La ley y su carácter de temor, con la bendición condicionada a la obediencia
Pero habiendo terminado así el curso de la gracia, la escena cambia por completo. No guardan la fiesta en la montaña, donde Dios, como había prometido, los había guiado, los había “traído, llevándolos, como en alas de águila, a sí mismo”. Él les propone una condición: Si obedecieron Su voz, deben ser Su pueblo. La gente, en lugar de conocerse a sí misma y decir: “No nos atrevemos, aunque obligados a obedecer, a ponernos bajo tal condición, y arriesgar nuestra bendición, sí, asegurarnos de perderla”, se comprometen a hacer todo lo que el Señor había hablado. La bendición ahora tomó la forma de dependencia, como la de Adán, de la fidelidad del hombre así como de Dios. Aún más lejos estaba de ser, como la nuestra, basado en una redención cumplida y realizada; ni siquiera se basó en una promesa incondicional, como en el caso de Abraham.1 Sin embargo, a la gente no se le permite acercarse a Dios, quien se escondió en la oscuridad. De hecho, emprendieron obediencia lejos de Dios, en un estado en el que no podían acercarse a Él en esa majestad a la que se debía la obediencia. Sin embargo, Dios dio toda solemnidad posible a la comunicación de su ley, y ve bueno que la gente tema delante de él; pero ¿qué puede hacer el temor para dar poder a distancia de Él? El sentimiento puede, tal vez, ser apropiado; Pero no es apropiado comprometerse a obedecer en tal estado. El terror, y la condición de obediencia cuando la gente está lejos de Dios, tal es el carácter de la ley, una regla enviada al hombre, tomada en su carácter más grande, cuando el hombre no puede acercarse a Dios, pero se establece una barrera, y la cuestión de la justicia como el camino de vida se plantea y reclama del hombre cuando el hombre es un pecador.
1. Es importante para nosotros ver que nuestra posición ante Dios no descansa en la promesa, sino en la redención cumplida. Todo lo que concierne a eso y la base de nuestra seguridad de fe es promesa cumplida. La gloria está en la esperanza.
La obra y el orden del hombre en la adoración están igualmente prohibidos
Moisés, cuando Dios hubo hablado al pueblo, y el pueblo no se atrevió más a escuchar, se acercó a la espesa oscuridad y recibió las instrucciones de Dios para el pueblo -instrucciones morales y generales- relacionadas con su posesión de la tierra, en caso de que entraran en ella de acuerdo con el pacto de la ley. Se señalan dos cosas en cuanto a la adoración: la obra del hombre y su orden, en el cual su desnudez ciertamente se manifestará; y están igualmente y juntos prohibidos por Dios.
La devoción, el amor y el servicio de Cristo “para siempre”
Tenemos (como podemos observar por cierto) un hermoso tipo (cap. 21) de la devoción de Cristo a la iglesia y a su Padre, y su amor por nosotros. Habiendo servido ya fielmente Su servicio completo como hombre, durante Su vida, Él permanecería como un siervo incluso en la muerte por el bien del Padre, la iglesia y Su pueblo. Se hizo siervo para siempre. (Compárese con Juan 13 por el presente, y Lucas 12 incluso por gloria).