6. Advertencias Contra El Orgullo De La Carne Y Enseñanzas En La Piedad

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(1 Timoteo 6)
El apóstol nos ha advertido contra la carne religiosa que apostata de la verdad y adopta el ascetismo (1 Timoteo 4); y contra la carne mundana, que conduce a la rebelión y a la autoindulgencia (1 Timoteo 5); ahora, en el capítulo final, se nos advierte contra el orgullo de la carne que codicia dinero y ventajas mundanas. Para enfrentar estos males el apóstol nos insiste nuevamente sobre la piedad práctica (versículos 3, 5-6, 11).
En el curso de su exhortación el apóstol nos presenta el esclavo cristiano (versículos 1-2); el soberbio e ignorante profesante del cristianismo (versículos 3-8); el reincidente, atraído por las riquezas del mundo (versículos 9-10); el hombre de Dios (versículos 11-12); Cristo, el Ejemplo perfecto (versículos 13-16); el creyente que es rico en este mundo ) versículos 17-19); y el que profesa ser científico ( versículos 20-21).
(a) Esclavos Cristianos (Vv. 1, 2)
(V. 1). El capítulo comienza adecuadamente con enseñanza para el esclavo cristiano. Un tal podría intentar utilizar el cristianismo como un medio de mejorar su posición social. La institución de la esclavitud puede ser, en efecto, completamente contraria al espíritu del cristianismo. Sin embargo, el gran objetivo de la casa de Dios no es corregir el mundo, ni hacer progresar los intereses mundanos de aquellos que forman la casa, sino mantener la gloria del Nombre de Dios y dar testimonio y ser baluarte de la verdad. El esclavo cristiano, entonces, debía mostrar todo honor a sus amos incrédulos, para que no hubiese nada en su conducta que pudiese echar, justamente, una mancha sobre el Nombre de Aquel que habita en la casa, o que negase la verdad que la casa de Dios debe mantener.
(V. 2). El apóstol da una advertencia especial al esclavo cristiano con un amo creyente. El hecho de que su amo era un hermano en el Señor no debía ser utilizado para invalidar el respeto que el siervo debía a su amo. Cualquier carencia en este apropiado aspecto sería un intento por parte del esclavo de utilizar el cristianismo para elevar su posición social, buscando así su propia ventaja mundana.
En la asamblea, el esclavo y el amo estaban en un terreno común, iguales delante del Señor. Allí el esclavo podía, efectivamente, a causa de su espiritualidad, o don, ser más prominente que su amo terrenal. Que los esclavos creyentes, sin embargo, se cuiden de ser tentados a abusar de los privilegios de la asamblea haciendo de ellos un terreno para una familiaridad indebida hacia sus amos en los asuntos diarios de la vida. Lejos de volverse negligentes en sus deberes para con sus amos que eran creyentes, ellos debían rendirles servicio debido a que eran creyentes y amados y partícipes de los beneficios cristianos.
(B) El Profesante Ignorante, Destituido De La Verdad (Vv. 3-8)
(V. 3). Claramente, entonces, el cristianismo no es un sistema para el progreso de nuestra posición social en este mundo. Es verdad que el creyente, mientras pasa por este mundo, debe hacer lo bueno, y que la presencia del cristiano y de la correcta conducta cristiana han de tener un efecto beneficioso. No obstante, el gran objetivo de la casa de Dios no es mejorar el mundo, sino dar testimonio de la gracia de Dios para que los hombres puedan ser salvos del mundo que, a pesar de la civilización y cualquier mejora social, continua hacia el juicio.
Aparentemente, en esos días tempranos existían los que enseñaban otra cosa. Ellos veían el cristianismo meramente como un medio de mejorar la condición social de hombres y mujeres, haciendo así que este mundo fuera un lugar mejor y más resplandeciente. Probablemente ellos estaban enseñando que el esclavo convertido, habiendo llegado a estar bajo el Señorío de Cristo, podía considerarse a sí mismo libre de su amo terrenal. Tales opiniones, sin embargo, eran contrarias a las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo, y a la enseñanza que es conforme a la piedad.
De este modo, nuevamente, el apóstol introduce la piedad como la salvaguardia contra el abuso de nuestros privilegios cristianos. La piedad camina en el temor de Dios, confiando en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres. Caminando así deberíamos ser preservados de procurar utilizar el cristianismo simplemente como un medio de mejorar nuestra posición mundana.
