Capítulo 2

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Apartándose del camino
Lucas 22:31-62
Vemos ejemplos de rebelión y de apartamiento tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento. Ahora bien, es evidente que no hay ninguno que se haya apartado y que sea feliz. Lo que el Señor quiere por encima de todo para nuestros corazones es que seamos profundamente felices. Si no eres feliz, no estás en buen estado. En alguna parte hay algo que no anda bien, y cuanto antes sea ello rectificado, tanto mejor. Sabes que cuando algo anda mal, cuanto antes sea rectificado, tanto mejor, para evitar su empeoramiento progresivo. Va empeorando más y más si no se rectifica, y de ahí la importancia que tiene para un alma apartada aprender el camino de la restauración.
No conozco a ningún corazón que no diga, cuando oye acerca del enfriamiento, "Que Dios me guarde de tal cosa." Es bastante fácil apartarse mucho del camino sin saberlo. El enfriamiento del corazón no viene repentinamente. Sucedió gradualmente en la historia de Sansón (ver Jueces 13-16). Era un hombre maravilloso, en cierto sentido no tuvo su igual en el Antiguo Testamento. Pero considerad su historia. Era nazareo, una persona separada para Dios. No había acción de fuerza que él no pudiera ejecutar fácilmente. ¿Y cuál era el secreto de ello? Él estaba sostenido por Dios, y en tanto que se mantuviera separado, era guardado por Dios. Pero pronto se apartaron sus afectos de Jehová; una mujer atrajo su mirada, y vino a ser suya. Con el tiempo, ella le traicionó. ¿Cuál fue el primer paso en su caída? Conocéis la historia. Perdió su separación. Dejó de ser una persona separada. Lo que el diablo desea por encima de todos las cosas es conseguir que te codees con el mundo. Te dice que no debes separarte demasiado. Sí, esto es precisamente lo que el diablo dice. Me lo dice a mí, y es lo que te dice a ti. Se lo dijo también a Pedro. Pero creo que lo que una anciana escocesa dijo acerca de Pedro era cierto. Dijo ella, "no era su sitio estar entre los lacayos." Se estaba calentando al lado del fuego de los enemigos de Jesús. Lo mismo queda ilustrado en la historia de Sansón. En el momento en que tú y yo dejamos de estar separados del mundo y de sus caminos, entramos en decadencia del alma. No tenemos que engañarnos. Es una cosa que nos toca tan de cierto como que el sol está en el cielo.
Esta mujer que Sansón tomó intentó sacarle el secreto de su fortaleza. Lloró durante siete días. Al final, él le contó que el secreto de su fuerza estaba relacionado con su cabello. Era nazareo. "Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia. Le descubrió, pues, todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres. Viendo Dalila que él le había descubierto todo su corazón, envió a llamar a los principales de los filisteos, diciendo: Venid esta vez, porque él me ha descubierto todo su corazón. Y los principales de los filisteos vinieron a ella, trayendo en su mano el dinero. Y ella hizo que él se durmiese sobre sus rodillas, y llamó a un hombre, quien le rapó las siete guedejas de su cabeza; y ella comenzó a afligirlo, pues su fuerza se apartó de él. Y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él. Mas los filisteos le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron con cadenas para que moliese en la cárcel" (Jue. 16:16-21).
Los filisteos enviaron dinero a Dalila y, ¿qué fue lo que sucedió a continuación? Abajo cayó el cabello de Sansón. Lo primero que perdió fue su separación. Y lo siguiente que perdió fue su fuerza. Y después perdió su libertad. Aquella vez fue realmente capturado. ¿Acaso no le habían atado antes? Sí, le habían atado con cuerdas nuevas, pero para él fueron como telas de araña. Había perdido su separación, y ahora que había perdido su fuerza perdió su libertad, después perdió sus ojos, y al final perdió la vida.
Pierde tu separación, y tu fuerza, tu libertad, tu vista, y tu vida, todo ello, sigue a continuación. Sansón es la terrible figura de un hombre que cayó desde lo más alto hasta lo más bajo. Aquí tenemos la imagen de un cristiano que se ha introducido en el mundo, y que ha quedado totalmente inutilizado para el servicio de Cristo. ¡Ah, hermanos! ¡Que Dios nos guarde! La historia de Sansón es una historia muy solemne.
