Zacarías 12-13
Estos capítulos forman la última carga de nuestro Profeta. Nos habla del “día del Señor”, o de esa gran acción que es introducir el reino. Comienza de manera muy significativa, celebrando a Dios en tres caracteres de gloria: la camilla de los cielos, la capa de los cimientos de la tierra, el poder del Espíritu del hombre. Porque estos tres personajes son tales como el reino está destinado a mostrar. Porque entonces, el Dios de gracia y de gloria será visto como habiendo provisto los cielos, como habiendo establecido la tierra y como habiendo renovado al hombre. Y los detalles de la carga profética que siguen a esta introducción, dan testimonio de estas cosas.
Es, como dije anteriormente, “el día del Señor” el que se delinea aquí, en varias virtudes y características del mismo.
Los enemigos confederados de Jerusalén serán quebrantados bajo los muros de Jerusalén en ese día; Y esto se hará de una manera y método que debe tener respeto a ciertos resultados morales. Pero si la mano de Dios obra en medio de las circunstancias de ese día, el Espíritu de Dios obrará también con la gente de ese día.
Esto está benditamente delineado aquí. El Espíritu comenzará Su obra con ellos en el poder de la convicción. Son llevados a recordar su pecado contra Jesús, y a llorar amargamente. Luego, son llevados a descubrir por fe, el remedio para el pecado en ese mismo Jesús a quien una vez con manos malvadas crucificaron y mataron. Luego, consideran sus caminos, y con celo levita, se purifican; según Deuteronomio 13, nada se salva, aunque sea querido como pariente cercano. Luego mantienen comunión con Jesús sobre esas mismas heridas que una vez ellos mismos infligieron. Esta comunión puede ser introducida (después del celo de Zac. 13:4) por el Señor Jesús mismo irrumpiendo en Espíritu y diciendo: “No soy profeta, sino labrador, porque el hombre me ha adquirido como esclavo desde mi juventud”, porque se dice que tal es la traducción de Zacarías 13:5.
La mano del Señor obrará entonces en compañía de Su Espíritu, el fuego de la persecución o de la disciplina (la purga del piso, como habla Juan el Bautista) seguirá su curso, y entonces Judá será reconocida nuevamente por el Señor, y nuevamente el Señor será reconocido por Judá, de acuerdo con el patrón o precedente de Deuteronomio 26: 17-19. Esto lleva al final de Zacarías 13.