El período anterior a la destrucción del templo; la iniquidad y la hipocresía de los judíos
El capítulo 8 comienza una nueva profecía, que comprende varias revelaciones distintas, y se extiende hasta el final del capítulo 19 (desde el octavo hasta el final del undécimo estar conectado). Judá todavía existía en Jerusalén, aunque muchos de ellos ya habían sido llevados cautivos con Joacim. No fue sino hasta cinco años después que el templo fue destruido. Es el estado de cosas en Jerusalén lo que se juzga en estos capítulos. Los ancianos de Judá se presentaron ante el profeta, y Jehová aprovechó esta oportunidad para mostrarle todas las enormidades que harían descender el juicio sobre el pueblo. En la profecía del año anterior, Dios, por boca del profeta, había amenazado a Israel con la entrega de su santuario a los profanos (cap. 7:20-22). Aquí Jehová expone en detalle la causa de este juicio. La gloria de Jehová se le apareció al profeta, y fue llevado en las visiones de Dios a Jerusalén, y allí, en los atrios y los aposentos, y en las puertas, se le mostró toda forma de idolatría odiosa y contaminante practicada en la propia casa de Jehová por los ancianos y otras personas de Israel. Si comparamos la historia de Jeremías y la profesión externa que se hizo, la pretensión de que la ley no perezca del sacerdote, entenderemos la excesiva iniquidad de los judíos y su hipocresía.