gobierno será conmovido y caerá completamente. Entonces, aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria. Este versículo 30 contiene la respuesta a la segunda parte de la pregunta de los discípulos en el versículo 3. El Señor da a Sus discípulos la advertencia necesaria para su guía; pero el mundo no verá señales, por muy claras que ellas puedan ser para aquellos que entienden. Pero esta señal sería en el momento de la venida del Señor. El resplandor de Su gloria que ellos habían despreciado, les mostraría quién era Aquel que venía ahora; y sería algo inesperado. ¡Qué terrible momento cuando, en lugar de un Mesías que respondía a su mundanal orgullo, el Cristo a quien despreciaron aparecerá en los cielos!
Después el Hijo del Hombre, así venido y manifestado, enviaría a reunir a todos los escogidos de Israel de los cuatro vientos. Es esto lo que finaliza la historia de los judíos, e incluso aquella de Israel, en respuesta a la pregunta de los discípulos, y revela los tratos de Dios con respecto al testimonio entre el pueblo que le había rechazado, anunciando el momento de su profunda angustia, y el juicio que será derramado en medio de esta escena cuando Jesús venga, siendo trastornados completamente todos los poderes grandes y pequeños.
La Importancia De La Captura De Jerusalén; Los Judíos Como Una Raza Distinta Hoy En Día
El Señor entrega la historia del testimonio en Israel, y la del pueblo mismo, desde el momento de Su partida hasta Su regreso; pero no se especifica la duración del tiempo durante el cual no debería existir ni pueblo, ni templo, ni ciudad. Es esto lo que da importancia a la captura de Jerusalén. No se nos habla aquí de la misma en términos directos—el Señor no la describe; pero esto puso fin a aquel orden de cosas al cual se aplica Su discurso, y esta aplicación no es reanudada hasta que Jerusalén y los judíos están nuevamente presentes. El Señor lo anunció al principio. Los discípulos pensaron que Su venida tendría lugar al mismo tiempo que ese acontecimiento. Les responde de manera tal que Su discurso les sería de utilidad a ellos hasta la captura de Jerusalén. Pero una vez mencionada la abominación desoladora, nos vemos transportados a los postreros días.
Los discípulos tenían que comprender las señales que Él les daba. He dicho ya que la destrucción de Jerusalén, por el hecho mismo, interrumpió la aplicación de Su discurso. La nación judía fue puesta aparte; pero el versículo 34 tiene un sentido mucho más amplio, y uno más apropiado realmente a ello. judíos incrédulos iban a existir, como tales, hasta que todo fuera cumplido. Comparen con Deuteronomio 32:5 y 32:20, donde está especialmente en vista este juicio sobre Israel. Dios oculta Su rostro de ellos hasta que vea cuál será el fin de ellos, pues son una generación perversa, hijos en los cuales no hay fe. Eso ha sucedido. Ellos son una raza distinta de personas hasta estos días. Esa generación existe en la misma condición—un monumento a la permanente certeza de los tratos de Dios, y de las palabras del Señor.
Para concluir, el gobierno de Dios, ejercido con respecto a este pueblo, ha sido descrito hasta su final. El Señor viene, y Él junta a los escogidos dispersos de Israel.
El Juicio De Naciones En La Tierra Según Su Trato a Los Mensajeros Del Reino
La historia profética continúa en el capítulo 25:31, el cual está relacionado con el capítulo 24:30. Y así como el capítulo 24:31 relata la reunión de Israel después de la venida del Hijo del Hombre, el capítulo 25:31 anuncia Sus tratos en juicio con los Gentiles. Él aparecerá, indudablemente, como el relámpago con respecto a la apostasía, la cual será un cuerpo muerto ante Sus ojos. Pero cuando Él vendrá solemnemente para tomar Su lugar terrenal en gloria, eso no pasará como el relámpago. Él se sentará en el trono de Su gloria, y todas las naciones se reunirán ante Él en Su trono judicial, y ellas serán juzgadas conforme a su trato otorgado a los mensajeros del reino, quienes habían salido a predicarles. Estos mensajeros son los hermanos (capítulo 25:40); aquellos que los recibieron son las ovejas; los que descuidaron el mensaje de ellos son los cabritos. Entonces, el relato que comienza en el capítulo 25:31, de la separación de las ovejas y los cabritos, y de su resultado, retrata a las naciones que son juzgadas en la tierra según el trato dado a esos mensajeros. Es el juicio de los vivos, al menos en cuanto a las naciones—un juicio de carácter tan final como aquel de los muertos. No se trata del juicio de Cristo en batalla, como en Apocalipsis 20:4. Yo hablo del principio o, más bien, del carácter del juicio. No dudo que estos hermanos son judíos, así como lo eran los discípulos, es decir, aquellos que estarán en una posición similar en cuanto a su testimonio. Los Gentiles, quienes habían recibido este mensaje, serían aceptados como si hubieran tratado a Cristo de la misma manera. El Padre de Cristo les había preparado para el goce del reino; y ellos deberían entrar en él, estando aún en la tierra, pues Cristo había descendido en el poder de la vida eterna.
Los Discípulos De Cristo Fuera Del Testimonio En Israel
Por el momento, he pasado por sobre todo lo que hay entre el capítulo 24:31 y el capítulo 25:31, porque el fin de este capítulo 24 completa todo lo concerniente al gobierno y al juicio de la tierra. Pero hay una clase de personas cuya historia nos es dada en sus grandes rasgos morales, como intermedio, entre estos dos versículos que he mencionado.
Estos son los discípulos de Cristo, fuera del testimonio llevado en medio de Israel, a quienes Él encomendó Su servicio y una posición relacionada con Él mismo, durante Su ausencia. Esta posición y este servicio están en relación con Cristo mismo, y no en relación con Israel, dondequiera que este servicio se cumpla.
Juicio Discernidor En Los Días Postreros En La Propia Casa Del Señor
Hay, no obstante, y antes de que lleguemos a estos, algunos versículos de los que no he hablado todavía, los cuales se aplican más particularmente al estado de cosas en Israel, como advertencia a los discípulos que están allí, y describen el juicio discernidor que tiene lugar entre los judíos en los postreros días. Hablo de ellos aquí debido a que toda esta parte del discurso—a saber, desde el capítulo 24:31 al capítulo 25:31—es una exhortación, un sermón del Señor, sobre el tema de sus deberes durante Su ausencia. Me refiero al capítulo 24:32-44. Estos versículos hablan de la continua expectativa, impuesta sobre los discípulos, por la ignorancia de ellos acerca del momento en que el Hijo del Hombre vendría, y en la cual los discípulos fueron dejados intencionalmente (y el juicio es un juicio terrenal); mientras que a partir del versículo 45, el Señor se dirige de manera más directa y, a la vez, en un modo más general, acerca de la conducta de ellos durante Su ausencia, no en relación con Israel, sino con los Suyos—Su casa. Él les había encomendado la tarea de suministrarles comida apropiada a su debido tiempo. Esta es la responsabilidad del ministerio en la asamblea.
Responsabilidad Colectiva En El Servicio
Es importante observar que, en la primera parábola, el estado de la asamblea es contemplado como un todo; la parábola de las vírgenes y la de los talentos entregan una responsabilidad individual. De ahí que el siervo que es infiel es cortado y tiene su porción con los hipócritas. El estado de la asamblea responsable depende de su espera de Cristo, o del corazón de ellos diciendo que Él retarda Su venida. Sería a Su regreso que el juicio sería pronunciado sobre su fidelidad en el intervalo. La fidelidad debería ser aprobada en ese día. Por otra parte, el olvido práctico de Su venida conducirá al libertinaje y a la tiranía. No se trata aquí de un sistema intelectual: el siervo malo dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir”; su voluntad estaba implicada en ello. El resultado fue que se manifestó la voluntad carnal. Ya no era el servicio consagrado a Su casa, con un corazón atento a la aprobación del Maestro cuando regresara; sino mundanalidad en la conducta, y la asunción de una autoridad arbitraria, propiciadas por el servicio que se le encomendó. Come y bebe con los borrachos, se une al mundo y participa de sus costumbres; golpea a sus consiervos como él quiere. Tal es el efecto de aplazar durante Su ausencia, deliberadamente en el corazón, la venida del Señor y tratar que la asamblea se instale aquí abajo. ¿No es un cuadro demasiado verdadero?
Recompensa Por El Servicio En La Asamblea
¿Qué es lo que ha sucedido con aquellos que tenían el lugar de servicio en la casa de Dios? Las consecuencias para ambas partes son estas: el siervo fiel, quien a partir del amor y devoción para con su Maestro se dedicó al bienestar de Su casa, al regreso de su Maestro, debía ser puesto a cargo de todos Sus bienes; aquellos que han sido fieles en el servicio de la casa, serán puestos sobre todas las cosas por el Señor, cuando Él tome Su lugar de poder y actúe como Rey. Todas las cosas son entregadas en manos de Jesús por el Padre. Aquellos que, en humildad, hayan sido fieles a Su servicio durante Su ausencia, serán puestos sobre todo lo que es encomendado a Él, es decir, sobre todas las cosas—estas no son sino los “bienes” de Jesús. Por otro lado, aquel que durante la ausencia del Señor se haya establecido como maestro y haya continuado según el espíritu de la carne y del mundo al que se había unido, no solamente tendría la porción del mundo; su Maestro vendría repentinamente, y él recibiría el castigo de los hipócritas. ¡Qué lección para aquellos que se arrogan un lugar de servicio en la asamblea! Observen aquí que no se dice que sea un borracho, sino que come y bebe con aquellos que lo son. Se alía con el mundo y sigue sus costumbres. Este es, además, el aspecto general que el reino asumirá en aquel día, aunque el corazón del siervo malo sea perverso. El Esposo ciertamente esperaría; y las consecuencias que se podían esperar del corazón del hombre no tardarán en realizarse. Pero el efecto, encontramos luego, es hacer manifiestos a aquellos que poseían realmente la gracia de Cristo y a aquellos que no la poseían.

Mateo Capítulo 25

Las Diez Vírgenes: Responsabilidad Individual Durante La Ausencia De Cristo
Los profesantes, durante la ausencia del Señor, son presentados aquí como vírgenes que salieron a encontrar al Esposo y a iluminarle el camino a casa. En este pasaje, Él no es el Esposo de la Iglesia. Nadie más sale a Su encuentro, en ocasión de Su boda con la Iglesia en el cielo. La Esposa no aparece en esta parábola. Si hubiera sido introducida, habría sido Jerusalén en la tierra. La asamblea no es vista en estos capítulos como tal.
Aquí se trata de la responsabilidad personal durante la ausencia de Cristo. Aquello que caracterizaba a los fieles en este período, era que ellos salían del mundo, del judaísmo, de todos sitios, incluso de la religión relacionada con el mundo, para ir y encontrar al Señor que venía. El remanente judío, al contrario, le espera en el lugar donde están. Si esta expectación fuese real, la característica de alguien gobernado por ella sería el pensamiento de aquello que era necesario para Aquel que venía—la luz, el aceite. De otra manera, ser compañeros, mientras tanto, de los profesantes, y llevar lámparas con ellos, satisfaría el corazón. No obstante, todas tomaron una posición: salen fuera, dejan la casa para salir al encuentro del Esposo. Él se tarda. Esto también ha tenido lugar. Todas se duermen. Toda la Iglesia profesante ha perdido el pensamiento del regreso del Señor—incluso los fieles que tienen el Espíritu. Estos también deben haber entrado de nuevo para dormirse tranquilamente en algún lugar de descanso para la carne. Pero a medianoche, inesperadamente, surge el clamor: “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle.” ¡Es lamentable! necesitaban el mismo llamado del principio. Nuevamente debían salir a recibirle. Las vírgenes se levantan y arreglan sus lámparas. Hay tiempo suficiente entre el clamor de medianoche y la llegada del Esposo para probar la condición de cada una. Había algunas que no tenían aceite en sus lámparas. Sus lámparas se estaban apagando. Las prudentes tenían aceite. Era imposible para ellas compartirlo con las demás. Solamente aquellas que lo poseían entraron con el Esposo para participar de la boda. Él rehusó reconocer a las otras. ¿Qué tenían que hacer ellas allí? Las vírgenes tenían que dar luz con sus lámparas. No lo habían hecho. ¿Por qué tendrían que compartir la fiesta? Habían fracasado en cumplir lo que les daba este lugar. ¿Qué derecho tenían de estar en la fiesta? Las vírgenes de la fiesta eran vírgenes que acompañaban al Esposo. Estas no lo habían hecho así. No fueron admitidas. Pero incluso las fieles habían olvidado la venida de Cristo. Se durmieron. Pero al menos, poseían lo esencial concerniente a ello. La gracia del Esposo hace que surja el clamor que proclama Su llegada. Éste las despierta: tienen aceite en sus vasos; y la tardanza, que hace que las lámparas de las imprudentes se apaguen, da tiempo a las fieles para estar preparadas y hallarse en su lugar; y, por olvidadizas que hayan sido ellas, entran con el Esposo a las bodas.
Fidelidad Individual Para Con Un Maestro Ausente; Los Tres Siervos
Pasamos ahora del estado del alma al servicio.
Porque verdaderamente (versículo 14) se trata de un hombre que se había ido lejos de su casa—pues el Señor habitaba en Israel—y quien entrega sus bienes a sus propios siervos, y luego se va. Aquí tenemos los principios que caracterizan a los siervos fieles, o lo contrario. No es ahora la expectación individual, y la posesión del aceite, requisito para un lugar en el glorioso séquito del Señor; tampoco es la posición pública y general de aquellos que estaban en el servicio del Maestro, caracterizada como una posición y un todo, y por lo tanto, representados por un único siervo; se trata de fidelidad individual en el servicio, como antes en la espera del Esposo. El Maestro a Su regreso arreglará cuentas con cada uno. Ahora bien, ¿cuál era la posición de ellos? ¿Cuál era el principio que produciría fidelidad? Observemos, antes de nada, que no se da a entender que se trata de dones providenciales, ni de posesiones terrenales. Estos no son los “bienes” que Jesús encomendó a Sus siervos cuando se marchó. Estos eran dones que les capacitaban para trabajar a Su servicio mientras Él estaba ausente. El Maestro era soberano y sabio. Él daba distintamente a cada uno, y a cada cual de acuerdo a su capacidad. Cada uno estaba capacitado para el servicio en el que era empleado, y los dones necesarios para su cumplimiento fueron entregados a ellos. La fidelidad para realizarlo era la única cosa en cuestión. Aquello que distinguía a los fieles de los infieles, era la confianza en su Maestro. Ellos tenían suficiente confianza en Su bien conocido carácter, en Su bondad, Su amor, en trabajar sin ser autorizados de ningún otro modo que no fuera por su conocimiento de Su carácter personal, y por la inteligencia que esa confianza y ese conocimiento producían. ¿Para qué darles cantidades de dinero, sino para que negociaran con ellas? ¿Había fracasado en Su sabiduría cuando Él entregó estos dones? La consagración que fluía del conocimiento de su Maestro, contaba con el amor de Aquel a quien conocía. Ellos trabajaron, y fueron recompensados. Este es el verdadero carácter, y la fuente, del servicio en la Iglesia. Esto era lo que le faltaba al tercer siervo. No conocía a Su Maestro—no confiaba en Él. Ni siquiera pudo hacer lo que era consistente con sus propios pensamientos. Él esperaba alguna autorización que le brindaría seguridad contra el carácter que su corazón atribuía falsamente a su Maestro. Aquellos que conocían el carácter de su Maestro, entraron en Su gozo.
La Diferencia Entre Esta Parábola Y La De Lucas 19
Hay esta diferencia entre la parábola aquí y la de Lucas 19, y es que en esta última cada hombre recibe una mina; su responsabilidad es lo único que interesa. Y, por consiguiente, aquel que ganó diez minas es puesto sobre diez ciudades. Aquí están involucradas la soberanía y la sabiduría de Dios, y el que trabaja es guiado por el conocimiento que él tiene de su Maestro; y los consejos de Dios en gracia se cumplen. Aquel que tiene más, recibe aún más. Al mismo tiempo, la recompensa es más general. Aquel que ha ganado dos talentos, y el que ha ganado cinco, entran de igual modo en el gozo del Señor al cual habían servido. Le habían conocido en Su verdadero carácter, y entran en Su gozo pleno. ¡El Señor nos lo otorga!
La Parábola De Las Diez Vírgenes Limitada a La Porción Celestial Del Reino
Hay mucho más que esto en la segunda parábola—la de las vírgenes. Se refiere más directa y exclusivamente al carácter celestial de los cristianos. No se trata de la asamblea, propiamente llamada, como un cuerpo; sino que los fieles salieron a encontrar al Esposo que volvía para las bodas. Al tiempo de Su regreso para ejecutar juicio, el reino de los cielos asumirá el carácter de personas salidas del mundo, y todavía más del judaísmo—de todo aquello que, en lo que respecta a la religión, pertenece a la carne—de toda forma mundana establecida—para tener que ver solamente con la venida del Señor, y salir a encontrarle. Este era el verdadero carácter de los fieles desde el principio, teniendo parte en el reino de los cielos, si hubieran comprendido la posición en la que fueron colocados por el rechazo del Señor. Las vírgenes, es cierto, habían entrado de nuevo; y esto falseó su carácter; pero el clamor de medianoche las devolvió de nuevo a su verdadero lugar. En la primera parábola, y en la de Lucas, el asunto tratado es Su regreso a la tierra, y el galardón individual—los resultados, en el reino, de su conducta durante la ausencia del Rey. El servicio y sus resultados no son el tema en la parábola de las vírgenes. Aquellas que no tenían aceite, no entran en absoluto. Esto es suficiente. Las otras tienen la bendición en común; ellas entran con el Esposo a la boda. No se trata de galardón particular, ni de diferencia de conducta entre ellas. Era la expectación del corazón, aunque la gracia tuvo que hacer que la volvieran a sentir. Cualquiera que hubiera sido el lugar de servicio, la recompensa era segura. Esta parábola se aplica y se limita a la porción celestial del reino como tal. Es una semejanza del reino de los cielos.
La Tardanza Del Maestro
Podemos observar aquí también, que la tardanza del Maestro se observa del mismo modo en la tercera parábola—“después de mucho tiempo” (Mateo 25:19). La fidelidad y constancia de ellos fueron puestas así a prueba. Que el Señor permita que seamos hallados fieles y consagrados, ahora al final de los tiempos, para que pueda decirnos: ‘¡Buenos siervos y fieles!’. Es digno de observar que en estas parábolas, aquellos que están en el servicio, o que aparecen primero, son los que se encuentran al final. El Señor no extendería la suposición de la tardanza más allá de, “nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado.”
El lloro y el crujir de dientes son la porción de aquel que no ha conocido a su Maestro, del que le ha ultrajado con los pensamientos que tenía acerca de Su carácter.
El Juicio De Los Vivos En La Tierra; Los Cuatro Grupos Diferentes
En el versículo 31 se reanuda la historia profética conectándose con el versículo 31 del capítulo 24. Allí veíamos al Hijo del Hombre aparecer como un relámpago, y después juntando al remanente de Israel desde los cuatro extremos de la tierra. Pero esto no es todo. Si Él aparece así de una manera tan repentina como inesperada, Él también establece Su trono de juicio y gloria en la tierra. Si Él destruye a Sus enemigos a quienes encuentra en rebeldía contra Él, se sienta igualmente sobre Su trono para juzgar a todas las naciones. Este es el juicio de los vivos en la tierra. Cuatro grupos diferentes son hallados juntamente: el Señor, el Hijo del Hombre mismo—los hermanos—las ovejas—y los cabritos. Yo creo que aquí los hermanos son judíos, Sus discípulos como judíos, a quienes utilizó como Sus mensajeros para predicar el reino durante Su ausencia. El Evangelio del reino tenía que ser predicado como un testimonio a todas las naciones; y luego vendría el fin del siglo. En el momento del que se habla aquí, esto se había hecho ya. El resultado se manifestaría ante el trono del Hijo del Hombre en la tierra.
Él llama a estos mensajeros, por tanto, Sus hermanos. Les había dicho que serían maltratados; y así lo fueron. Con todo, hubo algunos quienes recibieron su testimonio.
El Afecto Del Rey Para Con Sus Fieles Siervos Y El Valor De Ellos
Ahora bien, tal era Su afecto por Sus siervos fieles, y de tal modo los valoraba, que Él juzgó a aquellos a quienes se había enviado el testimonio, según la manera en que ellos recibieron a estos mensajeros, ya fuera bien o mal, como si lo hubieran hecho con Él mismo. ¡Qué estímulo para Sus testigos durante ese tiempo de angustia, en que la fe de ellos estaría en servicio mientras eran probados! Al mismo tiempo, moralmente, era justicia hacia aquellos que fueron juzgados; pues habían rechazado el testimonio sin importarles quiénes lo rendían. Tenemos también el resultado de su conducta, tanto del uno como del otro. Es el Rey—pues este es el carácter que Cristo ha tomado ahora en la tierra—quien pronuncia el juicio; y Él llama a las ovejas (aquellos que habían recibido a los mensajeros y se habían compadecido de ellos en sus aflicciones y persecuciones) para que heredasen el reino preparado para ellos desde la fundación del mundo; pues tal había sido el propósito de Dios con respecto a esta tierra. Él siempre tuvo a la vista el reino. Ellos eran los benditos de Su Padre (del Padre del Rey). No se trataba de hijos que entendían su propia relación con su Padre; sino que eran los receptores de la bendición del Padre del Rey de este mundo. Además, tenían que entrar a la vida eterna; pues tal era el poder, por medio de la gracia, de la palabra que habían recibido en su corazón. Poseyendo la vida eterna, serían bendecidos en un mundo igualmente bendecido.
Aquellos que habían despreciado el testimonio, y a los que lo rendían, habían despreciado al Rey que los envió; y debían ir al castigo eterno.
El Efecto Del Regreso De Cristo
Así, el efecto total de la venida de Cristo con respecto al reino y a Sus mensajeros durante Su ausencia, queda manifestado: con respecto a los judíos, hasta el versículo 31 del capítulo 24; con respecto a Su siervos durante Su ausencia, hasta el final del versículo 30 del capítulo 25, incluyendo el reino de los cielos en su condición actual, y las recompensas celestiales que serán dadas; y después, desde el versículo 31 al final de capítulo 25, con respecto a las naciones que serán bendecidas en la tierra a Su regreso.

Mateo Capítulo 26

El Anuncio Del Señor De Su Traición Y Muerte; Los Consejos De Dios Y Su Sumisión
El Señor había terminado Sus discursos. Él se prepara (capítulo 26) para sufrir, y para dar Su último y conmovedor adiós a Sus discípulos, a la mesa de Su última pascua en la tierra, en la cual Él instituyó el simple y precioso memorial que evoca Sus sufrimientos y Su amor con un interés tan profundo. Esta parte de nuestro Evangelio no requiere mucha explicación, pero no porque sea de menos interés, sino porque necesita ser sentido en lugar de ser explicado.
¡Con qué sencillez el Señor anuncia lo iba a suceder! (vers. 2). Él había llegado ya a Betania, seis días antes de la Pascua (Juan 12:1): Él permaneció allí, a excepción de la última cena, hasta que fue tomado prisionero en el jardín de Getsemaní, aunque visitó Jerusalén y participó de Su última comida allí.
Hemos examinado ya los discursos pronunciados durante aquellos seis días, así como Sus acciones, tales como la purificación del templo. Aquello que precede a este capítulo 26, o bien es la manifestación de Sus derechos como Emanuel, Rey de Israel, o es el juicio del gran Rey con respecto al pueblo—un juicio expresado en discursos frente a los cuales el pueblo no tenía respuesta; o, finalmente, la condición de Sus discípulos durante Su ausencia. Tenemos ahora Su sujeción a los sufrimientos que le fueron establecidos, al juicio que estaba a punto de ser ejecutado sobre Él; pero que era, en verdad, sólo la consumación de los consejos de Dios Su Padre, y de la obra de Su mismo amor.
Los Inicuos Consejos Del Hombre Cumpliendo Los Maravillosos Consejos De Dios
La escena del temible pecado del hombre en la crucifixión de Jesús, se despliega ante nuestros ojos. Pero el Señor mismo (cap. 26:1) la anuncia de antemano, con toda la serenidad de Aquel que había venido para este propósito. Antes de que las consultas de los principales sacerdotes tuviesen lugar, Jesús habla de ella como un asunto ya zanjado: “Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.”
Luego (versículo 3), los sacerdotes, los escribas y los ancianos se reúnen para concertar sus planes a fin de echar mano sobre Su Persona, y deshacerse de Él.
En una palabra, en primer lugar, los maravillosos consejos de Dios, y la sumisión de Jesús, conforme a Su conocimiento de esos consejos y de las circunstancias que iban a darles cumplimiento; y, luego, los consejos inicuos del hombre, que no hacen sino cumplir aquellos de Dios. Su premeditado arreglo de no prenderle en la fiesta por temor del pueblo (cap. 26:5) no era de Dios, y fracasa: Él tenía que sufrir en la fiesta.
Judas En Manos De Satanás Por Intención Divina
Judas no fue sino el instrumento de la malicia de ellos en manos de Satanás; quien, después de todo, no hizo más que preparar estas cosas conforme a la intención divina. Desearon, pero en vano, evitar prenderle durante la fiesta, por temor de la multitud, que tal vez intercedería por Jesús si Él apelaba a ellos. Ellos lo habían hecho así en Su entrada en Jerusalén. Supusieron que Jesús lo haría, pues la iniquidad siempre cuenta con encontrar sus propios principios en los demás. Esta es la razón por la cual la iniquidad fracasa tan frecuentemente en engañar al justo—ellos son simples y naturales. Aquí se trataba de la voluntad de Dios que Jesús tuviese que sufrir en la fiesta. Pero Él había preparado un clemente alivio para el corazón de Jesús—más un bálsamo para Su corazón que para Su cuerpo—una circunstancia que emplea el enemigo para llevar a Judas al extremo y a asociarse con los principales sacerdotes.
En Betania Por Última Vez; La Estimación De María De La Preciosidad Del Señor Es Aceptada
Betania (ligada en la memoria a los últimos momentos de paz y tranquilidad en la vida del Salvador, el lugar donde moraban Marta y María, y Lázaro, el muerto resucitado)—Betania recibe a Jesús por última vez: el bienaventurado y fugaz retiro de un corazón que, siempre dispuesto a derramarse en amor, siempre fue angustiado en un mundo de pecado, que no podía ni sabía corresponderle; con todo, un corazón que nos ha dado, en Sus relaciones con esta amada familia, el ejemplo de un afecto perfecto, y humano, que hallaba dulzura en ser respondido y apreciado. La proximidad de la cruz, donde Él tendría que poner Su rostro como un pedernal, no privó a este corazón del gozo o de la dulzura de esta comunión, al tiempo que la volvía solemne y afectuosa. Al hacer la obra de Dios, Él no cesó de ser Hombre. En todo condescendió para ser nuestro. No podía reconocer ya a Jerusalén, y este santuario le cobijó por un momento de la ruda mano del hombre. Aquí Él pudo mostrar lo que siempre fue como hombre. Es correcto que la acción de alguien que, en cierto modo, podía apreciar lo que Él sentía (cuyo afecto penetró instintivamente en la creciente enemistad contra el objeto que ella amaba y que fue hecha surgir por ello) y el acto que expresó el valor que su corazón daba a Su hermosura y gracia, hubiesen de ser contados en todo el mundo. Esto es una escena, un testimonio, que acerca sensiblemente el Señor a nosotros, que despierta un sentimiento en nuestros corazones que santifica, al vincularlos a Su Persona amada.
La Vida Diaria Del Señor; Su Estimación De La Devoción De María
Su vida diaria mantenía su alma en una tensión continua, en proporción a la fuerza de Su amor—una vida de consagración en medio del pecado y la miseria. Por un momento Él pudo, y reconocería (en presencia del poder del mal, que ahora se manifestaba, y del amor que se aferraba a Él, inclinándose ante el mismo, mediante el verdadero conocimiento de Él cultivado a las plantas de Sus pies) aquella devoción a Él mismo, hecha surgir por aquello ante lo que Su alma, con divina perfección, se inclinaba. Él podía decir una palabra inteligente, su verdadero significado, de aquello sobre lo cual, de manera silenciosa, obraba el afecto divino. El lector hará bien en estudiar cuidadosamente esta escena de conmovedora condescendencia y derramamiento de corazón. Jesús, Emanuel, el Rey y Juez supremo, ha estado haciendo que todas las cosas fueran pasando ante Él en juicio (desde el cap. 21 hasta el final del 25). Había terminado aquello que tenía que decir. Su tarea aquí, en este sentido, estaba cumplida. Él toma ahora el lugar de Víctima; Él sólo tenía que sufrir, y se puede permitir libremente gozar las conmovedoras expresiones de afecto que fluyen de un corazón consagrado a Él. Él podía solamente probar la miel y seguir de largo; pero Él la saboreó y no rechazó un afecto que Su corazón pudo y supo apreciar.
Profundo Afecto Por El Señor Ocasionado Por La Perfección De Jesús
Reitero, observen el efecto del profundo afecto para con el Señor. Este afecto respira necesariamente la atmósfera en que, en aquel momento, se hallaba el Señor. La mujer que le ungió no estaba informada de las circunstancias que estaban a punto de suceder, ni era ella una profetisa. Pero la proximidad de esa hora de tinieblas era sentida por una cuyo corazón estaba fijo en Jesús. Las diferentes formas del mal se desarrollaban ante Él, manifestándose con sus colores verdaderos; y, bajo la influencia de un amo, Satanás, se amontonaban alrededor del único objeto contra quien valía la pena formar esta concentración de malicia, y quien sacó su verdadero carácter a la luz del día.
Pero la perfección de Jesús, que ocasionó la enemistad, ocasionó el afecto en ella; y ella (por decirlo así) en el afecto reflejaba la perfección; y cuando esa perfección fue puesta en acción y sacada a la luz por la enemistad, igualmente lo hacía su afecto. Así, el corazón de Cristo no podía sino satisfacerlo. Jesús, a causa de esta enemistad, era aún más el objeto que ocupaba un corazón que, conducido indudablemente por Dios, se daba cuenta, instintivamente, de lo que sucedía. El tiempo del testimonio, e incluso el de la explicación de Su relación con todos los que le rodeaban, había finalizado. Su corazón era libre para gozar de los afectos buenos, verdaderos y espirituales, de los que Él era objeto; y los que, cualquiera que fuese su forma humana, mostraban tan claramente su origen divino, en que estaban unidos a ese objeto sobre el cual, en este momento solemne, se centraba toda la atención del cielo.
La Omnisciencia Del Señor
Jesús mismo era consciente de Su posición. Sus pensamientos estaban puestos en Su partida. Durante el ejercicio de Su poder, Él se oculta—Él se olvida de Sí mismo. Pero ahora, oprimido, rechazado, y como un cordero conducido al matadero, siente que es el justo objeto de los pensamientos de aquellos que le pertenecen, de todos los que tienen corazones que aprecien aquello que Dios aprecia. Su corazón está lleno de los sucesos venideros. Ver versículos 2,10-13,18,21.
El Tacto De La Devoción
Pero aún unas pocas palabras sobre la mujer que le ungió. El efecto de tener el corazón fijo afectuosamente en Jesús, se muestra en esta mujer de manera extraordinaria. Ocupada con Él, se muestra sensible ante Su situación. Ella siente lo que le afecta a Él, y esto hace que sus afectos actúen en conformidad a la devoción especial que inspira esa situación. Mientras el odio contra Él se levantaba hasta alcanzar carácter homicida, el espíritu de devoción a Él crece en ella en respuesta a ello. Consecuentemente, con el tacto de la devoción, ella hace precisamente lo que requería Su situación. La pobre mujer no era inteligentemente consciente de esto; con todo, ella hizo lo que era correcto. El valor que ella le daba a la Persona del Señor Jesús, tan infinitamente preciosa para ella, hizo que se percatara de aquello que pasaba por Su mente. A sus ojos, Cristo estaba investido de todo el interés de Sus circunstancias; y ella prodiga sobre Él aquello que expresaban sus afectos. Fruto de este sentimiento, su acción fue conforme a las circunstancias; y, aunque fue solamente el instinto de su corazón, Jesús le da a ello todo el valor que Su perfecta inteligencia podía atribuirle, incluyendo de inmediato los sentimientos de su corazón y los acontecimientos venideros.
El Egoísmo, La Insensibilidad Y La Traición De Los Demás Sacadas a La Luz Por La Devoción De María
Pero este testimonio de afecto y devoción a Cristo saca a la luz el egoísmo, la insensibilidad, de los demás. Ellos culpan a la pobre mujer. ¡Triste prueba (por no hablar de Judas) de cuán pocos afectos apropiados despierta necesariamente en nuestros corazones, el conocimiento de aquello que concierne a Jesús! Después de esto, Judas sale y acuerda, con los desdichados sacerdotes, entregarles a Jesús por el precio de un esclavo.
El Señor continua Su carrera de amor; y como Él había aceptado el testimonio afectuoso de la pobre mujer, así Él otorga ahora a Sus discípulos uno de infinito valor para nuestras almas. El versículo 16 concluye el asunto del cual hemos estado hablando: el conocimiento de Cristo, según Dios, el conocimiento de aquello que le aguardaba; la conspiración de los sacerdotes; el afecto de la pobre mujer, aceptado por el Señor; la egoísta insensibilidad de los discípulos; la traición de Judas.
El Memorial De La Verdadera Pascua; Un Salvador Muerto; Un Orden De Cosas Enteramente Nuevo
El Señor instituye ahora el memorial de la verdadera pascua. Envía a los discípulos a hacer los preparativos para la celebración de la fiesta en Jerusalén. Él señala a Judas como aquel que le entregaría a los judíos. Se observará que no fue solamente Su conocimiento acerca de aquel que le traicionaría, lo que el Señor expresa aquí—Él sabía eso cuando le llamó; sino que Él dice, “uno de vosotros me va a entregar.” Era eso lo que conmovía Su corazón: Él deseaba también que eso conmoviera el corazón de los demás.
Luego, Él señala que es un Salvador muerto el que ha de ser recordado. Ya no es un asunto del Mesías vivo: todo eso había terminado. No era ya el recuerdo de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto. Cristo, y Cristo muerto, comenzó un orden de cosas enteramente nuevo. Ellos tenían que pensar ahora en Él—en Él, muerto en la tierra. Él dirige, entonces, la atención de ellos a la sangre del nuevo pacto, añadiendo aquello que alcanza a otros aparte de los judíos, sin nombrarlos—“por muchos es derramada.” Además, esta sangre no es, como en el Sinaí, solamente para confirmar el pacto, por la fidelidad por la que ellos eran responsables; fue derramada para remisión de los pecados. De modo que la cena del Señor presenta el recuerdo del Jesús muerto, quien, al morir, ha roto con el pasado; puso el fundamento del nuevo pacto; obtuvo la remisión de los pecados; y abrió la puerta a los Gentiles. Es sólo en Su muerte que la cena nos lo presenta a nosotros. Su sangre está aparte de Su cuerpo: Él está muerto. No es Cristo viviendo en la tierra, ni Cristo glorificado en el cielo. Él está separado de Su pueblo, por lo que respecta a sus goces en la tierra; pero ellos tenían que esperarle como el compañero de la felicidad que Él ha asegurado para ellos—pues Él condesciende a serlo—en tiempos mejores: “No beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día que la beba nueva con vosotros en el reino de mi Padre.” Pero una vez rotos estos vínculos, ¿quién, sino Jesús, podía soportar el conflicto? Todos le abandonarían. Los testimonios de la Palabra debían cumplirse. Estaba escrito: “Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas.” (Mateo 26:31).
La Promesa De Un Salvador Resucitado En Galilea
No obstante, Él iría, para renovar Sus relaciones, como un Salvador resucitado, con estos pobres del rebaño, hasta el mismo lugar donde ya se había identificado con ellos durante Su vida. Él iría delante de ellos a Galilea. Esta promesa es muy notable, porque el Señor reanuda, bajo una forma nueva, Su relación judía con ellos y con el reino. Podemos observar aquí que, así como Él había juzgado a todas las clases (hasta el final del cap. 25), Él exhibe ahora el carácter de Su relación con todos aquellos entre quienes Él mantenía alguna. Ya se trate de la mujer, o de Judas, o de los discípulos, cada uno toma su lugar en relación con el Señor. Esto es todo lo que hallamos aquí. Si Pedro tenía la energía natural suficiente como para ir un poco más allá, sería sólo para una caída más profunda en el lugar donde sólo el Señor sabía permanecer en pie.
En Getsemaní En Súplica Con Su Padre; La Anticipación De La Copa De Sufrimiento
Él se aísla ahora para presentar, suplicando a Su Padre, los sufrimientos que le esperaban.
Pero al tiempo que se aísla para orar, Él toma a tres de Sus discípulos para que en aquella hora solemne puedan velar con Él. Eran los mismos tres que estuvieron con Él durante la transfiguración. Tenían que ver Su gloria en el reino, y Sus sufrimientos. Él se va un poco adelante de ellos. En cuanto a los discípulos, ellos se duermen, tal como lo hicieron en el monte de la transfiguración. La escena aquí está descrita en hebreos 5:7. Jesús no estaba bebiendo aún la copa, pero ella estaba ante Sus ojos. En la cruz sí la bebió, fue hecho pecado por nosotros, Su alma sintiéndose desamparada por Él. Aquí se trata del poder de Satanás, utilizando la muerte como un terror con el cual poder vencerle. Pero la consideración de este asunto tendrá su lugar más apropiado cuando lleguemos al Evangelio de Lucas.
Sumisión Completa
Vemos aquí Su alma bajo el peso de la muerte—por anticipación—como Él solo podía conocerlo, y esta no había perdido aún su aguijón. Nosotros sabemos quién tiene el poder de la muerte, y la muerte todavía tenía todo el carácter de la paga del pecado, y la maldición, del juicio de Dios. Pero Él vela y ora. Como hombre, sometido por Su amor a esta acometida, en presencia de la más poderosa tentación a la cual Él había sido expuesto, por una parte Él vela; y por otra, Él presenta Su angustia a Su Padre. Su comunión no fue interrumpida aquí, por muy grande que hubiese sido Su angustia. Esta angustia sólo le acerca más, con toda sumisión y confianza, a Su Padre. Pero si teníamos que ser salvos, si Dios tenía que ser glorificado en Aquel que se había hecho cargo de nuestra causa, la copa no debía pasar de Él. Su sumisión es completa.
Se Hace Recordar a Pedro La Falsa Confianza
Él dulcemente recuerda a Pedro su falsa confianza, haciéndole consciente de su debilidad. Pero Pedro tenía demasiada confianza en sí mismo como para sacar provecho de ello. Se despierta de su sueño, pero su confianza en sí mismo no es sacudida. Fue necesaria una experiencia más triste para su curación.
La Copa Tomada De Manos Del Padre
Por tanto, el Señor toma la copa, pero Él la toma de manos de Su Padre. Fue Su voluntad que Él la bebiera. Entregándose así por completo a Su Padre, no es de manos de Sus enemigos, ni de Satanás (aunque ellos fueran los instrumentos) que Él la toma. De acuerdo a la perfección con la que Él se había sometido a la voluntad de Dios en este asunto, encomendando todo a Él, es solamente de Su mano que Él la recibe. Es la voluntad del Padre. Así nosotros escapamos de segundos motivos y de las tentaciones del enemigo, buscando solamente la voluntad de Dios que dirige todas las cosas. Es de Él que recibimos la aflicción y la prueba, cuando estas vienen.
La Traición; Sometimiento a La Maldad Del Hombre, El Poder De Las Tinieblas Y El Juicio De Dios Del Pecado; En Manos De Los Judíos
Los discípulos no necesitan velar más: ha llegado la hora. Él tenía que ser entregado en manos de los hombres. Esto ya era decir mucho. Judas le señaló con un beso. Jesús sale a encontrar la multitud, reprendiendo a Pedro por buscar resistir con armas carnales. Si Cristo hubiera deseado escapar, Él podía haber pedido doce legiones de ángeles, y los habría tenido; pero todas las cosas tenían que cumplirse. Era la hora de Su sometimiento a los efectos de la maldad del hombre y del poder de las tinieblas, y al juicio de Dios contra el pecado. Él es el Cordero que va al matadero. Luego, todos los discípulos le abandonan. Él se entrega, reconviniendo a la multitud que se acercaba lo que estaba haciendo. Si nadie puede probar que es culpable, Él no negará la verdad. Confiesa la gloria de Su Persona como Hijo de Dios, y declara a partir de entonces que ellos verían al Hijo del Hombre, no ya en la humildad de Aquel que no quebraría la caña cascada, sino viniendo en las nubes del cielo y sentándose a la diestra del poder. Habiendo dado este testimonio, es condenado por causa de lo que dijo de Sí mismo—por la confesión de la verdad. Los testigos falsos no tuvieron éxito. Los sacerdotes y los principales de Israel eran culpables de Su muerte, en virtud de su propio rechazo del testimonio que Él rindió a la verdad. Él era la Verdad; ellos estaban bajo el poder del padre de mentira. Rechazaron al Mesías, al Salvador de Su pueblo. No vendría más a ellos, excepto como Juez.
Jesús Como La Víctima
Le insultan y le denigran. Cada uno ¡es lamentable! ocupa, como hemos visto, su propio lugar—Jesús, el de Víctima; los demás, el lugar de traición, de abandono, de negación del Señor. ¡Qué escena! ¡Qué momento solemne! ¿Quién podía permanecer en ella? Cristo solo podía pasar por ese momento con constancia. Y pasó por este momento como una víctima. Como tal, debía ser desnudado de todo (Mateo 27:28), y ello en presencia de Dios. Todo lo demás desapareció, salvo el pecado que condujo a esto; y, según la gracia, eso también antes de la poderosa eficacia de este acto. Pedro, confiado en sí mismo, dudando, reconocido, respondiendo falsamente, jurando, niega a su Maestro; y, dolorosamente convencido de la absoluta impotencia del hombre contra el enemigo de su alma y contra el pecado, sale y llora amargamente; lágrimas, que no pueden borrar su culpa, pero que, demostrando la existencia, a través de la gracia, de un corazón recto, testifican de la impotencia que la rectitud de corazón no puede remediar.

Mateo Capítulo 27

Entregado a Los Gentiles; La Maldad De Satanás Y La Maldad Del Hombre Exhibidas
Después de esto, los desdichados sacerdotes y principales del pueblo entregan su Mesías a los Gentiles, tal como Él había contado a Sus discípulos. Judas, desesperado bajo el poder de Satanás, se ahorca, tras haber arrojado la recompensa de su iniquidad a los pies de los principales sacerdotes y ancianos. Satanás fue obligado a testificar, incluso a través de una conciencia que él traicionó, de la inocencia del Señor. ¡Qué escena! Luego, los sacerdotes que no habían tenido escrúpulos al comprar Su sangre a Judas, dudan en poner el dinero en el tesoro del templo, pues era precio de sangre. En presencia de lo que estaba sucediendo, el hombre fue obligado a mostrarse tal como era, y el poder de Satanás sobre él. Después de consultar, ellos compran un campo para sepultura de los extranjeros. A ojos de ellos, estos eran lo suficientemente profanos como para esto, con tal que ellos mismos no se contaminaran con tal clase de dinero. Con todo, era el tiempo de la gracia de Dios para el extranjero, y del juicio sobre Israel. Además, establecieron, por medio de esto, un memorial perpetuo de su propio pecado y de la sangre que había sido derramada. Acéldama (Hechos 1:19) es todo lo que queda en este mundo de las circunstancias de este gran sacrificio. El mundo es un campo de sangre, pero habla de cosas mejores que la de Abel.
Sabemos que esta profecía (versículo 9) está en el libro de Zacarías. El nombre “Jeremías” puede haberse deslizado en el texto cuando no había nada más que la expresión “por el profeta”; o quizás podría ser porque Jeremías estaba primero en el orden prescrito por los Talmudistas para los libros de profecía; por la misma razón, muy probablemente, ellos decían también: “Jeremías, o alguno de los profetas”, como en el capítulo 16:14. Pero este no es el lugar para discutir este asunto.
El Rey De Los Judíos Ante Pilatos; La Condenación De Pilatos
La parte de ellos en la escena judía concluye. El Señor está en pie ante Pilato. Aquí la pregunta no es si Él es Hijo de Dios, sino si Él es el Rey de los judíos. Aunque Él era esto, con todo, fue sólo en el carácter de Hijo de Dios que permitiría que los judíos le recibieran. Si le hubieran recibido como Hijo de Dios, Él habría sido su Rey. Pero eso no podría ser: Él debía cumplir la obra de expiación. Habiéndole rechazado como Hijo de Dios, los judíos le niegan ahora como Rey de ellos. Pero los Gentiles también se hacen culpables en la persona de su jefe en Palestina, cuyo gobierno había sido puesto en sus manos. El jefe Gentil debería haber reinado en justicia. El representante de ellos en Judea, reconoce la malicia de los enemigos de Cristo; su conciencia, alarmada por el sueño que tuvo su esposa, intenta evadir la culpa de condenar a Jesús. Pero el verdadero príncipe de este mundo, en lo que respecta al ejercicio actual del dominio, era Satanás. Pilato, lavándose sus manos (fútil intento de exonerarse) entrega al inocente a la voluntad de Sus enemigos, diciendo, al mismo tiempo, que no halla delito en Él. Y les suelta a los judíos a un hombre culpable de sedición y homicidio, en lugar del Príncipe de vida. Pero fue nuevamente sobre Su propia profesión, y solamente sobre ésa, que Él fue condenado, profesando lo mismo en el tribunal Gentil, tal como Él lo había hecho en el tribunal judío, la verdad en cada uno, dando testimonio de la buena profesión concerniente a la verdad acerca de aquellos que tenía delante.
La Elección De Los Judíos De Barrabás; Un Salvador Rechazado, La Piedra De Toque Universal
Barrabás, la expresión del espíritu de Satanás, que era homicida desde el principio, y de la rebelión en contra de la autoridad que Pilato debía mantener allí—Barrabás era querido por los judíos; y con él, la equivocada indolencia de su gobernante, quien fue impotente contra el mal, procuró satisfacer la voluntad del pueblo al cual debería haber gobernado. “Todo el pueblo” se hizo culpable de la sangre de Jesús en la solemne expresión, que sigue cumpliéndose hasta este día, hasta que la gracia soberana, según el propósito de Dios, la quite—solemne pero terrible palabra, “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.” ¡Triste y horrible ignorancia que la propia voluntad ha traído sobre un pueblo que rechazó la luz! ¡Es lamentable! de qué manera, digo nuevamente, cada cual ocupa su lugar en presencia de esta piedra de toque—un Salvador rechazado. La compañía de los Gentiles, los soldados, ocupan su lugar burlándose, con la brutalidad habitual en ellos como paganos y verdugos, así como lo harán los Gentiles en gozosa adoración cuando Aquel de quien ellos se burlaron será verdaderamente el Rey de los judíos en gloria. Jesús soporta todo. Era la hora de Su sometimiento al pleno poder del mal: la paciencia debe tener su obra perfecta, a fin de que Su obediencia pudiera ser completa en todos los aspectos. Él soportó todo sin socorro, en lugar de fracasar en la obediencia a Su Padre. ¡Qué diferencia entre esto y la conducta del primer Adán rodeado de bendiciones!
La Crucifixión; El Abismo De Sus Sufrimientos
Cada cual debe ser siervo del pecado, o de la tiranía de la iniquidad en esta hora solemne, en la cual todo es sometido a prueba. Obligan a uno llamado Simón—conocido después, según parece, entre los discípulos—a llevar la cruz de Jesús; y el Señor es conducido al lugar de Su crucifixión. Él rehúsa allí aquello que podría haberle entorpecido. Él no evitará la copa que tenía que beber, ni se privará de Sus facultades a fin de permanecer insensible a lo que era la voluntad de Dios en cuanto a lo que Él debía sufrir. Las profecías de los Salmos se cumplen en Su Persona, por medio de aquellos que poco pensaban en lo que estaban haciendo. Al mismo tiempo, los judíos tuvieron éxito en llegar al último grado de vileza. Su Rey fue colgado. Tienen que soportar la vergüenza a pesar de ellos. ¿De quién era la culpa? Pero, endurecidos e insensibles, comparten con un malhechor la miserable satisfacción de insultar al Hijo de Dios, su Rey, el Mesías, para su propia ruina, y citan (cuán ciega es la incredulidad) de sus propias escrituras, como expresión de lo que pensaban, aquello que en ellos fue puesto en boca de los enemigos incrédulos de Jehová. Jesús lo sintió todo; pero la angustia de Su prueba, donde, después de todo, Él era un testimonio fiel y sosegado, y el abismo de Sus sufrimientos, contenían algo mucho más terrible que toda esta malicia o abandono del hombre. Indudablemente, “los ríos alzaron su sonido.” (Salmo 93:3). Una tras otra, las olas de la impiedad arremetieron contra Él; pero las profundidades que le aguardaban debajo, ¿quién podía sondearlas? Sólo Su corazón, Su alma—el vaso de un amor divino—podía sumergirse más profundo que el fondo de aquel abismo que el pecado había abierto para el hombre, para llevar a lo alto a aquellos que permanecían allí, después de haber soportado Él sus dolores en Su propia alma. Un corazón que había sido siempre fiel, fue abandonado por Dios. Allí donde el pecado llevó al hombre, allí el amor llevó al Señor, pero con una naturaleza y una percepción en las que no existían distancias ni separaciones, de modo que pudiera sentirse el pecado en toda su plenitud. Nadie sino Él, que estaba en ese lugar, podía sondearlo o sentirlo.
Abandonado Por Dios; Glorificando a Dios
Es, también, un espectáculo maravilloso ver al único hombre justo en el mundo exclamar al final de Su vida que fue abandonado por Dios. Pero fue así como Él glorificó a Dios como nadie podía haberlo hecho nunca, y donde nadie sino Él pudo haberlo hecho—hecho pecado, en presencia de Dios como tal, sin ningún velo que ocultara, ni misericordia que lo cubriera o lo soportara.
Los padres, llenos de fe, habían experimentado, en su angustia, la fidelidad de Dios, quien respondió la expectativa de sus corazones. Pero Jesús (en cuanto a la condición de Su alma en aquel momento) clamó en vano. “Gusano, y no hombre” (Salmo 22:6) ante la vista de todos, tuvo que soportar el abandono del Dios en quien Él confiaba.
Al estar los pensamientos de ellos lejos de los Suyos, aquellos que le rodearon ni siquiera entendieron Sus palabras, pero ellos cumplieron las profecías por medio de su ignorancia. Jesús, dando testimonio por la intensidad de Su voz que no era el peso de la muerte lo que le oprimía, entregó el espíritu.
La Eficacia De La Muerte De Cristo; El Velo Rasgado
Este Evangelio nos presenta la eficacia de Su muerte en un doble aspecto. En primer lugar, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Dios, quien había estado siempre oculto detrás del velo, se descubre completamente por medio de la muerte de Jesús. La entrada en el lugar santo se hace evidente—un camino nuevo y vivo que Dios ha abierto para nosotros a través del velo. Todo el sistema judío, las relaciones del hombre con Dios bajo sus modos, su sacerdocio, todo se derrumbó al rasgarse el velo. Cada uno se halló, pues, ante la presencia de Dios sin ningún velo de por medio. Los sacerdotes tenían que estar siempre en Su presencia. Pero, por este mismo hecho, el pecado, que habría hecho imposible para nosotros que estuviéramos allí, fue, para el creyente, quitado completamente delante de Dios. El Dios santo, y el creyente, limpiado de sus pecados, son reunidos por medio de la muerte de Cristo. ¡Qué amor fue ese que cumplió con esto!
La Resurrección; Pecadores Sin Temor Ante Dios
En segundo lugar, aparte de esto, fue tal la eficacia de Su muerte, que cuando Su resurrección hubo roto los lazos que los apresaban, muchos de los muertos aparecieron en la ciudad—testigos de Su poder, quien, habiendo sufrido la muerte, se levantó por sobre ella, y la venció, y destruyó su poder, o lo tomó en Sus propias manos. La bendición estaba ahora en la resurrección.
Por lo tanto, la presencia de Dios sin un velo, y de pecadores sin pecado ante Él, prueba la eficacia de los sufrimientos de Cristo.
La resurrección de los muertos, sobre los cuales el rey de los terrores no tenía más derechos, mostró la eficacia de la muerte de Cristo para los pecadores, y el poder de Su resurrección. El judaísmo ha terminado para aquellos que tienen fe, al igual que el poder de la muerte. El velo se rasgó. El sepulcro entregó su presa; Él es el Señor de los muertos y de los vivos.
El Primer Testimonio De Fe Entre Los Gentiles De La Persona De Cristo
Hay, todavía, un testimonio especial del grandioso poder de Su muerte, por la importancia de estas palabras: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” (Juan 12:32). El centurión que estaba de guardia en la crucifixión del Señor, viendo el terremoto y las cosas que habían sido hechas, temblando, confiesa la gloria de Su Persona; y, extraño como él es a Israel, rinde el primer testimonio de fe entre los Gentiles: “Verdaderamente, éste era Hijo de Dios.”
El Instinto Del Afecto; Al Pie De La Cruz
Pero la narración sigue. Algunas pobres mujeres—a quienes la devoción otorga a menudo, de parte de Dios, más valor que a los hombres en su posición más responsable y ocupada—permanecían cerca de la cruz, observando lo que hacían a Aquel que amaban.
Pero ellas no eran las únicas que llenaban el lugar de los aterrados discípulos. Otros—y esto ocurre a menudo—a quienes el mundo había sujetado, una vez que la profundidad de su afecto es despertada por el asunto de Sus sufrimientos, los sufrimientos de Aquel que ellos realmente amaban, cuando el momento es tan doloroso que los demás quedan aterrorizados, entonces (estimulados por el rechazo de Cristo) sienten que ha llegado el momento de tomar una decisión, y convertirse en intrépidos confesantes del Señor. Asociados hasta aquí con aquellos que le habían crucificado, ellos deben aceptar ahora este hecho, o bien declararse ellos mismos. Por gracia, ellos hacen esto último.
“Con Los Ricos Fue En Su Muerte”
Dios había preparado todo de antemano. Su Hijo iba a tener Su tumba con los ricos. José va audazmente a ver a Pilato y pide el cuerpo de Jesús. Él envuelve el cuerpo, que Pilato le entrega, en una sábana limpia, y lo pone en su propio sepulcro, el cual nunca había servido para ocultar la corrupción del hombre. María Magdalena y la otra María, pues estas eran conocidas, se sentaron cerca del sepulcro, resignadas por todo lo que quedaba de su fe hacia Aquel que habían amado y seguido con adoración durante Su vida.
El Testimonio Involuntario De La Incredulidad
Pero la incredulidad no tiene fe en sí misma, y temiendo el caso de que aquello que niega sea verdad, desconfía de todo. Los principales sacerdotes solicitaron a Pilato que asegurara el sepulcro, a fin de frustrar cualquier intento que los discípulos pudieran hacer para fundamentar la doctrina de la resurrección en la ausencia del cuerpo de Jesús de la tumba en que había sido puesto. Pilato les ofrece asegurar el sepulcro ellos mismos; así que todo lo que hicieron sirvió para que fuesen ellos mismos, testigos involuntarios del hecho, y nos asegura el cumplimiento de lo que ellos temían. Así, Israel fue culpable de este esfuerzo de inútil resistencia al testimonio que Jesús había rendido a Su propia resurrección. Ellos testificaban su verdad contra ellos mismos. Las precauciones que Pilato tal vez no habría tomado, ellos las llevaron hasta el extremo, de manera que todo error en cuanto al hecho de Su resurrección era imposible.
El Ministerio Y El Servicio De Jesús Aún Con Los Pobres Del Rebaño
La resurrección del Señor es relatada brevemente en Mateo. El objetivo es, reitero, después de la resurrección, relacionar el ministerio y servicio de Jesús—ahora transferido a Sus discípulos—con los pobres del rebaño, el remanente de Israel. Él los reunió de nuevo en Galilea, donde les había enseñado constantemente, y donde los menospreciados de entre el pueblo habitaban lejos del orgullo de los judíos. Esto relacionó la obra de ellos con la de Él, en aquello que la distinguía de manera especial con referencia al remanente de Israel.

Mateo Capítulo 28

Plena Seguridad De La Fe Del Hecho De La Resurrección Del Señor
Examinaré los detalles de la resurrección en otro lugar. Aquí sólo considero su significado en este Evangelio. El día de reposo terminó (al atardecer del Sábado, para nosotros—cap. 28), las dos Marías vienen a ver el sepulcro. En aquel momento, esto fue todo lo que hicieron. Los versículos 1 y 2, no son consecutivos, los versículos 2, 3 y 4 van juntos. Cuando ocurrió el terremoto y las circunstancias que lo acompañaron, nadie se hallaba allí excepto los soldados. De noche todo era seguro. Los discípulos no sabían nada de ello en la mañana. Cuando las mujeres llegaron al amanecer, el ángel que estaba sentado a la puerta del sepulcro las tranquilizó con las noticias de la resurrección del Señor. El ángel del Señor había descendido y había abierto la puerta de la tumba, la cual el hombre había cerrado con toda posible precaución. Colocando allí a los soldados, ellos, en realidad, lograron solamente tener asegurada mediante testigos irreprochables, la verdad de la predicación de los discípulos. Las mujeres, en su visita al atardecer anterior, y en la mañana cuando el ángel les habló, recibieron plena seguridad para su fe acerca del hecho de Su resurrección. Todo lo que es presentado aquí son los hechos. Las mujeres habían estado allí al atardecer. La intervención del ángel certificó a los soldados el verdadero carácter de Su abandono de la tumba; y la visita de las mujeres en la mañana estableció el hecho de Su resurrección como un objeto de fe para ellas mismas. Ellas van y lo anuncian a los discípulos, quienes, lejos de haber hecho aquello que los judíos les imputaban, ni siquiera creían las afirmaciones de las mujeres. Jesús mismo aparece a las mujeres que volvían del sepulcro, habiendo creído las palabras del ángel.
La Comisión De Los Discípulos
Como ya he dicho, Jesús se relaciona con Su obra anterior entre los pobres del rebaño, lejos de la sede de la tradición judía, y del templo, y de todo aquello que vinculaba al pueblo con Dios según el antiguo pacto. Él ordena a los discípulos que le fueran a encontrar allí, y ellos le hallan allí, y le reconocen; y es allí, en esta escena anterior de los trabajos de Cristo, según Isaías 8 y 9, donde reciben su comisión de parte de Él. De ahí que en este Evangelio no tenemos, en absoluto, la ascensión de Cristo, sino que tenemos que toda potestad le es dada a Él en el cielo y en la tierra, y conforme a ello, la comisión dada a Sus discípulos alcanza a todas las naciones (Gentiles). A ellos debían proclamar Sus derechos, y hacerlos discípulos.
Un Salvador Resucitado, Poderoso; La Revelación Y La Confesión Del Padre, El Hijo Y El Espíritu Santo Como El Nombre Santo Para Todas Las Naciones
No obstante, no era solamente el nombre del Señor, ni en relación con Su trono en Jerusalén. Al ser Señor del cielo y de la tierra, Sus discípulos tenían que anunciarle por todas las naciones fundamentando su doctrina sobre la confesión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Tenían que enseñar, no la ley, sino los preceptos de Jesús. Él estaría con ellos, con los discípulos que así le confesaran, hasta el fin del mundo. Es esto lo que relaciona todo lo que será consumado hasta que Cristo se siente sobre el gran trono blanco, con el testimonio que Él mismo rindió en la tierra en medio de Israel. Es el testimonio del reino, y de su Cabeza, una vez rechazada por un pueblo que no le conoció. Vincula el testimonio a las naciones con un remanente en Israel que reconoce a Jesús como el Mesías, pero ahora resucitado de entre los muertos, como Él había dicho, pero no a Cristo conocido como ascendido a las alturas. Ni tampoco presenta a Jesús solamente, ni a Jehová, como no siendo ya el sujeto del testimonio, sino como la revelación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, como el nombre santo por medio del cual las naciones se relacionaban con Dios.
Marcos

Introducción Al Evangelio De Marcos

El Carácter Especial Del Evangelio De Marcos; Su Asunto
El Evangelio según Marcos tiene un carácter que difiere en ciertos aspectos de los otros evangelios. Cada evangelio tiene su propio carácter; cada uno se ocupa de la Persona del Señor bajo un punto de vista diferente: como Persona divina, el Hijo de Dios; como el Hijo del Hombre; como el Hijo de David, el Mesías presentado a los judíos, Emanuel. Pero Marcos no se ocupa de ninguno de estos títulos. Es el Siervo a quien encontramos aquí—y en particular Su servicio llevando la palabra—el servicio activo de Cristo en el evangelio. La gloria de Su Persona divina es mostrada, a decir verdad, de una manera notable, a través de Su servicio y, por decirlo así, a pesar de Él mismo, de modo que Él evita sus consecuencias. Pero, con todo, el servicio es el tema del libro. Indudablemente nosotros encontraremos el carácter de Su enseñanza desarrollándose (y, consecuentemente, a la verdad estremeciendo las formas judías bajo las que había sido mantenida), así como el relato de Su muerte, de la que todo dependía para el establecimiento de la fe. Pero aquello que distingue este Evangelio es el carácter de servicio y de Siervo que está unido a la vida de Jesús—la obra que Él vino a cumplir personalmente viviendo en la tierra. Por esto, la historia de Su nacimiento no se encuentra en Marcos. Comienza con el anuncio del comienzo del evangelio. Juan el Bautista es el heraldo, el precursor, de Aquel que trajo estas buenas nuevas al hombre.

Marcos Capítulo 1

La Misión De Juan El Bautista
El mensaje es nuevo—por lo menos en el carácter absoluto y completo que asume, y en su aplicación directa e inmediata. No eran los privilegios judíos los que debían ser obtenidos al arrepentirse y al volver al Señor. El Señor estaba viniendo conforme a Su promesa. Juan estaba predicando el arrepentimiento para perdón de pecados, para preparar Su camino delante de Él. Esto era lo que ellos necesitaban: perdón de pecados para el arrepentido era lo verdaderamente importante, el objeto formal de la misión de Juan.
Arrepentimiento Y Perdón De Pecados; Perdón Gubernamental Y Justificador
El arrepentimiento y el perdón de pecados se refieren claramente a la responsabilidad del hombre, aquí la de Israel, en su posición natural con Dios; y clarificando que en cuanto al estado del hombre para con Dios, estos dos lo califican moral y responsablemente para la recepción de la bendición propuesta—moralmente, en que él juzga los pecados en principio, como lo hace Dios y, responsablemente, por el hecho que Dios los perdona todos. De ahí que el perdón sea forzosamente una necesidad presente. Hay un perdón gubernativo así como uno justificativo, pero el principio es el mismo, y este último es la base del primero. Solamente donde es gubernativo puede ir acompañado de varios tratos de Dios, sólo que el pecado ya no es más imputado en cuanto a la relación presente con Dios, como en el justificativo, esto es eternamente verdadero. En el perdón justificativo que leemos en Romanos 4, que es mostrado mediante el uso del Salmo 32, el carácter común de no-inculpación se fundamenta en la obra de Cristo, y, por ello, es absoluto e inmutable. El pecado no es imputado y nunca puede serlo, porque la obra está hecha y finalizada y esto lo aleja de la mirada de Dios: eso—de suyo eterno, absoluto e inmutable—es también la base de todos los tratos de Dios con el hombre en gracia. La gracia reina a través de la justicia. Hebreos 9 y 10 desarrollan esto, donde se consideran la conciencia y el venir a Dios, y ello en el Lugar Santísimo. Lo mismo sucede con Romanos 3 a 5, donde la cuestión es judicial, un asunto de juicio, ira y justificación. Es la base de las bendiciones, no el propósito, grande como de suyo pueda ser—paz con Dios y reconciliación. Aquí se trataba del terreno de todas las bendiciones que Israel tendrá por medio del nuevo pacto (fundamentado en la muerte de Cristo), pero al ser rechazado, aquellos que creyeron entraron en bendiciones mejores y celestiales. En Éxodo 32:14 y 34, tenemos el perdón gubernativo, no el justificativo. En el caso del gran pecado de David, éste fue perdonado cuando fue reconocido, su iniquidad fue quitada, pero un severo castigo fue relacionado con éste, pues él había dado ocasión a los enemigos del Señor para que blasfemasen. La gloria de Dios en justicia tenía que ser mantenida ante el mundo (2 Samuel 12:12,14).
Aquí se trataba de una propuesta de perdón presente para Israel, la cual se cumplirá en los postreros días; y entonces, como su largo rechazo habrá culminado en perdón gubernativo, ellos también, por lo menos el remanente, por medio de la muerte y el derramamiento de la sangre de Cristo, serán perdonados y justificados para el disfrute de las promesas bajo el nuevo pacto (comparar con Hechos 3).
La Conciencia Del Pueblo Incitada; Confesión De Pecados
Los profetas, de hecho, habían anunciado el perdón si el pueblo volvía al Señor; pero aquí se trata del objetivo presente del discurso. El pueblo sale como un solo cuerpo para sacar provecho de ello. Al menos su conciencia fue despertada; y cualquiera hubiese sido el orgullo de sus líderes, el sentimiento de la condición de Israel fue sentido por el pueblo, tan pronto como algo fuera de la rutina de la religión actuaba en el corazón y en la conciencia—es decir, cuando Dios hablaba. Ellos confesaron sus pecados. En el caso de algunos quizás se trató sólo de la conciencia natural, es decir, no una obra realmente vivificadora; pero, de todos modos, era efectuada sobre el testimonio de Dios.
La Proclamación De Juan
Pero Juan, separado rígidamente del pueblo, y viviendo aparte de la sociedad humana, anuncia a otro más poderoso que él, cuya correa del calzado no era digno de desatar: Él no predicaría solamente el arrepentimiento aceptado por el bautismo de agua; Él daría el Espíritu Santo, poder, a aquellos que recibieran Su testimonio. Aquí nuestro Evangelio pasa a ocuparse rápidamente del servicio de Aquel que Juan anunció de esta forma. Sólo presenta sumariamente lo que le introduce a Él en este servicio.
La Posición Del Señor En Servicio En La Tierra
El Señor toma Su lugar entre los arrepentidos de Su pueblo, y, sometiéndose al bautismo de Juan, ve que los cielos se abren a Él, y al Espíritu Santo descendiendo como paloma sobre Él. El Padre le reconoce como Su Hijo en la tierra, en quien tiene complacencia. Luego es conducido por el Espíritu Santo al desierto, donde Él sufre la tentación de Satanás durante cuarenta días; Él está con las fieras, y los ángeles ejercen su ministerio hacia Él. Vemos aquí Su posición completa—el carácter que el Señor asume en la tierra—todas sus características y relaciones con lo que le rodeaba, reunidas en estos dos o tres versículos. Esto ha sido tratado en sus detalles en Mateo.
El Camino Del Señor Del Servicio Siempre Dispuesto; Su Palabra De Poder
Después de esto, Juan desaparece de la escena, dando lugar al ministerio público de Cristo, de quien él sólo era el heraldo; y Cristo mismo aparece en el lugar de testimonio, declarando que el tiempo se había cumplido; que no se trataba ahora de profecías ni de tiempos venideros, sino de que Dios iba a establecer Su reino y que ellos deberían arrepentirse recibiendo las buenas nuevas que les eran anunciadas en aquel mismo instante.
Nuestro evangelista pasa rápidamente a ocuparse de todos los aspectos del servicio de Cristo. Habiendo presentado al Señor emprendiendo el servicio público que llamaba a los hombres a recibir las buenas nuevas como algo actual (habiendo llegado el tiempo del cumplimiento de los caminos de Dios), Él se exhibe invitando a otros a cumplir esta misma obra en Su nombre, siguiendo en pos de Él. Su palabra no fracasa en sus efectos: aquellos a quienes llama, abandonan todo y le siguen. Él entra a la ciudad para enseñar en el día de reposo. Su Palabra no consiste de argumentos que evidencian la incertidumbre del hombre, sino que se presenta con la autoridad de Uno que conoce la verdad que anuncia—autoridad que, de hecho, era la de Dios, quien puede comunicar la verdad. Él habla también como Uno que la posee; y Él ofrece pruebas de que la posee. La palabra, que se presenta así a los hombres, tiene poder sobre los demonios. Había allí un hombre poseído por un espíritu malo. El espíritu malo dio testimonio, a pesar de él mismo, de Aquel que hablaba, y cuya presencia le era insoportable; pero la palabra que le despertó tenía poder para echarle fuera. Jesús le reprende—le ordena callar y salir del hombre; y el espíritu malo, tras manifestar la realidad de su presencia y su maldad, se somete, y se aleja del hombre. Tal era el poder de la palabra de Cristo. No es sorprendente que la fama de este hecho se extendiese a través de todo el país; pero el Señor continúa Su senda de servicio allí donde se requería la obra. Él entra en casa de Pedro, cuya suegra estaba acostada con fiebre. Él la sana inmediatamente, y cuando el día de reposo hubo acabado, traen a Él todos los enfermos. Él, siempre dispuesto a servir (¡precioso Señor!), los sana a todos.
El Carácter De Su Servicio En Dependencia De Su Dios Y Padre
Pero el Señor no trabajaba para rodearse de una multitud; y muy de mañana, siendo aún muy oscuro, Él se aleja al desierto para orar. Tal era el carácter de Su servicio—realizado en comunión con Su Dios y Padre, y en dependencia de Él. Él va solo a un lugar solitario. Los discípulos le encuentran y le dicen que todos le están buscando; pero Su corazón está en Su obra. El deseo general no le hace volver. Él continúa en Su camino para cumplir la obra que le fue dada a hacer—predicar la verdad entre el pueblo; pues éste era el servicio al que Él se dedicó.
La Curación Del Leproso; Servicio En La Fuerza Del Amor
Pero, no obstante lo dedicado que Él estaba a este servicio, Su corazón no se volvió rígido por la preocupación; Él mismo estaba siempre con Dios. Un pobre leproso vino a Él, reconociendo Su poder, pero inseguro de Su voluntad y del amor que manejaba ese poder. Ahora bien, esta terrible enfermedad no sólo dejaba al hombre aislado, sino que contaminaba a todo aquel que tocase siquiera al que la padecía. Pero nada detiene a Jesús en el servicio al que Su amor le llama. El leproso era miserable, un proscrito de sus semejantes y de la sociedad, y excluido de la casa de Jehová. Mas el poder de Dios estaba presente. El leproso debía ser tranquilizado en cuanto a la buena voluntad en la que su abatido corazón no podía creer. ¿A quién podía importarle un miserable como él? Él tuvo fe en cuanto al poder que había en Cristo; pero sus pensamientos acerca de sí mismo le velaban la magnitud del amor que le había visitado. Jesús extiende Su mano y le toca.
El más humilde de los hombres se acerca al pecado, y a lo que era señal del mismo, y lo dispersa; el Hombre, quien en el poder de Su amor tocó al leproso sin ser contaminado, era el Dios quien solo podía quitar la lepra que hacía a una persona que fuera afligida por ella, miserable y desechada.
La Autoridad Del Señor Declarando Su Amor Y Divinidad
El Señor habla con una autoridad que expresa al instante Su amor y Su divinidad: “Quiero, sé limpio.” “Quiero”—aquí estaba el amor del que dudaba el leproso, la autoridad de Dios quien solo tenía derecho a decir: “QUIERO.” El efecto siguió a la expresión de Su voluntad. Éste es el caso cuando Dios habla. ¿Y quién curaba la lepra excepto sólo Jehová? ¿Era Él Aquel que había descendido lo bastante como para tocar a este ser contaminado que contaminaba a cualquier otro que tuviese que ver con él? Sí, el Único; pero era Dios quien había descendido, el amor que había llegado tan abajo, y el cual, al hacerlo así, se mostraba poderoso para todo aquel que confiaba en dicho amor. Era pureza en poder que no se contamina, y que podía, por consiguiente, ministrar en amor al más vil y que se deleita en hacerlo. Él vino al hombre contaminado, no para ser contaminado por medio del contacto, sino para quitar la contaminación. Él tocó al leproso en gracia, pero la lepra ya no estaba.
Él evita las aclamaciones humanas, y ordena al hombre que había sido sanado a ir y mostrarse a los sacerdotes según la ley de Moisés. Pero este sometimiento a la ley daba testimonio, de hecho, de que Él era Jehová, pues Jehová solo, bajo la ley, purificaba soberanamente al leproso. El sacerdote era sólo el testigo de que esto había sido hecho. Habiéndose divulgado este milagro, y atrayendo la multitud, esto hace que Jesús salga al desierto.

Marcos Capítulo 2

Derechos Divinos De Perdón En Ejercicio
Después, Él entra otra vez en la ciudad, y una multitud se reúne inmediatamente. ¡Qué retrato viviente de la vida de servicio del Señor! Él les predica. Éste era Su objetivo y Su servicio (véase el cap. 1:38). Pero de nuevo, al dedicarse al humilde cumplimiento de este servicio tal como le había sido encomendado, Su mismo servicio, Su amor—porque, ¿quién sirve como Dios cuando Él se digna hacerlo?—esta dedicación presenta Sus derechos divinos. Él conocía la verdadera fuente de todos esos males, y podía introducir sus remedios. “Tus pecados”, dijo al pobre paralítico, quien fue traído a Él con una fe que superó las dificultades, perseverando a pesar de ellas—esa perseverancia de la fe que es alimentada por el sentido de necesidad, y por la certeza de que se hallará poder en Aquel que es buscado—“tus pecados te son perdonados.” Para el razonamiento de los escribas, Él da una respuesta que silenciaba a todo negador. Él ejerce el poder que le autoriza a pronunciar el perdón del pobre sufriente. La murmuración de los escribas sacó a la luz doctrinalmente quién estaba allí; puesto que el veredicto de los sacerdotes, que declaran limpio al leproso, pone el sello de su autoridad sobre la verdad de que Jehová, el sanador de Israel, estaba allí. Aquello que Jesús lleva a cabo es Su obra, Su testimonio. El efecto es poner de manifiesto que Jehová está allí, y que ha visitado a Su pueblo. Es el Salmo 103 el que se cumple, con respecto a los derechos y la revelación de la Persona de Aquel que obraba.
El Llamamiento De Leví, De Pecadores, Un Nuevo Progreso Del Ministerio Del Señor
Jesús deja la ciudad; el pueblo se reúne en torno a Él; y de nuevo les enseña. El llamamiento de Leví da ocasión para una nueva fase de Su ministerio. Él vino a llamar a pecadores, y no a los justos. Después de esto, Él les dice que no podía colocar la nueva energía divina, desplegada en Él mismo, en las viejas formas del Fariseísmo. Y había otra razón para ello—la presencia del Esposo. ¿Cómo podían los que están de bodas ayunar mientras el esposo estuviera con ellos? Él les sería quitado, y entonces sería el momento de ayunar. Él continua insistiendo en la incompatibilidad entre los viejos odres judíos y el poder del evangelio. Éste último no haría sino subvertir el judaísmo, al cual ellos procuraban apegarse. Aquello que sucedió cuando los discípulos pasaron por los sembrados, confirma esta doctrina.
Las Cosas Nuevas De Gracia Y Poder; Las Cosas Viejas Pasaron
Las ordenanzas perdieron su autoridad en presencia del Rey constituido por Dios, rechazado y peregrino en la tierra. Además, el día de reposo—una señal del pacto entre Dios y los judíos—fue hecho para el hombre, y no el hombre para el día de reposo. Como Hijo de David rechazado, las ordenanzas perdieron su fuerza y fueron subordinadas a Él. Como Hijo del Hombre poseedor (delante de Dios) de todos los derechos que Dios había otorgado a los hombres, Él era Señor del día de reposo, día que fue hecho para el hombre. En principio, las cosas viejas habían pasado. Se trata, de hecho, de las cosas nuevas en gracia y poder, que no admitían el antiguo orden de cosas. Pero la pregunta era si Dios podía actuar en gracia y otorgar bendición, soberanamente, a Su pueblo—si acaso Él tenía que someterse a la autoridad de los hombres que esgrimen Sus ordenanzas en contra de Su bondad, o bien tenía que hacer el bien conforme a Su propio poder y amor que estaban por encima de todo. ¿Iba el hombre a poner límites a la operación de la bondad de Dios? Y esto, a decir verdad, era el vino nuevo que el Señor trajo al hombre.

Marcos Capítulo 3

La Mano Seca Sanada; El Servicio Del Señor a La Bondad Y a Los Derechos De Dios
Tal fue la interrogante suscitada en la sinagoga en la ocasión del hombre que tenía la mano seca. El Señor lo expone públicamente ante la conciencia de ellos; pero ni el corazón ni la conciencia le responden; y Él actúa en Su servicio de acuerdo con la bondad y los derechos de Dios, sanando al hombre. Los Fariseos y sus enemigos, los Herodianos—pues todos estaban contra Dios y unidos en esto—consultaron unánimes acerca de cómo podrían destruir a Cristo. Jesús va a la costa del mar de Tiberias. La multitud le siguió allí, a causa de todo lo que Él había hecho; de tal modo que se vio en la obligación de proveerse de un bote para estar fuera del gentío. Los espíritus se sujetan a Él, forzados a reconocer que Él es el Hijo de Dios; mas Él les prohíbe que lo den a conocer.
Servicio Modesto No Circunscrito Por El Judaísmo
El servicio en predicación y en la búsqueda de almas, dedicándose Él a todos, mostrándose Él mismo, por Sus hechos, como poseedor del poder divino, ocultándose de la curiosidad de los hombres, para cumplir, alejado de sus aplausos, el servicio que Él había emprendido—tal fue Su vida humana en la tierra. El amor y el poder divinos se descubrían en el servicio que el amor le indujo a llevar a cabo, y en el cumplimiento del cual ese poder era ejercido. Pero esto no podía ser reducido en sus límites por el judaísmo, por mucho que el Señor estuviera sujeto a las ordenanzas de Dios dadas a los judíos.
La Oposición Carnal Del Hombre; La Incredulidad Premeditada, Deliberada, Trae Condenación Irremediable
Pero, siendo Dios así manifestado, la oposición carnal del hombre pronto se manifiesta. Aquí finaliza, entonces, la descripción del servicio de Cristo, y su efecto es manifestado. Este efecto es desarrollado en lo que pronto sigue, tanto con respecto a la iniquidad del hombre como a los consejos de Dios. Entretanto, el Señor establece a doce de Sus discípulos para que le acompañen y para que salgan a predicar en Su nombre. Él no meramente podía obrar milagros, sino también comunicar a otros el poder para realizarlos, y esto por vía de autoridad. Él regresa a la casa, y la multitud volvió a reunirse. Y aquí los pensamientos del hombre se manifiestan al mismo tiempo que los de Dios. Sus amigos le buscan como a uno que estaba fuera de sí. Los escribas, poseyendo influencia como hombres sabios, atribuyen a Satanás un poder que no podían negar. El Señor les responde mostrando que, en general, todos los pecados podían ser perdonados; pero que reconocer el poder, y atribuirlo al enemigo, en vez de reconocer a Aquel que hizo uso de él, no era ocupar el lugar de la incredulidad ignorante, sino el de adversarios, blasfemando así contra el Espíritu Santo—esto era un pecado que nunca podría perdonarse. El “hombre fuerte” estaba allí; pero Jesús era más fuerte que él, pues Él echó fuera a los demonios. ¿Se atrevería Satanás a arruinar su propia casa? El hecho de que el poder de Jesús se manifestara de esta manera, los dejaba sin excusa. El “hombre fuerte” de Dios había venido entonces: Israel le rechazó; y, por lo que respecta a sus líderes, blasfemando contra el Espíritu Santo, ellos mismos se colocaron bajo una condenación irremediable. Por lo tanto, el Señor distingue inmediatamente al remanente que recibió Su palabra, de todas las relaciones naturales que Él tenía con Israel. Su madre o Sus “hermanos”, son los discípulos que están alrededor de Él, y aquellos que hacen la voluntad de Dios. Esto realmente hace a un lado a Israel en ese momento.

Marcos Capítulo 4

El Carácter Presente En Aquel Tiempo, El Carácter Futuro Y El Resultado Del Servicio Del Señor
Esto introduce el verdadero carácter y el verdadero resultado de Su propio servicio, y toda la historia del servicio que debía cumplirse para un futuro más distante; así como la responsabilidad de Sus discípulos con respecto a la parte que tendrían en ello; y la tranquilidad de uno que confiaba en Dios mientras trabajaba; asimismo, las tempestades que tenían que ocurrir, que tenían que ejercitar la fe mientras Jesús, aparentemente, no tenía cuidado de ellos; y la justa confianza de la fe, así como el poder que la sostenía.
El Sembrador Y La Semilla
Todo el carácter de la obra en ese momento, y hasta el regreso del Señor, es descrito en este cuarto capítulo.
El Señor reanuda en este capítulo Su habitual obra de instrucción, en relación con el suceso que acababa de ocurrir en sus relaciones con los judíos. Él siembra. Ya no busca fruto en Su viña. En el versículo 11, vemos que la diferencia entre los judíos y Sus discípulos es señalada. A estos últimos les fue dado saber el misterio del reino, pero a aquellos que estaban fuera, todas estas cosas se les daban en parábolas. Yo no repito las observaciones que hice al hablar del contenido de esta parábola en Mateo. Pero lo que viene a continuación, en el versículo 21, pertenece esencialmente al evangelio de Marcos. Hemos visto que el Señor estaba ocupado en predicar el evangelio del reino, y Él encomendó también la predicación de este evangelio a otros. Él era un sembrador, y sembraba la Palabra. Éste era Su servicio, y asimismo el de ellos. Pero, ¿se enciende una luz para ser escondida? Además, nada debía ocultarse. Si el hombre no manifestaba la verdad que había recibido, Dios manifestaría todas las cosas. Que cada uno preste atención a ello.
El Objetivo Del Servicio Encomendado a Los Discípulos
En el versículo 24, Él aplica este principio a Sus discípulos. Ellos debían prestar atención a todo lo que oían, pues Dios actuaría con ellos según su fidelidad en la administración de la palabra encomendada a ellos. El amor de Dios envió la palabra de gracia y del reino a los hombres. El objetivo del servicio encomendado a los discípulos era que esto alcanzara sus conciencias. Cristo se los comunicó; ellos tenían que darlo a conocer a los demás en toda su plenitud. Según la medida con la cual ellos diesen libre curso a este testimonio de amor (proporcionalmente al don que habían recibido), así les sería medido en el gobierno de Dios. Si ellos habían prestado atención a lo que Él les comunicó, recibirían más; pues, como principio general, aquel que se apropiaba de lo que le llegaba obtendría aún más; y sería quitado de aquel que no se apropiaba verdaderamente de ello.
La Ausencia Del Rey; Su Regreso En El Tiempo De La Siega
El Señor, entonces, les muestra cómo debía ser con respecto a Sí mismo. Él había sembrado, y del mismo modo que la semilla germina y crece sin ninguna acción de parte del sembrador, así Cristo permitiría que el evangelio se extendiese en el mundo sin interponer ninguna forma evidente, siendo el carácter peculiar del reino el hecho de que el Rey no estaba allí. Pero cuando llega el tiempo de la siega, el sembrador tiene que ver de nuevo con esta. Así debía ser con Jesús; Él volvería para encargarse de la siega. Él estaba personalmente involucrado en la siembra y en la siega. En el intervalo, todo continuó, aparentemente, abandonado a sí mismo, realmente sin la interferencia del Señor en Persona.
La Semilla De Mostaza: La Formación De Un Gran Poder Terrenal Como Resultado De La Verdad Predicada
El Señor hace uso de otra semejanza para describir el carácter del reino. La pequeña semilla que Él sembró llegaría a ser un gran sistema, exaltado hasta lo sumo en la tierra, capaz de ofrecer protección temporal a aquellos que se refugian en él. Tenemos así la obra de la predicación de la palabra; la responsabilidad de los obreros a quienes el Señor la confiaría durante Su ausencia; Su propia acción en el principio y en el fin, en épocas de siembra y de siega, permaneciendo Él a distancia durante el intervalo; y la formación de un gran poder terrenal como el resultado de la verdad que Él predicó, y que creó un pequeño núcleo alrededor de Él.
La Tempestad; La Presencia Del Creador; La Incredulidad De Los Discípulos
Una parte de la historia de Sus seguidores tenía que mostrarse aún. Ellos debían encontrar las más serias dificultades en el camino. El enemigo haría surgir una tempestad contra ellos. Aparentemente Cristo no tuvo cuidado de la situación de ellos. Ellos le llaman, y le despiertan clamando, a lo que Él respondió en gracia. Él habla al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. Al mismo tiempo reprende la incredulidad de ellos. Deberían haber contado con Él y con Su poder divino, y no haber pensado que Él iba a ser tragado por las olas. Deberían haber recordado su propia relación con Él—que, por gracia, ellos estaban asociados con Él. ¡Qué tranquilidad la del Señor! La tempestad no le perturbaba. Entregado a Su obra, Él tomó Su reposo en el momento cuando el servicio no requería Su actividad. Él reposó durante la travesía. Su servicio sólo le permitía aquellos momentos arrebatados a la labor por las circunstancias. Su tranquilidad divina, que no sabía de desconfianza, le permitió dormir durante la tempestad. No fue así con los discípulos; y, olvidando Su poder, desconocedores de la gloria de Aquel que estaba con ellos, sólo piensan en sí mismos, como si Jesús los hubiera olvidado. Una palabra de Su parte exhibió en Él al Señor de la creación. Éste es el verdadero estado de los discípulos cuando Israel es desechado. La tempestad se levanta. Jesús parece no prestarle atención. Ahora bien, la fe debería haber reconocido que ellos estaban en la misma barca con Él. Es decir, si Jesús deja crecer hasta la siega la semilla que ha sembrado, Él está, no obstante, en la misma barca; Él comparte, y verdaderamente no en menor medida, la suerte de Sus seguidores, o, más bien, son ellos los que comparten la de Él. Los peligros son aquellos en los que se desenvuelven Él y Su obra. Es decir, no hay realmente ninguno. Y cuán grande es la insensatez de la incredulidad. ¡Piensen en la suposición de ellos de que, cuando el Hijo de Dios ha venido al mundo para cumplir la redención y los establecidos propósitos de Dios, una tempestad imprevista, a los ojos de los hombres, haría que Él y toda Su obra se hundiesen inesperadamente en el lago! Nosotros estamos, bendito sea Su nombre, en la misma barca con Él. Si el Hijo de Dios no se hunde, nosotros tampoco.

Marcos Capítulo 5

El Endemoniado Liberado Del Poder De Satanás Llamado a Servir En La Ausencia De Jesús
Pero, en otro sentido, ellos no están con Él. Son llamados a servir cuando Él deja la escena de Su labor. Aprendemos esto de la Legión demoníaca, liberada de su miserable condición. El hombre—e Israel en particular—estaba completamente bajo el poder del enemigo. Cristo, en cuanto a la obra de Su poder, liberó completamente a aquel en cuyo nombre era ejercido este poder. Él está vestido—no desnudo—en su juicio cabal, y sentado a los pies de Jesús escuchando Sus palabras. Pero las gentes del lugar tienen temor, y a Jesús le envían lejos—lo que el mundo ha hecho con Cristo; y en la historia del hato de cerdos tenemos el retrato de Israel después que el remanente ha sido sanado. Ellos son inmundos, y Satanás los conduce a la destrucción. Ahora bien, cuando Cristo se marcha, a aquel que había experimentado personalmente los efectos poderosos de Su amor, le hubiera gustado quedarse con Él; pero debía irse a casa y dar testimonio a los que estaban alrededor de él, de aquello que Jesús había hecho. Tenía que servir en la ausencia de Jesús. En todas estas narraciones vemos la obra y la entrega del siervo, pero, al mismo tiempo, el divino poder de Jesús manifestado en este servicio.
Curación De Una Enfermedad Incurable Y Vida Dada a Los Muertos
En las circunstancias siguientes a la curación del endemoniado, encontramos la verdadera posición de Jesús retratada en Su obra. Él es llamado a sanar a la hija de Jairo—del mismo modo que vino a sanar a los judíos, si ello hubiese sido posible. Mientras se dirigía a la casa de Jairo para realizar esta obra, una pobre mujer, enferma incurable, toca el borde de Su vestidura con fe, y es sanada al instante. Éste fue el caso con Jesús durante Su paso entre los judíos. En la multitud que le rodeaba, algunas almas, por gracia, le tocaron por fe. Verdaderamente, la enfermedad de ellos era incurable de por sí; pero Jesús tenía vida en Sí mismo conforme al poder de Dios, y la fe hizo salir su virtud tocándole. Los tales son llevados a reconocer su condición, pero son sanados. Exteriormente, Él estaba en medio de todo Israel—la fe cosechó su beneficio en la conciencia de su propia necesidad y de la gloria de Su Persona. Ahora bien, con respecto a aquella que era el objetivo de Su viaje, ya no tenía remedio. Jesús la halla muerta, pero no pierde de vista el objetivo de Su viaje. Él la resucita, pues Él puede dar vida. Así también con respecto a Israel. En el camino, aquellos que tenían fe en Jesús eran sanados, incurables como ellos mismos eran; pero, de hecho, en cuanto a Israel, la nación estaba muerta en delitos y pecados. Al parecer, esto es lo que puso fin a la obra de Jesús. Pero, finalmente, la gracia restaurará la vida a Israel. Vemos la gracia perfecta de Jesús interceptando el efecto de las malas nuevas traídas desde de la casa del gobernante. Tan pronto como el mensajero le hubo relatado acerca de la muerte de su hija, y de la inutilidad de molestar más al Maestro, Él le dice a Jairo: “No temas, cree solamente.” En efecto, aunque el Señor restaura la vida a un Israel muerto al final de los tiempos, no obstante, esto tendrá lugar por medio de la fe. El caso de la pobre mujer, aunque en su aplicación directa no va más allá de los judíos, con todo, se aplica en principio a la sanación de cada Gentil que, por gracia, es llevado a tocar a Jesús por fe.
Esta historia ofrece, entonces, el carácter de Su servicio, la manera en la cual—a causa de la condición del hombre—tenía que ser cumplido.

