Jerusalén justamente condenada y humillada por Samaria y Sodoma; La gracia soberana de Jehová
Al leer el capítulo 16 debe recordarse que Jerusalén es el sujeto, y no Israel. Además, el tema tratado no es la redención, sino los tratos de Dios. Él había hecho vivir, había limpiado, adornado y ungido, lo que estaba en la miseria y desprovisto de belleza. Pero Jerusalén ha usado todo lo que Jehová le había dado al servicio de sus ídolos, y también para comprar el socorro y el favor de los egipcios y los asirios. Ella no ha tenido idea de independencia y de estar sola, apoyándose en Jehová. Ella debe ser juzgada como una mujer adúltera. Jehová traería contra ella a aquellos a quienes ella había buscado. Sin embargo, llena de orgullo, no oía nada de Samaria ni de Sodoma, nombres que Jehová usa ahora para humillarla. Ella era aún más inútil que aquellos a quienes debía poseer para sus hermanas, a pesar de su orgullo. Siendo Jerusalén así justamente condenada y humillada, Dios aún actuará en plena gracia hacia ella, y la restablecerá, recordando su amor y su pacto. Ella nunca será restaurada en el terreno anterior, como tampoco Samaria o Sodoma; y la gracia que se ejercerá hacia ella bastará para traerlos de vuelta también, es decir, la gracia soberana de la redención y el perdón, que de ninguna manera es el pacto de Jerusalén bajo la ley. Con Jerusalén Jehová también establecerá un pacto especial, y sus dos hermanas le serán dadas por hijas. Su boca se cerrará al pensar en toda la gracia de Dios que la habrá perdonado. El quincuagésimo quinto versículo es absoluto y perpetuo. La promesa, en el versículo 60, está en un terreno completamente nuevo. Samaria, Sodoma, Jerusalén, vayan juntas en el juicio; pero la gracia soberana tiene su propio camino y tiempo, y así los tres podrían ser y serían restaurados, pero Jehová establecería Su pacto con Jerusalén. El pacto gratuito e incondicional de la promesa sería bueno para Jerusalén (cap. 16:8).