Pero voy ahora a Pedro. Creo que es hermoso ver la forma en que fue restaurado. Ahora bien, el capítulo veintidós de Lucas, que se debe leer, nos da el momento en que cayó exteriormente. Hay cuatro puntos salientes que deseo poner ante vosotros de la historia de Pedro; su conversión, consagración, caída, y restauración. ¿Has estudiado alguna vez la vida de Pedro? Quisiera aconsejarte que lo hicieras. Ve entresacando la vida de Pedro, y júntala. Yo mismo he escrito un libro acerca de su vida, y me sentí muy feliz escribiéndolo. Pero no te pido que leas mi libro, sino que leas el Libro de Dios. Es maravilloso ver el lugar que aquel amado hombre obtuvo. Era un hombre con un gran corazón. Sé que tropezó, pero ¡llegó a andar sobre el agua! "Oh," me dirás, "pero se hundió." Cierto que sí, pero anduvo antes de hundirse. Ahora señala esto, el punto central no es que se hundiera, sino que anduvo. Fue su afecto hacia Cristo lo que le hizo salir de la barca al agua, pero incluso nuestro afecto por Cristo no nos pone a salvo a no ser que mantengamos nuestra mirada sobre Cristo, lo que es de mayor importancia.
Tenemos la conversión de Pedro registrada en el primer capítulo de Juan, cuando conoció a Jesús. El Señor le cambió el nombre. "Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)" (Jn. 1:4242And he brought him to Jesus. And when Jesus beheld him, he said, Thou art Simon the son of Jona: thou shalt be called Cephas, which is by interpretation, A stone. (John 1:42)). Fue entonces convertido, pero no consagrado a Cristo. Tú también estás convertido, y puedes decir, soy creyente, y sé que soy salvo. Sí, pero, ¿te has lanzado verdaderamente a seguir a Cristo? Si no, eres mucho como el Pedro entre el primer capítulo de Juan y el quinto capítulo de Lucas. Allí el Señor quería un púlpito, y tomó para ello la barca de Pedro. El Señor era el mejor predicador que jamás haya habido, y un predicador de lo más práctico también, porque "abriendo su boca les enseñaba" (Mt. 5:2), y el pueblo le escuchaba. El punto central es, si te estás dirigiendo al pueblo, asegúrate de que te oyen. Él se dirigía a la gente en la orilla, y hablando como hablaba desde la barca, podían tanto verle como oírle.
En aquella ocasión les contó la encantadora historia del sembrador y de la semilla. La verdad entró directamente en el corazón de Pedro aquel día. Ah, tiene que haber sido una escena maravillosa. Ved a Simón sentado en el bote, y escuchando aquel maravilloso ministerio. Pertenece a Cristo, pero hasta este punto jamás lo ha seguido. Y ahora, cuando el sermón ha finalizado, el Señor, que no quiere jamás ser deudor de los hombres, le viene a decir, voy a pagarte por el uso del bote, Pedro. Sus palabras fueron, "Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red" (Lc. 5:4-5). "Y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían." Jamás en su vida Pedro había conseguido una pesca como ésta, y cuando la vio, "cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador."
¿Qué es lo que le hizo sacar a relucir la cuestión de su pecado? Al serle revelada a su alma la gloria de la Persona de su Maestro, que Él era Dios además de ser Hombre, me parece que quedó totalmente avergonzado de cuál había sido su forma de actuar en cuanto a Él. Pedro aprendió aquel día su lección. La luz de Dios cayó sobre su alma y, aunque dice: "Apártate de Mí, Señor, porque soy hombre pecador," en el momento en que llegan a tierra le vuelve la espalda a todo, y se pone a seguir a Jesús. Ahora se consagra a él, y empieza a seguir al Señor. He conocido a muchos hombres volverse al Señor cuando todas las cosas terrenas habían fallado—muy posiblemente el banco había quebrado, y todo se había perdido. En tales circunstancias un alma dirá a menudo, "Creo que ahora me consagraré a Él." Pero fue cuando el día estaba en su mayor resplandor, y cuando su negocio iba viento en popa, que Pedro dejó todo, y empezó a seguir al Señor. Cristo llenó su corazón, y la gloria de Su Persona eclipsó todo lo de acá abajo, por lo que lo dejó todo, y siguió a Jesús. Ahora bien, ¿Ha habido jamás un momento en tu corazón o en el mío como éste? ¿Hay algo en la historia de tu alma o de la mía tan hermoso como esto? Esta es para nosotros la verdadera cuestión.
Es muy interesante ver como Pedro sale a la palestra en todos partes en los Evangelios, precisamente por el afecto de su alma hacia el Señor—un afecto unido a la energía que tan a menudo le llevaba por un camino errado, debido a su confianza en sí mismo.