Marcos Capítulo 6

Servicio Paciente Acompañado Por El Testimonio Del Juicio Por El Rechazo De Su Misión
En lo que sigue, la historia (propiamente llamada así) de Su servicio es reanudada. Sólo que le vemos rechazado ya por un pueblo ciego, a pesar del poder que Él había manifestado, y el cual dio testimonio a la gloria de Su Persona. No obstante, Él continúa Su servicio y envía a Sus discípulos para que no faltase ningún esfuerzo; pero con el testimonio del juicio que aguardaba a aquellos que iban a ser culpables del rechazo de Su misión—un rechazo que ya estaba sucediendo. El Señor, no obstante, continúa dando pruebas, en misericordia y bondad, de que Jehová, quien tuvo compasión de Su pueblo, estaba allí; hasta que, finalmente, tuvo que preparar a Sus discípulos para el seguro resultado de Su obra, a saber, Su muerte de manos de los Gentiles, a quienes le entregarían los principales sacerdotes.
El Servicio Del Señor, Limitado Por La Incredulidad De Israel, Extendido a Lugares Vecinos
Para los judíos Él era el carpintero, el hijo de María. La incredulidad de ellos detuvo la mano benéfica de Dios para con ellos mismos. Jesús continúa con Su obra en lugares vecinos, y envía a Sus discípulos—un hecho que implicaba la posesión de poder divino. La misión que recibieron de Él les dirigía, aún, a Israel, y tenían que pronunciar el juicio en la tierra de Emanuel, la tierra de Israel, como una tierra contaminada, dondequiera que el testimonio de ellos fuera rechazado. Ellos tenían que salir descansando en la poderosa protección de Aquel que los enviaba, y no deberían carecer de nada. Él era el Señor soberano: todas las cosas estaban a Su disposición. Cristo no sólo puede comunicar bendiciones como el canal de bendición que Él mismo es, sino que también concede a Sus discípulos el poder de echar fuera demonios. Los discípulos cumplen con su tarea. Este pasaje muestra de manera extraordinaria la posición y la gloria de Cristo. Él es el Siervo—para los hombres, el hijo del carpintero. En Su nuevo servicio, Él no toma un lugar para sí, sino que completa aquello que Dios le había dado a hacer. Él no pudo realizar obras poderosas allí, a causa de la incredulidad de ellos—siempre dispuesto a servir pero silenciado, limitado en el ejercicio de Su amor, allí donde ninguna puerta se abrió para recibir su influencia; y la naturaleza juzgando según la vista nunca lo hace. Sólo donde había una necesidad, Su amor, incansable, obra—debe obrar. Unos pocos enfermos se beneficiaron de un amor que no desprecia a nadie, porque nunca busca lo suyo propio.
Poder Y Amor Divino Mostrados En El Siervo Dependiente
Pero, en el siguiente versículo, Aquel que no podía efectuar obras poderosas (puesto que Su servicio dependía de condiciones divinas, en las cuales Dios podía hallar y seguir llevando a cabo Sus relaciones con los hombres a fin de revelarse Él mismo), da ahora poder a otros sobre todos los espíritus inmundos, un poder que es divino. Cualquiera puede realizar milagros, si Dios da el poder; pero Dios solo puede darlo. No les iba a faltar nada, pues Emanuel estaba allí; y debían anunciar el juicio si rechazaban su mensaje. El amor divino le había hecho a Él enteramente un Siervo dependiente; pero el Siervo dependiente era Dios presente en gracia y en justicia.
La Oposición Mortífera De Las Autoridades En Israel; La Muerte De Juan El Bautista
Pero el efecto de todas estas manifestaciones de poder es, que la conciencia del rey que entonces reinaba en Israel es despertada; y el evangelista nos abre la historia de la oposición homicida de las autoridades en Israel hacia los testigos de la verdad. Herodes hizo ejecutar a Juan para satisfacer la iniquidad de una mujer que le agradaba—iniquidad que compartió con ella. Una danza fue el precio por la vida del profeta de Dios. Tal era el gobernante de Israel.
La Compasión Y El Poder De Jesús: Saciando a Los Pobres Con Pan
Los apóstoles regresan. Jesús los aparta de la muchedumbre inquisitiva y necesitada, yendo hacia un lugar desierto; pero la multitud le sigue. Jesús, rechazado como lo es por la tierra que amaba, se compadece de los pobres del rebaño y manifiesta, a favor de ellos, el poder de Jehová, para bendecirlos conforme al Salmo 132. A sus pobres sacia de pan. Habiendo despedido a la multitud, Él cruza el mar andando; y, reuniéndose con Sus discípulos, el viento cesa—una figura de la cual ya hemos hablado cuando meditábamos en Mateo. La obra de ellos había acabado. En cuanto a ellos, pese a todos Sus milagros, sus corazones permanecían endurecidos en aquel entonces, y uno tras otro olvidaron los milagros. El Señor continúa Su obra de bendición. Sólo bastaba tocarle y ser sanado.

Marcos Capítulo 7

El Corazón Del Hombre Y El Corazón De Dios
El poder gobernante en ejercicio entre los judíos había manifestado ser hostil al testimonio de Dios, y había dado muerte a uno a quien Él había enviado en el camino de justicia. Los escribas y aquellos que fingían seguir la justicia habían corrompido al pueblo por medio de su enseñanza, y habían quebrantado la ley de Dios.
Ellos lavaban vasos y jarros, pero no sus corazones; y, con tal que los sacerdotes—la religión—salieran beneficiados de esto, dejaban a un lado las obligaciones de los hijos hacia sus padres. Pero Dios miraba en el corazón, y del corazón del hombre procedían toda clase de impurezas, iniquidad y violencia. Esto era lo que contaminaba al hombre, y no que tuviera sus manos sin lavar. Tal es el juicio sobre la religiosidad sin conciencia y sin el temor de Dios, y el verdadero discernimiento de lo que es el corazón del hombre ante los ojos de Dios, cuyos ojos son más puros como para contemplar la iniquidad.
Pero Dios debe mostrar también Su propio corazón; y si Jesús juzgaba esto del hombre con la mirada de Dios—si Él manifestaba Sus modos y Su fidelidad a Israel, los manifestaba, no obstante, a través de todo lo que Dios era para aquellos que sentían su necesidad de Él y acudían a Él con fe, reconociendo y reposando en Su bondad pura. De la tierra de Tiro y Sidón viene una mujer de la raza condenada, una Gentil, una Sirofenicia. El Señor le contesta, ante la demanda de que Él sanara a su hija, que los hijos (los judíos) debían ser saciados primeramente; que no estaba bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos: una abrumadora respuesta, si el sentido que ella tenía de su necesidad y de la bondad de Dios no hubiera ido más allá, y hubiese puesto a un lado todo otro pensamiento. Estas dos cosas hicieron que ella se humillara en el corazón, y la prepararon para reconocer el soberano favor de Dios hacia el pueblo de Su elección en este mundo. ¿No tenía Él derecho de escoger un pueblo? Y ella no era uno de ellos. Pero eso no destruyó Su bondad y Su amor. Ella no era más que un perrillo Gentil, sin embargo, tal era la bondad de Dios que Él tenía pan incluso para los perrillos. Cristo, la expresión perfecta de Dios, la manifestación de Dios mismo en la carne, no podía negar Su bondad y Su gracia, ni podía decir que la fe tenía más elevados pensamientos de Dios de los que eran ciertos, pues Él mismo era ese amor. La soberanía de Dios fue reconocida—no se hizo ninguna pretensión a cualquier derecho en absoluto. La pobre mujer descansó sólo en la gracia. Su fe, con una inteligencia dada por Dios, se aferró a la gracia que fue más allá de las promesas hechas a Israel. Ella penetra en el corazón del Dios de amor, tal como Él es revelado en Jesús, del mismo modo que Él penetra en el nuestro, y ella goza del fruto de ello. Pues esto era introducido ahora: Dios mismo en presencia del hombre y en relación con él, y el hombre tal como era ante Dios—no una norma o sistema para que el hombre se preparase para Dios.
El Oír Y El Habla Conferidos En Gracia Aparte De La Multitud
En el siguiente milagro, vemos al Señor, mediante la misma gracia, otorgando el oír y el habla a un hombre que era sordo e incapaz, incluso, de expresar sus pensamientos. Él no podía haber recibido fruto de la palabra, de parte de Dios, y no podía dar ninguna alabanza a Él. El Señor regresó al lugar donde Él se presentó como la luz en Israel; y Él trata aquí con el remanente solo. Toma al hombre aparte de la multitud. Es la misma gracia que ocupa el lugar de todas las pretensiones de justicia en el hombre, y que se manifiesta al desvalido. Su forma, aunque ejercida ahora a favor del remanente de Israel, es apta para la condición del judío o del Gentil—es la gracia. Pero en cuanto a éstos, también sucede lo mismo: Él toma al hombre aparte de la multitud, para que la obra de Dios pueda ser realizada: la muchedumbre de este mundo no tenía parte en ello. Vemos aquí a Jesús, Su corazón conmovido por la condición del hombre, y más especialmente por el estado de Su siempre amado Israel, del cual este pobre sufriente era un retrato sorprendente. Él hace que el sordo oiga y que el mudo hable. Así fue individualmente, y así será con todo el remanente de Israel en los últimos días. Él actúa y hace bien todas las cosas. El poder del enemigo es destruido, la sordera del hombre, su incapacidad para usar su lengua tal como Dios se le había dado, son quitadas por Su amor que actúa con el poder de Dios.
El milagro de los panes dio testimonio a la presencia del Dios de Israel, según Sus promesas; esto, para la gracia que fue más allá de los límites de estas promesas, de parte de Dios, quien juzgaba la condición de aquellos que afirmaban un derecho para ellos basado en la justicia humana, perversa en sí misma, y quien liberó al hombre y le bendijo en amor, sacándole del poder de Satanás y capacitándole para oír la voz de Dios, y alabarle.
Oculto De Los Judíos, En Rechazo; La Necesidad Satisfecha En Gracia Y Poder Por Uno Solo Que Podía Suplir
Hay aún unos rasgos notables en esta parte de la historia de Cristo, los cuales deseo señalar. Estos manifiestan el espíritu en el cual Jesús obraba en ese momento. Él se aleja de los judíos, habiendo mostrado la vaciedad e hipocresía de su culto, y la iniquidad de cada corazón humano como fuente de corrupción y pecado.
El Señor—en este solemne momento, el cual exhibió el rechazo de Israel—se aleja del pueblo para ir a un lugar donde no había oportunidad para el servicio entre ellos, hacia las fronteras de las ciudades extranjeras y Cananeas de Tiro y Sidón (cap. 7:24), y (angustiado Su corazón), no comunicaría a nadie dónde se encontraba. Pero Dios se había manifestado con demasiada evidencia en Su bondad y en Su poder como para permitirle que se ocultara de donde se requería Su servicio. La fama de quien era Él se había extendido, y el perspicaz ojo de la fe descubrió aquello que sólo podía satisfacer su necesidad. Esto es lo que encuentra a Jesús (cuando todos los que tenían exteriormente un derecho a las promesas, son engañados por la pretensión misma y por sus privilegios). Es la fe la cual conoce su necesidad, y sabe sólo eso, y que Jesús solo puede satisfacerla. Aquello que Dios es para la fe, se manifiesta al que lo necesita, de acuerdo a la gracia y al poder que están en Jesús. Oculto de los judíos, Él es gracia para el pecador. Así, también (cap. 7:33), cuando sana al sordo de su sordera y del impedimento en su habla, Él le toma aparte de la multitud, levanta los ojos al cielo y gime. Angustiado en Su corazón por la incredulidad del pueblo, Él toma aparte el objeto del ejercicio de Su poder, levanta los ojos a la soberana Fuente de toda bondad, de todo auxilio para el hombre, y se duele al pensar en la condición en la cual se encuentra el hombre. Este caso, entonces, ejemplifica más particularmente al remanente conforme a la elección de gracia de entre los judíos, el cual es separado por gracia divina del resto de la nación, siendo ejercitada, en estos pocos, la fe. El corazón de Cristo está lejos de rechazar a su pueblo (terrenal). Su alma está acongojada por el sentimiento de incredulidad que los separa de Él y de la liberación; no obstante, Él quita el corazón sordo de algunos, y suelta su lengua para que el Dios de Israel pueda ser glorificado.
De este modo, también en la muerte de Lázaro, Cristo se aflige por el dolor que la muerte produce sobre el corazón del hombre. Allí, no obstante, fue un testimonio público.
La Fe No Es Abandonada, Pero El Poder No Es Ejercido Donde Hay Incredulidad Manifiesta
Hallaremos, en el capítulo 8, otro ejemplo de aquello que hemos estado observando. Jesús conduce al ciego fuera de la ciudad. Él no olvida a Israel dondequiera que hay fe; pero Él separa a aquel que la posee de la multitud, y le trae a la relación con el poder, la gracia, el cielo, lugares desde donde la bendición fluía—bendición que, consecuentemente, alcanzó a los Gentiles. El poder no fue ejercido en medio de la incredulidad manifiesta. Esto destaca claramente la posición de Cristo con respecto al pueblo. Él continúa Su servicio, pero se retira a estar con Dios debido a la incredulidad de Israel: pero se retira a estar con el Dios de toda gracia. Allí Su corazón encontró refugio hasta la gran hora de la expiación.

Marcos Capítulo 8

La Infatigable Intervención De Dios En Poder a Pesar Del Rechazo
Es a propósito de esto, me parece, que tenemos en este capítulo el segundo milagro de la multiplicación de los panes. El Señor actúa nuevamente a favor de Israel, pero ya no más como administrando el poder Mesiánico en medio del pueblo (lo que estaba implícito, como hemos visto, en el número doce, como en Mateo 14:29). sino que a pesar de Su rechazo por parte de Israel, continuando ejerciendo Su poder de un modo divino y aparte del hombre. El número siete tiene siempre la fuerza de la perfección sobrehumana—aquello que es completo: esto, no obstante, se aplicaba a lo que era completo tanto en el poder del mal como en el poder del bien, cuando no es humano y está subordinado a Dios. Aquí esto es divino. Es aquella intervención de Dios que es incansable, y que es según Su propio poder, lo cual es el principal objetivo para se mostrase la repetición del milagro.
La Condición De Los Jefes De Israel Y Del Remanente Es Exhibida
Acto seguido se muestra la condición de los principales de Israel y del remanente. Los Fariseos piden una señal; pero ninguna señal sería dada a esa generación. Se trataba simplemente de incredulidad cuando pruebas abundantes sobre quién era Él estaban ante ellos; estas eran las cosas mismas que habían llevado a la demanda. El Señor se aleja de ellos. La ciega y poco inteligente condición del remanente es manifestada también. El Señor les advierte que se guarden del espíritu y de la enseñanza de los Fariseos, de los que falsamente pretendían un celo santo por Dios; y de los Herodianos, serviles seguidores del espíritu del mundo, quienes, con tal de complacer al emperador, dejaban totalmente de lado a Dios.
Al emplear la palabra “levadura”, el Señor da a los discípulos la ocasión de mostrar su falta de inteligencia espiritual. Si los judíos no aprendían nada de los milagros del Señor, sino que aún pedían señales, ni siquiera los discípulos comprendían el poder divino manifestado en ellos. No dudo que esta condición es presentada en el ciego de Betsaida.
El Ciego De Betsaida; La Condición De Los Discípulos; El Anuncio De La Muerte Y Resurrección Del Señor
Jesús le toma de la mano y le saca fuera de la ciudad, lejos de la multitud, y usa aquello que era de Él mismo, para efectuar la curación. El primer efecto describe bien la condición de los discípulos. Ellos vieron, indudablemente, pero de manera confusa, a “hombres, como árboles, ... andando.” (Marcos 8:24—Versión Moderna). Pero el amor de Dios no desmaya ante la incrédula lentitud de entendimiento de ellos; Él actúa conforme al poder de Su propia intención hacia ellos, y les hace ver con claridad. Después—lejos de Israel—la incertidumbre de la incredulidad es vista en yuxtaposición a la certidumbre de la fe (por muy oscura que pueda ser su inteligencia), y Jesús, prohibiendo a los discípulos hablar de lo que ellos ciertamente creían (había pasado el tiempo de convencer a Israel de los derechos de Cristo como Mesías), les anuncia lo que le iba a suceder, para la consumación de los propósitos de Dios en gracia como Hijo del Hombre, después de Su rechazo de parte de Israel. Así que todo está ahora, podríamos decir, en su lugar. Israel no reconoce al Mesías en Jesús; por consiguiente, Él ya no se dirige al pueblo en ese carácter. Sus discípulos creen que Él es el Mesías, y Él les habla de Su muerte y resurrección.
La Oposición De Pedro Como El Instrumento De Satanás
Ahora bien, puede haber (y esto es una verdad práctica de la mayor importancia) fe verdadera, sin que el corazón sea formado de acuerdo a la plena revelación de Cristo, y sin que la carne esté, en forma práctica, crucificada en proporción al conocimiento que uno tiene del objeto de la fe. Pedro reconoció, verdaderamente, por la enseñanza de Dios, que Jesús era el Cristo; pero él estaba lejos de tener el corazón puro conforme a los pensamientos de Dios en Cristo. Y cuando el Señor anuncia Su rechazo, humillación y muerte, y todo eso ante todo el mundo, la carne de Pedro—herida por la idea de un Maestro así rechazado y menospreciado—muestra su energía atreviéndose a reconvenir al Señor mismo. Este esfuerzo de Satanás para desalentar a los discípulos por medio de la deshonra de la cruz, estremece el corazón del Señor. Todo Su afecto por Sus discípulos, y la vista de aquellas pobres ovejas ante las cuales el enemigo ponía una piedra de tropiezo, traen una vehemente censura sobre Pedro, como siendo el instrumento de Satanás y hablando de parte de él. ¡Ay de nosotros! la razón era evidente—él saboreaba las cosas de los hombres, y no las de Dios; porque la cruz comprende en sí misma toda la gloria de Dios. El hombre prefiere la gloria del hombre, y de este modo Satanás le gobierna. El Señor llama al pueblo y a Sus discípulos, y les explica claramente que si querían seguirle debían tener parte con Él y llevar Su cruz. Porque de este modo, al perder su vida, la salvarían, y el alma valía más que todo lo demás. Además, si alguno se avergonzaba de Jesús y de Sus palabras, el Hijo del Hombre se avergonzaría de él cuando viniera en la gloria de Su Padre con sus santos ángeles. Porque la gloria le pertenecía a Él, cualquiera que pudiese ser Su humillación. Él, entonces, expone esto ante Sus principales discípulos a fin de fortalecer la fe de ellos.

Marcos Capítulo 9

La Transfiguración: La Venida Del Reino En Poder Y Gloria En La Tierra
En Mateo vimos la transfiguración anunciada en condiciones que se relacionaban con el tema de ese evangelio—el Cristo rechazado tomando Su gloriosa posición como Hijo del Hombre. En cada uno de los evangelios está en relación con el momento cuando esta transición es expuesta claramente; pero en cada caso con un carácter particular. En Marcos hemos visto el humilde y dedicado servicio de Cristo al anunciar el reino, por mucho que brillara la gloria divina a través de Su humillación. Conforme a esto, la manifestación de la transición a la gloria se anuncia aquí como la venida del reino en poder. No hay nada que distinga muy particularmente el relato aquí de aquel en Mateo, excepto que el aislamiento de Jesús y de los tres discípulos en este momento es señalado con más fuerza en el versículo 2, y que los hechos son relatados sin añadidos. Después, el Señor les manda que no dijesen a nadie lo que habían visto, hasta después de Su resurrección de entre los muertos.
Podemos observar aquí que es, efectivamente, el reino en poder el que es manifestado. No se trata del poder del Espíritu Santo vinculando al pecador a Cristo la Cabeza, como miembro santo del cuerpo, y revelando en esto la gloria celestial de Cristo tal como Él está a la diestra del Padre. Cristo está en la tierra. Él está en relación con los grandes testigos de la economía judía (la ley y la profecía), pero unos testigos que le ceden a Él todo el lugar, al tiempo que participan con Él en la gloria del reino. Pero Cristo es manifestado en gloria en la tierra—el hombre en gloria es reconocido como Hijo de Dios, tal como Él es conocido en la nube. Era la gloria tal como se manifestará en la tierra, la gloria del reino, estando Dios aún en la nube, aunque revelando Su gloria en ella. Ésta no es todavía nuestra posición como sin un velo; sólo que el velo, en cuanto a nuestra relación con Dios, es rasgado de arriba abajo, y tenemos confianza para entrar en el lugar santísimo por la sangre de Cristo. Pero este es un privilegio espiritual, no una manifestación pública—nuestro velo, en cuanto a eso, nuestro cuerpo, no está rasgado; pero el de Cristo, como título para la entrada, sí lo está.
Un Nuevo Orden De Cosas Establecido En Resurrección
Pero esta posición de gloria no podía ser tomada por el Señor, ni el glorioso reinado podía establecerse, excepto en un orden nuevo de cosas. Cristo debe resucitar de los muertos para establecerlo. No armonizaba con Su presentación como Mesías, como Él lo era entonces. Por tanto, Él manda a Sus discípulos que no lo dieran a conocer hasta después de Su resurrección. Entones sería una poderosa confirmación de la doctrina del reino en gloria. Esta manifestación de la gloria confirmó la fe de los discípulos en ese momento (tal como Getsemaní les enseñó la realidad de Sus sufrimientos y de Sus conflictos con el príncipe de las tinieblas); y esto formaría, a la postre, un tema para el testimonio de ellos, y su confirmación, cuando Cristo hubiera tomado Su nueva posición.
Podemos ver el carácter de esta manifestación, y su relación con el reino terrenal de gloria del que hablaron los profetas, en 2 Pedro 1:19. Lean allí: ‘Tenemos la palabra profética confirmada.’ [“la palabra profética más segura”, en nuestras Biblias españolas RVR60—N. del T.].
El Hijo Del Hombre Como La Resurrección Y La Vida
Los discípulos se detuvieron en el umbral. De hecho, aunque sus ojos estaban abiertos, veían “a hombres como árboles, andando.” (Marcos 8:24—Versión Moderna). Se preguntaban, ¿qué podía significar esta ‘resurrección de entre los muertos’? La resurrección era conocida para ellos; toda la secta de los Fariseos creía en ella. Pero este poder que liberaba de la condición en que el hombre e incluso los santos se hallaban, implicando también que otros serían dejados en ella cuando este poder se ejercitara, esto ellos lo desconocían totalmente. Que había una resurrección en la cual Dios levantaría a todos los muertos en los últimos días, no lo dudaban. Pero, que el Hijo del Hombre era la resurrección y la vida—el triunfo absoluto sobre la muerte del postrer Adán, el Hijo de Dios teniendo vida en Sí mismo, vida manifestada por Su resurrección de entre los muertos (una liberación que se cumplirá también en los santos a su debido tiempo), de esto ellos no entendían nada. Sin duda recibieron las palabras del Señor como verdaderas, como poseyendo autoridad; pero Su significado era incomprensible para ellos.
Las Dificultades De La Incredulidad
Ahora bien, la incredulidad tarda en hallar dificultades que la justifiquen a sus propios ojos, los cuales rehúsan percibir las pruebas divinas de la verdad—dificultades bastante grandes en apariencia, y que pueden atribular las mentes de aquellos que, a través de la gracia, se inclinan a creer, o los que ya han creído, pero son aún débiles en la fe.
Los profetas habían dicho que Elías debía venir primero. Los escribas insistían en esto. Impactados por la gloria que confirmaba innegablemente los derechos de Cristo, los discípulos le hablan acerca de esta dificultad. La convicción que la perspectiva de la gloria produjo en sus mentes, les hizo confesar la dificultad con respecto a lo cual ellos antes habían callado, no atreviéndose a presentarla. Pero ahora la prueba es suficientemente fuerte como para animarlos a enfrentar la dificultad.
Sufrimientos Antes De La Gloria
De hecho, la Palabra hablaba de ello, y Jesús la acepta como la verdad; Elías tenía que venir y restaurar todas las cosas. Y él vendrá, efectivamente, antes de la manifestación de la gloria del Hijo del Hombre; pero, antes de nada, el Hijo del Hombre debía sufrir y ser rechazado. Esto también estaba escrito, así como la misión de Elías. Además, antes de esta manifestación de Cristo, que probó a los judíos en cuanto a su responsabilidad, Dios no había dejado de proporcionarles un testimonio de acuerdo al espíritu y poder de Elías; y ellos le habían maltratado como quisieron. Estaba escrito que el Hijo del Hombre debía sufrir antes de Su gloria, tan verdadero como que Elías había de venir. Sin embargo, como hemos dicho, como prueba del testimonio a los judíos, aquel que tomó moralmente el lugar de Elías había venido. Ellos le habían tratado de la misma manera como iban a tratar al Señor. Así también Juan había dicho que él no era Elías, y cita Isaías 40, que habla del testimonio; pero él nunca cita Malaquías 4, que se refiere personalmente a Elías. El Señor (en Mateo 11:10) aplica Malaquías 3:1; pero Juan aplica Isaías.
Gran Necesidad; Fe Débil Y Vacilante; Poder Omnipotente Para Sanar
Descendido de la montaña, el pueblo se apresura hacia Él, sorprendido, aparentemente, ante esta misteriosa ausencia lejos de Sus discípulos, y le saludan con la reverencia con la que toda Su vida les había inspirado. Pero lo que había sucedido en Su ausencia sólo confirmaba la verdad solemne de que Él debía partir, hecho que acababa de ser demostrado por un testimonio aún más glorioso. Incluso el remanente, aquellos que creían, no sabían cómo beneficiarse del poder que estaba ahora en la tierra. Incluso la fe de aquellos que creían no comprendía la presencia del Mesías—el poder de Jehová, el Sanador de Israel: ¿por qué quedarse, entonces, entre el pueblo y los discípulos? El pobre padre expresa su aflicción de una manera conmovedora, en palabras que muestran un corazón traído por el sentido de su necesidad a una condición correcta, pero muy débil en fe. Se relata el miserable estado de este hijo, y su corazón presenta un retrato real de la condición del remanente—fe que necesitaba apoyo por causa de la incredulidad en la que estaba enterrada. Israel no estaba en una condición mejor que la del pobre muchacho. Pero el poder estaba presente, capaz de todas las cosas. Esa no era la dificultad. La pregunta era: ¿Hay allí fe para beneficiarse de ello? “Si tú puedes” (Marcos 9:22—Versión Moderna), dijo el afligido padre a Jesús. “¡Si tú puedes!” (Marcos 9:23—Versión Moderna) (contestó el Señor) se aplica a tu fe; ‘si tú puedes creer, todas las cosas son posibles.’ El pobre padre, de corazón sincero, confiesa su propio estado con pesar, y busca, en la bondad de Cristo, ayuda para su fracaso. Así la posición de Israel fue claramente mostrada. El poder todopoderoso estaba presente para sanarlos, para liberarlos del poder de Satanás. Se tenía que hacer a través de la fe, pues el alma debía volver a Dios. Y había fe en aquellos que, tocados por el testimonio de Su poder, conmovidos por la gracia de Dios, buscaban en Jesús el remedio para sus males y el fundamento para sus esperanzas. Su fe era débil y vacilante; pero allí donde existía, Jesús actuaba con el poder soberano de Su propia gracia, y de la bondad de Dios que encuentra su medida en sí misma. Por muy lejos que hubiera ido la incredulidad en aquellos que debieron ser beneficiados por la gracia de una dispensación, dondequiera que había una necesidad que satisfacer, Jesús responde a ella cuando se le mira a Él. Y esta es una gran misericordia y un gran estímulo para nosotros.
No obstante, para que este poder pudiera ser ejercido por el hombre (a lo cual Dios le llamaba), era necesario que él se acercase lo más posible a Dios—que aquel a quien era encomendado se habituara a la comunión con Dios, retirándose de todo lo que le conectaba con el mundo y con la carne.
La Incredulidad Traída a Jesús; El Enemigo Echado Fuera
Recapitulemos aquí los principios de esta narración con respecto a la aplicación general de ellos. El Señor, que se iba a marchar para no ser más visto por el mundo hasta venir en gloria, encuentra, al descender del monte de la transfiguración, un caso del poder de Satanás sobre el hombre, sobre el pueblo judío. Esto había continuado desde casi el comienzo de la existencia del muchacho. La fe que reconoce la intervención de Dios en Cristo, y que se refugia en ella del mal actual, es débil y vacilante, preocupada con el mal, cuya vista oculta en gran medida el poder que lo domina y lo elimina. Con todo, el sentido de necesidad es lo suficientemente profundo como hacerlo recurrir a este poder.
Es la incredulidad que no sabe contar con el poder que está presente, lo que pone fin a las relaciones de Cristo con el hombre. No es la miseria del hombre lo que lo produce—esto fue lo que le hizo descender a la tierra. Pero el poder todopoderoso está presente—sólo es necesaria la fe para beneficiarse de él. Pero si el corazón, a causa del poder del enemigo, se vuelve a Jesús, puede (gracias a Dios) traer su incredulidad a Él, así como todo el resto. Hay amor y poder en Él para toda clase de debilidad. El pueblo se agolpa, atraídos a la vista del poder del enemigo. ¿Puede el Señor sanarle? Pero, ¿permitirá Él que el testimonio del poder de Satanás invada sus corazones? Ésta es la curiosidad de los hombres, cuya imaginación está llena del efecto de la presencia del enemigo. Pero, cualquiera que pudiera ser la incredulidad del hombre, Cristo estaba presente, el testimonio de un poder que, en amor hacia los hombres, destruía los efectos del poder del enemigo. La multitud se agolpa—Jesús ve esto, y con una palabra echa fuera al enemigo. Él actúa según la necesidad de Su poder, y de los propósitos del amor de Dios. Así, el esfuerzo del enemigo ocasionó la intervención de Jesús, que la debilidad de la fe del padre tendió a detener. No obstante, si dejamos todas nuestras debilidades, así como nuestras miserias, delante de Cristo, Él responde conforme a la plenitud de Su poder.
La Inteligencia En Los Caminos De Dios Obstaculizada Por La Carne
Por otra parte, si la carne se entromete con los pensamientos de la fe, esto obstaculiza la comprensión de los caminos de Dios. Mientras viajaba, Cristo explicó Su muerte y Su nueva condición en resurrección. ¿Por qué culpar a la falta de inteligencia que escondía todo esto de ellos, y llenaba sus mentes con ideas de la gloria terrenal y Mesiánica? El secreto de la falta de inteligencia en ellos radicaba aquí. Él se los había dicho claramente; pero en el camino, disputaban entre ellos sobre quién tendría el primer lugar en el reino. Los pensamientos de la carne llenaban sus corazones, con respecto a Jesús, con exactamente lo opuesto a lo que llenaba la mente de Dios respecto a Él. La debilidad, presentada a Jesús, encuentra una respuesta en poder y en gracia soberana; la carne y sus deseos ocultan de nosotros, incluso cuando pensamos en Él, toda la importancia de los pensamientos de Dios. Era su propia gloria la que estaban buscando en el reino; la cruz—el verdadero camino a la gloria—era incomprensible para ellos.
Los Discípulos Enseñados En Cuanto Al Rechazo De Su Señor
Después de esto, el Señor reanuda con Sus discípulos el gran asunto delante de Él en este momento; y que era, en todo sentido, aquello que debía ser decidido ahora. Él iba a ser rechazado, y se separa de la multitud, con Sus discípulos, para instruirles sobre este punto. Preocupados por Su gloria, por Sus derechos como Mesías, ellos no comprenden esto. Hasta su fe, tal como era, les enceguece para todo lo que está más allá de eso; porque, mientras ésta se une correctamente a la Persona de Cristo, vinculaba—o más bien, sus propios corazones, en los que existía fe, vinculaban—con Cristo, el cumplimiento de aquello que su propia carne deseaba y buscaba en Él para ellos mismos. ¡Qué sutil es el corazón! Este se delata a sí mismo en su disputa por el primer lugar. La fe de ellos es demasiado débil para soportar explicaciones que contradecían sus ideas (vers. 32). Estas ideas se manifiestan entre ellos tal como son. Jesús los reprueba y les presenta un niño como ejemplo, tal como antes lo había hecho a menudo. Aquel que siguiese a Cristo, debería tener un espíritu totalmente opuesto al del mundo—un espíritu que perteneciese a aquello que era débil y despreciado por el orgullo del mundo. Al recibir a un tal, ellos recibirían a Cristo; al recibir a Cristo, recibirían al Padre. Eran las cosas eternas las que estaban en cuestión, y el espíritu de un hombre debía ser, entonces, el espíritu de un niño.
Enseñanza Para La Vida Cristiana Como Separados Para Dios Y Participando Del Rechazo Del Señor
El mundo era tan contrario a Cristo, que el que no era con Él, era contra Él. El Hijo del Hombre tenía que ser rechazado. La fe en Su Persona era el asunto, y no el servicio individual a Él. ¡Lamentable! los discípulos todavía pensaban en ellos mismos: “él no nos sigue.” Ellos debían participar de Su rechazo, y si alguien les daba un vaso de agua fresca, Dios lo recordaría. Cualquier cosa que los hiciese tropezar en el camino, aunque fuese su propio ojo derecho o su mano, harían bien en cortarlos y echarlos fuera, pues no eran las cosas de un Mesías terrenal las que estaban en cuestión, sino las cosas de la eternidad. Y todo debía ser sometido a prueba por la santidad perfecta de Dios, y eso a través del juicio, por un medio u otro. Todos debían ser salados con fuego—los buenos y los malos. Donde hubiese vida, el fuego consumiría solamente la carne; pues cuando somos juzgados, somos castigados por el Señor, para no ser condenados con el mundo. Si el juicio alcanza a los impíos (y los alcanzará fuera de toda duda) se trata de la condenación—un fuego que no se apaga. Pero para los buenos, había también algo más: debían ser salados con sal. Los que estaban consagrados a Dios, cuya vida era una ofrenda para Él, no carecerían del poder de la gracia santa, que vincula el alma con Dios e interiormente la preserva del mal. La sal no es la gentileza que complace (que la gracia produce, sin duda), sino esa energía de Dios dentro de nosotros que vincula todo lo que está en nosotros con Dios y dedica el corazón a Él, ligándolo a Él en el sentido del deber y del deseo, rechazando todo lo que en uno mismo es contrario a Él (deber que fluye de la gracia, pero que actúa con tanto más poder por ese motivo). Así, en forma práctica, era la gracia distintiva, la energía de la santidad, que separa de todo mal; pero separándose para Dios. La sal era buena: el efecto producido en el alma, la condición del alma, es llamada así, al igual que la gracia que produce esta condición. De este modo, aquellos que se ofrecían a Dios, eran apartados para Él; ellos eran la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué puede ser salada? Es utilizada para sazonar otras cosas, pero si la sal precisa de sí misma, no queda nada que la pueda salar. Así sería con los cristianos; si aquellos que eran de Cristo no rendían este testimonio, ¿dónde se podría encontrar algo, aparte de los cristianos, que les rindiera testimonio y que lo produjese en ellos?
Ahora bien, este sentido del deber hacia Dios que separa del mal, este juicio de todo mal en el corazón, debe ser en uno mismo. No es un asunto de juzgar a otros, sino de colocarse uno mismo ante Dios, llegando a ser, de este modo, la sal, teniéndola en uno mismo. Con respecto a los demás, uno debe buscar la paz, y la separación práctica de todo mal es lo que nos capacita para caminar juntos en paz.
En una palabra, los cristianos tenían que mantenerse separados del mal y cerca de Dios ellos mismos; y caminar con Dios en paz los unos con los otros.
Ninguna enseñanza podía ser más clara, más importante y de más valor. En pocas palabras, ella juzga y dirige toda la vida cristiana.
Las Relaciones De Dios Con El Hombre; La Obediencia Del Señor Como Hombre
Pero el final del servicio del Señor se acercaba. Habiendo descrito en estos principios las exigencias de la eternidad y el carácter de la vida cristiana, Él regresa todas las relaciones de Dios con el hombre a sus elementos originales, poniendo aparte al mundo y su gloria, y la gloria judía también, en cuanto a su cumplimiento inmediato, y destacando la senda de la vida eterna en la cruz, y en el poder salvador de Dios. Sin embargo, Él mismo toma el lugar de obediencia, y de servicio—el verdadero lugar del hombre—en medio de todo esto: Dios mismo es presentado, por otra parte, en Su carácter propio como Dios, en Su naturaleza y en Sus derechos divinos; siendo omitidas la gloria que pertenece a las dispensaciones y las relaciones apropiadas a ellas.

Marcos Capítulo 10

Las Relaciones Naturales Restablecidas
Es un extraordinario principio el que encontramos aquí: las relaciones naturales (como Dios mismo las creó en el comienzo) restablecidas en su autoridad original, mientras el corazón es juzgado, y la cruz como el único medio de acercarse a Dios, quien era la fuente creativa de ellos. En la tierra Cristo no pudo ofrecer nada excepto la cruz a aquellos que le seguían. La gloria a la cual la cruz conduciría ha sido mostrada a algunos de ellos; pero, en cuanto a Él se refiere, Él tomó el lugar de siervo. Era el conocimiento de Dios por medio de Él que debía formarlos para esta gloria y conducirlos a ella; pues, de hecho, eso era la vida eterna. Todos los otros caminos intermedios llegaron a ser, en manos de los hombres, hostiles al Dios que los había concedido, y, por lo tanto, hostiles a Su manifestación en la Persona de Cristo.
La Familia; La Ley Y El Corazón Del Hombre; Rectitud Natural Y La Verdadera Condición Del Hombre
Hallamos, entonces (versículos 1-12), la relación original del hombre y la esposa formada por la creativa mano de Dios; en los versículos 13-16, hallamos el interés que Jesús tuvo en los niños, el lugar de ellos ante la compasiva mirada de Dios, el valor moral de aquello que ellos representaban delante de los hombres. En el versículo 17 llegamos a la ley, al mundo, y al corazón del hombre en presencia de los dos. Pero, al mismo tiempo, vemos que Jesús se complace en aquello que es amable en la criatura, como criatura que es—un principio de profundo interés expuesto en este capítulo—mientras que aún aplica moralmente la piedra de toque al corazón de él. Con respecto a la ley, de la forma que el corazón natural puede verla (es decir, la acción exterior que ella requería), el joven la había guardado; y con una sinceridad natural, y una rectitud, que Jesús pudo apreciar como una cualidad de la criatura, y que nosotros debemos reconocer siempre allí donde exista. Es importante recordar que Aquel que como Hombre estuvo perfectamente separado para Dios—y eso, debido a que tenía los pensamientos de Dios—podía reconocer las inmutables obligaciones de las relaciones establecidas por Dios mismo; y, también, cualquier cosa que fuese amable y atractiva en la criatura de Dios, como tal. Teniendo los pensamientos de Dios—siendo Dios manifestado en carne, ¿cómo no podía Él reconocer en Su criatura aquello que era divino? Y mientras hace esto, Él debe establecer los deberes de las relaciones en las que le ha puesto, y exhibir la ternura que sentía por los representantes infantiles del espíritu que Él apreciaba. Él tiene que amar la rectitud natural que podía desarrollarse en la criatura. Pero Él debe juzgar, también, la verdadera condición del hombre plenamente sacada a la luz, y los afectos que reposaban sobre los objetos suscitados por Satanás, y la voluntad que rechazaba y se alejaba de la manifestación de Dios que le llamaba a abandonar esas vanidades y a seguirle a Él, sometiendo así su corazón moralmente a prueba.
La Ley Utilizada Para Justicia Propia
Jesús exhibe la perfección absoluta de Dios aún de otra manera. El joven vio la perfección exterior de Cristo, y, confiando en el poder del hombre para realizar aquello que es bueno, y viendo su cumplimiento práctico en Jesús, se aplica a Él—y, humanamente hablando, con sinceridad—para aprender, de Uno en quien vio tanta perfección, aunque contemplándolo meramente como un Rabino, la norma de la vida eterna. Este pensamiento es expresado en su saludo cordial y sincero. Él corre, hinca la rodilla, ante el Maestro, a quien valoraba muy positivamente, diciendo: “Maestro bueno.” El límite humano de sus ideas sobre esta bondad, y su confianza en los poderes del hombre, se manifiestan con las palabras: “¿qué haré para heredar la vida eterna?” El Señor, tomando toda la importancia de su palabra, responde: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.” Aquel que conoce a Dios, respetará las cosas que Dios ha creado, cuando se presentan como tal en su verdadero lugar. Pero Dios solo es bueno. El hombre, si es inteligente, no tratará de mostrarse bueno ante Dios, ni soñará en la bondad humana. Este joven tenía, por lo menos, la esperanza de llegar a ser bueno mediante la ley, y él creía que Jesús también lo era como hombre. Pero las grandes ventajas que la carne podía reconocer y que respondían a su naturaleza, no hacían más que cerrar eficazmente la puerta de la vida y del cielo para el hombre. La carne utilizaba la ley para la justicia propia, siendo que el hombre no era bueno, sino pecador. Y, de hecho, si tenemos que buscar justicia, es porque no la poseemos (es decir, porque somos pecadores y no podemos lograr esta justicia en nosotros mismos). Además, las ventajas mundanas, que parecían hacer al hombre más capacitado para hacer el bien, ataban su corazón a cosas perecederas, y fortalecían el egoísmo, y hacían que le diera poco valor a la imagen de Dios.
La Dificultad De Pedro; El Hombre En La Presencia De Dios
Pero las enseñanzas de este capítulo van aún más lejos en cuanto al asunto de la condición del hombre ante Dios. Las ideas de la carne acompañan y dan su forma a los afectos del corazón, en uno que ya ha sido vivificado por el Espíritu de gracia actuando mediante la atracción por Cristo, hasta que el Espíritu Santo mismo comunica a esos afectos la fuerza de Su presencia, dándoles por objetivo la gloria de Cristo en el cielo; y haciendo, al mismo tiempo, que la luz de esa gloria brille (para el corazón del creyente) sobre la cruz, invistiéndola con todo el valor de la redención que consumó, y de la gracia divina que era su fuente, y produciendo la conformidad a Cristo en cada uno que la lleva con Él. Pedro no comprendió cómo alguien podía ser salvo, si ventajas tales como las que los judíos poseían en su relación con Dios (y las cuales estaban especialmente presentes en el caso de este joven), sólo obstruían el camino al reino de Dios. El Señor se encuentra con él sobre este terreno mismo; pues el hombre en presencia de Dios era ahora la cuestión. Por lo que al hombre respecta, era imposible—una segunda verdad profunda—en cuanto a su condición. No sólo no había nadie bueno excepto Dios, sino que nadie podía salvarse, según lo que el hombre era. Cualesquiera que fuesen las ventajas que tuviese como medios, de nada le servirían en su estado de pecado. Pero el Señor presenta otra fuente de esperanza—“todas las cosas son posibles para Dios.” El todo de esto, en realidad, toda esta parte del evangelio, al poner al sistema judío a un lado, lo hace, porque, mientras aquel se fundamentaba en la prueba de la posibilidad de adquirir justicia por medio de la posesión de ordenanzas divinamente otorgadas, y una posición delante de Dios todavía no revelada, esta nueva fuente de esperanza reveló a Dios y trajo al hombre y al corazón del hombre frente a frente, como algo real, con Él; en gracia, pero, con todo, cara a cara tal como era. Los discípulos, no habiendo recibido aún el Espíritu Santo, están todavía bajo la influencia del antiguo sistema, y sólo ven a los hombres como árboles que andan; y esto es desarrollado plenamente en este capítulo. En realidad, ellos podían pensar en el reino, pero aún con pensamientos carnales.
Seguir Al Señor Y Su Recompensa
Pero la carne, la mente carnal, penetra aún más lejos en la carrera de la vida de gracia. Pedro recuerda al Señor que los discípulos habían dejado todo para seguirle. El Señor contesta que todo aquel que hubiese hecho eso, tendría todo lo que le haría feliz en sus afectos sociales, como Dios le había formado, y todo lo que este mundo pudiese darle en cuanto al disfrute real de ello y cien veces más, junto con la oposición con la que Él mismo se encontró en este mundo; pero en el mundo venidero (Pedro no estaba pensando en eso), no se trataría de unas ventajas privadas personales, sino de la vida eterna. Él fue más allá de la esfera de la promesa relacionada con el Mesías en la tierra, para entrar, y hacer entrar a otros, en aquello que era eterno. En cuanto a la recompensa individual, no podía juzgarse por las apariencias.
La Cruz; El Lugar De Servicio, Humillación Y Obediencia
Pero, además, ellos siguieron realmente a Jesús, y pensaban en el galardón, pero muy poco en la cruz que conducía a aquel; estaban sorprendidos de ver a Jesús subiendo deliberadamente a Jerusalén, donde el pueblo intentaba matarle, y tuvieron miedo. Si bien le siguieron, no estaban a la altura para comprender todo lo que el camino implicaba. Jesús les explica esto asiduamente—Su rechazo, y Su entrada al nuevo mundo por la resurrección. Juan y Jacobo, poco afectados por las comunicaciones del Señor, utilizan su fe en la realeza de Cristo para presentar los deseos carnales de su corazón, a saber, el estar a Su mano derecha e izquierda en la gloria. Nuevamente el Señor les asegura que debían participar en la cruz con Él, y Él mismo toma el lugar del cumplimiento de Su servicio y de traer a otros a la comunión con Sus sufrimientos. En cuanto a la gloria del reino, sería de ellos, para quienes el Padre lo había preparado: el disponer de él no estaba en Sus manos, sino que es para ellos (versículo 40). Éste es el lugar de servicio, de humillación, y de obediencia, en los que este evangelio siempre le presenta. Tal debía ser el lugar de Sus discípulos.
Hemos visto lo que era la carne en un joven recto, a quien Jesús amó, y en Sus discípulos, quienes no sabían cómo tomar la verdadera posición de Cristo. El contraste de esto con el triunfo pleno del Espíritu Santo es notable, tal como lo hallamos al comparar este capítulo con Filipenses 3.
La Justicia Humana Hecha Sin Valor Para Pablo; La Justicia De Dios Por Fe Resplandece Con La Gloria De Cristo
Tenemos en Saulo a un hombre irreprensible exteriormente, según la ley, como el joven en el evangelio: pero él había visto a Cristo en la gloria, y, por la enseñanza del Espíritu Santo, vio la justicia conforme a la cual Cristo entró en la gloria en la que Él se reveló a Saulo. Todo lo que para él había sido ganancia, lo dio por perdido por amor de Cristo. ¿Tendría él una justicia carnal, una justicia humana, incluso si la hubiese cumplido, cuando había visto una justicia resplandeciente con la gloria de Cristo? Él poseía la justicia que era de Dios por la fe. ¿Qué valor tenía esa justicia por la que había trabajado, ahora que poseía la justicia del todo perfecta que Dios daba por la fe? No sólo eran quitados los pecados: la justicia humana perdía todo su valor mediante ella. Pero sus ojos habían sido abiertos a esto por el Espíritu Santo, y viendo a Cristo. Las cosas que ocupaban el corazón del joven y le retenían en el mundo que Cristo abandonó, y que en Él había rechazado a Dios—¿podían estas cosas retener a uno que había visto a Cristo en el otro mundo? Estas cosas no eran sino basura para él. Él había abandonado todo para poseer a este Cristo. Él las consideraba totalmente sin valor. El Espíritu Santo, al revelar a Cristo, le había liberado completamente.
El Asombro Y El Temor De Los Discípulos Contrastados Con El Deseo De Pablo
Pero esta manifestación al corazón de Cristo glorificado va más allá. Aquel que rompe de este modo con el mundo, debe seguir a Aquel cuya gloria alcanzará; y esto significa que se coloque él mismo bajo la cruz. Los discípulos habían dejado todo para seguirle. La gracia los había ligado a Cristo para que pudieran seguirle. El Espíritu Santo no los había vinculado todavía con Su gloria. Él sube a Jerusalén. Ellos estaban asombrados ante esto; y, (aunque Él va delante de ellos, y tienen Su guía y Su presencia) ellos tienen miedo. Pablo busca conocer el poder de Su resurrección: él desea tener comunión con Sus sufrimientos, y ser conformado a Su muerte. En lugar de asombro y miedo, hay una plena inteligencia espiritual y el deseo de conformidad a esa muerte que los discípulos temían; porque él halló a Cristo moralmente en ella, y era la senda a la gloria que había visto.
Cristo Mismo Es Deseado, No Un Buen Lugar a Su Lado
Además, esta visión de Cristo purifica los deseos del corazón incluso con respecto a la gloria. Juan y Jacobo desean para ellos mismos el mejor lugar en el reino—un deseo que sacaba provecho (con un objetivo carnal y egoísta) de la inteligencia de la fe—una fe percibida a medias que buscaba inmediatamente el reino, y no la gloria y el mundo venidero. Pablo había visto a Cristo: su único deseo en la gloria era poder poseerle a Él: “para que yo gane a Cristo” (Filipenses 3:8—Versión Moderna), y un estado nuevo conforme a ello; no un buen lugar cerca de Él en el reino, sino Él mismo. Esto es liberación—el efecto de la presencia del Espíritu Santo revelando a un Cristo glorificado.
La Cruz Como El Único Camino a Dios; Cristo El Que Conduce En Este Camino
Podemos observar que en cada caso el Señor introduce la cruz. Era la única vía de paso de este mundo natural, al mundo de gloria y de vida eterna. Al joven Él le muestra la cruz; a los discípulos que le siguen Él les muestra la cruz; a Juan y a Jacobo, quienes buscaban un buen lugar en el reino, Él les muestra la copa que tendrían que beber al seguirle. La vida eterna, aunque recibida ahora, estaba, en posesión y goce conforme al propósito de Dios, al otro lado de la cruz.
Observen, también, que el Señor estaba tan perfectamente, tan divinamente, por sobre el pecado en que yacía la naturaleza, que Él podía reconocer todo lo que era de Dios en ella, y mostrar, al mismo tiempo, la imposibilidad de cualquier relación entre Dios y el hombre en el terreno de lo que el hombre es. Las ventajas no eran sino estorbos. Se debe experimentar aquello que es muerte para la carne: debemos tener justicia divina, y entrar en espíritu (de hecho, de aquí en adelante) en otro mundo, para poder seguirle y estar con Él—para “ganar a Cristo.” ¡Solemne lección!
En conclusión, Dios solo es bueno, y—habiéndose introducido el pecado—es imposible, si Él fuera manifestado, que el hombre pueda estar en relación con Dios; pero con Él todo es posible. La cruz es el único camino a Dios. Cristo conduce hasta ella, y nosotros debemos seguirle en este camino, que es el de la vida eterna. Un espíritu infantil entra en este camino por gracia; el espíritu de servicio y de renunciación al yo camina en él. Cristo anduvo en él, dando Su vida en rescate por muchos. Esta parte de la enseñanza del Señor termina aquí. La humildad de servicio es el lugar al cual Cristo nos lleva; pues en éste Él anduvo. Este capítulo merece toda la atención que el cristiano, por medio de la gracia, puede dedicarle. Habla del terreno sobre el cual el hombre puede permanecer, habla de hasta qué punto Dios reconoce lo que es natural, y de la senda de los discípulos aquí abajo.
Los Últimos Tratos De Cristo Con Los Judíos; La Necesidad Y La Fe Del Ciego En Jericó Satisfechas En Poder
En el versículo 46 comienza otro asunto. El Señor entra en el camino de Sus relaciones finales con Israel, presentándose como Rey, Emanuel, antes que como el profeta que tenía que ser enviado. Como el Profeta, Su ministerio se había cumplido. Él había sido enviado (dijo a Sus discípulos) a predicar. Esto le había conducido a la cruz, como hemos visto. Es necesario para Él anunciarlo como el resultado a aquellos que le seguían. Él reanuda ahora Su relación con Israel, pero como el Hijo de David. Se acerca a Jerusalén, desde donde se había marchado y donde Él iba a ser rechazado, y el poder de Dios se manifiesta en Él. Por el camino de Jericó, la ciudad de la maldición, entra Aquel que trae bendición al precio de la entrega de Sí mismo. El pobre ciego (y tal, de hecho, era el estado la nación en sí misma) reconoce que Jesús de Nazaret es el Hijo de David. La gracia de Jesús responde en poder a la necesidad de Su pueblo, que se expresaba por la fe, y perseveraba en ella, a pesar de los obstáculos puestos en su camino por la multitud que no sentía esta necesidad, y que seguía a Jesús atraída por la manifestación de Su poder, sin estar ligada con Él por la fe del corazón. Esa fe tenía el sentido de necesidad. Jesús se detiene y llama al ciego, y ante todo el pueblo manifiesta el poder divino que respondió, en medio de Israel, a la fe que reconocía en Jesús de Nazaret al verdadero Hijo de David, al Mesías. La fe del pobre hombre le había sanado, y siguió a Jesús en el camino sin disimulo o temor. Porque la fe que confesó que Jesús era el Cristo era fe divina, aunque quizás no supiese nada de la cruz que Él acababa de anunciar a Sus discípulos como el resultado de Su fidelidad y servicio, y en la cual la fe debe seguir si es genuina.

Marcos Capítulo 11

Cristo Presentándose En Jerusalén Como Rey
Seguidamente, Jesús se presenta a Jerusalén como Rey. Su recibimiento muestra hasta qué punto el testimonio que Él había rendido había actuado en el corazón de los simples. Dios ordenó, por lo tanto, que esto tuviera lugar. Hay poca diferencia entre el relato aquí y en Mateo. Sólo que el reino es presentado de manera más sencilla como tal: “El reino de nuestro padre David.”
El Juez De Todas Las Cosas; La Sabiduría Del Hombre En La Presencia De Dios
¡Con qué dignidad, como Juez de todas las cosas, Jesús toma conocimiento de todo lo que se realizaba en el templo, y sale sin decir palabra! El Señor había visitado Su templo, así como también había entrado en la ciudad montado sobre un pollino, en el cual ningún hombre había montado. Israel es juzgado en la higuera condenada. La gloria del Señor, de la casa de Jehová, es vindicada con autoridad—una autoridad que Él reivindica, y que ejerce en Su propia persona. Los escribas y los principales sacerdotes retroceden ante el ascendiente que Su Palabra le había dado sobre el pueblo, y sale de la ciudad sin ser molestado, no obstante la malicia de ellos. Al día siguiente, Él asegura a Sus discípulos, los cuales estaban atónitos al ver secarse la higuera, que cualquier cosa que pidieran con fe sería cumplida; pero debían actuar en gracia, si querían gozar de este privilegio. Los escribas y sacerdotes y ancianos están confundidos, y le preguntan acerca de Su autoridad. Él se dirige a sus conciencias, pero de una manera tal que demuestra su incompetencia para hacerle una pregunta semejante, exponiendo, al mismo tiempo, su falta de sinceridad. Ellos no podían decidirse respecto al bautismo de Juan: ¿con qué derecho, entonces, podían ellos someterle a sus preguntas con respecto a Sus derechos? Ellos no pudieron decidir cuando el caso estuvo ante ellos. Por otro lado, o bien sancionaban Su obra con su respuesta, o perdían su autoridad ante el pueblo al negar el bautismo de Juan, que había dado testimonio de Cristo. Ya no se trataba de una cuestión de ganar a estos hombres; sin embargo, ¡qué cosa más vacía es la sabiduría del hombre en presencia de Dios y de Su sabiduría!
Características Diferentes Del Evangelio De Mateo Y Marcos En Cuanto Al Cambio De Dispensación
El cambio de dispensación ocupa un lugar más definido en Mateo, así como el pecado que rechazó al Rey. En Marcos se trata más del servicio de Cristo como Profeta. Luego, como hemos visto, Él se presenta como Rey. Y, en ambos evangelios, vemos que es Jehová quien llena el oficio que Él se ha dignado llevar a cabo.
Por consiguiente, hallamos en Mateo más acusaciones personales, como en la parábola de los dos hijos (cap. 21:28-32), y el detalle del cambio de dispensación en la parábola de la fiesta de bodas (cap. 22:1-14); ninguna de las cuales está en Marcos. En nuestro evangelio, la inmutable dignidad de Su Persona y el simple hecho de que el Profeta y Rey fuese rechazado (rechazo que condujo al juicio de Israel), son presentados ante nosotros por el Espíritu de Dios. Fuera de eso, se trata del mismo testimonio general que hemos repasado en Mateo.

Marcos Capítulo 12

La Ley Como El Principio De Bendición; La Piedra De Toque Del Corazón En El Rechazo De Cristo
Después, el Señor da la sustancia de toda la ley, como el principio de bendición entre la criatura y Dios, y aquello que constituía la piedra de toque para el corazón en el rechazo de Cristo. Digo para el corazón, porque la prueba estaba realmente allí, aunque era en el entendimiento donde parecía estar. Aun cuando hubiese realmente principios ortodoxos (siendo Cristo rechazado), el corazón que no estaba unido a Su Persona no podía seguirle en el camino que conducía a Su rechazo. El sistema de los consejos de Dios que dependían de ese rechazo era una dificultad. Aquellos que estaban unidos a Su Persona le siguieron, y se hallaron en él, sin haberlo comprendido bien de antemano. Así el Señor ofrece lo medular de toda la ley—la totalidad de la ley como enseñanza esencialmente divina—y el punto en que los consejos de Dios son trasplantados a la nueva escena, donde se cumplirán aparte de la impiedad o de la mala voluntad del hombre. Así que en estos pocos versículos (cap. 12:28-37), la ley y el Hijo de David son presentados, y este último tomando Su lugar como Hijo del Hombre—a la diestra de Dios. Éste era el secreto de todo lo que estaba sucediendo. La unión de Su Cuerpo, la asamblea, con Él mismo, era todo lo que quedaba oculto. Solamente en Marcos, el Profeta reconoce la condición moral, bajo la ley, que tiende hacia la entrada en el reino (vers. 34). Este escriba tenía el espíritu de entendimiento.
Devoción Verdadera Y Falsa
El retrato de la condición que introduciría el juicio, el cual hallamos en Mateo 23, (ver el comentario acerca de Mateo 23 de la Sinopsis) no se nos da aquí. Este no era Su asunto. Jesús, aún como el Profeta, advierte moralmente a Sus discípulos; pero el juicio de Israel, por rechazar al Hijo de David, no está aquí ante Sus ojos de la misma manera (es decir, no es el asunto del cual el Espíritu Santo está hablando aquí). Se señala el verdadero carácter de la devoción de los escribas, y los discípulos son advertidos contra ellos. El Señor les hace sentir, también, qué es aquello que, a los ojos de Dios, da verdadero valor a las ofrendas llevadas al templo.

Marcos Capítulo 13

El Servicio De Los Discípulos En Israel Y En Testimonio, Continuando La Predicación Del Señor
En el capítulo 13, el Señor se ocupa mucho más del servicio de los apóstoles en las circunstancias que les iban a rodear, que del desarrollo de las dispensaciones y de los caminos de Dios respecto al reino—un punto de vista presentado más en Mateo, donde se trata este asunto.
Se observará que la pregunta de los discípulos toma solamente una perspectiva general sobre este asunto que les preocupaba. Le preguntan cuándo se iban a cumplir el juicio sobre el templo y todas estas cosas. Y desde los versículos 9 al 13, aunque se incluyan algunas circunstancias halladas en Mateo 24, el pasaje se refiere aún más a lo que se dice en Mateo 10. Este habla del servicio que los discípulos cumplirían en medio de Israel, y testificando contra las autoridades que les perseguirían, siendo predicado el evangelio a todas las naciones antes que viniese el fin. Como predicadores, ellos tendrán que llenar el lugar que Jesús había ocupado entre el pueblo, sólo que el testimonio se iba a extender mucho más allá. Esto sería llevado a cabo ante todo posible sufrimiento y ante persecuciones muy severas.
Prevenidos De Días Venideros De Tribulación Sin Precedentes
Pero habría un momento cuando este servicio terminaría. La bien conocida señal de la abominación desoladora indicaría este final. Entonces tendrían que huir. Estos serán los días de tribulación sin precedentes, y de señales y prodigios, los cuales, si fuese posible, engañarían aun a los escogidos. Pero ellos estaban prevenidos. Todo será conmovido después de este tiempo, y el Hijo del Hombre vendrá. El poder ocupará el lugar del testimonio, y el Hijo del Hombre juntará a Sus escogidos (de Israel) de todos los confines de la tierra.
El Juicio Acerca De Jerusalén Cercano Y Aquello Que Está Aún En El Futuro
Me parece que en este evangelio, más que en cualquier otro, el Señor reúne el juicio entonces cercano sobre Jerusalén, y lo que aún ha de acontecer, trasladando la mente a lo último, porque Él se ocupa más de la conducta de Sus discípulos durante esos sucesos. Israel, todo el sistema al cual el Señor había venido, iba a ser puesto aparte provisionalmente para introducir la asamblea y el reino en su carácter celestial, y después el milenio—es decir, la asamblea en su gloria y el reino establecido en poder—cuando el sistema legal e Israel bajo el primer pacto sean finalmente dejados de lado. En estos dos períodos, la posición general de los discípulos sería la misma; pero los sucesos del último período serían definitivos e importantes, y el Señor habla especialmente de ellos. No obstante, lo que era más inminente, y lo que, por el momento, deja a Israel de lado y el testimonio, requería que se dirigiese una advertencia a los discípulos a causa del peligro inmediato que corren; y la reciben conforme a ello.
El esfuerzo de los judíos para restablecer su sistema al final, sin tener en cuenta a Dios, sólo conducirá a la abierta apostasía y al juicio definitivo. Éste será el tiempo de aflicción inigualable del cual habla el Señor. Desde el tiempo de la primera destrucción de Jerusalén por Tito, hasta la venida del Señor, los judíos son considerados como desechados y bajo este juicio, sea cual fuere el grado en que se pueda haber cumplido.
La Duración Desconocida Del Servicio Durante La Ausencia Del Maestro
A los discípulos se les manda velar, pues no conocen la hora. Es la conducta de los discípulos en este aspecto, lo que está aquí especialmente ante los ojos del Señor. Es de este gran día y de la hora de su llegada, que los ángeles y el Hijo, como Profeta, no saben. Porque Jesús debía sentarse a la diestra de Dios hasta que Sus enemigos fueran puestos por estrado de Sus pies, y el tiempo cuando Él se levante de su asiento no es revelado. El Padre lo ha puesto, dice Jesús, en Su sola potestad. Véase Hechos 3, donde Pedro propone a los judíos el regreso del Señor. Ellos rechazaron su testimonio; y ahora esperan el pleno cumplimiento de todo lo que ha sido dicho. Entretanto, los siervos son dejados para servir durante la ausencia del Maestro. Él ordenó al portero en particular que velara. Desconocían la hora cuando el Maestro vendría. Esto se aplica a los discípulos en su relación con Israel, pero es, al mismo tiempo, un principio general. El Señor lo dirige a todos.

Marcos Capítulo 14

Los Propósitos Del Hombre Y Las Disposiciones De Dios
Este capítulo reanuda el hilo de la historia, pero con las solemnes circunstancias que pertenecen al final de la vida del Señor.
Los escribas y Fariseos ya estaban consultando la manera en que podían prenderle por engaño, y matarle. Ellos temían la influencia del pueblo, el cual admiraba las obras, la bondad y la humildad de Jesús. Por lo tanto, deseaban evitar prenderle durante la fiesta, cuando la multitud se aglomerara hacia Jerusalén: pero Dios tenía otros propósitos. Jesús tenía que ser nuestro Cordero Pascual, ¡bendito Señor! y Él se ofrece a Sí mismo como la víctima propiciatoria. Ahora bien, siendo éstos los consejos de Dios y el amor de Cristo, Satanás no carecía de agentes adecuados que pudieran llevar a cabo todo lo que él podía hacer contra el Señor. Ofreciéndose Jesús mismo para esto, el pueblo pronto sería inducido a entregar, incluso a los Gentiles, a Aquel que les había atraído tanto; y la traición no escasearía para lanzarle, sin dificultad, en manos de los sacerdotes. Con todo, los arreglos propios de Dios, que le reconocía y le manifestaba en Su gracia, debían tener el primer lugar; y la cena en Betania y en Jerusalén habían de preceder—la una, a la proposición de Judas, y la otra, a la acción de Judas. Pues, independientemente de cual sea la maldad del hombre, Dios siempre toma el lugar que Él escoge, y nunca permite que el poder enemigo oculte de la fe Sus caminos, ni deja a Su pueblo sin el testimonio de Su amor.
Todo En Manos De Dios Para Cumplir Sus Propósitos, En El Momento, En La Forma, Y Mediante Sus Instrumentos Escogidos
Esta porción de la historia es digna de mucha atención. Dios presenta los pensamientos y temores de los líderes del pueblo, a fin de que podamos conocerlos; pero todo está absolutamente en Sus manos; y la malicia del hombre, la traición, y el poder de Satanás, cuando obran de la manera más enérgica (nunca habían estado tan activos), sólo llevan a cabo los propósitos de Dios para la gloria de Cristo. Antes de la traición de Judas, Él tiene el testimonio del afecto de María. Dios pone el sello de este afecto sobre Aquel que iba a ser traicionado. Y, por otro lado, antes de ser abandonado y entregado, Él puede testificar de todo Su afecto por los Suyos, y en Su propia última cena con ellos. ¡Qué hermoso testimonio del interés con que Dios cuida y consuela a Sus hijos en los momentos más oscuros de su angustia!
Amor Por Cristo Para Guiar La Conducta Adecuada
Observen, también, de qué manera el amor a Cristo halla, en medio de las tinieblas que rodean Su senda, la luz que dirige su conducta, y lo dirige precisamente a aquello que era adecuado para el momento. María no tenía conocimiento profético, pero el peligro inminente en que el Señor se hallaba debido al odio de los judíos, estimula su afecto para realizar un acto que había de darse a conocer dondequiera que la muerte de Cristo y Su amor por nosotros hubiese de ser anunciado en todo el mundo. Ésta es la verdadera inteligencia—la verdadera guía en asuntos morales. La acción de ella llega a ser en una ocasión que produce tinieblas en Judas; esta acción está revestida de la luz de la inteligencia divina por el propio testimonio del Señor. Este amor por Cristo discierne lo que es adecuado—aprehende el bien y el mal de un modo justo y conveniente. Es bueno preocuparse de los pobres. Pero en aquel entonces todos los pensamientos de Dios estaban centrados en el sacrificio de Cristo. Ellos tendrían siempre la oportunidad de aliviar a los pobres, y era correcto hacerlo. Compararlos con Jesús, en el momento de Su sacrificio, era sacarlos de su lugar y olvidar todo lo que era precioso para Dios. Judas, a quien sólo le importaba el dinero, se aprovechó de la situación de acuerdo a sus intereses. No vio la preciosidad de Cristo, sino los deseos de los escribas. Su sagacidad venía del enemigo, así como la de María venía de Dios. Las cosas avanzan: Judas acuerda con ellos su plan para entregarles a Jesús a cambio de dinero. El hecho mismo queda establecido de acuerdo a sus pensamientos y a los de ellos. No obstante, es muy notable ver aquí la manera en que—si permiten que me exprese de esta forma—Dios mismo dirige la situación. Aunque es el momento en que la malicia humana está en su punto más alto, y cuando el poder de Satanás es ejercido a lo sumo, aún así, todo se cumple exactamente en el momento, de la manera, y mediante los instrumentos escogidos por Dios. Nada, ni siquiera lo más insignificante, escapa de Él. Nada se cumple excepto aquello que Él quiere, y como Él quiere, y cuando Él quiere. ¡Qué consuelo para nosotros! y, en las circunstancias que estamos considerando, ¡qué testimonio sorprendente! El Espíritu Santo, por consiguiente, ha informado el deseo (fácil de ser entendido) de los principales sacerdotes y escribas de evitar la ocasión de la fiesta. ¡Deseo inútil! Aquel sacrificio se iba a cumplir en ese momento; y se cumple.
La Última Pascua Durante La Vida De Jesús, Él Es El Cordero De Dios
Se acercaba el día de la última fiesta de la Pascua que tuvo lugar en la vida de Jesús—aquella en que Él mismo iba a ser el Cordero y donde no iba a dejar como memorial a la fe nada más excepto el de Él y de Su obra. Por tanto, Él envía a Sus discípulos que preparasen todo lo necesario para celebrar la fiesta. Al anochecer se sienta con Sus discípulos, para conversar con ellos, y para dar testimonio de Su amor por ellos como su compañero. Pero esto es para decirles (pues Él debía sufrirlo todo) que uno de ellos le traicionaría. El corazón, por lo menos de cada uno de los once, contestó, lleno de pesar ante este pensamiento. De este modo lo iba a hacer uno de aquellos que comía del mismo plato que Él, pero ¡ay de aquel hombre! Con todo, ni el pensamiento de tal iniquidad, ni el dolor de Su propio corazón, pudieron detener el amor que manaba de Cristo. Él les da muestras de este amor en la cena del Señor. Era Él mismo, Su sacrificio, y no una liberación temporal, lo que ellos deberían recordar en adelante. Todo quedaba ahora absorbido en Él, y en Él muriendo en la cruz. Después, al ofrecerles la copa, Él pone el fundamento del nuevo pacto en Su sangre (en una figura), dándola a ellos como participación en Su muerte—un verdadero sorbo de vida. Cuando todos hubieron bebido de ella, Él les anuncia que esto es el sello del nuevo pacto—algo bien conocido para los judíos, según Jeremías; añadiendo que era derramada por muchos. La muerte debía entrar para el establecimiento del nuevo pacto, y para el rescate de muchos. Para esto, la muerte era necesaria, y los lazos de las asociaciones terrenales entre Jesús y Sus discípulos se disolvieron. No bebería más del fruto de la vid (la señal de esa relación) hasta que, de manera diferente, Él renovaría estas asociaciones con ellos en el reino de Dios. Cuando el reino fuera establecido, Él estaría nuevamente con ellos y renovaría estos lazos de asociación (sin embargo, realmente, de otra forma y de un modo más excelente, sin duda). Pero todo estaba cambiando ahora. Ellos cantan, y salen, dirigiéndose al lugar de costumbre en el Monte de los Olivos.
La Relación Con Sus Discípulos a Ser Reanudada Y Establecida En Resurrección
La relación de Jesús con Sus discípulos aquí abajo debía, de hecho, romperse, pero esto no sería por medio del hecho de que Él los abandonara. Él fortaleció, o, por lo menos, manifestó los sentimientos de Su corazón y la fortaleza (de Su parte) de estos lazos, en Su última cena con ellos. Pero ellos se escandalizarían por Su posición y le abandonarían. No obstante, la mano de Dios estaba en todo esto. Él heriría al Pastor. Pero, una vez resucitado de los muertos, Jesús reanudaría Sus relaciones con Sus discípulos—con los pobres del rebaño. Él iría delante de ellos al lugar donde comenzaron estas relaciones, a Galilea, lejos del orgullo de la nación, y donde la luz había aparecido en medio de ellos conforme a la Palabra de Dios.
La Muerte De Cristo Como El Juicio De Dios Sobre El Pecado Ministrando Su Remedio
La muerte estaba ante Él. Debía pasar por ella a fin de que cualquier relación entre Dios y el hombre pudiera ser establecida. El Pastor sería herido por el Señor de los ejércitos. La muerte era el juicio de Dios: ¿podía el hombre sufrirlo? Sólo había Uno que podía. Pedro, quien amaba a Cristo demasiado bien para abandonarle de corazón, penetra tan profundamente en la senda de la muerte que retrocede ante ella, dando así un testimonio del todo sorprendente de su incapacidad de atravesar el abismo que se abría ante sus ojos en la Persona de su Maestro, a quien desconoció. Después de todo, para Pedro sólo era la exterioridad de la muerte. La debilidad ocasionada por sus temores le hizo incapaz de mirar al abismo que el pecado ha abierto ante nuestros pies. En el momento cuando Jesús lo anuncia, Pedro resuelve enfrentarse a todo lo que venía. Sincero en su afecto, no sabía lo que el hombre era, que yacía desnudo ante Dios y en presencia del poder del enemigo que tiene como arma la muerte. Él ya había temblado, pero la mirada de Jesús, la cual inspira afecto, no dice que la carne que nos impide que le glorifiquemos esté, en un sentido práctico, muerta. Además, él no conocía nada de esta verdad. Es la muerte de Cristo la que ha sacado nuestra condición a plena luz, al tiempo que ministra su único remedio—muerte, y vida en resurrección. Como el arca en el Jordán, Él descendió solo, para que Su pueblo redimido pudiera pasar en seco. Ellos no habían pasado antes por este camino.
La Perfección Y La Gloria Manifestadas Por La Prueba Del Señor
Jesús se acerca al final de Su prueba—una prueba que sólo manifestó Su perfección y Su gloria, y que, al mismo tiempo, glorificó a Dios Su Padre, pero una prueba que no le escatimó nada que hubiera tenido poder para detenerle, si algo pudiese haberlo hecho, y que prosiguió incluso hasta la muerte, y hasta cargar la ira de Dios en esa muerte, una carga que trasciende todos nuestros pensamientos.
En Getsemaní; El Pleno Conocimiento Del Señor De Lo Que Se Presentaba Ante Él
Él se acerca al conflicto y al sufrimiento, no con la ligereza de Pedro, quien se hundió en ellos porque ignoraba su naturaleza, sino con pleno conocimiento; colocándose Él mismo en la presencia de Su Padre, donde todo es pesado, y donde la voluntad de Aquel que le dio esta tarea es claramente declarada en Su comunión con Él; así que Jesús la cumple, como si Dios mismo la estuviera contemplando, de acuerdo al alcance y a la intención de Sus pensamientos y de Su naturaleza, y en perfecta obediencia a Su voluntad.
Percibiendo Todo El Ámbito De Sus Sufrimientos, Pero En Comunión Con Su Padre
Jesús se adelanta a orar solo. Y, moralmente, Él pasa a través de todo el ámbito de Sus sufrimientos, conociendo toda la amargura de ellos, en comunión con Su Padre. Teniéndolos ante Sus propios ojos, los trae ante el corazón de Su Padre, a fin de que, si fuera posible, pasara de Él esa copa. De lo contrario, al menos sería de la mano de Su Padre que la recibiría. Ésta era la piedad a causa de la cual Él era oído, y Sus oraciones subían a lo alto. Él esta allí como un hombre—satisfecho de tener a Sus discípulos velando con Él, satisfecho por aislarse y derramar Su corazón en el seno de Su Padre, en la condición dependiente de un hombre que ora. ¡Qué escena!
Pedro, quien iba a morir por su Maestro, ni siquiera es capaz de velar con Él. El Señor, humildemente, pone su inconsistencia ante él, reconociendo que su espíritu, verdaderamente, estaba lleno de buena voluntad, pero que la carne no servía para nada en el conflicto con el enemigo y en la prueba espiritual.
El Carácter Y La Relación Moral De Acontecimientos En Marcos, Mostrando El Hombre Perfecto, El Siervo Fiel
La narración de Marcos, que pasa tan rápidamente de una circunstancia (que exhibe la condición moral completa de los hombres con quienes Jesús estaba asociado) a otra, de tal forma que coloca estos sucesos en relación unos con otros, es tan conmovedor como el desarrollo de los detalles hallados en los otros Evangelios. Se imprime un carácter moral en cada paso que damos en la historia, dándole, como un todo, un interés que nada puede sobrepasar (exceptuando aquello que está por sobre todas las cosas, sobre todos los pensamientos), excepto Aquel Único, la Persona de Aquel que está aquí delante de nosotros. Él, al menos, veló con Su Padre; ya que, después de todo, obediente como era por gracia, ¿qué podía el hombre hacer por Él? Completamente hombre como Él era, Él tenía que apoyarse en Uno solo, y así fue el hombre perfecto. Yendo a orar otra vez, Él vuelve para hallarlos durmiendo nuevamente, y presenta de nuevo el caso a Su Padre, y luego despierta a Sus discípulos, pues había llegado la hora en que no podían hacer nada más por Él. Judas viene con su beso. Jesús se somete. Pedro, quien durmió durante la oración ferviente de su Maestro, se despierta para luchar cuando su Maestro se entrega como un cordero al matadero. Él golpea a uno de los ayudantes, y le corta su oreja. Jesús razona con aquellos que habían acudido a prenderle, recordándoles que, cuando Él estaba constantemente expuesto, humanamente hablando, a su poder, no pusieron sus manos sobre Él; pero había una razón muy diferente para que aquello sucediese así ahora—los consejos de Dios y la Palabra de Dios debían cumplirse. Fue el fiel cumplimiento del servicio encomendado a Él. Todos le abandonan y huyen; porque, ¿quién, aparte de Él, podía seguir este camino hasta el final?
Un joven intentó verdaderamente ir más allá; pero tan pronto como los oficiales de justicia le detuvieron asiéndole por su vestido de lino, huyó y lo dejó en sus manos. Aparte del poder del Espíritu Santo, cuanto más lejos se aventura uno en el camino en que se hallan el poder del mundo y de la muerte, tanto mayor es la vergüenza con la que se logra escapar, si Dios permite el escape. Huyó desnudo.
El Testigo Fiel Ante El Sumo Sacerdote; Testigos Falsos; Incredulidad De Pedro
Los testigos fracasan, no en malicia, sino en la certidumbre del testimonio, así como el uso de la fuerza no podía hacer nada contra Él hasta el momento que Dios había asignado. La confesión de Cristo, Su fidelidad al declarar la verdad en la congregación, es el medio de Su condenación. El hombre no puede hacer nada, aunque había hecho todo en lo que concierne a su voluntad y culpa. El testimonio de Sus enemigos, el afecto de Sus discípulos—todo fracasa: esto es el hombre. Es Jesús quien da testimonio de la verdad; es Jesús quien vela con el Padre—Jesús quien se entrega a aquellos que nunca fueron capaces de prenderle hasta que llegó la hora que Dios había asignado. ¡Pobre Pedro! Él fue más allá que el joven en el huerto; y le hallamos aquí, la carne en el lugar del testimonio, en el lugar donde este testimonio debe ser rendido ante el poder de su oponente y de sus instrumentos. La Palabra de Cristo será veraz, aunque la de Pedro sea falsa—Su corazón será fiel y lleno de amor, aunque el de Pedro (como todos los nuestros, ¡lamentablemente!), sea infiel y cobarde. Él confiesa la verdad, y Pedro la niega. No obstante, la gracia de nuestro bendito Señor no le falla; y, tocado por ella, él cubre su rostro y llora.
El Rey Rechazado Es El Hijo Del Bendito, El Hijo Del Hombre
La palabra del profeta se ha de cumplir nuevamente. Él será entregado en manos de los Gentiles. Allí es acusado de ser un rey, la confesión de lo cual ha de causar ciertamente Su muerte. Pero esto era la verdad.
La confesión que Jesús había hecho ante los sacerdotes se relaciona, como hemos visto en otros casos en este Evangelio, con Su relación con Israel. Su servicio era predicar en la congregación de Israel. Él se había presentado, de hecho, como Rey, como Emanuel. Ahora confiesa que Él es para Israel la esperanza del pueblo, y que esto es lo que Él será en el futuro. “¿Eres tú”, había dicho el sumo sacerdote, “el Cristo, el Hijo del Bendito?” Ese era el título, la gloriosa posición, de Aquel quien era la esperanza de Israel, según el Salmo 2. Pero Él añade aquello que Él va a ser (es decir, el carácter que Él asumiría, siendo rechazado por este pueblo, aquel carácter en el cual se presentaría al pueblo rebelde); este carácter sería el del Salmo 8, del 110, y también de Daniel 7, con sus resultados—es decir, el Hijo del Hombre a la diestra de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. El Salmo 8 sólo le presenta de una manera general; es el Salmo 110 y Daniel 7 los que hablan del Mesías de ese modo particular, conforme a lo que el propio Cristo anuncia aquí. La blasfemia que el sumo sacerdote le atribuyó fue solamente el rechazo de Su Persona, pues aquello que Él dijo estaba escrito en la Palabra.

Marcos Capítulo 15

Ante Pilato; El Último Servicio Del Señor; Sacado Para Ser Crucificado
Ante Pilato, Él solo da testimonio de la buena profesión, un testimonio a la verdad donde la gloria de Dios lo requería, y donde este testimonio se oponía al poder del adversario. A todo lo demás, Él no da respuesta. Él les permite continuar; y el evangelista no entra en detalles. Rendir este testimonio era el último servicio y deber que tenía que realizar. Este es rendido. Los judíos escogen al sedicioso homicida Barrabás; y Pilato, escuchando la voz de la multitud, incitada por los principales sacerdotes, entrega a Jesús para que sea crucificado. El Señor se somete a los insultos de los soldados, quienes mezclan el orgullo y la insolencia de su clase con el endurecimiento del verdugo, cuyas funciones estaban llevando a cabo. ¡Tristes ejemplos de nuestra naturaleza! El Cristo que vino para salvarlos estaba, por el momento, bajo su poder. Él no utilizó Su poder para salvarse a Sí mismo, sino para liberar a otros del poder del enemigo. Finalmente, le conducen al Gólgota y le crucifican. Allí le ofrecen una mezcla soporífera, la cual Él rehúsa; y le crucifican con dos ladrones, uno a Su derecha y el otro a Su izquierda, cumpliendo así (pues era todo lo que ellos hicieron o podían hacer) todo cuanto estaba escrito acerca del Señor. Ahora era la hora de los judíos y de los sacerdotes; obtuvieron, ¡ay de ellos! el deseo de su corazón. Y ellos hicieron que se manifestase, sin saberlo, la gloria y la perfección de Jesús. El templo no podía levantarse nuevamente sin ser derribado; y, como instrumentos, establecieron el hecho que Él había anunciado entonces. Él salvó a otros y no a Sí mismo. Éstas son dos partes de la perfección de la muerte de Cristo con referencia al hombre.
La Voluntad De Dios Cumplida; El Servicio Del Señor Completado
Pero, cualesquiera fuesen los pensamientos de Cristo y Sus sufrimientos con respecto a los hombres (aquellos perros, aquellos toros de Basán), la obra que Él tenía que cumplir contenía profundidades que sobrepasaban aquellas cosas exteriores. Tinieblas cubrieron la tierra—divino y compasivo testimonio de aquello que, con una oscuridad mucho más profunda, cubrió el alma de Jesús, abandonado por Dios por el pecado, pero exhibiendo así, incomparablemente más que en cualquier otra ocasión, Su absoluta perfección; al tiempo que las tinieblas marcaban, en una señal externa, Su entera separación de las cosas exteriores, siendo toda la obra algo entre Él y Dios solo, conforme a la perfección de ambos. Todo sucedió entre Él y Su Dios. Poco comprendido por los demás, todo es entre Él y Dios; y exclamando otra vez en voz alta, Él entrega el espíritu. Su servicio se completó. ¿Qué más tenía que hacer Él en un mundo donde vivió sólo para cumplir la voluntad de Dios? Todo estaba terminado, y Él necesariamente parte. Yo no hablo de necesidad física, pues Él aún conservaba Su fuerza; pero, moralmente rechazado por el mundo, no había ya más lugar en él para mostrarle Su misericordia: la voluntad de Dios fue enteramente cumplida por Él. Él había bebido en Su alma la copa de la muerte y del juicio por el pecado. A Él no le quedaba otra cosa sino el acto de morir; y Él expira, obediente hasta el final, a fin de comenzar en otro mundo (ya sea para Su alma separada del cuerpo, o en gloria), una vida en donde el mal no podría entrar nunca, y donde el nuevo hombre será perfectamente feliz en la presencia de Dios.
Obediencia Perfeccionada En La Muerte Por El Príncipe De Vida
Su servicio se completó. Su obediencia tuvo su término en la muerte—Su obediencia, y por tanto Su vida, vivida en medio de pecadores. ¿Qué habría significado una vida en la cual no hubiera más obediencia que cumplir? Al morir ahora, Su obediencia fue perfeccionada, y Él muere. El camino al Lugar Santísimo está abierto ahora—el velo se rasga de arriba abajo. El centurión Gentil confiesa, en la muerte de Jesús, a la Persona del Hijo de Dios. Hasta entonces, el Mesías y el judaísmo iban juntos. En Su muerte, el judaísmo le rechaza, y Él es el Salvador del mundo. El velo ya no oculta a Dios. En este aspecto, esto fue todo lo que el judaísmo pudo hacer. La manifestación de la gracia perfecta está allí para el Gentil, quien reconoció—porque Jesús entregó Su vida dando una gran voz, lo que demostraba la existencia de tanta fortaleza—que el Príncipe de vida, el Hijo de Dios, estaba allí. Pilato también se sorprende de que ya hubiese muerto. Sólo lo cree cuando el centurión le certifica esta verdad. En cuanto a la fe—lejos de la gracia, e incluso de la justicia humana—no se turbó en absoluto acerca de ese punto.
El Cuerpo De Jesús Puesto En La Tumba
La muerte de Jesús no le separó de los corazones de aquellos débiles que le amaban (quienes tal vez no habían entrado en el conflicto, pero que la gracia había sacado ahora de su retiro); aquellas mujeres piadosas quienes le habían seguido y que habían atendido a menudo Sus necesidades, y José, quien, aunque tocado en su conciencia, no le había seguido, hasta ahora, fortalecido al fin por el testimonio de la gracia y la perfección de Jesús (encontrando la integridad del consejero en las circunstancias, no una ocasión para temer, sino aquello que le indujo a manifestarse)—aquellas mujeres y José están igualmente ocupados acerca del cuerpo de Jesús. Este tabernáculo del Hijo de Dios no es dejado sin aquellos servicios que eran debidos por parte del hombre a Aquel que acababa de dejarlo. Además, la providencia de Dios, así como Su operación en sus corazones, había hecho los preparativos para todo esto. El cuerpo de Jesús es puesto en la tumba, y todos ellos esperan que el día de reposo termine para realizarle su servicio. Las mujeres habían tomado conocimiento del lugar.

Marcos Capítulo 16

La Resurrección; La Relación Restablecida Entre Jesús Y El Remanente
El último capítulo está dividido en dos partes—un hecho que, incluso, ha dado lugar a cuestionamientos acerca de la autenticidad de los versículos 9 al 20. La primera parte del capítulo, versículos 1 al 8, relata el fin de la historia en relación con el restablecimiento de aquello que ha estado siempre delante de nosotros en este Evangelio: las relaciones del Profeta de Israel, y del reino, con el pueblo (o, al menos, con el remanente del pueblo escogido). Los discípulos, y Pedro, a quien el Señor reconoce individualmente a pesar (si, en gracia, a causa) de su negación de su Maestro, tenían que ir y encontrarle en Galilea, como Él les había dicho. Allí la relación fue restablecida entre Jesús en resurrección y los pobres del rebaño, quienes le esperaban (siendo reconocidos ellos solos como el pueblo delante de Dios). Las mujeres no dicen nada a nadie. El testimonio del Cristo resucitado fue confiado sólo a Sus discípulos, a estos despreciados Galileos. El miedo fue el medio empleado por la providencia de Dios para impedir que las mujeres hablaran, cosa que hubiesen hecho de forma natural.
El Mensaje Enviado Por Medio De María Magdalena; La Comisión De Los Discípulos a Toda Criatura
Versículos 9 al 20. Éste es otro testimonio. Los discípulos no aparecen aquí como un remanente elegido, sino en la incredulidad que le es natural al hombre. El mensaje es enviado a todo el mundo. María Magdalena, anteriormente poseída por siete demonios—la esclava absoluta de ese temible poder—es utilizada para comunicar el conocimiento de Su resurrección a los compañeros de Jesús. Después, Jesús mismo se aparece a ellos y les da su comisión. Les dice que vayan por todo el mundo y que prediquen el evangelio a toda criatura. No se trata ya específicamente del evangelio del reino. Cualquiera que por todo el mundo creyera y se uniera a Cristo por el bautismo, sería salvo: el que no creyera, sería condenado. Era una cuestión de salvación o condenación—el creyente, salvo, el que rechazaba el mensaje, condenado. Además, si alguien estaba convencido de la verdad, pero rehusaba unirse con los discípulos confesando al Señor, tanto peor sería su caso. Por consiguiente, se dice: “el que cree y es bautizado.” (Marcos 16:16—Versión Reina Valera 1909 Actualizada). Señales de poder acompañarían a los creyentes, y serían guardados del poder del enemigo.
Señales De Poder Sobre El Poder Del Enemigo; La Proclamación De Gracia a Todos Los Hombres
La primera señal debía ser su dominio sobre los malos espíritus; la segunda, la prueba de esa gracia que iba más allá de los estrechos límites de Israel, dirigiéndose a todo el mundo. Hablarían diversas lenguas.
Además de esto, con respecto al poder del enemigo, manifestado en hacer daño, el veneno de las serpientes y bebidas venenosas no tendrían ningún efecto sobre ellos, y las enfermedades desaparecerían ante su autoridad.
En una palabra, debía ser la destrucción del poder del enemigo sobre el hombre, y la proclamación de la gracia a todos los hombres.
La Ascensión De Cristo Al Trono Del Poder; La Esfera De Servicio De Los Discípulos
Habiéndoles dado así su comisión, Jesús asciende al cielo, y se sienta a la diestra de Dios—el lugar desde el cual vendrá así en poder a bendecir, y desde el cual Él volverá para poner a los pobres del rebaño en posesión del reino. Mientras tanto, los discípulos ocupan Su lugar, extendiendo su esfera de servicio hasta los confines de la tierra; y el Señor confirma la palabra de ellos mediante las señales que les siguen.
El Cumplimiento Del Servicio Del Gran Siervo-Profeta Rendido a Su Padre Contemplado En El Evangelio De Marcos
Quizás podría pensarse que me he detenido poco en los sufrimientos de Cristo en lo que he escrito sobre Marcos. Nunca se agotará este tema; es tan vasto como deben ser la Persona y la obra de Cristo. ¡Bendito sea Dios por ello! En Lucas tenemos más detalles. Y yo sigo el orden de pensamiento que el Evangelio presenta ante mí; y me parece que, en lo que respecta a la crucifixión de Cristo, es el cumplimiento de Su servicio lo que el evangelista tiene en mente. Su gran tema era el Profeta. Le era necesario relatar Su historia hasta el final; y nosotros poseemos, en una narración breve, un retrato muy completo de los sucesos que marcan el final de la vida del Señor—de aquello que Él tuvo que cumplir como el Siervo de Su Padre. He seguido este orden del Evangelio.
Lucas

Introducción Al Evangelio De Lucas

La Intención Del Evangelio De Lucas; El Mediador, El Hijo Del Hombre, Revelando a Dios En Gracia Liberadora
El Evangelio de Lucas nos presenta al Señor en el carácter de Hijo del Hombre, revelando a Dios en gracia liberadora entre los hombres. Por ello es que hay más referencias a la operación actual de la gracia y sus efectos, incluso el tiempo presente proféticamente, y no a la sustitución de otras dispensaciones como en Mateo, sino a la salvífica gracia celestial. En primer lugar, sin duda (y precisamente porque Él tiene que ser revelado como hombre, y en gracia a los hombres) le hallamos, en una parte introductoria en la que tenemos el retrato más exquisito del remanente fiel, presentado a Israel, a quienes Él había sido prometido, y en relación con los cuales Él vino a este mundo; pero después, este Evangelio presenta los principios morales que se aplican al hombre, quienquiera que sea, al tiempo que manifiesta a Cristo momentáneamente en medio de ese pueblo. Este poder de Dios en gracia es exhibido de varias maneras en su aplicación a las necesidades de los hombres. Después de la transfiguración, la cual se relata antes en la narración de Lucas que en los otros Evangelios, hallamos el juicio de aquellos que rechazaron al Señor y el carácter celestial de la gracia que, debido a que es gracia, se dirige a las naciones, a los pecadores, sin ninguna referencia particular a los judíos, trastocando los principios legales según los cuales estos últimos pretendían estar, y en los que, en el Sinaí, en cuanto a su posición, fueron originalmente llamados a estar, en relación con Dios. Las promesas incondicionales a Abraham, etc., y la confirmación profética de ellas, son otra cosa. Ellas se cumplirán en gracia, y había que apoderarse de ellas por la fe. Después de esto, encontramos aquello que debía suceder a los judíos conforme al justo gobierno de Dios; y, al final, el relato de la muerte y resurrección del Señor, consumando la obra de la redención. Debemos observar que Lucas (quien pone moralmente aparte el sistema judío e introduce al Hijo del Hombre como el hombre delante de Dios, presentándole como Aquel que está lleno de toda la plenitud de Dios que habita en Él corporalmente, como el hombre delante de Dios, según Su propio corazón, y, de este modo, como mediador entre Dios y el hombre, y centro de un sistema moral mucho más extenso que el del Mesías entre los judíos), debemos observar, repito, que Lucas, quien se ocupa de estas nuevas relaciones, (de hecho, antiguas con respecto a los consejos de Dios), nos ofrece los hechos concernientes a la relación del Señor con los judíos, reconocidos en el remanente piadoso de ese pueblo, con mucho más desarrollo que los otros evangelistas, así como las pruebas de Su misión a ese pueblo, al venir al mundo—pruebas que deberían haber atraído su atención para fijarla sobre el niño que les había nacido.
Cristo Manifestado Como Un Hombre En La Tierra
En Lucas, agrego, aquello que caracteriza especialmente a la narrativa y le otorga su peculiar interés a este Evangelio es que pone ante nosotros lo que Cristo es en Sí mismo. No es Su gloria oficial, una posición relativa que Él asumió; tampoco es la revelación de Su naturaleza divina, como tal; ni Su misión como el gran Profeta. Es Él mismo, como Él era, un hombre en la tierra—la Persona con la que me debería haber encontrado cada día si hubiera vivido en Judea o en Galilea en aquella época.

