Que Dios debería haber escogido a Juan para ser el instrumento de comunicar el volumen final del Nuevo Testamento es digno de nuestra consideración. No es algo nuevo para Dios establecer los contrastes más fuertes del mismo escritor inspirado. El que era enfáticamente el apóstol de la incircuncisión fue el testigo designado de Cristo para aquellos que habían sido judíos. El mensaje final y sobre todo decisivo de la gracia, que llamaba a los judíos fuera de todas las asociaciones terrenales a Cristo en el cielo, no fue dado ni por Pedro ni por Santiago, y por nada menos que Pablo. Así también el testimonio de gracia y verdad que vino por Jesucristo fue, en Su mente, si no en la del hombre, el medio más adecuado para revelar los juicios venideros de Dios. En verdad, la razón moral estaba en esto: que Cristo, si es rechazado como objeto de fe, y el único canal de gracia, se convierte en un ejecutor de juicio. Esto lo encontramos formal y doctrinalmente en su evangelio (Apocalipsis 5). Y ahora que la gracia y la verdad estaban a punto de quedar completamente en nada, como Él mismo lo había sido antes por lo que llevaba Su nombre en la tierra, Juan era más que cualquier otro adecuado para dejarnos ver las visiones solemnes de Dios vengando los derechos menospreciados de Su propio Hijo; y esto, primero, por juicios providenciales; por último, por Cristo mismo viniendo en la ejecución personal del juicio.
Por lo tanto, aunque existen los contrastes más completos en forma, tema y problemas entre el evangelio y la revelación de Juan, después de todo la persona del Señor Jesús se mantiene preeminentemente ante nosotros como el objeto del cuidado y honor de Dios en ambos; y por lo tanto es que incluso las almas que no pudieron entrar en los temas principales de sus visiones proféticas siempre han encontrado un consuelo indescriptible en las diversas muestras de Cristo mismo proporcionadas por este libro, especialmente en tiempos de prueba, rechazo y persecución. Quien conoce la historia eclesiástica, quien conoce las almas actualmente, no es consciente de que los santos de Dios, con tan poca luz, han sido extremadamente alimentados y ayudados por el Apocalipsis; mientras que los hombres eruditos lo han hecho tan seco como un viejo almanaque?