(Vv. 4-5). Habiendo mostrado que la piedad es la salvaguardia contra el abuso del cristianismo, el apóstol declara que aquel que enseña otra cosa es movido por el orgullo de la carne. (“El tal es hinchado de orgullo, no sabiendo nada...” versículo 4 — Versión Moderna). El orgullo que confía en el yo, y procura mantener la presunción propia, es totalmente opuesto a la piedad que confía en Dios y procura Su gloria.
Detrás de este orgullo está la ignorancia de la mente del Señor tal como está comunicada en Sus palabras. Esta ignorancia de la mente del Señor surge del hecho de permitir que la mente humana se ocupe de cuestiones interminables planteadas por los hombres y de contiendas de palabras. Completamente indiferentes al poder moral de la fe cristiana que obra en el alma y conduce a la vida de piedad, los hombres tratan el cristianismo como si fuera un asunto de “cuestiones y contiendas de palabras.”
Semejantes contiendas de palabras, en lugar de fortalecer la piedad, sólo brindan la ocasión para la manifestación de las obras de la carne. El orgullo que procura exaltar el yo mediante estas cuestiones interminables conduce inevitablemente a las “envidias,” pues el hombre orgulloso no puede tolerar a ningún rival. Naturalmente la carne contenderá contra aquel de quien está envidiosa. De este modo la envidia lleva a la contienda, y el contender contra otro conducirá a las “blasfemias” acerca de Él. El conocimiento de que las “blasfemias” están siendo pronunciadas hará surgir “malas sospechas” (“sospechas siniestras” — Versión Moderna) y “disputas necias” (“constantes rencillas” — LBLA). Tal es la mala cosecha que surge de la envidia. No hay poder más grande para el mal entre los santos de Dios que la permisión de la envidia en el corazón. “Cruel es la cólera, y diluvio destructor es la ira; mas,” dice el predicador, “¿quién podrá estar en pie delante de la envidia?” (Proverbios 27:4 — Versión Moderna). Fue envidia lo que condujo al primer asesinato en este mundo; y fue envidia lo que condujo al mayor asesinato en este mundo. Pilato “sabía que por envidia Le habían entregado” (Mateo 27:18).
¡Es lamentable! Esta envidia puede mostrarse entre el pueblo verdadero del Señor. Aquí el apóstol le sigue el rastro a la envidia hasta el orgullo de un corazón que es corrupto y que está destituido de la verdad del cristianismo. El motivo subyacente de un corazón tal es la ganancia terrenal; de ahí que ellos supongan que la “ganancia” es el objetivo de la piedad. (“Constantes rencillas de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que suponen que la piedad es una fuente de ganancia; apártate de los tales” (Versículo 5—RVR77). En otras palabras, ellos enseñan que el cristianismo es meramente un medio de mejorar nuestra condición y de añadir a nuestra ventaja mundanal. Sabemos que esto, y lo obtenemos de la historia de Job, es realmente una sugerencia del diablo. Job era un hombre piadoso y uno que temía a Dios, pero Satanás dice, “¿Acaso teme Job a Dios de balde?” La vil sugerencia de Satanás es que no existe una cosa tal como la piedad, y que si un hombre hace profesión de piedad, no es que él tema a Dios, o se preocupe de Dios, sino que es simplemente que él sabe que es rentable y que es para su ventaja terrenal. Satanás dice a Dios, “extiende ahora Tu mano, y toca todo lo que tiene, y verás si no Te blasfema en Tu rostro.” (Job 1:1111But put forth thine hand now, and touch all that he hath, and he will curse thee to thy face. (Job 1:11) — LBLA). El Señor permite que esta terrible mentira del diablo sea totalmente expuesta. Se le permite a Satanás despojar a Job de todo lo que tiene, y, como resultado, Satanás es expuesto como un mentiroso. En lugar de blasfemar contra Dios, Job se postró en tierra y adoró, diciendo, “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.” (Job 1:8-12, 20-218And the Lord said unto Satan, Hast thou considered my servant Job, that there is none like him in the earth, a perfect and an upright man, one that feareth God, and escheweth evil? 9Then Satan answered the Lord, and said, Doth Job fear God for nought? 10Hast not thou made an hedge about him, and about his house, and about all that he hath on every side? thou hast blessed the work of his hands, and his substance is increased in the land. 11But put forth thine hand now, and touch all that he hath, and he will curse thee to thy face. 12And the Lord said unto Satan, Behold, all that he hath is in thy power; only upon himself put not forth thine hand. So Satan went forth from the presence of the Lord. (Job 1:8‑12)
20Then Job arose, and rent his mantle, and shaved his head, and fell down upon the ground, and worshipped, 21And said, Naked came I out of my mother's womb, and naked shall I return thither: the Lord gave, and the Lord hath taken away; blessed be the name of the Lord. (Job 1:20‑21)
).