Lucas Capítulo 1

El Estilo De Lucas Y El Propósito De Su Evangelio
Me gustaría agregar una observación en cuanto al estilo de Lucas, la cual puede hacer más fácil el estudio de este Evangelio al lector. Él incluye, a menudo, una gran cantidad de hechos en una breve afirmación general, y luego se explaya ampliamente en algún hecho aislado, donde los principios morales y la gracia son mostrados.
Muchos habían intentado dar cuenta, históricamente, de lo que los cristianos habían recibido, tal como les relataron los compañeros de Jesús; y a Lucas le pareció bien—habiendo seguido estas cosas desde el principio y, habiendo obtenido, de este modo, un conocimiento preciso respecto a ellos, escribir metódicamente a Teófilo, a fin de que conociera la exacta verdad de aquellas cosas en las que él había sido instruido. Es de este modo que Dios ha provisto para la enseñanza de toda la iglesia en la doctrina contenida en el retrato de la vida del Señor, proporcionada por este hombre de Dios; quien, movido personalmente por motivos cristianos, fue dirigido e inspirado por el Espíritu Santo para el bien de todos los creyentes.
Las Primeras Revelaciones De Acontecimientos Admirables a Zacarías Y Elizabet
En el versículo 5, el evangelista comienza con las primeras revelaciones del Espíritu de Dios respecto a estos acontecimientos, de los cuales dependían totalmente la condición del pueblo de Dios y la del mundo, y en los cuales Dios iba a glorificarse para toda la eternidad.
Pero, inmediatamente nos hallamos en la atmósfera de las circunstancias judías. Las ordenanzas judías del Antiguo Testamento, y los pensamientos y expectativas relacionados con ellas, son el marco en que este gran y solemne acontecimiento tiene lugar. Herodes, rey de Judea, provee la fecha; y es a un sacerdote, justo e irreprensible, perteneciente a una de las veinticuatro clases, a quien encontramos en los primeros pasos de nuestro camino. Su esposa era de las hijas de Aarón; y estas dos personas rectas andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor (Jehová). Todo era correcto delante de Dios, conforme a Su ley en el sentido judío. Pero no gozaban de la bendición que todo judío deseaba: no tenían hijos. No obstante, ello era conforme, podríamos decir, a los modos habituales de Dios en el gobierno de Su pueblo para llevar a cabo Su bendición, al tiempo que manifiesta la debilidad del instrumento—una debilidad que se llevaba toda esperanza según los principios humanos. Tal había sido la historia de las Saras, las Rebecas, las Anas y muchas más, de quienes la Palabra nos habla para nuestra enseñanza en los caminos de Dios.
La Respuesta De Dios a La Oración
Esta bendición era puesta con frecuencia en oración por parte del fiel sacerdote; pero hasta ahora la respuesta se había demorado. Ahora, sin embargo, en el momento en que ejercitaba su ministerio regular, Zacarías se acercó para ofrecer el incienso, el cual, según la ley, debía subir como olor grato delante de Dios (un tipo de la intercesión del Señor) y mientras el pueblo oraba fuera del lugar santo, el ángel del Señor se aparece al sacerdote a la derecha del altar del incienso. A la vista de este glorioso personaje, Zacarías se turba, pero el ángel le anima declarándole que es el portador de buenas nuevas, anunciándole que sus oraciones, por tanto tiempo dirigidas a Dios aparentemente en vano, eran concedidas. Elisabet iba a dar a luz un hijo, y el nombre por el que debía ser llamado sería ‘El favor del Señor’, una fuente de gozo y alegría para Zacarías y cuyo nacimiento sería ocasión para la acción de gracias para muchos. Pero esto no fue meramente por ser hijo de Zacarías. El niño fue la dádiva de Dios, y sería grande delante de Él; sería un Nazareo, y sería lleno del Espíritu Santo, desde el vientre de su madre: y haría volver a muchos de los hijos de Israel al Señor, Dios de ellos. Él iría delante de Él en el espíritu de Elías y, con el mismo poder, restablecería el orden moral en Israel, incluso desde sus fuentes, para hacer volver al desobediente a la sabiduría del justo—para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
El Espíritu De Elías
El espíritu de Elías era un firme y ardiente celo por la gloria de Jehová, y para el establecimiento, o el restablecimiento por medio del arrepentimiento, de las relaciones entre Israel y Jehová. Su corazón se aferró a este vínculo entre el pueblo y su Dios, conforme a la fortaleza y gloria del vínculo mismo, pero consciente de su condición caída y según los derechos de Dios en referencia a estas relaciones. El espíritu de Elías—aunque, en realidad, fue la gracia de Dios hacia Su pueblo la que le había enviado—era, en cierto sentido, un espíritu legal. Él afirmaba los derechos de Jehová en juicio. Era la gracia abriendo la puerta al arrepentimiento, pero no la gracia soberana de salvación, aunque era lo que preparaba el camino a ella. Es en la fuerza moral de su llamamiento al arrepentimiento que Juan es aquí comparado con Elías, al hacer regresar a Israel a Jehová. Y, de hecho, Jesús era Jehová.
La Falta De Fe De Zacarías Utilizada Por Dios; La Piedad De Elizabet
Pero, la fe de Zacarías en Dios y en Su bondad no estuvo a la altura de su petición (¡lamentablemente! un caso muy común), y cuando éste es concedido en un momento que se requería la intervención de Dios para cumplir su deseo, no es capaz de andar en las pisadas de un Abraham o una Ana, y pregunta cómo podría suceder esto ahora.
Dios, en Su bondad, convierte la falta de fe de Su siervo en un instructivo castigo para él mismo, y en una prueba para el pueblo de que Zacarías había sido visitado desde lo alto. Se queda mudo hasta que la Palabra del Señor sea cumplida, y las señas que él hace al pueblo, quienes se extrañan de su tan prolongada permanencia en el santuario, explican a ellos la razón.
Pero la Palabra de Dios se cumple en bendición hacia él. Elisabet, reconociendo la buena mano de Dios sobre ella, con un tacto que pertenece a su piedad, se recluye. La gracia que la bendijo no la volvió insensible para con lo que constituía una vergüenza en Israel, y lo cual, si bien esto fue quitado, dejó sus huellas, en cuanto al hombre, en las circunstancias sobrehumanas a través de las cuales esto se cumplió. Había una rectitud de mente en esto que convenía a una mujer santa. Pero aquello que se oculta justamente del hombre, conserva todo su valor a los ojos de Dios, y Elisabet es visitada en su retiro por la madre del Señor. Pero aquí la escena cambia, para introducir al mismo Señor en esta maravillosa historia que se devela ante nuestros ojos.
El Nacimiento Del Salvador Anunciado a María
Dios, quien había preparado todo de antemano, manda anunciar ahora el nacimiento del Salvador a María. En el último lugar que el hombre hubiera escogido para el propósito de Dios (un lugar cuyo nombre, a los ojos del mundo, bastaba para condenar a aquellos que procedían de él), una doncella, desconocida para todos los que el mundo reconocía, estaba desposada con un pobre carpintero. Su nombre era María. Pero todo estaba en confusión en Israel: el carpintero era de la casa de David. Las promesas de Dios—quien no las olvida nunca, y nunca descuida a aquellos son objetos de ellas—hallaron aquí la esfera para su cumplimiento. Aquí se dirigen el poder y los afectos de Dios, conforme a su energía divina. En cuanto a si Nazaret era grande o pequeña, esto no tenía importancia, salvo para mostrar que Dios no espera nada del hombre, sino que es el hombre quien espera de Dios. Gabriel es enviado a Nazaret, a una virgen que estaba desposada con un hombre llamado José, de la casa de David.
La dádiva de Juan a Zacarías fue una respuesta a sus oraciones—Dios fiel en Su bondad hacia Su pueblo que espera en Él.
Gracia Soberana Mostrada
Pero esta era una visitación de gracia soberana. María, un vaso escogido para este propósito, había hallado gracia a los ojos de Dios. Fue favorecida por la gracia soberana—bendita entre las mujeres. Ella concebiría y daría a luz un Hijo: le pondría por nombre Jesús. Él sería grande, y sería llamado el Hijo del Altísimo. Dios le daría el trono de Su padre David. Él reinaría sobre la casa de Jacob para siempre, y Su reinado no tendría fin.
El Nacimiento Del Niño Presentado Por El Espíritu Santo En Una Manera Doble
Se observará aquí que el asunto que el Espíritu Santo presenta ante nosotros es el nacimiento del niño, del modo que Él estaría aquí abajo en este mundo, dado a luz por María—el nacimiento de Aquel que había de nacer.
La enseñanza dada por el Espíritu Santo sobre este punto se divide en dos partes: primero, aquello que sería el niño que iba a nacer; y segundo, la manera de Su concepción, y la gloria que resultaría de ello. No es simplemente la naturaleza divina de Jesús la que es presentada, el Verbo que era Dios, el Verbo hecho carne, sino lo que nació de María, y el modo cómo había de tener lugar. Sabemos bien que se trata del mismo precioso y divino Salvador de quien habla Juan; pero Él nos es presentado aquí bajo otro aspecto, el cual es de un interés infinito para nosotros; y debemos considerarle tal como lo presenta el Espíritu Santo, nacido de la virgen María en este mundo de lágrimas.
El Señor Jesús Como Real Y Verdaderamente Hombre
Tomemos, en primer lugar, los versículos 31 al 33. Fue un niño concebido realmente en el vientre de María, quien dio a luz este niño en el momento que Dios había asignado a la naturaleza humana. Transcurrió el tiempo de costumbre antes del nacimiento. Hasta ahora esto no nos dice nada acerca de la manera. Es el hecho mismo el que tiene una importancia que no puede ser medida ni exagerada. Él era realmente y verdaderamente hombre, nacido de mujer como lo fuimos nosotros—no en cuanto a la fuente y al modo de Su concepción, de lo cual no estamos tratando aún, sino en cuanto a la realidad de Su existencia como hombre. Él era realmente y verdaderamente un ser humano. Pero había otras cosas relacionadas con la Persona de Aquel que había de nacer, las cuales nos son también presentadas. Sería llamado Jesús, es decir, Jehová el Salvador. Él habría de manifestarse en este carácter y con este poder. Así era Él.
El Niño Nacido Como Hombre Es “El Hijo Del Altísimo”
Esto no está aquí relacionado con el hecho de que “él salvará a su pueblo de sus pecados”, como en Mateo, donde se trataba de la manifestación a Israel del poder de Jehová, de su Dios, en cumplimiento de las promesas hechas a ese pueblo. Aquí vemos que Él tiene derecho a ese nombre; pero, este título divino permanece oculto bajo la forma de un nombre personal; pues es el Hijo del Hombre quien es presentado en este Evangelio, cualquiera que Su poder divino pudiera ser. Aquí se nos dice que, “Él”—Aquel que había de nacer—“será grande, y” (nacido en este mundo) “será llamado Hijo del Altísimo.” (Lucas 1:32—Versión Moderna). Él había sido el Hijo del Padre desde antes de que el mundo fuese; pero este niño, nacido en la tierra, debía ser llamado—tal como Él era aquí abajo—Hijo del Altísimo: un título al cual Él demostraría perfectamente tener derecho, mediante Sus hechos, y mediante todo lo que manifestase lo que Él era. Un pensamiento precioso y lleno de gloria para nosotros, un hijo nacido de una mujer lleva legítimamente este nombre, “Hijo del Altísimo”—supremamente glorioso para Aquel que está en la posición de un hombre, y realmente era tal ante Dios.
“El Hijo De David”: Su Reino Interminable Y Su Gloria
Pero, había aún otras cosas relacionadas con Aquel que había de nacer. Dios le daría el trono de Su padre David. Aquí, nuevamente vemos claramente que Él es considerado como nacido, como hombre, en este mundo. El trono de Su padre David le pertenece. Dios se lo dará. Por derecho de nacimiento, Él es heredero de las promesas, de las promesas terrenales que, en cuanto al reino, pertenecían a la familia de David; pero esto sería en conformidad a los consejos y al poder de Dios. Él reinaría sobre la casa de Jacob—no solamente sobre Judá y en la debilidad de un poder transitorio y de una vida efímera, sino por todos los siglos; y Su reino no tendría fin. Como, de hecho, Daniel había predicho, este reino nunca sería tomado por otros. Nunca sería dejado a otro pueblo. Sería establecido según los consejos de Dios que son inmutables, y de acuerdo a Su poder que nunca falla. Hasta que Él entregase el reino a Dios el Padre, Él ejercería una realeza que nada podría disputar; la cual Él entregaría (habiéndose cumplido todas las cosas) a Dios, pero cuya gloria, digna de un rey, nunca se empañará en Sus manos.
Así había de nacer el niño—verdaderamente, aunque milagrosamente nacido como hombre. Para aquellos que pudieran comprender Su nombre, era Jehová el Salvador.
Él había de ser Rey sobre la casa de Jacob conforme a un poder que nunca menguaría ni fallaría, hasta que se fusione con el poder eterno de Dios como Dios.
El gran tema de la revelación es, que el Hijo debía ser concebido y nacer; el resto es la gloria que le pertenecería después de nacido.
La Pregunta De María; Su Fe
Pero lo que María no comprende es la concepción. Dios le permite que pregunte al ángel de qué modo ocurriría. Su pregunta fue según Dios. No creo que se tratara aquí de ninguna falta de fe. Zacarías había estado pidiendo constantemente un hijo—era sólo una cuestión de la bondad y del poder de Dios que se concediese esta petición—y fue llevado, por la positiva declaración de Dios, hasta un punto en que él sólo debía confiar en ella. Él no confió en la promesa del Señor. Era sólo el ejercicio del poder extraordinario de Dios en el orden natural de cosas. María pregunta, con santa confianza, puesto que Dios la había favorecido, cómo se cumpliría tal cosa, fuera del orden natural. Ella no dudaba de su cumplimiento (véase el versículo 45: “bienaventurada”—dijo Elisabet—“la que creyó.”) Ella pregunta de qué manera se habría de cumplir esto, ya que esto debe ser hecho fuera del orden de la naturaleza. El ángel procede con su comisión, dándole a conocer, también, la respuesta de Dios a su pregunta. En los propósitos de Dios, esta pregunta dio ocasión (por la respuesta que esta pregunta recibió) a la revelación de la concepción milagrosa.
El Hijo De Dios Hecho Hombre
El nacimiento de Aquel que ha caminado sobre esta tierra era la cosa en cuestión—Su nacimiento de la virgen María. Él era Dios, y se hizo hombre; pero, aquí esta la manera de Su concepción para llegar a ser un hombre en la tierra. No es lo que Él era lo que se manifiesta aquí. Es Él quien nació, tal como Él estaba en el mundo, de cuya concepción milagrosa leemos aquí. El Espíritu Santo vendría sobre ella—actuaría en poder sobre este vaso terrenal, sin su propia voluntad o la voluntad de ningún hombre. Dios es la fuente de la vida del hijo prometido a María, nacido en este mundo y por Su poder. Él nace de María—de esta mujer escogida por Dios. El poder del Altísimo la cubriría, y, por consiguiente, el Santo Ser (Lucas 1:35—RVR60) que nacería de ella sería llamado el Hijo de Dios. Santo en Su nacimiento, concebido por la intervención del poder de Dios actuando sobre María (un poder que fue la fuente divina de Su existencia en la tierra, como hombre), la criatura santa (Lucas 1:35—Versión Moderna) que recibió así su ser de María, el fruto de su vientre, debía tener también, incluso en este sentido, el título de Hijo de Dios. Lo Santo (Lucas 1:35—RVA) que nacería de María debía ser llamado el Hijo de Dios. No se trata aquí de la doctrina de la relación eterna del Hijo con el Padre. El Evangelio de Juan, la epístola a los hebreos, la de los colosenses, establecen esta verdad preciosa, y demuestran su importancia; aquí se trata de aquello que nació en virtud de la concepción milagrosa, lo cual, en ese terreno, es llamado el Hijo de Dios.
El Anuncio Del Ángel a María De La Bendición De Elizabet
El ángel le anuncia la bendición otorgada a Elisabet a través del poder omnipotente de Dios; y María se inclina ante la voluntad de su Dios—el vaso sumiso de Su propósito—y en su piedad reconoce una altura y grandeza en estos propósitos que sólo le dejaron a ella, pasivo instrumento de ellos, su lugar de sujeción a la voluntad de Dios. Ésta fue su gloria, mediante el favor de su Dios.
Fue apropiado que prodigios acompañaran, y dieran un testimonio justo, a esta maravillosa intervención de Dios. La comunicación del ángel no fue infructuosa en el corazón de María; y por su visita a Elisabet, ella va a reconocer los maravillosos tratos de Dios. La piedad de la virgen es mostrada aquí de manera conmovedora. La maravillosa intervención de Dios la hizo sentirse humilde, en lugar de ensalzarse. Ella vio a Dios en lo que había acontecido, y no a sí misma; al contrario, las grandezas de estas maravillas trajeron a Dios tan cerca de ella como para ocultarla de ella misma. Ella se entrega a Su santa voluntad: pero Dios ocupa un lugar demasiado grande en sus pensamientos sobre este asunto como para dejar algún sitio a la presunción.
La Visita De María a Elizabet; El Reconocimiento De Elizabet De La Gracia De Dios Para Con La Madre De Su Señor
La visita de la madre de su Señor a Elisabet fue algo natural en ella, pues el Señor visitó ya a la mujer de Zacarías. El ángel se lo había hecho saber. Ella se preocupa por estas cosas de Dios, pues Dios estaba cerca de su corazón por la gracia que la había visitado. Conducida por el Espíritu Santo, de corazón y afecto, la gloria perteneciente a María, en virtud de la gracia de Dios que la había elegido para ser la madre de su Señor, es reconocida por Elisabet, hablando por el Espíritu Santo. Ella también reconoce la piadosa fe de María, y le anuncia el cumplimiento de la promesa que había recibido (todo eso sucedió siendo una señal de testimonio a Aquel que había de nacer en Israel y entre los hombres).
La Acción De Gracias De María; Reconociendo La Gracia De Dios Y Su Propia Bajeza
El corazón de María se derrama, entonces, en acción de gracias. Reconoce a Dios su Salvador en la gracia que la ha llenado de gozo, y su bajeza—una figura de la condición del remanente de Israel—y eso dio ocasión para la intervención de la grandeza de Dios, con un pleno testimonio de que todo era de Él. Cualquiera que pudiera ser la piedad apropiada al instrumento que Él utilizó, y que verdaderamente se hallaba en María, fue en la medida en que ella se ocultó que ella fue grande; pues entonces Dios era todo, y fue a través de ella que Él intervino para la manifestación de Sus maravillosos caminos. Ella perdía su lugar si intentaba algo por sí misma, pero en realidad no lo hizo. La gracia de Dios la guardó a fin de que Su gloria pudiera mostrarse plenamente en este suceso divino. Ella reconoce Su gracia, pero reconoce que, hacia ella, todo es gracia.
Se observará aquí que, en el carácter y la aplicación de los pensamientos que llenan su corazón, todo es judío. Podemos comparar el cántico de Ana, quien proféticamente celebraba esta misma intervención; y vean también los versículos 54 y 55. Pero, observen, ella retrocede a las promesas hechas a los padres, no a Moisés, e incluye a todo Israel. Es el poder de Dios que obra en medio de la debilidad, cuando no hay recurso, y todo es contrario a él. Tal es el momento apropiado para Dios, y, con el mismo fin, instrumentos que no son nada, para que Dios pueda serlo todo.
Es notable que no se nos diga que María era llena del Espíritu Santo. Me parece que esto es una distinción que la honra. El Espíritu Santo visitó a Elisabet y Zacarías de un modo excepcional. Pero aunque no podemos dudar que María estaba bajo la influencia del Espíritu de Dios, era un efecto más interno, más relacionado con su propia fe, con su piedad, con las relaciones más habituales de su corazón con Dios (que fueron formadas por esta fe y por esta piedad) y que, consecuentemente, este efecto se expresaba más como sus propios sentimientos. Se trata de gratitud por la gracia y el favor conferidos a ella, la humilde, y eso en relación con las esperanzas y bendiciones de Israel. En todo esto aparece ante mí una armonía muy sorprendente en relación con el prodigioso favor otorgado a ella. Lo repito, María es grande por cuanto ella no es nada; pero es favorecida por Dios de manera incomparable, y todas las generaciones la llamarán bienaventurada.
Pero su piedad, y la expresión de esta en este cántico, siendo más personal, siendo más una respuesta a Dios que una revelación de Su parte, se limita claramente a aquello que era, necesariamente para ella, la esfera de esta piedad—y es que era para Israel, para las esperanzas y promesas dadas a Israel. Esta piedad regresa, como hemos visto, al punto más remoto de las relaciones de Dios con Israel—y éstas fueron en gracia y en promesa, no en ley—pero no sale de ellas.
Piedad En Secreto Reconocida Por Dios
María se queda tres meses con la mujer a quien Dios había bendecido, la madre de aquel que iba a ser la voz de Dios en el desierto; y regresa para seguir, humildemente, su propio camino, para que los propósitos de Dios pudieran cumplirse.
Nada más hermoso, en su estilo, que el retrato de la comunicación entre estas dos mujeres piadosas, desconocidas para el mundo, pero instrumentos de la gracia de Dios para el cumplimiento de Su propósito, glorioso e infinito en sus resultados. Ellas se ocultan, moviéndose en una escena en la que nada entra, sino la piedad y la gracia; pero Dios está allí, aún siendo tan poco conocidas para el mundo como lo eran estas mujeres, sin embargo, Dios está preparando y llevando a cabo aquello en lo cual los ángeles anhelan sondear en sus profundidades. Esto tiene lugar en la serranía, donde estas piadosas parientes moraban. Ellas se ocultaron, pero sus corazones, visitados por Dios y tocados por Su gracia, respondieron por su mutua piedad a estas maravillosas visitas de lo alto; y la gracia de Dios se reflejaba verdaderamente en la quietud de un corazón que reconocía Su mano y Su grandeza, confiando en Su bondad y sometiéndose a Su voluntad. Nosotros somos favorecidos al ser admitidos en una escena, de la cual el mundo fue excluido por su incredulidad y alejamiento de Dios, y en la que Dios actuó así.
Nace Juan, El Hijo De Zacarías Y Elizabet; El Anuncio Público De Zacarías De Aquel Que Venía Y La Posición De Juan
Pero aquello que la piedad reconoció en secreto, a través de la fe en las visitaciones de Dios, debe finalmente hacerse público y cumplirse ante los ojos de los hombres. El hijo de Zacarías y Elisabet nace, y Zacarías (quien, obediente a la palabra del ángel, cesa de ser mudo), anuncia la venida del Renuevo de David (Jeremías 33:15), el cuerno de la salvación de Israel (Lucas 1:69—Versión Moderna), en la casa del Rey elegido por Dios, para cumplir todas las promesas hechas a los padres, y todas las profecías por las que Dios había proclamado las bendiciones futuras de Su pueblo. El hijo que Dios había dado a Zacarías y a Elisabet debería ir delante del rostro de Jehová para preparar Sus caminos; porque el Hijo de David era Jehová, quien vino conforme a las promesas, y conforme a la palabra por medio de la cual Dios había proclamado la manifestación de Su gloria.
Israel Bajo Bendición Presente Y Futura Del Cristo Entonces a La Puerta—La Esperanza De Israel
La visitación de Israel por Jehová, celebrada por boca de Zacarías, incluye toda la bendición del milenio. Esto está relacionado con la presencia de Jesús, quien introduce en Su propia Persona toda esta bendición. Todas las promesas son Sí y Amén en Él (2 Corintios 1:20). Todas las profecías le circundan con la gloria a ser realizada entonces, y le hacen la fuente de la que ella surge. Abraham se gozó de ver el glorioso día de Cristo.
El Espíritu Santo siempre hace esto, cuando Su asunto es el cumplimiento de la promesa en poder. Él continua hasta el pleno efecto que Dios llevará a cabo al final. La diferencia aquí es que no se trata ya del anuncio de gozos en un futuro distante, cuando un Cristo naciera, cuando se hubiera dado a luz un hijo, para introducir sus goces en días aún velados por la distancia desde la cual eran vistos. El Cristo está ahora a la puerta, y lo que se celebra es el efecto de Su presencia. Sabemos que, habiendo sido rechazado, y estando ahora ausente, el cumplimiento de estas cosas es necesariamente aplazado hasta que Él regrese; pero Su presencia traerá el cumplimiento de ellas, y ello se anuncia como estando relacionado con esa presencia.
Podemos observar aquí, que este capítulo se confina por su contenido, dentro de los estrictos límites de las promesas hechas a Israel, es decir, a los padres. Tenemos a los sacerdotes, al Mesías, a Su precursor, las promesas hechas a Abraham, el pacto de la promesa, el juramento de Dios. No se trata de la ley, sino de la esperanza de Israel—fundamentada en la promesa, el pacto, el juramento de Dios, y confirmada por los profetas—la cual tiene su realización en el nacimiento de Jesús, en el nacimiento del Hijo de David. No se trata, lo digo nuevamente, de la ley. Se trata de Israel bajo bendición, en realidad no cumplida aún, pero de Israel en la relación de fe con Dios, quien la va a cumplir. Sólo se trata de Dios e Israel, y lo que había sucedido en gracia entre Él y Su pueblo solo.

Lucas Capítulo 2

El Emperador Pagano Del Mundo En La Tierra De Emanuel; La Gloria Y La Autoridad Imperial Un Instrumento En Manos De Dios
En este capítulo la escena cambia. En lugar de las relaciones de Dios con Israel conforme a la gracia, vemos primero al emperador pagano del mundo—la cabeza del último imperio de Daniel—ejerciendo su poder en tierra de Emanuel, y sobre el pueblo de Dios, como si Dios no los conociera. No obstante, estamos todavía en presencia del nacimiento del Hijo de David, de Emanuel mismo; pero Él está, exteriormente, bajo el poder de la cabeza de la bestia, de un imperio pagano. ¡Qué extraño estado de cosas es introducido por el pecado! Sin embargo, pongan especial atención en que todavía tenemos la gracia aquí: es la intervención de Dios lo que hace que todo esto se manifieste. En relación con ello, existen otras circunstancias que haríamos bien en observar. Cuando los intereses y la gloria de Jesús están en juego, todo este poder (que gobierna sin el temor de Dios, que reina, buscando su propia gloria, en el lugar donde Cristo debería reinar), toda la gloria imperial, no es sino un instrumento en las manos de Dios para el cumplimiento de Sus consejos. En cuanto al hecho público, encontramos al emperador Romano ejerciendo autoridad despótica y pagana en el lugar donde el trono de Dios debería haber estado, si el pecado del pueblo no hubiera hecho que esto fuera imposible.
El Poder Del Mundo Se Pone En Movimiento Para Que El Salvador-Rey Pueda Nacer En El Lugar Que Dios Había Decretado
El emperador quiere tener a todo el mundo empadronado, y cada uno se dirige a su propia ciudad. El poder mundano se pone en movimiento, y lo hace mediante un acto que demuestra su supremacía sobre aquellos que, como pueblo de Dios, deberían haberse visto libres de todo menos del inmediato gobierno de su Dios, el cual era la gloria de ellos—un hecho que prueba la degradación total y el servilismo del pueblo. Ellos son esclavos, en sus cuerpos y en sus posesiones, de los paganos a causa de los pecados (ver Nehemías 9:36-37). Pero este hecho sólo cumple el maravilloso propósito de Dios, haciendo que el Salvador-Rey naciera en el pueblo donde, según el testimonio de Dios, tenía que tener lugar este acontecimiento. Y, más que eso, la Persona divina que tenía que estimular el gozo y las alabanzas del cielo nace entre los hombres, Él mismo siendo un niño en este mundo.
El estado de cosas en Israel y en el mundo, es la supremacía de los Gentiles y la ausencia del trono de Dios. El Hijo del Hombre, el Salvador, Dios manifestado en carne, viene a tomar Su lugar—un lugar que la sola gracia podía hallar o tomar en un mundo que no Le conocía.
Este censo es tanto más notable, en que, tan pronto como el propósito de Dios fue cumplido, no se llevó más allá, es decir, no hasta después, bajo el gobierno de Cirenio.
El Hijo De Dios Nacido En Este Mundo No Encuentra Lugar Allí
El Hijo de Dios nace en este mundo, pero no encuentra lugar en él. El mundo vive a sus anchas, o al menos mediante sus recursos este mundo halla su lugar en el mesón; este lugar llega a ser un tipo de medida de la posición del hombre en el mundo y de la recepción que el mundo le brinda; el Hijo de Dios no halla ninguno, excepto en el pesebre. ¿Es en vano que el Espíritu Santo registre esta circunstancia? No. En este mundo no hay sitio para Dios, y para lo que es de Dios. Por consiguiente, tanto más perfecto es el amor que le hizo descender a la tierra. Pero Él comenzó en un pesebre y terminó en la cruz, y a lo largo del camino Él no tuvo dónde recostar Su cabeza.
El Hijo de Dios—un niño, participando de toda la debilidad y de todas las circunstancias de la vida humana así manifestadas—aparece en el mundo.
El Cumplimiento De Los Consejos De Dios Anunciado Por Ángeles; Su Coro Celestial De Alabanza
Pero si Dios viene a este mundo, y si un pesebre Le recibe, en la naturaleza que Él ha tomado en gracia, los ángeles se ocupan del suceso del cual depende el destino de todo el universo, y el cumplimiento de todos los consejos de Dios; porque Él ha escogido las cosas débiles para confundir las que son fuertes. Este pobre infante es el objeto de todos los consejos de Dios, el sustentador y heredero de toda la creación, el Salvador de todos los que heredarán la gloria y la vida eterna.
Algunos hombres pobres que realizaban fielmente sus difíciles tareas lejos de la actividad inquieta de un mundo ambicioso y pecador, reciben las primeras noticias de la presencia del Señor en la tierra. El Dios de Israel no buscó a los grandes de entre Su pueblo, sino que mostró respeto a los pobres del rebaño. Dos cosas destacan aquí por sí solas. El ángel que viene a los pastores de Judea para anunciarles el cumplimiento de las promesas de Dios a Israel. El coro de ángeles que celebra en su coro de alabanza celestial toda la verdadera importancia de este suceso maravilloso.
“Os ha nacido hoy,” dice el mensajero celestial que visita a los pobres pastores—“en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.” Ésta fue la proclamación a ellos y a todo el pueblo de las buenas nuevas.
La Plenitud, Soberanía Y Perfección De La Gracia De Dios Magnificada Por El Pecado
Pero en el nacimiento del Hijo del Hombre, Dios manifestado en carne, el cumplimiento de la encarnación, tenía una importancia mucho más allá de esto. El hecho de que este pobre infante estuviera allí, no aceptado y abandonado (humanamente hablando) a su suerte por el mundo, era (como lo entendían las inteligencias celestiales, la multitud de las huestes celestes, cuyas alabanzas resonaban en el mensaje del ángel a los pastores) para “¡Gloria en lo más alto a Dios, y en la tierra paz entre los hombres de (su) buena voluntad!” (Lucas 2:14—Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español de Francisco Lacueva, Editorial Clie). Estas pocas palabras incluyen pensamientos tan ampliamente extendidos, que es difícil hablar debidamente de ellos en una obra como ésta; pero algunas observaciones son necesarias. En primer lugar, es profundamente bendito ver que el pensamiento de Jesús excluye todo lo que pudiera oprimir el corazón en la escena que rodeaba Su presencia en la tierra. El pecado ¡lamentablemente! estaba allí. Fue manifestado por la posición en la cual este infante maravilloso fue hallado. Pero si el pecado le había situado allí, la gracia le había situado allí. La gracia sobreabunda; y al pensar en Él, la bendición, la gracia, los pensamientos de Dios respecto al pecado, aquello que Dios es, tal como lo manifiesta la presencia de Cristo, todas estas cosas absorben la mente y se apoderan del corazón, y son el verdadero alivio del corazón, en un mundo como éste. Vemos a la gracia sola; y el pecado no hace sino magnificar la plenitud, la soberanía, la perfección de esa gracia. Dios, en Sus tratos gloriosos, borra el pecado con respecto al cual Él actúa, y que Él exhibe en toda su deformidad; pero existe aquello que ‘abunda mucho más’. Jesús, venido en gracia, llena el corazón. Es lo mismo en todos los detalles de la vida cristiana. Es la verdadera fuente del poder moral, de la santificación, y del gozo.
“Gloria a Dios En Las Alturas” Mostrada En El Niño Nacido En La Tierra
A continuación vemos que hay tres cosas manifestadas por la presencia de Jesús nacido como un niño en la tierra. En primer lugar, la gloria a Dios en las alturas. El amor de Dios—Su sabiduría—Su poder (no al crear un universo de la nada, sino al elevarse por sobre el mal, y convertir el efecto de todo el poder del enemigo en una ocasión para demostrar que este poder era solamente impotencia y locura en presencia de aquello que puede llamarse “lo débil de Dios”)—el cumplimiento de Sus consejos eternos—la perfección de Sus caminos donde el mal se había introducido—la manifestación de Sí mismo en medio del mal, de tal modo que se glorificaba Él mismo delante de los ángeles: en una palabra, Dios se ha manifestado de tal modo por el nacimiento de Jesús que las huestes celestiales, familiarizadas desde largo tiempo con Su poder, podían elevar su coro: “¡Gloria en lo más alto a Dios!” y toda voz se une expresando estas alabanzas. ¿Qué amor hay como este amor? y Dios es amor. ¡Qué pensamiento más puramente divino, que Dios se ha hecho hombre! ¡Qué supremacía del bien sobre el mal! ¡Qué sabiduría al acercarse al corazón del hombre y traer el corazón del hombre de vuelta a Él! ¡Qué propiedad al dirigirse al hombre! ¡Qué mantenimiento de la santidad de Dios! ¡Qué cercanía al corazón humano, qué interés en sus necesidades, qué forma de experimentar su condición! Pero más allá de todo, ¡Dios por sobre el mal en gracia, y visitando, en esa gracia, este mundo contaminado para darse a conocer como nunca antes Él se había dado a conocer!
“En La Tierra Paz”: Jesús La Seguridad Del Cumplimiento Final De La Promesa
El segundo efecto de la presencia de Aquel que manifestó a Dios en la tierra, es que la paz debía estar allí. Rechazada—Su nombre iba a ser un motivo de disputa; pero el coro celestial se ocupa del hecho de Su presencia, y con el resultado, cuando fuese plenamente producido por las consecuencias, envuelto en la Persona de Aquel que estaba allí (contempladas en sus propios frutos), y ellos celebran estas consecuencias. El mal manifiesto debía desaparecer. Su norma santa debía desterrar toda enemistad y violencia. Jesús, poderoso en amor, debía reinar, e impartir el carácter en el cual Él había venido a toda la escena que había de rodearle en el mundo al que Él había venido, para que pudiese ser conforme a Su corazón, quien se deleitaba en ello (Proverbios 8:31). Véase, en menor escala, el Salmo 85:10-11.
El medio para esto—que incluye la redención, la destrucción del poder de Satanás, la reconciliación del hombre por la fe, y la reconciliación de todas las cosas en el cielo y en la tierra con Dios—no es señalado aquí. Todo dependía de la Persona y la presencia de Aquel que nació. Todo estaba envuelto en Él. El estado de bendición nació en el nacimiento de ese niño.
Presentado a la responsabilidad del hombre, éste es incapaz de beneficiarse de esta oportunidad, y todo fracasa. Su posición, a consecuencia de ello, llega a ser mucho peor.
Pero, estando la gracia y la bendición unidas a la persona de Aquel recién nacido, todas sus consecuencias fluyen necesariamente. Después de todo, fue la intervención de Dios cumpliendo el consejo de Su amor, el decidido propósito de Su buena voluntad. Y, una vez que Jesús estuvo allí, las consecuencias no podían fallar: cualquier interrupción que pudiera haber a su cumplimiento, Jesús era su seguridad. Él había venido al mundo. Él contenía en Su persona todas estas consecuencias, Él era la expresión de ellas. La presencia del Hijo de Dios en medio de pecadores decía a toda inteligencia espiritual: “en la tierra paz.”
“Buena Voluntad (De Dios) Para Con Los Hombres”: Los Consejos Gloriosos De Dios Cumplidos En Jesús
La tercera cosa era la buena voluntad—el afecto de Dios—para con los hombres. Nada más sencillo, puesto que Jesús era un hombre, Él no ha venido en auxilio de los ángeles. (N. del T. ver hebreos 2:16).
Fue un testimonio glorioso que el afecto, la buena voluntad, de Dios estaba centrado en esta pobre raza, ahora alejada de Él, pero en la cual Él se agradó cumplir todos Sus gloriosos consejos. Así en Juan 1, la vida era la luz de los hombres.
En una palabra, se trataba del poder de Dios presente en gracia en la Persona del Hijo de Dios participando de la naturaleza, e interesándose por la suerte de un ser que se había alejado de Él, y haciendo de él la esfera del cumplimiento de todos Sus consejos y de la manifestación de Su gracia y Su naturaleza a todas Sus criaturas. ¡Qué posición para el hombre! porque es precisamente en el hombre que todo esto se cumple. El universo entero tenía que aprender en el hombre, y en lo que Dios era allí para el hombre, aquello que Dios era en Sí mismo, y el fruto de todos Sus gloriosos consejos, así como su completo descanso en Su presencia, conforme a Su naturaleza de amor. Todo esto estaba implícito en el nacimiento de aquel niño, a quien el mundo no prestó atención. Maravilloso y original tema de alabanza para los santos habitantes del cielo, ¡a quienes Dios se los había dado a conocer! Era gloria en lo más alto a Dios.
La Fe Y El Gozo De Los Pastores
La fe estaba en ejercicio en aquellos sencillos israelitas a quienes fue enviado el ángel del Señor; y ellos se regocijaron en la bendición cumplida ante sus ojos, en la cual verificaban la gracia que Dios había mostrado anunciándola a ellos. La palabra, “como se les había dicho” (Lucas 2:20), añade su testimonio de gracia a todo lo que disfrutamos mediante la misericordia de Dios.
El Nombre Del Niño; Su Circuncisión Bajo La Ley; La Pobreza De María
El niño recibe el nombre de Jesús el día de Su circuncisión, de acuerdo a la costumbre hebrea (véase cap. 1:59), pero conforme a los consejos y revelaciones de Dios, comunicados por los ángeles de Su poder. Además, todo se realizaba conforme a la ley; porque, históricamente, en el relato hallamos que todo está aún en relación con Israel. Aquel que nacía de una mujer, nacía bajo la ley.
La condición de pobreza en la que Jesús nació también es mostrada mediante el sacrificio ofrecido para la purificación de Su madre.
El Niño Reconocido Por El Remanente Piadoso
Pero, otro punto es resaltado aquí por el Espíritu Santo, por muy insignificante que Él aparentemente pudiera ser, Aquel que dio ocasión para esto.
Jesús es reconocido por el remanente piadoso de Israel, hasta donde el Espíritu Santo actúa en ellos. Él llega a ser una piedra de toque para cada alma en Israel. La condición del remanente enseñada por el Espíritu Santo (es decir, de aquellos que habían tomado la posición del remanente) era ésta: Ellos estaban conscientes de la miseria y ruina de Israel, pero esperaban en el Dios de Israel, confiando a Su fidelidad inmutable la consolación de Su pueblo. Ellos decían aún: ¿Hasta cuándo? Y Dios estaba con este remanente. Él había dado a conocer, a aquellos que confiaban en Su misericordia, la venida del Prometido, quien había de ser el cumplimiento de esta misericordia para Israel.
Así, en presencia de la opresión de los Gentiles, y de la iniquidad de un pueblo que estaba madurando, o, más bien, ya había madurado en el mal, el remanente que confía en Dios no pierde aquello que, como vimos en el capítulo precedente, pertenecía a Israel. En medio de la miseria de Israel, ellos tenían para su consolación aquello que la promesa y la profecía habían declarado para la gloria de Israel.
La Revelación Hecha a Simeón; El Carácter Triple De Su Alabanza
El Espíritu Santo había revelado a Simeón que no moriría hasta que no hubiera visto al Señor Jesucristo. Esa fue la consolación, y fue grande. Estaba contenida en la Persona de Jesús el Salvador, sin entrar mucho en detalles de la manera o del momento del cumplimiento de la liberación de Israel.
Simeón amaba a Israel; él podía partir en paz, puesto que Dios le había bendecido conforme a los deseos de la fe. El gozo de la fe habita siempre sobre el Señor y sobre Su pueblo, pero ve, en la relación que existe entre ellos, toda la magnitud de aquello que hace surgir este gozo. La salvación, la liberación de Dios, vino en Cristo. Fue para revelación a los Gentiles, hasta entonces ocultos en las tinieblas de la ignorancia sin ninguna revelación; y para la gloria de Israel, el pueblo de Dios. Éste es, verdaderamente, el fruto del gobierno de Dios en Cristo, es decir, el milenio. Pero si el Espíritu reveló a este piadoso y fiel siervo del Dios de Israel el futuro que dependía de la presencia del Hijo de Dios, Él le reveló que sostenía en sus brazos al Salvador mismo; dándole paz instantánea y un sentido tal del favor de Dios, que la muerte perdió sus terrores. No fue un conocimiento de la obra de Jesús actuando sobre una conciencia iluminada y convicta; pero fue el cumplimiento de las promesas a Israel, la posesión del Salvador, y la prueba del favor de Dios, de manera que la paz que fluyó de allí llenaba su alma. Hubo las tres cosas: la profecía que anunció la venida de Cristo, la posesión de Cristo, y el efecto de Su presencia en todo el mundo. Estamos aquí en relación con el remanente de Israel, y, consecuentemente, no encontramos nada de la Iglesia y de las cosas puramente celestiales. El rechazo viene después. Aquí se trata de todo lo que pertenece al remanente, a modo de bendición, a través de la presencia de Jesús. Su obra no es el tema aquí.
El Testimonio De Simeón Del Mesías En Israel
¡Qué hermosa escena y qué testimonio rendido a este niño, por la manera en que, a través del poder del Espíritu Santo, Él llenó el corazón de este hombre santo al término de su carrera terrenal! Observen también qué comunicaciones son hechas a este débil remanente, desconocido en medio de las tinieblas que cubrían al pueblo. Pero el testimonio de este santo hombre de Dios (y cuán dulce es pensar cuántas de estas almas, llenas de gracia y de comunión con el Señor, han brotado en la sombra, desconocidas para los hombres, pero bien conocidas y amadas por Dios; unas almas que, cuando aparecen, saliendo de su retiro conforme a Su voluntad, en testimonio a Cristo, rinden un testimonio tan bendito a una obra de Dios que sigue realizándose a pesar de todo lo que el hombre está haciendo, y detrás de la escena dolorosa y amarga que se desarrolla en la tierra!), el testimonio de Simeón aquí, fue más que la expresión de los pensamientos profundamente interesantes que habían llenado su corazón en comunión entre él y Dios. Este conocimiento de Cristo y de los pensamientos de Dios respecto a Él, que se desarrolla en secreto entre Dios y el alma, da la comprensión del efecto producido por la manifestación al mundo de Aquel que es su objeto. El Espíritu habla de ello por boca de Simeón. En sus palabras previas, recibimos la declaración del seguro cumplimiento de los consejos de Dios en el Mesías, el gozo de su propio corazón. Lo que se describe ahora es, el efecto de la presentación de Jesús, como Mesías, a Israel en la tierra. Cualquiera que pudiese haber sido el poder de Dios en Cristo para bendecir, Él sometió el corazón del hombre a prueba. Él debe ser así—al revelar los pensamientos de muchos corazones (pues Él era luz) y mucho más puesto que Él fue humillado en un mundo de orgullo, siendo una ocasión de caída para muchos, y el medio de levantar a muchos de su condición caída y degradada. Y el alma de la propia María, aunque era la madre del Mesías, iba a ser traspasada por una espada, pues su hijo iba a ser rechazado, la relación natural del Mesías con el pueblo iba a romperse y a ser refutada. Esta contradicción de pecadores contra el Señor dejó al descubierto todos los corazones en cuanto a sus deseos, sus esperanzas, y sus ambiciones, cualesquiera fuesen las formas de piedad que pudiesen ser asumidas.
Tal fue el testimonio rendido en Israel al Mesías, conforme a la acción del Espíritu de Dios sobre el remanente, y en medio de la esclavitud y de la miseria de ese pueblo: el pleno cumplimiento de los consejos de Dios hacia Israel, y hacia el mundo a través de Israel, para el gozo del corazón de los fieles que habían confiado en estas promesas, pero como una prueba en ese momento para cada corazón por medio de un Mesías que era una señal que era contradicha. Los consejos de Dios y el corazón del hombre fueron revelados en Él.
La Profecía De Malaquías Del Pueblo Oculto De Dios; Ana En El Trono De Dios
Malaquías había dicho que aquellos que temiesen al Señor en los días malos, cuando los soberbios fuesen llamados bienaventurados, cada uno debía hablar a su compañero. (Malaquías 3:16). Este tiempo había llegado en Israel. Desde Malaquías hasta el nacimiento de Jesús, sólo hubo la transición de Israel de su miseria a su orgullo—un orgullo, además, que estaba despuntando incluso en tiempos del profeta. Aquello que él dijo del remanente, también se estaba cumpliendo; ellos “hablan cada uno a su compañero.” Vemos que se conocían el uno al otro, en este hermoso cuadro del pueblo oculto de Dios: (Ella) “hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Israel.” (Lucas 2:38). Ana, una viuda santa, que no se apartaba del templo, y la cual sentía profundamente la miseria de Israel, había asediado el trono de Dios con un corazón viudo, para un pueblo del cual Dios no era ya más un esposo, sino que era realmente viudo como ella, y ella da a conocer ahora a todos los que sopesaban juntos estas cosas, que el Señor había visitado Su templo. Habían estado esperando la redención en Jerusalén; y ahora el Redentor—desconocido para los hombres—estaba allí. ¡Qué tema de gozo para este pobre remanente! ¡Qué respuesta para su fe!
El Regreso a Nazaret; La Perfección De La Obediencia Del Señor Como Niño Y Como Hombre
Pero, después de todo, Jerusalén no era el lugar donde Dios visitó al remanente de Su pueblo, sino el asiento del orgullo de aquellos que decían “el santuario del Señor.” (Lucas 1:9). Y José y María, habiendo llevado a cabo todo lo que la ley requería, regresaron con el niño Jesús a tomar su lugar junto con Él en el despreciado lugar (Nazaret) que debía darle Su nombre, y en aquellas regiones donde el remanente despreciado, los pobres del rebaño, tenían su morada, y donde el testimonio de Dios había anunciado que aparecería la luz.
Allí transcurrieron Sus primeros años, creciendo física y mentalmente en la verdadera humanidad que Él había asumido. ¡Simple y precioso testimonio! Pero Él no era menos consciente de que llegaría el momento de hablar a los hombres, de Su verdadera relación con Su Padre. Las dos cosas están unidas en lo que se dice al final del capítulo. En el desarrollo de Su humanidad, se manifiesta el Hijo de Dios en la tierra. José y María, quienes (al tiempo que se maravillaban ante todo lo que le sucedía a Él) no acababan de conocer por la fe Su gloria, culpan al niño de acuerdo a la posición en la que formalmente estaba ante ellos. Pero esto brinda la ocasión para que se manifieste en Jesús otro carácter de perfección. Si Él era el Hijo de Dios y tenía plena conciencia de ello, Él era también era el hombre obediente, esencialmente y siempre perfecto y sin pecado—un niño obediente, cualquiera fuese el sentido que tuviera también de otra relación disociada en sí misma del sometimiento a padres humanos. La conciencia de lo uno, no dañaba Su perfección en lo otro. El hecho de ser Él el Hijo de Dios, afianzaba Su perfección como un hombre y como un niño en la tierra.
La Relación Del Señor Con Su Padre
Pero hay otra cosa importante a observar aquí: y es, que esta posición no tenía nada que ver con que Él fuese ungido con el Espíritu Santo. Él cumplió, no hay duda, el ministerio público en el que más tarde entró conforme al poder y a la perfección de esa unción; pero Su relación con Su Padre pertenecía a Su misma Persona. El vínculo existía entre Él y Su Padre. Él era plenamente consciente de ello, cualesquiera fueran los medios o las formas de su manifestación pública, y también era consciente del poder de Su ministerio. Él era todo lo que un niño debía ser; pero era el Hijo de Dios quien era de esta forma. Su relación con Su Padre le era tan bien conocida, así como Su obediencia a José y a Su madre era hermosa, adecuada y perfecta.
El Curso Único E Incomparable Del Divino Salvador, El Hijo Del Hombre
Aquí concluimos esta emotiva y divina historia del nacimiento y de los tempranos días del Salvador divino, el Hijo del Hombre. Es imposible tener nada de más profundo interés. A partir de ahora, es en Su ministerio y en Su vida pública que le hallaremos, rechazado por los hombres, pero cumpliendo los consejos y la obra de Dios; separado de todo, a fin de hacer esto en el poder del Espíritu Santo, que le fue dado sin medida, para llevar a cabo ese curso que no puede ser comparado con nada, con respecto al cual sería rebajar la verdad, si lo llamáramos interesante. Es el centro y el medio, incluyendo Su muerte, Su ofrecimiento sin mancha a Dios—y los únicos medios posibles—de toda relación entre nuestras almas y Dios; la perfección de la manifestación de Su gracia, y el fundamento de toda relación entre cualquier criatura y Él.

Lucas Capítulo 3

Las Circunstancias Que Rodean El Ejercicio Del Ministerio De La Palabra Y La Presentación Del Señor En El Mundo
En este capítulo hallamos el ejercicio del ministerio de la Palabra hacia Israel, y eso para la presentación del Señor en este mundo. No se trata de las promesas a Israel y los privilegios asegurados a ellos por Dios, ni del nacimiento de ese niño quien era heredero de todas las promesas; el imperio, un testimonio mismo de la cautividad de Israel, era un instrumento para el cumplimiento de la Palabra con respecto al Señor. Los años se cuentan aquí conforme al reinado de los Gentiles. Judea es una provincia en manos del imperio Gentil, y las otras partes de Canaán están divididas bajo diferentes autoridades subordinadas al imperio.
No obstante, el sistema judío continúa, y los sumos sacerdotes estaban allí para llevar la cuenta de los años de su sometimiento a los Gentiles mediante sus nombres y, al mismo tiempo, para preservar el orden, la doctrina, y las ceremonias de los judíos, tanto como fuese posible hacerlo en sus circunstancias en ese período.
El Mensaje De Jehová a Su Pueblo Acerca De Que Él Mismo Vendría
Ahora bien, la Palabra de Dios es siempre segura, y es cuando las relaciones de Dios con Su pueblo fracasan en el aspecto de la fidelidad de ellos, que Dios mantiene soberanamente Su relación por medio de comunicaciones a través de un profeta. Su Palabra soberana mantiene esta relación cuando no existen otros medios.
Pero en este caso, el mensaje de Jehová a Su pueblo tenía un carácter peculiar, pues Israel estaba ya arruinado, al haber abandonado al Señor. La bondad de Dios había dejado aún a Su pueblo exteriormente en su tierra, pero el trono del mundo fue transferido a los Gentiles. Israel era ahora llamado al arrepentimiento, a ser perdonado, y a tomar un nuevo lugar por medio de la venida del Mesías.
Por consiguiente, el testimonio de Dios no está relacionado con Sus ordenanzas en Jerusalén, aunque los justos se sometan a ellas. Ni tampoco el profeta los llama a que regresen a la antigua fidelidad en el terreno sobre el cual ellos estaban. Se trata de Su voz en el desierto, enderezando sus sendas, a fin de que Él pudiera venir, desde fuera, a aquellos que se arrepintieran y se preparasen para Su venida. Además, como era Jehová mismo quien venía, Su gloria no debía ser confinada a los estrechos límites de Israel. Toda carne vería la salvación obrada por Dios. La condición de la propia nación era aquella fuera de la cual Dios los llamaba a venir al arrepentimiento, proclamando la ira que estaba a punto de caer sobre un pueblo rebelde. Además, si Dios venía, Él desearía realidades, los verdaderos frutos de justicia, y no el mero nombre de un pueblo. Y Él vino en Su poder soberano, que es capaz de levantar de la nada aquello que Él desearía tener ante Sí. Dios viene, y Él desearía justicia en cuanto a la responsabilidad del hombre, porque Él es justo. Podía levantar simiente a Abraham por Su divino poder, y hacerlo de las mismas piedras, si así lo creía conveniente. Es la presencia, la venida de Dios mismo, lo que caracteriza aquí todo.
La Conciencia De Todos Es Advertida De Que El Juicio Es Inminente
Ahora bien, el hacha ya estaba puesta a la raíz de los árboles, y cada cual iba a ser juzgado según sus frutos. Era en vano alegar que ellos eran judíos; si gozaban de este privilegio, ¿dónde estaban los frutos de este privilegio? Pero Dios no aceptaba ningún fruto que fuese conforme a la valoración hecha por el hombre acerca de la justicia y el privilegio, ni del orgulloso juicio que los justos ante sus propios ojos podían formarse sobre los demás. Él se dirigió a la conciencia de todos.
Conforme a esto, los publicanos, objetos del odio de los judíos, como instrumentos de la opresión fiscal de los Gentiles, y los soldados, los cuales ejecutaban las órdenes arbitrarias de los reyes, impuestas sobre el pueblo por voluntad de Roma, o la de los gobernantes paganos, eran exhortados a actuar de acuerdo con aquello que el verdadero temor de Dios produciría, en contraste con la iniquidad practicada habitualmente de acuerdo a la voluntad del hombre; la multitud era exhortada a que practicase la caridad, mientras las personas, consideradas como un pueblo, eran tratadas como una generación de víboras, sobre quienes venía la ira de Dios. La gracia trató con ellos avisándolos del juicio, pero el juicio era inminente.
Resumen De Los Versículos 3 Al 17 Del Capítulo 3
De este modo, desde el versículo 3 al 14, tenemos estas dos cosas: en los versículos 3-6, la posición de Juan hacia el pueblo como tal, en el pensamiento de que Dios mismo pronto aparecería; en los versículos 6-14, su apelación a la conciencia de los individuos; en los versículos 7-9, les enseña que los privilegios formales del pueblo no proveerían ningún refugio en presencia del Dios santo y justo, y que el ampararse en el privilegio nacional solamente era traer ira sobre ellos—pues la nación estaba bajo el juicio y expuesta a la ira de Dios. En el versículo 10 él entra a los detalles. En los versículos 15-17 la pregunta acerca del Mesías es resuelta.
Dios Mismo Estaba Viniendo
Sin embargo, el gran asunto de este pasaje—la gran verdad que el testimonio de Juan manifestó ante los ojos del pueblo—era que Dios mismo estaba viniendo. El hombre tenía que arrepentirse. Los privilegios, concedidos entretanto como medios de bendición, no podían alegarse contra la naturaleza y justicia de Aquel que venía, ni podían destruir el poder mediante el cual Él podía crear un pueblo según Su propio corazón. No obstante, la puerta del arrepentimiento estaba abierta conforme a Su fidelidad hacia un pueblo que Él amaba.
La Obra Especial Del Mesías
Pero había una obra especial para el Mesías según los consejos, la sabiduría y la gracia de Dios. Él bautizaba con el Espíritu Santo y con fuego. Es decir, Él introdujo el poder y el juicio que disipaba el mal, sea en santidad y en bendición, o en destrucción.
Él bautiza con el Espíritu Santo. Esto no significa meramente una renovación de deseos, sino poder, en gracia, en medio del mal.
Él bautiza con fuego. Esto es juicio que consume el mal.
Este juicio se aplica así a Israel, Su era. Él recogería Su trigo y lo aseguraría en otro lugar; la paja debía ser quemada en el juicio.
El Fin Del Testimonio De Juan; El Principio De La Identificación Del Señor Con Su Pueblo
Pero al fin, Juan es encerrado en la cárcel por la cabeza regia del pueblo. No significa que este suceso ocurriera históricamente en ese momento; pero el Espíritu de Dios presentaba moralmente el fin de su testimonio, para que comenzara la vida de Jesús, el Hijo del Hombre, pero nacido Hijo de Dios en este mundo.
Es en el versículo 21 donde esta historia comienza, y de una manera a la vez maravillosa y llena de gracia. Dios, por medio de Juan el Bautista, había llamado a Su pueblo al arrepentimiento; y aquellos en quienes Su Palabra produjo su efecto, acudieron para ser bautizados por Juan. Era la primera señal de vida y de obediencia. Jesús, perfecto en vida y en obediencia, descendido en gracia para el remanente de Su pueblo, va allá, tomando Su lugar con ellos, y es bautizado con el bautismo de Juan, al igual que ellos. ¡Emocionante y maravilloso testimonio! Él no ama a distancia, ni ama meramente concediendo el perdón; Él viene por gracia al lugar mismo donde el pecado de Su pueblo los había llevado, conforme al sentido de ese pecado al que el poder conversivo y vivificante de su Dios les había llevado. Él conduce allí a Su pueblo por gracia, pero los acompaña cuando ellos se van. Toma Su lugar con ellos en todas las dificultades del camino, y va a enfrentar con ellos todos los obstáculos que se presentan; identificándose verdaderamente con el pobre remanente, aquellos íntegros de la tierra, para quienes es toda Su complacencia, llama a Jehová Su Señor; y despojándose a Sí mismo, sin decir que Su bondad se extendía a Dios, sin tomar Su eterno lugar con Dios, sino el lugar de la humillación; y, por esta misma razón, de perfección en la posición a la cual Él se había humillado a Sí mismo, pero una perfección que reconocía la existencia del pecado, debido a que, de hecho, había pecado, y esto hizo que el remanente necesitara ser consciente de ello al regresar a Dios. Ser conscientes de ello era el comienzo del bien. A partir de aquí, Él podía ir con ellos. Pero en Cristo, no obstante lo humilde que la gracia pudiese ser, al tomar esta senda con ellos, se trataba de la gracia que obraba en justicia; pues en Él era amor y obediencia, y el camino en el cual glorificaba a Su Padre. Él entró por la puerta.
Con El Remanente; El Cielo Se Abre Sobre La Gracia Y La Perfección De Jesús
Jesús, por lo tanto, al tomar este lugar de humillación que el estado del pueblo amado requería, y al cual le llevó la gracia, se encontró en el lugar del cumplimiento de la justicia, y de toda la buena voluntad del Padre, de la cual Él se convirtió así en su objeto, en este lugar.
El Padre podía reconocerle como Aquel que satisfacía Su corazón en el lugar donde se encontraban el pecado y, al mismo tiempo, los objetos de Su gracia, para poder dar libre curso a Su gracia. La cruz fue el total cumplimiento de esto. Diremos una palabra sobre la diferencia cuando hablemos de la tentación del Señor; pero es el mismo principio en cuanto a la amorosa voluntad y a la obediencia del Señor. Cristo estaba aquí con el remanente, en vez de ser sustituido por ellos, y Él situado en el lugar de ellos para expiar el pecado; pero el objeto del deleite del Padre había tomado, en gracia, Su lugar con el pueblo, contemplados como confesando sus pecados delante de Dios, y presentándose ellos a Dios tan interesado en ellos, mientras realmente esto salía moralmente de ellos, y con corazón renovado para confesarlos, sin lo cual el Señor no podría haber estado en medio de ellos, excepto como testigo para predicarles proféticamente la gracia.
Jesús, habiendo tomado esta posición y habiendo orado—apareciendo como el hombre piadoso, dependiente de Dios y alzando Su corazón a Dios, así, también, la expresión de la perfección en esa posición—el cielo es abierto a Él. Por el bautismo Él tomó Su lugar con el remanente; al orar—estando allí—exhibió la perfección en Su propia relación con Dios. La dependencia, y el corazón que sube a Dios, como la primera cosa y como la expresión, por decirlo así, de la existencia de esta dependencia, es la perfección del hombre aquí abajo; y, en este caso, del hombre en circunstancias tales como éstas. Aquí, entonces, los cielos pueden abrirse. Y observen, no son los cielos abriéndose para buscar a alguien alejado de Dios, ni es la gracia abriendo el corazón ante un sentimiento determinado; sino que fueron la gracia y la perfección de Jesús las que causaron que los cielos se abrieran. Como está escrito: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida.” (Juan 10:17). Así también es la perfección positiva de Jesús que es la razón de que los cielos se abriesen. Observemos también aquí que, una vez presentado este principio de reconciliación, los cielos y la tierra no están tan distantes el uno del otro. Es cierto que, hasta después de la muerte de Cristo, esta intimidad debe centrarse en la Persona de Jesús y realizada por Él solo, pero eso incluía todo el resto. La proximidad se estableció, aunque el grano de trigo tenía que quedar solo, hasta que ‘cayese en tierra y fructificara.’ No obstante, los ángeles, como hemos visto, podían decir: “en la tierra paz, buena voluntad [de Dios] para con los hombres.” Y vemos a los ángeles con los pastores, y a las huestes celestiales, mirando y oyendo acerca de la tierra, alabando a Dios por lo que había tenido lugar; y aquí, los cielos se abren sobre el hombre, y vemos el Espíritu Santo descendiendo visiblemente sobre Él.
Examinemos la importancia de este último caso. Cristo ha tomado Su lugar con el remanente en su condición débil y humilde, pero cumpliendo toda justicia en ello. Todo el favor del Padre reposa sobre Él, y el Espíritu Santo desciende para sellarle y ungirle con Su presencia y Su poder. Hijo de Dios, hombre en la tierra, el cielo se abre a Él, y todos el afecto del cielo se centra sobre Él, y sobre Él asociado con los Suyos. El primer paso que hacen estas almas humilladas en la senda de la gracia y de la vida, es hallar a Jesús con ellos, y al estar Él allí, encuentran el favor y el deleite del Padre, y la presencia del Espíritu Santo. Y recordemos siempre que es sobre Él como hombre, al tiempo que Hijo de Dios.
Jesús Como La Medida De La Posición Del Hombre Acepto Ante Dios
Tal es la posición del hombre aceptado delante de Dios. Jesús es la medida, la expresión. Tiene estas dos cosas—el deleite del Padre, y el poder y el sello del Espíritu Santo; y ello en este mundo, y conocido por aquel que lo disfruta. Existe ahora esta diferencia, ya hecha notar, y es que nosotros miramos por el Espíritu Santo dentro del cielo donde Jesús está, pero tomamos Su lugar aquí abajo.
Contemplemos así al hombre en Cristo—los cielos abiertos—el poder del Espíritu Santo sobre Él y en Él—el testimonio del Padre y la relación del Hijo con el Padre.
La Genealogía De Cristo En Lucas; El Postrer Adán
Se observará que aquí se retrocede en el curso de la genealogía de Cristo, no hasta Abraham y David, para que Él fuera el heredero de las promesas según la carne, sino hasta Adán, a fin de mostrar al verdadero Hijo de Dios como hombre en la tierra, donde el primer Adán perdió su título, tal como sucedió. El postrer Adán, el Hijo de Dios, estaba allí, aceptado por el Padre, y preparándose para hacer suyas las dificultades a las cuales la caída del primer Adán había llevado a los de su raza que se acercaban a Dios bajo la influencia de Su gracia.
El enemigo, a través del pecado, estaba en posesión del primer Adán; y Jesús debía obtener la victoria sobre Satanás si iba a liberar a los que estaban bajo su poder. Debía atar al hombre fuerte. Conquistarle en forma práctica es la segunda parte de la vida cristiana. El gozo en Dios, el conflicto con el enemigo, forman la vida del redimido sellado con el Espíritu Santo y caminando mediante Su poder. En ambas de estas cosas el creyente está con Jesús, y Jesús con él.

Lucas Capítulo 4

Probado Por El Enemigo
El desconocido Hijo de Dios en la tierra, Jesús, es llevado al desierto por el Espíritu Santo, con quien Él había sido sellado, para padecer la tentación del enemigo, bajo la cual Adán cayó. Pero Jesús soportó esta tentación en las circunstancias en que nosotros estamos, no en aquellas en las que Adán estuvo, es decir, que Él la sintió en todas las dificultades de la vida de fe, tentado en todos los puntos como lo somos nosotros, sin excepción. Tengan en cuenta aquí que no se trata de la esclavitud del pecado, sino de conflicto. Cuando se trata de esclavitud, es un asunto de liberación, no de conflicto. Fue en Canaán donde Israel luchó. Ellos fueron liberados de Egipto; no lucharon allí.
El Orden Moral De Las Tentaciones; Sencilla Obediencia a La Palabra De Dios
En Lucas, las tentaciones están ordenadas según su orden moral: primero, aquellas que necesitaban las necesidades corporales; segundo, el mundo; tercero, la sutileza espiritual. En cada una el Señor mantiene la posición de obediencia y de dependencia, dando a Dios y a Sus comunicaciones con el hombre—es decir, Su Palabra—su verdadero lugar. Principio simple, que nos ampara en cada ataque, pero el cual también, pero su misma simplicidad, ¡es perfección! No obstante, recordemos que el caso es éste, porque elevarnos a nosotros mismos a alturas maravillosas no es lo que se requiere de nosotros, sino que sigamos aquello que se aplica a nuestra condición humana como la regla normal para su conducción. Es obediencia, dependencia—no haciendo nada excepto lo que Dios quiere, y teniendo confianza en Él. Este andar incluye a la Palabra. Pero la Palabra es la expresión de la voluntad, la bondad y la autoridad de Dios, aplicables a todas las circunstancias del hombre tal como es. Demuestra que Dios se interesa en todo lo que le concierne: entonces, ¿por qué debería actuar el hombre por sí mismo sin mirar a Dios ni a Su Palabra? ¡Lamentablemente! hablando de los hombres en general, ¡ellos son voluntariosos! Someterse y ser dependientes es precisamente aquello que no harán. Tienen demasiada enemistad con Dios como para confiar en Él. Fue esto, por lo tanto, lo que distinguió al Señor. Dios podía otorgar el poder para efectuar un milagro sobre quien Él quisiera. Pero un hombre obediente, que no tenía voluntad para hacer nada con respecto a lo cual la voluntad de Dios no fuera expresada, un hombre que vivía por la Palabra, un hombre que vivía en completa dependencia de Dios y tenía una confianza perfecta, que no requería ninguna otra prueba de la fidelidad de Dios aparte de Su Palabra, ningún otro medio de certeza de que Él intervendría aparte de Su promesa de hacerlo, y que esperaba esa intervención en el camino de Su voluntad—aquí había algo más que poder. Ésta era la perfección del hombre, en el lugar donde el hombre estaba (no simplemente inocencia, porque la inocencia no necesita confiar en Dios en medio de dificultades, y dolores, e interrogantes originados por el pecado, y por el conocimiento del bien y del mal), y una perfección que refugiaba a uno que la poseyera de cada ataque que Satanás pudiera lanzarle; porque, ¿qué podía hacer él contra uno que no traspasaba nunca la voluntad de Dios, y para quien esa voluntad era el único el motivo para la acción? Además, el poder del Espíritu de Dios estaba allí. Conforme a esto, vemos que la obediencia sencilla dirigida por la Palabra es la única arma empleada por Jesús. Esta obediencia requiere dependencia de Dios, y confianza en Dios, para llevarla a cabo.
Él vive por la Palabra: esto es dependencia. No tentará (o sea, no pondrá a Dios a prueba) para ver si Él es fiel: esto es confianza.
Él actúa cuando Dios quiere, y porque Él quiere, y hace aquello que Dios quiere. Deja todo lo demás en manos de Dios. Esto es obediencia; y, observen, la obediencia no como sumisión a la voluntad de Dios donde hubiese un adversario, sino donde la voluntad de Dios fuese el único motivo para la acción. Somos santificados para la obediencia de Cristo.
Satanás Vencido
Satanás es vencido y carece de poder ante este postrer Adán, el cual actúa conforme al poder del Espíritu, en la posición en la que se halla el hombre, por los medios que Dios le ha dado al hombre, y en las circunstancias en que Satanás ejercita su poder. Pecado no había ninguno, o esto hubiera sido rendirse, no conquistar. El pecado fue aislado por la obediencia. Pero Satanás es vencido en las circunstancias de tentación en las que se halla el hombre. La necesidad corporal, que se habría convertido en codicia si el yo hubiera entrado en ello, en lugar de la dependencia de la voluntad de Dios; el mundo y toda su gloria, el cual, siendo el objeto de la codicia del hombre, es, de hecho, el reino de Satanás (y es a ese terreno al que Satanás intentó llevar a Jesús, y mostró que era Satanás mismo al hacerlo así); y, por último, la propia exaltación de manera religiosa a través de las cosas que Dios nos ha dado—estos fueron los puntos del ataque del enemigo. Pero Jesús nunca buscó nada para Sí mismo.
Con El Remanente, Y Solo
Hemos encontrado, entonces, en estas cosas que hemos estado contemplando, a un hombre lleno del Espíritu Santo, y nacido del Espíritu Santo en la tierra, perfectamente agradable a Dios y el objeto de Su afecto, Su Hijo amado, en la posición de dependencia; y un hombre, el conquistador de Satanás en medio de aquellas tentaciones por las cuales él usualmente gana ventaja sobre el hombre—conquistador en el poder del Espíritu, y haciendo uso de la Palabra, como dependiente, obediente, y confiando en Dios en las circunstancias ordinarias del hombre. En la primera posición, Jesús permaneció con el remanente; en la segunda, estuvo solo—como en Getsemaní y en la cruz. No obstante, fue por nosotros; y, aceptados como Jesús, tenemos, en cierto sentido, un enemigo al cual vencer. Pero es un enemigo conquistado al que resistimos en la fuerza del Espíritu Santo, quien nos es dado en virtud de la redención. Si le resistimos, él huye; porque se ha enfrentado con su conquistador. La carne no le resiste. Él encuentra a Cristo en nosotros. La resistencia en la carne no conduce a la victoria.
El Primer Adán, Fracaso; El Postrer Adán, El Conquistador De Satanás
Jesús conquistó al hombre fuerte y entonces saqueó sus bienes; pero fue en tentación, obediencia, careciendo de voluntad excepto de la de Dios, dependencia, fue el uso de la Palabra, fue permaneciendo en sujeción a Dios, la forma en que Jesús obtuvo la victoria sobre él. En todo esto fracasó el primer Adán. Después de la victoria de Cristo, nosotros también obtenemos victorias reales como siervos de Cristo, o más bien los frutos de la victoria ya ganados en la presencia de Dios.
El Señor ha tomado ahora Su lugar, por así decirlo, para la obra del postrer Adán—el Hombre en quien está el Espíritu sin medida, el Hijo de Dios en este mundo por Su nacimiento. Él ha tomado este lugar como la simiente de la mujer (no obstante, concebido por el Espíritu Santo); Él ha tomado este lugar como el Hijo de Dios perfectamente agradable a Dios en Su Persona como hombre aquí abajo; y lo ha tomado también como el conquistador de Satanás. Reconocido como Hijo de Dios, y sellado con el Espíritu Santo por Su Padre, habiéndose abierto los cielos a Él como hombre, se recorre el curso de Su genealogía hasta Adán; y, el descendiente de Adán, sin pecado, lleno del Espíritu Santo, Él conquista a Satanás (como el hombre obediente, no teniendo otro motivo sino la voluntad de Dios), y se propone cumplir, como hombre, la obra que Dios Su Padre le encomendó en este mundo, por el poder del Espíritu Santo.
El Regreso a Galilea En El Poder Del Espíritu
Él regresa, en el poder del Espíritu, a Galilea, y Su fama se difunde por toda la región de alrededor.
El Anuncio Del Cumplimiento De Las Promesas De Dios En Gracia Y Bendición
Él se presenta en este carácter: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, ... a predicar el año agradable del Señor.” Aquí, Él se detiene. Lo que sigue en lo expresado por el profeta, respecto a la liberación de Israel por el juicio que los venga de sus enemigos, es omitido por el Señor. Ahora, Jesús no anuncia promesas, sino Su cumplimiento en gracia mediante Su propia presencia. El Espíritu está sobre este hombre, lleno de gracia; y el Dios de gracia manifiesta Su bondad en Él. El tiempo de la liberación ha llegado; el instrumento de Su favor a Israel está allí en medio de ellos.
El examen de la profecía hace que este testimonio sea mucho más notable, en que el Espíritu, habiendo declarado el pecado del pueblo y su juicio, en los capítulos que preceden estas palabras, habla (al presentar al Cristo, al Ungido) solamente de gracia y bendición a Israel: si hay venganza, debe ser ejecutada sobre sus enemigos para la liberación de Israel.
La Manifestación Perfecta De La Gracia Es Rechazada; El Resultado
Pero aquí se trata de la gracia en Su Persona, este hombre, lleno del Espíritu Santo, para proclamar la misericordia de un Dios que es fiel a Sus promesas, y para consolar y levantar a los oprimidos y a los pobres en espíritu. La bendición estaba allí, presentándose delante de ellos. Podían no entenderla, pero no reconocen al Hijo de Dios. “¿No es éste el hijo de José?” Tenemos aquí toda la historia de Cristo—la manifestación perfecta de la gracia en medio de Israel, Su tierra, y Su pueblo; y ellos no le conocieron. “Ningún profeta es acepto en su propia tierra.”
Pero este rechazo abrió el camino a una gracia que traspasaba los límites que un pueblo rebelde le establecería. La mujer de Sarepta, y Naamán, fueron testimonios de esta gracia.
La ira llena los corazones de aquellos que rechazan la gracia. Incrédulos, e incapaces de discernir la bendición que los había visitado, no aceptarán que ésta vaya a lugares vecinos. El orgullo que los hacía incapaces de apreciar la gracia no escucharía sus comunicaciones para los demás.
Ellos buscan destruir a Jesús, pero Él sigue Su camino. Aquí es trazada toda la historia de Jesús entre el pueblo.
Los Hechos Y Curaciones Que Caracterizan El Ministerio De Gracia Del Señor
Él siguió Su camino; y el Espíritu nos preserva los hechos y las curaciones que caracterizan a Su ministerio en el aspecto de la eficacia de la gracia, y la extensión de ella a otros además de Israel.
Había poder en Aquel cuya gracia fue rechazada. Reconocido por los demonios, aunque no por Israel, Él los expulsa con una palabra. Él sana al enfermo. Todo el poder del enemigo, todos los tristes efectos exteriores del pecado, desaparecen ante Él. Él sana, Él se retira; y cuando le ruegan que se quede (el efecto de Sus obras que le procuraron ese honor del pueblo que Él no buscaba), se marcha para trabajar en otra parte en el testimonio que le fue encomendado. Él busca cumplir Su obra, y no que le honren.
Él predica en todas partes entre el pueblo. Echa fuera al enemigo, quita el sufrimiento y anuncia la bondad de Dios a los pobres.

Lucas Capítulo 5

Otros Son Llamados a Asociarse Con Él En Su Obra Gloriosa
Siendo hombre, Él vino para los hombres. Asociará a con otros con Él en esta obra gloriosa, en este capítulo. Tiene derecho a hacerlo. Si, en gracia, Él es un Siervo, lo es conforme al pleno poder del Espíritu Santo. Él obra un milagro bien adaptado para impresionar a aquellos que llamaría, y que les hizo sentir que todo estaba a Su disposición, que todo dependía de Él, que donde el hombre no podía hacer nada, Él podía hacerlo todo. Pedro, impresionado en la conciencia por la presencia del Señor, confiesa su indignidad, pero atraído por la gracia va a Cristo. La gracia le levanta, y lo designa para hablar de ello a los demás—pescar hombres. Ya no se trataba de un predicador de justicia entre el pueblo de Dios, sino de uno que capturó en Su red a los que estaban lejos. Él atraía hacia Sí mismo, como la manifestación en la tierra del poder y del carácter de Dios. Era la gracia la que estaba allí.
La Obra De Gracia Del Omnipotente Que No Puede Contaminarse
Él estaba allí con la voluntad y el poder para sanar aquello que era una figura del pecado, e incurable a menos que Dios interviniera. Pero Dios había intervenido; y en gracia Él puede decir, y dice, a uno que reconoció Su poder pero dudaba de Su voluntad: “Quiero, sé limpio.” Con todo, Él se sometió a las ordenanzas judías como uno que obedece a la ley. Jesús oró, como un hombre dependiente de Dios. Ésta era Su perfección como hombre nacido bajo la ley. Además, le era necesario reconocer las ordenanzas de Dios, todavía no abrogadas por Su rechazo. Esta obediencia como hombre llegó a ser un testimonio, pues el poder de Jehová solo podía sanar la lepra, y Él la había sanado, y los sacerdotes tuvieron que reconocer aquello que se había hecho.
El Hijo Del Hombre Ejercitando Su Poder Y Derechos Como Jehová Para Perdonar Pecados
Pero Él trae perdón así como purificación. Él da prueba de esto quitando toda enfermedad e impartiendo fortaleza a uno que no tenían ninguna. No se trataba de la doctrina de que Dios podía perdonar. Ellos creyeron eso. Pero Dios había intervenido, y el perdón estaba presente. Ya no tendrían que esperar que llegase el día postrero, ni esperar el día del juicio, para conocer su condición. No se necesitaría un Natán que viniese y publicase este perdón de parte de un Dios que estaba en el cielo, mientras Su pueblo estaba en la tierra. El perdón había venido, en la Persona del Hijo del Hombre que descendió a la tierra. En todo esto, Jesús da pruebas del poder y de los derechos de Jehová. En este ejemplo fue el cumplimiento del Salmo 103:3; pero, al mismo tiempo, Él da por cumplidas estas pruebas mediante el poder del Espíritu Santo, sin medida en el hombre, en Su propia Persona, el verdadero Hijo de Dios. El Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados: de hecho, Jehová había venido, como un hombre en la tierra. El Hijo del Hombre estaba allí ante sus ojos, en gracia, para ejercer ese poder—una prueba de que Dios los había visitado.
El Poder De La Gracia Exhibido En Medio De Israel
En ambos de estos ejemplos, el Señor, mientras manifiesta un poder apto para extenderse, y que se iba a extender, más allá de esta esfera, exhibe este poder en relación con Israel. La purificación era una prueba del poder de Jehová en medio de Israel, y el perdón estaba relacionado con Su gobierno en Israel, y, por lo tanto, demostrado a través de la sanación perfecta del hombre enfermo, conforme al Salmo 103:3, ya citado. Sin duda, estos derechos no se limitaban a Israel, pero en ese momento eran ejercidos en relación con esta nación. Él limpió, en gracia, aquello que Jehová solo podía limpiar. Perdonó lo que Jehová solo podía perdonar, llevándose toda la consecuencia de su pecado. Era, en este sentido, un perdón gubernamental; el poder de Jehová presente, para restaurar y restablecer plenamente a Israel, dondequiera, por lo menos, que la fe obtuviera beneficio de ello. Más tarde, veremos el perdón para la paz en el alma.
Gracia Extendida Más Allá De Israel
El llamamiento de Leví, y lo que sigue, demuestra que este poder no sólo había de extenderse fuera de Israel, sino que el vaso viejo no era capaz de contenerlo. Debía formar un vaso nuevo para sí.
La Perseverancia De La Fe Y El Poder De Dios
Podemos observar aquí también, por otro lado, que la fe está caracterizada por la perseverancia. Consciente del mal, un mal sin remedio, y en la convicción de que hay Uno allí que puede sanarlo, la fe no se deja desanimar—no retarda el alivio de su necesidad. Ahora bien, el poder de Dios estaba allí para satisfacer esta necesidad.
Esto finaliza esa parte de la narración que revela, de manera positiva, el poder divino, visitando la tierra en gracia, en la Persona del Hijo de Dios, y ejercido en Israel, en la condición en que este poder los halló.
El Carácter Distintivo De La Primera Parte Del Ministerio Del Señor En Poder Y Gracia
Lo que viene a continuación caracteriza el ejercicio de esto en contraste con el judaísmo. Pero aquello que ya hemos examinado se divide en dos partes, teniendo distintos caracteres dignos de mención. En primer lugar, en el capítulo 4:31-41, se trata del poder del Señor manifestándose de Su parte, triunfando (sin ninguna relación particular con la mente del individuo) sobre todo el poder del enemigo, ya sea en enfermedad o en posesión. El poder del enemigo está allí. Jesús le echa fuera y sana a aquellos que lo padecen. Pero, en segundo lugar, Su ocupación es predicar. Y el reino no era solamente la manifestación de un poder que echa fuera todo aquel del enemigo, sino un poder que traía también a las almas a la relación con Dios. Vemos esto en el capítulo 5:1-26. Aquí, su condición delante de Dios, el pecado, y la fe, están en consideración—en una palabra, todo lo que pertenecía a la relación de ellos con Dios.
Aquí, por consiguiente, vemos la autoridad de la Palabra de Cristo sobre el corazón, la manifestación de Su gloria (es reconocido como Señor), la convicción de pecado, el justo celo por Su gloria, en el sentido de Su santidad que debía mantenerse intacta; el alma que se pone del lado de Dios contra sí misma, porque ama la santidad y respeta la gloria de Dios, aun mientras siente la atracción de Su gracia; de modo que, debido a esto, todo es olvidado—peces, red, bote, peligro: “una cosa” ya posee el alma. Entonces, la respuesta del Señor disipa todo temor, y Él asocia el alma liberada consigo mismo en la gracia que había ejercido hacia ella, y en la obra que Él llevó a cabo a favor de los hombres. Ya estaba moralmente liberada de todo lo que le rodeaba; ahora, en el gozo pleno de la gracia, el alma es puesta en libertad por el poder de la gracia, y entregada totalmente a Jesús. El Señor—la manifestación perfecta de Dios—al crear nuevos afectos mediante esta revelación de Dios, separa el corazón de todo lo que le ata a este mundo, al orden del viejo hombre, a fin de ponerlo aparte para Sí mismo—para Dios. Él se rodea de todo lo que es liberado, convirtiéndose en su centro; y, verdaderamente, Él libera por ser este centro.
Él, entonces, limpia al leproso, algo que nadie excepto Jehová podía hacer. Pero, no obstante, Él no se sale de Su posición bajo la ley; y por muy grande que sea Su fama, mantiene Su lugar de perfecta dependencia como hombre ante Dios. El leproso, el inmundo, puede volver a Dios.
Seguidamente, Él perdona. El culpable ya no lo es más en presencia de Dios: él es perdonado. A la vez, recibe fortaleza. En ambos casos, la fe busca al Señor, trayendo su necesidad ante Él.
El Carácter De La Gracia
El Señor exhibe ahora el carácter de esta gracia en relación con sus objetos. Siendo suprema, siendo de Dios, esta gracia actúa en virtud de sus derechos. Las circunstancias humanas no la obstaculizan. Se adapta, por su misma naturaleza, a la necesidad humana, y no a los privilegios humanos. No está sujeta a ordenanzas y no entra a través de ellas. El poder de Dios por el Espíritu estaba allí, y actuaba por sí mismo, y producía sus propios efectos, abrogando lo que era antiguo—aquello a lo que el hombre estaba atado, y en lo que el poder del Espíritu no podía quedar confinado.
Oposición a La Gracia; El Viejo Orden De Cosas Y El Nuevo
Los escribas y los Fariseos no permitirían que el Señor se asociara con los inicuos y los de mala reputación. Dios busca a aquellos que le necesitan—a los pecadores—en gracia. Cuando le preguntan por qué Sus discípulos no observan las costumbres y las ordenanzas de Juan y de los Fariseos, mediante las cuales ellos cuidaban la piedad legal de sus discípulos, se trata de que la cosa nueva no podía someterse a las formas que pertenecían a aquello que era viejo, y que no podían sostener la fuerza y la energía de aquello que venía de Dios. Lo viejo eran las formas del hombre según la carne; lo nuevo, la energía de Dios, según el Espíritu Santo. Además, no era el tiempo para una piedad que tomaba la forma de auto-mortificación. ¿Qué más podía hacer el hombre? Pero el Esposo estaba allí.
Sin embargo, el hombre prefería lo antiguo, porque era del hombre, y no el poder de Dios.

