Cuestión de Jeremías o Zacarías en Mateo
En el cuarto año del rey Darío encontramos una cepa de profecía, pero dividida como la primera en varias secciones. En cuanto a la idea de que hubo algún escritor diferente, no es necesario decir que es un sueño y bastante indigno de una seria consideración para un cristiano. Uno puede notarlo por gracia por el bien de los demás y buscar la eliminación de las dificultades diligentemente reunidas; Pero no hay suficiente terreno interno para tal pensamiento. Es cierto que Mateo se encuentra en el hecho notable de que Mateo, al citar palabras en el capítulo once de Zacarías, nos da el nombre de Jeremías. Pero esto es simplemente una dificultad, no un motivo para negar el título de Zacarías a la segunda mitad o al último cuarto de su profecía. Es muy posible que Jeremías haya predicho lo mismo, y que Zacarías haya escrito lo que Jeremías predijo, sin afirmar que esta es la solución de la dificultad. Una vez más, parece que era costumbre entre los judíos citar a los profetas tomar al gran profeta característico y clasificar a otros bajo su nombre. Por lo tanto, hay una elección de soluciones para la dificultad particular en cuestión, que el difunto Decano de Canterbury no estaba justificado en calificar como un “medio de evasión”, como tampoco debe seguirse en la espantosa alternativa de imputar una memoria inexacta al evangelista y comprometer así el Evangelio. Pero de ninguna manera el punto toca justamente a Zacarías, aunque algunos sin duda quisieran rebajar tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo. Es suficiente notar estos hechos por cierto, para no ser detenido por tales puntos externos, mientras se ayuda a cualquiera que pueda estar perplejo por tal objeción.
Observancias rituales en Zac. 7-8
Pero es evidente que en la segunda mitad de Zacarías los dos primeros capítulos son en la superficie distintos de lo que sigue. La ocasión de Zacarías 7-8 fue el hecho de que ciertas fiestas habían sido instituidas por los judíos como consecuencia del cautiverio. Naturalmente, estaban muy angustiados de que la mano de Dios se extendiera contra ellos, como lo demuestra la humillación a la que fueron reducidos ante el mundo entero. Por lo tanto, recurrieron a los ayunos instituidos con el propósito de lamentar sus pecados e implorar misericordia ante Dios. Algunos de estos judíos sentían ahora que Jehová había aparecido por el remanente y los había traído de vuelta a la tierra; Y, cuando el templo se acercaba a su finalización, la continuación de estos ayunos no era adecuada. Esto da ocasión al profeta para una nueva comunicación de Dios. “Entonces vino a mí la palabra de Jehová de los ejércitos, diciendo: Habla a toda la gente de la tierra y a los sacerdotes, diciendo: Cuando ayunaste y lloraste en el quinto y séptimo mes, sí, esos setenta años, ¿ayunaste a mí, sí, a mí? Y cuando comisteis, y cuando bebisteis, ¿no comisteis para vosotros mismos, y bebéis para vosotros mismos? ¿No oís las palabras que Jehová clamó por los profetas anteriores, cuando Jerusalén estaba habitada y en prosperidad” (vss. 4-7).
“Ejecuta el juicio verdadero (añade), y muestra misericordia y compasión cada uno a su hermano” (vs. 9). Las ordenanzas, hagan lo que hagan, nunca reemplazan a la rectitud práctica, y menos aún a la fe, a los ojos de Dios. Puede haber, a menudo, el mayor celo por una institución externa donde el corazón está lejos de Él. ¿Es necesario decir cuán perfectamente cae esto tanto con Isaías antes del cautiverio, como con la aplicación de Isaías por parte del Salvador al estado de cosas en ese entonces en Israel?