(Vv. 6-8). “Mas en verdad es grande ganancia la piedad, unida con un espíritu contento; porque nada trajimos al mundo, ni tampoco podremos sacar cosa alguna. Teniendo pues con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos contentos con esto” (Versión Moderna). De este modo la verdad, así como la experiencia del pueblo de Dios, no sólo demuestra que la piedad es ganancia sino que, cuando está acompañada de contentamiento que confía en Dios, es una gran ganancia. No trajimos nada al mundo, y cualesquiera sean las posesiones que podamos adquirir mientras pasamos a través del mundo, es evidente que no nos podemos llevar nada. Teniendo “sustento y abrigo” (RVR60) contentamiento — y el esclavo tenía estas cosas — estemos contentos con ello.
(C) El Reincidente Atraído Por Las Riquezas Del Mundo (Vv. 9-10)
En oposición al contentamiento piadoso existe el desasosiego de aquellos que desean ser ricos. La riqueza tiene sus lazos, como el apóstol muestra un poco más adelante, pero no es necesariamente la posesión de riqueza lo que arruina el alma, sino el querer enriquecerse o desear ser rico. Se ha indicado que esta palabra desear incluye la idea de un propósito. El peligro es que el creyente, en lugar de contentarse con ganarse la vida, pueda proponerse en su corazón ser rico. De esta forma las riquezas se convierten en un objeto en vez del Señor. Es mejor para nosotros que permanezcamos fieles al Señor “con propósito de corazón” (Hechos 11:23).
El apóstol nos advierte contra los males resultantes del deseo de adquirir riqueza. Todos son tentados, pero aquel que desea enriquecerse caerá en la tentación y se encontrará él mismo atrapado en algún lazo escondido del enemigo. Además, el querer enriquecerse abre el camino a las codicias necias y dañosas, pues ello complace a la vanidad y al orgullo de la carne, ministrando al egoísmo y la ambición. Estas son las cosas que “hunden a los hombres en destrucción y perdición.” Así que no es simplemente el dinero, sino que “el amor al dinero” es la raíz de todos los males. Cuán solemne es el hecho de que sea posible que el creyente sea atraído a las cosas mismas que traen destrucción y perdición sobre los hombres de este mundo. Incluso en los días del apóstol algunos habían codiciado riquezas, solamente para extraviarse de la fe y ser traspasados de muchos dolores.
(D) El Hombre De Dios (Vv. 11-12)
(V. 11). En contraste con el reincidente que se extravía de la fe, el apóstol nos presenta las características del “hombre de Dios.” En el Nuevo Testamento la expresión “hombre de Dios” se encuentra solamente en las Epístolas a Timoteo. Aquí es aplicada ciertamente a Timoteo; en la Segunda Epístola se aplica a todos quienes, en un día malo, andan en fiel obediencia a la Palabra de Dios (2 Timoteo 3:17). Hay cosas de las cuales el hombre de Dios tiene que huir; cosas que es exhortado a seguir; cosas por las cuales es llamado a pelear; hay algo a lo que se debe echar mano; y algo que ha de ser profesado (confesado, según la Versión Moderna).
El hombre de Dios huirá de las codicias necias y dañosas de las que el apóstol ha estado hablando. Sin embargo, no es suficiente evitar el mal; se debe perseguir lo bueno. Por consiguiente, el hombre de Dios ha de seguir “la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.” Comoquiera que los demás actúen, el hombre de Dios procurará andar en consistencia con su relación con los demás como hermanos; esto es justicia. Pero esta justicia hacia los demás ha de ser adoptada en el santo temor que se percata de nuestras relaciones con Dios, y de lo que es debido a Dios; esto es piedad. Además, el hombre de Dios seguirá la fe que tiene a Cristo como Su objeto, y el “amor” que brota hacia sus hermanos, soportando males e insultos con tranquila paciencia y mansedumbre, en vez de impaciencia y resentimiento.
(V. 12). Aún más, el hombre de Dios no se contentará huyendo del mal y siguiendo ciertas grandes cualidades morales. Estas cosas, de hecho, son de primera importancia, pero el hombre de Dios no se contenta con la formación de un hermoso carácter individual, mientras se permanece indiferente al mantenimiento de la verdad del cristianismo. Él se da cuenta que las grandes verdades del cristianismo se encontrarán con la oposición incesante y mortal del diablo y no evitará pelear por la fe.