Lucas Capítulo 6

El Hijo Del Hombre Manifestado Como Señor Del Día De Reposo
Las circunstancias relatadas en el capítulo 6:1-10 se refieren a la misma verdad, y en un aspecto importante. El día de reposo era la señal del pacto entre Israel y Dios—el descanso después de las obras acabadas. Los Fariseos culpan a los discípulos de Cristo porque arrancaban las espigas con las manos. Ahora bien, un David rechazado saltó por encima de la barrera de la ley cuando su necesidad lo requirió. Porque cuando el Ungido de Dios fue rechazado y expulsado, todo llegó a ser de una común manera. El Hijo del Hombre (Hijo de David, rechazado al igual que el hijo de Isaí, el rey escogido y ungido) era Señor del día de reposo; Dios, quien estableció las ordenanzas, estaba sobre las ordenanzas que Él había establecido, y presenta en gracia la obligación del hombre rendido a la soberanía de Dios; y el Hijo del Hombre estaba allí con los derechos y el poder de Dios. ¡Maravilloso hecho! Además, el poder de Dios presente en gracia no permitió que existiera miseria, porque era el día de gracia. Esto fue la abrogación del judaísmo. Ésa era la obligación del hombre para con Dios, Cristo era la manifestación de Dios en gracia para con los hombres. Valiéndose de los derechos de bondad suprema, y exhibiendo un poder que autorizaba Su pretensión de defender esos derechos, Él sana, en una sinagoga repleta, al hombre de la mano seca. Ellos se llenan de furor ante esta manifestación de poder, la cual desborda y se lleva los diques de su orgullo y justicia propia. Podemos observar que todas estas circunstancias están reunidas bajo un orden y relación mutuos que son perfectos.
Dios Manifestado En Una Forma Nueva; El Enviado Envía a Sus Mensajeros
El Señor había mostrado que esta gracia—que había visitado Israel, según todo lo que podía esperarse del Señor Todopoderoso, fiel a Sus promesas—no podía, sin embargo, quedar confinada a los estrechos límites de ese pueblo, ni adaptarse a las ordenanzas de la ley; había mostrado que los hombres deseaban las cosas viejas, pero que el poder de Dios actuaba de acuerdo a su propia naturaleza. Él había mostrado que la señal más sagrada, la más obligatoria, del antiguo pacto, debía inclinarse ante Su título que era superior a todas las ordenanzas, y dar lugar a los derechos de Su amor divino, el cual estaba actuando. Pero la cosa vieja fue juzgada de este modo, y estaba feneciendo. Él se había mostrado en todo—especialmente en el llamamiento de Pedro—como el nuevo centro en torno al cual deben reunirse todos aquellos que buscaban a Dios y buscaban bendiciones; porque Él era la manifestación viva de Dios y de la bendición en los hombres. Dios fue manifestado así, el viejo orden de cosas ya no era útil y era incapaz de contener esta gracia, y el remanente fue separado—alrededor del Señor—de un mundo que no vio ninguna belleza en Él para que pudiera desearle. Él actuaba ahora sobre esta base; y si la fe le buscaba en Israel, este poder de la gracia manifestaba a Dios de un modo nuevo. Dios se rodea de hombres, como el centro de bendición en Cristo como hombre. Pero Él es amor, y en la actividad de ese amor Él busca al perdido. Nadie excepto uno, y uno que era Dios y que le reveló, podía rodearse de Sus seguidores. Ningún profeta lo hizo jamás (véase Juan 1). Ninguno podía enviar con la autoridad y el poder de un mensaje divino, sino Dios. Cristo había sido enviado; y ahora Él es quien envía. El nombre de ‘apóstol’ (enviado), pues así los llama Él, contiene esta profunda y maravillosa verdad—Dios está actuando en gracia. Él se rodea de bienaventurados. Él busca a miserables pecadores. Si Cristo, el verdadero centro de la gracia y la felicidad, se rodea de seguidores, con todo, Él envía también a Sus escogidos para dar testimonio del amor que Él vino a manifestar. Dios se ha manifestado en el hombre. En el hombre, Él busca pecadores. El hombre participa de la manifestación más inmediata de la naturaleza divina en ambas maneras. Él está con Cristo como hombre; y es enviado por Cristo. Cristo mismo hace esto como hombre. Es el hombre lleno del Espíritu Santo. De este modo, le vemos nuevamente manifestado en dependencia de Su Padre antes de escoger a los discípulos: Él se retiró a orar, Él pasa la noche en oración.
El Nuevo Centro; El Remanente Separado Para Recibir Bendición
Y ahora Él va más allá de Su manifestación, personalmente lleno del Espíritu Santo, para introducir el conocimiento de Dios entre los hombres. Él llega a ser el centro, alrededor del cual deben venir todos los que buscaban a Dios, y una fuente de misión para la consumación de Su amor—el centro de la manifestación del poder divino en gracia. Y, por consiguiente, llamó en torno a Él al remanente que iba a ser salvo. Su posición, en cada aspecto, se resume en aquello que se dice después de que Él desciende del monte. Él desciende con los apóstoles, desde Su comunión con Dios. En el lugar llano Él es rodeado por la compañía de Sus discípulos, y después por una gran multitud, atraída por Su Palabra y obras. Allí estaba la atracción de la Palabra de Dios, y Él sanó las enfermedades de los hombres y expulsó el poder de Satanás. Este poder habitaba en Su Persona; la virtud que salía de Él daba estos testimonios exteriores al poder de Dios presente en gracia. La atención del pueblo fue atraída hacia Él por este medio. No obstante, hemos visto que las cosas viejas, a las que la multitud estaba atada, estaban pasando. Él se rodeaba de corazones fieles a Dios, de los llamados por Su gracia. Aquí, por consiguiente, Él no anuncia estrictamente, como en Mateo, el carácter del reino para mostrar aquello de la dispensación que estaba cerca, diciendo: “Bienaventurados los pobres en espíritu”, etc., sino que, distinguiendo al remanente, por su apego a Él, declara a los discípulos que le seguían que ellos eran estos bienaventurados. Ellos eran pobres y despreciados, pero eran bienaventurados. Ellos iban a poseer el reino. Esto es importante porque separa el remanente, y los pone en relación con Él para recibir la bendición. Él describe, de una manera notable, el carácter de aquellos que fueron bendecidos de este modo por Dios.
Las Divisiones Y Asuntos Del Discurso Del Señor
El discurso del Señor se divide en diversas ramas:
Versículos 20-26: El contraste entre el remanente, manifestado como Sus discípulos, y la multitud que estaba satisfecha con el mundo, añadiendo una advertencia a los que permanecían en el lugar de discípulos, y, al estar en este lugar, se ganaban el favor del mundo. ¡Ay de los tales! Observen también aquí, que no es un asunto de persecución por causa de la justicia, como en Mateo, sino solamente por causa de Su nombre. Todo era señalado por el apego a Su Persona.
Versículos 27-36: El carácter de Dios el Padre de ellos en la manifestación de gracia en Cristo, el cual ellos debían imitar. Él revela, noten esto, el nombre del Padre y los coloca en el lugar de hijos.
Versículos 37-38: Este carácter desarrollado particularmente en la posición de Cristo, como Él estaba en la tierra en ese tiempo, Cristo cumpliendo este servicio en la tierra. Esto implicaba gobierno y recompensa de parte de Dios, como fue el caso con respecto a Cristo mismo.
Versículo 39: La condición de los líderes en Israel, y la relación entre ellos y la multitud.
Versículo 40: La condición de los discípulos en relación con Cristo.
Versículos 41-42: El modo de lograrlo, y de ver claramente en medio del mal, es quitando el mal de uno mismo.
Después, en general, su propio fruto caracterizaba a cada árbol. Viniendo alrededor de Cristo para escucharle no era la cuestión, sino que Él debía ser tan precioso para sus corazones como para que ellos apartaran todo obstáculo y le obedecieran en forma práctica.
Resumen De Los Capítulos 4 Al 6
Resumamos estas cosas que hemos estado considerando. Él actúa en un poder que dispersa el mal, porque lo halla allí, y Él es bueno; y Dios solo es bueno. Él alcanza la conciencia y llama a las almas a Sí mismo. Él actúa en relación con la esperanza de Israel y el poder de Dios para limpiar, perdonar y darles fortaleza. Pero es una gracia que todos necesitamos; y la bondad de Dios, la energía de Su amor, no se confinaba a ese pueblo. Su ejercicio no estaba de acuerdo con las formas en que vivían los judíos (o, más bien, en las que no podían vivir); y el vino nuevo debía ser echado en odres nuevos. El asunto del día de reposo zanjó la cuestión acerca de la introducción de este poder, la señal del pacto que dio paso a ello: Aquel que lo ejercía era Señor del día de reposo. La misericordia del Dios del día de reposo no era estática, como si tuviera Sus manos atadas por aquello que Él había establecido en relación con el pacto. Jesús, entonces, congrega los vasos de Su gracia y poder, de acuerdo a la voluntad de Dios, alrededor de Él. Ellos eran los bienaventurados, los herederos del reino. El Señor describe el carácter de ellos. No eran la indiferencia ni el orgullo que surgieron a partir de la ignorancia de Dios, justamente alejados de Israel, quienes habían pecado contra Él, y habían despreciado la manifestación gloriosa de Su gracia en Cristo. Ellos comparten la angustia y el dolor que una condición tal del pueblo de Dios debía causar en aquellos que poseían la mente de Dios. Odiados, proscritos, avergonzados por causa del Hijo del Hombre, que había venido para llevar sus sufrimientos, ésta fue su gloria. Debían compartir Su gloria cuando la naturaleza de Dios fuese glorificada al hacerse todas las cosas según Su propia voluntad. Ellos no serían avergonzados en el cielo; iban a recibir allí su galardón, no en Israel. “Así hacían sus padres con los profetas.” (Lucas 6:23). ¡Ay de aquellos que vivían tranquilos en Sión durante la condición pecaminosa de Israel, y su rechazo y maltrato del Mesías! Es el contraste entre el carácter del verdadero remanente y el de los orgullosos de entre el pueblo.
Hallamos, entonces, la conducta que es apropiada a la conducta anterior, la cual, para expresarlo en una palabra, comprende en sus elementos esenciales, el carácter de Dios en gracia, manifestado en Jesús en la tierra. Pero Jesús tenía Su propio carácter de servicio como Hijo del Hombre; la aplicación de esto a sus circunstancias particulares es añadida en los versículos 37-38. En el 39, nos son presentados los líderes de Israel, y en el versículo 40 la parte de los discípulos. Rechazados como Él, ellos deberían tener Su parte; pero, asumiendo que le siguiesen perfectamente, ellos la obtendrían en bendición, en gracia, en carácter y también en posición. ¡Qué favor! Además, el juicio del yo, y no el de mi hermano, era el medio de obtener una visión moral clara. Si el árbol era bueno, el fruto sería bueno. El juicio propio se aplica a los árboles. Esto es siempre cierto. En el juicio de uno mismo, no es solamente el fruto lo que es corregido; es uno mismo. Y el árbol se conoce por su fruto—no sólo por el buen fruto, sino por el suyo propio. El cristiano lleva el fruto de la naturaleza de Cristo. También están considerados el corazón mismo y la verdadera obediencia práctica.
Aquí, entonces, los grandes principios de la nueva vida, en su pleno desarrollo práctico en Cristo, nos son presentados. Es la cosa moralmente nueva, el sabor y el carácter del vino nuevo—el remanente hecho semejante a Cristo, a quien seguían, a Cristo el nuevo centro del movimiento del Espíritu de Dios, y del llamamiento de Su gracia. Cristo ha salido del patio amurallado del judaísmo en el poder de una vida nueva, y por la autoridad del Altísimo, quien había traído la bendición a este ámbito, ámbito que era incapaz de reconocer. Él había salido de este patio, conforme a los principios de la vida que Él anunciaba; históricamente, Él estaba todavía en él.

Lucas Capítulo 7

Fuera Del Patio Amurallado Del Judaísmo; Fe En El Corazón De Un Gentil
Por eso, después de esto, hallamos al Espíritu Santo actuando en el corazón de un Gentil. Ese corazón manifestó más fe que cualquiera entre los hijos de Israel. De corazón humilde, y amando al pueblo de Dios, como tal, a causa de Dios, cuyo pueblo ellos eran, y elevado así él en sus afectos sobre el miserable estado en que ellos estaban en la práctica, este Gentil puede ver en Jesús a Uno que tenía autoridad sobre todas las cosas, incluso como la que él tenía sobre sus soldados y siervos. No sabía nada acerca del Mesías, pero reconoció en Jesús el poder de Dios. Esto no era una mera idea: era fe. No había una fe como ésta en Israel.
Poder Ejercido Para Levantar a Los Muertos; Todas Las Cosas Nuevas
El Señor, entonces, actúa con un poder que iba a ser la fuente de aquello que es nuevo para el hombre. Él resucita a los muertos. Esto era, de hecho, ir más allá del límite de las ordenanzas de la ley. Él tiene compasión en la aflicción y la miseria del hombre. La muerte era para el hombre una carga: Jesús le libra de ella. No se trata solamente de limpiar a un Israelita leproso, ni de perdonar y sanar a los creyentes de entre Su pueblo; Él restaura la vida a uno que la había perdido. Israel, no hay duda, se beneficiará de ello; pero el poder necesario para el cumplimiento de esta obra es aquel que hace todas las cosas nuevas, dondequiera que sea.
Las Posiciones Familiares De Juan El Bautista Y Cristo; El Testimonio Del Señor Acerca De Juan
El cambio del cual estamos hablando, y que estos dos ejemplos ilustran tan notablemente, es presentado al tratar acerca de la conexión entre Cristo y Juan el Bautista, quien envía a averiguar de propios labios del Señor, quién es él. Juan había oído de Sus milagros, y envía a sus discípulos a averiguar quien era el que los hacía. Naturalmente el Mesías, en el ejercicio de Su poder, le habría librado de la prisión. ¿Era Él el Mesías? ¿o tenía Juan que esperar a otro? Él tenía fe suficiente para depender de la respuesta de Uno que obraba estos milagros; pero, encerrado en prisión, su mente deseaba algo más positivo. Esta circunstancia, ocasionada por Dios, da lugar a una explicación respetando la posición familiar de Juan y Jesús. El Señor no recibe aquí testimonio de Juan. Juan tenía que recibir a Cristo sobre el testimonio que Él daba de Sí mismo; y ello, habiendo tomado una posición que haría tropezar a los que juzgaban según ideas judías y carnales—una posición que requería fe en un testimonio divino, y, consecuentemente, se rodeaba de aquellos en los cuales un cambio moral les capacitaba para apreciar este testimonio. El Señor, en respuesta a los mensajeros de Juan, realiza milagros que demuestran el poder de Dios presente en gracia, y el servicio rendido a los pobres; y declara que bienaventurado es aquel que no halla tropiezo en la humilde posición que Él había tomado a fin de llevarlos a cabo. Pero Él da testimonio de Juan, aunque no vaya a recibir ninguno de él. Juan había atraído la atención del pueblo, y con razón; él era más que un profeta—había preparado el camino al Señor mismo. No obstante, si él preparó el camino, el completo e inmenso cambio que iba a ser llevado a cabo aún no se había cumplido. El ministerio de Juan, por su misma naturaleza, le situó fuera del efecto de este cambio. Él fue delante de este cambio para anunciar a Aquel que iba a cumplirlo, cuya presencia introduciría su poder en la tierra. Por consiguiente, el más pequeño en el reino era mayor que él.
La Recepción Del Pueblo Para Con Juan Y Para Con El Señor
El pueblo, que había recibido con humildad la palabra enviada por Juan el Bautista, dio testimonio en sus corazones a los caminos y a la sabiduría de Dios. Aquellos que confiaron en sí mismos, rechazaron los consejos de Dios cumplidos en Cristo. El Señor, ante esto, manifiesta claramente cuál era su condición. Rechazaron por igual las advertencias y la gracia de Dios. Los hijos de la sabiduría (aquellos en los que obraba la sabiduría de Dios) la reconocieron y le dieron gloria en sus caminos. Ésta es la historia del recibimiento, tanto de Juan como de Jesús. La sabiduría del hombre condenaba los caminos de Dios. La justa severidad de Su testimonio contra el mal, contra la condición de Su pueblo, mostró a la mirada del hombre la influencia de un demonio. La perfección de Su gracia, condescendiendo con los pobres pecadores, y presentándose a ellos allí donde estuvieran, fue tomada como un acto de revolcarse en el pecado y como si uno se diera a conocer por sus propios asociados. La orgullosa justicia propia no podía soportar ninguna de las dos cosas. La sabiduría de Dios sería reconocida por aquellos que eran enseñados por ella, y por aquellos solos.
Los Modos De Dios Hacia Los Pecadores En Contraste Con El Espíritu Farisaico
Luego, estos modos de Dios hacia los pecadores más miserables, y el efecto de ellos, en contraste con este espíritu farisaico, son mostrados en la historia de la mujer que era una pecadora en casa del Fariseo; y un perdón es revelado, no en referencia al gobierno de Dios en la tierra a favor de Su pueblo (un gobierno con el cual la sanación de un Israelita bajo la disciplina de Dios estaba relacionada), sino que un perdón absoluto, involucrando paz para el alma, es otorgado al más miserable de los pecadores. No se trata aquí meramente de si era profeta. La justicia propia del Fariseo no podía discernir ni siquiera eso.
La Hija De La Sabiduría
Tenemos un alma que ama a Dios, y mucho, porque Dios es amor—un alma que ha aprendido esto con respecto a, y por medio de, sus propios pecados, aunque no conociendo aún el perdón, al ver a Jesús. Esto es gracia. Nada más emotivo que la manera en que Jesús muestra la presencia de aquellas cualidades que hicieron a esta mujer verdaderamente honorable—cualidades relacionadas con el discernimiento de Su Persona por la fe. En ella se halló un entendimiento divino de la Persona de Cristo no razonado mediante doctrina sino sentido en su efecto en su corazón, una profunda conciencia de su propio pecado, humildad, amor por aquello que era bueno, fidelidad a Aquel que era bueno. Todo esto mostraba un corazón en el cual reinaban sentimientos apropiados a la relación con Dios—sentimientos que fluían de Su presencia revelada en el corazón, porque Él se había dado a conocer. Éste, sin embargo, no es lugar para considerarlos; pero es importante observar aquello que tiene un gran valor moral, cuando se trata de explicar lo que es en realidad el perdón gratuito, y que el ejercicio de la gracia de parte de Dios crea (cuando es recibida en el corazón) sentimientos que corresponden a sí misma, y que no pueden ser producidos por nada más; y que estos sentimientos están en relación con esa gracia, y con la conciencia de pecado que ésta produce. La gracia da una profunda conciencia de pecado, pero es en relación con el sentido de la bondad de Dios; y los dos sentimientos aumentan en proporción mutua. La cosa nueva, la gracia soberana sola, puede producir estas cualidades que responden a la naturaleza de Dios mismo, cuyo verdadero carácter el corazón ha aprehendido, y con quien está en comunión; y eso, mientras juzga el pecado como lo merece en la presencia de un Dios tal.
Los Corazones De Los Fariseos, El Del Pecador Y El De Dios Manifestado En Gracia
Se observará que esto se relaciona con el conocimiento de Cristo mismo, quien es la manifestación de este carácter; la verdadera fuente por gracia del sentimiento de este corazón quebrantado; y también que el conocimiento de su perdón viene después.
Es la gracia—es Jesús mismo—Su Persona—que atrae a esta mujer y produce el efecto moral. Ella se marcha en paz al comprender la extensión de la gracia en el perdón que Él pronuncia. Y el perdón mismo tiene su eficacia en su mente, en que Jesús era todo para ella. Si Él perdonó, ella estaba satisfecha. Sin atribuirse esto a ella misma, fue Dios revelado a su corazón; no fue la propia aprobación, ni el juicio que otros podrían formarse del cambio obrado en ella. La gracia había tomado posesión de su corazón de tal manera—gracia personificada en Jesús—Dios se manifestó a ella de tal forma, que Su aprobación en gracia, Su perdón, se llevó todo lo demás con ello. Si Él estaba satisfecho, ella también. Ella lo tuvo todo al conceder esta importancia a Cristo. La gracia se deleita en bendecir, y el alma que concede la suficiente importancia a Cristo se satisface con la bendición que es otorgada. ¡Cuán sorprendente es la firmeza con la que la gracia se afirma, y no teme soportar el juicio del hombre que la desprecia! Toma sin vacilar la parte del pobre pecador a quien ella ha tocado. El juicio del hombre sólo demuestra que ni conoce ni aprecia a Dios en la más perfecta manifestación de Su naturaleza. Para el hombre, con toda su sabiduría, no es más que un pobre predicador, quien se engaña a sí mismo al hacerse pasar por un profeta, y a quien no valía la pena darle un poco de agua para sus pies. Para el creyente es amor perfecto y divino, es paz perfecta si él tiene fe en Cristo. Sus frutos no están todavía ante el hombre; ellos están ante Dios, si Cristo es apreciado. Y aquel que le aprecia no piensa en sí mismo ni en sus frutos (a excepción de los frutos malos), sino en Aquel que fue el testimonio de la gracia para su corazón cuando no era nada más que un pecador.
Ésta es la cosa nueva—la gracia, e incluso sus frutos en la perfección de ellos: el corazón de Dios manifestado en gracia, y el corazón del hombre—un pecador—respondiendo a ello por gracia, habiendo asido, o mejor dicho, habiendo sido asido por la perfecta manifestación de aquella gracia en Cristo.

Lucas Capítulo 8

El Significado Y El Efecto Del Ministerio Del Señor a Pesar De La Incredulidad
En el capítulo 8 el Señor explica el significado y el efecto de Su ministerio, y especialmente, no lo dudo, su efecto entre los judíos. Por grande que fuese la incredulidad, Jesús continua con Su obra hasta el final, y los frutos de Su obra aparecen. Él va a predicar las buenas nuevas del reino. Sus discípulos (el fruto, y los testigos por gracia, en la medida de ellos, de la misma manera que Él, de Su poderosa Palabra) le acompañaban; y otros frutos de esta misma Palabra, testigos también por su propia liberación del poder del enemigo, y del afecto y fidelidad fluyendo desde allí por gracia—una gracia que actuó también en ellos conforme al amor y a la fidelidad que une a Jesús. Aquí las mujeres ocupan un buen lugar. La obra se fortaleció y se consolidó, y se caracterizó por sus resultados.
El Sembrador; La Semilla Sembrada Para Producir Fruto; Los Discípulos Diferenciados De La Multitud
El Señor explica la verdadera naturaleza de esta obra. Él no tomó posesión del reino, Él no buscó fruto; Él sembró el testimonio de Dios a fin de producir fruto. Esto, de manera sorprendente, es la cosa totalmente nueva. La Palabra era su semilla. Además, fue solamente a los discípulos—quienes habían seguido y se habían adherido a Su Persona, por gracia y en virtud de la manifestación del poder y de la gracia de Dios en Su persona—a quienes les fue dado comprender los misterios, los pensamientos de Dios, revelados en Cristo, de este reino que no se estaba estableciendo abiertamente mediante poder. Aquí el remanente es claramente diferenciado de la nación. “A los otros” fue por parábolas, para que no pudieran entender. Porque para entender, el Señor debía ser recibido moralmente. Aquí esta parábola no va acompañada de otras. Sola señala la posición. Se añade la advertencia que consideramos en Marcos. Finalmente, la luz de Dios no fue manifestada para ser escondida. Además, todo iba a ser manifestado. Por consiguiente, ellos debían tener cuidado de cómo oían (Lucas 8:18), porque, si retenían lo que escuchaban, recibirían más: de otro modo, incluso lo que tenían les sería quitado.
El Lugar Y El Efecto De La Palabra
El Señor pone un sello sobre este testimonio, a saber, que la cosa en cuestión era la Palabra, la cual atraía hacia Él y hacia Dios a aquellos que tenían que disfrutar de la bendición; y que la Palabra era la base de toda relación con Él mismo, declarando, cuando ellos le hablaron de Su madre y hermanos, mediante los cuales estaba emparentado en Israel según la carne, que Él no reconocía como tales a nadie más que los que oían y obedecían la Palabra de Dios.
Cristo En Poder En La Tempestad Con Sus Discípulos
Además del evidente poder manifestado en Sus milagros, los relatos que vienen a continuación—hasta el final del capítulo 8—presentan diferentes aspectos de la obra de Cristo, y de Su recibimiento, y de sus consecuencias.
Primero, el Señor—aunque, aparentemente, Él no pone atención—se asocia con los discípulos en las dificultades y tempestades que les rodean, pues ellos se habían embarcado a Su servicio. Hemos visto que Él reunió a los discípulos a Su alrededor: ellos están consagrados a Su servicio. Con respecto a la pregunta de hasta dónde llegaba el poder humano para evitarlo, ellos estaban en peligro inminente. Las olas están listas para tragarlos. Jesús, a ojos de ellos, no se preocupa en lo más mínimo por esto; pero Dios ha permitido este ejercicio de la fe. Ellos están allí a causa de Cristo, y con Él. Cristo está con ellos; y el poder de Cristo, a causa del cual se encuentran en medio de la tempestad, está allí para protegerlos. Ellos están juntos con Él en la misma barca. Si, por lo que a ellos respecta podrían perecer, ellos están asociados en los consejos de Dios con Jesús, y Su presencia era su salvaguarda. Él permite la tempestad, pero Él mismo está en la barca. Cuando Él se despierte y se manifieste a ellos, todo será bonanza.
El Endemoniado Sanado Como Un Testigo De La Gracia Y El Poder Del Señor
En la sanación del endemoniado, en la región de los Gadarenos, tenemos un vivo retrato de lo que estaba sucediendo.
En cuanto a Israel, el remanente—no obstante el gran poder del enemigo—es liberado. El mundo ruega a Jesús que se marche, deseando su propia tranquilidad, que es más perturbada por la presencia y el poder de Dios que por una legión de demonios. Él se va. El hombre que fue sanado—el remanente—le agradaría estar con Él; pero el Señor le envía de regreso (al mundo al que Él mismo había renunciado), para ser un testigo de la gracia y del poder de los que él había sido el sujeto. El hato de cerdos, no dudo, nos presenta la carrera de Israel hacia su destrucción, después del rechazo del Señor. El mundo se acostumbra al poder de Satanás—por doloroso que sea verlo actuar en ciertos casos—nunca al poder de Dios.
El Efecto De La Fe; Poder Sanador En La Persona De Cristo
Las dos historias siguientes presentan el efecto de la fe, y la necesidad real con la que tiene que ver la gracia que la satisface. La fe del remanente busca a Jesús para conservar la vida de aquello que estaba listo para perecer. El Señor le responde presentándose Él mismo para tal fin. En el camino (es allí donde Él estaba, y, en cuanto a la liberación final, Él todavía está allí), en medio de la multitud que le rodeaba, la fe le toca. La pobre mujer tenía una enfermedad que ningún medio a disposición del hombre podía sanar. Pero se encuentra poder en el Hombre, Cristo, y sale de Él para la sanación del hombre, dondequiera que exista fe, mientras espera el cumplimiento final de Su misión en la tierra. Ella es sanada, y confiesa ante Cristo su condición y todo lo que le había sucedido: y de esta manera, mediante el efecto de la fe, se rinde un testimonio a Cristo. El remanente es manifestado, la fe los diferencia de la multitud; siendo su condición el fruto del poder divino en Cristo.
Este principio se aplica a la sanación de cada creyente, y, consecuentemente, a la de los Gentiles, como arguye el apóstol. El poder sanador está en la Persona de Cristo; la fe—por gracia y por la atracción de Cristo—se beneficia de este poder. No depende de la relación del judío, aunque, en cuanto a su posición, él era el primero en beneficiarse de él. Se trataba de lo que hay en la Persona de Cristo, y de la fe en el individuo. Si hay fe en el individuo, este poder actúa; él se marcha en paz, sanado por el poder de Dios mismo.
La Hija De Jairo: Poder Divino Para Resucitar De Los Muertos Ejercido En Gracia
Pero, de hecho, si consideramos la condición del hombre en pleno, no era meramente la enfermedad lo que estaba en cuestión, sino la muerte. Cristo, antes de la plena manifestación del estado del hombre, se enfrentó con ella, por decirlo así, en el camino; pero, como en el caso de Lázaro, la manifestación fue permitida; y para la fe esta manifestación tuvo lugar en la muerte de Jesús. Así, aquí, se permite que la hija de Jairo muera antes de la llegada de Cristo; pero la gracia vino para levantarla de los muertos con el poder divino que solo podía llevar a cabo esto; y Jesús, al consolar al pobre padre, le ruega que no tema, sino que crea solamente, y su hija se restablecería. La fe que obtiene gozo y libertad es la fe en Su Persona, en el poder divino en Él, en la gracia que viene a ejercerlo. Jesús no busca aquí a la multitud; la manifestación de este poder es sólo para el consuelo de aquellos que sienten la necesidad del mismo, y para la fe de los que están verdaderamente unidos a Él. La multitud sabe, en realidad, que la niña está muerta; hacen lamentación por ella, y no comprenden el poder de Dios que puede resucitarla. Jesús devuelve a sus padres a la niña cuya vida Él había restaurado. Así será con los judíos al final, en medio de la incredulidad de muchos. Mientras tanto, por la fe nos anticipamos a este gozo, convencidos de que es nuestro estado por medio de la gracia; nosotros vivimos: solamente que para nosotros es en relación con Cristo en el cielo, las primicias de una nueva creación.
Con respecto a Su ministerio, Jesús tendrá esto oculto. Debía ser recibido conforme al testimonio que Él daba a la conciencia y al corazón. Este testimonio no fue completamente terminado en el camino. Veremos Sus últimos esfuerzos con el corazón incrédulo del hombre en los capítulos sucesivos.

Lucas Capítulo 9

Enviando a Los Doce Discípulos; Un Testimonio Categórico Contra El Pueblo
En el capítulo 9 el Señor encomienda a los discípulos la misma misión en Israel que Él mismo cumplió. Ellos predican el reino, sanan a los enfermos y echan fuera demonios. Pero se añade esto: que su obra tome el carácter de una misión final. No que el Señor hubiera cesado de obrar, pues Él también envió a los setenta, sino que final en este sentido, en que esta obra se convertía en un testimonio categórico contra el pueblo si éste la rechazaba. Los doce tenían que sacudirse el polvo de sus pies al dejar las ciudades que los rechazaran. Esto es entendible en el punto donde hemos llegado en el Evangelio. Se repite, con un énfasis todavía mayor, en el caso de los setenta. Hablaremos de ello en el capítulo que se relaciona con su envío. La misión de ellos viene después de la manifestación de Su gloria a los tres discípulos. Pero mientras el Señor estuviera allí, continuó Su ejercicio de poder en misericordia, pues esto fue lo que Él era aquí en persona, y la bondad soberana en Él estaba por encima de todo el mal con el cual Él se encontraba.
La Fama De Las Obras Maravillosas Del Señor
Siguiendo con nuestro capítulo, lo que viene a continuación del versículo 7 muestra que la fama de Sus maravillosas obras había llegado a oídos del rey. Israel se quedaba sin excusa. Por muy pequeña que fuese la conciencia, ésta sintió el efecto de Su poder. El pueblo también le siguió. Apartado con los discípulos, quienes habían regresado de su misión, Él pronto es rodeado por la multitud; nuevamente, el siervo de ellos en gracia, sin importar cuán grande fuese la incredulidad de ellos, Él les predica y sana a todo el que lo necesitaba.
Aquel Que Satisface a Su Pueblo Con Pan: Una Prueba Especial De Su Divino Poder Y Presencia
Pero Él les daría una prueba nueva y muy especial del poder divino y de la presencia que se hallaba entre ellos. Se había dicho que en el tiempo de la bendición de Israel de parte del Señor, cuando Él haría retoñar el poder de David, Él saciaría a los pobres con pan (Salmo 132:15,17). Jesús lo hace ahora. Pero hay más que esto aquí. Hemos visto a través de este Evangelio que Él ejercita este poder, en Su humanidad, mediante la inconmensurable energía del Espíritu Santo. De ello se desprende una bendición maravillosa para nosotros, otorgada conforme a los consejos soberanos de Dios, a través de la perfecta sabiduría de Jesús al seleccionar Sus instrumentos. Él hará que los discípulos lo hagan. No obstante, el poder que lo lleva a cabo es todo de Él. Los discípulos no ven nada más allá de lo que sus ojos pueden estimar. Pero, si Aquel que los alimenta es Jehová, Él siempre toma Su lugar en la dependencia de la naturaleza que ha asumido. Él se retira con Sus discípulos, y allí, lejos del mundo, Él ora. Y, al igual que en los dos notables casos del descenso del Espíritu Santo, y la selección de los Doce, aquí también Su oración es la ocasión de la manifestación de Su gloria—una gloria que era propiamente de Él, pero que el Padre le dio como Hombre, y en relación con los sufrimientos y la humillación, bajo los cuales, en Su amor, padeció voluntariamente.
El Sufriente Hijo Del Hombre
La atención del pueblo fue estimulada, pero ellos no fueron más allá de las especulaciones de la mente humana con respecto al Salvador. La fe de los discípulos reconoció sin vacilación al Cristo en Jesús. Pero Él ya no iba a ser más proclamado como tal—el Hijo del Hombre tenía que sufrir. Consejos más importantes, una gloria más excelente que la del Mesías, debían ser comprendidos; pero tenía que ser a través del sufrimiento—sufrimiento que, en cuanto a las pruebas humanas, los discípulos iban a compartir al seguirle a Él. Pero, al perder su vida por Él, la ganarían; pues al seguir a Jesús, el asunto era la vida eterna del alma, y no meramente el reino. Además, Aquel que era ahora rechazado volvería en Su propia gloria, a saber, como Hijo del Hombre (el carácter que Él toma en este Evangelio), en la gloria del Padre, pues Él era el Hijo de Dios, y en la de los ángeles como Jehová el Salvador, tomando lugar sobre ellos, aunque era (sí, como) hombre: Él era digno de esto, porque Él los creó. La salvación del alma, la gloria de Jesús reconocida conforme a Sus derechos, todo les advertía de que le confesaran mientras era rechazado y menospreciado. Ahora bien, para fortalecer la fe de aquellos a quienes Él haría columnas, y a través de ellos la fe de todos, Él anuncia que algunos de ellos, antes de que gustasen la muerte (no debían esperar ni la muerte, en la que sentirían el valor de la vida eterna, ni el regreso de Cristo), verían el reino de Dios.
La Transfiguración; La Nueva Gloria Y Bendición Dependientes De La Muerte De Cristo
Como consecuencia de esta declaración, ocho días después Él tomó a los tres que más tarde fueron columnas, y subió a un monte a orar. Allí Él es transfigurado. Él aparece en gloria, y los discípulos la ven. Pero Moisés y Elías la comparten con Él. Los santos del Antiguo Testamento tienen parte con Él en la gloria del reino fundamentado sobre Su muerte. Hablan con Él de Su muerte. Ellos habían hablado hasta ahora de otras cosas. Habían visto establecerse la ley, o habían intentado hacer volver al pueblo a ella, para la introducción de la bendición; pero ahora que esta nueva gloria es el tema, todo depende de la muerte de Cristo, y sólo de eso. Todo lo demás desaparece. La gloria celestial del reino y la muerte están en relación inmediata. Pedro ve solamente la entrada de Cristo en una gloria igual a la de ellos; relacionando mentalmente esta última con lo que ellos dos eran para un judío, y asociando a Jesús con ella. Es entonces cuando los dos desaparecen completamente, y Jesús queda solo. Era a Él solo a quien tenían que oír. La conexión de Moisés y Elías con Jesús en la gloria dependía del rechazo de su testimonio por parte del pueblo, al cual ellos se dirigieron.
Los Discípulos Asociados En La Tierra Con La Morada De La Gloria
Pero esto no es todo. La Iglesia, propiamente dicha, no es contemplada aquí. Pero, la señal de la gloria excelente, de la presencia de Dios, se muestra—la nube en la que Jehová habitaba en Israel. Jesús trae a los discípulos a ella como testigos. Moisés y Elías desaparecen, y, habiendo Jesús acercado a los discípulos a la gloria, el Dios de Israel se manifiesta como el Padre, y reconoce a Jesús como el Hijo en quien tenía complacencia. Todo es cambiado en las relaciones de Dios con el hombre. El Hijo del Hombre, a quien se le dio muerte en la tierra, es reconocido como el Hijo del Padre en la gloria excelente. Los discípulos le conocen así por el testimonio del Padre, y son asociados a Él, y, por decirlo así, son introducidos a la relación con la gloria en la cual el Padre reconoció así a Jesús—gloria en la que se encuentran el Padre y el Hijo. Jehová se da a conocer como Padre revelando al Hijo. Y los discípulos se hallan asociados en la tierra con la morada de gloria, desde donde, en todo tiempo, Jehová mismo había protegido a Israel. Jesús estaba allí con ellos, y Él era el Hijo de Dios. ¡Qué posición! ¡Qué cambio para ellos! Es, de hecho, el cambio de todo lo que era muy excelente en el judaísmo a la relación con la gloria celestial, que fue obrado en aquel momento, para hacer nuevas todas las cosas.
La Gloria Celestial; La Intimidad De Los Tres Discípulos Con El Señor
El provecho personal de este pasaje es grande, en cuanto nos revela, de manera muy sorprendente, el estado celestial y glorioso. Los santos están en la misma gloria que Jesús, están con Él, conversan familiarmente con Él, ellos conversan de lo que está más cercano a Su corazón—de Sus sufrimientos y muerte. Ellos hablan con los sentimientos que fluyen de las circunstancias que afectan al corazón. Él iba a morir en la Jerusalén amada, en vez de recibir ellos el reino. Ellos hablan como si entendieran los consejos de Dios, pues eso no había sucedido aún. Tales son las relaciones de los santos con Jesús en el reino. Porque, hasta este momento, se trata de la manifestación de la gloria tal como el mundo la verá, con el añadido de la comunicación entre los glorificados y Jesús. Los tres estuvieron en el monte. Pero, los tres discípulos, de esta manera, van más allá. Ellos son enseñados por el Padre. Les son dados a conocer Sus propios afectos por Su Hijo. Moisés y Elías han dado testimonio a Cristo, y serán glorificados con Él; pero Jesús permanece ahora solo para la iglesia. Esto es más que el reino, es la comunión con el Padre y con Su Hijo Jesús (no comprendida, seguramente, en ese tiempo, pero lo es ahora por el poder del Espíritu Santo). Es maravilloso, esta entrada de los santos en la gloria excelente, en la Shekinah, la morada de Dios, y estas revelaciones de parte de Dios de Su propio afecto por Su Hijo. Esto es más que la gloria. Jesús, sin embargo, es siempre el objeto que llena la escena para nosotros. Observen asimismo que, para nuestra posición aquí abajo, el Señor habla tan íntimamente de Su muerte a Sus discípulos en la tierra, como a Moisés y Elías. Éstos no tienen más intimidad con Él de la que tienen Pedro, Santiago y Juan. ¡Dulce y precioso pensamiento! Y noten qué delgado velo hay entre nosotros y lo que es celestial.
La Falta De Poder De Los Discípulos; La Gracia De Cristo No Impedida
Lo que viene a continuación es la aplicación de esta revelación al estado de cosas aquí abajo. Los discípulos son incapaces de beneficiarse del poder de Jesús, ya manifestado, para echar fuera el poder del enemigo. Esto justifica a Dios en aquello que fue revelado de Sus consejos en el monte, y conduce a que el sistema judío sea desechado, para presentar el cumplimiento de estos consejos. Pero esto no impide la acción de la gracia de Cristo al liberar a los hombres mientras Él estaba aún con ellos, hasta que el hombre le hubiese rechazado finalmente. Pero, sin fijarse en el infructuoso asombro del pueblo, Él insiste con Sus discípulos sobre Su rechazo y sobre Su crucifixión; haciendo avanzar este principio hasta la renunciación del yo, y a la humildad que recibiría aquello que fuese más pequeño.
Diferentes Rasgos De Egoísmo Y De La Carne Contrastados Con La Gracia Y Devoción De Cristo
En lo que resta del capítulo, desde el versículo 46, el Evangelio nos presenta las distintas características del egoísmo y de la carne que están en contraste con la gracia y la consagración manifestadas en Cristo, y que tienden a evitar que el creyente camine en Sus pisadas. Los versículos 46-48; 49 y 50; 51-56, respectivamente, presentan ejemplos de esto; y, desde el 57 al 62, tenemos el contraste entre la voluntad engañosa del hombre y el llamamiento eficaz de la gracia; el descubrimiento de la repugnancia de la carne, cuando hay un llamamiento verdadero; y la renunciación absoluta a todas las cosas, a fin de obedecerlo, nos es presentada por el Espíritu de Dios.
El Señor (en respuesta al espíritu que procuraba el engrandecimiento de la propia compañía de ellos, olvidándose de la cruz), expresa a los discípulos lo que no ocultaba de Sí mismo, la verdad de Dios, de que todos estaban de tal manera contra ellos que, si alguno no tenía esta actitud, es que estaba definitivamente por ellos. Así de minuciosa era la prueba a la cual la presencia de Cristo sometía al corazón. La otra razón, presentada en otro lugar, no se repite aquí. El Espíritu, en relación con esto, se limita al punto de vista que estamos considerando. Así rechazado, el Señor no juzga a nadie. No toma venganza por Sí mismo: Él vino a salvar las vidas de los hombres. El que un Samaritano rechazara al Mesías era, para los discípulos, digno de destrucción. Cristo vino a salvar las vidas de los hombres. Él se somete al insulto, y se va a otro lugar. Había quienes deseaban servirle aquí abajo. Él no tenía ningún hogar al que llevarlos. Entre tanto, por esta misma razón, la predicación del reino era la cosa única para Su amor inagotable; los muertos (para Dios) podían enterrar a sus muertos. Aquel que había sido llamado, que estaba vivo, tiene que ocuparse de una cosa, del reino, para dar testimonio de él; y hacerlo sin mirar atrás, la urgencia del asunto elevándole por sobre todos los otros pensamientos. Aquel que había puesto su mano en el arado, no debía mirar atrás. El reino, en presencia de la enemistad—la ruina—del hombre, de todo lo que se le oponía, requería que el alma fuese absorbida plenamente en sus intereses por el poder de Dios. La obra de Dios, en presencia del rechazo de Cristo, demandaba una completa consagración.

Lucas Capítulo 10:1-37

La Misión De Los Setenta; Su Carácter; Testimonio Entregado En Poder
La misión de los setenta viene a continuación en el capítulo 10, una misión importante en su carácter para el desarrollo de los caminos de Dios.
Este carácter es, de hecho, diferente en algunos aspectos de aquel del principio del capítulo 9. La misión se fundamenta en la gloria de Cristo manifestada en el capítulo 9. Esto, necesariamente, zanja más decisivamente la cuestión de las relaciones de Dios con los judíos: porque Su gloria venía después, y, en cuanto a Su posición humana, fue el resultado de Su rechazo por la nación.
Este rechazo no se cumplía aún: esta gloria fue revelada solamente a tres de Sus discípulos; de modo que el Señor ejercía todavía Su ministerio entre el pueblo. Pero vemos estas alteraciones en él. Él insiste sobre lo que es moral y eterno, la posición a la cual traería a Sus discípulos, el verdadero efecto de Su testimonio en el mundo, y el juicio que estaba a punto de caer sobre los judíos. Sin embargo, la mies era mucha. Porque el amor, no desalentado por el pecado, veía la necesidad a través de la oposición exterior; pero hubo unos pocos movidos por este amor. El Señor de la mies solo podía enviar a los verdaderos obreros.
Ya el Señor anuncia que ellos son como corderos en medio de lobos. ¡Qué cambio desde la presentación del reino al pueblo de Dios! Tenían que confiar (como los doce) en el cuidado del Mesías presente en la tierra, y quien influenciaba el corazón con poder divino. Tenían que ir como los obreros del Señor, manifestando abiertamente su objetivo, no esforzándose por su comida, sino como teniendo derechos de parte de Él. Completamente consagrados a su obra, no debían saludar a nadie. El tiempo apremiaba. El juicio venía. Existían en Israel aquellos que no eran hijos de paz. El remanente se distinguiría por el efecto de su misión en el corazón, aún no judicialmente. Pero la paz reposaría con los hijos de paz. Estos mensajeros ejercían el poder obtenido por Jesús sobre el enemigo, y que Él podía así conferir (y esto era mucho más que un milagro); y tenían que declarar a quienes visitaban que el reino de Dios se había acercado a ellos. ¡Importante testimonio! Cuando no se ejecutaba juicio, se precisaba fe para reconocer el reino en un testimonio. Si no eran recibidos, debían imprecar a la ciudad, asegurándoles que, recibido o no, el reino de Dios se había acercado. ¡Qué solemne testimonio, ahora que Jesús iba a ser rechazado—un rechazo que llenaba la medida de la iniquidad del hombre! Sería más tolerable para la infame Sodoma, el día en que el juicio se iba a ejecutar, que para esa ciudad.
Esto señala claramente el carácter del testimonio. El Señor impreca a las ciudades en las que había obrado, y asegura a Sus discípulos que rechazarlos en su misión era lo mismo que rechazarle a Él, y que, al rechazarle a Él, Aquel que le había enviado era rechazado—el Dios de Israel—el Padre. A su regreso, ellos anuncian el poder que había acompañado su misión; los demonios se sujetaron a su palabra. El Señor les contesta que, efectivamente, esas señales de poder habían presentado a Su mente el pleno establecimiento del reino. Satanás echado completamente fuera del cielo (un establecimiento del cual estos milagros eran sólo una muestra); pero que había algo más excelente que esto, y en lo que podían regocijarse—sus nombres estaban escritos en el cielo. El poder manifestado era verdadero, sus resultados seguros, en el establecimiento del reino; pero algo más comenzaba a aparecer—un pueblo celestial estaba comenzando a existir, un pueblo que tendría su parte con Él, a quien la incredulidad de los judíos y del mundo estaban enviando de regreso al cielo.
La Posición Celestial De Un Pueblo Celestial
Esto expone muy claramente la posición tomada ahora. Habiéndose dado el testimonio del reino en poder, dejando a Israel sin excusa, Jesús pasó a otra posición—a la celestial. Éste fue el verdadero asunto de gozo. Los discípulos, no obstante, todavía no lo comprendían, pero la Persona y el poder de Aquel que iba a introducirlos en la gloria celestial del reino, Su derecho al reino glorioso de Dios, les habían sido revelados por el Padre. La ceguera del orgullo humano, y la gracia del Padre hacia los niños, fueron apropiadas a Él, quien cumplió los consejos de Su gracia soberana a través de la humillación de Jesús, y que estaban en conformidad con el corazón de quien vino a cumplirlos. Además, todas las cosas fueron dadas a Jesús. El Hijo era demasiado glorioso para ser conocido, salvo por el Padre, quien era Él mismo conocido sólo por la revelación del Hijo. A Él debían ir los hombres. La raíz de la dificultad en recibirle yacía en la gloria de Su Persona, la cual era conocida sólo por el Padre, y en esta acción y gloria del Padre, que necesitaba que el Hijo la revelara. Todo esto se hallaba en Jesús allí en la tierra. Pero Él podía decir a Sus discípulos en privado que, habiendo visto en Él al Mesías y Su gloria, habían visto aquello que reyes y profetas desearon ver en vano. El Padre había sido proclamado a ellos, sin embargo no entendieron casi nada. En la mente de Dios esta era la porción de ellos, comprendida más tarde por la presencia del Espíritu Santo, el Espíritu de adopción.
El Poder Del Reino; El Llamamiento Del Señor a Regocijarse Por Tener Un Lugar Y Un Nombre En El Cielo
Podemos observar aquí, el poder del reino otorgado a los discípulos; su gozo en ese momento (por la presencia del Mesías, trayendo consigo el poder del reino que vencía el del enemigo) a la vista de aquellas cosas de las cuales los profetas habían hablado; y, al mismo tiempo, el rechazo de su testimonio, y el juicio de Israel entre quienes éste era rendido; y, finalmente, el llamamiento del Señor, (mientras se reconocía en la obra del remanente todo el poder que establecerá el reino), no para regocijarse en el reino establecido así en la tierra, sino en la gracia soberana de Dios quien, en Sus consejos eternos, les había otorgado un lugar y un nombre en el cielo, en relación con el rechazo de ellos en la tierra. La importancia de este capítulo es evidente bajo este punto de vista. Lucas introduce constantemente la parte mejor e inadvertida en un mundo celestial.
La Relación Y La Gloria Del Padre Y El Hijo; La Pregunta Del Intérprete De La Ley En Cuanto a La Vida Eterna
El alcance del dominio de Jesús en relación con este cambio, y la revelación de los consejos de Dios que lo acompañaban, nos son dados en el versículo 22, así como el descubrimiento de las relaciones y la gloria del Padre y del Hijo; al mismo tiempo, también la gracia mostrada a los humildes conforme al carácter y a los derechos de Dios el Padre. Más tarde encontramos el desarrollo del cambio en cuanto al carácter moral. El maestro de la ley deseaba saber las condiciones de la vida eterna. Esto no es el reino, ni el cielo, sino una parte de la manera judía de comprender la relación del hombre con Dios. La posesión de la vida fue propuesta a los judíos mediante la ley. Se había descubierto, mediante desarrollos escriturarios subsiguientes a la ley, que se trataba de la vida eterna, la cual ellos entonces, al menos los Fariseos, vinculaban, como tal, a la observancia de la ley—algo poseído por los glorificados en el cielo, por los bienaventurados en la tierra, durante el milenio, lo cual nosotros poseemos ahora en vasos de barro; aquello que la ley, interpretada por conclusiones extraídas de los libros proféticos, proponía como el resultado de la obediencia. “El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas.”
La Respuesta Del Señor; La Ley Quebrantada
Por consiguiente, el intérprete de la ley pregunta qué es lo que debía hacer. La respuesta fue clara: la ley (con todas sus ordenanzas, sus ceremonias, todas las condiciones del gobierno de Dios, las cuales el pueblo había quebrantado, y cuya violación condujo al juicio anunciado por los profetas—juicio que debía ser seguido por el establecimiento, de parte de Dios, del reino en gracia), la ley, como digo, contenía la semilla de la verdad en este aspecto, y expresaba claramente las condiciones de vida, si el hombre iba a gozarla conforme a la justicia humana—justicia obrada por él mismo, por la cual viviría. Estas condiciones se resumían en muy pocas palabras—amar a Dios perfectamente y al prójimo como a uno mismo. Habiendo dado el intérprete de la ley este resumen, el Señor lo acepta y repite las palabras del Legislador: “Haz esto, y vivirás.” Pero el hombre no lo ha hecho y es consciente de que no lo ha hecho. En cuanto a Dios, él está alejado; el hombre se aparta de Él con facilidad; le rendirá algunos servicios exteriores, y se jactará de ellos. Pero el hombre está cerca; su egoísmo le hace comportarse conforme a la interpretación de este precepto, el cual, si se observara, sería su felicidad—hacer de este mundo una clase de paraíso. La desobediencia a este precepto se repite a cada momento, en las circunstancias de cada día, lo cual hace que este egoísmo actúe. Todo lo que le rodea (sus vínculos sociales) hacen al hombre consciente de estas violaciones de estos preceptos, aunque el alma misma no se sienta turbada por ello. Aquí el corazón del intérprete de la ley se traiciona a sí mismo. ¿Quién, pregunta, es mi prójimo?
La Gracia Manifestada E Introducida Por El Hombre Cristo Jesús; El Amor Del Buen Samaritano
La respuesta del Señor exhibe el cambio moral que ha tenido lugar por la introducción de la gracia—mediante la manifestación de esta gracia en el hombre, en Su propia Persona. Nuestras relaciones los unos con los otros son medidas ahora por la naturaleza divina en nosotros, y esta naturaleza es amor. El hombre bajo la ley se medía por la importancia que él se daba a sí mismo, lo que es siempre opuesto al amor. La carne se gloriaba de una cercanía a Dios que no era real, que no pertenecía a la participación de Su naturaleza. Por otra parte, el sacerdote y el levita pasan de largo. El Samaritano, despreciado como tal, no preguntó quién era su prójimo. El amor que estaba en su corazón hacía de él un prójimo para cualquiera que estuviese en necesidad. Esto es lo que Dios mismo hizo en Cristo; pero entonces, las diferencias legales y carnales desaparecieron ante este principio. El amor que actuaba según sus propios impulsos halló la ocasión de ejercerse en la necesidad que vino ante él.
Aquí termina esta parte de los discursos del Señor. Un nuevo asunto comienza en el versículo 38.

Lucas Capítulos 10:38 - 11:13

Los Dos Grandes Medios De Bendición: La Palabra Y La Oración
Desde ese versículo hasta el final del versículo 13 en el capítulo 11, el Señor da a conocer a Sus discípulos los dos grandes medios de bendición—la Palabra y la oración. En relación con la Palabra, hallamos la energía que se une al Señor, a fin de recibirla de Él mismo, y que deja todo para escuchar Su Palabra, porque el alma es asida por las comunicaciones de Dios en gracia. Podemos observar que estas circunstancias están relacionadas con el cambio que había sido obrado en aquel momento solemne. El recibimiento de la Palabra ocupa el lugar de las atenciones debidas al Mesías. Estas atenciones eran requeridas por la presencia de un Mesías en la tierra; pero, viendo la condición en que estaba el hombre (pues él rechazó al Salvador), él necesitaba la Palabra; y Jesús, en Su amor perfecto, no permitirá nada más. Para el hombre, para la gloria de Dios, sólo era necesaria una cosa, y es esta cosa lo que Jesús desea. En cuanto a Él, hubiera dejado todo por tener esa cosa. Pero Marta, aunque preparaba para el Señor, lo que seguramente estaba correcto, con todo, ella muestra qué gran cantidad del yo es inherente a esta clase de cuidados; pues no le gustaba tener que ocuparse de todo.
La Oración Enseñada a Los Discípulos
La oración que Él enseñó a Sus discípulos (cap. 11) se refiere también a la posición en la que entraron antes de ser dado el Espíritu Santo. Jesús mismo oró, como el hombre dependiente en la tierra. Él no había recibido aún la promesa del Padre, a fin de derramarla sobre Sus discípulos, y no pudo hacerlo hasta Su ascensión al cielo. Éstos, sin embargo, están en relación con Dios como Padre de ellos. La gloria de Su nombre, la venida de Su reino, tenían que mantener ocupados sus primeros pensamientos. Dependían de Él para su pan diario. Necesitaban perdón, y ser guardados de la tentación. La oración contenía el deseo de un corazón sincero delante de Dios; la necesidad corporal confiada al cuidado del Padre de ellos; la gracia requerida para su andar cuando hubiesen pecado, y para que no se manifestase su carne, para que fueran salvados del poder del enemigo.
Perseverancia En Oración Al Padre
El Señor insiste luego sobre la perseverancia, que las peticiones no debían ser las de un corazón indiferente al resultado. Les asegura que sus oraciones no serían en vano; también, que su Padre celestial daría el Espíritu Santo a aquellos que lo pidieran. Los pone en Su propia relación en la tierra con Dios. Escuchando a Dios, demandando de Él como Padre—se trata del todo de la vida práctica cristiana.

Lucas Capítulo 11:14-54

Echando Fuera Demonios
Después, las dos grandes armas de Su testimonio son mostradas, a saber, la expulsión de demonios, y la autoridad de Su Palabra. Él había manifestado el poder que echaba fuera demonios; ellos lo atribuyeron al príncipe de los demonios. Sin embargo, Él había atado al hombre fuerte; Él había saqueado sus bienes, y esto probó que verdaderamente el reino de Dios había llegado. En un caso tal como éste, habiendo venido Dios para liberar al hombre, todo tomaba su verdadero lugar; o bien todo era del diablo, o todo era del Señor. Además, si el espíritu inmundo había salido y Dios no estaba allí, el espíritu malo volvería con otros más malos que él; y el postrer estado sería peor que el primero.
La Autoridad De La Palabra Proclamada; Los Motivos De Los Que La Oían
Estas cosas estaban sucediendo en aquel momento. Pero los milagros no eran todo. Él había proclamado la Palabra. Una mujer, sensible al gozo de tener un hijo como Jesús, declara en voz alta el valor de una relación tal con Él según la carne; el Señor pone esta bendición, como lo hizo en el caso de María, sobre aquellos que oían y guardaban Su Palabra. Los Ninivitas habían oído a Jonás, la reina de Saba a Salomón, sin siquiera haberse obrado un milagro, y uno mayor que Jonás estaba ahora entre ellos. Había dos cosas allí—el testimonio claramente exhibido (vers. 33), y los motivos que gobernaban a aquellos que le oían. Si la luz verdadera resplandecía plenamente en el corazón, no quedaba ninguna tiniebla en él. Si la verdad perfecta era presentada conforme a la sabiduría propia de Dios, era el corazón el que la rechazaba. El ojo era maligno. Los conceptos y motivos de un corazón alejado de Dios solamente lo oscurecían: un corazón que no tuviera más que un objeto, Dios y Su gloria, estaría lleno de luz. Además, la luz no sólo se manifiesta, sino que ilumina todo a su alrededor. Si la luz de Dios estuviera en el alma, estaría llena de ella y no teniendo parte alguna de tinieblas.
En Casa Del Fariseo; Juicio Que Sigue Al Rechazo
Versículos 37-52. Invitado a la casa del Fariseo, Él juzga la condición de la nación, y la hipocresía de su pretendida justicia, poniendo Su dedo sobre la blanqueada ostentación y la codicia interior y el egoísmo, al hacer que la ley de Dios fuese una carga para otros, mientras ellos descuidaban su cumplimiento, anunciando la misión de los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento, el rechazo de quienes llenarían la medida de la iniquidad de Israel, y trae ante una prueba final a aquellos que hipócritamente construyeron las tumbas de los profetas cuyos padres habían dado muerte. Y entonces toda la sangre, con respecto a la cual Dios había ejercido su paciencia, enviando testimonios para iluminar al pueblo, y que había sido derramada a causa de esos testimonios, sería demandada finalmente de manos de los rebeldes. Las palabras del Señor no hicieron más que despertar la malicia de los Fariseos, quienes procuraban sorprenderle en Sus dichos. En una palabra, tenemos, por una parte, la palabra del testimonio establecida en pleno relieve, en lugar del Mesías cumpliendo las promesas; y, por otra, el juicio de una nación que había rechazado ambas cosas, y que rechazaría también incluso aquello que les sería enviado después para hacerles regresar.

Lucas Capítulo 12

Los Discípulos Animados En El Lugar De Testimonio En El Mundo
El capítulo 12 sitúa a los discípulos en este lugar de testimonio por el poder del Espíritu Santo, y con el mundo en oposición a ellos, después de la partida del Señor. Se trata de la Palabra y del Espíritu Santo, en vez del Mesías en la tierra. No debían temer la oposición, ni confiar en ellos mismos, sino que debían temer a Dios y confiar en Su ayuda; y el Espíritu Santo les enseñaría qué decir. Todas las cosas serían reveladas. Dios alcanza al alma: el hombre sólo puede tocar el cuerpo. Aquí, aquello que va más allá de las promesas presentes, la relación del alma con Dios, es puesta en consideración. Se trata de salir del judaísmo para estar ante Dios. El llamamiento de ellos era a manifestar a Dios en el mundo a toda costa—manifestarle a Él a la fe antes de que todas las cosas fuesen manifestadas. Esto podría resultar en una gran cantidad de sufrimientos y problemas delante de los hombres: Jesús los confesaría delante de los ángeles. Se trata de traer a los discípulos a la luz como Dios está en ella, y al temor de Dios mediante la Palabra, y a la fe, cuando el poder del mal estuviese presente; todo ese mal, por muy secreto que fuese, sería traído a la luz.
No sólo esto. La blasfemia contra el testimonio dado sería, en el caso de ellos, peor que blasfemar a Cristo. Esto podría ser perdonado (en realidad ha sido, y les será perdonado a los judíos al final como nación); pero todo aquel que hablase blasfemando contra el testimonio de los discípulos, blasfemaba contra el Espíritu Santo. Esto no sería perdonado. Pero el Señor trata con el corazón de ellos así como con su conciencia. Él les anima mediante tres cosas: la primera, la protección de Aquel que contaba los cabellos de su cabeza, cualesquiera que pudiesen ser las pruebas de su fe; en segundo lugar, el hecho de que, en el cielo y ante los ángeles, su fidelidad a Cristo en esta dolorosa misión sería reconocida por Él; y en tercer lugar, la importancia de su misión, siendo el rechazo de ella mucho más condenatorio que el rechazo de Cristo mismo. Dios había dado un paso, y un paso final, en Su gracia y en Su testimonio. El hecho de traer a la luz todas las cosas, el cuidado divino, el hecho de ser ellos confesados por Cristo en el cielo, el poder del Espíritu Santo con ellos—éstos son los motivos y los estímulos dados aquí a los discípulos para su misión después de la partida del Señor.
La Importancia Del Alma Y La Vida Futura
Lo que sigue expone aún más intensamente la posición en la cual los discípulos fueron situados, conforme a los consejos de Dios, por el rechazo de Cristo (vers. 13). El Señor se niega formalmente a ejecutar justicia en Israel. Éste no era Su lugar. Él trata con almas, y dirige su atención a otra vida que dura más que la vida presente; y, en lugar de dividir la herencia entre los hermanos, Él advierte a la multitud que se guarde de la codicia, enseñándoles mediante la parábola del hombre rico, el cual fue repentinamente llamado desde allí en medio de sus proyectos. ¿Qué pasó con su alma?
Los Grandes Principios Prácticos Que Guían El Andar De Los Discípulos
Pero, habiendo establecido esta base general, Él se vuelve a Sus discípulos y les enseña los grandes principios prácticos que tenían que dirigir su andar. No debían pensar en el mañana, sino confiar en Dios. Además, no tenían poder sobre el mañana. Que ellos busquen el reino de Dios, y todo lo que necesitasen les sería añadido. Ésta era su posición en el mundo que le rechazó a Él. Pero, además, el corazón del Padre se interesaba en ellos: no tenían nada que temer. Extranjeros y peregrinos aquí, el tesoro de ellos tenía que estar en el cielo; y, de este modo, su corazón estaría también allí. Además de esto, ellos tenían que esperar al Señor. Tres cosas debían influenciar sus almas: el Padre les daría el reino, el tesoro del corazón de ellos en el cielo, y la expectación del regreso del Señor. Hasta que el Señor viniera, se les pedía que velaran—que tuvieran sus lámparas encendidas; toda su posición debería manifestar el efecto de la continua espera del Señor—debería expresar esta expectación. Ellos debían ser como hombres que le esperaban a Él, con sus lomos ceñidos; y en ese caso, cuando todo esté conforme al propio corazón del Señor, cuando todo sea restablecido mediante Su poder, y ellos traídos a la casa de Su Padre, Él los sentaría, y, a Su turno, se ceñiría para servirles.
Esperando a Cristo, La Actitud Del Corazón
Es muy importante fijar la atención del lector sobre el punto, que lo que el Señor busca aquí no es el tener en mente, por muy claro que esto sea, la venida del Señor al fin del siglo, sino que el cristiano debería estar esperándole, en una profesión plena de Cristo, y teniendo su corazón espiritualmente en orden. A éstos, el Señor hará que se sienten como convidados, pero estos para siempre, en la casa de Su Padre, donde Él los ha traído, y en amor Él mismo les servirá la bendición. Este amor hará que las bendiciones sean diez mil veces más preciosas, recibidas todas ellas de Su mano. Al amor le agrada servir, al egoísmo ser servido. Pero Él no vino para ser servido. A este amor Él nunca renunciará. Nada puede ser más exquisito que la gracia expresada en estos versículos 35 y 37.
La Expectativa Del Regreso Del Señor Con Fidelidad En El Servicio
Con motivo de la pregunta de Pedro, deseoso de saber a quiénes Jesús dirigía estas enseñanzas, el Señor le remite a la responsabilidad de aquellos a los que Él encomendó deberes durante Su ausencia. De este modo, tenemos las dos cosas que caracterizan a los discípulos tras el rechazo de Cristo—la expectación de Su regreso, y el servicio. La expectación, la vigilancia que vela con los lomos ceñidos para recibirle, halla su recompensa en el reposo, y en la fiesta (la felicidad ministrada por Él) en la que Jesús se ciñe para servirles; fidelidad en el servicio, al tener mando sobre todo lo que pertenece al Señor de gloria. Hemos visto, aparte de estas relaciones especiales entre el andar de los discípulos y su posición en el mundo venidero, la verdad general de la renunciación al mundo en el cual el Salvador había sido rechazado, y la posesión del reino mediante el don del Padre.
Siervos Infieles Y Su Maestro
En lo que Él dice después acerca del servicio de aquellos que llevan Su nombre durante Su ausencia, el Señor también señala a los que estarán en esta posición, pero que serán infieles; caracterizando así a aquellos que, mientras ejercían públicamente el ministerio en la Iglesia, tendrían su parte con los incrédulos. El secreto del mal que caracteriza su incredulidad se encontraría en esto, en que sus corazones desecharían el retorno de Jesús, en lugar de desearlo y apresurarlo mediante sus aspiraciones, y servirle con humildad en el deseo de ser hallados fieles. Ellos dirán, Él no viene inmediatamente, y, en consecuencia, harán su propia voluntad, se acomodarán al espíritu del mundo, y asumirán autoridad sobre sus consiervos. ¡Qué retrato de lo que ha ocurrido! Pero su Maestro (porque Él lo era, aunque ellos no le hayan servido de veras), vendría en el momento en que no le esperaban, y como un ladrón en la noche; y, aunque profesando ser Sus siervos, ellos deben tener su parte con los incrédulos. No obstante, habría una diferencia entre los dos; pues el siervo que conocía la voluntad de su propio Maestro, y no se preparó para Él, como fruto de sus esperanzas, y no llevó a cabo la voluntad de su Maestro, sería severamente castigado; mientras que aquel que no poseía el conocimiento de Su voluntad, sería castigado con menor severidad. He añadido la palabra ‘propio’ a la palabra ‘Maestro’ según el original, lo cual da a entender una relación reconocida con el Señor, y sus consiguientes obligaciones. El otro ignoraba la voluntad explícita del Señor, pero cometió el mal que de ningún modo debería haber cometido. Se trata de la historia de los siervos verdaderos y falsos de Cristo, de la Iglesia profesante, y del mundo en general. Pero no puede haber un testimonio más solemne en cuanto a lo que trajo la infidelidad dentro de la iglesia, y la condujo a su ruina y al juicio venidero, a saber, el abandono de la expectación presente de la venida del Señor.
Si van a ser pedidas cuentas a las personas que hayan actuado según sus ventajas, ¿quién de ellas será tan culpable como aquellas que se llaman a sí mismas ministros del Señor, si no le sirven como esperando Su retorno?
El Señor Rechazado Viene a Traer Conflicto Y Fuego a La Tierra
No obstante, el Señor rechazado de este modo, había venido a traer conflicto y fuego en la tierra. Su presencia encendía este fuego incluso antes de que se cumpliera Su rechazo, en el bautismo de muerte por el cual Él tenía que pasar. Sin embargo, no fue sino hasta después de esto que Su amor tendría plena libertad para mostrarse en poder. Así, Su corazón, el cual era amor conforme a la infinidad de la Deidad, fue constreñido hasta que la expiación le dio libre curso, y al cumplimiento de todos los propósitos de Dios, en los cuales Su poder había de ser manifestado conforme a ese amor, y para los que esta expiación era absolutamente necesaria como la base de la reconciliación de todas las cosas en el cielo y en la tierra.
La Maldad Del Corazón Humano Hecha Salir Por La Presencia Del Salvador
Versículos 51-53. Él muestra detalladamente las divisiones que resultarían de Su misión. El mundo no soportaría más la fe en el Salvador de lo que soportó al Salvador mismo, quien era su objeto y a quien la fe confesaba. Es bueno notar de qué manera la presencia del Salvador hace salir el mal del corazón humano. El estado descrito aquí lo encontramos en Miqueas, la descripción del más terrible estado concebible del mal (Miqueas 7:1-7).
Advertencia De Las Señales Existentes De Los Tiempos
Él, entonces, se dirige al pueblo, para prevenirlos sobre las señales que existían en los tiempos en que vivían. Él pone este testimonio sobre un terreno doble: las señales evidentes que Dios daba; y las pruebas morales que, incluso sin las señales, la conciencia debía reconocer, y que los obliga así a recibir este testimonio.
Pero siempre ciegos, se hallaban de camino hacia el juez. Una vez entregados, no iban a salir hasta que el castigo de Dios fuese ejecutado plenamente sobre ellos (comparar con Isaías 40:2).

Lucas Capítulo 13

La Higuera En La Viña De Dios; La Falta De Fruto Seguida Por El Juicio Justo
Ahora, en este momento, ellos le recordaron al Señor un juicio terrible que había caído sobre alguno de entre ellos. Él les declara que ni este caso, ni otro que Él recuerda a sus mentes, es excepcional: que a menos que se arrepintieran, lo mismo les sucedería a todos ellos. Y Él añade una parábola a fin de hacerles comprender su posición. Israel era la higuera en la viña de Dios. Por tres años Él había estado amenazando con cortarla; ella no hacía más que estropear Su viña—no hacía más que estorbar y cubrir inútilmente el terreno. Pero Jesús estaba intentando, por última vez, todo lo que se podía hacer para que diese fruto; si esto no tenía éxito, la gracia no podía más que dejar paso al justo juicio del Dueño de la viña. ¿Por qué cultivar lo que sólo perjudicaba?
Gracia Y Poder Mostrados Al Individuo
Sin embargo, Él actúa en gracia y en poder para con la hija de Abraham, conforme a las promesas hechas a aquel pueblo, y demuestra que su resistencia, con la que pretendían enfrentar la ley y la gracia, era solamente hipocresía.
Profesión Y Doctrina Exteriores En El Reino De Dios
Sin embargo, el reino de Dios iba a asumir una forma inesperada a consecuencia de Su rechazo. Sembrado mediante la Palabra, y al no ser introducido el poder, crecería en la tierra hasta que llegaría a ser un poder mundano; y, como una profesión y una doctrina exteriores, penetraría toda la esfera preparada para ella en los consejos soberanos de Dios. Ahora bien, no se trataba del reino establecido en poder actuando en justicia, sino de algo dejado a la responsabilidad del hombre, aunque los consejos de Dios se estuvieran cumpliendo.
La Puerta Angosta Del Reino
Finalmente, el Señor trata, de manera directa, la cuestión de la posición del remanente y de la suerte de Jerusalén (versículos 22-35).
Mientras pasaba por las ciudades y aldeas, cumpliendo la obra de gracia, a pesar del desprecio del pueblo, alguien le preguntó si el remanente, aquellos que escaparían del juicio de Israel, iban a ser muchos. Él no contesta en cuanto a la cantidad; pero se dirige a la conciencia de aquel que pregunta instándole a que usara toda su energía para que pudiera entrar por la puerta angosta. No sólo la multitud no entraría, sino que muchos, despreciando esa puerta, desearían entrar en el reino y no podrían hacerlo. Y además, una vez que el padre de familia se hubiera levantado y cerrado la puerta, sería demasiado tarde. Él les diría: “No sé de dónde sois.” Ellos alegarían que Él había estado en su ciudad. Él declararía que no los conocía, que eran hacedores de maldad: no había paz para los impíos (Isaías 57:21). La puerta del reino era moral, real ante Dios—la conversión. La multitud de Israel no entraría por esta puerta; y fuera, llorando y angustiados, verían a los Gentiles sentándose con los depositarios de las promesas, mientras ellos, los hijos del reino según la carne, eran excluidos, y tanto más miserables por haber estado cerca. Y aquellos que parecían ser los primeros serían postreros, y los postreros serían primeros.
La Última Visitación; La Suerte De Jerusalén Predicha
Los Fariseos, fingiendo consideración para con el Señor, le aconsejan que se vaya. Acto seguido, Él se refiere finalmente a la voluntad de Dios en cuanto al cumplimiento de Su obra. No se trataba del poder del hombre sobre Él. Él cumpliría Su obra, y se marcharía; porque Jerusalén no conoció el tiempo de su visitación. Él mismo, el verdadero Señor, Jehová, ¡cuántas veces quiso juntar a los hijos de esta ciudad rebelde bajo Sus alas, y ellos no quisieron! Ahora este último intento en gracia se cumplió, y su casa dejada desierta, hasta que se arrepintiesen, y, volviéndose al Señor, dijesen según el Salmo 118: “Bendito el que viene en el nombre de Jehová.” Entonces Él aparecerá, y ellos le verán.
Nada puede ser más evidente que la relación y la fuerza de estas conversaciones. Para Israel fue el último mensaje, la última visitación de Dios. Ellos la rechazaron. Fueron abandonados por Dios (aunque amados aún) hasta que invoquen a Aquel que habían rechazado. Entonces, ese mismo Jesús aparecería otra vez, e Israel le vería. Éste sería el día que el Señor había hecho.
Su rechazo—admitiendo el establecimiento del reino como un árbol y como levadura, durante su ausencia—produjo su fruto entre los judíos hasta el fin; y el avivamiento que se producirá entre esa nación en los últimos días, y el retorno de Jesús ante el arrepentimiento de ellos, se referirán a aquel gran hecho de pecado y rebelión. Pero esto hace surgir más enseñanzas importantes con respecto al reino.

Lucas Capítulo 14

Los Derechos De La Gracia; La Hipocresía Juzgada; El Lugar Del Cristiano En Este Mundo
Algunos detalles morales son explicados en este capítulo. El Señor, siendo invitado a comer con un Fariseo, vindica los derechos de la gracia sobre aquello que era el sello del antiguo pacto, juzgando la hipocresía que de todas formas quebrantaba el día de reposo cuando el propio interés de ellos estaba en consideración. Él muestra, entonces, el espíritu de humildad y mansedumbre que convenía al hombre en presencia de Dios, y la unión de este espíritu con el amor, cuando existía la posesión de ventajas mundanas. Mediante esa forma de andar, que en realidad era la Suya propia, en oposición al espíritu del mundo, el lugar de uno allí se perdería; las reciprocidades de la sociedad no existirían: pero otra hora comenzaba a amanecer a través de Su rechazo, y que, de hecho, fue su necesaria consecuencia—la resurrección de los justos. Echados por el mundo fuera de su seno, ellos tendrían su lugar aparte en aquello que el poder de Dios efectuaría. Habría una resurrección de los justos. Entonces ellos tendrían la recompensa por todo lo que hubiesen hecho por amor al Señor y a causa de Su nombre. Vemos la fuerza con la que esta alusión se aplica a la posición del Señor en aquel momento, preparado para ser muerto en este mundo.
La Gran Cena De Gracia; Las Responsabilidades De Aquellos Que Entran En La Casa De Dios
Y el reino, ¿qué sería, entonces, de él? Con referencia a él en ese momento, el Señor da su imagen en la parábola de la gran cena de la gracia (versículos 16-24). Despreciado por la mayor parte de los judíos, cuando Dios los invitó a entrar, Él buscó a los pobres del rebaño. Pero había lugar en Su casa, y manda a buscar a los Gentiles, y manda introducirlos en ella por Su llamamiento, el cual salió en poder eficaz cuando ellos no le buscaban a Él. Se trataba de la actividad de Su gracia. Los judíos, como tales, no tendrían parte en ella. Pero aquellos que entraban tenían que calcular el costo (vers. 25-33). Todo lo hay en este mundo debe ser abandonado; todo vínculo con este mundo debe ser roto. Cuanto más querida fuese cualquier cosa al corazón, tanto más peligrosa era, tanto más debía ser aborrecida. No significa que los afectos sean algo malo; pero, al ser rechazado Cristo por este mundo, todo lo que nos ata a la tierra ha de ser sacrificado por Él. Cueste lo que cueste, hay que seguirle a Él; y uno tiene que aprender a aborrecer su propia vida, e incluso a perderla, antes que desmayar siguiendo al Señor. Todo se perdía en esta vida natural. La salvación, el Salvador, la vida eterna, estaban en juego. Por consiguiente, tomar uno mismo la cruz, y seguirle a Él, era la única manera de ser Su discípulo. Sin esta fe, sería mejor no empezar a edificar; y, estando conscientes de que el enemigo es exteriormente más fuerte que nosotros, deberá comprobarse si, pase lo que pase, nos atrevemos, con un firme propósito, salirle al encuentro mediante la fe en Cristo. Se debe romper con todo lo relacionado con la carne como tal.
Llamados a Testificar Del Carácter De Dios Como Rechazado En Cristo
Además, (vers. 34-35), ellos fueron llamados a dar un testimonio peculiar, a testificar del carácter de Dios, cuando Él era rechazado en Cristo, de lo cual la cruz fue la verdadera medida. Si los discípulos no eran también rechazados, carecían de toda dignidad. Ellos eran discípulos en este mundo para ningún otro propósito. ¿Ha mantenido la iglesia este carácter? ¡Solemne pregunta para todos nosotros!

Lucas Capítulo 15

La Energía Soberana De La Gracia; La Gracia De Dios Contrastada Con La Justicia Propia Del Hombre
Habiendo puesto de manifiesto de este modo la diferencia de carácter entre las dos dispensaciones, y las circunstancias de la transición de la una a la otra, el Señor se vuelve a principios más elevados—a las fuentes de lo que fue introducido por gracia.
Es, de hecho, un contraste entre las dos, así como un contraste entre los capítulos por los que hemos estado discurriendo. Pero este contraste se eleva hasta su gloriosa fuente en la propia gracia de Dios, contrastada con la miserable justicia propia del hombre.
Los publicanos y pecadores se acercan para oír a Jesús. La gracia tenía su verdadera dignidad para aquellos que la necesitaban. La justicia propia rechazaba todo lo que no fuese tan despreciable como lo era ella, y, al mismo tiempo, rechazaba a Dios en Su naturaleza de amor. Los Fariseos y los escribas murmuraban contra Aquel que fue en Sí mismo un testimonio de esta gracia al cumplirla.
No puedo meditar sobre este capítulo, que ha sido el gozo de tantas almas, y tema de tantos testimonios a la gracia, desde el momento en que el Señor lo pronunció, sin explayarme sobre la gracia, perfecta en su aplicación al corazón. Sin embargo, debo limitarme aquí a los grandes principios, dejando su aplicación a aquellos que predican la Palabra. Esta es una dificultad que se presenta constantemente en esta porción de la Palabra.
El Gozo De Dios Al Mostrar Gracia
En primer lugar, el gran principio que exhibe el Señor, y sobre el cual Él fundamenta la justificación de los tratos de Dios (¡triste es el estado del corazón que lo requiere! ¡Maravillosas la gracia y la paciencia que lo da!), el gran principio, repito, es que Dios halla Su propio gozo mostrando gracia. ¡Qué respuesta al horrendo espíritu de los Fariseos que la objetaban!
Es el Pastor quien se regocija cuando la oveja es hallada, es la mujer la que se regocija cuando la moneda está en su mano, es el Padre que se regocija cuando Su hijo está en Sus brazos. ¡Qué expresión de aquello que Dios es! ¡Cuán verdaderamente es Jesús Aquel que la da a conocer! Es en esto solo sobre lo que puede estar fundamentada toda la bendición del hombre. Es en esto que Dios es glorificado en Su gracia.
El Amor Que Busca; La Oveja Perdida Y La Moneda Perdida: La Obra De Cristo Y La Del Espíritu Santo
Pero hay dos partes distintas en esta gracia—el amor que busca, y el amor con el cual uno es recibido. Las dos primeras parábolas describen el primer carácter de esta gracia. El pastor busca su oveja, la mujer su moneda: la oveja y la moneda son pasivas. El pastor busca (y la mujer también) hasta que encuentra, porque él tiene interés en el asunto. La oveja, agotada en su vagar, no tiene que dar ni un paso para volver. El pastor la pone sobre sus hombros y la lleva a casa. Él se encarga de todo, feliz por recuperar su oveja. Ésta es la mentalidad del cielo, cualquiera que sea el corazón del hombre en la tierra. Es la obra de Cristo, el Buen Pastor. La mujer pone ante nosotros los dolores que Dios acepta en Su amor; de modo que se trata más de la obra del Espíritu, que es representada mediante la de la mujer. La lámpara es traída—ella barre la casa hasta encontrar la moneda que había perdido. Así actúa Dios en el mundo, buscando pecadores. El aborrecible y odioso celo de la justicia propia no encuentra ningún lugar en los pensamientos del cielo, donde Dios habita, y produce, en la felicidad que le rodea, el reflejo de Sus propias perfecciones.
El Amor Que Recibe; El Hijo Pródigo Y El Padre
Pero aunque ni la oveja ni la moneda hacen nada por ser recuperadas, existe una obra real en el corazón de uno que es traído de regreso; pero esta obra, necesaria como ella es, para el hallazgo o incluso para la búsqueda de paz, no es aquella en que la paz se fundamenta. Por lo tanto, el retorno y el recibimiento del pecador son descritos en la tercera parábola. La obra de gracia, llevada a cabo solamente por el poder de Dios, y completa en sus efectos, nos es presentada en las dos primeras. Aquí el pecador regresa, con sentimientos que examinaremos ahora—sentimientos producidos por la gracia, pero que nunca se elevan a la altura de la gracia manifestada en su recibimiento hasta que él no ha regresado.
El Corazón Del Padre: La Única Medida De Los Modos De Dios
En primer lugar, se describe su alejamiento voluntario de Dios. Aun cuando es culpable en el momento en que cruza el umbral paterno, volviendo su espalda a su padre, como cuando comía algarrobas con los cerdos, el hombre, engañado por el pecado, es presentado aquí en el último estado de degradación al que le había llevado el pecado. Habiendo malgastado todo lo que cayó en sus manos según la naturaleza, la indigencia en que se encuentra (y muchas almas sienten la gran hambre en la que se han introducido, la vaciedad de todo alrededor sin un deseo de Dios ni de santidad, y a menudo introducidas en lo que es degradante en el pecado) no le inclina hacia Dios, sino que le conduce a buscar un recurso en aquello que el país de Satanás (donde nada es gratis) puede suplir; y él se encuentra entre los cerdos. Pero la gracia opera; y se despierta en su corazón el pensamiento acerca de la felicidad de la casa de su padre, y de la bondad que bendecía todo lo que la rodeaba. Donde obra el Espíritu de Dios, siempre se encuentran dos cosas, la convicción en la conciencia y la atracción del corazón. Es realmente la revelación de Dios al alma, y Dios es luz y Él es amor; como luz, se produce convicción en el alma, pero como amor existe la atracción de la bondad, y se produce una confesión verdadera. No se trata meramente de que hemos pecado, sino que tenemos que ver con Dios, y lo deseamos, pero tememos por causa de lo que Él es, con todo, somos conducidos a ir. Así ocurre con la mujer del capítulo 7. Así con Pedro en la barca. Esto produce la convicción de que estamos pereciendo, y una conciencia, que puede ser débil, sin embargo verdadera, de la bondad de Dios y de la felicidad a ser encontrada en Su presencia, aunque no podemos sentirnos seguros de ser recibidos; y nosotros no permanecemos en el lugar donde estamos pereciendo. Hay la conciencia del pecado, hay humillación; la conciencia de que hay bondad en Dios; pero no la conciencia de lo que la gracia de Dios es verdaderamente. La gracia atrae—uno va hacia Dios, pero uno quedaría satisfecho en ser recibido como un siervo—una prueba de que, aunque el corazón es trabajado por la gracia, éste no ha encontrado aún a Dios. Además, el progreso, aunque sea real, nunca da paz. Hay un cierto reposo de corazón al ir; pero uno no sabe qué recibimiento esperar, después de haber sido culpable de dejar a Dios. Cuanto más se acercaba el hijo pródigo a la casa, tanto más palpitaría su corazón al pensar en encontrarse con su padre. Pero el padre se adelanta a su llegada, no según el abandono de su hijo, sino conforme a su propio corazón como un padre—la única medida de los modos de Dios para con nosotros. Él estaba echado sobre el cuello de su hijo mientras este último llevaba aún sus andrajos, y antes de que éste hubiese tenido tiempo de decir, “hazme como a uno de tus jornaleros.” Ya no era tiempo de decirlo. Esto pertenecía a un corazón que se anticipaba a la manera en que iba a ser recibido, no a uno que había encontrado a Dios. Un corazón tal sabe cómo ha sido recibido. El hijo pródigo se las arregla para decirlo (así como la gente habla de un humilde anhelo, y de un humilde lugar); pero aunque la confesión se completa cuando él llega, no dice entonces ‘hazme un jornalero.’ ¿Cómo podía él hacerlo? El corazón del padre había decidido su posición mediante sus propios sentimientos, mediante su amor hacia él. La posición del padre decidió la del hijo. Esto fue entre él y su hijo; pero esto no fue todo. Él amaba a su hijo, aún como era, pero no lo introdujo en la casa en aquella condición. El mismo amor que le recibió como un hijo le haría entrar en la casa como un hijo, y del modo que debía entrar un hijo de un padre tal. Los sirvientes reciben órdenes de traerle el mejor vestido y de vestirle. Amados de este modo, recibidos por amor, en nuestra miseria, nosotros somos vestidos de Cristo para entrar en la casa. Nosotros no traemos el vestido: Dios nos lo proporciona. Se trata de algo enteramente nuevo, y somos hechos justicia de Dios en Él. Este es el mejor vestido del cielo. Todos los demás participan en el gozo, excepto el hombre justo ante sus propios ojos, el verdadero judío. El gozo es el gozo del padre, pero toda la casa lo comparte. El hijo mayor no está en la casa. Él se acerca, pero no va a entrar. Él no tendrá nada que ver con la gracia que hace del hijo pródigo el sujeto del gozo del amor. Sin embargo, la gracia actúa; el padre sale y le ruega que entre. Es así como Dios actuó, en el Evangelio, para con el judío. Sin embargo, la justicia del hombre, la cual no es otra cosa que egoísmo y pecado, rechaza la gracia. Pero Dios no abandonará Su gracia. Es apropiada a Él. Dios será Dios; y Dios es amor.
Es esto lo que ocupa el lugar de las pretensiones de los judíos, quienes rechazaron al Señor, y el cumplimiento de las promesas en Él.
Aquello que da paz, y que caracteriza nuestra posición, no son los sentimientos obrados en nuestros corazones, aunque ciertamente ellos existen, sino aquellos de Dios.

Lucas Lucas Capítulo 16

El Efecto De La Gracia En La Conducta Cristiana; El Mayordomo Infiel
En el capítulo 16, se presenta el efecto de la gracia sobre la conducta, y el contraste que existe (al ser cambiada la dispensación) entre la conducta que el cristianismo requiere con respecto a las cosas del mundo, y la posición de los judíos en este aspecto. Ahora bien, esta posición era solamente la expresión de aquello que la ley ponía en evidencia en el hombre. De este modo, la doctrina personificada por la parábola es confirmada por la historia parabólica en la historia del hombre rico y Lázaro, alzando el velo que oculta el otro mundo en el que se manifiesta el resultado de la conducta del hombre.
El hombre es el mayordomo de Dios (es decir, Dios ha encomendado Sus bienes al hombre). Israel está, sobre todo, en esta posición.
Pero el hombre ha sido infiel; en verdad, Israel también lo ha sido. Dios le ha retirado su mayordomía; pero el hombre está aún en posesión de los bienes para administrarlos, por lo menos, de hecho (como Israel lo estaba en aquel momento). Estos bienes son las cosas de la tierra—aquello que el hombre puede poseer según la carne. Habiendo perdido su mayordomía a causa de su infidelidad, y estando aún en posesión de los bienes, él los utiliza para hacer amigos de entre los deudores de su amo haciéndoles bien. Esto es lo que los cristianos deberían hacer con las posesiones terrenales, emplearlas para los demás, poniendo sus ojos en el futuro. El mayordomo podría haberse apropiado del dinero que se le debía a su amo; él prefirió hacer amigos mediante éste dinero (es decir, sacrifica el presente por las ventajas del futuro). Podemos convertir las riquezas miserables de este mundo en medios para el cumplimiento del amor. El espíritu de la gracia que llena nuestros corazones (siendo nosotros mismos los objetos de gracia), se ejercita con respecto a las cosas temporales, las cuales utilizamos para otros. Para nosotros es en vista a las moradas eternas. “Para que ... , os reciban” (Lucas 16:9) equivale a decir ‘para que seas recibido’—una forma común de expresión en Lucas, para designar el hecho sin hablar de los individuos que lo realizan, aunque usando la palabra “os”.
Riquezas Terrenales Y Celestiales
Observen que las riquezas terrenales no son cosas nuestras; las riquezas celestiales, en el caso de un verdadero cristiano, son las suyas propias. Estas riquezas son injustas, en el sentido de que pertenecen al hombre caído, y no al hombre celestial, ni tenían ningún lugar cuando Adán era inocente.
El Contraste Entre La Dispensación Judía Y La Cristiana
Ahora bien, cuando el velo es alzado dejando ver el otro mundo, la verdad es sacada a la luz plenamente. Y el contraste entre la dispensación judía y la cristiana, es develada claramente; pues el cristianismo revela aquel mundo, y, en cuanto a su principio, pertenece al cielo.
El judaísmo, conforme al gobierno de Dios en la tierra, prometía a los justos una bendición temporal; pero todo estaba en desorden: incluso el Mesías, la cabeza del sistema, fue rechazado. En una palabra, Israel, contemplado como puesto bajo responsabilidad, y para gozar de la bendición terrenal sobre la base de la obediencia, ha fracasado completamente. El hombre, en este mundo, ya no podía, sobre esa base, de ninguna manera, ser el medio de dar testimonio a los modos de Dios en gobierno. Habrá un tiempo de juicio terrenal, pero todavía no había llegado. Mientras tanto, la posesión de las riquezas era cualquier cosa, en lugar de ser una demostración del favor de Dios. El egoísmo personal y ¡cuán lamentable! la indiferencia hacia un hermano necesitado a su puerta, era, en cambio, la característica del hecho de poseerlas entre los judíos. La revelación abre el otro mundo a nuestra vista. El hombre, en este mundo, está caído, es impío. Si ha recibido sus cosas buenas aquí, él tiene la porción del hombre pecador; será atormentado, mientras que el otro al cual había despreciado encontrará la felicidad en el otro mundo.
La Historia En Forma De Parábola Del Hombre Rico Y Lázaro: Este Mundo Y El Otro
No se trata aquí de aquello que da derecho a entrar al cielo, sino del carácter y el contraste entre los principios de este mundo y los del mundo invisible. El judío escogió este mundo; él ha perdido este, y también el otro. El pobre de quien había pensado en forma tan despreciativa, se encuentra en el seno de Abraham. El tenor completo de esta parábola muestra su conexión con el asunto de las esperanzas de Israel, y la idea de que las riquezas eran una prueba del favor de Dios (una idea que, aunque es falsa en cada caso, es bastante comprensible si este mundo es la escena de bendición bajo el gobierno de Dios). El asunto de la parábola es mostrado también por lo que se encuentra al final de ella. El miserable hombre rico, desea que sus hermanos puedan ser advertidos por alguien que se hubiera levantado de entre los muertos. Abraham le declara la inutilidad de este procedimiento. Todo había terminado con Israel. Dios no ha presentado nuevamente a Su Hijo a la nación que le rechazó, despreciando a la ley y a los profetas. El testimonio de Su resurrección se enfrentó con la misma incredulidad que le había rechazado cuando vivía, así como con los profetas antes de Él. No hay consuelo en el otro mundo si el testimonio de la Palabra a la conciencia es rechazado en este mundo. La gran sima (abismo) no puede ser cruzada. Un Señor que regresase no convencería a aquellos que habían despreciado la Palabra. Todo está relacionado con el juicio de los judíos, el cual daría fin a la dispensación; así como la parábola anterior muestra cual debería ser la conducta de los cristianos con respecto a las cosas temporales. Todo fluye de la gracia la cual, en amor de parte de Dios, llevó a cabo la salvación del hombre, y desechó la dispensación legal y sus principios, introduciendo las cosas celestiales.

Lucas Capítulo 17

Instrucciones Para El Andar Cristiano; Los Diez Leprosos
La gracia es la fuente del andar del cristiano, y proporciona instrucciones para este andar. El cristiano no puede menospreciar al débil y quedar impune. No debe cansarse de perdonar a su hermano. Si tuviera fe como un grano de mostaza, el poder de Dios está, por decirlo así, a su disposición. No obstante, cuando haya hecho todo esto, no habrá hecho más que cumplir con su deber (vers. 5-10). El Señor muestra luego (vers. 11-37) la liberación del judaísmo, el cual Él aún reconocía; y, después de eso, el juicio de éste. Él estaba pasando a través de Samaria y Galilea: diez leprosos vienen hacia Él rogándole, desde lejos, que los sanase. Él los envía a los sacerdotes. Esto fue, de hecho, tanto como decir, Ustedes están limpios. Habría sido inútil haberles declarado inmundos; y ellos lo sabían. Ellos aceptan la Palabra del Señor, y se marchan con esta convicción, y son sanados inmediatamente en el camino. Nueve de ellos, satisfechos con cosechar el beneficio de Su poder, prosiguen su camino hacia los sacerdotes, y continúan siendo judíos, sin salir del antiguo redil. Jesús, en realidad, todavía reconocía este redil; pero ellos solamente le reconocían a Él mientras podían beneficiarse de Su presencia y quedarse donde estaban. No vieron nada en Su Persona, ni en el poder de Dios en Él, que les atrajese. Ellos siguen siendo judíos. Sin embargo, este pobre desconocido—el décimo—reconoce la buena mano de Dios. Él cae a los pies de Jesús, dándole gloria. El Señor le dice que se vaya en la libertad de la fe: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado.” Ya no necesita ir al sacerdote. Él había encontrado a Dios y la fuente de la bendición en Cristo, y se va liberado del yugo que pronto iba a ser roto judicialmente para todos.
El Reino De Dios Entre Ellos Con El Rey En Medio De Ellos
Porque el reino de Dios estaba entre ellos. Para aquellos que lo podían discernir, el Rey estaba allí en medio de ellos. El reino no vino de forma tal como para atraer la atención del mundo. Estaba allí, para que los discípulos deseasen ver pronto uno de aquellos días que habían disfrutado durante el tiempo de la presencia del Señor en la tierra, pero no lo verían. Él anuncia, entonces, las pretensiones de los falsos Cristos, habiendo sido rechazado el verdadero, de modo que el pueblo sería presa de las asechanzas del enemigo. Los discípulos no tenían que seguirlos. En relación con Jerusalén, ellos estarían expuestos a estas tentaciones, pero tenían las instrucciones del Señor como guía para pasar a través de ellas.
Los Postreros Días; El Regreso Del Hijo Del Hombre a La Tierra En Juicio Discernidor, Diferenciador, En La Tierra
Luego el Hijo del Hombre, en Su día, sería como el relámpago: pero, antes de eso, Él debe sufrir muchas cosas de parte de los judíos incrédulos. El día sería como aquel de Lot y de Noé: los hombres estarían confiados, continuando con sus ocupaciones carnales, como el mundo sorprendido por el diluvio, y como Sodoma por el fuego del cielo. Será la revelación del Hijo del Hombre—Su revelación pública—súbita y vívida. Esto se refería a Jerusalén. Siendo advertidos así, la preocupación de ellos era escapar del juicio del Hijo del Hombre el cual, en el tiempo de Su venida, caería sobre la ciudad que le había rechazado; porque este Hijo del Hombre, a quien ellos habían desconocido, vendría de nuevo en Su gloria. No se debía mirar atrás; eso sería tener el corazón en el lugar de juicio. Mejor perderlo todo, aún la vida misma, que estar asociado con aquello que iba a ser juzgado. Si lograban escapar y salvar sus vidas mediante la infidelidad, el juicio era el juicio de Dios; Él sabría cómo alcanzarlos en su cama, y distinguir entre dos que estuvieran en una cama, y entre dos mujeres que molieran el grano de la familia en el mismo molino.
Este carácter del juicio muestra que no es la destrucción de Jerusalén por mano de Tito lo que se da a entender. Era el juicio de Dios que podía discernir, quitar, y salvar. Ni es el juicio de los muertos, sino un juicio en la tierra: ellos están en cama, están en el molino, están en las azoteas y en los campos. Advertidos por el Señor, debían abandonar todo, y ocuparse solamente de Aquel que venía a juzgar. Si preguntaban dónde sucedería todo esto—dondequiera que yaciera el cuerpo, allí sería el juicio que vendría como un águila, la cual ellos no podían ver, pero de la cual la presa no escaparía.

