Tomás Beckett Y El Papado En Inglaterra

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La sinopsis del desarrollo histórico del siglo doce no estaría completa sin una breve mención de la larga pendencia entre Enrique II de Inglaterra y Tomás Beckett, Arzobispo de Canterbury. De hecho, se trataba del viejo conflicto entre la Iglesia y el Estado, la misma batalla que había sido librada entre Enrique de Alemania y el Papa Gregorio, pero que esta vez se daba en suelo inglés. Tomás Beckett, un inflexible vasallo de Roma, se opuso violentamente a los deseos del rey de poner a raya el crecimiento del poder papal en Inglaterra, y no vaciló en actuar como traidor contra el rey para alcanzar sus fines. Esto se hizo evidente cuando Enrique y sus barones estable­cieron un código para la protección de sus súbditos de las arbitrariedades del clero. Beckett, inmediatamente después de haber puesto su firma a estas leyes, las violó apelando a Roma, y luego, bajo la promesa de la indulgencia papal, rehusó reconocerlas en absoluto. Siguió a esto una larga y acerba lucha entre Enrique y Beckett, pero este último, renunciando a todos sus títulos y cargos oficiales, y retirándose a la posición de un monje austero y mortificado, pronto se ganó las simpatías de las gentes supersticiosas. Y así sucedió que cuando Beckett fue asesinado, más o menos por inducción del rey, que el rey fue acusado de tirano irreligioso, y Beckett recibió culto como santo martirizado. Este desafortunado incidente y la consiguiente humillación del rey, que tuvo que dirigirse en humilde peregrinaje a pie a la tumba de Beckett para ser allí azotado por los bien dispuestos monjes, hizo mucho por extender por Inglaterra la dominante influencia de Roma.