Pero ahora llega el fin. En el capítulo que se debiera leer ahora—Lucas 22—el Señor ha sido traicionado, y Él sabe que va a morir. De manera que cuando Él hubo reunido a los discípulos en el aposento alto, y les hubo dado la expresión de Su amor en el partimiento del pan, les dijo que uno de ellos le iba a traicionar. Pedro no sabía quién era, y le pidió a Juan que preguntara quién era. Y Juan, recostado en el seno de Jesús, le hizo la pregunta. Sabéis, amigos, es algo muy grande estar cerca de Cristo. No se está nunca lo suficientemente cerca de Cristo. No hay nada que Él quiera más que estemos cerca de Él. No había una sola nube entre Juan y Jesús, y Juan le hizo la pregunta, "Señor, ¿quién es?"
Después de terminar la cena, "dijo ... el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo." Obsérvese que se trata de trigo. Es posible que digas, he tenido mi buena parte de zarandeo. Bien, hay una cosa que está clara, si no hubieras sido trigo, no hubieras sido zarandeado. Si hubieras sido meramente paja, el diablo te hubiera dejado en paz. Nunca se preocupa por sus propios súbditos, siempre los deja en paz. Es a los santos a los que siempre ataca. El pecado en el pecador es cosa mala, pero en un santo es diez veces peor, por cuanto pecamos en contra de Cristo y de la luz. Por ellos, el pecado es infinitamente peor en mi vida, como santo, que lo que era cuando era un pecador perdido. Sin embargo, no caigas en la desesperanza si Satanás te zarandea. La confianza en sí mismo fue el secreto de la caída de Pedro, y por lo general es la causa de todas nuestras caídas; y es algo muy grande, amados, cuando se rompe en nosotros el resorte de la confianza propia. Dios permite que esto suceda así.
¿Y qué es lo que dice a continuación? "Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte." Esto es hermoso. Deberíamos también orar por los siervos de Dios. Orad por aquellos que se hallan en el frente de la batalla. El diablo está siempre listo para hacerles tropezar. Antes de que Pedro fuera tentado, Jesús ya había orado. "He orado por ti." ¡Palabras maravillosas! La intercesión del Señor por nosotros es algo maravilloso, y bien es que alienten a nuestros corazones, pero, por otra parte, tenemos que estar dispuestos, y también en oración.
En aquella oración, comúnmente llamada "La Oración del Señor"—en, realidad la oración de los discípulos—aparecen las palabras, "no nos metas en tentación." Creo que a menudo debiéramos orar esto. Cuando nuestro Señor afrontaba dificultades, siempre oraba. Le hallarás en oración en siete ocasiones distintas en el Evangelio de Lucas. Síguelas, y considera sus circunstancias. En nuestro capítulo aparece en oración (v. 41). Había llegado la hora de su dolor y de su rechazo, y como Mesías iba a ser cortado. Por ello pudo decir, "mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas." v. 53. Más necesidad, por ello, de aferrarse tenazmente a Dios. Estaba orando por Sí mismo, pero primero dijo a Su débil seguidor, "he orado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos." La fe es muy susceptible de fallar, e, indudablemente, cuando Pedro despertó, y descubrió lo que había hecho, quedó quebrantado. Pero el amor había rogado por él, y fue preservado de un remordimiento y suicidio como el de Judas. El Señor en lo alto está allí continuamente intercediendo por nosotros. Él murió para purificarnos y vive para purificarnos. Él no dice que no seremos tentados, pero lo que sí dice es—"Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar" (1 Co. 10:12-1312Wherefore let him that thinketh he standeth take heed lest he fall. 13There hath no temptation taken you but such as is common to man: but God is faithful, who will not suffer you to be tempted above that ye are able; but will with the temptation also make a way to escape, that ye may be able to bear it. (1 Corinthians 10:12‑13)).
Algunas veces se oye esta pregunta—"Si voy a tal lugar, o a tal escena, ¿no seré preservado? Sé que no debiera ir, pero si voy, ¿me guardará Dios?" Si vas en contra de las advertencias de la Palabra de Dios y de tu propia conciencia, ciertamente que caerás. "¿Acaso no me guardará el Señor?" No, en absoluto. ¿O acaso creéis que Dios va a guardar a alguien que esté en un camino de desobediencia? Si Pedro hubiera sólo hecho caso de la palabra del Señor, hubiera escapado a su caída.
Ahora consideremos la respuesta de Pedro, y su caída. ¿No hubiera sido de esperar encontrar a Pedro temblando? Miremos el versículo treinta y tres. "Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte." ¡Qué respuesta! Amados, ¡este hombre cayó! Su caída no tuvo lugar en el momento en que realmente negó al Señor. Aquí es donde cayó. Está ocupado en sus propios afectos. Es indudable que amaba al Señor, pero en lugar de estar simplemente ocupado con Cristo, y aferrado a Cristo con este sentimiento, Señor si Tú no me guardas, yo caeré, estaba lleno de confianza propia. El Señor le advierte, y a nosotros a través de él. "Y él le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces." (Lc. 22:34).