Lucas Capítulo 18

La Perseverancia En Oración Es El Recurso Del Fiel En El Tiempo Del Juicio
Pero, en presencia de todo el poder de sus enemigos y opresores (porque existirían los tales, como hemos visto, de modo que ellos podrían incluso perder sus vidas), había un recurso para el remanente afligido. Ellos tenían que perseverar en oración, el recurso, además, en todo momento, del fiel—el recurso del hombre, si él lo comprendiera. Dios vengaría a Sus escogidos, aunque, en cuanto al ejercicio de su fe, Él, de hecho, la probaría. Pero cuando Él venga, ¿hallará el Hijo del Hombre esta fe que esperaba Su intervención? Esa era la solemne pregunta, cuya respuesta es dejada a la responsabilidad del hombre—una pregunta que implica que apenas se podía esperar hallar esta fe, pese a que tenía que existir. No obstante, si había algo de fe que fuera aceptable a Aquel que la buscaba, esta no sería defraudada o confundida.
La Doble Presentación Del Reino En Los Postreros Días; El Día Del Juicio De Los Malos
Se observará que el reino (y éste es el tema) es presentado de dos maneras entre los judíos en aquel momento—en la Persona de Jesús a la sazón presente (cap. 17:21), y en la ejecución del juicio, en el cual los escogidos serían preservados, y la venganza de Dios ejecutada en nombre de ellos. Por este motivo, ellos sólo tenían que pensar en agradarle, por muy cruel y confiado que el mundo pudiera ser. Se trata del día del juicio de los impíos, y no del día en que los justos serán arrebatados al cielo. Enoc y Abraham tipifican más este segundo día; Noé y Lot tipifican aquellos que serán preservados para vivir en la tierra; sólo que hay opresores de quienes el remanente será vengado. El versículo 31 (del capítulo 17) muestra que ellos deben pensar sólo en el juicio, y que, como hombres, no deben relacionarse con nada. Desligados de todo, su única esperanza estaría en Dios en esos momentos.
Caracteres Adecuados Al Reino De Dios; El Espíritu De Un Niño Muy Pequeño
El Señor reanuda entonces, en el versículo 9 del capítulo 18, la descripción de esos caracteres que eran los adecuados al reino, para entrar ahora en este reino siguiéndole a Él. A partir del versículo 35, se aproxima, históricamente, la gran transición.
Entonces, el versículo 8 del capítulo 18, pone fin a la advertencia profética con respecto a los postreros días. Después, el Señor reanuda la consideración de los caracteres que convienen al estado de cosas introducido por la gracia. La justicia propia está lejos de ser una recomendación para entrar en el reino. El pecador más miserable, confesando su pecado, es justificado delante de Dios, más bien que aquel que exhibe su justicia propia. El que se enaltece, será humillado, y el que se humilla será enaltecido. ¡Qué modelo y testimonio de esta verdad fue el mismo Señor Jesucristo!
El espíritu de un niño muy pequeño—simple, creyendo todo lo que le dicen, confiando, de poca importancia ante sus propios ojos, que tiene que ceder ante todo—este era el espíritu correcto para el reino de Dios. ¿Qué otra cosa admitiría Él?
El Hombre Principal Rico, Joven, Y Sus Bendiciones Temporales En Contraste Con El Rechazo De Cristo
Nuevamente, los principios del reino, establecido por el rechazo de Cristo, estaban en pleno contraste con las bendiciones temporales unidas a la obediencia a la ley, excelente como era esa ley en su lugar. No había bondad alguna en el hombre: solamente Dios es bueno. El joven que había cumplido la ley en su andar exterior, es llamado a dejar todo para que pudiese seguir al Señor. Jesús conocía sus circunstancias y su corazón, y puso Su dedo en la codicia que lo gobernaba y que era alimentada por las riquezas que él poseía. Tenía que vender todo lo que poseía y seguir a Jesús; él debía tener un tesoro en el cielo. El joven se marchó triste. Las riquezas que, ante los ojos de los hombres, parecían ser una señal del favor de Dios, no fueron más que un obstáculo cuando el corazón y el cielo fueron considerados. El Señor anuncia, al mismo tiempo, que cualquiera que abandonase cualquier cosa apreciada a causa del reino de los cielos, recibiría mucho más en este mundo, y, en el venidero, la vida eterna. Podemos reparar que es solamente el principio el que es presentado aquí en referencia al reino.
El Camino a La Cruz
Finalmente el Señor, en Su camino a Jerusalén, dice claramente a Sus discípulos, en privado, que Él iba a ser entregado, que iba a ser maltratado y muerto, para resucitar después. Era el cumplimiento de todo lo que los profetas habían escrito. Pero los discípulos no entendieron ninguna de estas cosas.
Si el Señor iba a hacer que aquellos que le siguieran tomaran la cruz, no podía hacerlo si no la llevaba Él mismo. Él fue delante de Sus ovejas, en esta senda de negación propia y consagración, para preparar el camino. Él fue solo. Fue un sendero que Su pueblo no había pisado aún, ni en realidad podían pisarlo hasta que Él no lo hubiera hecho.
El Último Acercamiento Del Señor a Jerusalén
La historia de Su último acercamiento a Jerusalén y de Su relación con ella, comienza ahora (vers. 35).
Aquí, entonces, Él se presenta nuevamente como el Hijo de David, y por última vez; poniendo sobre la conciencia de la nación Sus derechos a ese título, al tiempo que manifiesta las consecuencias de Su rechazo.
Gracia Para El Ciego Cerca De Jericó, La Ciudad De La Maldición
Cerca de Jericó, el lugar de maldición, Él da la vista a un ciego que cree en Su título de Hijo de David. De la misma manera, de hecho, aquellos que poseían esa fe recibieron su vista para seguirle a Él, y vieron cosas aún mayores que estas.

Lucas Capítulos 19-20

Gracia Trayendo Salvación En Jericó Para Los Perdidos
En Jericó, Él presenta la gracia a pesar del espíritu farisaico. No obstante, es como hijo de Abraham que Él señala a Zaqueo, el cual—en realidad, en una falsa posición como tal—poseía una conciencia tierna y un corazón generoso. Su posición, a los ojos de Jesús, no le quitó el carácter de hijo de Abraham (si tuviera ese efecto, ¿quién podría haber sido bendecido?), y no obstruyó el camino a esa salvación que había venido para salvar a los perdidos. Esta salvación entró con Jesús en la casa de este hijo de Abraham. Él trajo salvación, quienquiera que fuese heredero de ella.
La Partida Del Señor Anunciada Con Anticipación; La Responsabilidad De Sus Siervos En Su Ausencia
No obstante, Él no les oculta Su partida, y el carácter que el reino asumiría, debido a Su ausencia. En cuanto a ellos, Jerusalén y la expectativa del reino venidero, llenaban sus mentes. El Señor, por consiguiente, les explica lo que habría de suceder. Él se va a recibir un reino y volver. Entretanto, Él encomienda algunos de Sus bienes (los dones del Espíritu) a Sus siervos para que comercien con ellos durante Su ausencia. La diferencia entre esta parábola y aquella en el Evangelio de Mateo es esta: Mateo presenta la soberanía y la sabiduría del dador, quien varía Sus dones según la aptitud de Sus siervos (Mateo 25:14-30); en Lucas se trata más particularmente de la responsabilidad de los siervos, quienes reciben cada uno la misma suma, y uno gana con ella, en interés de su maestro, más que el otro. Conforme a esto, no se dice, como en Mateo, “entra en el gozo de tu Señor”, la misma cosa a todos, y la cosa más excelente; pero a uno le es dada autoridad sobre diez ciudades; al otro, sobre cinco (es decir, una participación en el reino conforme a la labor de ellos). El siervo no pierde lo que ha ganado, aunque fuera para su maestro. Él disfruta de ello. No sucede lo mismo con el siervo que no hizo uso de su talento; aquello que le había sido confiado a él le es dado al otro que había ganado diez.
Aquello que ganamos espiritualmente aquí, en inteligencia espiritual, y en el conocimiento de Dios en poder, no se pierde en el otro mundo. Por el contrario, recibimos más, y la gloria de la herencia nos es dada en proporción a nuestra obra. Todo es gracia.
Rechazo Persistente De Los Judíos Predicho
Pero, había aún otro elemento en la historia del reino. Los ciudadanos (los judíos) no sólo rechazan al rey, sino que, cuando él se ha ido para recibir el reino, envían un mensajero tras Él para decirle que ellos no aceptarán que reine sobre ellos. De este modo los judíos, cuando Pedro les presenta el pecado de ellos, y les declara que si se arrepentían Jesús volvería, y con Él los tiempos de refrigerio, ellos rechazan este testimonio y, por así decirlo, envían a Esteban tras Jesús para testificar que ellos no quieren tener nada que ver con Él. Cuando Él regrese en gloria, la nación perversa es juzgada ante Sus ojos. Los enemigos declarados de Cristo, ellos reciben la recompensa de su rebelión.
La Última Y Personal Presentación Del Señor Del Reino, Al Pueblo De Jerusalén
Él había declarado lo que era el reino—aquello que iba a ser. Él viene ahora para presentarlo por última vez en Su Persona a los habitantes de Jerusalén, conforme a la profecía de Zacarías. Esta notable escena ha sido considerada en su aspecto general al estudiar Mateo y Marcos; pero algunas circunstancias particulares requieren ser notadas aquí. Todo es reunido alrededor de Su entrada. Los discípulos y los Fariseos están en contraste. Jerusalén está en el día de su visitación, y ella no lo sabe.
Algunas notables expresiones son pronunciadas, en esta ocasión, por Sus discípulos, movidos por el Espíritu de Dios. Si hubieran guardado silencio, las piedras habrían prorrumpido proclamando la gloria del Rechazado. El reino, en sus aclamaciones de triunfo, no es simplemente el reino en su aspecto terrenal. En Mateo fue: “¡Hosanna al Hijo de David!”, y “Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” Esto era, de hecho, cierto; pero aquí tenemos algo más. El Hijo de David desaparece. Él es realmente el Rey, que viene en el nombre del Señor; pero ya no se trata del remanente de Israel que busca salvación en el nombre del Hijo de David, reconociendo Su título. Aquí es “¡ ... paz en el cielo, y gloria en las alturas!” El reino depende de que la paz sea establecida en los lugares celestiales. El Hijo de David, exaltado en las alturas y victorioso sobre Satanás, ha reconciliado los cielos. La gloria de la gracia en Su Persona es establecida para la eterna y suprema gloria del Dios de amor. El reino en la tierra no es sino una consecuencia de esta gloria que la gracia ha establecido. El poder que echó fuera a Satanás ha establecido la paz en el cielo. Al principio, en Lucas 2:14, tenemos, en la gracia manifestada, “¡Gloria en (lo) más alto a Dios y sobre (la) tierra paz entre (los) hombres de (su) buena voluntad!” (Lucas 2:14—Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español de Francisco Lacueva, Editorial CLIE). Para establecer el reino, la paz es hecha en el cielo; la gloria de Dios se establece plenamente en lo más alto.
El Llanto Del Señor Sobre Jerusalén; Su Destrucción Venidera; La Viña Entregada a Otros
Se observará aquí que, mientras se acerca a Jerusalén, el Señor llora sobre la ciudad. No es ahora como en Mateo, donde, mientras discutía con los judíos, Él la señala como aquella que habiendo rechazado y matado a los profetas—y también a Emanuel, el Señor, quien tan a menudo había querido reunir a sus hijos bajo Sus alas, siendo ignominiosamente rechazado—quedaba ahora abandonada a la desolación hasta Su regreso. Es la hora de su visitación, y ella no la ha conocido. ¡Si solamente hubiera oído, incluso ahora, el llamamiento del testimonio de su Dios! Es entregada, entonces, en manos de los Gentiles, sus enemigos, los cuales no dejarán en ella una piedra sobre otra. Es decir, no habiendo conocido esta visitación de Dios en gracia en la Persona de Jesús, ella es desechada—el testimonio no continúa—ella cede el lugar a un nuevo orden de cosas. Así, la destrucción de Jerusalén por Tito es aquí prominente. Es, también, del carácter moral del templo de lo que habla aquí el Señor. El Espíritu no pone en claro aquí que éste ha de ser el templo de Dios para todas las naciones. Se trata simplemente (cap. 20:16) de la viña dada a otros. Ellos cayeron sobre la piedra de tropiezo entonces: cuando caiga sobre ellos—cuando Jesús venga en juicio—ésta los desmenuzará.
Los Saduceos Reciben Respuesta; La Certeza De La Resurrección; Vida Futura
En Su respuesta a los Saduceos, se añaden tres cosas importantes a lo que se dice en Mateo. En primer lugar, no se trata solamente de la condición de aquellos que resucitan y de la certidumbre de la resurrección; se trata de una época, en la cual sólo una cierta clase, considerada digna de ella, obtendrá una resurrección separada de los justos (vers. 35). En segundo lugar, esta clase está compuesta por los hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección (vers. 36). En tercer lugar, mientras esperan esta resurrección, sus almas sobreviven a la muerte; todos viven para Dios, aunque ellos puedan estar ahora ocultos a los ojos de los hombres (vers. 38).
Características Y Diferencias De Los Relatos De Mateo Y Lucas, De Los Discursos Proféticos Del Señor
La parábola de la fiesta de bodas es omitida aquí. En el capítulo 14 de este Evangelio la hallamos con elementos característicos, una misión en las calles de la ciudad, y a los despreciados de las naciones, elementos que no están en Mateo, quien nos presenta, en cambio, el juicio de Jerusalén, antes de anunciar la evangelización de los Gentiles. Todo esto es característico. En Lucas se trata de la gracia, una condición moral del hombre ante Dios, y el orden nuevo de cosas fundamentado sobre el rechazo de Cristo. No me detendré sobre esos puntos que Lucas relata en común con Mateo. Ellos coinciden naturalmente en los grandes hechos concernientes al rechazo del Señor por los judíos, y sus consecuencias.
Si comparamos Mateo 23 y Lucas 20:45-47, veremos enseguida la diferencia. En Lucas, el Espíritu nos entrega en tres versículos aquello que aparta moralmente a los escribas. En Mateo se desarrolla toda la posición de ellos con respecto a la dispensación; ya sea como teniendo un lugar, en tanto Moisés continuase, o con referencia a su culpabilidad ante Dios en dicho lugar.

Lucas Capítulo 21

El Carácter Del Evangelio De Lucas Es Mostrado; El Período Presente Y Su Final Es Indicado
El discurso del Señor en el capítulo 21 muestra el carácter del Evangelio de una manera peculiar. El espíritu de gracia, en contraste con el espíritu Judaico, es contemplado en el relato de la ofrenda de la viuda pobre. Pero la profecía del Señor requiere una atención más detallada. El versículo 6, como vimos al final del capítulo 19, habla sólo de la destrucción de la Jerusalén de aquel entonces. Esto también se aplica a la pregunta de los discípulos. Ellos no dicen nada del final del siglo. El Señor plantea, después, las obligaciones y las circunstancias de Sus discípulos antes de esa hora. En el versículo 8 se dice: “El tiempo está cerca”, lo cual no hallamos en Mateo (Mateo 24:4). Él entra mucho más en el detalle con respecto al ministerio de ellos durante ese período, Él les anima, les promete la ayuda necesaria. La persecución se convertiría en un testimonio para ellos. Desde la mitad del versículo 11 hasta el final del 19, tenemos detalles relativos a Sus discípulos, que no se encuentran en el correspondiente pasaje de Mateo. Estos versículos presentan el estado general de cosas en el mismo sentido, añadiendo la condición de los judíos, especialmente de aquellos que, en mayor o menor medida, profesaban haber recibido la Palabra. Toda la corriente del testimonio, dado en relación con Israel, pero extensivo a las naciones, se encuentra en Mateo al final del versículo 14 (Mateo 24:14). En Lucas, se trata del servicio venidero de los discípulos, hasta el momento en que el juicio de Dios ponga fin a aquello que prácticamente terminó con el rechazo de Cristo. Consecuentemente, el Señor no dice nada en el versículo 20 sobre la abominación desoladora mencionada por Daniel, pero presenta el hecho del sitio de Jerusalén y su desolación cercana—no del final del siglo, como en Mateo. Éstos eran los días de venganza sobre los judíos, quienes habían llegado al cenit de su rebelión al rechazar al Señor. Por lo tanto, Jerusalén sería hollada por los Gentiles, hasta que los tiempos de los Gentiles se cumplieran, es decir, los tiempos destinados a la soberanía de los imperios Gentiles conforme al consejo de Dios revelado en las profecías de Daniel. Éste es el período en el cual nosotros vivimos ahora. Hay una interrupción aquí en este discurso. Su tema principal está concluido; pero hay aún algunos acontecimientos de la última escena que han de ser revelados, los cuales cierran la historia de esta supremacía Gentil.
El Fin De La Edad; La Venida Del Hijo Del Hombre
Veremos también que, aunque sea el comienzo del juicio, del cual Jerusalén no se levantará hasta que todo se cumpla y el cántico de Isaías 40 sea dirigido a ella, no obstante, la gran tribulación no es mencionada aquí. Hay gran angustia, e ira sobre el pueblo, como fue realmente el caso en el sitio de Jerusalén por Tito; y los judíos fueron conducidos cautivos también. No se dice tampoco: “Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días.” (Mateo 24:29). Sin embargo, sin ser designada la época, pero después de haber hablado de los tiempos de los Gentiles, el fin del siglo viene. Hay señales en el cielo, angustia en la tierra, un poderoso movimiento en las olas de la población humana. El corazón del hombre, alarmado por la profecía, vislumbra las calamidades que, desconocidas aún, le están amenazando; pues todas las influencias que gobiernan a los hombres son conmovidas. Entonces ellos verán al Hijo del Hombre, una vez rechazado de la tierra, viniendo del cielo con los estandartes de Jehová, con poder y gran gloria—el Hijo del Hombre, de quien este Evangelio ha hablado continuamente. Allí acaba la profecía. No tenemos aquí la reunión de los Israelitas escogidos, los cuales fueron dispersados, y de los que habla Mateo.
Exhortaciones a Velar; El Día De Angustia, Una Señal De Liberación Para La Fe
Lo que viene a continuación consiste en exhortaciones, a fin de que ese día de angustia pueda ser como una señal de liberación para la fe de aquellos que, confiando en el Señor, obedecen la voz de Su siervo. La “generación” (una palabra ya explicada cuando consideramos Mateo) no pasaría hasta que todo se cumpliera. La extensión de tiempo que ha transcurrido desde entonces, y que debe transcurrir hasta el fin, es mantenido en la oscuridad. Las cosas celestiales no se miden con fechas. Además, ese momento está escondido en el conocimiento de Su Padre (Mateo 24:36). Con todo, el cielo y la tierra pasarían, pero no las palabras de Jesús. Luego, Él les dice que, mientras morasen en la tierra, deben ser vigilantes, para que sus corazones no se abrumaran por cosas que los hundirían en este mundo, en medio del cual iban a ser testigos. Porque ese día vendría como lazo sobre todos los que tuviesen su morada aquí, los que estuviesen arraigados aquí. Ellos tenían que orar y velar, a fin de escapar de todas esas cosas, y tenían que permanecer en la presencia del Hijo del Hombre. Éste es todavía el gran asunto de nuestro Evangelio. Estar con Él, como aquellos que han escapado de la tierra, estar entre los 144.000 sobre el Monte Sión, será un cumplimiento de esta bendición, pero el lugar no se menciona; así que, suponiendo que aquellos a quienes se dirigía personalmente fueran fieles a Él, la esperanza despertada por Sus palabras se cumpliría de manera más excelente ante Su presencia celestial en el día de gloria.

Lucas Capítulo 22

Acercándose Al Final De La Vida Del Señor; Los Principales Sacerdotes Y Judas; La Pascua
En el capítulo 22 comienzan los detalles del final de la vida de nuestro Señor. Los principales sacerdotes, temerosos del pueblo, buscan la forma de matarle. Judas, bajo la influencia de Satanás, se ofrece como instrumento, para que ellos puedan prenderle en ausencia de la multitud. El día de la Pascua se acerca, y el Señor prosigue con lo que pertenecía a Su obra de amor en estas inmediatas circunstancias. Pondré atención en los puntos que pertenecen al carácter de este Evangelio, en el cambio que se produjo en relación inmediata y directa con la muerte del Señor. De este modo, Él deseó comer esta última Pascua con sus discípulos, porque no la iba a comer más hasta que se cumpliese en el reino de Dios, es decir, mediante Su muerte. No bebe más vino hasta que el reino de Dios venga. Él no dice, hasta que Él lo beba nuevo en el reino de Su Padre (como en Mateo 26:29), sino solamente que Él no lo bebería hasta que el reino viniese: precisamente como los tiempos de los Gentiles son considerados como algo presente, así también el cristianismo aquí, el reino como es ahora, no el milenio. Observemos también qué expresión tan conmovedora de amor tenemos aquí: Su corazón necesitaba este último testimonio de afecto antes de dejarlos.
El Fundamento Del Nuevo Pacto
El nuevo pacto está fundamentado en la sangre bebida aquí en figura. El antiguo se había acabado. Se requería sangre para establecer el nuevo. Al mismo tiempo, hay que decir que el pacto mismo no fue establecido; pero todo fue hecho de parte de Dios. La sangre no fue derramada para consolidar un pacto de juicio como fue el primero; ella fue derramada para aquellos que recibieran a Jesús, mientras esperan el momento en que el pacto mismo sería establecido con Israel en gracia.
La Ignorancia E Inocencia De Los Discípulos
Los discípulos, creyendo las palabras de Cristo, ignoran, y se preguntan unos a otros, cuál de ellos sería el que le traicionaría, una sorprendente expresión de fe en todo aquel que la pronunciaba—pues ninguno, excepto Judas, tenía una mala conciencia—una expresión que señalaba la inocencia de ellos. Y al mismo tiempo, pensando en el reino de una forma carnal, ellos disputan por el primer lugar en él; y esto, en presencia de la cruz, a la mesa donde el Señor les estaba dando las últimas muestras de Su amor. Había sinceridad de corazón, pero ¡qué corazón el que tiene esta verdad! En cuanto a Él, había tomado el lugar más bajo, y ese lugar—como el más excelente para el amor—era de Él solo. Ellos tenían que seguirle lo más cercanamente que pudieran. Su gracia reconoce que así lo habían hecho, como si Él fuese el deudor de ellos al cuidarlos durante Su tiempo de dolor en la tierra. Él lo recordaba. En el día de Su reino, y de entre aquellos que le hubieran seguido, ellos tendrían doce tronos, como cabezas de Israel.
Zarandeados Por Satanás, El Señor Ruega Por Ellos
Pero ahora era un asunto de pasar por la muerte; y, habiéndole seguido hasta aquí, ¡qué oportunidad del enemigo para zarandearlos puesto que ellos ya no podían seguir al Señor, como hombres vivos en la tierra! Todo lo que pertenecía a un Mesías vivo había sido subvertido, y la muerte estaba allí. ¿Quién podía pasar por ella? Satanás iba a aprovecharse de ello, y deseaba tenerlos para zarandearlos. Jesús no busca evitarles a Sus discípulos este zarandeo. No era posible, pues Él debía pasar por la muerte, y la esperanza de ellos estaba en Él. No pueden escapar de esto: la carne debía ser sometida a la prueba de la muerte. Pero Él ruega por ellos, para que la fe de uno, a quien Él menciona especialmente, no faltase. Simón, vehemente en la carne, se expuso más que ninguno al peligro al que una falsa confianza en la carne podía conducirle, pero en el cual ésta no podía sostenerle. Siendo, no obstante, el objeto de esta gracia de parte del Señor, su caída proveería el medio de su fortaleza, al conocer lo que la carne era, y también al conocer la perfección de la gracia; él estaría capacitado para fortalecer a sus hermanos. Pedro afirmó que podía hacer cualquier cosa—las cosas mismas en las que fracasaría totalmente. El Señor le advierte brevemente acerca de lo que él haría realmente.
La Advertencia Anticipada De Cambio En La Ausencia Del Señor; El Poder Del Enemigo
Luego, Jesús toma ocasión para prevenirlos de que todo estaba a punto de cambiar. Durante Su presencia aquí abajo, el verdadero Mesías, Emanuel, los había resguardado de todas las dificultades; cuando los envió a través de todo Israel, no les faltó de nada. Pero ahora (pues el reino no venía aún en poder) ellos estarían expuestos, al igual que Él, al desprecio y la violencia. Humanamente hablando, ellos tendrían que cuidar de sí mismos. A Pedro, siempre atrevido, tomando las palabras del Señor literalmente, se le permitió poner al desnudo sus pensamientos exhibiendo dos espadas. El Señor le detiene con una palabra que le mostró que era inútil ir más lejos. Ellos no estaban capacitados para eso en aquel momento. En cuanto a Él, prosigue con perfecta tranquilidad Sus hábitos diarios.
Abrumado en espíritu por lo que se acercaba, Él exhorta a Sus discípulos a orar, para que no entren en tentación; es decir, para que cuando llegara el momento de ser puestos a prueba, caminando con Dios, esto fuera para ellos ocasión de mostrar obediencia a Dios, y no un medio para alejarse de Él. Existen tales momentos, si Dios permite que vengan, en los que todo es puesto a prueba mediante el poder del enemigo.
El Hombre Perfecto, Dependiente, En Getsemaní
La dependencia del Señor como hombre es entonces exhibida de la manera más sorprendente. La escena entera de Getsemaní y de la cruz, en Lucas, es el hombre dependiente perfecto. Él ora: Él se somete a la voluntad de Su Padre. Un ángel le fortalece: este era el servicio de ellos para con el Hijo del Hombre. Más tarde, en profundo combate, Él ora con más fervor: como hombre dependiente, Él es perfecto en toda Su dependencia. La intensidad del conflicto hace más profunda Su relación con el Padre. Los discípulos estaban angustiados al sólo ver la sombra de lo que llevó a Jesús a orar. Ellos se refugian en el olvidadizo sueño. El Señor, con la paciencia de la gracia, repite Su advertencia, y la multitud llega. Pedro, sintiéndose confiado al ser advertido, durmiendo ante la cercanía de la tentación cuando el Señor oraba, golpea cuando Jesús se entrega para ser llevado como oveja al matadero, y entonces, ¡cuán lamentable! él niega al tiempo que Jesús confiesa la verdad. Pero, sumiso como el Señor era a la voluntad de Su Padre, muestra claramente que Su poder no se había apartado de Él. Sana la herida que Pedro infligió al siervo del sumo sacerdote, y luego permite que se lo lleven, con la observación de que esa era la hora de ellos y la potestad de las tinieblas. ¡Triste y terrible asociación!
El Juicio Inicuo; La Defección De Pedro; El Hijo Del Hombre Es El Hijo De Dios
En toda esta escena contemplamos la completa dependencia del hombre, el poder de la muerte sentido, como una prueba, en toda su fuerza; pero aparte de todo aquello que estaba sucediendo en Su alma y delante de Su Padre, en lo cual vemos la realidad de estas dos cosas, había la más perfecta tranquilidad, la calma más gentil para con los hombres,—gracia que nunca se contradice. Así, cuando Pedro le niega como Él había predicho, Él le mira en el momento apropiado. Toda la puesta en escena de ese juicio mentiroso no distrae Sus pensamientos, y Pedro es quebrantado mediante esa mirada. Cuando es interrogado, Él tiene poco que decir. Su hora había llegado. Sometido a la voluntad del Padre, aceptó la copa de Su mano. Sus jueces no hicieron más que cumplir esa voluntad, y le traen la copa. No da ninguna respuesta a la pregunta de si Él es el Cristo. Ya no era el tiempo de hacerlo. Ellos no lo habrían creído—y tampoco le hubieran respondido si Él les hubiera hecho preguntas que hubieran sacado la verdad a la luz; tampoco le hubiesen dejado marchar. Pero Él ofrece el más claro testimonio del lugar que, desde esa hora, tomó el Hijo del Hombre. Esto lo hemos visto repetidamente al leer este Evangelio. Él se iba a sentar a la diestra del poder de Dios. Vemos también que es el lugar que ocupa en el presente. Ellos sacan inmediatamente la conclusión correcta: “¿Luego eres tú el Hijo de Dios?” (Lucas 23:70). Él da testimonio de esta verdad, y todo termina; es decir, queda pendiente la pregunta de si Él era el Mesías—eso había pasado para Israel—Él iba a sufrir; Él es el Hijo del Hombre, pero de ahora en adelante solamente como entrando en la gloria; y Él es el Hijo de Dios. Todo había terminado con Israel en cuanto a su responsabilidad; la gloria celestial del Hijo del Hombre, la gloria personal del Hijo de Dios pronto iba a resplandecer; y Jesús (cap. 23) es conducido a los Gentiles, para que todo se cumpla.

Lucas Capítulo 23

La Culpabilidad De Los Gentiles; Injusticia Flagrante
Los Gentiles, no obstante, no son presentados en este Evangelio como siendo voluntariamente culpables. Vemos, sin dudas, una indiferencia que llega a ser una injusticia flagrante en un caso como éste, y una insolencia que nada puede excusar; pero Pilato hace lo que puede para liberar a Cristo, y Herodes, decepcionado, lo envía de vuelta sin haberle juzgado. La voluntad está totalmente en el lado de los judíos. Ésta es la característica de esta parte de la historia en el Evangelio de Lucas. Pilato hubiera preferido no haberse cargado con este crimen inútil, y despreciaba a los judíos; pero ellos estaban resueltos a crucificar a Jesús y pidieron que Barrabás fuera soltado—un hombre sedicioso y un homicida (véase vers. 20-25).
El Rey De Los Judíos En La Cruz Para La Salvación Eterna De Almas
Jesús, por consiguiente, mientras era conducido al Calvario, anunció a las mujeres, quienes hacían lamentación por Él con sentimientos naturales, que todo había terminado para Jerusalén, que ellas tenían que lamentarse por su propia suerte y no por la de Él; pues vendrían días sobre Jerusalén que las harían llamar felices a aquellas que nunca habían sido madres—días en los cuales buscarían refugiarse en vano del terror y del juicio. Porque si en Él, el verdadero árbol verde, habían sido hechas estas cosas, ¿qué llegaría a ser del árbol seco del judaísmo sin Dios? Sin embargo, en el momento de Su crucifixión, el Señor intercede a favor del desdichado pueblo: ellos no sabían lo que hacían; intercesión para la cual el discurso de Pedro a los judíos (Hechos 3) es la notable respuesta por el Espíritu Santo descendido del cielo. Los gobernantes de entre los judíos, completamente ciegos, al igual que el pueblo, se burlan de Él diciendo que era incapaz de salvarse a Sí mismo de la cruz—ignorando que era imposible que lo hiciera si Él era un Salvador, y que todo les había sido quitado, y que Dios estaba estableciendo otro orden de cosas, fundamentado en la expiación, en el poder de la vida eterna por la resurrección. ¡Temible ceguera, de la que los soldados no eran sino simples imitadores, conforme a la malignidad de la naturaleza humana! Pero el juicio de Israel estaba en boca de ellos, y (de parte de Dios) sobre la cruz. Era el Rey de los judíos quien colgaba allí—humillado ciertamente, pues un ladrón colgado a Su lado pudo injuriarle—pero en el lugar al que el amor le había llevado para la salvación presente y eterna de las almas. Esto se manifestó en aquel mismo momento. Los insultos que le reprocharon por no haber querido salvarse Él mismo de la cruz, tuvieron su respuesta en la suerte del ladrón convertido, el cual se reunió con Él en aquel mismo día en el Paraíso.
Un Tosco Pecador Convertido Por Gracia En El Lugar De Ejecución; La Maldad Del Otro Ladrón
Esta historia es una asombrosa demostración del cambio al que nos conduce este Evangelio. El Rey de los judíos, por la propia confesión de ellos, no es liberado—Él es crucificado. ¡Qué final para las esperanzas de este pueblo! Pero al mismo tiempo, un vulgar ladrón, convertido por gracia estando a punto de morir, entra directamente en el Paraíso. Un alma es salvada eternamente. No se trata del reino, sino de un alma—fuera del cuerpo—en la felicidad con Cristo. Y observen aquí cómo la manera en que Cristo es presentado descubre la maldad del corazón humano. Ningún ladrón se burlaría o injuriaría a otro ladrón estando a punto de morir. Pero en el momento en que es Cristo quien está allí, esto ocurre.
Señales De Conversión Y De Fe Notable; La Respuesta Del Señor; Las Primicias Del Amor Que Los Situó Lado a Lado
Pero yo añadiría unas pocas palabras más sobre la condición del otro ladrón, y sobre lo que le respondió Cristo. Vemos toda señal de conversión, y de la fe más notable. El temor de Dios, el principio de la sabiduría, esta aquí; la conciencia es recta y valiente. No le dice a su compañero ‘y justamente’, sino “Nosotros, a la verdad, justamente ... ” (Lucas 23:41); el conocimiento de la perfecta e inmaculada justicia de Cristo como hombre; el reconocimiento de Él como Señor, cuando Sus propios discípulos le habían abandonado y le habían negado, y cuando no quedaba rastro de Su gloria o de la dignidad de Su Persona. Él fue considerado por el hombre como uno igual a él mismo. Su reino no era más que un tema de escarnio para todos. Pero el pobre ladrón es enseñado por Dios; y todo es claro. Él está tan seguro de que Cristo recibirá el reino como si estuviera Él reinando en gloria. Todo su deseo es que Cristo le recordara entonces, y qué confianza en Cristo es mostrada aquí a través del conocimiento de Él, ¡a pesar de su reconocida culpa! Ello muestra de qué manera Cristo llenó su corazón, y cómo su confiar en la gracia por su resplandor, excluyó la vergüenza humana, pues ¡quién querría ser recordado en la vergüenza de ser ajusticiado! La enseñanza divina es mostrada singularmente aquí. ¿No sabemos nosotros, mediante la enseñanza divina, que Cristo era sin pecado, y que para estar seguros de Su reino había una fe por sobre todas las circunstancias? El ladrón solo es un consuelo para Jesús en la cruz, y Le hace pensar (al responder a su fe) en el Paraíso que le aguardaba cuando hubiese acabado la obra que Su Padre le había dado que hiciese. Observen el estado de santificación en que se hallaba este pobre hombre por la fe. En todas las agonías de la cruz, y creyendo que Jesús es el Señor, no busca ningún alivio que provenga de Sus manos, sino que le pide que le recuerde en Su reino. Un pensamiento llena su mente—tener su porción con Jesús. Cree que el Señor volverá; cree en el reino, mientras el Rey es rechazado y crucificado, y cuando, en cuanto al hombre, no había ya ninguna esperanza. Pero la respuesta de Jesús va más lejos en la revelación de lo que es adecuado a este Evangelio, y añade aquello que introduce, no el reino, sino la vida eterna, la felicidad del alma. El ladrón le había pedido a Jesús que le recordase cuando volviese en Su reino. El Señor responde que Él no esperaría ese día de gloria manifiesta que sería visible para el mundo, sino que aquel mismo día estaría con Él en el Paraíso. ¡Precioso testimonio y perfecta gracia! Jesús crucificado era más que Rey—Él era Salvador. El pobre malhechor fue un testimonio a esto, y al gozo y al consuelo del corazón del Señor—las primicias del amor que los había puesto lado a lado en el lugar donde, si el pobre ladrón soportaba el fruto de sus pecados de parte del hombre, el Señor de gloria estaba a su lado soportando el fruto de esos pecados de parte de Dios, tratado Él mismo como un malhechor en la misma condenación. A través de una obra desconocida para el hombre, excepto por medio de la fe, los pecados de Su compañero fueron quitados para siempre, dejaron de existir, siendo sólo su recuerdo aquel de la gracia que se los había llevado, y la cual había limpiado para siempre su alma de ellos, haciéndole en ese momento tan apto para entrar en el Paraíso como compañero de Cristo allí.
La Muerte; El Último Hecho De La Vida Del Señor; Dios Se Revela
El Señor, entonces, habiendo cumplido todas las cosas, y lleno aún de vigor, encomienda Su espíritu al Padre. Lo encomienda a Él, el último hecho de aquello de lo que se compuso Su vida entera—la perfecta energía del Espíritu Santo actuando en una perfecta confianza en Su Padre, y en una perfecta dependencia de Él. Encomienda Su espíritu a Su Padre y expira. Pues era la muerte lo que tenía delante de Sí—pero una muerte en una fe absoluta que confiaba en Su Padre—muerte con Dios por la fe; y no la muerte que separaba de Dios. Entretanto, la naturaleza se ocultó a sí misma—reconoció la partida desde este mundo de Aquel que la había creado. Todo es tinieblas. Pero, por otro lado, Dios se revela—el velo del templo se rasga en dos, de arriba abajo. Dios se había ocultado en densas tinieblas—el camino al lugar santísimo no había sido aún manifestado. Pero ahora ya no hay más un velo; aquello que ha quitado el pecado mediante el amor perfecto resplandece ahora, mientras que la santidad de la presencia de Dios es un gozo para el corazón, y no un tormento. Lo que nos introduce en la presencia de la santidad perfecta sin un velo, fue lo que quitó el pecado que nos prohibía estar allí. Nuestra comunión es con Él a través de Cristo, santos y sin culpa delante de Él en amor.
La Confesión Del Centurión
El pobre centurión, estremecido por todo lo que había sucedido, confiesa—tal es el poder de la cruz sobre la conciencia—que este Jesús a quien él había crucificado era ciertamente el hombre justo. Digo la conciencia, porque no pretendo decir que fue más allá de eso en el caso del centurión. Vemos el mismo efecto en los espectadores: se marchan golpeándose el pecho. Ellos percibieron que algo solemne había sucedido—que ellos mismos se habían comprometido fatalmente con Dios.
La Sepultura Del Señor; Todo Preparado
Pero el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, había preparado todo para la sepultura de Su Hijo, quien le había glorificado entregándose a la muerte. Con los ricos fue en Su muerte. José, un hombre justo que no había consentido el pecado de su pueblo, pone el cuerpo del Señor en una tumba que nunca se había usado aún. Era la preparación antes del día de reposo; pero el día de reposo se acercaba. En el momento de Su muerte, las mujeres—fieles (aunque ignorantes) a su aflicción por Él mientras aún vivía—ven dónde es puesto el cuerpo, y van a preparar todo lo necesario para ungir el cuerpo. Lucas habla de estas mujeres solamente en términos generales: por lo tanto, entraremos en detalles en otra parte, siguiendo nuestro Evangelio como se nos presenta.

Lucas Capítulo 24

La Resurrección Y Sus Muchas Pruebas
Vienen las mujeres, hallan removida la piedra, y hallan que el sepulcro ya no contiene el cuerpo de Aquel a quien habían amado. Estando ellas perplejas por esto, ven a dos ángeles cerca de ellas, quienes preguntan por qué vinieron a buscar entre los muertos al que vive, y les recuerdan las claras palabras que Jesús les había hablado en Galilea. Se van y cuentan todas estas cosas a todos los discípulos, los cuales no pueden creer lo que ellas dicen; pero Pedro corre al sepulcro, ve todo en orden, y se marcha, maravillándose de lo que había sucedido allí. En todo esto no había fe en las palabras de Jesús, ni en lo que las Escrituras habían dicho. En el camino a Emaús, el Señor relaciona las escrituras con todo lo que le había sucedido, mostrando a sus mentes donde rondaba aún el pensamiento de un reino terrenal, que según estas escrituras, los consejos revelados de Dios, el Cristo tenía que sufrir y entrar en Su gloria, un Cristo rechazado y celestial. Él despierta esa ardiente atención que siente el corazón cada vez que es tocado. Luego se revela a Sí mismo al partir el pan—la señal de Su muerte: no que esto fuera la eucaristía, sino que este acto particular estaba relacionado con ese acontecimiento. Entonces sus ojos fueron abiertos, y Él desaparece. Era el verdadero Jesús; pero en resurrección. Aquí, Él explicó todo lo que las escrituras habían hablado, y se presentó en vida con el símbolo de Su muerte. Los dos discípulos vuelven a Jerusalén.
El Señor ya se había mostrado a Simón—una aparición de la que no tenemos detalles. Pablo también la menciona como siendo esta aparición la primera, con respecto a los apóstoles. Mientras los dos discípulos hablaban de lo que les había sucedido, Jesús se puso en medio de ellos. Pero sus mentes no se habían adecuado aún a esta verdad, y Su presencia les alarma. No pueden comprender la idea de la resurrección del cuerpo. El Señor usa la confusión de ellos (muy natural, humanamente hablando), para nuestra bendición, dándoles las pruebas más razonables de que era Él resucitado; pero Él, cuerpo y alma, lo mismo que antes de Su muerte. Los invita a tocarle, y come delante de ellos. Era realmente Él mismo.
La Base De La Fe Verdadera
Quedaba una cosa importante—la base de la fe verdadera: las palabras de Cristo y el testimonio de las escrituras. Esto es lo que Él pone ante ellos. Pero aún eran necesarias dos cosas. Primero, necesitaban capacidad para entender la Palabra. Por consiguiente, Él les abre el entendimiento para que puedan comprender las Escrituras, y los establece como testigos que no sólo pueden decir: ‘Es así, porque lo hemos visto’, sino ‘Así fue necesario que haya sido, porque así lo ha dicho Dios en Su Palabra’; y el testimonio de Cristo mismo fue cumplido en Su resurrección.
La Gracia Debía Ser Predicada a Todas Las Naciones
Pero ahora la gracia debía ser predicada—Jesús rechazado por los judíos, inmolado y resucitado para la salvación de las almas, habiendo hecho la paz, y habiendo otorgado vida conforme al poder de la resurrección, habiendo sido cumplida la obra que limpiaba del pecado y garantizaba el perdón con este otorgamiento. La gracia debía ser predicada en todas las naciones, es decir, arrepentimiento y perdón a los pecadores; empezando en ese lugar (Jerusalén), con el cual, verdaderamente, la paciente gracia de Dios todavía reconocía un vínculo, a través de la intercesión de Jesús, pero que solamente podía ser alcanzado por la gracia soberana, y en donde el pecado más gravoso hacía más necesario el perdón, mediante un testimonio el cual, viniendo del cielo, tuvo que tratar con Jerusalén de la forma que trató con todos. Comenzando en Jerusalén, ellos tenían que predicar el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones. El judío, un hijo de ira, como los demás, tiene que entrar en el mismo terreno. El testimonio poseía una fuente más alta, aunque fuera dicho “al judío primeramente.”
Los Discípulos Iban a Ser Investidos De Poder Para Su Misión
Pero, en segundo lugar, se necesitaba algo más, por consiguiente, para el cumplimiento de esta misión, es decir, se necesitaba poder. Tenían que esperar en Jerusalén hasta que fueran investidos de poder desde lo alto. Jesús enviaría el Espíritu Santo que había prometido, de quien los profetas también habían hablado.
La Ascensión Del Señor Al Cielo Caracterizada Por Bendición Y Gran Gozo
Mientras bendecía a Sus discípulos—el cielo y la gracia celestial caracterizando Su relación con ellos—Jesús se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo, y ellos volvieron a Jerusalén con gran gozo.
Los Grandes Principios Fundamentales De Las Doctrinas Y Las Pruebas De La Resurrección
Se habrá observado que la narrativa de Lucas es muy general aquí, y contiene los grandes principios sobre los que se fundamentan las doctrinas y las pruebas de la resurrección; la incredulidad del corazón natural se describe detalladamente en los relatos más simples y conmovedores; el apego de los discípulos a sus propias esperanzas del reino, y la dificultad con que la doctrina de la Palabra tomó posesión de sus corazones, aunque, en proporción a la comprensión de ellos, sus corazones se abrieron a ella con gozo; la Persona de Jesús resucitado, aún un hombre, Aquel lleno de gracia que ellos conocieron; la doctrina de la Palabra; el otorgamiento de la comprensión de la Palabra; el poder del Espíritu Santo dado—todo lo que pertenecía a la verdad y al orden eterno de las cosas manifestadas.
Betania Como El Punto De Contacto Y Conexión Entre Jesús Y Los Discípulos
No obstante, Jerusalén todavía era reconocida como el primer objeto de la gracia en la tierra, conforme a las dispensaciones de Dios para con ella; sin embargo, ella no fue, aún como lugar, el punto de contacto y conexión entre Jesús y Sus discípulos. Él no los bendice desde Jerusalén, aunque, en los tratos de Dios con la tierra, tenían que esperar allí el don del Espíritu Santo; para ellos mismos y sus relaciones con Él, los saca fuera hasta Betania. Desde allí había salido para presentarse como Rey a Jerusalén. Fue allí donde la resurrección de Lázaro tuvo lugar; fue allí que la familia, la cual representa el carácter del remanente—unida a Su Persona, ahora rechazada, con mejores esperanzas—recibió a Jesús de la manera más asombrosa. Fue allí a donde se retiró cuando Su testimonio a los judíos finalizó, para que Su corazón pudiese reposar por unos pocos momentos entre aquellos que Él había amado, y quienes, por gracia, le amaban a Él. Fue allí donde estableció el vínculo (en lo que a las circunstancias se refiere) entre el remanente unido a Su Persona y el cielo. Y desde allí, Él asciende.
Jerusalén no es más que el punto de partida público del ministerio de ellos, así como había sido la última escena de Su testimonio. Para ellos, eran Betania y el cielo los que se conectaban en la Persona de Jesús. Desde allí habría de salir el testimonio para alcanzar a la misma Jerusalén. Esto es tanto más sorprendente cuando lo comparamos con Mateo. Allí Él va a Galilea, el lugar de asociación con el remanente judío, y no hay ninguna ascensión, y la misión es exclusivamente a las naciones. Se trataba de llevar a las naciones, aquello que en ese entonces estaba limitado a los judíos, y que estaba prohibido llevar más allá de ese límite.
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NOTA DEL AUTOR: En el texto yo he seguido estrictamente el pasaje; añado algunos sucesos aquí, relacionando este Evangelio con los otros.
Las Dos Partes Distintas En Los Sufrimientos De Cristo
Hay dos partes distintas en los sufrimientos de Cristo: en primer lugar, aquello que Él sufrió por los intentos de Satanás—como hombre en conflicto con el poder del enemigo que tiene dominio sobre la muerte, pero con el sentido de qué era lo de Dios en perspectiva—y esto, en comunión con Su Padre, presentando Sus peticiones a Él; y en segundo lugar, aquello que Él padeció para cumplir la expiación por el pecado, cuando verdaderamente llevó nuestros pecados, y cuando fue hecho pecado por nosotros, y al beber la copa que la voluntad de Su Padre le había dado a beber.
Las Tentaciones Del Señor En El Desierto; Sus Sufrimientos En Getsemaní Y En La Cruz
Cuando hablemos sobre el Evangelio de Juan, entraré más en el carácter de las tentaciones; pero ahora quisiera hacer notar aquí que, al comienzo de Su vida pública, el tentador trató de desviar a Jesús poniendo ante Él lo atractivo de todo aquello que, como privilegio, le pertenecía a Él, todo lo que podía ser agradable a Cristo como hombre, cosas ante las cuales Su voluntad propia podría obrar. El enemigo fue derrotado mediante la perfecta obediencia de Cristo. Él hubiera querido que Cristo, siendo Hijo, hubiese salido de la posición que Él había tomado como siervo. Pero bendito sea Dios, él fracasó. Cristo, mediante la simple obediencia, ató al hombre fuerte en lo que a esta vida se refiere, y luego, al regresar en el poder del Espíritu a Galilea, saqueó sus bienes. Quitar el pecado y llevar nuestros pecados, era otra cuestión. Satanás, entonces, se apartó de Él por un tiempo. En Getsemaní, él regresa, valiéndose del temor que produce la muerte para angustiar el corazón del Señor. Y era necesario que Él gustase la muerte; y la muerte no sólo era el poder de Satanás, sino el juicio de Dios sobre el hombre, si es que el hombre tenía que ser librado de este juicio, ya que ésta era la porción del hombre; y Él solo, por haber descendido a la muerte, pudo romper sus cadenas. Él se había hecho hombre para que el hombre pudiera ser liberado e, incluso, glorificado. La angustia de Su alma fue completa. “Tristísima está mi alma, hasta la muerte.” (Mateo 26:38—Versión Moderna). Así estaba Su alma, estaba de la manera en que el alma de un hombre debería estar en presencia de la muerte, cuando Satanás extiende todo su poder en ella, con la copa del juicio de Dios todavía sin ser vaciada en ella: sólo Él fue perfecto en ella; esto era una parte de Su perfección sometida a prueba en todo lo que era posible para el hombre. Pero con lágrimas y súplicas, Él hace Su petición a Aquel que tenía poder para salvarle de la muerte. Por el momento, Su agonía aumenta: al presentársela a Dios, se volvía más aguda. Este es el caso en nuestros pequeños conflictos. Pero así, la cosa está zanjada ante Dios, conforme a la perfección. Su alma entra en ella con Dios; Él ora más fervientemente. Es ahora evidente que esta copa—que Él pone ante los ojos de Su Padre cuando Satanás se la presenta como siendo el poder de la muerte en Su alma—debe ser bebida. Como obediencia a Su Padre, Él la toma en paz. Beberla no es otra cosa que perfecta obediencia, en vez de ser el poder de Satanás. Pero deber ser bebida en realidad; y Jesús sobre la cruz, el Salvador de nuestras almas, entra en la segunda fase de Sus sufrimientos. Él se somete a morir a través del juicio de Dios, lo cual es la separación del alma de la luz de Su rostro. Todo aquello que un alma que no gozaba de nada más que de la comunión con Dios podía sufrir al verse privada de ella, el Señor lo sufrió conforme a la perfecta medida de la comunión que fue interrumpida. No obstante, Él dio gloria a Dios: “Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel.” (Salmo 22:3). La copa—pues yo paso por alto los ultrajes e insultos de los hombres: los podemos perdonar—la copa fue bebida. ¿Quién puede contar los horrores de ese sufrimiento? Los verdaderos dolores de la muerte, entendida como Dios la entendía, sentidos—conforme al valor de Su presencia—divinamente, como por un hombre que dependía de esa presencia como hombre. Pero todo es cumplido; y lo que Dios requería con respecto al pecado está hecho—agotado, y Él es glorificado en cuanto a ello: de modo que a Él sólo le queda bendecir a quienquiera que viene a Él por medio de Cristo, quien está vivo y estuvo muerto, y que vive para siempre como hombre, para siempre ante Dios.
Cristo Hecho Pecado; Abandonado Por Dios
Los sufrimientos de Cristo en Su cuerpo (reales como lo fueron), los insultos y las imprecaciones de los hombres, no fueron más que el prólogo de Sus aflicciones, las cuales, privándole como hombre de toda consolación, le dejaron, a Él mismo hecho pecado, completamente en el lugar de juicio, a Sus sufrimientos en relación con el juicio del pecado, cuando el Dios que hubiera sido Su pleno consuelo fue, al abandonarle, la fuente de dolor que dejó todo lo demás sin ser sentido y olvidado.
Juan

Introducción Al Evangelio De Juan

El Carácter Peculiar Del Evangelio De Juan
El Evangelio de Juan tiene un carácter peculiar, como todo cristiano percibe. No presenta el nacimiento de Cristo en este mundo, visto como el Hijo de David. No traza Su genealogía retrocediendo hasta Adán, a fin de presentar Su título de Hijo del Hombre. No exhibe al Profeta quien, por Su testimonio, cumplió el servicio de Su Padre en este aspecto aquí abajo. No se trata ni de Su nacimiento, ni del comienzo de Su Evangelio, sino de Su existencia antes del principio de cualquier cosa que tuviera alguna vez un principio. “En el principio era el Verbo.” En resumen, se trata de la gloria de la Persona de Jesús, el Hijo de Dios, sobre toda dispensación—una gloria desarrollada de muchas maneras en gracia, pero que es siempre ella misma. Se trata de aquello que Él es; pero haciéndonos partícipes de todas las bendiciones que emanan de esta gloria, cuando Él se manifiesta de un modo tal como para comunicarlas.

Juan Capítulo 1

La Existencia Eterna, La Naturaleza Divina Y La Personalidad Distintiva Del Verbo
El primer capítulo afirma aquello que Él era antes de todas las cosas, y los diferentes caracteres en los que Él es una bendición para el hombre, al haberse hecho carne. Él es, y es la expresión de, toda la mente que subsiste en Dios: el Logos. En el principio Él era. Si nosotros retrocedemos hasta donde le es posible a la mente humana, por mucho que retrocedamos más allá de todo aquello que haya tenido jamás un principio, Él es. Ésta es la idea más perfecta que podemos formarnos históricamente, si es que puedo utilizar una expresión tal, de la existencia de Dios o de la eternidad. “En el principio era el Verbo.” ¿No había nada más que Él? ¡Imposible! ¿De qué habría podido Él ser el Verbo? “El Verbo era con Dios.” Es decir, se le atribuye una existencia personal. Pero, para que no se pensase que Él era alguna cosa implicada en la eternidad, pero que el Espíritu Santo viene a revelar, se dice que Él “era Dios.” En Su existencia eterna—en Su naturaleza divina—en Su Persona formal, podría haberse hablado de Él como una emanación en el tiempo, como si Su personalidad fuera temporal, aunque eterna en Su naturaleza: el Espíritu añade por lo tanto, “Él estaba en el principio con Dios.” (Juan 1:2—Versión Moderna). Es la revelación del Logos eterno antes de toda creación. Por lo tanto, este Evangelio comienza realmente antes del Génesis. El libro del Génesis nos ofrece la historia del mundo en el tiempo: Juan nos ofrece aquella del Verbo, quien existía en la eternidad antes de que el mundo fuese; quien—cuando el hombre puede hablar del principio—era; y, consecuentemente, no tuvo nunca un principio en Su existencia. El lenguaje del Evangelio es lo más claro posible, y, como la espada del paraíso, da vueltas hacia todos lados, en oposición a los pensamientos y a los razonamientos del hombre, para defender la divinidad y personalidad del Hijo de Dios.
El Creador De Todas Las Cosas
Por Él fueron también creadas todas las cosas. Hay cosas que tuvieron un principio; todas ellas tuvieron su origen de Él: “Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él ni una sola cosa de lo que ha sido hecho, fue hecha.” (Juan 1:3—Versión Moderna). Distinción precisa, positiva y absoluta, entre todo lo que ha sido hecho, y Jesús. Si hay algo que ha sido hecho, no es el Verbo; pues todo lo que ha sido hecho fue hecho por medio de ese Verbo.
“En Él Estaba La Vida ... La Luz De Los Hombres”, Resplandeciendo En Las Tinieblas
Pero hay otra cosa, además del acto supremo de crear todas las cosas (un acto que caracteriza al Verbo)—hay aquello que estaba (o era) en Él. Toda la creación fue hecha por Él, pero ella no existe en Él. Pero en Él estaba (o era) la vida. En esto Él estaba en relación con una parte especial de la creación—una parte que era el objeto de los pensamientos y de las intenciones de Dios. Esta vida que “era la luz de los hombres”, se reveló a sí misma como testimonio a la naturaleza divina, en relación inmediata con ellos, así como no lo hizo nunca respecto a otros. Pero, de hecho, esta luz brilló en medio de aquello que, en su propia naturaleza, era contrario a ella, y en medio de un mal que estaba fuera de cualquier imagen natural, pues donde viene la luz, ya no hay tinieblas: pero aquí la luz vino, y las tinieblas no se percibieron de ella—continuaron siendo tinieblas, a la cual, por consiguiente, no la comprendieron, ni la recibieron. Éstas son las relaciones del Verbo con la creación y con el hombre, vistos abstractamente en Su naturaleza. El Espíritu prosigue con este asunto, dándonos detalles, históricamente, de la última parte.
La Manifestación Del Verbo Hecho Carne; La Luz Verdadera Y Su Recepción
Podemos observar aquí—y el punto es de importancia—de qué modo el Espíritu pasa de la naturaleza divina y eterna del Verbo, quien era antes de todas las cosas, a la manifestación, en este mundo, del Verbo hecho carne en la Persona de Jesús. Todos los caminos de Dios, las dispensaciones, Su gobierno del mundo, son pasados por alto en silencio. Al contemplar a Jesús en la tierra, inmediatamente nos vemos en relación con Él existiendo antes de que el mundo fuera. Solamente Él es presentado por Juan, y aquello que se halla en el mundo es reconocido como creado. Juan vino para dar testimonio de la Luz. La Luz verdadera era aquella que, viniendo al mundo, resplandeció para todos los hombres, y no sólo para los judíos. Él vino al mundo; y el mundo, en tinieblas y ciego, no le ha conocido. Él “vino a lo que era Suyo” (Versión RVR1977), y los Suyos (los judíos) no le han recibido. Pero hubo aquellos quienes le recibieron. De ellos son dichas dos cosas: han recibido “el privilegio de ser hechos hijos de Dios” (ser hechos = En Griego: prerrogativa, derecho, o poder, de llegar a ser—Juan 1:12—Versión Moderna), para tomar su lugar como tales; y, en segundo lugar, ellos son, de hecho, nacidos de Dios. La descendencia natural y la voluntad del hombre no fueron consideradas aquí de ninguna manera.
Lo Que El Verbo Vino a Ser En La Tierra
Así hemos visto al Verbo, en Su naturaleza, abstractamente (vers. 1-3); y, como vida, la manifestación de la luz divina en el hombre, con las consecuencias de esa manifestación (vers. 4-5); y cómo fue Él recibido donde sucedió así (vers. 10-13). Esta parte general, con respecto a Su naturaleza, finaliza aquí. El Espíritu continúa la historia de lo que el Señor es, manifestado como hombre en la tierra. Así que, por así decirlo, comenzamos nuevamente aquí (vers. 14) con Jesús en la tierra—lo que el Verbo vino a ser, no lo que Él era. Como luz en el mundo, estaba la demanda sin responder de lo que Él era sobre el hombre. La única diferencia era no conocerle, y rechazarle donde Él estaba dispensacionalmente en la relación. La gracia en la vida, dando poder, se introduce entonces para conducir al hombre a recibirle. El mundo no conoció que su Creador vino a él como luz, los Suyos rechazaron a su Señor. Aquellos que no habían sido engendrados de voluntad de hombre, sino de Dios, le recibieron. Así, no tenemos lo que el Verbo era (gr.: en), sino lo que Él fue hecho (gr.: egeneto).
El Verbo Hecho Carne; La Gloria Del Unigénito Hijo Con El Padre
El Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros en la plenitud de la gracia y de la verdad. Éste es el gran hecho, la fuente de toda bendición para nosotros; aquello que es la plena expresión de Dios, adaptada, al tomar la naturaleza propia del hombre, a todo lo que hay en el hombre, para satisfacer cada necesidad humana, y al tomar toda la capacidad de la nueva naturaleza en el hombre para gozar de todo lo que se expresa para él en esta manifestación divina. Es más que la luz, la cual es pura y muestra todas las cosas; es la expresión de lo que Dios es, y Dios en gracia, y como una fuente de bendición. Y adviertan: Dios no podía ser para los ángeles aquello que era para los hombres—gracia, paciencia, misericordia, amor, de la forma en que esto se mostró a los pecadores. Y todo esto es Él, así como la bienaventuranza de Dios, para el nuevo hombre. La gloria en la que fue visto Cristo (por aquellos que tenían ojos para ver), era la de un Hijo unigénito con Su Padre, el solo objeto de concentración para Su delicia como Padre.
Éstas son las dos partes de esta gran verdad. El Verbo, el cual era con Dios y era Dios, fue hecho carne; y Aquel que fue contemplado en la tierra tenía la gloria de un Hijo unigénito con el Padre.
La Gracia Y La Verdad Venidas En Jesucristo; Dios Revelado Por El Unigénito Hijo
El resultado de esto son dos cosas. La gracia (¿qué mayor gracia? Es el amor mismo que se revela, y hacia pecadores) y la verdad, que no son anunciadas, sino venidas, en Jesucristo. Se muestra la verdadera relación de todas las cosas con Dios, así como el alejamiento de los pecadores de esta relación. Ésta es la base de la verdad. Todo toma su verdadero lugar, su verdadero carácter, en cada aspecto; y el centro a lo que todo hace referencia es Dios. Lo que Dios es, lo que el hombre perfecto es, lo que el hombre pecador es, lo que el mundo es, quién es su príncipe, todo es expuesto por la presencia de Cristo. La gracia y la verdad, pues, han venido. Lo segundo es, que el unigénito Hijo que está en el seno del Padre revela a Dios, y lo revela, consecuentemente, como conocido por Él mismo en esa posición. Y esto está ampliamente relacionado con el carácter y la revelación de la gracia en Juan: en primer lugar, la plenitud, con la cual estamos en comunicación, y de la cual todos hemos tomado; después, la relación.
La Plenitud De La Gracia Y La Verdad Recibida
Pero hay todavía otras enseñanzas importantes en estos versículos. La Persona de Jesús, el Verbo hecho carne, habitando entre nosotros, era lleno de gracia y de verdad. De esta plenitud todos hemos tomado: no se trata de verdad sobre verdad (la verdad es simple, y pone todo exactamente en su lugar, moralmente y en su naturaleza); sino que hemos recibido aquello que necesitábamos—gracia sobre gracia, el favor de Dios abundantemente, las bendiciones divinas (el fruto de Su amor) acumuladas una sobre otra. La verdad resplandece—todo es perfectamente manifestado; la gracia es dada.
El Testimonio De Juan El Bautista Del Carácter Y La Posición Del Verbo Hecho Carne
Luego, se nos enseña la relación de esta manifestación de la gracia de Dios en el Verbo hecho carne (en la que se muestra también la perfecta verdad) con otros testimonios de Dios. Juan dio testimonio de Él; el servicio de Moisés tenía un carácter completamente distinto. Juan precedió a Jesús en su servicio en la tierra, pero Jesús tiene un rango más elevado que él; pues, (humilde como Él podía ser) siendo Dios sobre todas las cosas, bendito para siempre, Él era antes de Juan, aunque viniera tras él. Moisés dio la ley, perfecta en su lugar—requiriendo del hombre, de parte de Dios, aquello que el hombre debía ser. En ese entonces Dios estaba oculto, y Dios envió una ley que muestra lo que el hombre debía ser; pero ahora Dios se ha revelado a Sí mismo por medio de Cristo, y la verdad (en cuanto a todo) y la gracia han venido. La ley no era ni la verdad, plena y completa en cada aspecto, como en Jesús, ni la gracia. No era una transcripción de Dios, pero era una norma perfecta para el hombre. La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo, no por Moisés. Nada puede ser más esencialmente importante que esta declaración. La ley requiere del hombre lo que él debe ser ante Dios, y, si éste la cumple, esto es su justicia. La verdad en Cristo muestra lo que el hombre es (no lo que debía ser), y lo que Dios es, y, como inseparable de la gracia, esta verdad no demanda nada del hombre, sino que le trae aquello que necesita. “Si conocieras el don de Dios” (Juan 4:10), dice el Salvador a la mujer Samaritana. Del mismo modo, al término del viaje por el desierto, Balaam tuvo que decir: “Como ahora, será dicho de Jacob y de Israel: ¡Lo que ha hecho Dios!” (Números 23:23). (N. del T.: “porque la ley por Moisés fue dada, la gracia y la verdad por ~Jesucristo fue hecha.”— ~Por él fueron hechas. Lit. mediante él llegaron a ser—Juan 1:17—Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español por Francisco Lacueva, Editorial Clie). La expresión verbal “fue hecha” está en el singular después de gracia y verdad. Cristo es ambas cosas a la vez; de hecho, si la gracia no estuviera allí, Él no sería la verdad en cuanto a Dios. Requerir del hombre lo que él debía ser, era un requerimiento justo. Pero dar la gracia y la gloria, dar a Su Hijo, era otra cosa en todos los aspectos; sólo que esto es hecho sancionando la ley como perfecta en su lugar.
Tenemos así el carácter y la posición del Verbo hecho carne—aquello que Jesús fue aquí abajo, la Palabra hecha carne; Su gloria como es vista por la fe, la de un unigénito Hijo con Su Padre. Él era lleno de gracia y de verdad. Reveló a Dios como Él le conocía, como el unigénito Hijo que está en el seno del Padre. No fue sólo el carácter de Su gloria aquí abajo, sino lo que Él era (lo que había sido, lo que Él siempre es) en el propio seno del Padre en la Deidad: y es de este modo que Él da a conocer a Dios. Él era antes que Juan el Bautista, aunque viniera después de él; y trajo, en Su propia Persona, aquello que, en su naturaleza, era totalmente diferente de la ley dada por Moisés.
Aquí, entonces, se trata del Señor manifestado en la tierra. A continuación veremos Sus relaciones con los hombres, las posiciones que Él tomó, los caracteres que Él asumió, conforme a los propósitos de Dios, y el testimonio de Su palabra entre los hombres. Ante todo, Juan el Bautista cede el paso a Él. Se observará que Juan da testimonio en cada una de las partes en las que se divide este capítulo—desde el versículo 6, del efecto de la revelación abstracta de la naturaleza del Verbo. Como luz en el versículo 15, con respecto a Su manifestación en la carne; desde el versículo 19, de la gloria de Su Persona, aunque viniendo después de Juan; en el versículo 29, con respecto a Su obra y el resultado; y en el versículo 36, el testimonio por ese entonces, a fin de que Él pudiera ser seguido, como si hubiera venido a buscar al remanente judío.
El Testimonio Formal De Juan Acerca De Su Cargo
Después de la revelación abstracta de la naturaleza del Verbo, y aquella de Su manifestación en la carne, se presenta el testimonio dado efectivamente en el mundo. Los versículos 19-28 forman una especie de introducción en la que, ante la pregunta de los escribas y Fariseos, Juan da referencias de sí mismo, aprovechando la ocasión para hablar de la diferencia entre él y el Señor. De modo que, sean cuales fueren los caracteres que toma Cristo en relación con Su obra, la gloria de Su persona es siempre vista en primer término. El testigo está ocupado naturalmente, por decirlo así, con esto, antes de dar su testimonio formal del cargo que él cumplía. Juan no es ni Elías ni aquel profeta (es decir, aquel del cual habló Moisés en Deuteronomio 18:18), ni es el Cristo. Él es la voz mencionada por Isaías, la cual tenía que preparar el camino del Señor delante de Él. No es precisamente delante del Mesías, aunque Él lo fuera; tampoco es Elías antes del día de Jehová, sino la voz en el desierto delante del Señor (Jehová) mismo. Jehová venía. Por consiguiente, es de esto de lo que él habla. En efecto, Juan bautizaba para arrepentimiento, pero había ya Uno, desconocido, entre ellos, quien, viniendo después de él, era no obstante su superior, del cual él no era digno de desatar la correa del calzado.
La Obra Gloriosa De Cristo Y Su Resultado
A continuación tenemos el testimonio directo de Juan, cuando ve a Jesús viniendo a él. Le señala, no como el Mesías, sino conforme a toda la extensión de Su obra como disfrutada por nosotros en la salvación eterna que Él ha llevado a cabo, y el resultado pleno de la obra gloriosa mediante la cual esta salvación fue cumplida. Él es el Cordero de Dios, uno que sólo Dios podía proveer, y el cual era para Dios, conforme a Su mente, quien quita el pecado (no los pecados) del mundo. Es decir, Él restaura (no a todos los inicuos, sino) los fundamentos de las relaciones del mundo con Dios. Desde la caída, es realmente el pecado—cualesquiera que pudiesen ser Sus tratos—el que Dios tuvo que considerar en sus relaciones con el mundo. El resultado de la obra de Cristo será, que este no será nunca más el caso; Su obra será la base eterna de estas relaciones en los cielos nuevos y la tierra nueva, habiendo sido apartado totalmente el pecado como tal. Conocemos esto por la fe antes del resultado público en el mundo.
Aún siendo un Cordero para el sacrificio, Él es superior a Juan el Bautista, porque Él era primero que él. El Cordero al que se le iba a dar muerte era Jehová mismo.
El Lugar Y El Asunto Del Testimonio
En la administración de los caminos de Dios, este testimonio tenía que ser dado en Israel, aunque su asunto fuera el Cordero cuyo sacrificio alcanzara al pecado del mundo, y el Señor, Jehová. Juan no le había conocido personalmente; pero Él fue el solo y único objeto de su misión.
Jesús Sellado Por El Espíritu Santo; Reconocido Y Proclamado Como El Hijo De Dios
Pero esto no era todo. Él se había hecho hombre, y como hombre había recibido la plenitud del Espíritu Santo, quien descendió sobre Él y permaneció sobre Él (Juan 1:32); y el hombre así señalado, y sellado de parte del Padre, iba Él mismo a bautizar con el Espíritu Santo. Al mismo tiempo, Él fue señalado por el descenso del Espíritu bajo otro carácter, del cual da testimonio Juan. Permaneciendo así, visto y sellado en la tierra, Él era el Hijo de Dios. Juan le reconoce y le proclama como tal.
El Efecto Del Testimonio De Juan Para Unir El Remanente a Jesús, El Único Centro De Reunión
Luego viene lo que podría llamarse el ejercicio y el efecto directos de su ministerio en ese momento. Pero él habla siempre del Cordero, pues ése era el objeto, el designio de Dios, y es eso lo que tenemos en este Evangelio, aunque Israel sea reconocido en su lugar; pues la nación mantenía este lugar de parte de Dios.
El Hecho De Darle Un Nombre a Simón, Un Acto De Autoridad
Por esto, los discípulos de Juan siguen a Cristo hasta Su morada. El efecto del testimonio de Juan es el de juntar el remanente con Jesús, el centro de su reunión. Jesús no lo rehúsa, y ellos le acompañan. No obstante, este remanente—por muy lejos que el testimonio de Juan pudiera extenderse—no va, de hecho, más allá del reconocimiento de Jesús como Mesías. Éste fue el caso, históricamente; pero Jesús los conocía cabalmente, y declara el carácter de Simón tan pronto como éste acude a Él, y le da su nombre apropiado. Este fue un acto de autoridad que le proclamaba a Él como la cabeza y el centro de todo el sistema. Dios puede otorgar nombres; Él conoce todas las cosas. Dio este derecho a Adán, quien lo ejercitó según Dios con respecto a todo lo que fue puesto bajo él, así como en el caso de su esposa. Grandes reyes, quienes reclaman este poder, han hecho lo mismo. Eva buscó hacerlo, pero estaba equivocada; aunque Dios puede dar un corazón inteligente el cual, bajo Su influencia, hable acertadamente en este aspecto. Ahora Cristo lo hace aquí, con autoridad y con toda ciencia, en el momento en que el caso se presenta.
Natanael, Una Figura Del Remanente, Primero Rechazando Y Luego Confesando Al Señor Como Hijo De Dios Y Rey De Israel; La Declaración Del Señor De Sí Mismo Como Hijo Del Hombre
Versículo 43. Tenemos a continuación el testimonio inmediato de Cristo mismo y el de Sus seguidores. En primer lugar, al recorrer la escena de Su peregrinación terrenal, conforme a los profetas, Él llama a otros para que le sigan. Natanael, quien comienza rechazando a uno que venía de Nazaret, presenta ante nosotros, no lo dudo, el remanente de los postreros días (el testimonio al que pertenece el Evangelio de la gracia vino primero, versículos 29-34). Le vemos, al principio, rechazando al despreciado del pueblo (Salmo 22:6), y debajo de la higuera, la cual representa a la nación de Israel; así como la higuera que no daría más fruto representa a Israel bajo el antiguo pacto. Pero Natanael es la figura de un remanente, visto y conocido por el Señor, en relación con Israel. El Señor, quien se manifestó así a su corazón y a su conciencia, es confesado como Hijo de Dios y Rey de Israel. Ésta es, formalmente, la fe del remanente preservado de Israel en los postreros días según el Salmo 2. Pero aquellos que recibieron de este modo a Jesús cuando estuvo en la tierra, verían cosas mayores que aquellas que los habían convencido. Además, de aquí en adelante verían a los ángeles de Dios subiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre. Aquel que por Su nacimiento había tomado Su lugar entre los hijos de los hombres sería, mediante ese título, el objeto del servicio de las más excelentes de las criaturas de Dios. La expresión es enfática. Los ángeles de Dios tenían que estar al servicio del Hijo del Hombre. Para que de esta manera el remanente de Israel sin engaño, reconozca que Él es el Hijo de Dios y el Rey de Israel; y el Señor declara que Él es también el Hijo del Hombre—en humillación, por cierto, pero el objeto al que debían servir los ángeles de Dios. De este modo, tenemos a la Persona y los títulos de Jesús, desde Su eterna y divina existencia como el Verbo, hasta Su posición milenaria como Rey de Israel e Hijo del Hombre; aquello que Él ya era como nacido en este mundo, pero que será realizado cuando Él vuelva en Su gloria.
Repaso Del Capítulo 1
Antes de ir más lejos, repasemos algunos puntos en este capítulo. El Señor es revelado como el Verbo—como Dios y con Dios—como luz—como vida: en segundo lugar, como el Verbo hecho carne, teniendo la gloria de un unigénito Hijo con Su Padre—como tal, Él está lleno de gracia y verdad venidas por medio de Él. De su plenitud hemos tomado todos, y Él ha dado a conocer al Padre (comparar con el cap. 14)—el Cordero de Dios—Aquel sobre quien el Espíritu Santo pudo descender, y quien bautizaba con el Espíritu Santo—el Hijo de Dios; en tercer lugar, Su obra, lo que Él hace, el Cordero de Dios quitando el pecado, e Hijo de Dios y Rey de Israel. Esto concluye la revelación de Su Persona y obra. Luego, los versículos 35-42 muestran el ministerio de Juan, pero donde Jesús, como Él solo podía, llega a ser el centro de reunión. En el versículo 43, el ministerio de Cristo, en el cual Él llama a seguirle, versículo que, junto con el 38 y 39, ofrecen su doble carácter como el único punto que atrae en el mundo; con esto, Su completa humillación, pero reconocida por medio de un testimonio divino que llega al remanente tal como consta en el Salmo 2, pero tomando Su título de Hijo del Hombre según el Salmo 8—el Hijo del Hombre: podemos decir, todos Sus títulos personales. Su relación con la asamblea no se halla aquí, ni Su función como Sacerdote, sino aquello que pertenece a Su Persona, y la relación del hombre con Dios en este mundo. Así, además de Su naturaleza divina, se trata de todo lo que Él era y será en este mundo: Su lugar celestial y sus consecuencias para la fe, estas dos cosas son enseñadas en otra parte, y apenas aludidas, cuando es necesario, en este Evangelio.
El Carácter Y El Efecto Del Testimonio De Cristo Entregado Desde El Corazón
Observen que, al predicar a Cristo, de un modo, hasta cierto punto, completo, el corazón del oyente puede creer sinceramente y unirse a Él, aunque invistiéndole a Él con un carácter del cual la condición del alma no puede ir más allá, y al tiempo que ignora la plenitud en la que Él ha sido revelado. De hecho, donde esto es real, el testimonio, por muy sublime que sea su carácter, se encuentra con el corazón allí donde está. Juan dice, “He aquí el Cordero de Dios.” “Hemos hallado al Mesías”, dicen los discípulos que siguieron a Jesús por el testimonio de Juan.
Noten también que la expresión de lo que había en el corazón de Juan tuvo un efecto mayor que un testimonio más formal, más doctrinal. Él contempló a Jesús, y exclama: “He aquí el Cordero de Dios.” Los discípulos le oyeron, y siguieron a Jesús. Fue, sin duda, su testimonio adecuado de parte de Dios, estando Jesús allí; pero no fue una explicación doctrinal como aquella de los versículos precedentes.

Juan Capítulo 2

El Tercer Testimonio Acerca De Cristo En La Fiesta De Bodas: Bendición Milenaria
Los dos testimonios acerca de Cristo, que habían de ser dados en este mundo, ambos reuniendo hacia Él como centro, habían sido dados; el de Juan, y el de Jesús tomando Su lugar en Galilea con el remanente—los dos días de los tratos de Dios con Israel aquí abajo. El tercer día es el que hallamos en este segundo capítulo. Una boda tiene lugar en Galilea. Jesús está allí; y el agua de la purificación es transformada en el vino del gozo para la fiesta de bodas. Después, en Jerusalén Él purifica con autoridad el templo de Dios, ejecutando juicio sobre todos aquellos que lo profanaban. En principio, éstas son las dos cosas que caracterizan Su posición milenaria. No cabe duda de que estas dos cosas tuvieron lugar históricamente; pero, al ser introducidas aquí y de esta manera, estas tienen, evidentemente, un significado más amplio. Además, ¿por qué el tercer día? ¿Después de qué? Habían tenido lugar dos días de testimonio—el de Juan, y el de Jesús; y ahora se llevan a cabo la bendición y el juicio. En Galilea, el remanente tenía su lugar; y es la escena de bendición, según Isaías 9—Jerusalén es la escena del juicio. En la fiesta, Él no conocería a Su madre: este era el vínculo de Su relación natural con Israel, el cual, contemplándole a Él como nacido bajo la ley, era Su madre. Él se separa de ella para llevar a cabo la bendición. Por lo tanto, es solamente en testimonio en Galilea, por el momento. Será cuando regrese que el buen vino será para Israel—verdadera bendición y gozo al final. No obstante, Él permanece aún con Su madre, quien, en cuanto a Su obra, Él no la reconoció. Y este fue también el caso con respecto a Su relación con Israel.
El Hijo De Dios En La Casa De Su Padre
Después, al juzgar a los judíos y purificar judicialmente el templo, se presenta como el Hijo de Dios. Es la casa de Su Padre. La prueba que Él da es Su resurrección, cuando los judíos le hubieran rechazado y crucificado. Además, Él no era solamente el Hijo: era Dios quien estaba allí—no en el templo. Esa casa construida por Herodes estaba vacía. El cuerpo de Jesús era ahora el verdadero templo. Sellado por Su resurrección, las Escrituras y la Palabra de Jesús eran de autoridad divina para los discípulos, cuando éstas hablaban de Él según la intención del Espíritu de Dios.
La Revelación Terrenal De Cristo Se Cierra; Las Cosas Celestiales Se Abren
Esta subdivisión del libro termina aquí. Concluye la revelación terrenal de Cristo incluyendo Su muerte; pero aun así, se trata del pecado del mundo. El capítulo 2 nos ofrece el milenio; el capítulo 3 es la obra en nosotros y por nosotros, la que califica para el reino en la tierra o en el cielo; y la obra por nosotros, que pone fin a la relación del Mesías con los judíos, abre las cosas celestiales por medio del levantamiento del Hijo del Hombre—amor divino y vida eterna.
El Estado Natural Del Hombre Es Manifestado Como Un Estado De Perdición
Los milagros que Él obró convencieron a muchos en cuanto a su comprensión natural. No hay duda de que esto fue sinceramente, pero una conclusión humana justa. Pero otra verdad se revela ahora. El hombre, en su estado natural, era realmente incapaz de recibir las cosas de Dios; no se trataba de que el testimonio fuera insuficiente para convencerle, ni de que nunca era convencido; muchos estaban convencidos en ese momento; pero Jesús no se fiaba de ellos. Él sabía lo que el hombre era. Una vez convencido, su voluntad y su naturaleza, no eran alteradas. Al venir el tiempo de la prueba, el hombre se mostraría tal como es, enajenado de Dios, e incluso Su enemigo. ¡Triste testimonio, pero demasiado veraz! La vida, la muerte, de Jesús, lo demuestran. Él lo sabía cuando empezó Su obra. Esto no enfriaba Su amor, pues la fortaleza de ese amor se hallaba en ese mismo amor.

Juan Capítulo 3

El Sentido De Necesidad De Nicodemo; La Necesidad Del Nuevo Nacimiento
Pero había un hombre—y ese hombre era un Fariseo—quien no estaba satisfecho con esta inoperante convicción. Su conciencia fue tocada. Ver a Jesús, y escuchar Su testimonio, había producido un sentido de necesidad en su corazón. No se trata del conocimiento de la gracia, sino de un cambio total respecto a la condición del hombre. Él no sabe nada de la verdad, pero ha visto que ella está en Jesús, y él la desea. Él tiene también, de inmediato, un sentido instintivo de que el mundo estaría en su contra; y viene de noche. El corazón teme al mundo tan pronto como tiene que ver con Dios, pues el mundo se opone a Él. La amistad del mundo es enemistad contra Dios. Este sentido de necesidad marcaba la diferencia en el caso de Nicodemo. Él había sido convencido como los demás. Por consiguiente, dice “Sabemos que eres un maestro venido de Dios.” (Juan 3:2—Versión Moderna). Y la fuente de esta convicción fueron los milagros. Pero Jesús le detiene ahí; y lo hace a razón de la verdadera necesidad sentida en el corazón de Nicodemo. La obra de la bendición no iba a ser obrada enseñando al viejo hombre. El hombre necesitaba ser renovado en la fuente de su naturaleza, sin lo cual no podía ver el reino. Las cosas de Dios se disciernen espiritualmente; y el hombre es carnal, no tiene el Espíritu. El Señor no se refiere a nada más allá del reino—el cual, además, no era la ley—pues Nicodemo tenía que conocer algo acerca del reino. Pero Él no comienza a enseñar a los judíos como un profeta bajo la ley. Él presenta el reino mismo; pero para verlo, conforme a Su testimonio, antes un hombre tenía que nacer de nuevo. Pero el reino venido en el Hijo del carpintero no podía ser visto sin una naturaleza completamente nueva, pues la vieja no tocaba ni una cuerda de la comprensión del hombre, ni de la expectativa del judío, aunque se hubiera dado ampliamente testimonio de ello en palabra y obra: acerca de entrar y tener parte en él, hay más desarrollo en cuanto a cómo entrar. Nicodemo no ve más allá de la carne.
La Comunicación De Vida Nueva Por Medio De La Palabra De Dios Y El Espíritu
El Señor se explica. Dos cosas eran necesarias: nacer de agua y del Espíritu. El agua purifica. Y, espiritualmente, en sus afectos, corazón, conciencia, pensamientos y acciones, etc., el hombre vive, y, en la práctica, es purificado moralmente, mediante la aplicación, por el poder del Espíritu, de la Palabra de Dios, la cual juzga todas las cosas, y obra vivamente en nosotros nuevos pensamientos y afectos. Esto es el agua; se trata, al mismo tiempo, de la muerte de la carne. El agua verdadera que limpia, de un modo cristiano, salió del costado de un Cristo muerto. Él vino mediante agua y sangre, en el poder de la purificación y de la expiación. Él santifica la asamblea purificándola por medio del lavamiento del agua por la Palabra. “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.” (Juan 15:3). Es, por consiguiente, la poderosa Palabra de Dios la cual, puesto que el hombre debe nacer de nuevo en el principio y fuente de su ser moral, juzga, como estando muerto, todo lo que pertenece a la carne. Pero hay, de hecho, la comunicación de una vida nueva; lo que es nacido del Espíritu, espíritu es, no es carne, y tiene su naturaleza del Espíritu. No es el Espíritu—eso sería una encarnación; pero esta vida nueva es espíritu. Participa de la naturaleza de su origen. Sin esto, el hombre no puede entrar en el reino. Pero esto no es todo. Si esto era una necesidad para el judío, quien ya era nominalmente un hijo del reino, porque aquí estamos tratando con lo que es esencial y verdadero, era también un acto soberano de Dios, y, consecuentemente, es llevado a cabo dondequiera que el Espíritu actúa en este poder. “Así es todo aquel que es nacido del Espíritu.” Como principio, esto abre la puerta a los Gentiles.
Cosas Celestiales Reveladas Por El Hijo Del Hombre
No obstante, Nicodemo, como maestro de Israel, debía haberlo comprendido. Los profetas habían anunciado que Israel iba a experimentar este cambio, a fin de disfrutar el cumplimiento de las promesas (véase Ezequiel 36), las cuales Dios les había dado con respecto a su bendición en la tierra santa. Pero Jesús habló de estas cosas en manera inmediata, y en relación con la naturaleza y la gloria de Dios. Un maestro de Israel debía haber conocido aquello que contenía la segura palabra profética. El Hijo de Dios declaró lo que sabía, y lo que había visto con Su Padre. La naturaleza contaminada del hombre no podía estar en relación con Aquel que se reveló en el cielo desde donde Jesús vino. La gloria (desde cuya plenitud Él venía, y la cual, por consiguiente, formaba el tema de Su testimonio como habiéndola visto, y desde la cual el reino tenía su origen), no podía tener nada en ella que estuviera contaminado. Ellos deben nacer de nuevo para poseerla. Por lo tanto, Él dio testimonio, habiendo venido de arriba, y sabiendo aquello que era aceptable a Dios Su Padre. El hombre no recibió Su testimonio. Podía convencerse exteriormente por los milagros, pero recibir aquello que era conveniente en la presencia de Dios era otra cosa. Y si Nicodemo no podía recibir la verdad en su conexión con la parte terrenal del reino, de lo cual incluso los profetas hablaron, ¿qué iban a hacer él y los otros judíos si Jesús hablaba de cosas celestiales? Sin embargo, nadie podía aprender nada acerca de ellas por cualquier otro medio. Nadie había subido allí y descendido nuevamente para traer de vuelta la palabra. Solamente Jesús, en virtud de lo que Él era, podía revelarlas—el Hijo del Hombre en la tierra, existiendo al mismo tiempo en el cielo, la manifestación a los hombres de aquello que era celestial, la manifestación de Dios mismo en el hombre—como Dios, estando en el cielo y en todas partes—como el Hijo del Hombre estando ante los ojos de Nicodemo y ante los de todos. No obstante, Él iba a ser crucificado, y levantado así del mundo al que había venido como la manifestación del amor de Dios en todos Sus caminos y de Dios mismo, y solamente de esta manera podía estar abierta la puerta del cielo para los hombres pecadores, y solamente de este modo se podía formar un vínculo con el cielo para el hombre.
La Necesidad De La Muerte Del Hijo Del Hombre Como Expiación Por El Pecado
Esto sacó a la luz otra verdad fundamental. Si se trataba del cielo, se necesitaba algo más que nacer de nuevo. El pecado existía. Éste debía ser quitado para aquellos que iban a poseer la vida eterna. Y si Jesús, descendiendo del cielo, vino para impartir esta vida eterna a otros, Él debía, al acometer esta obra, quitar el pecado—de este modo, Él debía ser hecho pecado—a fin de que el deshonor hecho a Dios fuese lavado, y la verdad de Su carácter (sin la cual no hay nada seguro, o bueno, o justo) fuese mantenida. El Hijo del Hombre debía ser levantado, como la serpiente fue levantada en el desierto, para que la maldición, bajo la cual se hallaba el pueblo, fuera removida. Al rechazar Su testimonio divino, el hombre, tal cual era aquí abajo, se mostró incapaz de recibir la bendición de lo alto. Él tenía que ser redimido, y el pecado tenía que ser expiado y quitado, él debe ser tratado según la realidad de su condición, y conforme al carácter de Dios, el cual no puede negarse a Sí mismo. Jesús emprendió hacer esto en gracia. Era necesario que el Hijo del Hombre fuese levantado, rechazado de la tierra por el hombre, cumpliendo la expiación ante el Dios de justicia. En una palabra, Cristo viene con el conocimiento de lo que es el cielo y lo que es la gloria divina. A fin de que el hombre pudiese compartir esto, el Hijo del Hombre debía morir—debía tomar el lugar de la expiación—fuera de la tierra. Observen aquí el profundo y glorioso carácter de aquello que Jesús trajo consigo, de la revelación que Él hizo.
El Don Del Hijo De Dios Y La Dádiva De Vida Eterna a Todos Los Creyentes
La cruz, y la separación absoluta entre el hombre en la tierra y Dios—éste es el lugar de encuentro de la fe y Dios; pues se presenta, de una vez, la verdad de la condición del hombre, y el amor que la encuentra. Así, al acercarse al lugar santo desde el campamento, lo primero que ellos encontraban al pasar por la puerta del atrio era el altar. Se presentaba ante la vista de todo aquel que abandonaba el mundo exterior y entraba. Cristo, levantado de la tierra, atrae a todos los hombres hacia Sí mismo. (Juan 12:32). Pero si (debido al estado de alienación del hombre y su culpa) se precisaba que el Hijo del Hombre fuera levantado de la tierra, a fin de que todo aquel que creyese en Él tuviera vida eterna, había otro aspecto de este mismo hecho glorioso; de tal manera ha amado Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree tenga vida eterna. En la cruz vemos, moralmente, la necesidad de la muerte del Hijo del Hombre; vemos el don inefable del Hijo de Dios. Estas dos verdades se unen en el común objeto del don de la vida eterna para todos los creyentes. Y si era para todos los creyentes, era un asunto del hombre, de Dios, y del cielo, y se apartaba de las promesas hechas a los judíos, y de los límites de los tratos de Dios con ese pueblo. Pues Dios envió a Su Hijo al mundo, no para condenarlo, sino para salvarlo. Pero la salvación es por la fe; y el que cree en la venida del Hijo, poniendo ahora todas las cosas a prueba, no es condenado (su estado queda decidido de este modo); el que no cree ya es condenado, él no ha creído en el unigénito Hijo de Dios, manifestando con esta decisión su condición.
La Justa Condenación De Dios; El Amor a Las Tinieblas, Demostración De Malas Obras
Ésta es la cosa que Dios les imputa en su contra. La luz vino al mundo, y ellos amaron más las tinieblas porque sus obras eran malas. ¿Podía haber un asunto más justo de condenación? No era cuestión de si ellos no hallaban el perdón, sino de su preferencia por las tinieblas en lugar de la luz, continuando así en el pecado.
El Contraste Entre Juan El Bautista Y Cristo
El resto del capítulo presenta el contraste entre las posiciones de Juan y de Cristo. Ambas están ante nuestros ojos. Uno es el amigo fiel del Esposo, viviendo solamente para Él; el otro es el Esposo, a quien todo pertenece: el uno, en sí mismo, un hombre terrenal, grande como pudiese ser el don que había recibido del cielo; el otro, Él mismo era del cielo, y sobre todas las cosas. La esposa era de Él. El amigo del Esposo, escuchando Su voz, fue lleno de gozo. Nada más hermoso que esta expresión del corazón de Juan el Bautista, inspirada por la presencia del Señor, lo bastante cerca de Jesús como para alegrarse y regocijarse en que Jesús era todo. Esto es siempre así.
El Testimonio De Juan Y El De Aquel Que Vino Del Cielo
Con respecto al testimonio, Juan testificó en relación con las cosas terrenales. Para ese fin había sido enviado. Aquel que vino del cielo, estaba por encima de todos (Juan 3:31—RVR77), y testificaba de las cosas celestiales, de aquello que Él había visto y oído. Nadie recibió Su testimonio. El hombre no era del cielo. Sin la gracia uno cree conforme a sus propios pensamientos. Pero al hablar como un hombre en la tierra, Jesús habló las palabras de Dios; y aquel que recibía Su testimonio ha certificado (N. del T.: a puesto el sello de) que Dios era veraz. Pues el Espíritu no es dado por medida. Como un testigo, el testimonio de Jesús era el testimonio de Dios mismo; Sus palabras, eran las palabras de Dios. ¡Preciosa verdad! Además, Él era el Hijo, y el Padre le amaba, y había entregado todas las cosas en Su mano. Éste es otro título glorioso de Cristo, otro aspecto de Su gloria. Pero las consecuencias de esto, para el hombre, eran eternas. No era la todopoderosa ayuda para los peregrinos, ni la fidelidad a las promesas, para que Su pueblo pudiera confiar en Él a pesar de todo. Se trataba del vivificador, del dador de vida, del Hijo del Padre. Todo estaba comprendido en ello. “El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida.” (Juan 3:36—RVR77). Él permanece en su culpa. La ira de Dios está sobre él.
Resumen Del Capítulo 3
Todo esto es una especie de introducción. El ministerio del Señor, propiamente llamado, viene a continuación. Juan no había sido arrojado en prisión todavía (vers. 24). No fue hasta después de este suceso que el Señor comenzó Su testimonio público. El capítulo que estuvimos considerando explica lo que fue Su ministerio, el carácter en el que vino, Su posición, la gloria de Su Persona, el carácter del testimonio que dio, la posición del hombre en relación con las cosas de que habló, comenzando con los judíos, y siguiendo por el nuevo nacimiento, la cruz y el amor de Dios hasta Sus derechos como venido al mundo, y a la suprema dignidad de Su propia Persona, a Su testimonio propiamente divino, a Su relación con el Padre, el objeto de cuyo amor era Él, quien le entregó todas las cosas en Su mano. Él era el testigo fiel y el de las cosas celestiales (ver cap. 3:13), pero era también el Hijo mismo venido del Padre. Todo lo que quedaba por parte del hombre era poner la fe en Él. El Señor sale del judaísmo, al tiempo que presenta el testimonio de los profetas y trae del cielo el testimonio directo de Dios y de la gloria, mostrando la única base sobre la cual podemos tener parte en él. El judío o el Gentil debían nacer de nuevo; y las cosas celestiales podían ser sólo comprendidas por la cruz, la grandiosa prueba del amor de Dios al mundo. Juan le concede a Él el lugar, revelando—no en testimonio público a Israel, sino a los discípulos—la verdadera gloria de Su Persona y de Su obra en este mundo. Creo que la idea de la esposa y del Esposo es general. Juan dice realmente que él no es el Cristo, y que la esposa terrenal pertenece a Jesús; pero Él no la tomado nunca, y Juan habla de Sus derechos, los cuales son hechos reales para nosotros en una tierra mejor, y en otra región. Es, repito, la idea general. Pero, hemos entrado ahora al terreno nuevo de una nueva naturaleza, de la cruz, y del mundo y del amor de Dios hacia él.