Además, al pelear por la fe, el hombre de Dios no olvidará la vida eterna que, aunque él la posee, en toda su plenitud, se presenta ante él. Él ha de echar mano de ella en el disfrute presente como su esperanza sustentadora.
Finalmente, si el hombre de Dios huye del mal, sigue el bien, pelea por la fe y echa mano de la vida eterna, él será uno que en su vida hace una buena profesión delante de los demás. Llega a ser un testimonio viviente de las verdades que profesa.
(E) El Ejemplo Perfecto (Vv. 13-16)
Para animarnos a guardar este mandato, el apóstol nos recuerda que nosotros vivimos en presencia de Aquel que da vida a todas las cosas. (N. del T.: “que preserva todas las cosas con vida,” traducción del Nuevo Testamento de J. N. Darby en Inglés). ¿No puede preservar Él a los Suyos, no obstante lo severo del conflicto a través del cual ellos puedan tener que pasar? Además, si somos llamados a fidelidad, no olvidemos que estamos bajo la mirada de Aquel que ha estado antes que nosotros en el conflicto, y quien, en presencia de la contradicción (hostilidad, oposición) de pecadores, de la envidia y el insulto, actuó en absoluta fidelidad a Dios, manteniendo la verdad en paciencia y mansedumbre, y dio así testimonio de la buena profesión.
Además, la fidelidad tendrá su recompensa. El mandamiento es, por lo tanto, guardarse sin mancha, irreprensible, “hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo.” La gloria de Su aparición traerá con ella una respuesta a toda pequeña fidelidad por parte nuestra, así como, efectivamente, será la gloriosa respuesta a la fidelidad perfecta de Cristo. Entonces, en efecto, cuando Aquel que los hombres ultrajaron, insultaron y crucificaron sea manifestado en gloria, no habrá solamente una respuesta plena a toda Su fidelidad, sino una manifestación plena de todo lo que Dios es. Se manifestará a todo el mundo lo que ya se ha revelado a la fe, a saber, que en la Persona de Cristo, Dios se revela como el bienaventurado y único Soberano, Rey de reyes, y Señor de los hombres, Aquel único que, en la majestad de Su Deidad, tiene inmortalidad esencial, y que habita en luz inaccesible.
Aquellos que forman la casa de Dios pueden dejar de testificar para Dios; el hombre de Dios sólo puede manifestar a Dios con medida, pero en Cristo estará la manifestación plena de Dios para Su gloria eterna.
(F) Los Ricos En Este Siglo (Vv. 17-19)
El apóstol tiene una exhortación especial para los creyentes que son ricos en este siglo. Los tales son asediados por dos peligros. En primer lugar, existe la tendencia de las riquezas a conducir a los poseedores a asumir un aire de altivez, pensando que ellos son superiores a los demás debido a sus riquezas. En segundo lugar, existe la tendencia natural a confiar en las riquezas que, en el mejor de los casos, son inciertas.
La salvaguardia contra estos lazos se encuentra en poner la esperanza en el Dios vivo, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos. Sin importar cuan rico pueda ser un hombre, él no puede comprar las cosas que Dios da. No obstante lo pobre que sea el hombre, él puede recibir y disfrutar lo que Dios da.
El poner la esperanza en el Dios vivo, que es el Dador de todo lo bueno, le permitirá al rico convertirse en un dador. Pero Dios ama a un dador alegre; de ahí que el rico es exhortado a ser liberal en el repartir (dadivoso, generoso) y pronto a compartir. Actuando así él estará atesorando para sí un buen fondo considerando futuras bendiciones, en lugar de atesorar riquezas para este presente siglo. El hombre que atesora para el tiempo venidero echará mano de aquello que es realmente la vida, en contraste con la vida de placer y autoindulgencia que las riquezas terrenales podrían asegurar.
(G) El Que Profesa Ser Científico (Vv. 20-21)
Finalmente, se nos advierte que guardemos lo que se nos ha encomendado. La verdad completa del cristianismo ha sido dada a los santos como un depósito que ha de ser mantenido frente a toda oposición. Aquí se nos advierte especialmente contra las teorías de los hombres, las cuales demuestran ser completamente falsas subordinando a Dios, a Su creación y a Su revelación, a la mente del hombre, en lugar de sujetarse a Dios y a Su Palabra. Ocupados presuntuosamente con sus teorías infieles ellos se han desviado de la fe.