Pero la historia sigue. Sigamos al Señor al Monte de los Olivos. Vamos al huerto, y allí está orando el bendito Señor. Dice a Sus discípulos, "Orad que no entréis en tentación" (Lc. 22:40), y otra vez, "Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro." Mt. 26:36. Cuando llega, los halla durmiendo. ¿Cuánto oro yo? ¿Cuánto oras tú? La oración es el secreto del éxito del alma. "Velad y orad" (Mc. 14:38), les dice también. Y aquí, en lugar de orar estaban durmiendo. Tan solo se ve qué es lo que es la debilidad de la carne. Ellos ven Su tristeza, y con todo ello pueden dormir. ¡Qué corazones tenemos! Podemos dormir en la presencia de Su gloria (ver Lucas 9:32), y podemos dormir, también, en la presencia de Su tristeza. "El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil" (Mc. 14:38), es el entrañable comentario que hace el Señor acerca de ello.
La tentación había ahora venido al llegar la multitud, conducida por Judas. "Mientras él aún hablaba, se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle. Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? Viendo los que estaban con él lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada? Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó" (Lc 22:47-51).
Le habían dicho, "Señor, ¿heriremos a espada?," y sin esperar Su respuesta, uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote. Fue Pedro quien lo hizo, y fue aquella acción misma la que le descubrió. "Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? Él negó, y dijo: No lo soy. Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él? Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el gallo" (Jn. 18:25-2725And Simon Peter stood and warmed himself. They said therefore unto him, Art not thou also one of his disciples? He denied it, and said, I am not. 26One of the servants of the high priest, being his kinsman whose ear Peter cut off, saith, Did not I see thee in the garden with him? 27Peter then denied again: and immediately the cock crew. (John 18:25‑27)). Cuando entró en el vestíbulo del sumo sacerdote, el pariente del herido reconoció al hombre que había usado la espada. Es posible que Pedro creyera que con esta acción mostraba una gran devoción, y que estaba haciendo algo bueno. Ah, queridos hermanos, lo que necesitamos es recibir la palabra del Señor. Consideremos la respuesta de Jesús aquí: "Basta ya, dejad. Y tocando su oreja, le sanó" (Lc. 22:51).
Lo siguiente que hicieron fue tomarle y atarle. ¿Sabéis lo último que hizo el Señor antes que le ataran? Curó aquella oreja. Bendito Señor, el último movimiento de Su mano fue para curar la oreja sangrante que Su pobre siervo había cortado. "Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos" (Lc. 22:54).
Pobre Pedro, cuando hubiera debido desconfiar de sí mismo, estaba lleno de confianza propia; cuando hubiera debido estar orando, había estado durmiendo; cuando hubiera debido estar quieto, estaba utilizando una espada no demandada; cuando hubiera debido mantenerse separado, estaba sentado al fuego con los del mundo; cuando hubiera debido estar cerca de Cristo, le estaba siguiendo de lejos; y, como consecuencia lógica, cuando hubiera debido dar testimonio de su Señor, le negó. ¡Pobre Pedro! ¡Y qué parecido a nosotros!
¿Y dónde estaba Juan todo este rato? Otro pasaje nos dice que Juan entró con Jesús. Al principio, "todos los discípulos, dejándole, huyeron" (Mt. 26:56). Él se quedó solo. Al cabo de un tiempo, Juan reunió todo el valor que pudo, y volvió. Pedro le seguía de lejos. Ah, hermanos, ¿estamos acaso siguiendo al Señor de lejos? Si es así, no seremos preservados. ¿Y qué acerca de Juan? Nadie le desafió. No. Él estaba muy cerca de Cristo. El hombre que sigue de lejos está arriesgado a ser descubierto y a que lo hagan caer.
"Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos" (Lc. 22:55). Después de ello negó al Señor tres veces, tal como Él le había advertido, y a pesar de las enérgicas protestas de Pedro. Y cuando él lo hubo hecho las tres veces, "Vuelto al Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente" (Lc. 22:61-62).
Creo que cuando Pedro descubrió que su Señor había sido crucificado, tiene que haber sido un momento terrible en su vida. ¿Qué es lo que pudo sostener el corazón de este hombre? Creo que la oración de Cristo y la mirada de Cristo le sostuvieron. Si él no hubiera poseído la palabra "He orado por ti," ni la mirada, creo que hubiera salido, y seguido a Judas. Judas fue, y se ahorcó. El remordimiento nos pone en manos de Satanás, pero el arrepentimiento lleva a un verdadero quebrantamiento delante de Dios. Nunca habrá recuperación sin arrepentimiento. Pedro tenía el sentimiento de que el Señor le amaba. Sabía que el Señor le amaba. Judas nunca supo esto. Si hubiera conocido el amor de Cristo, no se hubiera ahorcado.