Juan Capítulo 4

Inducido a Salir De Judea, Gracia Divina En Samaria
Y ahora Jesús, siendo alejado por el celo de los judíos, comienza Su ministerio fuera de ese pueblo, reconociendo aún, al mismo tiempo, la verdadera posición de ellos en los tratos de Dios. Se va a Galilea; pero Su camino le condujo a pasar por Samaria, donde habitaba una raza mezclada de extranjeros y de Israel—una raza que había abandonado la idolatría de los extranjeros, pero que, al mismo tiempo que seguían la ley de Moisés y se llamaban a sí mismos usando el nombre de Jacob, habían establecido un lugar de adoración propio en Gerizim. Jesús no entra en la ciudad. Estando cansado, se sienta fuera de la ciudad sobre el borde de un pozo—porque Él, necesariamente, tenía que ir por ese camino; pero, esta necesidad fue una ocasión para la acción de esa gracia divina, la cual estaba en la plenitud de Su Persona, y que inundó los estrechos límites del judaísmo.
Bautismo Efectuado Por Los Discípulos De Jesús
Hay algunos detalles preliminares a destacar antes de entrar en el asunto de este capítulo. Jesús no bautizó, pues conocía toda la extensión de los consejos de Dios en gracia, el verdadero objeto de Su venida. Él no podía ligar las almas a un Cristo vivo por medio del bautismo. Los discípulos tenían razón al hacerlo así. Lo hacían para que se recibiese a Cristo. Era fe de parte de ellos.
En El Pozo De Jacob En Samaria
Cuando fue rechazado por los judíos, el Señor no contiende con ellos. Los deja; y, viniendo a Sicar, se halla en las asociaciones más interesantes con respecto a la historia de Israel, pero en Samaria: triste testimonio de la ruina de Israel. El pozo de Jacob estaba en manos de un pueblo que se llamaba a sí mismo Israel, pero la mayor parte de los cuales no lo eran, y adoraban lo que no sabían, aunque pretendían ser del linaje de Israel. Aquellos que eran realmente judíos habían alejado al Mesías con sus celos. Él—un hombre rechazado por el pueblo—se había marchado de en medio de ellos. Le vemos compartiendo los sufrimientos de la humanidad, y, cansado por Su viaje, le vemos encontrando solamente el flanco de un pozo sobre el cual descansar al mediodía. Se conforma con ello. Lo único que Él busca es la voluntad de Su Dios: ella le llevó hacia aquel lugar. Los discípulos estaban ausentes, y Dios llevó hacia aquel lugar, a una hora inusual, a una mujer sola. No era la hora en la cual las mujeres acudían a sacar agua; pero, en la disposición de Dios, una pobre mujer pecadora y el Juez de vivos y muertos se encontraron juntos así.
El Corazón Del Salvador; El Don De Agua Viva
El Señor, cansado y sediento, no tenía medios ni siquiera para extinguir Su sed. Él depende, como hombre, de esta pobre mujer para que le diera un poco de agua para Su sed. La mujer, viendo que es un judío, se sorprende; y ahora la escena divina se despliega, en la que el corazón del Salvador, rechazado por los hombres y oprimido por la incredulidad de Su pueblo, se abre para permitir que la plenitud de la gracia fluya, la cual encuentra su razón en las necesidades y no en la justicia de los hombres. Ahora bien, esta gracia no se limitaba a los derechos de Israel, ni se prestaba al celo nacional. Se trataba del don de Dios, de Dios mismo quien estaba allí en gracia, y de Dios descendido tan abajo que, habiendo nacido entre Su pueblo, Él dependía, en cuanto a Su posición humana, de una mujer Samaritana para obtener una gota de agua que extinguiera Su sed. “Si conocieras el don de Dios, y [no, quién soy yo, sino] quién es el que te dice: Dame de beber ... ”, es decir, si hubieras conocido que Dios da gratuitamente, y que la gloria de Su Persona estaba allí, y cuán profundamente Él se había humillado, Su amor se habría revelado a tu corazón, y lo habría llenado de perfecta confianza, incluso por lo que respecta a las necesidades que una gracia como ésta habría despertado en tu corazón. “Tú le habrías pedido a él”, dijo el divino Salvador, “y Él te hubiera dado” el agua viva que salta para vida eterna. Tal es el fruto celestial de la misión de Cristo, donde quiera que Él es recibido. Su corazón expone esto (esto era revelarse a Sí mismo), la derrama en el corazón de una que era su objeto; consolándose por la incredulidad de los judíos (rechazando el fin de la promesa) presentando el verdadero consuelo de la gracia a la miseria que la necesitaba. Esta es la verdadera consolación del amor, la cual se aflige cuando no es capaz de actuar. Las compuertas de la gracia son levantadas por la miseria que esta gracia baña. Él hace manifiesto aquello que Dios es en gracia; y el Dios de gracia estaba allí. ¡Ay! el corazón del hombre, mustio y egoísta, y preocupado de sus propias miserias (los frutos del pecado), no puede entender esto en absoluto. La mujer ve algo extraordinario en Jesús; ella siente curiosidad por saber qué significa esto—es conmovida por Sus modos, de manera que ella tiene una medida de fe en Sus palabras; pero sus deseos se limitan al alivio de los trabajos de su atribulada vida, en la cual un corazón ardiente no encontraba ninguna respuesta a la miseria que había adquirido como porción suya participando en el pecado.
La Corriente De Gracia Y Su Cauce
Unas pocas palabras sobre el carácter de esta mujer. Creo que el Señor mostraría que hay necesidad, que los campos estaban listos para la siega; y que si la miserable justicia propia de los judíos le rechazaba a Él, la corriente de la gracia hallaría su cauce en otra parte, habiendo preparado Dios corazones para recibirla con gozo y acciones de gracias, porque respondía a la miseria y necesidad de ellos—no de los justos ante sus propios ojos. El canal de la gracia fue cavado por la necesidad y la miseria que la gracia misma hizo sentir.
Aislada Por El Pecado; a Solas Con El Señor
La vida de esta mujer era vergonzosa; pero ella estaba avergonzada de su vida; como mínimo, su posición la había aislado, separándola de la multitud que se olvida de sí misma en el tumulto de la vida social. Y no hay pesar interior como aquel de un corazón solitario; pero Cristo y la gracia lo satisfacen ampliamente. El aislamiento de ese corazón cesa completamente. Él estaba más aislado que ella. Ella vino sola al pozo; no estaba con las otras mujeres. Sola, ella se encontró con el Señor, por medio de la guía de Dios que la trajo allí. Incluso los discípulos debían marcharse para hacerle un lugar a ella. Ellos no conocían nada de esta gracia. De hecho, bautizaban en el nombre del Mesías, en quien ellos creyeron. Eso estaba bien. Pero Dios estaba allí en gracia—Aquel que juzgaría a vivos y muertos—y con Él una pecadora en sus pecados. ¡Qué reunión! ¡Y Dios quien se había detenido tan bajo como para depender de ella para un poco de agua que extinguiese su sed!
El Sentido De Necesidad De La Mujer; La Conciencia Despertada Por El Escudriñador De Corazones
Ella poseía una naturaleza ardiente. Había buscado felicidad; ella encontró miseria. Vivió en el pecado, y estaba cansada de la vida. Estaba, realmente, en las profundidades más bajas de la miseria. El ardor de su naturaleza no halló en el pecado ningún obstáculo. Así que ella siguió ¡es lamentable! hasta lo extremo. La voluntad, ocupada en el mal, se alimenta de deseos pecaminosos, y se consume a sí misma sin fruto. No obstante, su alma no carecía de un sentido de necesidad. Pensaba en Jerusalén, pensaba en Gerizim. Ella esperaba al Mesías, quien les declararía todas las cosas. ¿Cambió esto su vida? De ningún modo. Su vida era espantosa. Cuando el Señor habla de cosas espirituales, en un lenguaje adecuado para despertar el corazón, dirigiendo la atención de ella a las cosas celestiales en una manera que uno podría haber pensado que era imposible de malentender, ella no puede comprenderlo. El hombre natural no puede entender las cosas del Espíritu: éstas se disciernen espiritualmente.
La novedad del discurso del Señor estimuló su atención, pero no condujo sus pensamientos más allá de su cántaro, el símbolo de sus labores diarias; aunque ella vio que Jesús tomaba el lugar de uno mayor que Jacob. ¿Qué se debía hacer? Dios obró—Él obró en gracia, y en esta pobre mujer. Cualquiera que pudiera ser la ocasión con respecto a ella, fue Él quien la había traído hasta allí. Pero ella era incapaz de comprender las cosas espirituales aun siendo expresadas del modo más sencillo; pues el Señor hablaba del agua que brota en el alma para vida eterna. Pero como el corazón humano está siempre girando en torno a sus propias circunstancias e inquietudes, la necesidad religiosa de esta mujer estaba limitada, en forma práctica, a las tradiciones por las que su vida, en lo que respecta a sus pensamientos religiosos y hábitos, estaba formada, dejando aún un vacío que nada podía llenar. ¿Qué debía hacerse entonces? ¿De qué manera puede actuar esta gracia, cuando el corazón no comprende la gracia espiritual que el Señor trae? Ésta es la segunda parte de la maravillosa enseñanza presentada aquí. El Señor trata con su conciencia. Una palabra pronunciada por Aquel que escudriña el corazón, examina cuidadosamente su conciencia: ella está en la presencia de un hombre que le dice todo cuanto ella siempre hizo. Porque, siendo despertada su conciencia por la Palabra, y hallándose expuesta a los ojos de Dios, su vida entera está ante ella.
En La Presencia De Dios
Y, ¿quién es Aquel que escudriña el corazón de esta manera? Ella siente que Su palabra es la Palabra de Dios: “Tú eres profeta.” La inteligencia en las cosas divinas viene por medio de la conciencia, no del intelecto. El alma y Dios se hallan juntos, si podemos hablar así, cualquiera que sea el instrumento usado. Ella tiene todo por aprender, no hay duda; pero se halla en presencia de Aquel que enseña todo. ¡Qué paso! ¡Qué cambio! ¡Qué posición nueva! Esta alma, que no veía más allá de su cántaro y que sentía su afán más que su pecado, está allí sola con el Juez de vivos y muertos—con Dios mismo. Y, ¿de qué manera? Ella no lo sabe. Sentía solamente que era Él en el poder de Su propia palabra. Pero, al menos, Él no la despreció, como otros hicieron. Aunque estaba sola, estaba sola con Él; le había hablado a ella de la vida—del don de Dios; le había dicho que sólo tenía que pedir y recibir. Ella no había entendido nada de Su intención; pero no era condenación, era gracia—gracia que se detuvo en ella, que conocía su pecado y no era alejada por este, que le pidió agua, que estaba por sobre el prejuicio judío con respecto a ella, así como por encima del desprecio de los humanamente justos—gracia que no le ocultó su pecado, que le hizo sentir que Dios lo conocía, y, no obstante, Aquel que conocía esto estaba allí sin alarmarla. Su pecado estaba delante de Dios, pero no en juicio.
Confianza Inspirada Por La Gracia De Dios
¡Maravillosa reunión de un alma con Dios, que la gracia divina lleva a cabo por medio de Cristo! No fue que ella razonó sobre todas estas cosas; pero ella estaba bajo el efecto de la verdad de estas cosas, ella misma sin explicárselo; porque la Palabra de Dios había alcanzado su conciencia, y estaba en la presencia de Aquel que lo había llevado a cabo, y Él era manso y humilde, y agradecido de recibir un poco de agua de sus manos. La contaminación de ella no le contaminó a Él. Ella podía, de hecho, confiar en Él, sin saber el porqué. Así es como Dios actúa. La gracia inspira confianza—trae de vuelta el alma a Dios en paz, antes de tenga algún conocimiento inteligente, o de que pueda explicárselo a sí misma. De esta manera, llena de confianza, ella comienza (fue la consecuencia natural) con las preguntas que llenaban su propio corazón; dándole así al Señor una oportunidad de explicar plenamente los caminos de Dios en gracia. Dios así lo había ordenado; pues el asunto se hallaba lejos de los sentimientos a los que la gracia más tarde la condujo. El Señor contesta conforme a su condición: la salvación venía de los judíos. Ellos eran el pueblo de Dios. La verdad se hallaba con ellos, y no con los samaritanos que adoraban lo que no sabían. Pero Dios puso todo eso aparte. Ahora ya no era ni en Gerizim ni en Jerusalén, donde adorarían al Padre quien se manifestó en el Hijo. Dios era espíritu, y debía ser adorado en espíritu y en verdad. Además, el Padre buscaba a tales adoradores. Es decir, la adoración de sus corazones debe responder a la naturaleza de Dios, a la gracia del Padre que los había buscado. De este modo, los verdaderos adoradores deberían adorar al Padre en espíritu y en verdad. Jerusalén y Samaria desaparecen completamente—no tienen un lugar ante tal revelación del Padre en gracia. Dios ya no se escondía; Él fue revelado perfectamente en la luz. La gracia perfecta del Padre obró, a fin de dar a conocerle, por medio de la gracia que trajo almas a Él.
El Señor Es Recibido; El Efecto De Ello: El Corazón Es Llenado De Cristo Mismo
Ahora bien, la mujer no fue llevada todavía a Él; pero, como hemos visto en el caso de los discípulos y de Juan el Bautista, una gloriosa revelación de Cristo actúa en el alma donde ella se encuentra, y trae a la Persona de Jesús a relacionarse con la necesidad ya sentida. “Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.” Pequeña como su inteligencia pudiera ser, e incapaz como ella era de comprender lo que Jesús le había dicho, Su amor se encuentra con ella donde puede recibir vida y bendición; y Él responde: “Yo soy, el que habla contigo.” La obra estaba hecha; el Señor fue recibido. Una pobre pecadora Samaritana recibe al Mesías de Israel, a quien los sacerdotes y los Fariseos habían rechazado de entre el pueblo. El efecto moral en la mujer es evidente. Olvida su cántaro, su afán, sus circunstancias. Es cautivada por este nuevo objeto que es revelado a su alma—por Cristo; cautivada de tal manera que, sin pensarlo, se convierte en una predicadora; es decir, predica al Señor de la abundancia de su corazón y con perfecta simplicidad. Él le había dicho todo lo que ella había hecho. Ella no piensa en aquel momento de qué se trataba. Jesús se lo había dicho, y el pensamiento de Jesús quita la amargura del pecado. El sentido de Su bondad remueve el engaño del corazón que busca esconder su pecado. En una palabra, su corazón está completamente lleno de Cristo. Muchos creyeron en Él por medio de la predicación de ella—“me dijo todo lo que he hecho”; muchos más, cuando le escucharon a Él. Su propia palabra llevaba consigo una convicción más fuerte, como más directamente relacionada con Su Persona.
Los Campos De La Siega; Los Obreros, Sus Salarios Y El Fruto
Entretanto los discípulos vienen, y—naturalmente—se maravillan ante Su conversación con la mujer. El Maestro de ellos, el Mesías—ellos entendían esto; pero la gracia de Dios manifestada en la carne estaba todavía fuera del alcance de sus pensamientos. La obra de esta gracia era la comida de Jesús, y eso en la humildad de la obediencia, como enviada por Dios. Él se mantuvo ocupado en ella, y, en la perfecta humildad de la obediencia, fue Su gozo y Su comida hacer la voluntad de Su Padre, y acabar Su obra. Y el caso de esta pobre mujer tenía un motivo que llenaba Su corazón con profundo gozo, herido como fue en este mundo, porque Él era amor. Si los judíos le rechazaban, los campos en los cuales la gracia buscaba sus frutos para el granero eterno aún estaban blancos, listos para la siega. Por lo tanto, a aquel que trabajase no le faltaría su salario, ni el gozo de poseer tal fruto para vida eterna. Sin embargo, aun los apóstoles eran sólo segadores donde otros habían sembrado. La pobre mujer era una prueba de esto. Cristo, presente y revelado, satisface la necesidad que había despertado el testimonio del profeta. De este modo (a la vez que exhibía una gracia que revelaba el amor del Padre, de Dios el Salvador, y salía, consecuentemente, del espacio cerrado del sistema judío), Él reconoció plenamente el fiel servicio de Sus obreros en tiempos pasados, los profetas quienes, por el Espíritu de Cristo desde el principio del mundo, habían hablado del Redentor, de los sufrimientos de Cristo y de las glorias que seguirían. Los sembradores y segadores debían gozarse juntamente en el fruto de sus trabajos.
El Retrato Divino Presentado En La Gracia Fluyendo En El Pozo De Sicar
Pero, ¡qué retrato es todo esto del propósito de la gracia, y de su poderosa y viva plenitud en la Persona de Cristo, del don gratuito de Dios, y de la incapacidad del espíritu humano para comprenderla, preocupado y cegado como está por las cosas del presente, no viendo nada más allá de la vida natural, aunque sufriendo las consecuencias de su pecado! Al mismo tiempo, vemos que es en la humillación, en el profundo abatimiento, del Mesías, de Jesús, que Dios se manifiesta en esta gracia. Esto es lo que derriba las barreras, y da libre curso al torrente de la gracia desde lo alto. Vemos, también, que la conciencia es la puerta del entendimiento en las cosas de Dios. Somos ciertamente llevados a la relación con Dios cuando Él escudriña el corazón. Éste es siempre el caso. Entonces estamos en la verdad. Además, así se manifiesta Dios a Sí mismo, y la gracia y el amor del Padre. Él busca adoradores, y eso, conforme a esta doble revelación de Él, no obstante lo grande que pueda ser Su paciencia con aquellos que no ven más allá del primer paso de las promesas de Dios. Si Jesús es recibido, hay un cambio completo; la obra de la conversión es llevada a cabo; hay fe. A la vez, ¡qué divino retrato de nuestro Jesús—humillado, por cierto, pero incluso de este modo, la manifestación de Dios en amor, el Hijo del Padre, Aquel que conoce al Padre, y lleva a cabo Su obra! ¡Qué gloriosa e infinita escena se abre ante el alma, que es admitida para verle y conocerle!
Toda la amplitud de la gracia nos es mostrada aquí en Su obra y en su alcance divino, en lo que respecta a su aplicación al individuo, y a la inteligencia personal que podemos tener con respecto a ella. No es precisamente el perdón, ni la redención, ni la asamblea. Es la gracia fluyendo en la Persona de Cristo; y la conversión del pecador, a fin de que pueda gozarla en sí mismo, y sea capaz de conocer a Dios y de adorar al Padre de gracia. Pero, ¡cuán completamente hemos rebasado, en principio, los estrechos límites del judaísmo!
En Galilea; El Segundo Milagro Del Señor Y Las Grandes Verdades Que Expone
No obstante, en Su ministerio personal, el Señor, siempre fiel, poniéndose Él aparte para glorificar a Su Padre obedeciéndole, se encamina a la esfera de trabajo asignada para Él por Dios. Deja a los judíos, pues ningún profeta es recibido en su propia tierra, y va a Galilea, entre los despreciados de Su pueblo, los pobres del rebaño, donde la obediencia, la gracia y los consejos de Dios le pusieron del mismo modo. En ese sentido, Él no abandonó a Su pueblo, perversos como ellos eran. Allí Él obra un milagro que expresa el efecto de Su gracia en relación con el remanente creyente de Israel, débil como podía ser la fe de ellos. Él regresa al lugar donde había convertido el agua de la purificación en el vino del gozo (“que alegra a Dios y a los hombres”—Jueces 9:13). Mediante ese milagro, Él había mostrado, en figura, el poder que libertaría al pueblo, y mediante el cual, al ser recibido, Él establecería la plenitud del gozo en Israel, creando por medio de ese poder el buen vino de las nupcias de Israel con su Dios. Israel lo rechazó todo. El Mesías no fue recibido. Él se retiró entre los pobres del rebaño en Galilea, después de haber mostrado a Samaria (al pasar) la gracia del Padre, la cual iba más allá de todas las promesas hechas a, y de todos los tratos con, el judío, y que en la Persona y humillación de Cristo conducía a almas convertidas a adorar al Padre (fuera de todo el sistema judío, verdadero o falso) en espíritu y en verdad; y allí, en Galilea, Él obra un segundo milagro en medio de Israel, donde Él aún trabaja, según la voluntad de Su Padre, es decir, dondequiera que hay fe; no aún, quizás, en Su poder para levantar a los muertos, sino para sanar y salvar la vida de aquello que estaba a punto de morir. Él cumplió el deseo de aquella fe, y restituyó la vida de uno que estuvo al borde de la muerte. Fue esto, de hecho, lo que Él estuvo haciendo en Israel mientras se hallaba aquí abajo. Estas dos grandes verdades fueron presentadas—aquello que Él iba a hacer conforme a los propósitos de Dios el Padre, como siendo rechazado; y aquello que Él estaba haciendo en aquel entonces por Israel, conforme a la fe que Él hallaba entre ellos.
Bosquejo De Los Capítulos 5 Al 21
En los capítulos siguientes hallaremos expuestos los derechos y la gloria unidas a Su Persona; el rechazo de Su Palabra y de Su obra; la segura salvación del remanente, y de todas Sus ovejas dondequiera que estuviesen. Después—reconocido por Dios, manifestado en la tierra, el Hijo de Dios, de David, y del Hombre—se devela lo que Él hará después de Su partida, y el don del Espíritu Santo; también la posición en la que Él puso a los discípulos delante del Padre, y con respecto a Sí mismo. Y entonces—después de la historia de Getsemaní, la entrega de Su propia vida, Su muerte dando Su vida por nosotros—todo el resultado, en los caminos de Dios, hasta Su regreso, es presentado brevemente en el capítulo que concluye el libro.
Podemos ir más rápidamente a través de los capítulos hasta el décimo, no porque sean menos importantes—lejos de ello—sino porque contienen algunos grandes principios que pueden ser señalados, sin requerir mucha explicación.

Juan Capítulo 5

El Poder Vivificante De Cristo Contrastado Con La Falta De Poder De Las Ordenanzas Legales
Este capítulo contrasta el poder vivificante de Cristo, el poder y derecho de dar vida a los muertos, con la impotencia de las ordenanzas legales. Éstas requerían fortaleza en la persona que quería beneficiarse de ellas. Cristo trajo consigo el poder que iba a sanar, y ciertamente a traer vida. Además, todo juicio es encomendado a Él, para que aquellos que hayan recibido la vida no vengan a juicio. El final del capítulo presenta los testimonios que han sido dados acerca de Él, y, por lo tanto, la culpa de aquellos que no acudirían a Él para tener vida. Lo uno es gracia soberana, lo otro, responsabilidad, porque la vida estaba allí. Para obtener vida, se necesitaba Su poder divino; pero, al rechazarle, al rehusar venir a Él para que tuviesen vida, ellos lo hicieron así a pesar de las pruebas más positivas.
El Hombre Impotente; Fuerza Impartida Por Cristo
Vayamos un poco a los detalles. El pobre hombre que tenía una enfermedad hacía treinta y ocho años, estaba totalmente incapacitado, dada la naturaleza de su enfermedad, de beneficiarse mediante medios que requerían fuerza para utilizarlos. Éste es el carácter del pecado, por una parte, y de la ley por otra. Algunos vestigios de bendición existían aún entre los judíos. Los ángeles, ministros de esa dispensación, todavía obraban entre el pueblo. Jehová no se dejó sin testimonio. Pero se precisaba fuerza para beneficiarse de este ejemplo del ministerio de ellos. Aquello que la ley no podía hacer, por cuanto era débil a causa de la carne, Dios lo hizo por medio de Jesús. El hombre impotente tenía el deseo, pero no la fuerza; la voluntad estaba presente en él, pero no el poder para actuar. La pregunta del Señor expone esto. Una simple palabra de Cristo lo hace todo. “Levántate, toma tu lecho y anda.” Se imparte fortaleza. El hombre se levanta, y se va llevándose su lecho.
El Día De Reposo; Dios Comenzando a Obrar Nuevamente En Poder Y Amor
Era día de reposo—una importante circunstancia aquí, que ocupa un lugar prominente en esta interesante escena. El día de reposo fue dado como señal del pacto entre los judíos y el Señor. Pero, había sido demostrado que la ley no daba el reposo de Dios al hombre. Se necesitaba el poder de una nueva vida; la gracia era necesaria para que el hombre estuviera en relaciones con Dios. La sanación de este pobre hombre fue una operación de esta misma gracia, de este poder, pero obrada en medio de Israel. El estanque de Betesda daba por sentado que había poder en el hombre; el acto de Jesús empleó el poder, en gracia, a favor de uno del pueblo del Señor que estaba angustiado. Por lo tanto, tratando con Su pueblo en gobierno, le dice al hombre: “No peques más, para que no te suceda alguna cosa peor.” (Juan 5:14—RVR77). Era Jehová actuando por medio de Su gracia y bendición entre Su pueblo; pero lo era en las cosas temporales, las señales de Su favor y misericordia, y en relación con Su gobierno en Israel. Así y todo, era poder divino y gracia. Ahora bien, el hombre dio aviso a los judíos que era Jesús. Ellos se levantan contra Él bajo el pretexto de una violación del día de reposo. La respuesta del Señor es profundamente sensible, y llena de enseñanza—una revelación total. Esta respuesta habla de la relación, abiertamente revelada ahora por Su venida, que existía entre Él mismo (el Hijo) y Su Padre. Muestra con ella—¡y qué profundidades de la gracia!—que ni el Padre ni Él podían hallar Su día de reposo en medio de la miseria y de los tristes frutos del pecado. Jehová en Israel podía imponer el día de reposo como una obligación de la ley, y convertirlo en señal de la verdad previa de que Su pueblo entraría en el reposo de Dios. Pero, de hecho, cuando Dios fue plenamente conocido, no hubo ningún reposo en las cosas existentes; ni fue esto todo—Él obró en gracia, Su amor no podía descansar en la miseria. Él había instituido un reposo relacionado con la creación, cuando ésta era muy buena. El pecado, la corrupción y la miseria habían entrado en ella. Dios, el Santo y el Justo, ya no halló un día de reposo en ella, y el hombre no entró verdaderamente en el reposo de Dios (comparar con hebreos 4). De dos cosas, una es la siguiente: o bien Dios debía, en justicia, destruir a la raza culpable, o bien—y esto es lo que Él hizo, conforme a Sus propósitos eternos—debía comenzar a obrar en gracia conforme a la redención que el estado del hombre requería—una redención en la que se despliega toda Su gloria. En una palabra, Él debe comenzar a obrar nuevamente en amor. Así, el Señor dice, “Mi padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.” Dios no puede satisfacerse allí donde existe el pecado. No puede reposar con la miseria ante Su vista. Él no tiene día de reposo, sino que todavía trabaja en gracia. ¡Qué respuesta tan divina a sus miserables especulaciones!
El Señor Poniéndose En Igualdad Con El Padre
Otra verdad salió a la luz de lo que el Señor dijo. Él se puso en igualdad con Su Padre. Pero los judíos, celosos de sus ceremoniales—de aquello que los distinguía de las otras naciones—no vieron nada de la gloria de Cristo, y procuran matarle, tratándole como un blasfemo. Esto brinda a Jesús la ocasión de poner al descubierto toda la verdad sobre este punto. Él no era como un ser independiente poseyendo iguales derechos, no era como otro Dios que actuaba por Su propia cuenta, lo cual además es imposible. No puede haber dos seres supremos y omnipotentes. El Hijo está en unión plena con el Padre, no hace nada sin el Padre, sino que hace todo lo que ve hacer al Padre. No hay nada que el Padre haga que Él no lo haga en comunión con el Hijo; y mayores pruebas que estás debían aún ser vistas, pruebas que los dejarían maravillados. Esta última frase de las palabras del Señor muestra, así como el total de este Evangelio, que mientras se revela en forma absoluta que Él y el Padre son uno, Él lo revela, y habla de ello desde una posición en la cual Él podía ser visto por los hombres. Aquello de lo que Él habla está en Dios; la posición desde la que habla de ello es una posición tomada, y, en cierto sentido, inferior. Vemos en todas partes que Él es igual al Padre, y uno con Él. Vemos que Él recibe todo del Padre, y todo lo hace según la mente del Padre. (Esto se ve notablemente en el capítulo 17). Se trata del Hijo, pero el Hijo manifestado en la carne, actuando en la misión que el Padre le envió a cumplir.
El Hijo Como El Dador De Vida Y El Juez De Todo
Hay dos cosas de las que se habla en este capítulo (vers. 21-22), las cuales demuestran la gloria del Hijo. Él da vida y Él juzga. No se trata aquí de sanar—una obra que, en el fondo, brota de la misma fuente, y tiene ocasión de manifestarse en el mismo mal: sino de la dación de vida de un modo evidentemente divino. Como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así el Hijo a los que quiere da vida. Tenemos aquí la primera prueba de Sus derechos divinos. Él da vida, y la da a quien quiere. Pero, siendo encarnado, Él puede ser personalmente deshonrado, rechazado, menospreciado por los hombres. Por consiguiente, todo el juicio le es encomendado a Él, y el Padre a nadie juzga, para que todos, incluso aquellos que han rechazado al Hijo, le honren como honran al Padre al cual reconocen como Dios. Si rehúsan honrarle cuando Él actúa en gracia, estarán obligados a honrarle cuando Él actúe en juicio. En la vida, tenemos comunión por el Espíritu Santo con el Padre y con el Hijo (y el vivificar o dar vida es la obra tanto del Padre como del Hijo); pero en el juicio, los incrédulos tendrán que vérselas con el Hijo del Hombre, a quien han rechazado. Las dos cosas son bastante diferentes. Aquel a quien Cristo a dado vida, no necesitará ser obligado a honrarle pasando por el juicio. Jesús no llamará a juicio a uno que Él ha salvado dándole vida.
La Gracia Da Vida Eterna Y Pone a Salvo Del Juicio
¿Cómo podemos saber, entonces, a cuál de estas dos clases pertenecemos nosotros? El Señor (¡alabado sea Su nombre!) contesta que el que oye Su palabra y cree en Aquel que le envió (que cree en el Padre al oír a Cristo), tiene vida eterna (tal es el poder vivificador de Su Palabra), y no vendrá a juicio. Él ha pasado de muerte a vida. ¡Sencillo y maravilloso testimonio! El juicio glorificará al Señor en el caso de aquellos que le han despreciado aquí. La posesión de vida eterna, para que no vengan a juicio, es la porción de aquellos que creen.
Dos Períodos Distintos En El Ejercicio De Poder Del Señor: (1) Almas Vivificadas Por El Hijo De Dios
Luego, el Señor señala dos períodos distintos, en los que el poder que el Padre le dio habiendo descendido a la tierra, tiene que ejercerse. La hora venía—ya había venido—en que los muertos oirían la voz del Hijo de Dios, y aquellos que la oyeran vivirían. Ésta es la comunicación de vida espiritual por Jesús, al hombre, quien está muerto por el pecado, y eso por medio de la Palabra que oiría. Pues el Padre ha dado al Hijo, a Jesús, manifestado así en la tierra, el tener vida en Sí mismo (comparar con 1 Juan 1:1-2). También le ha dado autoridad para ejecutar juicio, porque Él es el Hijo del Hombre. Porque el reino y el juicio, conforme a los consejos de Dios, pertenecen a Él como Hijo del Hombre—en aquel carácter en el que fue despreciado y rechazado cuando Él vino en gracia.
Este pasaje nos muestra también que, aunque Él era el Hijo eterno, uno con el Padre, es siempre contemplado como manifestado aquí en la carne, y, por lo tanto, recibiendo todo del Padre. Es así como le hemos visto en el pozo de Samaria—el Dios que daba, pero Aquel que pidió a la pobre mujer que le diera de beber.
(2) Cuerpos Resucitados De La Muerte
Jesús, entonces, vivificaba las almas. Él aún vivifica. Ellos no tenían que maravillarse. Una obra, mucho más maravillosa a los ojos de los hombres, se llevaría a cabo. Todos aquellos que estaban en los sepulcros saldrían. Éste es el segundo período del cual Él habla. En uno, Él da vida a las almas; en el otro, Él resucita cuerpos de la muerte. El primero ha permanecido durante todo el ministerio de Jesús y 1.800 años desde Su muerte; el segundo no ha sucedido todavía, pero durante su duración dos cosas tendrán lugar. Habrá una resurrección de aquellos que han hecho lo bueno (ésta será una resurrección de vida, el Señor completará Su obra vivificadora), y habrá una resurrección de aquellos que han hecho lo malo (esta será una resurrección para su juicio). Este juicio será en conformidad con la mente de Dios, y no conforme a ninguna voluntad separada y personal de Cristo. Hasta aquí se trata del poder soberano, y por lo que respecta a la vida, de la gracia soberana—Él a los que quiere da vida. Lo que sigue a continuación es la responsabilidad del hombre con respecto a la obtención de la vida eterna. Ésta estaba allí en Jesús, y no querían venir a Él para tenerla.
Cuatro Testimonios De La Gloria Y De La Persona Del Señor, Que Dejan Al Hombre Sin Excusa
El Señor continúa señalándoles cuatro testimonios rendidos a Su gloria y a Su Persona, los cuales les dejaban sin excusa: Juan, Sus propias obras, Su Padre, y las Escrituras. No obstante, mientras que pretendían recibir estas últimas, como hallando en ellas vida eterna, no querían venir a Él para tener vida. ¡Pobres judíos! El Hijo vino en nombre del Padre, y no le querían recibir; otro vendría en su propio nombre, y a éste sí recibirían. Esto es lo que mejor se adapta al corazón del hombre. Buscaban honrarse los unos a los otros, ¿cómo podían ellos creer? Recordemos esto. Dios no se adapta al orgullo del hombre—no acomoda la verdad para alimentarlo. Jesús conocía a los judíos. No significa que los acusaría delante del Padre: Moisés, en quien ellos confiaban, lo haría; pues si hubieran creído a Moisés, habrían creído a Cristo. Pero si no conferían ningún crédito a los escritos de Moisés, ¿cómo creerían las palabras de un Salvador despreciado?
Como resultado, el Hijo de Dios da vida, y ejecuta juicio. En el juicio que Él ejecuta, el testimonio que ha sido rendido a Su Persona deja al hombre sin excusa sobre el terreno de su propia responsabilidad. En el capítulo 5, Jesús es el Hijo de Dios quien, con el Padre, da vida, y como Hijo del Hombre juzga. En el capítulo 6, Él es el objeto de la fe, descendido del cielo y muriendo. Él sólo alude a Su ascensión al cielo como Hijo del Hombre.

Juan Capítulo 6

El Pan De Vida; El Señor Encarnado Muerto Y Ascendido Nuevamente Al Cielo
En este capítulo, se trata del Señor descendido del cielo, humillado y muerto, no ahora como el Hijo de Dios, uno con el Padre, la fuente de vida, sino como Aquel que, aunque era Jehová y al mismo tiempo el Profeta y el Rey, tomaría el lugar de Víctima, y el de Sacerdote en el cielo: en Su encarnación, es el pan de vida; en Su muerte, el verdadero alimento de los creyentes; ascendido nuevamente al cielo, es el vivo objeto de la fe de ellos. Pero Él mira solamente este último rasgo: la enseñanza del capítulo es lo que antecede. No se trata del poder divino que da vida, sino del Hijo del Hombre venido en la carne, el objeto de la fe, y de este modo el medio de vida; y, aunque, como está claramente manifestado por el llamamiento de la gracia, además de eso no se trata del lado divino, de dar vida a quien Él quiere, sino de la fe en nosotros asiéndonos de Él. En las dos Él actúa independientemente de los límites del judaísmo. Él da vida a quien quiere, y viene a dar vida al mundo.
El Señor En Contraste Con El Judaísmo; Bendiciones Terrenales Y La Nueva Posición Y Doctrina
Esto fue en ocasión de la Pascua, un tipo que el Señor tenía que cumplir mediante la muerte de la cual Él habló. Observen, aquí, que todos estos capítulos presentan al Señor, y la verdad que le revela, en contraste con el judaísmo, el cual Él dejó y desechó. En el capítulo 5 se trataba de la impotencia de la ley y sus ordenanzas; aquí, se trata de las bendiciones prometidas por el Señor a los judíos en la tierra (Salmo 132:15), y los caracteres de Profeta y Rey cumplidos por el Mesías en la tierra en relación con los judíos, los cuales son contemplados en contraste con la nueva posición y la doctrina de Jesús. Aquello de lo que hablo aquí caracteriza a cada asunto distinto en este Evangelio.
El Profeta, El Sacerdote Y El Rey, Con Respecto a Israel
En primer lugar, Jesús bendice al pueblo, conforme a la promesa de lo que Jehová haría, dada a ellos en el Salmo 132, pues Él era Jehová. En esto, el pueblo reconoce que Él es “aquel Profeta” (Deuteronomio 18:15,18; Hechos 3:23), y desean hacerle su Rey a la fuerza. Pero Él rehúsa esto ahora—no podía tomar este título de manera carnal. Jesús los deja, y sube a un monte Él solo. Esta era, figurativamente, Su posición como Sacerdote en lo alto. Éstos son los tres caracteres del Mesías con respecto a Israel; pero el último tiene aplicación plena y especial también ahora a los santos que caminan en la tierra, quienes continúan, en cuanto a esto, la posición del remanente. Los discípulos entran en una barca, y, sin Él, son sacudidos sobre las olas. Viene la oscuridad (esto le sucederá al remanente aquí abajo), y Jesús está lejos. No obstante, Él vuelve a reunirse con ellos, y le reciben alegremente. En seguida la barca llega al lugar donde se dirigían. Una figura sorprendente del remanente transitando en la tierra durante la ausencia de Cristo, y de cada deseo suyo satisfecho plena e inmediatamente—plena bendición y pleno reposo—cuando Él se vuelva a reunir con ellos.
El Hijo Del Hombre En Humillación Aquí
Esta parte del capítulo, habiéndonos mostrado al Señor ya como el Profeta aquí abajo, y rehusando ser hecho Rey, así como aquello que tendrá lugar cuando Él regrese al remanente en la tierra—el marco histórico de lo que Él era y será—el resto del capítulo nos entrega aquello que Él es entretanto a la fe, Su verdadero carácter, el propósito de Dios al enviarle, fuera de Israel, y en relación con la gracia soberana. La gente le busca. La obra verdadera, la cual Dios reconoce, es la de creer en Aquel que Él ha enviado. Este es aquel alimento que dura para vida eterna, el cual es dado por el Hijo del Hombre (es en este carácter que hallamos a Jesús aquí, así como en el capítulo 5 Él era el Hijo de Dios), pues a Él es Aquel a quien Dios el Padre ha sellado. Jesús había tomado Su lugar de Hijo del Hombre en humillación aquí abajo. Él fue para ser bautizado por Juan el Bautista; y allí, en este carácter, el Padre le selló, descendiendo sobre Él el Espíritu Santo.
El Verdadero Pan Del Cielo Puesto Ante La Fe
La multitud le pide una prueba como el maná. Él mismo era la prueba—el verdadero maná. Moisés no dio el pan celestial de vida. Sus padres murieron en el mismo desierto en el que ellos habían comido el maná. El Padre les daba ahora el verdadero pan del cielo. Aquí, observen, no es el Hijo de Dios quien da, y quien es el Dador soberano de vida para aquel que Él quiere. Él es el objeto presentado a la fe; hay que alimentarse de Él. La vida se encuentra en Él; aquel que le come vivirá por Él, y nunca tendrá hambre. Pero la multitud no creía en Él; de hecho, la masa de Israel, como tal, no estaba en cuestión. Aquellos que el Padre le dio vendrían a Él. Allí Él era el sujeto pasivo, por decirlo así, de la fe. Ya no es más a aquellos que Él quiere, sino la de recibir a aquellos que el Padre traía a Él. Por lo tanto, independientemente de quien fuera, Él no le echaría fuera: enemigo, mofador, Gentil, ellos no vendrían si el Padre no los enviaba. El Mesías estaba allí para hacer la voluntad de Su Padre, y quienquiera que el Padre le trajera, Él le recibiría para vida eterna (comparar con cap. 5:21). La voluntad del Padre tenía estos dos caracteres. De todos los que el Padre le diera, Él no perdería ninguno. ¡Preciosa seguridad! El Señor salva indubitablemente hasta el final a aquellos a quienes el Padre le ha dado; y entonces todo aquel que viera al Hijo y creyera en Él, tendría la vida eterna. Éste es el Evangelio para toda alma, así como el otro es aquel que asegura infaliblemente la salvación de todo creyente.
Una Dispensación Nueva; Resurrección Y Vida Eterna
Pero esto no es todo. El asunto de la esperanza no era ahora el cumplimiento en la tierra de las promesas hechas a los judíos, sino el ser resucitados de entre los muertos, teniendo parte en la vida eterna—en resurrección en el día postrero (es decir, de la época de la ley en la que ellos vivían). Él no coronó la dispensación de la ley; Él tenía que introducir una nueva dispensación, y con ella la resurrección. Los judíos murmuran ante Su afirmación de que Él descendió del cielo. Jesús les contesta testificándoles que su dificultad era fácil de comprender: nadie podía venir a Él si el Padre no le traía. Fue la gracia la que produjo este efecto; daba lo mismo si ellos eran judíos o no. Era una cuestión de vida eterna, de ser resucitados de entre los muertos por Él; no era una cuestión de cumplir las promesas como Mesías, sino de introducir la vida de un mundo extensamente más diferente para ser gozado por la fe—habiendo conducido la gracia del Padre al alma para que hallase esta vida en Jesús. Además, los profetas habían dicho que todos ellos serían enseñados por Dios. Todo aquel, por lo tanto, que aprendía del Padre, venía a Él. Ningún hombre, sin duda, había visto al Padre excepto Aquel que vino de Dios—Jesús; Él había visto al Padre. Aquel que creía en Él estaba ya en posesión de la vida eterna, pues Él era el pan descendido del cielo, para que un hombre pueda comer de él y no morir.
La Muerte De Cristo Como La Vida Del Creyente
Pero esto no fue solamente por la encarnación, sino por la muerte de Aquel que descendió del cielo. Él daría Su vida; Su sangre sería tomada del cuerpo que Él asumió. Ellos comerían Su carne; ellos beberían Su sangre. La muerte iba a ser la vida del creyente. Y, de hecho, es en un Salvador muerto que nosotros vemos el pecado quitado, el cual Él llevó por nosotros, y la muerte por nosotros es muerte a la naturaleza de pecado en la que residían nuestro mal y nuestra separación de Dios. Él puso fin allí al pecado—Él que no conoció pecado. La muerte, introducida por el pecado, quita el pecado que se ligó a la vida, la cual llega allí a su fin. No es que Cristo tuviera algún pecado en Su Persona, sino que Él llevó el pecado, Él fue hecho pecado, en la cruz, por nosotros. Y aquel que está muerto ha sido justificado del pecado. Por lo tanto, yo me alimento de la muerte de Cristo. La muerte es mía; se ha convertido en vida. Ésta me separa del pecado, de la muerte, de la vida en la cual yo estaba separado de Dios. En ella el pecado y la muerte han finalizado su curso. Estas dos cosas estaban ligadas a mi vida. Cristo, en gracia, las ha llevado, y Él ha dado Su carne por la vida del mundo; y yo soy liberado de ellas; y me alimento de la gracia infinita que está en Él, quien ha cumplido todo esto. La expiación es completa, y yo vivo, estando felizmente muerto para todo lo que me separaba de Dios. Es la muerte cumplida en Él, de lo cual yo me alimento, lo principal para mí, y entro además en ella por la fe. Él necesitaba vivir como hombre a fin de poder morir, y Él ha dado Su vida. Así, Su muerte es eficaz; Su amor, infinito; la expiación, total, absoluta, perfecta. Aquello que había entre Dios y yo ya no existe más, pues Cristo murió y todo pasó con Su vida aquí en la tierra—la vida tal como Él la poseía antes de expirar en la cruz. La muerte no podía retenerle. Para realizar esta obra, Él necesitaba poseer un poder de vida divina que la muerte no pudiera tocar; pero ésta no es la verdad enseñada expresamente en el capítulo que tenemos ante nosotros, aunque esté implícita en él.
Aquel Que Murió Como El Objeto De La Fe
Al hablar a la multitud, el Señor, al tiempo que los reprendía por su incredulidad, se presenta a Sí mismo, venido en la carne, como el objeto de su fe en ese momento (vers. 32-35). Para los judíos, al serles descubierta esta doctrina, les repite que Él es el pan de vida descendido del cielo, del que si algún hombre come, vivirá para siempre. Pero les hace entender que no podían detenerse ahí—ellos tenían que recibir Su muerte. Él no dice aquí ‘aquel que me come’, sino que se trataba de comer Su carne y beber Su sangre, de entrar plenamente en el pensamiento—en la realidad—de Su muerte; se trataba de recibir a un Mesías muerto (no a uno vivo), muerto para los hombres, muerto ante Dios. Él no existe ahora como un Cristo muerto, pero tenemos que reconocer, comprender, alimentarnos de, Su muerte—tenemos que identificarnos con ella delante de Dios, participando de ella por la fe, o no tenemos vida en nosotros.
Vivir Por Cristo Alimentándose De Él
Así fue para el mundo. Así debían vivir, no por su propia vida, sino por Cristo, alimentándose de Él. Aquí Él regresa a Su propia Persona, siendo establecida la fe en Su muerte. Además, ellos debían permanecer en Él (vers. 56)—debían estar en Él ante Dios, conforme a toda Su aceptación delante de Dios, y según toda la eficacia de Su obra al morir. Y Cristo debía permanecer en ellos conforme al poder y a la gracia de esa vida en la cual Él había obtenido la victoria sobre la muerte, y en la cual, habiéndola obtenido, Él vive ahora. Así como el Padre viviente le había enviado, y Él vivía, no por medio de una vida independiente, la cual no tenía al Padre como su objeto o su fuente, sino que vivía por medio del Padre (“Como el Padre viviente me envió, y yo vivo por medio del Padre, así el que me come, éste también vivirá por medio de mí.” Juan 6:57—Versión Moderna), de modo que aquel que le comía así, viviría por medio de Él.
La Ascensión Del Señor Al Cielo; La Comida De La Fe Durante Su Ausencia
Después, en respuesta a aquellos que murmuraban sobre esta verdad fundamental, el Señor apela a Su ascensión. Él había descendido del cielo—ésta era Su doctrina; Él ascendería otra vez allá. La carne material no aprovechaba para nada. Era el Espíritu quien daba vida, al hacer comprender al alma la poderosa verdad de aquello que Cristo era, y de Su muerte. Pero Él vuelve a aquello que ya les había dicho antes: para venir a Él revelado así en verdad, ellos debían ser conducidos por el Padre. Existe tal cosa como la fe que a veces es quizás ignorante, aunque por medio de la gracia es real. Así era la de los discípulos. Sabían que Él, y Él solo, tenía palabras de vida eterna. No se trataba solamente de que Él fuera el Mesías, lo cual ellos creían verdaderamente, sino de que Sus palabras hubieran asido sus corazones con el poder de la vida divina que aquéllas revelaban, y que, por medio de la gracia, eran comunicadas. Así, ellos le reconocieron como el Hijo de Dios, no sólo de manera oficial, por así decirlo, sino conforme al poder de la vida divina. Él era el Hijo del Dios viviente. No obstante, había uno entre ellos que era del diablo.
Por lo tanto, la doctrina de este capítulo es, la de Jesús descendido a la tierra, llevado a la muerte, y ascendiendo de nuevo al cielo. Como descendido y llevado a la muerte, Él es la comida de la fe durante Su ausencia en lo alto. Pues es en Su muerte que nosotros debemos alimentarnos, a fin de permanecer espiritualmente en Él, y Él en nosotros.

Juan Capítulo 7

El Cumplimiento Futuro De La Fiesta De Los Tabernáculos En Forma De Tipo
En este capítulo, sus hermanos según la carne, todavía sumidos en la incredulidad, hubiesen querido que Él se mostrase al mundo, si hacía estas grandes cosas; pero el tiempo para ello aún no había llegado. En el cumplimiento del tipo de la fiesta de los tabernáculos, Él lo hará. La Pascua tenía su antitipo en la cruz, Pentecostés lo tenía en el descenso del Espíritu Santo. La fiesta de los tabernáculos, hasta ahora, no ha tenido cumplimiento. Era celebrada después de la siega y la vendimia; e Israel conmemoraba alegremente, en la tierra, su peregrinación antes de entrar en el reposo que Dios les había dado en Canaán. Así será el cumplimiento de este tipo cuando, tras la ejecución del juicio (ya sea al discernir entre el impío y el bueno, o simplemente en venganza), Israel, restaurado en su tierra, estará en posesión de todas sus prometidas bendiciones. En aquel tiempo Jesús se mostrará al mundo; pero en el tiempo del que estamos hablando, Su hora no había llegado aún. Entretanto, habiéndose ido (vers. 33-34), Él da el Espíritu Santo a los creyentes (vers. 38-39).
Observen aquí que no se introduce ningún Pentecostés. Pasamos de la pascua en el capítulo 6 a los tabernáculos en el capítulo 7, en lugar de lo cual los creyentes recibirían el Espíritu Santo. Como he señalado, este Evangelio trata de una Persona divina en la tierra, no del Hombre en el cielo. Se habla de la venida del Espíritu Santo como siendo sustituida por el último u octavo día de la fiesta de los tabernáculos. Pentecostés presupone a Jesús en lo alto.
El Espíritu Santo Presentado Como La Esperanza De La Fe En Esa Época; La Sed Apagada Y Abundancia De Agua Viva Para Los Demás
Pero Él presenta al Espíritu Santo de tal modo que le convierte en la esperanza de la fe en el tiempo en el cual Él habla, si Dios creaba un sentido de necesidad en el alma. Si alguno tenía sed, que venga a Jesús y beba. No sólo su sed sería apagada, sino que de lo más profundo de su alma fluirían ríos de agua viva. Así que al venir a Él por la fe para satisfacer la necesidad de su alma, no sólo sería el Espíritu Santo en ellos una fuente de agua viva brotando para vida eterna, sino que también esta agua viva fluiría en abundancia desde el interior de ellos para refrescar a todos aquellos que tenían sed. Observen aquí, que Israel bebió agua en el desierto antes de que pudieran cumplir con la fiesta de los tabernáculos. Pero solamente bebieron. No hubo ninguna fuente en ellos. El agua fluyó de la roca. Bajo la gracia, cada creyente no es, sin duda, una fuente en sí mismo: pero todo el río fluye de él. Sin embargo, esto sucedería sólo cuando Jesús fuese glorificado, y en aquellos que eran ya creyentes previamente al recibimiento del Espíritu. De lo que se habla aquí no es de una obra que vivifica. Se trata de un don a aquellos que creen. Además, en la fiesta de los tabernáculos, Jesús se mostrará al mundo; pero éste no es el asunto del cual el Espíritu Santo así recibido es, en forma especial, el testigo. Él es dado en relación con la gloria de Jesús, mientras Él está oculto del mundo. Esto fue también en el octavo día de la fiesta, la señal de una porción que trascendía al reposo sabático de este mundo, y lo cual comenzó otro período—una escena nueva de gloria.
Observen también que, en forma práctica, aunque el Espíritu Santo es presentado aquí como poder que actúa en bendición fuera de aquel en quien Él mora, Su presencia en el creyente es el fruto de una sed personal, de una necesidad sentida en el alma—necesidad por la cual el alma ha buscado una respuesta en Cristo. El que tiene sed, la tiene por sí mismo. El Espíritu en nosotros, revelando a Cristo, llega a ser, morando en nosotros cuando hemos creído, un río en nosotros, y de este modo para los demás.
El Espíritu De Los Judíos Mostrado Claramente
El espíritu de los judíos se mostró claramente. Intentaron matar al Señor; y Él les dice que Su relación con ellos en la tierra pronto terminaría (vers. 33). No hacía falta que se apresuraran para deshacerse de Él: pronto le buscarían y no podrían hallarle. Él iba a Su Padre.
Vemos claramente aquí la diferencia entre la multitud y los judíos—dos grupos siempre diferenciados el uno del otro en este Evangelio. El primer grupo no comprendía por qué Él hablaba del deseo que tenían de matarle. Aquellos de Judea estaban atónitos ante Su seguridad, sabiendo que en Jerusalén ellos estaban conspirando contra Su vida. Su tiempo no había llegado todavía. Ellos enviaron alguaciles para prenderle, y ellos vuelven, sorprendidos por Su discurso, y sin haberle puesto las manos encima. Los Fariseos se enfurecen, y expresan su desprecio hacia el pueblo. Nicodemo arriesga decir una palabra de justicia de acuerdo a la ley, y se hace acreedor del desprecio de ellos. Pero cada cual se va a su casa. Jesús, quien no tuvo casa hasta que regresó al cielo de donde Él vino, se va al monte de los Olivos, lugar testigo de Su agonía, Su ascensión y Su regreso—un lugar que Él frecuentaba habitualmente, estando en Jerusalén, durante el tiempo de Su ministerio en la tierra.

Juan Capítulo 8

Fuera Del Judaísmo Como Se Muestra En Los Capítulos 5 Al 7
El contraste de este capítulo con el judaísmo, incluso con sus mejores esperanzas en el futuro que Dios ha preparado para Su pueblo, es demasiado evidente como para detenernos a considerarlo. Este Evangelio, en todas sus páginas, revela a Jesús fuera de todo lo que pertenecía a ese sistema terrenal. En el capítulo 6, se trataba de la muerte aquí abajo en la cruz. Aquí se trata de la gloria en el cielo, siendo rechazados los judíos, y el Espíritu Santo dado al creyente. En el capítulo 5 Él da vida, como el Hijo de Dios; en el capítulo 6 Él es el mismo Hijo, pero no dando vida y juzgando divinamente como siendo Hijo del Hombre, sino como descendido del cielo, el Hijo en humillación aquí, pero siendo el verdadero pan del cielo que el Padre dio. Pero en aquel Humilde, ellos debían contemplar al Hijo, para vivir. Luego, venido de este modo, y habiendo tomado la forma de un siervo, y hallándose en la condición de hombre, Él (vers. 53) se humilla y sufre en la cruz, como Hijo del Hombre; en el capítulo 7, cuando Él es glorificado, envía el Espíritu Santo. El capítulo 5 exhibe Sus títulos de gloria personal; los capítulos 6-7, Su obra y el otorgamiento del Espíritu a los creyentes, como consecuencia de Su actual gloria en el cielo, a la cual la presencia del Espíritu Santo responde en la tierra. En los capítulos 8 y 9 hallaremos Su testimonio y Sus obras rechazados, y la cuestión decidida entre Él y los judíos. Se observará también, que los capítulos 5 y 6 tratan de la vida. En el capítulo 5, esta vida es dada soberana y divinamente por Aquel que la posee; en el capítulo 6, el alma, recibiendo y ocupándose de Jesús por la fe, halla la vida y se alimenta de Él por la gracia del Padre: dos cosas distintas en naturaleza—Dios da; el hombre, por gracia, se alimenta. Por otra parte, en el capítulo 7 vemos a Cristo yendo a Aquel que le envió, y entretanto vemos al Espíritu Santo, que devela la gloria a la cual Él ha ido, en nosotros y por nosotros, en su carácter celestial. En el capítulo 5, Cristo es el Hijo de Dios, que da vida en un poder y una voluntad divinos, lo que Él es, no el lugar en el cual Él está, pero juzga solo, siendo Hijo del Hombre; en el capítulo 6, vemos al mismo Hijo, pero descendido del cielo, el objeto de la fe en Su humillación, luego vemos al Hijo del Hombre, muriendo, y regresando de nuevo; en el capítulo 7, le vemos no revelado aún al mundo. En vez de ello, el Espíritu Santo es dado cuando Él es glorificado arriba, el Hijo del Hombre en el cielo—al menos al contemplar Su ida allá.
La Palabra Y Las Obras De Jesús Son Rechazadas; Sus Glorias Personales Poniendo Al Hombre a Prueba
En el capítulo 8, como hemos dicho, la palabra de Jesús es rechazada; y, en el capítulo 9, son rechazadas Sus obras. Pero hay mucho más que eso. Las glorias personales del capítulo 1 son reproducidas y desarrolladas separadamente en todos estos capítulos (omitiendo de momento todos los pasajes desde el versículo 36 al 51 del capítulo 1): hemos hallado nuevamente los versículos 14-34 en los capítulos 5, 6 y 7. El Espíritu Santo vuelve ahora al asunto de los primeros versículos en el capítulo. Cristo es el Verbo; Él es la vida, y la vida que es la luz de los hombres. Los tres capítulos que acabo de señalar hablan de aquello que Él es en gracia para los hombres, aunque declarando aún Su derecho a juzgar. El Espíritu aquí (en el capítulo 8) presenta ante nosotros aquello que Él es en Sí mismo, y aquello que Él es para los hombres (sometiéndolos así a prueba, de modo que al rechazarle se rechazan ellos mismos, y se muestran ellos mismos como reprobados).
La Mujer Sorprendida En Adulterio; El Contraste Con El Judaísmo
Consideremos ahora nuestro capítulo. El contraste con el judaísmo es evidente. Traen a una mujer cuya culpa es innegable. Los judíos, en su maldad, la traen delante del Señor con la esperanza de poder confundirle. Si Él la condenaba, no era un Salvador—la ley podía hacerlo de igual manera. Si Él la dejaba ir, menospreciaba y desautorizaba la ley. Esto era inteligente, pero ¿de qué sirve la inteligencia en la presencia de Dios, quien escudriña el corazón? El Señor permite que confíen en ellos mismos al no responderles durante un espacio corto de tiempo. Probablemente pensaron que Él había sido confundido. Finalmente, Él dice “El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra ... ” Acusados por su conciencia, sin honestidad y sin fe, ellos abandonan la escena de su confusión, separándose los unos de los otros, y cada cual ocupado de sí mismo, ocupándose del carácter no de la conciencia, y apartándose de Aquel que los había confutado; saliendo, en primer lugar, aquel que tenía la mejor reputación para salvar. ¡Qué dolorosa escena! ¡Qué palabra más poderosa! Jesús y la mujer son dejados juntos solos. ¿Quién puede permanecer sin culpa en Su presencia? Con respecto a la mujer, cuya culpa era conocida, Él no va más allá de la posición judía, excepto para preservar los derechos de Su propia Persona en gracia.
La Gloria De La Luz
Esto no es lo mismo que en Lucas 7, el perdón plenario y la salvación. Los demás no podían condenarla—Él no lo haría. La deja ir y que no peque más. No es la gracia de la salvación la cual el Señor exhibe aquí. Él no juzga, Él no vino para esto; pero la eficacia del perdón no es el asunto de estos capítulos—se trata aquí de la gloria de Su Persona, en contraste con todo aquello que es de la ley. Él es la luz, y por el poder de Su Palabra Él entró como luz en la conciencia de aquellos que habían traído a la mujer.
La Luz Del Mundo
Porque la Palabra era luz; pero eso no era todo. Viniendo al mundo, Él era (cap. 1:4-10) la luz. Ahora bien, era la vida la que era la luz de los hombres. No era una ley que hacía demandas y condenaba; o esa vida prometida sobre la obediencia a sus preceptos. Era la vida misma que estaba allí en Su Persona, y esa vida era la luz de los hombres, convenciéndolos, y, quizás, juzgándolos; pero lo hacía como luz. Así, Jesús dice aquí—en contraste con la ley, aducida por aquellos que no podían permanecer ante la luz—“Yo soy la luz del mundo” (no meramente de los judíos). Pues en este Evangelio tenemos lo que Cristo es esencialmente en Su Persona, ya sea como Dios, como el Hijo venido del Padre, o como el Hijo del Hombre—no lo que Dios era en los tratos especiales con los judíos. A consecuencia de esto, Él era el objeto de la fe en Su Persona, no en los tratos dispensacionales. Aquel que le siguiera tendría la luz de la vida. Pero ella se hallaba en Él, en Su Persona. Y Él podía dar testimonio de Sí mismo, porque, aunque era un hombre allí, en este mundo, sabía de dónde había venido y a dónde iba. Era el Hijo, quien vino del Padre y volvía nuevamente a Él. Él lo sabía y era consciente de ello. Su testimonio, por lo tanto, no era el de una persona interesada de la que uno podría dudar en creer. Como prueba de que este Hombre era Aquel quien Él decía ser, había el testimonio del Hijo (el Suyo propio), y el testimonio del Padre. Si le hubieran conocido, habrían conocido al Padre.
Oposición Manifestada Claramente; La Liberación Verdadera
En aquel tiempo—a pesar de un testimonio como éste—nadie puso las manos sobre Él. Su hora no había llegado aún. Sólo faltaba eso, pues la oposición de ellos hacia Dios era cierta, y conocida por Él. Esta oposición fue manifestada claramente (vers. 19-24); por consiguiente, si ellos no creían, morirían en sus pecados. Sin embargo, Él les dice que conocerían quién es Él cuando hubiera sido rechazado y levantado en la cruz, habiendo tomado una posición muy diferente como el Salvador, rechazado por el pueblo y desconocido por el mundo, y cuando ya no fuera presentado a ellos como tal, sabrían que Él era verdaderamente el Mesías, y que Él era el Hijo que les hablaba de parte del Padre. Hablando Él estas cosas, muchos creyeron en Él. Él les declara el efecto de la fe, lo cual brinda la ocasión para que la verdadera posición de los judíos fuera manifestada con terrible precisión. Él declara que la verdad les haría libres, y que si el Hijo (quien es la verdad) les hacía libres, serían verdaderamente libres. La verdad libera moralmente ante Dios. El Hijo, en virtud de los derechos que eran necesariamente Suyos, y por la heredad de la casa, los situaría en ella conforme a esos derechos, y en el poder de la vida divina descendida del cielo—el Hijo de Dios con poder tal como lo manifestó la resurrección. En esto estaba la verdadera liberación.
Siervos Del Pecado, No Hijos De Dios
Resentidos por la idea de la esclavitud, la cual su orgullo no podía soportar, declaran ser libres y no haber sido nunca esclavos de nadie. En respuesta, el Señor muestra que aquellos que cometen pecado son siervos (esclavos) del pecado. Ahora bien, al estar bajo la ley, al ser judíos, ellos eran siervos en la casa: tenían que ser despedidos. Pero el Hijo tenía derechos inalienables; Él era de la casa y moraría en ella para siempre. Bajo el pecado, y bajo la ley, lo mismo era para un hijo de Adán; él era un siervo. El apóstol muestra esto en Romanos 6 (comparen con los capítulos 7 y 8) y en Gálatas 4 y 5. Además, delante de Dios, ellos no eran verdaderamente, ni moralmente, los hijos de Abraham, aunque sí lo fueran según la carne, pues intentaron matar a Jesús. No eran hijos de Dios, puesto que si lo hubieran sido, habrían amado a Jesús, quien venía de Dios. Ellos eran los hijos del diablo y harían sus obras.
Observen aquí que, entender el significado de la palabra es la manera de entender la fuerza de las palabras. Uno no aprende la definición de las palabras y después las cosas; uno aprende las cosas, y después, el significado de las palabras se hace evidente.
La Revelación De Que Dios Estaba Allí
Ellos comienzan a resistir el testimonio, conscientes de que Él se hacía más grande que todos aquellos de quienes habían aprendido. Ellos le injurian a causa de Sus palabras; y por su oposición el Señor se ve obligado a explicarse más claramente; hasta que, habiendo declarado que Abraham se regocijaba de ver Su día, aplicando esto los judíos a Su edad como hombre, Él anuncia positivamente que Él es Aquel quien se llama a Sí mismo “Yo soy”—el nombre supremo de Dios, anuncia que Él mismo es Dios—Él a quien ellos pretendían conocer como habiéndose revelado en la zarza.
¡Maravillosa revelación! Un hombre despreciado, rechazado, despreciado y rechazado por los hombres, contradicho, maltratado, con todo esto, era Dios quien estaba allí. ¡Qué hecho! ¡Qué cambio total! ¡Qué revelación para aquellos que le reconocían, o que le conocen! ¡Qué condición la de ellos al rechazarle, y eso porque sus corazones se oponían a todo lo que Él era, pues nunca dejó de manifestarse a Sí mismo! ¡Qué pensamiento, que Dios ha estado aquí! ¡La bondad misma! ¡Cómo desaparece todo delante de Él!—la ley, el hombre, sus razonamientos. Todo depende necesariamente de este gran hecho. Y, ¡bendito sea Su nombre! este Dios es un Salvador. El hecho de que nosotros conozcamos esto lo debemos a los sufrimientos de Cristo. Y noten aquí, cómo el poner a un lado las dispensaciones formales por parte de Dios, si es en verdad, es debido a la revelación de Sí mismo, e introduce, de este modo, una bendición infinitamente mayor.
El Carácter En El Cual El Señor Se Presentó
Pero aquí, Él se presenta como el Testigo, el Verbo, el Verbo hecho carne, el Hijo de Dios, pero, no obstante, el Verbo, Dios mismo. En el relato al principio del capítulo, Él es un testimonio a la conciencia, el Verbo que escudriña y convence. En el versículo 18, Él da testimonio con el Padre. En el versículo 26, Él declara en el mundo aquello que Él ha recibido del Padre, y que Él ha hablado como enseñado por Dios. Además, el Padre estaba con Él. En los versículos 32-33, la verdad era conocida por Su palabra, y la verdad los hacía libres. El versículo 47 dice que Él hablaba las palabras de Dios. En el versículo 58, quien hablaba era Dios, el Jehová que los padres conocían.
La Fuente Y El Carácter De La Oposición a La Verdad
La oposición surgió por ser esta la palabra de verdad (vers. 45). Los que se oponían eran del adversario. Éste era un homicida desde el principio, y ellos le seguirían; pero, así como la verdad era la fuente de la vida, de igual modo lo que caracterizaba al adversario era que no él permanecía en la verdad: no hay verdad en él. Él es el padre y la fuente de mentiras, de modo que, si alguien habla falsedad, el que habla es uno que pertenece a él. El pecado era servidumbre, y ellos se hallaban bajo servidumbre por la ley. (La Verdad, el Hijo, libertaba). Pero, más que eso, los judíos eran enemigos, hijos del enemigo, y ellos harían sus obras, sin creer las palabras de Cristo porque Él hablaba la verdad. No hay ningún milagro aquí; es el poder del Verbo, y el Verbo de vida es Dios mismo; rechazado por los hombres, Él está, por así decirlo, obligado a hablar la verdad, a revelarse, oculto al instante y manifestado, como Él era en la carne—oculto en cuanto a Su gloria, manifestado en cuando a todo lo que Él es en Su Persona y en Su gracia.

Juan Capítulo 9

El Testimonio De Las Obras Del Señor Para Que Los Hombres Puedan Verle
En el capítulo 9 llegamos al testimonio de Sus obras, pero aquí abajo como un hombre en humildad. No se trata del Hijo de Dios dando vida a quien quiere como el Padre, sino por la operación de Su gracia aquí abajo, el ojo abierto para ver al Hijo de Dios en el hombre humilde. En el capítulo 8 se trata de aquello que Él es para con los hombres; en el capítulo 9, se trata de aquello que Él hace en el hombre, para que el hombre pudiera verle. Así, le hallaremos presentado en Su carácter humano, y (el Verbo habiendo sido recibido) reconocido como el Hijo de Dios; y de esta manera el remanente es separado, las ovejas son restituidas al buen Pastor. Él es la luz del mundo mientras se halle en él; pero en donde, recibido por la gracia en Su humillación, Él comunicaba el poder para ver la luz, y para ver todas las cosas por medio de este poder.
Observen aquí, que cuando se trata del Verbo (la manifestación en testimonio de lo que Cristo es), el hombre se manifiesta tal como es en sí mismo, un hijo—en su naturaleza—del diablo, quien es un homicida y un mentiroso desde el principio, el enemigo inveterado de Aquel que puede decir “Yo soy.” Pero cuando el Señor obra, produce algo en el hombre que él antes no tenía. Le otorga vista, vinculándole así a Aquel que le capacitó para ver. El Señor no es aquí comprendido o manifestado aparentemente de un modo exaltado, porque Él desciende hasta las necesidades y circunstancias del hombre, a fin de que Él pueda ser conocido más de cerca; pero, como resultado, Él trae el alma al conocimiento de Su gloriosa Persona. Sólo que, en lugar de ser el Verbo y el testimonio—el Verbo de Dios—para mostrar como luz lo que el hombre es, Él es el Hijo, uno con el Padre dando vida eterna a Sus ovejas y guardándolas en esta gracia para siempre. Porque, en cuanto a la bendición que fluye desde allí, y a la plena doctrina de Su verdadera posición con respecto a las ovejas en bendición, el capítulo 10 acompaña al capítulo 9. El capítulo 10 es la continuación del discurso comenzado al final del capítulo 9.
El Hombre Nacido Ciego; El Poder Del Espíritu Y De La Palabra Dando a Conocer a Cristo
El capítulo 9 empieza con el caso de un hombre que hace surgir una pregunta de los discípulos, en relación con el gobierno de Dios en Israel. ¿Fue el pecado de sus padres el que trajo esta visitación sobre su hijo, conforme a los principios que Dios les había dado en Éxodo? ¿O era su propio pecado, conocido para Dios aunque no manifestado a los hombres, lo que le había procurado este juicio? El Señor contesta que la condición del hombre no dependía del gobierno de Dios con respecto al pecado suyo, ni el de sus padres. Su caso no era sino la miseria que daba lugar a la poderosa operación de Dios en gracia. Es el contraste que hemos estado viendo constantemente; pero aquí es a fin de presentar las obras de Dios.
Dios actúa. No se trata sólo de aquello que Él es, ni siquiera simplemente de un objeto de fe. La presencia de Jesús en la tierra hacía que fuese de día. Era, por lo tanto, el momento de obrar, de hacer las obras de Aquel que le envió. Pero Aquel que obra aquí, obra por medios que nos enseñan la unión que existe entre un objeto de fe y el poder de Dios, quien es el que obra. Él hace lodo con Su saliva y la tierra, y lo pone sobre los ojos del hombre que nació ciego. Como una figura, esto señalaba a la humanidad de Cristo en su humillación y humildad terrenales, presentada a los ojos de los hombres, pero con divina eficacia de vida en Él. ¿Vieron ellos algo más? Si esto hubiera sido posible, sus ojos eran los más completamente cerrados. Con todo, el objeto estaba allí; tocó los ojos de ellos, y ellos no podían verlo. El ciego, entonces, se lavó en el estanque llamado “Enviado”, y se le permite ver claramente. El poder del Espíritu y de la Palabra, dando a conocer a Cristo como Aquel enviado por el Padre, le da la vista. Es la historia de la enseñanza divina en el corazón del hombre. Cristo, como hombre, nos toca. Nosotros somos absolutamente ciegos, no vemos nada. El Espíritu de Dios actúa, estando allí Cristo ante nuestros ojos; y vemos claramente.
Hostilidad De Los Judíos; Decidiendo Su Suerte Y Juzgando Su Condición
El pueblo se asombra y no sabe qué pensar. Los Fariseos se oponen. De nuevo el día de reposo es el asunto de debate. Hallan (es la historia de siempre) buenas razones para condenar a Aquel que otorgó la vista, en su fingido celo por la gloria de Dios. Había una prueba positiva de que el hombre nació ciego, que ahora veía, que Jesús lo había hecho. Los padres testifican de lo único que por su parte merecía importancia. En cuanto a quién fue el que le había dado la vista, otros sabían más que ellos; pero sus temores salen a la luz evidenciando que era una cosa zanjada el hecho de que había que expulsar, no sólo a Jesús, sino a todos los que le confesaran. De esta manera, los líderes judíos habían llevado la cuestión a un punto decisivo. Ellos no sólo rechazaron a Cristo, sino que expulsaron de los privilegios de Israel, en cuanto a su adoración común, a aquellos que le confesaban. La hostilidad de ellos distinguía al remanente manifestado y los ponía aparte; y ello, empleando la confesión de Cristo como piedra de toque. Esto era decidir su propia suerte, y juzgar su propia condición.
El Hombre Que Una Vez Fue Ciego Expulsado Por Los Judíos, Pero Hallado Por El Rechazado Hijo De Dios; Los Efectos
Observen que las pruebas aquí no sirvieron de nada; los judíos, los padres, los Fariseos, las tenían ante sus ojos. La fe vino por medio de ser el sujeto personal de esta poderosa operación de Dios, quien abrió los ojos de los hombres a la gloria del Señor Jesús. No que el hombre lo comprendiera todo. Él percibe que tiene que ver con alguien enviado de Dios. Para él, Jesús era un profeta. Pero así el poder que Él manifestó al dar la vista a este hombre, le capacita para confiar en la palabra del Señor como divina. Habiendo llegado hasta allí, el resto es fácil; el pobre hombre es llevado más allá, y se halla sobre el terreno que le libera de todos sus anteriores prejuicios, y que da un valor a la Persona de Jesús, lo cual supera a toda las otras consideraciones. El Señor desarrolla esto en el próximo capítulo.
En verdad, los judíos habían tomado ya la decisión. Ellos no tendrían nada que ver con Jesús. Estaban todos de acuerdo en expulsar a aquellos que creyeran en Él. Consecuentemente, habiendo comenzado el pobre hombre a razonar con ellos sobre la prueba existente en su propia persona de la misión del Salvador, le expulsaron. Echado fuera así, el Señor—rechazado antes que él—le encuentra y se le revela con Su nombre personal de gloria. “¿Crees tú en el Hijo de Dios?” El hombre somete esto a la Palabra de Jesús, la cual para él era la verdad divina; y Él se le anuncia como siendo el Hijo de Dios, y el hombre le adora.
De este modo, el efecto de Su poder era para cegar a aquellos que veían, quienes estaban llenos de su propia sabiduría, cuya luz era tinieblas; y para dar vista a aquellos que nacieron ciegos.

Juan Capítulo 10

El Buen Pastor Contrastado Con Los Pastores De Israel
En el capítulo 10, Él se contrasta con todos aquellos que pretendían, o habían pretendido, ser pastores de Israel. Él desarrolla estos tres puntos: Él entra por la puerta; Él es la puerta; y Él es el Pastor de las ovejas—el buen Pastor.
La Entrada Del Señor Al Redil; El Pastor Verdadero
Él entra por la puerta. Es decir, Él se somete a todas las condiciones establecidas por Aquel que construye la casa. Cristo responde a todo lo que está escrito acerca del Mesías, y emprende la senda de la voluntad de Dios al presentarse al pueblo. No se trata de energía y poder humanos dando vida y atrayendo las pasiones de los hombres, sino del hombre obediente que se inclinaba a la voluntad de Jehová, guardaba el humilde lugar de un siervo, y vivía por cada palabra que procedía de la boca de Dios, que se inclinaba en humildad al lugar en el que el juicio de Jehová había puesto y había visto a Israel. Todas estas citas del Señor en Su conflicto con Satanás, son de Deuteronomio. Por consiguiente, Aquel que vela sobre las ovejas, Jehová, actuando en Israel por Su Espíritu y providencia, y ordenando todas las cosas, le da acceso a las ovejas a pesar de los Fariseos y sacerdotes, y de tantos otros. Los escogidos de Israel oyen Su voz. Ahora bien, Israel estaba bajo condenación; por lo tanto, Él saca fuera las ovejas, pero Él va delante de ellas. Él abandona el antiguo redil, bajo vituperio, sin duda, pero yendo delante de Sus ovejas, en obediencia conforme al poder de Dios—una seguridad para todo aquel que creía en Él, que era el camino derecho, una garantía para que le siguieran, aun a riesgo de todo, enfrentando cada peligro y mostrándoles el camino.
Las ovejas le siguen, pues ellas conocen Su voz. Hay muchas otras voces, pero las ovejas no las conocen. La seguridad de ellas no consiste en que conozcan todas las voces, sino en conocer que ellas no son la única voz que es vida para ellas—la voz de Jesús. Todas las otras son las voces de extraños.
La Puerta Para Las Ovejas
Él es la puerta para las ovejas. Él es su autoridad para salir, y su medio para entrar. Entrando, ellas son salvas. Entran y salen. Ya no es el yugo de las ordenanzas, el cual, al guardarlas de los de fuera, las mete en prisión. Las ovejas de Cristo son libres: su seguridad está en el cuidado personal del Pastor; y en esta libertad ellas se alimentan de los buenos y abundantes pastos proporcionados por Su amor. En una palabra, ya no es más el judaísmo; es salvación, y libertad, y comida. El ladrón viene para obtener provecho de las ovejas, matándolas. Cristo vino para que tuvieran vida, y vida en abundancia; es decir, conforme al poder de esta vida en Jesús, el Hijo de Dios, quien pronto poseería esta vida (cuyo poder estaba en Su Persona) en resurrección después de la muerte.
El Buen Pastor Quien Dio Su Vida Por Las Ovejas
El verdadero Pastor de Israel—al menos del remanente de las ovejas—la puerta para autorizar su salida del redil judío, y admitirlas en los privilegios de Dios, dándoles vida de acuerdo a la abundancia en la cual Él era capaz de otorgarla—Él también se hallaba en especial relación con las ovejas puestas así aparte, el buen Pastor que dio así Su vida por las ovejas. Otros hubieran pensado en sí mismos, Él pensó en Sus ovejas. Las conocía, y ellas le conocían a Él, como el Padre le conocía y Él conocía al Padre. ¡Precioso principio! Ellos podrían haber entendido un conocimiento e interés terrenales de parte del Mesías en la tierra con respecto a Sus ovejas. Pero el Hijo, aunque entregó Su vida y estaba en el cielo, conoce a los Suyos, como el Padre le conocía cuando Él estaba en la tierra.
Sus “Otras Ovejas”; Un Rebaño Y Un Pastor
De esta manera, Él puso Su vida por las ovejas; y tenía otras ovejas que no eran de este redil, y Su muerte intervino para la salvación de esas pobres ovejas Gentiles. Él las llamaría. Sin duda Él había dado Su vida por los judíos también—por todas las ovejas en general, como tales (vers. 11). Pero Él no habla en forma diferente de los Gentiles hasta después que Él haya hablado de Su muerte. Él las traería también, y no habría más que un rebaño (no ‘un redil’, no hay ningún redil ahora) y un Pastor.
El Valor Intrínseco De La Muerte De Cristo a Los Ojos Del Padre; Su Poder Único Para Poner Su Vida Y Volverla a Tomar
Ahora bien, esta doctrina enseña el rechazo de Israel, y el llamamiento a salir de los escogidos de entre el pueblo presenta la muerte de Jesús como siendo el efecto de Su amor por los Suyos, nos habla del conocimiento divino de Sus ovejas cuando Él estará lejos de ellas, así como del llamamiento de los Gentiles. La importancia de una enseñanza tal en ese momento es obvia. Su importancia, ¡gracias a Dios! no se ha perdido por el transcurso del tiempo, y no está limitada al hecho de un cambio de dispensación. Ella nos introduce dentro de las realidades sustanciales de la gracia relacionadas con la Persona de Cristo. Pero la muerte de Cristo fue más que amor por Sus ovejas. Tenía un valor intrínseco a los ojos del Padre. “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.” Él no dice aquí que la pone por Sus ovejas—es la cosa misma lo que está bien—agradando al Padre. Nosotros amamos porque Dios nos amó primero, pero Jesús, el Hijo divino, puede proveer motivos para el amor del Padre. Al poner Su vida, Él glorificó al Padre. La muerte era reconocida como el justo castigo por el pecado (siendo al mismo tiempo anulada ésta y aquel que tenía su imperio. Ver 2 Timoteo 1:10, hebreos 2:14), y se introdujo la vida eterna como el fruto de la redención—la vida de parte de Dios. Aquí también los derechos de la Persona de Cristo son presentados. Nadie le quita Su vida: Él mismo la pone. Él tenía este poder (poseído por nadie más, verdadero solamente de Aquel que tenía derecho divino) para ponerla, y poder para volverla a tomar. Sin embargo, incluso en esto, Él no se apartó de la senda de obediencia. Él había recibido este mandamiento de Su Padre. Pero, ¿quién hubiera sido capaz de realizarlo sino Aquel que podía decir: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”?
“No Perecerán Jamás”: La Gloria Y El Amor Del Hijo Y Del Padre Identificados Con La Seguridad De Las Ovejas
Ellos discuten lo que Él había estado diciendo. Había algunos quienes sólo veían en Él nada más que un hombre, y un hombre que insultaba a Dios. Otros, movidos por el poder del milagro que Él había llevado a cabo, sintieron que Sus palabras tenían un carácter diferente de aquella palabra producto de la locura. Hasta cierto punto, sus conciencias fueron alcanzadas. Los judíos le rodean y le preguntan hasta cuándo los tendría en suspenso. Jesús responde que Él ya les había dicho; y que Sus obras daban testimonio de Él. Apela a los dos testimonios que hemos visto presentados en los capítulos anteriores (8 y 9); a saber, Su Palabra y Sus obras. Pero Él añade, que ellos no eran de Sus ovejas. Aprovecha entonces la ocasión, sin reparar en los prejuicios de ellos, para añadir algunas verdades preciosas respecto a Sus ovejas. Ellas oyen Su voz; Él las conoce; ellas le siguen; Él les da vida eterna; ellas nunca perecerán. Por un lado, no habrá ninguna pérdida de vida interior; por el otro, nadie las arrebatará de la mano del Salvador—la fuerza del exterior no vencerá el poder de Aquel que las guarda. Pero hay otra verdad y una infinitamente preciosa que el Señor en Su amor nos revela. El Padre nos ha dado a Jesús, y Él es mayor que todos los que intentarán arrebatarnos de Su mano. Y Jesús y el Padre son uno. ¡Preciosa enseñanza! en la cual la gloria de la Persona del Hijo de Dios se identifica con la seguridad de Sus ovejas, con la altura y profundidad del amor del cual ellas son los objetos. Aquí no es un testimonio que, completamente divino, presenta lo que el hombre es. Se trata de la obra y el amor eficaz del Hijo, y al mismo tiempo el del Padre. No es el “Yo soy”, sino “Yo y el Padre uno somos.” Si el Hijo ha consumado la obra y tiene cuidado de las ovejas, fue el Padre quien se las dio. El Cristo puede realizar una obra divina, y proporcionar un motivo para el amor del Padre, pero fue el Padre quien se la dio a hacer a Él. El amor de ambos para con las ovejas es uno, así como los que muestran ese amor son uno.
Los Asuntos De Los Capítulos 8 Al 10
El capítulo 8, por lo tanto, es la manifestación de Dios en testimonio, y como luz; los capítulos 9 y 10, hablan de la gracia eficaz que junta a las ovejas bajo el cuidado del Hijo, y del amor del Padre. Juan habla de Dios cuando habla de una naturaleza santa, y de la responsabilidad del hombre—habla del Padre y del Hijo, cuando habla de la gracia en relación con el pueblo de Dios.
Observen que el lobo podrá venir y arrebatar las ovejas si los pastores son asalariados; pero él no puede arrebatarlas de las manos del Salvador.
Rechazo Activo Del Señor; Israel Abandonado Definitivamente Por Él
Al final del capítulo, habiendo tomado los judíos piedras para apedrearle, por haberse hecho igual a Dios, el Señor no hace ningún intento para demostrarles la verdad de aquello que Él es, sino que les muestra que, conforme a sus propios principios y el testimonio de las Escrituras, ellos estaban equivocados en este caso. Él apela nuevamente a Sus propias palabras y obras, probando que Él estaba en el Padre y el Padre en Él. Nuevamente ellos toman piedras, y Jesús los abandona definitivamente. Todo había terminado con Israel.

