La respuesta de Dios; la plena revelación de Sus tratos en gracia; El milenio
Los siguientes dos capítulos nos dan una revelación completa de los tratos de Dios en respuesta a este llamado. En primer lugar, Dios, a través de Su gracia, había sido buscado por otros. Él se había dado a conocer a aquellos que no fueron llamados por Su nombre. La gracia infinita y soberana de Dios había buscado a los pobres gentiles. Al mismo tiempo, con infinita paciencia, había extendido Sus manos a un pueblo que no lo quisiera, a un pueblo que lo provocaba continuamente de la manera más grosera. Y ahora Él declara Su mente. El pueblo que lo abandonó será juzgado; Él los numerará con la espada; se inclinarán ante el matadero. Pero habrá un remanente elegido en gracia: los siervos de Jehová, que serán salvos y bendecidos (vss. 11-12,8-9,13,15). Jehová entonces introduciría un orden de cosas completamente nuevo, en el que se debería reconocer la verdad de Sus promesas, y las cosas anteriores deberían olvidarse por completo: cielos nuevos y una tierra nueva, aún no con respecto al cambio físico, pero cuyo orden moral debería ser completamente nuevo. No debe ser sólo un nuevo orden de cosas en la tierra, que el poder del mal en los cielos podría estropear, como en días pasados; El estado de los cielos mismos debería ser nuevo. Aprendemos en otra parte que Satanás habrá sido expulsado, y su poder allí se habrá ido para siempre.1 De hecho, esta habría sido la ocasión de las últimas pruebas terribles en Jerusalén. Pero ahora Jerusalén debe ser bendecida en la tierra, y su pueblo debe disfrutar de los dones de Jehová en una vida tan larga como la de los hombres antes del diluvio. Un hombre de cien años debe ser un niño; y si alguno muere a esa edad, debe ser considerado como cortado por la maldición de Dios. Dios siempre concedería las oraciones de su pueblo. La paz debe ser establecida, y no debe haber maldad en todo Su santo monte. Este es el estado milenario de los judíos.
(1. Por lo tanto, cuando el Señor entra en Jerusalén como Jehová Mesías, se dice (Lucas 19:38), “Paz en el cielo").