Alguno pudiera decir: "Esto es muy parecido a mi vida y a mi historia. Hace años yo era un cristiano lleno de felicidad, pero de una forma u otra me aparté del Señor, me deslicé al mundo, perdí mi gozo y mi paz, y he declinado tanto en mi alma, que todo mi camino ha sido para deshonra de Cristo." Amigo mío, ve, y llora a solas; llora amargamente, y tus lágrimas serán secadas algún día. Oh, si tan solamente llegas a tener la consciencia en tu alma de que Él te ha amado, y que Él te sigue amando, todo saldrá bien entonces. La palabra de Dios a Israel, "Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud," es igualmente cierta para ti. Aunque habían transcurrido ochocientos cincuenta años de rebelión y apostasía, Dios no había olvidado el momento en que ellos le habían amado a Él, y en que Él era todo para ellos (Jer. 2:22Go and cry in the ears of Jerusalem, saying, Thus saith the Lord; I remember thee, the kindness of thy youth, the love of thine espousals, when thou wentest after me in the wilderness, in a land that was not sown. (Jeremiah 2:2)). Ellos lo habían olvidado hacía ya mucho tiempo, pero Él nunca lo había olvidado. ¿Hay aquí acaso algún corazón apartado? Querido amigo, no sigas así, sino retorna al Señor. No pierdas otra hora. Pedro tuvo que esperar tres días para ser restaurado. Era lo que el Señor le había dicho, y la mirada que el Señor le lanzó, lo que obró en su corazón. Recordó que había orado por Él, y la última mirada que le lanzó fue una mirada de tal amor y perdón, de tal gracia infinita, que rompió su corazón.
Veréis que Pedro tuvo una restauración privada, y otra pública. La restauración privada nos es relatada en el capítulo 24 de Lucas, versículo 34, y la restauración pública tiene lugar en el capítulo 21 de Juan. La evidencia de su restauración es manifiesta en el capítulo 2 de los Hechos. El Señor le habla a solas. Lo que se dijo en esta reunión nadie lo sabe. El Espíritu de Dios ha arrojado un manto sobre ello. ¿Os diré por qué? No te haría ningún bien saber cómo Dios había tratado conmigo cuando mi alma se había apartado de Él, ni me haría a mí ningún bien saber cómo había tratado contigo. No, en absoluto, porque la forma en que trata contigo no sería la apropiada para mí. Por ello, se cubre esta escena con un velo. Pero sabemos esto, que fue maravillosamente restaurado por el Señor. ¿Cómo lo sabemos? Juan 21 nos da la respuesta. Sus hermanos fueron más lentos que Pedro en esta ocasión en llegar al Señor. No esperó hasta que el bote llegara a la orilla; en su apresuramiento se lanzó al mar para acercarse al Señor. Dice, Quedaos con el pescado, que yo me voy con el bendito Señor. Por esta acción sé que Pedro estaba restaurado.
Pero después, naturalmente, el Señor lo restauró públicamente. Creo, queridos amigos, que nunca hallaréis a ningún santo haciendo ningún bien hasta que quede completamente libre de confianza propia, y quebrantado delante del Señor. Es entonces en esta condición que el Señor puede utilizarle. Vemos a Pedro restaurado a la comunión y a la compañía de los apóstoles en Juan 21, y después le vemos en Hechos 2 predicando la Palabra, y poderosamente utilizado por el Señor. He dicho muchas veces que creo que cuando Satanás vio a Pedro predicando en el segundo capítulo de los Hechos, deseó haberlo dejado tranquilo en el palacio del sumo sacerdote. ¿Por qué? Porque el quebrantamiento de Pedro fue su edificación, y en la primera mitad del libro de los Hechos de los Apóstoles oímos mucho más acerca de Pedro que de cualquier otro siervo. Repito, su quebrantamiento fue su edificación. Fue recogido y restaurado. Ah, sí, no hay nada como la gracia. La gracia nos salvó como pecadores, y la gracia nos guarda como santos. Y cuando lleguemos a la gloria, ¿Qué diremos? Que ha sido todo de gracia a todo lo largo del camino. Y por ello, cuanto más hondo en nuestras almas tengamos la consciencia de la gracia del Señor, tanto más nuestros corazones se regocijarán en Él.