Juan Capítulo 11

La Muerte De Lázaro; El Verdadero Estado Del Hombre; Se Le Permite Al Mal Continuar Hasta El Final
Llegamos ahora al testimonio que el Padre rinde a Jesús en respuesta a Su rechazo. En este capítulo, el poder de resurrección y de vida en Su propia Persona son presentados a la fe. No se trata aquí simplemente de que Él sea rechazado: el hombre es considerado como muerto, e Israel también. Porque se trata del hombre en la persona de Lázaro. Esta familia fue bendecida; recibió al Señor en su seno. Lázaro cayó enfermo. Todos los afectos humanos del Señor se involucrarían de manera natural. Marta y María sintieron esto, y le envían la noticia de que aquel a quien Él amaba estaba enfermo. Pero Jesús permanece donde está. Él podría haber dicho la palabra, como en el caso del centurión, y de la niña enferma al comienzo de este Evangelio. Pero no lo hizo. Él había manifestado Su poder y Su bondad sanando al hombre tal como se le halló en esta tierra, y librándole del enemigo, y eso en medio de Israel. Pero éste no era Su objetivo aquí—lejos de ello—o los límites de aquello que Él vino a hacer. Era una cuestión de otorgar vida, o de resucitar aquello que ante Dios estaba muerto. Éste era el verdadero estado de Israel; era el estado del hombre. Por consiguiente, Él permite que la condición del hombre bajo el peso del pecado continúe y se manifieste en toda la intensidad de sus efectos aquí abajo, y permite al enemigo ejercer su poder hasta el fin. Nada quedaba sino el juicio de Dios; y la muerte, en sí misma, declaraba al hombre culpable de pecado mientras le conducía al juicio. El enfermo puede ser sanado—pero no hay remedio para la muerte. Todo está terminado para el hombre, como hombre aquí abajo. No queda nada sino el juicio de Dios. Está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio. (hebreos 9:27). El Señor, por consiguiente, no sana en este caso. Permite que el mal siga hasta el final—hasta la muerte. Ese era el verdadero lugar del hombre. Una vez que Lázaro se duerme, Él va para despertarle. Los discípulos temen a los judíos, y con razón. Pero el Señor, habiendo esperado la voluntad de Su Padre, no teme cumplirla. Para Él era de día.
De hecho, cualquiera que fuese Su amor por la nación, Él debía dejarla morir (en realidad, estaba muerta) y esperar el tiempo establecido por Dios para resucitarla. Si Él debe morir para cumplir esto, Él se encomienda a Su Padre.
La Muerte De Lázaro No Es Impedida; Se Muestra Que Cristo, Quien Murió, Es La Resurrección Y La Vida
Pero, prosigamos a las profundidades de esta doctrina. La muerte se había introducido; tenía que tener su efecto. El hombre está realmente muerto delante de Dios; pero Dios viene en gracia. Dos cosas son presentadas en nuestra historia. Él podía haber sanado. Ni la fe ni la esperanza de Marta, de María, ni de los judíos, fueron más allá. Solamente Marta reconocía que, como el Mesías, favorecido por Dios, Él obtendría de Dios cualquier cosa que le pidiera. Pero Él no había impedido la muerte de Lázaro. Lo había hecho tantas veces, incluso para los extranjeros, y para quienes lo desearon. En segundo lugar, Marta sabía que su hermano resucitaría en el día postrero; y aunque era cierto, esta verdad de poco servía. ¿Quién respondería por el hombre, muerto por el juicio sobre el pecado? Resucitar y comparecer ante Dios no era una respuesta a la muerte introducida por el pecado. Las dos cosas eran verdad. Cristo había liberado a menudo al hombre mortal de sus sufrimientos en la carne, y habrá una resurrección en el día postrero. Pero estas cosas carecían de valor en presencia de la muerte. No obstante, Cristo estaba allí; y Él es ¡gracias a Dios! la resurrección y la vida. Estando muerto el hombre, la resurrección viene primero. Pero Jesús es la resurrección y la vida en el poder actual de una vida divina. Y observen que la vida, venida por la resurrección, libera de todo aquello que la muerte implica, y deja atrás el pecado, la muerte, todo lo que pertenece a la vida que el hombre ha perdido. Cristo, habiendo muerto por nuestros pecados, ha llevado el castigo de ellos—llevó los pecados. Él murió. Todo el poder del enemigo, todo su efecto sobre el hombre mortal, todo el juicio de Dios, Él lo llevó todo y salió de ello, en el poder de una nueva vida en resurrección, la cual nos es impartida; de manera que estamos vivos en espíritu de entre los muertos, como Él está vivo de entre los muertos. El pecado (habiendo sido Él hecho pecado, y llevando nuestros pecados en Su propio cuerpo en el madero), la muerte, el poder de Satanás, el juicio de Dios, se pasa a través de todas estas cosas y son todas dejadas atrás, y el hombre está en un estado completamente nuevo, en incorrupción. Será cierto de nosotros, si morimos (pues no todos moriremos), en cuanto al cuerpo, o, siendo transformados, si no morimos. Pero en la comunicación de Su vida, la vida de quien ha resucitado de entre los muertos, Dios nos ha dado vida con Él, habiéndonos perdonado todas nuestras ofensas.
Vida Comunicada Por Cristo Al Creyente; La Muerte No Puede Subsistir Ante Él
Jesús manifestó aquí Su propio poder divino a este efecto; el Hijo de Dios fue glorificado en ello, pues sabemos que Él no había muerto aún por el pecado; pero fue este mismo poder en Él el que se manifestó. El creyente, incluso estando muerto, resucitará de nuevo; y los vivos que creen en Él no morirán. Cristo ha vencido la muerte; el poder para hacer esto estaba en Su Persona, y el Padre dio testimonio de Él acerca de esto. ¿Están vivos algunos de los Suyos cuando el Señor ejerce este poder? Ellos nunca morirán—la muerte no existe más en Su presencia. ¿Ha muerto alguno antes de que Él lo ejerza? Ellos vivirán—la muerte no puede subsistir delante de Él. Todo el efecto del pecado sobre el hombre es destruido completamente por la resurrección, contemplada como el poder de vida en Cristo. Esto se refiere, por supuesto, a los santos, a quienes la vida es comunicada. El mismo poder divino es, sin duda, ejercido en cuanto a los impíos; pero no se trata de la comunicación de vida de parte de Cristo, ni de ser resucitados con Él, como es evidente.
La Muerte, El Fin De La Vida Natural; La Resurrección, El Fin De La Muerte
Cristo ejerció este poder en obediencia y en dependencia de Su Padre, porque Él era hombre, caminando delante Dios para hacer Su voluntad; pero Él es la resurrección y la vida. Él ha traído el poder de la vida divina en medio de la muerte; y la muerte es aniquilada por este poder, pues en la vida la muerte deja de existir. La muerte era el fin de la vida natural para el hombre pecador. La resurrección es el fin de la muerte, la cual, de esta manera, ya no tiene nada en nosotros. Es para ventaja nuestra que, habiendo hecho todo lo que podía, la muerte está acabada. Vivimos en la vida que le puso término. Salimos de todo aquello que podía estar relacionado con una vida que ya no existe. ¡Qué liberación! Cristo es este poder. Él llegó a ser esto para nosotros en su plena manifestación y ejercicio en Su resurrección.
La Necesidad Y El Dolor De Marta Y María; La Compasión Del Señor
Marta, aunque que le amaba y creía en Él, no entiende esto; y llama a María, sintiendo que su hermana entendería mejor al Señor. Hablaremos un poco de estas dos mujeres inmediatamente. María, quien esperaba el propio llamamiento del Señor dirigido a ella, dejando, modestamente aunque con pesar, que Él tomara la iniciativa, creyendo así que el Señor la había llamado, va directamente a Él. Los judíos, Marta y María, todos habían visto milagros y sanidades que habían detenido el poder de la muerte. Todos ellos se refieren a esto. Pero aquí, la vida había cesado. ¿Qué podría ser de ayuda ahora? Si Él hubiera estado allí, ellos podrían haber contado con Su amor y poder. María se postra a Sus pies llorando. Sobre el punto del poder de la resurrección, ella no entendía más que Marta; pero su corazón se funde bajo el sentido de la muerte en la presencia de Aquel que tenía vida. Lo que ella pronuncia es más una expresión de necesidad y dolor que una queja. Los judíos también lloraron: el poder de la muerte estaba sobre sus corazones. Jesús entra compasivo en ello. Él estaba conmovido en espíritu. Él gime ante Dios (Marcos 7:34), Él llora con el hombre; pero Sus lágrimas se vuelven un gemido que, aunque inarticulado, era el peso de la muerte, sentido con compasión, y presentado a Dios mediante este gemido de amor que comprendía plenamente la verdad; y ello en amor para aquellos que estaban sufriendo el mal que expresaba Su gemido.
La Necesidad Trae El Poder Del Señor Para Satisfacerla
Él llevó la muerte ante Dios en Su espíritu como la miseria del hombre—el yugo del cual el hombre no podía liberarse; y Él es oído. La necesidad hace actuar este poder. No era ahora Su parte la de explicar pacientemente a Marta lo que Él era. Él siente y actúa sobre la necesidad que María había expresado, siendo abierto su corazón por la gracia que estaba en Él.
La Compasión Del Hombre; El Poder De Vida Ejercido Por El Hijo De Dios
El hombre se puede compadecer: es la expresión de su impotencia. Jesús penetra en la aflicción del hombre mortal, se coloca bajo la carga de la muerte que pesa sobre el hombre (y eso lo hace más a fondo de lo que el hombre mismo puede hacer), pero Él la quita junto con su causa. Él hace más que quitarla; Él introduce el poder que es capaz de quitarla. Ésta es la gloria de Dios. Cuando Cristo está presente, si nosotros morimos, no morimos para muerte, sino para vida: nosotros morimos para que podamos vivir en la vida de Dios, en lugar de en la vida del hombre. ¿Y por cuál motivo? Para que el Hijo de Dios pueda ser glorificado. La muerte entró por el pecado; y el hombre está bajo el poder de la muerte. Pero esto sólo ha dado lugar a que nosotros poseamos la vida conforme al segundo Adán, el Hijo de Dios, y no conforme al primer Adán, el hombre pecador. Esto es gracia. Dios es glorificado en esta obra de gracia, y es el Hijo de Dios cuya gloria resplandece intensamente en esta obra divina.
Marta Y María Y Lo Que Las Señaló; María a Los Pies De Jesús
Y, observen, que esto no es la gracia ofrecida en testimonio, es el ejercicio del poder de vida. La corrupción no es ningún obstáculo para Dios. ¿Porqué vino Cristo? Para traer las palabras de vida eterna al hombre muerto. Ahora bien, María se nutrió de esas palabras. Marta servía—preocupaba su corazón con muchas cosas. Ella creía, ella amaba a Jesús, le recibió en su casa: el Señor la amaba. María le escuchaba: esto es para lo que Él vino; y Él justificó a María por ello. La buena parte que había escogido no le sería quitada.
Cuando llega el Señor, Marta, por su propia voluntad, le sale al encuentro. Ella se retira cuando Jesús le habla del poder presente de vida. Nos sentimos incómodos cuando, aunque cristianos, nos sentimos incapaces de comprender el significado de las palabras del Señor, o lo que Su pueblo nos dice a nosotros. Marta sintió que ésta era más bien la parte de María que la suya. Se va y llama a su hermana, diciendo que el Maestro (Aquel que enseñaba—observen este nombre con que ella le llama) había venido, y la llamaba. Fue su propia conciencia lo que fue para ella la voz de Cristo. María se levanta instantáneamente y acude a Él. Ella no entendía más que Marta. Su corazón derrama su necesidad a los pies de Jesús, donde había escuchado Sus palabras y había adquirido el conocimiento de Su amor y Su gracia; y Jesús pregunta por el camino a la tumba. Para Marta, siempre ocupada con las circunstancias, su hermano ya hedía.
La Familia En Betania
Después (Marta servía, y Lázaro estaba presente), María unge al Señor, con un sentido instintivo de lo que estaba sucediendo; pues ellos estaban resolviendo en consejo darle muerte. El corazón de ella, enseñado por el amor al Señor, sintió la enemistad de los judíos; y su afecto, estimulado por una profunda gratitud, emplea en Él la cosa más costosa que tenía. Aquellos que estaban presentes la increpan; Jesús toma nuevamente su parte. Esto podía no ser razonable, pero ella había comprendido su posición. ¡Qué lección! ¡Qué familia bendecida era ésta de Betania, en la que el corazón de Jesús halló (hasta donde se podía hallar en esta tierra) un alivio que Su amor aceptó! ¡Con qué amor tenemos que ver nosotros! ¡Lamentablemente, con qué odio también! pues vemos en este Evangelio la terrible oposición entre el hombre y Dios.
El Testimonio De Dios De Su Gracia Depositado Sobre Sus Siervos Más Débiles: Tomás, Marcos Y Bernabé
Hay un punto interesante a ser notado aquí, antes de seguir adelante. El Espíritu Santo ha registrado un incidente, en el cual la momentánea pero culpable in­credulidad de Tomás fue cubierta por la gracia del Señor. Era necesario relatarlo; pero el Espíritu Santo se ha tomado el cuidado de mostrarnos que Tomás amaba al Señor, y estaba preparado, de corazón, para morir con Él (ver­­sículo 16). Tenemos otros ejemplos de la misma clase. Pablo dice: “Toma a Marcos, y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio.” (2 Timoteo 4:11). ¡Pobre Marcos! esto fue necesario a causa de lo que sucedió en Perge. Bernabé tuvo también el mismo lugar en el afecto y en el recuerdo del apóstol. Nosotros somos débiles: Dios no oculta esto de nosotros; pero Él deposita el testimonio de Su gracia en los más febles de Sus siervos.
La Muerte De Jesús Propuesta Por El Sumo Sacerdote; El Señor Tranquilamente En Su Lugar De Servicio
Pero continuemos. Caifás, el principal de los judíos, como sumo sacerdote, propone la muerte de Jesús, porque había devuelto a Lázaro a la vida. Y desde aquel día ellos conspiran contra Él. Jesús los deja hacer. Él vino para dar Su vida en rescate por muchos. Prosigue hasta cumplir la obra que Su amor había emprendido, en conformidad con la voluntad de Su Padre, cualesquiera que fuesen las artimañas y la malicia de los hombres. La obra de vida y de muerte, de Satanás y de Dios, estaban cara a cara. Pero los consejos de Dios se estaban cumpliendo en gracia, cualesquiera que fuesen los medios. Jesús se consagra a la obra por medio de la cual estos consejos se iban a cumplir. Habiendo mostrado el poder de resurrección y de vida en Sí mismo, Él está nuevamente, cuando llega el momento, tranquilamente en el lugar donde Su servicio le conducía; pero ya no va al templo de la misma manera que antes. En efecto, Él va hasta allí; pero la cuestión entre Dios y el hombre ya estaba moralmente zanjada.

Juan Capítulo 12

La Familia De Betania: Una Muestra De Las Tres Clases Diferentes Del Remanente Verdadero
Su lugar está ahora con el remanente, donde Su corazón halló descanso—la casa de Betania. Tenemos, en esta familia, un ejemplo del verdadero remanente de Israel, tres casos diferentes con respecto a la posición de ellos ante Dios. Marta tenía fe la cual, sin duda, la ligaba a Cristo, pero que no iba más allá de lo que se necesitaba para el reino. Aquellos que serán guardados para la tierra en los últimos tiempos, tendrán la misma. Su fe reconocerá finalmente a Cristo el Hijo de Dios. Lázaro estaba allí, viviendo por ese poder que podría haber resucitado también a todos los santos muertos del mismo modo, los cuales, por gracia, en el día postrero, harán un llamamiento a Israel, moralmente, desde su estado de muerte. En una palabra, hallamos al remanente, el cual no morirá, guardado por la verdadera fe (pero fe en un Salvador vivo, que liberaría a Israel), y a aquellos que serán traídos de regreso de entre los muertos, para disfrutar del reino. Marta servía; Jesús está en compañía de ellos; Lázaro está sentado a la mesa con Él.
María Y Su Verdadera Apreciación De Cristo; El Recuerdo Lleno De Gracia De Dios Para Con Ella
Pero estaba allí también la representante de otra clase. María, quien había bebido de la fuente de la verdad, y había recibido esa agua viva en su corazón, había entendido que había algo más que la esperanza y la bendición de Israel—a saber, Jesús mismo. Ella hace aquello que es apropiado para Jesús en Su rechazo—para Aquel que es la resurrección, antes de que Él sea nuestra vida. El corazón de María la asocia con aquel acto de Él, y ella le unge para Su sepultura. Para ella es Jesús mismo quien está en consideración—y Jesús rechazado; y la fe se posiciona en aquello que era la simiente de la asamblea, todavía oculta en el suelo de Israel y de este mundo, pero la cual, en la resurrección, saldría en toda la belleza de la vida de Dios—de la vida eterna. Es una fe que se emplea en Él, en Su cuerpo, en el que Él estaba a punto de experimentar el castigo del pecado para nuestra salvación. El egoísmo de la incredulidad, descubriendo su pecado en su desprecio por Cristo, y en su indiferencia, ofrece al Señor la ocasión para unir su verdadero valor a esta acción de Su amada discípula. El hecho de que ella le ungiese Sus pies es señalado aquí, mostrando que todo lo que era de Cristo, lo que Cristo era, tenía para ella un valor que le impedía considerar cualquier otra cosa. Ésta es una buena apreciación de Cristo. La fe que conoce Su amor que sobrepasa el entendimiento—esta clase de fe es un olor grato en toda la casa. Y Dios lo recuerda conforme a Su gracia. Jesús la comprendió: eso era todo cuanto ella quería. Él la justifica: ¿quién se levantaría contra ella? Esta escena concluye, y se reanuda el curso de los acontecimientos.
Rechazo Deliberado Del Rey De Israel, El Verdadero Hijo De David
La enemistad de los judíos (¡y lamentablemente! la del corazón del hombre, abandonado así a sí mismo, y, consecuentemente, al enemigo que es un homicida por naturaleza y enemigo de Dios—un enemigo al cual nada meramente humano puede subyugar) de buena gana daría muerte también a Lázaro. El hombre es realmente capaz de esto: pero ¿capaz de qué? Todo cede ante el odio, a esta clase de odio hacia Dios que se manifiesta. Pero que se manifestase este odio era, de hecho, algo inconcebible. Ellos debían ahora creer en Jesús o rechazarle, pues Su poder era tan evidente que debían hacer lo uno o lo otro—un hombre públicamente resucitado de entre los muertos después de cuatro días, y vivo entre el pueblo, no dejaba ya ninguna posibilidad de indecisión. Jesús lo sabía divinamente. Él se presenta como Rey de Israel para afirmar Sus derechos y para ofrecer salvación y la gloria prometida al pueblo y a Jerusalén. El pueblo comprende esto. Debe ser un rechazo deliberado, así como los Fariseos eran bien conscientes. Pero la hora había llegado; y aunque ellos no podían hacer nada, pues el mundo se iba tras Él, Jesús fue muerto. Él “se dio a sí mismo.”
Jesús Tomando Su Lugar Como El Hijo Del Hombre
El segundo testimonio de Dios acerca de Cristo le ha sido dado ahora, como el verdadero Hijo de David. Se había dado testimonio de Él como Hijo de Dios al resucitar a Lázaro (cap. 11:4), y como Hijo de David, al entrar en Jerusalén montado sobre un pollino de asna. Había aún otro título para ser reconocido. Como Hijo del Hombre Él va a poseer todos los reinos de la tierra. Los griegos acuden (pues Su fama se había extendido), y desean verle. Jesús dice, “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado.” Pero ahora Él regresa a los pensamientos de los cuales el ungüento de María era la expresión de Su corazón. Él debería haber sido recibido como Hijo de David; pero, al tomar Su lugar como Hijo del Hombre, una cosa muy diferente se abre necesariamente ante Él. ¿Cómo podía ser Él el Hijo del Hombre, viniendo en las nubes del cielo para tomar posesión de todas las cosas conforme a los consejos de Dios, sin morir? Si Su servicio humano en la tierra hubiese concluido, y Él se hubiera marchado libre, llamando, de ser necesario, a doce legiones de ángeles, nadie habría tenido parte con Él: habría permanecido solo. “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” Si Cristo toma Su gloria celestial, y no está solo en ella, Él muere para obtenerla y para traer con Él las almas que Dios le ha dado. De hecho, la hora había llegado: no podía demorarse más. Todo estaba ahora listo para el final de la prueba de este mundo, del hombre, de Israel; y, sobre todo, los consejos de Dios estaban siendo cumplidos.
El Grano De Trigo; La Necesidad De La Muerte Del Señor
Exteriormente, todo era un testimonio de Su gloria. Entró en Jerusalén triunfante—proclamándole Rey la multitud. ¿Y en qué estaban los romanos? Estaban en silencio delante de Dios. Los griegos vinieron a buscarle. Todo está preparado para la gloria del Hijo del Hombre. Pero el corazón de Jesús sabía bien que para esta gloria—para la consumación de la obra de Dios, para que Él tuviera a un ser humano estando con Él en la gloria, para que el granero de Dios fuese llenado conforme a los consejos de Su gracia—Él debía morir. No había ningún otro camino para que las almas culpables viniesen a Dios. Aquello que el afecto de María previó, Jesús lo conoce conforme a la verdad, y conforme a la mente de Dios Él lo siente y se somete a ello. Y el Padre responde en este momento solemne, dando testimonio, al mismo tiempo, del efecto glorioso de aquello que Su majestad soberana requería—majestad que Jesús glorificó plenamente mediante Su obediencia; y ¿quién podía hacer esto, excepto Aquel que, por esa obediencia, introdujo el amor y el poder de Dios capaz de cumplirlo?
Servir Y Seguir; Amar La Vida Propia, Es Perderla; Aborrecerla, Es Guardarla
En lo que sigue a continuación, el Señor presenta un gran principio relacionado con la verdad contenida en Su sacrificio. No había vínculo entre la vida natural del hombre y Dios. Si en el hombre Cristo Jesús había una vida en completa armonía con Dios, era absolutamente necesario que Él la pusiera a causa de esta condición de hombre. Siendo de Dios, Él no podía permanecer en relación con el hombre. El hombre no lo habría tolerado. Jesús más bien moriría antes que no cumplir Su servicio glorificando a Dios—antes que no ser obediente hasta el fin. Pero si alguien amaba su vida en este mundo, éste la perdía, pues esa vida no estaba en relación con Dios. Si alguien, por gracia, la aborrecía—separado de corazón de este principio de enajenación de Dios, y entregaba su vida a Él, éste la poseería en el nuevo y eterno estado. Por consiguiente, servir a Jesús era seguirle; y a donde Él iba, allí estaría Su siervo. Aquí, el resultado de la asociación del corazón con Jesús, demostrado al seguirle, va más allá de este mundo, como Él de hecho lo estaba haciendo, y de las bendiciones del Mesías, hacia la gloria eterna y celestial de Cristo. Si alguien le servía, el Padre lo recordaría y le honraría. Todo esto se dice en vista de Su muerte, cuyo pensamiento acude a Su mente; y Su alma se turba. Y en el justo temor de esa hora que, en sí misma, es el juicio divino, y el fin del hombre tal como Dios lo creó aquí, Él pide a Dios que le libre de esa hora, “¡Ahora está turbada mi ama! ¿y qué diré? ¡Padre, sálvame de esta hora! mas por esto mismo vine a esta hora.” (Juan 12:27—Versión Moderna). Y, ciertamente, Él había venido—no para ser entonces el Mesías (aunque lo era), no para tomar entonces el reino (aunque estaba en Su derecho); sino que Él había venido para esta hora misma—y para que al morir glorificase a Su Padre. Esto es lo que Él desea, implicase lo que implicase. “Padre, glorifica tu nombre”, es Su única oración. Esto es perfección—Él siente lo que la muerte es: no habría habido sacrificio si Él no lo hubiera sentido. Pero mientras lo sentía, Su único deseo era glorificar a Su Padre. Si a Él esto le iba a costar todo, la obra era proporcionalmente perfecta.
El Nombre Del Padre Glorificado En La Resurrección
Perfecto en este deseo, y hasta la muerte, el Padre no podía más que responderle, y en Su respuesta, según me parece, el Padre anuncia la resurrección. ¡Pero qué gracia, qué maravilla, ser admitido en tales comunicaciones! El corazón queda absorto, mientras es llenado de adoración y de gracia, al contemplar la perfección de Jesús, el Hijo de Dios, hasta la muerte; es decir, perfección absoluta; y al verle, con el pleno sentido de lo que la muerte era, buscando la sola gloria del Padre; y al contemplar al Padre respondiendo—una respuesta moralmente necesaria para este sacrificio del Hijo, y para Su propia gloria. De este modo, Él dijo: “Ya lo he glorificado, y otra vez lo glorificaré.” (Juan 12:28—Versión Moderna). Yo creo que Él lo había glorificado en la resurrección de Lázaro. Él lo iba a hacer nuevamente en la resurrección de Cristo—una resurrección gloriosa que, en sí misma, implicaba la nuestra; como había dicho el Señor, sin mencionar a los Suyos.
La Gloria Venidera Del Hijo Del Hombre Y Las Verdades Relacionadas Con Ella
Observemos ahora la relación de las verdades sobre las que se ha hablado en este notable pasaje. La hora había llegado para la gloria del Hijo del Hombre. Pero, para esto, se necesitaba que el grano precioso de trigo cayera en la tierra y muriera; de lo contrario, quedaría solo. Éste era el principio universal. La vida natural de este mundo en nosotros no tenía parte con Dios. Jesús debía ser seguido. Así deberíamos nosotros estar con Él: esto era servirle. Así también deberíamos nosotros ser honrados por el Padre. Cristo, por Sí mismo, contempla el rostro de la muerte, y siente toda su significación. No obstante, Él se entrega a una única cosa—la gloria de Su Padre. El Padre le responde en esto. Su deseo sería cumplido. Él no iba a quedar sin una respuesta a Su perfección. El pueblo oye esto como la voz del Señor Dios, como se describe en los Salmos. Cristo (quien, en todo esto, se había puesto totalmente a un lado, había hablado sólo de la gloria de Sus seguidores, y de Su Padre) declara que esta voz vino a causa del pueblo, a fin de que pudieran entender que Él estaba allí para salvación de ellos. Entonces, se abre allí ante Él, no la gloria futura, sino el valor, la significación, la gloria, de la obra que estaba a punto de realizar. Los principios de los que hemos hablado son traídos aquí al punto central de su desarrollo. En Su muerte, el mundo fue juzgado: Satanás era su príncipe, y él es echado fuera: en apariencia, es Cristo quien fue echado así. Por la muerte, Él destruyó moral y judicialmente a aquel que había tenido el imperio de la muerte. Fue la total y completa aniquilación de todos los derechos del enemigo, ya sea que estuvieran siendo ejercidos sobre cualquiera o sobre cualquier cosa, cuando el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre sufrió el juicio de Dios como hombre en obediencia hasta la muerte. Todos los derechos que Satanás poseía mediante la desobediencia del hombre y el juicio divino sobre ella, eran solamente derechos en virtud de las demandas que Dios había hecho al hombre, y vuelven a Cristo solo. Y siendo levantado entre Dios y el mundo, en obediencia, sobre la cruz, llevando aquello que era debido al pecado, Cristo llegó a ser el punto de atracción para todos los hombres vivientes, para que mediante Él pudieran acercarse a Dios. Mientras vivía, Jesús debió haber sido reconocido como el Mesías de la promesa; levantado de la tierra como una víctima ante Dios, no perteneciendo ya a la tierra como viviendo sobre ella, Él era el punto de atracción hacia Dios para todos aquellos que, viviendo sobre la tierra, estaban ajenos a Dios, como hemos visto, a fin de que pudieran venir a Él allí (por gracia) y tener vida por medio de la muerte del Salvador. Jesús advierte al pueblo que era sólo por un poco de tiempo que Él, la luz del mundo, permanecería con ellos. Ellos debían creer mientras hubiera tiempo. Pronto vendrían las tinieblas, y no sabrían dónde iban. Vemos que, cualesquiera que sean los pensamientos que ocupan Su corazón, el amor de Jesús nunca se enfría. Él piensa en aquellos que están a Su alrededor—en los hombres conforme a su necesidad.
La Advertencia Profética De Isaías De Los Resultados De La Incredulidad
Sin embargo, ellos no creyeron de acuerdo al testimonio del profeta, dado en vista de Su humillación hasta la muerte, dado viendo la visión de Su gloria divina, la cual no podía hacer otra cosa sino traer juicio sobre un pueblo rebelde (Isa. 53 y 6).
Los Consejos De Gracia De Dios; Su Paciencia
No obstante, tal es la gracia, Su humillación debía ser la salvación de ellos; y, en la gloria que los juzgaba, Dios recordaría los consejos de Su gracia, que eran un fruto tan seguro de esa gloria como igual de seguro era el juicio que el santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos debía pronunciar contra el mal—un juicio suspendido, por Su paciencia, durante siglos, pero cumplido ahora cuando estos últimos esfuerzos de Su misericordia eran despreciados y rechazados. Ellos prefirieron la alabanza de los hombres.
El Salvador Y Su Palabra
Por último, Jesús declara lo que Su venida era realmente—para que, de hecho, aquellos que creían en Él, en el Jesús que vieron en la tierra, creían en Su Padre, y veían a Su Padre. Él vino como la luz, y los que creyeran no andarían en tinieblas. Él no juzgó; Él había venido a salvar, pero la Palabra que Él habló juzgaría a aquellos que la oyesen, pues era la Palabra del Padre, y era la vida eterna.

Juan Capítulo 13

El Odio Incesante Del Hombre; El Amor Inmutable Del Señor
Ahora, entonces, el Señor ha tomado Su lugar yendo al Padre. El tiempo había llegado para ello. Él toma Su lugar en lo alto, conforme a los consejos de Dios, y ya no se halla más en relación con un mundo que le había ya rechazado; pero Él ama a los Suyos hasta el fin. Dos cosas están presentes para Él: por una parte, el pecado que toma la forma más dolorosa para Su corazón; y por otra, el sentido de toda la gloria que le es dada como hombre, y desde donde Él vino y adonde Él iba; es decir, Su carácter personal y celestial en relaciones con Dios, y la gloria que le fue dada. Él vino de Dios e iba a Dios; y el Padre había puesto todas las cosas en Sus manos.
El Servicio De Amor: Nuestro Abogado En Lo Alto
Pero, ni Su entrada en la gloria, ni la falta de piedad del pecado del hombre, apartan Su corazón de los discípulos, o incluso de sus necesidades. Sólo que Él ejerce Su amor para ponerlos en relación consigo mismo en la nueva posición que Él estaba creando para ellos, entrando de este modo en ella. Él no podía permanecer más con ellos en la tierra; y si los dejaba, y debía hacerlo, no los abandonaría, sino que los haría aptos para que estuvieran donde Él estaba. Los amaba con un amor que nada podía detener. Este amor continuó hasta perfeccionar sus resultados; y Él debía hacerlos aptos para estar con Él. ¡Bendito cambio que el amor realizó incluso estando Él con ellos aquí abajo! Tenían que tener una parte con Aquel que vino de Dios e iba a Dios, y en cuyas manos el Padre había puesto todas las cosas; pero entonces ellos tenían que ser hechos aptos para estar con Él allí. Con este fin, Él es todavía siervo de ellos en amor, e incluso más que nunca. No hay duda de que Él lo había sido en Su gracia perfecta, pero fue mientras estuvo entre ellos. Ellos eran así, en cierto sentido, compañeros. Ellos estaban todos aquí cenando juntos a la misma mesa. Pero Él abandona esta posición, así como Él lo hizo con Su asociación personal con Sus discípulos al ascender al cielo, yendo a Dios. Pero, si Él lo hace, Él todavía se ciñe para servirles, y toma agua para lavar sus pies. Aunque está en el cielo, Él todavía nos está sirviendo. El efecto de este servicio es que el Espíritu Santo se lleva, en forma práctica, por la Palabra, toda la contaminación que recogemos cuando andamos por este mundo de pecado. En nuestro camino nos ponemos en contacto con este mundo que rechazó a Cristo. Nuestro Abogado en lo alto (comparen con 1 Juan 2), Él nos limpia de las contaminaciones de este mundo por medio del Espíritu Santo y la Palabra; Él nos limpia en vista de las relaciones con Dios Su Padre, a las cuales Él nos ha traído cuando Él mismo entró en ellas, como hombre, en lo alto.
Lavando Los Pies De Los Discípulos: El Medio
Se requería una pureza que conviniera a la presencia de Dios, pues Él iba allí. Sin embargo, son solamente los pies los que se tienen en cuenta. Los sacerdotes que servían a Dios en el tabernáculo eran lavados al ser consagrados. Su lavamiento no se repetía. De modo que, una vez renovados espiritualmente por la Palabra, esto no se repite para nosotros. En la frase “el que está lavado”, en el original griego se usa una palabra diferente de la que usa en “no necesita sino lavarse los pies.” (Juan 13:10). La primera palabra se refiere a bañar todo el cuerpo; la última se refiere a lavar manos y pies. Nosotros necesitamos esto último constantemente, pero una vez que nacemos por la Palabra, no somos lavados otra vez completamente, de igual modo que no se repetía la primera consagración de los sacerdotes. Los sacerdotes se lavaban las manos y los pies cada vez que se involucraban en su servicio—para que pudieran acercarse a Dios. Nuestro Jesús restaura la comunión y el poder para servir a Dios, cuando la hemos perdido. Lo hace con vistas a la comunión y el servicio; pues ante Dios estamos enteramente limpios a modo personal. El servicio era el servicio de Cristo—de Su amor. Él enjugó los pies de ellos con la toalla con que se ceñía (una circunstancia expresiva del servicio). El medio de purificación era el agua—la Palabra, aplicada por el Espíritu Santo. Pedro se encoge ante la idea de Cristo humillándose de esta manera; pero debemos someternos a este pensamiento, que nuestro pecado es tal que nada menor a la humillación de Cristo puede, en algún sentido, limpiarnos de él. Ninguna otra cosa nos hará conocer realmente la perfecta y deslumbrante pureza de Dios, o el amor y la entrega de Jesús; y en la comprensión de éstos consiste el tener un corazón santificado para la presencia de Dios. Pedro, entonces, quería que el Señor le lavara también sus manos y su cabeza. Pero esto ya fue llevado a cabo. Si somos de Él, nosotros hemos nacidos de nuevo y limpiados por la Palabra que Él ha aplicado ya a nuestras almas; nosotros sólo contaminamos nuestros pies al andar. Es según el modelo de este servicio de Cristo en gracia que tenemos que actuar con respecto a nuestros hermanos.
La Traición De Judas Conocida Por El Señor
Judas no estaba limpio; no había nacido de nuevo, no estaba limpio por medio de la Palabra que Jesús había hablado. No obstante, siendo enviado por el Señor, aquellos que le habían recibido también habían recibido a Cristo. Y esto es cierto también de aquellos a quienes Él envía por Su Espíritu. Este pensamiento trae la traición de Judas a la mente del Señor; Su alma se conmovió al pensar en ello, y alivia Su corazón declarándolo a Sus discípulos. De lo que se ocupa Su corazón aquí no es de Su conocimiento del individuo, sino del hecho de que uno de ellos iba a hacerlo, uno de aquellos que habían sido Sus compañeros.
El Amor De Juan Y Pedro a Su Señor
Por consiguiente, fue a causa de que Él dijera esto que los discípulos se miraron unos a otros. Ahora bien, había uno cerca de Él, el discípulo al cual Jesús amaba; pues tenemos, en toda esta parte del Evangelio de Juan, el testimonio de la gracia que responde a las diversas formas de maldad e impiedad en el hombre. Este amor de Jesús había formado el corazón de Juan—le había dado confianza y constancia de afecto; y, consecuentemente, sin ningún otro motivo que éste, él estuvo lo suficientemente cerca de Jesús como para recibir comunicaciones de Él. No era a fin de recibirlas que se puso cerca de Jesús; él estaba allí porque amaba al Señor, cuyo propio amor le había ligado a Él; pero, estando allí, él era capaz de recibir estas comunicaciones. Es de este modo, que nosotros podemos todavía aprender de Él.
Pedro le amaba; pero había demasiado de Pedro, no útil para el servicio, si Dios le llamaba a ello—y Él hizo esto en gracia, cuando Él le hubo abatido enteramente, y le hizo conocerse a sí mismo—pero íntimamente. ¿Quién, entre los doce, dio testimonio como Pedro, en quien Dios fue poderoso para con la circuncisión? Pero no hallamos en sus epístolas lo que hallamos en las de Juan. Además, cada uno tiene su lugar, dado en la soberanía de Dios. Pedro amaba a Cristo; y vemos que, unido también con Juan por este afecto común, ellos están constantemente juntos; así como también al final de este Evangelio él está ansioso por conocer la suerte de Juan. Por lo tanto, él utiliza a Juan para preguntar al Señor cuál de entre ellos le traicionaría, como Él había dicho. Recordemos que estar cerca de Jesús por causa de Él, es la manera de tener Su mente cuando surgen pensamientos ansiosos.
Judas Poseído Por Satanás: Tinieblas Y Desesperación
Jesús señala a Judas mediante el pan mojado, con el cual podría haber indicado a cualquier otro, pero que para Judas fue sólo el sello de su ruina. Sucede realmente así, en proporción, con todo favor de Dios que cae en un corazón que rechaza este favor. Después del bocado, Satanás entra en Judas. Él ya era impío por la codicia, y al ceder habitualmente a tentaciones comunes; aunque él estaba con Jesús, endureciendo su corazón contra el efecto de esa gracia que siempre estaba ante sus ojos y a su lado, y la cual, en cierto modo, fue ejercida hacia él, él había cedido a la sugerencia del enemigo, y se hizo a sí mismo el instrumento de los sumos sacerdotes para traicionar al Señor. Él sabía lo que ellos deseaban, y va y se ofrece. Y cuando, por su larga familiaridad con la gracia y la presencia de Jesús mientras se dedicaba a pecar, esa gracia y el pensamiento de la Persona de Cristo habían perdido completamente su influencia, él estaba en un estado de insensibilidad cuando le traiciona. El conocimiento que él tenía del poder del Señor, ayudó a que él se entregara al mal, y fortaleció la tentación de Satanás; pues, evidentemente, estaba seguro de que Jesús tendría nuevamente éxito escapándose de las manos de Sus enemigos; y, en cuanto a lo que se refería al poder, Judas tenía razón al pensar que el Señor podía haberlo hecho así. Pero, ¿qué sabía él de los pensamientos de Dios? Todo era tinieblas, moralmente, en su alma.
Y ahora, después de este último testimonio, que fue tanto una señal de la gracia como un testimonio del verdadero estado de su corazón que era insensible a este testimonio (como se expresa en el Salmo que aquí se cumple), Satanás entra en él, toma posesión de él hasta el punto de endurecerle contra todo lo que podría haberle hecho sentir, aun como hombre, la horrenda naturaleza de lo que él estaba haciendo, y debilitarle así al llevar a cabo este mal; de modo que ni su conciencia ni su corazón fuesen despertados en el acto de cometerlo. ¡Terrible condición! Satanás le poseyó, hasta que se vio obligado a dejarle en el juicio del cual él no podía ocultarle, y el cual será suyo en el momento señalado por Dios—juicio que se manifiesta a la conciencia de Judas cuando el mal ya estaba hecho, cuando ya era demasiado tarde (y el sentido del cual es mostrado por una desesperación que su vínculo con Satanás no hacía más que aumentar), pero un juicio que le obliga a dar testimonio de Jesús ante aquellos que sacaron partido de su pecado y quienes se burlaron ante su angustia. Porque la desesperación hace que uno diga la verdad; el velo es rasgado; deja de existir el autoengaño; la conciencia queda descubierta ante Dios, pero esto sucede antes de Su juicio. Satanás no engaña allí; y no la gracia, sino la perfección de Cristo es conocida. Judas dio testimonio de la inocencia de Jesús, como lo hizo el ladrón en la cruz. Es de este modo que la muerte y la destrucción oyeron la fama de Su sabiduría: sólo Dios lo sabe (Job 28:22-23).
La Omnisciencia Del Señor
Jesús conocía su condición. No fue sino el cumplimiento de aquello que Él iba a hacer, por medio de uno para quien no había ya ninguna esperanza. “Lo que vas a hacer,” dijo Jesús, “hazlo más pronto.” Pero, ¡qué palabras cuando las oímos de labios de Aquel que era el amor mismo! Sin embargo, los ojos de Jesús no estaban fijos sobre Su propia muerte. Él está solo. Nadie, ni siquiera los discípulos, tenían parte alguna con Él. Estos no podían seguirle adonde Él iba, no más que los propios judíos. ¡Hora solemne, pero gloriosa! Siendo un hombre, Él se iba a encontrar con Dios en aquello que separaba al hombre de Dios—iba a encontrarlo en el juicio. Esto, de hecho, es lo que Él dice, tan pronto como Judas salió. La puerta que Judas cerró tras de sí separó a Cristo de este mundo.
La Cruz: La Manifestación Más Resplandeciente De La Gloria De Dios, El Centro De La Historia De La Eternidad
“Ahora” dice Él, “es glorificado el Hijo del Hombre.” Él había dicho esto cuando llegaron los Griegos; pero entonces se trataba de la gloria venidera—Su gloria como cabeza de todos los hombres, y, de hecho, de todas las cosas. Pero esto no podía ser aún; y Él dijo: “Padre, glorifica tu nombre.” (Juan 12:28). Jesús debía morir. Era eso lo que glorificaba el nombre de Dios en un mundo donde el pecado estaba. Era la gloria del Hijo del Hombre la que iba cumplir esto aquí, donde todo el poder del enemigo, el efecto del pecado, y el juicio de Dios sobre el pecado, eran exhibidos; donde la cuestión quedó moralmente zanjada; donde Satanás (en su poder sobre el hombre pecador—el hombre bajo el pecado, y ese estado, plenamente desarrollado en abierta enemistad contra Dios), y Dios se encontraron, no como en el caso de Job, que fue instrumento en las manos divinas para disciplina, sino para justicia—aquello en lo cual Dios estaba contra el pecado, pero aquello en lo cual, por medio de Cristo entregándose a Sí mismo, todos Sus atributos fuesen ejercidos, y fuesen glorificados, y mediante lo cual, de hecho, mediante lo que sucedió, todas las perfecciones de Dios han sido glorificadas, siendo manifestadas por medio de Jesús, o mediante lo que Jesús hizo y padeció.
Estas perfecciones habían sido develadas directamente en Él, hasta donde alcanzaba la gracia; pero ahora que la oportunidad del ejercicio de todas ellas había sido dada a conocer, al tomar Él un lugar que le sometió a prueba conforme a los atributos de Dios, la perfección divina de estos atributos por medio del hombre en Jesús allí donde Él estaba en el lugar del hombre; y (hecho pecado, y, gracias a Dios, para el pecador) Dios fue glorificado en Él. Porque vean todo lo que, de hecho, se encontró en la cruz: todo el poder de Satanás sobre los hombres; Jesús solo y excluido; el hombre en perfecta y abierta enemistad contra Dios en el rechazo de Su Hijo; Dios manifestado en gracia; luego en Cristo, como hombre, el perfecto amor hacia Su Padre, y obediencia perfecta, y eso en el lugar de pecado, como hecho pecado (porque la perfección del amor a Su Padre y la obediencia se revelaron cuando Él fue hecho pecado ante Dios en la cruz); entonces la majestad de Dios se cumplió, glorificada (Hebreos 2:10); Su juicio perfecto, justo, contra el pecado sufrido como el Santo; pero en ello estaba Su amor perfecto hacia los pecadores al dar a Su Hijo unigénito. Pues por medio de esto nosotros conocemos el amor. Para resumir esto, en la cruz hallamos: al hombre en la maldad absoluta—el odio hacia lo que era bueno; el pleno poder de Satanás sobre este mundo—el príncipe de este mundo; al hombre en perfecta bondad, obediencia, y el amor al Padre a un costo total para Él; a Dios en justicia absoluta, infinita contra el pecado, y en divino infinito amor por el pecador. El bien y el mal fueron plenamente zanjados para siempre, y la salvación forjada, y fue puesto el fundamento de los cielos nuevos y la tierra nueva. Bien podemos decir: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él.” Completamente deshonrado en el primero, Él es infinitamente glorificado en el Segundo, y, por consiguiente, Él pone al hombre (Cristo) en la gloria, e inmediatamente, sin esperar el reino. Pero esto requiere algunas palabras menos abstractas, pues la cruz es el centro del universo, según Dios, la base de nuestra salvación y nuestra gloria, y la manifestación más resplandeciente de la gloria propia de Dios, el centro de la historia de la eternidad.
“Es Glorificado El Hijo Del Hombre” En Jesús En La Cruz, Y “Dios Es Glorificado En Él” Allí
El Señor había dicho, cuando los griegos desearon verle, que había llegado la hora para que el Hijo del Hombre fuese glorificado. Él habló entonces de Su gloria como Hijo del Hombre, la gloria que Él tomaría bajo ese título. Él sintió realmente que a fin de introducir a los hombres en esa gloria, necesariamente Él debía pasar por la muerte. Pero Él quedó absorto por una cosa que separaba Sus pensamientos de la gloria y de los sufrimientos—el deseo que poseía Su corazón de que Su Padre fuese glorificado. Todo había llegado ahora al punto en que esto tenía que ser cumplido; y el momento había llegado cuando Judas (excediendo los límites de la paciencia justa y perfecta de Dios) salió, dando rienda suelta a su iniquidad, para consumar el crimen que conduciría al maravilloso cumplimiento de los consejos de Dios.
Ahora bien, en Jesús en la cruz, el Hijo del Hombre ha sido glorificado de una manera mucho más admirable incluso de lo que Él lo será por la gloria positiva que le pertenece bajo ese título. Él será, lo sabemos, vestido con esa gloria; pero, en la cruz, el Hijo del Hombre llevó todo lo necesario para la perfecta manifestación de la gloria de Dios. Todo el peso de esa gloria fue traído para que lo llevara sobre Sí, para someterle a prueba, para que se evidenciara si podía Él soportarla, verificarla y exaltarla; y todo ello en el lugar donde el pecado ocultaba esa gloria, y, por así decirlo, donde lo acreditaba con la mentira. ¿Era capaz el Hijo del Hombre de entrar en un lugar tal, de acometer una tarea así, y de cumplir la tarea, y mantener Su lugar sin fracasar hasta el final? Esto es lo que Jesús hizo. La majestad de Dios tenía que ser vindicada contra la rebelión insolente de Su criatura; Su verdad, la cual le había amenazado con la muerte a Él, tenía que ser mantenida; Su justicia tenía que ser establecida contra el pecado (¿quién podría resistirla?), y al mismo tiempo, Su amor tenía que ser plenamente demostrado. Teniendo aquí Satanás todos sus lastimosos derechos que él había adquirido mediante nuestro pecado, Cristo—perfecto como hombre, solo, separado de todos los hombres, en obediencia, y teniendo como hombre únicamente un objeto, es decir, la gloria de Dios, de forma tan divinamente perfecta, sacrificándose Él mismo para este propósito—glorificó plenamente a Dios. Dios fue glorificado en Él. Su justicia, Su majestad, Su verdad, Su amor—todas estas cosas fueron verificadas en la cruz así como están en Él mismo, y reveladas solamente allí; y eso, con respecto al pecado.
Todos Los Atributos De Dios Exhibidos Libremente Y Plenamente Al Pecador
Y Dios puede ahora actuar libremente, conforme a aquello que Él es conscientemente para Él, sin que ningún otro atributo obstaculice, o contradiga a otro. La verdad condenaba al hombre a la muerte, la justicia condenaba para siempre al pecador, la majestad demandaba la ejecución de la sentencia. ¿Dónde, entonces, estaba el amor? Si el amor, como el hombre lo concebiría, tenía que pasar por sobre todo, ¿dónde estarían Su majestad y Su justicia? Además, eso no podía ser; ni tampoco hubiese podido ser realmente amor, sino indiferencia hacia el mal. Por medio de la cruz, Él es justo, y Él justifica en gracia; Él es amor, y en ese amor Él otorga Su justicia al hombre. Para el creyente, la justicia de Dios toma el lugar del pecado del hombre. La justicia, así como el pecado, del hombre, desaparece ante la luz resplandeciente de la gracia, y no oscurece la gloria soberana de una gracia como esta hacia el hombre, quien estaba realmente apartado de Dios.
Dios Glorificando Al Hijo Del Hombre En Sí Mismo
¿Y quién ha cumplido esto? ¿Quién ha establecido así (en cuanto a su manifestación, y a restituirla adonde había estado, en cuanto al estado de las cosas, comprometida por el pecado), toda la gloria de Dios? Fue el Hijo del Hombre. Por lo tanto, Dios le glorifica con Su propia gloria; porque fue, de hecho, esa gloria la que Él había establecido y había hecho honorable, cuando ante Sus criaturas fue anulada por el pecado—ella, en sí misma, no puede ser anulada. Y no sólo fue establecida, sino que fue apreciada de modo tal que no hubiera podido serlo por otros medios. Nunca hubo un amor como el don del Hijo de Dios para los pecadores; nunca hubo una justicia (para la cual el pecado es insoportable) como aquella que no perdonó ni al Hijo cuando llevó el pecado sobre Él; nunca hubo una majestad como aquella que hizo al Hijo de Dios responsable de la plena magnitud de sus exigencias (comparar con hebreos 2); nunca hubo una verdad como aquella que no cedió ante la necesidad de la muerte de Jesús. Ahora conocemos a Dios. Dios, siendo glorificado en el Hijo del Hombre, se glorifica Él en Sí mismo. Pero, consecuentemente, Él no espera el día de Su gloria con el hombre, conforme al pensamiento del capítulo 12. Dios le llama a Su propia diestra, y le hace sentarse allí en seguida y solo. ¿Quién podría estar allí (salvo en espíritu) sino Él? Aquí Su gloria está relacionada con aquello que Él podía hacer solo—con aquello que Él tenía que hacer solo; y de lo cual Él debe tener el fruto, Él solo con Dios, pues Él era Dios.
Solo En La Cruz, Único Y Preeminente En Gloria
Otras glorias vendrán a su tiempo. Él las compartirá con nosotros, aunque Él tiene la preeminencia en todas las cosas. Aquí Él está solo, y debe estarlo siempre (es decir, en aquello que pertenece propiamente a Su Persona). ¿Quién compartió la cruz con Él, sufriendo por el pecado, y cumpliendo la justicia? Nosotros, verdaderamente, la compartimos con Él en lo que respecta al sufrimiento por causa de la justicia, y por el amor de Él y Su pueblo, incluso hasta la muerte: y así participaremos también de Su gloria. Pero es evidente que no podíamos glorificar a Dios por el pecado. Aquel que no conoció pecado, Él solo podía ser hecho pecado. Únicamente el Hijo de Dios pudo soportar esta carga.
El Mandamiento Nuevo Dado a Los Discípulos: Amor Fraternal
En este sentido el Señor—cuando Su corazón halló alivio derramando estos gloriosos pensamientos, estos maravillosos consejos—se dirigió a Sus discípulos con afecto, diciéndoles que su relación con Él aquí abajo pronto terminaría, que Él iba adonde ellos no podían seguirle, no más de lo que podían seguirle los judíos incrédulos. El amor fraternal tenía, en cierto sentido, que tomar Su lugar. Tenían que amarse unos a otros como Él los había amado, con un amor superior a los errores de la carne en sus hermanos—amor fraternal de gracia en estos aspectos. Si la columna principal contra la cual muchos alrededor de ella se estaban apoyando era quitada, ellos se soportarían unos a otros, aunque no mediante sus fuerzas. Y así serían conocidos los discípulos de Cristo.
La Confianza Propia De Simón Pedro
Ahora bien, Simón Pedro desea penetrar en aquello que ningún hombre, salvo Jesús, podía entrar—en la presencia de Dios por la senda de la muerte. Esto es confianza carnal. El Señor le dice, en gracia, que eso no podía ser ahora. Él debía secar aquel mar insondable para el hombre—la muerte—aquel Jordán desbordante; y luego, cuando ella no fuese más el juicio de Dios, ni fuese manejada por el poder de Satanás (pues en ambos caracteres Cristo ha destruido completamente su poder para el creyente), entonces Su pobre discípulo podría pasar por ella por causa de la justicia y de Cristo. Pero Pedro le seguiría con sus propias fuerzas, declarándose capaz de hacer exactamente aquello que Jesús iba a hacer por él. Con todo, de hecho, aterrado ante el primer movimiento del enemigo, él retrocede ante la voz de una mujer, y niega al Maestro a quien amaba. En las cosas de Dios, la confianza carnal no hace más que conducirnos a una posición en la que ésta no puede sostenerse. La sinceridad sola no puede hacer nada contra el enemigo. Tenemos que poseer la fortaleza de Dios.

Juan Capítulo 14

En Vista De Su Partida; Sólo El Señor Es Un Objeto De La Fe
El Señor comienza ahora a conversar con ellos en vista de Su partida. Él se iba adonde ellos no podían ir. Para el ojo humano ellos serían dejados solos en la tierra. Es por el sentido de esta condición aparentemente desolada que el Señor habla de Él mismo, mostrándoles que Él era un objeto para la fe, igual que Dios lo era. Al hacer esto, Él les descubre toda la verdad con respecto a la condición de ellos. Su obra no es el asunto tratado, sino la posición de ellos en virtud de esa obra. Su Persona debería haber sido para ellos la llave a esa posición, y es lo que iba a ser ahora: el Espíritu Santo, el Consolador, quien iba a venir, sería el poder mediante el cual ellos la disfrutarían, y, verdaderamente, más aún.
La Revelación De Lo Que Hay Más Allá De La Muerte Para La Fe; Lo Que La Partida Del Señor Significaba Para Sus Discípulos; Con Él
A la pregunta de Pedro, “Señor, ¿a dónde vas?” (Juan 13:36), el Señor responde. Sólo cuando el deseo de la carne intenta entrar en la senda en la que Jesús estaba entrando entonces, el Señor no podía más que decir, que la fortaleza de la carne no servía para nada allí; pues, de hecho, él se propuso seguir a Cristo en la muerte. ¡Pobre Pedro!
Cuando el Señor ha escrito la sentencia de muerte sobre la carne para nosotros, al revelar su impotencia, entonces Él puede (cap. 14) revelar aquello que está más allá por la fe; y aquello que nos pertenece mediante Su muerte devuelve su luz, y nos enseña quién era Él, estando aún en la tierra, y siempre, antes de que el mundo fuese. Él no hacía más que regresar al lugar de donde vino. Pero Él comienza con Sus discípulos donde ellos estaban, y satisface la necesidad de sus corazones explicándoles de qué manera—mejor, en un cierto sentido, que siguiéndole aquí abajo—estarían ellos con Él cuando estuvieran ausentes del lugar en el cual Él estaría. Ellos no veían al Padre presente corporalmente entre ellos: para gozar de Su presencia ellos creían en Él; debían hacer lo mismo con respecto a Jesús. Debían creer en Él. Él no los abandonaba al irse, como si solamente hubiera lugar para Él en la casa del Padre. (Él alude al templo como figura). Había lugar para todos ellos. Ir allí era aún Su pensamiento—Él no está aquí en esta escena como el Mesías. Le vemos en las relaciones en las que permaneció conforme a las verdades eternas de Dios. Él siempre tenía Su partida a la vista: en caso de no haber habido lugar para ellos, Él se los habría dicho. El lugar de ellos estaba con Él. Pero Él iba a prepararles lugar. Sin presentar allí la redención, ni presentándose Él como el nuevo hombre conforme al poder de esa redención, no podía haber ningún lugar preparado en el cielo. Él entra en ese lugar en el poder de esa vida que los introduciría a ellos también. Pero no irían solos para volverse a juntar con Él, ni Él se volvería a juntar con ellos aquí abajo. El cielo, no la tierra, estaba en consideración. Ni tampoco mandaría llamarlos por medio de otros, sino que Él mismo vendría a buscarlos, como a aquellos que tanto apreciaba, y los tomaría a Sí mismo, para que donde Él estaba, ellos también estuviesen. Él vendría desde el trono del Padre; allí, por supuesto, ellos no se pueden sentar; pero Él los recibirá allí, donde Él estará en gloria delante del Padre. Ellos estarían con Él—una posición mucho más excelente que Su permanencia aquí abajo con ellos, incluso como Mesías en gloria en la tierra.
Yendo Al Padre; Él Mismo Es El Camino
Ahora, asimismo, habiéndoles dicho adónde iba, es decir, a Su Padre (y hablando conforme al efecto de Su muerte para ellos), Él les dice que ellos sabían dónde Él iba, y el camino. Él iba al Padre, y, al verle a Él, ellos habían visto al Padre; y así, habiendo visto al Padre en Él, ellos conocían el camino; pues, al venir a Él, venían al Padre, quien estaba en Él así como Él estaba en el Padre. Él mismo era, entonces, el camino. Por consiguiente, Él reprocha a Felipe el hecho de que no le haya conocido aún. Él había estado largo tiempo con ellos, como la revelación del Padre en Su propia Persona, y debieron haberle conocido, y haber visto que Él estaba en el Padre, y el Padre en Él, y así haber sabido donde Él iba, ya que iba al Padre. Él les había declarado el nombre del Padre, y si eran incapaces de ver al Padre en Él, o ser convencidos de ello por Sus palabras, deberían haberlo sabido por Sus obras, pues el Padre que habitaba en Él—era Él quien hacía las obras. Esto dependía de Su propia Persona, estando todavía en el mundo; pero una prueba sorprendente estaba relacionada con Su partida. Después que se hubiese ido, ellos harían obras aún mayores que las que Él hizo, porque actuarían en relación con Su mayor cercanía al Padre. Esto era indispensable para Su gloria. Esto, incluso, era ilimitado. Él los situó en una relación inmediata con el Padre por el poder de Su obra y de Su nombre; y todo lo que ellos pidieran al Padre en Su nombre, Cristo mismo la haría para ellos. La petición de ellos sería oída y concedida por el Padre—mostrando qué cercanía Él había adquirido para ellos; y Él (Cristo) haría todo lo que le ellos pidieran. Pues el poder del Hijo no era, y no podía ser, falto para la voluntad del Padre: no había límite para Su poder.
Discipulado Caracterizado Por La Obediencia; La Promesa Del Espíritu Santo, Para Estar Para Siempre
Pero esto condujo a otro asunto. Si ellos le amaban, esto debía ser demostrado, no en lamentos, sino en guardar Sus mandamientos. Tenían que caminar en obediencia. Esto caracteriza al discipulado hasta el momento presente. El amor desea estar con Él, pero muestra que es real obedeciendo Sus mandamientos. Cristo también tiene derecho a ordenar. Por otra parte, Él buscaría el bien de ellos en lo alto, y se les concedería otra bendición; a saber, el Espíritu Santo mismo, el cual nunca los abandonaría, como Cristo estaba a punto de hacerlo. El mundo no le pudo recibir. Cristo, el Hijo, había sido mostrado a los ojos del mundo, y debió haber sido recibido por él. El Espíritu Santo actuaría, siendo invisible; ya que por el rechazo de Cristo, todo había terminado con el mundo en sus relaciones naturales y de creación con Dios. Pero el Espíritu Santo sería conocido por los discípulos; pues Él no sólo permanecería con ellos, como Cristo no pudo, sino que estaría en ellos, no con ellos, como Él estuvo. El Espíritu Santo no sería visto entonces o conocido por el mundo.
El Camino, La Verdad, Y La Vida
Hasta ahora, en Su discurso, Él había conducido a Sus discípulos a seguirle (en espíritu) en lo alto, por medio del conocimiento que la familiaridad con Su Persona (en la cual el Padre era revelado) les dio de adonde Él iba, y del camino. Él era el camino, como hemos visto. Él era la verdad, en la revelación (y la revelación perfecta) de Dios y de la relación del alma con Él; y, realmente, de la condición verdadera y carácter real de todas las cosas, al mostrar la luz perfecta de Dios en Su propia Persona, la cual le revelaba. Él era la vida, en la cual Dios y la verdad podían ser conocidos. Los hombres venían por medio de Él; ellos hallaron al Padre revelado en Él; y poseyeron en Él aquello que les capacitaba gozar del Padre, y aquello que en cuya recepción vinieron, de hecho, al Padre.
La Corriente De Bendición Fluyendo Para Los Discípulos En Este Mundo; Vida En Cristo
Pero ahora, no es lo que es objetivo lo que Él presenta, no se trata del Padre en Él (al cual deberían haber conocido), ni Él en el Padre cuando estuvo aquí abajo. Por consiguiente, Él no eleva los pensamientos de los discípulos al Padre por medio de Él y en Él, y Él en el Padre en el cielo. Él les presenta aquello que les sería dado aquí abajo—la corriente de bendición que fluiría para ellos en este mundo, en virtud de aquello que Jesús era, y lo que era para ellos, en el cielo. Una vez presentado el Espíritu Santo como enviado, el Señor dice, “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.” Su presencia, en espíritu, aquí abajo, es el consuelo de Su pueblo. Ellos le verían; y esto es mucho más verdadero que verle a Él con los ojos de la carne. Sí, es más verdadero; es conocerle de un modo mucho más real, aunque, por gracia, ellos habían creído en Él como el Cristo, el Hijo de Dios. Y, además, esta visión espiritual de Cristo por medio del corazón, mediante la presencia del Espíritu Santo, está relacionada con la vida. “Porque yo vivo, vosotros también viviréis.” Le vemos, porque tenemos vida, y esta vida está en Él, y Él está en esta vida. “Esta vida está en su Hijo.” (1 Juan 5:11). Esto es tan seguro como su duración. Esta vida deriva de Él. Porque Él vive, nosotros viviremos. Nuestra vida es, en todo, la manifestación de Él, quien es nuestra vida. Como el apóstol lo expresa: “Para que también la vida de Jesús sea manifestada en nuestra carne mortal.” (2 Corintios 4:11—Versión Moderna). ¡Es lamentable! la carne resiste; pero ésta es nuestra vida en Cristo.
Los Discípulos En Cristo En Virtud De La Presencia Del Espíritu Santo
Pero esto no es todo. Habitando el Espíritu Santo en nosotros, sabemos que estamos en Cristo. “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.” No es, ‘El Padre en mí [lo cual, no obstante, fue siempre cierto], y yo en Él’—palabras, las primeras de las cuales, omitida aquí, expresaban la realidad de Su manifestación del Padre aquí en la tierra. El Señor expresa solamente aquello que pertenece al hecho de que Él es real y divinamente uno con el Padre—“Yo estoy en mi Padre.” Es de la última parte de la verdad (implicada, sin duda, en la otra, cuando se comprende bien) de la que el Señor habla aquí. Podía, realmente, no ser así; pero los hombres podrían imaginar una cosa tal como una manifestación de Dios en un hombre, sin ser este hombre un hombre tal—tan verdaderamente Dios, es decir, en Sí mismo—que sea menester decir también que Él está en el Padre. La gente sueña con semejantes cosas; ellos hablan de la manifestación de Dios en la carne. Nosotros hablamos de Dios manifestado en carne. Pero aquí toda ambigüedad es obviada—Él estaba en el Padre, y es esta parte de la verdad la que es repetida aquí; añadiendo a ello, en virtud de la presencia del Espíritu Santo, que mientras los discípulos debían conocer plenamente a la divina Persona de Jesús, debían conocer, además, que ellos mismos estaban en Él. “Aquel que se une con el Señor, un mismo espíritu es con él.” (1 Corintios 6:17—Versión Moderna). Jesús no dijo que deberían haber conocido esto mientras Él estaba con ellos en la tierra. Ellos deberían haber conocido que el Padre estaba en Él, y Él en el Padre. Pero en eso, Él estaba solo. Los discípulos, sin embargo, habiendo recibido al Espíritu Santo, conocerían su propia posición de estar en Él—una unión de la que el Espíritu Santo es la fuerza y el vínculo. La vida de Cristo fluye de Él en nosotros. Él está en el Padre, nosotros en Él, y Él también en nosotros, conforme al poder de la presencia del Espíritu Santo.
Protección Y Gobierno Constantes; El Amor Del Hijo, El Amor Del Padre, Y El De Cristo, Mostrados En El Camino De Obediencia
Éste es el asunto de la fe común, verdadero en todos. Pero hay una protección y un gobierno constantes, y Jesús se manifiesta a nosotros en relación con nuestro andar, y de una manera que depende de este andar. Aquel que está atento a la voluntad del Señor la poseerá, y la observará. Un buen hijo no sólo obedece cuando conoce la voluntad de su padre, sino que adquiere el conocimiento de esa voluntad prestándole atención. Éste es el espíritu de obediencia en amor. Si actuamos así con respecto a Jesús, el Padre, quien tiene presente todo lo que se refiere a Su Hijo, nos amará. Jesús nos amará también, y se manifestará a nosotros. Judas (no el Iscariote) no comprendió esto porque no veía más allá de una manifestación corporal de Cristo, tal como la podía percibir el mundo. Jesús añade, por tanto, que el discípulo verdaderamente obediente (y aquí Él habla más espiritualmente y de modo más general de Su Palabra, no meramente de Sus mandamientos) sería amado por el Padre, y que el Padre y Él vendrían y harían morada con él. Así que, si hay obediencia mientras esperamos el momento en que iremos y moraremos con Jesús en la presencia del Padre, Él y el Padre moran en nosotros. El Padre y el Hijo se manifiestan en nosotros, en quienes el Espíritu Santo está morando, así como el Padre y el Espíritu Santo estaban presentes, cuando el Hijo estaba aquí abajo—sin duda de otra manera, pues Él era el Hijo, y nosotros sólo vivimos por Él—habitando sólo el Espíritu Santo en nosotros. Pero con respecto a estas Personas gloriosas, ellas no están desunidas. El Padre hizo las obras en Cristo, y Jesús echó fuera demonios por el Espíritu Santo; sin embargo, el Hijo obró. Si el Espíritu Santo está en nosotros, el Padre y el Hijo vienen y hacen su morada en nosotros. Sólo que se observará aquí que hay gobierno. Nosotros somos, conforme la vida nueva, santificados para obedecer (1 Pedro 1:2). No se trata aquí del amor de Dios en gracia soberana hacia un pecador, sino de los tratos del Padre con Sus hijos. Por lo tanto, es en el camino de la obediencia donde se hallan las manifestaciones del amor del Padre y del amor de Cristo. Nosotros amamos, pero no acariciamos, a nuestros hijos díscolos. Si contristamos al Espíritu, Él no será en nosotros el poder de la manifestación a nuestras almas del Padre y del Hijo en comunión, sino que más bien actuará en nuestras conciencias en convicción, aunque dándonos el sentido de la gracia. Dios puede restaurarnos mediante Su amor, y testificando a nuestras conciencias cuando nos hemos extraviado; pero la comunión es en obediencia. Por último, Jesús tenía que ser obedecido; pero fue la Palabra del Padre a Jesús, observen, la que Él habló aquí abajo. Sus palabras eran las palabras del Padre.
Cristo Verdaderamente Y Siempre Hombre, Pero Dios Manifestado En Carne
El Espíritu Santo rinde testimonio de aquello que Cristo era, así como de Su gloria. Es la manifestación de la vida perfecta del hombre, y de Dios en el hombre, del Padre en el Hijo—la manifestación del Padre por el Hijo que está en el seno del Padre. Tales fueron las palabras del Hijo aquí abajo; y cuando hablamos de Sus mandamientos, no hablamos solamente de la manifestación de Su gloria por el Espíritu Santo, cuando Él está en lo alto, y sus resultados; sino que hablamos de Sus mandamientos cuando Él habló aquí abajo, y habló las palabras de Dios; pues Él no tenía el Espíritu Santo por medida, de modo que Sus palabras hubieran sido mezcladas, y en parte imperfectas, o cuando menos no divinas. Él fue verdaderamente hombre, y siempre hombre; pero era Dios manifestado en carne. El antiguo mandamiento del principio es nuevo, puesto que esta misma vida, que se expresó en Sus mandamientos, ahora nos mueve y nos anima—cierto en Él y en nosotros (comparar 1 Juan 2). Los mandamientos son aquellos del hombre Cristo, no obstante son los mandamientos de Dios y las palabras del Padre, conforme a la vida que ha sido manifestada en este mundo en la Persona de Cristo. Ellas expresan en Él, y forman y dirigen en nosotros, esa vida eterna que estaba con el Padre, y la cual ha sido manifestada a nosotros en el hombre—en Aquel que los apóstoles podían ver, escuchar y tocar; y cuya vida poseemos nosotros en Él. Sin embargo, el Espíritu Santo nos ha sido dado para llevarnos a toda verdad, según este mismo capítulo de la epístola de Juan: “Tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas.” (1 Juan 2:20).
La Diferencia Entre Los Mandamientos De Cristo Y La Ley
Dirigir la vida es diferente de conocer todas las cosas. Las dos cosas están relacionadas, porque, al caminar de acuerdo a esa vida, no contristamos al Espíritu, y estamos en luz. Dirigir la vida, allí donde existe, no es lo mismo que dar una ley impuesta sobre el hombre en la carne (de manera justa, no hay duda), prometiéndole la vida si guardaba esos mandamientos. Ésta es la diferencia entre los mandamientos de Cristo y la ley; no en cuanto a autoridad—la autoridad divina es siempre igual en sí misma—sino que la ley ofrece vida y es dirigida al hombre responsable en la carne, ofreciéndole vida como resultado; mientras que los mandamientos de Cristo expresan y dirigen la vida de uno que vive por el Espíritu, en relación con el hecho de que él está en Cristo, y Cristo en él. El Espíritu Santo (quien, además de esto, enseña todas las cosas) les recordó los mandamientos de Cristo—todas las cosas que Él les había dicho. Se trata de la misma cosa en detalle, por Su gracia, con los cristianos individualmente ahora.
Su Propia Paz Como Don Del Señor
Finalmente, el Señor, en medio de este mundo, dejó la paz a Sus discípulos, dándoles Su propia paz. Es cuando se iba, y en la plena revelación de Dios, que Él podía decirles esto; de modo que Él la poseía a pesar del mundo. Él había pasado por la muerte y había bebido la copa, había quitado los pecados en lugar de ellos, había destruido el poder del enemigo en la muerte, y había hecho propiciación glorificando plenamente a Dios. La paz fue hecha, y hecha para ellos ante Dios, así como todo en lo que fueron introducidos—a la luz tal como Él era, de modo de que esta paz era perfecta en la luz y perfecta en el mundo, porque los llevaba de un modo tal a una relación con Dios que el mundo no podía siquiera tocar, ni alcanzar su fuente de gozo. Además, Jesús había consumado esto de un modo tal para ellos, y Él lo otorgó sobre ellos de manera tal, que les dio la paz que Él mismo tenía con el Padre, y en la cual, consecuentemente, Él anduvo en este mundo. El mundo da una parte de sus bienes sin ceder la totalidad de ellos; pero lo que da, lo da y ya no lo tiene más. Cristo introduce en el gozo de aquello que es Suyo—Su propia posición delante del Padre. El mundo no da, ni puede dar, de esta manera. ¡Qué perfecta debe haber sido esta paz, la cual Él gozaba con el Padre—esa paz que Él nos da—Su propia paz!
En La Gloria Y En La Felicidad Del Señor Hallamos Las Nuestras
Queda aún un pensamiento precioso—una prueba de gracia inefable en Jesús. Él cuenta de tal modo con nuestro afecto, y esto como algo personal para Él, que les dice, “Si me amaseis, os regocijaríais por cuanto me voy al Padre.” (Juan 14:28—Versión Moderna). Él nos concede que nos interesemos en Su propia gloria, en Su felicidad, y, en ello, para hallar las nuestras.
El Deseo Del Corazón Del Cristiano
¡Buen y precioso Salvador, de cierto nos regocijamos de que Tú, que has sufrido tanto por nosotros, hayas cumplido ahora todas las cosas, y que estés reposando con Tu Padre, cualquiera que sea Tu amor activo hacia nosotros! ¡Ojalá te conociéramos y te amáramos mejor! Pero todavía podemos decir con plenitud de corazón: ¡ven pronto, Señor! Deja una vez más el trono de Tu reposo y de Tu gloria personal, para venir y tomarnos a Ti mismo, que todo pueda cumplirse también para nosotros, y que podamos estar contigo en la luz del semblante de Tu Padre, y en Su casa. Tu gracia es infinita, pero Tu presencia y el gozo del Padre será el descanso de nuestros corazones, y nuestro gozo eterno.
La Plenitud De Gracia Y Perfección Mostrada En La Persona De Cristo
El Señor concluye aquí esta parte de Su discurso. Él les había mostrado en su totalidad, todo aquello que seguía como consecuencia de Su partida y de Su muerte. La gloria de Su Persona, observen, es siempre aquí el asunto; pues, aun con respecto a Su muerte, se dice, “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre.” (Juan 13:31). No obstante, Él les había prevenido acerca de ello, para que ello pudiese fortalecer y no debilitar la fe de ellos, puesto que Él no hablaría ya mucho con ellos. El mundo estaba bajo el poder del enemigo, y él estaba viniendo: no porque tuviera algo en Cristo—él no tenía nada—por consiguiente, él no tenía ni siquiera el poder de la muerte sobre Él. Su muerte no fue el efecto del poder de Satanás sobre Él, sino que por ella mostró al mundo que Él amaba al Padre, y que Él era obediente al Padre, costase lo que costase. Y esto fue perfección absoluta en el hombre. Si Satanás era el príncipe de este mundo, Jesús no buscó mantener Su gloria Mesiánica en él. Pero Él mostró al mundo, allí donde el poder de Satanás estaba, la plenitud de la gracia y de la perfección en Su propia Persona, a fin de que el mundo pudiese acudir desde sí mismo (si puedo usar tal expresión)—aquellos, al menos, que tuviesen oídos para oír.
El Señor, entonces, cesa de hablar, y sale. Él ya no se encuentra sentado con los Suyos, como si fueran de este mundo. Él se levanta y abandona el lugar.
Resumen Del Discurso Del Señor En Los Capítulos 14 Al 16
Aquello que hemos dicho de los mandamientos del Señor, dados durante Su permanencia aquí abajo (un pensamiento al cual los sucesivos capítulos darán un interesante desarrollo), nos ayuda mucho a comprender todo el discurso del Señor aquí hasta el final del capítulo 16. El asunto está dividido en dos partes principales: La acción del Espíritu Santo cuando el Señor esté lejos, y la relación de los discípulos con Él durante Su estancia en la tierra. Por un lado, se trata de aquello que fluía de Su exaltación a la diestra de Dios (lo que le elevó sobre la cuestión del judío y el Gentil) y, por otra parte, aquello que dependía de Su presencia en la tierra, centrando necesariamente todas las promesas en Su propia Persona y las relaciones de los Suyos consigo mismo, vistas en relación con la tierra y estando ellos mismos en ella, incluso cuando Él estuviese ausente. Había, en consecuencia, dos clases de testimonio: el del Espíritu Santo, estrictamente hablando (es decir, aquello que Él reveló referente a Jesús ascendido a lo alto), y el de los discípulos, como testigos oculares de todo lo que habían visto de Jesús en la tierra (cap. 15:26-27). No es que para este propósito estuviesen ellos desprovistos de la ayuda del Espíritu Santo; pero este último testimonio (el de los discípulos) no fue el testimonio nuevo de la gloria celestial por el Espíritu Santo enviado desde el cielo. Él les recordó aquello que Jesús había sido, y lo que Él había hablado, mientras estuvo en la tierra. Por lo tanto, en el pasaje que hemos estado leyendo, Su obra se describe de la siguiente manera (cap. 14:26): “Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (comparar con el versículo 25). Las dos obras del Espíritu Santo son presentadas aquí. Jesús les había hablado muchas cosas. El Espíritu Santo les enseñaría todas las cosas; además, Él les recordaría todo lo que Jesús había dicho. En el capítulo 16, versículos 12 y 13, Jesús les dice que Él tenía muchas cosas que decir, pero que ellos no podían sobrellevarlas a la sazón. Después, el Espíritu de verdad los conduciría a toda la verdad. Él no hablaría por Su propia cuenta, sino que hablaría todo lo que oiría. El Espíritu Sano no era como un espíritu individual, que hablase por su propia cuenta. Siendo uno con el Padre y el Hijo, y descendido para revelar la gloria y los consejos de Dios, todas Sus comunicaciones estarían relacionadas con ellos, revelando la gloria de Cristo ascendido a lo alto—de Cristo, a quien pertenecía todo lo que el Padre tenía. Aquí no se trata de recordar todo lo que Jesús había dicho en la tierra: todo está celestialmente relacionado con lo que está en lo alto, y con la plena gloria de Jesús, o bien se relaciona de otro modo con los propósitos futuros de Dios. Volveremos a este asunto más tarde. He dicho estas pocas palabras para marcar las distinciones que he señalado.

Juan Capítulo 15

La Vid Verdadera; Cristo En La Tierra En Contraste Con Israel
El comienzo de este capítulo, y de aquello que se refiere a la vid, pertenece a la porción terrenal—a aquello que Jesús era en la tierra—a Su relación con Sus discípulos en la tierra, y no va más allá de esa posición.
“Yo soy la vid verdadera.” Jehová había plantado una vid hecha venir de Egipto (Salmo 80:8). Esto es Israel según la carne; pero no era la verdadera Vid. La verdadera Vid era Su Hijo, a quien hizo venir de Egipto—Jesús. Él se presenta así a Sus discípulos. Aquí no se trata de aquello que Él será después de Su partida; Él era esto en la tierra, y claramente en la tierra. Nosotros no hablamos de plantar viñas en el cielo, ni de podar ramas allí.
Los Pámpanos Llevando Fruto: La Responsabilidad Individual De Los Discípulos
Los discípulos habrían considerado al Señor como la rama más excelente de la Vid; pero así, Él habría sido sólo un miembro de Israel, mientras que Él mismo era el vaso, la fuente de bendición, conforme a las promesas de Dios. La vid verdadera, por lo tanto, no es Israel; bien al contrario, es Cristo en contraste con Israel, pero Cristo plantado en la tierra, tomando el lugar de Israel, como la Vid verdadera. El Padre cultiva esta planta, evidentemente en la tierra. No hay necesidad de ningún labrador en el cielo. Aquellos que están unidos a Cristo, como el remanente de Israel, los discípulos, son los que necesitan este cultivo. Es en la tierra donde se espera que se lleve fruto. Por consiguiente, el Señor les dice: “Ya vosotros estáis limpios, por la palabra que os he hablado”; “Vosotros (sois) los pámpanos.” Judas, quizás puede decirse, fue quitado, así como los discípulos que no anduvieron más con Él. Los demás serían probados y limpiados, para que llevaran más fruto.
Yo no dudo que esta relación, en principio y en una analogía general, todavía subsista. Aquellos que hacen una profesión, que se unen a Cristo para seguirle, serán, si hay vida, limpiados; si no, aquello que ellos tienen les será quitado. Observen, por lo tanto, que el Señor habla aquí sólo de Su Palabra—la del verdadero profeta—y de juicio, ya sea en disciplina o para ser cortado. Consecuentemente, Él no habla del poder de Dios, sino de la responsabilidad del hombre—una responsabilidad que el hombre no será ciertamente capaz de afrontar sin la gracia, pero que, no obstante, tiene aquí ese carácter de responsabilidad personal.
Podados Por El Padre; El Fruto Como La Prueba De Un Vínculo Vital Y Eterno
Jesús era la fuente de toda su fortaleza. Ellos tenían que permanecer en Él. Así—pues éste es el orden—Él permanecería en ellos. Hemos visto esto en el capítulo 14. Él no habla aquí del ejercicio soberano del amor en salvación, sino del gobierno de hijos por parte de su Padre; de modo que la bendición depende del andar (Juan 14:21,23). Aquí el labrador busca fruto; pero la enseñanza dada presenta una completa dependencia de la Vid como el medio de producirlo. Y Él muestra a los discípulos que, cuando anduvieran en la tierra, serían podados por el Padre, y un hombre (pues en el versículo 6 Él cambia cuidadosamente de expresión, porque Él conocía a los discípulos y los había declarado ya limpios)—un hombre, alguno que no llevara fruto, sería cortado. Porque el asunto aquí no es el de esa relación con Cristo en el cielo por el Espíritu Santo, la cual no puede ser quebrantada, sino el de aquel vínculo que incluso entonces fue formado aquí abajo, el cual podría ser vital y eterno. El fruto sería la prueba.
En la anterior vid, esto no era necesario, ellos eran judíos de nacimiento, estaban circuncidados, guardaban las ordenanzas, y permanecían en la vid como buenos pámpanos, sin llevar ningún fruto en absoluto. Sólo eran cortados de Israel por una violación voluntaria de la ley. No se trata aquí de una relación con Jehová fundamentada en la circunstancia de nacer de una cierta familia. Aquello que se busca, es glorificar al Padre llevando fruto. Esto es lo que mostrará que son discípulos de Aquel que ha llevado tanto fruto.
Lo Que Precede Al Fruto; La Fuente De Fortaleza Y Fruto; Permaneciendo En Cristo
Cristo, entonces, era la Vid verdadera; el Padre, el Labrador; los once eran los pámpanos. Tenían que permanecer en Él, lo cual es efectuado sin pensar en producir ningún fruto si no es en Él, mirando primero a Él. Cristo precede al fruto. Se trata de dependencia, la cercanía práctica habitual de corazón a Él, y confianza en Él, estando unidos a Él por medio de la dependencia de Él. De esta manera Cristo sería en ellos una fuente constante de fortaleza y de fruto. Él estaría en ellos. Fuera de Él, nada podían hacer. Si, permaneciendo en Él, ellos tenían la fuerza de Su presencia, llevarían mucho fruto. Además, (“Si alguno no permaneciere en mí, será echado fuera como un sarmiento, y se secará; y a los tales los recogerán, y los echarán en el fuego, y serán quemados.” Juan 15:6—Versión Moderna), “si alguno” (Él no dice ‘ellos’, pues ya los conocía como pámpanos verdaderos y limpios) no permanecía en Él, éste sería echado para ser quemado. Nuevamente, si permanecían en Él (es decir, si existía la dependencia constante que se origina en esta fuente), y si las palabras de Cristo permanecían en ellos, dirigiendo sus corazones y pensamientos, ellos gobernarían los recursos del poder divino; ellos pedirían lo que quisieran, y les sería hecho. Pero, además, el Padre había amado divinamente al Hijo mientras Él habitó en la tierra. Jesús hizo lo mismo con respecto a ellos. Tenían que permanecer en Su amor. En los versículos anteriores, era en Él; aquí, es en Su amor. Al guardar los mandamientos de Su Padre, Él permaneció en Su amor; al guardar los mandamientos de Jesús, ellos permanecerían en el Suyo. La dependencia (la cual implica confianza, y referencia a Aquel de quien nosotros dependemos para la fuerza, incapaces de hacer nada sin Él, y, de este modo, apegados junto a Él) y la obediencia, son los dos grandes principios de la vida práctica aquí abajo. Así caminó Jesús como hombre; Él conocía por experiencia la verdadera senda para Sus discípulos. Los mandamientos de Su Padre eran la expresión de lo que el Padre era; guardándolos en el espíritu de obediencia, Jesús anduvo siempre en la comunión de Su amor; mantuvo la comunión consigo mismo. Los mandamientos de Jesús cuando estuvo en la tierra, eran la expresión de lo que Él era, divinamente perfecto en el camino del hombre. Al caminar en ellos, Sus discípulos estarían en la comunión de Su amor. El Señor habló estas cosas a Sus discípulos, a fin de que Su gozo estuviese en ellos, y que el gozo de ellos fuese cumplido.
El Camino De Un Discípulo Es Lo Que Se Trata Aquí; No La Salvación De Un Pecador
Vemos que el asunto que se trata aquí no es la salvación de un pecador, sino el camino de un discípulo, a fin de que pueda gozar plenamente del amor de Cristo, y que su corazón pueda estar sereno en el lugar donde se halla el gozo.
Obediencia: El Medio De Permanecer En El Amor Del Señor
Tampoco se ha entrado aquí en la cuestión de si un verdadero creyente puede separarse de Dios, porque el Señor hace que la obediencia sea el medio de permanecer en Su amor. Ciertamente Él no podía perder el favor de Su Padre, o cesar de ser el objeto de Su amor. Eso era imposible; y, con todo, Él dice, “He guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” Pero esta era la senda divina en la que Él gozó de este amor. De lo que se habla aquí es del andar y de la fortaleza de un discípulo, y no del medio de salvación.
Amor De Unos a Otros: Su Medida
En el versículo 12 empieza otra parte del asunto. Él quiere (éste es Su mandamiento) que se amen unos a otros, como Él los había amado. Antes, Él había hablado del amor del Padre por Él, el cual manaba del cielo hacia Su corazón aquí abajo. Él los había amado de la misma manera; pero también había sido un compañero, un siervo, en este amor. Así tenían que amarse los discípulos unos a otros con un amor que se elevaba por encima de toda la debilidad de los demás, y el cual era al mismo tiempo fraternal, y que causaba que cualquiera que lo sentía se hiciera siervo de su hermano. Iba tan lejos como para dar la propia vida por la de un amigo. Ahora bien, para Jesús, aquel que le obedecía, era Su amigo. Observen, Él no dice que sería amigo de ellos. Él fue nuestro amigo cuando dio Su vida por los pecadores: somos Sus amigos cuando disfrutamos de Su confianza, tal como Él lo expresa aquí: “todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.” Los hombres hablan de sus asuntos, según la necesidad de hacerlo que pueda surgir, con aquellos que están interesados en estos asuntos. Yo comunico todos mis pensamientos a uno que es mi amigo. “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” (Génesis 18:17) y Abraham fue llamado el “amigo de Dios.” (Santiago 2:23). Ahora, no fueron cosas concernientes a Abraham mismo lo que Dios le contó entonces (Él lo había hecho como Dios), sino de cosas concernientes al mundo—a Sodoma. Dios hace lo mismo con respecto a la asamblea, en forma práctica con respecto al discípulo obediente: tal discípulo sería el depositario de Sus pensamientos. Además, Él los había escogido para esto. No fueron ellos quienes le habían escogido a Él por el ejercicio de su propia voluntad. Él los había escogido y les había ordenado ir y dar fruto, un fruto que permaneciese; de modo que, siendo escogidos así por Cristo para la obra, recibieran del Padre, el cual no podía fallarles en este caso, todo lo que pidieran. Aquí el Señor llega a la fuente y certeza de la gracia, a fin de que la responsabilidad práctica, bajo la cual los coloca, no oscureciera la gracia divina que actuaba para con ellos y que los situaba allí.
Odiados Por El Mundo: En La Misma Posición De Su Maestro
Ellos tenían que amarse unos a otros. Que el mundo los odiara no era sino la consecuencia natural de su odio hacia Cristo; esto sellaba su asociación con Él. El mundo ama aquello que es del mundo: esto es bastante natural. Los discípulos no eran de él; y, además, el Jesús que el mundo había rechazado los había escogido y los había separado del mundo: por tanto, el mundo los odiaría por causa de ser elegidos así en gracia. Estaba, asimismo, la razón moral, a saber, que ellos no eran de él; pero esto demostraba la relación de ellos con Cristo, y Sus derechos soberanos, por los cuales Él los había tomado para Sí de un mundo rebelde. Tendrían la misma porción que su Maestro: sería por causa de Su nombre, porque el mundo—y Él habla especialmente de los judíos, entre quienes había trabajado—no conocía al Padre que le había enviado a Él en amor. El hecho de jactarse en Jehová, como su Dios, les venía muy bien. Ellos habrían recibido al Mesías sobre esa base. Conocer al Padre, revelado en Su verdadero carácter por el Hijo, era algo muy diferente. Sin embargo, el Hijo le había revelado, y, tanto por Sus palabras como por Sus obras, había manifestado al Padre y Sus perfecciones.
Criaturas Caídas En Presencia De Misericordia Y Gracia Demostrando Que Preferían El Pecado Antes Que a Dios; El Padre Y El Hijo Vistos Y Odiados
Si Cristo no hubiera venido y les hubiera hablado, Dios no habría tenido que reprocharles ningún pecado. Ellos todavía podían continuar interminablemente, incluso si lo hacían en un estado no purgado, sin ninguna prueba (aunque había suficiente pecado y trasgresión como hombres y como un pueblo bajo la ley) de que ellos no aceptarían a Dios—de que no regresarían cuando se les llamase por misericordia. El fruto de una naturaleza caída estaba allí, sin duda, pero no así la prueba de que esta naturaleza prefería el pecado antes que a Dios, cuando Dios estaba allí en misericordia no imputándoles esto. La gracia estaba tratando con ellos, no imputándoles pecado. La misericordia los había estado tratando como caídos, no como criaturas voluntariosas. Dios no tomaba el terreno de la ley, el cual imputa, o el del juicio, sino el de la gracia en la revelación del Padre por medio del Hijo. Las palabras y las obras del Hijo revelando al Padre en gracia, rechazado, los dejó sin esperanza (comparar con cap. 16:9). De otro modo la verdadera condición de ellos no hubiera sido sometida enteramente a prueba, Dios habría tenido aún medios para utilizarlos; Él amaba demasiado a Israel para condenarlos mientras hubiera uno que no fuese probado.
Si el Señor no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún otro hombre había hecho, ellos podrían haber permanecido como estaban, podrían haber rechazado creer en Él, y no habrían sido culpables ante Dios. Ellos habrían sido aún el objeto de la paciencia de Jehová; pero, de hecho, habían visto y habían aborrecido tanto al Hijo como al Padre. El Padre había sido manifestado plenamente en el Hijo—en Jesús; y si cuando Dios fue manifestado plenamente, y en gracia, ellos le rechazaron, ¿qué podía hacerse si no dejarlos en el pecado, lejos de Dios? Si Él hubiese sido manifestado sólo en parte, ellos habrían tenido una excusa; podrían haber dicho: ‘¡Ah! si nos hubiera mostrado gracia, si le hubiéramos conocido como Él es, no le habríamos rechazado.’ Ellos no podían decir esto ahora. Habían visto al Padre y al Hijo en Jesús. ¡Lamentable! ellos habían visto y habían aborrecido.
Pero esto fue sólo la consumación de aquello que fue predicho acerca de ellos en su ley. En cuanto al testimonio que el pueblo dio de Dios, y de un Mesías recibido por ellos, todo había terminado. Le habían aborrecido sin una causa.
El Espíritu Santo Prometido: Nuevo Testimonio Del Hijo De Dios a Ser Rendido
El Señor se refiere ahora al asunto del Espíritu Santo que vendría a mantener Su gloria, la cual el pueblo había derribado a tierra. Los judíos no habían conocido al Padre manifestado en el Hijo; el Espíritu Santo vendría ahora del Padre para dar testimonio del Hijo. El Hijo le enviaría del Padre. En el capítulo 14, el Padre le envía en el nombre de Jesús para la relación personal de los discípulos con Jesús. Aquí Jesús, ascendido a lo alto, le envía a Él, el testigo de Su gloria exaltada, desde Su lugar celestial. Éste era el nuevo testimonio, y tenía que rendirse de Jesús, el Hijo de Dios, ascendido al cielo. Los discípulos también darían testimonio de Él, porque habían estado con Él desde el principio. Tenían que testificar con la ayuda del Espíritu Santo, como testigos oculares de Su vida en la tierra, de la manifestación del Padre en Él. El Espíritu Santo, enviado por Él, era el testigo de Su gloria con el Padre, desde donde Él había venido.
La Posición De Los Discípulos Después De La Partida De Cristo
Así en Cristo, la vid verdadera, tenemos a los discípulos, a los pámpanos, ya limpios, estando Cristo presente todavía en la tierra. Después de Su partida, ellos tenían que mantener esta relación práctica. Debían estar en relaciones con Él, así como Él, aquí abajo, lo había estado con el Padre. Y ellos tenían que ser unos con otros como Él había sido con ellos. Su posición era fuera del mundo. Ahora, los judíos aborrecieron tanto al Hijo como al Padre; el Espíritu Santo daría testimonio del Hijo con el Padre, y en el Padre; y los discípulos testificarían también de aquello que Él había sido en la tierra. El Espíritu Santo, y, en cierto sentido, los discípulos, toman el lugar de Jesús, así como el de la antigua vid, en la tierra.
La Presencia Y El Testimonio Del Espíritu Santo En La Tierra
La presencia y el testimonio del Espíritu Santo en la tierra son ahora descritos.
Es bueno notar la conexión de los asuntos en los pasajes que estamos considerando. En el capítulo 14 tenemos a la Persona del Hijo revelando al Padre, y al Espíritu Santo dando el conocimiento del Hijo estando en el Padre, y de los discípulos estando en Jesús en lo alto. Ésta era la condición personal de ambos, de Cristo y de los discípulos, quedando todo unido; sólo que primero el Padre, estando el Hijo aquí abajo, y luego el Espíritu Santo enviado por el Padre. En los capítulos 15-16, se observan las distintas dispensaciones—Cristo, la Vid verdadera en la tierra, y luego el Consolador venido a la tierra, enviado por el Cristo exaltado. En el capítulo 14 Cristo ruega al Padre, el cual envía el Espíritu en el nombre de Cristo. En el capítulo 15 Cristo exaltado envía el Espíritu desde el Padre (“el cual procede del Padre”), un testigo de Su exaltación, como los discípulos, guiados por el Espíritu, lo fueron de Su vida de humillación, pero como Hijo en la tierra.
El Espíritu Enviado Por El Padre En El Nombre De Cristo Como Un Consolador Permanente Después De La Partida Del Señor
Sin embargo, hay un progreso así como una conexión. En el capítulo 14, el Señor, aunque dejando la tierra, habla en relación con aquello que Él era sobre la tierra. Es (no Cristo mismo) el Padre quien envía al Espíritu Santo a petición Suya. Él va de la tierra al cielo, por ellos, como Mediador. Él rogaría al Padre, y el Padre les daría otro Consolador, quien continuaría con ellos, no dejándoles como Él lo estaba haciendo. Al depender de Él la relación de ellos con el Padre, sería creyendo en Él que les sería enviado el Espíritu—no al mundo—no a los judíos, como tales. Esto sería hecho en Su nombre. Además, el Espíritu Santo mismo les enseñaría y les traería a la memoria los mandamientos de Jesús—todo lo que Él les había dicho. El capítulo 14 da toda la posición que resultó de la manifesta­ción del Hijo, y aquella del Padre en Él, y desde Su partida (es decir, su resultado con respecto a los discípulos).
El Espíritu Va Ser Enviado También Por Cristo Desde El Cielo, Un Testimonio De Su Exaltación
Ahora, en el capítulo 15, Él había agotado el asunto de los mandamientos en conexión con la vida manifestada en Él aquí abajo; y al cierre de este capítulo Él se considera como ascendido, y añade: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre.” Él viene, ciertamente, del Padre; pues nuestra relación es, y debería ser, inmediata con Él. Es allí donde Cristo nos ha situado. Pero en este versículo no es el Padre quien envía el Espíritu a petición de Jesús, y en nombre de Él. Cristo ha tomado Su lugar en la gloria como Hijo del Hombre, y esto conforme a los frutos gloriosos de Su obra, y Él envía el Espíritu Santo. Consecuentemente, Él da testimonio de aquello que Cristo es en el cielo. Sin duda que Él nos hace percibir aquello que Jesús fue aquí abajo, donde en gracia infinita Él manifestó al Padre, y lo percibimos mucho mejor de lo que lo percibieron ellos, quienes estuvieron con Él durante Su estancia en la tierra. Pero esto es en el capítulo 14. No obstante, el Espíritu Santo es enviado por Cristo desde el cielo, y Él nos revela al Hijo, a quien conocemos ahora como habiendo manifestado (aunque como hombre y en medio de hombres pecadores) perfecta y divinamente al Padre. Conocemos, repito, al Hijo, con el Padre, y en el Padre. Es desde allí que Él nos ha enviado el Espíritu Santo.

