2 Reyes 24-25

2 Kings 24‑25
 
Los reyes de Israel habían sido los ejemplos fatales de un curso que había llevado a Judá y a todo Israel a su ruina (véase el capítulo 16:3). La alianza del piadoso Josafat con Acab fue el origen de todo esto, porque el mal da fruto que continúa reproduciéndose por mucho tiempo. ¡Ay! ¡ay! ¿Qué es el hombre cuando se aparta de los caminos de Jehová, del camino estrecho y recto de la Palabra y la voluntad de Dios, del camino de la fe, el verdadero camino de un espíritu obediente?
las pretensiones de Faraón y los propósitos de Dios;
Jerusalén pisoteada por los gentiles
La historia que hemos estado repasando nos ha dado cuenta de la conexión del asirio con el pueblo de Dios. Era un cedro del Líbano; Pero es cortado. Faraón pensó, por un momento, en hacer suyo el imperio; Buscó exaltarse a sí mismo para poder gobernar sobre los árboles del bosque. Judá, traído en días pasados con mano alta por el poder de Dios del país de Faraón, está sujeto a él. Pero, cualesquiera que sean las pretensiones de Faraón, este no es el propósito de Dios. Si Dios escribe “Loammi” sobre Su pueblo, es Babilonia la que ha de comenzar los tiempos de los gentiles.1 Faraón regresa a su propio país, y Joacim, impotente y sin Dios, cae bajo el dominio de Nabucodonosor.2 No necesitamos entrar en detalles. Su hijo, tan malvado como él, se rebela contra Nabucodonosor; porque Judá, el hijo del Altísimo, estaba poco acostumbrado a la esclavitud; pero esta novilla también debe doblar su cuello al yugo (Os. 10:11), y Joaquín es llevado cautivo a Babilonia. El reino y el templo todavía existen; pero Sedequías, habiendo quebrantado el juramento que había hecho en el nombre de Jehová3, dejándose gobernar por los príncipes, persiste en su rebelión y es hecho prisionero. Habiendo sido sus hijos muertos ante sus ojos, y él mismo privado de la vista, es llevado a Babilonia. El templo es quemado; los muros de Jerusalén están derribados; el trono de Jehová es pisoteado bajo los pies de los gentiles. ¡Triste resultado de haber confiado Su gloria a hombres entre quienes Él había puesto Su trono! ¡Conducta dolorosa, tres veces triste, del hombre, de esa generación a quien Dios había honrado tanto! Por otra parte, Dios aprovechará la ocasión para manifestar esa bondad infinita, que, en gracia soberana, restablecerá lo mismo que el hombre ha arrojado a lo profano.
(1. Como figura, este es un principio importante; para Egipto es el estado de naturaleza, del cual se saca la asamblea; Babilonia es la corrupción y la mundanalidad en la que cae.)
(2. ¡Qué dolorosa es esta parte de la historia, en la que la única pregunta es si Egipto o Babilonia deben poseer la tierra del pueblo de Dios, la tierra prometida! Ya no es dudoso si Israel continuará poseyéndola, debe convertirse en presa de uno u otro de estos poderes hostiles e incrédulos. ¡Ay! Israel era incrédulo con más luz que los demás, que no hicieron más que aprovecharse de la posición y la fuerza que la incredulidad de Israel les dio, y reconoció en ellos.)
(3. Esto llenó la medida del pecado. Llamaremos la atención del lector sobre esto al considerar la profecía de Ezequiel, quien se detiene en ella. Al hacer uso de un juramento en nombre de Jehová con la esperanza de evitar la revuelta, Nabucodonosor mostró más respeto por ese nombre que Sedequías, quien despreciaba tal juramento. Dios permitió esta evidencia final de iniquidad. Sedequías podría haber permanecido como una vid extendida de baja estatura. Aquel que estaba por encima de todo, solo sabía cómo dar a César las cosas que son de César, y a Dios las cosas que son de Dios.)
Los profetas revelan la condición que atrae el juicio y la paciencia de Dios
Los profetas Jeremías y Ezequiel deben leerse para tener la historia completa, y la historia interna del espíritu del pueblo, y la del rey; la historia a la vez de la condición que provocó el juicio, y de la paciencia de Dios, quien, incluso hasta la toma misma de la ciudad, continuó enviándoles llamadas más conmovedoras al arrepentimiento, ¡ay! en vano; y comenzaron los tiempos de los gentiles.
El lector que comprenda a fondo los acontecimientos de toda esta historia, la maravillosa paciencia de Dios y la forma en que levantó reyes fieles, a fin de bendecir, debería leer los profetas Oseas, Amós, Jeremías y ciertos capítulos de Isaías, que hablan al pueblo en el nombre de Jehová y les hablan de su verdadera condición.