Juan Capítulo 16

El Espíritu Santo Contemplado Como Estando Ya Aquí; Sufrimientos Y Gozo Predichos
En este capítulo, se da un paso más allá en la revelación de esta gracia. El Espíritu Santo es contemplado como estando ya aquí abajo.
En este capítulo el Señor da a conocer que Él ha presentado toda Su enseñanza con respecto a Su partida; los sufrimientos de ellos en el mundo por mantener Su lugar; el gozo de ellos, estando en la misma relación con Él como aquella en la que Él había estado con Su Padre mientras estuvo en la tierra; su conocimiento del hecho de que Él estaba en el Padre, y ellos en Él, y Él en ellos; el don del Espíritu Santo, a fin de prepararlos para todo lo que sucedería cuando Él no estuviese, para que no tuvieran tropiezo. Pues ellos serían expulsados de las sinagogas, y aquel que los matase pensaría que estaba sirviendo a Dios. Éste sería el caso de aquellos que, descansando en sus viejas doctrinas como una forma, y rechazando la luz, utilizarían solamente la forma de la verdad con la cual darían crédito a la carne como estando conformada para resistir la luz la cual, según el Espíritu, juzgaría la carne. Ellos harían esto porque no conocían ni al Padre ni a Jesús, el Hijo del Padre. Es la verdad nueva la que prueba al alma y la fe. La antigua verdad, recibida generalmente y por la que se distingue un cuerpo de gente de aquellos que los rodean, puede ser un motivo de orgullo para la carne, incluso donde se trata de la verdad, como fue el caso con los judíos. Pero la verdad nueva es un asunto de fe en su origen: no existe el apoyo de un cuerpo acreditado por esta verdad, sino la cruz de hostilidad y aislamiento. Ellos pensaban que servían a Dios. No conocieron al Padre y al Hijo.
Dolor Natural Ante La Partida Del Señor; La Ganancia De La Fe
La naturaleza se ocupa de aquello que es pérdida. La fe mira al futuro al que nos lleva Dios. ¡Precioso pensamiento! La naturaleza actuaba en los discípulos: ellos amaban a Jesús; se lamentaban ante Su partida. Podemos entender esto. Pero la fe no se habría detenido aquí. Si hubieran aprehendido la gloria esencial de la Persona de Jesús, si el afecto de ellos, animado por la fe, hubiera pensado en Él y no en ellos mismos, habrían preguntado: “¿A dónde vas?”. Sin embargo, Aquel que pensaba en ellos les asegura que incluso perderle a Él sería ganancia para ellos. ¡Fruto glorioso de los modos de Dios! Su ganancia sería en esto, que el Consolador estaría aquí en la tierra con ellos y en ellos. Aquí, observen, Jesús no habla del Padre. Se trataba del Consolador aquí abajo en Su lugar, para mantener el testimonio de Su amor por los discípulos, y Su relación con ellos. Cristo se iba: pues si Él no se iba, el Consolador no vendría; pero si partía, Él lo enviaría. Cuando Él hubiera venido, actuaría demostrando la verdad con respecto al mundo que rechazó a Cristo y que persiguió a Sus discípulos; y actuaría para bendición de estos últimos.
El Testimonio Del Consolador Al Mundo: Su Pecado Al Rechazar a Cristo
Con respecto al mundo, el Consolador tenía un solo asunto de testimonio, a fin de demostrar el pecado del mundo. El mundo no había creído en Jesús—en el Hijo. Sin duda había pecado de toda clase, y, a decir verdad, no había nada más que pecado—pecado que merecía juicio; y en la obra de la conversión, Él hace que el alma se dé cuenta de estos pecados. Pero el rechazo de Cristo colocó al mundo entero bajo un juicio común. Sin duda cada uno responderá por sus pecados; y el Espíritu Santo me hace sentirlos. Pero, como sistema responsable para con Dios, el mundo había rechazado a Su Hijo. Este era el terreno sobre el cual Dios trataba con el mundo ahora; esto es lo que hacía manifiesto el corazón del hombre. Era la demostración de que, habiendo sido Dios plenamente manifestado en amor tal como Él era, el hombre no le recibiría. Él vino, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados; pero ellos le rechazaron. La presencia de Jesús no era la del Hijo de Dios manifestado en Su gloria, ante la cual el hombre retrocedería temeroso, aunque no pudiese escapar; se trataba de lo que Él era moralmente, en Su naturaleza, en Su carácter. El hombre le odiaba: todo testimonio para traer al hombre a Dios fue inútil. Cuanto más claro era el testimonio, más el hombre se alejaba de él y se le oponía. La demostración del pecado del mundo era que éste había rechazado a Cristo. Terrible testimonio, ¡que Dios en bondad excitara el aborrecimiento porque Él era perfecto, y perfectamente bueno! Tal es el hombre. El testimonio del Espíritu Santo al mundo, como antiguamente el de Dios a Caín, sería, ¿Dónde está mi Hijo? No era que el hombre fuera culpable; lo era cuando Cristo vino, sino que estaba perdido, el árbol era malo.
El Convencimiento De Justicia: Cristo a La Diestra De Dios
Pero este era el camino de Dios hacia algo totalmente diferente—el convencimiento de justicia, en que Cristo fue a Su Padre, y que el mundo no le vio más. Fue el resultado del rechazo de Cristo. Justicia humana no había ninguna. El pecado del hombre fue probado por el rechazo de Cristo. La cruz fue realmente el juicio ejecutado sobre el pecado. Y en ese sentido, fue justicia; pero en este mundo fue el único Justo condenado por el hombre y abandonado por Dios; no fue la manifestación de justicia. Fue una separación final judicial entre el hombre y Dios (ver capítulos 11 y 12:31). Si Cristo hubiera sido librado allí, y hubiese llegado a ser Rey de Israel, esto no habría sido una consecuencia adecuada al hecho de que Él hubiera glorificado a Dios. Al haber glorificado a Dios Su Padre, Él se iba a sentar a Su diestra, a la diestra de la Majestad en las alturas, para ser glorificado en Dios mismo, para sentarse en el trono del Padre. Establecerle allí fue justicia divina (ver capítulos 13:31-32; 17:1,4-5). Esta misma justicia privó al mundo, dicho de esta forma, de Jesús para siempre. El hombre no le vio más. La justicia a favor de los hombres estaba en Cristo a la diestra de Dios—en juicio en cuanto al mundo, en ello el mundo le había perdido sin esperanza y para siempre.
Satanás, El Príncipe De Este Mundo, Juzgado
Además, se había demostrado que Satanás era el príncipe de este mundo conduciendo a todos los hombres contra el Señor Jesús. Para cumplir los propósitos de Dios en gracia, Jesús no resiste. Él se entrega a la muerte. Aquel que tenía el imperio de la muerte se dedicó enteramente. En su deseo de arruinar al hombre, tuvo que arriesgar todo en esta empresa contra el Príncipe de la Vida. Fue capaz de asociar al mundo entero con él en esto, judío y Gentil, sacerdotes y pueblo, gobernantes, soldados y súbditos. El mundo estaba allí, encabezado por su príncipe, en ese día solemne. El enemigo había puesto todo en juego, y el mundo estaba con él. Pero Cristo resucitó, ascendió a Su Padre, y ha enviado el Espíritu Santo. Se demuestra que todos los motivos que gobiernan al mundo, y el poder por el cual Satanás mantuvo cautivos a los hombres, son de él; él es juzgado. El poder del Espíritu Santo es el testimonio de esto, y supera todos los poderes del enemigo. El mundo aún no es juzgado, es decir, el juicio aún no se ha ejecutado—lo será de otra manera; pero es moralmente, su príncipe es juzgado. Todos sus motivos, religiosos y profanos, lo han llevado a rechazar a Cristo, colocándolo bajo el poder de Satanás. Es en ese carácter que él ha sido juzgado, pues condujo al mundo contra Aquel que manifestó ser el Hijo de Dios por la presencia del Espíritu Santo, después de que Él quebrantara el poder de Satanás en la muerte.
La Presencia Del Espíritu Santo Aquí Es La Prueba Del Rechazo Del Mundo Al Hijo De Dios
Todo esto tuvo lugar por medio de la presencia del Espíritu Santo en la tierra, enviado por Cristo. Su sola presencia era la demostración de estas tres cosas. Pues, si el Espíritu Santo estaba allí, era porque el mundo había rechazado al Hijo de Dios. La justicia fue evidenciada al estar Jesús a la diestra de Dios, de lo cual la presencia del Espíritu Santo era la prueba, así como en el hecho de que el mundo le había perdido. Ahora, el mundo que le había rechazado no fue exteriormente juzgado, pero, habiéndolo conducido Satanás a rechazar al Hijo, la presencia del Espíritu Santo probó que Jesús había destruido el poder de la muerte; que aquel que había poseído ese poder fue juzgado de esta manera; que él demostró ser el enemigo de Aquel a quien el Padre reconoció; que su poder ya no existía, y que la victoria pertenecía al Postrer Adán, cuando todo el poder de Satanás combatió contra la debilidad humana de Aquel que en amor cedió ante este poder. Pero Satanás, así juzgado, era el príncipe de este mundo.
La Obra Del Espíritu Santo En Y Para Los Discípulos
La presencia del Espíritu Santo sería la demostración, no de los derechos de Cristo como Mesías, ciertos como eran, sino de aquellas verdades que se referían al hombre—al mundo, en el cual Israel se hallaba ahora perdido, habiendo rechazado las promesas, aunque Dios guardaría a la nación para Sí mismo. Pero el Espíritu Santo estaba haciendo algo más que demostrar la condición del mundo. Él llevaría a cabo una obra en los discípulos; los guiaría a toda la verdad, y les mostraría las cosas que habrían de venir; pues Jesús tenía muchas cosas que decirles que todavía no eran capaces de sobrellevar. Cuando el Espíritu Santo estuviera en ellos, Él sería su fortaleza así como su maestro; y sería un estado de cosas completamente diferente para los discípulos. Aquí Él es considerado como estando presente en la tierra en lugar de Jesús, y morando en los discípulos, no como un espíritu individual hablando desde Él, sino como dijo Jesús: “Según oigo, así juzgo”, con un juicio perfectamente divino y celestial: de este modo el Espíritu Santo, actuando en los discípulos, hablaría aquello que venía de arriba, y del futuro, conforme al conocimiento divino. Sería del cielo y del futuro aquello de lo que Él hablaría, comunicando lo que era celestial desde arriba, y revelando acontecimientos que vendrían en la tierra, siendo testigos lo uno y lo otro de que era un conocimiento que pertenecía a Dios. ¡Qué bendito poseer aquello que Él tiene para dar!
El Espíritu Santo Tomando En Lugar De Cristo Aquí
Pero además, Él toma aquí el lugar de Cristo. Jesús había glorificado al Padre en la tierra. El Espíritu Santo glorificaría a Jesús, con referencia a la gloria que pertenecía a Su Persona y a Su posición. Aquí Él no habla directamente de la gloria del Padre. Los discípulos habían visto la gloria de la vida de Cristo en la tierra; el Espíritu Santo les develaría Su gloria en aquello que le pertenecía como glorificado con el Padre—aquello que era Suyo.
Ellos aprenderían “en parte.” Ésta es la medida del hombre cuando se trata de las cosas de Dios, pero su alcance es declarado por el Señor mismo: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.”
El Nombre Y La Gloria De Cristo; Su Posición En Virtud De Su Obra Como Hijo Del Hombre; Sus Derechos Como Hijo Del Padre
Así tenemos el don del Espíritu Santo presentado de diversos modos en conexión con Cristo. En dependencia de Su Padre, y representando a los discípulos como habiéndose ido a lo alto separado de ellos, Él se dirige al Padre, en nombre de ellos; Él ruega al Padre que envíe el Espíritu Santo (cap. 14:16). Más adelante, hallamos que Su nombre es todopoderoso. Toda bendición del Padre viene en Su nombre. Es debido a Él, y conforme a la eficacia de Su nombre, de todo lo que en Él es aceptable al Padre, que el bien viene a nosotros. Así, el Padre enviará al Espíritu Santo en Su nombre (cap. 14:26). Y siendo glorificado Cristo en lo alto, y habiendo tomado Su lugar con Su Padre, Él envía el Espíritu Santo (cap. 15:26) del Padre, como procediendo de Él. Finalmente, el Espíritu Santo está presente aquí en este mundo, en y con los discípulos, y Él glorifica a Jesús, y toma de lo Suyo y lo revela a los Suyos (cap. 16:13-15). Aquí, toda la gloria de la Persona de Cristo es expuesta, así como los derechos pertenecientes a la posición que Él ha tomado. “Todo lo que tiene el Padre” es de Él. Ha tomado Su posición conforme a los consejos eternos de Dios, en virtud de Su obra como Hijo del Hombre. Pero si Él ha entrado en posesión de esto en este carácter, todo lo que posee en éste es Suyo, como un Hijo a quien (siendo uno con el Padre) pertenece todo lo que el Padre tiene.
La Partida Venidera Del Señor a Su Padre; Los Discípulos Estimulados a Acercarse Al Padre
Allí Él debía permanecer oculto por un tiempo: los discípulos le verían después, pues se trataba sólo de la consumación de los caminos de Dios; no se trataba de estar, por así decirlo, perdido mediante la muerte. Él iba a Su Padre. Sobre este punto, los discípulos no entendieron nada. El Señor desarrolla el hecho y sus consecuencias, sin mostrarles aún toda la importancia de lo que Él decía. Él lo plantea en el aspecto humano e histórico. El mundo se regocijaría de haberse deshecho de Él. ¡Gozo miserable! Los discípulos lamentarían, aunque fuera también la fuente misma de gozo para ellos; pero su tristeza se convertiría en gozo. Como testimonio, esto tuvo lugar cuando Él se mostró a ellos después de Su resurrección; se cumplirá totalmente cuando Él regresará para recibirlos a Sí mismo. Pero cuando ellos le hubieran visto otra vez, comprenderían la relación en que Él los había situado con Su Padre, ellos la gozarían por el Espíritu Santo. No sería como si ellos no pudieran acercarse al Padre, mientras Cristo sí podía hacerlo (como dijo Marta: “sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.”—Juan 11:22). Ellos podrían ir directamente al Padre, quien los amaba, porque habían creído en Jesús, y le habían recibido cuando Él se había humillado en este mundo de pecado (en principio es siempre así); y pidiendo lo que ellos quisieran en Su nombre lo recibirían, a fin de que su gozo pudiera ser cumplido en la conciencia de la bendita posición del favor infalible al que eran llevados, y del valor de todo aquello que poseían en Cristo.
La Comprensión Limitada De Los Discípulos De Lo Que El Señor Quería Dar a Entender
No obstante, el Señor ya les declara la base de la verdad—Él salió del Padre, Él iba al Padre. Los discípulos creen entender aquello que les había hablado sin parábolas. Ellos creyeron que Él había adivinado su pensamiento, pues no se lo habían expresado. Sin embargo, ellos no se elevaron a la altura de lo que Él dijo. Les había dicho que habían creído que Él había salido “de Dios.” Esto ellos lo entendieron; y aquello que había sucedido los había confirmado en esta fe, y declaran su convicción con respecto a esta verdad; pero no entran en el pensamiento de ‘salir del Padre’, y en el de ‘ir al Padre.’ Presumían de estar en la luz; pero no habían comprendido nada que los elevara sobre el efecto del rechazo de Cristo, lo cual habría sido hecho por la creencia en que Él salió del Padre y que Él iba al Padre (Juan 16:28). Por lo tanto, Jesús les declara que Su muerte los esparciría, y que ellos le abandonarían. Su Padre estaría con Él; no estaría solo. No obstante, les había explicado todas estas cosas a fin de que tuvieran paz en Él. En el mundo que le rechazó, tendrían aflicción; pero Él había vencido al mundo, ellos podían confiar.

Juan Capítulo 17

La Oración Intercesora Del Señor
Esto concluye la conversación de Jesús con Sus discípulos en la tierra. En el siguiente capítulo, Él se dirige a Su Padre tomando Su propio lugar al partir, y dándoles a Sus discípulos el lugar de ellos (es decir, el Suyo propio), con respecto al Padre y al mundo, después de que Él se hubiera ido para ser glorificado con el Padre. Todo el capítulo está dedicado esencialmente a poner a los discípulos en Su propio lugar, después de establecer el terreno para ello en Su propia glorificación y obra. Se trata, salvo los últimos versículos, de Su lugar en la tierra. Tal como Él estaba divinamente en el cielo, y así mostró un divino carácter celestial en la tierra, del mismo modo ellos (habiendo sido Él glorificado como hombre en el cielo), unidos con Él, tenían que manifestar lo mismo a su turno. De ahí que tenemos primero el lugar que Él toma personalmente, y la obra que les da derecho a ellos para estar en este lugar.
Bosquejo Y Divisiones Del Capítulo 17
El capítulo 17 está dividido de la siguiente manera: los versículos 1-5 se refieren a Cristo, a la toma de Su posición en la gloria, a Su obra, y a esa gloria perteneciente a Su Persona, y al resultado de Su obra. Los versículos 1-3 presentan Su nueva posición en dos aspectos: “Glorifica a tu Hijo”—poder sobre toda carne, para la vida eterna para aquellos dados a Él; los versículos 4-5, Su obra y sus resultados. En los versículos 6-13, Él habla de Sus discípulos puestos en esta relación con el Padre por Su revelación de Su nombre a ellos, y luego habla del haberles dado las palabras que Él mismo había recibido, para que pudieran gozar toda la bendición plena de esta relación. Él ruega también por ellos, para que fueran uno como Él y el Padre lo eran. En los versículos 14-21 hallamos su consecuente relación con el mundo; en los versículos 20-21, Él introduce en el gozo de esta bendición a aquellos que iban a creer por medio de ellos. Los versículos 22-26 dan a conocer el resultado para ellos, tanto futuro como presente: la posesión de la gloria que Cristo había recibido del Padre—estar con Él, gozando la visión de Su gloria—para que el amor del Padre estuviera con ellos aquí abajo, igual que Cristo había sido su objeto—y que Cristo estuviera en ellos. Solamente los últimos tres versículos toman a los discípulos al cielo como una verdad suplementaria.
Éste es un breve resumen de este maravilloso capítulo, en el cual somos admitidos, no al discurso de Cristo con el hombre, sino a oír los deseos de Su corazón, cuando Él los derrama delante de Su Padre para la bendición de aquellos que son Suyos. Maravillosa gracia que nos permite oír estos deseos, y comprender todos los privilegios que emanan de los Suyos preocupándose así por nosotros, del hecho de ser nosotros el objeto de la comunicación entre el Padre y el Hijo, del común amor de ellos hacia nosotros, cuando Cristo expresa Sus propios deseos—aquello que Él tiene en sus más profundos sentimientos, y que Él presenta al Padre ¡como Sus propios deseos personales!
Algunas explicaciones pueden ayudarnos a comprender el significado de ciertos pasajes en este maravilloso y precioso capítulo.¡Que el Espíritu de Dios nos ayude!
La Nueva Posición De Cristo En La Gloria; Potestad Sobre Toda Carne Y El Don De Vida Eterna a Aquellos Dados Por Él
El Señor, cuyas miradas de amor habían estado dirigidas hasta entonces hacia Sus discípulos en la tierra, levanta ahora sus ojos al cielo al dirigirse al Padre. Había llegado la hora de glorificar al Hijo, a fin de que desde esa gloria Él pudiese glorificar al Padre. Esta es, generalmente hablando, la nueva posición. Su carrera aquí había terminado, y Él tuvo que ascender a lo alto. Había dos cosas relacionadas con esto—la potestad sobre toda carne, y el don de la vida eterna para tantas almas como el Padre le había dado. “Cristo es la cabeza de todo varón.” (1 Corintios 11:3). Aquellos que el Padre le ha dado reciben vida eterna de Aquel que había subido a lo alto. La vida eterna era el conocimiento del Padre, el único Dios verdadero, y de Jesucristo, a quien Él había enviado. El conocimiento del Omnipotente daba seguridad al peregrino de la fe; el conocimiento de Jehová daba la certidumbre del cumplimiento de las promesas de Dios para Israel; el conocimiento del Padre, quien envió al Hijo, a Jesucristo (el Hombre ungido y el Salvador), quien era esa vida, y de este modo recibido como algo presente (1 Juan 1:1-4), era la vida eterna. El verdadero conocimiento aquí no era la protección exterior o la esperanza futura, sino la comunicación, en vida, de la comunión con el Ser conocido así por el alma—de la comunión con Dios plenamente conocido como el Padre y el Hijo. Aquí no es la divinidad de Su Persona la que está delante de nosotros en Cristo, aunque sólo una Persona divina podía estar en un lugar tal y hablar así, sino que se trata del lugar que Él había tomado al cumplir los consejos de Dios. Lo que se dice de Jesús en este capítulo podía decirse solamente de Uno que es Dios; pero el punto tratado es el de Su lugar en los consejos de Dios, y no la revelación de Su naturaleza. Él recibe todo de Su Padre—es enviado por Él, Su Padre le glorifica. Vemos la misma verdad de la comunicación de la vida eterna en relación con Su divina naturaleza y Su unidad con el Padre en 1 Juan 5:20. Aquí, Él cumple la voluntad del Padre, y es dependiente de Él en el lugar que ha tomado, y que va a tomar, incluso en la gloria, por muy gloriosa que Su naturaleza pueda ser. Así, también, en el capítulo 5 de nuestro Evangelio, Él da vida a quien quiere; aquí son aquellos que el Padre le ha dado. Y la vida que Él da está comprendida en el conocimiento del Padre, y de Jesucristo, a quien Él ha enviado.
La Obra De Cristo Y Sus Resultados
Él da a conocer ahora las condiciones bajo las cuales Él toma este lugar en lo alto. Él había glorificado perfectamente al Padre en la tierra. Nada que manifestara a Dios el Padre había estado faltando, cualquiera que hubiese sido la dificultad; la contradicción de pecadores no fue sino una ocasión de hacerlo así. Esto mismo tornó infinito el dolor. Sin embargo, Jesús había realizado esa gloria en la tierra enfrentándose a toda esa oposición. Su gloria con el Padre en el cielo no era sino la justa consecuencia—la consecuencia necesaria, en mera justicia. Además, Jesús había tenido esta gloria con Su Padre antes de que el mundo fuese. Su obra y Su Persona por igual le daban derecho a ella. El Padre glorificado en la tierra por el Hijo: el Hijo glorificado con el Padre en lo alto: tal es la revelación contenida en estos versículos—un derecho, procedente de Su Persona como Hijo, pero a una gloria en la que Él entró como hombre, como consecuencia de haber, como tal, glorificado perfectamente a Su Padre en la tierra. He aquí los versículos que se relacionan con Cristo. Esto, además, ofrece la relación en la que Él entra en este nuevo lugar como hombre, Su Hijo, y la obra mediante la cual lo hace en justicia, y nos da así un título, y el carácter en el cual nosotros tenemos un lugar allí.
Los Discípulos Del Señor En Relación Con El Padre Por Medio De La Revelación De Su Nombre Y Su Palabra
Él habla ahora de los discípulos; de cómo entraron en su peculiar lugar en relación con esta posición de Jesús—en esta relación con Su Padre. Él había dado a conocer el nombre del Padre a aquellos que el Padre le había dado del mundo. Ellos pertenecían al Padre, y el Padre los había dado a Jesús. Ellos habían guardado la Palabra del Padre. Fue fe en la revelación que el Hijo había hecho del Padre. Las palabras de los profetas eran verdaderas. Los fieles las disfrutaron: éstas sostuvieron su fe. Pero la Palabra del Padre, por medio de Jesús, reveló al Padre mismo, en Aquel a quien el Padre había enviado, y puso a los que la recibieron en el lugar de amor, el cual era el lugar de Cristo; y conocer al Padre y al Hijo era la vida eterna. Esto era algo bastante diferente de las esperanzas relacionadas con el Mesías o con lo que Jehová le había dado. Es de este modo, también, que los discípulos son presentados al Padre; no como recibiendo a Cristo en el carácter de Mesías y honrándole poseyendo Su poder por ese título. Ellos habían conocido que todo lo que Jesús tenía era del Padre. Él era entonces el Hijo; Su relación con el Padre era reconocida. Tardos para comprender como eran, el Señor los reconoce conforme a Su apreciación de la fe de ellos, de acuerdo al objeto de esa fe, conocida para Él, y no conforme a su inteligencia. ¡Preciosa verdad! (Comparen con capítulo 14:7.)
Ellos reconocieron a Jesús, entonces, recibiendo todo del Padre, no como Mesías de Jehová; porque Jesús les había dado todas las palabras que el Padre le había dado a Él. De este modo, Él los había traído en sus propias almas a la conciencia de la relación entre el Hijo y el Padre, y a la plena comunión, según las comunicaciones del Padre al Hijo en esa relación. Él habla de la posición de ellos mediante la fe—no de su comprensión de esta posición. De esta manera, ellos reconocieron que Jesús vino del Padre, y que vino con la autoridad del Padre—el Padre le había enviado. Fue desde allí que Él vino, y vino provisto de la autoridad de una misión dada por el Padre. Ésta era la posición de ellos por la fe.
La Oración Del Señor Por Los Discípulos Como Distinguidos Del Mundo
Y ahora—estando ya los discípulos en esta posición—Él los pone, conforme a Sus pensamientos y a Sus deseos, delante del Padre en oración. Él ruega por ellos, distinguiéndolos completamente del mundo. Vendría el momento cuando (según el Salmo 2) Él pediría al Padre con referencia al mundo; Él no lo estaba haciendo así ahora, sino que rogaba por aquellos que estaban fuera del mundo, por los que el Padre le había dado. Pues ellos eran del Padre. Porque todo lo que es del Padre, está en esencial oposición al mundo (comparen con 1 Juan 2:16).
Los Motivos De La Petición Del Señor
El Señor presenta al Padre dos motivos para Su petición: primero, que ellos eran del Padre, de modo que el Padre, para Su propia gloria, y a causa de Su afecto por aquello que le pertenecía, los guardara; segundo, que Jesús fue glorificado en ellos, de modo que si Jesús era el objeto del afecto del Padre, por esa razón debería el Padre guardarlos también. Además, los intereses del Padre y del Hijo no podían separarse. Si ellos eran del Padre, eran, de hecho, del Hijo; y ello no era más que un ejemplo de esta verdad universal—todo lo que era del Hijo era del Padre, y todo lo que era del Padre era del Hijo. ¡Qué lugar para nosotros! ser el objeto de este afecto mutuo, de estos intereses comunes e inseparables del Padre y del Hijo. Éste es el gran principio—el gran fundamento de la oración de Cristo. Él rogó al Padre por Sus discípulos, porque pertenecían al Padre. Por consiguiente, Jesús necesariamente tenía que procurar su bendición. El Padre se interesaría minuciosamente en ellos, porque en ellos tenía que ser glorificado el Hijo.
Las Circunstancias a Las Que La Oración Se Aplicaba
Él entonces presenta las circunstancias a las que la oración se aplicaba. Él ya no estaba en este mundo. Iban a estar privados de Su cuidado personal presente con ellos, pero estarían en este mundo, mientras Él se iba al Padre. Este es el terreno de Su petición con respecto a la posición de ellos. Los pone en relación, por consiguiente, con el Padre Santo—con todo el perfecto amor de un Padre tal—con el Padre de Jesús y el de ellos, manteniendo (era la bendición de ellos) la santidad que Su naturaleza requería, si iban a estar en relación con Él. Era una protección directa. El Padre guardaría en Su propio nombre a aquellos que Él había dado a Jesús. De esta forma, la relación era directa. Jesús los encomendó a Él, y ello, no sólo porque pertenecieran al Padre, sino porque eran ahora Suyos, investidos de todo el valor que ello les daría a los ojos del Padre.
Unidad Y Su Vínculo
El objeto de Su solicitud era el de guardarlos en unidad, como el Padre y el Hijo son uno. Solamente un Único Espíritu divino era el vínculo de esa unidad. En este sentido el vínculo era verdaderamente divino. En tanto que estuvieran llenos del Espíritu Santo, ellos tenían una sola mente, un consejo, un propósito. Ésta es la unidad a la que se alude aquí. El Padre y el Hijo eran su único objeto; el cumplimiento de sus consejos y objetivos era su único cometido. Ellos tenían solamente los pensamientos de Dios; porque Dios mismo, el Espíritu Santo, era la fuente de sus pensamientos. Era un solo poder divino y una sola naturaleza divina lo que los unía—el Espíritu Santo. La mente, el propósito, la vida, toda la existencia moral, eran, como consecuencia, una sola cosa. El Señor habla, forzosamente, en la plenitud de Sus propios pensamientos, cuando expresa Sus deseos para ellos. Si se trata de una cuestión de comprenderlos, entonces debemos pensar en el hombre; pero, con todo, en una fortaleza que se perfecciona en la debilidad.
La Suma De Los Deseos Del Señor— La Relación De Los Discípulos Con El Padre Como Hijos, Santos, Bajo Su Cuidado
Ésta es la suma de los deseos del Señor—hijos, santos, bajo el cuidado del Padre; que sean uno, no por un esfuerzo o por un acuerdo, sino conforme al poder divino. Estando Él allí, los había guardado en el nombre del Padre, fiel para cumplir todo lo que el Padre le había encomendado, y para no perder a ninguno de aquellos que eran de Él. En cuanto a Judas, fue sólo el cumplimiento de la Palabra. La protección de Jesús presente en el mundo ya no podía existir. Pero Él habló estas cosas, estando aún allí, y los discípulos las escuchaban, a fin de que pudieran entender que estaban puestos delante del Padre en la misma posición que Cristo había mantenido, y que podrían hacer que se cumpliese así en ellos, en esta misma relación, el gozo que Cristo había poseído. ¡Qué gracia inefable! Le habían perdido, visiblemente, para encontrarse ellos (por Él y en Él) en la propia relación de Cristo con el Padre, gozando de todo lo que Él gozó en esa comunión aquí abajo, estando en Su lugar en la relación propia de ellos con el Padre. Por lo tanto, Él les había hablado todas las palabras que el Padre le había dado—las comunicaciones de Su amor a Él, al caminar como Hijo en ese lugar aquí abajo; y, en el nombre especial de “Padre Santo”, por el cual el Hijo se dirigía a Él desde la tierra, el Padre iba a guardar a aquellos que el Hijo había dejado allí. Así tendrían Su gozo cumplido en ellos mismos.
Ésta era la relación de ellos con el Padre, estando Jesús ausente. Él habla ahora de la relación de ellos con el mundo, como consecuencia de lo anterior.
La Relación De Los Discípulos Con El Mundo; Separados Por Medio De La Palabra
Él les dio la Palabra de Su Padre—no las palabras que les llevaban a la comunión con Él, sino Su Palabra—el testimonio de lo que Él era. Y el mundo los había aborrecido como había aborrecido a Jesús (el testimonio vivo y personal del Padre) y al Padre mismo. Estando así en relación con el Padre, que los había sacado de entre los hombres del mundo, y habiendo recibido la palabra del Padre (y vida eterna en el Hijo en ese conocimiento), ellos no eran del mundo así como Jesús no era del mundo: y por eso el mundo los aborrecía. Sin embargo, el Señor no ruega que fueran quitados de él, sino que el Padre los guardara del mal. Él entra a detallar Sus deseos en este aspecto, fundamentándolos en que ellos no eran del mundo. Repite este pensamiento como la base de su posición aquí abajo. “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.” ¿Qué debían ser ellos entonces? ¿Por cuál norma, por qué modelo, tenían que ser formados? Por la verdad, y la palabra del Padre es verdad. Cristo fue siempre la Palabra (el Verbo), pero la Palabra viva entre los hombres. En las escrituras poseemos esta Palabra, escrita y firme: las Escrituras le revelan, dan testimonio de Él. Así fue que los discípulos tenían que ser separados. “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” Era esto con lo que debían ser formados en el ámbito personal, por la Palabra del Padre, como Él fue revelado en Jesús.
Los Discípulos Son Enviados Al Mundo; Su Misión Y Testimonio
La misión de ellos sigue a continuación. Jesús los envía al mundo, como el Padre le había enviado a Él al mundo. Son enviados a él de parte de Cristo: si hubieran sido del mundo, no podían haber sido enviados a él. Pero no era sólo la Palabra del Padre lo que era verdad, ni la comunicación de la Palabra del Padre por medio de Cristo presente con los discípulos (puntos de los cuales desde el versículo 14 hasta ahora Jesús había estado hablando, “Yo les he dado tu palabra.”): Él se santificó a Sí mismo. Él se mantuvo separado como un hombre celestial sobre los cielos, un hombre glorificado en la gloria, a fin de que toda verdad pudiera resplandecer en Él, en Su Persona, resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre—siendo manifestado así en Él todo lo que el Padre es; el testimonio de la justicia divina, del amor divino, del poder divino, trastornando totalmente la mentira de Satanás, por la que el hombre había sido engañado y por la que entró la falsedad en el mundo; el modelo perfecto de aquello que el hombre era conforme a los consejos de Dios, y como la expresión de Su poder moralmente y en gloria—la imagen del Dios invisible, el Hijo, y en gloria. Jesús se apartó, en este lugar, para que los discípulos pudieran ser santificados por la comunicación dada a ellos de lo que Él era; pues esta comunicación era la verdad, y los creaba a imagen de lo que revelaba. Así que era la gloria del Padre, revelada por Él en la tierra, y la gloria a la cual Él había ascendido como hombre; pues este es el resultado completo—la ilustración en gloria de la manera como Él se había apartado para Dios, pero a favor de los Suyos. De este modo, no sólo existen la formación y el gobierno de los pensamientos por la Palabra, separándonos moralmente para Dios, sino que existen también los benditos afectos que fluyen del hecho de que poseemos esta verdad en la Persona de Cristo, estando conectados nuestros corazones con Él en gracia. Esto finaliza la segunda parte de aquello que se refería a los discípulos, en comunión y en testimonio.
La Oración Del Señor Por Los Creyentes, No Limitada a Los Doce; Unidad En Comunión Con El Padre Y El Hijo
En el versículo 20, Él declara que ruega también por aquellos que creerían en Él por medio de ellos. Aquí el carácter de la unidad difiere un poco de aquella en el versículo 11. Allí, al hablar de los discípulos, Él dice, “para que sean uno, así como nosotros”; porque la unidad del Padre y del Hijo se mostraba en un propósito señalado, un objeto señalado, un amor señalado, una obra señalada, todo señalado. Por lo tanto, los discípulos debían tener esa clase de unidad. Aquí aquellos que creían, puesto que recibían y tomaban parte en aquello que era comunicado, tenían su unidad en el poder de la bendición a la cual eran traídos. Por un Espíritu, en el que estaban forzosamente unidos, tenían un lugar en comunión con el Padre y el Hijo (comparar con 1 Juan 1:3; ¡y cuán similar es el lenguaje del apóstol con el de Cristo!). Así, el Señor pide que sean uno en ellos—el Padre y el Hijo. Éste era el medio para hacer creer al mundo que el Padre había enviado al Hijo, pues aquí estaban aquellos que lo habían creído, quienes, no obstante lo opuestos que sus intereses y hábitos pudiesen ser, no obstante lo fuerte de sus prejuicios, con todo, eran uno (por medio de esta poderosa revelación y de esta obra) en el Padre y el Hijo.
Conversación Con Su Padre; La Gloria Que Él Ha Dado a Su Hijo
Aquí termina Su oración, pero no toda Su conversación con Su Padre. Él nos da (y aquí los testigos y los creyentes están unidos) la gloria que el Padre le había dado. Es la base de otro, un tercer modo de unidad. Todos participan, es cierto, en gloria, de esta unidad absoluta en pensamiento, objetivo, propósito señalado, que se encuentran en la unidad del Padre y el Hijo. Estando ya presente la perfección, aquello que el Espíritu Santo había producido espiritualmente, excluyendo Su absorbente energía a toda otra, era natural para todos en gloria.
Una Unidad En Manifestación En La Gloria
Pero el principio de la existencia de esta unidad añadía todavía otro carácter a esa verdad—la de la manifestación, o, cuando menos, de una fuente interior que realizaba en ellos su manifestación: “Yo en ellos”, dijo Jesús, “y tú en mí.” Ésta no es la simple y perfecta unidad del versículo 11, ni la reciprocidad y comunión del versículo 21. Es Cristo en todos los creyentes, y el Padre en Cristo, una unidad en la manifestación en gloria, no meramente en comunión—una unidad en la cual todo está perfectamente conectado con su fuente. Y Cristo, a quien solamente debían manifestar, es en ellos; y el Padre, a quien Cristo había manifestado perfectamente, es en Él. El mundo (pues esto será en la gloria milenaria, y manifestado al mundo) conocerá entonces (Él no dice, ‘para que pueda creer’) que Jesús había sido enviado por el Padre (¿cómo negarlo cuando Él sea visto en gloria?) y, además, que los discípulos habían sido amados por el Padre, así como Jesús fue amado. El hecho de que poseían la misma gloria que Cristo, constituiría la prueba.
Con Cristo, Para Ver Su Gloria, El Secreto Para Los Que Le Aman
Pero había aún más. Hay aquello que el mundo no verá, porque no estará en él. “Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy.” (Juan 17:24—LBLA). Allí no solamente somos como Cristo (conformados al Hijo, llevando la imagen del hombre celestial ante los ojos del mundo), sino que estamos con Él donde Él está. Jesús desea que veamos Su gloria. Consolación y estímulo para nosotros, tras haber participado de Su oprobio: pero aún más precioso, por cuanto vemos que Aquel que ha sido deshonrado como hombre, y debido a que Él se hizo hombre por nosotros, será, por esa misma razón, glorificado con una gloria que excederá a toda otra gloria, salvo la de Aquel que sometió bajo Él todas las cosas. Pues Él habla aquí de gloria dada. Es esto lo que es tan precioso para nosotros, porque Él la ha adquirido para nosotros mediante Sus sufrimientos, y, sin embargo, era perfectamente lo que se le debía a Él—la justa recompensa por haber, por medio de estos sufrimientos, glorificado perfectamente al Padre. Ahora, este es un gozo peculiar, totalmente fuera del mundo. El mundo verá la gloria que tenemos en común con Cristo, y sabrá que hemos sido amados como Cristo fue amado. Pero hay un secreto para aquellos que le aman, el cual pertenece a Su Persona y a nuestra asociación con Él. El Padre le amó antes de que el mundo fuese—un amor que no se puede comparar sino con lo que es infinito, perfecto y, de este modo, que satisface en sí mismo. Compartiremos esto en el sentido de ver a nuestro Amado en tal amor, y de estar con Él, y de contemplar la gloria que el Padre le ha dado, según el amor con el cual Él le amó antes de que el mundo tuviera parte alguna en los tratos de Dios. Hasta aquí, estábamos en el mundo; aquí estamos en el cielo, fuera de toda demanda o aprehensión del mundo (Cristo visto en el fruto de ese amor que el Padre tenía por Él antes que el mundo existiese). Cristo, entonces, fue el deleite del Padre. Le vemos en el fruto eterno de ese amor como Hombre. Nosotros estaremos en este amor con Él para siempre, para gozar del hecho de que Él esté en ese amor—que nuestro Jesús, nuestro Amado, está en él, y es lo que Él es.
La Justicia Del Padre
Entretanto, siendo tal, hubo justicia en los tratos con respecto a Su rechazo. Él había manifestado al Padre plenamente, perfectamente. El mundo no le había conocido, pero Jesús le había conocido, y los discípulos habían conocido que el Padre le había enviado. Él no apela aquí a la santidad del Padre, para que los guardara conforme a ese bendito nombre, sino a la justicia del Padre, para que pudiera hacer una distinción entre el mundo, por una parte, y Jesús con los Suyos por otra, ya que existía la razón moral, así como el amor inefable del Padre por el Hijo. Y Jesús quiere que gocemos, mientras estamos aquí abajo, de la conciencia de que la distinción ha sido hecha por las comunicaciones de gracia, antes de que sea hecha por el juicio.
El Nombre Del Padre Manifestado; Su Amor a Ser Conocido Y Gozado
Él les había dado a conocer el nombre del Padre, y lo daría a conocer, aún cuando Él hubiese subido a lo alto, para que el amor con el cual el Padre le había amado estuviera en ellos (para que sus corazones pudieran poseerlo en este mundo—¡qué gracia!), y Jesús en ellos, el comunicador de ese amor, la fuente de la fortaleza para gozarlo, conduciéndolo, por así decirlo, en toda la perfección en la que Él lo había gozado, en los corazones de ellos, en los que Él moraba—siendo Él mismo la fortaleza, la vida, la suficiencia, el derecho, y el medio para gozarlo de esta manera, y como tal, en el corazón. Porque es en el Hijo que nos lo da a conocer, que conocemos el nombre del Padre, a quien Él nos revela. Es decir, Él quiere que gocemos ahora de esa relación en amor en la que le veremos en el cielo. El mundo conocerá que hemos sido amados como Jesús, cuando aparezcamos en la misma gloria con Él; pero nuestra parte es conocer esta relación ahora, estando Cristo en nosotros.

Juan Capítulo 18

La Gloria Del Señor Destacada En La Historia De Sus Últimos Momentos
La historia de los últimos momentos de nuestro Señor comienza después de las palabras que Él dirigió a Su Padre. Hallaremos, incluso en esta parte de la historia, el carácter general de aquello que se relata en este Evangelio (según todo lo que hemos visto en él), que los acontecimientos destacan la gloria personal del Señor. Tenemos, en realidad, la malignidad del hombre fuertemente caracterizada; pero el objeto principal en la descripción es el Hijo de Dios, no el Hijo del Hombre sufriendo bajo el peso de aquello que le sobrevino. No tenemos la agonía en el jardín. No tenemos la expresión de Su sentimiento cuando fue abandonado por Dios. Los judíos también son puestos en el lugar de absoluto rechazo.
La Iniquidad De Judas: La Maldad De Un Corazón Endurecido
La iniquidad de Judas es tan fuertemente señalada aquí como en el capítulo 13. Él conocía bien el lugar, pues Jesús tenía la costumbre de reunirse allí con Sus discípulos. ¡Qué idea—escoger tal sitio para traicionarle! ¡Qué dureza de corazón tan inconcebible! Pero ¡ay! él se había entregado a Satanás, instrumento del enemigo, la manifestación de su poder y de su verdadero carácter.
La Gloria Divina Mostrada; El Buen Pastor Y Sus Ovejas
¡Cuántas cosas habían sucedido en aquel jardín! ¡Qué comunicaciones de un corazón lleno del amor de Dios, que intentaba hacerlas penetrar en los estrechos e insensibles corazones de Sus amados discípulos! Pero todo esto pasó inadvertido para Judas. Él viene, con los agentes utilizados por la malignidad de los sacerdotes y de los Fariseos, para prender a la Persona de Jesús. Pero Jesús se les anticipa. Es Él quien se presenta a ellos. Sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelanta, preguntado: “¿A quién buscáis?” Es el Salvador, el Hijo de Dios, quien se entrega. Ellos responden: “a Jesús nazareno.” Jesús les dice, “Yo soy.” Judas, también, estaba allí, quien le conocía bien, y conocía esa voz, por tanto tiempo familiar para sus oídos. Nadie puso sus manos sobre Él: pero en cuanto Su palabra resonó en sus corazones, en cuanto ese divino “Yo soy” es escuchado en el interior de ellos, ellos retroceden, y caen a tierra. ¿Quién le prendería? Él solamente tenía que marcharse y dejarlos a todos allí. Pero Él no vino para esto, y el tiempo para entregarse había llegado. Por lo tanto, Él les pregunta de nuevo: “¿A quién buscáis?” Ellos dicen, como antes, “a Jesús nazareno.” La primera vez, la gloria divina de la Persona de Cristo se tenía que manifestar necesariamente; y ahora, Su cuidado por los redimidos. “Si me buscáis a mí”, dijo el Señor, “dejad ir a éstos”—para que se cumpliese la palabra, “De los que me diste, no perdí ninguno.” Él se presenta como el buen Pastor, dando Su vida por las ovejas. Se sitúa delante de ellos para que pudieran escapar del peligro que les amenazaba, y para que todo le pudiese sobrevenir a Él. Él se entrega a ellos. Todo se trata aquí de Su ofrenda voluntaria.
Obediencia Perfecta Mostrada Por El Señor; La Energía Carnal Y Poco Inteligente De Pedro
Sin embargo, cualquiera que fuese la gloria divina que manifestó, y la gracia de un Salvador que fue fiel a los Suyos, Él actúa en obediencia, y en la perfecta quietud de una obediencia que había calculado el costo completo con Dios contando el costo, y que lo había recibido todo de la mano de Su Padre. Cuando la energía carnal y poco inteligente de Pedro emplea la fuerza para defenderle a Él, quien, si hubiese querido, solamente habría necesitado marcharse cuando una palabra de Sus labios hubiese hecho caer a tierra a los que se acercaban para prenderle, y la palabra que les reveló el objeto de su búsqueda, les hubiese privado de todo poder para comprenderla—cuando Pedro golpea al siervo Malco, Jesús toma el lugar de obediencia. “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” La divina Persona de Cristo había sido manifestada; la ofrenda voluntaria de Sí mismo había sido hecha, y eso, a fin de proteger a los Suyos; y ahora, al mismo tiempo, Su perfecta obediencia es mostrada.
Ante El Sumo Sacerdote; El Tranquilo Sometimiento Del Señor Al Hombre Para Cumplir Los Consejos De Dios
La malignidad de un corazón endurecido, y la falta de inteligencia de un corazón carnal, aunque sincero, han sido expuestos. Jesús tiene Su lugar solo y apartado. Él es el Salvador. Sometiéndose así al hombre, a fin de cumplir los consejos y la voluntad de Dios, permite que le lleven donde ellos querían. Poco de lo que sucedió se relata aquí. Jesús, aunque fue interrogado, escasamente dice algo acerca de Él. Hay, delante tanto del sumo sacerdote como de Poncio Pilato, la superioridad serena y humilde de Uno que se estaba entregando: con todo, Él es condenado solamente por el testimonio que dio de Sí mismo. Ya todos habían escuchado aquello que Él enseñó. Desafía a la autoridad que prosigue con el interrogatorio, no de manera oficial, sino pacífica y moralmente; y cuando es injustamente golpeado, Él protesta con dignidad y perfecta serenidad, sometiéndose a los insultos. Pero no reconoce al sumo sacerdote de ningún modo, mientras que, al mismo tiempo, Él no se opone en absoluto a él. Le deja en su incapacidad moral.
La debilidad carnal de Pedro se manifiesta, al igual que antes se manifestó su energía carnal.
Ante Pilato, Y Pilato Ante Jesús
Cuando es llevado ante Pilato (aunque por causa de la verdad, por confesar de que Él era rey), el Señor actúa con la misma serenidad y la misma sumisión, pero Él interroga a Pilato y le instruye de tal manera que Pilato no pudo hallar ninguna falta en Él. No obstante, moralmente incapaz de estar a la altura de aquello que estaba ante él, Pilato le hubiera dejado libre valiéndose de una costumbre, practicada entonces por el gobierno, que era la de soltarles un culpable a los judíos en la Pascua. Pero la inquieta indiferencia de una conciencia que, endurecida como estaba, se inclinaba ante la presencia de Uno que (incluso mientras era humillado así) no hacía más que alcanzarla, no escapó así de la activa malignidad de aquellos que estaban haciendo la obra del enemigo. Los judíos exclaman contra la propuesta que el desasosiego del gobernante sugirió, y escogen a un ladrón en lugar de Jesús.

Juan Capítulo 19

Los Verdaderos Autores De La Muerte Del Señor
Pilato cede a su habitual inhumanidad. Sin embargo, en el relato dado en este Evangelio, los judíos son prominentes, como los verdaderos autores (por lo que se refería al hombre) de la muerte del Señor. Celosos de su pureza ceremonial, pero indiferentes a la justicia, no se conforman con juzgarle según su propia ley; ellos escogen que los romanos le den muerte, pues todo el consejo de Dios necesariamente tiene que cumplirse.
La Alarma De Pilato, Orgullo E Injusticia; Su Intento De Hacer a Los Judíos Plenamente Culpables
Fue a causa de las reiteradas exigencias de los judíos que Pilato entrega a Jesús en sus manos—enteramente culpable al hacerlo, pues él había declarado públicamente Su inocencia, y su conciencia había sido tocada y alarmada por las pruebas evidentes que hubo de que tenía ante él a alguna persona extraordinaria. Él no va a mostrar que es afectado, pero lo fue (cap. 19:8). La gloria divina que penetró por medio de la humillación de Cristo actúa sobre él, y da fuerza a la afirmación hecha por los judíos de que Jesús se había llamado a Sí mismo Hijo de Dios. Pilato le había azotado y le había entregado a los insultos de los soldados; y aquí él se habría detenido. Tal vez esperó también que los judíos se darían por satisfechos con esto, y les presenta a Jesús coronado con espinas. Quizás esperó que el celo de ellos con respecto a estos insultos nacionales los inducirían a pedir Su liberación. Pero, siguiendo cruelmente en su maligno propósito, gritaron: “¡Crucifícale! ¡Crucifícale!” Pilato objeta esto en sí mismo, al tiempo que les concede libertad para hacerlo, diciéndoles que no halla ningún delito en Él. Ante esto, ellos pretextan de su ley judía. Ellos tenían una ley propia, dicen ellos, según la cual Él debía morir porque se había hecho a Sí mismo Hijo de Dios. Pilato, ya afectado y ejercitada su mente, se alarma aún más, y, regresando de nuevo a la sala del juicio, interroga a Jesús. El orgullo de Pilato despierta, y pregunta si Jesús no sabe que él tiene el poder para condenarle o soltarle. El Señor mantiene, al responder, la plena dignidad de Su Persona. Pilato no tiene poder sobre Él, si no era la voluntad de Dios—a ésta Él se sometía. La suposición de que cualquiera podía hacer algo contra Él, si no era porque mediante aquello la voluntad de Dios se iba a cumplir, agravaba el pecado de los que le habían entregado. El conocimiento de Su Persona formaba la medida del pecado cometido contra Él. No percibir este pecado hacía que todo fuera juzgado falsamente, y, en el caso de Judas, mostró la ceguera moral más absoluta. Judas conocía el poder de Su Maestro. ¿Cuál fue el significado de entregarle al hombre, si no era porque había llegado Su hora? Pero, siendo este el caso ¿cuál fue la posición del traidor?
Pero Jesús habla siempre conforme a la gloria de Su Persona, y como estando, de este modo, enteramente por sobre las circunstancias a través de las cuales Él estaba pasando en gracia, y en obediencia a la voluntad de Su Padre. Pilato es profundamente perturbado por la respuesta del Señor, con todo, su sentimiento no es lo bastante fuerte para contrariar el motivo con el que los judíos le presionaban, pero tenía suficiente poder para recriminarles a los judíos toda lo que había de voluntad en Su condenación, y hacerles plenamente culpables del rechazo del Señor.
La Condenación Y Calamidad Propia De Los Judíos; Jesús Es Entregado
Pilato procuró alejarle de la furia de ellos. Finalmente, temiendo ser acusado de infidelidad a César, se vuelve con desprecio hacia los judíos, diciendo, “¡He aquí vuestro Rey!”; actuando—aunque inconscientemente—bajo la mano de Dios, para hacer salir esa palabra memorable de labios de ellos, su condenación, y su calamidad aún hasta el día de hoy, “No tenemos más rey que César.” Negaron a su Mesías. La fatídica palabra, que hizo descender el juicio de Dios, fue pronunciada ahora, y Pilato les entrega a Jesús.
El Título Del Señor Fijado a La Cruz
Jesús, humillado y llevando la cruz, toma Su lugar con los transgresores. Sin embargo, Aquel que haría que todo se cumpliera ordenó que se rindiera un testimonio a Su dignidad; y Pilato (tal vez para exasperar a los judíos, ciertamente para cumplir los propósitos de Dios) fija a la cruz como título del Señor, “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”: la doble verdad—el despreciado nazareno es el Mesías verdadero. Aquí, entonces, como a través de todo este Evangelio, los judíos ocupan su lugar como rechazados de Dios.
Jesús Crucificado: La Profecía Cumplida
Al mismo tiempo, el apóstol muestra—aquí como en otra parte—que Jesús era el verdadero Mesías, citando las profecías que hablan de lo que le sucedió a Él en general, con respecto a Su rechazo y Sus sufrimientos, de modo que se prueba que Él es el Mesías por las circunstancias mismas en que fue rechazado por el pueblo.
Después de la historia de Su crucifixión, como el acto del hombre, tenemos aquello que la caracteriza en el aspecto de lo que Jesús fue sobre la cruz. La sangre y el agua fluyen de Su costado abierto.
La Devoción De Las Mujeres Ante La Cruz; La Naturaleza Contemplada En Su Perfección En Los Sentimientos Humanos Del Señor
La devoción de las mujeres que le siguieron, menos importante quizás desde la perspectiva de la acción, resplandece, no obstante, a su manera, en esa perseverancia de amor que las llevó cerca de la cruz. La posición más responsable de los apóstoles como hombres, escasamente le permitió a ellos esto, en las circunstancias en las que se encontraban; pero esto no le quita nada al privilegio que la gracia une a la mujer cuando es fiel a Jesús. Pero fue la oportunidad para que Cristo nos diera una nueva enseñanza, mostrándose tal como Él mismo era, y poniendo Su obra ante nosotros, sobre todas las simples circunstancias, como el efecto y la expresión de una energía espiritual que le consagró, como hombre, enteramente a Dios, ofreciéndose también a Dios por el Espíritu eterno. Su obra estaba hecha. Se había ofrecido a Sí mismo. Él vuelve, por así decirlo, a Sus relaciones personales. La naturaleza, en Sus sentimientos humanos, se ve en su perfección; y, al mismo tiempo, se ve Su superioridad divina, personalmente, frente a las circunstancias por las que pasó en gracia como el hombre obediente. La expresión de Sus sentimientos filiales muestra que la consagración a Dios, que le alejó de todos aquellos afectos que son semejantes a la necesidad y al deber del hombre conforme a la naturaleza, no fue la falta de sentimiento humano, sino el poder del Espíritu de Dios. Viendo a las mujeres, no les habló más como Maestro y Salvador, la resurrección y la vida; es Jesús, un hombre, individualmente, en Su relación humana.
La Comisión De Juan; El Amor Del Maestro Por Juan
“Mujer”, Él dice, “he ahí tu hijo”—encomendando Su madre al cuidado de Juan, el discípulo que Jesús amaba—y al discípulo le dice, “He ahí tu madre”; y desde entonces ese discípulo la recibió en su casa. ¡Dulce y preciosa comisión! Una confianza que hablaba de aquello que sólo aquel que era amado así podía apreciar, como siendo su objeto inmediato. Esto nos muestra también que Su amor por Juan tenía un carácter de afecto y apego humanos, conforme a Dios, pero no era un amor esencialmente divino, aunque sí estaba lleno de gracia divina—una gracia que le daba todo su valor, pero que se revestía con la realidad del corazón humano. Evidentemente, esto era lo que unía a Juan y a Pedro. Jesús era su único y común objeto. De caracteres muy diferentes—y unidos tanto más por esa causa—ellos pensaban sólo en una cosa. Una consagración absoluta a Jesús es el vínculo más fuerte entre corazones humanos. Los despoja del yo, y poseen una sola alma en pensamiento, intención, y propósito establecido, porque tienen únicamente un objeto. Pero en Jesús esto era perfecto, y era gracia. No se dice, ‘el discípulo que amaba a Jesús’; eso hubiera estado bastante fuera de lugar. Hubiera sido sacar completamente a Jesús de Su lugar, y de Su dignidad, de Su gloria personal, y hubiera sido destruir el valor de Su amor hacia Juan. No obstante, Juan amaba a Jesús, y, consecuentemente, apreciaba así el amor de su Maestro; y, estando su corazón unido a Él por la gracia, se consagró a la ejecución de esta dulce comisión, la cual él se deleita en relatar aquí. Es realmente el amor el que lo dice, aunque no habla de sí mismo.
Creo que vemos nuevamente este sentimiento (usado por el Espíritu de Dios, evidentemente no como el fundamento, sino para dar su colorido a la expresión de todo aquello que él había visto y oído) al comienzo de la primera epístola de Juan.
Cristo Actuando En Conformidad a La Gloria De Su Persona
Vemos también aquí que este Evangelio no nos muestra a Cristo bajo el peso de Sus sufrimientos, sino actuando en conformidad con la gloria de Su Persona sobre todas las cosas, y cumpliendo todas las cosas en gracia. En serenidad perfecta, Él provee para Su madre; habiendo hecho esto, sabe que todo está consumado. Él tiene, según el lenguaje humano, completo control de Sí mismo.
El Señor Poniendo Su Vida: Un Acto Voluntario
Hay todavía una profecía a ser cumplida. Él dice, “Tengo sed”; y, como Dios había predicho, le dan vinagre. Él sabe que no quedaba ahora ningún detalle de todo lo que tenía que cumplirse. Inclina la cabeza y Él mismo entrega Su espíritu.
De esta forma, cuando toda la obra divina es consumada al entregar el hombre divino Su espíritu, ese espíritu deja el cuerpo que había sido su órgano y su vaso. El tiempo había llegado para hacerlo; y al hacerlo, Él aseguró el cumplimiento de otra palabra divina: “No será quebrado hueso suyo.” Pero todo participaba en el cumplimiento de esas palabras, y los propósitos de Aquel que las había pronunciado de antemano.
Las Señales De Una Salvación Eterna Y Perfecta Salen De Su Costado Abierto; El Propósito Del Registro De Este Hecho
Un soldado le abre Su costado con una lanza. Es de un Salvador muerto del que fluyen las señales de una salvación eterna y perfecta—el agua y la sangre; la una para limpiar al pecador, la otra para expiar sus pecados. El evangelista lo vio. Su amor por el Señor hace que le agrade recordar que le vio así hasta el final; él lo dice a fin de que podamos creer. Pero si vemos en el discípulo amado el instrumento que el Espíritu Santo utiliza (y muy dulce es verlo, y conforme a la voluntad de Dios), veremos claramente quién es el que lo usa. ¡Cuántas cosas vio Juan las cuales no relata! El grito de angustia y de abandono—el terremoto—la confesión del centurión—la historia del ladrón: todas estas cosas acontecieron ante sus ojos, los cuales estaban puestos en su Maestro; con todo, él no las menciona. Habla de aquello que su Amado era en medio de todo ello. El Espíritu Santo le hace relatar lo que pertenecía a la gloria personal de Jesús. Sus afectos hacían que para él fuera una tarea dulce y agradable. El Espíritu le unió a ello, utilizándole para realizar aquello para lo cual era bien apto. Por medio de la gracia, el instrumento se prestó prontamente a hacer la obra para la cual el Espíritu Santo le apartó. Su memoria y su corazón estaban bajo la influencia dominante y exclusiva del Espíritu de Dios. Ese Espíritu los empleó en Su obra. Uno simpatiza con el instrumento; uno cree en aquello que el Espíritu Santo relata por medio de él, pues las palabras son aquellas del Espíritu Santo.
Gracia Divina Expresándose a Sí Misma, Pero La Dignidad Personal De Cristo Nunca Se Pierde
Nada puede ser más conmovedor, más profundamente interesante, que la gracia divina expresándose de este modo en humana ternura, y tomando su forma. Mientras que poseía toda la realidad del afecto humano, esta ternura tenía todo el poder y toda la profundidad de la gracia divina. Fue gracia divina que Jesús tuviera tales afectos. Por otra parte, nada podía estar más lejos de la apreciación de esta fuente soberana de amor divino, fluyendo a través del cauce perfecto que se hizo para sí misma mediante su propio poder, que la pretensión de expresar nuestro amor como recíproco; ello sería, por el contrario, errar completamente en esta apreciación. Verdaderos santos entre los Moravos han llamado a Jesús ‘hermano’, y otros han tomado prestado sus himnos o esta expresión: la Palabra nunca lo dice. La Palabra nos dice que Él,“No se avergüenza de llamarlos hermanos” (Hebreos 2:11); pero es otra cosa muy distinta que nosotros le llamemos a Él de este modo. La dignidad personal de Cristo nunca se pierde en la intensidad y ternura de Su amor.
José De Arimatea Y Nicodemo Rindiendo Los Últimos Honores Al Cuerpo Muerto Del Señor
Pero el Salvador rechazado tenía que estar con el rico y el honorable en Su muerte, por muy despreciado que Él pudiera haber sido previamente; y dos, los cuales no se atrevieron a confesarle mientras Él vivió, despertados ahora por la grandeza del pecado de su nación, y por el suceso mismo de Su muerte—que la gracia de Dios, que los había reservado para esta obra, les hizo sentir—se ocupan de las atenciones debidas a Su cuerpo muerto. José, siendo él mismo un consejero, acude a pedirle a Pilato el cuerpo de Jesús, uniéndose a él Nicodemo para rendir los últimos honores a Aquel a quien ellos nunca habían seguido durante Su vida. Podemos entender esto. Seguir a Jesús constantemente bajo vituperio, y que uno se comprometa para siempre con Su causa, es una cosa muy diferente de actuar cuando sucede alguna gran ocasión en la cual no hay más lugar para lo anterior, y cuando la magnitud del mal nos obliga a separarnos de ello; y cuando el bien, rechazado porque es perfecto en su testimonio, y es perfeccionado en su rechazo, nos obligó a tomar parte, si por gracia existe en nosotros algún sentido moral. Dios cumplió así Sus palabras de verdad. José y Nicodemo colocan el cuerpo del Señor en un sepulcro nuevo en un huerto cerca de la cruz; pues, por causa de ser la preparación de los judíos, no pudieron hacer más en aquel momento.

Juan Capítulo 20

Resumen De Los Capítulos 20 Y 21
En este capítulo tenemos, en un resumen de los hechos principales que sucedieron después de la resurrección de Jesús, una descripción de todas las consecuencias de aquel gran acontecimiento, en conexión inmediata con la gracia que los produjo, y con los afectos que deben ser vistos en los fieles cuando son llevados nuevamente a relacionarse con el Señor; y, al mismo tiempo, una descripción de los caminos de Dios hasta la revelación de Cristo al remanente antes del milenio. En el capítulo 21, el milenio es descrito para nosotros.
Jesús Resucitado; María Magdalena Buscando a Jesús; Pedro Y Juan Hallando Las Pruebas De Su Resurrección
María Magdalena, de quien Él había echado fuera siete demonios, aparece primero en la escena—una conmovedora expresión de los caminos de Dios. Ella representa, no dudo, al remanente judío de ese día, personalmente unido al Señor, pero desconociendo el poder de resurrección. Ella está sola en su amor: la fuerza misma de su afecto la aísla. Ella no fue la única en ser salva, pero acude sola a buscar—a buscar erróneamente, si ustedes quieren, pero a buscar—a Jesús, antes de que el testimonio de Su gloria resplandeciese en un mundo de tinieblas, porque ella le amaba. Ella llega antes que las otras mujeres, mientras era aún oscuro. Se trata de un corazón amante (lo hemos visto ya en las mujeres creyentes) que se ocupa de Jesús, cuando el testimonio público del hombre todavía escaseaba completamente. Y es a este corazón que Jesús se manifiesta primero cuando Él resucita. No obstante, el corazón de ella sabía dónde hallaría una respuesta. Al no encontrar el cuerpo de Cristo, acude a Pedro y al otro discípulo, a quien Jesús amaba. Pedro y el otro discípulo van, y hallan las pruebas de una resurrección cumplida (en cuanto al propio Jesús), con toda la compostura que caracteriza al poder de Dios, por muy grande que fuese la alarma que ello creó en la mente del hombre. No había habido prisa, todo estaba en orden, y Jesús no estaba allí.
El Afecto De María; El Buen Pastor Y Sus Ovejas
Los dos discípulos, sin embargo, no son impulsados por el mismo apego que aquel que llenaba el corazón de María, quien había sido el objeto de una liberación tan poderosa por parte del Señor. Ellos ven, y sobre estas pruebas evidentes, ellos creen. No fue un entendimiento espiritual de los pensamientos de Dios por medio de Su palabra; ellos vieron y creyeron. No hay nada en esto que mantuviera unidos a los discípulos. Jesús se había ido; Él había resucitado. Ellos se dieron por satisfechos sobre este punto, y vuelven a los suyos. Pero María, llevada más por el afecto que por la inteligencia, no se satisface con reconocer fríamente que Jesús había resucitado. Ella pensó que Él estaba muerto todavía, porque no le poseía. Su muerte, el hecho de que no le hallara otra vez, añadieron a la intensidad de su afecto, pues Él mismo era el objeto de este afecto. Todas las señales de este afecto son producidas aquí del modo más conmovedor. Ella supone que el hortelano tenía que saber de quién se trataba, sin decírselo ella, pues ella pensaba solamente en uno (como si yo preguntara por un objeto amado en una familia: ‘¿Cómo está él?’). Inclinándose sobre el sepulcro, vuelve su cabeza cuando Él se acerca; pero entonces, el Buen Pastor, resucitado de los muertos, llama a Su oveja por su nombre; y la conocida y amada voz—poderosa conforme a la gracia que así le había llamado—revela al instante a Aquel que ella escuchó. Ella se vuelve a Él, y responde: “¡Raboni!”—‘mi Maestro’.
La Nueva Posición Y La Nueva Relación Del Señor Con El Remanente
Pero, mientras se revelaba así al remanente amado, a quienes Él había liberado, todo es cambiado en la posición de ellos y en Su relación con ellos. Él no iba a morar ahora corporalmente en medio de Su pueblo en la tierra. Él no había regresado para restablecer el reino en Israel. “No me toques”, dice Él a María. Pero por la redención Él había forjado una cosa mucho más importante. Los había situados en la misma posición que Él con Su Padre y Su Dios; y los llama—lo que Él nunca había hecho, ni podía haber hecho antes—Sus hermanos. Hasta Su muerte el grano de trigo permaneció solo. Puro y perfecto, el Hijo de Dios, no podía permanecer en la misma relación con Dios que el pecador; pero, en la gloriosa posición que iba a reasumir como hombre, Él podía, por medio de la redención, asociarse Él mismo con Sus redimidos, limpiados, regenerados, y adoptados en Él.
La Nueva Posición Del Remanente Con Él
Les comunica una palabra de la nueva posición que habían de tener en común con Él. Dice a María: “No me toques, ... ; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.” La voluntad del Padre—cumplida por medio de la gloriosa obra del Hijo, quien, como hombre, ha tomado Su lugar, aparte del pecado, con Su Dios y Padre—y la obra del Hijo, la fuente de vida eterna para ellos, ha traído a los discípulos a la misma posición que Él delante del Padre.
El Señor Resucitado En Medio De Los Discípulos Reunidos, Trayendo Paz
El testimonio dado de esta verdad reúne a los discípulos. Ellos se encuentran a puertas cerradas, desprotegidos ahora del cuidado y poder de Jesús, el Mesías, Jehová en la tierra. Pero si no tenían ya el refugio de la presencia del Mesías, tienen a Jesús en medio de ellos, trayéndoles aquello que no podían tener antes de Su muerte—“Paz”.
Los Discípulos Enviados Al Mundo Por Él Con Paz Como Su Punto De Partida
Pero Él no les llevó esta bendición meramente como la porción que les pertenecía. Habiéndoles dado pruebas de Su resurrección, y que en Su cuerpo Él era el mismo Jesús, los establece en esta paz perfecta como el punto de partida de su misión. El Padre, fuente eterna e infinita de amor, había enviado al Hijo, quien permaneció en este amor, quien fue el testigo de ese amor, y de la paz que Él, el Padre, derramó en derredor Suyo, donde el pecado no tenía existencia. Rechazado en Su misión, Jesús había—a favor de un mundo donde el pecado existía—hecho la paz para todos aquellos que recibieran el testimonio de la gracia que la había logrado; y Él envía ahora a Sus discípulos desde el seno de esa paz a la que los había traído, por la remisión de los pecados mediante Su muerte, para dar testimonio de ella en el mundo.
El Espíritu Santo Dado Para Paz Y Poder
Él dice nuevamente, “Paz a vosotros”, para enviarlos al mundo vestidos y llenos de esa paz, sus pies calzados con ella, así como el Padre le había enviado a Él. Les da el Espíritu Santo para este fin, que conforme a Su poder pudieran llevar la remisión de pecados a un mundo agobiado bajo el yugo del pecado.
La Distinción Entre El Otorgamiento Del Espíritu Santo Aquí Y En Pentecostés
No dudo que, históricamente hablando, el Espíritu aquí se diferencia de Hechos 2, puesto que aquí se trata de un aliento de vida interior, así como Dios sopló en la nariz de Adán aliento de vida. No se trata del Espíritu Santo enviado desde el cielo. Así, Cristo, quien es un Espíritu vivificante, les imparte vida espiritual conforme al poder de resurrección. En cuanto a la escena general presentada figurativamente en este pasaje, se trata del Espíritu otorgado a los santos reunidos por el testimonio de Su resurrección y Su ida al Padre, así como toda la escena representa la asamblea en sus actuales privilegios. De este modo, tenemos al remanente unido a Cristo por amor; creyentes individualmente reconocidos como hijos de Dios, y en la misma posición de Cristo ante Él; y entonces la asamblea fundada sobre este testimonio, reunida con Cristo en el centro, en el disfrute de la paz; y sus miembros, constituidos individualmente, en conexión con la paz que Cristo hizo, un testimonio al mundo de la remisión de pecados—siéndoles encomendada a ellos su administración.
La Ausencia De Tomás De Esta Primera Reunión
Tomás representa a los judíos en los días postreros, quienes creerán cuando verán. Bienaventurados aquellos que han creído sin haber visto. Pero la fe de Tomás no tiene que ver con la posición de filiación. Él reconoce, como lo hará el remanente, que Jesús es su Señor y su Dios. Tomás no estuvo con ellos en su primera reunión de iglesia.
El Señor aquí, por Sus acciones, consagra el primer día de la semana para Su reunión con los Suyos, en espíritu aquí abajo.
El Objetivo Del Evangelista En Lo Que Se Relata
El evangelista está lejos de agotar todo lo que había que relatar de lo que Jesús hizo. El objetivo de aquello que ha relatado está vinculado con la comunicación de la vida eterna en Cristo; primero, que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y, en segundo lugar, que al creer tenemos vida en Su nombre. A esto está consagrado el Evangelio.

Juan Capítulo 21

El Capítulo 21 Retratando La Obra Milenaria De Cristo
El siguiente capítulo, mientras rinde un nuevo testimonio de la resurrección de Jesús, nos da—hasta el ver­sículo 13—un retrato de la obra milenaria de Cristo; a partir de ahí hasta el final, tenemos las porciones especiales de Pedro y de Juan en relación con su servicio a Cristo. La aplicación se limita a la tierra, pues ellos habían conocido a Jesús en la tierra. Es Pablo quien nos dará la posición celestial de Cristo y de la asamblea. Pero él no tiene ningún sitio aquí.
Los Discípulos Pescando En Galilea; Pedro Y Juan En Las Mismas Circunstancias Como Cuando Fueron Llamados Por Primera Vez
Conducidos por Pedro, varios de los apóstoles se van a pescar. El Señor se encuentra con ellos en las mismas circunstancias que aquellas en las que los halló en el principio, y se les revela del mismo modo. Juan comprende enseguida que es el Señor. Pedro, con su energía habitual, se echa al mar para acercarse al Señor.
Observen aquí, que nos hallamos de nuevo sobre el terreno de los Evangelios históricos—es decir, que el milagro de la captura de peces se identifica con la obra de Cristo en la tierra, y está en la esfera de Su anterior asociación con Sus discípulos. Es Galilea, no Betania. No tiene el carácter habitual de este Evangelio, el cual presenta a la Persona divina de Jesús, fuera de toda dispensación, aquí abajo, elevando nuestros pensamientos sobre todos tales asuntos. Aquí (al final del Evangelio y del bosquejo dado en el capítulo 20 del resultado de la manifestación de Su Persona divina y de Su obra) el evangelista viene por primera vez al terreno de los Evangelios sinópticos, de la manifestación y frutos venideros de la relación de Cristo con la tierra. Así, la aplicación del pasaje a este punto no es meramente una idea que el relato sugiera a la mente, sino que descansa sobre la enseñanza general de la Palabra.
La Diferencia Después De La Manifestación Del Señor; La Red Intacta; La Obra Milenaria De Cristo No Se Daña
Con todo, hay todavía una notable diferencia entre aquello que tuvo lugar en el principio, y con lo que ocurrió aquí. En la escena anterior, el bote empezó a hundirse, las redes se rompieron. No pasa lo mismo aquí, y el Espíritu Santo marca esta circunstancia como distintiva: la obra milenaria de Cristo no se daña. Él está allí después de Su resurrección, y aquello que Él lleva a cabo no descansa, en sí mismo, en la responsabilidad del hombre en cuanto a su efecto aquí abajo: la red no se rompe. Del mismo modo, cuando los discípulos traen el pescado que habían capturado, el Señor ya tenía algunos allí. Así será en la tierra al final. Antes de Su manifestación Él habrá preparado un remanente para Sí mismo en la tierra; pero después de Su manifestación, reunirá también a una multitud del mar de las naciones.
Cristo Acompañado De Sus Discípulos; Sus Tres Manifestaciones
Se presenta otra idea. Cristo está de nuevo acompañado de Sus discípulos. “Venid”, dice Él, “comed.” No se trata aquí de cosas celestiales, sino de la renovación de Su relación con Su pueblo en el reino. Todo esto no pertenece inmediatamente al tema de este Evangelio, el cual nos conduce más alto. Conforme a esto, es introducida de forma misteriosa y simbólica. Se habla de esta aparición de Cristo como de Su tercera manifestación. Dudo que Su manifestación en la tierra antes de Su muerte sea incluida en el número. Yo la aplicaría más bien a aquella que, después de Su resurrección, dio lugar a la reunión de los santos como asamblea; en segundo lugar, la aplico a una revelación de Sí mismo a los judíos según la manera en que es presentada en el Cantar de los Cantares; y por último, la aplico aquí a la exhibición pública de Su poder, cuando Él haya reunido ya al remanente. Su aparición como el relámpago queda fuera de todas estas cosas. Históricamente las tres apariciones fueron—el día de Su resurrección, el siguiente primer día de la semana, y Su aparición en el Mar de Galilea.
La Restauración De Pedro; Las Ovejas Del Señor Encomendadas a Su Cuidado Cuando Se Humilló
Después, en un pasaje lleno de gracia inefable, Él confía a Pedro el cuidado de Sus ovejas (es decir, no lo dudo, de Sus ovejas judías; él es el apóstol de la circuncisión), y deja a Juan un período indefinido de estancia en la tierra. Sus palabras se aplican mucho más al ministerio de ellos que a sus personas, con la excepción de un versículo que hace referencia a Pedro. Pero esto requiere ser ampliado algo más.
El Señor comienza con la plena restauración del alma de Pedro. Él no le reprocha su falta, sino que juzga la fuente del mal que la produjo—la confianza propia. Pedro había dicho, que si todos negaban a Jesús, con todo, él, por lo menos, no le negaría. El Señor, por tanto, le pregunta, “¿me amas más que éstos?” y Pedro es reducido a reconocer que se requería la omnisciencia de Dios para saber que él, quien se había jactado de tener más amor que los otros por Jesús, no tenía en realidad ningún afecto por Él en absoluto. Y la pregunta repetida tres veces, debió verdaderamente haber escudriñado las profundidades de su corazón. No fue sino hasta la tercera vez que él dice, “tú lo sabes todo; tú sabes que te amo.” Jesús no dejó libre su conciencia hasta que no hubiese llegado a eso. No obstante, la gracia que hizo esto para el bien de Pedro—la gracia que le había seguido a pesar de todo, orando por él antes de que sintiese su necesidad o que hubiera cometido la falta—es perfecta aquí también. Pues, en el momento que podía pensarse que a lo sumo él habría sido readmitido por medio de la paciencia divina, el testimonio más fuerte de gracia se prodiga sobre él. Cuando se humilló por su caída, y fue llevado a una total dependencia de la gracia, ésta se manifiesta sobreabundantemente. El Señor le encomienda aquello que más amaba—las ovejas que había recién redimido. Él las encomienda al cuidado de Pedro. Ésta es la gracia que sobrepasa todo lo que el hombre es, que está por sobre todo lo que el hombre es; la cual, consecuentemente, produce confianza, no en el yo, sino en Dios, como en Uno en cuya gracia se puede confiar siempre, siendo lleno de gracia y perfecto en aquella gracia que está por encima de todo, y que es siempre ella misma; gracia que nos capacita para llevar a cabo la obra de gracia hacia—¿quién?—hacia el hombre, quien la necesita. Esta gracia crea confianza en proporción a la medida en la que actúa.
Pienso que las palabras del Señor se aplican a las ovejas ya conocidas por Pedro; y con las cuales solamente Jesús había estado en contacto diario, las que estarían, naturalmente, ante Su mente, y ello en la escena que vemos que este capítulo pone ante nuestros ojos—las ovejas de la casa de Israel.
Me parece que hay una progresión en aquello que el Señor dice a Pedro. Él pregunta, “¿me amas tú más que éstos?” Pedro dice, “¡ ... tú sabes que yo te quiero!” Jesús le responde: “Apacienta mis corderos.” (Juan 21:15—Versión Moderna). La segunda vez Él dice solamente: “¿ ... me amas?”, omitiendo la comparación entre Pedro y el resto, y su anterior pretensión. Pedro repite la declaración de su afecto. Jesús le dice: “Pastorea mis ovejas.” La tercera vez Él dice, “¿ ... me quieres?” usando la propia expresión de Pedro; y al responder Pedro, como hemos visto, aprovechando este uso de sus palabras hecho por el Señor, Él dice: “Apacienta mis ovejas.” (Juan 21:17—Versión Moderna). Los vínculos entre Pedro y Cristo conocidos en la tierra le capacitaban para pastorear el rebaño del remanente judío—apacentar los corderos, mostrándoles al Mesías tal como Él había sido, y actuar como un pastor, guiando a aquellas que estaban más avanzadas, y proveyéndoles el alimento.
El Deseo De Pedro De Seguir Al Señor Concedido Por La Voluntad De Dios
Pero la gracia del amante Salvador no se detuvo aquí. Pedro podía sentir todavía el pesar de haber perdido una oportunidad tal de confesar al Señor en el momento crítico. Jesús le asegura que si él hubiese fracasado al hacerlo de su propia voluntad, debe permitírsele hacerlo por la voluntad de Dios; y de la manera como cuando de joven se ceñía solo, otros le ceñirían cuando fuese viejo y le llevarían donde él no quisiera. Le sería dado por voluntad de Dios el morir por el Señor, tal como lo había dicho anteriormente que estaba dispuesto a hacerlo por su propia fuerza. También, ahora que Pedro fue humillado y llevado enteramente bajo la gracia—que supo que él no tenía fuerza—que sintió su dependencia del Señor, su absoluta ineficacia si confiaba en su propio poder—ahora, repito, el Señor llama a Pedro a seguirle, lo cual él había pretendido hacer cuando el Señor le había dicho que no podía. Era esto lo que su corazón deseaba. Alimentando a aquellos que Jesús había continuado alimentando hasta Su muerte, vería cómo Israel rechazaba todo, como Cristo les había visto hacerlo; y vería terminar su obra, como Cristo había visto terminar la Suya (el juicio listo para caer, empezando por la casa de Dios). Finalmente, Él haría ahora aquello que pretendió hacer y no pudo—seguir a Cristo a la prisión, y a la muerte.
La Porción Y El Ministerio De Juan
Luego viene la historia del discípulo que Jesús amaba. Habiendo, sin duda, escuchado Juan la llamada dirigida a Pedro, también los seguía; y Pedro, unido a él, como hemos visto, por su común amor al Señor, pregunta qué le sucedería a él igualmente. La respuesta del Señor anuncia la porción y el ministerio de Juan, pero, según me parece, en relación con la tierra. Pero, la expresión enigmática del Señor es, no obstante, tan notable como importante, “Si quiero que él permanezca hasta que yo venga, ¿qué se te da a ti?” (Juan 21:22—Versión Moderna). Ellos pensaron, en consecuencia, que Juan no moriría. El Señor no dijo esto—una advertencia a no atribuir un significado a Sus palabras, en lugar de recibir uno; y mostrando, al mismo tiempo, nuestra necesidad de la ayuda del Espíritu Santo, porque las palabras pueden ser tomadas literalmente. Atendiendo yo mismo, a esta advertencia, diré lo que pienso que es el significado de las palabras del Señor, del cual no tengo ninguna duda—un significado que da una llave a muchas otras expresiones del mismo tipo.
La Relación Con La Tierra En El Evangelio De Juan; La Destrucción De Jerusalén Como Centro Terrenal; La Asamblea Celestial Reunida Fuera
En el relato del Evangelio, nosotros estamos en relación con la tierra (es decir, la relación de Jesús con la tierra). Plantada en la tierra en Jerusalén, la asamblea, como la casa de Dios, es reconocida formalmente tomando el lugar de la casa de Jehová en Jerusalén. La historia de la asamblea, establecida formalmente así como un centro en la tierra, finalizó con la destrucción de Jerusalén. El remanente salvado por el Mesías no tenía que estar ya en relación con Jerusalén, el centro de la reunión de los Gentiles. En este sentido, la destrucción de Jerusalén pone término judicialmente al nuevo sistema de Dios en la tierra—un sistema promulgado por Pedro (Hechos 3), con respecto al cual Esteban declaró a los judíos la resistencia de ellos al Espíritu Santo, y fue enviado, por así decirlo, como un mensajero tras Aquel que había ido a recibir el reino y volver; mientras Pablo—escogido de entre aquellos enemigos de las buenas nuevas, dirigidas aún a los judíos por el Espíritu Santo después de la muerte de Cristo, y separado de judíos y Gentiles, a fin de ser enviado a estos últimos—lleva a cabo una obra nueva que estaba oculta de los profetas de antaño, a saber, la reunión de una asamblea celestial, sin distinción de judíos o Gentiles.
El Alcance Del Ministerio De Juan
La destrucción de Jerusalén puso fin a uno de estos sistemas, y a la existencia del judaísmo conforme a la ley y las promesas, dejando solamente la asamblea celestial. Juan permaneció—el último de los doce—hasta este período, y después de Pablo, a fin de velar sobre la asamblea establecida sobre esa base, es decir, como la estructura organizada y terrenal (responsable en ese carácter) del testimonio de Dios, y sujeta a Su gobierno en la tierra. En su ministerio Juan continuó hasta el fin, hasta la venida de Cristo en juicio a la tierra; y él ha vinculado el juicio de la asamblea, como el testigo responsable en la tierra, con el juicio del mundo, cuando Dios reanudará Su relación con la tierra en gobierno (siendo terminado el testimonio de la asamblea, y habiendo sido arrebatada, conforme a su carácter apropiado, para estar con el Señor en el cielo).
El Alcance Del Apocalipsis
Así, el Apocalipsis presenta el juicio de la asamblea en la tierra, como testigo formal de la verdad; y luego sigue hasta la reasunción del gobierno de la tierra, en vista del establecimiento del Cordero en el trono, y la abrogación del poder del mal. El carácter celestial de la asamblea se halla solamente allí, cuando sus miembros son exhibidos en tronos como reyes y sacerdotes, y cuando las bodas del Cordero tienen lugar en el cielo. La tierra—después de las Siete Iglesias—no tiene ya el testimonio celestial. Este no es el asunto, ni en las siete asambleas, o en la parte profética adecuadamente llamada así. De este modo, tomando las asambleas como tales en aquellos días, la asamblea conforme a Pablo no se ve allí. Tomando las asambleas como descripciones de la asamblea, el sujeto del gobierno de Dios en la tierra, la tenemos hasta su rechazo final; y la historia es continua, y la parte profética está conectada inmediatamente con el fin de la asamblea: sólo que, en lugar de ella, tenemos el mundo y luego a los judíos.
La Venida De Cristo (Como Es Mencionada En El Capítulo 21:22) Y El Ministerio De Juan
Por lo tanto, la venida de Cristo, de la cual se habla al final del Evangelio, es Su manifestación en la tierra; y Juan, quien vivió en persona hasta el término de todo aquello que fue presentado por el Señor en relación con Jerusalén, continúa aquí, en su ministerio, hasta la manifestación de Cristo al mundo.
La Enseñanza De Juan; La Obra De Pedro Y Pablo
En Juan, entonces, tenemos dos cosas. Por una parte, su ministerio, por lo que respecta a su relación con la dispensación y con los caminos de Dios, no va más allá de aquello que es terrenal: la venida de Cristo, es Su manifestación para completar esos caminos, y establecer el gobierno de Dios. Por otra parte, él nos vincula con la Persona de Jesús, quien está sobre y fuera de todas las dispensaciones, y de todos los tratos de Dios, salvo por ser la manifestación de Dios mismo. Juan no entra en el terreno de la asamblea como Pablo lo anuncia. O se trata de Jesús personalmente, o bien de las relaciones de Dios con la tierra. Su epístola presenta la reproducción de la vida de Cristo en nosotros, guardándonos de toda pretensión de maestros perversos. Pero, mediante estas dos partes de la verdad, tenemos un sustento precioso de la fe dado a nosotros, cuando todo lo que pertenece al cuerpo de testimonio pueda fracasar; Jesús, personalmente es el objeto de la fe en quien conocemos a Dios; la vida misma de Dios, reproducida en nosotros, siendo vivificados por Cristo. Esto es cierto para siempre, y esto es vida eterna, aun cuando estuviéramos solos sin la asamblea en la tierra; y es lo que nos conduce sobre sus ruinas, en posesión de aquello que es esencial, y de lo que permanecerá para siempre. El gobierno de Dios decidirá todo lo demás; sólo que es nuestro privilegio y deber el mantener la parte de Pablo del testimonio de Dios, mientras lo podamos hacer por medio de la gracia.
Observen también que la obra de Pedro y Pablo es la de reunir, ya sea a los de la circuncisión o a los Gentiles. Juan es conservador, manteniendo aquello que es esencial en la vida eterna. Él relata el juicio de Dios en relación con el mundo, pero como un asunto que está fuera de sus propias relaciones con Dios, las cuales son dadas como una introducción y exordio del Apocalipsis. Él sigue a Cristo cuando Pedro es llamado, porque, aunque Pedro estaba ocupado, como Cristo había estado, del llamamiento de los judíos, Juan—sin ser llamado a esa obra—le siguió sobre el mismo terreno. El Señor lo explica, como hemos visto.
La Inagotable Plenitud De Todo Lo Que Jesús Hizo
Los versículos 24-25 son una clase de inscripción sobre el libro. Juan no ha relatado todo lo que Jesús hizo, sino aquello que le reveló a Él como la vida eterna. En cuanto a Sus obras, no se podían enumerar.
Aquí, gracias sean dadas a Dios, quedan expuestos estos cuatro libros preciosos, hasta donde Dios me ha capacitado para hacerlo, en sus grandes principios. La meditación en detalle sobre sus contenidos, debo dejarla a cada corazón individual, asistido por la poderosa operación del Espíritu Santo; pues si se estudian detalladamente, uno casi podría decir con el apóstol que el mundo no podría contener los libros que se escribirían. ¡Pueda Dios en Su gracia conducir a las almas al gozo de las inagotables corrientes de la gracia y de la verdad en Jesús que ellos contienen!